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Mensaje por tobias. Sáb 01 Feb 2014, 7:57 pm



capítulo 5
By Prisc


No cantaron ni contaron historias aquel día, aunque el tiempo no mejoró; ni al día siguiente, ni al otro. Habíamos empezado a sentir que el peligro estaba bastante cerca y a ambos lados. Acampamos bajo las estrellas, y los caballos comieron mejor que nosotros mismos, pues la hierba abundaba, pero no quedaba mucho en los zurrones, aun contando con lo que habíamos sacado a los trolls. Una mañana vadeamos un río por un lugar ancho y poco profundo, resonante de piedras y espuma. La orilla opuesta era escarpada y resbaladiza. Cuando llegamos a la cresta, guiando los ponis, vieron que las grandes montañas descendían ya muy cerca hacia nosotros. Parecían alzarse a sólo un día de cómodo viaje desde la falda más cercana. Tenían un aspecto tenebroso y lóbrego, aunque había manchas de sol en las laderas oscuras, y más allá centelleaban las cumbres nevadas.

—¿Es aquella la Montaña? —preguntó Bilbo con voz solemne, mirándola con asombro.
—¡Desde luego que no! —dijo Balin—. Esto es sólo el principio de las Montañas Nubladas, tenemos que cruzarlas de algún modo, por encima o por debajo, antes de que podamos internarnos en las Tierras Ásperas de más allá. Y aún queda un largo camino desde el otro lado hasta la Montaña Solitaria de Oriente en la que Smaug yace tendido sobre el tesoro.
—¡Oh! —dijo Bilbo.

Gandalf encabezaba ahora la marcha.

—No nos salgamos del camino, o ya nada podrá salvarnos —dijo—, Necesitamos comida, en primer lugar, y descanso con una seguridad razonable; además es muy importante internarse en las Montañas Nubladas por el sendero apropiado, o de lo contrario se perderán y tendrán que volver y empezar de nuevo por el principio (si llegan a volver).

Le preguntaron hacia dónde estaba conduciéndolos, y él respondió: —Han llegado a los límites mismos de las tierras salvajes, como algunos saben sin duda. Oculto en algún lugar delante de nosotros está el hermoso valle de Rivendel, donde vive Elrond en la Ultima Morada. Le envié un mensaje por mis amigos y nos está esperando.

Aquello sonaba agradable y reconfortante pero no quería ver a Elrond, le diría a mi padre que estoy con un par de enanos locos que quieren recuperar Erebor, no los culpo la verdad, si me quitaran mi tierra también iría a recuperarla.

No había árboles, valles o colinas que quebrasen el terreno delante de nosotros: la vasta pendiente ascendía poco a poco hasta el pie de la montaña más próxima, una ancha tierra descolorida de brezo y piedra rota, con manchas de latigazos de verde de hierbas y verde de musgos que señalaban dónde podía haber agua.

Pasó la mañana, llegó la tarde; pero no había señales de que alguien habitara en ese yermo silencioso. La inquietud de todos iba en aumento, pues veíamos ahora que la casa podía estar oculta casi en cualquier lugar entre ellos y las montañas. Nos encontrábamos de pronto con valles inesperados, estrechos, de paredes escarpadas, que se abrían de súbito, y nosotros mirábamos hacia abajo y nos sorprendíamos, pues había árboles y una corriente de agua en el fondo. Algunos desfiladeros casi hubieran podido cruzarlos de un salto, pero eran en cambio muy profundos, y el agua corría por ellos en cascadas. Había gargantas oscuras que no podían cruzarse sin trepar.

Había ciénagas; algunas eran lugares verdes de aspecto agradable, donde crecían flores altas y luminosas; pero un poni que caminara por allí llevando una carga nunca volvería a salir.

Por cierto, era una tierra que se extendía desde el vado a las montañas, de una vastedad que nunca hubieran llegado a imaginar. Todos estaban asombrados, salvo yo que había estado ahí varias veces. Unas piedras blancas, algunas pequeñas y otras medio cubiertas de musgo o brezo, señalaban el único sendero. En verdad era una tarea muy lenta la de seguir el rastro, aun guiados por Gandalf, que parecía conocer bastante bien el camino.

La cabeza y la barba de Gandalf se movían de aquí para allá cuando buscaba las piedras y nosotros lo seguíamos aunque podría hacerlo dormida, conocía bien estos caminos; pero cuando el día empezó a declinar no parecían haberse acercado mucho al término de la busca. Había mariposas nocturnas que revoloteaban alrededor y la luz era ahora muy débil, pues aún no había salido la luna. El poni de Bilbo comenzó a tropezar en raíces y piedras. Llegaron tan de repente al borde mismo de un declive abrupto, que el caballo de Gandalf casi resbaló pendiente abajo.

—¡Aquí está, por fin! —anunció el mago, y los otros se agruparon en torno y miraron por encima del borde. Vieron un valle allá abajo.

Podíamos oír el murmullo del agua que se apresuraba en el fondo, sobre un lecho de piedras; en el aire había un aroma de árboles, y en la vertiente del otro lado brillaba una luz. Bajamos por el sendero empinado y zigzagueante hasta entrar en el valle secreto de Rivendel. El aire era más cálido a medida que descendían y todos parecían cada vez más animados mientras bajaban, menos yo por supuesto.

Las hayas y robles sustituyeron a los pinos, y el crepúsculo era como una atmósfera de serenidad y bienestar. El último verde casi había desaparecido de la hierba, cuando llegaron al fin a un claro despejado, no muy por encima de las riberas del arroyo.

¡Oh! ¿Qué hacen,

y a dónde de van?

¡Hay que herrar esos ponis!
¡El río corre!

¡Oh! ¡Tra—la—la—lalle,

aquí abajo en el valle!

¡Oh! ¿Qué buscan,

y a dónde van?

¡Los leños humean,

las tartas se doran!

¡Oh! ¡Tral—lel—lel—lelle,
¿el valle es alegre? ¡Ja! ¡Ja!

