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Prohibido enamorarse de Zayn Malik {Zayn&Tu}
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Prohibido enamorarse de Zayn Malik {Zayn&Tu}
Chicas, perdón por no haberla seguido, es que empece el colegio y eso me saca tiempo, ademas corte con mi novio y mis ánimos no eran los mejores. Pero probablemente mañana haga maratón, besos.
cipriano.
Re: Prohibido enamorarse de Zayn Malik {Zayn&Tu}
Hola soy tu nueva, fiel y sexy lectora (ok no xD) espero con ansias el maraton, y siento tanto tu ruptura se lo q se siente pero animo la vida sigue y talvez mucho mejor q antes
susy h0raN Malik!!
Re: Prohibido enamorarse de Zayn Malik {Zayn&Tu}
Ay, linda... Comprendo tu situación, y aquí te esperaré.
Animo :)
Besos xx.
Manipulatively.
Re: Prohibido enamorarse de Zayn Malik {Zayn&Tu}
21° Capítulo
La frase tonta de la semana.Ya no puedo continuar con esto.
Esas fueron las primeras palabras que se me vinieron a la mente al describir toda mi situación con Zayn.
Sencillamente ya no podía seguir aguantando las mentiras.
Me sentía insultada, traicionada, decepcionada y todas las otras palabras que terminaban en ada; primero él me decía que no tuvo sentimientos por Marie, ¿y ahora me decía que hubo un tiempo en que la amó?
Estaba cansada de todo esto.
Agarré la mano de Zayn justo antes que subiera a la segunda planta de la casa y se desnudara en mi habitación, y traté de llevarlo de nuevo hacia afuera.
—¿Qué ocurre? —me preguntó— ¿Acaso ya no quieres verme desnudo?
Lo miré fijamente, negando con la cabeza.
—No, no quiero verte desnudo —eso era más o menos cierto—. Por favor hablemos en otro lado.
Zayn me examinó con atención, como intentando descifrar lo que estaba a punto de decirle.
—¿Por qué presiento que vas a romperme el corazón? —preguntó en voz baja. Luego llevó su mano hacia mi mentón y levantó mi cabeza para que lo mirara a los ojos.
Ojos mieles mentirosos, ojos que ocultaban cosas, ojos que me miraban hasta el fondo.
—Por favor... —dejó que yo lo tomara de la mano y lo guiara hacia la puerta de entrada.
Antes de que pudiera salir por completo a la calle, apareció Susan cargando una pila de dibujos hechos por sus alumnos.
Nos miró y sonrió ampliamente.
—Pensé que habías dicho que Rita era la que llamaba a la puerta —dijo haciendo contacto visual con Zayn—, pero las visitas sorpresas siempre son lo mejor.
Me guiñó un ojo y se presentó con él. Maniobró con una mano los dibujos, y con la otra estrechó la de Zayn.
—Yo soy Susan, soy... uhmm, la madrastra de __ —hizo una mueca ante la mención de la palabra madrastra.
Me tensé también al oírla. Nunca había asociado a las madrastras con personas buenas, o vegetarianas como Susan. Las imaginaba malvadas, come corazones y envidiosas.
—Soy Zayn, el novio —dijo él cautelosamente, midiendo mi reacción.
Yo miré hacia otro lado.
Susan asintió y abrió la boca para decir más, pero la llegada de papá a la habitación hizo que ella guardara silencio.
Mi padre aún masticaba la berenjena de la cena en su boca, arrugó la nariz al ver a Zayn de pie, ensuciando el piso con sus botas negras.
—¿Qué hace él aquí? —escupió las palabras—, ¿con qué intenciones vienes a visitar a mi hija?
—Vengo a pedirle la mano de __ —respondió Zayn solemnemente.
—¿Qué?
Papá comenzó a ahogarse con la berenjena. Susan le tuvo que dar pequeños golpecitos en la espalda para que dejara de toser.
Le di un codazo a Zayn y él simplemente se encogió de hombros.
—Papá, Zayn está bromeando —dije para tranquilizarlo—. Es más, él ya se va ¿no es cierto, Zayn?
Le lancé miradas asesinas, que él, convenientemente decidió ignorar.
—No, señor. Me gusta ser serio sobre el asunto; quiero casarme con su hija, tener ocho hijos y vivir apartados de la civilización.
Zayn tomó mi mano y la besó frente a papá.
A Susan se le abrieron los ojos y yo tuve que arrastrar a Zayn para sacarlo por la fuerza antes de que a mi padre le diera un ataque al corazón.
Finalmente él cedió y salimos hacia el porche de la casa.
—¡No seas tonto! ¿Por qué le dijiste eso a mi padre? —le dije una vez que estábamos fuera.
—Tranquila nena. Yo sé que tu padre no me acepta, solo quería bromear un poco con él.
Resoplé.
—Deja de hacerlo. Para ti es gracioso. Para él significa una embolia o la planeación de un asesinato en la próxima semana.
Zayn rió alto y claro.
—Está bien, por ti lo que sea, nena.
Eso me molestó.
¿Por mí lo que sea?
—Sencillamente no te entiendo —dije exasperada—. Vienes y eres capaz de decirme cosas bonitas, cosas que quiero escuchar, pero también te contradices tú solo. Ya no sé qué pensar de ti Zayn.
—¿En qué me estoy contradiciendo? —se cruzó de brazos y apoyó su cadera contra la pared más cercana. Yo imité su gesto.
—Con todo, pero principalmente con Marie. Me dijiste que te acostabas con ella porque era sólo un cuerpo más entre el montón, ¿pero luego vienes y me dices que la amabas? ¿Qué por eso te tatuaste su nombre? Además, me estás escondiendo tantas cosas que ya perdí la cuenta.
—__...
Levanté un dedo para detenerlo.
—Si no quieres perderme será mejor que me digas todo.
—Te lo he dicho y dado todo...
—No, no lo has hecho. O al menos soy codiciosa y quiero más.
—Mmmm, me gusta la __ codiciosa.
—Por favor Zayn, detente. Si no querías lastimarme, lo estás haciendo ahora.
—¿Te estoy lastimando? ¿Cómo? Dime para darme patadas y no hacerlo nuevamente —me tomó de los hombros pero yo fui más rápida intuyendo su movimiento y me moví lejos de su alcance.
—Quiero que nos demos un tiempo —eso salió de mi boca.
Por primera vez, desde que conocí a Zayn, se quedó sin palabras.
Su boca se abría y se cerraba pero no decía nada.
—¿Por qué? —fue lo único que preguntó.
Me removí incómoda en mi lugar.
—Porque estoy confundida, por eso.
Minutos de silencio pasaron hasta que finalmente habló:
—Está bien. Te voy a dejar en paz si al menos me das una buena razón —descruzó los brazos y no dejó de verme fijamente, esperando mi respuesta.
—¡Porque estoy harta que no me digas la verdad acerca de nada! Me costó un mundo hacer que me hablaras de Nicole, y te apuesto a que si Elena no hubiera sacado el tema el otro día en la playa, tú nunca, jamás, me hubieras contado sobre ella —estaba gritando ahora, histérica—. ¡Tienes demasiados misterios de los cuales no me has dicho absolutamente nada, cuando yo siempre he sido un libro abierto fácil de leer para ti! ¡No confías lo suficiente en mí! ¡Eres ciento cincuenta misterios de Malik, en persona! Y tal vez, tal vez no quiera ser la protagonista de tu libro. Eres demasiado con lo que aguantar… y… —mi voz perdía intensidad ya para el final—… y no creo que haya una sola chica que pueda soportar subirse a esta montaña rusa o ser el plato de segunda mesa que dejó Marie. Yo solo quiero una relación normal con alguien que no esté tan jodido como tú o como Mason.
Después de decir todo lo que tenía que decir, Zayn se quedó bastante callado, silencioso. Me daba miedo verlo a los ojos para medir su reacción.
¿Tal vez me pasé de la raya?
—Me duele que no me digas la verdad —hablé cuando noté que el silencio continuaba espesándose entre nosotros—; esto no es acerca de un estúpido tatuaje, Zayn. Esto es porque no estoy segura de si estamos en la misma página, o si voy a soportar tus mentiras por más tiempo. O porque probablemente tu y yo no seamos el uno para el otro.
Después de un minuto entero de contener la respiración, Zayn finalmente habló… o más bien lo escuché tragando saliva.
—¿Quieres terminar conmigo? ¿De nuevo? —Sonaba herido. Cierto, le había dejado de hablar por una semana cuando Marie me había enumerado todos los lugares en los que lo hicieron como conejos. Nunca debí perdonarlo de vuelta; sencillamente tuve que haber acabado con esto de una vez por todas.
Me obligué a decir las siguientes palabras:
—Quiero terminar contigo Zayn. No puedo seguir con esto si tú no estás siendo completamente sincero conmigo… entiende que me vuelve insegura no saber lo que pasa. Te amo pero… —me detuve de hablar. ¿Le había dicho que lo amaba? Mierda. Ahora no iba a lograr sacarlo de mi casa por el resto del día.
—Espera… —dijo con cierta emoción en su voz—, ¿me amas? ¿Me amas pero me vas a dejar?
—Te amo pero creo que sigues siendo esclavo de lo que sientes por Marie. Siento que nunca voy a lograr erradicarla de nuestra relación y de nuestras vidas.
Empecé a dar pasos hacia el interior de la casa pero Zayn me tomó del brazo y me trajo de vuelta a mi lugar.
—Alto ahí, __. Hazme un favor y deja de suponer cosas que no son ciertas más que en tu cabeza. YO NO AMO A MARIE, te dije que hubo un tiempo en que la amé… en pasado. Fue muchísimo antes de saber siquiera que andaba con Eder y que tenía todo un harén de hombres haciendo fila por ella. Yo era demasiado tonto en esa época, un completo asno que se dejó impresionar, nada más. Y sí, fue un cuerpo bonito con el que me acosté; y no te voy a negar que, el hecho de que no tuviéramos un compromiso serio, logró hacer que mi decisión de quedarme con ella fuera fácil. Sencilla. Soy un hombre después de todo. ¿Y el jodido tatuaje? Ese lo hice cuando estaba ebrio, cuando aparecí por primera vez en el departamento de Marie embebido en alcohol y alucinando con hacerle cosas a su prima que no debería estar pensando en hacérselas. Y por si no te queda claro, me estoy refiriendo a ti.
»Como estúpido borracho que estaba, cometí el error de contarle a Marie que me gustaba la forma en la que andabas despreocupada con tu libro en la mano, usando piyamas ridículos, o con esas espantosas pantuflas de conejito que siempre llevabas por las noches. O cuando estabas sencillamente haciendo lo que sea que hacías, como respirar.
»Lo que hizo Marie fue aprovecharse y sugerirme lo del tatuaje para que no la olvidara. ¡Perdona si en ese momento me pareció la cosa más lógica de hacer! ¡Se supone que la amaba y que era mi “novia” y decidí que era buena idea complacerla! Lo sé, soy el idiota más grande que ha pisado este planeta pero los hay peores que yo.
Abrí mi boca para después cerrarla, pero era Zayn quien esta vez no me dejaba hablar.
—¿Qué te estoy escondiendo, __? —continuó diciendo con fervor, con la sangre hirviendo dentro de su piel—. Te he dicho todo lo que hay que decir sobre mí… pero si no es suficiente para ti, entonces… comencemos por el principio —Tomó un largo respiro y empezó a hablar rápido—: Mi nombre completo es Zayn Tadeus Malik, lo sé, es un segundo nombre de mierda pero me lo pusieron en honor a mi tátara abuelo Tadeus algo… tengo un hermano loco con esquizofrenia llamado Aarón y que, en las pocas veces que lo he visto, todavía cree que lo intento envenenar hasta con el maldito vaso de agua. Tengo veintitrés años y me hago cargo de mi abuela, una señora de setenta años de edad con personalidad de diva, también tengo un perro Golden Retriever llamado Carlo que come por ocho personas, una mofeta sin glándulas con el que mi sobrina se encariñó, dicha niña de diez años que amo como si fuera mía. Una niña que tuvo una infancia difícil y que protejo con mi vida para evitar que la gente le haga daño o la miren como si fuera un bicho raro.
»¿Mi dinero? En realidad es el de mis padres, pasó a ser mío cuando murieron. ¿Mi trabajo? Simplemente ayudo a la banda de mi amigo a conseguir un poco de fama porque fui el primero en invertir dinero en ellos antes de que consiguieran un contrato con alguna disquera. Trabajé un tiempo vendiendo autos de lujo en una tienda donde el dueño conocía a mi padre… ¿y por qué pedí trabajo en ese lugar si se supone que yo no necesito el dinero? Simple: porque me enteré que mis padres tenían negocios ilícitos con gente que distribuía droga. Todo el dinero que poseo lo ganaron, o robando, o distribuyendo cocaína. ¿Por qué crees que quiero deshacerme de él tan rápido? ¿Por qué crees que le pagaba grandes sumas a Porky por cosas insignificantes que a la vez me acercaban a ti? Porque intenté donarlo a la caridad o algo por el estilo, pero se sentía incorrecto. Me sentía un completo hijo de puta entregándoles dinero manchado con sangre… Al parecer mi hermano sabía de todo esto pero nadie pudo decirme cuando tenía la edad suficiente como para comprenderlo.
»No duermo pensando en si esa gente que mantenía negocios con mis padres intentará buscarme a mí y a mi familia de nuevo… porque lo hicieron, llegaron mientras mi sobrina estaba en la escuela y me amenazaron para que continuara con el legado de mis padres, no querían perder la zona por la que ellos se mataron tanto trabajando; por eso saqué a Nicole de la escuela y la mandé a ella y a mi abuela a vivir juntas en otro lado. Ahora entiendes por qué soy sobreprotector y reservado con ella… incluso contigo. No provengo de una buena familia con excelentes valores morales como siempre creí que lo hacía.
»Tampoco quiero que te hagan daño. Te lo dije __, siendo el egoísta que soy quise retenerte a mi lado aun sabiendo que podías correr peligro conmigo, siempre supe que lo mejor era no incluirte en mi jodida vida de mierda. Lo siento nena, mi intención jamás fue confundirte… eres libre de irte y zafarte de este asunto sin sentirte culpable. Es más, prometo no enojarme o intentar molerle la cara a golpes a cualquier otro tipo que vea colgando en tu brazo. Anda __, desaparece de mi vida antes que sea demasiado tarde y se te pase la oportunidad.
Me quedé atónita con todo lo que me dijo Zayn.
Parpadeé varias veces intentando retener las lágrimas que se formaban en mis ojos.
¿Qué acababa de suceder?
—¿No crees que ya es demasiado tarde como para no estar involucrada? —fue lo único que mi garganta reseca me permitió decir—, te acabo de decir que te amo… y tú sólo buscas excusas.
—Lo sé. Pero también acabas de abrirme los ojos… ya no puedo vivir en un cuento de hadas contigo. No fue mi intención hacerte daño; quería ocultarte las partes feas de mi vida pero no sabía que eso era lo que más te estaba lastimando. Por favor no me ames más, echo a perder todo lo que está a mi alrededor. Y si no te apartas lo suficiente de mí, entonces prometo que haré hasta lo imposible para que llegues a odiarme y así aprendas a mantener la distancia. Como tú sugeriste: es mejor que nos demos un tiempo libre. No soy alguien con el que te conviene estar. Tenías razón después de todo: tal vez tú y yo no seamos lo que necesita el otro.
Yo continuaba estúpidamente en silencio. Por fin lograba abrirse conmigo y me decía todo esto. No sabía qué pensar.
Tragué el nudo que se formó en mi garganta.
Las lágrimas dejaron el orgullo de lado y corrieron por mi cara con facilidad.
Me dolía todo. Era… demasiado.
Se sentía como si me hubieran arrancado el corazón para después ponerlo en su lugar.
—¡Eres un tonto! —chillé. Corrí lo más cerca de Zayn y comencé a golpearlo en el pecho repetidamente.
—¡Eres un grandísimo idiota! —seguí con los golpes—, me haces sentir confundida un momento y al siguiente me haces sentir como si fuera la peor persona en el mundo.
Él no dijo nada, sólo dejó que lo golpeara en el pecho y que llorara con gruesas y grandes lágrimas.
—Lo siento mucho nena —dijo sobando mi pelo.
Me aparté inmediatamente y lo vi detrás de mis ojos nublados.
—No te creo nada. ¡Seguro estás mintiéndome como siempre lo haces! —tenía que ser eso. Esta vez no caería tan fácil.
—Entonces no me creas —dijo simplemente—. Es mejor de esa forma. Lamento que por mi culpa te sintieras insegura.
—¿Por qué me cuentas esto hasta ahora? —le reclamé histérica.
Ni siquiera podía entender por qué estaba tan furiosa y a la vez llorando. ¿De dónde venía toda esta ira?
—¿Marie sabía esto? ¡Dime! ¿Lo sabía? —continué gritando.
Por el rabillo del ojo noté a Susan tratando de contener a mi padre y regresándolo a la casa. No me importaba si ellos habían escuchado algo de lo que Zayn me dijo.
—Creo que ella logró sacarme información en una de esas tantas veces que me emborraché. Yo jamás le dije nada, te lo juro. Al menos no cuando estaba consciente. Eres la única a la que se lo he contado todo.
—Bien, pues no creo que debas hacer un gran esfuerzo para que te odie, porque desde ya lo estás haciendo. ¡Eres un tonto, un idiota completo! Me caes mal Zayn Malik —grité—, será mejor que no te me acerques de nuevo. ¡Ya no sé qué creer de ti! ¿Es verdad lo que me dices? ¿Es mentira? Pienso que me estoy volviendo loca. Te amo y te odio por ocultarme tantas cosas, por… por… ¡nada de esto tiene sentido!
Zayn agachó la cabeza y evitó el contacto visual conmigo.
—Lo siento —volvió a repetir—, si me hubiera alejado antes no tendrías que estar en este dilema en estos momentos. Pero todo lo que te he dicho es la verdad. Marie me acusó de ser un ladrón porque ella nunca supo de dónde venía mi dinero. Jamás le dije nada y puedes preguntarle lo que quieras, ella solo te va a decir las suposiciones que hacía de mí, y que tú muy fervientemente creías.
Me quedé en silencio nuevamente, procesando la jugosa información que me había dado.
De nuevo me sentía como la mala de la historia.
—¿Me estás dejando porque te dije que quería un tiempo lejos de ti? —pregunté después de unos minutos.
—Te estoy dejando porque te estoy haciendo mucho daño. Intenté retenerte lo más que pude pero al hacerlo solo estaba pensando en mí…
¿Por qué le estaba reclamando esto? Yo era la que quería espacio.
—Ves a lo que me refiero —murmuró él de repente—, solo te estoy causando más dolores de cabeza de los que necesitas. Debí apartarme desde hace tiempo atrás.
—Entonces vete. Vete porque me estoy volviendo loca —sorbí unos cuantos mocos y pasé la palma de mi mano por mis mejillas. Se sentían calientes y me ardían los labios—. Definitivamente no hay forma en que tú y yo podamos funcionar. Nunca. Yo no me merezco esto.
Por un momento nuestros ojos se sostuvieron y me sorprendió ver dolor en los suyos.
—Lamento arruinarte la noche —se limitó a decir.
Comenzó a acercarse a mí para enjugar mis lágrimas, pero yo me aparté de su camino.
—Vete de una buena vez, vete antes de que me hagas más daño —dije amenazadoramente.
Asintió con la cabeza y movió un pie tras otro hasta llegar a su motocicleta estacionada en la acera. Justo cuando estaba por subirse, se volteó una última vez y me sonrió con tristeza.
—Se me olvidaba darte algo —dijo y rebuscó en el bolsillo de su pantalón hasta que sacó una pequeñísima caja de color amarillo—, esto no te lo estoy dando de mi parte. Viene de Nicole; ella quiso que te lo diera porque no aguantaba las ganas de que lo vieras. No te sientas obligada a aparecerte en mi apartamento solo por eso.
Me lo entregó en la mano, envolviendo sus dedos en los míos, dándoles un apretón que envió escalofríos a mi cuerpo entero.
Se apartó rápidamente y se subió a su moto.
—Por cierto… —dijo antes de ponerse en marcha—, el tatuaje con el nombre de Marie lo cubrí con otro. Con un colibrí y con una de esas mierdas tribales que Key me sugirió que hiciera. Cometí una estupidez pero no pienso repetirla de nuevo. Lamento de verdad que todo terminara de esta manera, de haber sabido que te perdería, te hubiera besado con más fuerza esta mañana, habría hecho eterno cada beso.
No pude replicarle con nada porque en eso él aceleró la motocicleta y lo vi perderse en la distancia hasta que se hizo pequeño para mis ojos.
Me sentía entumecida, congelada, dolida y atónita con lo que acababa de suceder. En menos de veinte minutos todo terminó entre Zayn y yo. Me parecía tan extraño, tanto, que costaba creérmelo. Todo sucedió tan rápido.
Repentinamente volví a la vida al sentir la diminuta caja entre mis manos.
La abrí en modo zombi ya que mis dedos seguían congelados, desenvolví una nota que venía pegada en la tapa.
Escrita con un crayón morado, en letra grande y curva se leía “Para las que no aguantamos llegar hasta los veintisiete y esperar a que las mejores cosas ocurran”.
Adjunto venía un collar con el número 27 en color plateado colgando de un pedazo de cinta de cuero negra.
Sonreí mientras dejaba que nuevas lágrimas cayeran por mi rostro.
Esa niña era alguien especial.
Pero era lo mejor, terminar con Zayn era bueno para la salud; no podía seguir pasando por desapercibido esas pequeñas cosas que me indicaron que él no era para mí. Adoraba ser parte de su mundo... Pero tal vez esto sea lo correcto de hacer.
Limpié mi cara de las lágrimas, pero parecía como que nunca pararían de salir.
Y así, llorando, fue como Rita me encontró cuando se aproximaba a la casa. Ella cargaba un bolso abultado en donde seguramente traía su ropa de dormir para esta noche.
Pero de repente mis planes cambiaron, se vinieron abajo.
—¿__? ¿Qué te sucede? —dijo ella apresurándose a caminar a mi lado.
Examinó mi rostro, mis brazos y mi cuerpo entero.
—Estaba pensando en que no me vendría mal que saliéramos después de todo —sugerí con voz rota.
—¿Qué te ocurrió? ¿Te sientes mal? ¿Viste de nuevo Titanic tu sola? Porque si es así te voy a jalar las orejas por no esperarme para una dosis de DiCaprio.
Sonreí sin sentir realmente las ganas de hacerlo, continuaba entumecida y estática.
—Nop. Zayn acaba de marcharse… para siempre. Y duele como nadie tiene idea…
—¿Zayn se marchó? ¿Dónde?
Sollocé y solté un quejido.
—Él y yo terminamos, Rita.
—Oh.
—Sí.
—Supongo que necesitas una distracción urgentemente, ¿no?
—Eso creo...
—Bien, conozco el lugar perfecto para desahogar penas.
Rita me tomó de la mano y me guió sin soltarme ni un segundo durante todo el recorrido hasta llegar a la heladería más cercana.
Ya no podía sentir mis pies, en mi interior todo era helado y frío, oscuro y vacío.
Las lágrimas se detuvieron momentáneamente, mi mente estaba en blanco. Me sentía sobrecargada por tantas cosas; había mucho que quería preguntarle a Zayn pero él se había ido, dejándome sola como se lo pedí.
—¿Vas a contarme qué sucedió o tengo que adivinar? —preguntó Rita una vez que tomamos asiento en las butacas más cercanas a la puerta.
