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Skin hecho por Hardrock de Captain Knows Best. Personalización del skin por Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
—the edge of never.} -Harry Styles-
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
Página 1 de 1. • Comparte
—the edge of never.} -Harry Styles-
- ficha.:
Ficha
• Nombre: The edge of never.
• Autor: J. A. Redmerski.
• Adaptación: Sí.
• Género: Drama, romance.
• Advertencias: Nope.
• Otras páginas: Nope.
✖ By Charlie.
Sinopsis.
Camryn Bennett, de veinte años, siempre ha sido de las que
piensan diferente, que saben que quieren algo más para su vida
que seguir los mismos patrones una y otra vez y envejecer con la
misma historia de vida repetitiva. Y pensaba que su vida iba en la
dirección correcta, hasta que todo se derrumbó.
Decidida a no preocuparse por lo negativo y a avanzar, Camryn está
lista para mudarse con su mejor amiga y planea comenzar un nuevo
trabajo. Pero tras una noche inesperada en el club más sexy del centro
de Raleigh, California del Norte, toma la decisión de dejar atrás la única
vida que ha conocido jamás.
Con una cartera, un teléfono celular, y un pequeño bolso con lo
imprescindible, Camryn, sin absolutamente ninguna dirección ni
propósito, aborda sola el autobús de Greyhouse y se va de viaje con la
intención de encontrarse a sí misma. Lo que encuentra es a un hombre
llamado Harry Styles, alguien no muy diferente a ella y quien guarda
sus propios oscuros secretos. Pero Camryn juró no volver a bajar sus
muros jamás. Y prometió no enamorarse nunca.
Pero con Harry, Camryn se encuentra haciendo muchas cosas que
nunca pensó que haría. Él le muestra lo que realmente significa vivir la
vida y entregarse a sus más profundos y oscuros deseos. En su viaje
esporádico, él se vuelve el centro de su interesante e intrépida nueva
vida, despertándole amor y lujuria y emociones en modos que jamás
imaginó posibles. Pero el oscuro secreto de Harry ¿los acercará de
forma inseparable, o los destruirá completamente?
✯By 'Mily.♡
- abreme.:
¡Holú! Me voy a presentar porque nadie me conoce, lel.
Bueno, mi apodo es Bambi y no pregunten por mi verdadero nombre porque jamás se los diré :evil:. Soy de Argentina y tengo 14, casi 15 -yay.
Well, esta historia es de un libro que leí hace tiempo y realmente me encanto, así que lo quise adaptar y compartirlo con ustedes bbs. Mmh, siento que se me olvida decir algo pero kcyo.
Espero que comenten y les guste .
Última edición por Coni.. el Miér 27 Nov 2013, 2:22 pm, editado 1 vez (Razón : nm)
Coni..
Re: —the edge of never.} -Harry Styles-
Nueva y fiel lectora.
me ha gustado mucho la sipnosis, se ve que tiene buena pinta esta historia.
¡Espero ansiosa que la sigas! un besote.
Spready0urwings
Re: —the edge of never.} -Harry Styles-
¡Bienvenida!Spready0urwings escribió:Nueva y fiel lectora.me ha gustado mucho la sipnosis, se ve que tiene buena pinta esta historia.¡Espero ansiosa que la sigas! un besote.
Aws que bueno que te guste, ya la sigo :}
Coni..
Capítulo 1.
Capítulo 1.Muchacha profunda.✖
Natalie ha estado jugueteando con ese mismo mechón de cabello durante los últimos diez minutos y está empezando a volverme loca. Niego con la cabeza y me acerco el café helado, apoyando
estratégicamente los labios sobre la pajita. Natalie está sentada enfrentede mí con los codos apoyados sobre la pequeña mesa redonda, con la barbilla sobre una mano.
—Es guapísimo —dice, mirando fijamente hacia el chico que acaba de ponerse en la cola—. En serio, Cam, ¿podrías mirarlo? Pongo los ojos en blanco y bebo otro sorbo.
—Nat —le digo, dejando la bebida de nuevo sobre la mesa—, tienes novio, ¿necesito recordártelo constantemente?
Natalie me hace una mueca juguetona.
—¿Quién eres, mi madre? —pero no puede mantener la vista en mí durante mucho tiempo, no mientras ese muro sexy andante está parado junto a la caja registradora ordenando café y panecillos—. Además, a Damon no le importa si miro, siempre y cuando me incline sobre él todas las noches, no tiene problemas con ello.
Solté el aire de golpe, sonrojándome.
