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Seduciendo a Mr. Bridgerton (Joe&Tú)

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Mensaje por !Wedding Bells! Vie 13 Dic 2013, 6:21 am

Hola! Bueno acá les traigo un libro que me gusta mucho, es una de mis escritoras favoritas, espero les guste y muchas gracias por pasar y leerla.

Nombre: Seduciendo a Mr. Bridgerton
Autor: Julia Quinn
Adaptación: Si
Genero: Romántico-Histórico
Advertencias: Subo capítulos solo fines de semana.


Seduciendo a Mr. Bridgerton
Sinopsis

Durante toda su vida, _______(tn) Featherington ha sido esa presencia casi invisible a la que todos conocen pero nadie presta atención. Ha asistido a todos los bailes de la aristocracia de Londres, cada vez más acostumbrada a su papel de muchacha callada, a la que nadie saca a bailar si no es por la insistencia de alguna piadosa dama. A sus veintiocho años, ya se ha resignado a ser una solterona destinada a pasar sus días cuidando a su madre. Pero de repente, un buen día, comienza a descubrir la fuerza que late en su interior. Una fuerza que sorprende a todos, y especialmente a Joseph Bridgerton, el soltero más cotizado de la ciudad, que durante toda su vida ha considerado a ______(tn) como una hermana pequeña. Pero como siempre pasa, cuando se desata una fuerza largo tiempo dormida las consecuencias pueden ser imprevisibles…

Abril ya se nos viene encima, y con él otra temporada social aquí en Londres. Las madres ambiciosas ya hacen el recorrido por las tiendas de ropa y talleres de modistas con sus queridísimas hijas debutantes, impacientes por comprar ese vestido de noche mágico, el que sencillamente saben, marcará la diferencia entre el matrimonio y la «solteronía».
En cuanto a sus presas, los solteros empedernidos, el señor Joseph Bridgerton ocupa nuevamente el primer lugar en las listas de maridos apetecibles, aun cuando todavía no regresa de un reciente viaje al extranjero. No tiene título, cierto, pero está en abundante posesión de buena apariencia, fortuna y, como lo sabe cualquiera que haya estado aunque sea un minuto en Londres, encanto.
Pero el señor Bridgerton ha llegado a la algo avanzada edad de treinta y tres años sin manifestar nunca un interés en ninguna determinada damita, y hay pocos motivos para esperar que la temporada de 1824 difiera mucho de la de 1823 en este respecto.
Tal vez las queridísimas jovencitas que se presentan en sociedad y, tal vez más importante aún, sus ambiciosas madres, harían bien en poner la atención en otra parte. Si el señor Bridgerton anda en busca de esposa, oculta muy bien ese deseo.
Aunque, por otra parte, ¿no es eso justamente el tipo de reto que más gusta a las jovencitas que se presentan en sociedad?

Ecos de sociedad de Lady Whistledown
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Seduciendo a Mr. Bridgerton (Joe&Tú) Empty Re: Seduciendo a Mr. Bridgerton (Joe&Tú)

Mensaje por aranzhitha Vie 13 Dic 2013, 10:39 am

hola nueva lectora!!
Me encanta las novelas de epoca!!
Y sere la lectora mas fiel que tengas si la sigues!
aranzhitha
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Seduciendo a Mr. Bridgerton (Joe&Tú) Empty Re: Seduciendo a Mr. Bridgerton (Joe&Tú)

Mensaje por !Wedding Bells! Sáb 14 Dic 2013, 12:35 pm

Gracias Ara! ya la sigo c: de verdad muchas gracias
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Seduciendo a Mr. Bridgerton (Joe&Tú) Empty Seduciendo a Mr. Bridgerton (Joe&Tú)

Mensaje por !Wedding Bells! Sáb 14 Dic 2013, 2:53 pm

Acá tienen el prologo y más abajito el primer capitulo, espero les guste mucho.


Prólogo



El 6 de abril de 1812, exactamente dos días antes de que cumpliera los dieciséis años, ______(tn) Featherington se enamoró.
Fue algo, resumido en una palabra, estremecedor. La tierra tembló, el corazón le dio un vuelco, el momento la dejó sin aliento. Y pudo decirse, con cierta satisfacción, que el hombre involucrado, un tal Joseph Bridgerton, se sintió exactamente igual.
Ah, no en el aspecto amor, eso sí. No se enamoró de ella en 1812 (ni en 1813, 1814, 1815, ni, ay, maldición, en los años 1816-1822, ni en 1823 tampoco, pues en esos periodos estuvo ausente del país). Pero sí le tembló la tierra, le dio un vuelco el corazón y, ______(tn) lo sabía sin la menor sombra de duda, también se quedó sin aliento, unos buenos diez segundos.
Caerse del caballo suele hacerle eso a un hombre.
Los hechos ocurrieron de la siguiente manera:
Ella iba paseando por Hyde Park en compañía de su madre y sus dos hermanas mayores cuando sintió un atronador retumbo en el suelo (véase arriba: el temblor de tierra). Su madre no le prestaba mucha atención (rara vez se la prestaba en realidad), así que ella se alejó del grupo un momento para ver qué ocurría. El resto de las Featherington estaban embelesadas conversando con la vizcondesa Bridgerton y su hija Daphne, la que acababa de comenzar su segunda temporada en Londres, así que fingían no haber oído el ruido. La familia Bridgerton era de una importancia fundamental, por lo que no se podía desatender una conversación con ellas.
Cuando ______(tn) se asomó por un lado del tronco de un árbol particularmente ancho, vio a dos jinetes galopando hacia ella a una velocidad de alma que lleva el diablo o cual fuera la expresión favorita para describir a dos locos a caballo despreocupados por su seguridad, salud y bienestar. Se le aceleró el corazón (habría sido francamente difícil mantener el pulso tranquilo en presencia de esa temeridad y, además, eso le permitía decir que el corazón le dio un vuelco en el momento en que se enamoró).
Entonces, por uno de esos inexplicables caprichos del destino, al viento se le ocurrió soplar fuerte, en una ráfaga muy repentina, y le levantó la papalina (cuyas cintas, para gran fastidio de su madre, había descuidado atar bien bajo el mentón) echándola a volar por el aire y, ¡plaf!, fue justo a taparle la cara a uno de los jinetes.
________(tn) hizo una inspiración entrecortada (que la dejó sin aliento) y el hombre se cayó del caballo y fue a aterrizar de un modo nada elegante en un charco de barro.
Ella corrió, casi sin pensarlo, gritando algo que pretendía ser una pregunta acerca de su salud y bienestar pero que en realidad le salió más bien como un chillido ahogado. Sin duda él estaría furioso con ella, pues ella había sido la causa de que se cayera del caballo y estuviera cubierto de barro, dos cosas que garantizaban que un caballero se pusiera del peor humor posible. Pero cuando por fin él logró ponerse de pie, pasándose la mano por la ropa para quitarse el barro que era posible quitarse, no arremetió contra ella, no le dijo nada despectivo, no le gritó, ni siquiera la miró furioso.
Se echó a reír.
¡Se rió!
_______(tn) no tenía mucha experiencia con risas de hombres, y la poca que tenía era de risas nada amables. Pero los ojos de ese hombre, de un color verde bastante intenso, sólo expresaban risa, mientras se quitaba una vergonzosa mancha de barro de la mejilla.
—Bueno —dijo—, no lo he hecho muy bien, ¿eh?
Y en ese preciso instante, ______(tn) se enamoró de él.
Cuando encontró su voz (lo que ocurrió sus buenos tres segundos después de lo que una persona con cierta inteligencia habría tardado, le dolió reconocer), dijo:
—Oh, no, soy yo la que debo pedir disculpas. Se me voló la papalina y…
Se interrumpió al caer en la cuenta de que en realidad él no había pedido disculpas, por lo que no tenía ningún sentido contradecirlo.
—No pasa nada —dijo él, mirándola con una expresión algo divertida—. Yo… Ah, ¡buenos días Daphne! No sabía que estabas en el parque.
______(tn) se giró y se encontró mirando a Daphne Bridgerton, que estaba al lado de su madre (la de ella, no la de Daphne), la que al instante siseó: «¿Qué has hecho ______(tn) Featherington?», y ella ni siquiera pudo contestar su habitual «Nada», porque en realidad el accidente era totalmente su culpa, y acababa de hacer la tonta más absoluta delante de un soltero que era, a juzgar por la expresión que veía en la cara de su madre, un muy buen partido.
Y no que a su madre se le fuera a pasar por la cabeza que «ella» pudiera tener una oportunidad con él. Nooo, la señora Featherington mantenía muy elevadas sus esperanzas de matrimonio para sus hijas mayores. Además, ________(tn) ni siquiera se había presentado en sociedad todavía.
Pero si la señora Featherington tenía la intención de continuar reprendiéndola, no pudo hacerlo, porque eso le habría exigido desviar la atención de los Bridgerton, cuyas filas, ______(tn) ya iba comprendiendo rápidamente, incluían al hombre que en esos momentos estaba cubierto de barro.
—Espero que su hijo no se haya lesionado —dijo la señora Featherington a lady Bridgerton.
—Estoy tan bien como la lluvia —terció Joseph, dando un paso hacia un lado antes que lady Bridgerton pudiera cogerlo con su maternal preocupación.
Se hicieron las presentaciones, pero el resto de la conversación fue insubstancial, principalmente porque Joseph no tardó en colegir, acertadamente, que la señora Featherington era una madre casamentera. A _______(tn) no le sorprendió en absoluto que él se apresurara a marcharse.
Pero el daño ya estaba hecho. Ella ya había descubierto un motivo para soñar.
Esa noche, mientras revivía el encuentro por milésima vez, se le ocurrió pensar que sería agradable poder decir que se enamoró de él cuando le besó la mano antes de un baile, sus ojos verdes brillando con un destello travieso al apretarle los dedos con un poco más de fuerza de lo que sería decoroso. O tal vez podría haber ocurrido cuando él cabalgaba osadamente por un páramo barrido por el viento, y el viento (ya mencionado) no impedía que él (o mejor dicho, su caballo) galopara con la intención (de él, no del caballo) de acercarse cada vez más a ella.
Pero no, tenía que ir y enamorarse de Joseph Bridgerton después de que se cayera del caballo y fuera a aterrizar de trasero en un charco de barro. Eso era algo tremendamente raro y tremendamente poco romántico, pero sin duda no carente de una cierta justicia puesto que no iba a salir nada de eso.
¿Para qué desperdiciar sueños románticos en un amor que jamás sería correspondido? Mucho mejor reservar las presentaciones en un páramo barrido por el viento a personas que realmente pudieran tener un futuro juntas.
Y si había algo que ______(tn) ya sabía entonces, a los dieciséis años menos dos días, era que en su futuro no figuraba Joseph Bridgerton en el papel de marido.
Sencillamente no era el tipo de jovencita que atraería a un hombre como él, y temía que nunca lo sería.


