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Mensaje por Midnight. Jue 19 Dic 2013, 3:26 pm

Creepypasta 13 ELIMINADO


Última edición por LarryShipperForever❤❣♫♪ el Jue 19 Dic 2013, 4:18 pm, editado 1 vez
Midnight.
Midnight.


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CreepyPastas {Terminados} - Página 2 Empty Re: CreepyPastas {Terminados}

Mensaje por Midnight. Jue 19 Dic 2013, 3:28 pm

14 creepypasta

paredes blancas

Vaya, que sorpresa, usted otra vez. ¿Quién lo ha mandado? ¿Su superior? ¿O quien? No importa, pase usted a mi lúgubre pero increíblemente cómoda habitación, por favor no preste atención a las ratas muertas ni las cucarachas que rondan por los rincones, entre el oxido y la mierda. DIgame, ¿Qué quiere de mi?, ¡Espere! ¡Ya lo se! ¿Quiere que confiese? ¡¡YA LE DIJE QUE NO!!. Los sonidos son piedras, ¡Maldita sea! ¡¡CALLELOS!! ¡No soporto ese sonido!. ¿¡Otra vez esa silla!? ¿Me tiene miedo acaso señor?, Soy inofensivo, no tengo nada que ocultar, por favor señor, déjeme ir de aquí, ¿Por qué no puedo?, solo soy un humilde hombre que se ganaba la vida haciendo trabajos de carnicería. Me siento vacio, mi sonrisa se ve vacia, y su sonrisa es...¿¡TORCIDA!?. Escucho a lo lejos un reloj, que cerca esta. He sabido de todos sus pacientes, de todos los que han estado encerrados en este pozo de porquería, se de sus antiguos presos, y del anterior y del anterior y del anterior y del anterior .No estoy solo señor, tengo mis confidentes, solo me platican a mi, solamente la paredes blancas me conocen y me platican todas las noches de todos los que han visto llegar hasta aquí. ¿Acaso no les ha preguntado nada? ¿Acaso no han platicado con usted?, será que es mala persona y por eso no le tienen confianza. Recuerdo pues, una hermosa casa, mi muñeca rota, fuego en la ciudad, ¡OH QUE BUENAS REMEMBRANZAS!. ¿Que tu no lo entiendes? Recuerdo esos rostros azules, azules, azules, si azules. Si, unos rostros sin color, mis manos sostienen una almohada, he entendido muchas cosas, el bebé llorando, el reloj de mi buró...¡¡¡SI ASI ES!!!. Asi fue como los encontré, por que fue divertido muy divertido muy muy divertido. Jajajajaja, entiendo si lo se, pero solo estaba jugando ¿Qué querían que hiciera?, ellos eran malos conmigo, asi que tenia que jugar con ellos. Mi cuchillo de carnicero, me tiembla la mano, jajaja mi hija no sabe que es un juego y gozo al escuchar sus suplicas ahogadas bajo la almohada jajajaja que mal que ella no sepa que solo juego. Mi esposa, mi linda esposa, ¿no cree que se veía mejor asi? Teñida de rojo, siempre me encanto como se le veía el rojo. Mis padres, ¡ah! nunca entendieron mis juegos, pobres ilusos, solo jugaba, por favor solo jugaba mami, pero no entendió y tuve que jugar con ella también, y mi papi, tantos golpes cuando niño, nunca estaba para jugar conmigo y ahora ¡¡LO TUVE PARA MI SOLO!! ¡¡ PARA JUGAR!!. Y todo esto señor lo saben las paredes blancas, pues ella me han contado todas las noches sus turbias confesiones, mientras que la que yo hago ahora se queda aquí, entre estas cuatro paredes, paredes blancas. Veo en sus ojos el mismo miedo que había en ellos... los ojos del miedo...¡¡¡LO JURO!!! ¡Usted los habría reconocido de haber estado ahí! se habría divertido conmigo, pero no usted tuvo que llegar a echar a perder mi juego. Sigo solo mi naturaleza, sigo mis instintos, ¿Alguna vez los ha oído?, creo que no. Las paredes blancas lo escuchan, nos escuchan y me platican todas las noches de todos los que ven llegar hasta aquí...de cuantos...cuantos...cuantos...cuantos....¡¡CUANTOS!!.....¡¡¡¡CUANTOS!!!.............¡¡¡¡¡CUANTOS!!!! ...Y DE.....¡¡¡¡¡¡CUALES!!!!!!...... ....¿por que me miran a mi?....si ustedes son los locos...
Midnight.
Midnight.


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CreepyPastas {Terminados} - Página 2 Empty Re: CreepyPastas {Terminados}

Mensaje por Midnight. Jue 19 Dic 2013, 3:30 pm

15 creepypasta

Sr. bocón

Durante mi niñez, mi familia era como una gota de agua en un gran rio; Nunca permanecíamos en un solo lugar por mucho tiempo. Nos mudamos a Rhode Island cuando tenía 8 años, y permanecimos ahí hasta que fui a la Universidad en Colorado Springs. La mayoría de mis memorias son de cuando vivía en Rhode Island, pero hay fragmentos en mi mente de los muchos hogares en los que habite, cuando era mucho más joven.
La mayoría de estas memorias son poco claras y sin sentido – Como el perseguir a otro niño en el patio de una casa en Carolina del Norte, intentar construir una balsa detrás de un departamento en el que viví en Pennsylvania, y cosas como esas. Pero hay un puñado de memorias que permanecen tan claras como el vidrio, como si hubiesen ocurrido ayer.
Vivíamos en una casa en las afueras de la bulliciosa ciudad de New Vineyard, Maine. Era una casa grande, en especial para una familia de tres. Había una serie de cuartos que estaban totalmente desocupados, a los cuales no entre durante el tiempo en el que viví en esa casa. Supongo que era un desperdicio de espacio, pero era lo único que pudo rentar mi papa que le quedar cerca de su trabajo.
Recuerdo que, en el día después de mi cumpleaños, tuve una fiebre tremenda. El doctor dijo que tenía Mononucleosis lo que, para mí, significaba mas fiebre y no poder salir a jugar por al menos tres semanas. Era un momento terrible para estar atado a la cama; Estábamos empacando para muda
rnos a Pennsylvania, y la mayoría de mis cosas ya estaban dentro de cajas, dejando mi cuarto casi vacío. Mi mama me traía agua mineral y libros varias veces al día, los cuales servían como único entretenimiento durante estas semanas.
No recuerdo exactamente como conocí al Sr. Bocón. Creo que fue una semana después de que diagnosticaron la Mono. Mi primera memoria de la pequeña criatura fue de cuando le pregunte su nombre. Me dijo que lo llamara Sr. Bocón, porque tenía una boca enorme. De hecho, ahora que lo pienso, todo en su cara era enorme en comparación a su cuerpo- Su cabeza, sus ojos, sus arrugadas orejas-. Pero su boca, sin duda era lo mas grande.
“Te pareces a un Furby”, le dije mientras miraba uno de mis libros.

El Sr. Bocón se detuvo y me miro extrañado. “Furby? Que es un Furby?” – Me pregunto.
“Tu sabes… El juguete peludo con orejas enormes, lo 
puedes acariciar y alimentar, casi como 
una mascota real.”
“Oh!.. Tu no necesitas uno de esos. No es lo mismo que tener un amigo real”.
Recuerdo que el Sr. Bocón se desaparecía cada vez que mi mama iba a mi cuarto a revisarme. Se ocultaba bajo mi cama y me decía: “No quiero que tus papas me vean, tengo miedo de que ya no nos dejen jugar juntos”.
No hicimos mucho durante los primeros días. El Sr. Bocón, solo veía mis libros, fascinado con las imágenes e historias. Por ahí del tercer o cuarta noches desde que lo conocí, me despertó con una gran sonrisa en su rostro. “Vamos a jugar un nuevo juego”, me dijo. “Pero tenemos que esperar hasta después de que tu mama venga, porque es un juego secreto”.
Después de que mi mama me trajera mas libros y refresco, a la hora de siempre, el Sr. Bocón se deslizo desde debajo de la cama y tomo mi mano. “Tenemos que ir al cuarto que esta al final del pasillo”, me dijo. Me negué al principio, pero el Sr. Bocón, insistió hasta que cedí.
El cuarto en cuestión, no tenía ni muebles ni tapiz. Lo único que lo distinguía era una ventana del lado opuesto a la puerta. El Sr. Bocón corrió a través del cuarto, y le dio un firme empujón a la ventana, dejándola un poco abierta. Entonces, el, me insistió en que mirara hacia el piso, afuera.
Aunque estábamos en el segundo piso de la casa, la caída era más alta debido a que estábamos en una colina. “Me gusta jugar a fingir aquí”, me explico el Sr. Bocón. “Finjo que hay un suave y enorme trampolín allá abajo, y brinco. Si lo crees con todas tus fuerzas, vas a ver qué rebotas hasta acá arriba, como una pelota. Quiero que lo intentes!”
“Es muy alto”, le dije.
“Pero eso es lo divertido! No sería tan divertido si fuera una caída corta. De ser así, mejor si rebotaras en un trampolín real!”
Recuerdo haber jugado con la idea; Dejarme caer en el fresco aire, y rebotar en algo que mis ojos no podían ver. Pero el realista en mi, prevaleció. “Quizas en otra ocasion”, le dije. “No se si tenga tanta imaginacion. Podria lastimarme”.
La cara del Sr. Bocón se contorsiono con un gruñido, pero solo por un momento. Decepcionado, se metió debajo de mi cama, donde estuvo quieto el resto del día.
La mañana siguiente el Sr. Bocón llego con una pequeña caja. “Quiero enseñarte malabares”, me dijo. “Aquí hay algunas cosas que puedes usar como practica, antes de que te de tu primera lección”.
Mire la caja; Estaba llena de cuchillos. “Mis papas me mataran!”, le grite horrificado de que el Sr. Bocón había traído cuchillos a mi cuarto objetos que mis papas no me dejarían tocar nunca!
El Sr. Bocon gruño. “Es divertido jugar con esto. Quiero que lo intentes”.
Alejé la caja de mi. “No puedo. Me regeñaran. Los cuchillos no son seguros para aventarse”.
Las cejas del Sr. Bocón se cerraron, molesto. Tomo la caja con los cuchillos, y se metió debajo de la cama, otra vez durante todo el día. Me empezaba a preguntar que tan seguido se la pasaba debajo de mi.
Desde ese entonces, empecé a tener problemas para dormir. El Sr. Bocón, me despertaba en la noche diciéndome que había puesto un trampolín real debajo la ventana, uno enorme que no podía ver en la oscuridad. Siempre me negué y trataba de volver a dormir, pero el Sr. Bocón persistía. Algunas veces, se quedaba a mi lado hasta el amanecer, animándome a saltar.
Ya no era tan divertido jugar con él. Una mañana, mi mama fue hacia mi cuarto, y me dijo que tenía permiso de ir a caminar afuera. Pensaba que el aire fresco sería bueno para mí, especialmente después de estar confinado a mi cuarto por tanto tiempo. Con emoción, corrí hacia el patio, esperando poder sentir el sol en mi cara.
El Sr. Bocón me estaba esperando. “Hay algo que quiero que veas”, me dijo. Debí darle una mirada fea, porque entonces me dijo: “Es seguro, no pasa nada, te lo prometo”.
Lo seguí hasta un viejo camino que corría a través de los bosques detrás de mi casa. “Este es un camino importante”, me explico. “Tengo muchísimos amiguitos de tu edad. Cuando estubieron listos, lo lleve por este camino. A un lugar especial. Todavía no estás listo, pero algún día, espero, lo estarás”. Regrese a mi casa preguntándome, que tipo de lugar existía más allá de aquel camino.
Aproximadamente dos semanas después de conocer al Sr. Bocón, empacaron la última carga de cajas en el camión de mudanzas. Me fui adelante con mi papa, en un largo recorrido hacia Pennsylvania. Había considerado en decirle al Sr. Bocón que me iba, pero aun teniendo 5 años, sospechaba mucho de las intenciones de la creatura, a pesar de lo que me decía. Fue por esta razón que decidí no mencionar nada de mi mudanza.
Eran la 4:00 am cuando mi papa y yo estábamos en el camión. Mi papa esperaba llegar a Pennsylvania para la hora de la comida al día siguiente, con ayuda de una larga dotación de café y bebidas energéticas. Recuerdo que se parecía mas a un tipo que estaba a punto de correr una maratón, que un tipo que se la pasaría sentado por un par de días.
“¿Muy temprano para ti, verdad?”
Afirmé con la cabeza, mientras la ponía en la ventana, esperando dormir un poco antes de que saliera el sol. Sentí la mano de mi papa en mi hombro. “Esta será la última mudanza, lo prometo. Sé que es difícil para ti, especialmente estando con esa enfermedad. Una vez que obtenga mi promoción, podremos quedarnos en un solo lugar, y hacer amigos”.
Cuando el camión comenzó a moverse, vi la silueta del Sr. Bocón en la ventana de mi cuarto. Parado, inmóvil, se despidió lastimosamente con su mano. No me despedí. .


