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Tengo tu número. {HS. {Adaptada.
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Tengo tu número. {HS. {Adaptada.
Título: Tengo tu número.
Autor: Sophie Kinsella.
Adaptación: Sí, del mismo libro.
Género: Mayormente, comedia romántica.
Advertencias: Nada grave, en realidad. No se necesitan chicas y probablemente no postee tan seguido. Paciencia, gente.
Otras páginas: De mi parte posteado, no.
Autor: Sophie Kinsella.
Adaptación: Sí, del mismo libro.
Género: Mayormente, comedia romántica.
Advertencias: Nada grave, en realidad. No se necesitan chicas y probablemente no postee tan seguido. Paciencia, gente.
Otras páginas: De mi parte posteado, no.
Sinopsis
Diez días antes de la boda, Polly pierde su anillo de compromiso. Todo se tuerce en un hotel lujoso de Londres en el que ella y sus amigas están celebrando su despedida de soltera por todo lo alto. Todas quieren probarse ese anillo tan valioso, y entre risas y champán, suena la alarma de incendios y salen corriendo a la calle. Al llegar fuera, nadie tiene el anillo. Desesperada, Polly, empieza a llamar a todo el mundo para pedir ayuda y ¡alguien le quita el móvil de la mano! ¡Se lo han robado también! ¿Cómo la van a avisar ahora cuando encuentren el anillo? Y acto seguido, ve un móvil en una papelera, un móvil tirado a propósito a la basura y que ella necesita urgentemente. Polly le pasa el nuevo número a todos sus amigos y además contesta las llamadas que recibe y lee los mensajes dirigidos a la propietaria anterior, la secretaria (que acaba de dimitir) de Harry Styles, un empresario importante. Mientras sigue buscando el anillo, Polly está en contacto con Harry Styles, el dueño del nuevo teléfono. Harry le dejará quedárselo un tiempo a cambio de que le reenvíe todos los mensajes que reciba, pero Polly a veces contesta de parte de Harry en temas profesionales y también personales. No tiene freno. Harry también empieza a opinar sobre la vida de Polly, sobre su boda, sobre los suegros y sobre el mismo novio, quien, quizás, no sea tan maravilloso como pensaba.
- hey:
Hola. c: Mi nombre es Deya y como me aburro fácilmente, decidí adaptar este hermoso libro y compartirlo en el foro. Espero les guste, a mí me encantó. Comenten, por favor. c:
Kurt.
Re: Tengo tu número. {HS. {Adaptada.
HOLIWIIIIIIIIIS DEYUUUUUUUUS /////// TRASSÚ HERE, AMÉ AMÉ AMÉ Y AMÉ LA SINOPSIS, SRSLY*_* Siento escribir en mayúsculas, but no encontraba otra manera de expresar mi emoción(?) So... La trama es muuuuy interesante, como soy tonta la releí dos veces hasta que lo entendí, pero cuando lo hice, lo amé, idc<3 Lo del anillo, el teléfono y todo eso es sjksdhjkfsdfdskfgdhjkfs, ay^^ No es nada trillado ni mucho menos, es geniaaaaaaal, ya quiero empezar a leer:3 Me encanta, Deyus, espero que subas pronto<3 Gracias por traducirlo bby(?) Te quellooooooooooooooo<3
Invitado
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Re: Tengo tu número. {HS. {Adaptada.
Mierda. ESTO ES TOTALMENTE PERFECTO. ¿ENTIENDES? TOTALMENTE PERFECTO. Nueva reader, me llamo Rachel pero tú me puedes decir Rach (?) Ahno. Enserio Deyú gracias por adaptarla. Se nota que será genial, muy hermosa... perfecta. La manera en la que dice lo del anillo y lo del teléfono, me imagino a Harry en plan un graaan sexy empresario y se me sale la baba. Me encanta, me encanta. Amo la manera en la que Harry toma papel en la adaptación, es genial. Ya quiero comenzar a leer bc si, te amo muuuuuucho, ya lo sabes.
Última edición por ¡Nea! el Sáb 25 Ene 2014, 2:57 pm, editado 1 vez
Invitado
Invitado
Re: Tengo tu número. {HS. {Adaptada.
TRASSUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUU.<3 Lo sé, no es nada trillado. Y como es comedia romántica se ganó mi amor eterno. ;-; JAJAJAJAJAJA. no te preocupes.<3 Me encanta tener por acá.:3 Yo te amo, wn.<3 Subo cuando haya más comentarios. ;-;<3disaster. escribió:HOLIWIIIIIIIIIS DEYUUUUUUUUS /////// TRASSÚ HERE, AMÉ AMÉ AMÉ Y AMÉ LA SINOPSIS, SRSLY*_* Siento escribir en mayúsculas, but no encontraba otra manera de expresar mi emoción(?) So... La trama es muuuuy interesante, como soy tonta la releí dos veces hasta que lo entendí, pero cuando lo hice, lo amé, idc<3 Lo del anillo, el teléfono y todo eso es sjksdhjkfsdfdskfgdhjkfs, ay^^ No es nada trillado ni mucho menos, es geniaaaaaaal, ya quiero empezar a leer:3 Me encanta, Deyus, espero que subas pronto<3 Gracias por traducirlo bby(?) Te quellooooooooooooooo<3
Kurt.
Re: Tengo tu número. {HS. {Adaptada.
LOL con ustedes dos. Espero tu comentario real, Rashu.(?) <3
Kurt.
Re: Tengo tu número. {HS. {Adaptada.
Tú eres mala gemedisaster. escribió:Te gané, gemus (?)
Invitado
Invitado
Re: Tengo tu número. {HS. {Adaptada.
Nu soy mala, hombeeeeeeee, soy solo cúl(?)¡Nea! escribió:Tú eres mala :mono:gemedisaster. escribió:Te gané, gemus (?)
Quería ser la primera también, poh :meh:
Invitado
Invitado
Re: Tengo tu número. {HS. {Adaptada.
Solo por ti, Deyus, no más spam aquí<3333
pd. ponle kendall a la antagonista, no es ilegal(?) XDD
Invitado
Invitado
1.
Capítulo uno
Perspectiva, tengo que poner las cosas en perspectiva. No es un terremoto o un pistolero enloquecido o una bomba nuclear, ¿no? En la escala de desastres, este no es tan grande. No es tan grande. Algún día espero poder mirar atrás y reírme de este momento y pensar: “jaja, qué tonta he sido por preocuparme”.
Para, Polly. Ni siquiera lo intentes. No me estoy riendo, de hecho, me siento enferma. Estoy caminando ciegamente alrededor del salón del hotel, mi corazón golpea ruidosamente, buscando desesperada sobre la alfombra azul con dibujos, detrás de las sillas doradas, debajo de las servilletas de papel desechadas, en lugares donde ni siquiera es posible que esté.