Me obligué a tragar saliva y a despegar la vista del papel tapiz con colores brillantes que ocupaba toda una pared del local.
—Yo... —me relamí los labios para hablar pero parecían estar sellados por completo.
Aclaré mi garganta y parpadeé varias veces para tratar de enfocar la vista. Mis esfuerzos parecían inútiles.
—De acuerdo —dijo Rita en un suspiro—, puedes contármelo luego. ¿Quieres un helado? Eso siempre funciona con los corazones rotos. ¿Qué tal uno de pistacho? ¿O quieres menta con chocolate?
En medio de la gruesa capa de neblina que me envolvía, logré darle a Rita un ceño fruncido.
—¿Menta con chocolate? —dije en un susurro—, solo a ti puede gustarte algo que sabe más a pasta de dientes que a un decente sabor de helado.
—Bien, para ti será el de pistacho entonces. Solo por hoy voy a permitir que insultes al chocolate con menta y lo compares con dentífrico.
Se levantó para pedir nuestras órdenes mientras yo repasaba toda la conversación con Zayn una vez más.
“Si no te apartas lo suficiente de mí, entonces prometo que haré hasta lo imposible para que llegues a odiarme y así aprendas a mantener la distancia.”
¿De verdad iba a hacer que lo odiara?
¿Y qué hay del negocio que mantenían sus padres? No podía creer que él estuviera pasando por eso sin decirme nada.
Me sentía tan patética en estos momentos; lo que más quería hacer era consolarlo y abrazarlo. ¿Estaba mal que quisiera eso?
Repentinamente mis ojos comenzaron a nublarse y se dilataron mis pupilas.
Una lágrima salió disparada sin que yo se lo permitiera; me sentía enferma de solo pensar en todo lo que Zayn me había dicho.
Antes de que más lágrimas salieran, me levanté de mi asiento y corrí directo al baño.
Aproveché que estaba vacío y sollocé con fuerza, apoyándome en el lavamanos mientras me doblaba y lloraba sin pudor; terminé encerrándome en un cubículo y sentándome en la tapadera del retrete. Subí las piernas hasta que mis rodillas alcanzaron mi mentón, y comencé a llorar horriblemente.
Cuando escuchaba que alguien abría la puerta del baño, me obligaba a callarme y a morderme el brazo para que mis sollozos no pudieran oírse por todo el interior.
Me sentía estúpida. ¡Yo había querido terminar con él primero!
Nada de esto tenía sentido. Nada.
¿Era mi destruido orgullo el que lloraba o era mi corazón?
Pero de todas formas no importó, lloré hasta que mis hombros comenzaron a sacudirse violentamente y por mi nariz salía líquido; por más que intentaba morder mi brazo con fuerza para ocultar el hecho de que lloraba peor que una bebé, se volvía una tarea imposible cuando recordaba la mirada de dolor en los ojos de Zayn.
—Este no es el fin del mundo, __. Te vas a recuperar —me dije a mi misma, pero mientras más lo pensaba, más ganas de llorar tenía.
¿En serio era tan patética por llorar sobre una relación que el único futuro que tenía era uno destructivo?
Sorbí mocos hasta que me creí lo suficientemente fuerte como para dejar de llorar, pero cuando accidentalmente llevé mi mano hacia mi cuello, y sentí el collar que Nicole me había regalado… bueno, fue como abrir un jodido dique que inundó todo mi sistema. Volví a llorar incontrolablemente de nuevo.
Afuera, la puerta se abrió una vez más y escuché a Rita llamándome y chequeando los cubículos uno por uno hasta dar con el mío.
—¿__? Por favor no te encierres —suplicó, podía escuchar la preocupación en su voz.
No pude responderle. En su lugar me eché a llorar tratando de ser silenciosa y fallando con éxito.
—¿__? Ábreme la puerta, no te encierres —volvió a llamar Rita.
En un intento por lucir menos patética pasé la manga de mi camiseta por mis húmedas mejillas.
Le abrí a Rita y, en vez de salir, dejé que ella entrara y cerrara la puerta del cubículo.
Apenas y había espacio para ambas pero le hice sitio en la tapadera del retrete para que se sentara y ocupara la mitad.
Ella cargaba dos copas de helado, ambas de color verdoso.
Me pasó la que tenía en su izquierda y me dio un medio abrazo mientras me la entregaba.
—Come el helado, te hará sentir mejor —susurró.
Negué con la cabeza, no quería comer nada.
—No entiendes —fue lo único que pude decirle, ella esperó pacientemente mientras yo terminaba la frase—, ya estoy lo suficientemente helada por dentro como para el resto de mi vida.
Se me quebró la voz al final y sollocé de nuevo.
Rita llevó mi cabeza hacia su hombro y me dio suaves palmaditas en la espalda.
Eventualmente tendría que contarle todo, pero justo ahora solo quería sentirme rota y llorar.
—Deja de torturarte pensando en lo que pasó o no pasó… o pudo haber pasado. Piensa en otra cosa —me sugirió ella mientras se llevaba una cucharada de helado a la boca— ¿Qué te parece si te distraigo con algo vergonzoso que ocurrió el otro día?
Yo asentí vagamente con la cabeza.
Ella comenzó a hablar pero sentía mis oídos tapados, no escuchaba ni una sola palabra de lo que decía.
—__… ¡No me estás escuchando! —me regañó—, concéntrate. Escúchame por un momento, deja de pensar en lo que te está atormentando. ¿Sí? Te hará bien.
Asentí con la cabeza.
—De acuerdo —dije en un susurro.
—Bien. Hace un par de meses fui a una de esas citas relámpago que te arreglan por internet —comenzó a contar—, y terminé en un restaurante, a punto de entrevistarme con más de diez chicos por dos exactos minutos cada uno. Pero como no quería que supieran mi nombre real me inventé uno…
Cuando se detuvo de contar la historia, me aparté de su hombro y la miré fijamente para que continuara. Al menos su plan estaba funcionando y por un minuto entero dejé de pensar en Zayn.
—El nombre que me puse fue Andrea Cipriano —dijo ella haciendo un puchero.
—¿Cipriano como Patch? —pregunté con una mueca similar a una sonrisa.
Ella asintió con la cabeza.
—Ya sabes que soy miembro honorario del foro “Violemos a Patch”. En ese momento me pareció una idea genial y divertida… y nadie parecía darse cuenta de que mi apellido era en honor a un personaje ficticio de un libro. Hasta que uno lo notó… tú lo conoces como Key, él se presentó conmigo como Heraldo. ¿Puedes creer ese nombre? Y eso que es su nombre real… hasta yo me lo cambiaría por uno más genial.
Parpadeé varias veces hasta llegar a dedicarle a Rita una sonrisa verdadera.
—Bueno, como sea —continuó—, él y yo nos llevamos muy bien, conectamos rápido e incluso ocupó un par de minutos extra que a ningún otro chico de las citas le había dado. Salimos esa misma noche pero como llovió, y yo fui la ridícula que no llevó un paraguas, terminé cayéndome en el lodo y se me rompió el pantalón. Key me prestó su camiseta para que me tapara.
—Eso suena romántico —admití. Pensé en mis propios momentos románticos con Zayn, supongo que ya nunca los volvería a repetir más que en mi memoria.
—Espera allí, se pone mejor: él me llevó a su casa (que en realidad es todo un complejo como de diez mil varas cuadradas) para que nos secáramos y para que pudiera prestarme más ropa. ¿Y a que no adivinas qué? ¡Él iba a besarme! Pero su madre entró justo en ese momento a su habitación y nos encontró en poca ropa y a punto de salivar en la boca del otro.
—¿Qué?
—Sip, le caí mal instantáneamente a la mujer. Desde ese día no volví a verlo, hasta que apareció con Zayn la misma noche que te emborrachaste y vomitaste por todos lados. Oh, pero tenías que haber visto la mirada de preocupación de Zayn. Llegó desesperado, empujando puertas y rebuscando en las habitaciones hasta que dio contigo en el baño… ¿y cuando te cargó? fue… fue tan íntimo y real que tuve que mirar para otro lado.
Los ojos se me nublaron de nuevo; agaché la vista hacia mi copa de helado y la revolví con la cuchara.
—Ay, perdón. Lo siento. Había olvidado que te debía distraer de pensar en Zayn, no contribuir con el dolor. Lo siento.
—¿Entonces son novios? ¿Tú y Key son novios? —pregunté para cambiar de tema.
—Bueno… sí. Algo así. ¿Logré distraerte? —Noté que ella no había querido entrar en detalles, así que no la presioné con el tema y sólo asentí con la cabeza.
—Bien, vamos a terminar estos helados en otro lugar que no sea el baño de mujeres, por favor. Creo que es hasta insalubre.
Con eso se puso de pie y abrió la puerta para que saliéramos.
—Pensé que me llevarías a un bar para emborracharme, no a una heladería —dije mientras aprovechaba a ver mi cara en el espejo y comprobar que me miraba completamente desastrosa. Tenía los labios y los párpados hinchados. Mis mejillas estaban rojas y mi nariz lucía fosforescente.
—No, no, no. Nada de bares para ti. Desde que me sacaste el susto de mi vida aquella noche cuando me dijiste que estabas embarazada… mejor dejamos el alcohol de lado.
Sonreí y a la vez hice una mueca. Una vez más el mismo recuerdo para torturarme pensando en Zayn, iba a tener muchos de esos momentos agridulces clavados en mi cabeza.
Traté de limpiar mi cara lo mejor que pude y finalmente terminé mi helado de pistacho sin derramar una sola lágrima más. Era bueno tener a Rita a mi lado para afrontar la situación.
Ella era buena compañía, me distrajo toda la noche para que mi mente masoquista dejara el tema de Zayn a un lado.
Vimos películas, aunque no recordaba de qué trataban; mis pensamientos estaban a kilómetros de distancia, en un lugar donde no existía el tiempo y el espacio; un lugar en donde me ahogaba y lo único que podía escuchar era:
De haber sabido que te perdería, te hubiera besado con más fuerza esta mañana, habría hecho eterno cada beso.
No dejaba de rememorar esa frase en específico, más porque yo hubiera hecho exactamente lo mismo.
Me encontraba ya en mi pijama, recostada boca arriba en la cama, viendo hacia la nada en la oscuridad. Lo único que podía escuchar eran los suaves ronquidos de Rita, y un poco de la mezcla musical que provenía de su iPod.
La música de Adele no era precisamente de mucha ayuda con mi crisis de depresión; lágrimas continuaban saliendo de mis ojos... Solo deseaba que se apagaran pronto. Que todo se apagara lo más rápido posible para poder dejar de sentir lo que estaba sintiendo.
Esa noche apenas dormí, y las próximas cinco noches que le siguieron a esa tampoco fueron sencillas. Pero iba a superarlo, tenía que hacerlo.
A la larga iba a terminar haciéndome más daño si continuaba mi relación con Zayn.
Tenía que aprender a ser la que una vez fui sin él.
Todo estaría bien... o al menos eso esperaba.
______________________________________________
En los siguientes días Adele y yo nos habíamos vuelto íntimas amigas; siempre en la mañana me ponía mis audífonos, y mientras caminaba hacia la librería, escuchaba algunas de sus canciones. Ni siquiera escuchaba las letras, sus tristes melodías se iban directo a donde más me dolía.
Tenía la teoría de que, si podía volverme inmune a ella, lograría volverme inmune ante cualquier canción con un ritmo suave y que hablara de amor.
Todavía me sentía adolorida, especialmente cuando Mindy o Shio me pasaban interrogando por el hermoso "trasero de un millón de dólares" como ellas habían nombrado a Zayn; finalmente en el séptimo día sin saber nada de él, me hallé con el valor suficiente como para anunciarles que mi novio había dejado de serlo por problemas de coexistencia.
Ellas abandonaron el tema inmediatamente.
Hasta mamá dejó de llamarme y de tratar de arreglarme citas con los hijos de sus clientes; pasarían meses antes de que volviera a interesarme en alguien. Era mejor no enamorarse, se sufría menos.
En la librería, hacía todo de forma monótona. Sonreía falsamente y fingía que era la persona más normal en este mundo; comía poco o nada, me sentía como la mierda.
Pensaba que sería otro día como cualquier otro, el décimo sin ver o saber absolutamente nada de Zayn, hasta que una particular visita interrumpió una tarde en el local.
Llevaba minifalda roja y botas de tacón que le llegaban al muslo. Su rizado cabello naranja estaba suelto y lucía salvaje.
No fui la única en notar su presencia, algunos de los clientes no disimularon al babear sobre su trasero y sobre su pronunciada blusa escotada. Detrás de ella venía Eder, usando sus camisetas tipo Polo, y sus pantalones color caqui.
Marie comenzó a buscar a alguien o algo entre las estanterías, y parte de mí ya se imaginaba a quién estaba tratando de encontrar.
—¿Puedes creer esto? Otro chico lindo entró en la librería —dijo Shio en mi oído, señalando a Eder con un dedo—, no hay muchos de esos por aquí. Por lo general o son chicas las que vienen, o señores casados con más de tres hijos. Tenemos suerte. Rápido, que Mindy no lo vea.
—Él es gay —le confesé a Shio.
—No, no creo. Al menos no lo parece.
—Él es gay —volví a repetir.
Esta vez Shio me tomó del brazo y me sacudió con fuerza.
—¿Estás bromeando? ¿Lo sabes o solo lo estás suponiendo?
Suspiré.
—Lo sé. Lo conozco.
—No, no, no, no. Me va a dar algo… ¡estás mintiendo!
Negué con la cabeza.
—Él mismo me lo dijo —hace mucho tiempo atrás él se había querido sincerar conmigo y me invitó a un restaurante elegante y poco conocido para decirme la verdad. Marie aún no lo sabía, Eder sólo quería consultarme en qué manera podría darle la noticia a ella sin que le fuera a dar un ataque. Entonces yo rebelé el secreto que Marie le había estado ocultando durante mucho tiempo y le conté a Eder sobre la relación que ella mantenía con Zayn.
Al día siguiente la encontré succionando chocolate del cuello de Marcus, el otro miembro del harén de Marie.
Pensé que después de eso Eder la dejaría pero de igual forma él siempre continuó llegando al departamento, incluso cuando noches atrás había encontrado a Marcus escondido debajo de la mesa del comedor y fingió no haberlo visto.
Creo que Marie era una buena fachada para que sus padres no sospecharan acerca de sus gustos.
—No puedo creerlo —protestó Shio— pero tienes razón, las señales son claras, ningún chico podría combinar así de bien toda su ropa. A este paso me voy a quedar soltera para toda la vida.
Ella hizo un puchero adorable y continuó circulando entre los clientes.
Observé a Marie un rato más, esperando que no se fijara en mí y que no viniera a hacer un escándalo; el lugar no estaba muy lleno ya que a esta hora de la tarde ralentizaban las ventas.
Marie me vio finalmente y esbozó una sonrisa que lo único que podía significar era problemas.
No había vuelto a hablar con ella desde que me fui del departamento, y ni tenía pensado hablarle de aquí hasta Diciembre del año 2400.
—¡__! —saludó ella.
Fruncí el ceño. Hasta su voz me sonaba hipócrita.
—La tía Cecile le dijo a mi mamá que trabajabas aquí, no estaba segura —siguió diciendo—. Debe ser aburrido para ti, pobre. Lamento que perdieras tu otro empleo, pero bueno, así es la vida.
Me crucé de brazos y desvié la vista hacia la estantería de novelas clásicas.
Eder, quien aún no había hablado nada, me saludó con un gesto de mano y me sonrió con nerviosismo.
—¿Necesitas algo? —le pregunté a ella en tono monótono.
—¿No me vas a preguntar cómo estoy? ¿Qué ha sido de mi vida sin vivir contigo?
—Marie, deja las ridiculeces. ¿Destruyes mis cosas, haces que me despidan del trabajo y aun así crees que te preguntaré sobre cómo va todo en tu vida?
Resoplé.
Ella sonrió, divertida por mi comentario.
—Bien. Directo al grano entonces —ella metió la mano en su bolso de diseñador, y por un momento pensé que buscaría la revancha por todo lo que pasó con la pistola de burbujas y me apuntaría con una pistola real. Pero lo que sacó de su bolso fue una tarjeta blanca de tamaño mediano y me la entregó.
La tomé y la observé por un rato, dubitativa sobre qué hacer con esto.
Ella rodó los ojos y me explicó:
—Mi cumpleaños es la próxima semana, ¿recuerdas? Justo un mes antes que el tuyo. Este año decidí adelantarlo y hacer todo un evento especial. La temática será blanco y negro; los invitados tienen que usar solo ropa blanca o negra.
Wow, sí, Marie era toda una mente inteligente. ¡Que se la lleven los rusos por favor!
—¿Para qué me estás dando esto? —Si tendría que enumerar las razones de por qué no debería asistir a esa fiesta, no terminaría ni en mil años.
—Porque quiero que vayas, por eso. Ah, y casi lo olvido —rebuscó de nuevo en su bolso. Ésta vez seguro que era el arma—, traje una para tu novio. Zayn.
Se me agitó el corazón de solo escuchar de nuevo su nombre.
No tomé la invitación y desvié la vista.
—¿Se la darías por mí? ¿Por qué no la tomas? —preguntó, su voz parecía sonar cada vez más maliciosa.
—Me temo que no seré capaz de ver a Zayn justo ahora —me obligué a decir.
—Oh, supongo que los rumores son ciertos.
Clavé mis ojos en los suyos y me pregunté cómo rayos se había enterado.
—¿Qué es lo que sabes? —dije cautelosamente.
Ella se acercó un poco más a mí, susurrando su respuesta en mi oído.
—No es necesario que lo sepa. Sólo mirarte me lo dice todo: tienes ojeras asquerosas, el rostro sucio y los ojos tan hinchados que es obvio, para cualquiera, saber que has estado llorando. Te lo dije —susurró aun más suave—, Zayn no es la clase de hombre para ti. Apuesto a que ni siquiera perdiste la virginidad con él. O con algún otro… todo tu cuerpo grita FRACASADA.
Marie puso algo de distancia y luego volvió a recomponer esa sonrisa fingida que tanto se le daba bien.
—Ya que tú no puedes dársela, entonces yo se la daré —me guiñó un ojo—. No te preocupes, le diré que estás muy bien y que ya tienes a otro.
Respiré hondo unas tres veces pero eso no parecía ser lo suficiente como para quitar los pensamientos homicidas que tenía sobre ella.
—¿Todo bien aquí? —dijo Laura repentinamente apareciendo frente a nosotras.
—Perfecto —respondió Marie—. Supongo que te veré en mi fiesta. Es el sábado, si no encuentras qué ponerte puedo prestarte algo de mi ropa… creo que lo necesitas.
Se despidió de manera alegre y salió muy de prisa por la puerta.
Estúpida Marie.
¿Qué le había hecho yo para que me odiara tanto?
—__, querida, recuerda que estás en horas laborales. No se aceptan visitas sociales en la librería —me recordó Laura.
Asentí con la cabeza y murmuré una disculpa. Laura desapareció, siguiendo a Mindy para regañarla por el mal uso del uniforme de trabajo.
Me quedé parada, con la invitación de la fiesta de Marie en mano.
Al menos ella haría algo que yo moría de ganas por hacer desde hace mucho: iba a ver a Zayn.
¿Y si yo hablaba con él? ¿Qué de malo podría pasar?
¿Y si me corría de su departamento? No, se supone que él me amab… bueno, nunca dijo que me amaba, pero al menos supongo que me quería. Él sería incapaz de botarme de su departamento solo porque estuviera enojado conmigo ¿verdad?
De repente me entró la urgencia de verlo. Marie era capaz de inventarle demasiadas cosas si tenía la oportunidad.
Sí, hoy trataría de hablar con él.
Cueste lo que cueste.
cipriano.
Re: Prohibido enamorarse de Zayn Malik {Zayn&Tu}
Odio a Marie! Que se la trague la tierra por Deus! Siguela cuando puedas linda!
mayte/
Re: Prohibido enamorarse de Zayn Malik {Zayn&Tu}
YO NO QUERIA QUE TERMINARAN! :((((
SIGUELAAA
SIGUELAAA
valeriekehrhahn03
Re: Prohibido enamorarse de Zayn Malik {Zayn&Tu}
debo decir qe esta novela tiene un capitulo mejor al anterior!!!!!
con este me mataste!!!!
quiero mas!!!! continua pliiiiiiiiiiiiiisssssssssss!!!!!!!!!!!!!
:bye: :bye: :bye:
Isabela85
Re: Prohibido enamorarse de Zayn Malik {Zayn&Tu}
Lamento mucho tu ruptura ! El cap estuvo muy bueno,Seguila !
Cold
Re: Prohibido enamorarse de Zayn Malik {Zayn&Tu}
22° Capítulo
Gente con colas.Yo era una gallina.
Una cobarde, inútil y tonta gallina que tenía más de una hora sentada en las afueras del edificio en el que vivía Zayn, esperándolo como una de esas locas acosadoras que esperan a Justin Bieber fuera de la habitación de su hotel sólo para tener la oportunidad de verlo en ropa interior y soñar con ser la próxima madre de sus hijos.
No dejaba de torturarme con Zayn, con la vista que tendría de su espectacular cuerpo y que probablemente él ni siquiera se miraría así de mal como me veía yo, porque, vaya que yo tenía un aspecto de haber sido masticada, digerida y escupida por un lagarto.
¡Aaggh!
Con cada segundo que pasaba, más se acobardaban mis ideas y parecía inútil mi plan de hablar con él. Había decidido no subir a buscarlo a su apartamento porque eso, ciertamente, me haría lucir como una desesperada; además me sentía tonta ya que era yo la que corría detrás de él en vez de ser al revés. Me desilusionó saber lo rápido que me había dejado marchar de su vida. Ni siquiera peleó por mí… por nosotros.
Definitivamente este era un mal plan.
Por quinta vez esta noche, me puse de pie y comencé a bajar las pocas gradas que me llevarían hacia la acera y después directo a la parada de buses más cercana para largarme a casa y continuar con la tortura desde la comodidad de mi dormitorio.
Estaba a punto de ponerme los audífonos y apagar a todo el mundo con un poco de Adele, cuando, una mano se posó en mi hombro y me obligó a darme la vuelta.
Era la abuela de Zayn.
—¡Hola ahí! —dijo con voz eufórica. Me envolvió en un abrazo y me dio suaves y calmantes palmaditas en la espalda—. No sabía que vendrías hoy.
—Fue algo espontáneo —logré decir en medio del apretado abrazo.
Pude ver a Nicole justo por detrás de nosotras, sosteniendo un bolso morado. La niña sonrió enormemente al verme.
No esperaba encontrarme a ninguna de las dos esta noche, fue toda una sorpresa.
Una vez que su abuela deshizo el abrazo, la pequeña corrió para ocupar su lugar.
—¿Recibiste mi regalo? —preguntó inquieta, saltando de arriba abajo.
—Sí, lo recibí —le dije, dándole una de las pocas sonrisas verdaderas que había dado esta semana—. Aquí...
Le mostré el número veintisiete que colgaba de mi cuello.
Sus ojos se agrandaron y comenzó a dar saltitos rápidos.
—¡Lo tienes puesto! —chilló— ¡Yo también!
Ella me mostró un brazalete hecho con la misma cinta de cuero que mi collar, y con el mismo número colgando orgullosamente.
—¿Vienes a ver al tío Zayn? —preguntó la niña.
—¡Nicole! ¿Qué te he dicho sobre tus preguntas indiscretas? —la regañó su abuela—. Entonces… ¿vienes a ver a mi nieto?