.
Años después, regrese a New Vineyard. El terreno donde se encontraba mi casa estaba vacío, a excepción de los cimientos. Resulta que la casa se quemo algunos años después de que yo y mi familia nos fuimos. Por curiosidad, busque el camino que el Sr. Bocón me enseño, y al encontrarlo, decidí seguirlo. Una parte de mi esperaba que el Sr. Bocón saltara sobre mí de repente, y me espantara dándome un infarto, pero tenía la sensación de que el Sr. Bocón, ya no se encontraba en ese lugar, como si de alguna manera el estuviese atado a la casa que ya no existe,
El camino llevaba a uno de los cementerios de New Vineyard.
Al ver muchas de las tumbas, pude darme cuenta que la mayoría, pertenecía a niños no mayores de 9 años.
Midnight.
Midnight.


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Mensaje por Midnight. Jue 19 Dic 2013, 3:46 pm

16 creepypasta

Ciudad Sin Luz

Hay alguien en tu vida que odies? ¿Alguien por quien darías cualquier cosa para hacerle daño, por quien pagarías cualquier precio a cambio de venganza? Si es así, quizá deberías considerar ir a la Ciudad Sin Luz.

Para ir ahí, ve a cualquier ciudad relativamente grande y busca un callejón abandonado por la noche. Entra en él, y cierra tus ojos lo más fuerte que puedas. Di en voz baja «Ciudad Sin Luz» y concéntrate en la oscuridad. Probablemente has notado que ves colores difuminados y figuras abstractas si enfocas tu vista cuando tienes los ojos cerrados; observa esas imágenes. Luego de unos minutos, deberían empezar a volverse más claras y brillantes.

Cuando esto ocurra, irán tomando formas concretas: imágenes de asesinatos violentos, animales deformados y semejantes. No importa lo que veas, mantén tus ojos cerrados. Comenzarás a perder la noción del tiempo, pero eventualmente las imágenes se detendrán y sólo verás oscuridad absoluta, nada más que un tono negro profundo, sin otros colores ni formas. Cuando estés seguro de que has alcanzado este punto, abre tus ojos.

Ahora te encontrarás en una ciudad bastante oscura, no habrá una sola luz o estrella en el cielo. Deberías poder ver las siluetas azul oscuro de los edificios a tu alrededor. Sal del callejón y camina tan silenciosamente como te sea posible por la acera, sin ir en ninguna dirección en particular.

Si escuchas algún movimiento, aléjate tan rápido como puedas del ruido. En la Ciudad Sin Luz habitan animales. Estará muy oscuro como para distinguir bien sus rasgos, pero son del tamaño de los grandes felinos y matarán a cualquier humano que atrapen. Sigue caminando hasta que llegues a un área con edificios más pequeños; el límite de la ciudad.

Te encontrarás con un niño, cuyo rostro emitirá un débil brillo, permitiéndote ver que no tiene ojos.

Te preguntará, «¿Compartirás tu luz conmigo?».

Di que sí, y el niño acercará sus manos a tu rostro y te sacará tu ojo derecho. Será doloroso, pero esto no te dejará ningún tipo de herida ni sangrarás. Luego te dará las gracias y se irá. Sigue caminando, y un hombre alto aparecerá frente a ti.

«¿La luz de quién deseas tomar?».

Di el nombre de la persona que odias, y tan pronto lo hagas esa persona quedará completa y permanentemente ciega.

«¿Tu odio ha sido satisfecho?», te preguntará el hombre. Si es el caso, di que sí, y despertarás en el callejón. Si la respuesta es negativa, di que no, y el hombre desaparecerá. Sigue caminando. Te encontrarás con otro niño sin ojos.

«¿Compartirás tu luz conmigo?».

Di que sí y te sacará tu ojo izquierdo, dejándote ciego. Sigue caminando y el hombre alto se te aparecerá de nuevo, aunque por supuesto ahora tendrás que depender del sonido de su voz.

«¿La vida de quién deseas que la oscuridad reclame?».

Di el nombre de la persona que odias, y esa persona morirá. No se te preguntará si tu odio ha sido satisfecho esta vez, y no serás capaz de volver al callejón. Te advertí que te aseguraras de que realmente odiabas a alguien antes de hacer esto, porque pasarás el resto de tu vida vagando por la Ciudad Sin Luz, ciego, con sólo tu odio para reconfortarte.

Para algunas personas, eso es suficiente.
Midnight.
Midnight.


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Mensaje por Midnight. Jue 19 Dic 2013, 3:53 pm

17 creepypasta

pesadillas

La siguiente historia es real hasta cierto punto, cada quien decidirá hasta donde creerme.
“Todos hemos tenido pesadillas, ¿Verdad amigo?”.
Estas son, si todavía lo recuerdo, lo ultimo que escuche decir a mi amigo Sebastian concientemente, era de noche, y hacia algo de frío, así que decidimos irnos a su casa, desde que dijo esa frase, sin sentido, sin detalles, empezó a actuar de modo extraño, evitaba las conversaciones hasta el punto de empujarme violentamente, debí darme cuenta que las cosas no iban para nada bien.
Sebastian era alguien normal (Por no decir, sucio y gracioso) que no le daba importancia a lo que sucediera, pero después de ver una película (No recuerdo el nombre) se volvió misterioso y extraño toda la noche.
Era tarde cuando llegamos a su casa, y mis padres no estaban en la ciudad para recogerme, así que resolví quedarme allí, pienso que ese fue, mi peor error.
Como lo esperaba, el tuvo una pesadilla, pero luego de ella hablaba extraño, no era su voz, era una voz pálida, triste, casi de niña pequeña que se queda sin aire, teniendo en cuenta que fue un muchacho de 17 años, fue algo espeluznante, pero solo empezaban las cosas, recuerdo que me dijo “Ven conmigo, quiero hablarte”
Siempre me hacia el “Valiente” ante estas situaciones, pero dadas las circunstancias, lo único que pude hacer fue empujarlo y correr hacia la puerta, pero no abría, en ese momento sentí un miedo desde el cuello hasta las plantas de mis pies, acompañados de una mano tratando de jalarme de vuelta al piso, obviamente, de Sebastian.
Luego, volvió a la normalidad, y repitió su frase “Todos hemos tenido pesadillas, ¿Verdad amigo?”.
Se echo a dormir, pensé que era uno de sus estúpidos juegos, le di una buena patada a el y a la puerta y resolví dormir, no tuve un sueño en especifico, pero recuerdo que estaba Sebastian riéndose, riéndose como nunca, incluso demasiado fuerte para ser el, pero era solo un sueño.
Me despertó un chillido, me sorprendía la cantidad de ruidos que aprendió a hacer esa noche, todos eran jodidamente horribles, estaba junto a la chapa de la puerta, como mordiéndola, la luz estaba apagada y no alcancé a ver, rápidamente la prendí y me dijo, con su voz de pequeña sin aire, que lo dejará salir o lloraría; ¿Lloraría? ¿Para que querría un cerdo de 17 años llorar? Me puse nervioso, no sabia que reacción tomar, después de pensar unos segundos, mire la hora en mi reloj, 22:00, e intenté abrir la puerta, en vez de eso, solo conseguí quemarme la mano, aún no me explico como.
Se tiro al piso, muerto de la risa, como si lo hubiera planeado, esta risa fue como la de un niño que hace travesuras, plena y rápida, sin embargo, me asusto lo suficiente como para no volverme a dormir, pero a el, definitivamente no.
Su tercera pesadilla fue la más triste, yo estaba muy pensativo, así que miraba el reloj cada 10 minutos, eran las 23:43 y se despertó llorando, me recordaba a mi hermana, estresante y agudo, igual que el resto de sonidos, asqueroso.
Después de llorar y dejarme pálido en mi silla, sonrió, como si me quisiera matar, yo no podía más, en una descarga de furia y frustración le pregunté cual fue su pesadilla, me señalo y algo me tiró al suelo, se puso al lado mio y me dijo “¿No la has visto todavía?; Siéntela”. En ese momento perdí la conciencia, desperté, 2 días después en un hospital con quemaduras severas en los brazos y en un pie, no volví a saber de el, solo que le diagnosticaron una enfermedad llamada “Psicosis” Y tenían que llevárselo, pero siempre que miro una puerta, o escucho una niña hablar sin aliento, tiemblo, y recuerdo la pesadilla que viví, y que ningún psicótico pudo haberme tirado al piso solo con señalarme, a veces escucho su voz normal, diciéndome su ultima frase y paralizándome de miedo.
Midnight.
Midnight.


