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Mensaje por Midnight. Jue 09 Ene 2014, 9:59 am

57 creepypasta

El llamado

¿Recuerdas El Llamado?
Seguramente no. Esto sólo sucedía en México y hace años que se tomaron acciones para que ya no ocurriese.
Algunos olvidaron, porque olvidar siempre es lo mejor. Otros se mudaron, lo más lejos posible para ya no escuchar.
Pero hay quienes seguimos aquí. Seguimos vigilando, asegurándonos de que los inocentes, los niños que deambulan alrededor y se consideran «valientes», no acudan y paguen un precio que no les corresponde a ellos.
En México, allá por los años 80s, tal vez desde un poco antes, comenzó la urbanización de zonas «sagradas», según la creencia popular. Esta urbanización se extendía hasta los camposantos (cementerios, para quien desconozca la palabra), construyendo y extendiéndose por sobre estos sin importar que se perturbase a las almas y los cuerpos de los difuntos; una buena cantidad de dinero desembolsada era usualmente lo necesario para calmar a los dolientes y a cualquier pariente que quisiera que se retirasen los restos del ser amado antes de que se construyese encima.
Cementerios fueron despojados de sus tierras para construir, en su gran mayoría, colonias sobre sus terrenos ricos en nutrientes gracias a los cadáveres que contenían y sus enormes árboles, que proporcionaban una sombra que más de una ciudad envidiaría.
Pero todo tiene un precio. SIEMPRE hay un precio cuando se decide vivir encima de quienes desean descansar en paz.
Cuando las colonias fueron terminadas y habitadas, sin que se supiese que aún había quienes descansaban debajo de sus suelos, las apariciones y los problemas comenzaron.
A diferencia de Estados Unidos, lo común de una casa mexicana es que carezca de sótano. Bastante conveniente, ya que de lo contrario en muchas partes se llevarían más de una desagradable sorpresa.
Sonidos de muebles moviéndose cuando estos continúan en su sitio; bolsas de canicas (antiguos juguetes que los niños de hoy desconocen) rodando por los techos de las viviendas. Incluso en mi secundaria, en el techo del segundo piso de varios salones, un día se escuchó con estruendo el sonido de pupitres siendo arrastrados para ser cambiados de ubicación. Sonará ridículo para los lectores, pero los profesores en común mencionaron que «los del tercer piso estaban siendo muy ruidosos»… hasta que un compañero presente les recordó que el edificio en donde nos encontrábamos sólo contaba con dos pisos, no tres.
De nuevo, por más inverosímil que pueda sonar, así tal cual sucedió.
Cosas así no se olvidan fácil.
Pero El Llamado… El Llamado fue lo más terrible que la urbanización del país nos trajo.
¿Nunca se han preguntado, quienes viven en México, por qué en ciertas zonas donde hay cementerios construyen una primaria a un lado?
Los demonios que deambulan siempre desean sacrificios. Mientras más jóvenes y crédulos, mejor. Y no hay nada más frecuente en un país como el nuestro, que la desaparición de un infante en la primaria.
¿Tampoco se han preguntado por qué los antiguos «foros» (escenarios de cemento) en donde se hacían las presentaciones infantiles siempre tenían un sótano? En un país en el cual los sótanos son cosa rara… ¿por qué los escenarios tenían sótano? La excusa popular fue: «es un espacio para guardar los mesabancos rotos y objetos que ya no se utilizan».
Todos sabemos que los bancos y demás utilidades sin función en las escuelas eran recogidos cada fin de semana. Incluso, había un cuartito acondicionado como bodega para ello. Entonces, ¿cuál era la necesidad de un sótano bajo un escenario de concreto?
Nosotros lo descubrimos.
Durante mi estancia en la primaria, había ocasiones en que sacaban cuerpos y ataúdes de los terrenos escolares. Nos decían que eran simples arreglos para el terreno, pero los niños no son idiotas como los adultos creen, ¿saben? Todos los veíamos y todos sabíamos lo que hacían. Y entonces…
Escuchamos El Llamado.
El sótano bajo el foro casi siempre tenía una puerta con candado para que nadie pudiese pasar. El sótano oculto debajo de éste no tenía luz y la única «ventana» (si se le puede llamar así) siempre estaba tapiada con tablas de madera. Pero todos sabíamos lo que contenía en su interior. Lo escuchábamos. En ciertos momentos del día, en el recreo, a la hora de Deportes o mientras nos dirigíamos a los baños, había «alguien» que nos llamaba al interior oscuro de ese sótano oculto.
Y cuando ocurría, el candado siempre se encontraba abierto.
Muy pronto aprendimos que quien entrase en el sótano, jamás saldría. Si había más de uno cerca, tratábamos de auxiliar a nuestro compañero atrapado, incluso llamando a los adultos pero cuando eso ocurría, ya era demasiado tarde: abrían la puerta y nuestro compañero se había ido. Solamente una vez logramos rescatar a una amiga, y fui parte de ello. Mientras aquella cosa la mantenía encerrada y asegurada, un grupo de compañeros forzaba el candado para abrir la puerta mientras otro grupo, entre los cuáles me encontraba, hacíamos lo imposible por hacer ruido y arrancar las tablas de la única ventana que cubría el otro lado.
Afortunadamente, esa cosa nos puso más atención a nosotros y mis otros compañeros lograron abrir con éxito la entrada principal, y nuestra amiga salió del terrible lugar. Aterrorizada, sucia, con rasguños y cortes, pero viva.
Al día siguiente se había mudado a Estados Unidos, y no volvimos a saber de ella hasta la secundaria, en donde el «foro» no tenía sótano y en donde no podría ser llamada de nuevo. Aunque volvió a irse a la semana, quizá por temor a que aquella cosa reconociese su presencia y desease vengarse de ella por haber escapado.
La cosa tiene muchas formas. ¿Han escuchado las ridículas historias sobre muñecas u otros objetos embrujados en México, que por más que tiras, quemas y demás, vuelven a aparecer? Recuerda que porque tú no lo vivas o veas no significa que no sea real. Yo lo viví, yo participé en varios intentos de su destrucción y aunque no conozco su verdadera forma, sé en cuál se oculta.
Si algún día visitas la primaria de Jesús Reyes Heroles, en Monterrey, México, descubrirás el viejo foro con las puertas cerradas. Si eres de los afortunados que no ha oído El Llamado y puedes entrar a éste, encontrarás una horrorosa y sucia muñeca en medio de los fierros retorcidos de los mesabancos rotos y basura de escombro esparcida.
No trates de deshacerte de ella. Ni siquiera trates de tomarla. La cosa siempre vuelve. Personalmente, la arrojé contra el fuego durante una quema de basura que la primaria había hecho y volvió a aparecer en su hogar, el sótano del foro. La arrojamos en el cajón de un carretonero de basura que pasaba, la vimos ser tragada por las bolsas y demás basura… para volver a aparecer al día siguiente en nuestros terrenos.
Aún está llamando. Nuestros gobernantes son más inteligentes y malignos de lo que se cree, saben que para obtener el permiso de construir sobre un camposanto, se necesita hacer un sacrificio que aplaque a las bestias espirituales que los rodean. Y saben que la desaparición de un niño que los alimente de cuando en cuando les permite sacar más dinero con la excusa de las «cuotas».
Por eso construyeron esos foros con sus sótanos malignos. Por eso permiten a los niños estudiar y moverse en esos lugares malditos, sabiendo que cuando la bestia esté hambrienta, sin importar la forma del objeto que tome, algún inocente acudirá
Y por eso, quienes sobrevivimos, aún rondamos cerca para tratar de detenerlos.
Sólo somos dos quienes continuamos aquí, deteniendo El Llamado.
Y no pienso irme de aquí hasta asegurarme de que esa cosa sea incapaz de tomar la vida de otro inocente.
Así que, si vives en México, asegúrate de revisar que el recinto al que confiarás a tu pequeño no tenga entre sus construcciones, ese vil escenario de cemento en medio de su terreno. Y si lo tiene, dale la revisión suficiente para asegurarte de que no contiene ninguna entrada a éste. Si es así, has oídos sordos a cualquier excusa acerca de que es una bodega o cualquier tontería semejante.
Aléjate del lugar.
No esperes a que sean tus hijos los siguientes sacrificios que acudan a su llamado.
Midnight.
Midnight.


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Mensaje por Midnight. Jue 09 Ene 2014, 10:04 am

58, 59, 60 creepypasta

El lipton maldito

Los ataúdes solían ser construidos con un agujero unido a 1.8 metros de tubería de cobre y una campana. La tubería permitiría respirar a las víctimas que hubieran sido enterradas bajo la impresión equivocada de que estaban muertas. En un pueblo pequeño, Harold, el sepulturero local, tras oír una campana sonar por la noche fue a ver si sólo eran niños jugando a ser espíritus; a veces también era el viento. Esta vez, no era ninguno de los dos. Desde abajo, una voz lloraba y clamaba por ser desenterrada.
—¿Eres Sarah O’Bannon? —preguntó Harold.
—¡Sí! —respondió la voz sofocada.
—¿Naciste el 17 de septiembre de 1827?
—¡Sí!
—La lápida dice que moriste el 20 de febrero de 1857…
—¡No, estoy viva, fue un error! ¡Desentiérrame, libérame!
—Lo siento por esto —dijo Harold, parándose en la campana para silenciarla y empezando a obstruir con tierra la entrada de aire por la tubería—, pero estamos en agosto. Quien quiera que esté ahí abajo, puedo estar seguro de que no sigues con vida, y no vendrás a la superficie.
Las prominencias




Las he tenido desde que era niño.

Puedo recordar estar muy consciente de ellas, esconderlas en mis bolsillos, debajo de libros y dentro de bolsas. Los niños en la escuela nunca me dijeron nada directamente, pero yo sabía que se reían a mis espaldas.

Recuerdo haberles pedido a mis padres que me llevaran al doctor para que las revisara. Las prominencias en mis manos parecían ser el elefante en el medio de la habitación para mi familia en ese tiempo, ya que mis padres solamente decían que yo estaba bien y cambiaban de tema. Sin embargo, yo sabía que no era así.

Traté de quitármelas cuando era pequeño, sin éxito. Tijeras, cuchillos, peladores de papa; tratar de cortarlas o rasparlas siempre era una causa perdida, no podía continuar por el dolor que me ocasionaba.

Pero hoy fue distinto. Es increíble cuán anestesiado puedes quedar con un par de torniquetes y una botella de Jack Daniells. Originalmente, pensaba usar un cuchillo filoso, pero luego me di cuenta de que tratar de cortar la piel de mis prominencias sería muy difícil en mi estado de ebriedad. Opté por el ligeramente más tecnológico plan B.

Debía hacerlo rápido. A esa altura ya estaba bastante torpe y comenzaba a sentirme mareado. Mis manos y antebrazos, azules por la falta de circulación, tampoco podían esperar demasiado. El sonido de la licuadora me ayudó a entrar en una especie de trance, listo para hacer lo que había querido hacer desde la primera vez que vi mis extrañas deformidades.

Primero metí mi mano izquierda. La sensación de las hojas afiladas cortando mi carne era estridente, pero me sorprendió lo bien que el alcohol estaba funcionado, esperaba que doliera más. Podía oír el metal desgarrando y cortando, yendo todo tal y como lo había planeado. Presioné mi mano contra las hojas con más fuerza. Todos esos malos recuerdos, toda esa vergüenza, todas esas cosas horribles ahora no eran más que una pulpa roja y espesa.

Interrumpiendo mi sentimiento de éxtasis, quité la mano antes de que las hojas llegasen a los nudillos. Sonreí, viendo mi nueva mano. Las prominencias se habían ido, todas y cada una de las cinco.



Contaminación



Irrumpió en la cocina, cubierta en sudor. Pensamientos atestando su mente. Pulso acelerado. «Dios, ¿me habrá seguido hasta acá?», pensó. «¿Cómo me encontró, para empezar?».

Pasó un momento. Una cosa era segura:

Él no estaba ahí ahora.

Su estómago se revolvió. Incluso alguien en su situación debía comer. La nevera dio un quejido mientras la abría. Revisó los estantes; un bote de té llamó su atención.

Tenía un sabor diferente que el usual. Examinó la etiqueta: té negro. Compró la marca equivocada. Se agachó, cogió algunas sobras. Encendió el televisor de la sala de estar en tanto las metía en el microondas. Las noticias de las cinco se escucharon de fondo. Podrían decir algo sobre él.

La trillada historia melancólica sobre la guerra; un candidato a la presidencia visitaría su ciudad pronto. Contó el tiempo para que su comida estuviese lista.

5, 4…

«Y, finalmente, hay una alerta de contaminación de alimentos para todos los residentes de la comunidad».

…3, 2…

«Un cargamento de té negro Lipton distribuido en tiendas locales ha dado positivo para el virus Ébola Solanum. Esta supercepa causa dolorosas llagas en los antebrazos, cuello e ingle, seguido de sangrado abundante por todos los orificios. El pronóstico una vez que se ha sido infectado es extremadamente desfavorable. El té fue retirado de las tiendas, pero cualquier residente que lo haya adquirido debe notificar a su centro de salud más cercano para que el producto sea eliminado de inmediato».

Abrió la nevera una vez más y tomó el envase del que acaba de beber.

Lipton. No era la marca que usualmente compraba.

«Él no está aquí ahora», pensó. El bote de té cayó al suelo.

Pero lo estuvo.




Midnight.
Midnight.


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Mensaje por Midnight. Jue 09 Ene 2014, 10:13 am

61, 62, 63, 64, 65 creepypasta

El niño que adoraba lamer

La lamida


Una joven se queda sola en casa acompañada de su perro. Estuvo mirando una película de terror antes de irse a la cama, así que decide traer a su perro para que duerma con ella en su habitación. Se acuesta en la cama y el perro se enrosca al pie de ésta. La joven lo acaricia desde arriba y su perro le da una lamida amistosa; ella ríe y eventualmente se queda dormida.
Por la madrugada, despierta al oír el sonido de algo goteando en su baño. Medio dormida, busca con una mano fuera de la cama a su perro y siente su lamida confortante, y regresa a dormir. Es despertada de nuevo por el sonido de goteo, saca una mano de la cama y siente la lamida reconfortante de su perro, y regresa a dormir. Una vez más, es despertada por el sonido de goteo.
Dispuesta a buscar la fuente del problema, se levanta de la cama somnolienta y camina hacia el baño; el sonido de goteo se hace más fuerte conforme se acerca. Llega al baño y enciende el interruptor de la luz, y es recibida por una vista estremecedora: colgando de la cabeza de la ducha está su perro, con su garganta abierta por la mitad y su sangre derramándose sobre la bañera.
Algo en el espejo del baño llama su atención, y ella se gira. Escritas con la sangre de su perro, están las palabras: «No sólo los perros lamen».
 
El médico


En el invierno de 1944, en Ardennes, a causa de líneas de suministro gravadas en exceso, un médico del ejército alemán se había quedado sin plasma, vendajes y antiséptico. Durante una ronda particularmente mala de fuego de mortero, su campamento fue un baño de sangre. Aquellos que sobrevivieron aseguraron haber oído, entre los gritos y órdenes vociferadas por su teniente, a alguien riéndose a carcajadas en un tono casi afeminado. El médico había completado su labor en una oscuridad opresiva, como tantas veces lo había hecho, pero nunca había tenido a su disposición esa limitada cantidad de reservas. No importaba. Él cumpliría con su deber. Siempre había estado orgulloso de su eficiencia. El bombardero redirigió su blanco a otras líneas de la tropa, y la mayoría de los hombres se echaron a descansar en la oscuridad, faltando algunas horas para el amanecer del día de Año Nuevo. Los hombres despertaron con los primeros rayos de sol, horrorizados. Descubrieron que sus vendajes no eran vendajes ordinarios, sino tiras de carne humana. Una buena parte de los hombres habían recibido transfusiones de sangre, aun cuando no había reservas de sangre disponibles; cada hombre atendido estaba cubierto completamente, de pies a cabeza, con el color rojo oscuro de la sangre.
El médico fue encontrado sentado en una caja de municiones, viendo a la nada. Cuando un hombre se le acercó y le dio una palmada en el hombro, su guerrera cayó revelando que grandes trozos de piel, músculo y nervio habían sido removidos de su torso, y su cuerpo había sido limpiado de sangre. En una mano sostenía un escalpelo, y en la otra, un catéter. Ninguno de los hombres tratados por heridas esa noche, en ese campamento, vio el final de enero de 1945.
 
