Twisted {Niall Horan}

Mientras Hank Horan dormía una tranquila y relajante siesta, mientras Maura calentaba la carne de cerdo de la noche anterior, mientras Boby hacía una llamada importante, mientras Margaret arreglaba sus alhajas por tamaño, mientras que Jenna Parker llegaba a su orgasmo con un chico; Odette Brewer gritaba desesperadamente, por encontrarse en el lago privado de su familia, con un chico blondo… Desnudo y con, según ella, cara de violador serial. Las aves posadas en las altas ramas de los árboles, de los alrededores, escapaban ante tal escándalo.

La muchacha quería salir de allí, pero no le daría el gusto al hombre, delante de sus ojos, que la vea desnuda. Sólo el agua del lago era su ropa en estos momentos, dejando solamente sus hombros y rostro al descubierto. Inocente ella, si creía que alguien la escucharía. Puesto que su hogar quedaba a unos tres kilómetros de allí. Tenía suerte si algún peón de su padre estaba trabajando cerca.

– ¡Aléjate! ¡Auxilio! ¡Por favor, auxilio! –exclamaba, alejándose cada vez más de Horan, lanzándole agua a cada segundo que transcurría. Él, al principio, se encontraba asustado, por tales gritos que ésta pegaba. Pero a los minutos sólo intentaba no reír.

– Oh cariño, yo no te amarraré a una silla, ni te golpearé para que me entregues tu cuerpo – largo sus primeros palabras a la castaña, acercándose lentamente y con una mirada seductora impregnada en su rostro. – Yo puedo conseguirte en la cama sin necesidad a que te obligue. – continuó de manera ególatra, engatusadora. Con sus pálidos brazos braceaba hasta ella. Dándole ese toque cautivador a tal acción.

Ya cualquier chica hubiera caído a sus pies. Pero no la joven que acababa de abofetear al oriundo Horan. La rojez, por tal fuerza y furia de la chica quedaría pringada en la mejilla del chico. Su rostro seductor cambió a uno adolorido, y preguntándose que acababa de ocurrir. Ella lo miraba enfurecida, queriéndolo golpear aún más y más, hasta que el cuerpo del crío se encuentre muerto, flotando a la deriva. Quizá exageraba, pero si algo que odiaba Odette eran los adolescentes machistas, presumidos, y claro, idiotas. Escuchando lo que el odioso Niall había dicho, se aseguraba de que sólo era un estúpido turista o visitante que se debía haber perdido.

– Eso dolió, ¿te gusta el sado, gatita? – susurró, guiñándole un ojo. Para a los segundos recibir un buen escupitajo por parte de la muchacha.

– Engendro del demonio, quiero que me escuches – chilló, interrumpiendo las quejas del invasor – Este es el lago de los Brewer, mi familia por cierto – sonrió cínicamente – Así que, lo siguiente que sucederá será tu ida de aquí.

– Escucha campesina – farfulló – Se me ha acabado la paciencia contigo, por lo que no perderé más tiempo en ti – brama, a lo que ella ríe – Y este es el campo de los Horan, cielito. – formuló de manera arrogante.

– ¿Si? ¿Seguro? – murmuró. Su dedo señalaba el cartel que Niall había cruzado y no prestado atención desde el primer momento – Yo creo que, tú debes aprender a leer… cariñito.

Él, en vez de sorprendido, se encontraba furioso con su abuelo. Esto significaba sólo una cosa, el lago de los Horan había sido vendido. ¿Por qué su abuelo lo hizo? Sabiendo la importancia que tenía para uno de sus nietos. Además, según las historias que Bobby contaba de su infancia, a Hank le había sido difícil ahorrar y comprar el lugar de bello paisaje. Él le sonrió a la ojiazul, dándose cuenta lo nefasta e incomoda que se estaba tornando la situación. Porque para él era bastante vergonzoso no obtener una chica, y más que ésta termine teniendo razón.  

– Ahora, niño, tápate los ojos – le dijo, comenzando a reír. Niall le lanzó un poco de agua, siguiéndole la risa.

– Se ve uno de tus pechos – largó. La joven no se libró de su rubor tan común en ella. El color azul marino del mar eludía que alguna parte intima de su cuerpo saliera a la luz, por lo que, lo dicho por el rubio era una de sus bromitas matutinas.