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CreepyPastas {Terminados} - Página 2 Empty Re: CreepyPastas {Terminados}

Mensaje por Midnight. Jue 19 Dic 2013, 3:54 pm

18 creepypasta

Toma Tu Teta

La Ciguanaba es una mujer que sale casi desvestida a la orilla del río. También se le conoce con el nombre de La Sucia en todo el país. Esta mujer ha enloquecido durante muchos años a miles de hombres y especialmente a los enamorados. Hay quien afirma que La Sucia le salió columpiándose en unos bejucos en lo más espeso de la montaña o que la vieron corriendo en medio de una milpa. No toda la gente la conoce como Ciguanaba o La Sucia. También la llaman La Cegua en algunos pueblos del norte del país, como Trujillo, La Ceiba, Puerto Lempira y Omoa.
La gente que vive a la orilla del mar asegura que La Cegua se pasea por las playas en las noches de luna en busca de algún enamorado. «La Cegua», decía el Negro Güity, «es una mujer de cuerpo bellísimo, caderas cimbreantes como palo de coco. Su pelo negro, liso y largo brilla mucho… La vi una vez, señor Montenegro. Ahí por donde ve esas champas pasó La Cegua. Me entró un miedo que hasta me oriné en los pantalones. Viera qué jodida me llevé. Por suerte no le vi la cara porque ahí nomás me cago».
Las ánimas es un pueblo pintoresco en la jurisdicción de Danlí, departamento de El Paraíso. Por el sitio donde está, da la impresión de que quien le puso ese nombre sabía lo que estaba diciendo. Hace muchos años, la carretera era angosta y peligrosa, a tal grado que quienes viajaban por la zona decían que les parecía estar bajando al mismísimo Infierno.
José García, vecino de Tegucigalpa, se dedicaba a la venta de pañuelos, perfumes, ganchos, prendedores, toallas, cobijas y otros artículos. Recorría todos los pueblos del país para ganarse la vida de esa forma. Le informaron que en Las ánimas había mucha gente que podía comprar sus productos y, sin pensarlo dos veces, se subió en una baronesa, el único medio de transporte en aquellos tiempos, con la esperanza de hacer buenos negocios en aquel lugar. A la mitad del camino se había arrepentido de hacer el viaje. Llevaba el estómago revuelto por los grandes saltos de la baronesa. Con tanto polvo que cubría su cuerpo, parecía ratón de panadería.
Al fin llegaron a Las ánimas. La gente corrió a encontrar a los pasajeros reclamando los encargos y José comprendió que no había por qué arrepentirse de haber viajado hasta ahí. Consiguió alojamiento con facilidad y al llegar la tarde anduvo vendiendo de casa en casa. Estaba a punto de terminar la mercadería cuando se le ocurrió tocar la puerta de una casa. Salió a abrirle una muchacha de 18 años que le causó una tremenda impresión: inolvidable, jamás en su vida había visto a una mujer tan bella. La joven lo hizo pasar adelante sin dejar de regalarle su bella sonrisa. José se puso tartamudo cuando comenzó a mostrarle parte de la mercadería que le había quedado.
«Disculpe mi to… tor… peza… este… digo… yo… pues… ¿cómo se llama usted?». La bella joven, sin perder su agradable sonrisa, contestó: «Me llamo Amparo, ¿y usted cómo se llama?». José le dio su nombre y después de aquella presentación quedó perdidamente enamorado de Amparo. Le regaló un perfume, una toalla y unos aretes, se despidió nerviosamente y le prometió que regresaría la siguiente semana con mejores artículos.
Al despedirse, ella le apretó coquetonamente la mano diciéndole «adiós». Inmediatamente, el vendedor pensó: «Si no me la consigo es que soy papo». Llegó la noche y José se dedicó a recorrer las calles amplias de aquel pueblo llamado Las ánimas. En una esquina entabló conversación con unos jóvenes que hablaban de mujeres.
José les contó algunas de sus experiencias amorosas, dejando con la boca abierta a sus interlocutores. «Usted sí es un hombre de mundo por lo que nos cuenta. Díganos, ¿cuesta mucho conseguir a una mujer en la ciudad?». José, como un experimentado galán, respondió: «A veces. Lo esencial es tener verbo, saber hablar. Ya me ven aquí medio feo, pero les aseguro que he conseguido más mujeres que los hombres guapos».
»Pero ustedes son dejados porque hoy conocí a una muchacha que se llama Amparo, que vive allá, en aquella casa. Mmm… qué mujer más linda y nadie se la tira.
Los muchachos se rieron. «Es que es una creída. No tarda en salir a dar una vuelta sólo para picarnos. Es pícara, coqueta, pero como nadie se atreve a hablarle». Con aquellas palabras, José pensó que si ella salía tendría la oportunidad de decirle lo que ya sentía su corazón.
Se despidió del grupo y cautelosamente buscó las sombras. Se paró en una esquina esperando que Amparo saliera. No tuvo que esperar mucho. En ese momento la joven pasó cerca de él con su hermoso pelo extendido. José no se pudo contener, y al caminar detrás de ella, le gritó: «¡Amparo, Amparito! No camine tan rápido. Sshhhh. Espéreme». Salieron del pueblo y José no se dio cuenta. Le interesaba más que la mujer lo esperara que averiguar si estaban o no en las últimas casas. Ella se desvió a la derecha, seguida por su enamorado. José corrió hasta darle alcance y agarrándola del pelo, exclamó: «¡Es mucha papada la suya, Amparito, con los hombres no se juega!».
Al hacer que ella se diera la vuelta, casi se desmaya del susto. No era Amparito, como él creía. Era una mujer horrible con el pecho descubierto. El espanto lanzó una terrible carcajada que resonó en las montañas, haciendo huir a los animales nocturnos. «¿Quieres una mujer? Aquí estoy, desgraciado, tomá tu teta… tomá tu teta que soy tu nana, ja, ja, ja, ja, ja». José, al verse perseguido por la monstruosa mujer, lanzó un grito aterrador que fue escuchado por todos los habitantes de Las ánimas.
La gente abrió las puertas y José pasó como alma que lleva el Diablo hasta perderse en la oscuridad. Lo encontraron con la mirada perdida. Un doctor en Danlí lo asistió. No cabe la menor duda de que le salió La Sucia, como ha sucedido con otros enamorados.
Midnight.
Midnight.


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CreepyPastas {Terminados} - Página 2 Empty Re: CreepyPastas {Terminados}

Mensaje por Rebeca. Jue 19 Dic 2013, 4:30 pm

Joder! Si que me ha encantado esto :)
Llevo leyendo desde hace una hora, excepto uno, que no se porque
simplemente no quize leerlo, no se que me paso, pero sigue subiendo, a mi me encantan estas cosas y bueno.
Saludos y adiós :)
Rebeca.
Rebeca.


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Mensaje por Midnight. Jue 19 Dic 2013, 4:32 pm

RebeccaTomnlinson escribió:Joder! Si que me ha encantado esto :)
Llevo leyendo desde hace una hora, excepto uno, que no se porque
simplemente no quize leerlo, no se que me paso, pero sigue subiendo, a mi me encantan estas cosas y bueno.
Saludos y adiós :)
que bueno que te gusten y pues... despues subo algunos :)
Midnight.
Midnight.


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Mensaje por Midnight. Jue 19 Dic 2013, 4:35 pm

19 creepypasta 

Fashionista


Era una mujer sumamente amable, y sumamente entrometida. Cada semana le llevaba a la oficina algún postre: tarta de queso, galletas caseras, costra de chocolate blanco con frutas secas, emparedados de crema de maní con mermelada… en fin, que por lo menos 5 de sus 87 kilos eran responsabilidad de esa señora. Y todo esto le molestaba tanto a su novia: la recibía con toda educación, pero una vez que se iba cerrando la puerta tras de sí, comenzaba a recriminarle el que le aceptara tantas atenciones. ¿Qué buscaba esa señora? ¡Si casi podría ser su madre! ¿Cuáles eran sus intenciones? ¡Y esa manera de hurgar en la intimidad de los demás! ¡Como si quisiera saber algún oscuro secreto! ¡Pero si no había nada que investigar! Claro, a menos que él le ocultara algo, pero ella no. Ella qué podría ocultar, si todos la conocían. ¡Qué fastidiosa mujer! La aventaría por las escaleras si pudiera. Le sacaría los ojos. Le arrancaría la piel de las… shhhh. Sus dedos en los labios de ella y un beso en la mejilla lograban tranquilizarla para olvidar el asunto. Después de todo, sólo era la anciana de la oficina de al lado que criticaba lo excéntrico de su enorme colección de abrigos, jerseys y accesorios de piel.
Piel…
Piel… Era la piel lo que le faltaba ahora a ese cuerpo. El cuerpo de esa anciana amable y metiche.
Estaba envuelta en bolsas de supermercado, pero, a pesar de la casi nula luz que había, era obvio que le faltaban trozos de piel: en el torso, la espalda y ambos muslos.
No sabía qué pasaba (o qué había pasado) o por qué. ¿Por qué él y la anciana estaban ahí? ¿Quién los había llevado? ¿Quién era el responsable de algo tan horrible? Escuchó un pequeño ruido, era un sollozo, alguien lloraba; y podía sentirse el sufrimiento al oír ese sollozo. Entre la oscuridad apenas podía distinguir nada. Puso un poco más de atención; se escuchaba tan cerca… Sólo un instante después comprendió que era él quien lloraba.
Fue entonces que puso atención en sí mismo: estaba atado de pies y manos con cinta adhesiva, tenía un golpe en la cabeza que sangraba, sus rodillas y puños estaban raspadas, la sangre ya estaba seca. Sus ojos ya estaban acostumbrándose a la oscuridad y los entrecerraba como para agudizar la vista, tratando de ver en dónde se encontraba. Aunque la oscuridad era casi total, logró distinguir una máquina de costura, algo parecido a un caldero, estantes con frascos y una serie de tubos colocados horizontalmente del piso hacia arriba; calculó que tendrían tal vez metro y medio, y parecía que se ocupaban con…
La puerta se abrió de golpe y él cerró sus ojos, la luz lo lastimaba. Los apretó tan fuerte que le dolieron los parpados. Sintió un ligero puntapié en las pantorrillas. Abrió poco a poco los ojos para distinguir a quién tenía enfrente; un escalofrío lo recorrió desde el cóccix hasta la nuca. Y se escuchó gemir de nuevo, sólo que esta vez con desesperación y terror. En vano trató de librar manos y tobillos para huir, sólo consiguió empujar su cuerpo hacia atrás con los talones desnudos hasta que su espalda chocó con la pared. Su llanto se ahogaba en el esparadrapo que tenía en la boca.
Y ahí estaba ella, tan tranquila. Su tono de voz era tan relajado y despreocupado, su apariencia era la de siempre, a excepción de que estaba cubierta de sangre y tenía un afilado cuchillo en la mano. Le hablaba como si tenerlos allí fuese de lo más normal, caminaba por el cuarto moviendo cosas y hablando al mismo tiempo de la anciana muerta junto a él, del retraso que llevaba en tiempo por culpa de ella, y sobre todo del desorden que había provocado, que si hubiera cooperado un poco más no estaría ahora tan apurada. En cambio, en vez de uno eran dos los colores que tenía que fijar antes de la presentación de… Lo miró. Sonrió y se puso el dedo en los labios como hacen los niños pequeños cuando tienen un travieso secreto.
Se acercó al desollado cuerpo de la anciana. Se inclinó para arrastralo hasta la puerta que estaba al fondo del pequeño cuarto. El rastro de sangre que dejaba al avanzar le provocó mareos y perdió el conocimiento.
Al despertar estaba en el piso sobre una manta de plástico. Quiso incorporarse y no pudo, su cuerpo no se movía. Lo único que podía mover eran los ojos y su cuello, éste último sólo un poco a la izquierda, pero era casi nada. Al verlo despertar, ella se le acercó y le sonrió. Le besó la frente. «Estarás conmigo para siempre». Al oír eso comprendió todo, incluso su irremediable muerte.
La primera vez que la vio tenía el cabello suelto, el aire lo había enmarañado, vestía pantalones negro untados, un polo rojo y un jersey negro de piel. Esa tarde hacía un viento espantoso, su cuerpo delgado y bien definido parecía que fuese a salir volando en cualquier momento. Sus grandes ojos verdes parecían los de una niña perdida en el centro comercial. Supo que quería estar con esa menudita mujer en cuanto ella le pidió ayuda para subir las escaleras de aquel edificio de oficinas. Apenas medáa tal vez 1,55 metros y estaba segurísimo de que no pesaba más de 47 kilos. Pero era ágil y decidida; era lo que más le atraía de ella.
Siempre estaba bien vestida, siempre estaba al tanto de todo el mundo fashionista; los colores de temporada, las nuevas tendencias, los accesorios ideales para cada evento, después de todo ése era su trabajo. Estaba en el ranking de los mejores diseñadores y jamás estuvo involucrada en un escándalo. Su vida privada la mantenía así: privada. Era una mujer fabulosa.
Sólo tenía dos defectos que a él le molestaban bastante, y los cuales trató en vano de ignorar. Siempre criticaba la piel de todo aquel que conocía, si era grasosa o seca, si se le veían los poros o usaba en exceso maquillaje, nunca era condescendiente con nadie. Afortunadamente (pensaba en ese tiempo) él tenía una piel que a ella le agradaba. Su segundo defecto era su insensibilidad ante la muerte. Hacía tiempo que varios conocidos cercanos a ella habían desaparecido extrañamente. Al ver la notica en la televisión o en los periódicos, decía que era sólo una pérdida de tiempo, finalmente en el mundo moría gente cada minuto, y nada cambiaba, ¿por qué sería diferente si eran conocidos o no? Daba igual, por eso utilizaba los nombres de cada uno de ellos en sus líneas de ropa.
Ahora todo estaba claro. Los desaparecidos eran todos del «grupo de piel hermosa», como ella los llamaba, incluidos la anciana de la oficina de junto y él. Aquella colección enorme de abrigos, bolsos, jerseys, zapatos y accesorios, todo en piel… La máquina de costura, el caldero para teñir y los tubos horizontales ahora con piel recién curtida, oreándose…
El leve movimiento de su cuello le permitió ver a un costado suyo un pizarrón con patrones de corte para un modelo nuevo de un pequeño jersey. Lo que ella le dijo hizo eco en su mente: «estarás siempre conmigo».
Aquel nuevo jersey llevaba su nombre…
Midnight.
Midnight.