El tercer deseo


Un hombre de edad estaba sentado a solas en un parque. No sabía qué dirección tomar, y había olvidado tanto hacia dónde se dirigía… como quién era.
Se había sentado por un momento para descansar sus adoloridas piernas, y de pronto alzó su mirada para ver a una mujer anciana enfrente de él.
Ella esbozó una sonrisa con su boca sin dientes y entre carcajadas, habló:
—Ahora tu tercer deseo. ¿Cuál será?
—¿Tercer deseo? —balbuceó el hombre—. ¿Cómo puede ser el tercer deseo si no he tenido un primer y un segundo deseo?
—Ya has tenido dos deseos —explicó la vieja bruja—, pero tu segundo deseo fue que regresase todo a como era antes de que hicieras tu primer deseo. Por eso no recuerdas nada; porque todo es como era antes de que hicieses algún deseo —se burló del pobre hombre—. Así que tienes un último deseo.
—Bien —dijo él, inseguro—. No creo lo que dices, pero no pierdo nada con intentar. Deseo saber quién soy.
—Gracioso —dijo la anciana mientras cumplía su deseo y desaparecía por siempre—. Ése fue tu primer deseo…
 
Memoria genética


Muchos íconos clásicos del terror, como los Xenomorfos de Giger y Cabeza de Pirámide de Silent Hill, entre otras criaturas inquietantes, comparten rasgos comunes. Piel pálida, ojos oscuros y hundidos, rostros alargados, dientes afilados, y semejantes. Estas imágenes inspiran horror y repugnancia en la mayoría, y lo hacen por una buena razón. Los rasgos que comparten estas imágenes están impresos en la mente humana.
Muchas cosas nos causan pavor por instinto. El miedo es natural, y no necesita ser reforzado para que pueda aterrorizar. Los miedos varían según las especies, y proceden de eras más oscuras en el pasado, cuando un relámpago podría significar la quema de tu casa, un estruendo podría ser el galope de una estampida que se acerca, los depredadores podían esconderse en la oscuridad y las alturas podían hacer de un paso en falso algo letal.
La pregunta que tienes que hacerte es la siguiente:
¿Qué sucedió durante las épocas ocultas antes de que la historia comenzase que podría afectar a la raza humana tan uniformemente como para dar a toda la especie un miedo profundo, instintivo y duradero hacia los seres pálidos de ojos oscuros y hundidos, dientes afilados y rostros alargados?
…Sólo ten cuidado ahí fuera.
 
El niño que adoraba leer


Una vez, había un niño que adoraba leer. Leía todo lo que llegase a sus manos, y le encantaba ir a su librería favorita. Un día, el niño se dio cuenta de que había leído todo lo que la tienda tenía para ofrecer. Se encontró con el propietario, y le preguntó si tenía algo que aún no hubiera revisado. El propietario le contestó que sí, lo tenía, y le presentó un libro titulado «Muerte». Se lo vendió con gusto al precio rebajado de cincuenta dólares. Sin embargo, le advirtió que nunca leyera la primera página. El niño regresó a su casa y leyó el libro, y estaba satisfecho. Pero siempre se preguntó qué podría haber en la primera página; era algo que siempre estaba en su mente. Un día, la tentación fue demasiada para él, y se colocó en la primera página, y dejó caer el libro HORRORIZADO.
Ahí, en negrita, decía PVSF 7.99$
Midnight.
Midnight.


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CreepyPastas {Terminados} - Página 6 Empty Re: CreepyPastas {Terminados}

Mensaje por Midnight. Jue 09 Ene 2014, 10:21 am

66 creepypasta

Dia del boton

Laura fue despertada por su padre, algo que no había ocurrido desde que era pequeña. A medida que sus pensamientos adquirían prominencia en su mente, se sintió segura de que había dormido sin ropa, y que su padre la había visto; pero para su alivio traía puesta su pijama celeste. Dios, ¿qué estaba haciendo aquí?
—Vamos —dijo él alegremente, abriendo las cortinas y dejando que la luz solar entrase—. Es el Día del Botón, ¿lo recuerdas? Vístete, ponte algo bonito. Nos vamos en una hora.
—Papá, ¿qué demonios? ¿No pudiste simplemente tocar? ¿Y si dormía desnuda?
No la volteó a ver, estaba muy ocupado admirando su jardín desde la ventana.
—Créeme, no es nada que no haya visto antes. Soy tu bendito padre, te he limpiado el culo demasiadas veces ya.
—No es el punto, papá —Laura se incorporó, refregándose los ojos, y recordó lo que su padre acababa de decir—. Papá, ¿acaso dijiste «Día del Botón»?
—Eh, sí. Qué, ¿se te olvidó? —Rió mientras se dirigía hacia la puerta—. No parabas de hablar sobre ello anoche.
Laura frunció el ceño, sin entender.
—¿De qué estás hablando?
Él negó con la cabeza, todavía sonriente mientras salía de la habitación.
—Vístete. El desayuno está listo.
La dejó sentada en la cama, con la sábana hasta sus pechos, y una mirada de confusión en su rostro. Eventualmente se levantó de la cama y empezó a probarse ropa que tenía a mano. Sonidos familiares le llegaban desde abajo: el traqueteo de ollas y sartenes, la televisión por lo bajo, las voces de su familia hablando entre sí, una breve y estridente risa —su hermano, sin dudas riéndose de la televisión—.
Subió la cremallera de sus pantalones y esperó pensativa un momento, antes de finalmente decir, «¿Día del Botón?».
En la planta baja, su madre estaba lavando los platos, tarareando para sí misma. Su padre y su hermano estaban sentados en la mesa, comiendo tostadas; su hermano vestía con una camisa blanca, y él nunca usaba camisas. Dudaba de que incluso tuviese una. Era una de su papá, la reconoció.
—¿Qué con la camisa? —preguntó, tomando una tostada, y los ojos de su hermano no se alejaron del televisor, lo que era típico de él.
—Es el Día del Botón, ¿no? —murmuró con la boca llena de tostada, y su madre se volvió para regañarlo.
—Mark, no hables con la boca llena —Vio a Laura y suspiró—. Laura, podrías haberte puesto algo mejor que eso. Al menos haber hecho el esfuerzo.
—¿Para qué? —dijo Laura; luego miró al techo, irritada—. Oh, espera, déjame adivinar. Día del Botón. ¿Me estoy perdiendo de algo?
Su madre negó con la cabeza, retomando su quehacer.
—No seas tan infantil, Laura. No te luce. Por favor, asegúrate de cambiarte antes de irnos.
—Quería ver a Michael hoy. No iré con ustedes, lo siento.
El silencio cayó sobre la cocina en lo que todos abandonaron lo que estaban haciendo, y la miraron sorprendidos. Con cautela, Laura dijo:
—¿Qué tiene?
—¿Estás loca? —la cuestionó su hermano—. No puedes salir hoy, ¡vendrás con nosotros!
—Laura, ¿has hecho planes? ¿Hoy, de entre todos los días? —preguntó su padre, cansándola.
—¡Sí, hice planes! ¿Qué demonios está sucediendo esta mañana?
Nadie le respondió. La miraban como si hubiese perdido la cabeza.
—¿Saben qué? Olvídenlo.
—Laura, detén esto, ahora mismo —le reclamó su madre—. Sabías perfectamente lo que íbamos a hacer hoy. Fue planeado desde hace mucho tiempo. Puedes simplemente llamar a Michael y explicarle por qué no puedes ir a verlo.
—¡De eso se trata! —gritó Laura—. ¿Qué le digo? ¡No sé por qué no puedo ir!
—Es el Día del Botón —dijo su hermano—. Ésa es la razón.
—¿Día del Botón? —voceó ella—. ¿De qué diablos están hablando? ¡Nunca oí sobre el Día del Botón! Todos están actuando como si… —Se detuvo de repente, comprendiendo. Su familia le estaba jugando una broma. Era un chiste. Sosegándose, le pareció como si un gran peso hubiese sido removido de sus hombros.
—Muy divertido, chicos —dijo ella, con su voz tranquila y serena—. En serio caí. —Se giró y salió del cuarto, dirigiéndose hacia la puerta principal. Mientras iba, escuchó la voz de su madre llamándola.
—¡Laura! Por favor regresa en una hora, no podemos irnos sin ti, ¿está bien?
—Claro, claro —respondió yéndose—. No querría perderme el Día del Botón, ¿verdad?
Podía ver la casa de Michael desde aquí, con la cerca blanca y el amplio jardín de la entrada. Empezó a trotar, ansiosa por verlo. Al cruzar la calle la puerta principal se abrió y Michael salió con una expresión de sorpresa en su rostro. La había visto venir desde su casa.
—Hey, ¿qué ocurre? —preguntó Laura, y para su aflicción, él se veía ligeramente enojado.
—No deberías estar aquí —le dijo.
—¿Qué, nos peleamos, y lo olvidé?
—Me dijiste que hoy era el Día del Botón de tu familia —dijo, y hubo un movimiento detrás de él.
Laura parpadeó, con la boca entreabierta por la impresión. Una chica rubia fue hacia la puerta y escabulló su brazo alrededor de Michael. Estaba usando una camisa para dormir y nada más, y su cabello estaba despeinado.
—Vete a casa —dijo la rubia, y Laura retrocedió, parpadeando para contener las lágrimas. Michael no le devolvió la mirada, así que se dio la vuelta y corrió.
Se topó con su madre justo cuando iba a entrar a su cuarto. Ella atrajo a Laura a su cuerpo, sosteniéndola mientras sollozaba.
—Lo sé, lo sé. Déjalo salir —le acarició el cabello, meciéndola un poco.
—Los hombres son unos bastardos, ¿no es así? —Laura retrocedió para mirar a su madre, sobándose las lágrimas—. ¿Te enteraste…?
—Acabas de volver de su casa en un mar de lágrimas. No hace falta un genio para entender lo que pasó.
—Se consiguió una rubia. ¡Una rubia! ¡Apuesto que por eso quería que me tiñera el cabello!
Lloró un rato más, y su madre la sostuvo.
—Ya está, ya está. Vamos. Empecemos a cambiarte para nuestro viaje.
—¿Así que vamos a salir?
—¡Por supuesto que sí! Aquí tienes, ésta es una blusa linda. La mejor que tienes, me parece. Pruébatela, quiero que nos veamos como nunca para nuestro Día del Botón.
De inmediato recordó a Michael mencionando también el Día del Botón. Esto no era una broma. Era real. Todo era real, y no tenía idea de lo que estaba pasando.
—Mamá, escúchame un momento. Algo está mal.
—Lo sé. En serio te gustaba, sé que sí. Es terrible que te haya molestado en este día justamente.
—Eso es, Mamá: no sé nada sobre el Día del Botón. Nunca lo oí, ¡y desde esta mañana pienso que soy la única persona que no tiene ni la más remota idea de qué está sucediendo!
—Bueno, siendo honesta, yo tampoco soy una experta. Sé que fue una idea del Gobierno para combatir la…
—No, no. Me refiero, a que no sé de él. En lo absoluto.
Transcurrió un silencio incómodo, en el cual su madre la miró por un largo tiempo. Su boca formaba una línea rígida. Cuando finalmente habló, su voz estaba calmada.
—Sé que estás triste, así que no le haré caso a tu pequeña broma, ¿está bien? Sólo cámbiate; aquí está tu blusa, te veré en el auto en cinco minutos. Te estamos esperando.
Su madre se marchó, dejando a Laura sola y asustada, con su mejor blusa entre sus manos temblorosas.
Lo siguiente que recuerda es que estaba en el coche. Todo acontecía de una manera tan fluida y despreocupada que cada vez se sentía más incómoda. Podía ver su entorno con extremo detalle, a cámara lenta: la pelusa en la manga de su madre, un poco de barba que la máquina de afeitar de su padre había dejado, una grieta en el pavimento mientras andaban. De pronto se sintió más lúcida de lo que jamás se había sentido en toda su vida; pero era incapaz de hablar, siendo impedida por su propio cuerpo.
En alguna parte de lo más profundo de su ser, aún creía que todo era una broma, un enorme y elaborado engaño. A medida que se estacionaban frente a un edificio blanco con forma de caja, esa esperanza se desvaneció.
—Aquí estamos —dijo su padre con alegría, y actuando como si estuviesen en la playa, su familia salió del coche, charlando animadamente. Se dirigieron hacia la puerta principal y les siguió el paso. Un letrero se alzaba frente a ellos: «PROPIEDAD DEL GOBIERNO. MANTÉNGASE ALEJADO». Vio las cámaras de seguridad filmándolos, y se apresuró a la entrada.
—Hola, somos los Krandalls. Estamos aquí para nuestro Día del Botón —dijo su papá, y la recepcionista le sonrió.
—Siga, señor. Sólo continúe caminando hacia allí.
Su padre le agradeció, y se fueron por un largo pasillo iluminado, decorado con placas de bronce que brillaban. Había algo grabado en todas ellos, bloques y bloques de texto, y Laura se acercó mientras caminaba para ver de qué iban —vio su reflejo mirándola de vuelta, y bajo las intensas luces fluorescentes, se veía demacrada—. Nombres. Cientos, miles de nombres, uno después de otro. Hogg. Wilson. Carpenter. Buxton. Bell. Palmer. Rowe. Brown. La lista seguía, aparentemente sin fin.
El pasillo los condujo a un salón blanco con cuatro pequeños pilares, cada uno con un botón rojo encima, y más allá había un largo y pulido escritorio negro, con tres funcionarios del gobierno esperando. La insignia del Gobierno colgada en una enorme pancarta en la pared. El cuarto permanecía en silencio, y estéril.
Laura vio a su familia caminar todos hacia un pilar, mirando expectantes a los funcionarios, guardando un pilar para ella. Con su propio botón. Temerosa, caminó hacia él, notando al llegar que el suelo estaba ligeramente inclinado en dirección a un desagüe del que no se había percatado antes. Uno de los funcionarios habló y su voz resonó en el espacioso cuarto.
—Familia Krandall. El Gobierno ha decidido que éste sería su Día del Botón. Les agradecemos por el sacrificio que hacen por su país, y por su gente. Sus nombres se unirán a aquellos en el largo pasillo dedicado a su honor.
—Nos enorgullece —dijo su padre, y su madre asintió, con sinceridad. Su hermano se veía como si estuviese a punto de llorar por la emoción.
El funcionario continuó.
—Entonces por favor, a su debido tiempo, presionen los botones. Que Dios esté con ustedes.
Su padre se volvió para mirar a su esposa, su hijo, su hija, y sonrió.
—Iré primero, para mostrarles lo fácil que es. —Presionó el botón de su pilar, y éste se hundió con un ruidoso y satisfactorio clic.
Mientras Laura observaba, la cara de su padre se tornó roja, como si hubiese estado corriendo. Recordó con qué rapidez él se ruboriza al hacer ejercicio, y supuso que simplemente había caminado muy deprisa en el pasillo, o algo así. Fue entonces cuando una lágrima carmesí se deslizó por su mejilla, y cayó en el duro suelo blanco.
Laura miró, petrificada, cómo empezó a derramarse sangre de los ojos, nariz, orejas y boca de su padre. Corría por su camisa, por el cinturón que le había regalado para su cumpleaños y por sus pantalones. Salpicaba el suelo. A un mismo tiempo, sus ojos reventaron como ciruelas pasadas y colgaron de sus mejillas, aún conectados a su cuerpo por filamentos rojos.
En lo que él se desplomaba, su madre y su hermano se miraron sonriendo, y presionaron sus botones. Se giraron hacia Laura, sosteniendo sus manos, mientras sangre caía de sus ojos y nariz, y manaba de su boca. Asumieron que ella había apretado el suyo, también.
Laura tomó aire para gritar, pero el suave «pop» de los globos oculares de su hermano y su madre le hicieron un nudo en la garganta. Cayeron de espaldas, aterrizando uno sobre el otro. La sangre se canalizaba en el drenaje, que bebía tranquilamente.
Todo fue silencio.
—¿Señorita Krandall?
Paralizaba, vio a los funcionarios observándola con atención.
—Señorita Krandall, la sobrepoblación está destruyendo nuestras ciudades y pueblos. Su país necesita de su acción hoy.
Los miró con los ojos completamente abiertos. A su lado, la mano de su hermano tembló, el último de los impulsos nerviosos se desvaneció. La sangre ya estaba empezando a coagularse en las cuencas de sus ojos.
El funcionario se paró lentamente, y ella notó que era un hombre alto. Más alto que la mayoría, sin duda.
—La humanidad ha llamado —dijo, con un tono de voz que descendió a casi un susurro. El mundo se había reducido al botón bajo sus dedos. Era suave y rojo. Presionable.
—¿Va a responder?
Midnight.
Midnight.