El 10 de abril de 1813, exactamente dos días después de cumplir los diecisiete años, _______(tn) Featherington hizo su presentación en la sociedad londinense. No quería hacerlo; le suplicó a su madre que la dejara esperar un año. Pesaba como mínimo una arroba más de lo que debía, y su cara todavía tenía la horrorosa tendencia a llenarse de granos cuando estaba nerviosa, lo que significaba que siempre le aparecía uno, puesto que nada en el mundo la ponía más nerviosa que un baile en Londres.
Intentó convencerse de que la belleza estaba sólo un pelín bajo la piel, pero eso no le ofrecía ninguna disculpa cuando se reprendía por no saber jamás qué decir a las personas. No había nada más deprimente que una niña fea sin personalidad. Una niña fea sin…, ah, bueno, tenía que darse algún mérito, vale, una niña fea con muy poca personalidad.
En el fondo sabía quién era, y esa persona era inteligente, amable y muchas veces incluso ingeniosa, divertida, pero no sabía cómo su personalidad siempre se le quedaba perdida más o menos entre su corazón y su boca, y se sorprendía diciendo algo erróneo o, con más frecuencia, nada en absoluto.
Para empeorar las cosas, su madre se negaba a permitirle que eligiera su ropa, y cuando no vestía del color blanco obligado que llevaban la mayoría de las jovencitas (y que de ninguna manera sentaba a su tez), se veía obligada a vestir de amarillo, rojo y naranja, colores que la hacían verse totalmente un desastre. La única vez que sugirió el color verde, la señora Featherington se plantó las manos en sus más que anchas caderas y declaró que el color verde era demasiado triste.
El amarillo, en cambio, declaró la señora Featherington, era un color «feliz», y una jovencita «feliz» cazaría un marido.
En ese momento y lugar, ______(tn) decidió que era mejor no intentar comprender el funcionamiento de la mente de su madre.
Y así fue como siempre iba vestida de amarillo con naranja y de tanto en tanto de rojo, aun cuando esos colores la hacían verse decididamente «infeliz» e iban atrozmente mal con sus ojos castaños y su pelo castaño con visos cobrizos. Pero no podía hacer nada al respecto, por lo tanto decidió soportarlo con una sonrisa, y si no lograba sonreír, por lo menos no echarse a llorar en público.
Y eso, llorar, se enorgullecía de poder decirlo, no lo hacia jamás.
Y por si eso fuera poco, 1813 fue el año en que la misteriosa (y ficticia) lady Whistledown comenzó a publicar su hoja Ecos de Sociedad, que aparecía tres veces por semana. Esta hoja de cotilleo se convirtió en sensación instantánea. Nadie sabía quién era lady Whistledown, pero al parecer todos tenían sus teorías. Durante semanas, no, en realidad, meses, nadie hablaba de otra cosa en Londres. Durante dos semanas (las justas para crear adicción) esta hoja se distribuyó gratis, y de repente se acabó dicha gratuidad, simplemente los niños que las repartían comenzaron a cobrar el oneroso precio de cinco peniques la hoja.
Pero a esas alturas, ya nadie podía vivir sin la dosis casi diaria de cotilleo y todos pagaron sus peniques.
En algún lugar, una mujer (o tal vez un hombre, como elucubraban algunos) se estaba haciendo muy rica.
Lo que diferenciaba a la hoja Ecos de Sociedad de Lady Whistledown de todas las hojas anteriores acerca de la sociedad era que la autora ponía los nombres completos de las personas mencionadas. No escondía a los personajes tras abreviaturas como lord P. o lady B. Si lady Whistledown deseaba escribir acerca de alguien, ponía su nombre completo.
Y cuando lady Whistledown deseaba escribir acerca de ______(tn) Featherington, lo hacía. La primera mención de ______(tn) en los Ecos de Sociedad de Lady Whistledown fue la siguiente:

El desafortunado vestido de la señorita _______(tn) Featherington hacía parecer a la desafortunada jovencita un cítrico demasiado maduro.

Golpe bastante hiriente, sin duda, pero nada menos que la verdad. Su segunda mención en la hoja no fue mejor:

No se oyó salir ni una sola palabra de la boca de la señorita ________(tn) Featherington, ¡y no es de extrañar!, la pobre jovencita parecía estar ahogándose entre los volantes de su vestido.

