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El INFIERNO de LOUIS [HOT] (Louis Tomlinson) [TERMINADA]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: El INFIERNO de LOUIS [HOT] (Louis Tomlinson) [TERMINADA]
karencita__mb escribió:Rachel116 escribió:Sé que voy con retraso pero feliz día de la mujer a tí también.karencita__mb escribió:¡FELIZ DÍA DE LA MUJER, HERMOSAS LECTORAS! <3
Gracias por comentar, el miércoles lee contesto y subo el sgte capítulo #Promise
Besos las adorooooooooooo
Estaré entusiasmada esperando al miércoles!! :)
Mañana tengo examen de recuperación de matemáticas... ¡espero aprobar!
Besos xxx
Bye!!!
Más vale tarde que nunca :)
Ya no tendrás que esperar más, estoy feliz por haber pasado en todas las materia, soy la Nueva Bachiller de la República del Ecaudor agsjsvxb así que competiré mi emoción subiendo hoy
Espero hayas pasado en el examen!
Besooooos
Hola!
He aprobado matemáticas, me he puesto muy contenta, la profesora me ha dicho que no está muy segura pero que cree que he aprobado con un sitio o por ahí, así que estoy muy contenta, de un 3 a un 7 hay bastante diferencia... 4 puntosy un suspenso jajaj
Me alegra que hayas aprobado todas las asignaturas, eres todo un cerebro jajaja Un 10 en literatura ¡wow! Yo amo la asignatura de literatura, sobretodo me gusta cuando hacemos comentarios de texto sobre la literatura de la antigüedad, no sé, me parecen unas historias y unas narraciones fascinantes.
¡Que bien! ¡Vas a subir hoy! YEAHHH jajaja vas a alegrarme mucho el día.
Espero con ganas el capítulo.
Besos xxx
Bye!!!
PD: Sé que parece que estoy contenta pero no lo estoy, sé que en realidad a ti esto no te interesa pero siento que no tengo a nadie para hablarle de esto, mis amigas creen que es una tontería y cuando intento hablar con mi madre me dice que deje el tema que la hago sufrir. Hoy he ido al dentista y había una chica de mi edad y a su lado estaba su padre. Se llevaban increíblemente bien. Me ha partido el corazón, simplemente me han dado ganas de echarme a llorar porque a mí también me gustaría tener a un padre así.
Sé que no te interesan mis problemas pero necesitaba sacarlo de dentro, aunque sea escribiendo en un foro.
Rachel116
Re: El INFIERNO de LOUIS [HOT] (Louis Tomlinson) [TERMINADA]
Rachel116 escribió:karencita__mb escribió:Rachel116 escribió:Sé que voy con retraso pero feliz día de la mujer a tí también.karencita__mb escribió:¡FELIZ DÍA DE LA MUJER, HERMOSAS LECTORAS! <3
Gracias por comentar, el miércoles lee contesto y subo el sgte capítulo #Promise
Besos las adorooooooooooo
Estaré entusiasmada esperando al miércoles!! :)
Mañana tengo examen de recuperación de matemáticas... ¡espero aprobar!
Besos xxx
Bye!!!
Más vale tarde que nunca :)
Ya no tendrás que esperar más, estoy feliz por haber pasado en todas las materia, soy la Nueva Bachiller de la República del Ecaudor agsjsvxb así que competiré mi emoción subiendo hoy
Espero hayas pasado en el examen!
Besooooos
Hola!
He aprobado matemáticas, me he puesto muy contenta, la profesora me ha dicho que no está muy segura pero que cree que he aprobado con un sitio o por ahí, así que estoy muy contenta, de un 3 a un 7 hay bastante diferencia... 4 puntosy un suspenso jajaj
Me alegra que hayas aprobado todas las asignaturas, eres todo un cerebro jajaja Un 10 en literatura ¡wow! Yo amo la asignatura de literatura, sobretodo me gusta cuando hacemos comentarios de texto sobre la literatura de la antigüedad, no sé, me parecen unas historias y unas narraciones fascinantes.
¡Que bien! ¡Vas a subir hoy! YEAHHH jajaja vas a alegrarme mucho el día.
Espero con ganas el capítulo.
Besos xxx
Bye!!!
PD: Sé que parece que estoy contenta pero no lo estoy, sé que en realidad a ti esto no te interesa pero siento que no tengo a nadie para hablarle de esto, mis amigas creen que es una tontería y cuando intento hablar con mi madre me dice que deje el tema que la hago sufrir. Hoy he ido al dentista y había una chica de mi edad y a su lado estaba su padre. Se llevaban increíblemente bien. Me ha partido el corazón, simplemente me han dado ganas de echarme a llorar porque a mí también me gustaría tener a un padre así.
Sé que no te interesan mis problemas pero necesitaba sacarlo de dentro, aunque sea escribiendo en un foro.
Felicitaciones!! Ya le lo había dicho en tu pág ero igual!!
Me gusta muchísimo la literatura pero con mi profesora era la materia más difícil que tenía que rendir
Fue un total shock para mi enterarme de mi 10, hasta llore del impacto
Espero que te guste el cap
Ya lo subooooo
Pd: se que no nos conocemos ni nada por el estilo pero me importa, tal vez no te entienda del todo porque com mis padres llevo una buena relación a pesar de que a mi papa por su trabajo, doctor, no lo veo mucho tiempo los pocos momentos que tenemos para estar juntos que son los fines de semanas tratamos de disfrutarlos.
Debe ser difícil llevar una buena relación cuando tu padre tiene algún vicio, espero de todo corazón que las cosas se solucionen y cuando tengas cualquier problemas o te sientas mal yo voy a estar aquí y te voy a apoyar en lo que más pueda
Cuídate mucho y se fuerte :)
karencita__mb
Re: El INFIERNO de LOUIS [HOT] (Louis Tomlinson) [TERMINADA]
Dieciséis
»кιтту ѕукєѕ
Los alumnos del seminario permanecieron sentados en el aula, súbitamente silenciosa, atónitos. La mayor parte de ellos no eran expertos en Dante y no tuvieron problema en aceptar el altercado como un debate entretenido, aunque algo aberrante. Todo el mundo sabía que los académicos se apasionaban mucho cuando discutían sobre su materia. Al parecer, algunos, como Julia o el profesor Tomlinson, eran más apasionados que el resto.
Se veía venir que el seminario de ese día iba a acabar en desastre. Aunque Paul había presenciado cosas peores durante el seminario de la profesora Singer sobre métodos de tortura medieval el semestre anterior. Un curso que había resultado ser más... práctico de lo que cabía esperar.
Cuando los estudiantes se convencieron de que el enfrentamiento se había acabado y de que no habría segundo asalto (ni palomitas), empezaron a marcharse. Los últimos en salir fueron Christa, Paul y Julia.
Tras fulminar a Julia con la mirada, Christa salió en busca de El Profesor como un patito detrás de su madre.
Paul cerró los ojos y gruñó.
—¿Tienes tendencias suicidas?
—¿Qué? —Julia parecía acabar de despertarse de un sueño.
—¿Por qué lo has provocado de esa manera? ¡Está buscando una excusa para librarse de ti!
Ella empezó a darse cuenta de la magnitud del lío en que se había metido. Era como si, durante la clase, se hubiera convertido en otra persona. Había soltado veneno y rabia por la boca sin acordarse de que no estaban solos. Y en esos momentos se sentía desinflada como un globo pinchado después de una fiesta de cumpleaños.
Recogió sus cosas lentamente, preparándose para lo que sabía que iba a ser una conversación difícil y desagradable con El Profesor en su despacho.
—Me parece que no deberías ir —le dijo Paul.
—No quiero hacerlo.
—Pues no vayas. Envíale un correo electrónico. Dile que estás enferma. Y que lo sientes.
Julia se lo planteó seriamente durante un momento. Era muy tentador. Pero sabía que su única posibilidad de salvar su carrera académica pasaba por echarle... ovarios y aceptar el castigo que Louis quisiera imponerle. Después ya se ocuparía de recoger los trocitos de su vida personal. Si era posible.
—Si no voy se enfurecerá aún más. Tal vez me expulse directamente. Necesito los créditos del seminario si quiero graduarme en mayo.
—En ese caso, te acompañaré. Es más, hablaré con él antes que tú —dijo Paul, enderezando la espalda y flexionando los brazos.
—No, tú tienes que mantenerte al margen. Iré, me disculparé y dejaré que me grite todo lo que quiera. Cuando hayamos saldado cuentas, tendrá que dejarme ir.
—«La compasión debe entregarse voluntariamente» —murmuró Paul, citando a Shakespeare, porque las palabras de Julia le recordaron a El mercader de Venecia—. Aunque El Profesor no sabe mucho de compasión. ¿Se puede saber a qué ha venido todo eso? Dante nunca tuvo una amante llamada Paulina.
Julia parpadeó varias veces.
—Leí un artículo sobre Pia de Tolomei. Paulina era uno de sus apodos.
—Pia de Tolomei no fue amante de Dante. Tienes razón en que se rumorea que tuvo varias, incluso hijos ilegítimos, pero me temo que, en esto, Tomlinson tiene razón. Nadie cree que Pia fuera amante de Dante. Nadie.
Julia se mordió el interior de la mejilla.
—Pero no me dejaba explicarme y me ha puesto nerviosa. Al final, he explotado.
—Oh, sí, has explotado. De eso no cabe duda. Si fueras cualquier otro alumno, te estaría dando palmaditas en la espalda y pensando que Tomlinson se lo tenía bien merecido. Es un idiota y un engreído. Pero en tu caso sabíamos que no te iba a dejar pasar una. —Paul negó con la cabeza—. Deja que hable con él.
—Es tu director de tesis. No es sensato que lo hagas enfadar. Si se pasa con los gritos, me marcharé y le pondré una denuncia por acoso.
Paul la miró con preocupación.
—Esto no me gusta nada. Está furioso.
—No puedo negarme. Él es el profesor malvado y yo la pequeña alumna indefensa. Tiene todo el poder.
—El poder tiene efectos muy raros en la gente.
—¿Qué quieres decir con eso?
Paul asomó la cabeza para asegurarse de que no había nadie escuchando en el pasillo.
—Tomlinson es un pervertido. Estuvo liado con la profesora Singer y eso significa que... —Se detuvo de repente y negó con la cabeza.
—¿Qué significa, Paul?
—Si te ha estado acosando, o tratando de obligarte a hacer ciertas cosas, avísame y te ayudaré a poner una denuncia.
Julia lo miró sin entender.
—No, nada de eso. Es un tipo malhumorado al que no le gusta que le contradigan, pero no hay nada siniestro aquí. Me tragaré el orgullo, iré a su oficina y, con suerte, no me expulsará.
—Espero que tengas razón. Siempre se ha comportado con mucha profesionalidad con los alumnos, pero contigo parece otra persona.
Paul la acompañó hasta el despacho de El Profesor y llamó a la puerta. Tomlinson abrió en seguida, con los ojos brillantes y duros como el lapislázuli.
—¿Qué quiere? —le preguntó a Paul, sin apartar los ojos de Julia.
—Sólo un minuto de su tiempo.
—Ahora no. Mañana.
—Pero profesor, yo...
—Mañana, señor Norris. No me presione.
Paul le dirigió una mirada preocupada a Julia mientras le decía «Lo siento» en voz baja.
Louis esperó a que el chico desapareciera por la esquina del pasillo, antes de apartarse y permitir que Julia entrara en el despacho.
Tras cerrar la puerta, se dirigió a la ventana. «Los que entran aquí, abandonan toda esperanza...»
El despacho de El Profesor estaba oscuro, iluminado sólo por la lamparita de sobremesa. Había corrido las cortinas y estaba lo más lejos posible de ella, frotándose los ojos con los dedos manchados de tinta.
Julia se puso la mochila ante el pecho y la abrazó con fuerza, como si fuera un escudo. Como él no decía nada, se entretuvo mirando a su alrededor. Lo primero que llamó su atención fue una silla. Era la incómoda silla de Ikea en la que le había dicho que se sentara durante su primera y fatídica entrevista, en setiembre. La silla estaba rota, hecha pedazos y esparcida por toda la alfombra persa. Los miró alternativamente a él y los trozos del mueble.
«Ha roto una silla. ¡Ha hecho pedazos una jodida silla metálica!»
Louis abrió los ojos y, en sus profundidades, Julia vio una calma extraña y amenazadora. El dragón estaba en su cueva y ella iba desarmada.
—Si fueras cualquier otra persona, ya te habría expulsado.
Julia empezó a temblar en cuanto oyó su tono de voz. Era engañosamente suave y calmado, como la seda deslizándose sobre la piel. Pero, por debajo, era duro y frío como el acero y el hielo.
—Lo que acaba de pasar ha sido la exhibición de comportamiento infantil más desagradable que he tenido que presenciar. Tu falta de respeto es absolutamente inaceptable. Y no tengo palabras para expresar lo enfadado que estoy por lo que has dicho sobre Paulina. No vuelvas a hablar de ella nunca más. ¿Me explico?
Julia tragó saliva para responder, pero no pudo hacerlo.
—He preguntado si me explico —gruñó él.
—Sí.
—Me estoy controlando haciendo un gran esfuerzo. Te aconsejo que no me provoques. Y me gustaría que te defendieras sola y no manipularas a Paul para que te rescate de tu propia estupidez. Él ya tiene su ración de problemas
Julia clavó la vista en la alfombra, evitando mirarlo a los ojos, que parecían brillar en la oscuridad.
—Creo que querías que perdiera el control, que me enfadara y montara una escena para tener una excusa para salir corriendo. Querías que me comportara como todos los demás imbéciles que te han maltratado en la vida. Bueno, pues entérate, yo no soy un maltratador y no voy a comportarme como uno sólo para estar a la altura de lo que esperas.
Julia miró de reojo hacia los restos de la silla —una buena silla sueca que no le había hecho daño a nadie en su corta vida— y luego volvió a mirar a El Profesor, pero no discutió. Él se pasó la lengua por los labios.
—¿Todo esto te parece un juego? ¿Qué pretendes? ¿Quieres enfrentarnos como si Paul y yo fuéramos personajes de una obra de Prokofiev? Él es Pedro y yo soy el lobo. ¿Qué eres tú? ¿El pato?
Julia negó con la cabeza.
—Lo que ha pasado hoy en el seminario no puede volver a suceder, ¿lo entiendes?
—Sí, profesor.
Julia intentó abrir la puerta, pero estaba cerrada con llave.
—Pediré disculpas delante de toda la clase.
—¿Para que aumenten los chismorreos? No, mejor que no. ¿Por qué te has negado a hablar conmigo? Una llamada de teléfono. Un encuentro. Habría aceptado hacerlo a través de la puerta cerrada si me lo hubieras pedido. ¡Por el amor de Dios! Y en vez de eso, decides comunicarte conmigo ¡en medio del jodido seminario!
—Has dejado un sujetador en mi casillero. He pensado que...
—¡Usa la cabeza! —exclamó él—. Si te lo hubiera enviado por correo, habría dejado una prueba en papel. Habría sido muy comprometedor. Y no iba a dejarte el iPod en el porche durante una tormenta.