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CreepyPastas {Terminados} - Página 6 Empty Re: CreepyPastas {Terminados}

Mensaje por Midnight. Jue 09 Ene 2014, 3:23 pm

67 Creepypasta

CeaseToExist.mp3


Sé que es difícil creer en algo cuando no se tienen pruebas, sobre todo si se trata de un asunto en el que los hechos parecen fragmentos de una historia de terror. Sin embargo, debo compartir esto con el mundo; todos deben conocer los peligros que acechan a los cibernautas curiosos y ávidos de nuevas experiencias, todos deben saber las consecuencias de tomar una decisión sin reflexionarla. Hago esto con la finalidad de prevenirlos.
Soy una personas cuya vida ha estado plagada de vicios. Siendo relativamente joven, puedo jactarme de haber probado casi todo, desde alcohol y drogas hasta extrañas prácticas sexuales y experiencias «extracorporales». Pero llega un momento en el que termina el encanto, la novedad de lo desconocido, y por tanto pierde su efecto. Arribar a la cumbre del vicio y darte cuenta de que, aun mezclando sustancias, no existe más que una efímera sensación cuya experimentación se vuelve una aburrida rutina, es lo más decepcionante del mundo. Ahora creo que es mejor quedarse en los límites de lo conocido y no ahondar en cosas que podrían destruir la mente.
Hace dos o tres años, no recuerdo, comencé con los sonidos binaurales. Primero probé lo básico como el I-Doser, después busqué otros que me brindaran experiencias más «fuertes». Fue así como encontré diversos tipos de frecuencias en la web normal y la profunda, todos con una extensa gama de sensaciones las cuales no tardé en agotar. En sólo unos meses había experimentado en su totalidad las sensaciones que esos audios ofrecían.
Hace unas semanas que revisaba mi correo electrónico, encontré en la bandeja de entrada un mensaje de un tal «James Webber» con el asunto «Nueva dosis que debes escuchar». Creyendo que se trataba de spam, eliminé el mensaje sin verificar su contenido. Repentinamente, ese sujeto «James» me envió un mensaje instantáneo (lo cual me sorprendió, pues no lo tenía como contacto) preguntándome si no tenía curiosidad de probar aquella dosis. En otra ocasión hubiera bloqueado a aquel individuo e ignorado su oferta, pero encontré divertido su intento por venderme algo que no era novedad para mí. Le respondí cuestionándolo acerca de «lo nuevo» del audio, y mencioné que ya había escuchado todo tipo de frecuencias. «No como esto», repuso. Al momento, envió un link que dirigía a un servidor ruso de almacenamientos de archivos: «Te ofrezco una dosis gratis para que lo compruebes».
Pensé en terminar con el asunto. Lo más probable era que el archivo fuera un virus y aquel sujeto alguien que buscaba perjudicarme. Pero, como si hubiera leído mis pensamientos, envió otro mensaje, «Puedes confiar en que todo estará bien. Pertenezco a un colectivo que apenas está comenzando y necesitamos apoyo para seguir. Si no te gusta, no volveremos a molestarte». Dudando y con cautela, hice clic. El archivo para descargar estaba comprimido en formato RAR y su nombre era muy extraño, tenía más de veinte letras y números que parecían haber sido elegidos al azar. O quizás no. Terminó de descargarse en menos de un minuto y lo abrí para comprobar que no corriera peligro. En el archivo comprimido había una carpeta de nombre semejante al anterior, y dentro, un audio titulado «CeaseToExist.mp3» con un .txt que decía «Instrucciones». Descomprimí ambos archivos y leí las instrucciones. Al escucharlo, tenía que estar acostado bocabajo con los ojos vendados, el audio a tope, usar audífonos. Aunque la última indicación me llamó especialmente la atención: «Concentrarse en el audio hasta llegar al borde del sueño. Cuando esté a punto de dormir, cambiar su posición a boca arriba». La nota terminaba ahí. Sin más, decidí hacerlo… No tenía realmente nada que perder. Coloqué la pista en el reproductor e hice todo lo que indicaba la nota. Sin ver su duración, presioné play.
En un inicio la pieza no presentaba nada fuera de lo común; abría con un ruido parecido a la estática de un televisor, típico en la mayoría de los audios de este tipo. Luego de unos momentos, el ruido comenzó a disminuir mientras un débil tañido de campanas se apreciaba al fondo. Aquel sonido aumentó gradualmente, y fue alentándose hasta que se convirtió en una sencilla melodía. Distinguí algunos repiques más graves que otros, y prestando más atención me di cuenta de que eran tres notas musicales, do, re, fa, do, re, fa… Ese simple arreglo parecía un trozo de una melodía de cuna, tan agradable que me abstraje en aquellas y dejé de escuchar el molesto ruido del fondo. Los armoniosos acordes provocaron que comenzara a dormitar y estaba por abandonar mi estado de conciencia cuando el recuerdo de las indicaciones me cruzó la mente como un rayo: tenía que cambiar mi posición. Con pesadez, giré lentamente mi cuerpo, desde el torso hasta los pies, de modo que mi cara quedó frente al cielo. Los sonidos continuaban deleitando mi oído, mi respiración era cada vez más pesada y mi corazón latía con igual lentitud; me encontraba relajado como nunca en mi vida. Después de unos segundos comencé a sentir cómo se iba elevando mi cuerpo. Sentí que flotaba en el espacio… un efecto similar produce la dosis Zero Gravity, pero no en la magnitud en que yo percibí aquella levitación. Dejé que las ondas sonoras continuaran haciendo su trabajo sobre mi cerebro mientras los tañidos comenzaban a perder intensidad. Mi respiración apenas era perceptible, mis terminaciones nerviosas disfrutaban de una suavidad incomparable, parecía que mi cuerpo reposaba en una nube tan tersa como ninguna otra. Mis labios se movieron para formar una sonrisa en señal de alegría por tan apacible ambiente. No quería que todo terminara abruptamente, volver a enfrentarme a una vida tan insulsa y carente de sentido… no quería cambiar el Edén por la abyecta Tierra que no tenía nada más para ofrecerme que decepciones y tristeza. Intenté abrir mis ojos, pero fui incapaz de hacerlo —me encontraba tan extremadamente sosegado que, de no haber sido por aquel débil y mecánico golpeteo que se escuchaba en mi pecho, hubiera asegurado que estaba muerto—. Al igual que mis párpados, el resto de mis miembros continuaban sumergidos en el trance, inertes por voluntad propia, inconexos con mi mente y pensamientos. Aspiré profundamente y, mientras exhalaba el poco aire que hizo su camino a mis pulmones, mis piernas comenzaron a tener pequeños episodios de espasmos musculares. De igual manera los músculos de mis brazos se contrajeron involuntariamente a la vez que la temperatura de mi cuerpo empezó a elevarse; al parecer no todo se trataba de armonía y felicidad. Mi frecuencia cardíaca se aceleraba gradualmente, el zumbido se acrecentaba a cada centímetro que descendía. Al cabo de unos momentos se volvió insoportable para mis tímpanos, tan intenso que aún no entiendo por qué éstos no reventaron al percibirlo. Intenté mover mis miembros: no podía siquiera abrir los párpados. Mi cuerpo se encontraba tenso, inerte, totalmente rígido y con un dolor agudo, sobre todo en las muñecas y tobillos, un malestar parecido al que experimenta una persona que padece artritis.
Quería gritar, pero mis labios no respondían a la orden de mi cerebro ni mi garganta producía sonido alguno, como si mis cuerdas bucales hubieran sido arrancadas de su lugar. Me estaba ahogando por la opresión incesante sobre mis pulmones, me estaba literalmente evaporado debido al infernal calor que abrasaba mi piel, mi corazón latía con tal ímpetu que las palpitaciones parecían auténticos puñetazos, como si mi órgano hubiera intentado quebrar el esternón y las costillas para huir del pandemónium en que se había transformado mi cuerpo. Una lágrima se escapó de uno de mis ojos y resbaló lentamente por mi rostro —mi piel ardía intensamente por donde había pasado, como si hubieran vertido una gota de ácido sobre mi cara—. La presión se extendió por todo mi cuerpo, ahincando en mi cabeza, pues mis párpados comenzaban a abrirse debido a que mis globos oculares estaban a punto de salirse de su órbita.
No podía soportar más, había traspasado los límites de la resistencia humana, había cruzado los extremos del sufrimiento, llegado a un punto en el que no sabía si continuaba vivo o me encontraba agonizando en los confines del Infierno. Lo último que escuché, fue el intento de mis pulmones por introducir aire fresco, esforzándose desesperadamente por conseguir un poco de sustento.
Exploté. O al menos, eso creí cuando recobré conciencia de mi ser. Afortunadamente, todo había cesado. La presión, el ardor, el dolor… todo lo que me había atormentado, se había ido. Sí, todo había desaparecido, inclusive mi cuerpo; no sentía mis piernas ni mis brazos, tampoco mis oídos y ojos. No escuchaba mi respiración ni los latidos de mi corazón, en realidad, no sabía si estaba escuchando, viendo, tocando, oliendo, saboreando o haciendo todo eso al mismo tiempo. Es casi imposible describir lo que pasé… lo que pasé ahí, es muy difícil comprender, incluso para mí, cómo yo era absolutamente nada en el infinito vacío… Como si hubieran encerrado a mi mente en una región sin límites ni extensión. Al principio, lo único que, podría decirse, “percibía” eran unas figuras amorfas las cuales seguían a mis pensamientos. Me concentré en una de ellas, era una especie de círculo deformado. Era gris, un gris tan opaco que no soportaba, así que lo imaginé verde. Y verde fue. Las otras figuras aparecían y desaparecían, dependiendo de la atención que les brindaba. Todo lo que existía y estaba era directamente proporcional a la medida en que yo lo creía; podía creer en un círculo rectangular y ante mí surgía la figura impensable e ilógica, en una gama de colores inconcebibles para la imaginación humana. Tuve más de cinco sentidos, inventé sentidos para percibir mis propias creaciones. Hice todo en un momento, el último momento que recuerdo, pues lo que siguió a ese lapso fue tan extraño que mi mente colapsó en medio de la confusión. En ese fragmento, creí haber conocido la esencia de Dios… Lo que prosiguió a este episodio quedará encerrado en mi memoria hasta el día de mi muerte. Me tomó algo de tiempo y mucho esfuerzo rememorar cómo había vuelto del caos. Recuerdo vagamente el sonido de un golpe, como si algo pesado hubiera caído al suelo, lo cual atrajo mi atención en ese instante. Estaba recobrando consciencia de mis sentidos, recuperando la lucidez que había extraviado. Escuché entonces otro sonido similar al anterior y de la misma manera sobrevinieron más, como si alguien hubiera golpeado un tambor repetidas veces para ayudarme a salir de la locura. El golpeteo fue acelerando de manera paulatina hasta formar una especie de ritmo. Mientras aquella salvación auxiliaba a mis sentidos para encontrar algo de coherencia, un intenso resplandor surgido de la nada irrumpió en el escenario, lacerando mi vista y aclarando mi mente. La luminiscencia aumentó al grado que, instintivamente, los bordes de mis labios se separaron para proferir un grito desde el fondo de mi garganta, debido al ardor que me provoca. Mis ojos comenzaron a distinguir una forma borrosa de color negro, que poco a poco fue transformándose en un objeto concreto: una lámpara de techo. Al momento de reconocer aquella figura mi garganta cesó de gritar y aspiré una bocanada de aire, con tanta desesperación, que parecía haber sido la primera vez que respiraba. Me incorporé violentamente; mi corazón, que me había salvado de la locura, latía con frecuencia excesiva, mi cuerpo estaba empapado en sudor y temblaba incontrolablemente. Cerré mis párpados e intenté regular mi frecuencia cardiaca y respiratoria. Después de unos momentos logré apaciguar un poco a mi corazón y pulmones, abrí los ojos y pude discernir mucho mejor los objetos y colores. Con lentitud, bajé mis pies e intenté pararme pero mis lánguidas piernas fueron incapaces de sostener el resto del cuerpo. Caí de bruces y con mucho dolor me arrastré hasta el baño, y apoyándome en el lavamanos, logré ponerme de pie y me recargué en él para evitar otra caída. Aún estaba temblando y jadeando, tuvieron que pasar varios minutos antes de que pudiera ejercer control sobre mis movimientos y horas para recuperar la calma en totalidad. Cuando recobré fuerza, elevé mi vista al espejo y observé detenidamente mi rostro: en mis facciones aún estaba dibujado un gesto de estupor y desconcierto, mi piel estaba pálida, gruesas gotas de sudor corrían por mis pómulos y frente, las pupilas de mis ojos se encontraban dilatadas. En ese momento supe que nunca volvería a ser el mismo de antes, jamás podría vivir en tranquilidad ni tener un momento de paz por lo que me restara de vida. Estuve contemplando mi cara por un tiempo, hasta que mi cuerpo dejó de tambalearse. Me enjuagué el rostro, salí del baño un poco aturdido y fui directamente a la habitación. Mi laptop, la única testigo de la horrible vivencia que acababa de pasar, se encontraba hibernando.
Dormí poco esa noche, no podía conservar la calma, ni siquiera en mis sueños. Lo primero que hice la mañana siguiente fue abrir la laptop. Verifiqué la duración de la pista en el reproductor de multimedia y gran sorpresa me llevé cuando noté que, lo que me había parecido una eternidad, no duraba más de cinco minutos. Cerré la aplicación y eliminé el archivo de audio. El navegador también se encontraba abierto, maximicé la aplicación y estuve a punto de cerrarla cuando vi una notificación de un mensaje instantáneo de la persona que me había proporcionado el audio, preguntando si había disfrutado la experiencia y si estaba dispuesto a probar la versión completa. Me sorprendí al ver tal invitación; respondí que no estaba interesado, que tenía suficiente para toda una vida con lo que había experimentado. Sin embargo, él continuo insistiendo, por lo que yo, enojado, le escribí: “¡No compraré su maldita mierda!”, a lo que repuso: “No queremos venderte nada. Lo que nos interesa es analizar los efectos, estudiarlos. Si aceptas nuestra invitación, te haremos algunas pruebas inocuas como, por ejemplo, resonancias magnéticas, y a cambio tú podrás experimentar toda una galería de sensaciones y estados que ni siquiera imaginas…”. Tal respuesta me hizo enfadar más, pensé que todo eso era o una muy bien elaborada estrategia de mercadotecnia o un simple troll que estaba jugando conmigo. Decidí continuar la conversación, pues era demasiado orgulloso para permitir que “alguien” me humillara de esa manera. Como respuesta a su oferta, respondí: “¿Me creen estúpido, o qué? Ya dejé en claro que no me interesa en absoluto nada que tenga que ver con esa porquería. Si lo que quieren es vender la maldita cosa, busquen a otro que crea en sus pendejadas”. De lo único que me arrepiento en la vida, es no haber cerrado la ventana en ese momento; sabía que tenía que hacerlo, era en vano discutir con un imbécil que sólo escribía estupideces. No obstante, la curiosidad me incitó a ver su respuesta, mi maldita curiosidad momentánea provocó lo que hasta el día de hoy me causa recurrentes pesadillas. La contestación que recibí por parte del sujeto, me dejó tan atónito, que fui incapaz de responder al momento:
“Te conocemos Joel. Sabemos en donde vives, en donde trabajas, tus hábitos, tu historial médico y antecedentes penales. Sabemos de tus adicciones pasadas, los problemas legales que has tenido por el consumo de drogas, la asombrosa capacidad de tu cuerpo para asimilar las sustancias y no mermarse con el tiempo. Te hemos estado observando; conocemos tu inquietud por intentar algo nuevo, la urgencia que tienes por experimentar sensaciones desconocidas, intensas. Tú eres el individuo que necesitamos, tú puedes ayudarnos a dar un paso significativo en la ciencia. Acepta el trato Joel, no te arrepentirás”… Quedé pasmado por unos instantes y cuando reaccioné, no sabía qué escribir. De alguna manera, quien estaba detrás de la pantalla conocía detalles de mi vida que no había revelado ni a mis amigos más cercanos. Estaba metido en un problema serio, muy serio. Lo único que se me ocurrió fue preguntar quiénes eran. “Nosotros no importamos. Lo trascendental es tu respuesta. En treinta minutos tocarán a tu puerta unas personas y te preguntarán si aceptas o no. Si respondes afirmativamente, te llevarán en una camioneta hasta un apartamento y te darán instrucciones”. Al instante, inquirí con un poco de temor: “¿…y si declino la invitación?”. “No volveremos a contactarte, a menos que sea necesario. Pero deberás tener mucho cuidado con lo que hagas de ahora en adelante, cualquier acción estúpida acarreará una consecuencia. No te arriesgues de esa manera, te conviene aceptar la oferta”.
Envié otro mensaje instantáneo, pero la cuenta aparecía como “desconectada”. Nunca recibí otro mensaje. Me senté en un sillón, con mi cabeza reclinada sobre mis manos. Analicé la situación sin encontrar solución; pensé en llamar a la policía y denunciar el acto, pero lo descarté. Era posible que aquellos sujetos tomaran medidas contra mi intento. Tenía miedo de llamar a alguien para contarle los sucesos, no quería que nadie más estuviera involucrado en el asunto ni mucho menos que, por mi culpa, sufriera algún daño. Todo esto rondaba mis pensamientos hasta que un golpeteo en la puerta principal me interrumpió. Fui a la ventana e intenté ver quiénes llamaban a la puerta: había una camioneta negra con vidrios polarizados estacionada frente al jardín, pero ningún pasajero a bordo. Volteé a la derecha y vi a dos hombres vestidos de negro aguardando a que abriera. Con temor, fui hasta la puerta y la abrí lentamente. Efectivamente, había dos sujetos altos y corpulentos, pero además una mujer de mediana estatura entre ellos. Todos llevaban gafas oscuras y vestidura negra. Pregunté con voz entrecortada qué era lo que deseaban, a lo cual la mujer repuso, simplemente: “Sí o no”. Quedé por un instante en shock, no entendía por qué no me llevaban a la fuerza en lugar de preguntarme si deseaba formar parte de aquello. Entonces supe que, para que el asunto funcionara, debía ser por voluntad propia; sin embargo, lo último que deseaba era volver a pasar por todo ese infierno, mucho menos uno con mayor duración, por lo que respondí con firmeza: “No”. Al momento, la mujer y el hombre a su derecha dieron media vuelta y, sin decir palabra, regresaron a la camioneta. El otro individuo me sostuvo con firmeza del cuello, casi asfixiándome y me susurró al oído: “Jamás tuviste una conversación en la que te ofrecieron la prueba, ni tampoco la conoces. Tú no sabes nada de nosotros, ni siquiera existimos. Cualquier acción que pretendas en contra de nosotros es inútil, cualquier intención por informar o probar tu historia será frustrada y traerá una consecuencia. Sabemos todo de ti y podemos hacer lo que nos plazca. Además, existen algunas sustancias que, para funcionar en el sistema de una persona, no se requiere de su voluntad… Quedas advertido”. Me soltó y siguió el mismo camino que sus compañeros. Estaba de rodillas en la puerta, recuperándome de aquel casi estrangulamiento, mientras veía desaparecer a la camioneta en los límites de la calle.
Desde entonces, he pasado días y noches sin una pizca de tranquilidad; casi no duermo debido a las pesadillas que atacan a mi subconsciente a cada momento. He perdido el apetito, me he aislado completamente del mundo por temor a que esos bastardos lastimen a quienes conozco. Los medicamentos son infructuosos; el daño ocasionado a mi mente es incurable e irreversible. Algo se quebró ahí adentro, algo que ninguna terapia, ningún remedio ni médico podrá arreglar. Ir a la policía sería igual de vano que ir con un psiquiatra. He perdido mi salud, mi trabajo, mis amigos, mi vida… he perdido todo por un maldito lapso de cinco minutos, por una decisión mal tomada. Cuando revisé la papelera de reciclaje, encontré el archivo MP3 intacto —la nota, por el otro lado, había desaparecido, como si alguien hubiera hackeado mi laptop—. Supongo que lo dejaron para que recordara mi desgracia, para que supiera que ya no había lugar en el mundo para mí si no era con ellos.
Me observan a cada momento, saben a dónde voy y lo que hago. Incluso siento que, en cierta manera, controlan mis acciones. Aun escondido aquí, saben que estoy escribiendo esto, pero, ¿por qué lo permiten, si es un hecho que voy a hacer todo lo posible para que esto salga a la luz?… Quizá, al estar internet lleno de historias extraordinarias y sobrenaturales, piensan que ésta pasará a ser otra narración falsa, una leyenda sin bases para comprobar su veracidad, una historia más. O tal vez ellos buscan que la historia se difunda, que recorra cada sitio en internet y se popularice, así podrán conseguir personas que estén dispuestas a entregar su cerebro para quien sabe qué fines. Oh Dios, ¿qué he hecho? Cuando lean mi experiencia, la gente creerá que lo que experimenté fue algo divertido, cuando en realidad fue todo lo contrario. ¡Ellos lo saben! Saben que, sobre todo los jóvenes, se sentirán atraídos por las sensaciones que describí, saben que no podrán resistirse a probar algo que les causará efectos mucho más intensos que las drogas convencionales. ¡Ellos tenían planeado que yo escribiera esto! Ya no me queda suficiente tiempo para corregir el daño, lo único que puedo hacer es advertirles: NUNCA descarguen de internet CeasetoExist.mp3, ni en ningún otro formato, aunque creo que será algo difícil encontrarlo. NUNCA prueben dosis de dudosa procedencia, pero más que nada, JAMAS acept
(El texto de bloc de notas termina aquí).
NOTA: el anterior texto me fue facilitado por una persona allegada a mí, cuya identidad no puedo revelar por cuestiones de seguridad. Este individuo asevera ser pariente del protagonista de la historia, quien vive en Estados Unidos y le mandó por correo electrónico su experiencia (originalmente escrita en inglés) junto con un archivo de audio que aparentemente, es la pieza que se menciona en la historia. Yo no traduje la historia, ya que quien me la envió se había encargado de hacerlo, sino que corregí algunas cuestiones ortográficas, gramaticales, de sintaxis y modifiqué algunas palabras para hacer más apacible la lectura.
No poseo el texto original ni la pieza de audio, no sé si es un Hoax (aunque lo dudo, puesto a que conozco personalmente a este sujeto) y desconozco si el audio original se encuentra en algún sitio. Tampoco he podido contactar a quien me pasó el texto, así que no sé si la historia (en inglés) fue compartida en otros sitios ni tampoco si el archivo de audio esté disponible para descargar en algún servidor.
Midnight.
Midnight.


