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Tengo tu número. {HS. {Adaptada.
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: Tengo tu número. {HS. {Adaptada.
aaaaaaaaaay, pobre Polly :ccc ella tan desesperada buscando su anillo y luego le roban el celular. plz, eso es un mal día en todos los sentidos :cccc y nadie le ayuda wn :cccc espero que todo se arregle cuando llegue el señor rizos (?)
Nueva lectora, Deya<33 me verás comentando seguido por aquí<3
Nueva lectora, Deya<33 me verás comentando seguido por aquí<3
peeta.
2.
Capítulo dos
Parpadeo un par de veces y miro nuevamente, pero sigue ahí, medio escondido entre un par de programas de acreditaciones para la conferencia y un vaso de Starbucks. ¿Qué hace un teléfono en una papelera? Miro alrededor para ver si alguien me está mirando, luego lo alcanzo con cautela y lo cojo. Está manchado con un par de gotas de café, pero parece funcionar perfectamente. Y es un muy buen teléfono. Parece casi nuevo.
Cautelosamente, me giro y examino la multitud en el lobby. Nadie me está prestando ni la más remota atención. Nadie está corriendo hacia mí exclamando: “¡Ese es mi teléfono!”. Y he estado caminado por esta área por los últimos diez minutos. Quienquiera que sea que tiró el teléfono aquí lo hizo hace mucho más tiempo.
Hay una pegatina en la parte de atrás del teléfono, del White Globe Consultores impreso en letra pequeña y un número. ¿Lo habrá tirado alguien a la basura? ¿Se le habrá caído? Lo enciendo y la pantalla se ilumina. Me parece que está en perfecto estado de funcionamiento.
Una pequeña voz en mi cabeza me está diciendo que debería entregarlo. Llevarlo al mostrador del conserje y decir: “Perdóneme, creo que alguien perdió su teléfono”. Eso es lo que debería hacer.
Ir directamente al mostrador justo ahora, como una persona responsable, un miembro honorable de esta sociedad…
Mis pies no se mueven ni un milímetro. Mis manos se aferran posesivamente alrededor del teléfono. La cosa es que, necesito un teléfono. Apuesto a que el grupo consultor White Globe, lo que sea que fuera, tendrá miles de teléfonos. Y no es tampoco como que lo encontré tirado en el piso o en el baño de damas, ¿no? Estaba en un tacho de basura. Las cosas en las papeleras son basura. Es algo justo. Ha sido desechado de este mundo. Esa es la regla.
Miro dentro de la papelera nuevamente y veo un cordón rojo, como los que llevan colgados del cuello los asistentes a la conferencia. Miro al conserje para asegurarme que no me está mirando, hundo mi mano de nuevo y saco un pase para la conferencia.
La credencial de una chica increíblemente hermosa me devuelve la mirada, debajo de la foto está impreso: Violet Russell, White Globe Consultores.
Estoy pensando en una teoría bastante buena ahora. Podría ser como Poirot. Este es el teléfono de Violet Russell y ella lo tiró a la basura. Por… alguna razón u otra.
Bueno, es su culpa. No la mía.
El teléfono comienza a sonar y yo me sobresalto. ¡Mierda! Está vivo. El ring tone está a todo volumen y es una canción de Beyoncé: “Single Ladies”. En seguida presiono ignorar la llamada pero un momento después comienza a sonar nuevamente, alto y claro.
¿No tiene ésta cosa un maldito control de volumen? Unas cuantas mujeres de negocios, que se encuentran cerca mío se dan la vuelta para observarme, y estoy tan frustrada que aprieto el botón de hablar en vez de ignorar la llamada otra vez. Las mujeres de negocios continúan mirándome, así que coloco el teléfono en mi oído y me doy la vuelta.
—La persona que está tratando de contactar no está disponible —digo, tratando de sonar robótica—. Por favor deje un mensaje —eso me libraría de cualquiera que fuera.
—¿Dónde diablos estás? —una voz de hombre suave y bien educada comienza a hablar y yo casi chillo del asombro. ¡Funciona! ¡Él piensa que soy una contestadora automática!—. Recién acabo de hablar con Scottie. Tiene un contacto que cree que puede hacerlo. Será una cirugía menor. Él es bueno. No dejará ninguna huella.
No me animo ni a respirar. O rascarme la nariz, que de repente me empieza a picar increíblemente.
—Bueno —el hombre está diciendo—. Así que cualquier cosa que hagas, sé malditamente cuidadosa.
Él corta la comunicación y yo me quedo mirando el teléfono alucinada. Nunca pensé que en verdad alguien dejara un mensaje.
Ahora me siento un poco culpable. Este es un verdadero mensaje, y Violet se lo ha perdido. Digo, no es mi culpa que haya tirado su teléfono, pero aun así… En un impulso rebusco en mi bolso por una lapicera y lo único que tengo para escribir en él, que es un viejo programa de teatro del Rey León. Garabateo: Scottie se ha comunicado, cirugía menor, sin rastros, sé malditamente cuidadosa.
Solo Dios sabe de qué se trata todo esto. ¿Liposucción, tal vez?
No importa, de todos modos. La cosa es que, si alguna vez me encuentro con esa chica Violet, seré capaz de pasarle el mensaje.
Antes de que el teléfono suene otra vez, me apresuro hacia el mostrador del conserje, el cual está milagrosamente vacío.
—Hola —le digo sin resuello—. Soy yo otra vez. ¿Ha encontrado alguien mi anillo?
—Le puedo asegurar, madame —dice con una sonrisa congelada—, que le habríamos informado si lo hubieran encontrado. Tenemos su teléfono agendado…
—No, no lo tienen —lo corto en seco, casi triunfalmente—. Ese es el problema. El número que les dí está ahora… er… Sin funcionar. Fuera de uso. Mucho —lo único que me falta es que llamen al hombre de la sudadera y le mencionen mi anillo de esmeraldas.
—Por favor no llamen a ese número. ¿Pueden usar este número en su lugar? —copio cuidadosamente el número que figura en la parte trasera del teléfono del Grupo de consultores White Globe—. De hecho, solo para estar seguros… ¿lo puedo probar? —me acerco al teléfono del hotel y disco el número impreso. Un minuto después Beyoncé comienza a sonar a todo volumen desde el teléfono móvil. Ok. Al final me puedo relajar un poco. Tengo un teléfono.
—Madame, ¿necesita algo más? —el conserje parece un poco molesto, y se está formando una pequeña cola de gente detrás mío.
Entonces le agradezco nuevamente y me acerco al sofá más cercano, llena de adrenalina. Tengo un teléfono y tengo un plan.
Solo me tomó cinco minutos escribir mi nuevo número de teléfono en veinte pedazos diferentes de papel que el hotel tiene para dejar recados, con la inscripción “¡¡¡¡POLLY WYATT – ANILLO DE ESMERALDA, POR FAVOR LLAME!!!!”. En letras mayúsculas.
Para mi disgusto, las puertas del salón están ahora cerradas (a pesar de que puedo escuchar a la gente de limpieza dentro), así que me veo obligada a dar vueltas por el corredor del hotel, el salón de té, el baño de mujeres, incluso en el spa, dejándole un papel a cada trabajador del hotel con el que me encuentro y explicándole la historia de la pérdida de mi anillo.
Llamo a la policía y les doy mi número a ellos. Le mando un mensaje de texto a Ruby –ya que me sé su número de teléfono de memoria y le escribo:
¡Hola! Mi teléfono ha sido robado. Este es mi nuevo número. ¿Se lo puedes pasar a todos? ¿Alguna señal del anillo?
Luego me desplomo en el sofá exhausta. Siento como si hubiera estado en este maldito hotel todo el día. Tengo que llamar a Magnus también y darle este número de teléfono, pero no puedo enfrentarme a él todavía. Tengo esta convicción irracional de que sería capaz de darse cuenta por el tono de mi voz que mi anillo ha desaparecido. Sentirá mi dedo vacío en el minuto que le diga “Hola”.
Por favor vuelve a mí anillo. Por favor, POR FAVOR, vuelve a mí….
Me recuesto en el sofá, cierro mis ojos, y trato de mandar un mensaje telepático a través del éter. Así que cuando Beyoncé comienza a sonar de nuevo, doy un salto asustada. ¡Tal vez eso es todo! ¡Mi anillo! ¡Alguien lo ha encontrado! Ni siquiera miro la pantalla antes de apretar el botón de contestar y respondo excitadamente:
—¿Hola?
—¿Violet? —una voz de hombre golpea mi oído. No es el hombre que llamó anteriormente, es un hombre con una voz más profunda. Suena un poco malhumorado, si puedes deducir eso con solo tres sílabas. También respira agitadamente, lo que significa que, o es un pervertido o está haciendo ejercicios—. ¿Estás en el lobby? ¿Está el contingente japonés todavía ahí?
Por acto reflejo, miro a mi alrededor. Hay todo un grupo de japoneses al lado de las puertas.
—Sí, están —digo—. Pero no soy Violet. Este no es más el teléfono de Violet. Perdón. ¿Tal vez podrías avisar a todo el mundo que su número ha cambiado?
Tengo que sacarme a los compañeros de Violet de encima. No los puedo tener llamando cada cinco segundos.
—¿Perdón, quién habla? —demanda el hombre—. ¿Por qué estas contestando este teléfono? ¿Dónde está Violet?
—Yo poseo el teléfono ahora —digo, más confiada de lo que me siento. Lo cual es verdad. La posesión es la novena parte de la ley.
—¿Tú lo posees? ¿Quién diablos eres tú? Oh, Jesús —él maldice un poco más, y puedo escuchar pasos distantes. Suena como si estuviera bajando corriendo las escaleras—. Dime, ¿se están yendo?
—¿El grupo Japonés? —Entrecierro mis ojos para ver mejor al grupo—. Tal vez. No sabría decirlo.
—¿Hay un tipo bajo con ellos? ¿Con sobrepeso? ¿Pelo espeso?
—¿Te refieres al hombre del traje azul? Sí, está justo frente mío. Parece molesto. Se está poniendo su impermeable.
Un colega le ha entregado al hombre rechoncho un Burberry. Está ceñudo mientras se lo pone, y de su boca sale un torrente de improperios en japonés, mientras sus amigos asienten nerviosos.
—¡No! —la exclamación del hombre en el teléfono me toma por sorpresa—. Él no se puede ir.
—Bueno, lo está haciendo, lo siento.
—Tienes que detenerlo. Ve hacia él y trata que se quede en el hotel. Ve hacia él ahora. Haz lo que sea que tengas que hacer.
—¿Qué? —me quedo atónita mirando el teléfono—. Mira, lo siento, pero ni siquiera te conozco…
—Ni yo tampoco —me contesta—. ¿Quién eres de todos modos? ¿Eres una amiga de Violet? ¿Me podrías explicar por qué decidió dejar su trabajo en el medio de la más importante conferencia del año? ¿Piensa que de repente ya no necesito una asistente personal?
Ajá. Entonces Violet es la asistente personal de este hombre. Eso tiene sentido. ¡Y se libró de él! Bien, no me sorprende, él es tan demandante.
—No importa, de todos modos —se interrumpe a sí mismo—. El punto es que, estoy en las escaleras, piso nueve, el ascensor está atascado, estaré ahí abajo en menos de tres minutos, y tú tienes que mantener a Yuichi Yamasaki ahí hasta que yo llegue. Quien diablos quieras que seas.
Qué tipo nervioso.
—¿O qué? —le replico.
—O un año de negociaciones exhaustivas se irán al garrete por culpa de un mal entendido. El mejor trato del año se echará a perder. Un equipo de veinte personas perderá su trabajo —su voz suena implacable—. Directores ejecutivos, secretarias, todo el equipo. Solo porque no puedo llegar ahí lo suficientemente rápido y la persona que podría ayudar no quiere.
Oh, infiernos.
—¡Está bien! —digo furiosa—. Haré mi mejor esfuerzo. ¿Me repites su nombre?
—Yamasaki.