—Yo… yo no…
—Tal vez __ pueda curar al tío Zayn —interrumpió Nicole—. __, él está enfermo. Creo que le duele el corazón... ¡Ya no quiere cantar conmigo las canciones de Selena Gómez! Está grave, ¿sabes quién lo rompió?
Hice una mueca y me agaché para estar a su altura, llevé mi mano a su cabello marrón claro y acaricié su frente, deteniéndome brevemente en las cicatrices de su rostro.
No entendía cómo alguien pudo haberla lastimado de esa manera.
—¿Por qué piensas que está roto? —pregunté.
Ella tardó en dar su respuesta hasta que finalmente habló y dijo:
—Pues porque ya no es el mismo de siempre. Cuando uno de mis juguetes se rompe, deja de hacer lo que normalmente hacía; y el tío Zayn actúa de esa forma: como un juguete roto —se calló y miró disimuladamente hacia su abuela, la niña me susurró lo siguiente—, o cuando boté accidentalmente el celular de Nanny al agua y la pantalla se puso negra y nadie pudo encenderlo de nuevo. Parece que el tío Zayn está en modalidad apagada, ¿crees que tenga reparo? Porque el celular no lo tuvo.
Mis ojos se nublaron un poco y miré en otra dirección; tragué saliva y humedecí mis labios para responderle pero no sabía qué decir.
—Ya basta con el interrogatorio, deja a __ en paz —intervino su abuela, salvándome de tener que responder a eso. Ella tomó a Nicole del brazo—. __, ¿quieres entrar al departamento? Pediremos pizza y veremos películas de mi época.
—Osea, películas aburridas en blanco y negro —bufó la niña para que sólo yo la escuchara.
—Oí eso, jovencita. Esta noche no hay postre para ti…
—Pero __ me va a dar del suyo, ¿verdad?
—Ah… pues… —yo estaba balbuceando por completo—. Yo… yo estaba a punto de irme; no creo que pueda…
—¿Te vas? —interrumpió Nicole— ¿Por qué? Tienes que quedarte y ver el álbum de mariposas que hice ayer.
—Es que yo…
—¡Tonterías! —dijo su abuela y me tomó del brazo. Comenzó a caminar conmigo y con la niña hasta detenerse en la puerta de entrada del edificio.
Instantáneamente me empezaron a sudar las manos. ¡Iba a ver a Zayn!
—De verdad, no creo que sea una buena idea… —continué diciendo pero ella me silenció con la mirada. Me callé.
—¿Entonces mi nieto y tú no han solucionado las cosas? —preguntó—. Puedo decir que ambos lucen destruidos, aunque Zayn no me quiso decir qué era lo que le había pasado.
—No… yo… —un frío invisible se coló por mis huesos, haciendo que frotara mis brazos sin parar—. La verdad es que no he hablado con él desde hace un tiempo. Creí que hoy sería el día pero aun no estoy lista para hacerlo.
Ella me tomó de los hombros y caminó conmigo hasta el interior del edificio.
Nicole se nos adelantó y corrió hacia el elevador, presionando el botón de llamada unas tres veces.
—Me parece que ambos deberían hablar. Ya son bastante mayorcitos para resolver las cosas como dos adultos responsables. Ven, entra para que veas cómo babea mi nieto al verte.
Me guiñó un ojo y me dio una sonrisa simpática.
Le sonreí de regreso.
Decir que estaba nerviosa era decir poco, tenía el estómago revuelto y la bilis subía y bajaba por mi garganta.
—No estés nerviosa —me susurró ella mientras íbamos en el elevador—. Y dime, ¿has visto alguna película de Cary Grant? Oh, lo vas a amar…
El ascensor se detuvo en el sexto piso y sus puertas se abrieron con un sonido agudo; me costaba tragar saliva a medida que caminábamos hacia el departamento, y pensaba que en cualquier momento me iba a desmayar y haría de mí una completa vergüenza andante.
—¿Entonces el tío Zayn y tú están peleados? —preguntó Nicole— ¿Por qué no hacen las paces? En Gossip Girl, la gente tiene una forma divertida de reconciliarse… creo que se duchan hasta que se les pasa el enojo.
—¿Se duchan? —pregunté. ¿Gossip Girl?
—Sí, eso pienso. Se mira cómo comienzan a quitarse la ropa y cae al suelo… hasta que la bisabuela cambia de canal y pone Bob Esponja. Nunca he podido ver en qué termina un solo capítulo de la serie; aunque yo creo que se besan como por… ¡diez minutos enteros!
Intenté no reírme.
Su abuela hizo un gesto de falsa indignación.
—¡No puedo creer lo que estás diciendo, Nicole! Nada de postre en una semana.
—¡No es justo! Sabes cuánto amo el dulce…
—Y es por eso que tienes los dientes picados y eres la piraña de la familia.
De repente, estábamos frente a la puerta de Zayn, a sólo unos metros de distancia.
Los sonidos a mi alrededor se enmudecieron, y mis ojos comenzaron a verlo todo de manera borrosa. De nuevo la gallina en mí tomó el control y balbuceó:
—En serio tengo que irme… tal vez venga después…
—Cariño, respira hondo. Parece que te fuera a dar un ataque de pánico.
—No, yo no me siento preparada aún para… —la puerta se abrió de repente y mi corazón se detuvo por un segundo.
Era él. Zayn.
Quería derretirme y fundirme con el suelo. No quería que me viera y supiera lo débil que había sido al venir a buscarlo, esto me hacía el doble de tonta que creí que era.
—¡Zayn! Vinimos a hacerte una visita sorpresa. ¿Estás ocupado? —preguntó su abuela viendo incómodamente en dirección al departamento.
—Pasa —dijo él simplemente.
Por un momento pensé que no me había notado allí, parada como una imbécil, con las palmas de mis manos sudadas, y con la repentina urgencia de ir al baño. Pero no tuve tanta suerte de pasar desapercibida, sus ojos mieles fueron a dar directo a los míos. Mientras dejaba a su abuela entrar y ésta la saludaba con un beso en la mejilla, jamás apartó su mirada de mí.
Me quedé congelada y asustada por lo que fuera a decir.
¿Y si me corría de su departamento, frente a su abuela? ¿Qué si decía que yo debería largarme y que iba a poner una orden de restricción contra mí?
Negué con la cabeza, estaba siendo paranoica.
Nicole corrió a abrazarlo.
—¡Tío Zayn! Mira a quién encontramos allá afuera —la niña me señaló. Mis mejillas comenzaron a arder—. La invitamos a comer pizza con nosotros, ¿no estás feliz?
—Mjmm —fue su única respuesta ante el asunto—. Ve con la abuela a pedir la comida.
Le revolvió un poco el cabello, y Nicole se fue en cuestión de segundos.
Solo quedábamos él y yo.
Enfoqué la vista en mis zapatos, esta era definitivamente una mala idea, Zayn no se miraba feliz de verme.
—__ —dijo mi nombre como si le costara pronunciarlo.
Despegué mis ojos del suelo y me concentré en no dirigir mis dedos a su rostro, tenía una ligera capa de barba que lo hacía lucir exótico. Vestía una camisa sencilla y pantalones de tela cómoda.
Abrí la boca para decir algo pero me silencié automáticamente cuando, por el rabillo del ojo, vi a una chica moviéndose con elegancia dentro del departamento.
—Creo que no debí venir —dije sintiéndome no bienvenida y extremadamente incómoda.
—Estoy de acuerdo con eso —dijo herméticamente. Se cruzó de brazos y me bloqueó el paso de la puerta.
El corazón se me encogía lentamente. Dolía.
Esta fue una estúpida idea, de todas formas, si alguno de los dos iba a dar el primer paso, ese tenía que ser él, no yo.
Y era más que obvio que por el momento estaba ocupado con, nada más y nada menos que Elena.
Ella salió disparada hacia la puerta, encarando a Zayn y dirigiéndome apenas una mirada de lástima.
—¿Quién es esa gente que acaba de entrar? —exigió molesta.
—Nadie que te importe —le respondió él.
—¿Y esa niña de ahí? Me sacó el susto de mi vida. ¿Le viste la cara? No es alguien a quien quiera encontrarme en la oscuridad de la noche. Debería usar una máscara, seguro que vino con ella —me miró de frente y podía sentir los dardos que mentalmente lanzaba a mi cabeza—. ¿Qué clase de fenómeno trajiste? ¿Qué haces aquí? Tengo entendido que formas parte de las sobras de Zayn. ¿No te da pena venir a buscarlo? Igual a esa estúpida pelirroja que vino esta tarde...
Estaba congelada, aturdida por todo lo que había soltado Elena. No sólo me enojó lo que dijo sobre mí, sino lo que dijo sobre Nicole.
—¡Eres una hija de p...! —estuve a punto de agarrar del cuello y estrangularla, pero Zayn se me adelantó y en un momento estuvo sobre ella, tomándola de los hombros y sosteniéndola contra el marco de la puerta.
—Ni siquiera te atrevas a decir una sola palabra más —siseó—. Esa niña que viste es mi sobrina, no te quiero ver a ti, o a tu lengua venenosa, ni siquiera a dos centímetros de distancia de ella, ¿entendiste? Y no vuelvas a aparecer en mi departamento otra vez, no quiero que digas quién puede o no puede entrar. La próxima vez, si tienes jodidas quejas sobre tu estúpida posición en la banda, habla con Key, yo ya no tengo ningún asunto que tratar contigo.
La soltó y ella se frotó los hombros.
Jamás había visto a Zayn tan enojado. Hasta yo le tendría miedo, pero Elena se lo tenía bien merecido.
Arpía.
—¿Es... es tu sobrina? —balbuceó ella con temor—. No lo sabía, tampoco tienes que tratarme así; no puedes ser tan grosero con una de las tantas chicas con la que follaste.
Sentí como si una piedra enorme me hubiera golpeado directamente en el pecho.
Mis manos instantáneamente formaron puños apretados.
—Elena, lárgate —dijo Zayn, la tomó del brazo y la sacó a trompicones del departamento—. Tengo mejores cosas que hacer que perder el tiempo contigo.
Ella tropezó conmigo, golpeando a propósito mi hombro.
—Y es así como vas a terminar en la vida de Zayn Malik —me dijo ella—. Primero comienzas a buscarlo como una drogadicta que necesita sus drogas, y luego él te patea fuera de su departamento.
—¡Lárgate, Elena! —gritó esta vez—. Estás agotando mi paciencia.
Ella desencajó su mandíbula y se arregló el cabello antes de darse la vuelta y marcharse.
Mis ojos instantáneamente buscaron los de Zayn y nos miramos fijamente por unos cuantos segundos, minutos, horas; no sabría decirlo con exactitud.
—¿A qué viniste, __? —preguntó por fin.
Me relamí los labios e intenté formar palabras coherentes.
—Vine para que hablemos. Creo que me apresuré a...
—¿A qué? ¿A juzgarme? —suspiró, irritado. Se pasó una mano por el rostro—. Vi la mirada en tus ojos cuando apareció Elena. ¿De verdad me crees capaz de ser tan idiota y correr a los brazos de la primera mujer que se me ponga en frente? O peor aún, ¿en los brazos de Elena?
—Cuando terminaste con Marie esperaste apenas un par de días para salir con alguien más. Perdona si me he dejado llevar por la lógica y asumir que volverías a hacer lo mismo cuando me dejaras.
—Yo no te dejé. Ambos estuvimos de acuerdo en acabar con lo que sea que teníamos. Era lo mejor para ti; jamás hubiera funcionado esto entre nosotros, de todas formas, tú nunca confiarías lo suficiente en mí. Mi palabra ya no vale nada para ti. Solo admitámoslo: es mejor dejar las cosas así. No quiero seguir haciéndote daño. Y para tu información, no he estado con otra mujer, así que quita esa cara de venado atropellado porque, a diferencia de lo que creas de mí, no me acuesto con lo primero que me guiñe el ojo y tenga puesto una falda.
—Eres un tonto —dije furiosa—. Un idiota, un bastardo degenerado...
Rápidamente me tomó del brazo y me empujó cerca de su cuerpo. Me costó un momento recuperarme de la sorpresa.
—¿Has estado llorando, __? —pasó un dedo por debajo de mis ojos, sentí mi rostro arder en llamas— ¿Has comido algo? —esta vez sus manos se fueron directo a mi cintura y comenzaron a subir y bajar haciéndome difícil el simple trabajo de respirar—, te sientes más delgada.
Me ruboricé por completo. Claro que no había comido mucho los primeros días pero me avergonzaba decir que últimamente hasta estaba comiendo de más. Principalmente helado y comida china. Las costillitas agridulces eran mi parte favorita, y el pollo... Oh Dios mío, el pollo era simplemente espectacular para olvidar. Esas deliciosas partes jugosas y bien sazonadas... Retiré con un golpe las manos de Zayn que aún seguían en mi cuerpo, y me aparté unos buenos centímetros de él. Este no era momento para pensar en comida, o para dejarme aturdir por las hormonas que me hacían actuar como Bambi.
—No tienes que preocuparte por mí —respondí de mala gana—, solo déjame estar con tu sobrina esta noche y prometo no volver a molestarte jamás.
—Bien —estuvo de acuerdo—. Recuerda mantener tu palabra.
—Lo haré.
Antes de que se hiciera a un lado, y me dejara pasar, me tomó de la cintura abruptamente. Llevó una de sus manos detrás de mi nuca y pronto sus labios estuvieron sobre los míos. Poseyendo todo, devorando y conquistando nuevas tierras.
Estaba tan aturdida que no supe lo que pasaba hasta que sentí su lengua tratando de deslizarse sobre la mía.
Su boca ejerciendo presión en un beso tan salvaje que pensé por un momento que me ahogaría.
Me agarré a sus brazos y dejé que mis caderas chocaran contra las suyas por un breve instante. Eso fue suficiente para escucharlo gruñir desde el fondo de su garganta. Sus manos viajaron hasta mi trasero y me acomodó en la posición perfecta para que mi cuerpo sintiera el suyo a la perfección.
Me soltó con la misma rapidez con la que había comenzado el beso; se relamió los labios y me sonrió como sólo él sabía hacerlo.
Bastardo. Había extrañado horriblemente besarlo.
—Alguien me contó que ya encontraste mi reemplazo —susurró tan cerca de mi boca—. Hablas de cómo fui muy cruel y todo un canalla que, en la misma semana que terminé con tu prima, ya me encontraba suplantándola contigo, cuando en realidad tú estás haciendo exactamente lo mismo conmigo en estos momentos.
—¿Y tú? Hablas de cómo tengo que confiar más en ti, pero ni siquiera estás confiando en mí. ¿De verdad crees en las cosas que dijo Marie? Porque ella te lo debe haber dicho, ¿cierto?
—¿Estás saliendo con alguien más, __?
—¿Estás celoso?
Estrelló su puño contra la puerta.
—¡Solo responde a la pregunta!
Aparté la vista de su rostro.
¿Por qué actuaba de esta forma?
En un momento se ponía receloso conmigo, prohibiéndome el paso a su departamento; y al siguiente minuto estaba besándome y devorándome como nunca lo había hecho.
Aggh, estaba rodeada de bipolares.
—Claro que estoy saliendo con alguien más —respondí—. Rita y yo salimos todo el tiempo.
—Sabes que no es eso lo que estoy preguntando. ¿Estás saliendo con otro chico? ¿Sí o no?
—No. ¿Contento?
Toda la tensión que Zayn estaba manteniendo, se esfumó.
—Marie me dejó una invitación para su fiesta —cambió de tema bruscamente—. ¿Quieres decirle que ni aunque estuviera loco iría con ella?
Resoplé.
—Pues vas a tener que darle las malas noticias tú solo. Ni en un millón de años pienso respirar su mismo aire, mucho menos ir a su fiesta.
Él suspiró audiblemente.
Se apartó finalmente de la puerta y me dejó entrar a su departamento.
—Perfecto, entonces.
__________________
—¡Tienes que conocer a Carlo! —gritó Nicole cuando me senté junto a ella en el suelo de la sala—. Zayn, sácalo de tu cuarto, deja que conozca a __.
Ella tenía en brazos al espantoso zorrillo de cola peluda. La niña acariciaba la franja blanca del animal con sus pequeños dedos con uñas pintadas de color rosa pálido.
Zayn hizo exactamente como la pequeña le dijo, y se movilizó en dirección a su dormitorio. Ni siquiera me dio un segundo vistazo cuando entré.
Su abuela, desde la cocina, me había lanzado una mirada cómplice. Seguramente vio los rojos e hinchados que Zayn y yo teníamos los labios.
La vergüenza me carcomió durante un minuto completo.
—Cuando sea grande seré veterinaria —dijo de repente Nicole.
—¿Quieres cuidar a los animales? —le pregunté mientras recogía del suelo una colilla de cigarro y la apartaba para que ella no fuera a verla.
No sabía que Zayn fumaba. Si no era él entonces tenía que ser la odiosa de Elena.
—Sí. Quiero cuidarlos a todos, hasta los más feos. Pienso que ellos lastiman menos que las personas, y aunque no hablan, su gratitud es más sincera que la de algunos humanos.
Dejé de esconder las colillas y me quedé viéndola fijamente mientras acariciaba el lomo del animal.
Mis ojos comenzaron a nublarse, ¿qué rayos pasaba conmigo y con todas esas estúpidas lágrimas? ¿Acaso no podían apagarse ni por un segundo?
—__... ¿a ti no te asusta verme? —dijo con una pequeña voz—. Porque escuché lo que dijo esa chica cuando salió de aquí, mencionó que yo debería usar una máscara. Él tío Zayn siempre me dice que no debo esconderme pero yo...
—Esa chica estaba loca —la interrumpí—. No la escuches jamás, no sabe lo que dice. Verás, aunque no lo creas, ella tiene una cola de pato que esconde muy bien debajo de la ropa.
Sus ojos verdes se alzaron para encontrarse con los míos.
—¿Una cola?
Asentí con la cabeza.
—Sí, nació con una cola enorme, es más, ni siquiera parece de pato; es como de dragón.
Ella me sonrió.
—Noté que sacaba mucho los cachetes —dijo señalando hacia su trasero— ¿era por eso?
Asentí seriamente.
—Oh, sí. Trata de esconderla dentro del pantalón, pero si te fijas bien, la vas a ver moviéndose.
—No sabía que existía gente con colas.
—Es que las colas le salen a las personas con mal corazón, como ella. También comienzan a escupir fuego...
—¡Escuché al tío Zayn mencionar que ella tenía una lengua venenosa! ¿Será que eso hace que el fuego salga de su boca?
—Definitivamente —le guiñé un ojo—. Y escucha una cosa: tú nunca tienes porqué esconderte. Los únicos que se esconden son la gente con vergonzosas colas... A menos que tengas una cola por ahí y no me hayas dicho, ¿tienes una?
—No, para nada —se rió.
—Bien. Recuerda que eres hermosa en más de un sentido; no dejes que la gente diga lo contrario. No te escondas.
Ella me sonrió, casi sonrosada.
—Gracias __, el tío Zayn debería casarse contigo.
Ni siquiera pude responder a eso ya que, sin darme cuenta, a los pocos segundos, tenía a un enorme y peludo animal lamiéndome el rostro.
Supongo que este era Carlo, un Golden Retriever de pelo amarillo y blanco, con una corpulencia increíble.
Como estaba sentada, se abalanzó sobre mis piernas y se paró en dos patas para olisquear mi cabello. Era más alto que yo, pero si estuviera de pie probablemente me llegaría a la cintura.
—¡Carlo, detente! Tenemos visitas —chilló Nicole.
Carlo seguía revolviendo mi pelo con su hocico, su lengua repasaba mi frente una y otra vez. Yo gritaba con fuerza mientras pedía que alguien lo bajara de mis piernas.
Zayn apareció detrás de él y lo agarró de la correa que envolvía su cuello. Finalmente el perro dejó de lamerme y se interesó repentinamente en Steve, le empezó a gruñir y en menos de un minuto ya lo estaba persiguiendo por todo el departamento, zafándose del agarre de su dueño.
—¡Ahora entiendes porqué quería regalar a ese zorrillo! —le dijo él a su abuela quien recién se nos unió en la sala.
—Ay, ya. No seas malhumorado. Los dos se llevan de maravilla —le respondió ella.
Zayn solo resopló y fue detrás de Carlo.
Durante la cena, todo había ido remotamente bien. Zayn no volvió a dirigirme la palabra desde que entré a su departamento, y no continuó haciéndome preguntas posesivas acerca de supuestos novios que Marie probablemente inventó que yo tenía.
Nicole me enseñó su álbum con imágenes de mariposas, y me regaló una de color dorado. Su abuela, la señora Gertrude (o Gerty, como me hacía llamarla) me contó historias vergonzosas de Zayn cuando era bebé y en su familia lo vestían con un trajecito de conejo (he ahí su miedo irracional por los conejos… En serio, Zayn Malik le tiene miedo a los conejos, creo que me lo confesó cuando se le ocurrió la idea de acosarme con mensajes de texto y escribir sus secretos. Si no me equivocaba era el secreto# 13).
—Y cuéntame __, ¿estudias? —me preguntó casualmente Gerty mientras continuábamos pasando fotos de un Zayn más joven, con menos musculatura y con un claro indicio de sobre mordida.
—Empiezo clases este semestre en la universidad —anuncié alegremente. Susan ya había ingresado mis papeles y me ayudó a prepararme para el riguroso examen de admisión que debía tomar la otra semana.
—Te felicito, ¿qué piensas estudiar? —me entregó una foto de Zayn cuando era niño, estaba abrazando a una hermosa mujer de cabello marrón y de ojos verdes idénticos a los de él. El parecido era increíble. Debía ser su mamá.
De fondo tenían la playa y ambos sonreían para la cámara.
No entendía el por qué la señora Gertrude me estaba enseñando estas fotografías, Zayn y yo claramente nos encontrábamos distanciados. Él seguía evitándome y yo continuaba fingiendo que ver esa etapa en donde era niño no me afectaba horriblemente.
—Me integré al programa de Historia del Arte —dije, recordando la pregunta inicial que me había hecho.
Tomé la siguiente foto y vi a dos niños, uno más alto que el otro, peleando con espadas laser. Él debía ser el hermano de Zayn, ambos eran idénticos, casi gemelos, con los mismos ojos mieles y exactamente el mismo cabello negro.
Me quedé muda por un momento.
—¡Ese es mi papi! Míralo __ —chilló Nicole detrás de mi hombro, pegué un brinco ante el susto que me dio cuando apareció tan repentinamente—. ¿Verdad que se parece mucho al tío Zayn? Él ya murió pero era así de apuesto.
Al otro lado de la habitación, Zayn se tensó.
Lo vi levantarse e instantáneamente me quitó la foto y el álbum entero.
—¡Oye! —protestó su abuela—. Lo estábamos viend…
—Ya es tarde —interrumpió él—, es hora de que __ regrese a su casa.
—¿No se puede quedar a dormir solo por hoy? —rogó Nicole.
—No.
Él me tomó del brazo con un poco de brusquedad, y me obligó a levantarme del sofá, haciendo que algunas de las fotos que mantenía en mi regazo cayeran dispersas al suelo.
—__, necesitas irte ahora —me arrastró unos cuantos pasos antes de que su sobrina tomara mi mano libre y me empujara de su lado.
—¡Espera! No te la lleves, quiero invitarla a venir este fin de semana… vamos a dejar a Steve con una familia que vive en el campo…
—Ella no puede ir —respondió Zayn por mí.
—Ella tiene voz propia —dije, enojada y furiosa por cómo me estaba tratando.
—Ella no la usa muy a menudo, al menos no para pelear por las cosas correctas.
Fruncí el ceño.