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CreepyPastas {Terminados} - Página 6 Empty Re: CreepyPastas {Terminados}

Mensaje por Midnight. Jue 09 Ene 2014, 3:29 pm

68 creepypasta

I. B.

Cuando era un niño tenía pavor de la oscuridad. Todavía lo hago, pero cuando tenía más o menos seis años no podía pasar una noche entera sin llorar para que alguno de mis padres buscara debajo de mi cama o en mi armario a cual fuera el monstruo que pudiera estar esperando para comerme. Incluso con una luz de noche todavía veía figuras oscuras moviéndose en las esquinas de mi habitación, o caras extrañas mirándome desde la ventana. Mis padres hacían lo que podían para consolarme, diciéndome que era sólo una pesadilla o una ilusión óptica provocada por la luz, pero en mi joven mente estaba seguro de que al momento que cayera dormido, las cosas malas me iban a atrapar. La mayoría del tiempo me escondía debajo de las frazadas hasta estar lo suficientemente cansado como para dejar de preocuparme, pero de vez en cuando sentía tanto pánico que corría al cuarto de mis padres, despertando a mi hermano y hermana en el proceso. Después de un calvario como ése, no habría manera de que alguien tuviera una buena noche de sueño.
Eventualmente, tras una noche particularmente traumatizante, mis padres se hartaron. Por desgracia para ellos, entendían bien la inutilidad de discutir con un niño de seis años, y sabían que no podrían convencerme de dejar a un lado mis miedos a través de la lógica y la razón. Tenían que ser ingeniosos.
Fue idea de mi madre confeccionar a mi pequeño amigo para la hora de dormir.
Juntó muchos pedazos de tela surtidos con su máquina de coser y creó a quien yo más tarde llamaría «Sr. Ickbarr Bigelsteine», o «Ick» para abreviar. Ick era lo que mi madre llamaba «un monstruo de medias». Estaba diseñado para protegerme mientras dormía por la noche, asustando a todos los demás monstruos. Ickbarr tenía un aire a un Frankestein en versión gremlin, con ojos grandes y blancos hechos de botón y orejas de gato caídas. Sus pequeños brazos y piernas estaban hechos con un par de medias rayadas en blanco y negro que pertenecían a mi hermana, y la mitad verde de su cara estaba hecha de una de las medias altas de fútbol de mi hermano. Su cabeza podría ser descrita como bulbosa, y por boca mi mamá le había cosido un pedazo de tela blanca, y bordado en forma de zig-zag una amplia sonrisa de dientes afilados. Lo amé desde el primer momento.
De ahí en adelante, Ick nunca se separaba de mi lado. Así que cada noche a la hora de dormir, me diría dónde se escondían los monstruos y yo lo colocaba en el área de mi cuarto más cercana a lo macabro. Si había algo en el armario, Ick bloqueaba la puerta. Si había una extraña criatura rasguñando la ventana, apoyaba a Ick contra el vidrio. Si había una gran bestia peluda bajo mi cama, bajo la cama lo ponía. Algunas veces, los monstruos se escondían en mis sueños, e Ickbarr tenía que venir conmigo a mis pesadillas. Era divertido traerlo a mi mundo de ensueño, ya que juntos pasábamos horas combatiendo demonios y fantasmas. La mejor parte era, que en mis sueños, Ick podía realmente hablarme. —¿Cuánto me amas? —me preguntaba.
—Más que a nada en el mundo —siempre le decía.
Una noche, en un sueño, después de perder mi primer diente, Ick me pidió un favor.
—¿Me puedes dar tu diente?
Le pregunté por qué.
—Para ayudarme a matar a las cosas malas —me dijo.
A la mañana siguiente mi madre me preguntó dónde estaba mi diente cuando bajé a desayunar. Por lo que me dijo, el «hada de los dientes» no lo había encontrado bajo mi almohada. Cuando le dije que se lo di a Ickbarr ella solamente se encogió de hombros y se regresó a alimentar a mi hermana pequeña. Desde ese momento, cada vez que perdía un diente se lo daba a Ick. Siempre me agradecía y, por supuesto, me decía que me amaba. Con el pasar del tiempo, sin embargo, me quedé sin dientes de leche, y ya me estaba poniendo un poco viejo para seguir jugando con muñecos. Así que Ick sólo se sentaba ahí, en mi estantería, acumulando polvo y ausentándose lentamente de mi atención.
Pero las pesadillas se volvieron peores. Tanto que empezaron a seguirme mientras estaba despierto, atemorizándome en cada rincón oscuro o arbusto que se movía. Luego de una noche particularmente mala volviendo de la casa de un amigo en bicicleta, y en la que podría haber jurado que una jauría de perros rabiosos me estaba persiguiendo, llegué a casa para encontrar que alguien me esperaba en mi habitación. En mi cama, de pie y completamente erguido ante la luz de la luna, estaba Ickbarr. Al principio pensé que mis ojos estaban jugándome bromas de nuevo, como lo habían estado haciendo toda la tarde, así que traté de prender y apagar las luces. Lo hice de nuevo, con ningún cambio. Me estaba empezando a poner nervioso.
Comencé a retroceder hacia la puerta, sin quitar mis ojos de la silueta de Ick; mi mano estirada incómodamente, buscando el picaporte. Estaba a punto de irme a la mierda de ahí cuando escuché que la puerta era azotada contra su marco, dejándome encerrado en la oscuridad. En nada más que sombras y silencio.
Hasta que escuché una voz familiar y estridente. —Dejaste de alimentarme; ¿por qué debería protegerte?
—¿Protegerme de qué?
—Déjame mostrarte.
Pestañeé una vez y todo cambió. Ya no estaba en mi habitación, estaba en… otro lugar. Una especie de bosque, un lugar horrible, de pesadillas, donde partes de fetos abortados colgaban del follaje, y el suelo estaba infestado con insectos carnívoros. Una niebla espesa inundaba el aire con un olor a carne podrida, mientras luces de un verde amarillento parpadeaban en el cielo oscuro. Mi cabeza empezó a palpitar como si estuviera a punto de explotar, porque en mi mente, escuchaba la voz de nuevo.
—Esto es lo que tu realidad será sin mí.
Sentí unas pisadas que hacían temblar la tierra, aproximándose rápidamente.
—Soy el único que puede pararlo.
Estaba detrás de mí ahora, enorme y enojado.
—Dame lo que necesito, y lo haré.
Me desperté antes de poder darme vuelta.
Al día siguiente revisé el armario de mis padres buscando los dientes de leche de mi hermano, y se los di todos a Ickbarr. Casi inmediatamente después de ello las pesadillas terminaron, y estaba relativamente en condiciones de seguir con mi vida normal.
De vez en cuando, me metía en la habitación de mi hermana y robaba lo que estaba destinado al hada de los dientes, o estrangulaba a uno de los gatos de la vecina para quitarle sus pequeños incisivos. Cualquier cosa para alejar las visiones. También comencé a notar que Ick se movía en mi cuarto cada vez que yo me iba, reordenando mis cosas y adicionando más cortinas. Se veía más vivo, de alguna forma. En la luz correcta sus dientes podían verse brillando y se sentía tibio al tacto. Por más que esto me asustara, no podía juntar el valor necesario para destruirlo, sabiendo perfectamente a dónde eso me llevaría. Así que continué recolectando dientes para Ick a lo largo de la secundaria y la universidad. Mientras más crecía, a más cosas aprendía a tenerle miedo y más dientes necesitaba Ick para mantenerme a salvo.
Ahora tengo 22 años, un trabajo decente, mi propio apartamento, y una colección de dentaduras. Ha pasado casi un mes desde la última vez que Ick comió y las pesadillas están empezando a acorralarme de nuevo. Tomé un desvío a través de un estacionamiento después del trabajo esta noche. Encontré a un hombre forzando la cerradura de su auto. Sus dientes estaban manchados de amarillo gracias a una vida de tabaco y café, y aun así, tuve que usar el martillo para extraer los molares. Cuando regresé a mi departamento él me estaba esperando. En el techo, en un extremo. Dos ojos blancos y una boca de navajas.
—¿Cuánto me amas? —me pregunta.
—Más que a nada —le contesto, sacándome mi abrigo—. Más que a nada en el mundo.
Midnight.
Midnight.


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Mensaje por Midnight. Jue 09 Ene 2014, 3:40 pm