¡Oh!
¿Hacía dónde van
meneando las barbas?
No, no, no sabemos
que trae a Bolsón
y a Balin, y Dwalin
abajo hacia el valle en junio, ¡Ja! Ja!

¡Oh! ¿Aquí se quedarán,
o en seguida se irán?
¡Se extravían los ponis!
¡La luz del día muere!

Sería malo irse;

mucho mejor quedarse,
y escuchar y atender
hasta el fin de la noche nuestro canto.
¡Ja! ¡Ja!


De esta manera reían y cantaban entre los árboles, y vaya desatino, necesito irme ahora, además odio esos cantos. Los enanos no se llevaban bien con aquellas criaturas. Aun enanos bastante simpáticos, como Thorin y sus amigos, pensaban que los elfos eran tontos (un pensamiento muy tonto, por cierto), o se enfadaban con ellos. Pues algunos elfos les tomaban el pelo y se reían de los enanos, y sobre todo de sus barbas.

—¡Bueno, bueno! —dijo una voz— ¡Miren qué cosa! ¡Bilbo el hobbit en un poni, cielos! ¿No es delicioso?
—¡Maravilla de maravillas!

En seguida se pusieron a corear otra canción, tan ridícula como la que he copiado entera. Al fin uno, un joven alto, salió de los árboles y se inclinó ante Gandalf y Thorin.

—¡Bienvenidos al valle! —dijo.
—¡Gracias! —dijo Thorin con alguna brusquedad, pero Gandalf había bajado ya del caballo y charlaba alegre entre los elfos.
—Te has desviado un poco del camino —dijo el elfo—. Es decir, si quieres ir por el único sendero que cruza el río hacia la casa de más allá. Nosotros te guiaremos, pero sería mejor que fueran a pie hasta pasar al puente. ¿Te quedarás un rato y cantarás con nosotros, o te marcharás en seguida? Allá se está preparando la cena —dijo—. Puedo oler el fuego de leña de la cocina.

Rezaba porque Thorin dijera que teníamos que irnos, en verdad lo hacía, trataba de esconderme detrás de Gandalf para que no me vieran, no quería que me vieran porque seguramente saben quién soy y eso no es bueno.

—Jazmín hija de Thranduil hijo de Oropher —dice Elrond en forma de saludo y no me queda nada más que saludarlo como si no supiera nada.
—Elrond —digo y le doy un abrazo, esperando que olvide alertar a mi padre.

Pero los enanos estaban todos de acuerdo en cenar cuanto antes y no quedarse mucho tiempo, gracias al cielo. Seguimos adelante, guiando a los ponis, hasta que llegamos a una buena senda, y así por fin al borde del mismo río. Corría rápido y ruidoso, como un arroyo de la montaña en un atardecer de verano, cuando el sol ha estado iluminando todo el día la nieve de las cumbres. Sólo había un puente estrecho de piedra, sin parapeto, tan estrecho que apenas si cabía un poni, y tuvieron que cruzarlo despacio y con cuidado, en fila, llevando cada uno un poni por las riendas. Los elfos habían traído faroles brillantes a la orilla y cantaron una animada canción mientras el grupo iba pasando.

—¡No mojes tu barba con la espuma, padre! —le gritaron a Thorin, que de tan encorvado iba casi a gatas—, Ya es bastante larga sin necesidad de que la mojes.
—¡Cuidado con Bilbo, no se vaya a comer todos los bizcochos! —dijeron—. ¡Todavía está demasiado gordo para colarse por el agujero de la cerradura!
—¡Silencio, silencio, Buena Gente! ¡Y buenas noches! —dijo Gandalf, que había llegado último—. Los valles tienen oídos, y algunos elfos tienen lenguas demasiado sueltas. ¡Buenas noches!

Y así llegamos por fin a la Ultima Morada y encontramos las puertas abiertas de par en par.

Ahora bien, parece extraño, pero las cosas que es bueno tener y los días que se pasan de un modo agradable se cuentan muy pronto y no se les presta demasiada atención; en cambio, las cosas que son incómodas, estremecedoras, y aun horribles, pueden hacer un buen relato, y además lleva tiempo contarlas. Se quedaron muchos días en aquella casa agradable, catorce al menos, y les costó irse.

Una de las noches me quedé despierta hasta tarde, no estaba segura de por qué, pero no quería dormir, lo cual es extraño considerando que siempre quiero dormir, mientras más duerma mejor a decir verdad. Pero no era la única en la habitación que tenía insomnio, Kili también estaba despierto y se acercó a hablar conmigo.

—¿Puedes explicarme por qué pusiste esa cara cuando supiste que vendríamos a Rivendel?

Sonrío ligeramente y le respondo:

—Digamos que mi padre no sabe que estoy con trece enanos, un hobbit y un mago emprendiendo una aventura que él consideraría imprudente. Así que alertó a todos los elfos que si me veían debían llevarme de nuevo a él, pero al parecer Elrond no lo hizo.
—Mi madre siempre creyó que era imprudente —dijo sonriendo y encogiéndose de hombros.
—¿Por qué será? —pregunto burlona.
—Ni idea.
—Te entiendo, es decir mi padre creía que yo era demasiado imprudente.
—¿Y por qué lo creía?
—Solía salir por las noches a observar el cielo, me gustaba ver la luna e imaginarme que algún día podría estar ahí. Me gustaba escaparme de él y salirme del palacio, ir a los bosques y perderme por horas con mi arco y flechas. Él creía que yo era rebelde y desobediente, que jamás podría llegar a gobernar. Creo que se lo dejará todo a Legolas cuando muera, jamás ha hablado conmigo sobre el reino pero con mi hermano siempre lo hace.
—¿Y quisieras ser reina?
—No, no me gusta la idea de esconderme como mi padre, de ocultarme del mundo. Quiero salir, ser libre, y si muero algún día por ello quiero que sea una muerte que en verdad valga la pena, una muerte honorable. ¿Tú, hijo de Dís, quisieras ser rey?
—No lo sé, me gusta la idea, pero has visto a los reyes enanos, la mayoría se vuelven completamente locos por el poder y el oro. No me gustaría ser igual, creo que se lo dejaré a Fili, además él es el mayor.
—Creo que nadie aspira mucho ser rey. Y los que son reyes no quieren dejar el poder, no tiene sentido.
—Lo que menos me gusta es la idea de matar a tantas personas por defender a tu pueblo. Aunque el trabajo lo hayan hecho los guerreros culparán al rey siempre.
—Matar a un hombre no es nada, pero matar a su corazón lo es todo, ¿cierto?
—Tal vez, pero no me gusta la idea de que me culpen por asesinar.
—A nadie le gusta esa idea. Será mejor dormir, mañana será un día largo.