—Ni ella ni yo sabemos de qué estás hablando —grité.
Él volvió a su labor de arrastrarme por el departamento, haciendo que Nicole me soltara, pero en vez de dirigirme a la puerta como yo creía, me llevó en dirección a su habitación.
—Hablaré con __ por unos momentos, que nadie nos moleste —dijo por sobre mi hombro.
Me metió en su dormitorio y cerró detrás de mí.
—¿Qué piensas que estás haciendo? —gruñí soltándome de su agarre.
—Ahorrándote un mundo de problemas. ¿Tienes cómo llegar a tu casa?
—Sí. Le pediré a uno de mis tantos novios que me lleve —respondí mordazmente.
Me giré hacia la puerta y estaba por tomar la manija, cuando Zayn pasó su brazo sobre mi cintura, impidiendo que me alejara de él, pegando mi espalda contra su pecho.
—Dijiste que viniste a hablar conmigo —susurró en mi oído— ¿qué querías decirme? Dilo.
Me puse nerviosa. Ni siquiera recordaba para qué había venido a verlo.
—Yo quería…
—Te escucho.
—Yo… solo vine porque quería saber cómo estabas.
—Destrozado —respondió fácilmente.
—Todo lo que me contaste ese día… lo de tus padres… yo…
—Por favor no sientas lástima por mí.
—No es lástima; es que me preocupo por ti.
—No lo hagas —lentamente me dio la vuelta para que nuestros rostros quedaran uno frente al otro—, te estoy haciendo un favor al alejarte de mí. Te dije, desde antes, que conmigo no hay finales felices.
—Y yo recuerdo decirte que los finales felices están sobrevalorados.
—¿Quién no querría un final feliz, __?
—Para empezar —le dije— nadie quiere un final.
Sus ojos se deslizaron por cada segmento de mi rostro, deteniéndose fijamente en mis labios.
Me los lamí, sintiéndolos secos tan de repente.
Después de eso ninguno de los dos habló, hasta que finalmente él dijo:
—Buenas noches __. Es mejor que te vayas antes de que sea muy tarde.
Pero ya era tarde. Cada onza de mi cuerpo sabía que ya había perdido a Zayn. Estaba demasiado lejos de recuperarlo.
—Buenas noches Zayn.
Me sentía herida mientras dejaba que él me tomara de la mano y me dirigiera hacia la puerta de su dormitorio para poder despedirme de la niña y de su abuela.
No entendía por qué me trataba de esta forma. Tuve que haber hecho algo muy malo para que reaccionara así.
Lo detuve a solo unos pasos de abrir y lo forcé a bajar la mirada.
Mis ojos se fueron directamente hacia su boca.
—Solo una cosa más —susurré.
Me elevé sobre las puntas de mis pies y alcancé su mejilla con mi mano; le deposité un beso en los labios y luego acaricié su mandíbula.
Me separé rápidamente.
—¿Y eso por qué fue? —preguntó.
Su vista se alternaba entre mis labios y mis ojos.
—Eso fue… fue por todo —aunque no debería estar alimentando mi tortura, y sí, él se había portado como un idiota por estar corriéndome de su departamento, pero más que todo lo hice para mi beneficio. Porque quería saborear su piel una última vez, porque quería besarlo sabiendo que este era nuestro beso de despedida. Porque simple y sencillamente lo echaba de menos.
Lentamente las manos de él fueron a parar a mi cintura, sujetándome con la fuerza necesaria como para sostenerme en pie y al mismo tiempo comprobar que yo era real y no un producto de su imaginación… o al menos así se sintió para mí.
—Nena… —murmuró contra mi mejilla, no quedaba espacio desperdiciado entre los dos—, te estoy dejando ser libre y tú solo insistes en volver a entrar a la boca del lobo.
—¿Ya no vampiro entonces? ¿Ahora eres lobo? —dije bromeando para aligerar el ambiente.
—Ninguno. A veces me considero algo peor. No deberías ser tan amable conmigo al ver la forma en la que te trato, mereces a alguien mejor —con sus dedos acarició mi mejilla, mis labios.
—Entonces deja de tratarme así —sollocé sintiéndome cansada de todo esto—, deja de decir que no eres el indicado para mí y comienza a trabajar para serlo.
—No entiendes. Estoy demasiado quebrado hasta el punto donde no hay reparo. Temo hacerte daño o decepcionarte a ti también. Quiero protegerte pero siento que te me escapas de las manos, te quiero tanto que tengo miedo de echarlo a perder como todo lo que he echado a perder en la vida. No quiero esconderte nada pero debo, a la vez, esconderte todo.
Mis ojos se humedecieron ante sus palabras.
—¿Me quieres tanto como para apartarme? —eso no tenía lógica.
—Te quiero lo suficiente como para saber que yo no soy el indicado para ti.
—Estás loco —sollocé un poco más. No quería verme tan débil y afectada frente a él así que me prometí silenciosamente no llorar—. Será mejor que me vaya entonces.
—De acuerdo —dijo pero no hizo el mínimo esfuerzo por separarse de mí.
—Pero antes… solo quiero…
—Lo que pidas. ¿Qué es?
—Quiero un último beso.
—__…
—Dijiste que lo harías eterno, ¿recuerdas? Ahora tienes la oportunidad de hacerlo. Hazlo.
Abrió su boca pero al instante la cerró, lamiéndose los labios y buscando en mis ojos alguna señal para detenerse. No le di ninguna.
No puse distancia cuando su frente se pegó contra la mía; tampoco me resistí cuando él me atrajo lentamente a su cuerpo, o cuando me respiró en la boca, tan cerca de besarme pero a la vez tratando de ir lento para saborear el momento.
Sus labios descendieron a los míos y fue como si aquello que estuvo muriendo en mi interior durante toda la semana pasada, ahora volviera a la vida.
Su boca se movió con facilidad contra la mía, saludándose, reconociéndose, entregándose, amándose tan lenta y deliciosamente que casi me hace estallar la sensación.
Mis manos se enroscaron en su cuello, y los dedos de mis pies se retorcieron de la felicidad. Solo en ese momento me di cuenta que mis piernas estaban en el aire, sosteniéndome únicamente gracias al cuerpo de Zayn.
Su boca seguía pegada a la mía, saboreando todo a su paso de una manera lenta y sensual.
—¿Estás segura de querer esto? —murmuró despegándose por un momento de mi boca.
Respondí devolviéndole el beso con fuerza; con un poco más de urgencia y de manera necesitada.
Lo sentí caminar conmigo a cuestas y supe que me estaba llevando a la cama detrás de nosotros. Nuestro beso pasó de inocente, a algo más ardiente.
Me acostó sin romper el beso, sus codos sosteniendo su peso, su cabello que tocaba mi frente, su barba raspando mi nariz y mejillas mientras continuábamos besándonos.
De pronto él asomó su lengua, cepillando mi labio inferior; le concedí la entrada a mi boca y la sensación de calor aumentó dentro de mi piel.
Sentí su mano tocando mi mentón, moviendo mi cabeza en posiciones revertidas para que su lengua tocara los puntos perfectos de mi paladar. Me retorcí debajo de él y jadeé de placer.
Rápidamente su mano continuó bajando hasta mi cuello, después se deslizó sobre mi clavícula, se detuvo en mis pechos y ahuecó uno con sus manos, sobre la tela de mi camiseta. Volví a retorcerme, apartándome de su boca para encontrar aire.
Su dedo pulgar frotó unas tres veces antes de que perdiera el control y jadeara fuertemente.
Su boca regresó a la mía, excavando más profundamente y repasando su lengua sobre mis labios.
Su mano no se quedó mucho tiempo en la parte superior, se movió con confianza y con agilidad sobre mi estómago (en donde mis mariposas se habían salido de control y hacían estragos con mis nervios sensibles), luego bajó a mi vientre, levantando mi camiseta sobre mi cabeza y quitándola. La lanzó al suelo y le dio una larga mirada a mi cuerpo antes de abalanzar de nuevo su boca sobre la mía, devorándome con renovadas ganas; sentía sus dedos sobre mi piel, apretando y amasando a su gusto.
Su boca se movió sobre mi vientre, sus manos sobre mis pechos, todo se mezclaba para crear esta armonía para la canción perfecta.
Regresó a mis labios y continuó besando, mordiendo juguetonamente; su mano bajó sobre mi estómago y pronto estuvo sobre la cima de mi pantalón. Sutilmente desabrochó el único botón y bajó el cierre con planeada lentitud.
Volví a gemir. Ni siquiera me reconocía a mí misma en ese momento, sonaba… necesitada.
Escuché a Zayn gruñir y continuó bajando el cierre para después perder su mano dentro de mi pantalón.
Suspiré y arqueé la espalda.
Sus dedos no tardaron en moverse dentro de mi ropa interior. Me mordí el labio, dándome cuenta que Zayn ya no estaba besándome sino que ahora su cabeza descansaba en el hueco de mi cuello, mordisqueando la piel en esa zona, bajando hacia mis pechos y depositando besos. Mis manos apretaban sus brazos y comencé a mover mis caderas al ritmo en el que él estaba moviendo sus dedos dentro de mí.
Una capa de sudor se acumuló en mi cuerpo entero, me arqueé varias veces y en mi mente suplicaba que parara, y a la vez que fuera más rápido.
Mis sentidos estaban en conflicto.
Lentamente dejé de pensar y me concentré en los dedos de Zayn haciendo círculos y yendo lento pero fuerte y decidido a la vez.
Algo empezó a comprimirse en mi interior, apretándose y tensándose, construyéndose sin poder evitarlo.
Toda la lujuria acumulándose para este momento.
Antes de poder gritar, Zayn cubrió mi boca con la suya y ahogó mis gemidos sin sentido y una versión distorsionada de su nombre. Mi corazón se aceleró, mi espalda permaneció arqueada por unos segundos, y no podía sentir las piernas.
No sé cuánto tiempo pasó, ni siquiera sentí cuándo Zayn retiró sus dedos. Solo supe que jadeaba menos que antes y que mi pecho subía y bajaba con intensidad.
Después de unos minutos de la inconsciencia, y de sentirme extremadamente liviana y lánguida, recordé dónde estaba y, lo que era más importante, quién estaba al otro lado de esta habitación, en la sala.
Me aparté de Zayn y me senté de golpe. La vergüenza me invadió tornando mis mejillas al rojo vivo.
Yo… yo había… en el departamento de Zayn… con su abuela y su sobrina a tan solo unos metros de distancia…
Me puse de pie rápidamente y, con la misma velocidad, me caí al suelo.
Zayn se levantó detrás de mí y se sentó cerca de donde había caído. Se miraba diferente, como si ahora me mirara con nuevos ojos.
Qué vergüenza. Yo tenía un poco más de sentido común, pero al parecer éste se había quedado mudo hace un momento atrás, cuando más lo necesitaba, dejando que un “Aaaaaaaaddd…mmmmmm” ocupara su lugar.
Me aparté el pelo de la cara, y fingiendo dignidad me senté con las piernas cruzadas, mirando a Zayn sin rehuir de sus ojos mieles.
—Eso fue… —comenzó él a decir— increíble.
La sangre en mis mejillas quemó con su rubor.
Pronto noté que mi camisa estaba tirada en alguna parte del suelo, me movilicé a buscarla pero no la pude encontrar. Me arrodillé e incluso miré debajo de la cama.
—¿Buscas esto? —preguntó Zayn de forma divertida.
Él tenía mi camiseta en sus manos.
—No es divertido —me puse de pie y limpié mis manos con la tela del pantalón. Me crucé de brazos, tratando de tapar mi breve desnudez —. Dámela.
—Ven aquí por ella —se movió unos cuantos pasos atrás y agitó la camisa frente a mí.
Tarado.
Me acerqué hacia él, rodando mis ojos y suspirando teatralmente. Extendí mi mano para que me la diera pero rápidamente escondió la camiseta detrás de su espalda.
—Zayn.dame.esa.camiseta.
¿Qué acaso no entendía que su familia estaba prácticamente al otro lado de esa puerta? Y con todo el ruido que hice… ¡Aggg! Yo era todo un caos.
Me acerqué una vez más a Zayn, pero en vez de extender la mano, corrí para tirármele encima.
Lo golpeé unas pocas veces en el pecho y creo que le mordí la oreja.
—¡__! —gritaba él tratando de bajarme.
—¡Mi camiseta!
Finalmente la recuperé y di un grito de victoria.
Todavía estaba sobre Zayn, pero de alguna forma terminé en su espalda, sujetando mis piernas alrededor de su cintura, con mi frente sudada por el esfuerzo, y con el cabello revuelto y pegado a los costados de mi cuello.
La puerta del dormitorio se abrió repentinamente. Al otro lado se encontraba Nicole, con los brazos en jarra y con un puchero que le sobresaltaba la boca.
Agrandé los ojos al verla, y caí de trasero al suelo cuando intenté separarme de su tío.
—Nicole… dije que nadie podía entrar a mi habitación.
Rápidamente me puse la camiseta. Nerviosa y con mayor vergüenza que antes.
Qué vergüenza. Qué vergüenza. Qué vergüenza.
Nicole dirigió sus ojitos verdes de uno hacia el otro. Mirándonos con picardía.
Me mordí el labio.
—Ya sé lo que ocurre aquí —dijo lentamente, examinando la escena a su alrededor.
—No es lo que crees —me apresuré a decir. Estaba nerviosa.
—Claro que sé qué pasa —reafirmó— ¡Ustedes se van a duchar! Eso significa que van a dejar de estar enojados el uno con el otro. ¡Tío Zayn, ahora sí vas a continuar cantando conmigo las canciones de Selena!
—Nicole, ve a la cocina —le dijo Zayn.
—Pero yo quiero ver qué pasa… la abuela no me deja ver qué sigue después de que la gente se quita la ropa para bañarse…
—¡Nicole Alexandra Malik, ve a la cocina inmediatamente!
La niña agachó la cabeza y se dio media vuelta, caminando entristecida.
—Nunca me dejas jugar con ustedes —murmuró mientras se iba.
—No seas tan malo con ella —dije en su defensa.
Zayn me dio una mirada extraña que me hizo guardar silencio.
Lentamente se acercó hacia mí, como un puma examinando a su presa.
Se puso por detrás de mi oreja y susurró con voz melosa:
—Te pusiste la camisa al revés.
Bajé la cabeza para comprobar si eran visibles las costuras, y sí, tenía la camisa al revés.
—Grandioso —me quejé.
—Y… tienes el cierre del pantalón todavía abajo.
Genial.
____________
El fin de semana se acercaba peligrosamente, la fiesta de Marie estaba a un paso de hacerse.
Ella me hizo recordatorios extraños acerca de su cumpleaños durante todos estos días; como por ejemplo: me envió un vestido blanco con encaje. Un día después mandó los zapatos y hoy recibí un paquete frente a la puerta de mi casa, era una máscara elaborada que cubría la mitad del rostro, de color blanco y con los mismos detalles de encaje que el vestido.
No entendía muy bien para qué los mandaba pero si por un momento ella pensó que iría a su fiesta, estaba equivocada.
Simplemente almacené en mi habitación lo que ella me enviaba mientras buscaba la forma de devolvérselo.
Cada día era un nuevo reto para mí, en especial cuando echaba de menos al bastardo arrogante que me enojó la otra noche. No me había llamado durante los siguientes tres días desde que fui a su departamento, y yo no volví a buscarlo como idiota para suplicarle por más.
Pero prometí dejarlo en paz y no volver a buscarlo, así que eso era lo que había estado haciendo. Evitándolo.
Solo esperaba que el dolor se pasara rápido. Ojala existieran pastillas para acelerar el proceso, pero mientras no las hubieran, tendría que conformarme pensando en que el tiempo lo curaría todo.
Empezaba a odiar a Zayn.
—La jefa quiere hablar contigo en su oficina —fue lo primero que me dijo Mindy cuando entré por la puerta de la librería a la mañana siguiente de mi tercer día de agonía.
—¿Sabes para qué es?
Ella me miró con la boca abierta durante unos segundos, y entonces respondió:
—Ni idea.
Masticó algo que parecía ser goma de mascar, e hizo estallar una burbuja rosada que se pegó en el piercing tipo argolla en su labio.
Intentó limpiar el desastre con su lengua, dejando saliva en su barbilla.
—Oye, ¿estás interesada en comprar una tortuga? —me preguntó una vez que retiró el chicle pegajoso y volvió a llevárselo a la boca. Su voz misma era capaz de inducir sueño, hablaba como si estuviera aburrida y a punto de dormirse—, es que creo que soy alérgica a la mía.
—¿Se puede ser alérgico a las tortugas? —pregunté, incrédula.
Ella se encogió de hombros.
—Tengo comezón en los brazos cuando está cerca... así que sí, creo que soy alérgica a ella.
—Lo tendré que pensar. Ni si quiera tengo un lugar propio para llevarla a vivir conmigo.
—Oh. Mi compañera de cuarto se va a mudar la próxima semana, me va a dejar abandonada así que hay una vacante en mi departamento por si quieres unirte.
—¿En serio? Eso sería grandioso. ¿Cuánto tendría que pagar?
—No lo sé, nos dividimos los gastos entre tres porque también hay otra chica alquilando la habitación de al lado. Ella es rara pero puede agradarte. Te doy después la dirección para que te des una vuelta por ahí y me dices si estás interesada.
—Gracias —respondí. Ella se despidió con la mano y se dirigió al escaparate en donde Shio y Romeo decoraban para presentar los nuevos libros del mes. Colocaban plumas azules y colgaban pequeños dibujos simulando alas de ángel.
Shio me dio un saludo alegre con la mano y Romeo asintió en mi dirección. Ya me estaba acostumbrando a verlos como miembros adicionales de mi familia.
Y esa extraña chica de pelo morado/turquesa/rosado me había dado una solución a un problema que tenía pendiente: conseguir un lugar donde vivir para finalmente dejar la casa de papá, porque las paredes eran demasiado delgadas y cuando Susan se quedaba toda la noche, ni ella o papá dormían... tenía que cubrirme con una almohada y llenarme los oídos con música para contrarrestar los sonidos de ballena que salían de su dormitorio.
Era desagradable tener que lidiar con eso, ningún hijo debería ser capaz de escuchar la "llamada de apareamiento" de sus padres. Era asqueroso y vergonzoso.
—¿__? Te necesito aquí, ¡rápido! —gritó Laura asomando su cabeza desde su oficina.
Me apresuré a llegar a su lado.
Desde que le admití hace unos días que lo de mi embarazo era mentira, ella dejó de darme el trato preferencial y comenzó a utilizarme como a los demás. Juraría que algunas veces me trataba peor.
—Siéntate —me ordenó.
Rápida y silenciosamente me senté.
Ella estaba pasando las páginas de una revista con vestidos de novia. Varias imágenes se encontraban marcadas con asteriscos de color naranja y breves comentarios escritos en rojo.
Laura levantó la vista una vez que me acomodé, y se apresuró a cerrar la revista.
—Quiero que te tomes todo el día de hoy para que me hagas un favor —comenzó—. El hijo de mi prometido vino ayer a la ciudad y quiero que lo lleves a pasear. Su nombre es Giulio y no conoce a nadie, yo no puedo sacarlo porque tengo una junta pendiente con una casa editorial y no la puedo posponer. Los gastos corren por mi cuenta.
Parpadeé sorprendida.
—Claro. ¿Puedo hacer una pregunta?
—Ya estás haciendo una.
Fruncí el ceño.
—¿Por qué yo? Creo que Shio es más divertida, debe conocer lugares más interesantes que yo. O Mindy. Creo que con ella no se aburriría.
—Mmmm, no. Pienso que tú serás más del agrado de Giulio. Él tiene gustos específicos en cuanto a sus chicas.
Parpadeé de nuevo.
¿Sus chicas?
—Él viene a la librería como a las dos de la tarde. Mientras tanto, ve a generar dinero para mí.
Asentí con la cabeza y me levanté de mi asiento sin decir una palabra.
—Ah, y una última cosa, __. Giulio es italiano así que no lo vayas a llevar a comer pasta. Busca sitios más originales. Y… no vayas a usar el uniforme frente a él. Ponte algo de ropa bonita.
—Pero para eso tendría que ir a mi casa y…
—¿Sigues aquí? Hay gente que atender allá afuera, muévete. Ayuda a los chicos a terminar de decorar la vitrina con los nuevos productos del mes.
—Claro…
—¡Para ahora!
Salí de su oficina como conejito asustado.
¿De verdad me acaba de pedir que saliera en una cita con su hijastro?
Qué cosa tan rara.
cipriano.
Re: Prohibido enamorarse de Zayn Malik {Zayn&Tu}
23° Capítulo
Líbranos del mal, líbranos de Marie.Llevaba varias semanas sin usar faldas (o algo que mostrara mis piernas), aproximadamente desde que dejé de trabajar en el restaurante en donde Cliff nos hacía usar ropa escotada y ceñida al cuerpo.
Me sentía ridícula esperando a Giulio en el café del hotel en donde se hospedaba. El lugar era bastante cálido y confortable; las paredes estaban empapeladas con fotos de alimentos de fina repostería y con bebidas calientes que invitaban a pedir una.
Revisé el reloj con forma de taza, ubicado en el centro del local, al menos unas diez veces. Tenía la esperanza de que en cualquier momento apareciera Giulio, el hijo del prometido de mi jefa, y así podríamos marcharnos a otro lugar.
Aquí la gente comenzaba a verme de forma extraña, como si mi pantalón estuviera prendiéndose en fuego... Bueno, no mi pantalón porque no llevaba puesto uno, más bien mi falda.
Varias veces revisé mi apariencia en cada superficie que me reflejara, pero no veía nada anormal: blusa blanca, chaleco de mezclilla, cabello suelto y peinado, falda color rosa ahumado y, a petición de Laura, zapatos altos bastante provocativos con los que me era imposible caminar sin soltar un quejido.
Cuando Shio se enteró de mi salida, pegó el grito al cielo y aplaudió así como Nicole lo hacía cuando estaba emocionada. Shio me maquilló y me dio ánimos para vivir la aventura romántica con la que cada chica siempre soñaba (palabras de ella, no mías): salir con un italiano.
Me puse nerviosa durante todo el trayecto hacia el hotel y, tal vez, el que Laura hubiera doblado la cintura de mi falda para que se viera más corta no ayudaba a que me sintiera cómoda, normal y menos nerviosa. Todo lo contrario, tenía la urgente necesidad de jalar el dobladillo hacia abajo en un inútil intento por cubrir mis piernas. Pero no estaba teniendo éxito ya que mis muslos quedaban expuestos con mayor rapidez.
Solo esperaba que el tal italiano no se retrasara más de lo que ya estaba, llevaba media hora esperándolo.
El café que había pedido cuando entré ya estaba helado y sin su típico olor fuerte.
Para distraerme había comenzado a vaciar casi todas las bolsitas de azúcar en mi taza llena hasta la mitad; también ojeé un par de veces mi celular en busca de algún mensaje de Zayn, pero parecía que la tierra se lo hubiera tragado. Todavía no sabía nada de él y eso me desesperaba y me desilusionaba.
Pero había prometido no volver a buscarlo y así lo haría. Era el turno de él en dar el siguiente paso… si es que quería. De solo pensar en lo que pasó el otro día, en su dormitorio, se me ponía la piel de gallina y me temblaban las rodillas. Quería más.
Suspiré en derrota y me dediqué a escuchar la canción que sonaba de fondo por todo el local, pronto me encontré moviendo el pie al ritmo de la música, tarareando las partes que me sabía e inventándome las partes que no.
Así pasaron otros cinco minutos, y nada del italiano.