69 creepypasta

EL burdel de las parafilias

[No se recomienda que lo lean las personas de poco criterio o demasiado moralistas]
Leonel había escuchado rumores acerca de un burdel clandestino en el centro de la ciudad, decían que en ese lugar se llevaban a cabo toda clase de perversiones, desde BDSM hasta canibalismo, zoofilia, coprofilia e incluso necrofilia; claro que el costo variaba de acuerdo a la perversión deseada.
Él siempre había sido un pedófilo en secreto, se paseaba constantemente fuera de las primarias observando con lascivia a las pequeñas niñas en sus uniformes escolares, imaginando sus cuerpos poco desarrollados debajo de estos. Deseaba tanto poseerlas como matarlas a golpes, pero por supuesto, aquello era ilegal. La Deep Web era un paraíso para él: miles de fotos de pequeñas niñas desnudas realizando actos sexuales y algunas incluso siendo maltratadas, todas clasificadas por edades; sus preferidas eran las de siete años porque consideraba que dejaban de parecer bebés para empezar a tener un poco de femineidad.
Así pasaba sus solitarias tardes, masturbándose con aquellas pequeñas sin nombre, deseando poder realizar su fantasía pero controlándose al saber que terminaría en prisión. Por ello, en cuanto escuchó sobre aquel burdel sus ojos se iluminaron. Ahorraría hasta el cansancio, no le importaba cuál fuera el precio: quería poseer una de esas lolitas.
Cuando por fin juntó una suma considerable de dinero, acudió a la dirección que le había sido indicada. Era un viejo edificio que lucía abandonado, en la entrada estaba una anciana pidiendo limosna con una niña de aproximadamente cuatro años, sucia y harapienta. “Espero que ésa no sea la clase de niñas que hay dentro”, pensó él. Le habían dicho que le preguntara a la señora por “Liss”, y así lo hizo.
—Le puedo decir dónde encontrarla, pero… ¿está seguro de querer verla?
Leonel respondió afirmativamente, y tras darle un par de billetes a la anciana, ésta le señaló una puerta en el interior del edificio. Él percibió un extraño aroma que le recordó su visita a alguna mina, pero lo ignoró y siguió caminando hasta la puerta. Detrás de ella había unas escaleras descendentes de las que provenían música y luces danzantes. Tal parecía que estaba en el lugar indicado.
Al final de las escaleras había una larga estancia en la que se estaba realizando una orgía. Eran al menos veinte personas teniendo sexo simultáneamente, todos poseían cuerpos hermosos y tentadores. Observó en particular a las mujeres de piel que parecía cincelada por Miguel Ángel, de largas cabelleras rubias, castañas, pelirrojas, delgadas y con curvas, pero todas de una excepcional belleza; sin embargo, dentro de toda la bacanal no había una sola niña, y esto lo decepcionó bastante.
—¿Quieres unirte? —le preguntó una mujer de largo cabello castaño y ropa formal pero provocativa. Leonel rechazó la propuesta y averiguó que aquella mujer era Liss. Le dijo lo que deseaba y ella le pidió que la siguiera hasta su oficina. Ahí rebuscó entre una larga biblioteca y extrajo una carpeta azul que le entregó.
—Éste es nuestro catálogo de niñas de entre seis y nueve años, están ordenadas por fecha de nacimiento. Avíseme cuando encuentre alguna de su agrado.
Leonel pasó aquellas hojas, tenían varias fotografías de cuerpo completo y debajo de ellas un nombre y algunos datos: “le gusta morder”, “buena para trabajos manuales”, “muda”, “sin dientes”… Ninguna le llamaba del todo la atención hasta que vio una fotografía que resaltaba entre las demás: una hermosa pelirroja de ojos color miel: “Haley R.: tímida, recién llegada, sin usar”. Rozó ligeramente la fotografía con el dedo índice. Supo que era la correcta y así se lo dijo a la mujer.
—Perfecto, ¿y será desechable?
—¿Disculpe?
—Me refiero a que si no podremos ocuparla después, ¿piensa cercenarla o comerla?
—Ah, claro, será desechable.
—En eso caso, ¿quiere algunas herramientas en la habitación?
—Sí, eso estaría bien.
—Perfecto, y ¿gusta de algún escenario en especial? ¿Un confesionario, un manicomio, un salón de clases?
—El salón de clases —dijo él inmediatamente.
—Entonces supongo que le gustaría que la niña llevara un uniforme escolar.
—Sería excelente.
—Es usted demasiado predecible, pero me parece bien, la habitación estará lista en una hora, mientras tanto puede unirse a la orgía en la estancia.
Leonel regresó a contemplar la maraña de cuerpos, eran diferentes participantes pero igual de bellos que los primeros. Se sentó en un sillón a observar aquella actividad, supuso que se le cobraría más si participaba, así que se contuvo, aunque en realidad aún no había preguntado cuál sería el precio. No que importara, tenía suficiente dinero como para pagar una casa.
Una hermosa joven desnuda se acercó a él con una charola repleta de rollos de sushi y unas cuantas copas de lo que parecía vino.
—Son… ¿humanos? —preguntó nervioso, creyendo que aquella chica se reiría de él.
—Sólo la mitad de la derecha, tenemos algunos clientes quisquillosos.
—¿Y exactamente de qué son?
—Los california tienen pezón, los filadelfia tienen vagina y los tampico corazón. De beber tengo sangre A+, O+ y vino espumoso, ¿gusta algo? —Leonel pidió un poco de todo, y le preguntó a la mujer si unirse a la orgía tendría un costo adicional.
—Oh, no se preocupe, ya es demasiado lo que cobramos por su fantasía como para cobrar extras.
—¿Y si no me alcanza para pagarles?
—Siempre se cumplen los pagos —dijo ella apenas conteniendo una sonrisa perversa.
Mordisqueó su sushi de pezón y jugueteó con él en su lengua, eso lo excitó bastante. Miró hacia la masa de cuerpos frente a él: una bella mujer pelirrosa con una perforación en la lengua le realizaba un cunnilingus a una chica tatuada y lo miraba incitadoramente; él no pudo contenerse más y se quitó los pantalones exponiendo una gran erección que de inmediato introdujo en la vagina de la mujer perforada. Ella gimió de placer y comenzó a lamer más rápidamente a su compañera que comenzó a gritar histéricamente que quería ser devorada. Un hombre se acercó a ella, pero Leonel estaba muy distraído como para notarlo. Escuchó algunos gritos pero no le importó hasta que fue salpicado de un líquido; abrió los ojos y se dio cuenta de que entre la pelirrosa y un hombre se habían comido la vagina y el rostro de la tatuada. Esto lo sorprendió un poco, pero lo excitó más y terminó eyaculando dentro de la pelirrosa, y se retiró de la orgía mientras los demás continuaban aun con aquel cadáver entre ellos.
Tras unos quince minutos Liss apareció de nuevo.
—Su habitación está lista, es la 302 —dijo ella y le entregó su llave.
—Disculpe… aún no hemos hablado de cuánto me costará esto.
—Lo trataremos después de que termine, usted sólo disfrute la experiencia.
Tomó el elevador y llegó al cuarto piso, el lugar no se veía distinto de cualquier hotel. Buscó el cuarto 302 y abrió la puerta nervioso.
 
La habitación era una réplica exacta de un salón de clases, estaban el pizarrón, el escritorio del profesor y unas diez bancas ordenadas, además de las herramientas que le habían prometido. En la primera fila estaba su ángel uniformado, “Haley”. Era mucho más bella en persona, su piel parecía de porcelana. Cerró la puerta con seguro y se acercó a ella, era tan perfecta y por fin era suya, no podía esperar, su pene reaccionó con tan sólo verla.
Se puso en cuclillas frente a ella y la besó, la boca inexperta de la niña apenas se movía mientras él introducía su lengua por su garganta, su mano se deslizaba por sus delgados muslos y rápidamente la despojó de su ropa interior. Colocó a la niña en el suelo y le abrió las piernas, comprobando que aún era virgen. En tanto observaba su inmaculada y rosácea vagina, no pudo evitar lamerla como loco; miró el rostro de la niña que cerraba fuertemente los ojos, la tomó de la cabeza y le ordenó que lo mirara. Ella obedeció, entonces la desvirgó bruscamente, la expresión en su rostro valdría cualquier precio, ¡CUALQUIERA!
La pequeña comenzó a sollozar y lágrimas brotaron por sus delicadas mejillas. Leonel se excitaba cada vez más, abofeteó a la niña fuertemente hasta que su rostro tuvo un tono rojizo, luego tomó un martillo y comenzó a clavarle la parte posterior en el rostro y el pecho mientras la penetraba más y más rápidamente, hasta que no pudo más y se corrió en el rostro desecho de la niña. Después de eso, no le importaba cuánto cobrarían, podía dar su casa, su auto, se podían llevar hasta a su madre y no le importaría.
Salió de aquella habitación bañado de sangre y con un enorme gesto de satisfacción, encontrándose de nuevo con Liss.
—Veo que ha quedado conforme.
—Bastante, y estoy listo para pagar, valió totalmente la pena.
—Me alegra oír eso, ya que el precio es un poco más elevado de lo que piensa.
—Bueno, he ahorrado suficiente para esto, ¿cuánto será?, ¿veinte mil?, ¿treinta mil?
—No señor, no nos interesa su dinero.
—¿Entonces cómo voy a pagarle?
—Bueno, digamos que será proporcional a su placer… —dijo ella antes de conducirlo a otra habitación sin número.
Le ató los brazos a unas esposas que colgaban del techo y las piernas con otras que estaban en el suelo. Leonel pensó que un negro de dos metros podría violarlo y aun así habría valido la pena, pero lo que apareció en aquel cuarto fueron seis niñas, todas pelirrojas y no mayores de ocho años. Pensó que estaba en el paraíso hasta que las niñas comenzaron a rodearlo, y de pronto lo mordieron vorazmente, arrancándole la piel de sus brazos, abdomen y piernas, tras lo cual salieron corriendo. Nunca había sentido un dolor similar, el cuerpo le ardía terriblemente y no dejaba de sangrar.
—¡Ya pagué el precio! ¿Contentos? ¡Déjenme salir! —gritó histérico intentando liberarse de las esposas; sin embargo, sólo apareció una pequeña niña de nuevo, se parecía demasiado a Haley, pero no era posible, Haley estaba muerta.
Ella presionó un botón y Leonel pudo escuchar un ruido similar a un taladro que provenía de debajo de sus piernas; el sonido se fue acercando, hasta que pudo sentir cómo, en efecto, un taladro comenzaba a empalarlo lentamente.
—¡Detente! ¡Ya lo entendí, no volveré a hacerlo! ¡Me alejaré de las niñas pequeñas! —le gritó a la niña que sonreía maliciosamente sin dejar de presionar el botón.
El taladro seguía avanzando a través de los órganos de Leonel, causándole un terrible dolor como el que jamás hubiera imaginado. Comenzó a sangrar por la boca y a convulsionarse. El sufrimiento era insoportable y sólo deseaba morir. Finalmente, el taladro salió por su boca con rastros de intestino deshecho, y sólo entonces él quedó inconsciente.
Al día siguiente Leonel despertó en su cama sobresaltado y con un terrible dolor en el abdomen. “Todo fue un sueño, un terrible sueño”, pensó, hasta que sintió cierta humedad en su cobija: estaba llena de sangre. Miró su abdomen y aún conservaba algunas de las mordidas hechas por aquellas niñas, y en su buró estaba una tarjeta de presentación:
“El Burdel de las Parafilias. Vuelva pronto”.
Midnight.
Midnight.


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Mensaje por Midnight. Jue 09 Ene 2014, 3:43 pm

70 creepypasta

El caso de Josef Petrenkov


Mucho se ha hablado sobre la carrera espacial, que fue la época cuando los Estados Unidos de América y la Unión Soviética competían por la conquista del espacio. Se ha hablado del satélite Sputnik, del cosmonauta Yuri Gagarin, del primer hombre en la luna… Sin embargo, considero que los sucesos de los que nadie habla son los más interesantes. Tal es el caso de Josef Petrenkov.
Era el año 1968, las grandes potencias mundiales estaban en su apogeo tanto económica como tecnológicamente. Los avances de la ciencia habían permitido al hombre realizar hazañas que en otras épocas sólo en sus sueños y fantasías se podían realizar. En ese entonces Estados Unidos se preparaba para llevar al primer hombre a la luna. A pesar del grado de confidencialidad que se manejaba en el desarrollo de la misión, éste no fue suficiente para evitar que la inteligencia secreta de los soviéticos se enteraran de sus planes. Los soviéticos, naturalmente, querían estar un paso adelante de los norteamericanos, y en absoluto secreto pusieron en marcha una de las misiones más ambiciosas hasta la época, la cual consistía en lanzar un vehículo espacial tripulado por dos cosmonautas que orbitaría la luna por cuarenta y ocho horas. El objetivo de la misión era tomar mediciones del satélite natural permitiéndoles llevar a cabo un alunizaje meses antes de la gran potencia del oeste. Así entonces, en el mes de octubre de 1968, despegó desde un aeródromo en Kazajstán un cohete Soyuz. Sus tripulantes eran los cosmonautas Ivan Pavelovich y Josef Petrenkov. La misión marchó de acuerdo a lo planeado durante las primeras cuatro fases, pero es debido a lo ocurrido durante la quinta fase —orbitar alrededor de la luna por dos días terrestres— que los soviéticos negaron la existencia de la misión. Aunque las probabilidades de fracaso en este tipo de expediciones son muy altas, nadie imaginaba que lo que estaba a punto de ocurrir sería tan extraño, al grado de que la unión soviética no planearía una misión cerca de la luna hasta después de cuarenta años.
En la base de control se estaba dando seguimiento a la misión. Se acababa de efectuar con éxito la intersección de la órbita lunar y se hacían los preparativos para orbitar la luna y encender los aparatos de medición. Dos horas después de haber iniciado la quinta fase se perdió la comunicación con el vehículo espacial por doce minutos. Cuando se logró restablecer la comunicación ya no se escuchaba la voz del cosmonauta Ivan Pavelovich en el intercomunicador. Los operarios en Tierra intentaron averiguar el estado de Pavelovich y ordenaron a Josef Petrenkov que explicara la situación. Aun con la insistencia de los operarios Petrenkov no respondió de manera concreta; sólo habló durante dos o tres minutos divagando entre oraciones extrañas e ideas sin terminar. Parecía no prestar atención a lo que preguntaban en Tierra y se limitó a hablar ininterrumpidamente hasta que se perdió la comunicación con el vehículo espacial de manera permanente.
Estas fueron las últimas palabras de Josef Petrenkov:
«Estoy a punto de comenzar con la novena vuelta de la órbita de la luna. Todas las acciones que realicé durante mi vida apuntan hacia este momento. Ni en mis sueños más espectaculares me imaginaba en una situación tan maravillosa como ésta. Todos los años de entrenamiento y de estudio sin lugar a duda han sido fructuosos: al fin podré ver con mis propios ojos el lado oscuro de la luna. Es difícil describir la alegría de ver algo que nunca nadie ha visto antes, y que serán pocas en realidad las personas que podrán estar en esta situación durante mi generación y las generaciones futuras. Se podría decir que mi compañero de misión, Ivan, tuvo también el honor de ver semejante maravilla cósmica, aunque dudo que fuera la misma experiencia para él. Traté de convencerlo pero no sólo se negó a intentarlo, sino que también trató de quitarme la oportunidad. Le dije que sería la epítome de nuestras vidas si por un momento abandonáramos la nave para flotar libremente en el universo; le dije que no era lo mismo observar las maravillas del cosmos a través de una ventanilla de seis centímetros de diámetro que observar dichas maravillas con nuestros ojos allá afuera. Pero él se negó. Empezó a decir que no teníamos los trajes necesarios para practicar lo que se denomina “caminata espacial” y que si abríamos la escotilla la nave se despresurizaría y moriríamos instantáneamente. Yo por supuesto sabía todo aquello, mas no me importó; lo último que quería y quiero hacer es flotar en la obscura y vacía ingravidez del infinito.
Le dije que él no tenía que salir de la nave, pero que yo saldría, y nada en el mundo me haría cambiar de parecer. Cuando traté de abrir la escotilla intentó detenerme por la fuerza y me gritaba histéricamente que ambos moriríamos. En realidad no quería hacer lo que hice… Ahora considero que fue lo correcto. Estrangulé a Ivan Pavelovich. Y es momento de realizar lo que más deseo y lo único que se interpone entre mí y el cosmos es una mísera escotilla. Después de ver la majestuosa y a la vez misteriosa luminiscencia de la luna y las estrellas, estoy convencido que flotando en los sin fines del universo estaré más cerca de la inmortalidad de lo que cualquier ser humano estará jamás. Siento que de esta manera podré dejar atrás mi cuerpo como un simple recuerdo de que alguna vez fui un ser antropomórfico. Puedo sentir mi mente expandirse, como si lo comprendiera absolutamente todo, y puedo sentir cada objeto, cada molécula, cada átomo que conforma la nave, la luna, la Tierra y el universo. Quiero que el vacío y yo seamos uno».
Tras la última palabra pronunciada por Patrenkov se perdió la comunicación con el vehículo. Se sabe que la escotilla fue abierta unos segundos después.
Pero lo que es aún más misterioso, es el hecho de que varios minutos luego de que la escotilla fuera abierta, la nave cambió de curso. Esto es particularmente extraño porque las órdenes de curso fueron introducidas a la nave desde adentro, algo imposible, pues los tripulantes no hubieran podido sobrevivir a la despresurización. Según radares en Tierra se pudo averiguar el nuevo curso de la nave, el cual era las Pléyades. Por muchos años se intentó restablecer comunicación sin éxito. Se dice que ocasionalmente son recibidas transmisiones de radio provenientes del vehículo, donde se escucha la voz de un hombre, diciendo lo siguiente:
«Puedo escucharlos, murmurando atrás de las estrellas»
Midnight.
Midnight.


