1900 -Harry Styles.

1900.

Nombre: 1900
Adaptación: Todo es mi idea
Autor: Anne
Género: Romance, misterio, ficción.
Advertencias: Lenguaje fuerte, drogas, sustancias alcohólicas, etc. No activaré tan seguido.



Capítulo 1


— ¡Harry Edward Styles! ¿No piensas bajar a desayunar? ¡Se te hace tarde! — Gritó Anne Cox a través de la puerta de la habitación del joven. Él sólo soltó un gemido de cansancio.
— ¿Te estás burlando, Harold? Tienes tres segundos para salir, o…
—Buenos días, mamá. — Rápidamente Harry salió de su habitación con el uniforme de su escuela y con su rizado cabello completamente arreglado. Anne se quedó perpleja.
—Tu… desayuno se va a enfriar, será mejor que te apresures— Harry nunca solía despertarse tan tarde, en realidad siempre era el primero en levantarse, después su madre, y por último su hermana mayor, Gemma. Eran sólo tres en la casa, y el hombre de ella era nada más y nada menos que Harry. Poco después de la muerte de su padre, él prometió cuidar de ambas como si fueran su propia vida, nunca dejaría que alguien les hiciera daño, ni siquiera un estúpido chico que se le quisiera acercar a Gemma.
— ¡Hola Gemm! — Saludó Harry a su hermana cuando entró a la cocina.
— ¡Hola Harold! — respondió Gemma mientras disfrutaba de un sándwich. Antes de que Harry pudiera probar un poco del pan tostado que tomó de su plato, alguien llamó a la puerta. Los hermanos se miraron con rivalidad.
—Tú ganas, yo abro. — Harry rodeó sus ojos y se dirigió a la puerta de mala gana con el pan tostado en sus manos.

Al abrir la puerta, Harry vio a sus cuatro mejores amigos en señal de espera. Niall, Zayn, Louis y Liam; todos con sus rostros cansados y adormilados. Harry siempre solía caminar a la escuela con ellos, siempre a la misma hora, o al menos casi siempre.
—Llegan tempano. — El muchacho le dio una mordida a su hogaza con mermelada.
—Uh… ¿Podrías darle comida a este hambriento hombre?— dijo Niall con un brillo en los ojos
—Llegamos a la hora de siempre, Styles, supongo que te has quedado dormido—  dijo esta vez Louis, mientras observaba con agrado cómo Harry y Niall se peleaban por el pan con jalea.
—Al igual que todos ustedes. — Styles se rindió y le dio su desayuno a Niall para finalmente salir de su casa y dirigirse a la escuela que tanto odiaba.


— ¿Entonces has soñado con esa tipa otra vez? — Preguntó Zayn sorprendido — ¿No será que el destino te quiere decir algo? — Todos lanzaron una mirada irónica hacia él.
—No sé qué quiera decir, pero me está volviendo un maldito loco. — Harry recordó la primera vez que apareció esta mujer, o más bien chica, en sus sueños. Cada vez se sorprendía de su continua capacidad de recordar sus sueños, incluso podía rememorar con claridad la cara de aquella muchacha. Recordaba un rostro deshecho, paliducho y enfermo, pero de alguna manera, Harry sabía que detrás de ese lívido semblante había algo hermoso y sensible —, pero no importa, sólo es un sueño— aludió el muchacho, y sus colegas lo miraron con pesadumbre.
— ¡Ey miren el lado bueno! Hoy es día de fútbol a última hora del día, eso significa… ¡chicas en shorts! — Animó Niall, haciendo que todos rieran al unísono.
— ¡Eh Nialler! ¿Recuerdas cuando entramos accidentalmente al vestidor de mujeres? — Louis rió a todo volumen mientras hablaba.
—Vamos, tengan más respeto— Regañó Liam Payne con una voz poco audible, sin embargo todos siguieron con su juego, excepto Harry, quien se mantuvo callado y hundido en sus pensamientos.





