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Resurrection |The Adventures of Merlin|
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
Página 1 de 1. • Comparte
Resurrection |The Adventures of Merlin|
Ficha de la serie
• Titulo: Resurrection
• Autor: WithoutClaps
• Adaptación: Sí, a la serie televisiva «The Adventures Of Merlin»
• Género: Drama/Romance + Fantasía
• Contenido: ATP
• Advertencias: Tal vez no suba muy seguido, por lo que les pido me tengan paciencia.
• Otras páginas: Sí, Wattpad. Usuario: «cuteasniall»
Última edición por WithoutClaps el Vie 06 Dic 2013, 10:44 am, editado 1 vez
WithoutClaps
Re: Resurrection |The Adventures of Merlin|
Oh.By.The.GODS!
¡Al fin, alguien sube una novela de Merlín!
Pues... yo solo vi los primeros capítulos cuando los pasaban en los primeros días de Disney XD, nunca pude ponerme al día con la serie aunque creo que quizás lo intente teniendo en cuenta que ya terminó (NO!).
La trama no me quedó muy clara porque no pude leer bien, pero la escribes tú. ¡Eso es una buena señal! En finnnnnnnn, la buscaré en wattpad a ver si tengo suerte ;D
¡Muchísima suerte, Tere! You know I love u.
Mari.
PD: pronto publicaré el primer capítulo de Caught Like a Fly. ¡EMOCIÓN!
.wendy.
Re: Resurrection |The Adventures of Merlin|
¡Mari! No tenía idea que te gustara la serie c: Me alegro que hayas comentado, aunque presiento que no tendrá tantas lectoras :'c Pero, bueno,.wendy. escribió:Oh.By.The.GODS!¡Al fin, alguien sube una novela de Merlín!Pues... yo solo vi los primeros capítulos cuando los pasaban en los primeros días de Disney XD, nunca pude ponerme al día con la serie aunque creo que quizás lo intente teniendo en cuenta que ya terminó (NO!).La trama no me quedó muy clara porque no pude leer bien, pero la escribes tú. ¡Eso es una buena señal! En finnnnnnnn, la buscaré en wattpad a ver si tengo suerte ;D¡Muchísima suerte, Tere! You know I love u.Mari.PD: pronto publicaré el primer capítulo de Caught Like a Fly. ¡EMOCIÓN!
Saludos, Tere.
PD: Más te vale, porque si no publicas pronto, creo que tendré que pedirle a Kol alabado sea que me convierta en vampiro.
WithoutClaps
Re: Resurrection |The Adventures of Merlin|
Lo único que podía ver eran los negros barrotes que tenía en frente, el calabozo era frío y gruesas cadenas la aprisionaban a una silla. No podía moverse. Una conversación comenzó a hacerse presente al otro lado de los barrotes, lejana y casi inaudible, como un susurro. Las voces comenzaron a tomar más fuerza: se aproximaban a ella, pasos secundaban las horribles voces, las voces que tanto temía y odiaba.
Agachó la cabeza cuando los pasos se detuvieron frente a ella, presa del temor hacia la persona que se encontraba fuera de ese calabozo, mirándola impasible, pero con un deje de diversión en los ojos.
—Abran la celda —dijo el hombre autoritariamente.
Se oyó el ruido de llaves al golpear entre ellas y luego la reja se abrió. Los pasos que antes había oído lejanos, casi imaginarios, volvían a rodearla, imponiéndose ante ella.
—¿Cómo has pasado la noche? —preguntó el hombre, dirigiéndose hacia ella.
No levantó la cabeza, no lo haría. La podían haber torturado, golpeado, denigrado, pero nunca podrían herir su orgullo o su fe, que era, al fin y al cabo, lo que la mantenía con vida.
—Lindo lugar te he conseguido, ¿cierto? —volvió a inquirir el hombre, ahora frente a ella.