—¡Ves! Ajá —dice, sonriendo abiertamente—. Te hice reír. —Extiende el brazo y mete la mano dentro de su bolsito—. Tengo que anotarlo —y saca el teléfono móvil y abre la notebook digital—. Sábado, 15 de junio. —Pasa el dedo por la pantalla—. A las 1:54 p.m., Camryn Bennett se rió de una de mis bromas sexuales. —Luego guarda el teléfono de nuevo en la cartera y me mira con esa especie de mirada atenta que tiene siempre que está por entrar en modo terapeuta—. Tan sólo mira una vez —dice, dejando de lado la broma.
Sólo para apaciguarla, giro la mejilla cuidadosamente en un ángulo tal que pueda ver al chico brevemente. Él se aleja de la caja registradora y se dirige hacia el final del mostrador donde desliza la bebida sobre el borde. Alto. Pómulos esculpidos a la perfección. Cautivantes ojos azules de modelo y cabello castaño en punta.
—Sí —admito, volviendo a mirar a Natalie—, es sexy pero ¿y qué?
Natalie tuvo que mirarlo cuando se marchó por las puertas dobles de vidrio y pasó junto a las ventanas antes de poder mirarme para contestar.
—Oh Dios Mío —dice, con los ojos abiertos de par en par con incredulidad.
—Es sólo un chico, Nat. —Coloco los labios de nuevo sobre la pajilla—Bien podrías ponerte un letrero en la frente que diga «obsesionada». Eres obsesiva, aparte de babosa.
—¿Es un chiste? —Su expresión estaba retorcida por la conmoción—. Camryn, tienes un serio problema. Lo sabes, ¿cierto? —Apoya la espalda contra la silla—. Necesitas aumentar la medicación. En serio.
—Dejé de tomarla en abril.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Porque es ridículo —le digo de forma casual—. No soy suicida, entonces no hay ninguna razón para que las tome.
Me mira negando con la cabeza y se cruza los brazos sobre el pecho.
—¿Piensas que les prescriben esas cosas sólo a las personas suicidas? No. No lo hacen. —Me apunta con un dedo brevemente y lo vuelve a esconder dentro de la mano—. Es un desequilibrio químico, o alguna mierda como esa.
Le sonrío con suficiencia.
—Oh, ¿en serio? ¿Desde cuándo te volviste tan instruida en los problemas de salud mental y las medicaciones que usan para tratar los cientos de diagnósticos? —Levanto un poco la ceja, sólo lo suficiente para dejarle ver cuánto sé que no tiene idea de lo que está hablando.
Cuando arruga la nariz en lugar de responder, le digo—: Me curaré a mi propio ritmo y no necesito una píldora para que lo arregle por mí.
Mi explicación había comenzado amable, pero inesperadamente, se volvió cortante antes de que pudiera decir la última oración. Eso sucede a menudo.
Natalie suspira y la sonrisa le abandona el rostro completamente.
—Lo siento —le digo, sintiéndome mal por espetarle—. Mira, sé que tienes razón. No puedo negar que tengo algunos desórdenes emocionales y que puedo ser una perra a veces…
—¿A veces? —masculla en voz baja, pero está sonriendo de nuevo y ya me ha perdonado.
Eso también pasa muy a menudo. Le dirigí una media sonrisa en respuesta.
—Sólo quiero encontrar las respuestas por mi propia cuenta, ¿sabes?
—¿Encontrar qué respuestas? —Está molesta conmigo—. Cam —me dice, ladeando la cabeza hacia el costado para parecer pensativa—. Lamento decirlo, pero las cosas pasan. Sólo tienes que superarlo.
Vencerlo haciendo cosas que te hagan feliz.
Está bien, entonces, tal vez no es tan horrible con eso de la terapia después de todo.
—Lo sé, tienes razón —le digo—, pero…
Natalie levanta una ceja, esperando.
—¿Qué? Vamos, ¡dilo!
Miro hacia la pared brevemente, pensándolo. Me siento a pensar sobre la vida tan a menudo y a preguntarme por cada posible aspecto de ella. Me pregunto qué demonios estoy haciendo aquí. Incluso ahora mismo. En esta cafetería con esta chica que he conocido prácticamente toda la vida. Ayer pensaba por qué sentía la necesidad de levantarme exactamente a la misma hora que el día anterior y hacer todo como lo hice el día anterior. ¿Por qué? ¿Qué nos obliga a hacer lo que hacemos cuando en el fondo una parte de nosotros sólo quiere liberarse de todo? Alejo la vista de la pared y miro a mi mejor amiga, quien sé que no comprenderá lo que estoy a punto de decir, pero por la necesidad de soltarlo, lo digo de todos modos.