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Mensaje por Midnight. Jue 19 Dic 2013, 4:38 pm

20 creepypasta

la hora de dormir

Se supone que la hora de dormir debe ser un momento feliz para un niño cansado; para mí era aterrador. Mientras algunos niños pueden quejarse por ser enviados a la cama antes de que hayan terminado de ver una película o jugar su videojuego favorito, cuando yo era un niño, la noche era algo a lo que temer realmente. En algún lugar de mi mente lo sigue siendo.
Como alguien que ha sido instruido en las ciencias, no puedo demostrar que lo que me pasó fue objetivamente real, pero puedo jurar que lo que experimenté fue terror genuino. Un miedo que en mi vida, me alegro de decir, nunca ha sido igualado. Voy a relatarles todo lo mejor que pueda; tómenlo como mejor les convenga. Yo estaré contento con sólo sacarlo de mi pecho.
No puedo recordar exactamente cuándo inició, pero mi aprensión hacia conciliar el sueño parecía corresponder con haber sido trasladado a una habitación propia. Tenía ocho años de edad entonces, y hasta ese momento había compartido una habitación con mi hermano mayor. Como es perfectamente comprensible para un niño cinco años mayor que yo, mi hermano finalmente pidió una habitación para él solo y, como resultado, se me entregó la habitación en la parte trasera de la casa.
Era una habitación pequeña, estrecha, y sin embargo extrañamente alargada, lo suficiente como para alojar una cama y un par de muebles, pero no mucho más. Realmente no podía quejarme; incluso a esa edad, comprendía que no teníamos una casa grande y no tenía ningún motivo válido para estar decepcionado, puesto que mi familia era tanto amorosa como protectora. Fue una infancia feliz, durante el día.
Una ventana solitaria daba a nuestro jardín trasero, nada fuera de lo común, pero incluso durante el día la luz que se colaba en esa habitación parecía casi vacilante.
Mientras que mi hermano recibió una nueva cama, a mí me dieron la litera que solíamos compartir. Aunque me sentía mal por tener que dormir a solas, estaba emocionado ante la idea de poder dormir en la cama de arriba, lo que me parecía mucho más audaz.
Desde la primera noche recuerdo una extraña sensación de malestar abriéndose paso desde el fondo de mi mente. Me tumbé en la cama de arriba, observando mis figuras de acción y coches regados sobre la alfombra azul. En tanto batallas y aventuras imaginarias tenían lugar entre los juguetes del piso, no podía evitar sentir que mis ojos estaban siendo lentamente arrastrados hacia la litera de abajo, como si algo se moviera en el rabillo del ojo. Algo que no quería ser visto.
La cama estaba vacía, hecha impecablemente con una manta azul oscuro que cubría parcialmente dos almohadas blancas algo flácidas. No reflexioné más sobre ello en aquel momento, era un niño, y el ruido de la televisión de mis padres deslizándose por debajo de mi puerta me envolvía en una cálida sensación de seguridad y bienestar.
Me quedé dormido.
Al ser despertado de un sueño profundo por algo en movimiento, agitándose, te puede tomar un momento para realmente darte cuenta de lo que está sucediendo. El velo del sueño se cierne sobre tus ojos y oídos incluso cuando estás lúcido.
Algo se movía, no había ninguna duda al respecto.
Al principio no estaba seguro de lo que era. Todo estaba oscuro, casi completamente negro, pero entraba suficiente luz desde afuera como para distinguir los contornos del estrecho y sofocante cuarto. Dos pensamientos aparecieron en mi mente simultáneamente. El primero era que mis padres seguían en la cama, porque el resto de la casa estaba a oscuras, y en silencio. El segundo pensamiento se concentró en el ruido. Un ruido que obviamente me había despertado.
Mientras las últimas telarañas del sueño se desvanecían de mi mente, el ruido tomó una forma más familiar. A veces el más simple de los sonidos puede ser el más desconcertante; una brisa fría meciendo un árbol, los pasos de un vecino incómodamente cerca, o, en este caso, el simple sonido de sábanas revolviéndose en la oscuridad.
Eso era, sábanas revolviéndose en la oscuridad como si un durmiente perturbado estuviera tratando de ponerse cómodo en la cama de abajo. Me quedé inmóvil, reteniendo el pensamiento de que el ruido era o mi imaginación, o tal vez sólo mi gato buscando en donde pasar la noche. Fue entonces cuando noté la puerta, cerrada como lo había estado antes de que me quedase dormido.
Quizá mi madre había venido a chequearme y el gato se había escabullido en mi habitación.
Sí, eso debió de haber sido. Me volví hacia la pared, cerrando los ojos con la vana esperanza de que pudiera volver a dormirme. Mientras conciliaba el sueño, el movimiento de debajo de mí cesó. Pensé que había espantado a mi gato, pero pronto me di cuenta de que el visitante en la cama de abajo era mucho menos mundano que mi mascota tratando de dormir, y mucho más siniestro.
Como si hubiera sido molestado, descontento por mi presencia, el durmiente perturbado comenzó a revolverse y girar violentamente, como un niño haciendo un berrinche en su cama. Podía oír las sábanas torcerse y girar con una ferocidad cada vez mayor. El miedo se apoderó de mí entonces, no en la misma manera sutil en que lo había experimentado hace un momento, sino que ahora era potente y sobrecogedor. Mi corazón se aceleró en tanto mis ojos se dilataron, escudriñando la oscuridad casi impenetrable.
Dejé escapar un grito.
Como la mayoría de los niños hacen, instintivamente llamé a mi madre. Podía escuchar pisadas desde el otro lado de la casa, pero en cuanto di un suspiro de alivio porque mis padres venían a salvarme, la litera de repente empezó a temblar violentamente como si estuviera siendo sacudida por un terremoto, chocando repetidamente contra la pared. No me atreví a saltar de la cama por temor de que la cosa abajo se me acercara y me atrapara, llevándome hacia la oscuridad, así que me quedé allí, con los nudillos blancos atrayendo las sábanas hacia mí como un manto de protección. La espera me pareció una eternidad.
La puerta finalmente, y gracias a Dios, se abrió de golpe, dejándome inmóvil bajo la luz, mientras que la litera de abajo, el lugar de descanso de mi visitante no deseado, permanecía vacío y silencioso.
Yo lloraba y mi madre me consolaba. Lágrimas de miedo, y luego de alivio, corrían por mi cara. Sin embargo, a pesar de todo el horror, no le dije por qué estaba tan asustado. No puedo explicarlo, pero era como si lo que sea que hubiera estado en esa cama volvería con que siquiera hablara de ello, o pronunciara una sola sílaba de su existencia. Si eso era así en verdad, no lo sé, pero cuando era niño sentí como si esa amenaza invisible se mantuviera cerca, escuchando.
Mi madre se acostó en la cama vacía, prometiéndome que estaría allí hasta la mañana. Eventualmente mi ansiedad se calmó, el cansancio me obligó a dormir de nuevo; pero permanecí inquieto, despertando continuamente al sonido de sábanas revolviéndose.
Recuerdo que al día siguiente quería ir a cualquier parte, estar en cualquier parte, excepto en aquella habitación estrecha y sofocante. Era sábado y pasé jugando afuera muy contento con mis amigos. Aunque nuestra casa no era grande tuvimos la suerte de tener un extenso jardín en la parte posterior. Jugábamos allí a menudo, pues gran parte se había dejado crecer y podíamos ocultarnos en los arbustos, escalar el enorme árbol de sicomoro que sobresalía por encima de todo, y fácilmente imaginar que estábamos en una aventura fantástica, en alguna tierra exótica salvaje.
Aunque todo era muy divertido, ocasionalmente dirigía mi mirada a esa pequeña ventana; ordinaria, delgada, inocua. En el exterior, el exuberante entorno verde de nuestro jardín acompañado de las caras sonrientes de mis amigos no pudo extinguir la sensación que recorría mi espina dorsal. La sensación de que había algo en esa habitación observándome jugar, esperando la noche cuando estuviera solo, entusiasmadamente lleno de odio.
Puede sonarles extraño, pero cuando mis padres me dejaron solo de nuevo en esa habitación por la noche, no dije nada. No protesté, ni siquiera inventé una excusa de por qué no podía dormir allí. Simplemente entré en la habitación disgustado, subí los pocos escalones hacia la cama de arriba y luego esperé. Ahora que soy adulto estoy contando a todos acerca de mi experiencia, pero incluso a esa edad me sentía casi tonto de hablar de algo para lo que en realidad no tenía evidencias. Estaría mintiendo, sin embargo, si digo que esa fue la razón principal; todavía sentía que esa cosa se enfurecería con que siquiera hablara de ello.
Es curioso cómo ciertas palabras pueden permanecer ocultas de tu mente, sin importar cuán flagrantes o evidentes sean. Una palabra me llegó esa segunda noche, cuando estaba acostado en la oscuridad solo, asustado, consciente del cambio en el ambiente; un engrosamiento del aire, como si algo más lo hubiera desplazado. Al escuchar los primeros movimientos ocasionales de la ropa de cama de abajo: el primer incremento ansioso en mi ritmo cardiaco. Esa palabra, una palabra que había enviado al exilio, se filtró a través de mi conciencia, liberándose de toda represión y tallándose a sí misma en mi mente.
«Fantasma».
En lo que ese pensamiento vino a mí, me di cuenta de que mi visitante no deseado había dejado de moverse. Las sábanas de la cama yacían tranquilas y quietas; pero habían sido reemplazadas por algo mucho más aterrador. Una lenta, rítmica y áspera respiración escapaba de la cosa de abajo. Me podía imaginar su pecho subiendo y bajando con cada respiración sórdida, sibilante y confusa. Me estremecí, y deseé, más allá de toda esperanza, que se fuera sin incidentes.
Entonces algo inconfundiblemente escalofriante sucedió: se movió. Se movió de una manera diferente que la de antes. Cuando se agitaba en la cama parecía inmotivado, descontrolado, casi animal. Este movimiento, sin embargo, fue impulsado por la conciencia, con propósito, con un objetivo en mente. Pues esa cosa que yacía en la oscuridad, esa cosa que parecía estar decidida a aterrorizar a un niño, tranquilamente y con indiferencia, se sentó. Su dificultosa respiración se había vuelto más ruidosa ahora que sólo un colchón y unas cuantas tablillas delgadas de madera separaban mi cuerpo de ello.
Me quedé inmóvil, mis ojos se llenaron de lágrimas. Un miedo que las meras palabras no pueden expresar ni a ustedes ni a nadie corría por mis venas. Me imaginé cómo luciría esa cosa sentada ahí, escuchando desde debajo de mi colchón, esperando obtener la más mínima señal de que estaba despierto. La imaginación entonces se convirtió en una realidad desconcertante. Comenzó a tocar las tablillas de madera sobre las que mi colchón se sostenía. Parecía que las tocaba con cuidado, llevando lo que me imaginaba que eran dedos y manos a lo largo de la superficie de la madera.