No contestó. El hombre cambió su expresión divertida y burlona por una de furia y desprecio; la agresividad hacía presencia en sus ojos. Con un movimiento brusco tomó a la chica del mentón, lastimándola y obligándola a mirarlo. El Rey Alined se encontraba frente a ella, con su corona, su capa y sus negros ojos, observándola.
—A mí no me faltas el respeto, niña asquerosa —espetó arrastrando las palabras en un extraño siseo—. Exijo que me contestes.
Lo único que recibió de aquella chica fue una mirada llena de odio, pero que en un pequeño destello de sus ojos verdes se podía ver el miedo que le recorría el cuerpo. Alined soltó su mentón agresivamente y se irguió, pero no siguió caminando, sino que permaneció en su lugar, frente a ella, mirándola. Ella, orgullosa, mantuvo su mirada en todo momento. Si iba a morir, si él la iba a matar, moriría con la cabeza en alto, sin arrepentirse de sus actos.
Ambos se miraban con odio, él esperaba una respuesta y ella se la daría, pero no sería la respuesta que él esperaba.
—No pienso ayudarte —dijo con la voz firme—. Si quieres matarme, mátame. No me importa. Pero nunca haré lo que me pides.
Él la miró impasible por un momento, y luego comenzó a caminar a su alrededor nuevamente.
—Presentía que no serías fácil de convencer, de persuadir —comenzó el rey—. Pero pensé que valorabas un poco más tu vida —en ese momento, el se encontraba nuevamente frente a ella—. Ahora veo que me he equivocado.
Ella lo veía venir. Tragó saliva. En el reino de Alined las cosas eran así, si alguien no cooperaba, lo único que conseguía era que lo maten. Y ese iba a ser su final en esos momentos, aunque no tenía por qué. No quería ni debía morir, lo sabía, sólo quedaba una opción. En su cabeza escuchaba su voz «Libérate. Vive y escapa. Cuando lo hagas sal del reino, te estaré esperando afuera. Hazlo por mí». Esas habían sido las últimas palabras que escuchó de él antes de que la tomaran prisionera. Ya iban cuatro días de aquello.
Al recordar su voz en su cabeza, reunió fuerzas de donde no había y tomó una decisión: lo haría por él.
—Mátenla —ordenó Alined a sus guardias, mirándola.
Ese era el momento. Los guardias se acercaban a ella con sus espadas en mano. Palabras aparecieron en su mente, palabras en otro idioma, que debía decir. Sus ojos verdes cambiaron por un momento, convirtiéndose en un destello esmeralda, que sorprendió a los presentes.
—Dimisit etra
La piedra que construía la celda estalló en pedazos, liberando nubes de polvo que inundaron el ambiente. Los guardias yacían muertos en el suelo, y el rey se levantaba, tosiendo, abriéndose paso a través de la celda hasta llegar a la silla de su prisionera. La silla estaba vacía, las cadenas que antes habían atado a la chica se encontraban partidas, desparramadas a lo largo del calabozo.
Última edición por WithoutClaps el Miér 11 Dic 2013, 10:46 am, editado 1 vez
WithoutClaps
Re: Resurrection |The Adventures of Merlin|
Ojojojo :jajajaj: pues me gustó el capítulo. Todo muy misterioso, sea dicho. Me gusta que sea una voz misteriosa pero conocida la que le hable a... señorita cuyo nombre aún desconozco. Dejaste todo al margen del lector, y eso me gusta.
La salida de la prisión me recordó un poco a Shrek Tercero, por lo de que los muros salen volando y eso. Aunque también pudo haber sido Star Trek 2 :scratch: .
Pues sobre ortografía y redacción, dicho sea que todo lo encuentro muy, pero que muy bien.
Sólo me queda desearte: ¡Mucha suerte!
Saludos,
Mari.
La salida de la prisión me recordó un poco a Shrek Tercero, por lo de que los muros salen volando y eso. Aunque también pudo haber sido Star Trek 2 :scratch: .