—¿Te has preguntado alguna vez cómo sería recorrer el mundo de mochilera?
Natalie relaja el rostro.
—Eh, no realmente —dice—. Eso podría… apestar.
—Bueno, piénsalo por un segundo —le digo, inclinándome sobre la mesa y concentrando toda la atención en ella—. Sólo tú y una mochila con un par de cosas básicas. Sin cuentas. Sin levantarse a la misma hora cada mañana para ir a un trabajo que odias. Sólo tú y el mundo delante de ti. Nunca sabes lo que puede traer el día siguiente, a quién conocerás, qué almorzarás o dónde podrías dormir. —Me doy cuenta que me he perdido tanto en las imágenes que yo misma podría haber parecido obsesionada por un segundo.
—Estás comenzando a asustarme —dice Natalie, observándome desde el otro lado de la pequeña mesa con una mirada de incertidumbre.
Relaja la ceja alzada a la altura de la otra y entonces dice—: y también está toda la caminata, el riesgo de ser violada, asesinada y arrojada a un lado de una autopista en algún lugar. Oh y luego está
toda la caminata…
Sin duda, piensa que estoy al borde de la locura.
—¿Qué provocó esto, de todos modos? —pregunta y le da un sorbo rápido a su bebida—. Eso suena a una especie de crisis de la mediana edad, tú sólo tienes veinte —señala con el dedo de nuevo como si lo subrayara—. Y difícilmente has pagado una cuenta en toda tu vida.
Bebe otro sorbo; lo sigue un odioso sonido de sorbido.
—Tal vez no —digo pensando en silencio—, pero lo haré una vez que me haya mudado contigo.
—Muy cierto —dice, dando unos golpeteos con la yema de los dedos sobre la taza—. Todo será dividido en dos… Espera, no te estás retractando, ¿verdad? —En cierto modo se congela y me mira con recelo.
—No, todavía lo haré. La próxima semana estaré fuera de la casa de mi madre y viviendo con una zorra.
—Tú, ¡perra! —Se ríe.
Le dirijo una media sonrisa y regreso a mis pensamientos, a las cosas de recién con las que ella no quería relacionarse, pero que yo tanto esperaba. Incluso antes de que Ian muriera, siempre había pensado de alguna manera diferente. En lugar de sentarme a fantasear con nuevas posiciones de sexo, como solía hacer Natalie con frecuencia sobre Damon, su novio de hace cinco años, yo sueño con cosas que realmente importan. Al menos en mi mundo, importan. Cómo se siente en la piel
el aire de otros países, cómo huelen los océanos, por qué el sonido de la lluvia me hace jadear.
—Eres una muchacha profunda.
Eso es lo que me dijo Damon en más de una ocasión.
—¡Dios! —dice Natalie—. Eres un maldito sedante, lo sabes ¿verdad? —.Sacude la cabeza con la pajilla entre los labios.—Vamos —dice repentinamente y se levanta de la mesa—. No puedo soportar más esta porquería psicológica y lugares evocadores como éste parecen ponerte peor… Esta noche vamos a ir al Underground.
—¿Qué? No, no iré a ese lugar.
—Sí. Lo. Harás. —Arroja la bebida vacía en el cesto de basura a unos centímetros de distancia y me toma la muñeca—. Irás conmigo esta vez porque se supone que eres mi mejor amiga y no aceptaré de nuevo un no por respuesta. —Su sonrisa de labios cerrados se extendió a través de la totalidad de su rostro ligeramente bronceado. Sé que se refiere a negocios. Siempre se refiere a negocios cuando tiene esa mirada en los ojos: la que rebosa de entusiasmo y resolución. Probablemente será más fácil ir sólo esta vez y acabarlo de una vez, sino jamás me dejará tranquila. Es una maldad necesaria cuando se trata de tener una mejor amiga avasalladora. Me pongo de pie y me coloco la tira del bolso sobre el hombro.
—Recién son las dos —le digo.
Me bebo el último trago del café con leche y arrojo la taza vacía en el
mismo cesto.
—Sí, pero primero tenemos que conseguirte un nuevo atuendo.
—Eh, no —lo digo con resolución mientras ella me conduce por las puertas de vidrio hacia el aire ventoso del verano—. Ir al Underground contigo es una hazaña más que suficiente. Me niego a ir de compras. Tengo un montón de ropa.