—¡Espera! —levanto mi voz, mientras atravieso corriendo el lobby.
—Por favor, ¿Sr. Yamasaki? ¿Podría esperar un minuto?
El Sr. Yamasaki se da la vuelta con una pregunta en su cara, y un par de ayudantes se adelantan, flanqueándolo protectoramente. Tiene una cara ancha, se nota en ella su ira, y un amplio, y largo cuello alrededor del cual se enrosca una bufanda de seda. Me da la sensación que no es partidario de la charla ociosa. No tengo ni idea qué decir a continuación. No hablo japonés, no sé absolutamente nada sobre negocios japoneses o cultura japonesa. Aparte del sushi. Pero tampoco puedo ir hacia él y decir: “¡Sushi!”, así de la nada. Sería como acercarme a un hombre muy importante de negocios americano y decirle: “¡Chuletón!”.
—Soy… Una gran fan —improviso—. De su trabajo. ¿Me podría dar su autógrafo?
Me mira desconcertado, y uno de sus colegas le susurra la traducción en su oído. Inmediatamente, su frente se aclara y se inclina hacia mí.
Cautelosamente, me inclino hacia atrás, y él chasquea sus dedos, ladrando instrucciones. Un momento después, una hermosa carpeta de cuero se abre en frente mío, y él está escribiendo algo elaborado en japonés.
—¿Está todavía ahí? —la voz extraña de pronto sale por el teléfono.
—Sí —le murmuro—. Casi, ¿dónde estás? —le disparo una brillante sonrisa al Sr. Yamasaki.
—Quinto piso. Mantenlo ahí. Lo que sea necesario.
El Sr. Yamasaki me entrega el pedazo de papel, tapa su lapicera, con el ceño fruncido otra vez y comienza a alejarse.
—¡Espere! —lloriqueo desesperadamente—. ¿Podría… mostrarle algo?
—El Sr. Yamasaki está muy ocupado —uno de sus colegas, que usa anteojos de acero y la camisa más blanca que había visto en mi vida se da la vuelta—. Sea tan amable de contactarse con nuestra oficina.
Continúan alejándose. ¿Qué haré ahora? No le puedo pedir otro autógrafo. No puedo taclearlo tampoco. Necesito llamar su atención de alguna manera.
—¡Tengo un anuncio especial que hacer! —exclamo, apurándome tras ellos—. ¡Soy cantante de telegramas! Traigo un mensaje de todos los fans del Sr. Yamasaki. Sería una gran descortesía hacia ellos si me rechazan.
La palabra descortesía parece haberlos parado de su trayectoria. Están frunciendo sus ceños y mirándose confusos.
—¿Un telegrama cantado? —dice el hombre de los anteojos de acero suspicazmente.
—¿Como el gorila Gram? —les digo—. Sólo cantando —no estoy segura que les haya aclarado algo. El intérprete le murmura furiosamente en el oído al Sr. Yamasaki y después de un momento me mira.
—Puedes hacer la presentación.
El Sr. Yamasaki se vuelve y todos sus colegas siguen su ejemplo, doblando sus brazos expectantes y alineándose en fila. Por el lobby puedo ver algunas miradas interesadas de otros grupos de empresarios.
—¿Dónde estás? —murmuro desesperadamente hacia el teléfono.
—Tercer piso —me responde la voz del hombre después de un momento—. Medio minuto. No lo pierdas.
—Comienza —me apunta el hombre de los anteojos.
Algunos de los presentes se dan vuelta para ver. Oh, Dios. ¿Cómo me he metido en esto? Número uno, no puedo cantar. Número dos, ¿qué le canto a un empresario japonés que nunca he conocido antes? Número tres, ¿por qué dije que soy un telegrama cantado?
Pero si no hago algo pronto, veinte personas podrían perder sus trabajos.
Hago una amplia reverencia, para perder algo de tiempo, y todos los japoneses se inclinan hacia atrás.
—Comienza —repite el hombre de los anteojos con siniestros ojos brillantes.
Tomo una respiración profunda. Vamos. ¿Qué importa lo que haga? Solo tiene que durar medio minuto. Luego puedo salir corriendo y nunca me volverán a ver.
—Sr. Yamasaki… —empiezo cautelosamente, con el tono de “Single ladies” — Sr. Yamasaki. Sr. Yamasaki, Sr. Yamasaki —sacudo mis caderas y hombros hacia él, justo como hace Beyoncé—. Sr. Yamasaki, Sr. Yamasaki.
De hecho, es bastante fácil. No necesito ninguna letra, sólo puedo seguir cantando “Sr. Yamasaki” una y otra vez. Después de algunos minutos, algunos japoneses incluso empiezan a cantar conmigo dándole palmadas al Sr. Yamasaki en la espalda.
—Sr. Yamasaki, Sr. Yamasaki, Sr. Yamasaki, Sr. Yamasaki —levanto mi dedo y lo señalo con un guiño—. Ooh-ooh-ooh… ooh-ooh-ooh…
Esta canción es ridículamente pegadiza. Todos los japoneses se ponen a cantar ahora, aparte del Sr. Yamasaki, que está parado ahí, mirando encantado. Los delegados que están cerca nuestro se nos unen a la canción, y puedo escuchar a uno de ellos diciendo: “¿esto es una movilización instantánea?”
—Sr. Yamasaki, Sr. Yamasaki, Sr. Yamasaki… ¿Dónde estás? —murmuro al teléfono, todavía con una sonrisa brillante.
—Mirando.
—¿Qué? —sacudo mi cabeza mientras recorro el lobby con la mirada.
De repente mi mirada se topa con un tipo parado solo, a treinta yardas de distancia. Viste un traje oscuro, tiene el espeso pelo rizado revuelto y sostiene un teléfono en su oreja. Incluso desde esa distancia puedo ver que se está riendo.
—¿Cuánto tiempo hace que estás ahí? —demando furiosa.
—Acabo de llegar. No quería interrumpir. Gran trabajo, ya que estamos —agrega—. Creo que te has ganado a Yamasaki para la causa, justo ahí.
—Gracias —digo sarcásticamente—. Me alegra haber podido ayudar. Es todo tuyo —me inclino hacia el Sr. Yamasaki haciendo una florida reverencia, luego giro sobre mis tacones y me voy balanceándome hacia la puerta de salida, ignorando los gritos decepcionados del japonés. Tengo cosas más importantes de qué preocuparme, que aquel extraño arrogante y sus estúpidos negocios.
—¡Espera! —la voz del hombre me sigue por el recibidor—. Ese teléfono es de mi asistente.
—Bueno, no debería haberlo tirado entonces —le contesto abriendo las puertas de vidrio—. El que lo encuentra se lo queda.
Hay veinte paradas de subte desde Knightsbridge hasta la casa de los padres de Magnus en North London, y tan pronto como subo a la superficie chequeo mi teléfono. Está parpadeando con nuevos mensajes (alrededor de diez textos y veinte emails, pero hay solo cinco textos para mí y ninguno con noticias sobre el anillo). Unos son de la policía, y mi corazón se llena de esperanza, pero es solo para confirmar que había llenado el reporte y preguntándome si quiero una visita de la oficina de asistencia a la víctima. El resto de los mensajes son para Violet. Mientras repaso los mensajes, noto que la mayoría de ellos están encabezados por un tal Harry. Sintiéndome Poirot nuevamente, me fijo en el teléfono que figura en esos emails, y estoy completamente segura, el último llamado recibido a este teléfono era el Celular de Harry. Así que era él. El jefe de Violet. El tipo del abundante pelo rizado revuelto. Y para probarlo, su email es harrystyles@whiteglobeconsultores.com.
Solo por curiosidad, clickeo en uno de los emails. Es de Jennasmith@grantlyassetmanagement.com, y el asunto es Re: ¿cenamos?
Gracias, Violet. Apreciaría mucho que no le mencionaras nada de esto a Harry. ¡Me siento un poco avergonzada ahora!
Oh. ¿Por qué se siente avergonzada? Antes de poder pararme, sigo mirando los mensajes para leer el mensaje anterior, que fue enviado ayer.
De hecho, Jenna, deberías saber algo: Harry está comprometido.
Saludos,
Violet.
Está comprometido. Interesante. Mientras leo la frase nuevamente, siento una extraña reacción interna la cual no puedo describir exactamente. ¿Sorpresa?
De todos modos, ¿por qué debería sentirme sorprendida? Ni siquiera conozco a ese tipo.
Bueno, ahora tengo que conocer toda la historia. ¿Por qué está avergonzada Jenna? ¿Qué pasó? Busco los mensajes más antiguos sobre estos intercambios, y al final encuentro un mail bastante largo de Jenna, donde claramente se reunió con Harry Styles en su lugar de trabajo, se sintió atraída por él, y lo invitó a cenar dos semanas atrás, pero él nunca le devolvió los llamados.
… intenta nuevamente mañana… tal vez esté usando el número equivocado… Alguien me dijo que es muy conocido y que trate de contactarlo a través de su secretaria… Perdóname por molestarte tanto… házmelo saber de todos modos…
Pobre mujer. Me siento un poco indignada en su nombre. ¿Por qué no le respondió los llamados? ¿Qué tan difícil es enviar un email rápido diciendo: “no, gracias”? Y ahora resulta que está comprometido, por el amor de Dios.
De todos modos. Lo que sea. De repente me doy cuenta que estoy espiando los emails de otra persona cuando tengo un montón de otras cosas, incluso más importantes, en las que pensar. Prioridades, Polly. Necesito comprar alguna botella de vino para los padres de Magnus. La tarjeta de bienvenidos a casa y, si no logro encontrar el anillo en los próximos veinte minutos, un par de guantes.
Desastre. Desastre. Resulta que no venden guantes en Abril. Los únicos que encuentro son de una trastienda de Accessorize. Les habían quedado desde navidad, y solo en talle pequeño. No puedo creer que seriamente esté planeando encontrarme con mis futuros suegros con unos guantes con renos rojos demasiado apretados. Con borlas. Pero no tengo otra opción. Es eso o ir sin guantes.
Mientras comienzo a subir la larga colina hasta la casa de los padres de Magnus, empiezo a sentirme realmente mal. No es solo el anillo. Es toda esa cosa aterradora de los futuros suegros. Doblo la esquina, y veo luz en todas las ventas de la casa. Están en casa.
Nunca conocí ninguna casa que se adaptara a una familia tan bien como lo hace la casa de los Tavish. Es más vieja y más grande que las otras de la cuadra y parece que las mira con actitud de superioridad. Tiene árboles de tejo y araucarias en el jardín. Los ladrillos están recubiertos de hiedra, y las ventanas tienen los marcos de madera originales de 1835. Adentro, hay cuadros de William Morris datados en 1960, y los pisos están cubiertos por alfombras turcas.
Excepto que en realidad, no puedes ver las alfombras, porque generalmente están cubiertas de viejos documentos y manuscritos que ninguno se molesta en ordenar. Nadie se molesta por el orden en la familia Tavish. Una vez encontré un huevo hervido fosilizado en la cama de invitados, todavía en su huevera, con un pan tostado disecado. Debería tener al menos un año de antigüedad.
Y por todos lados, a través de toda la casa, hay libros. Apilados en tres estanterías profundas, amontonados en el piso, y al lado de cada baño pintado de limón. Antony escribe libros, Wanda escribe libros, Magnus escribe libros y su hermano mayor, Conrad escribe libros. Incuso la esposa de Conrad, Margot, escribe libros.
Lo cual es grandioso. Digo, es una cosa maravillosa, todos esos genios intelectuales en una sola familia. Pero te hace sentir bastante insignificante, infantil y poco adecuada.
No me malinterpreten, creo que soy bastante inteligente. Tú sabes, para ser una persona normal que fue al colegio, a la universidad y tiene un trabajo y todo. Pero éstas no son personas normales; juegan en una liga diferente. Son súper dotados. Son la versión académica de los Increíbles.