Luego, con mucha fuerza, hizo presión entre dos tablillas, en el colchón. Incluso a través del relleno, se sintió como si alguien me hubiera metido violentamente sus dedos en mi costado. Dejé escapar un alarido y la sibilante y temblorosa cosa en la cama de abajo respondió a ello haciendo vibrar la litera, como lo había hecho la noche anterior.
Una vez más fui bañado en luz, y allí estaba mi madre, amorosa, preocupándose por mí como siempre lo hacía, con un abrazo reconfortante y palabras tranquilizadoras que eventualmente atenuaron mi histeria. Por supuesto, ella me preguntó lo que me pasaba, pero no pude decirle, no me atreví a decirle. Simplemente dije una palabra una y otra y otra vez.
«Pesadilla».
Este patrón de acontecimientos continuó durante semanas, si no meses. Noche tras noche me despertaba al sonido de sábanas revolviéndose. Gritaba cada vez, como para no darle a esa abominación tiempo para que me tocara y me «sintiera». Con cada grito la cama se sacudía violentamente, deteniéndose con la llegada de mi madre, quien pasaría el resto de la noche en la cama de abajo, aparentemente ignorante de la fuerza siniestra que torturaba a su hijo por las noches.
En varias ocasiones me las arreglé para fingir estar enfermo y pensé en otras razones no-del-todo-ciertas para dormir en la cama de mis padres, pero la mayoría de las veces estaba solo en ese lugar por las primeras horas de cada noche.
Con el tiempo puedes desensibilizarte de casi cualquier cosa, sin importa cuán terrible sea. Me había llegado a dar cuenta de que, por cualquier razón que fuera, esa cosa no podía hacerme daño cuando mi madre estaba presente. Estoy seguro de que lo mismo se aplicaría con mi padre, pero por más amoroso que él fuera, despertarlo de su sueño era casi imposible.
Después de unos meses me había acostumbrado a mi visitante nocturno. No confundan esto con una amistad sobrenatural, yo detestaba la cosa. Aún le temía sobremanera, ya que casi podía sentir sus deseos y su personalidad, si se le puede llamar así; una llena de un odio perverso y retorcido que me anhelaba, tal vez de entre todas las cosas.
Mis mayores temores se hicieron más patentes durante el invierno. Los días eran cortos, y las noches más largas proveían a ese desgraciado de más oportunidades. Fue un tiempo difícil para mi familia. Mi abuela, una mujer maravillosamente amable y gentil, se había deteriorado grandemente desde la muerte de mi abuelo. Mi madre estaba haciendo todo lo posible para mantenerla en su vecindario, pero la demencia es una enfermedad degenerativa y cruel, despojando a la persona de sus recuerdos un día a la vez. Pronto ella dejó de reconocernos, y quedó claro que tendría que ser trasladada de su casa a un hogar de ancianos.
Antes de que pudiéramos moverla, mi abuela tuvo unas noches particularmente difíciles y mi madre decidió que se quedaría con ella. Por mucho que amaba a mi abuela y no sentía más que angustia por su enfermedad, hasta el día de hoy me siento culpable de que mis primeros pensamientos no fueran sobre ella, sino de lo que mi visitante nocturno me podría hacer en caso de que se percatara de la ausencia de mi madre; su presencia siendo lo único de lo que estaba seguro que me protegía de todo el horror que esa cosa podría llegar a hacerme sentir.
Me apuré a mi casa después de la escuela ese día, y de inmediato quité las sábanas y el colchón de la cama de abajo, colocando sobre las tablillas un viejo escritorio, una cajonera y algunas sillas. Le dije a mi padre que estaba «haciendo una oficina», lo que encontró adorable, pero ni en broma le daría a esa cosa un lugar para dormir por otra noche más.
Cuando la oscuridad se acercaba, no sabía qué hacer. Mi único impulso fue el de recoger del joyero de mi mamá un crucifijo pequeño que había visto antes allí. Aunque mi familia no era muy religiosa, a esa edad yo todavía creía en Dios y tenía la esperanza de que de alguna manera eso me protegería. A pesar de mi miedo y ansiedad, mientras apretaba el crucifijo debajo de mi almohada con una mano, el sueño eventualmente llegó. Esperé despertarme por la mañana sin mayor incidencia; desafortunadamente, esa noche fue la más terrorífica de todas.
Me desperté gradualmente. La habitación estaba una vez más a oscuras. En lo que mis ojos se acostumbraban empecé a distinguir poco a poco la ventana y la puerta, las paredes, algunos juguetes en un estante y… Incluso hasta el día de hoy me estremezco al pensar en ello, pues no había ningún ruido. Ninguna agitación de las sábanas. Ningún movimiento en absoluto. La habitación se sentía sin vida. Sin vida, mas no vacía.
Mi visitante nocturno, esa desagradable y sibilante cosa llena de odio que me había aterrorizado noche tras noche, no estaba en la cama de abajo, ¡estaba en mi cama! Abrí la boca para gritar, pero no emití palabra. El terror absoluto había suprimido el sonido de mi voz. Me quedé inmóvil; si no podía gritar, no quería hacerle saber que estaba despierto.
Hasta ese momento no lo había visto, sólo podía sentirlo. Se ocultaba bajo mi sábana. Podía ver su contorno, y podía sentir su presencia, pero no me atreví a mirar. Su peso recaía sobre mí, una sensación que nunca olvidaré. Cuando digo que las horas pasaron, no exagero. Acostado allí inmóvil, en la oscuridad, horrorizado.
El miedo a veces puede desgastarte, hacerte un manojo de nervios, dejando sólo el más mínimo rastro de ti detrás. ¡Tenía que salir de esa cama! Entonces lo recordé, el crucifijo. Mi mano todavía estaba debajo de la almohada, pero no tenía nada. Lentamente tanteé alrededor para encontrarlo, minimizando lo mejor que pude el sonido y las vibraciones que causaba, pero no lo pude encontrar. O lo había tirado de la cama, o… ni siquiera podía concebirlo: lo habían tomado de mi mano.
Sin el crucifijo perdí toda noción de esperanza. Incluso a una edad tan joven, puedes estar bastante consciente de lo que es la muerte, e intensamente asustado de ella. Sabía que iba a morir en esa cama si me quedaba allí, pasivo, expectante, sin hacer nada. Tenía que salir del cuarto, pero ¿cómo? ¿Debía saltar de la cama y esperar que llegara a la puerta a salvo?, ¿qué si era más rápido que yo? ¿O debería arrastrarme lentamente fuera de la cama, esperando no despertar a mi compañero de litera?
Al darme cuenta de que no hizo nada cuando me moví tratando de encontrar el crucifijo, empecé a tener las ideas más extrañas.
¿Y si estaba dormido?
Ni siquiera había respirado desde que me desperté. Tal vez estaba descansando, creyendo que finalmente me poseía. Que finalmente estaba en sus garras. O quizá estaba jugando conmigo, después de todo eso es exactamente lo que había hecho por incontables noches, y ahora que estaba debajo de ello, apretado contra mi colchón sin una madre que me protegiera, tal vez sólo lo estaba posponiendo, saboreando su victoria hasta el último momento posible. Como un animal salvaje saboreando su presa.
Traté de respirar tan superficialmente como me fue posible, y reuniendo cada gramo de coraje que pude, comencé a levantar la sábana con la mano derecha. Lo que encontré bajo esas cubiertas casi detuvo mi corazón. No lo vi, pero en lo que mi mano movía la sábana, rozó algo. Algo suave y frío. Algo que sin lugar a dudas se sentía como una mano delgada.
Contuve la respiración, asustado, pues ahora estaba seguro de que sabía que estaba despierto.
Nada.
No se movía, parecía… muerto. Tras unos momentos llevé la mano un poco más adentro de la sábana y sentí un antebrazo delgado y mal formado; mi confianza y curiosidad casi mórbida creció en tanto me movía hacia un bíceps desproporcionadamente grande. El brazo estaba estirado, acostado sobre mi pecho, con la mano apoyada en mi hombro izquierdo, como si me hubiera agarrado mientras dormía. Entendí que tendría que mover ese apéndice cadavérico si quería escapar de sus garras.
Por alguna razón, la sensación en el hombro de mi ropa siendo arrugada por ese invasor de la noche me detuvo en seco. El miedo una vez más se acumuló en mi estómago y en mi pecho, mientras retiraba mi mano con disgusto por el tacto de cabello desarreglado y grasoso.
No me atrevía a tocar su cara, pero hasta el día de hoy me pregunto cómo se habría sentido.
Dios santo, se movió.
Se movió. Fue sutil, pero su agarre en mi hombro y a lo largo de mi cuerpo se hizo más fuerte. No hubo lágrimas, pero por Dios que quería de llorar. Mientras su mano y brazo se enrollaban en mí, mi pierna derecha tocó la pared que estaba contra la cama. De entre todo lo que me pasó en esa habitación, esto fue lo más extraño. Me di cuenta de que la rancia y sofocante cosa que obtenía gran placer de violar la cama de un niño, no estaba enteramente encima de mí. Estaba saliendo de la pared, como una araña cazando desde su guarida.
De pronto, su agarre pasó de un apretón leve a un estrujón repentino; me jaló y arañó mi ropa, como asustado de que su oportunidad pasara. Opuse resistencia, pero su brazo esquelético era demasiado fuerte para mí. Su cabeza se alzó, retorciéndose bajo la sábana. Ahora comprendía hacia dónde era que me estaba llevando, ¡a la pared! Luché por mi vida, lloré y de pronto mi voz había regresado, gritando, pero nadie vino.
Entonces supe por qué estaba tan ansioso, por qué tenía que poseerme en ese instante. A través de mi ventana, esa ventana que parecía representar tanta maldad desde afuera, nacía esperanza: los primeros rayos de sol. Seguí luchando, sabiendo que de aguantar un poco más, se iría. Mientras luchaba por mi vida, el parásito sobrenatural cambió de táctica, acercándose poco a poco a mi pecho, con su cabeza ahora asomándose por debajo de las sábanas, sibilante, tosiendo, jadeando. No recuerdo sus facciones, simplemente recuerdo su aliento contra mi rostro, fétido y tan frío como el hielo.
A medida que el sol apareció en el horizonte, ese lugar oscuro, ese cuarto asfixiante fue purificado, bañado por la luz solar.
Me desmayé cuando sus dedos flacos rodearon mi cuello, sacando la vida de mi cuerpo.
Fui despertado por mi padre ofreciéndome desayuno, ¡una vista en efecto maravillosa! Había sobrevivido a la experiencia más horrible de mi vida hasta ese momento, y ahora. Despegué la cama de la pared, retirando asimismo los muebles que creí que harían desistir a esa cosa de tomar una cama. Poco sabía que intentaría tomar la mía… y a mí.
Nunca le conté a nadie esta historia. Hasta el día de hoy, aún me despierto cubierto en sudor frío al sonido de las sábanas revolviéndose, o un jadeo causado por un resfriado; y ciertamente nunca duermo con la cama contra la pared. Llámenlo superstición si quieren, pues como he dicho, no puedo descartar explicaciones convencionales, tales como parálisis del sueño, alucinaciones o una imaginación demasiado activa, pero puedo decir esto: al siguiente mes mis padres me dieron su habitación en el otro extremo de la casa y ellos tomaron ese extrañamente sofocante pero alargado lugar como su dormitorio. Me dijeron que no necesitaban una habitación espaciosa, sólo una lo suficientemente grande como para alojar una cama y algunas otras cosas.
Duraron diez días. Nos mudamos al onceavo.
Midnight.
Midnight.