Julia no entendió el cambio de tema, pero no dijo nada.
—Yo soy responsable de haber empezado este desastre al cambiar la clase, pero tú eres responsable de la debacle final. Tu respuesta ha sido una especie de bomba de hidrógeno. No vas a abandonar el curso, ¿me oyes? No vas a dejar la universidad. Vamos a actuar como si esta hecatombe nunca hubiera ocurrido y a rezar para que el resto de alumnos esté demasiado ocupado con sus asuntos para darse cuenta de lo que ha pasado.
Louis le dirigió una mirada impasible.
—Ven aquí —dijo, señalando un espacio despejado en la alfombra.
Ella dio varios pasos al frente.
—¿Has devuelto ya la beca?
—Aún no. El director del Departamento de Estudios Italianos está enfermo.
—Pero ¿has pedido cita con él?
—Sí.
—Así que pediste cita con el director, pero no te molestaste en enviarme a mí un mensaje de dos palabras cuando estaba desesperado por saber cómo te encontrabas —refunfuñó.
Julia parpadeó.
—Cancela la cita.
—Pero no quiero el dinero...
—Vas a cancelar la cita, a aceptar el dinero y a mantener la boca cerrada. Tú has organizado este desastre; ahora me toca a mí recoger los pedazos. —Con una mirada sombría, añadió—: ¿Está claro?
Julia contuvo el aliento y asintió a regañadientes.
—El correo que me enviaste fue una vergüenza. Una auténtica bofetada después de todos los mensajes que te dejé. ¿Llegaste a escucharlos o los borraste directamente?
—Los escuché.
—Los escuchaste pero no te los creíste. Y, desde luego, no los respondiste. Usaste la palabra «acoso» en tu correo. ¿Qué pretendías?
—Eh... No lo sé.
Louis se acercó hasta quedar a pocos centímetros de ella.
—Es muy posible que alguien ya haya sido alertado sobre el contenido del mensaje. Incluso después de haberlo borrado, cosa que ya he hecho, pueden seguirle la pista. Un correo electrónico deja una huella imposible de borrar, Julianne. No vuelvas a hacer algo así nunca más. ¿Está claro?
—Sí.
—Eres la única persona capaz de alterarme de esta manera. De todas las maneras.
Ella miró de reojo a la puerta, deseando huir.
—Mírame —susurró él.
Cuando lo hizo, Louis siguió hablando:
—Voy a tener que hacer control de daños. Acabo de hablar con Christa y ahora, gracias a ti, voy a tener que hablar también con Paul. Christa es un peligro público, pero Paul era un buen ayudante de investigación.
«¿Era?»
—Por favor, no lo despidas. No es culpa suya. Me aseguraré de que no le diga nada a nadie. Por favor.
—¿Es a él a quien quieres? —preguntó Louis. Su voz se había vuelto un murmullo glacial.
Julia jugueteó con la mochila.
—Respóndeme.
—Lo intenté.
—¿Y?
—Y nada.
—No es lo que parecía cuando los he visto abrazados ante los casilleros. No es lo que parecía cuando ha llamado a la puerta como un caballero andante, dispuesto a protegerte. ¿Por qué no eres capaz de admitir lo que quieres, Julianne? ¿O es que sólo respondes si te llaman Conejito? —preguntó, supurando sarcasmo.
Ella abrió mucho los ojos, pero no dijo nada. No sabía qué decir.
—Bien. Me rindo —añadió Louis, señalando la puerta con la mano de un modo despectivo—. Paul gana.
El cerebro de Julia tardó unos segundos en procesar lo que había oído. Podía marcharse. Con la cabeza gacha y los hombros encogidos, se dirigió hacia la puerta. Parecía una mariposa a la que le hubieran arrancado las alas. Pero no la había expulsado del seminario ni de la universidad. Había perdido cosas mucho más importantes, pero algo era algo.
Louis permaneció inmóvil mientras ella buscaba a tientas la cerradura por debajo de la mochila. Cuando la vio tratar de girar la llave sin conseguirlo, soltó un gemido. Se acercó y le rodeó la cintura con un brazo para abrir la puerta, acariciándole la cadera. Al ver que no se encogía por el contacto, le dijo al oído:
—Entonces, ¿toda esta agonía ha sido en vano?
Julia sintió el calor del cuerpo de Louis a su espalda. Irradiaba de su pecho y se extendía por sus hombros. La seda de la pajarita le rozó el pelo, provocándole un estremecimiento.
—¿Nos has expuesto a los chismorreos maliciosos por nada?
—Has sido muy cruel.
—Tú también.
—Me has hecho daño.
—Y tú a mí. ¿Satisfecha con la venganza? —siguió susurrando Louis. Su cálido aliento le acarició la mejilla—. Has dejado de ser un conejito y te has transformado en una gata furiosa. No lo niego, hoy me has clavado las uñas bien clavadas. Me has hecho sangrar con cada palabra. ¿Estás contenta? Me has humillado delante de mis alumnos sacando todos mis pecados a la luz. Ha sido una auténtica hoguera de las vanidades y has sido tú quien ha encendido la llama.
Le acercó los labios un poco más a la oreja, provocándole un nuevo escalofrío.
—Eres una cobarde —susurró.
—No lo soy.
—Eres tú la que se marcha.
—Me lo has dicho tú . Has dicho que me vaya con Paul.
—¡Maldita sea! ¿Haces todo lo que te dicen? ¿Dónde se ha escondido la gatita furiosa?
—No soy más que una estudiante, profesor Tomlinson. Tú tienes todo el poder. Podrías... destruirme.
—Bobadas. ¿No lo dirás en serio? ¿Piensas que esto son jueguecitos de poder? —Le arrancó la mochila que sujetaba con los dedos agarrotados y la tiró a un lado. Luego la obligó a volverse y le sujetó la cara entre las manos—. ¿De verdad crees que sería capaz de destruirte, con nuestra historia?
—No soy yo la que tiene problemas de memoria. Y no, claro que no estoy satisfecha. ¿Crees que era esto lo que buscaba? Soy muy infeliz. Cuando finalmente te encuentro, después de todos estos años, ¡has cambiado tanto que apenas te reconozco!
—No me has dado la oportunidad de demostrarte cómo soy en realidad. ¿Y cómo voy a saber lo que esperas de mí si no hablas conmigo? ¡No me explicas nada!
—¡A gritos no vas a conseguir que hable contigo!
Louis le aplastó la boca con la suya, brevemente pero con mucha pasión, antes de volver a susurrarle al oído:
—Habla conmigo —le ordenó, acariciándole el lóbulo de la oreja con los labios.
Julia permaneció en silencio, sintiendo cómo la energía fluía entre los dos como una serpiente de furia y de pasión devorándose a sí misma.
—Dime lo que quieres o márchate.
Al ver que ella no respondía, Louis se apartó lentamente. Ella sintió su ausencia de inmediato y habló sin filtrar las palabras:
—Nunca he querido a nadie más.
Él la miró a los ojos antes de besarla. Sus labios se unieron con firmeza, juntando sus alientos, sus bocas húmedas y resbaladizas.
Louis le acarició la mejilla y la oreja antes de sujetarla por la nuca. Mientras le aprisionaba la boca con la suya, le acariciaba la piel, para tranquilizarla. Sus labios flotaban juntos, deslizándose, devorándose entre sí. Tras unos instantes, él le echó la cabeza hacia atrás rogándole sin palabras que separara los labios.
Julia no respiraba. Era imposible. Las sensaciones eran demasiado intensas: el sabor a licor de menta, el aroma de Aramis, su aliento, que la consumía. Ante la falta de respuesta de ella, Louis le recorrió el labio inferior explorándolo con precaución, antes de apoderarse de él hábilmente y de metérselo en la boca. Julia ahogó una exclamación ante la sensación, extraña y tan íntima.
Louis jugueteó con su labio entre los suyos. Todo era nuevo, pero al mismo tiempo curiosamente familiar. Labios, dientes, el dulce juego de la lengua. La pasión permaneció, pero la rabia se transformó en energía eléctrica que ardió y chisporroteó a su alrededor cuando Julia por fin respondió a su invitación y se abrió a él. Tenía la mandíbula muy tensa. Al notarlo, Louis empezó a acariciársela para relajarla. Al ver que lo lograba, se volvió más atrevido. Le acarició el labio inferior con la lengua antes de tirar de él y penetrar en su boca. El primer contacto fue tímido, como si sus lenguas fueran viejos amigos que se reencontraban. Pero en seguida se volvió sensual y erótico, como el de dos amantes. El calor se apoderó de ellos y el baile de dos se convirtió en un tango de uno.
Fue mucho mejor de lo que Louis podría haber imaginado. Mucho mejor que cualquier sueño. Porque ella era real. Beatriz era real. Y mientras sus labios estaban unidos y le exploraba la boca con la lengua, ella era suya, en cuerpo y alma. Aunque sólo durara unos momentos.
«Tan dulce —pensó Julia—. Tan cálido.»
Tiró de él para acercarlo más. Le enredó las manos en el pelo y quedó aprisionada entre su cuerpo y la puerta. Su forma menuda estaba firmemente aplastada por el cuerpo alto y musculoso de Louis. Éste movió la mano que le sujetaba la nuca y le protegió con ella la cabeza, para que no se golpeara contra la puerta, mientras gemía.
«Gime por mí. Soy yo la que lo hace gemir.»
Era un gemido intenso, fiero y erótico. Julia recordaría ese sonido y esa manera de vibrar contra su boca durante el resto de su vida. Sintió la sangre correr por sus venas, caliente y espesa, haciendo que su piel se ruborizara. Nunca había deseado nada con tanta intensidad como sentir sus brazos alrededor de su cuerpo y sus labios contra los suyos.
Paul no existía. Ni Christa. Ni la universidad. Sólo ellos.
Los labios de Louis se apoderaron de su boca. La poseyeron. Un fuego se encendió cuando sus cuerpos entraron en contacto, curvas suaves contra acero inquebrantable. Julia trató de respirar, pero no fue suficiente. La cabeza empezó a darle vueltas.
Estaban tan juntos que Louis habría jurado que podía sentir el corazón de ella a través de la camisa. Deslizó la mano por debajo de su blusa para tocarle la piel de la parte baja de la espalda. Volvió a gemir cuando su mano alcanzó ese valle y lo reclamó. No necesitaba verlo para saber que era precioso.
Julia empezó a respirar entrecortadamente. Le faltaba el aire. Louis no quería detenerse. Quería seguir, llevarla hasta el escritorio y tumbarla encima para acabar lo que habían empezado. Quería explorar cada centímetro de su piel. Mirarla a los ojos mientras su cuerpo le revelaba sus secretos. Pero la prudencia ganó la batalla y fue deteniéndose lentamente, aunque todo su ser protestaba a gritos ante el dolor de la separación.
La abrazó con fuerza, sin dejar de protegerle la cabeza y le dio tres castos besos en la boca abierta. Luego le acarició el cuello con los labios, muy suavemente, descendiendo hasta llegar al punto donde el cuello se unía con el hombro. Con un último beso bajo la oreja, más una promesa que una despedida, se detuvo del todo.
Le acarició los brazos de arriba abajo y le apoyó las manos en las caderas, donde trazó intrincados dibujos con los pulgares, animándola a abrir los ojos. Casi podía oír el corazón de ambos latiendo frenéticamente pero al unísono, en el silencio de la oficina. Julia lo afectaba hasta ese punto. Le hechizaba la carne y la sangre.
Bajó la vista hasta sus labios, aún entreabiertos, y volvió a besarlos con reverencia. Ella no reaccionó. Louis la examinó, empezando a preocuparse.
—Julia, cariño, ¿estás bien?
El corazón de él se detuvo cuando ella se desvaneció entre sus brazos. No se había desmayado. Era la suma de las sensaciones tan intensas y la falta de una comida en condiciones. Pero Julia sabía que estaba segura entre los brazos de Louis, que nunca la dejaría caer y que le estaba susurrando palabras dulces al oído. Le acarició la cara con las yemas de los dedos. Al no obtener respuesta, le besó la frente.
—¿Beatriz?
Ella abrió los ojos.
—¿Por qué me llamas así?
—Porque es tu nombre —murmuró Louis, acariciándole el cabello—. ¿Estás bien?
Julia respiró hondo.
—Sí, eso creo.
Él volvió a besarla en la frente. De pronto, ella se acordó de su enfado y de su mirada, dura y brillante.
—Esto está mal. Eres mi profesor. Me he metido en un lío. —Trató de liberarse de su abrazo, pero cuando Louis no se lo permitió, se apoyó contra la puerta.— ¿Qué he hecho? —se preguntó, llevándose una mano temblorosa a la frente.
Fulminándola con la mirada, él la soltó.
—Me decepcionas, Julia. Deberías saber que nunca se lo contaría a nadie. Te prometo que haré todo lo que esté en mi mano por protegerte. —Recogió la mochila del suelo y se la cargó al hombro. Sujetando el maletín con una mano, le rodeó la cintura con la otra, pegándola a su costado—. Ven conmigo.
—Paul me está esperando.
—Que se joda.
Ella parpadeó.
—Para él sólo eres una mascota —dijo Louis.
—No soy una mascota, soy su amiga. Él es mi único amigo en Toronto.
—A mí me gustaría ser tu amigo. —Louis bajó la mirada hacia sus ojos—. Y voy a hacer todo lo que esté en mi mano para mantener a mi amiguita muy cerca y asegurarme de que no vuelve a salir corriendo.
—Esto es... complicado. Y peligroso. —Julia se ordenó olvidarse de la sensación de los labios de Louis sobre su boca y centrarse en sus problemas insalvables. Pero era imposible, sobre todo porque los sonidos de él mientras la besaba seguían resonando en sus oídos.
—No te pareció complicado ni peligroso cuando bailabas en mi apartamento, vestida con mi ropa interior. No te pareció complicado cuando dejaste una bandeja de desayuno en la nevera, acompañada con lo que sólo puede describirse como una carta de amor. ¿Por qué es todo más complicado ahora que te he besado?
—Porque nos han... descubierto.
La expresión de Louis se endureció.
—No, no nos han descubierto. Aparte del correo electrónico, la única otra prueba es la discusión, que puede interpretarse de muchas maneras. Nuestros enemigos tendrían que aportar pruebas. Lo negaremos todo.
—¿Es eso lo que quieres hacer?
—No veo una mejor alternativa. Además, durante la clase no estábamos manteniendo una relación.
Se agachó para recoger unas llaves del suelo.
—¿Son tuyas?
—Sí.
Julia alargó la mano.
—¿La «P» es de Princeton o de Paul? —bromeó él, haciendo oscilar las llaves delante de sus ojos. Julia se las arrebató de la mano con una mueca y las guardó en la mochila. Louis sonrió ante su reacción.
—Espera un momento. Quiero asegurarme de que Paul no está esperando con un rifle para dispararle al lobo y salvar al pato. —Tras un rápido vistazo al pasillo vacío, dijo—: Vamos, iremos por la escalera.
La empujó para que saliera del despacho y cerró la puerta con llave.