Pues sobre ortografía y redacción, dicho sea que todo lo encuentro muy, pero que muy bien.
Sólo me queda desearte: ¡Mucha suerte!
Saludos,
Mari.
.wendy.
Re: Resurrection |The Adventures of Merlin|
¡Qué suerte que te gustó! :D Bueno, mañana trataré de subir el primer capítulo. Claro, si vuelve la maldita luz..wendy. escribió:Ojojojo :jajajaj: pues me gustó el capítulo. Todo muy misterioso, sea dicho. Me gusta que sea una voz misteriosa pero conocida la que le hable a... señorita cuyo nombre aún desconozco. Dejaste todo al margen del lector, y eso me gusta.
La salida de la prisión me recordó un poco a Shrek Tercero, por lo de que los muros salen volando y eso. Aunque también pudo haber sido Star Trek 2 :scratch: .
Pues sobre ortografía y redacción, dicho sea que todo lo encuentro muy, pero que muy bien.
Sólo me queda desearte: ¡Mucha suerte!
Saludos,
Mari.
Saludos, Tere.
WithoutClaps
Re: Resurrection |The Adventures of Merlin|
La entrada al reino estaba rodeada por algunos árboles y arbustos. Las campanas del castillo comenzaron a sonar: un prisionero había escapado. Escondido entre los árboles se podía ver un caballo marrón, con algunas manchas blancas a lo largo de su lomo, y a su lado, custodiando la entrada a la espera de alguien se encontraba un hombre. Sus ojos marrones y apasionados, se veían preocupados, y contrastaban a la perfección con su tenso y varonil rostro.
Pasos comenzaron a resonar en la oscuridad de la noche, se aproximaban a la entrada y se notaba que la persona de la que provenían estaba corriendo. Los pasos se detuvieron y se escuchó un leve jadeo femenino. El hombre miró por entre los árboles y pudo ver claramente a una mujer de espaldas a él, cuyo cabello castaño ondeado caía por su espalda, cubriendo algunos de los cortes de su vestido bordó. La mujer se dio la vuelta y él pudo ver su cara. Apresuradamente salió de entre los árboles y corrió hacia ella, al principio asustándola.
—Amelie —susurró en su oído mientras la abrazaba —Me tenías muy preocupado. ¿Te hicieron daño?
Se separó de ella y tomó su cara entre sus manos, escudriñándole el rostro preocupado.
—Lancelot —dijo Amelie— .Por un momento pensé… —él la interrumpió.
—¿Qué no iba a estar esperándote? —le preguntó con una media sonrisa cansina en su rostro, pero llena de ternura y amor—. Nunca dejé de esperarte, Amelie.
Amelie lo miró a los ojos, tratando de aguantar las lágrimas. Lo abrazó fuertemente y hundió su cara en el cuello de él. Lancelot no dudó un segundo y la apretó más contra sí, no quería dejarla ir.
—Amelie, escucha, debes irte —le dijo suavemente, en contra de su voluntad.
—No quiero dejarte —dijo ella, todavía en su cuello.
El se separó del abrazo y fue a buscar al caballo que todavía se encontraba entre los arbustos. Al llegar junto a ella nuevamente, le pasó las riendas.
—Yo tampoco quiero dejarte, Amelie —dijo Lancelot tomando las manos de ella—. Pero no soportaría que algo te pasara, no podría. Por eso debes irte para estar a salvo —ella estaba por reprochar, pero él la interrumpió—. Prometo que también me iré de aquí, y cuando lo haga, saldré a tu encuentro.
Ella pareció pensarlo, preocupada, mientras se mordía el labio en un gesto impaciente. Lo miró a los ojos antes de contestarle.
—¿Lo juras?
Lancelot le sonrió.
—Lo juro.
Amelie suspiró y tomó las riendas del caballo, Sindat era su nombre.
—¿Dónde debo ir? ¿Cómo me encontrarás? —le preguntó mientras lo abrazaba por última vez.