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Mensaje por Midnight. Jue 09 Ene 2014, 3:44 pm

71 creepypasta

Puertas

Fui adoptado. Nunca conocí a mi verdadera madre, quizá una vez, pero era demasiado pequeño para recordarlo. A pesar de eso amé a mi familia adoptiva. Eran muy amables conmigo. Comía bien, dormía en una cálida y confortable casa, e incluso me dejaban acostarme hasta altas horas de la noche.
Déjame contarte brevemente sobre ellos: primero, tenemos a mi madre. Nunca la llamé «mamá» ni nada por el estilo; para mí era simplemente «Julia». No le molestaba que la llamara así, y hasta creo que tampoco se daba cuenta de ello. Fue una mujer muy amable, creo que fue quien recomendó mi adopción para empezar. A veces me colocaba a su lado frente a la televisión y acariciaba mi espalda con sus uñas. Era una de esas madres ‘hollywudences’.
Luego tenemos a papá. Su nombre era Ricardo, pero desde que llegué a casa nunca fui de su total agrado, así que comencé a decirle «Papá» en un desesperado intento por ganar su afecto. No funcionó. Supongo que no importaba cómo le llamara, nunca me amaría tanto como a su propio hijo. Una característica destacable que puedo contar de papá era su severidad. No temía golpear a sus hijos cuando hacían algo mal. Descubrí eso antes de que pudiera ir al baño correctamente. Y bueno…, ahora me comporto gracias a sus duros métodos.
Por último tenemos a mi hermana. Emilia era muy pequeña cuando fui adoptado, y ligeramente mayor a mí (aun así me gustaba pensar en ella como mi hermana pequeña). Nos llevábamos mejor de lo que cualquier otro par de hermanos podría. Siempre nos quedábamos hasta muy tarde platicando; ella haciendo gran parte de la plática, mientras yo sólo escuchaba porque la quería mucho. Era una gran casa la que teníamos, y a pesar de eso compartíamos habitación. Por mí estaba bien, amaba estar con ella y me sentía seguro a su lado.
… Pero todo cambió una horrible noche de miércoles.
Estaba en casa tomando una siesta cuando Emilia abrió la puerta de enfrente. El sonido de la puerta siendo empujada me despertó y caminé del cuarto a la sala de estar. Venía de su clase católica; al verme no hizo más que abrazarme. Tras ella venían Papá y Julia.
—¿Te gustó la siesta? —dijo Julia burlonamente mientras revolvía mi cabello con sus manos. Moví mi cabeza y bufé siguiéndole el juego.
Mi padre me miró ásperamente y con autoridad. Cerró la puerta tras de sí y colgó su abrigo.
—Sólo bromeaba… —gruñí en voz baja, estando seguro de que no me había escuchado; habría tenido un golpe como respuesta de ser así. Emilia pasó a nuestro cuarto y la seguí. Comenzó a hablarme sobre su día. Ya sabes, cosas de chicas. Después de su charla me sugirió que viéramos algo en la televisión. Al no rehusarme fue en busca del control remoto y yo brinqué al sillón para acomodarme. Ella rodó los ojos ante mi pequeño acto inmaduro, se situó a un lado mío y encendió el televisor. Emilia era del tipo de chica que en lugar de ver telenovelas y caricaturas, prefería ver Discovery Channel, Animal Planet o Natural Geographic. Me gustaban también. De hecho, eran los únicos canales que lograban mi total atención.
Cuando se hizo tarde Julia nos mandó a dormir. Nada más que un pequeño rayo de luz proveniente del alumbrado público iluminaba la habitación. No mucho. Esa noche, una y otra vez juré haber escuchado sutiles ruidos por fuera de la ventana. Una rama rompiéndose, hojas siendo pisadas… y todo el tiempo pude percibir el olor a sudor, y sangre. Mantuve mis ojos abiertos casi toda la noche.
Pero los ruidos de afuera desistieron poco a poco y el olor comenzó a abandonar mi nariz. Más tranquilo, cerré mis ojos.
Poco después de eso escuché un fuerte ruido del otro lado de la casa; me levanté al instante. —¡Hay alguien en la casa! —gruñí con una fuerte adrenalina corriendo por mis venas—. ¡Despierten! —Me situé en la cama de Emilia para despertarla y lo hizo. Tan pronto como se levantó y se incorporó en la cama, corrí a la alcoba de mis padres…
Papá estaba muerto. Su cuello se encontraba brutalmente abierto y de él se seguían derramando gruesos hilos de sangre. Se encontraba afuera de la cama, acostado en el suelo. Vi que el baño principal estaba cerrado, y —justo delante de él— había un hombre.
Un hombre… no me siento cómodo llamándolo así.
Era muy alto y robusto. Volteó su mirada hacia mí y me vio, esa fue la primera vez que lo observé más definidamente. Nunca lo olvidaré. Sus ojos eran grandes y perdidos en la lujuria y la ira. Tenía una barba descuidada de la que caían pequeñas gotas de sangre. Su ropa estaba sucia y su expresión era fría. De pronto volví a percibir el desagradable olor de sudor y sangre de antes, pero esta vez eran más abrumadores.
Me miró. Me miró y sonrió con sus torcidos y amarillentos dientes. Su sonrisa me desconcertó. Pensé que me iba a matar, pero volteó de nuevo hacia la puerta del baño despreocupado por completo de mi presencia. Estaba aterrado y no sabía qué hacer, comencé a gritar y llorar. Vi cómo derribó la puerta que era la única protección de mi mamá; vi cómo levantaba la larga hoja de afeitar que traía consigo, pero que se rehusaba a utilizar apropiadamente; y vi cómo abría a mi mamá en dos…
Entonces escuché algo, lo último que hubiera querido escuchar… Era el grito de Emilia, detrás mío. Esa monstruosidad apartó su mirada de mi madre descuartizada y la posó en mi pequeña hermana. Se levantó y caminó hacia nosotros. Mi hermana giró y corrió, y me encontraba petrificado cuando él me pasó de lado para ir tras ella. ¿Qué hacía en la casa? ¿No había evaluado la situación y huido?
Los seguí. Me imaginé que la mataría también, pero estaba tristemente equivocado. La agarró del brazo y tiró dejando claro quién estaba en control. Hice todo el ruido que pude, esperando y rogando que alguien pudiera escucharme y viniera en nuestra ayuda. No podía llevársela. No a ella.
Cuando pasó delante de mí me arrimé contra la pared y gemí en horror: «¿Por qué?». No respondió; en cambio puso su mano libre en mi cabeza, mientras Emilia gritaba por auxilio.
—Buen chico. —Me dio otra sonrisa torcida. Los seguí hasta la puerta donde él la arrastraba consigo. La abrió de un empujón, se deslizó a través de ella y azotó la puerta detrás de sí.
 
Ahora estoy sentado en la cama, con mis padres adoptivos mutilados, temblando y gimiendo en consternación. Él está afuera con mi hermana y no puedo hacer nada para ayudarla. Lo haría si pudiera, pero no puedo. Iría tras ellos en un abrir y cerrar de ojos, pero no puedo. Me siento aquí, mirando a mis patas. Si tan solo pudiera abrir puertas…
Midnight.
Midnight.


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Mensaje por Midnight. Vie 10 Ene 2014, 11:37 am

72 creepypasta

The real

Liliana esperaba con ansias la llegada de su primogénita, esa criatura que tanto habían soñado ella y su esposo, Lord Frederick. Tan segura estaba de que sería una niña, que todas las noches imaginaba su apariencia hermosa con piel blanca como la nieve, cabellos tan negros como una noche sin luna ni estrellas y labios rojos, tan rojos como la sangre fresca…
De pronto empezó a sentir un dolor muy agudo en el vientre e instintivamente llevó sus manos a él, mientras se doblaba del dolor y veía cómo el inmaculado vestido que llevaba puesto empezaba a teñirse de rojo hasta los pies, haciéndola gritar por ayuda.
Fueron horas de labor y dolor el dar a luz a esa criatura hermosa, tanto así que la salud de Liliana empezó a decaer, día a día, y ella dejó de ser la misma.
Los siguientes meses transcurrieron dentro de un ambiente de calma y alegría, mezclado con incertidumbre para Lord Frederick, ya que su felicidad no podía ser completa si tenía que ver cómo la belleza y juventud de su amada esposa se consumían rápidamente con el pasar de los días; en cambio, su hija crecía, y empezaba a dar sus primeros pasos.
Liliana murió al cabo de un año, dejando huérfana a su pequeña Lilly, y a Lord Frederick con un dolor profundo.
A los ocho años Lilly se había convertido en una niña hermosa, pero malcriada, y podría decirse que hasta malvada: gozaba maltratando a las hijas de los sirvientes, atrapaba ratones para luego ahogarlos en un balde con agua y cazaba aves pequeñas para arrancarles las alas, mientras su mirada se tornaba en algo grotesco…
Un día Lord Frederick la mandó a llamar para anunciarle que tendría que salir de viaje, puesto que iría a conocer a quien sería su nueva esposa. Esto a Lilly no la complació en lo absoluto y sólo respondió  con una mueca, echando a correr. Su comportamiento seguía empeorando, permanecía horas encerrada en la habitación de su madre cepillando su cabello frente a un gran espejo, con la mirada perdida en el vacío de su reflejo.
Pasó un tiempo antes de que Lord Frederick regresara a su castillo. Al parar el carruaje en el que venía, bajó y se quedó parado con la mano extendida a la puerta del vehículo tomando la mano de una hermosa mujer. Detrás de ella, un hombre apocado y aparentemente con retraso mental cargaba una caja de madera. Lord Frederick buscó a Lilly entre el mar de gente que llagaba a recibirlos; una de las sirvientas la traía de la mano, la pequeña llegó con la mirada baja y una de sus manos cerrada en un puño.
Lord Frederick la llamó pero ella no respondió, haciendo que quisiera darle una reprimenda, pero la hermosa mujer a la que aún sostenía de la mano lo contuvo suavemente, al mismo tiempo que se inclinaba para saludar a la pequeña. Lilly la observó desafiante, pero la mujer no dejó de sonreír y preguntó a la niña si podía mostrarle su mano. La mirada de Lilly se tornó maliciosa, y abrió su puño para dejar ver el cuerpo de un ratón desollado y sin ojos.
Sin perder la compostura, la bella dama le preguntó si no preferiría cambiarlo por lo que sostenía el hombre, hermano de Lady Claudia —así era como se llamaba la bella mujer—. Ésta tomó la caja en manos de su hermano y al abrirla apareció un cachorro. Se lo mostró a la niña; ella dejó caer el ratón, sacó al cachorro, se dio media vuelta y se alejó saltando y cantando dejando a Lady Claudia encubriendo el enojo que le provocó por haberla ignorado… Al día siguiente se celebraba la boda entre su padre y Lady Claudia, pero Lilly no salió de la habitación de su madre y lloró amargamente frente al espejo.
Horas después los recién casados se encontraban dormidos. Lady Claudia empezó a sentir cómo algo goteaba en su cara. Se enderezó en la cama, pasó su mano por el rostro… ¡sangre!, era sangre de lo que se mancharon sus dedos. Miró hacia arriba y el cachorro que le había regalado a Lilly prendía de la cabecera degollado; pero ella no gritó, sólo tomó lo que quedaba del animal y se dirigió a la habitación de la niña. Al entrar se sentó en la cama y despertó a la pequeña con un beso en la frente. Lilly abrió los ojos, y entonces le dijo en voz muy baja:
—Es mejor que no me tomes como a tu rival pequeña, porque puede que pierdas la guerra.
Con el pasar de los años Lilly se convirtió en una adolescente bella e inteligente, mucho más que su difunta madre, pero con una personalidad cruel y sanguinaria. Su madrastra esperaba a su primer hijo, y Lord Frederick organizaba una gran fiesta para celebrar el cumpleaños de su hermosa primogénita. Por esta razón, Lady Claudia ofreció a Lilly el vestido que ella usó cuando cumplió dieciséis como una muestra de tregua a su pequeña guerra. La joven aceptó el vestido y caminó hacia la habitación de su madre.
Esa noche, Lilly apareció en la fiesta ataviada con uno de los vestidos de su madre. Lady Claudia se enfureció mientras veía bailar a su hijastra, y su esposo estaba embelesado porque su hija le recordaba a Liliana. La mujer empezó a sentir contracciones, y horas después el bebe nació, muerto. Lord Frederick quedó devastado… pero no se comparaba al dolor de la madre fallida, quien gritaba a todos que la dejaran en paz y llamaba a voces a su hermano. Lilly contuvo una risa de victoria.
Tras haber perdido su belleza, Lady Claudia se encerró en sí misma, hasta que un día dejó la habitación para vagar por los pasillos del castillo, y al dar con la habitación de Liliana, sintió como si una voz la instigara a entrar. Lo hizo, y caminó hasta quedar frente a un espejo inmenso con bordes dorados. Hipnotizada, se sentó en el banco junto a él y miró fijamente su reflejo, ya no gozaba de juventud… Empezó a llorar, y gritar, que todo era culpa de esa mocosa. Intentó destruir el amado espejo de Liliana, pero su reflejo la detuvo, y hablando como si tuviera vida, y haciéndola sentir que perdía la razón, le prometió devolverle su juventud y belleza siempre y cuando estuviera dispuesta a hacerle unos pequeños favores…
Así fue como Lady Claudia había rejuvenecido ante la mirada llena de odio de Lilly. Cegada por su sentimiento de triunfo, envió a Lilly a un viaje con el pretexto de que necesitaba conocer el mundo. Pero le pidió a su hermano que la escoltara, y se asegurara de que sufriera un «accidente» en el camino. Mientras tanto, Lady Claudia se encargaría de vengarse de su amado esposo, quien siempre prefirió a Lilly por sobre ella.
La noticia de que Lilly y su hermano habían desaparecido sin dejar rastros no tardó en llegar. Aunque esto destrozó aún más a Lord Frederick, la evidente muerte de su hermano no significó nada para Lady Claudia, y siguió envenenando a su esposo y llenándolo de dolor, decidida a hacer de él un despojo humano. En cuestión de noches Lord Frederick había perdido completamente su espíritu y vagaba por el castillo llorando y buscando desesperado a Lilly, pero ella no contestaba su llamado.
Todo sería distinto una noche de invierno, cuando el ambiente en el castillo era más tétrico que de costumbre. Lady Claudia paseaba por la habitación que era de Liliana llevando en brazos un pequeño bulto, tarareando una y otra vez la misma canción. De repente, se escucharon gritos a la entrada del castillo; Lady Claudia posó el bulto en la cama para asomarse por la ventana. Uno de los guardias había sido degollado y destrozado mientras los demás huían despavoridos como si una jauría de lobos los atacara. Eran siete hombres corpulentos, aullando de placer, desgarrando a los guardias uno a uno ¡con sus propias manos y dientes! La sangre que brotaba de sus víctimas manchaba sus rostros y caía impúdica sobre la blanca nieve…
Lady Claudia se aterrorizó y quiso correr a asegurar las puertas de la habitación, pero ya era demasiado tarde, una figura se asomaba a la puerta sonriendo, tan maliciosamente como siempre. Era Lilly. Lady Claudia se preguntaba cómo es que había sobrevivido, la niña se limitada a sonreír. Uno de sus brazos escondía algo detrás de su espalda. Lady Claudia la miraba con horror y curiosidad; ¿qué era lo que ocultaba?
¡La cabeza de su hermano!, que había cercenado y mutilado, ahora sus ojos eran unas cuencas vacías y su boca abierta no era más que un agujero sin dientes ni lengua, sólo una masa de carne y sangre coagulada y mal oliente. Lady Claudia gritó e intentó huir, pero Lilly fue más rápida, lanzándole la cabeza de su hermano para hacerla tropezar y caer. Rió como una psicótica tomando a su madrastra por los cabellos para obligarla a ver la orgía de sangre que practicaban los siete hombres afuera. Cómo destrozaban los cuerpos de sus víctimas y mascaban la carne cruda que arrancaban con sus dientes… se escuchaba cómo crujía la carne entre sus mandíbulas.
Un leve llanto captó la atención de Lilly y llenó de pánico a Lady Claudia. Soltó a su presa azotándola contra la pared para dirigirse a la cama y destapar el pequeño bulto que tanto atesoraba. Con una sonrisa retorcida, lo recogió, y caminó al espejo extendiendo los brazos y mirándolo con recelo…
—Espejo, espejo sobre la pared. Veo que te has divertido en mi ausencia —dijo con reproche hacia su reflejo, pero poco duró su trance ya que un dolor agudo y punzante atravesó su espalda. Lady Claudia la había apuñalado justo en el centro del corazón, pero Lilly sonrió y giró su cuerpo, mirando fijamente a la mujer, burlándose del acto desesperado por deshacerse de ella.
El reflejo de Lilly ardió en llamas azules y empezó a cambiar frente a una atónita Lady Claudia. La forma que tomó fue la de un demonio de piel pálida, como la blanca nieve, de ojos negros, profundos, como la noche, una sonrisa retorcida y tan roja como la sangre fresca…
 
Tiempo después se celebraba en el castillo la boda de Lilly y un noble de tierras vecinas. El padre de Lilly se había desvanecido, así como Lady Claudia, y todo empezaba a prosperar de nuevo en el castillo. Lilly esperaba la llegada de su primer hijo y se le veía caminar feliz por los pasillos con algo entre sus manos, hasta que se detuvo en la que alguna vez fue la recámara de su madre, sellada años atrás.
Quitó el seguro de las puertas y caminó hacia el espejo, diciendo:
—Espejo, espejo sobre la pared, no te podrás quejar, ya tienes compañía, y pronto tendrás un heredero más que te alimentará.
Dijo esto mirando directamente hacia el espejo, mostrando al demonio sonriendo complacido y, al fondo del reflejo, a los siete hombres torturando a Lady Claudia y a Lord Frederick.
Lilly arrojó lo que tenía entre las manos hacia un rincón de la habitación y una pequeña criatura salió de entre las sombras para devorar el cuerpo de un ratón, ante la sonrisa malévola de la futura madre…
Midnight.
Midnight.