Eso no era algo que pudiera aumentar su popularidad, calculó______(tn).
Pero la temporada no fue un desastre total. Había unas cuantas personas con las que se sentía capaz de hablar. Lady Bridgerton, nada menos, le cobró simpatía, y ella descubrió que muchas veces podía decirle cosas a la encantadora vizcondesa que ni soñaría con decírselas a su madre. Gracias a lady Bridgerton conoció a Eloise Bridgerton, la hermana menor de su amado Joseph. Eloise acababa de cumplir los diecisiete años también, pero su madre le había permitido juiciosamente retrasar en un año su presentación en sociedad, aun cuando la joven poseía en abundancia los rasgos de buena apariencia y encanto típicos de los Bridgerton.
Y mientras pasaba las tardes en el salón color verde y crema de la casa de los Bridgerton (o, con más frecuencia, en el dormitorio de Eloise, donde las dos se reían y charlaban con entusiasmo de todo lo que existe bajo el sol), se encontraba de tanto en tanto con Joseph, que, a sus veintidós años, aún no se había marchado de la casa familiar para alquilar habitaciones de soltero.
Si antes se había creído enamorada de él, eso no era nada con lo que sintió después de conocerlo realmente. Joseph Bridgerton estaba dotado de ingenio, gallardía y un sentido del humor tan despreocupado y travieso para hacer bromas que era capaz de hacer desmayarse a las mujeres, pero principalmente…
Joseph Bridgerton era simpático.
Simpático, palabrita tonta. Debería considerarse banal, pero en cierto modo le venía a la perfección. Siempre tenía algo agradable que decirle a _____(tn), y cuando ella por fin lograba armarse de valor para decir algo (aparte de las consabidas palabras de saludo y despedida), él la escuchaba, lo cual le hacía todo más fácil la próxima vez.
Al final de la temporada, _______(tn) calculaba que Joseph Bridgerton era el único hombre con el que había logrado tener una conversación entera.
Eso era amor. Ah, eso era amor amor amor amor amor amor. Tonta repetición de palabras, tal vez, pero eso fue exactamente lo que _______(tn) escribió en una hoja de papel ridículamente cara, junto con las palabras: «Señora Colin Bridgerton», «_______(tn) Bridgerton» y «Joseph Joseph Joseph ». (El papel desapareció consumido por el fuego del hogar en el instante en que oyó pasos en el corredor.)
Qué maravilloso sentir amor por una persona simpática, aún cuando fuera el tipo de amor unilateral. Eso hace sentirse decididamente sensata.
Claro que no hacía ningún daño que Joseph poseyera, como todos los hombres Bridgerton, una belleza fabulosa. Estaba ese famoso pelo castaño Bridgerton, esa boca ancha y sonriente Bridgerton, los hombros anchos, la altura de seis pies [metro ochenta] y, en el caso de Joseph, los ojos verdes más pasmosos que pueden adornar una cara humana.
Eran el tipo de ojos que atormentan los sueños de una jovencita.
Y ______ soñaba, soñaba y soñaba.


El mes de abril de 1814 encontró a ________(tn) de vuelta en Londres para su segunda temporada, y aun cuando consiguió atraer al mismo número de pretendientes que en la temporada anterior (cero), muy sinceramente la temporada no fue tan mal en su conjunto. A esto contribuyó que había bajado más o menos una arroba de peso y ya podía calificarse de «agradablemente redondeada» y no «odiosamente gordinflona». Todavía distaba bastante de ser el esbelto ideal de mujer que decretaba la época, pero por lo menos había cambiado lo bastante para justificar la compra de todo un guardarropa nuevo.
Desgraciadamente, su madre volvió a insistir en el amarillo, naranja y una ocasional pincelada de rojo. Y esta vez, lady Whistledown escribió:

La señorita Featherington (la menos necia de las hermanas Featherington) llevaba un vestido amarillo limón que dejaba un regusto agrio en la boca.

Lo cual por lo menos significaba que ella era el miembro más inteligente de su familia, aun cuando el cumplido fuera hecho, efectivamente, del revés.
Pero _______ no fue la única elegida por la mordaz columnista. A Kate Sheffield, de pelo moreno, la comparó con un narciso chamuscado con su vestido amarillo, y resultó que Kate fue y se casó con Anthony Bridgerton, el hermano mayor de Joseph, y vizconde por añadidura.
Así pues, ________ mantuvo la esperanza.
Bueno, la verdad es que no la mantuvo. Sabía que Joseph no se iba a casar con ella, pero por lo menos bailaba con ella en todos los bailes, la hacía reír y, de tanto en tanto, ella lo hacia reír a él, y sabía que con eso tenía que conformarse.


Y así continuó su vida. Tuvo su tercera temporada y luego la cuarta. Sus dos hermanas mayores, Prudence y Philippa, encontraron marido finalmente y se marcharon de casa. La señora Featherington mantuvo la esperanza de que ella lograra casarse, puesto que tanto a Prudence como a Philippa les llevó cinco temporadas cazar un marido, pero _______ sabía que estaba destinada a continuar siendo solterona; no sería justo casarse con alguien cuando seguía perdidamente enamorada de Joseph. Y tal vez, en los recovecos más remotos de su mente, en el último y más recóndito recoveco, escondido detrás de las conjugaciones de los verbos franceses que jamás logró dominar y la aritmética que no usaba jamás, seguía conservando una diminuta hilachita de esperanza.
Hasta «aquel» día.
Incluso en esos momentos, siete años después, continuaba llamándolo «aquel» día.
Había ido a tomar el té a la casa de los Bridgerton como solía hacer, con Eloise, su madre y sus hermanas. Esto ocurrió justo antes que el hermano de Eloise, Benedict, se casara con Sophie, aun cuando en esos momentos él todavía no sabía quién era realmente Sophie, y, bueno, esto no tenía mayor importancia, aparte de que la verdadera identidad de Sophie era tal vez el único gran secreto de los diez últimos años que lady Whistledown no había logrado descubrir.
En todo caso, terminado el té, se dispuso a marcharse encaminándose por el vestíbulo a la entrada, oyendo sus pisadas sobre el suelo de mármol, en dirección a la puerta. Iba arreglándose la caída de su capa, preparándose para caminar la corta distancia hacia su casa (que estaba justo a la vuelta de la esquina), cuando oyó voces. Eran voces masculinas, voces masculinas Bridgerton.
Eran las voces de los tres hermanos Bridgerton mayores: Anthony, Benedict y Joseph. Estaban conversando como suelen conversar los hombres, con muchos gruñidos y gastándose bromas entre ellos. A ella siempre le encantaba observar a los Bridgerton cuando hablaban entre ellos de esa manera; qué maravillosa familia formaban.
Los vio a través de la puerta abierta, pero no oyó lo que estaban diciendo hasta que llegó al umbral. Y como para confirmar la inoportunidad que había atormentado toda su vida, la primera voz que escuchó fue la de Joseph, y sus palabras no eran amables:
—… y ciertamente no me voy a casar con _______ Featherington.
—¡Ah!
La exclamación se le escapó de los labios antes de que pudiera pensar, una especie de chillido que perforó el aire como un silbido desentonado.
Los tres hermanos se giraron a mirarla con caras igualmente horrorizadas, y ella comprendió que se había metido en los que sin duda serían los cinco minutos más horribles de toda su vida.
Guardó silencio un buen rato, que le pareció una eternidad, hasta que al fin, y con una dignidad que jamás había soñado poseer, miró a Joseph a los ojos y dijo:
—Nunca te he pedido que te cases conmigo.
Las mejillas de Joseph pasaron del rosa a un rojo subido. Abrió la boca pero no le salió ningún sonido. Ésa sería quizá la única vez en su vida, pensó _______ con cierta irónica satisfacción, que él se encontraría sin saber qué decir.
—Y nunca… —continuó ella, tragando saliva al cortársele la voz—. Nunca le he dicho a nadie que deseara que me lo pidieras.
—_______—logró decir Joseph al fin—. Perdona, lo siento mucho.
—No hay nada que perdonar.
—Sí que lo hay —insistió él—. Herí tus sentimientos y…
—No sabías que yo estaba aquí.
—De todos modos…
—No te vas a casar conmigo —dijo ella, y sintió rara y hueca su voz—. No hay nada malo en eso. Yo no me voy a casar con tu hermano Benedict.
Era evidente que Benedict había estado tratando de no mirar, pero al oír eso se irguió, atento.
Ella apretó las manos en dos puños, a los costados.
—A él no le hiero los sentimientos cuando declaro que no me voy a casar con él. —Giró la cabeza hacia Benedict y se obligó a mirarlo a los ojos—. ¿Verdad señor Bridgerton?
—Claro que no —se apresuró a contestar él.
—Todo arreglado entonces —dijo ella entre dientes—. No se ha herido ningún sentimiento. Y ahora, si me disculpáis, caballeros, tendría que irme a casa.
Los tres caballeros se apartaron para dejarla pasar, y ella habría logrado escapar sin más problemas si Joseph no hubiera soltado repentinamente:
—¿No te acompaña una doncella?
—Vivo sólo a la vuelta de la esquina —contestó ella, negando con la cabeza.
—Lo sé, pero…
—Yo te acompañaré —dijo Anthony tranquilamente.
—Eso no es necesario, milord, de verdad.
—Dame ese gusto —dijo él, en un tono firme que no le dejaba otra opción.
Asintió y los dos echaron a andar calle abajo. Cuando ya habían pasado por delante de unas tres casas, Anthony le dijo en un tono curiosamente respetuoso:
—Él no sabía que estabas ahí.
Ella notó que se le tensaban las comisuras de la boca, aunque no de rabia sino simplemente por un sentimiento de cansina resignación.
—Lo sé —dijo—. No es un tipo de persona cruel. Supongo que su madre le ha estado acosando para que se case.
Anthony asintió. Las intenciones de lady Bridgerton de ver felizmente casados a cada uno de sus ocho hijos eran legendarias.
—Le caigo bien —dijo ella—. A su madre, quiero decir. No ve más allá de eso, me temo. Pero la verdad es que no importa mucho si le gusta la esposa que elija Joseph.
—Bueno, yo no diría eso —musitó Anthony, con una voz que no sonaba mucho a la del muy temido y respetado vizconde sino más bien a la de un hijo de muy buen comportamiento—. A mí no me gustaría estar casado con alguien que le cayera mal a mi madre. —Agitó la cabeza en un gesto de grave respeto—. Es una fuerza de la naturaleza.
—¿Su madre o su esposa?
Él lo pensó durante más o menos medio segundo.
—Las dos —contestó.
Continuaron en silencio un momento y entonces ella soltó:
—Joseph debería marcharse.
—¿Cómo has dicho? —preguntó Anthony mirándola curioso.
—Debería marcharse. Viajar. No está preparado para casarse y su madre no será capaz de refrenarse de insistirle. Tiene buena intención…
Se mordió el labio horrorizada. Era de esperar que el vizconde no pensara que ella pretendía criticar a lady Bridgerton. En su opinión, no había una dama más magnífica en toda Inglaterra.
—Mi madre siempre tiene buena intención —dijo Anthony, sonriendo indulgente—. Pero tal vez tienes razón. Tal vez Joseph debería marcharse. Y le encanta viajar. Aunque acaba de regresar de Gales.
—¿Ah, sí? —musitó ella muy amable, como si no supiera perfectamente bien que Joseph había estado en Gales.
—Hemos llegado —dijo él, asintiendo—. Ésta es la casa, ¿no?
—Sí, muchas gracias por acompañarme.
—Ha sido un placer para mí, te lo aseguro.
Ella lo observó alejarse, después entró en la casa y se echó a llorar.
Justo al día siguiente apareció el siguiente relato en Ecos de Sociedad de Lady Whistledown:

¡Vaya si no hubo emoción ayer en la escalinata de la puerta principal de la residencia de lady Bridgerton en Bruton Street!
La primera fue que se vio a _______ Featherington en la compañía, no de uno ni de dos, sino de TRES hermanos Bridgerton, ciertamente una proeza hasta el momento imposible para la pobre muchacha, que tiene la no muy buena fama de ser la fea del baile. Por desgracia (aunque tal vez previsiblemente) para la señorita Featherington, cuando finalmente se marchó, lo hizo del brazo del vizconde, el único hombre casado del grupo.
Si la señorita Featherington llegara a arreglárselas para llevar al altar a un hermano Bridgerton querría decir que habría llegado el fin del mundo tal como lo conocemos, y que esta cronista, que no vacila en reconocer que ese mundo no tendría ni pies ni cabeza para ella, se vería obligada a renunciar a esta columna en el acto.

Por lo visto hasta lady Whistledown comprendía la inutilidad de sus sentimientos por Joseph.
Transcurrieron los años y casi sin darse cuenta llegó el día en que _______ se encontró sentada entre las señoras mayores que hacían de carabinas, vigilando a su hermana menor Felicity, sin duda la única hermana Featherington agraciada con belleza y encanto, que disfrutaba de sus temporadas en Londres.
Joseph se aficionó a viajar y comenzó a pasar cada vez más tiempo fuera de Londres; no bien pasaba unos pocos meses en la ciudad, volvía a marcharse hacia un nuevo destino. Cuando estaba en Londres durante la temporada, siempre reservaba un baile y una sonrisa para _______, y ella se las arreglaba para fingir que nunca había ocurrido nada, que él nunca le había declarado su aversión en plena calle, y que sus sueños no habían sido aplastados jamás.
Y cuando él estaba en la ciudad, lo que no ocurría con frecuencia, se establecía entre ellos una apacible amistad, si bien no tremendamente profunda, que era lo único que podía esperar una solterona de casi veintiocho años, ¿verdad?
El amor no correspondido nunca ha sido fácil, pero por lo menos ________ se acostumbró a él.

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Seduciendo a Mr. Bridgerton (Joe&Tú) Empty Re: Seduciendo a Mr. Bridgerton (Joe&Tú)

Mensaje por !Wedding Bells! Sáb 14 Dic 2013, 3:59 pm

Capítulo 1



Las madres casamenteras están unidas en su dicha: ¡Joseph Bridgerton ha regresado de Grecia!
Para información de aquellos amables (y desconocedores) lectores que vienen por primera vez a la ciudad, el señor Bridgerton es el tercero del legendario octeto de hermanos Bridgerton (de ahí su nombre, Joseph, cuya inicial es C; sigue a Anthony y Benedict, y precede a Daphne, Eloise, Francesca, Gregory y Hyacinth).
Si bien el señor Bridgerton no posee título de nobleza, y es muy improbable que lo posea (es el séptimo en a línea de sucesión para el título de vizconde; viene detrás de los dos hijos del actual vizconde, de su hermano mayor Benedict y sus tres hijos), sigue siendo considerado uno de los mejores partidos de la temporada, gracias a su fortuna, su cara, su figura y, por encima de todo, su encanto. De todos modos es difícil pronosticar si el señor Bridgerton sucumbirá a la dicha conyugal en esta temporada; sin duda está en edad para casarse (treinta y tres años), pero nunca ha manifestado un interés decidido por ninguna damita de linaje adecuado, y para complicar aún más las cosas, tiene una detestable tendencia a marcharse de Londres en un abrir y cerrar de ojos con rumbo a algún lugar exótico.