– Muy gracioso – formuló sarcásticamente – Ahora tápate los ojos, niño chistoso.

Horan asintió, carcajeándose un poco más. Cubrió sus ojos con ambas manos, dejando un pequeño huequito entre las dos. Por más histérica que era Odette, el lado pervertido y mirón de él jamás se iría, o al menos durante su adolescencia y parte de adultes. La heredera del lugar bufó, y rodó los ojos, quejándose y vociferando que tape sus malditos ojos color cielo de una vez por toda. Y, que tonta no era. También lo obligó a que se diese media vuelta. Luego de unos tres intentos para espiar por reojo, él se rindió. Escuchó como ella salía del lago, se dio la media vuelta y cuando abrió sus ojos, un vestido largo de flores vestía a la mojada castaña. En el, se encontraba grabado un nombre poco común, que imaginó que correspondía a la campesina adinerada. O bueno, algo así.

– ¿Con que Odette, eh? ¿Estaremos en contacto? – parloteó.

– ¿Con alguien que me trato como una sucia ramera? – Cuestionó, haciendo ademán de pensar. Cínica y sarcásticamente  – No, esta vez, paso – articuló, tomando sus zapatos rosa crema que yacían en la tierra. – Hasta pronto, querido. – se despidió, agitando su mano con pura delicadeza, y cinismo. Una combinación extraña pero que sin dudas, acompañaba de una manera asombrosa a la respuesta de Odette.

Él rió con sarcasmo, y le arrojó un poco de agua, provocando un enojo por parte de Brewer. Ahora traería a casa un vestido manchado de tierra, y un poco mojado. Pisoteando cada retoño que se cruce en su camino, salió rápidamente del lugar. Mirando su silueta alejándose, Niall salió del agua, colocándose sus jeans. Acomodó su cabellera, formando un jopo, o un intento a este.

– ¡¿No quieres saber al menos mi nombre?! – gritó, esperando conseguir respuesta alguna. A pesar de los metros que se llevaban de distancia, ésta escuchó y paró su camino.

– ¡Suelo poner apodos a las personas! ¡Ya tienes uno, y estoy segura que no querrás saberlo! – gritó a lo lejos, a punto de entrar en esos bosques que no causan terror, sino que son cálidos y armoniosos. Continuó su camino, dejando a Horan con una sonrisa sellada en su rostro sin razón aparente, luego de unas carcajadas.

¿Cómo una chica había logrado escupirle, y abofetearlo sin ganar su odio?



– Podrías habérmelo dicho, ¿no? – cuestionó a su madre. – Unos tipos con apariencia de matones vinieron y me intentaron golpear – aseguró – Pero, ya sabes, las clases de boxeo han servido de algo. – exclamó.

– Claro hijo, claro – respondió con un evidente sarcasmo – En realidad, tu abuelo no vendió ese lago. – balbuceó, por temor a la reacción de Niall, por temor al escándalo que se podría armar  – Él lo regalo – tartamudeó. Y antes de que el menor exclame alguna explicación, alguien intervino.

– Yo, yo le debía unas cuentas deudas a los Brewer, por lo que, el lago valía todo el dinero que ellos me habían prestado hace un tiempo atrás. –explicó Hank, quién había entrado al comedor de la casa, previamente escuchando todo. – Sé que te encantaba Niall, pero debía pagar esas deudas, muchacho.

El nieto del avejentado anciano, salió despavoridamente de la casa. Dirigiéndose a la nada. Dónde el se refugiaba cada vez que algo sucedía ya no estaba. No literalmente, pero no podía estar allí. Estaba furioso con todos. La esperanza de recomponer la relación con su abuelo se había convertido en nula desde ahora. Él extrañaba a su abuela, él extrañaba su infancia, él extrañaba la ciudad, él estaba extrañando hasta a los nerds de su clase de matemáticas. ¿Por qué todo podía cambiar en sólo algunos segundos?


– ¡Hay demasiado olor aquí! – protestó.

Apenas su hijo había despertado, Bobby le propuso que lo ayudará a limpiar la bosta de caballo que se extendían al principio de la chacra, ya que allí es dónde amarraban a los adorables animales para nada domésticos. Él se había negado al apenas escuchar la palabra ''ayuda ''. Pero por unos treinta euros aceptó con gusto. A los segundos de haber llegado al lugar, su cara de asco y arrepentimiento quedo marcada en él durante varios minutos. Su padre le había dado una bolsa de residuo dónde colocaría los desechos de los equinos. Con dos bolsas de plástico, atadas a sus muñecas, haría su trabajo.  