Natalie me envuelve el brazo con el suyo mientras caminamos por la acera y pasamos por una larga línea del parquímetro. Ella sonríe y me mira.
—Está bien. Entonces al menos déjame vestirte con algo de mi armario.
—¿Qué tiene de malo mi armario?
Frunce los labios y levanta la barbilla como si estuviera discutiendo en silencio por qué siquiera hice una pregunta tan ridícula.
—Es el Underground —dice como si no hubiera respuesta más obvia que ésa.
Está bien, tiene un argumento válido. Natalie y yo podemos ser mejores amigas, pero con nosotras se trata de una especie de atracción de opuestos. Ella es una muchacha rockera que ha estado enamorada de Jared Leto desde el Club de la Pelea. Yo soy más bien una chica tranquila que en raras ocasiones usa ropa oscura a menos que asista a un funeral. No es que Natalie se vista toda de negro o tenga un corte emo, pero jamás sería atrapada usando algo de mi armario porque dice que todo es muy sencillo. Difiero en eso. Sé cómo vestirme y los chicos, cuando solía prestarle atención al modo en que me miraban el trasero cuando usaba mis jeans favoritos, jamás han tenido problemas con la
ropa que escojo usar.
Pero el Underground estaba hecho para gente como Natalie, por lo que supuse que tendría que soportar vestirme como ella durante una noche sólo para encajar. No soy una seguidora. Jamás lo he sido. Pero definitivamente me convertiré en alguien que no soy durante unas horas si eso me permite mezclarme en lugar de hacerme una evidente úlcera para el ojo y llamar la atención.
Natalie ha estado jugueteando con ese mismo mechón de cabello durante los últimos diez minutos y está empezando a volverme loca. Niego con la cabeza y me acerco el café helado, apoyando
estratégicamente los labios sobre la pajita. Natalie está sentada enfrentede mí con los codos apoyados sobre la pequeña mesa redonda, con la barbilla sobre una mano.
—Es guapísimo —dice, mirando fijamente hacia el chico que acaba de ponerse en la cola—. En serio, Cam, ¿podrías mirarlo? Pongo los ojos en blanco y bebo otro sorbo.
—Nat —le digo, dejando la bebida de nuevo sobre la mesa—, tienes novio, ¿necesito recordártelo constantemente?
Natalie me hace una mueca juguetona.
—¿Quién eres, mi madre? —pero no puede mantener la vista en mí durante mucho tiempo, no mientras ese muro sexy andante está parado junto a la caja registradora ordenando café y panecillos—. Además, a Damon no le importa si miro, siempre y cuando me incline sobre él todas las noches, no tiene problemas con ello.
Solté el aire de golpe, sonrojándome.
—¡Ves! Ajá —dice, sonriendo abiertamente—. Te hice reír. —Extiende el brazo y mete la mano dentro de su bolsito—. Tengo que anotarlo —y saca el teléfono móvil y abre la notebook digital—. Sábado, 15 de junio. —Pasa el dedo por la pantalla—. A las 1:54 p.m., Camryn Bennett se rió de una de mis bromas sexuales. —Luego guarda el teléfono de nuevo en la cartera y me mira con esa especie de mirada atenta que tiene siempre que está por entrar en modo terapeuta—. Tan sólo mira una vez —dice, dejando de lado la broma.
Sólo para apaciguarla, giro la mejilla cuidadosamente en un ángulo tal que pueda ver al chico brevemente. Él se aleja de la caja registradora y se dirige hacia el final del mostrador donde desliza la bebida sobre el borde. Alto. Pómulos esculpidos a la perfección. Cautivantes ojos azules de modelo y cabello castaño en punta.
—Sí —admito, volviendo a mirar a Natalie—, es sexy pero ¿y qué?
Natalie tuvo que mirarlo cuando se marchó por las puertas dobles de vidrio y pasó junto a las ventanas antes de poder mirarme para contestar.
—Oh Dios Mío —dice, con los ojos abiertos de par en par con incredulidad.
—Es sólo un chico, Nat. —Coloco los labios de nuevo sobre la pajilla—Bien podrías ponerte un letrero en la frente que diga «obsesionada». Eres obsesiva, aparte de babosa.
—¿Es un chiste? —Su expresión estaba retorcida por la conmoción—. Camryn, tienes un serio problema. Lo sabes, ¿cierto? —Apoya la espalda contra la silla—. Necesitas aumentar la medicación. En serio.