—Ve a Camelot, y pregunta por Gaius o Merlín, sabrán que hacer.
Amelie lo miró con extrañeza y preocupación.
—No puedo salir de un reino e ir a otro. Todos los reyes son igual de tiranos y si se enteran…
—No se enterarán, Amelie —la tranquilizó Lancelot—. Puede que Uther sea un tirano, pero confió en Arturo, no te haría daño.
—¿El príncipe Arturo? —preguntó riendo cansinamente—. Estoy segura que es tan o más tirano que su padre.
Lancelot suspiró y tomó la cara de Amelie en sus manos.
—Prométeme que no harás nada que te condene a muerte.
Ella posó su mano sobre la de él.
—Lo prometo.
—Cuando llegues, busca a Gaius y dile que me conoces, cuéntale lo que sucede, no temas de él. Tampoco de Merlín.
—De acuerdo.
Se miraron en silencio unos segundos, reflejando todo el cariño que se tenían. Lancelot acarició su mejilla y se acercó a ella, al igual que ella se acercó a él. Se miraron una última vez y unieron sus labios, él con necesidad y anhelo; ella con timidez y miedo, mientras pequeñas lágrimas emanaban de su rostro. Se separaron muy a pesar de ambos.
—Lancelot… —comenzó ella, pero él la hizo callar con un corto beso.
—No digas nada —dijo juntando sus frentes— Ya habrá tiempo para explicaciones. Vete, no falta mucho para que los guardias lleguen.
Ella suspiró y se subió al caballo con ayuda de él.
—Te quiero, Lancelot —le dijo mientras él se alejaba.
—Yo también, Amelie. Yo también —dijo antes de desaparecer hacia la entrada del reino.
Amelie miró hacia adelante, hacia el camino que le esperaba. Miró una vez más hacia atrás, Lancelot ya no estaba. Inhaló aire y luego lo exhaló.
—Camelot… —susurró antes que Sindat comenzará a galopar, alejándose del reino de Alined, de su más temida pesadilla.
*
Espada chocaba con espada, mientras ambos oponentes se movían por el campo casi como si danzaran al compás de una música inexistente. El primero asestaba golpes que el segundo trataba de evitar, aunque fuera complicado. En un momento dado, el segundo hombre, agotado, cayó al suelo, dándose por vencido y dejando al primer hombre como vencedor. Ambos se sacaron los cascos de sus armaduras y se estrecharon la mano.
El vencido se fue, y el vencedor miró a su alrededor, buscando a su sirviente. Al cabo de un rato lo encontró, cargando con muchas espadas, tantas que le ocultaban la mitad de su rostro. Era tal la carga que no vio la pequeña roca que se interponía en su camino y cayó, tirando todas las espadas con él. El hombre rodó los ojos en actitud burlona y se dirigió a ayudarlo.
—Demonios, Merlín, levántate —le dijo a su sirviente, agarrándolo del brazo para ponerlo de pie.
El príncipe Arturo Pendragon, futuro rey de Camelot y heredero al trono, era un chico muy atractivo para los escasos 20 años con los que contaba. Muchos decían que físicamente era igual a su madre, Ygraine, a la que nunca conoció, pero que, inevitablemente, había heredado el carácter de su padre, el rey Uther. Sin embargo, Merlín, sirviente de Arturo, negaba esos dichos, con la excusa de que, a pesar que el príncipe era cabeza dura, cómodo y arrogante, era muy valiente y no poseía los mismos ideales que su padre, su corazón era distinto, y eso valía la pena.
—Lo siento, no vi la piedra… —comenzó Merlín.
—Tú nunca vez las cosas, Merlín —lo interrumpió el príncipe mientras caminaba hacia el castillo—. Vamos, apúrate, me quiero dar un baño.