El dueño de la casa era amigo de los elfos, una de esas gentes cuyos padres aparecen en cuentos extraños, anteriores al principio de la historia misma, las guerras de los trasgos malvados y los elfos, y los primeros hombres del Norte.

Elrond, el dueño de la casa era tan noble y de facciones tan hermosas como un señor de los elfos, fuerte como un guerrero, sabio como un mago, venerable como un rey de los enanos, y benévolo como el estío. La casa era perfecta tanto para comer o dormir como para trabajar, o contar historias, o cantar, o simplemente sentarse y pensar mejor, o una agradable mezcla de todo esto. La perversidad no tenía cabida en aquel valle.

Todos los viajeros, incluyendo los ponis, nos sentimos refrescados y fortalecidos luego de pasar allí unos pocos días. Nos compusieron los vestidos, tanto como las magulladuras, el humor, y las esperanzas. Nos llenaron las alforjas con comida y provisiones de poco peso, pero fortificantes, buenas para cruzar los desfiladeros. Nos aconsejaron bien y corrigieron los planes de la expedición. Así llegó el solsticio de verano y nos dispusimos a partir otra vez con los primeros rayos del sol estival.

Elrond lo sabía todo sobre runas de cualquier tipo. Aquel día observó las espadas que habían tomado en la guarida de los trolls y comentó:

—Esto no es obra de los trolls. Son espadas antiguas, muy antiguas, de los Altos Elfos del Oeste, mis parientes. Están hechas en Gondolin para las guerras de los trasgos. Tienen que haber sido parte del tesoro escondido de un dragón, o de un botín de los trasgos, pues los dragones y los trasgos destruyeron esa ciudad hace muchos siglos. En esta, Thorin, las runas dicen Orcrist, la Hiende Trasgos en la ancestral lengua de Gondolin; fue una hoja famosa. Esta, Gandalf, fue Glamdrin, la Martilla Enemigos, que una vez llevó el rey de Gondolin. ¡Guárdenlas bien!
—¿De dónde las habrán sacado los trolls, me pregunto? —murmuró Thorin mirando su espada con renovado interés.
—No sabría decirlo —dijo Elrond—, pero puede suponerse que vuestros trolls habrán saqueado otros botines, o habrán descubierto los restos de viejos robos en alguna cueva de las montañas. He oído que hay quizá todavía tesoros ignotos en las cavernas desiertas de las minas de Moria, desde la guerra de los enanos y los trasgos.
—Llevaré esta espada con honor —dijo—. ¡Ojalá pronto hienda trasgos otra vez!
—¡Un deseo que quizá se cumpla muy pronto en los montes! —dijo Elrond—. ¡Pero muéstrenme ahora su mapa!

Lo tomó y lo miró largo rato, y meneó la cabeza; pues si no aprobaba del todo a los enanos y el amor que le tenían al oro, odiaba a los dragones y la cruel perversidad de estas bestias, y se afligió al recordar la ruina de la ciudad de Valle y aquellas campanas alegres, y las riberas incendiadas del centelleante Río Rápido. La luna resplandecía en un amplio cuarto creciente de plata. Elrond alzó el mapa y la luz blanca lo atravesó.

—¿Qué es esto? —dijo—. Hay letras lunares aquí junto a las runas y que dicen "cinco pies de altura y tres pasan con holgura".
—¿Qué son las letras lunares? —preguntó el hobbit muy excitado.
—Las letras lunares son letras rúnicas, pero que no se pueden ver —dijo Elrond—, no al menos directamente. Sólo se las ve cuando la luna brilla por detrás, y en los ejemplos más ingeniosos la fase de la luna y la estación tienen que ser las mismas que en el día en que fueron escritas. Los enanos las inventaron y las escribían con plumas de plata, como tus amigos te pueden contar. Estas tienen que haber sido escritas en una noche del solsticio de verano con luna creciente, hace ya largo tiempo.
—¿Qué es lo que dicen? —preguntaron Gandalf y Thorin a la vez, un poco fastidiados quizá de que Elrond las hubiese descubierto primero, aunque es cierto que hasta entonces no habían tenido la oportunidad, y no volverían a tenerla quién sabe por cuánto tiempo.
—Estén cerca de la piedra gris cuando llame el zorzal —leyó Elrond— y el sol poniente brillará sobre el ojo de la cerradura con las últimas luces del Día de Durin.
—¡Durin, Durin! —exclamó Thorin.—. Era el padre de los padres de la más antigua raza de Enanos, los Barbiluengos, y mi primer antepasado: yo soy el heredero de Durin.
—Pero ¿cuándo es el Día de Durin? —preguntó Elrond.
—El primer día del Año Nuevo de los enanos —dijo Thorin—. Como todos saben sin duda, el primer día de la última luna otoñal, en los umbrales del invierno. Todavía llamamos Día de Durin a aquel en que el sol y la última luna de otoño están juntos en el cielo. Pero me temo que esto no ayudará, pues nadie sabe hoy cuándo este tiempo se presentará otra vez.
—Eso está por verse —dijo Gandalf— ¿Hay algo más escrito?
—Nada que se revele con esta luna —dijo Elrond, y le devolvió el mapa a Thorin; y luego bajaron al agua para ver a los elfos que bailaban y cantaban en la noche del solsticio.