Ecos de Sociedad de Lady Whistledown, 2 de abril de 1824


—¡Mira esto! —exclamó Portia Featherington con un grito agudo—. ¡Ha regresado JosephBridgerton!
________ levantó la vista de su labor. Su madre tenía cogido el último número de Ecos de Sociedad de Lady Whistledown como uno se agarraría, digamos, a una cuerda salvavidas si estuviera colgando de lo alto de un edificio.
—Lo sé —musitó.
Portia frunció el ceño; detestaba que alguien, cualquiera, se enterara de un cotilleo antes que ella.
—¿Cómo leíste el Whistledown antes que yo? Le dije a Briarly que me lo apartara y no permitiera que nadie lo…
—No lo vi en el Whistledown —la interrumpió ________, antes que su madre fuera a castigar al pobre y asediado mayordomo—. Me lo dijo Felicity ayer por la tarde. A ella se lo dijo Hyacinth Bridgerton.
—Tu hermana se pasa muchísimo tiempo en la casa de los Bridgerton.
—Como yo —observó _______, tratando de discernir adónde quería llegar su madre.
Portia se dio unos golpecitos con el dedo a un lado del mentón, como hacía siempre que estaba tramando algo.
—Joseph Bridgerton está en edad de buscarse una esposa.
_______ alcanzó a cerrar los ojos antes que se le salieran de las órbitas.
—¡Joseph Bridgerton no se va a casar con Felicity!
—Cosas más raras han ocurrido —dijo Portia haciendo un leve encogimiento de hombros.
—No que yo lo haya visto —musitó ________.
—Anthony Bridgerton se casó con esa niña Kate Sheffield, y eso que era aún menos popular que tú.
Eso no era del todo cierto, pensó ________, pues en su opinión las dos habían estado en un peldaño igualmente bajo de la escala social. Pero no tenía mucho sentido decirle eso a su madre, que tal vez creía haberle hecho un elogio a su tercera hija al decirle que no había sido la menos popular durante esa temporada. Notó que se le tensaban los labios; los «elogios» de su madre tenían la costumbre de aterrizar como aguijones de avispa.
—No pienses que ha sido mi intención criticar —dijo Portia, de repente toda consideración—: La verdad es que me alegra que te hayas quedado soltera. A no ser por mis hijas, estoy sola en este mundo, y es agradable saber que una de vosotras podrá cuidar de mí en mi vejez.
________ tuvo una visión del futuro, el futuro que acababa de describir su madre, y sintió un repentino deseo de salir corriendo y casarse con el deshollinador. Hacía ya tiempo que se había resignado a una vida de soltería eterna, pero siempre se las arreglaba para imaginarse sola en una encantadora casita de serie en un barrio residencial tranquilo. O tal vez en una casita junto al mar.
Pero ese último tiempo Portia solía condimentar sus conversaciones con referencias a su vejez y a la suerte que tenía porque tendría a su hija para cuidar de ella. Qué más daba que tanto Prudence como Philippa se hubieran casado con hombres muy adinerados y poseían sus buenos fondos para ocuparse de dar todas las comodidades a su madre. O que su madre fuera moderadamente rica; cuando su familia le estableció su dote, le reservaron la cuarta parte de ese dinero para su cuenta personal.
No, cuando Portia hablaba de «ser cuidada» no se refería a dinero; lo que deseaba era una esclava.
Exhaló un suspiro. Era demasiado dura para juzgar a su madre, aunque sólo fuera en sus pensamientos; y eso lo hacía con muchísima frecuencia. Su madre la quería. Sabía que su madre la quería. Y ella quería a su madre.
Sólo ocurría que a veces no le caía nada bien su madre.
Era de esperar que eso no la hiciera una mala persona. Pero francamente, su madre era capaz de poner a prueba la paciencia de la más amable y bondadosa de sus hijas y, como su tercera hija era la primera en reconocer, sabía ser su poquitín sarcástica a veces.
—¿Por qué no crees que Colin se casaría con Felicity? —le preguntó Portia.
________ levantó la vista, sorprendida; pensaba que ya habían acabado con ese tema; debería haberlo sabido, su madre no era otra cosa que tenaz.
—Bueno —dijo, haciendo una pausa para pensar—, es doce años menor que él.
—Pfff —musitó Portia haciendo un gesto con la mano para descartar eso—. Eso no es nada, y lo sabe.
________ frunció el ceño y a continuación lanzó un gritito, al enterrarse casualmente la aguja en el dedo.
—Además —continuó Portia alegremente—, tiene —repasó la hoja Whistledown en busca de la edad exacta— ¡treinta y tres años! ¿Cómo pretende evitar una diferencia de doce años entre él y su esposa? Supongo que no esperarás que se case con alguien de «tu» edad.
_________ se chupó el dedo herido aun sabiendo que era horrorosamente grosero hacerlo. Pero necesitaba meterse algo en la boca para no decir algo horrible y horriblemente malévolo.
Todo lo que decía su madre era cierto. En muchas bodas de la aristocracia, tal vez incluso en su mayoría, los hombres eran doce y más años mayores que sus novias. Pero no sabía por qué encontraba que la diferencia de edad entre Joseph y Felicity era mayor aún, tal vez porque… no logró evitar una expresión de repugnancia:
—Es como una hermana para él. Una hermanita menor.
—Francamente, _______. A mí no me…
—Es casi incestuoso —masculló ________.
—¿Qué has dicho?
—Nada —repuso, volviendo a coger su labor.
—Estoy segura de que dijiste algo.
—Me aclaré la garganta —explicó _______, negando con la cabeza—. Tal vez oíste…
—Te oí decir algo. ¡Estoy segura!
_______ gimió. Su vida se extendía larga y tediosa ante ella.
—Madre —dijo, con la paciencia de, si no de una santa, al menos de una monja muy devota—. Felicity está prácticamente comprometida con el señor Albansdale.
Portia empezó a frotarse las manos.
—No se comprometerá con él si logra pescar a Joseph Bridgerton.
—Felicity preferiría morirse antes que ir detrás a Joseph.
—Noo, desde luego que no. Es una niña inteligente. Cualquiera puede ver que Joseph Bridgerton es mejor partido.
—¡Pero Felicity ama al señor Albansdale!
Portia se desinfló, desanimada, en su mullido sillón.
—Y el señor Albansdale posee una fortuna perfectamente respetable.
Portia se dio unos golpecitos en la mejilla con el índice.
—Cierto. No tan respetable como una tajada Bridgerton —añadió en tono agudo—, pero nada despreciable, supongo.
_________ vio que era el momento de dejarlo estar, pero no pudo evitar que se le abriera la boca una última vez:
—De verdad, madre, es una pareja maravillosa para Felicity. Deberíamos estar encantadas por ella.
—Lo sé, lo sé —gruñó Portia—, lo que pasa es que he deseado tanto que una de mis hijas se case con un Bridgerton. ¡Qué éxito! Sería la comidilla de Londres durante semanas. Años, tal vez.
________ enterró la aguja en el cojín que tenía al lado. Era una manera idiota de descargar la rabia, pero la única alternativa a ponerse de pie de un salto y gritar a voz en cuello «¡¿Y yo?!». Al parecer Portia creía que una vez que se casara Felicity, acabaría para siempre toda esperanza de una unión con un Bridgerton. Pero ella seguía soltera, ¿no contaba nada eso?
¿Era demasiado desear que su madre sintiera por ella el mismo orgullo que sentía por sus otras tres hijas? Sabía que Joseph no la elegiría por esposa, pero ¿no debería una madre ser por lo menos un poquito ciega a los defectos de sus hijas? Era evidente que ni Prudence ni Philippa ni Felicity habían tenido jamás una oportunidad con un Bridgerton. ¿Por qué su madre parecía pensar que sus encantos superaban tanto a los de ella?
Muy bien, tenía que reconocer que Felicity gozaba de una popularidad que superaba la de sus tres hermanas mayores juntas. Pero ni Prudence ni Philippa fueron jamás Incomparables. En los bailes revoloteaban por el perímetro del salón igual que ella.
Pero claro, ya estaban casadas. Ella no habría deseado casarse con ninguno de sus dos cuñados, pero por lo menos ellas ya eran esposas.
Pero, por suerte, la mente de Portia ya andaba por pastos más verdes.
—Debería ir a ver a Violet —estaba diciendo—. Qué aliviada debe de estar por el regreso de Joseph.
—Seguro que lady Bridgerton estará encantada de verte —dijo _______.
—Esa pobre mujer —suspiró Portia teatralmente—. Se preocupa mucho por él, ¿sabes?
—Lo sé.
—De verdad, creo que eso es más de lo que tendría que soportar una madre. Tanto que viaja, sólo el buen Señor sabe dónde, a países que son claramente paganos…
—Creo que en Grecia se practica el cristianismo —masculló _______ volviendo la atención a su labor.
—No seas impertinente, __________________(Nombre completo) Featherington, y además, ¡son católicos! —concluyó, estremeciéndose ante esas palabra.
—No son católicos —replicó ________, renunciando a la labor y dejándola a un lado—. Son ortodoxos griegos.
—Bueno, no pertenecen a la Iglesia de Inglaterra —insistió Portia, sorbiendo por la nariz.
—Siendo griegos, no creo que les preocupe terriblemente eso.
Portia la miró desaprobadora, con los ojos entrecerrados.
—¿Y cómo sabes lo de esa religión griega? No —hizo un espectacular ademán con la mano—, no me lo digas. Lo has leído en alguna parte.
________ se limitó a pestañear, tratando de pensar en alguna respuesta.
—Ojalá no leyeras tanto —suspiró Portia—. Igual podrías haberte casado hace años si te hubieras concentrado más en la finura social y menos en… menos en…
—¿Menos en qué? —tuvo que preguntar_______.
—No lo sé. En lo que sea que haces que te tiene contemplando las estrellas y soñando despierta con tanta frecuencia.
—Simplemente pienso —repuso _________ mansamente—. A veces me gusta parar a pensar—
—¿Para qué?
________ no pudo evitar sonreír. Esa pregunta de Portia resumía más o menos lo que diferenciaba a madre e hija.
—No es nada madre. De verdad.
Portia dio la impresión de que quería decir algo más pero lo pensó mejor. O tal vez sólo tenía hambre. Cogió una galleta de la bandeja del té y se la echó a la boca.
______ alargó la mano para coger la última galleta y entonces decidió dejársela a su madre; podría convenirle mantenerle llena la boca. Lo último que deseaba era verse envuelta en otra conversación acerca de Joseph Bridgerton.