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CreepyPastas {Terminados} - Página 2 Empty Re: CreepyPastas {Terminados}

Mensaje por Midnight. Jue 19 Dic 2013, 4:41 pm

21 creepypasta

levitación

Morris Hobster fue mi mejor amigo por aquellos años en los que la sociedad condenaba estoicamente la actitud tan impetuosa y dinámica de la juventud. No puedo decir que éramos rebeldes, porque no era así: simplemente, teníamos otras ideologías más profundas y el bello don de la curiosidad.
Es que así éramos Morris y yo: nos encantaba experimentar cosas nuevas como a cualquier joven de nuestra etapa. Era normal que todos se comportasen así, ¿no? La verdad es que nunca pude comprender por qué nuestros padres y demás familiares se escandalizaban ante nuestras filosofías, actos y cuestiones. En realidad nos daba igual lo que creyeran acerca de nuestra mentalidad tan abierta e ilimitada, siempre dispuesta a conocer más cosas sobre la realidad que nos rodeaba. Y es que mi amigo y yo éramos de aquellos que gustaban de buscar nuevas expectativas y definiciones de la existencia que llevábamos, leyendo por aquí, tomando fotos por acá, y luego compartiéndolas entre los dos; sacábamos conclusiones desde nuestro punto de vista y más tarde buscábamos información sobre los resultados a los que habíamos llegado. Definitivamente, no me puedo quejar de mi juventud, pues disfruté tanto como jamás lo he hecho.
Si existía una palabra para definir la ideología de Hobster, ésa era extraordinaria. Ni yo poseía tal habilidad para concebir las costumbres cotidianas como un mero escudo ante lo desconocido, ante aquello que el ser humano siempre temió. Él mencionaba constantemente en sus pláticas que el hombre no tenía la más mínima idea de lo que había más allá de sus actos, y que siempre estaba buscando la forma de evadir su decadente e inevitable destino. Sencillamente, Morris era de aquellos jóvenes que, si se lo hubiera propuesto, habría llegado a la cima más encumbrada entre los sabios del mundo. Debo admitir que me sentía muy bien a su lado, pues era el único que lograba comprender mi concepción de la vida e incluso compartíamos puntos de vista iguales que, de no haber sido porque no compartíamos ningún parentesco familiar, podría haber jurado que ese chico era mi «gemelo ideológico», por así decirlo.
Sin embargo, el tiempo, maldito verdugo que inevitablemente te obliga a enlazarte con tu inverosímil destino, quiso que ambos nos separásemos y mi amigo se mudó junto con su familia a otra ciudad. Cuando él fue a comunicarme la desagradable noticia, no pude contener la agonía que estaba experimentando en mis adentros, y juntos nos despedimos con muchas lágrimas; lo que más me dolió de aquel aviso fue que claramente sentí cómo se desgarraba una parte de mi ser y era extraída por algún ser desconocido que deseaba ver mi sufrimiento. No puedo describir con otras palabras lo que padecí en aquel instante en el que mi destino estaba por cambiar, quizá para siempre, o tal vez era sólo una prueba de valor para ambos; pero todavía hoy me pregunto qué había que comprobar con esa separación. Actualmente, mi ilimitada imaginación me permite hacer una especulación sobre aquella circunstancia que decidió todo por nosotros. Tal vez la vida nos vio como una amenaza, algo que podía romper su cuidadosa y bien estructurada coreografía de falsedad y egoísmo. Siendo así, no había lugar para nosotros en este mundo.
Aún recuerdo bien esa sombría tarde en que lo vi irse: su cara transmitía una serenidad impresionante, aunque yo sabía perfectamente que aquello era una máscara que estaba usando para evitar mostrar su dolor ante su familia, la cual era muy severa y conservadora. Su caso familiar no era la excepción por aquellos tiempos: muchos jóvenes de nuestra edad pasaban por la misma experiencia, incluso yo lo vivía; aquel que no tuviera unos padres así podía considerarse afortunado, muy afortunado. Tengo bien plasmada en mi memoria su cara al momento en que el carro encendió con todo aquel maletero encima, casi marcada a fuego su expresión: me estaba comunicando con la mirada que ni la misma distancia nos separaría, y que algún día, en un futuro no muy lejano, volveríamos a vernos. Yo entendí su silencioso lenguaje, y con el mismo idioma le dije que así sería, y que tarde o temprano, estaríamos juntos de nuevo para descubrir más cosas.
Las cosas continuaron su marcha normal, desde el punto de vista de la sociedad que me rodeaba, claro. Pero desde que Hobster se fue, supe que mi vida, a pesar de su creciente monotonía, ya no sería la misma. Me resultaba imposible el concordar con los adultos, quienes aseguraban que las amistades de juventud eran fácilmente olvidadas, y los jóvenes de mi ciudad me daban los ánimos que necesitaba para afrontar a esa terrible ideología a la que llamaban madurez adulta.
¡Qué grande fue mi alegría cuando recibí una carta de Morris! Recuerdo que mi padre acababa de llegar de su trabajo, y siempre tenía por costumbre revisar el buzón antes de llegar a casa. Escuché sus pasos subiendo las escaleras y supuse que pasaría de largo por mi cuarto sin saludarme, como siempre lo hacía; me sorprendió sobremanera que tocara la puerta de mi habitación, pero después comprendí que sólo lo había hecho porque entre las cartas que llegaron, había una para mí. Tengo que admitir que me extrañó demasiado que me enviaran algo, pero así era, mi padre me entregó el sobre y salió de mi cuarto. Me quedé observando la carta por un tiempo: ¡quien me la había escrito era Morris! Imaginen mi emoción cuando la comencé a abrir y descubrí, con total alegría, la pequeña pero fina letra de mi mejor amigo. Sin más tiempo que perder, comencé a leerla:
«Mi muy apreciable e incomparable amigo Randolph Gordon:
No puedo concebir la emoción de este momento en el cual estoy redactando estas líneas, me siento feliz de poder escribirte por primera vez luego de que fuese forzado por mi familia a abandonar el lugar donde pasé los mejores momentos de mi vida, con el amigo que jamás podré olvidar. Te parecerá increíble, pero desde que estoy acá, no logro adaptarme a mi nueva forma de vida: la ciudad en la que vivo ahora es mucho más caótica que la tuya, los jóvenes se apegan ciegamente a las enseñanzas de los adultos y, por desgracia, no ejercen su libre albedrío como debería ser; si los adultos de mi anterior pueblo eran severos y conservadores, estos van más allá de esas erróneas y estúpidas ideologías. No puedes imaginarte la felicidad de mis padres al saber que sus vecinos tienen un hijo “bien educado” que nunca pone en duda la autoridad de sus mayores y que es obediente. Sólo puedo pensar en la debilidad de pensamiento que posee ese pobre muchacho, y no lo culpo, la verdad no puedo hacerlo porque el ambiente en que ha crecido lo moldeó así y así se quedará para su eterna desgracia. Por otro lado, mi familia a cada momento menciona que cuánto hubieran dado porque yo creciera desde un principio en esta maldita ciudad, y están diciéndomelo a cada momento del día. En la escuela soy visto como el “rebelde sin causa” y he tenido choques de personalidad con todos los profesores, incluso con la directora; me han llamado varias veces la atención por defender mis justos derechos y cada vez que me pongo en contra de los pensamientos tan cerrados de mis maestros, mis padres son citados para conversar con ellos, y los exhortan a que me pongan en mi lugar o alguien más lo hará un día. Ellos, como siempre lo has sabido y es costumbre del lugar donde estás, dicen que se avergüenzan de mí; que debería aprender a comportarme como el hombre que soy y que definitivamente tendrán que enseñarme a levitar. No entiendo a qué se refieren con eso, pero sospecho que no es nada bueno. Randolph, sé que te sonará ridículo, porque jamás me escuchaste mencionar algo similar cuando estábamos juntos, pero por primera vez en mi vida tengo miedo, miedo hacia el destino que me depara con esta putrefacta sociedad. ¿De qué tengo pavor? Del modo de ver las cosas de los adultos: son tan ambiguos que se puede esperar cualquier cosa de ellos. Me decidí a escribirte esta carta a escondidas de mis padres, bien sabes que ellos nunca te vieron con buenos ojos porque eres igual a mí en pensamiento, del mismo modo en que tus padres me veían mal a mí. Supongo que algunos patrones de conducta siempre permanecen, y ése es el caso de nuestras familias, ¿no lo crees? Tengo deseos de que vengas a visitarme, quiero verte: no sabes el terror que vivo día con día al saber que la juventud de este lugar en realidad no existe, sólo son adultos en proceso de madurez; me aterra ver que nadie piensa por sí mismo y se apegan como un perro a su dueño a las ideas de los mayores, es simplemente macabro. ¿Hacia dónde va este decadente sistema? No tengo la menor idea, pero he decidido que en cuanto tenga mayoría de edad, me iré de este enfermizo lugar que no hace otra cosa más que reprimirme demasiado. Sé que te veré pronto porque responderás a mi llamado, sabiendo que tú tienes más posibilidades de venir a verme, y tienes conciencia de ello.
Junto con esta carta he anexado un mapa de mi ciudad actual, en él realicé unas señalizaciones para que encuentres mi casa; en el dorso se encuentra mi dirección completa, junto con instrucciones precisas para que no te equivoques de domicilio. Si hago todo esto es porque me urge verte, necesito hablar con una persona que me entienda y me ayude a soportar esta situación. Creo que empiezas a comprender cómo me siento, después de todo, admiro tu habilidad para ser empático, cosa que aquí nadie posee. Amigo mío, quisiera comunicarte más cosas por este medio, pero entiendo que las palabras que deseo compartir contigo no podrían ser escritas. Espero tu próxima venida y recuerda que siempre contarás con un amigo leal en la distancia y en la eternidad, así como yo sé que siempre estarás conmigo en las buenas y en las malas.
Tu mejor e incondicional amigo,
Morris Hobster».
Confieso que en un principio, la carta me llenó de mucha motivación y alegría, pero conforme me fui acercando a su desenlace, me sentí frustrado y a la vez preocupado: no sabía la difícil situación que estaba viviendo Morris, ¡y yo que pensaba que mi vida era terrible! Sin pensármelo dos veces, empecé a idear un plan para que mis padres me llevaran a visitar a mi amigo; les diría que en la carta que me envió me comunicaba que estaba enfermo y que el médico le había recomendado absoluto reposo, por lo cual me escribió y me solicitaba que le llevase algunos libros para su entretenimiento mientras permanecía en cama. Con aquella estrategia en mente, me dirigí al cuarto de mis padres y les dije sobre la supuesta enfermedad que tenía mi amigo, les rogué que fuéramos a verlo y, sorpresivamente, ellos accedieron sin que les insistiera demasiado. Me comentaron que primero tendrían que pedir permiso en el trabajo de mi padre y en mi escuela para ausentarnos, asunto que resolverían al día siguiente. Yo estaba que no cabía en mí de la emoción: ¡iría a ver a Morris después de tanto tiempo!
Al tercer día nos encontrábamos empacando algunas maletas para quedarnos unos días con la familia Hobster, pues mis padres consideraban que resultaría interesante relacionarse más con los progenitores de mi amigo. Salimos rumbo a la ciudad donde Morris se había mudado junto con su familia, y con ayuda del mapa que me envió, logramos dar con la casa sin equivocarnos de dirección.
Mi corazón saltaba de la indescriptible felicidad que sentía al saber que de nuevo vería a mi gran amigo de toda la vida. Me bajé del auto casi al mismo tiempo que mi padre se estacionaba, corrí hacia la puerta de entrada mientras gritaba el nombre de Morris. La puerta se abrió mientras la señora Hobster me dedicaba una sonrisa que, hasta hoy, no dejo de considerar que poseía una pequeña sombra de felonía. Pregunté por mi amigo, y con el tono más dulce e hipócrita que había escuchado jamás, su madre me contestó que él estaba en su habitación levitando. No sé por qué, pero en ese momento sentí una terrible punzada en el pecho, sobre todo porque Morris me había mencionado que esa palabra acrecentaba su temor con respecto a sus padres y la forma en que ellos la concebían.
Le pregunté a la señora Hobster en dónde estaba el cuarto de mi amigo. Ella seguía manteniendo su falsa sonrisa mientras señalaba hacia las escaleras que conducían al segundo piso, al tiempo que mencionaba que Morris había estado sumamente inquieto por mi llegada, y que ahora se pondría feliz de verme. No había acabado de darme la información cuando corrí con mucha rapidez mientras ascendía hacia la segunda planta de la casa. Cuando llegué a la puerta que supuse que sería la de mi amigo, noté que estaba cerrada, así que toqué al mismo tiempo que le avisaba a Morris que ya había llegado.
Sólo escuché la voz del señor Hobster contestándome que pasara, pues mi amigo estaba en esos momentos muy ocupado levitando; otra vez escuché esa palabra que me retorcía las entrañas. Con mucha lentitud abrí la puerta, pues pensé que Morris estaba quizá reflexionando sobre algo o muy sumido en sus pensamientos para que no me contestase, y además, ¿qué hacía su padre con él en su habitación? Mis pensamientos fueron cortados de tajo mientras observaba, boquiabierto, algo que jamás creí que vería en la vida real: ahí, en medio del cuarto, estaba mi amigo ¡literalmente levitando, tal y como lo habían mencionado sus padres! No lo podía creer, no lo quería creer; empecé a entrar en un estado de shock mientras seguía mirando a mi amigo, en su rostro se dibujaba esa misma expresión que me había dedicado el día que se fue de mi ciudad: serenidad, una tranquilidad infinita y esa particular sonrisa suya que me dedicaba cuando decía que todo iba a salir bien. Continué viéndolo, realmente levitaba, pues sus pies no tocaban el suelo; era increíble, pero cierto.
Recuerdo que escuché decir a su padre que ahora Morris, gracias a la levitación, aprendería a comportarse como un joven de buenos modales y que sería un gran ejemplo para mí de ahora en adelante. La cara del señor Hobster expresaba alegría y orgullo: no podría estar más feliz de su hijo.
Desperté en el hospital general de la ciudad, rodeado de las preocupantes miradas de mis padres. Me dijeron que me había desmayado por la emoción de volver a ver a mi amigo, pero sabía que decían eso para tranquilizarme. Como sólo había sido un desvanecimiento temporal, el médico me dio de alta enseguida. En la sala de espera estaban los padres de mi amigo, felices que mi desmayo no hubiese pasado a mayores. Pregunté una y otra vez por Morris a sus progenitores, y ellos, con una gran sonrisa de satisfacción, sólo se limitaban a decirme que ahora él era un chico muy educado y obediente, y que debería estar orgulloso por ser amigo de un muchacho así. Yo simplemente no podía creerlo; me puse histérico y les grité enfrente de todos los que se encontraban ahí y de mis padres que estaban completamente locos, que su retorcida ideología no conocía límites y que no había ningún motivo para estar feliz por haberlo obligado a convertirse en lo que ahora era. Las personas del hospital se quedaron mirando conmocionados aquella escena, jamás habían visto a un joven alzarle la voz así a sus mayores. Mis padres estaban avergonzados por mi supuesto escándalo y me sacaron a rastras de aquel indiferente lugar; nadie hizo nada para defender mis ideas, nadie, y sé que nadie jamás lo hará, no en esa maldita y putrefacta ciudad.
Debido a mi «indecente» comportamiento, mis padres decidieron regresar a casa esa misma tarde, comunicándome que los padres de Morris no deseaban volver a verme, ya que me consideraban una mala influencia para su hijo. Yo sólo quería despedirme de él por última vez, y decirle que lamentaba no haber llegado antes para salvarlo de su levitación, ¡sólo quería eso! Sentí un terrible dolor en mi pecho mientras nos alejábamos de aquella fatídica y repugnante ciudad. Mis padres, completamente decepcionados de mi forma de expresarme ante los Hobster, me dijeron que también deberían aplicar conmigo esa técnica de la levitación, pues así aprendería a ser un chico correcto y bien portado. Recuerdo que en ese instante comencé a odiar enfermizamente a mis padres, tanto como aborrecía a los de mi mejor amigo.
El tiempo, en su marcha incansable, hizo que ya no le diera motivos a mis padres para que cumplieran aquella terrible amenaza que tenía por objetivo despojarme de mis ideales. En cuanto cumplí la mayoría de edad, abandoné la casa porque no soportaba vivir con aquellos dos seres tan aborrecibles. Me mudé a un pequeño poblado, lejos de mi antiguo hogar. Puedo decir que ahora llevo una vida tranquila, pero no feliz: el recuerdo de la sorprendente levitación de mi amigo me persigue a todos lados. La última vez que lo vi, su cara me volvía a decir que algún día estaríamos juntos para siempre, y jamás lo dudé. Creo en su palabra y siempre seguiré creyendo en ella, a pesar de que él ya no será nunca lo que alguna vez conocí. Pensándolo bien, yo tampoco quiero seguir siendo lo que soy ahora. He leído su carta muchas veces en mis tiempos de soledad para sentirme acompañado, y siempre se ha quedado marcada en mí, tal y como si fuese un tatuaje, aquella palabra que le dio un sentido nuevo a la vida de mi amigo y estaba por formar parte de la mía. Seguramente, si me vieran mis padres, estarían orgullosos de mí. Sin dilación, termino de escribir estas líneas para decirles a todos ustedes que la experiencia de la levitación me servirá para comprender por qué mi amigo tenía esa expresión en su rostro aquél día: era muy pacífica.
Sé que ninguno de ustedes comprenderá el motivo que me lleva a hacer esto, pero sólo quiero saber qué sintió mi amigo cuando su padre lo hizo levitar. Sin más demora, tomo una resistente soga y la amarro bien en el techo de mi casa, me aseguro de que esté bien atada y formo un nudo corredizo en su punta libre. Me colocaré ese lazo alrededor de mi cuello y entonces al fin estaré con mi amigo, al fin comprenderé a sus padres y al fin me sentiré libre para dejar este maldito mundo. Creo que por eso Morris estaba tan relajado mientras levitaba, ahora sentiré esa misma calidez que su familia le hizo sentir al convertirlo en un hombre de bien.
Levitaré, sí, para que mis pies jamás vuelvan a tocar este inmundo suelo…
Midnight.
Midnight.