Me reuní con sus padres solo unas pocas veces, cuando volvieron a Londres por una semana para una conferencia que daba Antony, pero fue suficiente para saberlo. Mientras Antony conferenciaba sobre teoría política, Wanda estaba haciendo una presentación sobre el judaísmo feminista en un centro de reflexión, y luego los dos aparecieron en el programa La Cultura, tomando distintas posturas sobre un documental sobre la influencia del Renacimiento. Así que ese fue el telón de fondo de nuestro encuentro. Sin presiones ni nada.
Fui presentada en varias ocasiones a diferentes tipos de padres de mis novios a través de los años, pero de lejos, ésta fue la peor experiencia de mi vida. Recién acabábamos de darnos la mano e intercambiar algunas palabras amables y le estaba contando a Wanda, bastante orgullosa, dónde había ido a la universidad, cuando Antony me miró por arriba de sus anteojos de media luna, con esos brillantes y fríos ojos suyos, y dijo: “Una licenciatura en fisioterapia. Qué divertido”. Me sentí instantáneamente aplastada. No sabía qué decir. De hecho, me sentí tan nerviosa que salí del salón para ir al baño.
Después de eso, por supuesto, me paralicé. Esos tres días fueron pura miseria. Mientras más intelectual se volvía la conversación, más callada y patosa me volvía yo. Mi segundo peor momento fue: cuando pronuncié mal Proust y todos intercambiaron miradas entre ellos. Mi peor momento de todos fue: mientras mirábamos Retos Universitarios todos juntos en el salón comedor, cuando vino la sección de huesos. ¡Mi especialidad! ¡Yo estudié eso! ¡Sé todos los nombres latinos y todo! Pero mientras estaba tomando aliento para responder la primera pregunta, Antony ya había dado la respuesta correcta. Fui más rápida la segunda vez pero aun así me gano él. Toda la cosa se convirtió en una carrera, y él ganó. Luego, al final, me miró desde arriba y preguntó: “¿No te enseñaron anatomía en la escuela de fisioterapia, Polly?”, y me sentí muy mortificada.
Magnus dice que me adoran, no a mi cerebro, y que tengo que ignorar a sus padres. Y Natasha dice, que piense en las piedras y la casa de Hampstead o la Vila en Toscana. Mientras que mi propio enfoque ha sido el siguiente: sólo no pienses en ellos. Han estado bien. Están a salvo en Chicago, a miles de millas lejos de aquí.
Pero ahora están de vuelta.
Oh, Dios. Y todavía estoy un poco insegura sobre Proust (¿Poost? ¿Prost?). Y no repasé los nombres latinos de los huesos. Y estoy usando guantes rojos con renos en el mes de Abril. Con borlas.
Mis piernas están temblando mientras toco el timbre. Realmente temblando. Me siento como el espantapájaros del Mago de Oz. En cualquier momento me colapsaré en la acera y Wanda me quemará viva por perder el anillo.
Para, Polly. Está todo bien. Nadie va a sospechar nada. Mi historia es, que me quemé la mano. Esa es mi historia.
—¡Hola, Polly!
—¡Félix! Hola.
Estoy tan aliviada que sea Félix el que me abra la puerta, mi saludo salió en un jadeo inestable.
Félix es el bebe de la familia, solo tiene diecisiete años y todavía está en el colegio. De hecho, Magnus estuvo viviendo en la casa con él mientras sus padres estaban ausentes, como una especie de niñera, y yo me mudé con ellos después de comprometerme. No es que Félix necesite de niñera. Es completamente responsable, lee todo el tiempo, y ni siquiera notas que está en la casa. Una vez traté de darle una pequeña charla amigable sobre “drogas”. Él, educadamente, me corrigió cada pequeño detalle, luego dijo que notó que tomo más de lo permitido Red Bull y ¿si yo pensaba que era adicta a él? Esa fue la última vez que traté de actuar de hermana mayor.
De todos modos, todo eso llegó al final, ahora que Antony y Wanda regresaron de Estados Unidos. Me mudé de nuevo a mi apartamento y estuvimos buscando otro lugar para alquilar. Magnus se quería quedar acá. Pensó que podríamos seguir usando la habitación de invitados y el baño del primer piso, y ¿no sería conveniente, que pudiera seguir usando la biblioteca de su padre?
¿Está loco? No hay manera que esté bajo el mismo techo que los Tavish.
Sigo a Félix a la cocina, donde Magnus está descansando en una silla, gesticulando sobre una página mecanografiada y diciendo: “Creo que tu argumento no está bien acá. Segundo párrafo”.
Donde quiera que Magnus se siente, lo que sea que haga, siempre se las arregla para estar elegante. Tiene los zapatos de gamuza apoyados en otra silla, va por la mitad de su cigarrillo, y su pelo rojizo le cae en cascada por detrás de sus hombros.
Todos los Tavish tienen el mismo color, como una familia de zorros. Incluso Wanda se tiñe el pelo del mismo color. Pero Magnus es el más guapo de todos, y no lo digo sólo porque me voy a casar con él. Su piel es pecosa pero se broncea fácilmente también, y su cabello castaño rojizo parece salido de un anuncio de cabello. Por eso lo mantiene largo. Es en realidad algo vanidoso al respecto.
Además, a pesar que es un académico, no es ningún chico aburrido que se queda en casa leyendo todo el día. Esquía realmente bien, y me va a enseñar a mí también. Así es como nos conocimos, de hecho. Se torció la muñeca esquiando y vino por fisioterapia después de que su médico nos recomendara. Se suponía que tenía que atenderlo Annalise, pero ella cambió su turno para atender a un paciente regular y terminé atendiéndolo yo en su lugar. La semana siguiente, me pidió una cita, y después de un mes me propuso casamiento. ¡Un mes!
Ahora Magnus levanta su mirada y su cara resplandece.
—¡Corazón! ¿Cómo está mi nena hermosa? Ven acá —me hace señas para que me acerque a darle un beso, luego me enmarca la cara con sus manos como siempre hace.
—¡Hola! —Fuerzo una sonrisa—. Así que, ¿ya están acá tus padres? ¿Cómo estuvo su vuelo? No puedo esperar para verlos.
Trato de sonar lo más entusiasta posible, incluso aunque mis piernas quieran salir corriendo, pasar por la puerta e ir colina abajo.
—¿No recibiste mi texto? —Magnus parece perplejo.
—¿Qué texto? Oh —de repente me doy cuenta—. Claro. Perdí mi teléfono. Tengo un nuevo número. Te lo daré.
—¿Perdiste el teléfono? —Magnus me mira fijamente—. ¿Qué pasó?
—¡Nada! —digo vivamente—. Sólo… lo perdí y tuve que conseguir uno nuevo. No es gran cosa. No hay drama.
Decido por política general, que lo que menos le diga a Magnus justo ahora, mejor. No quiero meterme en ninguna discusión acerca de por qué puedo estar aferrándome a un teléfono cualquiera que encontré en una papelera.
—Entonces, ¿qué decía tu texto? —agrego rápidamente, tratando de seguir con la conversación.
—El avión de mis padres fue desviado. Tuvieron que ir a Manchester. No estarán de vuelta hasta mañana.
¿Desviado?
¿Manchester?
Oh Dios mío. ¡Zafé! ¡Fui indultada! ¡Mis piernas pueden dejar de bambolearse! Quiero cantar el “Halleluja”. ¡Ma-an-chester! ¡Ma-an-chester!
—Dios, qué terrible —trato muy duramente de cambiar mi expresión a una de disgusto—. Pobres. Manchester. ¡Eso está a kilómetros de distancia! Realmente tenía muchas ganas de verlos. Qué fastidio.
Creo, que sonó bastante convincente. Félix me dispara una mirada extraña, pero Magnus ya ha cogido nuevamente el impreso. No hace ningún comentario sobre mis guantes. Tampoco Félix.
Tal vez, me puedo relajar un poco.
—Entonces…. er…, chicos —contemplo la sala—. ¿Qué hay en la cocina? —Magnus y Félix dijeron que iban a limpiar esta tarde, pero el lugar es una bomba. Hay cajas de comida para llevar en la mesa de la cocina y una pila de libros en la parte superior de la encimera e incluso uno dentro de una cacerola—. Tus padres vendrán mañana. ¿No deberíamos hacer algo?
Magnus mira sin moverse.
—No les importará.
Para él, está bien decir eso. Pero yo soy la nuera (futura) que ha estado viviendo acá y a quien le echarán la culpa.
Magnus y Félix han empezado a hablar sobre una nota al pie, así que yo me dirijo hacia la encimera y empiezo a ordenar rápidamente. No me atrevo a sacarme los guantes, pero los chicos no me están prestando la más mínima atención, gracias a Dios. Al menos, sé que el resto de la casa está bien. Repasé todo el lugar ayer, remplacé todas las viejas botellas de burbujas de baño por nuevas y coloqué una nueva cortina de baño. Lo mejor de todo, es que puse unas anémonas en el estudio de Wanda. Todos saben que ama las anémonas. Incuso está escribiendo un artículo sobre “anémonas en literatura” (lo que es típico de la familia —no solo disfrutas algo, te tienes que convertir en un experto en la materia también).
Magnus y Félix todavía están absortos en sus asuntos mientras yo termino. La casa está ordenada. Nadie me ha preguntado por el anillo. Lo dejaré pasar mientras pueda.
—Entonces, me voy a casa —digo casualmente, y le doy un beso a Magnus en la cabeza—. Quédate aquí, haciéndole compañía a Félix. Dales mi bienvenida a casa a tus padres de mi parte.
—¡Quédate esta noche! —Magnus desliza su brazo alrededor de mi cintura y me arrastra hacia él—. ¡Querrán verte!
—No, tú dales la bienvenida. Los veré mañana —le sonrío brillantemente, para distraerlo del hecho que estoy caminando hacia la puerta, mis manos detrás de mi espalda—. Un montón de tiempo.
—No te culpo —dice Félix, levantando su mirada por primera vez desde que llegué a la casa.
—¿Perdón? —digo, un poco perpleja—. ¿No me culpas por qué?”
—No quedarte aquí —se encoje de hombros—. Creo que estás siendo demasiado optimista, teniendo en cuenta sus reacciones. He querido decírtelo por semanas. Debes ser realmente una muy buena persona, Polly.
¿De que está hablando?
—No lo sé… ¿A que te refieres? —me vuelvo hacia Magnus por ayuda.
—No es nada —dice, demasiado rápido—. Pero Félix está mirando a su hermano mayor, con ojos esperanzados.
—Oh Dios mío. ¿No se lo has dicho?
—Félix, cállate.
—No lo has hecho, ¿no? Eso no es muy justo, ¿o sí Mag?
—¿Decirme qué? —miro de uno a otro—. ¿Qué?
—No es nada —Magnus parece nervioso—. Sólo… —él finalmente se encuentra con mi mirada—. Bien. Mis padres no estaban muy contentos con nuestro compromiso. Eso es todo.
No sé cómo reaccionar por un momento. Lo miro sin decir nada, tratando de procesar lo que había escuchado.
—Pero tú dijiste… —no puedo confiar ni siquiera en mi voz—. Dijiste que estaban emocionados. ¡Dijiste que estaban encantados!
—Van a estar emocionados —dice de mal humor—. Cuando le encuentren el sentido.
¿Ellos lo estarán?
Todo mi mundo está tambaleándose. Fue suficientemente malo cuando supe que los padres de Magnum eran unos genios intimidantes. ¿Pero todo este tiempo habían estado en contra de que nos casemos?
—Tú me dijiste que ellos dijeron que no podían imaginar a una más dulce y encantadora nuera —estoy totalmente temblando ahora—. ¡Dijiste que me enviaban un saludo muy especial desde Chicago! ¿Fueron todas mentiras?
—¡No quería que te pusieras mal! —Magnus mira a Félix—. Mira, no es la gran cosa. Ellos lo entenderán. Simplemente piensan que va todo muy rápido… No te conocen apropiadamente… Son idiotas —acabó con el ceño fruncido—, ya se los dije.
