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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Time to Mend. {Shot.
O W N :: Originales :: Originales :: One Shot's (originales)
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Time to Mend. {Shot.
Ficha de la serie
• Titulo: Time to Mend.
• Autor: Alejandra Cardoza {aka} Malec.
• Adaptación: No.
• Género: Drama Romance, Literario, Vida real.
• Contenido: Literatura media-alta. Situaciones de la vida real. Audrey y Austin son personajes completamente míos y cualquier parecido con un personaje ya escrito o persona real es pura coincidencia. No se valida nada.
• Advertencias: El shot contiene, literalmente, una sola línea de diálogo, así que si no eres demasiado de leer párrafos, y te gustan más los diálogos constantes, no creo que tengas demasiada paciencia para leer ésto. lol.
• Otras páginas: No.
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La noche apenas iba entrando, y la lluvia caía con fuerza como había sido predicho por el noticiero que estaba constantemente prendido en el antiguo radio que el padre de Audrey solía escuchar y apreciar tanto. Pero hacia tanto tiempo que no escuchaba su risa con los comentaristas a los cuales únicamente él podía encontrarles gracia alguna, que el escuchar las noticias en aquel viejo radio no era más para ella que una costumbre a la que se había apegado.
Se aferraba con fuerzas a la gruesa frazada de lana roja y azul que le cubría como si su vida dependiese de ello, mientras los cabellos le caían con desinterés desde el gran moño pelirrojo que había hecho minutos antes para regular la temperatura. Si no era demasiado calor, había demasiado frío. Su vista estaba fija en el pequeño árbol de navidad cuyas luces y borlas resplandecían con en pequeños brillos de luz que llenaban por segundos la oscura habitación iluminada por velas. Y no es que estuviese ahorrando la electricidad porque no pudiese pagarla, aunque no es que le sobrase el dinero, pero la tenue luz de las velas parpadear le daba calma, cuando dentro de su mente no había más que un puro desorden.
Había una sola y única persona que le había acompañado durante su viaje tan largo y duro los últimos tres meses desde que su padre, la persona más cercana que tuvo nunca en su vida, y que a sus diecinueve años le abandonó por injusticias de la vida, y esa única persona era quien, aunque no había sido tan cercano como su padre, y es que nadie lo sería nunca, era quien más cerca había llegado quizá. Y era él quien de seguro caminaba ahora bajo la lluvia con una caja de cartón entre las manos, llevando el café recargado con espuma y los panecillos de chocolate y almendras que Audrey tanto adoraba comer en invierno.
Austin podía no ser la persona más cuidadosa, seria y madura para quien tiene veintidós años de edad, para quien ha perdido mucho más de lo que cualquier persona a su edad debería haber perdido, quien ha pasado por más cosas de las que quizás ella nunca tendría que pasar; pero era especialmente por eso, quizá, que le apreciaba e incluso admiraba tanto. Claro y obviamente que no acostumbraba decírselo, pero lo hacía.
Y así como si mientras las ideas fuesen pasando por su mente fuesen ocurriendo las acciones, la llave se enrosco en la cerradura y la puerta de madera, tan antigua como edad tenía ella, dio un solo rechinido a causa de la lluvia y se abrió sin más para dejar ver a un joven, con los cabellos castaños cayéndole por el rostro en mechones empapados de agua fría, con la esperada caja de cartoncillo entre las manos de un café diferente ésta vez, como solía hacer siempre. Y aunque sólo hubiese bajado del auto hasta la casa, tenía la apariencia de haber recorrido todo el camino desde la alejada casa de los que antes eran dos Stanley hasta la ciudadela donde se encontraban diferentes cafés populares por la ciudad.
Ella, como si de un sueño se hubiese tratado, dejó la frazada al as de la cama y el suelo y se paró a recibirlo con una mínima sonrisa, como solía hacerlo ella y a lo que tanto él estaba acostumbrado. Tomó con ansias el café, dejándolo en sus manos y prefiriendo el calor que éste le daba a sus manos antes que el sabor que pudiese sentir en su boca.
—Como dejes que eso se enfríe mi viaje habrá sido un desperdicio.
La voz ronca del muchacho resonaba entre el silencio de el recibidor que era únicamente interrumpido por el sonido de las gotas que comenzaban a, irónicamente, calmarse luego de su llegada, en el techo de la lejanía de su hogar. La diversión se escuchaba en sus palabras, y mientras daba una mordida a uno de los panecillos que tanta ansia le daban igualmente, se dejo caer en la pared al lado de donde Audrey se encontraba minutos antes de su llegada.
Más divertida que apenada, dio un sorbo al café que tanto había estado esperando con ansia. Recordaba esa frase; de cada invierno en que ella prefería tomar el calor de lo que fuese que estuviese en sus manos a pesar de que fuese llevado a ella para cualquier otro fin. Pero él estaba acostumbrado a ello.
Se acercó a ella con un paso lento después de una charla, como siempre hacían en sus constantes visitas. Pero aquél día, él tenía en mente después de mucho tiempo, ideas y valor, el no dejar las cosas así. Las acciones, las palabras, todo dictaba para mejor, pero al conocerla desde hacia tanto, el tenía más que claro que con ella, nunca nada era seguro.
Pero sin dejar las cosas más en claro en su mente de lo que ya lo había hecho desde hacía bastante, sus pies avanzaban sin su permiso hasta ella, mientras su mirada buscaba desesperadamente la mirada que permanecía constantemente perdida. El abrigo cubría la mitad de las muñecas y manos de la joven, pero no le fue inconveniente mayor para poder tomar sus manos sin preámbulo. Y conseguir su mirada. Y su permiso.