La mañana siguiente, la mañana del solsticio, fue tan hermosa y fresca como hubiera podido soñarse: un cielo azul sin nubes, y el sol que brillaba en el agua. Partimos entonces entre cantos de despedida y buen viaje, con los corazones dispuestos a nuevas aventuras, y sabiendo por dónde teníamos que ir para cruzar las Montañas Nubladas hacia la tierra de más allá.
tobias.
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Mensaje por akane_yatsuba Sáb 01 Feb 2014, 10:36 pm

you are my destiny {el hobbit} - Página 5 477734387   yo estaba asi como, kili hablando civilizada mete con Jaz!  you are my destiny {el hobbit} - Página 5 1661743686 ! ooo tenes que seguirla como amo tu fic  you are my destiny {el hobbit} - Página 5 837735280
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Mensaje por tobias. Dom 02 Feb 2014, 5:01 pm

akane_yatsuba escribió:you are my destiny {el hobbit} - Página 5 477734387   yo estaba asi como, kili hablando civilizada mete con Jaz!  you are my destiny {el hobbit} - Página 5 1661743686 ! ooo tenes que seguirla como amo tu fic  you are my destiny {el hobbit} - Página 5 837735280
por primera vez hablan civilizadamente you are my destiny {el hobbit} - Página 5 4098373783 es todo un logro. ah. you are my destiny {el hobbit} - Página 5 4098373783 amo que lo ames (?) la seguiré pronto, i promess.
tobias.
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Mensaje por akane_yatsuba Dom 09 Feb 2014, 10:10 pm

OMG... DAME CAP ..  :wut:  :wut:  :wut:  :wut:  :wut:
akane_yatsuba
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Mensaje por akane_yatsuba Dom 09 Feb 2014, 10:12 pm

que tebo hacer nena!! dame otro cap  :amor: esque como amo tu fic.. kili es tan sepsi
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Mensaje por tobias. Lun 10 Feb 2014, 2:11 pm

akane_yatsuba escribió:OMG... DAME CAP ..  :wut:  :wut:  :wut:  :wut:  :wut:
hoy pero más tarde bc tengo deberes y un compromiso.
tobias.
tobias.


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Mensaje por tobias. Lun 10 Feb 2014, 2:12 pm

akane_yatsuba escribió:que tebo hacer nena!! dame otro cap  :amor: esque como amo tu fic.. kili es tan sepsi
hoy, mi amors, ah, amo a kili<33.
tobias.
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Mensaje por akane_yatsuba Lun 10 Feb 2014, 10:51 pm

:ilusion:
akane_yatsuba
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Mensaje por Marie Miér 12 Feb 2014, 8:06 am

OH, OH, OHHHHHHH. Re lindo todo tía, RE LINDO, yo comentando tarde, pero, baby, perdóname, ya que he tenido muchos exams y me frustro y no me conecto. Así que ya ves, te amo y todo eso pero mi persona ha estado tan ocupada recientemente que a todo llego tarde, pero ya me recuperaré (?. Aih, que se me van a Rivendel! Mi amado Rivendel, con mi amado amado Elrond, re feliz que me pone todo, tanto, que no me importa que pronto Jaz y Kili vayan a morfar y tenga tropecientos hijos híbridos.
Marie
Marie


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Mensaje por tobias. Miér 12 Feb 2014, 2:15 pm

akane_yatsuba escribió::ilusion:
ahora edito y subo<3.
tobias.
tobias.


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you are my destiny {el hobbit} - Página 5 Empty Re: you are my destiny {el hobbit}

Mensaje por tobias. Miér 12 Feb 2014, 2:17 pm

Marie escribió:OH, OH, OHHHHHHH. Re lindo todo tía, RE LINDO, yo comentando tarde, pero, baby, perdóname, ya que he tenido muchos exams y me frustro y no me conecto. Así que ya ves, te amo y todo eso pero mi persona ha estado tan ocupada recientemente que a todo llego tarde, pero ya me recuperaré (?. Aih, que se me van a Rivendel! Mi amado Rivendel, con mi amado amado Elrond, re feliz que me pone todo, tanto, que no me importa que pronto Jaz y Kili vayan a morfar y tenga tropecientos hijos híbridos.
you are my destiny {el hobbit} - Página 5 4098373783 me alegro de que te haya gustado<3. yo ya estoy empezando exámenes so me tardaré más en actualizar, más de lo que ya me tardo you are my destiny {el hobbit} - Página 5 1313521601 o idk, a lo mejor y subo pronto. amo a elrond y rivendel, me gustan los elfos you are my destiny {el hobbit} - Página 5 285151902 como a kili you are my destiny {el hobbit} - Página 5 285151902 sip, ellos morfaran (?).
tobias.
tobias.


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Mensaje por tobias. Miér 12 Feb 2014, 2:28 pm



capítulo 6
By Prisc


Había muchas sendas que subían internándose en aquellas montañas, y sobre ellas muchos desfiladeros. Pero la mayoría de estas sendas eran engañosas y decepcionantes, o no llevaban a ningún lado, o acababan mal; y la mayoría de estos desfiladeros estaba infestada de criaturas malvadas y de peligros horrorosos. Los enanos, el hobbit  y yo, ayudados por el sabio consejo de Elrond y los conocimientos y la memoria de Gandalf, tomamos el camino que llegaba al desfiladero apropiado.

Muchos días después de haber remontado el valle y de dejar millas atrás la Última Morada, todavía seguíamos subiendo y subiendo. Era una senda escabrosa y peligrosa, un camino tortuoso, desierto y largo. Al fin pudieron volverse a mirar las tierras que habían dejado, allá abajo en la distancia. Empezaba a sentirse un frío cortante allí arriba, y el viento silbaba entre las rocas. También, a veces, unos cantos rodados bajaban a saltos por las laderas de la montaña —los había soltado el sol de mediodía sobre la nieve— y pasaban entre nosotros (lo que era afortunado) o sobre nuestras cabezas (lo que era alarmante). Las noches se sucedían incómodas y muy frías, y no se atrevían a cantar ni a hablar demasiado alto, pues los ecos eran extraños y parecía que al silencio le molestaba que lo quebrasen, excepto con el ruido del agua, el quejido del viento y el crujido de la piedra.