—¿Tuviste una pelea con tus padres? —lo miro fijamente, consternada—. ¿Por qué no me dijiste nada de esto?
—No fue una pelea —dice a la defensiva—. Fue más bien… una discusión.
¿Una discusión? ¿Una discusión?
—¡Una discusión es peor que una pelea! —gimo horrorizada—. ¡Es un millón de veces peor! Oh Dios, desearía que me lo hubieras contado… ¿Qué es lo que voy a hacer? ¿Cómo los voy a enfrentar ahora?
Lo sabía. Los profesores no pensaban que era lo suficientemente buena. Soy como esa chica en la ópera que renuncia a su amor porque es inaceptable y entonces consigue TB y muere, y qué mejor que eso, ya que era tan inferior y estúpida. Probablemente no podía pronunciar bien Proust tampoco.
—¡Polly, cálmate! —dice Magnus irritado. Se pone de pie y me toma firmemente por los hombros—. Esto es exactamente por lo que no te lo conté. Son estupideces familiares y no tienen nada que ver con nosotros. Yo te amo. Nos vamos a casar. Voy a hacer esto, y lo voy a hacer a pesar de lo que cualquiera diga. Esto es sobre nosotros —su voz suena tan firme, que empiezo a relajarme—. Y, de todos modos, tan pronto como mis padres pasen más tiempo contigo, lo entenderán. Lo sé.
No puedo dejar de ofrecerle una sonrisa renuente.
—¡Esa es mi hermosa chica! —Magnus me da un fuerte abrazo y palmeo su espalda, tratando tanto como puedo de creerle.
Mientras se aleja, su mirada recae en mis manos y frunce el ceño, perplejo.
—Dulce… ¿Por qué estás usando guantes?
Estoy a punto de tener un ataque de nervios. Realmente lo estoy. Todo el asunto de la debacle del anillo casi sale a la luz. Lo hubiera hecho si no hubiera sido por Félix. Estoy a mitad de mi ridícula excusa sobre el impedimento de mi mano quemada, esperando a que Magnus se vuelva suspicaz en cualquier momento, cuando Félix bosteza y dice:
—¿Vamos al pub?
Y Magnus de repente recuerda un email que tiene que enviar primero y todos se olvidan de mis guantes.
Y yo aprovecho ese momento para irme. Muy rápidamente.
Ahora estoy sentada en el autobús, mirando por la ventanilla hacia la noche, sintiéndome fría por dentro. Perdí el anillo. Los Tavish no quieren que me case con Magnus. Mi teléfono móvil se ha ido. Siento como si me hubieran arrebatado todas mis mantas de seguridad, todas juntas.
El teléfono en mi bolsillo comienza a emitir la canción de Beyoncé otra vez, y lo saco de mi bolsillo sin ninguna esperanza.
Bastante segura que no es ninguna de mis amigas que llama para decir: “Lo he encontrado”, ni la policía, ni el conserje del hotel. Es él. Harry Styles.
—Huiste —dice sin preámbulos—. Necesito el teléfono de vuelta. ¿Dónde estás?
Encantador. Ningún “muchísimas gracias por ayudarme con el negocio japonés”.
—De nada, cuando quieras —digo.
—Oh —suena momentáneamente desconcertado—. Es verdad. Gracias. Te debo una. Ahora, ¿cómo vas a hacer para devolverme el teléfono? Lo podrías dejar en la oficina o yo podría mandarte una mensajería. ¿Dónde estás?
Quedo en silencio. No se lo voy a devolver. Necesito este teléfono.
—¿Hola?
—Hola —cojo el teléfono fuertemente y trago saliva—. La cosa es que necesito pedirte prestado el teléfono. Solo por un tiempo.
—Oh, Cristo —puedo oírlo exhalando—. Mira, me temo que no está disponible para prestarlo. Es propiedad de la compañía, y lo necesito de vuelta. ¿O por prestado en realidad querías decir robado? Porque, créeme, lo puedo rastrear y no te pagaré cien libras por el gusto.
¿Es eso lo que él piensa? ¿Que estoy detrás del dinero? ¿Que soy algún tipo de ladrona de teléfonos?
—¡No quiero robarlo! —exclamo indignada—. Sólo lo necesito por unos días. He dado ya este número a un montón de personas, y realmente es una emergencia…
—¿Hiciste qué? —suena desconcertado—. ¿Por qué harías eso?
—Perdí mi anillo de compromiso —casi no soporto la idea de decirlo en voz alta—. Es verdaderamente muy antiguo y valioso. Luego me robaron el teléfono celular, y estaba totalmente desesperada, luego pasé al lado de la papelera y ahí estaba. Dentro de la papelera —añado enfáticamente—. Tu asistente simplemente lo tiró. Una vez que el objeto aterriza en la papelera, pertenece al público, tú sabes. Cualquiera lo puede reclamar.
—Una mierda —replica—. ¿Quién te dijo eso?
—Es… es de conocimiento público —trato de sonar firme—. De todos modos, ¿por qué tu asistente te dejó y tiró el teléfono? No es algo habitual en una asistenta, si me lo preguntas.
—No. No es habitual en una asistenta. Más hijas de amigos a quienes nunca se les debería haber conseguido un trabajo. Estuvo en su puesto tres semanas. Aparentemente le ofrecieron un contrato para modelar exactamente al medio día de hoy. Al minuto siguiente, se había ido. Ni siquiera se molestó en avisarme que se iba —suena bastante enfadado—. Escucha, Srta... ¿Cómo te llamas?
—Wyatt. Polly Wyatt.
—Bueno, basta de bromear, Polly. Siento lo de tu anillo. Espero que aparezca. Pero este teléfono no es un accesorio divertido que puedes hurtar para tu propio beneficio. Este es un teléfono de la compañía con mensajes de negocios entrando todo el tiempo. Emails. Cosas importantes. Mi asistenta me arruinó la vida. Necesito esos mensajes.
—Te los enviaré —rápidamente lo interrumpo—. Te enviaré todo. ¿Qué te parece eso?
—¿Qué…? —murmura algo en voz baja—. Ok, tú ganas. Te compraré un nuevo teléfono. Dame tu dirección, te lo enviaré con un mensajero…
—Necesito este —digo obstinadamente—. Necesito este número.
—Por Cristo…
—¡Mi plan puede funcionar! —mis palabras se deslizan rápidamente—. Todo lo que llegue a este teléfono, te lo enviaré directamente a ti. ¡Nunca notarás la diferencia! Digo, así hacías antes incluso, ¿no? Si has perdido a tu asistente, ¿qué mejor que un teléfono asistente? De esta manera es mucho mejor. Además me debes una por parar al Sr. Yamasaki —no puedo callármelo—. Acabas de decirlo tú mismo.
—Eso no era a lo que me refería y tú lo sabes…
—No te perderás nada, ¡te lo prometo! —le interrumpo ese irritable gruñido—. Te enviaré cada uno de los mensajes que entren. Mira, te mostraré, solo dame dos minutos…
Corto, busco todos los mensajes que han llegado desde esta mañana, y rápidamente los empiezo a enviar uno por uno al teléfono celular de Harry. Mis dedos están trabajando como un rayo.
Texto de Vick Myers: enviado. Texto del Sr. Nicholas Murray: enviado. Me toma unos segundos enviarle todos los mensajes. Y los emails van todos a harrystyles@whiteglobeconsultin.com
Email del departamento de HR :enviado. Email de Tania Phelps: enviado. Email de Papá…
Dudo un momento. Tengo que ser cuidadosa acá. ¿Este es el padre de Violet o el de Harry? El nombre que figura en el mail es davidr452@hotmail.com, lo cual no ayuda mucho.
Diciéndome a mí misma que todo es por una buena causa, lo abro para echarle una miradita rápida.
Querido Harry,
Ha pasado mucho tiempo. Pienso en ti continuamente, preguntándome que andarás haciendo, y me gustaría que habláramos algún día. Recibiste alguno de mis mensajes anteriores? No te preocupes, sé que eres un hombre ocupado. Si alguna vez pasas por el barrio, sabes que siempre puedes darte una pasada. Hay un pequeño asunto que me gustaría plantearte… bastante emocionante, de hecho, pero como dije, no hay prisa.
Tuyo por siempre,
Papá.
Cuando llego al final me siento un poco conmocionada. Sé que este tipo es un extraño y que no es para nada mi problema. Pero, honestamente. Podrías pensar que puede responder los mensajes de su propio padre. ¿Qué tan difícil puede ser perder media hora para hablar con él? Y su padre suena tan dulce y humilde. Pobre viejo, tener que mandarle un mensaje a la asistente de su propio hijo. Me dan ganas de responderle en lugar de él yo misma. Me dan ganas de pasar a visitarlo, en su pequeña casa de campo.
De todos modos. Lo que sea. No es mi vida. Se lo renvío junto con el resto. Un momento después, Beyoncé empieza a cantar nuevamente. Es Harry otra vez.
—¿En qué momento exactamente el Sr. Nicholas Murray le envió el texto a Violet? —dice abruptamente.
—Er… —miro detenidamente el teléfono—. Hace aproximadamente cuatro horas —las primeras palabras del texto aparecen en la pantalla, así que no haría mucho daño si lo abro y leo el resto, ¿o sí? No es que fuera tan interesante tampoco.
Violet, por favor dile a Harry que me llame. Su teléfono está apagado. Saludos, Nicholas.
—Mierda, mierda —Harry se calla por un momento—. Ok, si llegara a mandar otro mensaje de texto, me lo haces saber inmediatamente, ¿ok? Llámame.
Abro la boca automáticamente para decir:
—¿Y qué hay con tu papá? ¿Por qué ni siquiera lo llamas? —entonces, la cierro de nuevo. No, Polly. No es buena idea.
—Oh, hay un mensaje anterior —digo, acordándome de repente—. Sobre una lipo o algo así, creo. ¿Ese no era para ti?
—¿Liposucción? —repite incrédulo—. Nada de lo que esté al tanto.
No necesitaba sonar tan burlón. Solo estaba preguntando. Debería ser para Violet. No es como si ella necesitara una lipo, si dejó el trabajo para ser modelo.
—Entonces… ¿lo hacemos? ¿Tenemos un trato?
Por un momento, no dice nada, y me lo imagino ceñudo en el teléfono. No siento exactamente que él estuviera disfrutando del acuerdo. Pero, por otro lado, ¿qué otra le queda?
—Transferiré el email de mi asistente a mi casilla de correos —dice de mal humor, casi para sí mismo—. Hablaré con los chicos de tecnología mañana. Pero los mensajes de texto te seguirán llegando a ti. Si me pierdo alguno…
—¡No lo harás! Mira, sé que esto no es lo ideal —digo, tratando de apaciguarlo—. Y lo siento, pero realmente estoy desesperada. Toda la gente del hotel tiene ahora este número… toda la gente de la limpieza…. Es mi única esperanza. Solo por un par de días. Y te prometo que mientras tanto te enviaré cada uno de los mensajes que lleguen. Por el honor de Brownie.
—¿Brownie qué? —suena desconcertado.
—¡Honor! ¿Guía de Brownie? ¿Como los scouts? Levantas tu mano, haces la señal y prestas juramento… Aguanta un momento, te lo mostraré… —desconecto el teléfono.
Hay un espejo sucio frente a mí en el autobús. Me paro frente a él, sosteniendo el teléfono en una mano, hago la señal de Brownie con la otra, lo mejor que puedo “soy una buena persona”, sonrío. Saco una foto y se la envío directo al móvil de Harry.
Cinco segundos después, me manda un mensaje de texto.
Le podría enviar esto a la policía y hacer que te arresten.
Me siento un poco aliviada. Podría. Eso significa que no lo hará.
Realmente, realmente aprecio eso, le contesto el texto. ¡¡¡Gracias!!!
Pero ya no hay respuesta.
Cautelosamente, me giro y examino la multitud en el lobby. Nadie me está prestando ni la más remota atención. Nadie está corriendo hacia mí exclamando: “¡Ese es mi teléfono!”. Y he estado caminado por esta área por los últimos diez minutos. Quienquiera que sea que tiró el teléfono aquí lo hizo hace mucho más tiempo.