Iba a llamar a Laura para que me sacara de esta situación, pero, la chica que me había atendido amablemente cuando entré, estaba de pie frente a mí y me miraba con cierta expectativa.
—Disculpa —dijo ella con una sonrisa en el rostro— pero el chico que se sienta del otro del local te manda esto.
Ella depositó en la mesa una rebanada de postre de mousse de chocolate cubierto con trocitos de fresas frescas.
Me quedé estupefacta por un segundo, entonces reaccioné.
—¿Quién lo manda? —pregunté dando vistazos hacia el otro extremo del lugar, pero los únicos chicos que vi por allí eran del doble de mi edad.
Arrugué la nariz y tomé el plato con el postre.
—Dile que lo siento pero no puedo aceptarlo.
—Oh no, él es insistente. Me dijo que si no te lo comes te pedirá otro y otro hasta que lo aceptes.
Fruncí el ceño.
Repasé con la vista a todas las personas que se encontraban en el local. En total éramos doce: cinco chicas, dos ancianos, tres hombres mayores fumando habanos en la sección para fumadores, y dos mujeres hablando ruidosamente por teléfono.
No había nadie más. La cafetería no tenía mesas y sillas en el exterior, tampoco contaba con otras secciones aparte de lo que se podía mirar. ¿Entonces quién me había enviado el postre? ¿Alguno de los camareros, tal vez?
—Me dijo que, por cada postre que rechazaras, te trajera dos más —continuaba explicándose la chica.
La miré boquiabierta. Ella se encogió de hombros a modo de disculpa.
—¿Quién es el chico misterioso? —volví a preguntar. De nuevo busqué con la vista para ver quién era el famoso sujeto que me envió el postre, pero no lograba ubicarlo.
—Lo siento pero no puedo decírtelo. Por favor acepta la rebanada.
Asentí con la cabeza y le dije que la dejara.
La chica se retiró y yo me quedé estupefacta viendo en dirección al pedazo de pastel.
La verdad era que se miraba apetitoso, pero no iba a ser tan idiota como para aceptar un postre viniendo de un extraño.
Lo aparté y volví a mi ansiedad inicial al ver que Giulio se estaba demorando demasiado.
Cuando pasaron tres minutos completos, la chica que me atendía volvió a aparecer; esta vez cargaba dos platitos con rebanadas de otros postres en cada uno.
—Cheesecake y Red Velvet —musitó ella y los dejó sobre la mesa junto al mousse de chocolate con fresas.
La miré sorprendida.
—¿Qué...?
—Él dijo que estabas rechazando este —señaló el mousse— me pidió que te llevara más hasta que probaras alguno.
—¿No me vas a decir ni siquiera quién es? ¿Al menos una pista?
Ella se mordió el labio inferior y negó con la cabeza.
—Lo siento. Me pidió confidencialidad ante todo.
Resoplé.
—Dile que no pienso aceptar postres de extraños.
Ella asintió con la cabeza y se retiró.
Mmm. Cheesecake.
Me estaba tentando, pero, si el tipo misterioso resultaba ser uno de los hombres que estaba fumando puros, no quería darle falsas esperanzas.
Dejé los deliciosos postres sin probar. Una vez más apareció la chica de cabello marrón claro y me trajo cuatro platillos más. Dos de ellos eran pasteles, y los otros dos eran brownies con helado.
—Oye, no me pienso comer todo esto. ¿No puedes decirle que dé la cara y que deje de mandarme más postres?
La chica, cuyo nombre (según la etiqueta de su uniforme) al parecer era Melissa, se encogió de hombros una vez más y me repitió que si no probaba alguno iba a seguir trayéndome más hasta que hallara el que me gustara.
De mala gana agarré una cuchara y la planté en el Cheesecake para después llevármela a la boca.
Sabía celestial.
—Listo. Ya lo probé. Ahora dile que deje de molestarme —dije mientras me relamía los labios en busca de migajas.
Melissa sonrió y se retiró hacia otra de las mesas que atendía.
Me encontré siguiéndola con la vista para ver si lograba tener una mínima idea de quién podía haberme enviado todo esto.
Cuando regresé mis ojos hacia la mesa, me sorprendí al encontrar a alguien parado frente a mí.
Lo primero que vi fue su pecho cubierto por una camiseta informal, subí la vista para ver su rostro: cabello color chocolate, ojos oscuros y con pestañas largas, labios gruesos y rosados, nariz recta y un perfil como de dios griego.
Laura no se había equivocado cuando dijo que él era alto; tenía que estirar mi cuello para poder verlo a los ojos.
Giulio medía cerca del metro noventa, hasta ahora no había conocido a nadie así de alto y bien proporcionado como lo era él.
—¿Eres tú __ Green? —Preguntó con un fuerte y marcado acento italiano. Pronunció mi apellido como Grin, en vez de Grim como la mayoría suele hacer.
Parpadeé momentáneamente.
—Soy __ —dije levantándome y ofreciendo mi mano para que la tocara.
Me dio una sonrisa de lado y, tomando mi mano, la llevó hasta su boca para darle un beso.
Jamás habían besado mi mano.
—Encantado —murmuró retirando sus labios—. Giulio Molinari. Lamento el retraso, tuve problemas en levantarme. Mis horas están atravesadas todavía, pienso recompensártelo.
Tragué saliva.
Noté que me observaba descaradamente de pies a cabeza. Se detuvo un largo rato apreciando mis piernas y recorriendo cada parte de mi cuerpo con sus ojos.
Me ruboricé y aparté la mirada.
—¿Con hambre? —preguntó al ver todos los postres que estaban en mi mesa.
Mi cara se puso de nuevo como tomate.
Antes de que pudiera responder algo, la camarera, Melissa, apareció ante mí con una nueva carga de postres.
—Estos están recién hechos —dijo ella depositando rebanadas de artísticos y detallados pasteles de varios sabores. La mesa estaba llena y ya no cabía ningún otro plato más.
—¿Les gustaría trasladarse a otra mesa? —nos preguntó ella—. Todavía falta traer varios.
Giulio alzó ambas cejas y yo miré horrorizada en dirección a los camareros que venían detrás de ella: eran tres, y todos tenían bandejas llenas con la repostería del lugar.
Mierda.
—Wow, a eso llamo yo tener un grande appetito. Me siento impresionado —murmuró; un hermoso hoyuelo se le formó en la comisura del labio cuando sonrió para mí.
Me temblaron las rodillas.
No se podía negar que los chicos guapos siempre me causaban esta impresión.
—¿Y esta vez por qué me traen más? —le pregunté disimuladamente a Melissa.
—Dice que con una sola cucharada no basta —respondió ella.
De nuevo me encontré buscando entre la gente al posible acosador en potencia que me estaba enviando todo eso, pero nadie parecía un posible candidato (o al menos no uno guapo).
Miré a Giulio, que acababa de sentarse en la mesa, y comenzó a devorar el brownie con helado. Lamió la cuchara con avidez y la saboreó con delicadeza y lentitud.
—¿No vas a comer? —dijo él cuando notó que lo yo no lo acompañaba.
Me senté en la silla de enfrente, y les hice un gesto a los camareros para que dejaran los platos en otra mesa. Ellos obedecieron inmediatamente.
—Laura me dijo que eres el hijo de su prometido, no sabía que ella se iba a casar —confesé mientras miraba los postres de una forma dudosa. Finalmente me comí un trozo de pan de banana que se encontraba casi al borde de la pequeña mesa redonda.
—Ujum —dijo Giulio, él comía con gusto, como si estuviera famélico y no hubiera comido en días—. Ella se comprometió con mi padre hace seis meses; la adoro completamente. Es una de las pocas mujeres que conoce bien mis gustos.
Cuando terminó de decir eso, me miró con intensidad y concentración.
Se relamió la boca y se mordió los labios.
Desvió la vista y continuó comiendo como si nada.
—¿Qué te dijo ella de mí? —preguntó de repente.
—Me dijo que no conocías la ciudad y que más me valía no llevarte a ningún sitio donde vendan pastas —bromeé, la voz me temblaba—. Hablando de a dónde ir, ¿tienes algún lugar en mente que quieras visitar?
Él hizo de nuevo ese gesto de quedarse por más tiempo con la cuchara entre los labios.
—Giardini
—¿Giardini? ¿Quieres visitar a giardini?
Él asintió con la cabeza.
¿Qué o quién era giardini?
Para no quedar como tonta sólo asentí y le sonreí; mientras él seguía comiendo, aproveché y me conecté a Google desde mi celular. Me fui directo al traductor.
—Oh, ¡jardines! —dije triunfalmente—, ¿quieres visitar los jardines?
Giulio se relamió los labios y comenzó a reír.
De repente me miró como si yo fuera la cosa más divertida que haya visto.
—¿Visitarlos? —volvió a reír—. Lo que tengo pensado no es una visita.
—¿Ah, no?
—No. Vamos, acompáñame. Andiamo!
Se levantó de su asiento y estiró su mano para tomar la mía.
Me puse de pie y le permití sacarme del café.
Antes de poder salir directo a la calle, Melissa, se plantó frente a nosotros y me detuvo al instante.
—¡Espera!
—No más postres —gruñí, cansada.
—No, no. No es eso —Ella metió la mano dentro de su delantal blanco y sacó una servilleta que llevaba doblada dentro del bolsillo. Me la entregó—. Él te manda esto.
Dicho eso, ella se retiró, no sin antes recorrer con la vista el cuerpo de Giulio.
Miré la servilleta en mi mano y la desenvolví.
Espero haberte endulzado la mañana. Lástima que ya estabas acompañada y que no era yo quien tuvo el honor de mirar tus labios en cada postre.
Te veré pronto, __. Llevarás el vestido blanco que te compré.
Terminé de leer la nota y parpadeé varias veces.
¿Quién la había enviado?
Alcé la vista para encontrar a Giulio recostado contra la puerta principal, mirándome atentamente y esperando por mí.
—¿Vamos? —preguntó.
Asentí y caminé hacia él.
—Pide un taxi —le dije, aun estaba sorprendida por la nota. ¿Vestido blanco? Pensaba que Marie me lo había enviado para jugarme una mala pasada, pero al parecer no fue así.
Giulio hizo como le pedí, y antes de entrar al vehículo, volteé hacia atrás esperando encontrar alguna pista de quién podía ser el chico misterioso, y, cuando pensaba que no vería a nadie o nada importante, mis ojos se detuvieron en los ojos de alguien que me miraba atentamente.
Estaba parado frente a la puerta de vidrio del hotel, tenía las manos metidas en los bolsillos de su pantalón, y cuando sonrió al ver que yo lo había notado, un escalofrío me recorrió el cuerpo.
Estaba segura que había sido él el chico misterioso. Aunque ya no era tan misterioso después de todo.
Me quedé boquiabierta por un momento y rápidamente recuperé la compostura. No me acerqué a él y, en su lugar, me di la vuelta para entrar al taxi.
Tragué saliva y le di un vistazo por última vez antes de que el auto se pusiera en marcha. Mason seguía sonriendo, su apariencia era la de un lobo amenazador a punto de tener a su presa entre sus afilados dientes, acorralada, y justo donde la quería.
No había ni una sola gota de duda en mi mente para saber que la presa era yo.
Me sentía congelada, aterrorizada como jamás estuve en la vida. Pensé que Mason me dejaría en paz, que no se atrevería a acercarse a mí después de que su tío le apuntara con una escopeta, pero al parecer, y como siempre hacía, me había equivocado.
—¿Estás bien? —preguntó Giulio a mi lado. Parpadeé confundida.
—Mmm… sí, todo bien —me obligué a decir. El color se fue de mi rostro, mi corazón latía fuertemente contra mi pecho. ¿Qué hacía Mason allí, en el hotel? ¿Estaba siguiéndome?
Bueno, era obvio que lo estaba haciendo. Nunca imaginé que Mason resultaría un acosador de primera.
Repentinamente me sentí enferma y con ganas de vomitar.
—No te miras bien. ¿Quieres que nos detengamos?
Negué con la cabeza y tragué el nudo que se estaba enrollando en mi garganta.
—Vamos a los jardines —dije mientras limpiaba el sudor helado que recorría mi frente.
El taxista estuvo batallando con Giulio durante todo el camino. No había muchas ubicaciones de jardines por la zona, así que ni el hombre, ni yo, entendíamos a dónde quería ir.
Finalmente quedamos en pasar por una plaza localizada en el centro de la ciudad, según Giulio eso también serviría. ¿Para qué? No sé.
—¿Algún admirador del que deba preocuparme? —habló el italiano en mi oído después de unos minutos. Me sorprendí al tenerlo tan cerca.
—¿Por qué piensas eso? —Puse algo de distancia entre los dos.
Él bajó la vista hacia mis manos, en donde aún tenía enrollado entre mis dedos la servilleta que me hizo llegar Mason a través de la camarera.
Rápidamente la solté y fue a parar a mis pies, en donde la observé con temor.
Las palabras, llevarás el vestido blanco que te compré, eran las únicas visibles ya que el papel se dobló.
Cuando alcé la vista para ver si Giulio había leído algo de eso, me sobresalté al notar que sus ojos estaban fijos en mis muslos descubiertos, y que no estaba disimulando la lujuria que cruzó su mirada.
Me ruboricé y traté de bajar la escasa tela para cubrirme las piernas pero no servía de nada.
Giulio se dio cuenta de lo que hacía y carraspeó su garganta.
—¿Entonces? ¿Es admirador o no? —su acento parecía un concentrado fuerte y abrumador para mis oídos. Lo vi relamerse los labios.
—No es un admirador —dije, Mason es un jodido acosador.
—Si estás segura…
Asentí y continué viendo a través de la ventana, ignorando la forma en la que Giulio estaba comiéndome con la vista. Me hacía sentir incómoda.
Mientras mis pensamientos se dirigían al caos que era pensar en Mason, mi celular sonó, avisándome que tenía un nuevo mensaje de texto:
« Recuerda que hoy en la noche hay reunión familiar en casa de tu tía. Llevo amuletos de la buena suerte porque los necesitaremos. Besos. Mamá »
Iba a responder cuando otro mensaje llegó aproximadamente dos segundos después.
« PD: Un hombre extremadamente guapo vino a pedirme que le leyera la mano. Lo invité la cena de esta noche, tal vez a tu padre le den celos y lo haga pagar por todos los años que robó de mi juventud y que me separaron de mi verdadera alma gemela… cruza los dedos por mí, linda ;D »
Rechiné los dientes. Había olvidado las famosas cenas familiares que hacíamos una vez al mes.
Estaba tan cansada de fingir que me divertía jugando a la casita feliz ante la tía Charlotte o el tío Victor. Ellos eran aburridos y estaban cegados por lo que creían de Marie, su hija perfecta. Incluso cuando ella les dijo que era una ninfómana sin remedio, ellos me culparon, alegando que yo la había obligado a decir todo lo que dijo aquel día cuando la amenacé con un arma de burbujas.
De pronto me entraron ganas de llorar.
Me merecía una fiesta de lágrimas y autocompasión. Primero, porque estaba sin Zayn, luego viene el acosador de Mason, también está Marie y su completa hipocresía conmigo. Estaba harta.
Sin darme cuenta comencé a sollozar mientras mis ojos seguían fijos hacia nada en concreto.
Quería empaquetar a esos tres en un solo combo y mandarlos lejos, tal vez a Madagascar.
—¿Estás bien, __? —Giulio me tomó de los hombros al notar que la que hacía ruidos de foca era yo. Me giró para que lo viera a la cara.
Sollocé aun más fuerte. Tenía tantas ganas de llorar que, me parecía imposible no hacerlo.
—¿__? —se podía oír la preocupación en su voz.
Yo no podía dejar de llorar y de hipar como si estuviera padeciendo algún tipo de dolor físico. Estaba haciendo el ridículo pero por alguna razón no podía parar.
Giulio me tomó de la cintura y llevó un brazo bajo mis rodillas, levantándome con facilidad y poniéndome sobre su regazo.
Metió mi cabeza en su cuello y comenzó a dar besitos en mi nuca mientras yo me deshacía en lágrimas que terminaron empapando su camiseta.
Lo escuché murmurar algo al taxista y después sentí su cálido aliento susurrándome palabras en italiano.
Me recuperé lo suficiente como notar que el taxi se había detenido y que ahora estábamos esperando a que el semáforo cambiara a verde.
Me retiré del cuello de Giulio y me limpié las lágrimas derramadas. Rápidamente noté que una de sus manos estaba acariciando desde mi rodilla, subiendo hasta mi muslo, y entrando por unos centímetros bajo mi falda. Me erguí rápidamente.
—Giulio yo... —iba a decirle que no se llevara una idea equivocada de mí, y que por favor quitara sus manos de mi cuerpo, pero él puso uno de sus dedos en mi boca y me obligó a callar.
—Tienes una piel tan suave y cremosa, provoca tocarla todo el día —susurró con una voz caliente, sedosa e hipnótica; se remojó los labios con la punta de la lengua.
Mi boca se abrió ante sus palabras, no sabía muy bien qué iba a decirle pero sí sabía que tenía que bajarme de sus piernas y aclararle la situación.
—Mira, no sé qué te haya dicho Laura de mí, pero… —Giulio me sujetó de la barbilla y acercó mi rostro al suyo. Como si fuera una escena en cámara lenta, pude ver cuando él sacó su lengua y lamió mi labio inferior.
Intenté echarme para atrás pero me retuvo sin ningún problema, y terminó por pegar sus labios con los míos. Su mano seguía subiendo por mi muslo pero rápidamente la tomé y la detuve de subir más arriba. Su boca intentó separar la mía para darle entrada a su lengua, pero no cedí. Esto se sentía tan mal y equivocado.
Pronto escuché al taxista murmurar algo, pero un movimiento brusco lo detuvo.
El taxi comenzó a moverse y repentinamente alguien estaba abriendo la puerta del lado en donde Giulio se encontraba.
Lo único que sentí fue un jalón increíblemente fuerte. Pensé que me iban a arrancar la mano.
Un minuto atrás yo estaba sentada en las piernas de Giulio, besándolo en el interior del taxi. Y ahora estaba afuera, con los pies en el suelo, en medio de una calle llena de autos que esperaban a que el semáforo cambiara.
Todo sucedió tan rápido que me mareé y perdí el control de los altísimos zapatos que llevaba. Mis rodillas tocaron el pavimento.
—¿Entonces sí eres tú, __? —escuché que preguntaron.
Ese mismo alguien me impulsó hacia arriba, a su lado.
Lo primero que vi fue… Bueno, no lo vi, lo olí. Y era tan delicioso que se me hizo agua la boca.
—¿Quién es este imbécil al que estabas besando? —exigió la misma voz de antes.
Yo continuaba desorientada y al borde de vomitar todo lo que comí en la mañana.
No podía ser. No podía ser él.
Me estaba acosando, sin duda.
—¿Disculpa? —Giulio salió del taxi hecho una furia.
Los autos detrás de nosotros comenzaron a sonar sus bocinas.
—Zayn… —tartamudeé—. No es lo que tú crees…
—¿No es lo que yo creo? —respondió él, enojado. La vena de su cuello parecía que iba a explotar en cualquier segundo. No entendía qué era lo que hacía aquí.
—¿Qué haces aquí de todos modos? —le pregunté, tratando de alejar su mano de la mía. Él sólo la apretó más fuerte para que no huyera de su lado.
—¿Que qué hago aquí? —gritó—. Venía hablando con Key en el auto —señaló a un Key tímido que trataba de estacionar su camioneta blanca en la acera para que los demás autos pudieran pasar—, de repente me dice que mire la escena que está haciendo la pareja metida en el taxi, ¿y qué descubro? Que la chica, a la que prácticamente están desnudando en la vía pública, eres tú. Ahora explícame quién es este imbécil para que no tenga que partirle la cara a un completo desconocido sino a uno cuyo nombre sé.
—¿Quién es él, __? —Giulio se paró a mi lado para enfrentar a Zayn.
—Yo, soy el novio de __, semejante pedazo de mierd…
—¡Zayn! Baja tu tono y suéltame. Deja pasar a los demás —chillé.
Los conductores no dejaban de gritarnos groserías y de enseñarnos su tercer dedo, todo porque nosotros ocupábamos la mitad de la calle.
—¿Por qué lo estabas besando? —Zayn ignoró lo que le dije—. Y eso que me dijiste hace unos días que no estabas saliendo con nadie. ¿Él es nadie?
—Oye, maleducado —dijo Giulio—, la señorita está conmigo. Ahora suéltala.
—Oh, vaya. ¡Hasta italiano nos salió el hombre! Explícame una cosa: ¿quién te dio el derecho de besar así a mi mujer?
Abrí mucho los ojos y volví a resbalarme en el suelo gracias a los zapatos.
—¿Tú mujer? —Giulio gritaba ahora—. Figlio di puttana!
Eso no se escuchó para nada bueno.
Tragué saliva y me puse de pie lentamente.
—¿Me acabas de llamar hijo de puta? Oh no, no lo hiciste. —Zayn se preparaba para lanzar un golpe pero me puse frente a él. ¡Este era el hijastro de Laura al que quería golpear! Si le pasaba algo a su bello rostro seguro y me echaban la culpa a mí. ¡Ella era capaz de despedirme!
—¡Zayn, detente!
—¿Por qué, siquiera, sales con este idiota, __? —me preguntó él a mí.
—Apenas lo acabo de conocer —por alguna razón quería justificarme ante Zayn. Pero fue un error haberle dicho aquellas palabras; su mandíbula se apretó y su respiración se aceleró de un momento a otro.
—¿Acabas de conocerlo y dejas que te… repase en el asiento trasero de un taxi? ¡Ni siquiera tiene vehículo propio!
—¡Yo no dejé que me repasara! —grité enojada—, de todas formas, ¿por qué te importa lo que yo haga o deje de hacer? No eres nada mío y definitivamente yo no soy tuya.
Giulio rió en voz alta.
Yo lo fulminé con la mirada y me fui a parar frente a él.
—Tampoco soy nada de ti. No sé qué te dijo Laura, pero yo no soy ninguna clase de acompañante sexual o dama de noche. Ella me pidió que te mostrara la ciudad porque se supone que no la conocías; nada más. No tenías por qué haberme besado o sobrepasarte de la manera en que lo hiciste. Y si ustedes dos ya terminaron de pelear como dos perros que necesitan marcar su territorio, yo me largo de aquí.
Comencé a caminar pero era obvio que no iban a dejarme en paz; Zayn se apresuró a tomarme del brazo e intentó meterme en el coche de Key.
—Tú te vienes conmigo —gruñó él— con esa falda cardiaca puedes provocar demasiados accidentes de tránsito.
Me arrastró unos cuantos pasos antes de que me zafara de su agarre.
—No quiero irme contigo. Si nos disculpas, Giulio y yo tenemos un lugar al que ir.
Seee, yo era obstinada.
Estaba por tomar la mano de Giulio, cuando Zayn me tomó de la cintura, y un segundo después ya me tenía subida a su hombro derecho.
—Cuando yo digo algo, quiero que obedezcas.
—Baja a la señorita —dijo Giulio de forma calmada.
Zayn se dio la vuelta para enfrentarlo cara a cara.
Sentí sus músculos tensarse y, de repente, me bajó al suelo en donde me tambaleé.
—¡¿Le estabas viendo el trasero a mi novia?! —gruñó él, como animal salvaje.
—No hay ley que me diga que no puedo hacerlo —fue la simple respuesta de Giulio. Oh, a él le encantaba provocarlo—. Además, tiene uno muy bonito, y por lo que pude tocar… también suave.
¿Es que acaso Giulio quería morir?
¿Y por qué Zayn se ponía celoso si, en resumen de lo que me dijo en su departamento, él ya no quiere tener nada conmigo?