Lo perdí. La única cosa en el mundo que se suponía no debía perder. Mi anillo de compromiso.
Decir que es un anillo especial es subestimarlo. Ha estado en la familia de Magnus por tres generaciones. Es de un impresionante verde esmeralda con dos diamantes que Magnus tuvo que sacarlo de la caja de seguridad de un banco para hacerme su proposición. Lo he usado de forma segura cada día durante tres meses enteros, religiosamente poniéndolo en una especial cajita china por las noches, sintiéndolo en mi dedo cada treinta segundos… y ahora, el mismísimo día que sus padres están llegando de Estados Unidos, lo he perdido. ¡El mismísimo día!
El profesor Anthony Tavish y Wanda Brook-Tavish están, en este preciso momento, volviendo de su viaje sabático de seis meses en Chicago. Me los puedo imaginar ahora, comiendo sus tostados de miel de cacahuate y leyendo papeles académicos en sus kindles. Sinceramente no sé cuál de ellos es más intimidante. Él. Es tan sarcástico. No, ella. Con todo ese pelo rizado haciendo preguntas sobre tus puntos de vista sobre el feminismo.
Ok, los dos dan un miedo aterrador. Y estarán aterrizando al cabo de una hora, y por supuesto querrán ver el anillo.
No. No te pongas a hiperventilar, Polly. ¡Sé positiva! Solo tengo que verlo todo desde un ángulo diferente. Como… ¿Qué haría Poirot en un caso así? Poirot no daría vueltas presa del pánico. Estaría calmado y usaría sus células grises para recabar ese pequeño y vital detalle que sería la pista para resolverlo todo.
Aprieto los ojos con fuerza. Pequeñas células grises. ¡Vamos! Hagan su mejor esfuerzo.
La cosa es que, no estoy segura que Poirot haya tenido encima tres copas de champagne rosado y un mojito antes de resolver el Asesinato en el Oriente Express.
—¿Señorita? —una señora de pelo gris de la limpieza del hotel está tratando de pasar a mi lado con una aspiradora, y jadeo del horror. ¿Ya están aspirando el salón? ¿Qué pasaría si se lo chupa la máquina?
—Perdóneme —la agarro de su hombro de nylon azul—. ¿Me podría dar cinco minutos más para buscar antes de que empiece a aspirar?
—¿Todavía buscando el anillo? —Mueve la cabeza dudosa, a continuación aclara—: Espero que lo encuentre seguro en su casa. ¡Seguro ha estado ahí todo el tiempo!
—Quizás —me esfuerzo para asentir gentilmente, sin embargo, quiero gritar: “¡No soy tan estúpida!”
Veo a otra chica de la limpieza al otro lado del salón, tirando migas de magdalenas y servilletas de papel arrugadas en una bolsa grande de plástico negro. No está concentrada en absoluto. ¿Es que no me está escuchando?
—¡Perdóneme! —mi voz chilla mientras corro hacia ella—. Estás buscando mi anillo, ¿no?
—No hay señales de él hasta el momento, cariño —la mujer barre otra carga de restos de comida de la mesa a la bolsa negra sin echarle siquiera una segunda mirada.
—¡Con cuidado! —agarro las servilletas y las saco de la bolsa palpando cada cosa cuidadosamente en busca de algún bulto duro, sin darle importancia a que me estoy ensuciando todas las manos con crema de mantequilla glaseada.
—Querida, estoy tratando de limpiar todo esto —la chica de la limpieza me saca las servilletas sucias—. ¡Mira el desastre que estás creando!
—Lo sé, lo sé, lo siento —escarbo en los envoltorios de magdalenas que tiré al piso—. Es que no me entiendes, si no encuentro este anillo, ¡estoy muerta!
Me encantaría coger la bolsa de plástico y hacerle un análisis forense de verificación de contenidos con pinzas y todo. Me gustaría poner una cinta de plástico alrededor de todo el salón y declararlo la escena de un crimen. Tiene que estar aquí, tiene que estar.
A menos que todavía lo tenga alguien. Esa es la única otra posibilidad por la que me inclino. Una de mis amigas todavía está usándolo y no se ha dado cuenta. Por ahí se deslizó dentro de alguna cartera… por ahí cayó dentro de algún bolsillo… quedó enganchado en alguna chaqueta…. Las posibilidades en mi cabeza se están volviendo más y más descabelladas, pero no puedo darme por vencida con esto.
—¿Has buscado en el baño de damas? —la mujer pasa por mi lado.
Por supuesto que ya lo busqué en el baño. Busqué en cada pequeño cubículo, sobre manos y rodillas. Y en todos los inodoros. Dos veces. Y luego traté de persuadir al conserje de cerrarlo y que se investigue en todas las tuberías de los fregaderos, pero se rehusó. Dijo que sería diferente si supiera con exactitud que lo había perdido ahí, y que estaba seguro que la policía estaría de acuerdo con él, y si por favor, ¿me podía apartar del mostrador que, habían personas esperando?
La policía. Bah. Me los imagino llegando a toda velocidad en sus patrulleros tan pronto como los llamaba, y diciéndome que me aproxime a la estación de policía más cercana a llenar un formulario. ¡No tengo tiempo para llenar formularios! ¡Tengo que encontrar mi anillo!
Me apresuro hacia la mesa redonda donde estuvimos sentadas esa tarde y me meto debajo acariciando la alfombra de nuevo. ¿Cómo pude dejar que esto pasara? ¿Cómo pude ser tan estúpida?
Fue idea de Natasha, mi vieja amiga del colegio, conseguir entradas para el Marie Curie Champagne Tea. Ella no pudo venir a mi fin de semana oficial de spa, así que esto fue una especie de sustituto. Éramos ocho en la mesa, todas tomando alegremente champagne y comiendo magdalenas rellenas, y fue justo antes de que empezara la rifa que alguien dijo: “Vamos, Polly, déjanos probarnos el anillo”.
Ni siquiera puedo recordar quién fue. ¿Annalise, tal vez? Annalise fue a la universidad conmigo, y ahora trabajamos juntas en First Fit Fisio, con Ruby, quien estuvo con nosotras en el curso de fisioterapeuta. Ruby también estuvo en el té, pero no estoy segura de que se haya probado el anillo. ¿O sí?
No puedo creer qué desastre soy con esto. ¿Cómo puedo ser un Poirot si ni siquiera puedo recordar lo básico? La verdad es, que todas parecían querer probarse el anillo: Natasha, Clare y Emily (viejas amigas del colegio en Taunton), Lucinda (mi wedding planner, que se convirtió en una especie de amiga) y su asistente Clemency, Ruby y Annalise (no solo son amigas del colegio y colegas sino mis dos mejores amigas. Ellas serán mis damas de honor también).