Hay una pegatina en la parte de atrás del teléfono, del White Globe Consultores impreso en letra pequeña y un número. ¿Lo habrá tirado alguien a la basura? ¿Se le habrá caído? Lo enciendo y la pantalla se ilumina. Me parece que está en perfecto estado de funcionamiento.
Una pequeña voz en mi cabeza me está diciendo que debería entregarlo. Llevarlo al mostrador del conserje y decir: “Perdóneme, creo que alguien perdió su teléfono”. Eso es lo que debería hacer.
Ir directamente al mostrador justo ahora, como una persona responsable, un miembro honorable de esta sociedad…
Mis pies no se mueven ni un milímetro. Mis manos se aferran posesivamente alrededor del teléfono. La cosa es que, necesito un teléfono. Apuesto a que el grupo consultor White Globe, lo que sea que fuera, tendrá miles de teléfonos. Y no es tampoco como que lo encontré tirado en el piso o en el baño de damas, ¿no? Estaba en un tacho de basura. Las cosas en las papeleras son basura. Es algo justo. Ha sido desechado de este mundo. Esa es la regla.
Miro dentro de la papelera nuevamente y veo un cordón rojo, como los que llevan colgados del cuello los asistentes a la conferencia. Miro al conserje para asegurarme que no me está mirando, hundo mi mano de nuevo y saco un pase para la conferencia.
La credencial de una chica increíblemente hermosa me devuelve la mirada, debajo de la foto está impreso: Violet Russell, White Globe Consultores.
Estoy pensando en una teoría bastante buena ahora. Podría ser como Poirot. Este es el teléfono de Violet Russell y ella lo tiró a la basura. Por… alguna razón u otra.
Bueno, es su culpa. No la mía.
El teléfono comienza a sonar y yo me sobresalto. ¡Mierda! Está vivo. El ring tone está a todo volumen y es una canción de Beyoncé: “Single Ladies”. En seguida presiono ignorar la llamada pero un momento después comienza a sonar nuevamente, alto y claro.
¿No tiene ésta cosa un maldito control de volumen? Unas cuantas mujeres de negocios, que se encuentran cerca mío se dan la vuelta para observarme, y estoy tan frustrada que aprieto el botón de hablar en vez de ignorar la llamada otra vez. Las mujeres de negocios continúan mirándome, así que coloco el teléfono en mi oído y me doy la vuelta.
—La persona que está tratando de contactar no está disponible —digo, tratando de sonar robótica—. Por favor deje un mensaje —eso me libraría de cualquiera que fuera.
—¿Dónde diablos estás? —una voz de hombre suave y bien educada comienza a hablar y yo casi chillo del asombro. ¡Funciona! ¡Él piensa que soy una contestadora automática!—. Recién acabo de hablar con Scottie. Tiene un contacto que cree que puede hacerlo. Será una cirugía menor. Él es bueno. No dejará ninguna huella.
No me animo ni a respirar. O rascarme la nariz, que de repente me empieza a picar increíblemente.
—Bueno —el hombre está diciendo—. Así que cualquier cosa que hagas, sé malditamente cuidadosa.
Él corta la comunicación y yo me quedo mirando el teléfono alucinada. Nunca pensé que en verdad alguien dejara un mensaje.
Ahora me siento un poco culpable. Este es un verdadero mensaje, y Violet se lo ha perdido. Digo, no es mi culpa que haya tirado su teléfono, pero aun así… En un impulso rebusco en mi bolso por una lapicera y lo único que tengo para escribir en él, que es un viejo programa de teatro del Rey León. Garabateo: Scottie se ha comunicado, cirugía menor, sin rastros, sé malditamente cuidadosa.
Solo Dios sabe de qué se trata todo esto. ¿Liposucción, tal vez?
No importa, de todos modos. La cosa es que, si alguna vez me encuentro con esa chica Violet, seré capaz de pasarle el mensaje.
Antes de que el teléfono suene otra vez, me apresuro hacia el mostrador del conserje, el cual está milagrosamente vacío.
—Hola —le digo sin resuello—. Soy yo otra vez. ¿Ha encontrado alguien mi anillo?
—Le puedo asegurar, madame —dice con una sonrisa congelada—, que le habríamos informado si lo hubieran encontrado. Tenemos su teléfono agendado…
—No, no lo tienen —lo corto en seco, casi triunfalmente—. Ese es el problema. El número que les dí está ahora… er… Sin funcionar. Fuera de uso. Mucho —lo único que me falta es que llamen al hombre de la sudadera y le mencionen mi anillo de esmeraldas.
—Por favor no llamen a ese número. ¿Pueden usar este número en su lugar? —copio cuidadosamente el número que figura en la parte trasera del teléfono del Grupo de consultores White Globe—. De hecho, solo para estar seguros… ¿lo puedo probar? —me acerco al teléfono del hotel y disco el número impreso. Un minuto después Beyoncé comienza a sonar a todo volumen desde el teléfono móvil. Ok. Al final me puedo relajar un poco. Tengo un teléfono.
—Madame, ¿necesita algo más? —el conserje parece un poco molesto, y se está formando una pequeña cola de gente detrás mío.
Entonces le agradezco nuevamente y me acerco al sofá más cercano, llena de adrenalina. Tengo un teléfono y tengo un plan.
Solo me tomó cinco minutos escribir mi nuevo número de teléfono en veinte pedazos diferentes de papel que el hotel tiene para dejar recados, con la inscripción “¡¡¡¡POLLY WYATT – ANILLO DE ESMERALDA, POR FAVOR LLAME!!!!”. En letras mayúsculas.
Para mi disgusto, las puertas del salón están ahora cerradas (a pesar de que puedo escuchar a la gente de limpieza dentro), así que me veo obligada a dar vueltas por el corredor del hotel, el salón de té, el baño de mujeres, incluso en el spa, dejándole un papel a cada trabajador del hotel con el que me encuentro y explicándole la historia de la pérdida de mi anillo.
Llamo a la policía y les doy mi número a ellos. Le mando un mensaje de texto a Ruby –ya que me sé su número de teléfono de memoria y le escribo:
¡Hola! Mi teléfono ha sido robado. Este es mi nuevo número. ¿Se lo puedes pasar a todos? ¿Alguna señal del anillo?
Luego me desplomo en el sofá exhausta. Siento como si hubiera estado en este maldito hotel todo el día. Tengo que llamar a Magnus también y darle este número de teléfono, pero no puedo enfrentarme a él todavía. Tengo esta convicción irracional de que sería capaz de darse cuenta por el tono de mi voz que mi anillo ha desaparecido. Sentirá mi dedo vacío en el minuto que le diga “Hola”.
Por favor vuelve a mí anillo. Por favor, POR FAVOR, vuelve a mí….
Me recuesto en el sofá, cierro mis ojos, y trato de mandar un mensaje telepático a través del éter. Así que cuando Beyoncé comienza a sonar de nuevo, doy un salto asustada. ¡Tal vez eso es todo! ¡Mi anillo! ¡Alguien lo ha encontrado! Ni siquiera miro la pantalla antes de apretar el botón de contestar y respondo excitadamente:
—¿Hola?
—¿Violet? —una voz de hombre golpea mi oído. No es el hombre que llamó anteriormente, es un hombre con una voz más profunda. Suena un poco malhumorado, si puedes deducir eso con solo tres sílabas. También respira agitadamente, lo que significa que, o es un pervertido o está haciendo ejercicios—. ¿Estás en el lobby? ¿Está el contingente japonés todavía ahí?
Por acto reflejo, miro a mi alrededor. Hay todo un grupo de japoneses al lado de las puertas.
—Sí, están —digo—. Pero no soy Violet. Este no es más el teléfono de Violet. Perdón. ¿Tal vez podrías avisar a todo el mundo que su número ha cambiado?
Tengo que sacarme a los compañeros de Violet de encima. No los puedo tener llamando cada cinco segundos.
—¿Perdón, quién habla? —demanda el hombre—. ¿Por qué estas contestando este teléfono? ¿Dónde está Violet?
—Yo poseo el teléfono ahora —digo, más confiada de lo que me siento. Lo cual es verdad. La posesión es la novena parte de la ley.
—¿Tú lo posees? ¿Quién diablos eres tú? Oh, Jesús —él maldice un poco más, y puedo escuchar pasos distantes. Suena como si estuviera bajando corriendo las escaleras—. Dime, ¿se están yendo?
—¿El grupo Japonés? —Entrecierro mis ojos para ver mejor al grupo—. Tal vez. No sabría decirlo.
—¿Hay un tipo bajo con ellos? ¿Con sobrepeso? ¿Pelo espeso?
—¿Te refieres al hombre del traje azul? Sí, está justo frente mío. Parece molesto. Se está poniendo su impermeable.
Un colega le ha entregado al hombre rechoncho un Burberry. Está ceñudo mientras se lo pone, y de su boca sale un torrente de improperios en japonés, mientras sus amigos asienten nerviosos.
—¡No! —la exclamación del hombre en el teléfono me toma por sorpresa—. Él no se puede ir.
—Bueno, lo está haciendo, lo siento.
—Tienes que detenerlo. Ve hacia él y trata que se quede en el hotel. Ve hacia él ahora. Haz lo que sea que tengas que hacer.
—¿Qué? —me quedo atónita mirando el teléfono—. Mira, lo siento, pero ni siquiera te conozco…
—Ni yo tampoco —me contesta—. ¿Quién eres de todos modos? ¿Eres una amiga de Violet? ¿Me podrías explicar por qué decidió dejar su trabajo en el medio de la más importante conferencia del año? ¿Piensa que de repente ya no necesito una asistente personal?
Ajá. Entonces Violet es la asistente personal de este hombre. Eso tiene sentido. ¡Y se libró de él! Bien, no me sorprende, él es tan demandante.
—No importa, de todos modos —se interrumpe a sí mismo—. El punto es que, estoy en las escaleras, piso nueve, el ascensor está atascado, estaré ahí abajo en menos de tres minutos, y tú tienes que mantener a Yuichi Yamasaki ahí hasta que yo llegue. Quien diablos quieras que seas.
Qué tipo nervioso.
—¿O qué? —le replico.
—O un año de negociaciones exhaustivas se irán al garrete por culpa de un mal entendido. El mejor trato del año se echará a perder. Un equipo de veinte personas perderá su trabajo —su voz suena implacable—. Directores ejecutivos, secretarias, todo el equipo. Solo porque no puedo llegar ahí lo suficientemente rápido y la persona que podría ayudar no quiere.
Oh, infiernos.
—¡Está bien! —digo furiosa—. Haré mi mejor esfuerzo. ¿Me repites su nombre?
—Yamasaki.
—¡Espera! —levanto mi voz, mientras atravieso corriendo el lobby.
—Por favor, ¿Sr. Yamasaki? ¿Podría esperar un minuto?
El Sr. Yamasaki se da la vuelta con una pregunta en su cara, y un par de ayudantes se adelantan, flanqueándolo protectoramente. Tiene una cara ancha, se nota en ella su ira, y un amplio, y largo cuello alrededor del cual se enrosca una bufanda de seda. Me da la sensación que no es partidario de la charla ociosa. No tengo ni idea qué decir a continuación. No hablo japonés, no sé absolutamente nada sobre negocios japoneses o cultura japonesa. Aparte del sushi. Pero tampoco puedo ir hacia él y decir: “¡Sushi!”, así de la nada. Sería como acercarme a un hombre muy importante de negocios americano y decirle: “¡Chuletón!”.
—Soy… Una gran fan —improviso—. De su trabajo. ¿Me podría dar su autógrafo?
Me mira desconcertado, y uno de sus colegas le susurra la traducción en su oído. Inmediatamente, su frente se aclara y se inclina hacia mí.