Nada había ocurrido. Todo marchaba bien, hasta que un día nos encontramos con una tormenta de truenos; más que una tormenta era una batalla de truenos. Saben que terrible puede llegar a ser una verdadera tormenta de truenos allá abajo en el valle del río; sobre todo cuando dos grandes tormentas se encuentran y se baten. Más terribles todavía son los truenos y los relámpagos en las montañas por la noche, cuando las tormentas vienen del este y del oeste y luchan entre ellas. El relámpago se hace trizas sobre los picos, y las rocas tiemblan, y unos enormes estruendos parten el aire, y entran rodando a los tumbos en todas las cuevas y agujeros y un ruido abrumador y una claridad súbita invaden la oscuridad.

Estábamos muy arriba en un lugar estrecho, y a un lado un precipicio espantoso caía sobre un valle sombrío. Allí pasamos la noche, al abrigo de una roca; estaba tendida bajo una manta y temblando de pies a cabeza. Cuando miré fuera, vi a la luz de los relámpagos los gigantes de piedra abajo en el valle; habían salido y ahora jugaban tirándose piedras unos a otros; las re—cogían y las arrojaban en la oscuridad, y allá abajo se rompían o desmenuzaban entre los árboles. Luego llegaron el viento y la lluvia, y el viento azotaba la lluvia y el granizo en todas direcciones, por lo que el refugio de la roca no nos protegía mucho. Al rato estábamos empapados hasta los huesos y los poneys se encogían, bajaban la cabeza, y metían la cola entre las patas, y algunos re linchaban de miedo. Las risotadas y los gritos de los gigantes podían oírse por encima de todas las laderas.

—¡Esto no irá bien! —dijo Thorin—, si no salimos despedidos, o nos ahogamos, o nos alcanza un rayo, nos atrapará alguno de esos gigantes y de una patada nos mandará al cielo como una pelota de fútbol.
—Bien, si sabes de un sitio mejor, ¡llévanos allí! —dijo Gandalf, quien se sentía muy malhumorado, y no estaba nada contento con los gigantes.

El final de la discusión fue enviar a Fili y Kili en busca de un refugio mejor. Tenían ojos muy penetrantes, y siendo los enanos más jóvenes (unos cincuenta años menos que los otros), se ocupaban por lo común de este tipo de tareas (cuando todos comprendíamos que sería inútil enviar a Bilbo). No hay nada como mirar, si quieren encontrar algo. Cierto que casi siempre, se encuentra algo, si se mira, pero no siempre es lo que uno busca.

Fili y Kili pronto estuvieron de vuelta, arrastrándose, doblados por el viento, aferrándose a las rocas.

—Hemos encontrado una cueva seca —dijeron—, doblando el próximo recodo no muy lejos de aquí; y caben ponis y todo.
—¿La han explorado afondo? —dijo el mago, yo bien sabía que las cuevas de las montanas raras veces están sin ocupar.
—¡Sí, sí! —dijeron Fili y Kili, aunque todos sabíamos qué no podían haber estado allí mucho tiempo; habían regresado casi en seguida—. No es demasiado grande y tampoco muy profunda.

Naturalmente, esto es lo peligroso de las cuevas; a veces uno no sabe lo profundas que son, o a dónde puede llevar un pasadizo, o lo que te espera dentro. Pero en aquel momento las noticias de Fili y Kili parecieron bastante buenas. Así que todos nos levantamos y nos preparamos para trasladarnos. El viento aullaba y el trueno retumbaba aún, y era difícil moverse con los ponis. De todos modos, la cueva no estaba muy lejos. Al poco tiempo llegamos a una gran roca que sobresalía en la senda. Detrás, en la ladera de la montaña, se abría un arco bajo.

Había espacio suficiente para que pasaran los ponis apretujados, una vez que les quitaran las sillas. Debajo del arco era agradable oír el viento y la lluvia fuera y no cayendo sobre nosotros, y sentirnos a salvo de los gigantes y sus rocas. Pero el mago no quería correr riesgos. Encendió su vara y con la luz exploramos la cueva de extremo a extremo.

Parecía de buen tamaño, pero no era demasiado grande ni misteriosa. Tenía el suelo seco y algunos rincones cómodos. En uno de ellos había lugar para los ponis, y allí permanecieron las bestias muy contentas del cambio, humeando y mascando en los morrales. Óin y Glóin querían encender una hoguera en la entrada para secarse la ropa, pero Gandalf no quiso ni oírlo. Así que tendimos las cosas húmedas en el suelo y sacaron otras secas, para mi desgracia no tenía un solo cambio de ropa así que yo seguía teniendo mi ropa escurriendo. Luego ahuecamos las mantas, sacaron las pipas e hicieron anillos de humo que Gandalf volvía de diferentes colores y hacía bailar en el techo para entretenerlos. Charlaron y charlaron, y olvidaron la tormenta, y discutieron lo que cada uno haría con su parte del tesoro; y así fueron quedándose dormidos uno tras otro.

Yo no dije ninguna palabra y mucho menos me quede dormida debido a mi ropa que escurría, un poco menos que antes pero igual estaba empapada y además moría de frío, y una manta no iba a quitármelo. Me abracé por las piernas y quise fingir que todo estaba bien y no tenía frío, pero sabía que pronto terminaría por enfermarme o algo así.

—¿Tienes frío? —me giré y Kili ya estaba sentado junto a mí.
—Sí.
—Puedo prestarte algo, pero te quedará pequeño.
—No importa.

En unos minutos traigo su ropa puesta, digamos que me quedaba muy grande ya que al parecer los enanos usan ropa muy amplia y larga. No importa, igual la remera es gruesa y confortante. Me quedé con el mismo pantalón ya que este ya no estaba tan mojado y además su pantalón no iba a quedarme, soy más alta y eso es un gran problema.