Tengo que admitirlo: estaba disfrutando de toda esa admiración. Todavía no puedo creer que algo tan grande y hermoso me perteneciera. El tema es, que todavía no me puedo creer nada de esto. ¡Estoy comprometida! Yo, Polly Wyatt. Con un alto, atractivo profesor universitario, que está escribiendo un libro e incluso estuvo en TV. Solo seis meses antes, mi vida amorosa era un desastre. No tuve ningún evento significativo por lo menos en un año y a regañadientes había decidido darle otra oportunidad a ese chico con mal aliento que conocí en parejas.com. ¡Y ahora mi boda será tan solo dentro de diez días!
Me levanto cada día y miro la espalda suave y llena de pecas de Magnus y pienso: “mi prometido, Dr. Magnus Tavish, miembro del Colegio Real de Londres”, y siento un pequeño pellizco de incredulidad. Entonces me doy la vuelta y miro al anillo, tan caro brillando sobre mi mesita de noche y siento otro pellizco de incredulidad.
¿Qué diría Magnus?
Mi estómago se retuerce y trago saliva. No. No pienses en eso. Vamos, pequeñas células grises. Resuélvanlo.
Recuerdo que Clare usó el anillo un largo tiempo. Realmente no quería sacárselo. Entonces Natasha empezó a tirar de él, diciendo: “Mi turno, mi turno”, y recuerdo que yo gritaba: “¡Con cuidado!”.
Digo, no es que yo sea irresponsable. Era cuidadosa, observando el anillo mientras se lo pasaban alrededor de la mesa.
Pero entonces mi atención se desvió, porque empezaron a gritar los números de la rifa y los premios eran fantásticos. Una semana en una villa en Italia, un corte de pelo en un salón de moda, un voucher para Harvey Nichols… El salón estaba zumbando, con gente sacando sus tickets, números siendo gritados desde el escenario y mujeres saltando de sus asientos y gritando: “¡Yo!”.
Y ese es el momento en el que me equivoqué. Ese es el instante trepidante, si solo… Si pudiera volver atrás en el tiempo, ese sería el momento en el que me dirigiría hacia mi misma y me diría severamente: “Polly, prioridades”.
Pero no te das cuenta, ¿no? El momento pasa y cometes un error crucial, y luego pasa y la posibilidad de hacer algo se desvanece.
Entonces lo que pasó fue que Clare ganó los tickets para Wimbledon en la rifa. Yo quiero mucho a Clare, pero siempre ha sido un poco débil. Ella no se paró para gritar “¡Yo! Woohoo” a todo volumen, solo levantó su mano unas pulgadas. Ni siquiera nosotras que estábamos sentadas en su mesa nos dimos cuenta que había ganado.
Cuando caí en la cuenta que Clare estaba agitando su número ganador al aire, el presentador en el escenario dijo: “Creo que lo sortearemos de nuevo si no hay ningún ganador...”
—¡Grita! —empujé a Clare y agité mi propio brazo ampliamente—. ¡Aquí! ¡La ganadora está aquí!”
—Y el nuevo número es… 4403.
Para mi incredulidad, una chica de pelo negro al otro lado del salón comenzó a gritar y blandir su ticket.
—¡Ella no ganó! —exclamé indignada—. Tú ganaste.
—No importa —Clare estaba retrocediendo.
—¡Por supuesto que importa! —grité antes de poder parar, y todas en las mesa comenzaron a reír.
—¡Polly, ve! —gritó Natasha—. ¡Ve, guerrera de la luz, resuelve esto!
—¡Ve, Guerrera!
Esta era una broma antigua. Solo porque hubo un pequeño incidente en la escuela, cuando presenté una petición para salvar a los hámsteres, todos comenzaron a llamarme Guerrera de la luz.
O solo Guerrera, para acortar. Mi eslogan es aparentemente: “¡Por supuesto que importa!”.
De todos modos, basta con decir que en dos minutos estaba parada en el escenario con la chica del pelo oscuro, discutiendo con el presentador, sobre la validez del ticket de mi amiga sobre el de la otra chica.
Ahora me doy cuenta que nunca debí abandonar la mesa. Nunca debí abandonar el anillo, ni siquiera por un segundo. Puedo ver lo estúpido que fue eso. Pero, en mi defensa, puedo decir que no sabía que en ese momento se iban a activar las alarmas de incendio, ¿o sí?
Fue todo tan irreal. Un minuto, todos estaban sentados alegremente. El minuto siguiente, una sirena a todo volumen sonaba y todo el mundo estaba corriendo, hacia las salidas en un caos total. Pude ver a Annalise, Ruby, y al resto agarrando sus bolsos y saliendo por atrás. Un hombre con traje vino hacia el escenario y comenzó a apresurarnos a los tres (la chica de pelo oscuro, el presentador y yo) hacia una puerta lateral y no nos dejó otro camino. “Tú seguridad es prioridad”, seguía diciendo.
Incluso entonces, tampoco es que estaba preocupada. No pensé que el anillo iba a desaparecer. Asumí que alguna de mis amigas lo tendría seguro y me encontraría con ella afuera y lo recuperaría.
Afuera, por supuesto, era un caos total. Aparte de nuestro té, había una gran conferencia de negocios en el hotel, y todos los asistentes estaban saliendo a trompicones por diferentes puertas hacia la calle. La gente del hotel estaba tratando de darnos instrucciones a través de megáfonos, los autos tocaban sus bocinas, y me llevó años encontrarme con Natasha y Emily entre el gentío.
—¿Tú tienes mi anillo? —pregunté enseguida, tratando de no sonar acusadora—. ¿Quién lo tiene?
Las dos parecían estatuas.
—Ni idea —Natasha se encogió de hombros—. ¿No lo tenía Annalise?
Entonces, me sumergí entre la multitud para encontrar a Annalise, pero ella tampoco lo tenía, pensaba que Clare lo tenía. Y Clare pensaba que Clemency lo tenía. Y Clemency pensaba que Ruby podría tenerlo, ¿pero no se había ido ya?
Una cosa sobre el pánico es que te da escalofríos. Un minuto estás totalmente calmada, todavía diciéndote: “¡No seas ridícula! ¡Por supuesto que no se pudo haber perdido!”. El siguiente, la gente del Marie Curie está anunciando que por las imprevistas circunstancias los eventos se darán por finalizados y están repartiendo las bolsitas de regalo. Y todas tus amigas han desaparecido para tomar el metro. Y tu anillo está todavía desaparecido. Y una voz dentro de tu cabeza está chillando: “¡OH DIOS MIO! ¡Sabía que esto iba a pasar! ¡Nunca nadie debería haberme confiado ese antiguo anillo! ¡Gran error! ¡Gran error!”.