Cautelosamente, me inclino hacia atrás, y él chasquea sus dedos, ladrando instrucciones. Un momento después, una hermosa carpeta de cuero se abre en frente mío, y él está escribiendo algo elaborado en japonés.
—¿Está todavía ahí? —la voz extraña de pronto sale por el teléfono.
—Sí —le murmuro—. Casi, ¿dónde estás? —le disparo una brillante sonrisa al Sr. Yamasaki.
—Quinto piso. Mantenlo ahí. Lo que sea necesario.
El Sr. Yamasaki me entrega el pedazo de papel, tapa su lapicera, con el ceño fruncido otra vez y comienza a alejarse.
—¡Espere! —lloriqueo desesperadamente—. ¿Podría… mostrarle algo?
—El Sr. Yamasaki está muy ocupado —uno de sus colegas, que usa anteojos de acero y la camisa más blanca que había visto en mi vida se da la vuelta—. Sea tan amable de contactarse con nuestra oficina.
Continúan alejándose. ¿Qué haré ahora? No le puedo pedir otro autógrafo. No puedo taclearlo tampoco. Necesito llamar su atención de alguna manera.
—¡Tengo un anuncio especial que hacer! —exclamo, apurándome tras ellos—. ¡Soy cantante de telegramas! Traigo un mensaje de todos los fans del Sr. Yamasaki. Sería una gran descortesía hacia ellos si me rechazan.
La palabra descortesía parece haberlos parado de su trayectoria. Están frunciendo sus ceños y mirándose confusos.
—¿Un telegrama cantado? —dice el hombre de los anteojos de acero suspicazmente.
—¿Como el gorila Gram? —les digo—. Sólo cantando —no estoy segura que les haya aclarado algo. El intérprete le murmura furiosamente en el oído al Sr. Yamasaki y después de un momento me mira.
—Puedes hacer la presentación.
El Sr. Yamasaki se vuelve y todos sus colegas siguen su ejemplo, doblando sus brazos expectantes y alineándose en fila. Por el lobby puedo ver algunas miradas interesadas de otros grupos de empresarios.
—¿Dónde estás? —murmuro desesperadamente hacia el teléfono.
—Tercer piso —me responde la voz del hombre después de un momento—. Medio minuto. No lo pierdas.
—Comienza —me apunta el hombre de los anteojos.
Algunos de los presentes se dan vuelta para ver. Oh, Dios. ¿Cómo me he metido en esto? Número uno, no puedo cantar. Número dos, ¿qué le canto a un empresario japonés que nunca he conocido antes? Número tres, ¿por qué dije que soy un telegrama cantado?
Pero si no hago algo pronto, veinte personas podrían perder sus trabajos.
Hago una amplia reverencia, para perder algo de tiempo, y todos los japoneses se inclinan hacia atrás.
—Comienza —repite el hombre de los anteojos con siniestros ojos brillantes.
Tomo una respiración profunda. Vamos. ¿Qué importa lo que haga? Solo tiene que durar medio minuto. Luego puedo salir corriendo y nunca me volverán a ver.
—Sr. Yamasaki… —empiezo cautelosamente, con el tono de “Single ladies” — Sr. Yamasaki. Sr. Yamasaki, Sr. Yamasaki —sacudo mis caderas y hombros hacia él, justo como hace Beyoncé—. Sr. Yamasaki, Sr. Yamasaki.
De hecho, es bastante fácil. No necesito ninguna letra, sólo puedo seguir cantando “Sr. Yamasaki” una y otra vez. Después de algunos minutos, algunos japoneses incluso empiezan a cantar conmigo dándole palmadas al Sr. Yamasaki en la espalda.
—Sr. Yamasaki, Sr. Yamasaki, Sr. Yamasaki, Sr. Yamasaki —levanto mi dedo y lo señalo con un guiño—. Ooh-ooh-ooh… ooh-ooh-ooh…
Esta canción es ridículamente pegadiza. Todos los japoneses se ponen a cantar ahora, aparte del Sr. Yamasaki, que está parado ahí, mirando encantado. Los delegados que están cerca nuestro se nos unen a la canción, y puedo escuchar a uno de ellos diciendo: “¿esto es una movilización instantánea?”
—Sr. Yamasaki, Sr. Yamasaki, Sr. Yamasaki… ¿Dónde estás? —murmuro al teléfono, todavía con una sonrisa brillante.
—Mirando.
—¿Qué? —sacudo mi cabeza mientras recorro el lobby con la mirada.
De repente mi mirada se topa con un tipo parado solo, a treinta yardas de distancia. Viste un traje oscuro, tiene el espeso pelo rizado revuelto y sostiene un teléfono en su oreja. Incluso desde esa distancia puedo ver que se está riendo.
—¿Cuánto tiempo hace que estás ahí? —demando furiosa.
—Acabo de llegar. No quería interrumpir. Gran trabajo, ya que estamos —agrega—. Creo que te has ganado a Yamasaki para la causa, justo ahí.
—Gracias —digo sarcásticamente—. Me alegra haber podido ayudar. Es todo tuyo —me inclino hacia el Sr. Yamasaki haciendo una florida reverencia, luego giro sobre mis tacones y me voy balanceándome hacia la puerta de salida, ignorando los gritos decepcionados del japonés. Tengo cosas más importantes de qué preocuparme, que aquel extraño arrogante y sus estúpidos negocios.
—¡Espera! —la voz del hombre me sigue por el recibidor—. Ese teléfono es de mi asistente.
—Bueno, no debería haberlo tirado entonces —le contesto abriendo las puertas de vidrio—. El que lo encuentra se lo queda.
Hay veinte paradas de subte desde Knightsbridge hasta la casa de los padres de Magnus en North London, y tan pronto como subo a la superficie chequeo mi teléfono. Está parpadeando con nuevos mensajes (alrededor de diez textos y veinte emails, pero hay solo cinco textos para mí y ninguno con noticias sobre el anillo). Unos son de la policía, y mi corazón se llena de esperanza, pero es solo para confirmar que había llenado el reporte y preguntándome si quiero una visita de la oficina de asistencia a la víctima. El resto de los mensajes son para Violet. Mientras repaso los mensajes, noto que la mayoría de ellos están encabezados por un tal Harry. Sintiéndome Poirot nuevamente, me fijo en el teléfono que figura en esos emails, y estoy completamente segura, el último llamado recibido a este teléfono era el Celular de Harry. Así que era él. El jefe de Violet. El tipo del abundante pelo rizado revuelto. Y para probarlo, su email es harrystyles@whiteglobeconsultores.com.
Solo por curiosidad, clickeo en uno de los emails. Es de Jennasmith@grantlyassetmanagement.com, y el asunto es Re: ¿cenamos?
Gracias, Violet. Apreciaría mucho que no le mencionaras nada de esto a Harry. ¡Me siento un poco avergonzada ahora!
Oh. ¿Por qué se siente avergonzada? Antes de poder pararme, sigo mirando los mensajes para leer el mensaje anterior, que fue enviado ayer.
De hecho, Jenna, deberías saber algo: Harry está comprometido.
Saludos,
Violet.
Está comprometido. Interesante. Mientras leo la frase nuevamente, siento una extraña reacción interna la cual no puedo describir exactamente. ¿Sorpresa?
De todos modos, ¿por qué debería sentirme sorprendida? Ni siquiera conozco a ese tipo.
Bueno, ahora tengo que conocer toda la historia. ¿Por qué está avergonzada Jenna? ¿Qué pasó? Busco los mensajes más antiguos sobre estos intercambios, y al final encuentro un mail bastante largo de Jenna, donde claramente se reunió con Harry Styles en su lugar de trabajo, se sintió atraída por él, y lo invitó a cenar dos semanas atrás, pero él nunca le devolvió los llamados.
… intenta nuevamente mañana… tal vez esté usando el número equivocado… Alguien me dijo que es muy conocido y que trate de contactarlo a través de su secretaria… Perdóname por molestarte tanto… házmelo saber de todos modos…
Pobre mujer. Me siento un poco indignada en su nombre. ¿Por qué no le respondió los llamados? ¿Qué tan difícil es enviar un email rápido diciendo: “no, gracias”? Y ahora resulta que está comprometido, por el amor de Dios.
De todos modos. Lo que sea. De repente me doy cuenta que estoy espiando los emails de otra persona cuando tengo un montón de otras cosas, incluso más importantes, en las que pensar. Prioridades, Polly. Necesito comprar alguna botella de vino para los padres de Magnus. La tarjeta de bienvenidos a casa y, si no logro encontrar el anillo en los próximos veinte minutos, un par de guantes.
Desastre. Desastre. Resulta que no venden guantes en Abril. Los únicos que encuentro son de una trastienda de Accessorize. Les habían quedado desde navidad, y solo en talle pequeño. No puedo creer que seriamente esté planeando encontrarme con mis futuros suegros con unos guantes con renos rojos demasiado apretados. Con borlas. Pero no tengo otra opción. Es eso o ir sin guantes.
Mientras comienzo a subir la larga colina hasta la casa de los padres de Magnus, empiezo a sentirme realmente mal. No es solo el anillo. Es toda esa cosa aterradora de los futuros suegros. Doblo la esquina, y veo luz en todas las ventas de la casa. Están en casa.
Nunca conocí ninguna casa que se adaptara a una familia tan bien como lo hace la casa de los Tavish. Es más vieja y más grande que las otras de la cuadra y parece que las mira con actitud de superioridad. Tiene árboles de tejo y araucarias en el jardín. Los ladrillos están recubiertos de hiedra, y las ventanas tienen los marcos de madera originales de 1835. Adentro, hay cuadros de William Morris datados en 1960, y los pisos están cubiertos por alfombras turcas.
Excepto que en realidad, no puedes ver las alfombras, porque generalmente están cubiertas de viejos documentos y manuscritos que ninguno se molesta en ordenar. Nadie se molesta por el orden en la familia Tavish. Una vez encontré un huevo hervido fosilizado en la cama de invitados, todavía en su huevera, con un pan tostado disecado. Debería tener al menos un año de antigüedad.
Y por todos lados, a través de toda la casa, hay libros. Apilados en tres estanterías profundas, amontonados en el piso, y al lado de cada baño pintado de limón. Antony escribe libros, Wanda escribe libros, Magnus escribe libros y su hermano mayor, Conrad escribe libros. Incuso la esposa de Conrad, Margot, escribe libros.
Lo cual es grandioso. Digo, es una cosa maravillosa, todos esos genios intelectuales en una sola familia. Pero te hace sentir bastante insignificante, infantil y poco adecuada.
No me malinterpreten, creo que soy bastante inteligente. Tú sabes, para ser una persona normal que fue al colegio, a la universidad y tiene un trabajo y todo. Pero éstas no son personas normales; juegan en una liga diferente. Son súper dotados. Son la versión académica de los Increíbles.
Me reuní con sus padres solo unas pocas veces, cuando volvieron a Londres por una semana para una conferencia que daba Antony, pero fue suficiente para saberlo. Mientras Antony conferenciaba sobre teoría política, Wanda estaba haciendo una presentación sobre el judaísmo feminista en un centro de reflexión, y luego los dos aparecieron en el programa La Cultura, tomando distintas posturas sobre un documental sobre la influencia del Renacimiento. Así que ese fue el telón de fondo de nuestro encuentro. Sin presiones ni nada.
Fui presentada en varias ocasiones a diferentes tipos de padres de mis novios a través de los años, pero de lejos, ésta fue la peor experiencia de mi vida. Recién acabábamos de darnos la mano e intercambiar algunas palabras amables y le estaba contando a Wanda, bastante orgullosa, dónde había ido a la universidad, cuando Antony me miró por arriba de sus anteojos de media luna, con esos brillantes y fríos ojos suyos, y dijo: “Una licenciatura en fisioterapia. Qué divertido”. Me sentí instantáneamente aplastada. No sabía qué decir. De hecho, me sentí tan nerviosa que salí del salón para ir al baño.