—¿Estás bien? ¿Puedes ir andando? Podemos atravesar por Victoria College y subir por la calle Charles. O puedo llamar a un taxi —susurró, sosteniéndole la puerta de la escalera.
—¿Adónde me llevas?
—A casa.
Julia se relajó durante un segundo.
—A mi casa. Conmigo —especificó él, acercándose mucho a su cara.
—Pensaba que te alteraba de todas las maneras posibles.
Louis enderezó la espalda.
—Lo haces. No sabes hasta qué punto. Pero son las seis de la tarde y estás muerta de hambre. No voy a llevarte a ningún sitio público después de lo que ha pasado. Y no puedo prepararte una cena en condiciones en tu casa.
—Pero sigues furioso. Lo veo en tus ojos.
—Y tú también estás furiosa conmigo, estoy seguro. Pero confío en que lo superemos. En estos momentos, cada vez que te miro, sólo puedo pensar en besarte.
La soltó y empezó a bajar la escalera.
—Paul podría llevarme a casa.
—¿Quieres que te lo repita? Que le den a Paul. Eres mi Beatriz. Me perteneces.
—Louis, no soy tu Beatriz. No soy la Beatriz de nadie. Los delirios tienen que acabar.
Él le puso una mano en el brazo para detenerla.
—Nadie tiene el monopolio de los delirios. Nuestra única esperanza es dedicar el tiempo que necesitemos a descubrir quiénes somos en realidad y decidir luego si es una realidad con la que ambos podamos convivir. Estoy harto de estar enfadado contigo. Durante estos diez días, he pasado tanto tiempo enfadado que tengo enfado para el resto de mi vida. No necesito más. Vamos a sentarnos y a mantener la conversación que debimos tener hace diez días. Y no pienso perderte de vista hasta entonces. Fin de la charla.
Con una mirada, Julia se dio cuenta de que no le serviría de nada discutir. Mientras Louis la guiaba por una puerta lateral y por detrás del edificio, sacó el móvil y le envió un mensaje a Paul, sintiéndose culpable. Le dijo que estaba bien, pero que se sentía demasiado avergonzada como para hablar con nadie, por lo que se iba a casa.
Paul había estado esperando a Julia escondido junto a los ascensores. Se había acercado un par de veces a la puerta de la oficina de Tomlinson, pero no había oído nada. No quería provocar la ira de El Profesor montando guardia frente al despacho .
En cuanto recibió el mensaje, volvió corriendo allí, pero ya no encontró a nadie. Bajó la escalera a la carrera, esperando alcanzarla.
Louis entró detrás de Julia.
—¿Has comido este mediodía?
—No me acuerdo.
—¡Julianne! ¿Y esta mañana?
—Me he tomado un café...
Louis maldijo entre dientes.
—Tienes que cuidarte mejor. No me extraña que estés tan pálida. Ven.
La llevó hasta la butaca de terciopelo rojo del salón y la hizo sentarse, levantándole los pies con delicadeza y colocándoselos sobre la otomana.
—No hace falta. Puedo sentarme en la cocina, contigo.
Él le dedicó una mirada firme pero cariñosa mientras encendía la chimenea de gas. Luego le acarició la cabeza, apartándole el pelo de la cara.
—Donde están mejor las gatitas en un día como éste es acurrucadas junto al fuego. Estás más cómoda aquí que en un taburete. Voy a prepararte la cena, pero necesito salir un momento a comprar un par de cosas. ¿Puedo dejarte sola?
—Por supuesto, Louis. No soy una inválida.
—Si tienes demasiado calor, dale al interruptor y el Averno se apagará.
Tras darle un beso de despedida en la coronilla, se dirigió hacia el vestíbulo.
—Prométeme que no te marcharás antes de que vuelva.
—Te lo prometo.
Julia se preguntó si realmente estaba tan preocupado como parecía. Recordó lo sucedido en el aula del seminario y luego en su despacho. Se preguntó si sería la falta de comida lo que había hecho que se desvaneciera o si habrían sido los besos de Louis. No sería la primera vez que la afectaba de esa manera.
Cerró los ojos un segundo mientras el fuego ardía en la chimenea y se quedó profundamente dormida.
El sonido de una voz femenina, apasionada y cargada de sentimiento, flotaba en el aire. Julia reconoció la canción antes de abrir los ojos. Era Edith Piaf y su Non, je neregretterien. Una excelente elección.
Al abrir los ojos, se encontró con que Louis la estaba contemplando con una sonrisa. Parecía un ángel caído. Un ángel de pelo oscuro, una boca hecha para pecar y unos ojos azules y penetrantes. Se había cambiado de ropa. Llevaba pantalones negros y camisa negra, con las mangas remangadas, dejando a la vista unos poderosos antebrazos.
—¿Julianne? —La invitó a acompañarlo, ofreciéndole la mano.
Ella se la cogió y él la guió hasta el comedor, donde había puesto la mesa. Julia se fijó en el mantel de hilo blanco y los candelabros de plata. En la vajilla de porcelana, las copas de cristal, la cubertería de plata y lo que parecía ser una botella de champán francés.
«VeuveClicquotPonsardinvintage 2002», leyó en la etiqueta.
—¿Te gusta? —le preguntó Louis a su espalda, acariciándole los brazos.
—Es precioso —susurró ella, observando la botella con desconfianza.
—Permíteme. —Louisle separó la silla y, cuando ella se sentó, le dio la servilleta—. He hecho un segundo intento con las flores. Por favor, no las destroces como las otras —dijo, sonriendo irónicamente y señalando el ramo de jacintos lila que había colocado en un jarrón alto, de estilo moderno—. Si te portas bien, te dejaré leer la tarjeta —añadió, sirviéndole una copa de champán. Sin esperar a ver cómo lo probaba, regresó a la cocina.
Mirando por encima del hombro para asegurarse de que no la estaba vigilando, Julia sacó la tarjeta del centro del ramo y leyó:
«Petulante cabrón», pensó, devolviendo la tarjeta a su sitio.
Mientras estaba allí, esperando enfadada, varias cosas captaron su atención. Louis había elegido a Edith Piaf como música de fondo.
En esos momentos, estaba cantando La vie en rose. El mantel, la vajilla, el champán, las flores... no se había tomado tantas molestias con Rachel.
Ambos estaban encendidos, en llamas, tras la tremenda discusión en el aula y la pasión en el despacho. Los besos que se habían dado... A Julia nunca la habían besado así, ni siquiera él. Se estremeció al recordarlo. Era una sensación nueva, pero no desagradable.
«Preliminares.»
Era consciente del esfuerzo que le había supuesto a él dejar de besarla. Había tenido que luchar contra sí mismo. En aquel momento, la tensión sexual entre los dos había sido palpable. Sabía que Louis era un hombre muy sexual, al que nunca le faltaba compañía femenina. Y ahora que la había probado estando sereno, seguía deseándola. Era una sensación abrumadora, ser deseada por una criatura tan sensual. Se sentía como Psique siendo cortejada por Cupido. No podía negar la atracción que sentía por él ni los estremecimientos de deseo que le recorrían el cuerpo cada vez que la besaba.
Pero a Julia no le gustaba compartir a su pareja, así que todas las demás consideraciones, románticas o sexuales, dejaban de tener importancia. Pero pensó que la ensalada era un poco pronto para confidencias.
Cuando Louis se sentó a su lado a la cabecera de la mesa y alzó su copa para brindar con ella, Julia se dio cuenta de que él no estaba tomando champán.
—¿No tomas VeuveClicquot? —le preguntó, incrédula. Louis sonrió y negó con la cabeza.
—Non, seulement de l’eaucesoir, monange.
Julia puso los ojos en blanco al oírlo hablar en francés y no precisamente porque su pronunciación fuera mala.
—Sé que te costará de creer, pero no bebo constantemente. Sin embargo, no espero que te acabes la botella tú sola. Guardaremos lo que sobre y prepararemos Mimosas para desayunar.
Julia levantó las cejas. «¿Para desayunar? Estás muy seguro de ti mismo, Casanova.»
—He buscado una botella de la cosecha de 2003, pero no he encontrado ninguna, así que tendremos que conformarnos con una del 2002.
Julia tardó unos segundos en comprender la trascendencia de la fecha. Cuando lo hizo, se ruborizó y se miró las manos. Louis la miró por encima de su plato de ensalada, pero no dijo nada. Había esperado una respuesta; no obstante, asumió que estaba abrumada por los acontecimientos del día.
«Está nerviosa; está temblando y se ha ruborizado.»
De vez en cuando, Louis alargaba la mano y le acariciaba la muñeca para tranquilizarla. Cuando sus miradas se cruzaban, él dejaba de hacer lo que fuera que estuviera haciendo para dedicarle una sonrisa de ánimo. Esperaba que en algún momento ella se decidiera a hablar, pero en vez de eso, Julia bajaba la cabeza y miraba el plato. Hasta que empezaron a sonar los acordes de una canción:
Bésame, bésame mucho...
Louis la observó con atención. Cuando Julia, que se había ruborizado aún más, lo miró, él le guiñó un ojo.
—¿Recuerdas esta canción?
—Sí.
—¿Qué tal llevas el español? —le preguntó expectante.
—No lo llevo.
—Es una lástima. La letra es muy bonita.
Sonrió con melancolía y ella apartó la vista.
Louis cantó algunas de las frases de la canción. Cuando no estaba cantando, la observaba atentamente, sin perderse detalle del movimiento de sus ojos, de cómo se retorcía las manos, del rubor de su piel. Cuando la canción acabó, él volvió a sonreír, se levantó y le dio un largo beso en la coronilla.
Luego recogió los platos de la ensalada, le rellenó la copa y sirvió el primer plato: Spaghetti al limone, con alcaparras y langostinos. Era un plato poco habitual y uno de los favoritos de Julia. Le extrañó que Louis hubiera elegido prepararlo. Tal vez Rachel... Negó con la cabeza. Aquello era entre Louis y ella, y punto. Excepto por el espectro de Paulina, que los estaba atormentando a ambos.
—No eres el mismo hombre que conocí en el huerto —dijo ella finalmente, cuando el champán le soltó la lengua.
Louis dejó el tenedor en el plato y juntó las cejas.
—Tienes razón. Soy mucho mejor ahora.
Julia se echó a reír con amargura.
—Imposible. Él fue muy amable y cariñoso conmigo. Nunca me habría tratado con la frialdad con que tú lo has hecho.
—No sabes lo que estás diciendo —replicó él, con los ojos brillantes—. Nunca te he mentido. ¿Por qué iba a empezar a hacerlo ahora?
Ella se ruborizó, pero esta vez a causa del enfado.
—No dejaré que tu oscuridad me consuma.
Louis se sorprendió por ese súbito arranque de hostilidad y estuvo a punto de pedirle explicaciones, pero en vez de eso ladeó la cabeza. Mojó un dedo en su agua Perrier y empezó a frotar el borde de la copa, lenta y sensualmente. Pronto, la melodía del cristal llegó a sus oídos. Louis se detuvo bruscamente.
—¿De verdad crees que la oscuridad puede consumir a la luz? Es una teoría interesante. Vamos a ver si funciona. —Movió la mano ante el candelabro—. Ya está. Acabo de arrojar parte de mi oscuridad a esas velas. ¿Ha funcionado?
Con una sonrisilla irónica, volvió a comer.
—¡Ya sabes a qué me refiero! —dijo ella—. No seas tan condescendiente.
Los ojos de Louis se ensombrecieron.
—No tengo ningún interés en consumirte, pero no te mentiré. Tu luminosidad me atrae. Si yo soy la oscuridad, entonces tú eres las estrellas. Y también me siento muy atraído por la luce dellatuaumilitate.
—No dejaré que me folles.
Esta vez, Louis se echó hacia atrás en la silla, con una expresión de sorpresa y rechazo. En silencio, decidió que Julia ya había bebido bastante.
—Disculpa, ¿te lo he pedido? —preguntó, con una voz tan suave y calmada que ella aún se alteró más.
«Embustero, embustero, esos preciosos ojos azules me están follando por entero.»
Louis sonrió con impertinencia, mirándola por encima de la copa. Se secó los labios con la servilleta y se acercó hasta que sus caras casi se rozaron.
—Si te pidiera algo, señorita Mitchell, sería otra cosa. —Sin dejar de sonreír, volvió a acomodarse en la silla y acabó de cenar.
Julia estaba furiosa. Sabía que él no apartaba la vista de ella. Sentía sus ojos clavados en su cara, en su boca, en sus hombros temblorosos. Nada escapaba a sus penetrantes ojos. Era como si pudiera leerle el alma.
—Julianne —dijo él finalmente, deslizando la mano por debajo de la mesa. Le agarró la muñeca y, al hacerlo, le rozó el muslo. Su voz era un suave murmullo. Julia notó su calor deslizársele por la pierna hasta los dedos de los pies. —Mírame.
Ella trató de apartar la mano, pero Louis la sujetó con más fuerza.
—¡Mírame cuando te hablo!
Julia levantó los ojos hacia los suyos. No eran tan amenazadores como el tono de su voz podía hacer creer, pero sí la miraban con mucha intensidad.
—Nunca, y cuando digo nunca quiero decir nunca, te follaría. ¿Está claro? Uno no se folla a un ángel.
—Entonces, ¿qué hace alguien como tú con un ángel? —preguntó con voz temblorosa.
—Alguien como yo la valoraría, la apreciaría. Trataría de conocerla y comprenderla. Empezaría tal vez por ser su amigo.
Ella se revolvió inquieta en la silla.
—¿Un amigo con derecho a roce?
—Julianne —le advirtió él, soltándole la mano—. ¿Tan difícil es creer que quiero conocerte? ¿Que quiero tomarme las cosas con calma?
—Sí.
Louis maldijo en voz baja y luego dijo:
—Todo esto es nuevo para mí. Tus prejuicios están justificados hasta cierto punto, pero tampoco hace falta que me provoques deliberadamente.
—Todo el mundo sabe que los profesores y las alumnas no son amigos.
—Nosotros podríamos serlo —murmuró él, retirándole el pelo con suavidad por encima del hombro y aprovechando para rozarle el cuello—, si eso es lo que quieres.
Sin saber cómo responder, Julia se apartó de él.
—No me dedico a seducir vírgenes, Julia. Tu virtud está a salvo conmigo. —Y dicho eso, se levantó y, llevándose los platos, desapareció en la cocina.
Julia se acabó el champán de dos rápidos sorbos.
«Está mintiendo. Si no me hubiera negado, me habría sonreído y habría estado desnuda y con las piernas abiertas antes de que las bragas hubieran llegado al suelo. Y probablemente me habría pedido que reprodujéramos alguna de las posturas de las fotos de su dormitorio. Y Paulina habría llamado justo en ese momento.»
Cuando regresó, Louis le retiró la copa y la botella. Unos minutos después, le llevó un café exprés servido con un trozo pequeño de piel de limón. Julia abrió mucho los ojos. Le costaba imaginarse a Louis pelando limones, pero ahí estaba, una piel de limón fresca, acabada de cortar.