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Mensaje por Midnight. Vie 10 Ene 2014, 11:39 am

73 creepypasta

Hellbook

Era casi mitad del año 2004, aún no se sabe con exactitud lo ocurrido; la evidencia de aquel suceso ha sido borrada totalmente, o al menos así se cree.
Muy poco se conoce de esta historia. De los millones de usuarios que se encuentran registrados en esta enorme red social, sólo unos cuantos conocen el rumor.
Se dice que cuando el Boom de las páginas se puso de moda, existió una llamada «HellBook» que promovía contenido relacionado al gore. La página que se había creado un 6 de junio de 2004 creció rápidamente, llegando a los mil likes en menos de un día.
El objetivo de la página nunca fue claro, y contaba con apenas cuatro administradores:
Andrea (creadora y encargada de la publicidad);
Zower (encargado de las imágenes gore);
Pablo (no se conoció qué cargo tenía, pero era entre publicidad, videos y publicaciones gore);
Mikhail (escritor).
Después de permanecer exitosamente seis meses vigentes, se convirtió en una de las páginas principales en los temas que trataba. Sin embargo, y a pesar de atraer más de cien mil seguidores, la página desapareció de súbito. Se pensó que había sido finalmente clausurada por los creadores de Facebook, puesto que recibía denuncias constantes sobre las imágenes explícitas que publicaba.
Pronto, varios de sus seguidores empezaron a crear páginas similares tratando de emular a sus administradores, con poca suerte. Alguno llegó a difundir capturas de imagen de HellBook mostrando el sadismo que se ilustraba en cada una de sus publicaciones; pero rápidamente las imágenes relacionadas fueron eliminadas.
Hubo un momento en el que se desató un rumor sobre la procedencia de las imágenes: se dijo que la creadora, Andrea, publicó un grupo que llevaba el mismo nombre, en el que se invitaba a los usuarios a unirse con la única condición de no mencionar el grupo en otras páginas. Dentro de éste se compartía imágenes y vídeos Snuff, en los que habían estado involucrados dos administradores.
Otro rumor era que el escritor, Mikhail, usaba estos sucesos para poder crear sus historias; de allí vendría su pequeño texto al final de sus creaciones «Basado en hechos reales».
Tres meses después, un joven colombiano de dieciséis años, mediante su propia página, aseguró que había sido uno de los administradores de la desaparecida HellBook, afirmando en una de sus publicaciones que el cierre de la página se debió por la falta de tiempo de los administradores:
«Puedo decir que sí, alguna vez pertenecí a su página, pero no compartía los gustos que ellos tenían. Inclusive en una ocasión discutí con la creadora —Andrea— sobre las publicaciones gore, que ya eran cada vez más fuertes. Siempre intervenían los otros justificándose con que todo era para ganar likes. Luego, y a pesar del éxito de la página, se echaron para atrás. No quisieron seguir con el proyecto, simplemente no querían continuar, diciéndome que se debía a falta de tiempo, cosa que no les creí ya que siempre estaban conectados. Luego vino el cierre y por último me eliminaron de sus contactos. Así acabó la “era HellBook”.
—Morales».
Los antiguos seguidores de HellBook no demoraron en rechazar tal declaración asegurando que ésta fue sólo para ganar popularidad, llenando de inmediato el muro de la página de comentarios ofensivos para el administrador.
En el año 2008, luego de cuatro años de ausencia, una página bajo el nombre de «Infected H.» aparecía en las redes sociales. Casualmente el nombre de los administradores coincidían con aquellos de HellBook, con la diferencia de que las publicaciones trataban sobre temas paranormales, de ocultismo y música (Metal).
La página llamó la atención de muchos cibernautas, no sólo por el tipo de publicaciones que tenía, sino por el rumor que se tejía sobre los administradores. Una vez más, los administradores tuvieron una acogida rápida por sus seguidores hasta el punto de igualar su antigua página; sin embargo, Andrea, Zower, Pablo y Mikhail negaron en repetidas ocasiones estar relacionados a HellBook.
«Puedo asegurarles, que ni soy escritor, ni pertenecí a aquella página. Si me puse este nombre fue por el juego Resident Evil, sólo por eso; es más, ni siquiera sabía que existió esa página, así que ya déjense de estupideces, que estamos recibiendo muchas denuncias del Face’  por publicaciones que ni siquiera hicimos.
—Mikhail».
Después de aquel mensaje la página desapareció sin dar más explicación.
La última aparición registrada por parte de los administradores fue en el año 2012, bajo el mismo nombre, HellBook, pero con una menor aceptación, casi pasando inadvertidos.
Todos los hechos e historias que se formaron sobre los administradores y la página fueron prácticamente silenciados, y los pocos usuarios que se atreven a afirmar la existencia de esa página terminan siendo bloqueados por Facebook.
Actualmente no se conoce el paradero de ninguno, pero aún se rumorea que el administrador «Mikhail» circula en algunas páginas, contando ciertas historias que posiblemente sean reales.
«Detrás de toda historia hay una pequeña verdad. Detrás de todas mis líneas hay un poco de maldad. No soy Santo, pero tampoco enfermo, sólo busco inspiración; y si la vida de unos cuantos es el precio de la imaginación, sin dudar las ofrecería para crear mi propio mundo de ficción.
—Mikhail».
Midnight.
Midnight.


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Mensaje por Midnight. Vie 10 Ene 2014, 11:41 am

74 creepypasta

El Portador de la Suerte

Era casi mitad del año 2004, aún no se sabe con exactitud lo ocurrido; la evidencia de aquel suceso ha sido borrada totalmente, o al menos así se cree.
Muy poco se conoce de esta historia. De los millones de usuarios que se encuentran registrados en esta enorme red social, sólo unos cuantos conocen el rumor.
Se dice que cuando el Boom de las páginas se puso de moda, existió una llamada «HellBook» que promovía contenido relacionado al gore. La página que se había creado un 6 de junio de 2004 creció rápidamente, llegando a los mil likes en menos de un día.
El objetivo de la página nunca fue claro, y contaba con apenas cuatro administradores:
Andrea (creadora y encargada de la publicidad);
Zower (encargado de las imágenes gore);
Pablo (no se conoció qué cargo tenía, pero era entre publicidad, videos y publicaciones gore);
Mikhail (escritor).
Después de permanecer exitosamente seis meses vigentes, se convirtió en una de las páginas principales en los temas que trataba. Sin embargo, y a pesar de atraer más de cien mil seguidores, la página desapareció de súbito. Se pensó que había sido finalmente clausurada por los creadores de Facebook, puesto que recibía denuncias constantes sobre las imágenes explícitas que publicaba.
Pronto, varios de sus seguidores empezaron a crear páginas similares tratando de emular a sus administradores, con poca suerte. Alguno llegó a difundir capturas de imagen de HellBook mostrando el sadismo que se ilustraba en cada una de sus publicaciones; pero rápidamente las imágenes relacionadas fueron eliminadas.
Hubo un momento en el que se desató un rumor sobre la procedencia de las imágenes: se dijo que la creadora, Andrea, publicó un grupo que llevaba el mismo nombre, en el que se invitaba a los usuarios a unirse con la única condición de no mencionar el grupo en otras páginas. Dentro de éste se compartía imágenes y vídeos Snuff, en los que habían estado involucrados dos administradores.
Otro rumor era que el escritor, Mikhail, usaba estos sucesos para poder crear sus historias; de allí vendría su pequeño texto al final de sus creaciones «Basado en hechos reales».
Tres meses después, un joven colombiano de dieciséis años, mediante su propia página, aseguró que había sido uno de los administradores de la desaparecida HellBook, afirmando en una de sus publicaciones que el cierre de la página se debió por la falta de tiempo de los administradores:
«Puedo decir que sí, alguna vez pertenecí a su página, pero no compartía los gustos que ellos tenían. Inclusive en una ocasión discutí con la creadora —Andrea— sobre las publicaciones gore, que ya eran cada vez más fuertes. Siempre intervenían los otros justificándose con que todo era para ganar likes. Luego, y a pesar del éxito de la página, se echaron para atrás. No quisieron seguir con el proyecto, simplemente no querían continuar, diciéndome que se debía a falta de tiempo, cosa que no les creí ya que siempre estaban conectados. Luego vino el cierre y por último me eliminaron de sus contactos. Así acabó la “era HellBook”.
—Morales».
Los antiguos seguidores de HellBook no demoraron en rechazar tal declaración asegurando que ésta fue sólo para ganar popularidad, llenando de inmediato el muro de la página de comentarios ofensivos para el administrador.
En el año 2008, luego de cuatro años de ausencia, una página bajo el nombre de «Infected H.» aparecía en las redes sociales. Casualmente el nombre de los administradores coincidían con aquellos de HellBook, con la diferencia de que las publicaciones trataban sobre temas paranormales, de ocultismo y música (Metal).
La página llamó la atención de muchos cibernautas, no sólo por el tipo de publicaciones que tenía, sino por el rumor que se tejía sobre los administradores. Una vez más, los administradores tuvieron una acogida rápida por sus seguidores hasta el punto de igualar su antigua página; sin embargo, Andrea, Zower, Pablo y Mikhail negaron en repetidas ocasiones estar relacionados a HellBook.
«Puedo asegurarles, que ni soy escritor, ni pertenecí a aquella página. Si me puse este nombre fue por el juego Resident Evil, sólo por eso; es más, ni siquiera sabía que existió esa página, así que ya déjense de estupideces, que estamos recibiendo muchas denuncias del Face’  por publicaciones que ni siquiera hicimos.
—Mikhail».
Después de aquel mensaje la página desapareció sin dar más explicación.
La última aparición registrada por parte de los administradores fue en el año 2012, bajo el mismo nombre, HellBook, pero con una menor aceptación, casi pasando inadvertidos.
Todos los hechos e historias que se formaron sobre los administradores y la página fueron prácticamente silenciados, y los pocos usuarios que se atreven a afirmar la existencia de esa página terminan siendo bloqueados por Facebook.
Actualmente no se conoce el paradero de ninguno, pero aún se rumorea que el administrador «Mikhail» circula en algunas páginas, contando ciertas historias que posiblemente sean reales.
«Detrás de toda historia hay una pequeña verdad. Detrás de todas mis líneas hay un poco de maldad. No soy Santo, pero tampoco enfermo, sólo busco inspiración; y si la vida de unos cuantos es el precio de la imaginación, sin dudar las ofrecería para crear mi propio mundo de ficción.
—Mikhail».
Midnight.
Midnight.


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Mensaje por Midnight. Vie 10 Ene 2014, 11:44 am

75 creepypasta

Academia de artes

Siempre he sido aficionada a la música. Todos lo somos, aun cuando no tocamos ningún instrumento. Yo pertenecía a aquellos que durante los conciertos siempre se dedicaba únicamente a escuchar, pero siempre tuve la curiosidad de aprender a tocar la flauta traversa. No fue difícil convencer a mis padres de iniciar un curso de flauta en la Academia de Artes de San Agustín, sobre todo porque decían que yo era muy joven, y era mejor empezar cuanto antes. Habíamos comprado una flauta de segunda mano en una casa de empeño, y poco después empecé el curso. Cuatro horas mensuales, con dos recitales al año. No tienen idea de lo gratificante que fue aprender a tocar mi instrumento favorito, y de poder reconocer las notas que tocaban en los conciertos de música celta, para después intentar sacarlas yo misma por oído. Claro, fue un proceso lento y largo, pero así es la vida de un aprendiz, y con el pasar de los años dejé de serlo para poder considerarme (finalmente) una estudiante avanzada.
Consideraba al personal de la academia como mi familia, y había hecho grandes amigos que compartían mi amor por la música. A veces nos reuníamos a hacer nuestras propias versiones de canciones conocidas; inclusive una vez nos atrevimos a tocar en el mercado de nuestra ciudad para recibir limosna, aunque lo hicimos más que nada por diversión. Sí, todo aquel tiempo que pasé de niña equivocándome con algunas notas, fallando con mis tiempos o luchando con mi respiración, había valido la pena.
Se acercaba el recital de mitad de año y ya sabía exactamente cuál canción tocar (“Yesterday”, de The Beatles, acompañada de mi amiga Helena en el piano). Practicamos incansablemente hasta tenerla perfecta, para así tocarla con simplicidad en el recital, al cual sabrán asistía muchísima gente y tendemos a ponernos nerviosas. Habíamos hablado con la directora de la academia, Doña Patricia Calderón, para que nos dejara tocar en el auditorio para practicar e imaginarnos cuán lleno podría estar. Ella, sabiendo lo ansiosas que éramos, nos dio la llave y nos deseó buena suerte.
El recital era el miércoles catorce de junio a las 19:00, y nosotras habíamos llegado a las 16:00, una hora antes de que llegara el personal para comenzar a conectar las luces, los parlantes y micrófonos. El auditorio de la academia era una enorme habitación cuadrada, con pisos y de madera y sin ventanas, para que no escapara el sonido. Había una plataforma al final de la habitación, y había dos columnas de sillas al frente, como en una sala de cine. Subimos en la plataforma, Helena se sentó en su piano y a la cuenta de tres, tocamos. Yo había puesto el cronómetro, y cuando terminamos habíamos durado justo lo planeado: 2:43. La tocamos dos veces más y luego decidimos irnos a cambiarnos de ropa y arreglarnos. Guardé mi flauta en su estuche mientras Helena me esperaba, luego nos dirigimos a la doble puerta. Al intentar abrirla notamos que estaba cerrada con llave, cosa imposible dado que sólo nosotras teníamos la llave (bueno, imagino que el personal también tenía otra, pero ellos llegarían dentro de veinte minutos). Miré a Helena extrañada, preguntándole si ella la había cerrado. Claro que no, ¿para qué haría eso? Vamos, saca la llave y ábrela de una vez, me respondió. Al buscar en mi bolsillo sólo sentí mi celular, pero no las llaves. Busqué en mi bolso y hasta en el estuche de mi flauta, pero nada. Helena también buscó por todo lado y no las encontraba. En eso se apagó la luz del auditorio y Helena gritó. Buscó mi mano en la oscuridad y no la solté por nada. Empezamos a escuchar el sonido del piano, tocando notas lentas y suaves. Nos giramos hacia la plataforma y de repente una luz iluminó a quien tocaba (repito, las luces no habían sido conectadas). Era un hombre con traje de noche y manos blancas, pero no pudimos ver su rostro, puesto que había una bolsa de tela (con las que se carga el maíz) en su cabeza. Helena cesó de gritar, pero su mano apretaba tan fuerte la mía que tuve que quitarla antes de que me hiciera verdadero daño. El hombre estaba tocando “Tristesse”, de Chopin, Helena me lo dijo. Pronto otra luz se encendió, e iluminaba un hombre con otra bolsa en su cabeza (pero esta le tapaba solamente sus ojos y nariz), que tocaba una flauta traversa. Acompañó la melodía del piano, y juntos nos estaban dando un espectáculo. Busqué en mi bolsillo para llamar al 911, pero al ver la pantalla de mi móvil vi que no había señal, lo cual era de esperarse, el auditorio estaba completamente aislado del resto de la academia, y sus paredes habían sido construidas tan gruesas justo para que nadie pudiera llamar en medio de un recital. No podíamos hacer otra cosa más que quedarnos y rezar que lo único que quisieran hacer estos hombres fuera darnos un show. Otras dos luces se encendieron, iluminaban dos asientos vacíos. Desconfiada empecé a caminar y tomé a Helena de la mano. La pobre tenía las piernas temblorosas, por lo que tuve que llevarla con fuerza. Honestamente yo también estaba muerta de miedo, pero tenía que seguir el juego de los hombres, no planeaba pasarme de lista. Helena se sentó en el asiento de la izquierda (frente al piano) y yo en el de la derecha (frente al flautista). La canción siguió, y duró el tiempo suficiente para disfrutarla. Ambos eran apasionados, y tocaban aquellas canciones con la simplicidad que yo deseaba adquirir algún día. Al terminar la canción sonreí y aplaudí, y Helena me imitó inmediatamente. Ambos hombres nos hicieron una reverencia, y de un momento a otro las bolsas en sus cabezas se ajustaron tanto hasta estrangularlos. Intentaron luchar contra la presión pero era inútil, y cuando finalmente cedieron, sus cuerpos cayeron desde la plataforma y golpearon el piso de madera. Helena se alejó, y la perdí de vista puesto que todo seguía oscuro, pero me apuré en socorrer a ambos hombres. Mas al acercarme no los encontré en ninguna parte. Me acerqué a la plataforma para subir e investigar, pero sentí como me tomaban las piernas para impedirme caminar. Aquellos dos me estaban esperando, y comenzaron a jalarme con más fuerza. Le grité a Helena, pero al voltearme sólo vi la puerta abierta. Tuvo la llave en todo momento, y estaba siendo traicionada por mi amiga. Continué mi lucha contra los enmascarados sin lograr librarme del todo, hasta que con mi estuche de flauta los golpeé repetidas veces. Me soltaron, y brinqué hasta sumergirme más adentro en la oscuridad. Sabía como llegar a la puerta, era un camino fácil. Corrí, oh Dios, cómo corrí. Me acercaba cada vez más, veía la luz del pasillo. Grité de nuevo esperando que alguien del personal hubiera llegado antes, pero bien sabía que no había nadie. Ellos nunca llegan antes.  Estuve a cuatro metros de la puerta cuando ésta se cerró, y sentí que uno de ellos me puso una bolsa en la cabeza. La cerró tanto que sentía como la sangre se acumulaba en mi cuello, y como ellos después de terminada su canción, caí.
 