Y así es como te encuentras a ti misma debajo de una mesa una hora después, a tientas sobre una alfombra cutre de hotel, rezando desesperadamente por un milagro (incluso cuando el padre de tu prometido ha escrito todo un bestseller sobre cómo los milagros no existen, que son todas supersticiones y que usar la frase “oh, mi Dios” es una señal de debilidad mental).
De repente, me doy cuenta que mi celular está parpadeando y lo cojo con manos temblorosas. Han entrado tres mensajes, y me desplazo a través de ellos con esperanza.
¿Ya lo encontraste? Annalise xx
Lo siento bebé, no lo he visto. No te preocupes, no le diré ni una sola palabra a Magnus. Nxx
¡Hola, Pops! ¡Dios, qué horror, perder el anillo! Ahora que lo pienso, me pareció haberlo visto… (Mensaje de texto entrante)
Me quedo mirando fijamente el teléfono en estado de shock. ¿Clare cree que lo vio? ¿Dónde?
Me arrastro para salir de debajo de la mesa y agito mi teléfono alrededor, pero el resto del texto decididamente se niega a salir. La señal en este lugar es una basura. ¿Cómo le pueden poner a este hotel 5 estrellas? Tendré que salir a la calle.
—Hola —me aproximo hacia la mujer de la limpieza de pelo cano, elevando mi voz sobre el ruido de la aspiradora—. Salgo un momento para chequear un mensaje de texto. Pero si llegaran a encontrar el anillo, llámenme, ya les he dado mi número de móvil. Solo estaré en la calle.
—De acuerdo, corazón —dice la empleada pacientemente.
Paso apresuradamente por el lobby, esquivando a los grupos de asistentes a la conferencia, deteniéndome ligeramente cuando paso por el escritorio del conserje.
—¿Alguna señal de…?
—No me entregaron nada, madame.
El aire en el exterior es suave, con un toque de verano, incluso aunque estemos a mitad de Abril. Espero que el clima siga así por diez días más, porque mi vestido de novia es sin espalda y estoy contando con que sea un buen día.
Hay unos amplios escalones bajos frente al hotel, y subo y bajo por ellos, agitando mi teléfono adelante y atrás, tratando de captar señal, sin lograrlo. Al final, bajo hasta el pavimento, agitando el teléfono más salvajemente, sosteniéndolo sobre mi cabeza, luego me dirijo hacia una calle más tranquila llamada Knightsbridge, con el teléfono extendido sobre las yemas de mis dedos.
“Vamos, teléfono”, lo engatuso mentalmente. “Puedes hacerlo. Hazlo por Polly. Recoge el mensaje. Debe haber señal en algún lugar... Tú puedes hacerlo…”.
—¡Aaaaaaaaaaaah! —escucho mi propio grito de susto antes de que mi mente registre lo que había pasado. Siento un dolor en mi hombro como si lo hubieran retorcido. Siento los dedos arañados. Una figura en una bicicleta está pedaleando rápidamente hacia el final de la calle. Solo tengo tiempo a registrar una vieja sudadera gris y unos flacos pantalones de jeans negros antes que la bicicleta dé vuelta la esquina.
Mi mano está vacía. ¿Qué mierda…?
Miro mi palma con una insensible incredulidad. Se ha ido. Ese hombre ha robado mi teléfono. Se lo robó, maldita sea.
Mi teléfono es mi vida. No puedo existir sin él. Es un órgano vital para mí.
—¿Madame, está usted bien? —el portero está bajando rápidamente las escaleras—. ¿Pasó algo? ¿La lastimó?
—Yo… yo he sido asaltada —de alguna manera logro balbucear—. Me ha arrebatado el teléfono.
El portero chasqueaba comprensivamente.
—Son oportunistas. Tienes que estar tan atenta en una zona como esta…
No estoy escuchando. Empiezo a temblar. Nunca me sentí tan desamparada y llena de pánico.
¿Qué hago ahora sin mi teléfono? ¿Cómo voy a funcionar? Mi mano automáticamente sigue buscando el teléfono en el lugar donde usualmente lo guardo dentro de mi bolsillo. Cada instinto me insta a que mande un mensaje de texto a alguien diciendo: “¡Oh Dios mío, he perdido mi celular!”. ¿Pero cómo voy a hacerlo sin mi maldito teléfono?
Mi teléfono es mi gente. Son mis amigos. Es mi familia. Es mi trabajo. Es mi mundo. Lo es todo. Siento como si me hubieran arrancado mi soporte vital.
—¿Quiere que llame a la policía, madame? —el portero me mira ansiosamente.
Estoy muy distraída como para contestarle. Estoy consumida por una repentina y terrorífica comprensión. El anillo. Les di mi número de celular a todos: la gente de la limpieza, las asistentas del salón, la gente del Marie Curie, a todos. ¿Qué pasaría si alguien lo encontrara? ¿Qué pasa si alguien lo tiene y están tratando de contactarme en este preciso momento y no les contesta nadie porque el hombre con la sudadera ya tiró mi SIM al río?
Oh, Dios. Tengo que hablar con el conserje. Les daré mi número de casa. No. Mala idea. Si dejan mensajes, Magnus podría escucharlos.
Ok, entonces…. entonces… Les daré mi número del trabajo. Sí.
Excepto que nadie estará en la clínica de fisioterapia esta tarde. No puedo ir y sentarme ahí por horas, solo por si acaso.
Empiezo a sentirme verdaderamente desesperada ahora. Todo se está desmoronando.
Para hacer las cosas incluso peores, mientras corro de vuelta hacia el lobby, el conserje está ocupado. Su escritorio está rodeado por un gran número de asistentes a la conferencia hablando sobre las reservaciones en el restaurant. Trato que me mire a los ojos, esperando que me llame hacia adelante dándome prioridad, pero él me ignora estudiosamente, y siento una pizca de dolor. Sé que le he robado un montón de tiempo esta tarde, pero ¿no se da cuenta en qué espantosa crisis estoy envuelta?
—Madame —el portero me ha seguido dentro del lobby, su frente arrugada de preocupación—. ¿Quiere que le traigamos algo para los nervios? ¡Arnold! —Rápidamente llama a un camarero—. Un brandy para la dama por favor, a cuenta de la casa. Y si hablas con el conserje, te ayudará con la policía. ¿Quieres sentarte?
—No gracias —de repente se me ocurre algo—. ¡Tal vez debería llamar a mi propio celular! ¡Llamar al ladrón! Le podría pedir que regrese, ofrecerle una recompensa... ¿Qué piensas sobre ello? ¿Me puedes prestar tu teléfono?
El portero casi retrocede cuando alargo mi mano.