—Gracias. Las cápsulas de café Roma son mis favoritas.
Él la miró con suficiencia.
—He pensado que ya era hora de pasar a una bebida sin alcohol, antes de que me vomitaras encima.
Julia frunció el cejo. Se sentía perfectamente. Un poco más desinhibida de lo normal, pero mantenía el control de sus facultades. O eso creía.
—¿Qué ponía en la nota que dejaste en el porche?
Louis se puso tenso.
—¿No la leíste?
—Estaba enfadada.
—En ese caso, mejor que no la leyeras —dijo él, encogiéndose de hombros antes de volver a desaparecer.
Julia se bebió el café lentamente, tratando de adivinar qué podía haber escrito. Tenía que haber sido algo bastante íntimo, porque se había molestado. Se preguntó si los trozos de la nota seguirían entre las flores y si sería posible recomponerla.
Poco después, Louis regresó con un único trozo de pastel de chocolate y un tenedor.
—¿Te apetece postre? —le preguntó, moviendo la silla para sentarse más cerca de ella.
Demasiado cerca, de hecho.
—Julianne —insistió, con voz cantarina—. Sé que te gusta el chocolate. Lo he comprado para complacerte.
Cortó un trozo y se lo puso debajo de la nariz para que le llegara el aroma. Julia se pasó la lengua por los labios involuntariamente. Olía de maravilla. Alargó la mano para quitarle el tenedor, pero él lo escondió.
—No. Tienes que dejar que te lo dé yo.
—No soy una niña pequeña.
—Pues deja de comportarte como si lo fueras. Confía en mí, por favor.
Ella apartó la cara, negándose a ver cómo él se llevaba el tenedor a los labios y probaba la cobertura con la punta de la lengua.
—Hum. ¿ Sabes?, dar de comer a alguien es un acto de profundo afecto. Te estás entregando a través de la comida. —Le colocó otro trozo de pastel bajo la nariz—. Piénsalo. Nos alimentan en la eucaristía. Nos alimentan nuestras madres cuando somos niños de pecho. Nuestras madres y padres por igual cuando somos pequeños. Nuestros amigos cuando nos invitan a cenar. Los amantes se alimentan el uno al otro cuando se dan un festín con sus cuerpos y, en ocasiones, con sus almas. ¿No quieres que te alimente? Ya sé que no quieres darte un festín con mi cuerpo, pero al menos, dátelo con el pastel.
Cuando Julia no respondió, Louis se echó a reír y siguió comiéndose la tarta. Julia frunció el cejo. Si pensaba captar su atención con ese despliegue de pornografía alimenticia y excitarla hasta convertirla en una marioneta sin voluntad...
... había acertado.
La visión de él comiendo pastel de chocolate era lo más erótico que había visto nunca. Saboreaba cada pedazo, lamiéndose los labios y el tenedor cada vez. De vez en cuando, cerraba los ojos y gemía, con sonidos salvajes y guturales que le resultaban dolorosamente familiares. Sus movimientos eran lentos y sinuosos. Los tendones del brazo se le marcaban con cada gesto. No apartó los ojos de los suyos en ningún momento mientras marcaba un ritmo lento y obvio, adelante y atrás.
Antes de que se hubiera acabado el trozo de pastel, a Julia le pareció que en la habitación había subido mucho la temperatura. Se notaba las mejillas encendidas, la respiración alterada y pequeñas gotas de sudor formándosele en la frente. Y más abajo.
«¿Qué está haciendo conmigo? Es como si...»
—Última oportunidad, Julia —dijo él, haciendo bailar el tenedor ante sus ojos.
Ella trató de resistirse. Empezó a volverse, pero al separar los labios para negarse, Louis le metió el pastel en la boca.
—Hummm —dijo él y sonrió, mostrando sus perfectos dientes blancos—. Ésta es mi gatita.
Julia se ruborizó todavía más y se pasó los dedos por los labios, recogiendo las últimas migas del pastel. Louis tenía razón. Estaba delicioso.
—No ha sido tan grave, ¿no? ¿No te parece agradable que alguien se ocupe de ti? ¿Que yo me ocupe de ti?
Ella empezaba a preguntarse si tenía alguna posibilidad de resistirse a su seducción. Sabía que le había dicho algo sobre su virtud, pero no recordaba qué.
Louis le agarró la muñeca y se acercó sus dedos a la boca.
—Te has dejado un poco de chocolate —susurró, entornando los ojos—. ¿Puedo?
Julia inspiró bruscamente. No sabía qué pretendía hacer, así que no respondió. Él sonrió travieso antes de meterse los dedos de ella en la boca, uno a uno, chupándolos y pasándoles la lengua sin prisa por la yema. Julia se mordió el labio inferior para ahogar un gemido mientras la piel se le prendía en llamas.
«¡Joder, Louis!»
Cuando él se dio por satisfecho, ella cerró los ojos y se secó el sudor de la frente. Louis la observó en silencio durante lo que le pareció una eternidad.
—Estás exhausta —dijo de repente, apagando las velas—. Hora de acostarse.
—¿Y nuestra conversación?
—Ya hemos hablado bastante por hoy. La conversación será larga y deberíamos tener la cabeza clara cuando por fin hablemos.
—Por favor, Louis, no lo hagas —le suplicó ella en voz baja y desesperada.
—Una noche. Pasa una noche conmigo y, si quieres marcharte mañana, no te detendré.
Muy suavemente, la ayudó a levantarse de la silla y la apretó contra su pecho. Julia no dijo nada, sintiendo cómo sus últimos vestigios de autocontrol la abandonaban. Estaba agotada. Louis la había agotado y había diezmado su resistencia. Tal vez había sido el champán. O las emociones del día. O su explosivo encuentro en el despacho. No importaba la causa. Ya no tenía fuerzas para seguir resistiendo. El corazón le latía acelerado. Las entrañas se le derretían por el calor que le recorría el cuerpo. En el vientre sintió el aleteo nada sutil del deseo.
«Me consumirá, en cuerpo y alma.»
En sus sueños, siempre le entregaba la virginidad a Louis. Pero no de ese modo. No con ese sentimiento de desesperanza ni con esa mirada inclasificable en sus ojos.
Él la cogió en brazos, la llevó hasta su dormitorio y la depositó suavemente sobre la gran cama medieval. Encendió unas cuantas velas y las colocó alrededor de la misma, en las mesitas de noche, en el vestidor, en la cómoda, bajo el retrato de Dante y Beatriz. Tras apagar todas las luces de la casa, desapareció en el cuarto de baño.
Julia quiso aprovechar la ocasión para mirar de nuevo las fotografías en blanco y negro, pero habían desaparecido. Las paredes estaban desnudas, con la excepción de la reproducción del cuadro de Holiday. Seis alcayatas eran los únicos testigos de la previa presencia de las fotos.
«¿Por qué las habrá quitado? ¿Y cuándo?»
Se alegraba de que lo hubiera hecho. Estaba segura de que a la luz de las velas habrían tenido un aspecto amenazador, casi satánico, mostrando de manera cruda lo que sería su destino, ya sellado. Sería un nuevo ser desnudo, sin nombre, sin rostro, sin alma... Sólo le quedaba esperar que la última foto, la más agresiva de las seis, no fuera lo que él tenía en mente para su primera vez.
¿Sería eso lo que querría? ¿Lo que le exigiría? ¿Le arrancaría la ropa, la pondría boca abajo en la cama, se clavaría en ella por detrás... sin ni siquiera mirarla a los ojos mientras le arrebataba la virginidad, sin besos, sin hacer el amor...? ¿Habría sólo agresión y dominación? Lo único que sabía de sus gustos sexuales era lo que había visto en las fotografías. Eso y que había descrito lo que hacía con las mujeres que llevaba a su casa como «follar».
A medida que el pánico se apoderaba de ella, la respiración se le aceleraba. Oyó una voz conocida en su cabeza burlándose y hablando de follar como animales.
Louis regresó con una camiseta de color verde cazador y unos pantalones de pijama de cuadros escoceses verdes y azul marino. Tras dejar un vaso de agua en la mesita de noche, retiró la colcha y levantó a Julia para volver a depositarla, esta vez, bajo las sábanas. Ella se encogió, pero él fingió no darse cuenta. Acercándose las piernas de Julia al pecho, le desató los cordones de las zapatillas deportivas y se las quitó, junto con los calcetines. Luego le acarició las plantas de los pies y los dedos, provocándole un gemido a su pesar.
—Relájate, Julianne. No te resistas. Se supone que debe ser agradable.
Mientras le acariciaba los pies, iba murmurando de vez en cuando. En algún momento, a Julia le pareció que decía la suaimmagine, pero no estaba segura. Su voz no era más que un murmullo, como un suspiro o una plegaria.
Se preguntó si se estaría refiriendo a ella o a Beatriz, y a qué dioses depravados debía de estar rezando. En silencio, les rogó que la ayudaran a escapar.
«Por favor, no dejéis que me consuma.»
—Creo recordar que te gustaron mis bóxers del MagdalenCollege. Están en el cajón de arriba, por si quieres ponértelos. A mí me van pequeños.
Julia inspiró por la nariz.
—Las fotos... las que estaban aquí... ¿es eso lo que esperas de mí?
Las manos de Louis se detuvieron en seco.
—¿De qué estás hablando?
Los ojos de ella se volvieron hacia el lugar donde había estado colgada la sexta foto. La expresión de Louis pasó de la sorpresa al horror.
—¡Por supuesto que no! ¿Por quién me tomas? —se defendió con un susurro ofendido—. Estás agotada. No quiero correr el riesgo de perderte una vez más, antes de tener ocasión de hablar. —Sonrió antes de continuar—: Quiero prepararte una bandeja de desayuno con perejil y gajos de naranja, no arrebatarte la virginidad. Desde luego, no así. —Parecía asqueado—. No soy un bárbaro.
Al ver que ella no respondía, le tapó los pies con las sábanas. Luego acabó de taparla hasta la barbilla y le dio un beso en la frente, como si fuera una niña.
—Tratemos de perdonarnos, por favor. Los dos nos hemos hecho daño y hemos perdido mucho tiempo. No perdamos más sacando conclusiones sin sentido.
Se levantó y se frotó los ojos.
—Aunque sé que es posible que mañana no haya cambiado nada —murmuró, perdido en sus pensamientos. Volviendo a la realidad, sonrió y le dijo—: Llámame si necesitas algo.
Mientras Julia daba vueltas, sola en la cama, él escuchaba música. Aunque ella no reconoció la canción, el sonido de unos arpegios que recordaban una cascada la ayudó a conciliar el sueño.
Más tarde, esa misma noche, Louis estaba tumbado en la cama de invitados, cubriéndose los ojos con un brazo, a medio camino entre el sueño y la vigilia, cuando notó un movimiento a su izquierda.
Un cuerpo cálido avanzaba hacia él y tiraba de las sábanas. El cuerpo se metió en la cama y se pegó a su costado. Notó unos rizos largos y suaves acariciarle el pecho, ahora desnudo. Oyó un suspiro satisfecho cuando un brazo le cubrió los abdominales y se quedó descansando allí. Louis besó la cabeza que estaba apoyada en su tatuaje y luego, con mucha cautela, le rodeó los hombros con un brazo y le apoyó la mano en la parte baja de la espalda, por debajo de la camiseta, hasta entrar en contacto con su piel suave y cálida. Notó unos hoyuelos justo por encima de la goma de los calzoncillos, que le iban demasiado grandes.
El cálido cuerpo volvió a suspirar y le dio a él un suave beso en la barba de pocos días que le crecía en el cuello.
—He tratado de mantenerme apartada —murmuró—, pero no he podido.
—Y yo he tratado de no lamerte el chocolate de los dedos —replicó Louis, con una voz que quería ser traviesa, pero no podía ocultar la tristeza—, pero no he podido.
—Hum —dijo ella, medio dormida, al recordar el chocolate—. ¿Por qué has descolgado las fotos de la habitación?
Él se movió inquieto.
—Porque me daban vergüenza.
—¿Y antes, no?
—Eso fue antes de que decidiera llevar un ángel a mi cama.
Unas manos soñolientas pero curiosas le acariciaron el pecho, explorándolo con suavidad, castamente. Dos alientos se unieron en la noche, salpicados por algún suspiro ocasional. Los latidos de dos corazones se sincronizaron al reconocerse el uno al otro. Y dos mentes atormentadas por fin encontraron reposo.
Justo cuando Louis se estaba quedando dormido, la oyó hablar en sueños. No eran palabras. Eran sonidos cada vez más asustados, que culminaron con la pronunciación de un nombre que no había oído hasta ese momento:
—Simon.
Se veía venir que el seminario de ese día iba a acabar en desastre. Aunque Paul había presenciado cosas peores durante el seminario de la profesora Singer sobre métodos de tortura medieval el semestre anterior. Un curso que había resultado ser más... práctico de lo que cabía esperar.
Cuando los estudiantes se convencieron de que el enfrentamiento se había acabado y de que no habría segundo asalto (ni palomitas), empezaron a marcharse. Los últimos en salir fueron Christa, Paul y Julia.
Tras fulminar a Julia con la mirada, Christa salió en busca de El Profesor como un patito detrás de su madre.
Paul cerró los ojos y gruñó.
—¿Tienes tendencias suicidas?
—¿Qué? —Julia parecía acabar de despertarse de un sueño.
—¿Por qué lo has provocado de esa manera? ¡Está buscando una excusa para librarse de ti!
Ella empezó a darse cuenta de la magnitud del lío en que se había metido. Era como si, durante la clase, se hubiera convertido en otra persona. Había soltado veneno y rabia por la boca sin acordarse de que no estaban solos. Y en esos momentos se sentía desinflada como un globo pinchado después de una fiesta de cumpleaños.
Recogió sus cosas lentamente, preparándose para lo que sabía que iba a ser una conversación difícil y desagradable con El Profesor en su despacho.
—Me parece que no deberías ir —le dijo Paul.
—No quiero hacerlo.
—Pues no vayas. Envíale un correo electrónico. Dile que estás enferma. Y que lo sientes.
Julia se lo planteó seriamente durante un momento. Era muy tentador. Pero sabía que su única posibilidad de salvar su carrera académica pasaba por echarle... ovarios y aceptar el castigo que Louis quisiera imponerle. Después ya se ocuparía de recoger los trocitos de su vida personal. Si era posible.
—Si no voy se enfurecerá aún más. Tal vez me expulse directamente. Necesito los créditos del seminario si quiero graduarme en mayo.
—En ese caso, te acompañaré. Es más, hablaré con él antes que tú —dijo Paul, enderezando la espalda y flexionando los brazos.
—No, tú tienes que mantenerte al margen. Iré, me disculparé y dejaré que me grite todo lo que quiera. Cuando hayamos saldado cuentas, tendrá que dejarme ir.
—«La compasión debe entregarse voluntariamente» —murmuró Paul, citando a Shakespeare, porque las palabras de Julia le recordaron a El mercader de Venecia—. Aunque El Profesor no sabe mucho de compasión. ¿Se puede saber a qué ha venido todo eso? Dante nunca tuvo una amante llamada Paulina.