Merlín miró las espadas que yacían en el piso y luego a Arturo, que lo espera, unos metros más adelante, notablemente exasperado. Merlín era la clase de chico mete patas, con el que nunca nadie puede enojarse, y eso le sucedía a Arturo. Las amistades entre la realeza y la servidumbre no eran bien recibidas, y esta no era la excepción. El príncipe siempre negaba ser amigo del ojiazul, que muchas veces había salvado su vida sin él siquiera notarlo, pero, pese a eso, ambos darían la vida el uno por el otro, sin importar la razón. No había secretos entre ellos, salvo uno pequeño, pero que no carecía de importancia: la magia que emanaba de Merlín y que muchas veces había sido la salvación de Arturo, su destino.
—Primero debo juntar las espadas —dijo.
Arturo rodó los ojos.
—Que lo haga otro, Merlín. Vamos.
Dicho esto, continuó su camino al castillo, pero esta vez, luego de darle una última mirada a las espadas, Merlín lo siguió.
*
Amelie había dejado atrás los bosques de Camelot, que habían pasado junto a ella a tal velocidad que, de haber querido hacerlo, no hubiera podido contemplarlos. Llevaba un día entero de viaje, sin detenerse a beber agua o a comer algo, no tenía tiempo para eso, y el cansancio se había apoderado de Sindat. Una vez que estuvo a metros de la entrada al reino, se detuvo y se bajó del caballo. Observó a su alrededor, los paisajes eran muy hermosos, pero allí también estaba prohibida la magia. Cogió la bolsa que colgaba de Sindat, en la que Lancelot, preocupado por el viaje de Amelie, se había tomado la molestia de guardar agua y un poco de comida.
Sonrió al acordarse de él, y se preguntó si alguna vez lo volvería a ver. Se regañó mentalmente mientras tomaba un poco de agua y pan y lo compartía con el exhausto caballo. Claro que lo volvería a ver, lo había prometido, y las promesas no se rompen. Cuando el caballo ya se hubo recuperado un poco, le acarició la cabeza y volvió a subirse a él, tomó las riendas y lo condujo, con un trote suave, hacia el reino.
*
Merlín, luego de haber preparado el agua para Arturo, fue a buscar a Gaius, quien, se encontraba en su cuarto, ordenando el desorden del muchacho. Ropas tiradas arriba de la cama, en el piso, incluso en la minúscula ventana que poseía la habitación. El libro del que aprendía magia y hechizos se encontraba abierto de par en par sobre la cama. El anciano, al ver al muchacho, comenzó a regañarlo. —¿Cómo puedes dejar el libro ahí, Merlín? —preguntó—. ¿Es que acaso quieres que te descuban y te hagan ejecutar?
—No, señor —respondió Merlín un poco avergonzado y divertido, una mezcla extraña.
Gaius hacía mucho por él, y con lo único con lo que podía agradecerle era tratando de ocultar su magia y evitar que lo maten. Era como un padre para él, ese era el rol que cumplía en su vida, o por lo menos, así parecía. Sin embargo, no podía evitar divertirse cuando lo regañaba, era algo que iba más allá de él.
—Tú no pierdes la cabeza sólo porque no se te despega del cuerpo —dijo Gaius cansado, mirando a Merlín.
Merlín rió.
—Lo siento, juro que no volverá a pasar.
El anciano suspiró y negó con la cabeza. Apreciaba mucho a Merlín, lo consideraba el hijo que nunca tuvo, y lo protegía como si fuera de su sangre. La vida de Gaius era bastante monótona y aburrida, dado que ya estaba entrado en años y su trabajo como médico de la corte lo tenía bastante ocupado, pero la llegada del muchacho le dio un tinte de diversión a su vida, que aunque a veces llegara a asustarlo (dado que muchas veces estuvieron a punto de atrapar a Merlín), apreciaba mucho.
Luego de que Merlín acomodara rápidamente su ropa en el pequeño armario y guardara el libro, salieron de la habitación.