—¡Ha llegado Colin!
_______ levantó la vista de su libro, Breve historia de Grecia para mirar a Eloise Bridgerton, que entró como una tromba en su habitación. Como siempre, no la habían anunciado. El mayordomo de las Featherington estaba tan acostumbrado a verla por allí que la trataba como a un miembro de la familia.
—¿Sí? —preguntó, consiguiendo fingir (en su opinión) una indiferencia bastante realista.
Claro que ya había escondido la Breve historia de Grecia debajo de Mathilda, la novela de S. R. Fielding que hiciera furor el año anterior. Todo el mundo tenía un ejemplar de Mathilda en su mesilla de noche. Y era lo bastante voluminoso para ocultar la Breve historia de Grecia.
Eloise fue a sentarse en el sillón del escritorio.
—Sí, y viene muy bronceado. Todo ese tiempo al sol, supongo.
—¿Fue a Grecia, verdad?
Eloise negó con la cabeza.
—Dice que la guerra ahí ha empeorado, por lo que era muy peligroso ir allí, así que se fue a Chipre.
—Caramba, caramba —dijo _______ sonriendo—. Lady Whistledown se equivocó en algo.
Eloise sonrió, esa descarada sonrisa Bridgerton, y nuevamente _______ pensó qué suerte era tenerla por amiga íntima. Las dos eran inseparables desde los diecisiete años; juntas pasaron sus temporadas en Londres, juntas llegaron a la edad adulta, y juntas se convirtieron en solteronas, para gran consternación de sus respectivas madres.
Eloise aseguraba que no había conocido a la persona adecuada.
A_________, claro, nunca nadie se lo propuso.
—¿Le gustó Chipre?
—Dice que es fantástico. Ay cómo me gustaría viajar. Tengo la impresión de que todo el mundo ha estado en alguna parte, menos yo.
—Ni yo —le recordó ______.
—Ni tú. Gracias a Dios por ti.
—¡Eloise! —exclamó Penelope arrojándole un almohadón.
Pero también ella agradecía a Dios por Eloise. Todos los días. Muchas mujeres se pasaban toda la vida sin tener ni una sola amiga íntima, y ella tenía a una a la que podía contarle todo. Bueno, casi todo. Nunca le había dicho nada acerca de sus sentimientos por _______, aunque tenía la idea de que Eloise lo sospechaba. Pero por tacto no lo mencionaba, lo cual le confirmaba la certeza de que Joseph no la amaría jamás. Si a Eloise le hubiera pasado la idea por la cabeza aunque sólo fuera un momento, habría comenzado a urdir estrategias casamenteras con una tenacidad que impresionaría a cualquier general del ejército.
Cuando le interesaba algo, Eloise era un tipo de persona bastante mandona.
—… y dijo que el agua estaba tan agitada que echó las tripas por la borda, y —Eloise se interrumpió, mirándola enfurruñada—. No me estás escuchando.
—No —reconoció _______—— bueno, sí, algunas partes. No puedo creer que Joseph te haya dicho que vomitó.
—Bueno, soy su hermana.
—Se pondría furioso si supiera que me lo has contado a mí.
Eloise hizo un gesto de protesta con la mano.
—No le importará. Eres como otra hermana para él.
________sonrió, pero suspiró al mismo tiempo.
—Madre le preguntó, cómo no, si pensaba quedarse en la ciudad para la temporada —continuó Eloise—, y, cómo no, él se puso terriblemente evasivo, así que decidí interrogarlo yo…
—Terriblemente inteligente por tu parte —musitó ______.
Eloise le arrojó el almohadón.
—Y por fin logré que me dijera que sí, que piensa quedarse por lo menos unos meses. Pero me hizo prometer que no se lo diría a madre.
—Bueno, eso no es… —________se aclaró la garganta— terriblemente inteligente por su parte. Si tu madre cree que el tiempo que va a pasar aquí es limitado, redoblará sus esfuerzos para casarlo. Y yo diría que eso es lo que más desea evitar él.
—Ese parece ser su objetivo en la vida —convino Eloise.
—Si la tranquilizara diciéndole que no tiene ninguna prisa por marcharse, tal vez ella no lo acosaría tanto.
—Interesante idea, pero probablemente eso es más cierto en teoría que en la práctica. Mi madre está tan resuelta a verlo casado que no le importa aumentar su empeño. Sus esfuerzos normales ya lo vuelven loco.
—¿Puede uno volverse doblemente loco? —musitó ______.
Eloise ladeó la cabeza.
—No lo sé. Ni creo que me interese descubrirlo.
Las dos se quedaron calladas un rato (algo bastante raro en realidad) y de repente Eloise se incorporó de un salto.
—Tengo que irme.
_______ sonrió. Las personas que no conocían muy bien a Eloise creían que esta tenía la costumbre de cambiar de tema con frecuencia (y bruscamente), pero ella sabía que la verdad era totalmente diferente. Cuando Eloise tenía la mente puesta en lago era incapaz de olvidarlo. Lo cual significaba que si de pronto quería marcharse, eso tenía que ver con algo que habían hablado antes esa tarde.
—Esperamos a Joseph para el té.
________ sonrió. Le encantaba tener razón.
—Deberías venir —añadió Eloise.
________ negó con la cabeza.
—Él querrá que sólo esté la familia.
—Puede que tengas razón —dijo Eloise, asintiendo levemente—. Muy bien, entonces, me voy. Siento terriblemente hacer tan corta la visita pero quería estar segura de que sabías que Joseph está en casa.
—Whistledown —dijo _______.
—De acuerdo. ¿De dónde saca la información esa mujer? —observó Eloise, moviendo la cabeza pensativa—. Te juro que a veces sabe tanto sobre mi familia que pienso si no debería asustarme.
—No puede continuar eternamente —comentó _______, levantándose para acompañar a su amiga hasta la puerta—. Alguien va a descubrir finalmente quién es, ¿no te parece?
Eloise llegó a la puerta, cogió el pomo, lo giró y tiró.
—No lo sé. Yo también lo pensaba. Pero ya van diez años. Más en realidad. Si la fueran a descubrir, yo creo que ya lo habrían hecho.
_______ la siguió por la escalera.
—Finalmente cometerá un error. Tiene que cometerlo. No es más que un ser humano.
Eloise se echó a reír.
—Mira tú, y yo que creía que era un Dios menor.
________ se sorprendió sonriendo de oreja a oreja.
En eso Eloise se detuvo y se giró tan de repente que _______ chocó con ella y a punto estuvieron las dos de caer rodando por los últimos peldaños de la escalera.
—¿Sabes qué?
—No logro ni empezar a elucubrar —repuso________.
Eloise ni se molestó en hacer una mueca.
—Apostaría que ya ha cometido un error.
—¿Qué?