—Madame, creo que eso sería una acción muy temeraria —dice duramente—. Y estoy seguro que la policía estaría de acuerdo en que no debería hacer eso. Creo que usted está en estado de shock. Hágame el favor de sentarse y tratar de relajarse.
Humm. Tal vez tenga razón. No soy tan salvaje como para hacer tratos con un criminal en sudadera. Pero tampoco puedo sentarme y relajarme, estoy demasiado hiperactiva. Para calmar mis nervios, comienzo a andar de un lado a otro, yendo y viniendo por el mismo camino, mis tacones resuenan sobre el piso de mármol. Paso por la enorme maceta con el ficus, paso la mesa con el periódico, paso por una gran papelera brillante, otra vez de vuelta al ficus. Es un circuito bastante confortable, y puedo mantener mis ojos fijos en el conserje todo el tiempo, esperando a que se desocupe.
El lobby todavía está lleno de tipos de negocios. A través de las puertas vidriadas puedo ver al portero de nuevo en su puesto en las escaleras, ocupado con taxis y recomendaciones. Un japonés rechoncho vestido con traje azul está parado cerca mío con aspecto de hombre de negocios europeo, exclamando algo que suena alto y furioso en japonés y gesticulando a todo el mundo con el pase de la conferencia colgado al cuello en un cordón rojo. Es tan pequeño y el otro hombre parece tan nervioso, que casi me hace sonreír.
El aguardiente llega en una bandeja y me detengo brevemente para tomarlo de un trago, luego continuo caminando por el mismo circuito anterior.
Maceta del ficus… mesa con diarios… papelera brillante… maceta con ficus… mesa con diarios… papelera brillante…
Ahora que me he calmado un poco, comienzo a agitarme con pensamientos homicidas. ¿Se habrá dado cuenta el hombre en sudadera que arruinó mi vida? ¿Se habrá dado cuenta lo esencial que es un teléfono celular? Es la peor cosa que uno le puede robar a otra persona. Lo peor.
Y ni siquiera es un gran teléfono. Es bastante viejo. Así que, buena suerte, hombre con sudadera, si quieres teclear la B en un texto o usar internet. Espero que trate de hacerlo y no lo logre. Entonces estará arrepentido.
Ficus… diarios… papelera… ficus…. diario… papelera….
Y me lastimó el hombro. Bastardo. Quizás pueda demandarlo por millones. Si alguna vez lo atrapan, lo cual no harán.
Ficus… diarios… papelera… ficus… diarios… papelera…
Espera.
¿Qué es eso?
Me paro en seco y miro dentro de la papelera, preguntándome si alguien me está jugando alguna broma o estoy alucinando.
Es un teléfono.
Justo ahí en la papelera brillante. Un teléfono celular.
Para, Polly. Ni siquiera lo intentes. No me estoy riendo, de hecho, me siento enferma. Estoy caminando ciegamente alrededor del salón del hotel, mi corazón golpea ruidosamente, buscando desesperada sobre la alfombra azul con dibujos, detrás de las sillas doradas, debajo de las servilletas de papel desechadas, en lugares donde ni siquiera es posible que esté.
Lo perdí. La única cosa en el mundo que se suponía no debía perder. Mi anillo de compromiso.
Decir que es un anillo especial es subestimarlo. Ha estado en la familia de Magnus por tres generaciones. Es de un impresionante verde esmeralda con dos diamantes que Magnus tuvo que sacarlo de la caja de seguridad de un banco para hacerme su proposición. Lo he usado de forma segura cada día durante tres meses enteros, religiosamente poniéndolo en una especial cajita china por las noches, sintiéndolo en mi dedo cada treinta segundos… y ahora, el mismísimo día que sus padres están llegando de Estados Unidos, lo he perdido. ¡El mismísimo día!
El profesor Anthony Tavish y Wanda Brook-Tavish están, en este preciso momento, volviendo de su viaje sabático de seis meses en Chicago. Me los puedo imaginar ahora, comiendo sus tostados de miel de cacahuate y leyendo papeles académicos en sus kindles. Sinceramente no sé cuál de ellos es más intimidante. Él. Es tan sarcástico. No, ella. Con todo ese pelo rizado haciendo preguntas sobre tus puntos de vista sobre el feminismo.
Ok, los dos dan un miedo aterrador. Y estarán aterrizando al cabo de una hora, y por supuesto querrán ver el anillo.
No. No te pongas a hiperventilar, Polly. ¡Sé positiva! Solo tengo que verlo todo desde un ángulo diferente. Como… ¿Qué haría Poirot en un caso así? Poirot no daría vueltas presa del pánico. Estaría calmado y usaría sus células grises para recabar ese pequeño y vital detalle que sería la pista para resolverlo todo.
Aprieto los ojos con fuerza. Pequeñas células grises. ¡Vamos! Hagan su mejor esfuerzo.
La cosa es que, no estoy segura que Poirot haya tenido encima tres copas de champagne rosado y un mojito antes de resolver el Asesinato en el Oriente Express.
—¿Señorita? —una señora de pelo gris de la limpieza del hotel está tratando de pasar a mi lado con una aspiradora, y jadeo del horror. ¿Ya están aspirando el salón? ¿Qué pasaría si se lo chupa la máquina?
—Perdóneme —la agarro de su hombro de nylon azul—. ¿Me podría dar cinco minutos más para buscar antes de que empiece a aspirar?
—¿Todavía buscando el anillo? —Mueve la cabeza dudosa, a continuación aclara—: Espero que lo encuentre seguro en su casa. ¡Seguro ha estado ahí todo el tiempo!
—Quizás —me esfuerzo para asentir gentilmente, sin embargo, quiero gritar: “¡No soy tan estúpida!”
Veo a otra chica de la limpieza al otro lado del salón, tirando migas de magdalenas y servilletas de papel arrugadas en una bolsa grande de plástico negro. No está concentrada en absoluto. ¿Es que no me está escuchando?
—¡Perdóneme! —mi voz chilla mientras corro hacia ella—. Estás buscando mi anillo, ¿no?
—No hay señales de él hasta el momento, cariño —la mujer barre otra carga de restos de comida de la mesa a la bolsa negra sin echarle siquiera una segunda mirada.
—¡Con cuidado! —agarro las servilletas y las saco de la bolsa palpando cada cosa cuidadosamente en busca de algún bulto duro, sin darle importancia a que me estoy ensuciando todas las manos con crema de mantequilla glaseada.
—Querida, estoy tratando de limpiar todo esto —la chica de la limpieza me saca las servilletas sucias—. ¡Mira el desastre que estás creando!
—Lo sé, lo sé, lo siento —escarbo en los envoltorios de magdalenas que tiré al piso—. Es que no me entiendes, si no encuentro este anillo, ¡estoy muerta!