Había una chica mirando la flor marchita que había en el centro de la mesa, de la que Gaius había extraído su esencia, susurrando algo inaudible. Sus ojos cambiaron de color, al igual que lo hacían los de Merlín, mientras la flor, antes marchita, renacía de sus raíces, transformándose en lo que antes era: una hermosa rosa roja, que llenaba el ambiente de un aroma primaveral.
La extraña levantó la cabeza, sonriendo, y los vio. Sus ojos, antes vivos y resplandecientes, se llenaron de temor y sorpresa, al igual que los del anciano y el joven. Su sonrisa desapareció, reemplazada por una expresión de terror.
—Magia —susurró Merlín ahora sonriendo.
Al entrar a Camelot, lo primero que vislumbró (además de la gente que caminaba por la plaza) fue el imponente y maravilloso castillo que se alzaba ante ella. Era simplemente hermoso, una fortaleza digna de importancia, y protegía a los transeúntes con su sombra, provocada por el brillante sol. Casi sin percatarse, llegó al pie de las escaleras que dirigían al interior del castillo. Un guardia apareció a su lado, haciéndola sobresaltar.
*
Al entrar a Camelot, lo primero que vislumbró (además de la gente que caminaba por la plaza) fue el imponente y maravilloso castillo que se alzaba ante ella. Era simplemente hermoso, una fortaleza digna de importancia, y protegía a los transeúntes con su sombra, provocada por el brillante sol. Casi sin percatarse, llegó al pie de las escaleras que dirigían al interior del castillo. Un guardia apareció a su lado, haciéndola sobresaltar.
—¿Puedo ayudarla en algo? —preguntó.
Ella lo miró dudosa. Se bajó del caballo y se paró frente al guardia.
—Sí, de hecho —dijo armándose de valor—. Busco a Gaius.
—Oh, claro, por allí —le señaló una puerta con un dedo, que se hallaba a su izquierda, debajo de un estrecho techo de piedra, que a la vez servía como suelo del pasillo superior y le dio un par de indicaciones, luego volvió su vista al caballo—. Lo llevaré a los establos, con su permiso.
Amelie miró hacia la puerta que le había señalado anteriormente el guardia y asintió como respuesta, esperando que la haya visto. Algunas de las personas que pasaban la miraban, extrañados con su presencia. No le importó en lo absoluto, no estaba allí para llamar la atención. Se dirigió a paso firme hasta la puerta y la atravesó, encontrándose con unas estrechas escaleras de piedra. Miró hacia donde se encontraba anteriormente: Sindat ya no estaba, el guardia lo había llevado al establo. Volvió su vista al frente.
Tomó una bocanada de aire y comenzó a subir las escaleras. Al final de ellas había un pasillo con algunas puertas. «La segunda a la derecha», le había dicho el guardia.
Se detuvo frente a la puerta indicada, y tocó.
Esperó.
Nadie respondió.
Volvió a tocar y esta vez, la puerta se entreabrió. Dio un paso atrás, esperando que alguien se asomase por la puerta, pero nadie lo hizo. Miró hacia ambos lados del pasillo, corroborando que nadie rondara por allí, ningún guardia o sirviente, y entró. Al estar dentro, cerró la puerta silenciosamente y se giró a observar la habitación en la que se encontraba.
El lugar era chico, pero se veía acogedor. Una mesa y una cama formaban parte del mono ambiente, más allá había otra mesa más pequeña y una puerta, acompañadas de una pequeña escalera de piedra. La escalera conducía a una improvisada biblioteca, llena de libros y hojas sobresaliendo de sus estantes de madera. La misma se encontraba en una especie de segundo piso dentro de la misma habitación, y un barandal de madera la separaba del poco profundo abismo que representaba la habitación. La mesa pequeña estaba atestada de frascos, diversas plantas y hojas escritas con una caligrafía extraña. La mesa más grande estaba vacía, a excepción de una rosa marchita que adornaba su centro.