—Tú lo dijiste. Ella, o podría ser él, supongo, lleva más de diez años escribiendo esa hoja. Nadie podría hacer eso tanto tiempo sin cometer un error. ¿Sabes qué creo yo?
________ abrió las palmas en un gesto de impaciencia.
—Creo que los demás somos tan estúpidos que no notamos sus errores.
_________la miró fijamente un momento y luego le entró un ataque de risa.
—Ay, Eloise —dijo, limpiándose las lágrimas de los ojos—. Cuánto te quiero.
Eloise sonrió de oreja a oreja.
—Y va bien que me quieras, solterona que soy. Tendremos que instalar casa juntas cuando lleguemos a los treinta y seamos verdaderas viejas.
_________ se agarró a esa idea como a un bote salvavidas.
—¿Crees que podríamos? —exclamó. Después de mirar furtivamente a uno y otro lado del vestíbulo, añadió en voz muy baja—: Madre ha comenzado a hablar de su vejez con alarmante frecuencia.
—¿Qué tiene de alarmante eso?
—Yo aparezco en todas sus visiones, sirviéndola a cuatro patas.
—Ay, Dios.
—Una expresión más moderada que esa me ha pasado por la mente.
—¡_______! —exclamó Eloise, pero sonriendo.
—Quiero a mi madre.
—Ya lo sé —dijo Eloise en tono algo apaciguador.
—No, de verdad, la quiero.
A Eloise empezó a curvársele la comisura izquierda de la boca.
—Ya sé que es verdad. De verdad.
—Es sólo que…
Eloise la interrumpió levantando una mano.
—No hace falta que digas nada más. Lo comprendo perfectamente. Yo… ¡Ah!, buen día señora Featherington.
—Eloise —dijo Portia, irrumpiendo en el vestíbulo—. No sabía que estabas aquí.
—Soy tan sigilosa como siempre. Descarada, incluso.
Portia le sonrió indulgente.
—Supe que tu hermano ha regresado a la ciudad.
—Sí, todos estamos dichosísimos.
—Seguro que lo estaréis, en especial tu madre.
—En efecto. Está fuera de sí. Creo que ya está haciendo una lista.
Portia se reanimó toda entera, como le ocurría siempre que se mencionaba algo que pudiera considerarse un cotilleo.
—¿Una lista? ¿Qué tipo de lista?
—Ah, ya sabe, la misma lista que ha hecho para todos sus hijos adultos. Posibles cónyuges y todo eso.
—Ah, pues eso me hace pensar —dijo ________ en tono sarcástico—, qué constituye «todo eso».
—A veces pone a una o dos personas absolutamente inadecuadas como para destacar las cualidades de las verdaderas posibilidades.
Portia se echó a reír.
—¡A lo mejor te pone a ti en la lista de Joseph, ________!
_________ no se rió. Eloise tampoco. Portia no pareció notarlo.
—Bueno, será mejor que me vaya —dijo Eloise, aclarándose la garganta para disimular un momento incómodo para dos de las tres personas reunidas en el vestíbulo—.______ irá a tomar el té. Madre quiere que esté toda la familia.
—¿Vais a caber todos? —preguntó________.
La casa de lady Bridgerton era grande, pero entre sus hijos, cónyuges y nietos sumaban veintiuno. Una prole numerosa en realidad.
—Iremos a la casa Bridgerton —explicó Eloise.
Cuando su hijo mayor se casó su madre, Violet, se marchó de la residencia oficial de los Bridgerton. Anthony, que heredó el título de vizconde a los dieciocho años, le dijo que no tenía que marcharse, pero ella insistió en que él y su esposa necesitaban su intimidad. En consecuencia, Anthony y Kate vivían con sus tres hijos en la casa Bridgerton, mientras Violet vivía con sus hijos solteros (a excepción de Colin, que tenía sus habitaciones propias) a sólo unas manzanas, en Bruton Street número 5. Después de más o menos un año de infructuosos intentos de ponerle un nombre a la nueva residencia de lady Bridgerton, la familia optó por llamarla simplemente casa Número Cinco.
—Que lo paséis bien —dijo Portia—. Tengo que ir a buscar a Felicity. Estamos retrasadas para la prueba con la modista.
Eloise esperó que Portia desapareciera en el rellano de la escalera para comentar a________:
—Me parece que tu hermana pasa muchísimo tiempo en la modista.
________ se encogió de hombros.
—Felicity está a punto de volverse loca con tantas pruebas, pero ella es la única esperanza de madre para un matrimonio verdaderamente grandioso. Creo que está convencida de que Felicity va a pescar a un duque si lleva el vestido adecuado.
—¿No está prácticamente comprometida con el señor Albansdale?
—Me imagino que él va a hacer la proposición formal la semana que viene, pero mientras tanto madre mantiene abiertas sus opciones. —Miró hacia arriba poniendo los ojos en blanco—. Será mejor que adviertas a tu hermano para que guarde las distancias.
—¿Gregory? —preguntó Eloise, incrédula—. Pero si aún no ha terminado la universidad.
—Joseph.
—¿Joseph? —exclamó Eloise desternillándose de risa—. ¡Uy, qué gracioso!
—Eso fue lo que le dije yo, pero ya sabes cómo es cuando se le mete una idea en la cabeza.
—Bastante como yo, me imagino —rió Eloise.
—Tenaz hasta el final.
—La tenacidad puede ser algo muy bueno —le recordó Eloise—, en el momento oportuno.
—De acuerdo —replicó Penelope, sonriendo sarcástica—, y en el momento inoportuno es una absoluta pesadilla.
—Alégrate, amiga —rió Eloise. Por lo menos te has librado de todos esos vestidos amarillos.
_______se miró su vestido de mañana, que era de un tono de azul que sentaba muy bien, si ella se lo decía.
—Dejó de elegirme la ropa cuando por fin comprendió que ya estaba oficialmente para vestir santos. Una hija sin perspectivas de matrimonio no vale el tiempo ni la energía que le consume ofrecer consejos sobre moda. No me ha acompañado a la modista ni una sola vez desde hace más de un año. ¡Dicha!
Eloise le sonrió a su amiga, observando de paso que su piel adquiría una hermosa tonalidad melocotón y crema siempre que llevaba colores más fríos.
—Fue evidente para todos el momento en que te permitieron elegir tu ropa. Incluso lady Whistledown lo comentó.
—Escondí ese número para que no lo viera madre —confesó _______—. No quería que le hiriera los sentimientos.
Eloise pestañeó varias veces y luego dijo:
—Eso fue muy amable por tu parte, ________.
—Tengo mis momentos de caridad y buen talante.
Eloise soltó un bufido.
—Uno diría que un componente esencial de la caridad es la capacidad de no atraer la atención a que uno la posee.
________ frunció los labios y la empujó hacia la puerta.
—¿No tenías que irte a casa?
—¡Me voy! ¡Me voy!
Y se fue.