Después de eso, por supuesto, me paralicé. Esos tres días fueron pura miseria. Mientras más intelectual se volvía la conversación, más callada y patosa me volvía yo. Mi segundo peor momento fue: cuando pronuncié mal Proust y todos intercambiaron miradas entre ellos. Mi peor momento de todos fue: mientras mirábamos Retos Universitarios todos juntos en el salón comedor, cuando vino la sección de huesos. ¡Mi especialidad! ¡Yo estudié eso! ¡Sé todos los nombres latinos y todo! Pero mientras estaba tomando aliento para responder la primera pregunta, Antony ya había dado la respuesta correcta. Fui más rápida la segunda vez pero aun así me gano él. Toda la cosa se convirtió en una carrera, y él ganó. Luego, al final, me miró desde arriba y preguntó: “¿No te enseñaron anatomía en la escuela de fisioterapia, Polly?”, y me sentí muy mortificada.
Magnus dice que me adoran, no a mi cerebro, y que tengo que ignorar a sus padres. Y Natasha dice, que piense en las piedras y la casa de Hampstead o la Vila en Toscana. Mientras que mi propio enfoque ha sido el siguiente: sólo no pienses en ellos. Han estado bien. Están a salvo en Chicago, a miles de millas lejos de aquí.
Pero ahora están de vuelta.
Oh, Dios. Y todavía estoy un poco insegura sobre Proust (¿Poost? ¿Prost?). Y no repasé los nombres latinos de los huesos. Y estoy usando guantes rojos con renos en el mes de Abril. Con borlas.
Mis piernas están temblando mientras toco el timbre. Realmente temblando. Me siento como el espantapájaros del Mago de Oz. En cualquier momento me colapsaré en la acera y Wanda me quemará viva por perder el anillo.
Para, Polly. Está todo bien. Nadie va a sospechar nada. Mi historia es, que me quemé la mano. Esa es mi historia.
—¡Hola, Polly!
—¡Félix! Hola.
Estoy tan aliviada que sea Félix el que me abra la puerta, mi saludo salió en un jadeo inestable.
Félix es el bebe de la familia, solo tiene diecisiete años y todavía está en el colegio. De hecho, Magnus estuvo viviendo en la casa con él mientras sus padres estaban ausentes, como una especie de niñera, y yo me mudé con ellos después de comprometerme. No es que Félix necesite de niñera. Es completamente responsable, lee todo el tiempo, y ni siquiera notas que está en la casa. Una vez traté de darle una pequeña charla amigable sobre “drogas”. Él, educadamente, me corrigió cada pequeño detalle, luego dijo que notó que tomo más de lo permitido Red Bull y ¿si yo pensaba que era adicta a él? Esa fue la última vez que traté de actuar de hermana mayor.
De todos modos, todo eso llegó al final, ahora que Antony y Wanda regresaron de Estados Unidos. Me mudé de nuevo a mi apartamento y estuvimos buscando otro lugar para alquilar. Magnus se quería quedar acá. Pensó que podríamos seguir usando la habitación de invitados y el baño del primer piso, y ¿no sería conveniente, que pudiera seguir usando la biblioteca de su padre?
¿Está loco? No hay manera que esté bajo el mismo techo que los Tavish.
Sigo a Félix a la cocina, donde Magnus está descansando en una silla, gesticulando sobre una página mecanografiada y diciendo: “Creo que tu argumento no está bien acá. Segundo párrafo”.
Donde quiera que Magnus se siente, lo que sea que haga, siempre se las arregla para estar elegante. Tiene los zapatos de gamuza apoyados en otra silla, va por la mitad de su cigarrillo, y su pelo rojizo le cae en cascada por detrás de sus hombros.
Todos los Tavish tienen el mismo color, como una familia de zorros. Incluso Wanda se tiñe el pelo del mismo color. Pero Magnus es el más guapo de todos, y no lo digo sólo porque me voy a casar con él. Su piel es pecosa pero se broncea fácilmente también, y su cabello castaño rojizo parece salido de un anuncio de cabello. Por eso lo mantiene largo. Es en realidad algo vanidoso al respecto.
Además, a pesar que es un académico, no es ningún chico aburrido que se queda en casa leyendo todo el día. Esquía realmente bien, y me va a enseñar a mí también. Así es como nos conocimos, de hecho. Se torció la muñeca esquiando y vino por fisioterapia después de que su médico nos recomendara. Se suponía que tenía que atenderlo Annalise, pero ella cambió su turno para atender a un paciente regular y terminé atendiéndolo yo en su lugar. La semana siguiente, me pidió una cita, y después de un mes me propuso casamiento. ¡Un mes!
Ahora Magnus levanta su mirada y su cara resplandece.
—¡Corazón! ¿Cómo está mi nena hermosa? Ven acá —me hace señas para que me acerque a darle un beso, luego me enmarca la cara con sus manos como siempre hace.
—¡Hola! —Fuerzo una sonrisa—. Así que, ¿ya están acá tus padres? ¿Cómo estuvo su vuelo? No puedo esperar para verlos.
Trato de sonar lo más entusiasta posible, incluso aunque mis piernas quieran salir corriendo, pasar por la puerta e ir colina abajo.
—¿No recibiste mi texto? —Magnus parece perplejo.
—¿Qué texto? Oh —de repente me doy cuenta—. Claro. Perdí mi teléfono. Tengo un nuevo número. Te lo daré.
—¿Perdiste el teléfono? —Magnus me mira fijamente—. ¿Qué pasó?
—¡Nada! —digo vivamente—. Sólo… lo perdí y tuve que conseguir uno nuevo. No es gran cosa. No hay drama.
Decido por política general, que lo que menos le diga a Magnus justo ahora, mejor. No quiero meterme en ninguna discusión acerca de por qué puedo estar aferrándome a un teléfono cualquiera que encontré en una papelera.
—Entonces, ¿qué decía tu texto? —agrego rápidamente, tratando de seguir con la conversación.
—El avión de mis padres fue desviado. Tuvieron que ir a Manchester. No estarán de vuelta hasta mañana.
¿Desviado?
¿Manchester?
Oh Dios mío. ¡Zafé! ¡Fui indultada! ¡Mis piernas pueden dejar de bambolearse! Quiero cantar el “Halleluja”. ¡Ma-an-chester! ¡Ma-an-chester!
—Dios, qué terrible —trato muy duramente de cambiar mi expresión a una de disgusto—. Pobres. Manchester. ¡Eso está a kilómetros de distancia! Realmente tenía muchas ganas de verlos. Qué fastidio.
Creo, que sonó bastante convincente. Félix me dispara una mirada extraña, pero Magnus ya ha cogido nuevamente el impreso. No hace ningún comentario sobre mis guantes. Tampoco Félix.
Tal vez, me puedo relajar un poco.
—Entonces…. er…, chicos —contemplo la sala—. ¿Qué hay en la cocina? —Magnus y Félix dijeron que iban a limpiar esta tarde, pero el lugar es una bomba. Hay cajas de comida para llevar en la mesa de la cocina y una pila de libros en la parte superior de la encimera e incluso uno dentro de una cacerola—. Tus padres vendrán mañana. ¿No deberíamos hacer algo?
Magnus mira sin moverse.
—No les importará.
Para él, está bien decir eso. Pero yo soy la nuera (futura) que ha estado viviendo acá y a quien le echarán la culpa.
Magnus y Félix han empezado a hablar sobre una nota al pie, así que yo me dirijo hacia la encimera y empiezo a ordenar rápidamente. No me atrevo a sacarme los guantes, pero los chicos no me están prestando la más mínima atención, gracias a Dios. Al menos, sé que el resto de la casa está bien. Repasé todo el lugar ayer, remplacé todas las viejas botellas de burbujas de baño por nuevas y coloqué una nueva cortina de baño. Lo mejor de todo, es que puse unas anémonas en el estudio de Wanda. Todos saben que ama las anémonas. Incuso está escribiendo un artículo sobre “anémonas en literatura” (lo que es típico de la familia —no solo disfrutas algo, te tienes que convertir en un experto en la materia también).
Magnus y Félix todavía están absortos en sus asuntos mientras yo termino. La casa está ordenada. Nadie me ha preguntado por el anillo. Lo dejaré pasar mientras pueda.
—Entonces, me voy a casa —digo casualmente, y le doy un beso a Magnus en la cabeza—. Quédate aquí, haciéndole compañía a Félix. Dales mi bienvenida a casa a tus padres de mi parte.
—¡Quédate esta noche! —Magnus desliza su brazo alrededor de mi cintura y me arrastra hacia él—. ¡Querrán verte!
—No, tú dales la bienvenida. Los veré mañana —le sonrío brillantemente, para distraerlo del hecho que estoy caminando hacia la puerta, mis manos detrás de mi espalda—. Un montón de tiempo.
—No te culpo —dice Félix, levantando su mirada por primera vez desde que llegué a la casa.
—¿Perdón? —digo, un poco perpleja—. ¿No me culpas por qué?”
—No quedarte aquí —se encoje de hombros—. Creo que estás siendo demasiado optimista, teniendo en cuenta sus reacciones. He querido decírtelo por semanas. Debes ser realmente una muy buena persona, Polly.
¿De que está hablando?
—No lo sé… ¿A que te refieres? —me vuelvo hacia Magnus por ayuda.
—No es nada —dice, demasiado rápido—. Pero Félix está mirando a su hermano mayor, con ojos esperanzados.
—Oh Dios mío. ¿No se lo has dicho?
—Félix, cállate.
—No lo has hecho, ¿no? Eso no es muy justo, ¿o sí Mag?
—¿Decirme qué? —miro de uno a otro—. ¿Qué?
—No es nada —Magnus parece nervioso—. Sólo… —él finalmente se encuentra con mi mirada—. Bien. Mis padres no estaban muy contentos con nuestro compromiso. Eso es todo.
No sé cómo reaccionar por un momento. Lo miro sin decir nada, tratando de procesar lo que había escuchado.
—Pero tú dijiste… —no puedo confiar ni siquiera en mi voz—. Dijiste que estaban emocionados. ¡Dijiste que estaban encantados!
—Van a estar emocionados —dice de mal humor—. Cuando le encuentren el sentido.
¿Ellos lo estarán?
Todo mi mundo está tambaleándose. Fue suficientemente malo cuando supe que los padres de Magnum eran unos genios intimidantes. ¿Pero todo este tiempo habían estado en contra de que nos casemos?
—Tú me dijiste que ellos dijeron que no podían imaginar a una más dulce y encantadora nuera —estoy totalmente temblando ahora—. ¡Dijiste que me enviaban un saludo muy especial desde Chicago! ¿Fueron todas mentiras?
—¡No quería que te pusieras mal! —Magnus mira a Félix—. Mira, no es la gran cosa. Ellos lo entenderán. Simplemente piensan que va todo muy rápido… No te conocen apropiadamente… Son idiotas —acabó con el ceño fruncido—, ya se los dije.
—¿Tuviste una pelea con tus padres? —lo miro fijamente, consternada—. ¿Por qué no me dijiste nada de esto?
—No fue una pelea —dice a la defensiva—. Fue más bien… una discusión.
¿Una discusión? ¿Una discusión?
—¡Una discusión es peor que una pelea! —gimo horrorizada—. ¡Es un millón de veces peor! Oh Dios, desearía que me lo hubieras contado… ¿Qué es lo que voy a hacer? ¿Cómo los voy a enfrentar ahora?
Lo sabía. Los profesores no pensaban que era lo suficientemente buena. Soy como esa chica en la ópera que renuncia a su amor porque es inaceptable y entonces consigue TB y muere, y qué mejor que eso, ya que era tan inferior y estúpida. Probablemente no podía pronunciar bien Proust tampoco.
—¡Polly, cálmate! —dice Magnus irritado. Se pone de pie y me toma firmemente por los hombros—. Esto es exactamente por lo que no te lo conté. Son estupideces familiares y no tienen nada que ver con nosotros. Yo te amo. Nos vamos a casar. Voy a hacer esto, y lo voy a hacer a pesar de lo que cualquiera diga. Esto es sobre nosotros —su voz suena tan firme, que empiezo a relajarme—. Y, de todos modos, tan pronto como mis padres pasen más tiempo contigo, lo entenderán. Lo sé.