Me encantaría coger la bolsa de plástico y hacerle un análisis forense de verificación de contenidos con pinzas y todo. Me gustaría poner una cinta de plástico alrededor de todo el salón y declararlo la escena de un crimen. Tiene que estar aquí, tiene que estar.
A menos que todavía lo tenga alguien. Esa es la única otra posibilidad por la que me inclino. Una de mis amigas todavía está usándolo y no se ha dado cuenta. Por ahí se deslizó dentro de alguna cartera… por ahí cayó dentro de algún bolsillo… quedó enganchado en alguna chaqueta…. Las posibilidades en mi cabeza se están volviendo más y más descabelladas, pero no puedo darme por vencida con esto.
—¿Has buscado en el baño de damas? —la mujer pasa por mi lado.
Por supuesto que ya lo busqué en el baño. Busqué en cada pequeño cubículo, sobre manos y rodillas. Y en todos los inodoros. Dos veces. Y luego traté de persuadir al conserje de cerrarlo y que se investigue en todas las tuberías de los fregaderos, pero se rehusó. Dijo que sería diferente si supiera con exactitud que lo había perdido ahí, y que estaba seguro que la policía estaría de acuerdo con él, y si por favor, ¿me podía apartar del mostrador que, habían personas esperando?
La policía. Bah. Me los imagino llegando a toda velocidad en sus patrulleros tan pronto como los llamaba, y diciéndome que me aproxime a la estación de policía más cercana a llenar un formulario. ¡No tengo tiempo para llenar formularios! ¡Tengo que encontrar mi anillo!
Me apresuro hacia la mesa redonda donde estuvimos sentadas esa tarde y me meto debajo acariciando la alfombra de nuevo. ¿Cómo pude dejar que esto pasara? ¿Cómo pude ser tan estúpida?
Fue idea de Natasha, mi vieja amiga del colegio, conseguir entradas para el Marie Curie Champagne Tea. Ella no pudo venir a mi fin de semana oficial de spa, así que esto fue una especie de sustituto. Éramos ocho en la mesa, todas tomando alegremente champagne y comiendo magdalenas rellenas, y fue justo antes de que empezara la rifa que alguien dijo: “Vamos, Polly, déjanos probarnos el anillo”.
Ni siquiera puedo recordar quién fue. ¿Annalise, tal vez? Annalise fue a la universidad conmigo, y ahora trabajamos juntas en First Fit Fisio, con Ruby, quien estuvo con nosotras en el curso de fisioterapeuta. Ruby también estuvo en el té, pero no estoy segura de que se haya probado el anillo. ¿O sí?
No puedo creer qué desastre soy con esto. ¿Cómo puedo ser un Poirot si ni siquiera puedo recordar lo básico? La verdad es, que todas parecían querer probarse el anillo: Natasha, Clare y Emily (viejas amigas del colegio en Taunton), Lucinda (mi wedding planner, que se convirtió en una especie de amiga) y su asistente Clemency, Ruby y Annalise (no solo son amigas del colegio y colegas sino mis dos mejores amigas. Ellas serán mis damas de honor también).
Tengo que admitirlo: estaba disfrutando de toda esa admiración. Todavía no puedo creer que algo tan grande y hermoso me perteneciera. El tema es, que todavía no me puedo creer nada de esto. ¡Estoy comprometida! Yo, Polly Wyatt. Con un alto, atractivo profesor universitario, que está escribiendo un libro e incluso estuvo en TV. Solo seis meses antes, mi vida amorosa era un desastre. No tuve ningún evento significativo por lo menos en un año y a regañadientes había decidido darle otra oportunidad a ese chico con mal aliento que conocí en parejas.com. ¡Y ahora mi boda será tan solo dentro de diez días!
Me levanto cada día y miro la espalda suave y llena de pecas de Magnus y pienso: “mi prometido, Dr. Magnus Tavish, miembro del Colegio Real de Londres”, y siento un pequeño pellizco de incredulidad. Entonces me doy la vuelta y miro al anillo, tan caro brillando sobre mi mesita de noche y siento otro pellizco de incredulidad.
¿Qué diría Magnus?
Mi estómago se retuerce y trago saliva. No. No pienses en eso. Vamos, pequeñas células grises. Resuélvanlo.
Recuerdo que Clare usó el anillo un largo tiempo. Realmente no quería sacárselo. Entonces Natasha empezó a tirar de él, diciendo: “Mi turno, mi turno”, y recuerdo que yo gritaba: “¡Con cuidado!”.
Digo, no es que yo sea irresponsable. Era cuidadosa, observando el anillo mientras se lo pasaban alrededor de la mesa.
Pero entonces mi atención se desvió, porque empezaron a gritar los números de la rifa y los premios eran fantásticos. Una semana en una villa en Italia, un corte de pelo en un salón de moda, un voucher para Harvey Nichols… El salón estaba zumbando, con gente sacando sus tickets, números siendo gritados desde el escenario y mujeres saltando de sus asientos y gritando: “¡Yo!”.
Y ese es el momento en el que me equivoqué. Ese es el instante trepidante, si solo… Si pudiera volver atrás en el tiempo, ese sería el momento en el que me dirigiría hacia mi misma y me diría severamente: “Polly, prioridades”.
Pero no te das cuenta, ¿no? El momento pasa y cometes un error crucial, y luego pasa y la posibilidad de hacer algo se desvanece.
Entonces lo que pasó fue que Clare ganó los tickets para Wimbledon en la rifa. Yo quiero mucho a Clare, pero siempre ha sido un poco débil. Ella no se paró para gritar “¡Yo! Woohoo” a todo volumen, solo levantó su mano unas pulgadas. Ni siquiera nosotras que estábamos sentadas en su mesa nos dimos cuenta que había ganado.
Cuando caí en la cuenta que Clare estaba agitando su número ganador al aire, el presentador en el escenario dijo: “Creo que lo sortearemos de nuevo si no hay ningún ganador...”
—¡Grita! —empujé a Clare y agité mi propio brazo ampliamente—. ¡Aquí! ¡La ganadora está aquí!”
—Y el nuevo número es… 4403.
Para mi incredulidad, una chica de pelo negro al otro lado del salón comenzó a gritar y blandir su ticket.
—¡Ella no ganó! —exclamé indignada—. Tú ganaste.
—No importa —Clare estaba retrocediendo.
—¡Por supuesto que importa! —grité antes de poder parar, y todas en las mesa comenzaron a reír.
—¡Polly, ve! —gritó Natasha—. ¡Ve, guerrera de la luz, resuelve esto!
—¡Ve, Guerrera!
Esta era una broma antigua. Solo porque hubo un pequeño incidente en la escuela, cuando presenté una petición para salvar a los hámsteres, todos comenzaron a llamarme Guerrera de la luz.