—Rowe.
— ¡Tengo que salir, Lucke! No puedo estar más tiempo con ese jodido monstruo.
—No hay más, Rowe ¿A dónde carajos irás si te vas? ¿Dónde vas a pasar la noche? —el muchacho de cabellera oscura pausó un momento y bajó su mirada —¿Nos vas a dejar?
Ella se le quedó viendo por un corto instante, resolviendo en su mente un laberinto engañoso que la llevaría a la mejor opción.
—Volveré por la noche, Lucke.
Rowe Chassier caminó con tan sólo su sombra persiguiéndola por la antigua y no tan agradable calle de Everett. La chica de piel blanca pecosa y cabello opaco, se encaminó hacia su pequeño refugio que la protegía de la gente; la gente de la calle que la miraba con desprecio sin ninguna razón y de su horrible tutora —quien era su tía, sin embargo para Rowe, considerarla parte de su familia era irritante e infame—. Eso era  lo que la chica temía, que nunca, absolutamente nadie viniera a buscarla a ella y a sus hermanos para llevarlos lejos de su tía Joyce, pero para Rowe quizá ya era tiempo de olvidar esos pensamientos y afrontar la situación.

La chica cruzó más de diez cuadras y un callejón descuidado para llegar al viejo y abandonado café de Everett. “Beatrice Galliano” era el nombre de la cafetería que había cerrado diez años atrás, tal vez más.

La puerta de madera astillada y maltratada estaba cubierta por tablones y clavos oxidados, sin embargo, el senil edificio contaba con unas escaleras que llevaban al tejado. Rowe comprobó que el sitio estuviera completamente vacío para comenzar a subir las escaleras de metal. Lo primero que la chica vio al terminar de escalar, fue otra puerta de madera cerrada.

El techo no era nada común. No estaba al aire libre. En realidad se puede decir que era una azotea; una azotea que en su momento pudo ser lo más hermoso de Everett. El lugar tenía tres ventanales —sin vidrio— un suelo de madera polvoriento y otra puerta pegada a la pared que daba a la planta baja. Ese era el refugio de Rowe.

Caminó admirando e ideando como sería la vieja edificación si no hubiera sido cerrada. Quizá sería el lugar más reconfortante y cálido de toda la zona, o tal vez solo otra de las cantinas negligentes de Everett. La chica se detuvo en el ventanal de en medio y contempló más allá de las calles anticuadas y horripilantes en las que vivía. Allí estaba el lado más sensible y hermoso de Holmes Chapel. Ahí estaba lo más tranquilo de la ciudad. Su deseo. Entonces la joven bajó un poco la mirada y pudo observar su realidad, Everett Falls Street. Rowe supo que todo aquello hermoso y alucinante que había estado observando, estaba demasiado lejos y que estaría condenada a vivir de manera encadenada en aquel lugar que siempre odió desde niña. Maldito Everett, maldita Joyce, maldita vida ,pensó la joven.





— ¡Styles, muévete! ¡Styles! — vociferó el entrenador; sin embargo, para Harry todo era inaudible, estaba perdido.  Él se mantuvo parado en medio del campo, con la vista perdida.
— ¡Styles! ¡¿A caso te has vuelto un idiota?! ¡Muévete o te pongo en la banca! — El coach lo tomó de los hombros con firmeza mientras le sermoneaba.
—Sí,entrenador— respondió Harry desubicado mientras intentaba despabilarse.
— ¡Ey Hazza! ¿Todo bien? — preguntó Louis a gritos desde el otro lado del campo.
— ¡Sólo admiro a las chicas con shorts!
—Otra de esas y te vas con la coordinadora, Harry. — Advirtió el entrenador mientras leía una lista de asistencia. Harry sólo sonrió de medio lado.
El joven comenzó a correr y participar en el juego, sin embargo, eran constantes las veces que se le venían a la mente los ojos oscuros de la chica, su cabello oscuro y brilloso, su piel blanca que dejaba a la vista algunas pecas, y sobre todo, sus finos labios rojizos.
Antes de poder patear el balón, la mirada penetrante de la joven intervino en su mente, haciéndole experimentar una fuerte caída.
Harry ahora se hallaba tirado en el pasto húmedo. Su mente sólo estaba concentrada en ella y sólo ella. Seguro ese simple sueño le iba a causar serios problemas.
— ¡Harry! ¡Harry! ¡Harold! — gritaba Louis mientras corría hacia él. Niall, Liam y Zayn igualmente se dirigieron al mismo destino.
—Estoy bien— dijo Harry mientras se sentaba con su mano en la sien.
—No lo creo niño valiente. — Bromeó Zayn. Al instante todos rieron, incluso Harry, quien le dio un amistoso golpe en la espinilla.
— ¡Styles! Necesitas ir a la enfermería ahora — ordenó el entrenador.
—No se preocupe, fue un buen golpe y ya. — Harry intentó levantarse, y al instante sus colegas lo ayudaron mientras reían.
— ¿Cuál es la gran gracia? — dijo el muchacho mientras mostraba una leve sonrisa.
—Hubieras visto ese golpe— Liam reía desenfrenadamente mientras se tapaba la cara con una sola mano. Harry se comenzó a carcajear.
—Vayámonos a casa, la clase está a punto de acabar— dijo Louis, aún divertido.
— ¿Vendrán a mi casa esta tarde? — preguntó Niall.
—A espiar a tu sexy vecina, ¡Seguro!
— ¡Pobre chica! ¡Merece privacidad! — Regañó Liam.
—Vamos Payne, sabemos que mueres de ganas…
— ¡Todo por una sensual vecina a medio vestir! — confirmó Louis.
— ¿Y tú Harry? — Todos lo observaron curiosos y ansiosos.
—Lo siento, es martes, tengo que cenar con Gemma y mamá, se los prometí.
— ¡Tú te lo pierdes, Styles! — Bromeó Zayn.
— ¡Denme detalles!
— ¡Claro que sí campeón! — Louis frotó los rizos de Harry.