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Mensaje por Midnight. Jue 19 Dic 2013, 4:47 pm

22 creepypasta

Los 12 sonidos

Corría el año de 2005, recién había obtenido suficiente dinero como para poder pagar una buena conexión de Internet. Estaba muy emocionado debido a la cantidad de música y videos que podía obtener. Esa tarde me la pase bajando juegos y música, pero ya llegada la noche mis intereses se volvieron más obscuros…. Grave error.
Buscando ente diversos programas psicofonías y relatos de terror me topé con un archivo bastante peculiar llamado “Rec06.mp3” y decidí bajarlo debido a la interesante etiqueta que tenía debajo, en la descripción del archivo rezaba la siguiente oración: “Este es parte de los 12 sonidos del archivo original de Odeo Takashima, si tienes alguno de los otros 11 no dudes en contactarme”. -¿Los 12 sonidos?- pensé. –Suena a algo bastante interesante como para entretenerme un rato-.
Al reproducir el archivo escuche lo que podría definir como una especie de ronquido o gruñido de algún ser vivo, como una respiración bastante dificultosa de un ser que agoniza, acompañado de ciertos toques macabros que me erizaron todos los vellos del cuerpo.
Pensé en abandonar mi búsqueda cuando vi que el archivo no se había descargado solo, este estaba acompañado con una advertencia en formato .txt que abrí casi inmediatamente. Dicha advertencia me dejo bastante intranquilo y lleno de inseguridad. “Ahora que has reproducido uno de los 12 sonidos prepárate para lo peor, dice la leyenda que si no reproduces el archivo Rec08.mp3 después de escuchar alguno de los otros 11 tu vida se volverá un infierno. La leyenda es cierta y te confesare que he disfrutado mi ultima hora de vida.”.
¿Que podía pensar en ese momento?… ¿Es acaso una broma de muy mal gusto?, ¿Un tipo sin nada mejor que hacer con una conexión a Internet muy rápida? Mi tercera idea no llego debido a que ruidos muy extraños comenzaron a hacerse notar.
Fuera de mi ventana había un pasillo muy poco iluminado y en esa maldita noche en especial se veía más tétrico que de costumbre. Juro que había siluetas muy extrañas fuera, como si hubieran escuchado ese sonido y hubieran acudido a su llamado infernal. Comencé como loco a buscar el archivo Rec08.mp3 en el mismo servidor donde estaba alojado el original que descargue. Para mi sorpresa el usuario que lo había subido dejó de hacer actualizaciones en 2003 adivinen por que?…. Había muerto.
Creí que era una broma muy pesada y que se había salido de lo que yo podía tolerar, cuando intente apagar mi PC todo enojado un mensaje de la misma computadora me lleno de terror: “El Archivo Rec06.mp3 no puede cerrarse”. El sonido empezó a reproducirse de nuevo y trate de apagar las bocinas sin éxito. Los ruidos afuera comenzaron a hacerse más cercanos y comencé a distinguir voces y murmullos. Era tanto mi miedo que no me atrevía a mirar fuera. Las luces de mi habitación comenzaron a fallar y sin embargo la PC no se apagaba. Ese maldito sonido parecía acrecentar su volumen conforme pasaban esos segundos eternos en los que no tenia idea de que hacer. Comencé a rezar en todos los idiomas que se me ocurrieron y me encomendé a todo lo bueno que conocía. Mi PC empezó a funcionar de nuevo y busque desesperadamente dicho archivo.
Encontré varias copias falsas del Rec08.mp3 que solo aumentaron mi frustración y mi miedo ante lo que estaba fuera de mi habitación. Pasadas casi dos horas empezó a llegar hasta mí un olor nauseabundo similar al de carne y sangre en estado de putrefacción, sentía que las cosas iban a ponerse peor. Quise salir a enfrentar a lo que sea que estuviese ahí, pero para mi sorpresa la cerradura se había trabado y fuera solo veía luces siniestras danzando como si compitieran por ver cual me asustaba más. Estando lejos de mi PC, y casi al borde de la locura empecé a escuchar un sonido muy extraño… como si una niña se lamentara por algo y esto le causara mucho dolor.
Los sonidos extraños fuera cesaron y esas luces macabras dejaron de danzar. El llanto de la niña las había ahuyentado y note para mi sorpresa que el archivo estaba activo en mi reproductor de audio… Estaba entre esos Rec08.mp3 que había encontrado. Aun intranquilo noté que todo funcionaba como antes y que ya no había nada fuera. Alegre y menos preocupado apague mi PC, pero decidí no borrar ninguno de esos 12 archivos que encontré esa maldita noche… Debe haber alguien que desee experimentar esa horrible sensación. Abajo encontraran el link de descarga de Rec06.mp3, es parte de los 12 sonidos del archivo original de Odeo Takashima, si quieren alguno de los otros 11 no duden en contactarme” Felices pesadillas.