Los labios que tanto había estado esperando se daban por libres después de mucho tiempo, y las manos que estaban desde un comienzo, dichas para estar juntas, se juntaban por fin después de unos años con el complejo de mucho más. Y las sonrisas escondidas salían a lucir después de mucho tiempo con el son de las últimas gotas golpeando el techo en un intento inútil de interrumpir algo que no tendría fin.
Se aferraba con fuerzas a la gruesa frazada de lana roja y azul que le cubría como si su vida dependiese de ello, mientras los cabellos le caían con desinterés desde el gran moño pelirrojo que había hecho minutos antes para regular la temperatura. Si no era demasiado calor, había demasiado frío. Su vista estaba fija en el pequeño árbol de navidad cuyas luces y borlas resplandecían con en pequeños brillos de luz que llenaban por segundos la oscura habitación iluminada por velas. Y no es que estuviese ahorrando la electricidad porque no pudiese pagarla, aunque no es que le sobrase el dinero, pero la tenue luz de las velas parpadear le daba calma, cuando dentro de su mente no había más que un puro desorden.
Había una sola y única persona que le había acompañado durante su viaje tan largo y duro los últimos tres meses desde que su padre, la persona más cercana que tuvo nunca en su vida, y que a sus diecinueve años le abandonó por injusticias de la vida, y esa única persona era quien, aunque no había sido tan cercano como su padre, y es que nadie lo sería nunca, era quien más cerca había llegado quizá. Y era él quien de seguro caminaba ahora bajo la lluvia con una caja de cartón entre las manos, llevando el café recargado con espuma y los panecillos de chocolate y almendras que Audrey tanto adoraba comer en invierno.
Austin podía no ser la persona más cuidadosa, seria y madura para quien tiene veintidós años de edad, para quien ha perdido mucho más de lo que cualquier persona a su edad debería haber perdido, quien ha pasado por más cosas de las que quizás ella nunca tendría que pasar; pero era especialmente por eso, quizá, que le apreciaba e incluso admiraba tanto. Claro y obviamente que no acostumbraba decírselo, pero lo hacía.
Y así como si mientras las ideas fuesen pasando por su mente fuesen ocurriendo las acciones, la llave se enrosco en la cerradura y la puerta de madera, tan antigua como edad tenía ella, dio un solo rechinido a causa de la lluvia y se abrió sin más para dejar ver a un joven, con los cabellos castaños cayéndole por el rostro en mechones empapados de agua fría, con la esperada caja de cartoncillo entre las manos de un café diferente ésta vez, como solía hacer siempre. Y aunque sólo hubiese bajado del auto hasta la casa, tenía la apariencia de haber recorrido todo el camino desde la alejada casa de los que antes eran dos Stanley hasta la ciudadela donde se encontraban diferentes cafés populares por la ciudad.
Ella, como si de un sueño se hubiese tratado, dejó la frazada al as de la cama y el suelo y se paró a recibirlo con una mínima sonrisa, como solía hacerlo ella y a lo que tanto él estaba acostumbrado. Tomó con ansias el café, dejándolo en sus manos y prefiriendo el calor que éste le daba a sus manos antes que el sabor que pudiese sentir en su boca.
—Como dejes que eso se enfríe mi viaje habrá sido un desperdicio.
La voz ronca del muchacho resonaba entre el silencio de el recibidor que era únicamente interrumpido por el sonido de las gotas que comenzaban a, irónicamente, calmarse luego de su llegada, en el techo de la lejanía de su hogar. La diversión se escuchaba en sus palabras, y mientras daba una mordida a uno de los panecillos que tanta ansia le daban igualmente, se dejo caer en la pared al lado de donde Audrey se encontraba minutos antes de su llegada.
Más divertida que apenada, dio un sorbo al café que tanto había estado esperando con ansia. Recordaba esa frase; de cada invierno en que ella prefería tomar el calor de lo que fuese que estuviese en sus manos a pesar de que fuese llevado a ella para cualquier otro fin. Pero él estaba acostumbrado a ello.
Se acercó a ella con un paso lento después de una charla, como siempre hacían en sus constantes visitas. Pero aquél día, él tenía en mente después de mucho tiempo, ideas y valor, el no dejar las cosas así. Las acciones, las palabras, todo dictaba para mejor, pero al conocerla desde hacia tanto, el tenía más que claro que con ella, nunca nada era seguro.
Pero sin dejar las cosas más en claro en su mente de lo que ya lo había hecho desde hacía bastante, sus pies avanzaban sin su permiso hasta ella, mientras su mirada buscaba desesperadamente la mirada que permanecía constantemente perdida. El abrigo cubría la mitad de las muñecas y manos de la joven, pero no le fue inconveniente mayor para poder tomar sus manos sin preámbulo. Y conseguir su mirada. Y su permiso.
Los labios que tanto había estado esperando se daban por libres después de mucho tiempo, y las manos que estaban desde un comienzo, dichas para estar juntas, se juntaban por fin después de unos años con el complejo de mucho más. Y las sonrisas escondidas salían a lucir después de mucho tiempo con el son de las últimas gotas golpeando el techo en un intento inútil de interrumpir algo que no tendría fin.
>>Básicamente, ésto es un shot que escribí hace diez minutos, y normalmente no subo ningún trabajo por aquí, pero realmente me gustó el resultado de éste. A pesar de que no me considero demasiado buena con ésto de la literatura. En todo caso, y aunque dudo que a alguien le plazca hacerlo, NO está permitido adaptar, nada de nada. Es un trabajo que subí por pura curiosidad a ver cómo era el resultado y si, por lo menos, llamaba la atención.
Arkasia.
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