In Memory {Larry Stylinson}

Una sonrisa. Fue eso lo último que me diste.

Si quiera un te amo. Un te quiero. Pero puedo asegurar que fue la más hermosa que me hayas compartido. La sonrisa más bella que me hayas regalado.

La última que pude haber presenciado.

20 de Diciembre, quedará impreso en mi calendario. Una fecha más que recordar. Una que jamás podré olvidar.



Te esperé meses. Nueve meses para ser exactos.

Nueve meses a tu lado, tomando tu mano. Estrechándola, recibiendo a cambio nada más que un tacto frío y sin sentimiento.

Ya recuerdo, estabas dormido.

Si aún me puedes ver, no te rías de mí. Sé que dirías que fui un tonto. Malgastando mi tiempo esperando a ver tus verdes ojos. Pero fue mi decisión, no me arrepiento de ella. Más aun sabiendo que pude tenerlos solo para mí en esa pálida habitación, la misma vez en la que me sonreíste por última vez. Como si nada malo estuviese ocurriendo.

Como si tú no te hayas ido unos segundos después.

Como si el verde en tus ojos nunca se haya apagado. Como si tus párpados nunca hayan caído una última vez, para luego no volver a abrirse. Pero lo recuerdo, recuerdo que al cerrarlos, esa sonrisa tuya y tus hoyuelos, aún seguían en su lugar.

Y como por arte de magia, fue disminuyendo hasta desaparecer. Para dar paso a una línea recta en tus labios. Tenías una expresión de paz, al fin la encontraste.

En esos nueve meses no lloré. Ni una lágrima corrió por mi rostro. Vivía con la esperanza de que volverías a mí lado. Y lo hiciste.

Aunque sea por unos segundos.

No lo consideré una bendición. Ni un acto de caridad. Tampoco un milagro. Sabes muy bien que nunca creí en ese tipo de cosas. Me conocías muy bien. Sabías que iría por ti si no volvía a escuchar tu voz.

Así que lo tomé como una despedida.

Para eso regresaste. Para despedirte. Sabías de mi adicción a tus sonrisas, y me diste el placer que suplicaba mi corazón pero que nunca gritaba en alto.


Tres años he vivido, recordándote en silencio. Me he vuelto un poco más frío. Debes de estar decepcionado. Los chicos están bien. Les dolió, no voy a mentirte. Las primeras semanas fueron duras, no podía verlos a la cara sin recordar lo que hemos vivido.


Hasta el día de hoy no he soltado una lágrima, no me malinterpretes. No es que no llore tu ausencia. De hecho, he vivido estos años con un nudo en la garganta. No me permito llorar, no quiero que me veas así de frágil. Pero hoy, hoy siento que puedo volver a ser yo mismo. No te había extrañado lo suficiente como hasta el día de hoy.

Estando frente a ti… No. Tú no estás allí, esto es solo una piedra con letras. “En memoria de un gran amigo, hijo, hermano y novio. A esa sonrisa encantadora que siempre recordaremos.” Lamento que tu inscripción sea un asco. A pesar de que estoy de acuerdo con la parte de ‘sonrisa encantadora’.

Podías tener a todos a tus pies. Y yo caí ante ella. De todas las personas en el mundo, me elegiste a mí. Me lo sigo cuestionando, yo que tengo tantos defectos y tú que para mí parecías tan perfecto.

¿Recuerdas cuando comenzamos lo nuestro? Tú diste el primer paso porque yo tenía miedo a que no me correspondieras. Vivimos dos años ocultando nuestros sentimientos, hasta que fuiste más valiente que yo y me besaste.



Pero que tontos fuimos.

Pudimos haber aprovechado ese tiempo y así no sentiría que nos faltó algo que hacer antes de tu partida. Pero claro, éramos unos niños, no sabíamos lo que nos deparaba el destino. 23 años y te quedaba toda una vida por delante. Y te la arrebataron.

Te la arrebaté.


Tú que me brindaste todo tu amor y cariño, y yo… Yo que te lo pagué llevándote a donde te encuentras ahora. Probablemente dirás que no fue mi culpa. Pero no puedo evitar sentirme así. Yo iba al volante, tal vez si el conductor contrario no hubiese estado ebrio, tal vez si hubiese prestado más atención al camino, o si quiera tal vez nos hubiésemos ido cuando tú me lo pediste. Tan solo en ese entonces, no hubiésemos pasado por esto. Estaríamos disfrutando juntos, nuestras vacaciones y cada uno de nuestros momentos.

Pero ya todo se ha ido.

Te has ido tú, y te llevaste una parte de mí. Una que no volverá.


No noto cuándo he comenzado a llorar. Me siento frágil, débil, vulnerable. Podría desarmarme y caer a tus pies una vez más. Pero siento que me sostienes, siento tus manos rodeando mi estómago a través de mi cintura. Sonrío mediante mis lágrimas, no pudiese pedir más.

Miento, si puedo. Pediría una vida junto a ti, como te lo prometí hace tiempo atrás.

Mi promesa sigue en pie, soy un hombre de palabra. Tal vez en otra vida, o en el más allá. Pero cuando sea mi turno de partir, prometo ir por ti. Tan solo espero que me estés esperando como yo lo hice por ti.


No dejaré que vuelvan a escribir nuestros caminos. Nuestros, porque sé que aún te encuentras conmigo. Yo forjaré mi propio destino y no permitiré que tomen control de él.

Levanto la rosa blanca que yace en mi mano desde que he llegado, la dejo reposar de costado sobre tu piedra. El tacto de tus manos en mí abdomen ha desaparecido, al igual que las lágrimas por mi rostro. Dejando un crudo camino seco por mis mejillas. ¿Fue ese el último abrazo? Aunque no pueda oír tu respuesta, gracias. Me hacía falta estar entre tus brazos.

Sonrío nuevamente, esta vez una sonrisa real, de felicidad. Si tengo que dejarte ir ahora, quiero que recuerdes cómo fui antes de que partieras. El silencio va y viene con el viento y yo te seguiré recordando en silencio.

—Te extraño.