I can't love

por **Little lost girl** Sáb 15 Feb 2014, 5:38 am

FICHA OBLIGATORIA:

I can't love

Prólogo

ThanksTinkerbell

Malditoamor

Puñetero sentimiento. Todo el mundo puede amar, o eso dicen los que no me conocen. Ante la gran mayoría de personas, yo soy el símbolo del amor. Yo soy ese bebé gordinflón que siempre se pasea en pañales y con un arco con flechas. Si señoras, señores, me presento, soy Eros, pero por lo contrario a lo que todo el mundo piensa, soy una chica de ahora diecisiete años que lleva ropa y un arquito en el bolsillo. Sí, fui la nena regordeta de los pañales y el arco, pero de eso hace una eternidad. Y por el contrario a lo que todo el mundo piensa, nunca en mi vida he sentido amor hacia otra persona. Y diréis, ¿por qué no se dispara con una de sus flechas? Pues muy simple, yo tengo algo como si fuera una capa protectora que hace que mis flechas pierdan todo su poder antes de tan siquiera rozarme. Esto es un verdadero asco, os prometo que no es lo más bonito ver a todo el mundo a tu alrededor, disfrutando del amor de su vida, de esas caricias, de esos mimos y besos. Esa es la mayor tortura que le puedes desar a alguien. No ser amado por nada ni nadie y no poder amar a nada ni nadie en este mundo de locos, aunque yo normalmente esté en el Olimpo.

por **Little lost girl** Sáb 15 Feb 2014, 5:41 am

Hola, me presento:
Mi nombre es Blanca, soy de España y tengo quince años ;)
Bueno, espero que tenga éxito esta historia, aunque de todas formas la seguiré subiendo hasta que pueda :P
¡Bienvenid@s! A tod@ los que quieran leer :)

por **Little lost girl** Sáb 15 Feb 2014, 5:49 am

Capítulo I

Alzo mis alas blancas y mis ojos claros miran al horizonte. Todo el cielo se pinta de rosa y naranja. Es una vista realmente hermosa. El ver como se mezclan los colores en el cielo y como se tintan las nubes de un color rosado chicle. Me encanta ver amanecer, eso revitaliza mis ganas, es el único momento del día en el que me siento bien, el resto de horas las dedico a ver como la gente se enamora poco a poco y se hacen mimitos y carantoñas. Últimamente me paso las horas pensando en como sería eso de amar, porque yo pienso en ello y se me hace un vacío en la mente y en el corazón, es como si eso no existiera para mi. El cielo ya se esta tornando azul y decido despegar en busca de nuevas víctimas del efecto de mis flechas. Son las siete y entre las calles de la hermosa ciudad de Londres un par de buenos amigos comparten un café de camino al trabajo, el cual comparten. Agarro el arco y apunto a la mujer, estiro de la cuerda con un ojo cerrado y suelto sin más, la atraviesa y según lo que dicen los libros ha de haber sentido muchas ganas de besar a su amigo. Ella torna la mirada hacia él, él hace lo mismo y poco a poco se van acercando hasta que hay contacto. Salgo volando, siempre acaba igual. Volando encuentro a unos chicos que se les nota que tienen que estar juntos, por ende, vuelvo a repetir mi acción anterior y ellos acaban besándose apasionadamente. Me vuelvo humana y camino por las calles mirando a mi alrededor. Noto varias miradas sobre mi, es lo malo se ser diosa, la belleza que me otorgó Afrodita hace que aquellos que me ven se queden mirándome, para mi es una tortura más, porque es algo físico solo, no es nada interior. Llego a la cafetería de siempre. Es una cafetería toda de madera, las mesas son de color chocolate debido a la madera y todas tienen sobre si, el menú y un servilletero medio rojo medio plateado. Los sillones son rojos y mullidos, de piel dura y firme. La barra es una gran tabla de madera que esta toda llena de pequeños mostradores en los cuales, su interior esta repleto de dulces de todo tipo. De fondo puedes atisbar algo de salsas como: chocolate, vainilla, canela... Los chicos, que son tres, trabajan a gran velocidad. Sobre ellos, un gran cartel con todas las especialidades que contiene el menú. Miro y remiro el menú, aunque no entiendo porque lo hago, ya que pediré lo mismo de siempre, una gran taza de chocolate caliente. Llega mi turno y miro al chico rubio que viste un típico jersey navideño con un reno impreso en el pecho de este. Su gran acento noruego me deja sin habla por unos instantes hasta que lo miro a los ojos y pido lo de siempre. Solo al ver el color brillante y curioso de sus ojos, veo que me mira a los míos fijamente, ya que seguro que habrán cambiado de color como hacen de costumbre al recibir emociones fuertes. Se vuelve y en menos de diez minutos ya tengo entre manos mi preciado chocolate caliente. Le doy el primer sorbo y eso hace que mis iris se vuelvan del color de los chicles de fresa, rosas como la piel de los dibujos de cuando éramos pequeños. Bebo mi chocolate con toda tranquilidad y cuando voy a dar el último sorbo, algo interrumpe mi desayuno, un gran ruido me hace estremecer y miro hacia la puerta. Es él...

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