—Tal vez tú no lo sepas —le respondió él a Giulio, su voz sonaba calmada y pausada— pero hay una razón por la que soy tan posesivo con ella, y es porque lleva a mi hijo en su vientre.
Ay no, comenzábamos de nuevo con eso.
—¿Por qué será que no te creo? —dijo Giulio cruzándose de brazos.
—Que me creas o no, no es mi problema —y diciendo eso, Zayn me agarró de la cintura, y en vez de llevarme en su hombro, me cargo en brazos hacia el vehículo de Key. Dejando a Giulio atrás.
—¡Ve directo al hotel! —le grité. Si él se perdía iba a ser mi culpa.
Él sonrió de lado.
—Sea donde sea que él te lleve —respondió Giulio— te seguiré.
Zayn detuvo su paso y lo fulminó con la mirada.
—Mira, cabrón, si te atreves a volver a mirar así a mi novia, voy a tener que mandar tus pelotas de vuelta a Italia. Ni siquiera se te ocurra hablarle por el resto de lo que te quede de vida, o vuelves a casa estéril.
Giulio no volvió a discutir con él.
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—¿Me vas a bajar ya? —pregunté por enésima vez.
Zayn suspiró y le subió el volumen a la canción de 30 Seconds to Mars que Key tenía en modo de repetición.
—No.
Para confirmar sus palabras, empujó mi espalda contra su pecho, lo hacía como si intentara fusionar nuestros cuerpos.
Me puse nerviosa y miré disimuladamente a Key que continuaba ignorándonos desde que Zayn me subió a su camioneta.
—Dejé a Giulio solo. Mi jefa me va a despedir.
—No si la denuncio primero. ¿Qué clase de jefa te obliga a besuquearte con un desconocido?
Ahora era mi turno de exhalar con fuerza.
—Ella no me obligó a besarlo. Lo hice voluntariamente.
—__, por favor no sigas diciendo cosas como esa. Me duelen.
Key silbó parte de la canción e intentó mirar a todas partes menos a nosotros. Él manejaba hacia una dirección que yo no conocía. Las casas de esa zona eran realmente grandes y lujosas.
Me removí en mi lugar (que era en las piernas de Zayn) y sentí cómo él se tensaba debido al movimiento.
Llevábamos quince minutos de camino, pero en ningún momento me quiso bajar de su regazo.
Yo, por mi parte, estaba furiosa.
—Me parece perfecto que te duelan —dije de mal humor—. A mí me dolió cuando me corriste de tu casa. O cuando dejaste muy en claro que no querías nada conmigo. O cuando no supe nada de ti durante semanas, o cuando…
—Está bien. Soy un idiota. Anda, dilo.
—Eres un idiota —dijimos Key y yo al mismo tiempo.
Le sonreí con simpatía al guapo amigo de Zayn.
—Key, si no estuvieras con Rita, tú y yo podríamos perfectamente salir —dije hablando totalmente en serio.
Key se tensó.
Zayn se tensó.
Yo sonreí.
—¿Hablas en serio? —dijo Zayn—, ¿no quieres regresar conmigo?
—No, Zayn. No quiero regresar contigo.
—Bien. Key, detén el auto. Dejemos que __ se baje en la próxima cuadra.
—¿Qué? ¿Estás seguro? —preguntó Key.
Torcí la mandíbula y me tragué mi orgullo. Zayn de nuevo volvía a correrme de otro lugar.
Perfecto… si eso era lo que quería, bien.
—Déjame aquí —ordené.
Key maniobró el vehículo para poder acercarse hacia la acera de la calle.
Cuando se detuvo, Zayn abrió la puerta y me bajó con cuidado de su regazo, colocándome en el asiento de la par.
—Toma un taxi. Te doy el dinero —comenzó a meter la mano en su bolsillo, pero lo detuve.
—No lo quiero.
Me bajé del vehículo y, una vez de pie, alisé las arrugas de mi falda.
—Zayn, no creo que deberíamos dejarla… —empezó a decir Key.
Él alzó un dedo y Key cerró la boca.
—Voy a estar bien —quise tranquilizarlo. Pero la realidad era que quería echarme a llorar y golpear repetidamente la cara de Zayn.
Era un tonto.
¿Y la peor parte? Estaba demasiado enamorada de él.
—Aun así yo creo…
—Vamos a llegar tarde —dijo Zayn.
Cerró la puerta del auto y esperó a que Key se pusiera en marcha.
Con la mirada traté de decirle que estaba bien. Que no importaba, que no me estaba destruyendo por dentro aunque la realidad fuera otra.
Después de unos minutos él asintió con la cabeza, y comencé a ver cómo se marchaban sin mí.
Cuando ya no pude verlos en la distancia, el terror me invadió por completo.
¡Un Burro!
Eso era Zayn: un asno bastardo, insensible, descuidado.
¡Me dejó sola en medio de una calle que no conocía! Ni siquiera pude decirle sobre lo que Mason estaba haciendo, que seguramente él andaba por ahí libre, tal vez siguiéndome en estos momentos; y yo aquí, en mi falda ultra corta y con zapatos en los que apenas podía caminar.
Tragué el nudo de mi garganta y me obligué a dar unos dolorosos pasos más para intentar ubicarme y encontrar algún medio de transporte.
Si hubiera sabido que Zayn me dejaría botada, me habría asegurado de quedarme con Giulio, a pesar de que me pareció completamente inapropiado lo que hizo. Pero era mejor que esto.
De verdad que comenzaba a odiar a Zayn.
Si se quería asegurar de que me apartara de él, pues no se hubiera preocupado tanto, porque de mi parte, yo no volvería a acercármele jamás.
Maldito arrogante.
Mientras caminaba, un escalofrío me recorrió el cuerpo. Algo andaba mal, eso, o ya empezaba a sentirme paranoica en cuanto a Mason.
Casi no había gente caminando por la calle. La mayoría pasaba en su propio vehículo con vidrios polarizados y a máxima velocidad.
Giulio dijo que me seguiría, puede que no le haya tenido miedo a la absurda amenaza de Zayn y ahora venía, como todo príncipe azul, a mi rescate.
Iba a buscar mi teléfono para hablarle a quien sea que pudiera venir a recogerme, cuando me fijé que no tenía conmigo mi celular. Ni siquiera tenía mi cartera. Lo que a su vez significaba que no tenía nada de dinero.
¿Dónde pude haberla dejado? ¿En el taxi?
Ahora sí que el terror se instaló en mi cuerpo. Pero había varias soluciones para mi problema, podía pedir un taxi, ir a casa de mamá y suplicarle que me lo pague.
Sí, eso haría. Después me pondría a llorar por la pérdida de mi teléfono.
Estaba a punto de doblar en una esquina, cuando gruesas gotas de lluvia comenzaron a caer del cielo.
Parecía como si la naturaleza estuviera conspirando en mi contra. Solo faltaba la música de fondo para acompañarme en mi melancólico viaje… o que Marie se apareciera flotando en el aire, con una cola y dos cuernos, diciéndome que me va a torturar. Esa sería la cereza del postre.
Me dieron escalofríos de solo imaginarme que tendría que verla esta noche.
Líbranos del mal, Señor. O mejor, líbranos de Marie, porque ella era capaz de hacer mi vida un infierno si la dejaba hacerlo.
Como la lluvia continuó aún más fuerte, me refugié bajo el alero de una tienda que vendía ropa para bebés, desde la vitrina se podían ver varios trajecitos, uno de ellos se parecía al que Key me había regalado cuando pensó que estaba embarazada.
“Si piensas que soy lindo, deberías ver a mi mamá”.
En medio de todo este caos, sonreí para mis adentros.
Los truenos no tardaron en aparecer y temblé ligeramente ante la perspectiva de quedarme por más tiempo sola y abandonada como un perro callejero.
Cuando pensaba en tener que caminar bajo la lluvia, un Audi Q3 de color gris se detuvo en la acera frente a mí. Sonó la bocina tres veces y luego bajó la ventanilla.
Mi corazón se aceleró al ver de quién se trataba.
—__, sube aquí, rápido —habló Zayn, tuvo que gritarlo porque apenas y se podía escuchar en medio de la tormenta.
En primer lugar: arma un show de celos con Giulio, y en segundo, me deja botada en medio de un sitio completamente desconocido para mí.
La sangre de mis venas se sobrecalentó.
Me crucé de brazos y decidí ignorarlo.
Ya sé que debería dejar de ser orgullosa y subirme al estúpido auto pero, no podía. Lo odiaba en estos momentos. Las razones salían sobrando.
—¡Te vas a congelar! ¡Sube ahora! —volvió a gritar.
Le di la espalda y comencé a caminar bajo la lluvia.
Escuché la puerta del auto ser abierta y cerrada con rapidez.
A los segundos, una mano estaba tomándome del brazo y me hizo detenerme.
—Entra al auto conmigo —exigió él.
Ni siquiera protesté, el agua ya se estaba colando en mi ropa interior y probablemente estaría discutiendo con Zayn todo el día, así que lo dejé guiarme hacia el vehículo.
Él se aseguró de meterme en el interior, y no se preocupó de que mojara sus asientos, porque estos estaban tapizados en cuero.
Lo vi dar la vuelta para subir al lado del conductor, y se metió con facilidad.
No le dije nada. No quería hablarle.
Él, por su parte, se quedó con las manos puestas en el volante, viendo hacia el frente, sin poner en marcha el vehículo.
—Lo siento, __ —dijo después de varios segundos en silencio.
—¿Por qué lo sientes? ¿Por ponerte verde de los celos con Giulio? ¿Por bajarme del auto de Key para dejarme botada en medio de un lugar que no conozco para nada? ¿Por ser un completo idiota con cara de foca?
—Lo siento por todo —suspiró audiblemente. Pronto puso el coche en movimiento y nos llevó hacia la carretera, siguiendo la misma calle por la que lo vi perderse con Key hace unos minutos atrás.
—¿Por qué viniste por mí? —pregunté curiosa—. ¿Y de quién es este coche? ¿Cómo hiciste para venir a buscarme en tan corto tiempo?
Él me miró de lado y luego encendió la radio.
La suave y cremosa voz de una mujer comenzó a envolver el aire dentro del vehículo.
—Este es el bebé de Key, lo usa para eventos especiales. Tuve que prometer que le donaría un riñón a cambio de prestármelo —respondió con calma—. Fui un cobarde y un hijo de puta por dejarte sin compañía, con esa falda —miró la falda en cuestión— bajo la lluvia y con esas hermosas lágrimas que querías detener de tus ojos. Pero es que me puse celoso por el comentario que hiciste de Key. ¿De verdad desearías salir con él y no conmigo?
Me encogí de hombros.
—Sé con seguridad que él nunca me dejaría con un psicópata suelto.
—¿Qué?
—Mira, olvida lo que dije. Ahora entiendo. Me costó darme cuenta pero ahora lo sé.
—¿De qué hablas? —me preguntó.
—Hablo de que por fin entendí que me debo apartar de ti. Me lo estuviste diciendo tantas veces pero hasta hoy logro reaccionar. Prometí no volver a buscarte así que espero de ti la misma cortesía.
Zayn estacionó repentinamente frente a una casa que parecía mansión. Tenía cientos y cientos de metros con césped del mejor cuidado.
—__, por favor… perdóname. De todo lo que he echado a perder en mi vida, lo nuestro es lo único a lo que le veo salvación. Regresé por ti porque sé que soy un idiota, y no te tuve que dejar en ningún momento sola. Te quiero demasiado como para no sentir la necesidad de protegerte. ¿Qué quieres que haga para que entiendas que por ti haría lo que sea?
Sopesé sus palabras.
¿Se fue porque estaba celoso de Key?
Suspiré de manera dolorosa.
Él dijo que me vio a punto de llorar, ¿y aún así me abandonó a mi suerte?
—Dime algo, por favor. Dime que me odias, dime que soy un idiota perdedor, pero por favor dime lo que sea.
Tragué saliva antes de responder.
—Ya no tiene caso que te sigas disculpando, Zayn. Solo… —me callé para evitar soltar un quejido— solo llévame a casa. No tengo ánimos de seguir con esto.
—Primero entremos a casa de Key —señaló hacia la mansión en donde nos detuvimos—. Para que te seques y tal vez la hermana de él tenga ropa que te quede y pueda prestarte. Luego te llevo a donde quieras.
Asentí porque no quería discutir con él.
Entramos con el auto hacia el interior de la casa, alguien nos abrió el portón para dejarnos pasar, y pronto Zayn estacionó frente a la enorme y moderna mansión.
No había otra palabra para describirla. Era… lujosa.
—¿Por qué Key toca en una banda si perfectamente puede comprarse una? —pregunté anonadada.
—Porque quiere triunfar por sus propios medios. Lo entiendo.
Volví a dirigir mis ojos hacia el espectacular diseño del lugar; era increíble.
—Entremos —dijo Zayn.
Salimos del coche sin decir una palabra más; corrimos bajo la lluvia para refugiarnos en el interior, y Zayn me abrió la puerta principal.
Lo primero que veías al entrar, era un juego de escaleras de… ¿vidrio? Sí, vidrio, empotradas en la pared. Los suelos eran de madera, y varias alfombras con colores cálidos y diseños intrincados le daban vida al lugar; por lo general este tipo de casas eran frías e impersonales, pero todo aquí gritaba acogedor y bien decorado.
Habían fotos en blanco y negro de Key con toda su familia. Eran tomas perfectas y bien enfocadas.
—¿Te gusta? —me susurró Zayn. Noté que él no dejaba de verme de pies a cabeza.
Me hubiera sonrojado si no recordara que estaba enojada con él.
Fue cierto todo lo que le dije en ese vehículo. No lo iba a molestar jamás.
Y en caso de querer algo conmigo, iba a tener que ser él quien me buscara a mí, no al revés.
Ya nada volvería a ser como antes. Jamás.
Asentí con la cabeza. Él no dijo nada y se limitó a guiarme por la escalera de vidrio, subí emocionada por lo que iba a encontrarme más arriba. Me condujo hacia una sala familiar con vista a una terraza, y de allí nos trasladamos a un amplio pasillo en donde pasamos unas tres puertas hasta que nos detuvimos en la última y la abrió para mí.
—¿Esta es toda la casa? —no pude evitar preguntar.
—No. Son dos alas, esta es la primera, aquí duermen Key y sus hermanos. En la otra sus padres.
Wow.
—Puedes cambiarte aquí —dijo él dándome paso hacia la habitación.
Era enorme, así como todo el lugar, lujoso y minimalista. Una cama ocupaba la mayoría del espacio, y un ventanal, de piso a techo, estaba ubicado casi a la par.
—Dame tu ropa, la llevaré a secar.
—¿Qué? ¿Quieres que me la quite frente a ti? —respondí sarcásticamente. Como mis zapatos me estaban aniquilando, me quité uno y después el otro.
Zayn no dejó de verme en todo ese tiempo. Me acerqué a la ventana, esperando a que se marchara y me permitiera cambiarme en paz.
—Nena, no voy a ningún lado —dijo con voz ronca. Me giré para verlo justo cuando se quitaba su camisa empapada. Me quedé sin aliento—. Además, creo que has estado exhibiéndote toda la mañana con esa cosa que te pusiste.
Se refería a mi falda.
Bajé la vista para verme. La tela ya se había pegado a mi piel, revelando el contorno de mi ropa interior con encaje; hasta mi blusa de color blanco ya parecía una segunda piel, el chaleco me tapaba lo necesario pero de ahí era poco lo que se dejaba a la imaginación. Fue un verdadero milagro el que Mason no me haya seguido porque me vería en serios problemas.
—No quiero que te la vuelvas a poner —me exigió.
Inhalé bruscamente, indignada.
—Pues te aviso que no tienes ningún derecho sobre mí. Los perdiste todos hace mucho tiempo.
—¿Sabes cómo te miraba ese imbécil con mal acento italiano? Te miraba como si le pertenecieras a él. Y aún no me explicas por qué lo besaste. No me gustó para nada.
Resoplé.
—¿Eres bipolar? Dímelo ahora porque te juro que no te entiendo —me quejé—, primero actúas todo posesivo conmigo, después me tratas con frialdad, ¿y ahora vuelves a ponerte celoso y a querer darme órdenes? Tengo una sola palabra para ti: JO-DE-TE.
Después de decirle eso me sentí tan atrevida que, sin importar que él todavía estuviera ahí, me quité el chaleco de mezclilla, luego la blusa y la lancé contra el suelo, quedándome en mi sujetador color beige.
Zayn recorrió cada trozo, cada poro de mi piel.
Se pasó la mano por el cabello, se lo jaló y por último dio un grito exasperado.
—La única razón por la que te pedí bajarte del auto fue porque no soportaba verte congeniando con Key. Odio, repito, ODIO verte con otro hombre que no sea yo. ¿Si soy posesivo? Me importa un carajo si lo soy o no. Te pertenezco, __. Creo que no has captado lo mucho que te deseo desde que te conocí. Deseo morder cada pulgada de tu cuerpo, hacerte mía y tenerte en lo más profundo de mi ser. Me vuelves loco. Quiero golpear al idiota malnacido que besó los labios que sólo yo tengo permitido besar… pero trato tan fuerte de contenerme que, simplemente no sé por cuánto tiempo más voy a aguantar. Ahora, lo que más deseo en medio de este descontrolado mundo, es darte un beso que no te deje respirar y darle buen uso a esa cama detrás de ti.
Tragué saliva.
Volví a tragar con fuerzas.
Me relamí los labios y finalmente dije:
—Entonces hazlo. Te estoy dando mi autorización para que lo hagas. Llévame a la cama, Zayn.
cipriano.
Re: Prohibido enamorarse de Zayn Malik {Zayn&Tu}
24° Capítulo
Contando lunares.Narra Zayn
(El contenido puede ser un poco fuerte)
Madre... mía.¿Ella acababa de...? ¿Ella dijo...?
Oh, no tenía que repetirlo dos veces.
Me abalancé sobre su cuerpo, tomándola de las caderas y amando cada segundo en el que su piel caliente tocó la mía.
Mi boca se presionó en la suya en busca de un beso por el que era capaz de matar, un beso tan ardiente por el que armaría guerras y destruiría naciones enteras con tal de obtener.
Asomé la lengua y lamí sus labios posesivamente, recordándole quien era yo y obligándola a nunca olvidarme, dejando mi huella impresa por el interior de su boca. La besé tan duro para que, de ahora en adelante, no tuviera dudas de que ella era mía y solo mía.
El solo pensamiento de compartir a mi __, me hirvió la sangre.
Creo que le apreté más fuerte las caderas porque la escuché jadear/ronronear en mi boca.
Me separé para dejar que tomáramos aire, y pegué mi frente contra la suya.
—Entonces... —dije, tratando de recuperar el aliento, pero hombre, era una tarea titánica teniendo en cuenta que ella se encontraba semi desnuda, y que sus bonitos y redondos senos se pegaban a mi pecho descubierto cada vez que respiraba, era como si estuvieran tentándome a agarrarlos y chuparlos— ¿Aun estás dispuesta a conocer todos los usos que se le pueden dar a una cama?
Ella parpadeó y soltó lentamente el aliento, mientras yo pensaba en las mil maneras de arrancarle el sostén y la maldita falda que parecía un minúsculo retazo de tela que cubría únicamente las líneas donde comenzaban sus bragas.
Gruñí para mis adentros.
Fue exasperante ver cuando un jodido imbécil estuvo besándola como si le perteneciera.
Herví ante la imagen mental de recordarlos a los dos metidos en ese taxi. Key tuvo que convencerme de no matar al estúpido miserable.
Dirigí mi boca al cuello de __, queriendo impartir castigo, queriendo imponerme; y ser posesivo era la única forma que tenía de demostrar lo demasiado que me importaba.
Amaba su cuello, aunque ella tal vez no se hubiera dado cuenta todavía, y la razón era sencilla: podía sentir cómo su pulso se aceleraba cada vez que la mordisqueaba o cuando mis dedos decidían hacer exploración por su piel.
—¿Cuántos usos se le pueden dar a la cama? —preguntó ella de forma aturdida, su voz se escuchaba sedosa y fina como un hilo de seda.
Tembló ligeramente cuando mi mano bajó hasta su muslo, y le levanté una pierna a la altura de mis caderas.
Su falda estaba tan apretada y pegada al cuerpo debido a la lluvia. Yo era un semejante idiota por haberla abandonado, pero por suerte tenía al bastardo de Key para hacerme entrar en razón y recordarme lo inmaduro y ridículo que me estaba comportando.
Olí el cuello de __, sin disimular mi erección.
—No me tientes a demostrarte las miles de cosas que podemos hacer en esa cama —susurré con voz caliente y anhelante.
—Quiero... —ella se relamió los labios, echó la cabeza hacia atrás cuando comencé a dejar besos húmedos en su clavícula—, quiero que me las muestres.
Gruñí, exasperado.
¿Por qué tenía que decirme esto justo ahora, cuando estábamos en casa de Key, encerrados en la que una vez fue mi habitación cada vez que me quedaba de visita?
—¿Estás segura de que quieres esto? —pregunté.
Mordió su labio inferior y asintió con seguridad.
—¿Quieres que vuelva a repetir lo que te dije antes? —susurró ella—. Llévame a la cama, Zayn.
Me estremecí como cada vez lo hacía cuando mencionaba mi nombre con ese tono sexy y caliente… necesitado.
Si ella tan solo supiera la clase de persona de mierda que me sentía, que únicamente estando a su lado me permitía tener la esperanza de llegar a ser alguien mejor.
Devoré sus lindos y rosados labios y actué por instinto: rasgué el pedazo de tela que ella consideraba falda, dejándola caer al suelo, y llevé a __ hacia la cama, acostándome y estirándome encima de su cuerpo. Alineé nuestras caderas y enredé mis dedos con los suyos y levanté sus brazos para que quedaran sobre su cabeza.
—Uso número uno —murmuré contra su boca—, hacer el amor hasta el cansancio.
Me perdí de nuevo en sus labios, luego besé su cuello y seguí deslizándome por sus senos, en donde su sostén me pedía a gritos que lo arrancara de forma primitiva.
—Creo… que… —jadeó cuando vio la atención que estaban recibiendo sus pechos—el primer uso… de la… cama… es dormir.
Negué con la cabeza.
—Oh no, nena. Si la gente pudiera elegir entre dormir y sexo, al menos el noventa por cierto de la población masculina estaría de acuerdo conmigo y preferirían la segunda opción como uso número uno para una cama.
Aunque en realidad, cualquier superficie servía, pero no le dije eso.
Llevé mis dedos a la parte frontal de su sujetador, y tanteé el material para probar su resistencia. Luego, con ayuda de mis dientes, lo rompí y dejé que un par de hermosuras rosadas me saludaran.
—¿Zayn? —la escuché decir en medio de la bruma de deseo que me poseía—. ¿Y si alguien entra? No cerraste la puerta.
Sonreí contra su piel.
—¿Eso no lo hace más excitante, nena?
—¡Zayn!
—La cerré en cuanto pusimos un pie en esta habitación —dije para su tranquilidad. Y era cierto, nos encerré a ambos, arriesgándome a enojarla con tal de recuperarla. Estos días sin ella habían sido un infierno, pero era lo mejor. __ tendría que entender que alguien como yo solo era capaz de provocarle dolor. Estaba en mis genes, era normal sufrir para nosotros.
—Vas a tener que comprarme ropa nueva después de esto —se quejó de forma divertida—. Me debes una nueva falda y un nuevo sostén.
No la dejé continuar porque mi boca se ocupó de abarcar uno de senos. Lo lamí una vez y no necesitó de nada más para erguirse.