Holiwis!!!!  

Cuando Harry llegó a casa, escuchó a su madre hablando con alguien. Supo que no era con Gemma; se trataba de la voz de un hombre. Harry cerró la puerta de manera silenciosa y caminó hacia el comedor. Sentía como su corazón se aceleraba con cada paso que daba.
Tal y como sus oídos le habían avisado, Harry vio a su madre jugueteando con una copa mientras conversaba con un hombre.  El tipo vestía con un traje aparentemente caro; no hacía falta averiguar para saber que su edad era pasada de los cuarenta y por supuesto, tenía una mirada humilde y encantadora, cosa que a Harry no le agradó.
— ¿Harry?
— ¿Mamá?— respondió el joven  en tono burlón.
—Pensé que llegarías a las cuatro. — Anne parecía tan sorprendida como Harry lo estaba por la visita de aquel hombre.  El joven no respondió, en vez de eso, mantuvo un juego de miradas retadoras con el tipo que se sentaba frente a su madre.
— ¡Oh! Déjenme presentarlos. Harry, él es Mike. Mike, él es mi hijo, Harry. — El tono de Anne parecía nervioso. Notaba que la visita que había traído a casa no era nada del agrado de su hijo, y sabía que las cosas se pondrían peores que unas cuantas miradas asesinas.
—Un gusto, Harry. Tu madre me ha hablado mucho de ti.
— ¿Así que se han visto más veces?
— ¡Harold!—dijo Anne entre dientes.
—Sí, hemos pasado un tiempo conociéndonos— Mike respondió a su pregunta como si no le molestara.
—Bueno, lo he invitado a cenar para que tú y Gemma lo conocieran. No se los dije porque pensé que sería una buena sorpresa.
— ¿Sorpresa?— Harry preguntó con incredulidad. La situación se tornaba incómoda. Le molestaba la idea de que su madre considerara traer a un hombre desconocido a la casa como una buena sorpresa para sus hijos.
— ¿Qué edad tienes, Harry?— Mike parecía intentar cambiar de tema.
—Deberías saberlo ya, ¿no dices que mi madre te ha hablado mucho de mí?
—Pues, supongo que se le ha olvidado decirme ese pequeño dato, pero me ha dicho que eres bueno en los deportes y que te gusta escribir. Cuéntame, ¿qué clase de cosas escribes? ¿Novelas, tus pensamientos, historias?
Harry sentía como sus puños se le tensaban. Estaba molesto con su madre, estaba molesto por el amable comportamiento de Mike y estaba molesto con el mundo. Nadie, ningún hombre había visitado a Anne y Harry odiaba pensar que tendría que convivir con una persona que ocupara el lugar de su padre. Detestaba la idea de ver a su madre destrozada por un hombre otra vez.
— No le importa. — Harry respondió con desdén. Sus ojos esteban fijos en los de Mike; pudo notar que eran de un color azul profundo, y  su mirada, estaba llena de pura amabilidad.
— ¡Harry! ¿¡Cómo te atreves!? ¡Discúlpate ahora con Mike!
— ¿Debería?— Harry alzó los brazos en señal de desesperación.
— ¡Deberías, Harold!
—No te preocupes, Annie. De hecho tiene razón, no debí preguntarle eso. — Mike parecía más divertido y relajado que nada.
— ¡¿Quién se cree este güey para decirte Annie?!
—Eso es todo, te vas a tu habitación; no te quiero ver aquí, y discúlpate con Mike — dijo Anne intentando conservar la calma. Era la segunda o tercera vez que Harry hacía enfadar a su madre de esa manera, pero esta vez se trataba por un completo desconocido que se sentaba en el comedor de su casa. Sentía un rotundo e innegable odio, sólo eso.
—Es preferible a estar aquí con él. — Anne soltó un bufido.
Harry salió del comedor como si no hubiera sucedido nada, de hecho, se sentía orgulloso de todas sus palabras. Estaba decidido, no permitiría que alguien le hiciera daño a su madre y no le importaba si el tal Mike tenía la actitud y la cara más relajada y amable.
Subió las escaleras otra vez hundido en sus pensamientos, dispuesto a pasar toda una tarde en su cuarto, seguro de que eso le serviría para pensar en silencio y tranquilamente. Al entrar a su cuarto, cerró la puerta de golpe y  enseguida se tumbó en su cama.
—Diablos, habría preferido observar a la vecina de Niall— se dijo Harry a sí mismo mientras hundía su cara en la almohada. Pensaba en los recuerdos de las peleas con su padre, en cómo veía a su madre llorar en la sala, de qué color sería la ropa interior de Julie —la vecina de Niall— y también pensaba en la chica que interrumpía constantemente en sus pensamientos. Su cabeza le daba vueltas y vueltas y no faltó mucho para que el sueño se apoderara de él y sus ojos comenzaran a cerrarse.


