All i see is gold. {Harry Styles}

Prólogo

19 de Noviembre de 1999, Londres - Inglaterra.


—¿Qué es lo que pasa? —Los ojos oscuros de la pequeña jovencita estaban ahora cristalinos por las lágrimas que desde hace rato no paraban de salir. Con todas sus fuerzas intentaba calmarse, pero los sollozos nacían de su garganta y brotaban de sus labios como súplicas de ayuda, rogando por alguien que la calmase. Su alrededor era totalmente horrible. Las luces, las voces, las sirenas, bocinas y gritos solo lograban alterarla más de lo que estaba. Un señor desconocido y con uniforme le había advertido que se quedara quieta a su lado, cuando la habían despertado a mitad de la noche. Desde entonces no paraba de preguntarse qué ocurría. Aquel hombre canoso no respondía a sus dudas y solo le gritaba que se tranquilizara. Por supuesto que eso no ayudaba para nada. —Señor, quiero que me lleve con mi mamá. —En su corta edad entendía que nadie podía negarle el derecho de ir con su madre. Seguro ella le explicaría lo que estaba sucediendo, quizás solo estaba asustándose por nada. Afuera de su casa hacía frío, quería volver a su cuarto y dormir ya que estaba teniendo un muy buen sueño con el vestido que vio ayer en el centro comercial. Antes de dormir su madre le había prometido ir por él el día siguiente. Por otro lado, seguía con la incertidumbre de saber sobre la vida de su padre. Mamá dijo que él no estaba bien y solo había ido a tomar aire. ¿Cuánto aire necesitaba papá para mejorarse? Todas las noches hacía lo mismo, tal vez podría necesitar otra cosa, el aire no parecía hacer resultado o al menos eso deducía la pequeña. —¡Señor! —Volvió a gritar. Charlotte no era lo que se podía decir una niña extrovertida, pero situaciones extremas necesitaban medidas extremas. Antes de que pudiera obtener respuesta sus ojos se posaron en el tumulto de gente que se acumulaba frente a su casa. Casualmente todos con uniforme. Una bolsa de consorcio, o lo que ella conocía como la bolsa para la basura, era cargada en una camilla lejos de la entrada. El hombre que estaba atento a todo justo a su lado la alzó en brazos y la alejó de ahí, cuando pedía saber qué era esa cosa. —¿Tía Blaire? ¿Qué pasa? —Como si fuera por arte de una pesadilla, su tía estaba en aquel lugar. Nunca había sido amable con ella, pero por la mente inocente de Charlotte se cruzó la idea de que quizás se apiade de su situación.

—¡Oh, pequeña! —Charlie se asustó de su tono de voz, tan quebrantado que le dieron ganas de seguir llorando. Ella la tomó en sus brazos tal y como al parecer todos hacían. Sus cabellos castaños volaban cada vez que giraba su cabeza intentando entender qué ocurría a su alredor. "Debe ser cosas de adultos, como siempre" pensó para convencerse. Ese tipo de cosas ocurrían siempre y le habían enseñado a no meterse en esos temas.

La cargaron hasta el auto de su tía, era viejo y muy feo, probablemente iba a romperse en pedazos en cualquier momento.  —¡Tía! ¿Qué pasa? —Intentó una vez más, al oír más gritos. ¿Qué ocurría que toda esa gente estaba en su casa? Si nadie le explicaba haría un berrinche, y todos saben que los berrinches de la pequeña Charlotte no son muy soportables que digamos.

—Todo estará bien, pequeña. Tía Blaire te cuidará, ese hombre malo jamás estará cerca tuyo de nuevo. —¿Hombre malo? ¿Acaso hablaba del hombre malo que la perseguiría si no comía sus verduras? ¿O el que estaba detrás de la ventana en caso de que no quisiera dormir? No comprendía sus palabras. Una vez dentro de la chatarra a la que su tía llamaba auto, trató de encontrar en el escándalo de allá afuera algo que respondiera sus dudas.

Con un horrible escenario se despidió de la casa en la que había crecido y vivido tan solo cinco años. Creyó ver el rostro de su padre entrando a uno de los autos con sirena, pero ya no sabía pues estaba muy lejos. La casa comenzó a desaparecer en el horizonte y junto con ella todos sus recuerdos y los momentos lindos que vivió en su infancia. Desde esa noche, la niña de cinco años nunca volvería a ser la misma. Su vida jamás volvería a ser igual.



Londres, Inglaterra - Presente.

La luna comienza a reaparecer en el cielo. A medida que el sol se esconde brilla más prepotentemente. Una que otra nube pasajera estorba su luminosidad. El viento corre frío y hace aun más fúnebres las calles oscuras de Londres. Las cortinas de la habitación se mueven gracias a la brisa, a pesar de estar la ventana cerrada. Nadie confiaba en la calidad de aquellas persianas. El viento comienza a golpetear a causa de la traba falseada. Mientras que afuera parece que comenzará a nevar en menos de un parpadeo, adentro el hogar a leña calienta la habitación.

El reloj avanzaba demasiado rápido para Charlotte. A medida que la noche avanzaba, comenzaba a crecer el —ya cotidiano— temor en ella. Todos los días soportaba la misma frustración al prepararse para asistir a su trabajo. Se miró en el viejo espejo rasgado que poseía observando las bolsas negras que se habían formado bajo sus ojos. El color café de estos se encontraba apagado y opaco, sin el toque de brillo que años antes se podía apreciar. Cristalizados por la tristeza que crecía dentro de ella. Con un suspiro de resignación, buscó sus cosas restantes y arregló su ridículo atuendo.

La puerta rechinó detrás de ella al cerrarse. El antiguo piso de madera crujía bajo sus pies al bajar las escaleras a la planta baja del edificio donde residía. Su reloj marcó las 12:00 am cuando tomó un taxi para ir al trabajo. ¿Qué tipo de trabajo obligaría a sus empleadas a vagar sola por la noche en medio de tanta oscuridad? Seguro que uno decente nunca lo haría.

El taxista la dejó en el lugar deseado sin dejar de mirarla de manera incómoda. Acostumbrada a ello, acomodó la pequeña minifalda y caminó haciendo sonar los tacones. El cigarrillo se posó entre sus labios antes de llegar a la esquina de la avenida principal. Se paró allí, a hacer lo que hacía cada noche: esperar.

Charlotte Perkins, con tan solo 20 años de edad, esperaba que un auto interesado estacionara frente a ella para poder ganar un poco de dinero. A la corta edad 20 años se veía obligada, desde hace un año, a prostituirse.