—Gracias —le digo.
—Por nada.
—¿Puedes explicarme por qué tú y Fili hablan al mismo tiempo?
—No lo sé, es algo de hermanos.
—Tengo un hermano y jamás hemos hablado al mismo tiempo.
—Tal vez no son muy unidos —sugiere y, puede que tenga razón, Legolas y yo jamás fuimos los mejores hermanos del mundo pero igual nos apreciábamos el uno al otro.
—Tal vez.

Aunque tenga la manta y ropa seca sigo tiritando de frío, que haya estado con la ropa mojada tanto tiempo me hizo daño realmente y lo único que quiero es ver el sol y que éste me caliente. Kili me rodea con un brazo y aunque quisiera alejarlo no lo hago, es demasiado el frío y él me hace entrar en calor. Si mi padre me viera así, probablemente colgaría mi cabeza en el palacio. Debo dejar de pensar en él, él no está aquí así que no debería de preocuparme por él pero igual lo hago, es mi padre y el hecho de que tengamos diferencias no cambia la situación.

—Eres un idiota —digo rompiendo el silencio y él sonríe burlón.
—¿Ah, sí? ¿Por qué?
—No lo sé, simplemente me lo pareces.
—Gracias, es lo que todo enano quiere oír.

Sonrío ligeramente y hay un silencio, no de esos silencios incómodos, sino un silencio placentero y tranquilizante. Aún me rodeaba con un brazo por los hombros y yo ni siquiera me molesté en moverlo, tal vez porque me gustaba la sensación que me producía.

—¿Te has enamorado alguna vez? —pregunto.
—No, no realmente. ¿A qué viene la pregunta?
—Simple curiosidad.
—¿Segura? —pregunta acercándose peligrosamente a mí.

Nuestras respiraciones agitadas se mezclan y siento los latidos de mi corazón más rápidos y fuertes que nunca. Es una especie de sensación de lo más extraña, tenerlo tan cerca pero sentirlo tan lejos… Es inexplicable, cuando voy a rozar sus labios alguien suelta un chillido y nos alejamos de golpe.

Una grieta se había abierto al fondo de la cueva y era ya un pasadizo ancho. Apenas si tuvo tiempo de ver la última de las colas de los ponis, que desaparecía en la sombra. Bilbo era quien chillaba despertando a todos.

Afuera saltaron los trasgos, trasgos grandes, trasgos enormes de cara fea, montones de trasgos, antes que nadie pudiera decir "peñas y breñas". Había por lo menos seis para cada enano, y dos más para Bilbo y unos cinco para mí; y nos apresaron a todos y nos llevaron por la hendedura, antes que nadie pudiera decir "madera y hoguera". Pero no a Gandalf. Eso fue lo bueno del grito de Bilbo. Lo había despertado por completo en una décima de segundo y cuando los trasgos iban a ponerle las manos encima, hubo un destello terrorífico como un relámpago en la cueva, un olor como de pólvora, y varios cayeron muertos.

La grieta se cerró de golpe ¡y todos nosotros estábamos en el lado equivocado! ¿Dónde se encontraba Gandalf? De eso ni yo ni los enanos ni los trasgos teníamos la menor idea, y los trasgos no esperaron a averiguarlo. Tomaron a Bilbo, a mi y a los enanos, y nos hicieron andar a toda prisa. El sitio era profundo, profundo y oscuro, tanto que sólo los trasgos que habían tenido la ocurrencia de vivir en el corazón de las montañas podían distinguir algo. Los pasadizos se cruzaban y confundían en todas direcciones, pero los trasgos conocían el camino perfectamente; y el camino descendía y descendía y la atmósfera era cada vez más enrarecida y horrorosa. Los trasgos eran muy brutos, pellizcaban sin compasión, y reían entre dientes o a carcajadas, con voces horribles y pétreas; yo me sacudía para que los trasgos me soltaran, ¡puedo caminar sola! Pero aquellas asquerosas criaturas no se alejaban de mí por ningún motivo, de hecho tenía más vigilancia que ningún otro.

De pronto apareció ante nosotros el resplandor de una luz roja. Los trasgos empezaron a cantar, a croar, golpeteando los pies planos sobre la piedra, y sacudiéndonos también.

¡Azota! ¡Voltea! ¡La negra abertura!
¡Atrapa, arrebata! ¡Pellizca, apañusca!
¡Bajando, bajando, al pueblo de trasgos,
vas tú, muchacho!

¡Embute, golpea! ¡Estruja, revienta!
Martillo y tenaza! ¡Batintín y maza!
¡Machaca, machaca, a los subterráneos!
¡jo, jo, muchacho!

¡Lacera, apachurra! ¡Chasquea los látigos!
¡Aúlla y solloza! ¡Sacude, aporrea!
¡Trabaja, trabaja! ¡A huir no te atrevas,
mientras los trasgos beben y carcajean!
¡Rondando, rodando, por el subterráneo!
¡Abajo, muchacho!


El canto era realmente terrorífico, las paredes resonaban con el ¡azota, volea! y con el ¡estruja, revienta! y con la inquietante carcajada de los ¡jo, jo, muchacho! El significado de la canción era demasiado evidente; pues ahora los trasgos sacaron los látigos y nos azotaron con gritos de ¡lacera, apachurra!, haciéndonos correr delante tan rápido como nos era posible; y más de uno de los enanos estaba ya desgañitándose con aullidos incomparables, cuando entramos todos a los trompicones en una enorme caverna.

Estaba iluminada por una gran hoguera roja en el centro y por antorchas a lo largo de las paredes, y había allí muchos trasgos. Todos se reían, pateaban y batían palmas, cuando los enanos y yo (con Bilbo detrás y más al alcance de los látigos) llegamos corriendo, mientras los trasgos que nos arreaban daban gritos y chasqueaban los látigos detrás. Los ponis estaban ya agrupados en un rincón; y allí tirados estaban todos los sacos y paquetes, rotos y abiertos, revueltos por trasgos, y olidos por trasgos, y manoseados por trasgos, y disputados por trasgos.