O solo Guerrera, para acortar. Mi eslogan es aparentemente: “¡Por supuesto que importa!”.
De todos modos, basta con decir que en dos minutos estaba parada en el escenario con la chica del pelo oscuro, discutiendo con el presentador, sobre la validez del ticket de mi amiga sobre el de la otra chica.
Ahora me doy cuenta que nunca debí abandonar la mesa. Nunca debí abandonar el anillo, ni siquiera por un segundo. Puedo ver lo estúpido que fue eso. Pero, en mi defensa, puedo decir que no sabía que en ese momento se iban a activar las alarmas de incendio, ¿o sí?
Fue todo tan irreal. Un minuto, todos estaban sentados alegremente. El minuto siguiente, una sirena a todo volumen sonaba y todo el mundo estaba corriendo, hacia las salidas en un caos total. Pude ver a Annalise, Ruby, y al resto agarrando sus bolsos y saliendo por atrás. Un hombre con traje vino hacia el escenario y comenzó a apresurarnos a los tres (la chica de pelo oscuro, el presentador y yo) hacia una puerta lateral y no nos dejó otro camino. “Tú seguridad es prioridad”, seguía diciendo.
Incluso entonces, tampoco es que estaba preocupada. No pensé que el anillo iba a desaparecer. Asumí que alguna de mis amigas lo tendría seguro y me encontraría con ella afuera y lo recuperaría.
Afuera, por supuesto, era un caos total. Aparte de nuestro té, había una gran conferencia de negocios en el hotel, y todos los asistentes estaban saliendo a trompicones por diferentes puertas hacia la calle. La gente del hotel estaba tratando de darnos instrucciones a través de megáfonos, los autos tocaban sus bocinas, y me llevó años encontrarme con Natasha y Emily entre el gentío.
—¿Tú tienes mi anillo? —pregunté enseguida, tratando de no sonar acusadora—. ¿Quién lo tiene?
Las dos parecían estatuas.
—Ni idea —Natasha se encogió de hombros—. ¿No lo tenía Annalise?
Entonces, me sumergí entre la multitud para encontrar a Annalise, pero ella tampoco lo tenía, pensaba que Clare lo tenía. Y Clare pensaba que Clemency lo tenía. Y Clemency pensaba que Ruby podría tenerlo, ¿pero no se había ido ya?
Una cosa sobre el pánico es que te da escalofríos. Un minuto estás totalmente calmada, todavía diciéndote: “¡No seas ridícula! ¡Por supuesto que no se pudo haber perdido!”. El siguiente, la gente del Marie Curie está anunciando que por las imprevistas circunstancias los eventos se darán por finalizados y están repartiendo las bolsitas de regalo. Y todas tus amigas han desaparecido para tomar el metro. Y tu anillo está todavía desaparecido. Y una voz dentro de tu cabeza está chillando: “¡OH DIOS MIO! ¡Sabía que esto iba a pasar! ¡Nunca nadie debería haberme confiado ese antiguo anillo! ¡Gran error! ¡Gran error!”.
Y así es como te encuentras a ti misma debajo de una mesa una hora después, a tientas sobre una alfombra cutre de hotel, rezando desesperadamente por un milagro (incluso cuando el padre de tu prometido ha escrito todo un bestseller sobre cómo los milagros no existen, que son todas supersticiones y que usar la frase “oh, mi Dios” es una señal de debilidad mental).
De repente, me doy cuenta que mi celular está parpadeando y lo cojo con manos temblorosas. Han entrado tres mensajes, y me desplazo a través de ellos con esperanza.
¿Ya lo encontraste? Annalise xx
Lo siento bebé, no lo he visto. No te preocupes, no le diré ni una sola palabra a Magnus. Nxx
¡Hola, Pops! ¡Dios, qué horror, perder el anillo! Ahora que lo pienso, me pareció haberlo visto… (Mensaje de texto entrante)
Me quedo mirando fijamente el teléfono en estado de shock. ¿Clare cree que lo vio? ¿Dónde?
Me arrastro para salir de debajo de la mesa y agito mi teléfono alrededor, pero el resto del texto decididamente se niega a salir. La señal en este lugar es una basura. ¿Cómo le pueden poner a este hotel 5 estrellas? Tendré que salir a la calle.
—Hola —me aproximo hacia la mujer de la limpieza de pelo cano, elevando mi voz sobre el ruido de la aspiradora—. Salgo un momento para chequear un mensaje de texto. Pero si llegaran a encontrar el anillo, llámenme, ya les he dado mi número de móvil. Solo estaré en la calle.
—De acuerdo, corazón —dice la empleada pacientemente.
Paso apresuradamente por el lobby, esquivando a los grupos de asistentes a la conferencia, deteniéndome ligeramente cuando paso por el escritorio del conserje.
—¿Alguna señal de…?
—No me entregaron nada, madame.
El aire en el exterior es suave, con un toque de verano, incluso aunque estemos a mitad de Abril. Espero que el clima siga así por diez días más, porque mi vestido de novia es sin espalda y estoy contando con que sea un buen día.
Hay unos amplios escalones bajos frente al hotel, y subo y bajo por ellos, agitando mi teléfono adelante y atrás, tratando de captar señal, sin lograrlo. Al final, bajo hasta el pavimento, agitando el teléfono más salvajemente, sosteniéndolo sobre mi cabeza, luego me dirijo hacia una calle más tranquila llamada Knightsbridge, con el teléfono extendido sobre las yemas de mis dedos.
“Vamos, teléfono”, lo engatuso mentalmente. “Puedes hacerlo. Hazlo por Polly. Recoge el mensaje. Debe haber señal en algún lugar... Tú puedes hacerlo…”.
—¡Aaaaaaaaaaaah! —escucho mi propio grito de susto antes de que mi mente registre lo que había pasado. Siento un dolor en mi hombro como si lo hubieran retorcido. Siento los dedos arañados. Una figura en una bicicleta está pedaleando rápidamente hacia el final de la calle. Solo tengo tiempo a registrar una vieja sudadera gris y unos flacos pantalones de jeans negros antes que la bicicleta dé vuelta la esquina.
Mi mano está vacía. ¿Qué mierda…?
Miro mi palma con una insensible incredulidad. Se ha ido. Ese hombre ha robado mi teléfono. Se lo robó, maldita sea.
Mi teléfono es mi vida. No puedo existir sin él. Es un órgano vital para mí.
—¿Madame, está usted bien? —el portero está bajando rápidamente las escaleras—. ¿Pasó algo? ¿La lastimó?
—Yo… yo he sido asaltada —de alguna manera logro balbucear—. Me ha arrebatado el teléfono.
El portero chasqueaba comprensivamente.