Julia parpadeó varias veces.
—Leí un artículo sobre Pia de Tolomei. Paulina era uno de sus apodos.
—Pia de Tolomei no fue amante de Dante. Tienes razón en que se rumorea que tuvo varias, incluso hijos ilegítimos, pero me temo que, en esto, Tomlinson tiene razón. Nadie cree que Pia fuera amante de Dante. Nadie.
Julia se mordió el interior de la mejilla.
—Pero no me dejaba explicarme y me ha puesto nerviosa. Al final, he explotado.
—Oh, sí, has explotado. De eso no cabe duda. Si fueras cualquier otro alumno, te estaría dando palmaditas en la espalda y pensando que Tomlinson se lo tenía bien merecido. Es un idiota y un engreído. Pero en tu caso sabíamos que no te iba a dejar pasar una. —Paul negó con la cabeza—. Deja que hable con él.
—Es tu director de tesis. No es sensato que lo hagas enfadar. Si se pasa con los gritos, me marcharé y le pondré una denuncia por acoso.
Paul la miró con preocupación.
—Esto no me gusta nada. Está furioso.
—No puedo negarme. Él es el profesor malvado y yo la pequeña alumna indefensa. Tiene todo el poder.
—El poder tiene efectos muy raros en la gente.
—¿Qué quieres decir con eso?
Paul asomó la cabeza para asegurarse de que no había nadie escuchando en el pasillo.
—Tomlinson es un pervertido. Estuvo liado con la profesora Singer y eso significa que... —Se detuvo de repente y negó con la cabeza.
—¿Qué significa, Paul?
—Si te ha estado acosando, o tratando de obligarte a hacer ciertas cosas, avísame y te ayudaré a poner una denuncia.
Julia lo miró sin entender.
—No, nada de eso. Es un tipo malhumorado al que no le gusta que le contradigan, pero no hay nada siniestro aquí. Me tragaré el orgullo, iré a su oficina y, con suerte, no me expulsará.
—Espero que tengas razón. Siempre se ha comportado con mucha profesionalidad con los alumnos, pero contigo parece otra persona.
Paul la acompañó hasta el despacho de El Profesor y llamó a la puerta. Tomlinson abrió en seguida, con los ojos brillantes y duros como el lapislázuli.
—¿Qué quiere? —le preguntó a Paul, sin apartar los ojos de Julia.
—Sólo un minuto de su tiempo.
—Ahora no. Mañana.
—Pero profesor, yo...
—Mañana, señor Norris. No me presione.
Paul le dirigió una mirada preocupada a Julia mientras le decía «Lo siento» en voz baja.
Louis esperó a que el chico desapareciera por la esquina del pasillo, antes de apartarse y permitir que Julia entrara en el despacho.
Tras cerrar la puerta, se dirigió a la ventana. «Los que entran aquí, abandonan toda esperanza...»
El despacho de El Profesor estaba oscuro, iluminado sólo por la lamparita de sobremesa. Había corrido las cortinas y estaba lo más lejos posible de ella, frotándose los ojos con los dedos manchados de tinta.
Julia se puso la mochila ante el pecho y la abrazó con fuerza, como si fuera un escudo. Como él no decía nada, se entretuvo mirando a su alrededor. Lo primero que llamó su atención fue una silla. Era la incómoda silla de Ikea en la que le había dicho que se sentara durante su primera y fatídica entrevista, en setiembre. La silla estaba rota, hecha pedazos y esparcida por toda la alfombra persa. Los miró alternativamente a él y los trozos del mueble.
«Ha roto una silla. ¡Ha hecho pedazos una jodida silla metálica!»
Louis abrió los ojos y, en sus profundidades, Julia vio una calma extraña y amenazadora. El dragón estaba en su cueva y ella iba desarmada.
—Si fueras cualquier otra persona, ya te habría expulsado.
Julia empezó a temblar en cuanto oyó su tono de voz. Era engañosamente suave y calmado, como la seda deslizándose sobre la piel. Pero, por debajo, era duro y frío como el acero y el hielo.
—Lo que acaba de pasar ha sido la exhibición de comportamiento infantil más desagradable que he tenido que presenciar. Tu falta de respeto es absolutamente inaceptable. Y no tengo palabras para expresar lo enfadado que estoy por lo que has dicho sobre Paulina. No vuelvas a hablar de ella nunca más. ¿Me explico?
Julia tragó saliva para responder, pero no pudo hacerlo.
—He preguntado si me explico —gruñó él.
—Sí.
—Me estoy controlando haciendo un gran esfuerzo. Te aconsejo que no me provoques. Y me gustaría que te defendieras sola y no manipularas a Paul para que te rescate de tu propia estupidez. Él ya tiene su ración de problemas
Julia clavó la vista en la alfombra, evitando mirarlo a los ojos, que parecían brillar en la oscuridad.
—Creo que querías que perdiera el control, que me enfadara y montara una escena para tener una excusa para salir corriendo. Querías que me comportara como todos los demás imbéciles que te han maltratado en la vida. Bueno, pues entérate, yo no soy un maltratador y no voy a comportarme como uno sólo para estar a la altura de lo que esperas.
Julia miró de reojo hacia los restos de la silla —una buena silla sueca que no le había hecho daño a nadie en su corta vida— y luego volvió a mirar a El Profesor, pero no discutió. Él se pasó la lengua por los labios.
—¿Todo esto te parece un juego? ¿Qué pretendes? ¿Quieres enfrentarnos como si Paul y yo fuéramos personajes de una obra de Prokofiev? Él es Pedro y yo soy el lobo. ¿Qué eres tú? ¿El pato?
Julia negó con la cabeza.
—Lo que ha pasado hoy en el seminario no puede volver a suceder, ¿lo entiendes?
—Sí, profesor.
Julia intentó abrir la puerta, pero estaba cerrada con llave.
—Pediré disculpas delante de toda la clase.
—¿Para que aumenten los chismorreos? No, mejor que no. ¿Por qué te has negado a hablar conmigo? Una llamada de teléfono. Un encuentro. Habría aceptado hacerlo a través de la puerta cerrada si me lo hubieras pedido. ¡Por el amor de Dios! Y en vez de eso, decides comunicarte conmigo ¡en medio del jodido seminario!
—Has dejado un sujetador en mi casillero. He pensado que...
—¡Usa la cabeza! —exclamó él—. Si te lo hubiera enviado por correo, habría dejado una prueba en papel. Habría sido muy comprometedor. Y no iba a dejarte el iPod en el porche durante una tormenta.
Julia no entendió el cambio de tema, pero no dijo nada.
—Yo soy responsable de haber empezado este desastre al cambiar la clase, pero tú eres responsable de la debacle final. Tu respuesta ha sido una especie de bomba de hidrógeno. No vas a abandonar el curso, ¿me oyes? No vas a dejar la universidad. Vamos a actuar como si esta hecatombe nunca hubiera ocurrido y a rezar para que el resto de alumnos esté demasiado ocupado con sus asuntos para darse cuenta de lo que ha pasado.
Louis le dirigió una mirada impasible.
—Ven aquí —dijo, señalando un espacio despejado en la alfombra.
Ella dio varios pasos al frente.
—¿Has devuelto ya la beca?
—Aún no. El director del Departamento de Estudios Italianos está enfermo.
—Pero ¿has pedido cita con él?
—Sí.
—Así que pediste cita con el director, pero no te molestaste en enviarme a mí un mensaje de dos palabras cuando estaba desesperado por saber cómo te encontrabas —refunfuñó.
Julia parpadeó.
—Cancela la cita.
—Pero no quiero el dinero...
—Vas a cancelar la cita, a aceptar el dinero y a mantener la boca cerrada. Tú has organizado este desastre; ahora me toca a mí recoger los pedazos. —Con una mirada sombría, añadió—: ¿Está claro?
Julia contuvo el aliento y asintió a regañadientes.
—El correo que me enviaste fue una vergüenza. Una auténtica bofetada después de todos los mensajes que te dejé. ¿Llegaste a escucharlos o los borraste directamente?
—Los escuché.
—Los escuchaste pero no te los creíste. Y, desde luego, no los respondiste. Usaste la palabra «acoso» en tu correo. ¿Qué pretendías?
—Eh... No lo sé.
Louis se acercó hasta quedar a pocos centímetros de ella.
—Es muy posible que alguien ya haya sido alertado sobre el contenido del mensaje. Incluso después de haberlo borrado, cosa que ya he hecho, pueden seguirle la pista. Un correo electrónico deja una huella imposible de borrar, Julianne. No vuelvas a hacer algo así nunca más. ¿Está claro?
—Sí.
—Eres la única persona capaz de alterarme de esta manera. De todas las maneras.
Ella miró de reojo a la puerta, deseando huir.
—Mírame —susurró él.
Cuando lo hizo, Louis siguió hablando:
—Voy a tener que hacer control de daños. Acabo de hablar con Christa y ahora, gracias a ti, voy a tener que hablar también con Paul. Christa es un peligro público, pero Paul era un buen ayudante de investigación.
«¿Era?»
—Por favor, no lo despidas. No es culpa suya. Me aseguraré de que no le diga nada a nadie. Por favor.
—¿Es a él a quien quieres? —preguntó Louis. Su voz se había vuelto un murmullo glacial.
Julia jugueteó con la mochila.
—Respóndeme.
—Lo intenté.
—¿Y?
—Y nada.
—No es lo que parecía cuando los he visto abrazados ante los casilleros. No es lo que parecía cuando ha llamado a la puerta como un caballero andante, dispuesto a protegerte. ¿Por qué no eres capaz de admitir lo que quieres, Julianne? ¿O es que sólo respondes si te llaman Conejito? —preguntó, supurando sarcasmo.
Ella abrió mucho los ojos, pero no dijo nada. No sabía qué decir.
—Bien. Me rindo —añadió Louis, señalando la puerta con la mano de un modo despectivo—. Paul gana.
El cerebro de Julia tardó unos segundos en procesar lo que había oído. Podía marcharse. Con la cabeza gacha y los hombros encogidos, se dirigió hacia la puerta. Parecía una mariposa a la que le hubieran arrancado las alas. Pero no la había expulsado del seminario ni de la universidad. Había perdido cosas mucho más importantes, pero algo era algo.
Louis permaneció inmóvil mientras ella buscaba a tientas la cerradura por debajo de la mochila. Cuando la vio tratar de girar la llave sin conseguirlo, soltó un gemido. Se acercó y le rodeó la cintura con un brazo para abrir la puerta, acariciándole la cadera. Al ver que no se encogía por el contacto, le dijo al oído:
—Entonces, ¿toda esta agonía ha sido en vano?
Julia sintió el calor del cuerpo de Louis a su espalda. Irradiaba de su pecho y se extendía por sus hombros. La seda de la pajarita le rozó el pelo, provocándole un estremecimiento.
—¿Nos has expuesto a los chismorreos maliciosos por nada?
—Has sido muy cruel.
—Tú también.
—Me has hecho daño.
—Y tú a mí. ¿Satisfecha con la venganza? —siguió susurrando Louis. Su cálido aliento le acarició la mejilla—. Has dejado de ser un conejito y te has transformado en una gata furiosa. No lo niego, hoy me has clavado las uñas bien clavadas. Me has hecho sangrar con cada palabra. ¿Estás contenta? Me has humillado delante de mis alumnos sacando todos mis pecados a la luz. Ha sido una auténtica hoguera de las vanidades y has sido tú quien ha encendido la llama.
Le acercó los labios un poco más a la oreja, provocándole un nuevo escalofrío.
—Eres una cobarde —susurró.
—No lo soy.
—Eres tú la que se marcha.
—Me lo has dicho tú . Has dicho que me vaya con Paul.
—¡Maldita sea! ¿Haces todo lo que te dicen? ¿Dónde se ha escondido la gatita furiosa?
—No soy más que una estudiante, profesor Tomlinson. Tú tienes todo el poder. Podrías... destruirme.
—Bobadas. ¿No lo dirás en serio? ¿Piensas que esto son jueguecitos de poder? —Le arrancó la mochila que sujetaba con los dedos agarrotados y la tiró a un lado. Luego la obligó a volverse y le sujetó la cara entre las manos—. ¿De verdad crees que sería capaz de destruirte, con nuestra historia?
—No soy yo la que tiene problemas de memoria. Y no, claro que no estoy satisfecha. ¿Crees que era esto lo que buscaba? Soy muy infeliz. Cuando finalmente te encuentro, después de todos estos años, ¡has cambiado tanto que apenas te reconozco!
—No me has dado la oportunidad de demostrarte cómo soy en realidad. ¿Y cómo voy a saber lo que esperas de mí si no hablas conmigo? ¡No me explicas nada!
—¡A gritos no vas a conseguir que hable contigo!
Louis le aplastó la boca con la suya, brevemente pero con mucha pasión, antes de volver a susurrarle al oído:
—Habla conmigo —le ordenó, acariciándole el lóbulo de la oreja con los labios.
Julia permaneció en silencio, sintiendo cómo la energía fluía entre los dos como una serpiente de furia y de pasión devorándose a sí misma.
—Dime lo que quieres o márchate.
Al ver que ella no respondía, Louis se apartó lentamente. Ella sintió su ausencia de inmediato y habló sin filtrar las palabras:
—Nunca he querido a nadie más.
Él la miró a los ojos antes de besarla. Sus labios se unieron con firmeza, juntando sus alientos, sus bocas húmedas y resbaladizas.
Louis le acarició la mejilla y la oreja antes de sujetarla por la nuca. Mientras le aprisionaba la boca con la suya, le acariciaba la piel, para tranquilizarla. Sus labios flotaban juntos, deslizándose, devorándose entre sí. Tras unos instantes, él le echó la cabeza hacia atrás rogándole sin palabras que separara los labios.
Julia no respiraba. Era imposible. Las sensaciones eran demasiado intensas: el sabor a licor de menta, el aroma de Aramis, su aliento, que la consumía. Ante la falta de respuesta de ella, Louis le recorrió el labio inferior explorándolo con precaución, antes de apoderarse de él hábilmente y de metérselo en la boca. Julia ahogó una exclamación ante la sensación, extraña y tan íntima.
Louis jugueteó con su labio entre los suyos. Todo era nuevo, pero al mismo tiempo curiosamente familiar. Labios, dientes, el dulce juego de la lengua. La pasión permaneció, pero la rabia se transformó en energía eléctrica que ardió y chisporroteó a su alrededor cuando Julia por fin respondió a su invitación y se abrió a él. Tenía la mandíbula muy tensa. Al notarlo, Louis empezó a acariciársela para relajarla. Al ver que lo lograba, se volvió más atrevido. Le acarició el labio inferior con la lengua antes de tirar de él y penetrar en su boca. El primer contacto fue tímido, como si sus lenguas fueran viejos amigos que se reencontraban. Pero en seguida se volvió sensual y erótico, como el de dos amantes. El calor se apoderó de ellos y el baile de dos se convirtió en un tango de uno.
Fue mucho mejor de lo que Louis podría haber imaginado. Mucho mejor que cualquier sueño. Porque ella era real. Beatriz era real. Y mientras sus labios estaban unidos y le exploraba la boca con la lengua, ella era suya, en cuerpo y alma. Aunque sólo durara unos momentos.