Aquello fue lo último que vimos de los ponis porque los trasgos comen caballos y ponis y burros (y otras cosas mucho más espantosas), y siempre tienen hambre. Sin embargo, ahora todos pensábamos en nosotros mismos. Los trasgos nos encadenaron las manos a la espalda y nos unieron a todos en línea, y nos arrastraron hasta él rincón más lejano de la caverna con Bilbo remolcado al extremo de la hilera.

Allá, entre las sombras, sobre una gran piedra lisa, estaba sentado un trasgo terrible de cabeza enorme, y unos trasgos armados permanecían de pie alrededor blandiendo las hachas y las espadas curvas que ellos usan. Ahora bien, los trasgos son crueles, malvados y de mal corazón. No hacen nada bonito, pero sí muchas cosas ingeniosas. Pueden excavar túneles y minas tan bien como cualquier enano no demasiado diestro, cuando se toman la molestia, aunque comúnmente son desaseados y sucios. Martillos, hachas, espadas, puñales, picos y pinzas, y también instrumentos de tortura, los hacen muy bien, o consiguen que otra gente los haga, prisioneros o esclavos obligados a trabajar hasta que mueren por falta de aire y luz. Es probable que ellos hayan inventado algunas de las máquinas que desde entonces preocupan al mundo, en especial ingeniosos aparatos que matan enormes cantidades de gente de una vez, pues las ruedas y los motores y las explosiones siempre les encantaron, como también no trabajar con sus propias manos más de lo indispensable; pero en aquellos días, y en aquellos parajes agrestes, no habían ido todavía tan lejos. No odiaban especialmente a los enanos, no más de lo que odiaban a todos y todo, y particularmente lo metódico y próspero; en ciertos lugares unos enanos malvados han llegado a pactar con ellos. Pero tenían particular aversión por la gente de Thorin; y de todos modos a los trasgos no les preocupa a quién capturan, en tanto puedan dar el golpe en secreto y de un modo ingenioso, y los prisioneros no sean capaces de defenderse.

—¿Quiénes son esas miserables personas? —dijo el Gran Trasgo.
—¡Enanos, una elfa, y esto! —dijo uno de los captores, tirando de la cadena de Bilbo de tal modo que el hobbit cayó delante de rodillas—. Los encontramos refugiados en nuestro Porche Principal.
—¿Qué pretendían? —dijo el Gran Trasgo volviéndose hacia Thorin—. ¡Nada bueno, podría asegurarlo! ¡Espiar los asuntos privados de mis gentes, supongo! ¡Ladrones, no me sorprendería saber que lo son! ¡Asesinos y amigos de los elfos —dice mirándome con odio—, sin duda alguna! ¡Ven! ¿Qué tienes que decir?
—¡Thorin el enano a su servicio! —replicó Thorin nada cortés— De las cosas que sospechas e imaginas no tenemos la menor idea. Nos resguardamos de una tormenta en lo que parecía una cueva cómoda y no usada; nada más lejos de nuestro pensamiento que molestar de algún modo a los trasgos.
—¡Hum! —gruñó el Gran Trasgo—. ¡Eso es lo que dicen! ¿Podría preguntarte qué hacían allá arriba en las montañas, y de dónde vienen y adónde van? En realidad me gustaría saber todo sobre ustedes. No digo que pueda servirles de algo, Thorin Escudo de Roble, ya sé demasiado de tu gente; pero conozcamos de una vez la verdad. ¡De lo contrario prepararé para ustedes algo particularmente incómodo! En especial me interesa saber qué está haciendo una elfa con ustedes y me gustaría saber quién es porque me parece vagamente familiar.
—Íbamos de viaje a visitar a nuestros parientes, nuestros sobrinos y sobrinas, y primeros, segundos y terceros primos, y otros descendientes de nuestros abuelos, que viven del lado oriental de estas realmente hospitalarias montañas —respondió Thorin, no sabiendo muy bien qué decir así de repente, pues era obvio que la verdad exacta no vendría a cuento—. Sobre la elfa, nos la topamos cerca de las montañas, estaba herida así que la ayudamos.
—¡Es un mentiroso, oh tú en verdad el Terrible! —dijo uno de los captores—. Varios de los nuestros fueron fulminados por un rayo en la cueva cuando invitamos a estas criaturas a que bajaran, y están tan muertos como piedras. ¡Tampoco nos ha explicado esto! —Sostuvo en alto la espada que Thorin había llevado, la espada que procedía del cubil de los trolls.

El Gran Trasgo dio un aullido de rabia realmente horrible cuando vio la espada, y todos los soldados crujieron los dientes, batieron los escudos, y patearon. Reconocieron la espada al momento. En otro tiempo había dado muerte a cientos de trasgos, cuando tos elfos rubios de Gondolin los cazaron en las colinas o combatieron al pie de las murallas. La habían denominado Orcrist, Hiende Trasgos, pero los trasgos la llamaban simplemente Mordedora. La odiaban, y odiaban todavía más a cualquiera que la llevara.

—¡Asesinos y amigos de los elfos! —gritó el Gran Trasgo—. ¡Acuchíllenlos! ¡Golpéenlos! ¡Muérdanlos! ¡Que les rechinen los dientes! ¡Llévenlos a agujeros oscuros repletos de víboras y que nunca vuelvan a ver la luz! —Tenía tanta rabia que saltó del asiento y se lanzó con la boca abierta hacia Thorin.

Justo en ese momento todas las luces de la caverna se apagaron, y la gran hoguera se convirtió, ¡puf!, en una torre de resplandeciente humo azul que subía hasta el techo, esparciendo penetrantes chispas blancas entre todos los trasgos.

Los gritos y lamentos, gruñidos, farfulleos y chapurreos, aullidos, alaridos y maldiciones, chillidos y graznidos que siguieron entonces, eran indescriptibles. Varios cientos de gatos salvajes y lobos asados vivos, todos juntos y despacio, no hubieran hecho tanto alboroto. Las chispas ardían abriendo agujeros en los trasgos, y el humo que ahora caía del techo oscurecía tanto el aire, que ni siquiera ellos mismos podían ver. Pronto empezaron a caer unos sobre otros y a rodar en montones por el suelo, mordiendo, pateando y peleando, como si todos se hubieran vuelto locos.