Para los que se pregunten quién fue Odeo Takashima. Este chico en 2002 fue de los primeros japoneses en obtener un reproductor de Mp3. Lamentablemente cuando estaba estrenándolo de camino a su hogar falleció en un accidente de tránsito que lo asesino de un modo lento y doloroso. Cuando subió al bus que lo llevaría hasta su hogar comenzó alegremente a grabar el recorrido para después escucharlo. Mientras hacia esto un conductor impertinente golpeo con un camión de construcción repleto de varillas de acero la parte lateral derecha del bus. Una varilla de acero de 10 metros le atravesó el cráneo de lado a lado mientras otras 6 se incrustaron en su cuerpo. El reproductor de Mp3 quedó intacto pero cuando un forense curioso lo conecto a una PC descubrió que dentro no había un archivo de grabación sino 12 archivos que se dice juntos forman un archivo de audio en el que se puede escuchar el momento en que el autobús es impactado por el camión de construcción, los gritos de agonía de Odeo y de las otras 17 personas que murieron esa tarde de Marzo. ¿Realmente deseas escuchar esto?
Midnight.
Midnight.


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Mensaje por Midnight. Jue 19 Dic 2013, 4:48 pm

23 creepypasta 

El espejo de la mentira

Una remodelación significaba cosas nuevas, o por lo menos eso le hice creer a mis padres. Fuimos a un lugar en donde vendían muebles, sofás, espejos y otras reliquias antiguas. Me encantaba lo antiguo, hacía ver a mi habitación interesante, le daba un toque pintoresco, cosa que siempre me preocupaba por resaltar.
En ese lugar habían candelabros con aspecto de hace muchos siglos, muebles con grabados egipcios y un sinfín de cosas que hubiera querido que adornaran mi habitación. Buscando lo que finalmente compraría, llegué a ver un espejo muy grande. Era extraño, semiovalado, con bordes negros entre los cuales se podían ver signos antiguos, tal vez griegos o romanos. El aspecto era perfecto, quedaba de encaje con mi habitación, lo único malo era que el espejo en sí… estaba mal.
El cristal estaba algo hundido, lo que hacía que el reflejo estuviera distorsionado. Pero ¿para qué fijarme en eso?, me pregunté, después de todo tenía muchos espejos en casa, sólo necesitaba algo que encajara a la perfección con mi habitación.
Mis padres lo compraron a rabietas; ellos no entendían lo que significa mi habitación y lo sagrada que era para mí. Puse el espejo exactamente frente a mi cama. Como lo esperaba, combinaba a la perfección con el resto de mi cuarto. Era genial esa mezcla de blanco y negro en mi habitación, y el espejo le daba un toque greco-romano.
Llegó la noche y no me molesté en verme en mi nuevo espejo antes de dormir, después de todo, mi reflejo no sería tan exacto que digamos. Estaba realmente cansado por el día que había tenido, habíamos ido de tienda en tienda buscando lo que finalmente resultó ser mi preciado espejo.
El cansancio me abatió, cerré los ojos y me sumergí en un profundo sueño. Ese sueño fue realmente extraño. En él, yo me veía desde otro plano; me veía como si estuviera en el techo, presenciando todo lo que sucedía en mi habitación. Me podía ver a mí mismo durmiendo, y al espejo. Y pude notar cómo del espejo salía una sombra que se paró a los pies de mi cama a observarme.
El sueño fue básicamente eso, ver cómo esa sombra me veía dormir durante horas, hasta que volvió al espejo.
Y así fue cada noche. Todas las noches tenía el mismo sueño, esa sombra que salía del espejo para verme dormir. Lo espeluznante de estos sueños era que cada vez la sombra se hacía más concreta. Un viernes por la madrugada, regresé a casa totalmente ebrio por una fiesta que había tenido con mis amigos de la universidad. Llegué sólo para lavarme los dientes y tirarme rendido en mi cama. No pasó ni una hora y me levanté de súbito. Eran aproximadamente las 3:20 a.m.
Entonces lo vi.
Me quedé pasmado ante mi espejo, que reflejaba distorsionadamente un paisaje totalmente desconocido para mí. Era una especie de bosque deteriorado, totalmente gris. Incluso se podía notar un pantano a lo lejos, los arboles marchitos y un ligero azote de viento contra las hojas de las copas más altas de los robles a la distancia. Intenté moverme frente al espejo para ver si éste me reflejaba, pero era inútil. Estaba a punto de llamar a mis padres cuando se asomó alguien por el espejo. Alguien que conocía bien.
Yo. Me vi a mí mismo asomarme por el espejo, mirándome. Mi reflejo me sonrió, y habló:
—Hola, qué gusto encontrarte —me dijo, sin la menor pizca de sorpresa.
—Ho… Hola. Eh… estoy soñando, ¿verdad?
—Jajá, no. Ni tampoco estás borracho por la fiesta.
—¿Cómo sabes que fui a una fiesta? —le pregunté con una ligera sospecha.
—Pues te vi llegar ebrio —me respondió, moviendo los ojos como si buscara algo en mi habitación—. Te veo dormir desde que compraste mi espejo.
No estaba soñando, eso lo sabía, y no estaba ebrio, me lo confirmó el espejo. Estaba pasando en realidad. Estaba hablando conmigo mismo a través de un espejo.
—¿Cómo es posible esto? ¿Quién eres? ¿Qué es este espejo? —lo bombardeé de preguntas con un poco de desesperación en mi voz, aun tratando de explicarme cómo era posible lo que estaba sucediendo.
—Tranquilízate —me susurró mi reflejo—, esto está pasando de verdad, no necesitas ir muy lejos para comprenderlo. ¿Yo? Yo soy tu reflejo, soy tú mismo, y digamos que este espejo es un tipo de ventana a mi mundo.
—¿Qué quieres? —le pregunté.
—Compañía —me respondió.
Desde que empecé la conversación con mi reflejo, él transmitía un tono de seguridad en su voz, y ese tono se hacía más confortante a medida que hablaba con él, tal vez porque ésa era mi voz.
—Puedo ser tu amigo. Además, tú eres yo —le dije sin temor, pues no tenía que temerle a alguien que era exactamente igual que mí, es más, hasta me sentía bien con su compañía.
—¡Perfecto! Te visitaré siempre que pueda, amigo mío.
El reflejo se distorsionó hasta convertirse en un vago reflejo de mi habitación. Se había ido. Decidí seguir durmiendo para que la resaca no me hiciera estragos en mis clases al siguiente día.
Todo iba de maravilla, o por lo menos así parecía. Todas las noches hablaba con mi reflejo, él me contaba las aventuras que había tenido en esa misteriosa dimensión de la cual no me daba más detalles de los que podía ver por el espejo. No me dijo cuándo nació, en dónde o si tenía familia, sólo se limitaba a decir que él era yo.
Lo curioso de esto era que seguía teniendo aquellos extraños sueños; cada noche soñaba que me veía a mí mismo dormir, y veía cómo una sombra salía del espejo para hacer lo mismo, y luego regresaba al espejo.
—¿Puedo hacerte una pregunta? —interrumpí a mi reflejo mientras me contaba sobre las extrañas y gigantescas plantas del pantano que visitaba siempre.
—Dime.
Fue ahí cuando le conté con lujo de detalle el sueño que tenía desde que compré el espejo. Él se quedó pensativo.
—Estoy algo cansado, iré a dormir.
—Pero ¿tienes alguna idea de lo que significa mi sueño? —le pregunté, pero mi reflejo ya no estaba, y una vez más mi espejo volvió a reflejar mi habitación.
A la noche siguiente volví a tener ese sueño, yo flotaba y observaba cómo una sombra me acechaba mientras dormía. Pero esta vez algo había cambiado. Ya no estaba en la misma posición, ya no estaba exactamente arriba de mi cama, en el techo, sino que ahora estaba a los pies de la misma.
—Sigo teniendo ese extraño sueño, una sombra sale del espejo. ¿Estás seguro de que no sabes nada? —le volví a preguntar a mi reflejo.
—No, pero estoy seguro de que dejarás de tenerlo.
A la noche siguiente volví a soñar el repetitivo sueño. Como lo había sospechado, me estaba moviendo. Ahora estaba cerca del espejo y podía ver a través de éste. Podía ver que más allá del pantano, había una especie de… cables, de tecnología. Era como si esa imagen del pantano y la pradera llena de árboles y flores fuera una proyección holográfica.
—No te ofendas, pero moveré el espejo al sótano.
—¿Qué? —me preguntó mi reflejo consternado. No le gustó para nada la noticia.
—Es el espejo, no tú. Seguiremos hablando, no te preocupes, sólo que quiero alejar este espejo de mi cuarto.
—Si es por el sueño, no te preocupes, pasará.
—Ya llevo varios días con el mismo sueño.
—Ya, relájate. Te estás ahogando en un vaso de agua —me dijo, transmitiéndome algo de calma—. Hagamos algo, si vuelves a tener ese mismo sueño, entonces podrás mover el espejo, ¿de acuerdo?
—Como quieras —le respondí.
A la noche siguiente todo cambió. Volví a tener el sueño, pero ahora no me veía durmiendo estando en mi habitación, sino que ahora me veía durmiendo a través del espejo, había entrado en él. No volví a despertarme. Sólo empecé a mirar por el espejo cada noche, viendo cómo esa sombra se unía a mí cada vez más. Llegó un momento en el que me rendí a tratar de salir del espejo; mi reflejo ahora formaba parte de la realidad, y ahora yo era el reflejo.
Aceptando mi destino, empecé a explorar el pantano.
El lugar era inmenso. Más allá del mismo, a los extremos, podía ver la máquina de proyección que era responsable de las imágenes que se veían en el espejo, tal vez para querer pintar un paisaje que diera gusto a la vista de los que veían desde afuera del espejo.
El lugar parecía ser algo alejado a nuestra realidad, o por lo menos a nuestro planeta. Al fondo habían otros espejos, y en todos ellos se podía ver a otras personas durmiendo de noche, y de día me veía a mí mismo, mi reflejo, sólo que mi reflejo cambiaba con cada espejo en el que me veía.
Midnight.
Midnight.


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Mensaje por Midnight. Jue 19 Dic 2013, 4:53 pm

Estos fueron todos los creepys por hoy, espero que les gustaran Adios y que sueñen con los demoniacos creepys
Midnight.
Midnight.


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CreepyPastas {Terminados} - Página 2 Empty Re: CreepyPastas {Terminados}

Mensaje por Rebeca. Jue 19 Dic 2013, 5:21 pm

LarryShipperForever❤❣♫♪ escribió:Estos fueron todos los creepys por hoy, espero que les gustaran Adios y que sueñen con los demoniacos creepys
Jajajaja sos una malvada ahque! xD
Pues lo mismo te digo.
Por cierto, no te da cosa estar poniendo estas cosas?
Paz :)
Rebeca.
Rebeca.


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