Era bastante agradable estar de vuelta en Inglaterra, decidió Joseph, tomando un trago de un coñac francamente excelente.
En realidad era bastante raro que le gustara volver a casa tanto como le gustaba partir. Dentro de unos meses, seis como máximo, le entraría nuevamente el prurito de marcharse, pero por el momento, Inglaterra en abril estaba fantástica.
—Es bueno, ¿verdad?
Joseph levantó la vista. Su hermano Anthony estaba apoyado en la parte anterior de su inmenso escritorio de caoba, moviendo su copa hacia él. Asintió.
—No me había dado cuenta de lo mucho que lo echaba de menos hasta que volví. El ouzo tiene sus encantos, pero esto —levantó la copa—, es celestial.
—¿Y cuánto tiempo piensas quedarte esta vez? —le preguntó Anthony, sonriendo irónico.
Joseph fue a ponerse junto a la ventana a fingir que miraba hacia fuera. Su hermano mayor ni siquiera intentaba disimular su impaciencia con él por su gusto de ver mundo. Y la verdad, no podía decir que no lo comprendiera. De tanto en tanto resultaba difícil hacer llegar cartas a casa, por lo que seguro que su familia tenía que esperar un mes o incluso dos para saber cómo estaba. Pero si bien no le agradaría nada estar en su piel, sin saber nunca si un ser querido estaba vivo o muerto, esperando constantemente que el mensajero golpeara la puerta, eso no bastaba para hacerlo mantener sus pies firmemente plantados en Inglaterra.
De vez en cuando sencillamente tenía que alejarse. No había otra manera de explicarlo.
Alejarse de los miembros de la aristocracia, que lo consideraban un pícaro encantador y nada más, alejarse de Inglaterra, que alentaba a los hijos menores a entrar en el ejército o en el clero, opciones que no se avenían en nada con su temperamento. Incluso alejarse de sus familiares, que aun cuando lo amaban incondicionalmente no tenían la menor idea de que lo que de verdad deseaba, en lo más profundo de su ser, era hacer algo.
Anthony poseía el vizcondado, con la miríada de responsabilidades anejas; llevaba las propiedades, administraba la economía familiar, se ocupaba del bienestar de los incontables aparceros y criados. Benedicto, su hermano cuatro años mayor que él, ya gozaba de fama como pintor; había empezado con papel y lápiz, pero a instancias de su mujer pasó a pintar al óleo, y uno de sus paisajes ya colgaba en la National Gallery.
Anthony seria siempre recordado en el árbol familiar como e séptimo vizconde Bridgerton. Benedict viviría a través de sus cuadros hasta mucho después que abandonara esta Tierra.
Pero él no tenía nada. Administraba la pequeña propiedad cedida por su familia y asistía a fiestas. Jamás se le ocurriría ni soñar con declarar que no se divertía, pero a veces deseaba algo más que diversión.
Deseaba una finalidad.
Deseaba dejar un legado.
Deseaba, si no saberlo por lo menos esperar que cuando hubiera muerto, se lo recordaría de alguna manera distinta a como aparecía en los Ecos de Sociedad de Lady Whistledown.
Exhaló un suspiro. No era de extrañar que se pasara tanto tiempo viajando.
—¿Joseph? —dijo su hermano.
Se giró a mirarlo, pestañeando. Estaba bastante seguro de que le había hecho una pregunta, pero en algún momento mientras dejaba vagar la mente, se le olvidó qué.
—Ah, sí. —Se aclaró la garganta—. Me quedaré hasta que termine la temporada, por lo menos.
Anthony no dijo nada, pero habría sido difícil no ver su expresión de satisfacción.
—Si no otra cosa —añadió Joseph, fijándose su legendaria sonrisa sesgada en la cara—, alguien tiene que mimar a tus hijos. No creo que charlote tenga suficientes muñecas.
—Sólo cincuenta —convino Anthony, con la voz sin expresión—. La pobre cría está horrorosamente descuidada.
—Su cumpleaños es a finales de mes, ¿verdad? Creo que tendré que descuidarla un poco más.
—Y hablando de cumpleaños —dijo Anthony, instalándose detrás de su escritorio en el enorme sillón—. De este domingo al otro es el de madre.
—¿Por qué crees que me di prisa en volver?
Anthony arqueó una ceja, y Joseph tuvo la clara impresión de que estaba tratando de decidir si realmente había vuelto para estar en el cumpleaños de su madre, o sencillamente aprovechaba el momento para hacer ver lo oportuno de su vuelta.
—Vamos a darle una fiesta —explicó Anthony.
—¿Y os lo va a permitir?
Sabía por experiencia que a las mujeres de cierta edad no les gustaba que les celebraran los cumpleaños. Y si bien su madre seguía siendo muy hermosa, sí que tenía una cierta edad.
—Nos vimos obligados a recurrir al chantaje —reconoció Anthony—. O aceptaba la fiesta o revelábamos su verdadera edad.
Joseph comprobó que no debería haber tomado ese trago de coñac; se atragantó y por un pelo logró evitar rociarlo sobre su hermano.
—Me habría gustado ver eso.
Anthony esbozó una sonrisa bastante satisfecha.
—Fue una brillante maniobra por mi parte.
Joseph apuró el resto del coñac.
—¿Qué posibilidades hay, crees tú, de que no aproveche la fiesta como ocasión para encontrarme esposa?
—Muy pocas.
—Ya me lo parecía.
Anthony se apoyó en el respaldo del sillón.
—Ya tienes treinta y tres años, Joseph…
—Dios de los cielos —exclamó Joseph, mirándolo incrédulo—, no empieces a regañarme.
—Ni lo soñaría. Simplemente te iba a sugerir que mantuvieras los ojos abiertos durante esta temporada. No tienes por qué buscar una esposa, pero no te hará ningún daño mantenerte por lo menos abierto a la posibilidad.
Joseph miró hacia la puerta, con la intención de atravesarla muy pronto.
—Te aseguro que no me repugna la idea del matrimonio.
—No se me ha pasado por la cabeza la idea de que te repugnara —dijo Anthony con voz arrastrada.
—Pero no veo mucho motivo para precipitarme.
—Nunca hay un motivo para precipitarse —replicó Anthony—. Bueno, rara vez en todo caso. Simplemente dale el gusto a nuestra madre, por favor.
Joseph no se había dado cuenta de que seguía sosteniendo la copa vacía, hasta que se le deslizó por los dedos y cayó sobre la alfombra con un fuerte clinc.
—Buen Dios —susurró—, ¿está enferma?
—¡No! —exclamó Anthony, en voz demasiado alta y enérgica, por la sorpresa—. Nos va a sobrevivir a todos, no me cabe duda.
—Entonces, ¿qué pasa?
Anthony suspiró.
—Simplemente deseo verte feliz.
—Soy feliz.
—¿De veras?
—Demonios, soy el hombre más feliz de Londres. Lee a lady Whistledown. Ella te lo dirá.
Anthony miró la hoja que tenía sobre el escritorio.
—Bueno, tal vez no en ese número, pero en cualquiera del año pasado. Me ha llamado encantador más veces de lo que ha llamado terca dogmática a lady Danbury, y los dos sabemos qué proeza es ésa.
—Encantador no equivale necesariamente a feliz —objetó Anthony dulcemente.
—No tengo tiempo para esto —masculló Joseph. Nunca le había parecido tan estupenda la puerta.
—Si fueras verdaderamente feliz —insistió Anthony—, no vivirías marchándote.
Joseph se detuvo con la mano en el pomo.
—Anthony, me «gusta» viajar.
—¿Constantemente?
—Debe ser así, si no no lo haría.
—Ésa es una respuesta evasiva si he oído alguna.
—Y ésta —dijo Joseph mirándolo con una pícara sonrisa— es una maniobra evasiva.
—¡Joseph!
Pero él ya había salido de la sala.

!Wedding Bells!
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Mensaje por aranzhitha Sáb 14 Dic 2013, 11:18 pm

aww me ha encantado!!
Joseph es ta lindo!
Siguela!!
aranzhitha
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Mensaje por aranzhitha Dom 15 Dic 2013, 10:54 am

siguela!!
aranzhitha
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Mensaje por aranzhitha Lun 23 Dic 2013, 10:06 pm

Síguela
aranzhitha
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Mensaje por chelis Mar 24 Dic 2013, 2:39 pm

Segundaaaa lectoraaaaaa!!!!!....


FELIZ NAVIDAD!!!!!....


Que la pases súper esta noche con tu familiiiaaaaaaa!!!!
chelis
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http://www.twitter.com/chelis960

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Mensaje por aranzhitha Sáb 28 Dic 2013, 11:24 am

Síguela!
aranzhitha
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Mensaje por chelis Sáb 28 Dic 2013, 12:26 pm

Otrooooo.... Caaaapiisdd
chelis
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http://www.twitter.com/chelis960

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