De repente una espada destelló con luz propia. Vi que atravesaba de lado a lado al Gran Trasgo, mudo de asombro y furioso a la vez. Cayó muerto, y los soldados trasgos, huyendo y gritando delante de la espada, desaparecieron en la oscuridad.

La espada volvió a la vaina.

—¡Síganme de prisa! —dijo una voz fiera y queda. Y antes que comprendiera lo que había ocurrido, estaba ya trotando de nuevo, tan rápido como podía, al final de la columna, bajando por más pasadizos oscuros mientras los alaridos del salón de los trasgos quedaban atrás, cada vez más débiles. Una luz pálida los guiaba.
—¡Más rápido, más rápido! —decía la voz—. Pronto volverán a encender las antorchas.

Entonces Gandalf encendió la vara. Por supuesto, era Gandalf; pero en ese momento todos estábamos demasiado ocupados para preguntar cómo había llegado allí. Volvió a sacar la espada, y una vez más la hoja destelló en la oscuridad; ardía con una furia centelleante si había trasgos alrededor, y ahora brillaba como una llama azul por el deleite de haber matado al gran señor de la cueva. No le costó nada cortar las cadenas de los trasgos y liberarnos lo más rápido posible a todos nosotros. El nombre de esta espada era Glamdrin, Martilla Enemigos. Los trasgos la llamaban simplemente Demoledora, y la odiaban, si eso es posible, todavía más que a Mordedora. También Orcrist había sido salvada, pues Gandalf se la había arrebatado a uno de los guardias aterrorizados. Gandalf pensaba en todo; y aunque no podía hacer cualquier cosa, ayudaba siempre a los amigos en aprietos,

—¿Estamos todos aquí? —dijo, entregando la espada a Thorin con una reverencia—. Veamos: uno, Thorin; dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once. ¿Dónde están Fili y Kili? ¡Aquí! Doce, trece, Jazmín... y he ahí al señor Bolsón: ¡catorce! ¡Bien, bien! Podría ser peor, y sin embargo podría ser mucho mejor. Sin ponis, y sin comida, y sin saber muy bien dónde estamos, ¡y unas hordas de trasgos furiosos justo detrás! ¡Sigamos adelante!

Seguimos adelante. Gandalf estaba en lo cierto: se oyeron ruidos de trasgos y unos gritos horribles allá detrás a lo lejos, en los pasadizos que habíamos atravesado. Nos apresuramos entonces todavía más, y como Bilbo no podía seguirnos el paso —pues los enanos son capaces de correr más deprisa cuando tienen que hacerlo y yo estoy acostumbrada a correr— se turnaron llevándolo a hombros.

Sin embargo los trasgos corren más que los enanos y que yo, y estos trasgos conocían mejor el camino (ellos mismos habían abierto los túneles), y estaban locos de furia; así que hiciéramos lo que hiciéramos, oíamos los gritos y aullidos que se acercaban cada vez más. Muy pronto alcanzamos a oír el ruido de los pies de los trasgos, muchos, muchos pies que parecían estar a la vuelta del último recodo. El destello de las antorchas rojas podía verse detrás de nosotros en el túnel; y ya empezábamos a sentirnos muertos de cansancio.

—¡Por qué, oh por qué habré dejado mi agujero—hobbit! —decía el  señor Bolsón, mientras se sacudía hacia arriba y abajo sobre la espalda de Bombur.
—¡Por qué, oh por qué habré traído a este hobbit, a buscar el tesoro! —decía el desdichado Bombur que era gordo, y se bamboleaba mientras el sudor le caía en gotas de la nariz a causa del calor y el terror,

En aquel momento Gandalf se retrasó, y Thorin con él. Doblaron un recodo cerrado.

—¡Están a la vuelta! —gritó el mago—. ¡Desenvaina tu espada, Thorin!

No había mas que hacer, y a los trasgos no les gustó. Venían corriendo a toda prisa y dando gritos, y al llegar al recodo tropezaron atónitos con la Hiende Trasgos y la Martilla Enemigos que brillaban frías y luminosas. Los que iban delante arrojaron las antorchas y dieron un alarido antes de morir. Los de atrás aullaban siguiéndolos.

—¡Mordedora y Demoledora! —chillaron; y pronto todos estuvieron envueltos en una completa confusión, y la mayoría se apresuró a regresar por donde había venido.

Pasó bastante tiempo antes que cualquiera de ellos se atreviese a doblar aquel recodo. Mientras, todos nosotros nos habíamos puesto otra vez en marcha, siguiendo un largo camino que nos llevaba a los túneles oscuros del país de los trasgos.

De pronto Dori quien iba hasta atrás cargando a Bilbo soltó un chillido. Así ocurrió que ni Bilbo, ni los enanos, ni yo, ni siquiera Gandalf, los oímos llegar, ni tampoco los vimos. Pero los trasgos nos vieron a nosotros, pues la vara de Gandalf emitía una luz débil que nos ayudaba a encontrar el camino.
tobias.
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Mensaje por akane_yatsuba Miér 12 Feb 2014, 9:53 pm

OMG Jaz con la ropa de Kili... :Na: no se cualquiera pensaria algo XD ok no.. DIOS siguela esta buenísima.. 

PD: Thorin no save mentir XD :cosi:
akane_yatsuba
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Mensaje por tobias. Sáb 15 Feb 2014, 9:57 am

akane_yatsuba escribió:OMG Jaz con la ropa de Kili... :Na: no se cualquiera pensaria algo XD ok no.. DIOS siguela esta buenísima.. 

PD: Thorin no save mentir XD :cosi:
yo quiero la ropa de kili you are my destiny {el hobbit} - Página 5 4098373783 ahno. malpensada :jum: la seguiré pronto.
tobias.
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Mensaje por akane_yatsuba Mar 25 Feb 2014, 6:37 pm

:C oo Dios que ha pasado porque no has subido caps?  :wut:  :wut:  :wut:
akane_yatsuba
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