—Harold, es tarde. Despierta ya o no llegarás a clases. —Sólo se quedó inmóvil y envuelto en sus sábanas. Harry sabía que su madre seguía enfadada por lo de anoche ya que no solía decirle todo el tiempo “Harold.”
—Hoy me quedaré en casa má.
Harry sólo escuchó los pasos de Anne alejándose de la puerta. Había tenido un sueño bastante profundo y por primera vez en varias semanas, no vio ni una sola vez a esa chica. Por primera vez había dormido sin ninguna interrupción, sin ninguna respiración acelerada y sin sentir ansiedad. Había sido su noche más tranquila.
— ¿Harry? Mamá me ha dicho que no irás a clases ¿estás enfermo? — preguntó Gemma a través de la puerta.
—No, sólo me tomaré el día. Puedes irte ya, Gemma.
–Bien, sólo espero que te disculpes con mamá. No creas que no sé lo que pasó ayer. — Harry sintió un leve dolor de cabeza. Odiaba que su hermana no estuviera de acuerdo con deshacerse de Mike por el bien de su madre.
—Adiós, Gemma— dijo Harry aún con su cabeza dentro del cobertor.
Esperó a que Anne y Gemma salieran de casa para hacer lo que nunca había hecho. Debía salir a Everett Falling, el sitio más peligroso de Holmes Chapel. Muy conocido por sus constantes delincuencias, sus cantinas, bares, sexo fácil y por supuesto, si conoces tan bien estas calles como la gente que vive allí, podrías encontrarte con buenos sitios donde venden armas y drogas. Harry había pasado varias noches por Everett Falling pero nunca había estado por las mañanas; claro que con la luz del día el lugar es menos peligroso, pero nadie te asegura que por el día no te asaltarán o te harán algún tipo de maldad.
¿Qué hacía un chico como Harry Styles en Everett? Sencillamente por dos razones muy comunes en todo ser humano. Búsqueda de paz y tranquilidad. Aunque era difícil encontrar esas dos razones en aquellas calles, Harry podía encontrarlas sólo ahí. Salía desde su ventana por la noche cuando se sentía más intranquilo de lo normal. Cuando sentía esa enorme necesidad de alejarse de todos.