«Tan dulce —pensó Julia—. Tan cálido.»
Tiró de él para acercarlo más. Le enredó las manos en el pelo y quedó aprisionada entre su cuerpo y la puerta. Su forma menuda estaba firmemente aplastada por el cuerpo alto y musculoso de Louis. Éste movió la mano que le sujetaba la nuca y le protegió con ella la cabeza, para que no se golpeara contra la puerta, mientras gemía.
«Gime por mí. Soy yo la que lo hace gemir.»
Era un gemido intenso, fiero y erótico. Julia recordaría ese sonido y esa manera de vibrar contra su boca durante el resto de su vida. Sintió la sangre correr por sus venas, caliente y espesa, haciendo que su piel se ruborizara. Nunca había deseado nada con tanta intensidad como sentir sus brazos alrededor de su cuerpo y sus labios contra los suyos.
Paul no existía. Ni Christa. Ni la universidad. Sólo ellos.
Los labios de Louis se apoderaron de su boca. La poseyeron. Un fuego se encendió cuando sus cuerpos entraron en contacto, curvas suaves contra acero inquebrantable. Julia trató de respirar, pero no fue suficiente. La cabeza empezó a darle vueltas.
Estaban tan juntos que Louis habría jurado que podía sentir el corazón de ella a través de la camisa. Deslizó la mano por debajo de su blusa para tocarle la piel de la parte baja de la espalda. Volvió a gemir cuando su mano alcanzó ese valle y lo reclamó. No necesitaba verlo para saber que era precioso.
Julia empezó a respirar entrecortadamente. Le faltaba el aire. Louis no quería detenerse. Quería seguir, llevarla hasta el escritorio y tumbarla encima para acabar lo que habían empezado. Quería explorar cada centímetro de su piel. Mirarla a los ojos mientras su cuerpo le revelaba sus secretos. Pero la prudencia ganó la batalla y fue deteniéndose lentamente, aunque todo su ser protestaba a gritos ante el dolor de la separación.
La abrazó con fuerza, sin dejar de protegerle la cabeza y le dio tres castos besos en la boca abierta. Luego le acarició el cuello con los labios, muy suavemente, descendiendo hasta llegar al punto donde el cuello se unía con el hombro. Con un último beso bajo la oreja, más una promesa que una despedida, se detuvo del todo.
Le acarició los brazos de arriba abajo y le apoyó las manos en las caderas, donde trazó intrincados dibujos con los pulgares, animándola a abrir los ojos. Casi podía oír el corazón de ambos latiendo frenéticamente pero al unísono, en el silencio de la oficina. Julia lo afectaba hasta ese punto. Le hechizaba la carne y la sangre.
Bajó la vista hasta sus labios, aún entreabiertos, y volvió a besarlos con reverencia. Ella no reaccionó. Louis la examinó, empezando a preocuparse.
—Julia, cariño, ¿estás bien?
El corazón de él se detuvo cuando ella se desvaneció entre sus brazos. No se había desmayado. Era la suma de las sensaciones tan intensas y la falta de una comida en condiciones. Pero Julia sabía que estaba segura entre los brazos de Louis, que nunca la dejaría caer y que le estaba susurrando palabras dulces al oído. Le acarició la cara con las yemas de los dedos. Al no obtener respuesta, le besó la frente.
—¿Beatriz?
Ella abrió los ojos.
—¿Por qué me llamas así?
—Porque es tu nombre —murmuró Louis, acariciándole el cabello—. ¿Estás bien?
Julia respiró hondo.
—Sí, eso creo.
Él volvió a besarla en la frente. De pronto, ella se acordó de su enfado y de su mirada, dura y brillante.
—Esto está mal. Eres mi profesor. Me he metido en un lío. —Trató de liberarse de su abrazo, pero cuando Louis no se lo permitió, se apoyó contra la puerta.— ¿Qué he hecho? —se preguntó, llevándose una mano temblorosa a la frente.
Fulminándola con la mirada, él la soltó.
—Me decepcionas, Julia. Deberías saber que nunca se lo contaría a nadie. Te prometo que haré todo lo que esté en mi mano por protegerte. —Recogió la mochila del suelo y se la cargó al hombro. Sujetando el maletín con una mano, le rodeó la cintura con la otra, pegándola a su costado—. Ven conmigo.
—Paul me está esperando.
—Que se joda.
Ella parpadeó.
—Para él sólo eres una mascota —dijo Louis.
—No soy una mascota, soy su amiga. Él es mi único amigo en Toronto.
—A mí me gustaría ser tu amigo. —Louis bajó la mirada hacia sus ojos—. Y voy a hacer todo lo que esté en mi mano para mantener a mi amiguita muy cerca y asegurarme de que no vuelve a salir corriendo.
—Esto es... complicado. Y peligroso. —Julia se ordenó olvidarse de la sensación de los labios de Louis sobre su boca y centrarse en sus problemas insalvables. Pero era imposible, sobre todo porque los sonidos de él mientras la besaba seguían resonando en sus oídos.
—No te pareció complicado ni peligroso cuando bailabas en mi apartamento, vestida con mi ropa interior. No te pareció complicado cuando dejaste una bandeja de desayuno en la nevera, acompañada con lo que sólo puede describirse como una carta de amor. ¿Por qué es todo más complicado ahora que te he besado?
—Porque nos han... descubierto.
La expresión de Louis se endureció.
—No, no nos han descubierto. Aparte del correo electrónico, la única otra prueba es la discusión, que puede interpretarse de muchas maneras. Nuestros enemigos tendrían que aportar pruebas. Lo negaremos todo.
—¿Es eso lo que quieres hacer?
—No veo una mejor alternativa. Además, durante la clase no estábamos manteniendo una relación.
Se agachó para recoger unas llaves del suelo.
—¿Son tuyas?
—Sí.
Julia alargó la mano.
—¿La «P» es de Princeton o de Paul? —bromeó él, haciendo oscilar las llaves delante de sus ojos. Julia se las arrebató de la mano con una mueca y las guardó en la mochila. Louis sonrió ante su reacción.
—Espera un momento. Quiero asegurarme de que Paul no está esperando con un rifle para dispararle al lobo y salvar al pato. —Tras un rápido vistazo al pasillo vacío, dijo—: Vamos, iremos por la escalera.
La empujó para que saliera del despacho y cerró la puerta con llave.
—¿Estás bien? ¿Puedes ir andando? Podemos atravesar por Victoria College y subir por la calle Charles. O puedo llamar a un taxi —susurró, sosteniéndole la puerta de la escalera.
—¿Adónde me llevas?
—A casa.
Julia se relajó durante un segundo.
—A mi casa. Conmigo —especificó él, acercándose mucho a su cara.
—Pensaba que te alteraba de todas las maneras posibles.
Louis enderezó la espalda.
—Lo haces. No sabes hasta qué punto. Pero son las seis de la tarde y estás muerta de hambre. No voy a llevarte a ningún sitio público después de lo que ha pasado. Y no puedo prepararte una cena en condiciones en tu casa.
—Pero sigues furioso. Lo veo en tus ojos.
—Y tú también estás furiosa conmigo, estoy seguro. Pero confío en que lo superemos. En estos momentos, cada vez que te miro, sólo puedo pensar en besarte.
La soltó y empezó a bajar la escalera.
—Paul podría llevarme a casa.
—¿Quieres que te lo repita? Que le den a Paul. Eres mi Beatriz. Me perteneces.
—Louis, no soy tu Beatriz. No soy la Beatriz de nadie. Los delirios tienen que acabar.
Él le puso una mano en el brazo para detenerla.
—Nadie tiene el monopolio de los delirios. Nuestra única esperanza es dedicar el tiempo que necesitemos a descubrir quiénes somos en realidad y decidir luego si es una realidad con la que ambos podamos convivir. Estoy harto de estar enfadado contigo. Durante estos diez días, he pasado tanto tiempo enfadado que tengo enfado para el resto de mi vida. No necesito más. Vamos a sentarnos y a mantener la conversación que debimos tener hace diez días. Y no pienso perderte de vista hasta entonces. Fin de la charla.
Con una mirada, Julia se dio cuenta de que no le serviría de nada discutir. Mientras Louis la guiaba por una puerta lateral y por detrás del edificio, sacó el móvil y le envió un mensaje a Paul, sintiéndose culpable. Le dijo que estaba bien, pero que se sentía demasiado avergonzada como para hablar con nadie, por lo que se iba a casa.
Paul había estado esperando a Julia escondido junto a los ascensores. Se había acercado un par de veces a la puerta de la oficina de Tomlinson, pero no había oído nada. No quería provocar la ira de El Profesor montando guardia frente al despacho .
En cuanto recibió el mensaje, volvió corriendo allí, pero ya no encontró a nadie. Bajó la escalera a la carrera, esperando alcanzarla.
Louis entró detrás de Julia.
—¿Has comido este mediodía?
—No me acuerdo.
—¡Julianne! ¿Y esta mañana?
—Me he tomado un café...
Louis maldijo entre dientes.
—Tienes que cuidarte mejor. No me extraña que estés tan pálida. Ven.
La llevó hasta la butaca de terciopelo rojo del salón y la hizo sentarse, levantándole los pies con delicadeza y colocándoselos sobre la otomana.
—No hace falta. Puedo sentarme en la cocina, contigo.
Él le dedicó una mirada firme pero cariñosa mientras encendía la chimenea de gas. Luego le acarició la cabeza, apartándole el pelo de la cara.
—Donde están mejor las gatitas en un día como éste es acurrucadas junto al fuego. Estás más cómoda aquí que en un taburete. Voy a prepararte la cena, pero necesito salir un momento a comprar un par de cosas. ¿Puedo dejarte sola?
—Por supuesto, Louis. No soy una inválida.
—Si tienes demasiado calor, dale al interruptor y el Averno se apagará.
Tras darle un beso de despedida en la coronilla, se dirigió hacia el vestíbulo.
—Prométeme que no te marcharás antes de que vuelva.
—Te lo prometo.
Julia se preguntó si realmente estaba tan preocupado como parecía. Recordó lo sucedido en el aula del seminario y luego en su despacho. Se preguntó si sería la falta de comida lo que había hecho que se desvaneciera o si habrían sido los besos de Louis. No sería la primera vez que la afectaba de esa manera.
Cerró los ojos un segundo mientras el fuego ardía en la chimenea y se quedó profundamente dormida.
El sonido de una voz femenina, apasionada y cargada de sentimiento, flotaba en el aire. Julia reconoció la canción antes de abrir los ojos. Era Edith Piaf y su Non, je neregretterien. Una excelente elección.
Al abrir los ojos, se encontró con que Louis la estaba contemplando con una sonrisa. Parecía un ángel caído. Un ángel de pelo oscuro, una boca hecha para pecar y unos ojos azules y penetrantes. Se había cambiado de ropa. Llevaba pantalones negros y camisa negra, con las mangas remangadas, dejando a la vista unos poderosos antebrazos.
—¿Julianne? —La invitó a acompañarlo, ofreciéndole la mano.
Ella se la cogió y él la guió hasta el comedor, donde había puesto la mesa. Julia se fijó en el mantel de hilo blanco y los candelabros de plata. En la vajilla de porcelana, las copas de cristal, la cubertería de plata y lo que parecía ser una botella de champán francés.
«VeuveClicquotPonsardinvintage 2002», leyó en la etiqueta.
—¿Te gusta? —le preguntó Louis a su espalda, acariciándole los brazos.
—Es precioso —susurró ella, observando la botella con desconfianza.
—Permíteme. —Louisle separó la silla y, cuando ella se sentó, le dio la servilleta—. He hecho un segundo intento con las flores. Por favor, no las destroces como las otras —dijo, sonriendo irónicamente y señalando el ramo de jacintos lila que había colocado en un jarrón alto, de estilo moderno—. Si te portas bien, te dejaré leer la tarjeta —añadió, sirviéndole una copa de champán. Sin esperar a ver cómo lo probaba, regresó a la cocina.
Mirando por encima del hombro para asegurarse de que no la estaba vigilando, Julia sacó la tarjeta del centro del ramo y leyó:
Querida Julianne:
Si quieres saber lo que siento por ti,
sólo tienes que preguntármelo.
Tuyo,
Louis
«Petulante cabrón», pensó, devolviendo la tarjeta a su sitio.
Mientras estaba allí, esperando enfadada, varias cosas captaron su atención. Louis había elegido a Edith Piaf como música de fondo.
En esos momentos, estaba cantando La vie en rose. El mantel, la vajilla, el champán, las flores... no se había tomado tantas molestias con Rachel.
Ambos estaban encendidos, en llamas, tras la tremenda discusión en el aula y la pasión en el despacho. Los besos que se habían dado... A Julia nunca la habían besado así, ni siquiera él. Se estremeció al recordarlo. Era una sensación nueva, pero no desagradable.
«Preliminares.»
Era consciente del esfuerzo que le había supuesto a él dejar de besarla. Había tenido que luchar contra sí mismo. En aquel momento, la tensión sexual entre los dos había sido palpable. Sabía que Louis era un hombre muy sexual, al que nunca le faltaba compañía femenina. Y ahora que la había probado estando sereno, seguía deseándola. Era una sensación abrumadora, ser deseada por una criatura tan sensual. Se sentía como Psique siendo cortejada por Cupido. No podía negar la atracción que sentía por él ni los estremecimientos de deseo que le recorrían el cuerpo cada vez que la besaba.
Pero a Julia no le gustaba compartir a su pareja, así que todas las demás consideraciones, románticas o sexuales, dejaban de tener importancia. Pero pensó que la ensalada era un poco pronto para confidencias.
Cuando Louis se sentó a su lado a la cabecera de la mesa y alzó su copa para brindar con ella, Julia se dio cuenta de que él no estaba tomando champán.
—¿No tomas VeuveClicquot? —le preguntó, incrédula. Louis sonrió y negó con la cabeza.
—Non, seulement de l’eaucesoir, monange.
Julia puso los ojos en blanco al oírlo hablar en francés y no precisamente porque su pronunciación fuera mala.
—Sé que te costará de creer, pero no bebo constantemente. Sin embargo, no espero que te acabes la botella tú sola. Guardaremos lo que sobre y prepararemos Mimosas para desayunar.
Julia levantó las cejas. «¿Para desayunar? Estás muy seguro de ti mismo, Casanova.»
—He buscado una botella de la cosecha de 2003, pero no he encontrado ninguna, así que tendremos que conformarnos con una del 2002.
Julia tardó unos segundos en comprender la trascendencia de la fecha. Cuando lo hizo, se ruborizó y se miró las manos. Louis la miró por encima de su plato de ensalada, pero no dijo nada. Había esperado una respuesta; no obstante, asumió que estaba abrumada por los acontecimientos del día.
«Está nerviosa; está temblando y se ha ruborizado.»