Él no comprendía como animales tan correctos, o al menos esa apariencia es la que él les veía, podían desechar tales asquerosidades. Se pregunto donde estaban los empleados, o peones. Por desgracia sólo había unos dos, cosechando legumbres en otra parte del lugar. El olor tan fuerte, más aún gracias al insoportable sol, parecía causar un efecto negativo en Niall; o eso es lo que él decía. Puras patrañas para no hacer el deber. Llegaba a decir que los caballos lo miraban de manera acusadora, y que estaba asustado por ello.

– Sigue limpiando, o no te daré nada tus treinta –regañó Bobby.

– ¿Sabes algo? Me pareces que estas siendo muy malo conmigo – larga Niall – Me traes a este lugar de porquería, y encima pides que te ayude a juntar escoria. – lanzó la bolsa de residuo con algunos regalos dentro, y las demás bolsas sujetas a sus muñecas.

Estaba decidido a hablar con Zayn, o con Sebastián, o tal vez Liam, amigos de la preparatoria. Niall tenía una nueva idea en mente, y sería difícil que éste se le borrara. Así que, apenas se tiró a la cama de su habitación, llamó a Liam. Una gran fiesta en el campo de sus abuelos se aproximaba, y dónde no sólo estarían sus amigos. Sino, que, toda la escuela. Él se encargaría de que fuese alocada, y no quede persona sobria. Además, estar casi una semana abstinente no le gustaba para nada. Necesitaba volver a sus no tan viejos momentos de puro sexo.


– ¡Charlie, deja de molestar a ese gato! – Horan se acercó, recibiendo algunos lametazos, y huellas sucias en su ropa, mientras que el gato escapaba bastante asustado y temeroso. – Buen chico, buen chico – murmuró apretujando los mejillas con bigotes del canino.

Los pelos de su hocico se estaban tiñendo de gris. Su cola seguía igual de chamuscada, y anaranjada, al igual que el resto de su cuerpo, con algunas manchas color azabache. Sus patas delgadas, al igual que la contextura de su cuerpo, seguían allí. Su dulce mirada y enorme nariz rosada le daban un aspecto adorable al viejo perro. La antigua mascota era una de las pocas cosas que Niall extrañaba de venir a aquí.

Los mimos por parte del perro pararon, cuando una voz bastante lejana se hizo presente. Era una voz aguada, de una chica, que a Niall se le hacía peculiarmente conocida. Sacudió las marcas dejada por el peludo animal, y siguió a su fiel amigo, ya que éste tenía un oído mucho más agudo, como cualquier otro animal. Una voz familiar voceaba desaforadamente un nombre.

Para cuando Niall llegó donde su perro estaba, encontró a la campesina. Frágil y débil. Derrochando lágrimas por doquier. Cubriéndose su rostro con ambas manos, protegiéndose de lo demás. Dejando que  Niall sólo vea su cabellera, y espalda cubierta por un vestido parecido al de ayer, pero no el mismo. Antes de que Charlie comenzara a ladrar, Horan lo calló, y atinó a preguntar sobre su ánimo a la joven. Ésta se sobresalto un poco al oír la suave voz del blondo.

– ¿Has visto a mi gato? – inquirió, observando por el rabillo del ojo al aturdido chico. Él pensó de inmediato al gatito que Charlie siempre molesta. Su canino podría fastidiar a los gatos, más no hacerles daño.

– Si era negro con manchas blancas, sí lo he visto – Odette se levantó de la tierra, sacudió la parte trasera de su floreal vestido, y asintió emocionada. Dejando que sus ojos tristes tomaran armonía.

– ¿Dónde esta?

– Está bien. Pero te diré algo, Cher no es un buen nombre para un macho. – murmuró. Ella rió un poco, y aseguró que ese apodo tenía un significado muy grande para ella. – Como sea, yo te daré a tu gatito, pero… habrá unas dos condiciones.

Odette rodó los ojos, largando un suspiro de cansancio y frustración. ¿Cuál serían estas condiciones?

♡♡♡capítulo dedicado a todas mis hermosas lectoras♡♡♡