Volví a lamerlo y chuparlo.
Ella gimió.
Por los sonidos que hacía, era obvio que nadie nunca le había hecho algo como esto; y me gustó ser el primero. Y quizás, si mi suerte no era tan jodida, el último.
Le presté atención también al otro seno, amando la forma en que su pezón se afirmaba para mí. Como todavía sostenía sus manos sobre su cabeza, pude sentir cuando comenzó a enterrar las uñas en mis dedos y en parte de la sábana.
—Admite que adoras mi cara de asno —la provoqué un poco. Lamí varias veces sus pezones rosados.
Mmm… los sonidos que hacía para mí eran increíbles. Si pudiera grabarlos, lo haría, y los escucharía todo el tiempo.
Dejé besos húmedos por todo su cuerpo. Limpiando las gotas de lluvia que lograron traspasar su boca.
De pronto mi pantalón se sintió demasiado apretado. Me separé del cuerpo de __, y me quité cualquier estorbo entre su piel y la mía.
Cuando estuve totalmente desnudo, y ella me vio, enrojeció.
Pero había un problema. Ella todavía tenía puestas sus bragas.
Me puse en horcajadas, llevé mis pulgares a los extremos de la delicada tela, y antes de jalar para romperlas le dije a __:
—Nena, vas a tener que añadir a la lista un par nuevo de bragas.
Entonces las rompí.
Ella se quedó boquiabierta. Sonrosada y a la vez excitada.
Separándome ligeramente de su cuerpo, absorbí cada parte de su hermosa silueta desnuda. Era como si __ estuviera moldeada solo para mí.
Respiré hondo mientras la miraba atentamente.
—No me mires así —logró decir ella después de unos segundos.
—¿Así cómo?
—Como si nunca hubieras visto a una mujer desnuda en toda tu vida.
—Es que no estoy viendo a una mujer, estoy viendo a una diosa.
De ser posible se sonrojó aun más fuerte.
—Deja de decir cosas como esa. Seguro que muchas chicas ya han escuchado esa frase; además, sé que no soy ni un tercio de lo hermosa que han sido tus otras acompañantes.
Oírla decir eso me enojó.
Cierto que yo tuve mis romances locos y desatados, pero ninguno me dobló sobre mis rodillas como __ lo había hecho.
—Puede que no te hayas dado cuenta todavía —dije con voz firme para que le quedara claro— pero tú tienes el control absoluto y completo de todo lo que soy. Nunca fui un chico celoso, hasta que te conocí. Nunca le conté a nadie sobre mi familia, pero contigo rompí el silencio. Y jamás necesité a alguien como te necesito a cada momento. ¿Qué más quieres que te diga para lograr convencerte? Metete en la cabeza que eres mía y que yo te pertenezco de igual forma. No soy de nadie más, nunca lo fui; te adueñaste de mí por completo.
Desaparecí el espacio que había creado entre ella y yo, y de forma furiosa la tomé de la cintura para levantarla y quedarnos de rodillas sobre la cama, viéndonos a los ojos. Aproveché la posición para devorarle los labios y lamérselos como tanto deseaba hacer días atrás. El calor de su piel le dio la bienvenida a la mía.
Mis manos fueron a su espalda para sostenerla y para acariciarla. Pronto una de mis manos estuvo sobre su muslo y comencé a abrirle lentamente las piernas.
Cuidadosamente me senté sobre mis rodillas y pasé de besar su boca a besar sus senos.
Lamiendo, chupando y mordisqueando a mi antojo.
Ella echó la cabeza hacia atrás, y de sus labios se escapó el sonido más sensual del mundo.
No perdí tiempo y la tomé de sus rodillas, motivándola para que se acercase a mí.
Abrí un poco las piernas mientras separaba las de ella, y sujetando su hermoso trasero la subí directamente a mi miembro firme y erecto.
Ella me tomó de los hombros mientras respiraba fuertemente y dejaba que yo la hundiera con lentitud y cuidado sobre mí.
Separé sus piernas con las mías, y cuando estuvo completamente hasta el fondo, porque ya no se podía avanzar más, la escuché gemir entre el placer y el dolor. Aunque un poco más este segundo.
Traté de tranquilizar mi respiración mientras ella metía su cara en el hueco de mi cuello y su sudor se mezclaba con el sudor de mi piel.
—__ —susurré. Ella seguía gimoteando—, nena… ¿te dolió?
Ella negó con la cabeza aún sobre mi cuello.
La tomé de la mandíbula y la obligué a que me viera a los ojos.
—__, por favor sé sincera —dije con voz amortiguada. Ella se sentía realmente bien.
Abrió la boca pero no salía ningún sonido claro.
Finalmente pudo decir:
—Zayn… yo...
—¿Estás bien? ¿Quieres que continúe? ¿Te dolió? Sólo dime que me detenga y yo lo hago.
Se mordió el labio y vi directo a sus ojos grises.
—Dolió un poco —mentira. Podía decirlo por lo mucho que se le dilataban las pupilas cada vez que lo hacía, además de que podía sentir su centro palpitar a un ritmo salvaje—. Lo que pasa es que… no creo que te lo haya dicho pero… —se acercó a mi oído, para susurrar—: soy virgen. Bueno, lo era. Creo.
Solté un quejido.
Mis dedos rodearon su cintura aún más fuerte de lo que ya lo estaban haciendo.
—Me está matando escuchar eso —dije entre jadeos—. Me encanta escuchar que voy a ser el primero en donde nadie más lo ha sido. Pero, nena, dime si en algún momento estoy lastimándote o haciendo algo que no quieras.
Asintió con la cabeza, mordiéndose el labio con vigor.
Su cabello castaño caía libre sobre sus pechos. Se miraba hermosa. Como toda una diosa.
—Quiero que sigas —dijo ella una vez que dejamos el tema de su virginidad atrás.
Debo ser el hijo de puta más suertudo del mundo por tenerla.
Lo soy. E iba a hacer que valiera la pena cada segundo que pasara conmigo. Ya no más Zayn idiota.
—No tienes que decir más. Recuerda que si quieres detener algo de esto solo di…
—¿Vampiro? —preguntó en broma.
Negué con la cabeza.
—Solo di mi nombre.
Entonces comencé a moverme lentamente. Primero una vez para tantear la situación, la tomé de las caderas y, con ayuda del impulso de mi propio cuerpo, la subí para luego dejar que se deslizara a lo largo de mi miembro.
Ella gimió. Yo gruñí del gusto.
Se sentía tan increíblemente bien.
Hice esto un par de veces más; escuchando cómo contenía la respiración y volvía su cabeza a mi hombro.
A la tercera vez, sus caderas ya empezaban a seguir el ritmo de las mías.
Su respiración aumentaba.
—Respira tranquila —dije en su oído. Ella gimió en acuerdo y, para cuando ambos empezábamos a disfrutar de lo que hacíamos, la sentí morder mi hombro.
Eso me excitó más allá del punto de retorno.
Me movía con ella, arriba, abajo y luego arriba una vez más.
Su piel resbalando con la mía, el único sonido de la habitación era el de la lluvia, y el que hacían nuestros cuerpos al chocar.
Justo comenzaba a dejarme llevar, cuando recordé algo.
La tomé de la cintura y la obligué a verme, quitando su cabeza de mi hombro.
Sus mirada estaba desubicada y atontada. En otra ocasión hubiera sonreído, pero no ahora, no tenía ganas de bromear.
—¿Por qué te detienes? —preguntó con voz ronca.
Tragué saliva y con cuidado comencé a salir de su interior. Doliéndonos a ambos la separación repentina de nuestros cuerpos, gemimos ante la ausencia del otro.
—__… ¡mierda! —gruñí. Ella me vio muy asustada, como si hubiera hecho algo malo. Intenté aclararle antes de que creyera otra cosa— ¡Olvidé ponerme un condón!
Ante mis palabras sus ojos grises se abrieron en alerta.
—¿Qué? —Ella bajó la mirada a mi aún firme y erecto miembro, luego regresó a mis ojos—. Zayn yo… yo no tomo nada. Y ciertamente no sabía que justo hoy nos encontraríamos haciendo esto… —hizo un gesto con su mano abarcándonos a los dos y la gran cama bajo nosotros.
—Lo siento, nena. Tu seguridad y protección debió de ser lo primero. No quiero que Noah se adelante todavía.
—De acuerdo —asintió—, estoy segura de que algo se puede hacer. Pero, por favor, no te detengas ahora.
Joder.
Tragué duro y me moví rápidamente por la habitación.
Recogí mi pantalón, tomando la billetera en donde guardaba un condón. Hice memoria del tiempo que lo estuve llevando allí, no quería uno de estos defectuoso.
—Espera un segundo —le dije a __. Me movilicé hacia la puerta del baño, y rebusqué en varios cajones hasta dar con el correcto. Key mantenía condones aquí solo por si acaso. Tomé uno de los muchos que tenía, y volví a la habitación.
Me detuve abruptamente al ver a __ todavía sentada sobre sus muslos, con su espalda pegada a la cabecera de la cama y con el pelo ocultando por poco sus duros pezones rosados.
—Si tan solo supieras lo comestible que luces en este momento —murmuré trayendo conmigo el nuevo condón.
Ella se ruborizó y agachó la cabeza.
Me subí a la cama, alzando su barbilla y devorando sus labios.
—Acuéstate —le dije— será menos doloroso para ti.
—Pero me gustaba como estábamos antes.
Sonreí de forma traviesa.
—No puedo creerlo, he creado un monstruo.
Ella tomó una de las almohadas de la cama y me la lanzó.
Seguidamente me subí a la cama con ella y, antes de volver a conectar nuestros cuerpos, me puse el condón muy lentamente para provocarla y hacerla ruborizar de nuevo.
Podía ver lo apenada que estaba, pero en ningún momento hizo algo para desviar la vista.
Noté el cambio inmediato en su rostro, de divertida a lujuriosa en un instante.
—Acostada vas a estar más cómoda —murmuré.
Ella negó con la cabeza.
—Lo haremos después de esa forma. Ahora… por donde nos quedamos.
Sí, había creado un monstruo.
La subí nuevamente a mi regazo, sosteniéndome en mis rodillas y con ella tomándome de los hombros.
—Respira hondo —dije al mismo tiempo que separa sus piernas y abría camino entre su sexo para dejarme entrar.
Ella hizo como le ordené y echó la cabeza hacia atrás para jadear cuando finalmente llegué al tope de nuestros cuerpos.
Me quedé quieto por un momento. Absorbiendo la situación, oliendo su pelo y el sudor de su cuello.
La besé, duro. Y comencé a moverme lentamente una vez más.
Impulsándome hacia arriba con las caderas. Sujetando las suyas para que me siguieran.
Ella gimió y gimió.
Pronto mantuvimos el ritmo y continué con cada deliciosa estocada. Nos movíamos dentro del cuerpo del otro, sintiendo nuestros pulsos y escuchando nuestra respiración frenética, sintiendo el sudor descender de nuestros poros hasta mezclarse para ser uno solo.
Entonces hubo un segundo de silencio antes de que estalláramos a pedazos al mismo tiempo.
__ se durmió después de la segunda vez que hicimos el amor (quería mostrarle las bondades de tener sexo acostados), y ahora estaba lánguida sobre la cama, envuelta en las sábanas y mostrando la piel de su espalda y de sus piernas.
No quería levantarme para que luego ella despertara y no me encontrara en la cama, pero tenía que reportarme con Key y buscarle algo de ropa a __. Nos íbamos a ir directo a mi departamento para seguir con lo que estábamos haciendo.
Me levanté del colchón sin hacer mucho ruido, y me puse el pantalón dejando de lado mis bóxers y la camisa.
Abrí la puerta y la cerré detrás de mí.
Como no había nadie en este lado de la casa, bajé las escaleras y me fui directo a la cocina.
La madre de Key (y toda su familia) ya me conocían y me trataban como un miembro más de su familia; me podía mover libremente por la casa.
Encontré a Key en la cocina, sentado en una de las bancas del desayunador de vidrio templado, comiendo Froot Loops y viendo unas hojas de partituras. Tocando las notas sobre el mostrador, usando los dedos de su mano izquierda.
—Oye —saludé.
Él me dio un asentimiento de cabeza y una sonrisa de bastardo.
—Por la cara que traes, deduzco que todo se arregló con __, ¿verdad?
Asalté su refrigeradora y tomé un gran vaso con agua.
—Eso creo —murmuré.
—¿No deberías agradecerme por patear tu culo para que la fueras a buscar?
—Si serás imbécil —dije bebiendo más agua—. Gracias por patear mi culo para que fuera tras ella.
—Bien. De nada.
Key fue quien me abrió los ojos para que me diera cuenta que con mi actitud de perro embravecido, iba a terminar perdiéndola.
De hecho, no estábamos tan lejos de donde le había pedido que se bajara. No me tomó mucho tiempo reaccionar de la estupidez que había cometido, y correr a buscarla. Iba a llevar mi moto, que estaba estacionada en el garaje con los demás autos de la familia de Key, pero comenzó a llover y tuve que hacer el ridículo para Key me prestara su auto.
—Soy un malnacido y la amo —solté de repente.
Key se detuvo de comer y me miró seriamente.
—Lo sé. Creo que hasta un bebé de cinco días lo echaría de ver.
—Hablando de bebés… —hice una mueca. Claro que me encantaría tener un pequeño ser humano con la mitad mía y de __, pero todo era a su tiempo— yo como que olvidé el condón al principio y… espero, de verdad espero no haber jodido esta oportunidad con __.
—Oh mierda. ¿Tus hombrecitos salieron? Porque si no salieron de su empaque original creo que no hay mucha probabilidad de que nada suceda.
—Mierda. Nunca pensé estar hablando esto contigo pero, no lo sé.
—¿No me lo contarías si te pasara con alguien más? Me siento ofendido.
Bufé.
—Te estás portando como una señorita, Key.
—Y tú te oyes como un hombre dominado y cien por ciento enamorado —sonrió y continuó comiendo el cereal.
Lo salpiqué con unas gotas del agua que estaba bebiendo.
Volví a asaltar la nevera y tomé un par de manzanas y la jarra de agua para llevarle a __ para cuando despertara.
—Hmmm… ¿sabes si Pamdora dejó algo de ropa antes de irse de viaje? —pregunté. Pamdora, o Pam, era la hermana mayor de Key. Se fue hace tres semanas a Francia para estudiar fotografía. Ella tenía una complexión similar a la de __, con excepción de que Pam era más bajita. Pero que no te engañe su apariencia, ella era terriblemente intimidante y gruñona.
—Sí, puede ser. Revisa su armario; dile a __ que use lo que quiera y no importa si no lo devuelve, Pam tiene demasiada ropa, como para vestir a toda una pequeña ciudad.
Comencé a moverme gradas arriba, en medio camino escuché a Key decir:
—¡Y deja de destrozar todo lo que tenga puesto __!
Sonreí sabiendo que justo en esos momentos ella no tenía nada más que las sábanas para cubrirla.
Una vez que fui al cuarto de Pam y le conseguí algo de ropa a __, me fui al dormitorio y la encontré despierta y algo asustada.
—¿Qué sucede? —pregunté con preocupación genuina—¿Qué es?
Fui a su lado y la envolví en mis brazos.
—Yo… —se puso roja repentinamente—, creo que manché las sábanas.
Agachó la cabeza, avergonzada y apenada por habérmelo dicho.
Sus manos se aferraban a la tela así que hice que las soltara para poder ver.
Estaban manchadas con su sangre. Si no supiera que era normal que ocurriera, ya estaría llevándola al médico como loco preocupado.
Pero igual no podía dejar de preocuparme.
—Tranquila —susurré, me acerqué a su frente y la besé— te traje pastillas por si dolía. Y algo de comida.
Deposité en su palma unos analgésicos y la atraje hacia mi regazo.
Ella dejó que la tomara entre mis brazos, y pegó su cabeza en mi hombro.
—Come —le susurré.
Ella aún parecía preocupada por las sábanas.
—Prometo limpiarlas. Relájate.
Ella suspiró audiblemente.
—Está bien.
Le dio un mordisco a la manzana que le ofrecí, y dejé que mis ojos se perdieran en lo mucho que enseñaba de su cuerpo. Creo que no se daba cuenta que tenía un pecho descubierto pero no iba a hacer que se tapara.
Lo miré con anhelo y apreciación.
—Creo que me dormí por horas —musitó viendo hacia mi rostro. Su cuerpo descansaba sobre el mío, ambos recostados contra la cabecera de la cama.
—Dormiste poco —dije dándole una mordida a mi propia manzana. Estaba hambriento pero no de comida.
Dios bendito, yo era todo un animal insaciable.
—¿Tú lograste descansar?
Negué con la cabeza.
—¿Qué hiciste mientras dormía? —preguntó.
—¿Sinceramente? —dije encogiéndome de hombros—, me puse a contar tus lunares.
Ella miró con esos ojos grises ahumados, y me sonrió divertida.
—¿Ah, sí? ¿Y cuántos tengo?
—Veintitrés. Tres en la espalda, dos en el brazo izquierdo, uno en tu mejilla derecha, dos en las piernas, uno en tu seno izquierdo cerca del corazón, uno en tu espalda y otro en tu nalga izquierda, y por último un pequeñito lunar en uno de los dedos del pie.
Se ruborizó y mentalmente la vi contar los números que le mencioné.
—No sabes sumar —dijo frunciendo el ceño—, esos son doce, no veintitrés.
Negué con la cabeza, sabiendo que ella me diría algo como eso.
—Son veintitrés —afirmé—. Doce de tu parte y once de los míos. Porque nena, cuando estábamos pegados, cadera contra cadera, te sentí como una parte vital de mi cuerpo. Es imposible que vuelva a sentirme como una sola unidad nunca más, así como es imposible que vuelva a funcionar sin ti.
Ella me miró de una manera íntima y tierna.
Llevó su mano hacia mi mentón para acariciarlo. Se estiró en mi regazo para poder darme un beso en la boca, beso que profundicé sin ningún problema.
Su lengua y mi lengua jugaban entre ellas. El sabor de la manzana recién fresco en nuestra boca.
Noté que poco a poco la sábana se le iba deslizando del cuerpo, dejando al descubierto sus dos pechos.
Ella se pegó a mí mientras yo hacía lo que tanto quise hacer desde que entré a la habitación: lamí sus senos y presioné su cintura.
La sábana pronto dejó todo su cuerpo al descubierto, hasta que finalmente y de alguna forma, volví a estar dentro de ella.
—¿Entonces no vas a ir a mi apartamento? —pregunté exasperado— ¿Pero por qué?
—Ya te dije, hoy tengo una cena familiar. Mi tía está empeñada en que la realicemos una vez al mes.
—¿Y no puedes faltar? —mi voz se oía miserable. La quería en mi apartamento, no necesariamente para repetir lo que estuvimos haciendo las horas pasadas (aunque eso sería ideal); sino viendo por lo menos una película, o comiendo comida chatarra, o simplemente estando juntos. Desnudos. La necesitaba demasiado.
__ se giró para verme mientras terminaba de arreglarse el cabello.
La ropa de Pam le quedaba bien, aunque esa falda estaba algo corta para mi gusto.
—No, no puedo faltar —me tomó de los hombros y se impulsó sobre sus pies para darme un corto beso en los labios—. Y deja de poner esa cara, tú me conseguiste la ropa, ahora no te enojes por cómo me queda.
Antes de que se retirara, la abracé por la cintura y no la dejé separarse de mí tan fácilmente.
—¿Y no puedo...?
—No, no puedes venir conmigo o esa cena se va a convertir en una guerra nuclear. Recuerda que estarán Marie y sus padres, además creo que invitaron a la abuela Rose y, para ella, yo no soy la persona favorita del mundo.
Esta vez gruñí enojado.
No sé qué me pasaba, solo sabía que quería estar pegado a __ como si mi vida dependiera de ello.
La besé una vez más, fuerte y duro. Chocando nuestros dientes e involucrando nuestras lenguas.
—Se me hace tarde —se quejó contra mi boca.
No me importó. Puse mis manos en sus bonitas nalgas y la subí para que nuestras caderas quedaran a la misma altura. Ella suspiró y gemí mordiendo su oreja.
La besé de nuevo, devorando su boca y moviendo ligeramente mis caderas para que pudiera sentirme hasta el fondo.
—Zayn... es tarde, llévame a casa... —dijo en un susurro. Lamí y mordí una última vez sus labios hinchados, y disfruté de ver la mirada perdida que había en sus ojos.
—Está bien. Pero mañana eres toda mía y no te comparto con nadie —accedí.
Ella asintió y sonrió.
—Ahora dilo —exigí suavemente. Quería escucharla diciendo exactamente esas palabras.
—¿Que diga el qué?
—Que eres toda mía y que no te comparto con nadie.
Necesitaba oírla decir eso. Nunca tuve una relación exclusiva; jamás me importó lo que hacían mis novias anteriores, me daba igual con quién salían o a qué se dedicaban. Pero con __ era demasiado sobreprotector. Sólo con mi sobrina era de esa forma, y con Carlo, mi perro. Pero ambos pertenecieron una vez a mi hermano mayor. Ahora yo era quien cuidaba de ellos.
Muchas veces sentía que nada de lo que tenía me pertenecía, incluida __. Tal vez ella no lo sabía, pero necesitaba desesperadamente escucharla decir que era sólo mía, al menos por ahora.
—Zayn —dijo ella aún en mis brazos—, debes estar ciego para no darte cuenta de que soy toda tuya y que nunca dejaría que me compartieras con nadie. ¿Estás feliz ahora, hombre de las cavernas?
Sonreí satisfactoriamente y volví a besarla.
Después de unos minutos de besuqueos, bajamos a la primera planta y salimos de la casa sin encontrarnos con Key.
Me costó sacar a __ porque se negaba a dejar las sábanas sucias y tuvo que lavarlas en la bañera (bañera que, dicho sea de paso, no pudimos usar debido al tiempo). Además, ella no quería bajar porque le daba vergüenza que alguien la haya podido escuchar en el momento más íntimo. Pero sabía que era raro que pasaran por esa ala de la casa, por lo general los hermanos de Key siempre estaban viajando y sus padres jamás se encontraban.
Continuaba lloviendo cuando salimos. En un arrebato tomé la cintura de __ y la cargué hacia el vehículo, oyéndola chillar y reír.
—Llámame cuando termines —le dije una vez que ambos nos subimos al auto. Puse la calefacción porque el frío empezaba a hacerse presente, y dejé que ella manipulara la radio a su antojo.
—No creo que pueda hacerlo —me informó después de encontrar la estación que quería, dejó sonando una canción de Bruno Mars—. Perdí mi teléfono. Es probable que se haya quedado en el taxi junto con mi bolso.
Fruncí el ceño.
—¿No lo tendrá el infeliz que te estaba manoseando en el coche?
Ella suspiró.
—¿Giulio? No lo creo. Él seguramente está hablando pestes de mí frente a mi jefa. Me va a tocar buscar un nuevo empleo.
—¿Quieres trabajar conmigo? —pregunté con diversión. Sabía que ella se frustraba demasiado queriendo desentrañar “mi lado misterioso”, aunque yo tenía otro nombre para eso: “mi lado de mierda”. Población invitada: cero. Era por eso que no quería arrastrar a __ o a nadie conmigo.
—¿Trabajar contigo? —preguntó sospechosamente— ¿en qué?
—Bueno, en mi puesto de limpia parabrisas en los semáforos, también se necesita la ayuda de alguien que haga un pulido rápido.
Me golpeó en el brazo.