De vez en cuando, Louis alargaba la mano y le acariciaba la muñeca para tranquilizarla. Cuando sus miradas se cruzaban, él dejaba de hacer lo que fuera que estuviera haciendo para dedicarle una sonrisa de ánimo. Esperaba que en algún momento ella se decidiera a hablar, pero en vez de eso, Julia bajaba la cabeza y miraba el plato. Hasta que empezaron a sonar los acordes de una canción:
Bésame, bésame mucho...
Louis la observó con atención. Cuando Julia, que se había ruborizado aún más, lo miró, él le guiñó un ojo.
—¿Recuerdas esta canción?
—Sí.
—¿Qué tal llevas el español? —le preguntó expectante.
—No lo llevo.
—Es una lástima. La letra es muy bonita.
Sonrió con melancolía y ella apartó la vista.
Louis cantó algunas de las frases de la canción. Cuando no estaba cantando, la observaba atentamente, sin perderse detalle del movimiento de sus ojos, de cómo se retorcía las manos, del rubor de su piel. Cuando la canción acabó, él volvió a sonreír, se levantó y le dio un largo beso en la coronilla.
Luego recogió los platos de la ensalada, le rellenó la copa y sirvió el primer plato: Spaghetti al limone, con alcaparras y langostinos. Era un plato poco habitual y uno de los favoritos de Julia. Le extrañó que Louis hubiera elegido prepararlo. Tal vez Rachel... Negó con la cabeza. Aquello era entre Louis y ella, y punto. Excepto por el espectro de Paulina, que los estaba atormentando a ambos.
—No eres el mismo hombre que conocí en el huerto —dijo ella finalmente, cuando el champán le soltó la lengua.
Louis dejó el tenedor en el plato y juntó las cejas.
—Tienes razón. Soy mucho mejor ahora.
Julia se echó a reír con amargura.
—Imposible. Él fue muy amable y cariñoso conmigo. Nunca me habría tratado con la frialdad con que tú lo has hecho.
—No sabes lo que estás diciendo —replicó él, con los ojos brillantes—. Nunca te he mentido. ¿Por qué iba a empezar a hacerlo ahora?
Ella se ruborizó, pero esta vez a causa del enfado.
—No dejaré que tu oscuridad me consuma.
Louis se sorprendió por ese súbito arranque de hostilidad y estuvo a punto de pedirle explicaciones, pero en vez de eso ladeó la cabeza. Mojó un dedo en su agua Perrier y empezó a frotar el borde de la copa, lenta y sensualmente. Pronto, la melodía del cristal llegó a sus oídos. Louis se detuvo bruscamente.
—¿De verdad crees que la oscuridad puede consumir a la luz? Es una teoría interesante. Vamos a ver si funciona. —Movió la mano ante el candelabro—. Ya está. Acabo de arrojar parte de mi oscuridad a esas velas. ¿Ha funcionado?
Con una sonrisilla irónica, volvió a comer.
—¡Ya sabes a qué me refiero! —dijo ella—. No seas tan condescendiente.
Los ojos de Louis se ensombrecieron.
—No tengo ningún interés en consumirte, pero no te mentiré. Tu luminosidad me atrae. Si yo soy la oscuridad, entonces tú eres las estrellas. Y también me siento muy atraído por la luce dellatuaumilitate.
—No dejaré que me folles.
Esta vez, Louis se echó hacia atrás en la silla, con una expresión de sorpresa y rechazo. En silencio, decidió que Julia ya había bebido bastante.
—Disculpa, ¿te lo he pedido? —preguntó, con una voz tan suave y calmada que ella aún se alteró más.
«Embustero, embustero, esos preciosos ojos azules me están follando por entero.»
Louis sonrió con impertinencia, mirándola por encima de la copa. Se secó los labios con la servilleta y se acercó hasta que sus caras casi se rozaron.
—Si te pidiera algo, señorita Mitchell, sería otra cosa. —Sin dejar de sonreír, volvió a acomodarse en la silla y acabó de cenar.
Julia estaba furiosa. Sabía que él no apartaba la vista de ella. Sentía sus ojos clavados en su cara, en su boca, en sus hombros temblorosos. Nada escapaba a sus penetrantes ojos. Era como si pudiera leerle el alma.
—Julianne —dijo él finalmente, deslizando la mano por debajo de la mesa. Le agarró la muñeca y, al hacerlo, le rozó el muslo. Su voz era un suave murmullo. Julia notó su calor deslizársele por la pierna hasta los dedos de los pies. —Mírame.
Ella trató de apartar la mano, pero Louis la sujetó con más fuerza.
—¡Mírame cuando te hablo!
Julia levantó los ojos hacia los suyos. No eran tan amenazadores como el tono de su voz podía hacer creer, pero sí la miraban con mucha intensidad.
—Nunca, y cuando digo nunca quiero decir nunca, te follaría. ¿Está claro? Uno no se folla a un ángel.
—Entonces, ¿qué hace alguien como tú con un ángel? —preguntó con voz temblorosa.
—Alguien como yo la valoraría, la apreciaría. Trataría de conocerla y comprenderla. Empezaría tal vez por ser su amigo.
Ella se revolvió inquieta en la silla.
—¿Un amigo con derecho a roce?
—Julianne —le advirtió él, soltándole la mano—. ¿Tan difícil es creer que quiero conocerte? ¿Que quiero tomarme las cosas con calma?
—Sí.
Louis maldijo en voz baja y luego dijo:
—Todo esto es nuevo para mí. Tus prejuicios están justificados hasta cierto punto, pero tampoco hace falta que me provoques deliberadamente.
—Todo el mundo sabe que los profesores y las alumnas no son amigos.
—Nosotros podríamos serlo —murmuró él, retirándole el pelo con suavidad por encima del hombro y aprovechando para rozarle el cuello—, si eso es lo que quieres.
Sin saber cómo responder, Julia se apartó de él.
—No me dedico a seducir vírgenes, Julia. Tu virtud está a salvo conmigo. —Y dicho eso, se levantó y, llevándose los platos, desapareció en la cocina.
Julia se acabó el champán de dos rápidos sorbos.
«Está mintiendo. Si no me hubiera negado, me habría sonreído y habría estado desnuda y con las piernas abiertas antes de que las bragas hubieran llegado al suelo. Y probablemente me habría pedido que reprodujéramos alguna de las posturas de las fotos de su dormitorio. Y Paulina habría llamado justo en ese momento.»
Cuando regresó, Louis le retiró la copa y la botella. Unos minutos después, le llevó un café exprés servido con un trozo pequeño de piel de limón. Julia abrió mucho los ojos. Le costaba imaginarse a Louis pelando limones, pero ahí estaba, una piel de limón fresca, acabada de cortar.
—Gracias. Las cápsulas de café Roma son mis favoritas.
Él la miró con suficiencia.
—He pensado que ya era hora de pasar a una bebida sin alcohol, antes de que me vomitaras encima.
Julia frunció el cejo. Se sentía perfectamente. Un poco más desinhibida de lo normal, pero mantenía el control de sus facultades. O eso creía.
—¿Qué ponía en la nota que dejaste en el porche?
Louis se puso tenso.
—¿No la leíste?
—Estaba enfadada.
—En ese caso, mejor que no la leyeras —dijo él, encogiéndose de hombros antes de volver a desaparecer.
Julia se bebió el café lentamente, tratando de adivinar qué podía haber escrito. Tenía que haber sido algo bastante íntimo, porque se había molestado. Se preguntó si los trozos de la nota seguirían entre las flores y si sería posible recomponerla.
Poco después, Louis regresó con un único trozo de pastel de chocolate y un tenedor.
—¿Te apetece postre? —le preguntó, moviendo la silla para sentarse más cerca de ella.
Demasiado cerca, de hecho.
—Julianne —insistió, con voz cantarina—. Sé que te gusta el chocolate. Lo he comprado para complacerte.
Cortó un trozo y se lo puso debajo de la nariz para que le llegara el aroma. Julia se pasó la lengua por los labios involuntariamente. Olía de maravilla. Alargó la mano para quitarle el tenedor, pero él lo escondió.
—No. Tienes que dejar que te lo dé yo.
—No soy una niña pequeña.
—Pues deja de comportarte como si lo fueras. Confía en mí, por favor.
Ella apartó la cara, negándose a ver cómo él se llevaba el tenedor a los labios y probaba la cobertura con la punta de la lengua.
—Hum. ¿ Sabes?, dar de comer a alguien es un acto de profundo afecto. Te estás entregando a través de la comida. —Le colocó otro trozo de pastel bajo la nariz—. Piénsalo. Nos alimentan en la eucaristía. Nos alimentan nuestras madres cuando somos niños de pecho. Nuestras madres y padres por igual cuando somos pequeños. Nuestros amigos cuando nos invitan a cenar. Los amantes se alimentan el uno al otro cuando se dan un festín con sus cuerpos y, en ocasiones, con sus almas. ¿No quieres que te alimente? Ya sé que no quieres darte un festín con mi cuerpo, pero al menos, dátelo con el pastel.
Cuando Julia no respondió, Louis se echó a reír y siguió comiéndose la tarta. Julia frunció el cejo. Si pensaba captar su atención con ese despliegue de pornografía alimenticia y excitarla hasta convertirla en una marioneta sin voluntad...
... había acertado.
La visión de él comiendo pastel de chocolate era lo más erótico que había visto nunca. Saboreaba cada pedazo, lamiéndose los labios y el tenedor cada vez. De vez en cuando, cerraba los ojos y gemía, con sonidos salvajes y guturales que le resultaban dolorosamente familiares. Sus movimientos eran lentos y sinuosos. Los tendones del brazo se le marcaban con cada gesto. No apartó los ojos de los suyos en ningún momento mientras marcaba un ritmo lento y obvio, adelante y atrás.
Antes de que se hubiera acabado el trozo de pastel, a Julia le pareció que en la habitación había subido mucho la temperatura. Se notaba las mejillas encendidas, la respiración alterada y pequeñas gotas de sudor formándosele en la frente. Y más abajo.
«¿Qué está haciendo conmigo? Es como si...»
—Última oportunidad, Julia —dijo él, haciendo bailar el tenedor ante sus ojos.
Ella trató de resistirse. Empezó a volverse, pero al separar los labios para negarse, Louis le metió el pastel en la boca.
—Hummm —dijo él y sonrió, mostrando sus perfectos dientes blancos—. Ésta es mi gatita.
Julia se ruborizó todavía más y se pasó los dedos por los labios, recogiendo las últimas migas del pastel. Louis tenía razón. Estaba delicioso.
—No ha sido tan grave, ¿no? ¿No te parece agradable que alguien se ocupe de ti? ¿Que yo me ocupe de ti?
Ella empezaba a preguntarse si tenía alguna posibilidad de resistirse a su seducción. Sabía que le había dicho algo sobre su virtud, pero no recordaba qué.
Louis le agarró la muñeca y se acercó sus dedos a la boca.
—Te has dejado un poco de chocolate —susurró, entornando los ojos—. ¿Puedo?
Julia inspiró bruscamente. No sabía qué pretendía hacer, así que no respondió. Él sonrió travieso antes de meterse los dedos de ella en la boca, uno a uno, chupándolos y pasándoles la lengua sin prisa por la yema. Julia se mordió el labio inferior para ahogar un gemido mientras la piel se le prendía en llamas.
«¡Joder, Louis!»
Cuando él se dio por satisfecho, ella cerró los ojos y se secó el sudor de la frente. Louis la observó en silencio durante lo que le pareció una eternidad.
—Estás exhausta —dijo de repente, apagando las velas—. Hora de acostarse.
—¿Y nuestra conversación?
—Ya hemos hablado bastante por hoy. La conversación será larga y deberíamos tener la cabeza clara cuando por fin hablemos.
—Por favor, Louis, no lo hagas —le suplicó ella en voz baja y desesperada.
—Una noche. Pasa una noche conmigo y, si quieres marcharte mañana, no te detendré.
Muy suavemente, la ayudó a levantarse de la silla y la apretó contra su pecho. Julia no dijo nada, sintiendo cómo sus últimos vestigios de autocontrol la abandonaban. Estaba agotada. Louis la había agotado y había diezmado su resistencia. Tal vez había sido el champán. O las emociones del día. O su explosivo encuentro en el despacho. No importaba la causa. Ya no tenía fuerzas para seguir resistiendo. El corazón le latía acelerado. Las entrañas se le derretían por el calor que le recorría el cuerpo. En el vientre sintió el aleteo nada sutil del deseo.
«Me consumirá, en cuerpo y alma.»
En sus sueños, siempre le entregaba la virginidad a Louis. Pero no de ese modo. No con ese sentimiento de desesperanza ni con esa mirada inclasificable en sus ojos.
Él la cogió en brazos, la llevó hasta su dormitorio y la depositó suavemente sobre la gran cama medieval. Encendió unas cuantas velas y las colocó alrededor de la misma, en las mesitas de noche, en el vestidor, en la cómoda, bajo el retrato de Dante y Beatriz. Tras apagar todas las luces de la casa, desapareció en el cuarto de baño.
Julia quiso aprovechar la ocasión para mirar de nuevo las fotografías en blanco y negro, pero habían desaparecido. Las paredes estaban desnudas, con la excepción de la reproducción del cuadro de Holiday. Seis alcayatas eran los únicos testigos de la previa presencia de las fotos.
«¿Por qué las habrá quitado? ¿Y cuándo?»
Se alegraba de que lo hubiera hecho. Estaba segura de que a la luz de las velas habrían tenido un aspecto amenazador, casi satánico, mostrando de manera cruda lo que sería su destino, ya sellado. Sería un nuevo ser desnudo, sin nombre, sin rostro, sin alma... Sólo le quedaba esperar que la última foto, la más agresiva de las seis, no fuera lo que él tenía en mente para su primera vez.
¿Sería eso lo que querría? ¿Lo que le exigiría? ¿Le arrancaría la ropa, la pondría boca abajo en la cama, se clavaría en ella por detrás... sin ni siquiera mirarla a los ojos mientras le arrebataba la virginidad, sin besos, sin hacer el amor...? ¿Habría sólo agresión y dominación? Lo único que sabía de sus gustos sexuales era lo que había visto en las fotografías. Eso y que había descrito lo que hacía con las mujeres que llevaba a su casa como «follar».
A medida que el pánico se apoderaba de ella, la respiración se le aceleraba. Oyó una voz conocida en su cabeza burlándose y hablando de follar como animales.
Louis regresó con una camiseta de color verde cazador y unos pantalones de pijama de cuadros escoceses verdes y azul marino. Tras dejar un vaso de agua en la mesita de noche, retiró la colcha y levantó a Julia para volver a depositarla, esta vez, bajo las sábanas. Ella se encogió, pero él fingió no darse cuenta. Acercándose las piernas de Julia al pecho, le desató los cordones de las zapatillas deportivas y se las quitó, junto con los calcetines. Luego le acarició las plantas de los pies y los dedos, provocándole un gemido a su pesar.
—Relájate, Julianne. No te resistas. Se supone que debe ser agradable.
Mientras le acariciaba los pies, iba murmurando de vez en cuando. En algún momento, a Julia le pareció que decía la suaimmagine, pero no estaba segura. Su voz no era más que un murmullo, como un suspiro o una plegaria.