El personal de la Academia de Artes de San Agustín llegó al auditorio a las 17:00 en punto. Encontraron a una de las mejores flautistas de la academia tirada en el suelo con una bolsa en su cabeza.  Cancelaron inmediatamente el recital y lo reprogramaron para el veintitrés de junio.
Helena se sentía como una completa estúpida. Había guardado la llave en su zapato, pero sus piernas temblorosas no la dejaron sentirlas. Solamente cuando se tranquilizó pudo recordar dónde estaban. Por su culpa su amiga estaba muerta, y no había forma de aliviar aquella pena. Ella faltó al recital, y en sus años siguientes faltaría a todos los demás recitales de la academia. Los padres de Lucía le pidieron que tocara una canción para su funeral, y ella sabía cuál canción tocar.
En la iglesia mucha gente lloraba por la partida de aquella dulce joven de diecisiete años, que tenía un futuro brillante como flautista. El padre dio un sermón acerca del suicidio, cosa que molestó a sus padres, pues sabían que Lucía jamás haría una cosa así, pero así lo dictaminó la policía.  Cuando el padre finalizó, Helena tocó “Yesterday”. En su cabeza contaba el tiempo para que fuera perfecto, como lo quería su amiga. Al terminar, dijo en voz baja 2:43, y cuando alzó su mirada vio a Lucía. Tenía una bolsa en su cabeza, y susurró: tú también deberías estar muerta. Helena se paralizó del miedo al escuchar esas palabras, y fue entonces que sintió -finalmente- la sangre de su cuello acumularse. Los presentes en el funeral sólo vieron como la joven de dieciséis años chocó su cabeza contra las teclas del piano, y luego cayó al suelo.
-Marco Castro
Midnight.
Midnight.


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Mensaje por Midnight. Vie 10 Ene 2014, 11:46 am

76 creepypasta

Cuando cierras tus ojos

La mujer se bañaba despreocupadamente. Primero lavó su cuerpo; de la punta de los pies al cuello, con movimientos circulares suaves y concisos procurando que cada centímetro de su piel recibiera la misma dosis de jabón. Posteriormente, enjuagó sus miembros ante el abundante fluido de agua que manaba de la regadera en un acto rutinario y completamente normal. Llegó el momento de lavar su cabello; tomó la botella con esa sustancia elaborada específicamente para la limpieza del cabello e irritante para los ojos. Apretó un poco el envase provocando un pequeño brote del líquido a través del orificio, colocó el producto en la palma de su mano y lo aplicó sobre su cabeza mientras bajaba nuevamente el recipiente. Cerró los ojos y comenzó su labor. Ese era el momento indicado, él lo sabía. Salió de su escondite y se introdujo en la regadera que era lo suficientemente grande como para albergar dos cuerpos. En un instante estaba frente a ella; evitaba el contacto físico puesto a que, por ahora, no quería que se enterara de su presencia. En realidad no le costó mucho trabajo, era algo que ya había hecho muchas veces antes y lo disfrutaba cada vez más.
Elige una casa al azar, por lo regular departamentos, después investiga si la persona vive o se encuentra sola; esos son sus favoritos puesto a que sin la presencia de otros la vulnerabilidad es mayor. Posteriormente, espera a que caiga la noche y la persona tenga que ducharse. Si realiza esta actividad en la mañana, se queda observando en la oscuridad al durmiente hasta el amanecer. Para él es más divertido quienes lo hacen por la noche; así puede espiarlos mientras ellos, incrédulos y despreocupados continúan su labor. Y la parte en la que tienen que lavar su cabello y cara, oh, ¡qué momento más glorioso! Puede postrarse frente a ellos sin que su presencia sea notada y olfatea la esencia; cada uno posee una esencia propia y todas ofrecen una gran cantidad de aromas deliciosos, ¡Como se le hace agua en la boca cada vez que huele una! Le es difícil controlar sus impulsos, tiene una gran fuerza de voluntad para no atacar a su presa en ese mismo instante pero vale la pena, puesto a que la carne mojada no tiene el mismo sabor que la que está limpia y seca. También es muy entretenido cuando algunos tienen la sospecha de que están siendo observados y abren los ojos. Para un ser como él no es difícil moverse a grandes velocidades y ocultarse de nuevo tras la cortina de baño o cancel, observando como un pequeño temor empieza a fluir en los más sensibles o en los escépticos (tiene preferencia por estos últimos) la incredulidad característica en ellos. Cuando llega el momento de revelar su ser ante ellos, cuando el reloj marca las tres de la madrugada, los pobres buscan una explicación lógica a lo que están presenciando. Si tan solo supieran que él, un ser tan complejo y perfecto, está mas allá del entendimiento humano. El temor y confusión que provoca su presencia en la débil creatura es algo que le causa no menos placer. Le da un poco de tiempo para asimilar la situación y cuando está consiente de la naturaleza sobrenatural que él posee, ataca. Se abalanza contra él o ella e inmoviliza su cuerpo con sus seis largas garras superiores; de la cabeza a los pies. Cuando el cuerpo está totalmente inerte, acerca su cara y huele intensamente el cuello de su presa, con excitación única. Después, abre su gran hocico (parecido a la mandíbula de un tiburón) y con su larga, áspera lengua lame la cara de su víctima, extasiado por el delicioso sabor que posee la piel. La víctima en shock cae en un ataque de pánico pero sus gritos son silenciados por algo parecido a un grueso tentáculo. Amordazado e incapaz de expresar oralmente su miedo, es probable que el o la desdichado (a) comience a llorar. La sal de las lágrimas es lo que sazona la carne, por lo que no dudará en probar el nuevo y condimentado manjar. Abre sus fauces y de un mordisco arranca una pequeña parte de la cara, por lo general del pómulo, degustando el bocado lentamente. Por consiguiente la sangre empieza a brotar aunque no a chorros, sólo una pequeña hemorragia. Pero esa fuga de hemoglobina es lo que da fin al preámbulo e inicio a la verdadera acción. Enloquecido por el olor y sabor de la sangre, empieza a rasgar la piel de las piernas con las puntas afiladas de sus garras inferiores, como si de un animal salvaje se tratara, hasta que el músculo queda expuesto. Sin soltar a la víctima, se arrastra hasta donde yacen los pedazos de carne y los come rápidamente. Eso no hace sino abrir más su apetito. Recuesta a la víctima y libera la parte superior del cuerpo de la misma, sólo para obtener más comodidad. Acerca su “cara” al vientre de la persona y con sus afilados colmillos procede a desgarrar las capas de piel y musculo, a estas alturas ya no le interesa alimentarse de un órgano superficial. Al llegar a las entrañas lame, primeramente, el intestino delgado. Después comienza a dar pequeños mordiscos a cada órgano para elegir el primero que comerá. El Hígado es, habitualmente, el primero. Así comienza a devorar cada órgano vital.
Algunos desfallecen mientras su piel es desgarrada, otros se desmayan por el dolor ocasionado. Un porcentaje menor presencia el horror y trata por todos los medios defenderse del ataque, infructuosamente. Al ver que nada hace efecto empieza a gritar por ayuda desesperadamente, con la esperanza de que alguien escuche y acuda al rescate. Los gritos le molestan, ¿A quién no le resultaría molesto escucharlos mientras está comiendo? Así que es probable que con una de sus garras le arranque la lengua de raíz y la engulla. A él siempre le han gustado las lenguas, piensa que su consistencia es algo único. De esa forma, en un sangriento festín devorará las vísceras del desafortunado hasta quedar reducido a un guiñapo de musculo y hueso. Cuando está completamente satisfecho, abandona el lugar y va en busca de una nueva víctima. Podría ir a otro barrio, otro estado, otro país. No importa la distancia ni el tiempo, ambas cosas le son indiferentes.
La mujer se bañaba despreocupadamente mientras que él aspiraba la esencia expedida de su cuerpo. Juventud y belleza, dos cualidades que le encantaban, reunidas en un solo ser. El exquisito aroma que despedía lo incitó a imaginarse el sabor de sus entrañas. Si, definitivamente una víctima suculenta, una gran elección. La joven abrió los ojos para encontrarse con los relucientes azulejos blancos del baño frente a ella. Por un momento creyó escuchar un sonido fuera de la regadera, ¿Tendría que echar un vistazo? No, sería estúpido. Ella estaba sola y todo perfectamente cerrado, no había razón para mirar afuera. Seguramente eran las tuberías, carecía de importancia.
Ten cuidado al cerrar los ojos, a él no le gustaría ser descubierto.
Midnight.
Midnight.


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Mensaje por Midnight. Vie 10 Ene 2014, 1:17 pm

77 creepypasta

El pájaro rojo

Esta es mi historia…Mi pequeña familia, constituida por mis padres y yo, sufrimos una pérdida muy grande: mi papá falleció. Aquello ocasionó un impacto bastante fuerte en mi madre la cual yo, a duras penas, debía de cuidar. Se encontraba alterada desde aquel incidente y todo el día permanecia en silencio. Lo único que animaba un poco mi hogar era la música variada que yo solía poner. Aquí es donde empieza esta horrorosa anécdota que a duras penas puedo narrar…
Hubo un tiempo en el cual un pájaro realmente necio, tocaba a la ventana de mi habitación desde el amanecer,hasta unas pocas horas después de este. El sonido del picoteo, luego de mis largas madrugadas en vela al lado de la PC, para mi ya era acostumbrado escucharlo justo cuando las persianas se miraban blancas reflejando la luz del sol, pero siempre me ponía nervioso…era sumamente irritante.
Muy entretenido leyendo al lado de mi pequeña lámpara, un ruido detuvo momentáneamente mi corazón, el mismo tedioso sonido antes del alba; ese agobiante picoteo en el vidrio que parecía ser interminable. Supuse que era ese maldito pájaro de nuevo, desquiciado tal vez por darse contra el cristal tantas veces…Así que no le di demasiada importancia.
El picoteo del ave no se detenía, me estaba hartando, seriamente me estaba  enloqueciendo. Aunado a esto, la PC se congeló de pronto, lo cual aumentó mi histeria y la lamparilla tintineo un par de ocasiones, hizo corto circuito y se apagó dejándome a oscuras apenas pudiendo vislumbrar algo con la luz del monitor.
De pronto, el aleteo del animal cesó. No se percibía más que el silencio profundo de la noche y el roce de las ramas del viejo árbol de mi fallecido padre, mecerse con el viento. Extrañamente mi corazón se comenzó a acelerar, palpitaba cruelmente en contra de mi voluntad. De fondo pude escuchar de nuevo al pájaro…aquella desgraciada criatura con sus plumas rojas revoloteaba en mi patio. Yo me encontraba ya sentado en mi cama, de lado a la ventana y me entró la curiosidad de ver qué había exactamente afuera, pero antes de eso, me percaté de que las cortinas estaban mojadas de un líquido rojizo algo viscoso. Me acerqué, lo toqué y era sangre. El miedo me invadió el cuerpo, costaba que sucediera aquello, pero así era, parecía una pesadilla muy atroz.
Los ventanales parecían estar resquebrajados y en ese instante no había señal alguna del ave, pero cuando iba a cerrar las cortinas, de repente el pájaro volvió y se azotó contra la ventana explotando. Bañó, por fuera, el cristal, pero esta sangre penetró a la habitación. El fluido parecía cobrar forma, eran como garabatos y se podía leer:
“Ya vienen.”
Para ese momento, mi cuerpo no dejaba de tiritar del terror de la imagen que tenía antes mis ojos, pero la escena no acabó ahí…Miré hacia afuera de nuevo, el sol parecía que ya estaba comenzando a salir, más aún así estaba muy oscuro. A lo lejos, percibí una nube extraña, era negra, pero a la vez rojiza. “Más pájaros”, me dije angustiado. Algo parecían cargar en el medio, una especie de caja. Aquello era semejante a un sueño muy perturbador, no sabía si estaba dormido o despierto y constantemente me daba golpes exasperados esperando despertarme, pero no fue así. La aves se acercaron y bajaron en picada una tras otra. Llegaron al patio y lo invadieron. Sus asquerosos ojos
negros y esas repudiables plumas rojas que brillaban con una intensidad casi satánica, me miraban desde afuera. No sabía qué demonios debía de hacer, pero de repente, un pájaro grande irrumpió una de las ventanas, emitiendo yo, del susto, un alarido ensordecedor. Era enorme y aparte, deforme; cargaba el paquete que antes había observado y lo arrojó sobre la cama. Me levanté del rincón en donde me hallaba y lo tomé con mano temblorosa. Lo abrí y no pude creer lo que había en el…Era…un hueso. Un frío gélido recorrío mi espalda, ¡qué tan macabro podía llegar a ser aquella escena! Por debajo del hueso, se hallaba un papel, un estúpido papel con una dirección que daba a un cementerio…
El momento, por sí sólo, no tenía ni un ápice de lógica, pero mi posterior acción creo que, dentro de ese instante, cobraba algo de sentido. Tomé un abrigo y abordé mi bicicleta desinflada. Me dispuse hacia el cementerio a toda velocidad, no había ni un alma en la calle, sólo yo, la calle y la oscuridad que me rodeaba a donde sea que mirase temiendo chocar contra algo, más no fue así.
Arribé pronto al lúgubre sitio. Al fondo se desprendía un brillo rojizo que había visto antes, era el pájaro gigantesco de hacía unos minutos. Dejé la bicicleta a un lado y corrí en dirección a la lápida que marcaba. El viento soplaba fuerte, era lo único que podía escuchar, las hojas y ramas creando una orquesta fúnebre, una especie de réquiem…Me arrodillé y limpié un poco la empolvada inscripción de la tumba. Entonces, al ver aquello, palidecí…¡Era en donde descansaba mi padre! Pero el terror se apoderó de mi al leer el letrero de abajo:
“Aquí descansa también I.Blake, único hijo de W.Blake.”
¡YO TAMBIEN ESTABA MUERTO! ¡Nada! ¡Absolutamente nada tenía sentido! ¡No podía estar muerto! ¡De seguro era sólo un sueño, un muy mal sueño o una broma demasiado pesada! Caí de rodillas ante aquello y me arrastré luego lejos de ahí. Me levanté y corrí lo más veloz que pude. ¡El ave levantó vuelto y me arrojó un crucifijo negro sobre el cuello que no me pude quitar! ¡Pesaba demasiado! Me devolví a mi casa realmente perturbado por todo lo sucedido. “Es una pesadilla, sólo eso, una pesadilla y NADA MAS! Me decía a mi mismo una y otra vez. Aunque…pensándolo dos veces…por algo mi madre nunca me ponía atención…no me miraba, no me hablaba…¡No nada!
Cuando entré de nuevo a mi “hogar”, algo me llenó de un extraño alivio, pero de un profundo miedo: Mi madre estaba en el patio regando las flores y tarareaba sin cesar una vieja melodía de vals que había bailado en su matrimonio, me agaché para explicarle lo sucedido y ella, entonces, lenta, muy lentamente…me dirigió una sonrisa demacrada, escalofriantemente macabra y dijo:
- “No…soy…tu…madre.” – gruñó el horrible espectro. Me quité aterrado de ahí y levanté la vista buscando una salida, pero al fondo…noté algo más siniestro.
¡Observé un cuerpo ahorcado! ¡Era algo de no acabar!. Sus pies giraban hacia la derecha: norte, nordeste, este, sudeste, sur, sudsudoeste; después se detuvieron y, al cabo de un par de segundos, giraron, con idéntica calma, hacia la izquierda: sudsudoeste, sur, sudeste, este…Era mi madre…
Midnight.
Midnight.


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