No puedo dejar de ofrecerle una sonrisa renuente.
—¡Esa es mi hermosa chica! —Magnus me da un fuerte abrazo y palmeo su espalda, tratando tanto como puedo de creerle.
Mientras se aleja, su mirada recae en mis manos y frunce el ceño, perplejo.
—Dulce… ¿Por qué estás usando guantes?
Estoy a punto de tener un ataque de nervios. Realmente lo estoy. Todo el asunto de la debacle del anillo casi sale a la luz. Lo hubiera hecho si no hubiera sido por Félix. Estoy a mitad de mi ridícula excusa sobre el impedimento de mi mano quemada, esperando a que Magnus se vuelva suspicaz en cualquier momento, cuando Félix bosteza y dice:
—¿Vamos al pub?
Y Magnus de repente recuerda un email que tiene que enviar primero y todos se olvidan de mis guantes.
Y yo aprovecho ese momento para irme. Muy rápidamente.
Ahora estoy sentada en el autobús, mirando por la ventanilla hacia la noche, sintiéndome fría por dentro. Perdí el anillo. Los Tavish no quieren que me case con Magnus. Mi teléfono móvil se ha ido. Siento como si me hubieran arrebatado todas mis mantas de seguridad, todas juntas.
El teléfono en mi bolsillo comienza a emitir la canción de Beyoncé otra vez, y lo saco de mi bolsillo sin ninguna esperanza.
Bastante segura que no es ninguna de mis amigas que llama para decir: “Lo he encontrado”, ni la policía, ni el conserje del hotel. Es él. Harry Styles.
—Huiste —dice sin preámbulos—. Necesito el teléfono de vuelta. ¿Dónde estás?
Encantador. Ningún “muchísimas gracias por ayudarme con el negocio japonés”.
—De nada, cuando quieras —digo.
—Oh —suena momentáneamente desconcertado—. Es verdad. Gracias. Te debo una. Ahora, ¿cómo vas a hacer para devolverme el teléfono? Lo podrías dejar en la oficina o yo podría mandarte una mensajería. ¿Dónde estás?
Quedo en silencio. No se lo voy a devolver. Necesito este teléfono.
—¿Hola?
—Hola —cojo el teléfono fuertemente y trago saliva—. La cosa es que necesito pedirte prestado el teléfono. Solo por un tiempo.
—Oh, Cristo —puedo oírlo exhalando—. Mira, me temo que no está disponible para prestarlo. Es propiedad de la compañía, y lo necesito de vuelta. ¿O por prestado en realidad querías decir robado? Porque, créeme, lo puedo rastrear y no te pagaré cien libras por el gusto.
¿Es eso lo que él piensa? ¿Que estoy detrás del dinero? ¿Que soy algún tipo de ladrona de teléfonos?
—¡No quiero robarlo! —exclamo indignada—. Sólo lo necesito por unos días. He dado ya este número a un montón de personas, y realmente es una emergencia…
—¿Hiciste qué? —suena desconcertado—. ¿Por qué harías eso?
—Perdí mi anillo de compromiso —casi no soporto la idea de decirlo en voz alta—. Es verdaderamente muy antiguo y valioso. Luego me robaron el teléfono celular, y estaba totalmente desesperada, luego pasé al lado de la papelera y ahí estaba. Dentro de la papelera —añado enfáticamente—. Tu asistente simplemente lo tiró. Una vez que el objeto aterriza en la papelera, pertenece al público, tú sabes. Cualquiera lo puede reclamar.
—Una mierda —replica—. ¿Quién te dijo eso?
—Es… es de conocimiento público —trato de sonar firme—. De todos modos, ¿por qué tu asistente te dejó y tiró el teléfono? No es algo habitual en una asistenta, si me lo preguntas.
—No. No es habitual en una asistenta. Más hijas de amigos a quienes nunca se les debería haber conseguido un trabajo. Estuvo en su puesto tres semanas. Aparentemente le ofrecieron un contrato para modelar exactamente al medio día de hoy. Al minuto siguiente, se había ido. Ni siquiera se molestó en avisarme que se iba —suena bastante enfadado—. Escucha, Srta... ¿Cómo te llamas?
—Wyatt. Polly Wyatt.
—Bueno, basta de bromear, Polly. Siento lo de tu anillo. Espero que aparezca. Pero este teléfono no es un accesorio divertido que puedes hurtar para tu propio beneficio. Este es un teléfono de la compañía con mensajes de negocios entrando todo el tiempo. Emails. Cosas importantes. Mi asistenta me arruinó la vida. Necesito esos mensajes.
—Te los enviaré —rápidamente lo interrumpo—. Te enviaré todo. ¿Qué te parece eso?
—¿Qué…? —murmura algo en voz baja—. Ok, tú ganas. Te compraré un nuevo teléfono. Dame tu dirección, te lo enviaré con un mensajero…
—Necesito este —digo obstinadamente—. Necesito este número.
—Por Cristo…
—¡Mi plan puede funcionar! —mis palabras se deslizan rápidamente—. Todo lo que llegue a este teléfono, te lo enviaré directamente a ti. ¡Nunca notarás la diferencia! Digo, así hacías antes incluso, ¿no? Si has perdido a tu asistente, ¿qué mejor que un teléfono asistente? De esta manera es mucho mejor. Además me debes una por parar al Sr. Yamasaki —no puedo callármelo—. Acabas de decirlo tú mismo.
—Eso no era a lo que me refería y tú lo sabes…
—No te perderás nada, ¡te lo prometo! —le interrumpo ese irritable gruñido—. Te enviaré cada uno de los mensajes que entren. Mira, te mostraré, solo dame dos minutos…
Corto, busco todos los mensajes que han llegado desde esta mañana, y rápidamente los empiezo a enviar uno por uno al teléfono celular de Harry. Mis dedos están trabajando como un rayo.
Texto de Vick Myers: enviado. Texto del Sr. Nicholas Murray: enviado. Me toma unos segundos enviarle todos los mensajes. Y los emails van todos a harrystyles@whiteglobeconsultin.com
Email del departamento de HR :enviado. Email de Tania Phelps: enviado. Email de Papá…
Dudo un momento. Tengo que ser cuidadosa acá. ¿Este es el padre de Violet o el de Harry? El nombre que figura en el mail es davidr452@hotmail.com, lo cual no ayuda mucho.
Diciéndome a mí misma que todo es por una buena causa, lo abro para echarle una miradita rápida.
Querido Harry,
Ha pasado mucho tiempo. Pienso en ti continuamente, preguntándome que andarás haciendo, y me gustaría que habláramos algún día. Recibiste alguno de mis mensajes anteriores? No te preocupes, sé que eres un hombre ocupado. Si alguna vez pasas por el barrio, sabes que siempre puedes darte una pasada. Hay un pequeño asunto que me gustaría plantearte… bastante emocionante, de hecho, pero como dije, no hay prisa.
Tuyo por siempre,
Papá.
Cuando llego al final me siento un poco conmocionada. Sé que este tipo es un extraño y que no es para nada mi problema. Pero, honestamente. Podrías pensar que puede responder los mensajes de su propio padre. ¿Qué tan difícil puede ser perder media hora para hablar con él? Y su padre suena tan dulce y humilde. Pobre viejo, tener que mandarle un mensaje a la asistente de su propio hijo. Me dan ganas de responderle en lugar de él yo misma. Me dan ganas de pasar a visitarlo, en su pequeña casa de campo.
De todos modos. Lo que sea. No es mi vida. Se lo renvío junto con el resto. Un momento después, Beyoncé empieza a cantar nuevamente. Es Harry otra vez.
—¿En qué momento exactamente el Sr. Nicholas Murray le envió el texto a Violet? —dice abruptamente.
—Er… —miro detenidamente el teléfono—. Hace aproximadamente cuatro horas —las primeras palabras del texto aparecen en la pantalla, así que no haría mucho daño si lo abro y leo el resto, ¿o sí? No es que fuera tan interesante tampoco.
Violet, por favor dile a Harry que me llame. Su teléfono está apagado. Saludos, Nicholas.
—Mierda, mierda —Harry se calla por un momento—. Ok, si llegara a mandar otro mensaje de texto, me lo haces saber inmediatamente, ¿ok? Llámame.
Abro la boca automáticamente para decir:
—¿Y qué hay con tu papá? ¿Por qué ni siquiera lo llamas? —entonces, la cierro de nuevo. No, Polly. No es buena idea.
—Oh, hay un mensaje anterior —digo, acordándome de repente—. Sobre una lipo o algo así, creo. ¿Ese no era para ti?
—¿Liposucción? —repite incrédulo—. Nada de lo que esté al tanto.
No necesitaba sonar tan burlón. Solo estaba preguntando. Debería ser para Violet. No es como si ella necesitara una lipo, si dejó el trabajo para ser modelo.
—Entonces… ¿lo hacemos? ¿Tenemos un trato?
Por un momento, no dice nada, y me lo imagino ceñudo en el teléfono. No siento exactamente que él estuviera disfrutando del acuerdo. Pero, por otro lado, ¿qué otra le queda?
—Transferiré el email de mi asistente a mi casilla de correos —dice de mal humor, casi para sí mismo—. Hablaré con los chicos de tecnología mañana. Pero los mensajes de texto te seguirán llegando a ti. Si me pierdo alguno…
—¡No lo harás! Mira, sé que esto no es lo ideal —digo, tratando de apaciguarlo—. Y lo siento, pero realmente estoy desesperada. Toda la gente del hotel tiene ahora este número… toda la gente de la limpieza…. Es mi única esperanza. Solo por un par de días. Y te prometo que mientras tanto te enviaré cada uno de los mensajes que lleguen. Por el honor de Brownie.
—¿Brownie qué? —suena desconcertado.
—¡Honor! ¿Guía de Brownie? ¿Como los scouts? Levantas tu mano, haces la señal y prestas juramento… Aguanta un momento, te lo mostraré… —desconecto el teléfono.
Hay un espejo sucio frente a mí en el autobús. Me paro frente a él, sosteniendo el teléfono en una mano, hago la señal de Brownie con la otra, lo mejor que puedo “soy una buena persona”, sonrío. Saco una foto y se la envío directo al móvil de Harry.
Cinco segundos después, me manda un mensaje de texto.
Le podría enviar esto a la policía y hacer que te arresten.
Me siento un poco aliviada. Podría. Eso significa que no lo hará.
Realmente, realmente aprecio eso, le contesto el texto. ¡¡¡Gracias!!!
Pero ya no hay respuesta.
Kurt.
Re: Tengo tu número. {HS. {Adaptada.
JAJAJAJAJA realmente estuvo genial el capítulo. Me dio risa lo del sr Yamasaki XDDD todos los japoneses cantando la canción XDD :shakeitbb: XDDDD
y Harry, oh por Dios que no puede ser más demandante. Supongo que Violet salió corriendo y tiró el teléfono al primer tacho de basura que encontró
Agh, Magnus no logra caerme bien, además de que la sinceridad siempre debe estar en un compromiso y él le esconde aquello. Eso realmente no es lindo, así como tampoco lo es perder tu anillo de compromiso :c
espero con ansias el siguiente, Deya<3
y Harry, oh por Dios que no puede ser más demandante. Supongo que Violet salió corriendo y tiró el teléfono al primer tacho de basura que encontró
Agh, Magnus no logra caerme bien, además de que la sinceridad siempre debe estar en un compromiso y él le esconde aquello. Eso realmente no es lindo, así como tampoco lo es perder tu anillo de compromiso :c
espero con ansias el siguiente, Deya<3
peeta.
Re: Tengo tu número. {HS. {Adaptada.
lo he leído y me ha encantado, but paja comentar algo lindu;_;
después te dejo algo que valga la pena;_;
gracias gennu por reavivar el tema;_;
después te dejo algo que valga la pena;_;
gracias gennu por reavivar el tema;_;
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