Amelie se acercó a la mesa y miró la rosa. Al principio, al echar el primer vistazo a la habitación, no se había percatado de ella. Ver esa flor marchita la hacía sentirse triste, vacía, necesitada, y eso no le agradaba. Miró el lugar en donde se encontraba: le gustaba, pero la rosa marchita le parecía lúgubre en ese pequeño espacio repleto de luz. Miró hacia la ventana y recordó dos palabras.
Volvió a mirar la rosa y sonrió.
—Novam vitam —susurró, sus ojos se volvieron esmeralda por un segundo, y luego retornaron a su habitual color verde.
La rosa antes marchita y triste, renacía, roja, brillante y esplendorosa como debía de haber sido en su momento más glorioso. Lo que antes, al mirar la rosa, le parecía tristeza, era ahora alegría. El vacío que sintió al verla, había sido extrañamente llenado.
Sintió una presencia en la habitación y levantó la cabeza. Su corazón se detuvo por un momento. La alegría que le proporcionaba la rosa desapareció, y la reemplazó el temor.
Un hombre entrado en años y un muchacho la miraban, parados frente a la pequeña puerta. La habían descubierto.
Había fallado.
Le había prometido a Lancelot que no dejaría que nadie supiera de su magia y falló, le falló.
El muchacho sonrió.
—Magia —susurró.
Amelie arrugó la frente, extrañada. No estaban enojados, sólo sorprendidos. El muchacho se acercó más a ella, pero ella, desconfiada, retrocedió.
—Acabas de… hacer magia, ¿cierto?
Retrocedió unos pasos más, temerosa. Su idea era mantener su secreto sólo para ella, como se supone que debía ser. Pero no podía mentirles, sería inútil. Ellos la habían visto, no podía negarles lo que preguntaban.
—S… sí —dijo al fin, luego de lo que pareció un largo silencio—. Por favor, les suplico no le digan a nadie —añadió preocupada, implorando.
Por unos minutos, el silencio inundó la pequeña habitación. Ni el muchacho ni el anciano emitían palabra alguna. La miraba del muchacho iba de la chica al anciano, y viceversa; generalmente, deteniéndose por más tiempo en ella que en él. Amelie comenzó a impacientarse. ¿Y si la delataban?
—No lo haremos —intervino el anciano, el muchacho y Amelie lo miraron— Pero tengo una duda… —comenzó el anciano mirando a la chica.
—¿Sí? —preguntó Amelie.
El anciano la miró entrecerrando los ojos.
—¿Quién eres y qué buscas?
Amelie lo miró extrañada unos momentos, antes de darse cuenta que no se había presentado, que sólo había irrumpido en el lugar, sin permiso, como una ladrona. Y lo peor era que la habían descubierto haciendo magia. Se golpeó levemente la frente con una mano, regañándose a sí misma.
—¡Oh, qué tonta soy! —habló más para sí que para los dos hombres—. Mi nombre es Amelie, estoy buscando a Gaius, o a Merlín en su defecto —dijo rápido.
El muchacho la miró sonriendo.
—Estás en tu día de suerte, entonces —le dijo el muchacho—. Él es Gaius y yo soy Merlín —terminó de decir con una leve risa.
Amelie abrió grande los ojos, sorprendida, pero luego sonrió. El muchacho, Merlín, parecía un buen chico y le había contagiado su risa. Gaius se veía amable, pero algo serio. Le hubiera gustado poder compararlo con su abuelo, pero no podía, nunca lo había conocido, como a la mayoría de su familia. Entristeció un poco debido a sus recuerdos, pero recobró la compostura inmediatamente.
Al final, esos extraños que la habían descubierto haciendo magia, eran exactamente quienes tendrían que haberla descubierto haciendo magia.
—¿Para qué me… —comenzó Gaius, pero miró a Merlín y se corrigió— nos necesitabas? Nunca te había visto por aquí.
—Es que… no soy de aquí —dijo Amelie, preparándose para más preguntas—. Vengo del reino de… Alined, me… —tragó saliva— escape, de hecho.