—Deja de jugar conmigo y ponte en marcha. Mi mamá debe estar desesperada llamándome porque no le gusta llegar de primero a esas cosas familiares.
—De acuerdo, de acuerdo. Lo que mi nena pida, eso obtiene —le guiñé un ojo.
La vi sonrojarse y jugar con su cinturón de seguridad.
No habíamos vuelto a tocar el tema de la falta de condón y las probabilidades de que ese breve momento la pudiera haber dejado embarazada. Ella lucía nerviosa y presentía que era por algo más que haber tenido relaciones sexuales sin protección conmigo.
—¿Te ocurre algo? —pregunté mientras manejaba en la dirección que ella me indicaba—. ¿Estás bien? ¿No… no te lastimé, o sí?
—No, para nada. No es eso.
—¿Estás adolorida?
Su rostro se puso rojo. Era todo un placer verla sonrojarse.
Tomé una de sus manos y entrelacé sus dedos con los míos.
—Es un dolor que puedo soportar. Deja de preguntarme eso, es algo penoso —respondió con vergüenza.
—No lo es. Me preocupo por ti. No quiero que salgas lastimada por mi culpa, y te juro nena, que si Noah se nos adelanta, yo me haré cargo de los dos sin ningún problema.
Resopló. Al parecer lo que le dije no la tranquilizó.
—Zayn, ya te dije que no estoy lista para tener un hijo. La próxima vez solo hay que ser más cuidadosos.
Sonreí, engreído.
—¿La próxima?
—Oh sí, muchas más. Eso fue… un experimento interesante —vi lo mucho que le costaba admitirlo. Su rostro se volvió rojo y desvió la mirada.
—Bien, ¿entonces qué es lo que tienes? ¿Qué ocurre?
—Es que… hoy pasó algo que me puso nerviosa… —admitió.
—¿Te refieres a nosotros dos, teniendo sexo?
Volvió a sonrojarse.
Sonreí sabiendo exactamente su reacción.
—Zayn, deja de repetir que tú y yo lo hicimos.
—¿Hicimos qué? —la provoqué.
—Hicimos… eso.
—¿Eso? No entiendo —Sí lo entendía.
Ella resopló fuertemente, estaba más roja que antes. Pero solo imaginármela desnuda en esa cama, su piel sudada y los magníficos gemidos que salían de su boca, o cuando mordía mi hombro para evitar gritar… fue sexy. Ella era de naturaleza provocativa, no creía que lo supiera todavía.
Tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para dejar de pensar en sus pezones rosados, y me concentré en el camino.
—Bien sabes de qué hablo. Deja de repetirlo, eres capaz de decirle a mi padre, pero te lo advierto Zayn Javadd Malik, que si él se da cuenta, tú vas a tener que pagarle la hospitalización y el trasplante de corazón abierto. Además de eso, vas a tener que pagar tu propia hospitalización cuando acabe contigo.
Me reí en alto. Luego llevé nuestros dedos entrelazados juntos y los besé.
—No soy tan estúpido como para decirle a tu padre que su niña dejó de tener la virtud intacta gracias a un delincuente con el cuerpo tatuado. Ahora continúa con lo que estabas a punto de decirme.
—Oh, sí. Lo que pasó antes fue que me encontré con Mason —su voz subió unas octavas cuando mencionó el nombre del lame vacas. Lo llamaba lame vacas porque su boca se fruncía de una forma graciosa, hacia adelante, como si se estuviera preparando para lamer una polla. Su apodo original era lame pollas, pero __ jamás me hubiera permitido decir eso frente a ella o frente a alguien más. En un arrebato lo llamé lame vacas.
—¿Por qué te encontraste a ese idiota? —pregunté de repente furioso. Había algo incorrecto en ese tipo; algo sucio debajo de toda esa mierda limpia y pulcra que trataba de aparentar. Era como Eder, el novio de Marie, siempre con sus camisas polo y con sus pantalones bien planchados.
Ningún pelo fuera de lugar. Eso me decía que debajo de ese sujeto demasiado sincronizado y ordenado, se escondía su verdadera personalidad. Un día, mientras me escondía en la habitación de __, lo vi sentado en el sofá de la sala, analizando detenidamente la imagen de un hombre montado a caballo, anunciando algún tipo de cigarrillo en una revista.
Apostaría lo que fuera a que Eder era gay, ningún chico normal se ponía una capa de esmalte en las uñas. Sí, las noté.
A mi lado, __ se puso muy nerviosa.
Su pie comenzó a moverse de arriba abajo.
—Es que él… él…
—¿Qué hizo ese lame bolas? —Mmm, lame bolas era un apodo tan bueno como lame pollas.
Soy un jodido genio.
—Creo que él me ha estado siguiendo.
—¿Por qué crees que te ha estado siguiendo?
No me gustaba cómo se escuchaba esto.
—Hace unos días me mandó un vestido blanco y otras cosas. Hoy fui a buscar a Giulio a su hotel y...
—Espera, espera —¿Había oído bien?—¿Fuiste a buscar a ese tipo a su hotel? ¿Acaso no eres consciente del peligro que corres? Él pudo tranquilamente haberte encerrado en su habitación y retenerte hasta que le diera la gana.
—Zayn, déjame terminar. Para ya de regañarme. Fui por Giulio porque Laura me pidió el favor de mostrarle la ciudad, él es italiano y es el hijastro de ella. Yo solo...
—¿Y tu jefa le pide a su empleada, una completa desconocida para su hijastro, mostrarle la ciudad? Si quería conocerla solo tenía que contratar algún paquete de turismo. Esa mujer no me agrada y pienso decírselo.
—Por favor no te pongas así. Y no vayas a decirle cualquier cosa a mi jefa. Pronto comienzo la universidad y ella es la única que aceptaría que trabajara medio tiempo con mi sueldo completo.
Suspiré y fundí mis dedos con el volante, hasta hacerlos uno.
—De acuerdo, déjame ver si entiendo: el imbécil lame po... vacas, te está acosando. ¿Mientras tanto el italiano manos largas te estaba repasando con su lengua en un taxi?
Por esto era que no quería caer enamorado de nadie, los celos, ¡los jodidos celos! Dominaban mi cuerpo entero, me hacían parecer un perro territorial, solo me faltaba hacer un círculo de orina a su alrededor para indicarles al resto de perros que ella era mía.
—Solo recuerda una cosa, __ —le advertí— antes de ir a besarte con cualquiera: soy un loco de los celos. La locura viene de familia, podría cometer cualquier delito solo por dejarle saber a los demás que eres mi chica, no de ellos.
Ella suspiró, entonces enarcó una ceja y me sonrió divertida.
—Tranquilo, tigre, si no te relajas, tu piel comenzara a ponerse verde y pronto estarás rugiendo y destrozando la ciudad.
—Y aun así te seguiría causando mariposas en el estómago.
—¿Mariposas? Nop. Lo que tú provocas no son mariposas, son terremotos de alto grado que causan daño a mi sistema nervioso —dijo, con sus ojos puestos en la ventana del auto.
Detuve repentinamente el vehículo, estacionándome en la orilla de la calle. Ella miró a su alrededor, seguramente pensando en que había parado porque llegamos a la dirección que me dio. Pero no, lo cierto era que quería hacer otra cosa.
—¿Qué pasa? —me preguntó, sus ojos grises lucían temerosos— ¿Por qué nos detenemos? ¿Dije algo malo? ¿Vas a echarme de nuevo?
Detuve mi mano de avanzar hacia su mentón.
Era eso. Ella tenía miedo de que la volviera a sacar de la forma en la que lo había hecho antes.
Yo era un estúpido.
—No, nena, no es eso —tragué saliva— soy un hijo de perra, ¿verdad? Me porté como un idiota contigo. Lo siento.
Llevé su mano a mi boca y la besé suavemente.
—Si no es eso, ¿qué ocurre entonces? —preguntó.
Suspiré.
—Solo quería devorar tu boca —admití sinceramente— te ves deliciosamente comestible en cada segundo del día. Estar a tu alrededor es como permanecer en estado de calentura constante; y siendo como soy, lo estoy echando todo a perder.
—Y siendo como eres, también sabes cómo arreglarlo —me tranquilizó ella.
—Ahora, dejando mis celos atrás, cuéntame más de lo que te está haciendo ese idiota.
Ya conocía la dirección de su casa, le daría una paliza que nunca iba a olvidar.
¡Por favor! Yo peleaba todo el tiempo con mi hermano cuando éramos niños, sé cómo dejar a un sujeto doblado en el piso.
—No sé qué le ocurre a Mason, él no era así. Él nunca intentó sobrepasarse conmigo cuando fuimos novios... Bueno, siempre se sobrepasaba pero jamás intentó obtener algo a la fuerza...
—¿Qué? —la interrumpí. Sentí que mis dientes se apretaban con fuerza—¿Qué es lo que acabas de decirme?
Respiré ruidosamente.
—¿Qué te ocurre? —me preguntó ella, entrando en pánico.
Puse el motor del auto en marcha, y aceleré a pesar de que no quería dejar tan pronto a __ con los lobos de su familia.
—¡Zayn! —chilló, sujetándose del asiento cuando notó que la velocidad aumentaba.
—Voy a matar a ese jodido lame vacas. Lo voy a desmembrar y haré que se coma sus propias bolas. Una por una, si es que ese imbécil las tiene.
—¿De qué hablas? Digo, de verdad no te estoy deteniendo de darle una paliza, pero por favor, si le causas algún daño permanente, el perjudicado vas a ser tú, puedes terminar en la cárcel.
—No me importa. Dime qué intentó hacer contigo. ¿Te forzó a algo?
—Pues...
—__ —la miré mientras intentaba ver el camino a través de la lluvia— no me mientas y no lo protejas.
—Sí, intentó propasarse conmigo, pero su tío lo descubrió a tiempo antes de que las cosas se salieran de control —dijo finalmente ella.
—¿Cuándo ocurrió esto, y por qué cojones no me dijiste nada?
—No te lo dije porque pasó el mismo día que terminamos.
Un nudo se formó en mi garganta al recordar ese día.
Le dije que haría todo lo que estuviera a mi alcance para que me odiara. Tal vez, después de todo, debí de seguir con el plan original. Ella estaría mejor sin mí.
—Aun así, hubieras venido a mí y yo te hubiera ayudado.
La vi fruncir el ceño y morderse el labio, pensativa.
—Tú ni siquiera me querías en tu apartamento, ¿cómo hubiera podido contarte todo lo que te estoy contando ahora si ni siquiera me dejabas atravesar la puerta?
—Soy un estúpido. No te merezco y probablemente nunca lo haga, pero nena, el error que cometí al dejarte fue la mayor estupidez que he cometido —le dije.
—Por favor deja de decir cosas como esa.
—¿No quieres que vuelva a disculparme?
—No me refería a eso. Deja de decir que no me mereces.
Oh, mi dulce, inocente y hermosa __. Me regaló su virginidad y yo ni siquiera era la persona que ella creía.
Si tan solo supiera la clase de hombre en la que me había convertido, ella jamás se me hubiera acercado, me evitaría a toda costa. Una vez le dije que yo era peor que un virus ébola, ahora me consideraba a mi mismo peor que la lepra.
—Lamento decírtelo pero es cierto. Si supieras quien es Zayn Malik no estarías tan tranquila, sentada a mi lado.
—Sé quién es Zayn Malik. Es la persona tierna y amorosa que me hizo el amor lenta y deliciosamente hace unas horas. Es el chico de celos adorables y actitud protectora que detuvo sus impulsos solo para ponerse un condón. Eres ese Zayn que mataría al que mirara mal a tu sobrina, y que amas incondicionalmente a tu abuela. ¿Qué Zayn crees que eres en realidad? Porque yo veo uno diferente al que tú ves, yo veo al real.
—¿Sabes? Podría besarte justo ahora —le dije, ella se ganaba un pedazo de mi corazón cada vez que decía esas cosas. No, olvida eso, ella era la dueña absoluta y completa, le pertenecía todo lo que yo era, no solo mi corazón.
Ella sonrió y se lamió los labios.
—Pero en serio, Zayn, ¿podrías explicarme de una vez por todas el por qué no te merezco?
Evité su mirada y traté en vano de escuchar la música que sonaba a un nivel más bajo.
—Zayn —__ puso su mano sobre la mía— ¿acaso no confías en mí?
—Confío en ti con mi vida.
—¿Entonces por qué no quieres ser sincero conmigo?
—Porque me avergüenza que lo sepas.
Ella frunció el ceño.
—Oh, por favor, no me digas que eres casado y que tienes una familia secreta.
—No.
—Tampoco me digas que sigues una de esas religiones polígamas y que me quieres convertir en tu sexta esposa.
Reí un poco.
—No. Nena, deja de especular.
—Es que si nunca me vas a decir la razón, al menos tengo que adivinar de alguna manera.
Detuve el auto frente al complejo donde vivían los padres de Marie, pero __ ni siquiera se dio cuenta de que ya habíamos llegado. Estaba pensativa y sus ojos se entrecerraban mientras intentaba averiguar qué rayos le estaba escondiendo.
—¿Eres bailarín exótico de noche, y de día practicas ballet? —siguió diciendo— ¿no? Bueno, entonces ¿no me digas que tienes la extraña obsesión de coleccionar uñas y hacer esculturas con ellas?
—No estás ni siquiera cerca —me desabroché el cinturón de seguridad y me acerqué a ella para darle un beso en la frente— ya llegamos.
—¿Y me vas a dejar así? ¿Con la curiosidad encendida?
—De acuerdo, de acuerdo. ¿Qué te parece si paso a recogerte más tarde y te cuento todo?
—¿Toda la verdad?
—Absolutamente, pero pasarás la noche conmigo —sabía que este día llegaría. Si después de lo que iba a decirle ella quería dejarme, yo no iba a retenerla, se merecía a alguien menos complicado que yo.
—Está bien. Pero tendría que decirle a mi papá que estaré en casa de Rita.
—Bien, pequeña mentirosa. Ve adentro y, hazme un favor, patea el trasero de Marie si intenta ponerse demasiado ruda contigo.
Sin dejarla decir otra cosa más, atraje su cara a la mía y la besé de forma hambrienta.
Metí mi lengua dentro de su boca, lamiendo sus labios y jugando con su lengua. Saboreando el sabor de la última manzana que comimos antes de irnos de casa de Key.
En mis ansias, desabroché su cinturón y la tomé de su bello trasero para subirla a mis piernas, sin romper el beso.
Como su falda era demasiado ceñida y pegada al cuerpo, se me dificultó tenerla a horcajadas. Lentamente le subí la tela hasta la cintura y dejé que apoyara las rodillas en el asiento, regalándome así la vista de las bragas color rojo que le había conseguido.
Me puse a lamer su cuello, dejando besitos y bajando poco a poco la manga de su blusa con los dientes, besando, lamiendo y mordiendo su piel sensible.
De pronto sentí su pelvis buscando la mía, gruñí con gusto, encendiéndome más de lo que ya estaba.
—Estamos empañando los vidrios —le dije con orgullo, siempre quise empañar los vidrios con alguien importante.
__ abrió los ojos y vio a su alrededor, como recordando que estábamos aun dentro del auto. Detuvo su pelvis y puso sus manos en mis hombros, separándose un poco para verme a la cara. Tenía una mirada graciosa.
—Los vidrios están polarizados —dijo examinándolos detenidamente.
Pasó una mano por uno de ellos, deslizándola hasta abajo.
—Sí nena. ¿Quieres continuar empañándolos?
Dibujó una carita feliz en el vidrio y sonrió al notar que yo esperaba su respuesta lo más seriamente posible.
—Será mejor que me vaya. Voy demasiado atrasada para la cena; seguramente me perdí la famosa ensalada con almendras que hace mi tía —rodó los ojos.
Me dio un último beso en la boca, y se bajó de mi regazo, acomodando todo lo posible su falda.
—Te llamo desde el celular de mi mamá cuando salga. Te quiero.
Salió en un abrir y cerrar de ojos. Ni siquiera pude despedirme apropiadamente, y tampoco pude gritarle lo mucho que la amaba.
En serio, yo amaba a esa mujer.
La vi correr bajo la lluvia, protegiéndose el cabello con las manos. ¿Por qué todas las mujeres hacían eso? Nunca vi a un hombre resoplar porque se mojara el pelo.
__ estaba a punto de ponerse frente a la puerta, pero aparté mis ojos de ella cuando una llamada entró a mi celular.
Conocía el número, mi identificador de llamadas la tenía etiquetada como Nancy, y sabiendo lo terca que era, nunca dejaría de llamar hasta que le contestara.
—¿Sí?
—¿Zayn? ¡Por fin me recibes las llamadas! He tratado de localizarte todo el día.
—¿Qué quieres, Nancy?
—Es tu hermano. Hoy mordió a tres enfermeros que intentaron sujetarle las manos, y no ha querido tomar sus medicinas hasta que no vengas a verlo. Nos dice que quiere hablar contigo. Estoy algo desesperada por aquí.
Nancy era la enfermera de Aarón, mi hermano, llevaba toda la semana fastidiando para que fuera a visitarlo.
Pero ni ella ni nadie entendían mis razones para evitar verlo el mayor tiempo posible.
—Ustedes son gente capacitada, ¿cómo es que entre todos no pueden darle una pastilla?
La oí resoplar.
—¿Una? Él toma más de tres diarias. Está insoportable, incomoda a los otros pacientes y sabes que puede ser sancionado y lo enviaremos a otro centro de rehabilitación. Lejos, donde no te conviene. Por favor ven lo más pronto posible, si puedes, pasa por aquí mañana.
Suspiré con disgusto.
Desvié mis ojos en donde segundos atrás vi a __ correr. Ya había entrado y solo la lluvia era visible en este punto.
—Está bien, estaré ahí mañana. Llevaré a alguien conmigo así que dame un pase para ella también.
—¿Es una ella? Mjmm, nuestro pequeño Zayn está sentando cabeza.
—Nancy…
—Bien, dame sus datos y yo la registro como visitante.
Y así hice, platiqué un poco más con Nancy y me contó acerca del raro gesto que tuvo su esposo el otro día cuando le dio un ramo con flores de papel. Traté de oírla atentamente mientras me marchaba para ver a la abuela y a Nicole.
Nancy era de las personas que si las dejabas, podrían hablarte por horas y nunca cansarse.
La dejé continuar, contándole también un poco sobre __ y lo tonto que me había portado últimamente.
—¿La abandonaste en la calle? —me gritó cuando llegué a la parte de hace unas horas—. Tienes que hacer más que fabricarle flores de papel, ¡tienes que comprarle flores verdaderas! Muchas. Y nada de esas comunes rosas rojas, ella merece algo exótico, que te haya hecho sudar el culo para conseguirle solo lo mejor.
—Wow, cuida tu lenguaje, nadie quiere una enfermera bocona.
Ella se puso a gruñirme y a darme consejos sobre cómo hacer que una chica me perdonara, y todas sus ideas incluían flores.
Finalmente colgó, justo a tiempo cuando llegué a la casa que alquilaba para la abuela. Estaba a veinte minutos de la ciudad. Escondida y anónima, oculta de los ojos curiosos.
Cuando bajé del auto, el primero en saludarme fue Carlo, lo traía para que pasara los fines de semana y luego lo llevaba devuelta a mi apartamento. No podía dejarlo a vivir permanentemente aquí porque la abuela no era muy amante de los animales como lo éramos mi sobrina y yo.
—¡Tío Zayn! —la niña salió en mi encuentro y yo la tomé de la cintura para cargarla y darle vueltas.
—Sobrina piraña —le di besitos en el cachete con las cicatrices—. ¿Cómo estuvo tu día?
—Bien —respondió ella, divertida— ¿Y __? ¿No viene contigo?
Se puso a rebuscar por sobre mi hombro.
—No, pero ella vendrá después. ¿Ya comiste?
Asintió con la cabeza.
—Le tenía un regalo a tu novia —hizo un puchero y se puso a rebuscar algo en el bolsillo de sus shorts.
—Hoy aprendí a hacer éstas —sacó un puñado de estrellas hechas de papel—. Las hice yo solita. La abuela me compró papel de colores y marcadores para decorarlas.
—Que bueno. ¿Qué te parece si las ponemos en una botella y las guardas para dárselas a __ cuando la veas?
—De acuerdo —intentó bajarse de mis brazos, y corrió hacia el interior de la casa—. ¡Ven tío Zayn, hoy quiero que te aprendas una canción para que la cantes conmigo!
Rodé los ojos mientras ella no se daba cuenta, otra canción más e iba a sufrir una muerte por música pop.
Pero adoraba hacer feliz a la piraña y sabía que ella amaba cantar canciones en karaoke, la había aislado del resto del mundo para que nadie con malas intensiones le fuera a hacer daño, pero era en momentos como éste, en los que notaba la falta que le hacía no tener amigos de su edad.
Pasé cantando con Nicole hasta aprenderme la nueva canción que pensaba, definitivamente, cantársela a __ hasta que se riera y perdonara toda mi estupidez. Así que cuando un número desconocido me llamó unas horas más tarde, supuse que sería ella con el celular de su madre. Lo primero que dije, o más bien canté, fue:
—Ups I did it again, I played with your heart…—me reí en el teléfono— ¿Qué opinas de la nueva canción que me sé?
Del otro lado de la línea había silencio.
—Mmm, ¿Zayn? —Oh mierda. No era __. Pero sí era la voz de su madre.
—¿Sí? —me puse más serio y me aclaré la garganta.
—¿Tú estabas cantando?
—Pues…
—No me lo digas. Solo te llamaba para preguntarte si __ estaba contigo.
—¿__? No. La dejé hace unas horas frente a la casa de su tía. ¿Por qué? ¿Qué ocurre?
—¿Estás seguro que la dejaste allí?
—Completamente seguro. Me estoy preocupando, ¿qué sucede?
—Querido, ella nunca se presentó en la cena.
cipriano.
Re: Prohibido enamorarse de Zayn Malik {Zayn&Tu}
Bueno chicas, perdonen por no responder todos sus comentarios, pero ya les deje tres capítulos y espero que les gusten!!!! Gracias a todas por leer la novela y comentarla siempre, y por su comprensión. Las quiero <3 Ahora otro tema, ¡ya quedan pocos capítulos! Hjdafhkjdfh, bueno me calmo. Besos.
cipriano.
Re: Prohibido enamorarse de Zayn Malik {Zayn&Tu}
aaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhh!!!!!!!!!! me encanto el maratón!!!!!!!!!!!!! :timon: :timon: :timon: :timon: :timon: :timon: :timon: :timon: :timon: :timon: :timon: :timon: :timon: :timon: :timon: :timon: :timon: :timon: :timon: :timon: :coco: :coco: :coco: :coco: :coco: :coco: :coco: :coco:
todas las emosiones posibles en estos capítulos!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
seguro que fueron los lunaticos de Marie y Mason!!!!
rompele la cara Zayn y rescatala!!!!!!!!!!!!!!!!
y como que quedan pocos capitulos????????????? noooooooooooooooooooooooooooooooo!!!!!!!!!!!!!!!!!
continua pliiiiiiiiiiiiiiiiiisssssssssss!!!!!!!!!!!!!!!
:bye: :bye: :bye:
todas las emosiones posibles en estos capítulos!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
seguro que fueron los lunaticos de Marie y Mason!!!!
rompele la cara Zayn y rescatala!!!!!!!!!!!!!!!!
y como que quedan pocos capitulos????????????? noooooooooooooooooooooooooooooooo!!!!!!!!!!!!!!!!!
continua pliiiiiiiiiiiiiiiiiisssssssssss!!!!!!!!!!!!!!!
:bye: :bye: :bye:
Isabela85
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