Cuando Harry dejó de escuchar pasos por toda su casa, se asomó por la ventana y comprobó que el auto de su madre ya no estaba. Respira hondo Styles, tú puedes hacerlo. Ya lo has hecho ,se dijo Harry a sus adentros. Había dos cosas que le preocupaban, que su madre no lo encontrara en casa cuando ella regresara y que por alguna extraña razón la escuela se enterara de la presencia de Styles en Everett Falling en horarios de clases.
Se vistió y tomó una cajetilla de cigarros que escondía en su armario; bajó hacia la cocina para comer algo antes de salir y finalmente dejó su casa sin volver a pensarlo dos veces.



—Voy a salir con mis amigas. Quiero llegar y ver la comida lista y la casa limpia. Más les vale que esté todo como les dije o les prometo que se quedarán tres tardes encerrados en su cuarto. — Cuando los padres de Rowe murieron, no había otro familiar, no había nadie que pudiera encargarse de ella y de sus hermanos más que su tía Joyce, una mujer que vivía sus noches en los bares de Everett. Probablemente llegaba casi todas las noches ebria y por si eso fuera poco, Rowe la había atrapado inhalando Speed. Aún era inexplicable como ella y sus hermanos no habían decidido dejar esa casa. Vivir debajo de un puente era mejor que vivir con Joyce.
—Tranquila, Joyce. Sabemos que no regresarás hasta las cuatro de la mañana. Entrarás a la casa ebria y con dos hombres muertos por acostarse contigo hasta en la alfombra polvorienta de la sala. — soltó Rowe. Su tía sólo le sonrío con superioridad y sin pensarlo le dio una bofetada. Lucke y Finn únicamente se tensaron, aguantando las ganas de defender a su hermana.
—Vuelve a ser irrespetuosa con tu tía y te prometo que la chica tirada en esa alfombra con dos hombres vas a ser tú.
— ¡¿Cómo puedes decir eso maldita loca?! — disparató Luke mientras se dirigía a consolar a su hermana. Rowe mantenía su mano donde su tía le había golpeado; no tenía intenciones de llorar ya que esas cosas sucedían muy seguido en esa casa a la que se veían obligados a considerar como un hogar. Sólo había un lugar que la podía calmar en ese momento, el único lugar que le ofrecía tranquilidad a sólo diez cuadras. Beatrice Galliano, pensó.  
Se apartó de Luke y corrió hacia la entrada. Llena de cólera tiró tan fuerte como pudo del pomo de la puerta para abrirla. Salió corriendo y sin mirar atrás.



Al llegar a su destino, Harry trepó por unas escaleras pegadas a la pared de un viejo edificio de ladrillo.  Una vez arriba, abrió una puerta que se encontraba enseguida. Puso sus pies en el último escalón y tomó con fuerza la perilla alargada de la puerta de madera para poder balancearse hacia adentro. Fue entonces cuando la tranquilidad empezó a invadirlo como si sintiera los rayos del sol en su piel en invierno. Estaba seguro que no había lugar en Holmes Chapel que se comparara con lo acogedor que le hacía sentir aquel lugar. Olía a madera húmeda con polvo, pero aun así, encontraba ese aroma el más agradable. Caminó hacia los tres ventanales que se encontraban hasta el fondo y se apoyó en uno de ellos. La vista, era hermosa.
Prendió un cigarro y disfrutó del paisaje. Pudo darse cuenta de la diferencia entre el Holmes Chapel en el que vivía y el Evertt Falling que le hacía sentir más calma que en otro lugar. Aspiró una vez más del cigarrillo hasta que escuchó que alguien venía. Nunca antes alguien había estado con Harry en la terraza del café Beatrice Galliano, ni si quiera se imaginó  que otro ser humano sabía de la existencia de ése lugar. No tenía idea de cómo reaccionar, sólo mantuvo su mirada en la puerta de madera. Entonces, ella entró.
Sus ojos se abrieron como plato, su corazón se aceleró y la impaciencia volvió. No podía creerlo, debía estar delirando; quizá se trataba de un sueño pero era cierto. Todo eso era cierto. Dejó su cigarrillo caer y observó durante un largo rato con sorpresa a la chica que había estado en sus sueños.




Tenía mucho tiempo que no subía capítulo (y este es el segundo xD) pero aquí está. Había olvidado este fanfic pero volví a leerlo y decidí retomarlo. Espero les guste este segundo capítulo o/