Merlín la miró sorprendida, y Gaius, aunque también lo estaba, no lo hacía notorio con su mirada.
—¿Te escapaste? —Merlín sonó incrédulo—. ¿Cómo? Es decir… —buscó la pregunta correcta— ¿Por qué?
La chica suspiró.
—Debía hacerlo —dijo sentenciando, con esa corta frase, la pregunta del joven.
Gaius se aclaró la garganta, llamando la atención de ambos jóvenes. Luego, clavó su anciana mirada en la joven.
—¿Por qué viniste aquí?
Con esa pregunta, volvió a recordar a Lancelot. Le debía mucho. Lo extrañaba tanto.
—Un amigo… —comenzó—. Lancelot… —fue interrumpida.
—¿Lancelot? ¿Lo conoces? —preguntó Merlín, Gaius lo miró reprobatoriamente—. Lo siento, continúa.
—Cuando me escapé del reino, Lancelot me dijo que viniera aquí, a Camelot, y los buscara. Dijo que me ayudarían.
—Ya veo —dijo Gaius asintiendo—. ¿Qué necesitas?
Amelie miró a su alrededor y luego a ella, seguramente estaba hecha un desastre, su pelo, sus ropas, todo ella. Luego miró a Gaius y le sonrió, sonrisa que fue correspondida por él. Sabía que el anciano, con esa pregunta, le daba a entender que luego tendrían tiempo para hablar, tiempo en el cual ella debía de contarles su historia.
—Por ahora sólo un baño y un lugar donde dormir —dijo tímidamente, no le gustaba pedir favores.
El anciano movió la cabeza afirmativamente y se dirigió a Merlín.
—Ve a buscar agua, así Amelie puede bañarse —Merlín asintió y comenzó su camino a la puerta, pero Gaius lo detuvo, llamándolo—. Y consíguele una muda de ropa limpia.
Merlín, al ver que Gaius no decía nada más, salió, cerrando la puerta tras él. Amelie miró por un momento aquel lugar por donde había desaparecido el joven, y volvió su vista al anciano, que la miraba con una pequeña sonrisa compasiva.
—Ve a acomodarte a aquella habitación —dijo señalando la pequeña puerta que la chica antes había visto—. Es la habitación de Merlín, es pequeña, y él es muy desordenado —comentó sonriendo, acto que le contagió a la chica— pero te será cómoda. Te conseguiré otra cama.
Dicho esto, al igual que el joven había hecho anteriormente, se dirigió a la puerta. Antes de que saliera, Amelie le habló.
—Muchas gracias, en serio —dijo con sinceridad.
Gaius no contestó, sólo sonrió y se fue.
Amelie quedó sola, parada en medio del lugar, con la rosa roja, llamativa, tras ella.
Suspiró y miró a su alrededor, familiarizándose con el ambiente; ambiente que de ahora en más sería su hogar.
WithoutClaps
Re: Resurrection |The Adventures of Merlin|
rubicullenmalfoy escribió:Siguela me ha gustado mucho
¡Hola! Me alegro mucho que te haya gustado. Por alguna extraña razón me cuesta mucho citar tu comentario para responderte, ¡vaya uno a saber qué pasa! Muchísimas gracias por comentar, pronto subiré el segundo capítulo (:
WithoutClaps
Re: Resurrection |The Adventures of Merlin|
Ohhh una novela de Merlin!! Me encantaba esa serie!! Siguela pronto, no ls dejes!! :D
ioanaD
Re: Resurrection |The Adventures of Merlin|
¡Hola! Gracias por comentar :D Desafortunadamente, no voy a seguir la novela, no aquí. La estoy publicando en Wattpad bajo mi usuario cuteasniall, ya que se me complica mucho publicar desde onlywn. Espero lo entiendas, y estás invitada a leerla en esa página :DioanaD escribió:Ohhh una novela de Merlin!! Me encantaba esa serie!! Siguela pronto, no ls dejes!! :D
WithoutClaps
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