Se preguntó si se estaría refiriendo a ella o a Beatriz, y a qué dioses depravados debía de estar rezando. En silencio, les rogó que la ayudaran a escapar.
«Por favor, no dejéis que me consuma.»
—Creo recordar que te gustaron mis bóxers del MagdalenCollege. Están en el cajón de arriba, por si quieres ponértelos. A mí me van pequeños.
Julia inspiró por la nariz.
—Las fotos... las que estaban aquí... ¿es eso lo que esperas de mí?
Las manos de Louis se detuvieron en seco.
—¿De qué estás hablando?
Los ojos de ella se volvieron hacia el lugar donde había estado colgada la sexta foto. La expresión de Louis pasó de la sorpresa al horror.
—¡Por supuesto que no! ¿Por quién me tomas? —se defendió con un susurro ofendido—. Estás agotada. No quiero correr el riesgo de perderte una vez más, antes de tener ocasión de hablar. —Sonrió antes de continuar—: Quiero prepararte una bandeja de desayuno con perejil y gajos de naranja, no arrebatarte la virginidad. Desde luego, no así. —Parecía asqueado—. No soy un bárbaro.
Al ver que ella no respondía, le tapó los pies con las sábanas. Luego acabó de taparla hasta la barbilla y le dio un beso en la frente, como si fuera una niña.
—Tratemos de perdonarnos, por favor. Los dos nos hemos hecho daño y hemos perdido mucho tiempo. No perdamos más sacando conclusiones sin sentido.
Se levantó y se frotó los ojos.
—Aunque sé que es posible que mañana no haya cambiado nada —murmuró, perdido en sus pensamientos. Volviendo a la realidad, sonrió y le dijo—: Llámame si necesitas algo.
Mientras Julia daba vueltas, sola en la cama, él escuchaba música. Aunque ella no reconoció la canción, el sonido de unos arpegios que recordaban una cascada la ayudó a conciliar el sueño.
Más tarde, esa misma noche, Louis estaba tumbado en la cama de invitados, cubriéndose los ojos con un brazo, a medio camino entre el sueño y la vigilia, cuando notó un movimiento a su izquierda.
Un cuerpo cálido avanzaba hacia él y tiraba de las sábanas. El cuerpo se metió en la cama y se pegó a su costado. Notó unos rizos largos y suaves acariciarle el pecho, ahora desnudo. Oyó un suspiro satisfecho cuando un brazo le cubrió los abdominales y se quedó descansando allí. Louis besó la cabeza que estaba apoyada en su tatuaje y luego, con mucha cautela, le rodeó los hombros con un brazo y le apoyó la mano en la parte baja de la espalda, por debajo de la camiseta, hasta entrar en contacto con su piel suave y cálida. Notó unos hoyuelos justo por encima de la goma de los calzoncillos, que le iban demasiado grandes.
El cálido cuerpo volvió a suspirar y le dio a él un suave beso en la barba de pocos días que le crecía en el cuello.
—He tratado de mantenerme apartada —murmuró—, pero no he podido.
—Y yo he tratado de no lamerte el chocolate de los dedos —replicó Louis, con una voz que quería ser traviesa, pero no podía ocultar la tristeza—, pero no he podido.
—Hum —dijo ella, medio dormida, al recordar el chocolate—. ¿Por qué has descolgado las fotos de la habitación?
Él se movió inquieto.
—Porque me daban vergüenza.
—¿Y antes, no?
—Eso fue antes de que decidiera llevar un ángel a mi cama.
Unas manos soñolientas pero curiosas le acariciaron el pecho, explorándolo con suavidad, castamente. Dos alientos se unieron en la noche, salpicados por algún suspiro ocasional. Los latidos de dos corazones se sincronizaron al reconocerse el uno al otro. Y dos mentes atormentadas por fin encontraron reposo.
Justo cuando Louis se estaba quedando dormido, la oyó hablar en sueños. No eran palabras. Eran sonidos cada vez más asustados, que culminaron con la pronunciación de un nombre que no había oído hasta ese momento:
—Simon.
____________________________
Holaaaaaa!
¿Qué tal les pareció el capítulo? Y díganme ¿cuál fue su parte favorita?
¿Quien será Simon? :O
Chicas les quería contar que ya aprobé todos mis exámenes con buenas notas -hecha la nerd- y
Ya soy una nueva bachiller de la República a del Ecuador!!
Estoy muy feliz!! Esperando el viernes que es mi graduación :')
Comentenn
Las quiero muchooooooo <3
Besos :bye:
Última edición por karencita__mb el Vie 30 Mayo 2014, 3:56 pm, editado 1 vez
karencita__mb
Re: El INFIERNO de LOUIS [HOT] (Louis Tomlinson) [TERMINADA]
Nueva lectora, me ha encantado todo. Amo a este Louis y al mismo tiempo es tan...irritante. Pero tiene cierta aura misteriosa. Siguela<3
Annie Sykes
Re: El INFIERNO de LOUIS [HOT] (Louis Tomlinson) [TERMINADA]
Ola k ase;) como dicen acá en arg. :) que te puedo decir que me ha enacantado este capituloo fue muy emocionantee se podíapalpar la tensión y la seducción Que había entre los dos la verdad es que pensé que louiis la iba a hechar de la universidad. Nunca me espero lo que paso en su despacho,,todo fue como un flash y tuve que volver a leer para ver si me había equibocado >.< jaja soy una locaa :)
Todos lo que sucecido se podría decir que fue mi parte favoriita :) jaja
FELIICIDADES RECIEN GRADUADAA!!! Cuando tengas tu diploma súbelo. Para que lo veamoos. Queres??
Me despido hasta el próximo capituulo
besoos :D
pd: síguela síguela,,
Todos lo que sucecido se podría decir que fue mi parte favoriita :) jaja
FELIICIDADES RECIEN GRADUADAA!!! Cuando tengas tu diploma súbelo. Para que lo veamoos. Queres??
Me despido hasta el próximo capituulo
besoos :D
pd: síguela síguela,,
Anne.Payne
Re: El INFIERNO de LOUIS [HOT] (Louis Tomlinson) [TERMINADA]
Hola!!! felicidades!!!!!, me alegro mucho x vos, seguila cuando puedas me encanta muchooo la nove.... besos
Aby "a tomar la lechita"
Re: El INFIERNO de LOUIS [HOT] (Louis Tomlinson) [TERMINADA]
¡Por el amor del Dios!
Primero, Paul, eres y siempre serás un encanto y un amor, dado que es imposible que yo esté con Louis porque el ama a Beatriz... ¿Querrías honrarme con tu cariño y dulzura?Y ya de paso con tu cuerpo y tus besos... jiji En serio, Paul es un caballero andante solo que no lleva ni armadura ni caballo, es un encanto ha ido a enfrentar al terrible dragón para proteger a Julianne, es un amor.
¿En serio? ¿En serio, Louis? ¿Yo he estado peleándome con una envoltura de plástico y tu has sido capaz de romper una silla metálica? ¿Pero qué eres? ¿El increíble Hulk pero que siempre mantiene su porte y su elegancia?
¡Se han besado! ¡Se han besado! Ohhh yeeahhhhhh Ha sido un beso muy intenso, y la verdad creía que Louis iba a intentar llegar a más lejos, me esperaba que él no pudiera controlarse y que fuera ella quien lo obligara a parar, no me esperaba que el fuera capaz de controlarse.
Y vuelve a desmayarse... en serio chica, no sé, tómate vitaminas porque cada tres por dos te desmayadas... ¿tres por dos? ¿La expresión es tres por dos o dos por tres? Ummm.... ahora tengo esa duda...
Me ha encantado el final del capítulo cuando Julianne dice que no ha podido estar alejada de él y se ha metido en la cama. Ha sido super tierno y super añsldkjgljadñlfjlñksjf ya me entiendes jajaja
¿Que, quién es Simón? Pues es un teoría pero no creo que esté muy errada, teniendo en cuenta que está teniendo una pesadilla, que se ha mencionado muchas veces a un novio que le hizo sufrir mucho a Julianne y que tiene que pasar algo para que Louis se ponga celoso o se enfade porque en las novelas nunca nos permiten a los lectores no sentir angustia, tristeza y/o enfado en dos capítulos seguidos, pues será el exnovio de Julianne.
Me ha encantado el capítulo en serio, tienes que seguirla cuanto antes, tengo muchísimas ganas de leer el siguiente capítulo, en serio, no puedo esperar, tengo muchísimas ganas de saber qué le hizo ese Simón a Julianne, tengo que saber si fue algo lo suficientemente grave como para que tenga que encontrar la manera de entrar en la novela y partirle la cara, créeme, lo haría, jajaja
Sigue prontito la novela, ¿si?
Besos xxx
Bye!!!
PD: ¿Te acuerdas que te dije que suspendí matemáticas pero que luego aprobé el examen de recuperación? ¡He sacado un 7'8! Yeahhhhhh ¡me siento inteligente! Siempre que no piense en que al principio saqué un 3,3...jejeje
Primero, Paul, eres y siempre serás un encanto y un amor, dado que es imposible que yo esté con Louis porque el ama a Beatriz... ¿Querrías honrarme con tu cariño y dulzura?
¿En serio? ¿En serio, Louis? ¿Yo he estado peleándome con una envoltura de plástico y tu has sido capaz de romper una silla metálica? ¿Pero qué eres? ¿El increíble Hulk pero que siempre mantiene su porte y su elegancia?
¡Se han besado! ¡Se han besado! Ohhh yeeahhhhhh Ha sido un beso muy intenso, y la verdad creía que Louis iba a intentar llegar a más lejos, me esperaba que él no pudiera controlarse y que fuera ella quien lo obligara a parar, no me esperaba que el fuera capaz de controlarse.
Y vuelve a desmayarse... en serio chica, no sé, tómate vitaminas porque cada tres por dos te desmayadas... ¿tres por dos? ¿La expresión es tres por dos o dos por tres? Ummm.... ahora tengo esa duda...
Me ha encantado el final del capítulo cuando Julianne dice que no ha podido estar alejada de él y se ha metido en la cama. Ha sido super tierno y super añsldkjgljadñlfjlñksjf ya me entiendes jajaja
¿Que, quién es Simón? Pues es un teoría pero no creo que esté muy errada, teniendo en cuenta que está teniendo una pesadilla, que se ha mencionado muchas veces a un novio que le hizo sufrir mucho a Julianne y que tiene que pasar algo para que Louis se ponga celoso o se enfade porque en las novelas nunca nos permiten a los lectores no sentir angustia, tristeza y/o enfado en dos capítulos seguidos, pues será el exnovio de Julianne.
Me ha encantado el capítulo en serio, tienes que seguirla cuanto antes, tengo muchísimas ganas de leer el siguiente capítulo, en serio, no puedo esperar, tengo muchísimas ganas de saber qué le hizo ese Simón a Julianne, tengo que saber si fue algo lo suficientemente grave como para que tenga que encontrar la manera de entrar en la novela y partirle la cara, créeme, lo haría, jajaja
Sigue prontito la novela, ¿si?
Besos xxx
Bye!!!
PD: ¿Te acuerdas que te dije que suspendí matemáticas pero que luego aprobé el examen de recuperación? ¡He sacado un 7'8! Yeahhhhhh ¡me siento inteligente! Siempre que no piense en que al principio saqué un 3,3...jejeje
Rachel116
Re: El INFIERNO de LOUIS [HOT] (Louis Tomlinson) [TERMINADA]
nueva lectora siguelaaaaaaaa o ya me habia reportado ni idea sigue
tortugitastyles
Re: El INFIERNO de LOUIS [HOT] (Louis Tomlinson) [TERMINADA]
Nueva y fiel lectora---------------al leer el titulo me emocione ese libro y los demás son grandiosos..................y como no si ahora esta adaptada con uno de los sexys integrantes de mi banda favorita UNDI......siguela pronto besos.
Me llamo Jessica
Me llamo Jessica
Invitado
Invitado
Re: El INFIERNO de LOUIS [HOT] (Louis Tomlinson) [TERMINADA]
Amé el cap! Fue hermoso! <3
Mi parte favorita fue el final cuando Julia fue a dormir junto a Louis.
Creo que Simon es él.
Seguilaaa! :D
Me alegro por ti. ¡Felicitaciones! :)
:bye:
Mi parte favorita fue el final cuando Julia fue a dormir junto a Louis.
Creo que Simon es él.
Seguilaaa! :D
Me alegro por ti. ¡Felicitaciones! :)
:bye:
ᴍᴀʀ.
Re: El INFIERNO de LOUIS [HOT] (Louis Tomlinson) [TERMINADA]
Hi!!!
Quería comentarte que la semana que viene iré de viaje de fin de curso con mis compañeros de clase por lo que no podré conectarme y no podré comentar si es que has subido capítulo. Solo quería comentártelo para que no pienses que te he abandonado porque no es así. Si es que has subido cap (me harías muy feliz si subieras capítulo) la leeré y comentaré el próximo sábado o domingo.
Besos xxx
Bye!!!
Quería comentarte que la semana que viene iré de viaje de fin de curso con mis compañeros de clase por lo que no podré conectarme y no podré comentar si es que has subido capítulo. Solo quería comentártelo para que no pienses que te he abandonado porque no es así. Si es que has subido cap (me harías muy feliz si subieras capítulo) la leeré y comentaré el próximo sábado o domingo.
Besos xxx
Bye!!!
Rachel116
Re: El INFIERNO de LOUIS [HOT] (Louis Tomlinson) [TERMINADA]
Annie Sykes escribió:Nueva lectora, me ha encantado todo. Amo a este Louis y al mismo tiempo es tan...irritante. Pero tiene cierta aura misteriosa. Siguela<3
Holaaa!! BIENVENIDAAAA
Me alegra que te haya gustado todo
La sigo prontoo
BesOs
karencita__mb
Re: El INFIERNO de LOUIS [HOT] (Louis Tomlinson) [TERMINADA]
Aby \"a tomar la lechita" escribió:Hola!!! felicidades!!!!!, me alegro mucho x vos, seguila cuando puedas me encanta muchooo la nove.... besos
Holaaaa!!
Muchas gracias
La sigo pronto, ok?
Besos
karencita__mb
Re: El INFIERNO de LOUIS [HOT] (Louis Tomlinson) [TERMINADA]
tortugitastyles escribió:nueva lectora siguelaaaaaaaa o ya me habia reportado ni idea sigue
Holaaa!!
Si, ya me habías comentado luego desapareciste... Como sea
BIENVENIDA OTRA VEZ :)
La sigo prontooooo
Besos
karencita__mb
Re: El INFIERNO de LOUIS [HOT] (Louis Tomlinson) [TERMINADA]
chelsy escribió:Nueva y fiel lectora---------------al leer el titulo me emocione ese libro y los demás son grandiosos..................y como no si ahora esta adaptada con uno de los sexys integrantes de mi banda favorita UNDI......siguela pronto besos.
Me llamo Jessica
hola Jess, BIENVENIDAA
Siiii son lo mejor los libros
Las sigo prontooooo
Cuídate
Besos
karencita__mb
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