—Son oportunistas. Tienes que estar tan atenta en una zona como esta…
No estoy escuchando. Empiezo a temblar. Nunca me sentí tan desamparada y llena de pánico.
¿Qué hago ahora sin mi teléfono? ¿Cómo voy a funcionar? Mi mano automáticamente sigue buscando el teléfono en el lugar donde usualmente lo guardo dentro de mi bolsillo. Cada instinto me insta a que mande un mensaje de texto a alguien diciendo: “¡Oh Dios mío, he perdido mi celular!”. ¿Pero cómo voy a hacerlo sin mi maldito teléfono?
Mi teléfono es mi gente. Son mis amigos. Es mi familia. Es mi trabajo. Es mi mundo. Lo es todo. Siento como si me hubieran arrancado mi soporte vital.
—¿Quiere que llame a la policía, madame? —el portero me mira ansiosamente.
Estoy muy distraída como para contestarle. Estoy consumida por una repentina y terrorífica comprensión. El anillo. Les di mi número de celular a todos: la gente de la limpieza, las asistentas del salón, la gente del Marie Curie, a todos. ¿Qué pasaría si alguien lo encontrara? ¿Qué pasa si alguien lo tiene y están tratando de contactarme en este preciso momento y no les contesta nadie porque el hombre con la sudadera ya tiró mi SIM al río?
Oh, Dios. Tengo que hablar con el conserje. Les daré mi número de casa. No. Mala idea. Si dejan mensajes, Magnus podría escucharlos.
Ok, entonces…. entonces… Les daré mi número del trabajo. Sí.
Excepto que nadie estará en la clínica de fisioterapia esta tarde. No puedo ir y sentarme ahí por horas, solo por si acaso.
Empiezo a sentirme verdaderamente desesperada ahora. Todo se está desmoronando.
Para hacer las cosas incluso peores, mientras corro de vuelta hacia el lobby, el conserje está ocupado. Su escritorio está rodeado por un gran número de asistentes a la conferencia hablando sobre las reservaciones en el restaurant. Trato que me mire a los ojos, esperando que me llame hacia adelante dándome prioridad, pero él me ignora estudiosamente, y siento una pizca de dolor. Sé que le he robado un montón de tiempo esta tarde, pero ¿no se da cuenta en qué espantosa crisis estoy envuelta?
—Madame —el portero me ha seguido dentro del lobby, su frente arrugada de preocupación—. ¿Quiere que le traigamos algo para los nervios? ¡Arnold! —Rápidamente llama a un camarero—. Un brandy para la dama por favor, a cuenta de la casa. Y si hablas con el conserje, te ayudará con la policía. ¿Quieres sentarte?
—No gracias —de repente se me ocurre algo—. ¡Tal vez debería llamar a mi propio celular! ¡Llamar al ladrón! Le podría pedir que regrese, ofrecerle una recompensa... ¿Qué piensas sobre ello? ¿Me puedes prestar tu teléfono?
El portero casi retrocede cuando alargo mi mano.
—Madame, creo que eso sería una acción muy temeraria —dice duramente—. Y estoy seguro que la policía estaría de acuerdo en que no debería hacer eso. Creo que usted está en estado de shock. Hágame el favor de sentarse y tratar de relajarse.
Humm. Tal vez tenga razón. No soy tan salvaje como para hacer tratos con un criminal en sudadera. Pero tampoco puedo sentarme y relajarme, estoy demasiado hiperactiva. Para calmar mis nervios, comienzo a andar de un lado a otro, yendo y viniendo por el mismo camino, mis tacones resuenan sobre el piso de mármol. Paso por la enorme maceta con el ficus, paso la mesa con el periódico, paso por una gran papelera brillante, otra vez de vuelta al ficus. Es un circuito bastante confortable, y puedo mantener mis ojos fijos en el conserje todo el tiempo, esperando a que se desocupe.
El lobby todavía está lleno de tipos de negocios. A través de las puertas vidriadas puedo ver al portero de nuevo en su puesto en las escaleras, ocupado con taxis y recomendaciones. Un japonés rechoncho vestido con traje azul está parado cerca mío con aspecto de hombre de negocios europeo, exclamando algo que suena alto y furioso en japonés y gesticulando a todo el mundo con el pase de la conferencia colgado al cuello en un cordón rojo. Es tan pequeño y el otro hombre parece tan nervioso, que casi me hace sonreír.
El aguardiente llega en una bandeja y me detengo brevemente para tomarlo de un trago, luego continuo caminando por el mismo circuito anterior.
Maceta del ficus… mesa con diarios… papelera brillante… maceta con ficus… mesa con diarios… papelera brillante…
Ahora que me he calmado un poco, comienzo a agitarme con pensamientos homicidas. ¿Se habrá dado cuenta el hombre en sudadera que arruinó mi vida? ¿Se habrá dado cuenta lo esencial que es un teléfono celular? Es la peor cosa que uno le puede robar a otra persona. Lo peor.
Y ni siquiera es un gran teléfono. Es bastante viejo. Así que, buena suerte, hombre con sudadera, si quieres teclear la B en un texto o usar internet. Espero que trate de hacerlo y no lo logre. Entonces estará arrepentido.
Ficus… diarios… papelera… ficus…. diario… papelera….
Y me lastimó el hombro. Bastardo. Quizás pueda demandarlo por millones. Si alguna vez lo atrapan, lo cual no harán.
Ficus… diarios… papelera… ficus… diarios… papelera…
Espera.
¿Qué es eso?
Me paro en seco y miro dentro de la papelera, preguntándome si alguien me está jugando alguna broma o estoy alucinando.
Es un teléfono.
Justo ahí en la papelera brillante. Un teléfono celular.
- asdfñlkj:
bueno, por si alguien no ha comentado porque quiere primer capítulo.(?) ahí está. espero sea de su agrado y blah, blah, blah, espero que haya más comentarios.:c
Kurt.
Re: Tengo tu número. {HS. {Adaptada.
Edito bc si :enojao: Naaaah. No lo he leído bc tengo que irme a dormir. Mañana leo y comento, ahque.
El comentario ya está editado, ahque.
El comentario ya está editado, ahque.
Invitado
Invitado
Re: Tengo tu número. {HS. {Adaptada.
omfg JAJAJAJAJAJAJJAJAJAJ, cuántas emociones juntas en un sólo capítulo(?) cuando le robaron el celular no podía creer la mala suerte de Polly, pero luego encontró el otro así que no está tan mal(?) Te diría que amo como escribes pero como no lo has escrito, te diré que amo como adaptas(?) en fin, eso. ah, no esperes que vuelva a comentar, sabes que yo con estas cosas soy un desastre, sólo que sepas que la leeré mientras pueda, yay.
Invitado
Invitado
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