—Dejé de tomarla en abril.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Porque es ridículo —le digo de forma casual—. No soy suicida, entonces no hay ninguna razón para que las tome.
Me mira negando con la cabeza y se cruza los brazos sobre el pecho.
—¿Piensas que les prescriben esas cosas sólo a las personas suicidas? No. No lo hacen. —Me apunta con un dedo brevemente y lo vuelve a esconder dentro de la mano—. Es un desequilibrio químico, o alguna mierda como esa.
Le sonrío con suficiencia.
—Oh, ¿en serio? ¿Desde cuándo te volviste tan instruida en los problemas de salud mental y las medicaciones que usan para tratar los cientos de diagnósticos? —Levanto un poco la ceja, sólo lo suficiente para dejarle ver cuánto sé que no tiene idea de lo que está hablando.
Cuando arruga la nariz en lugar de responder, le digo—: Me curaré a mi propio ritmo y no necesito una píldora para que lo arregle por mí.
Mi explicación había comenzado amable, pero inesperadamente, se volvió cortante antes de que pudiera decir la última oración. Eso sucede a menudo.
Natalie suspira y la sonrisa le abandona el rostro completamente.
—Lo siento —le digo, sintiéndome mal por espetarle—. Mira, sé que tienes razón. No puedo negar que tengo algunos desórdenes emocionales y que puedo ser una perra a veces…
—¿A veces? —masculla en voz baja, pero está sonriendo de nuevo y ya me ha perdonado.
Eso también pasa muy a menudo. Le dirigí una media sonrisa en respuesta.
—Sólo quiero encontrar las respuestas por mi propia cuenta, ¿sabes?
—¿Encontrar qué respuestas? —Está molesta conmigo—. Cam —me dice, ladeando la cabeza hacia el costado para parecer pensativa—. Lamento decirlo, pero las cosas pasan. Sólo tienes que superarlo.
Vencerlo haciendo cosas que te hagan feliz.
Está bien, entonces, tal vez no es tan horrible con eso de la terapia después de todo.
—Lo sé, tienes razón —le digo—, pero…
Natalie levanta una ceja, esperando.
—¿Qué? Vamos, ¡dilo!
Miro hacia la pared brevemente, pensándolo. Me siento a pensar sobre la vida tan a menudo y a preguntarme por cada posible aspecto de ella. Me pregunto qué demonios estoy haciendo aquí. Incluso ahora mismo. En esta cafetería con esta chica que he conocido prácticamente toda la vida. Ayer pensaba por qué sentía la necesidad de levantarme exactamente a la misma hora que el día anterior y hacer todo como lo hice el día anterior. ¿Por qué? ¿Qué nos obliga a hacer lo que hacemos cuando en el fondo una parte de nosotros sólo quiere liberarse de todo? Alejo la vista de la pared y miro a mi mejor amiga, quien sé que no comprenderá lo que estoy a punto de decir, pero por la necesidad de soltarlo, lo digo de todos modos.
—¿Te has preguntado alguna vez cómo sería recorrer el mundo de mochilera?
Natalie relaja el rostro.
—Eh, no realmente —dice—. Eso podría… apestar.
—Bueno, piénsalo por un segundo —le digo, inclinándome sobre la mesa y concentrando toda la atención en ella—. Sólo tú y una mochila con un par de cosas básicas. Sin cuentas. Sin levantarse a la misma hora cada mañana para ir a un trabajo que odias. Sólo tú y el mundo delante de ti. Nunca sabes lo que puede traer el día siguiente, a quién conocerás, qué almorzarás o dónde podrías dormir. —Me doy cuenta que me he perdido tanto en las imágenes que yo misma podría haber parecido obsesionada por un segundo.
—Estás comenzando a asustarme —dice Natalie, observándome desde el otro lado de la pequeña mesa con una mirada de incertidumbre.
Relaja la ceja alzada a la altura de la otra y entonces dice—: y también está toda la caminata, el riesgo de ser violada, asesinada y arrojada a un lado de una autopista en algún lugar. Oh y luego está
toda la caminata…
Sin duda, piensa que estoy al borde de la locura.
—¿Qué provocó esto, de todos modos? —pregunta y le da un sorbo rápido a su bebida—. Eso suena a una especie de crisis de la mediana edad, tú sólo tienes veinte —señala con el dedo de nuevo como si lo subrayara—. Y difícilmente has pagado una cuenta en toda tu vida.
Bebe otro sorbo; lo sigue un odioso sonido de sorbido.
—Tal vez no —digo pensando en silencio—, pero lo haré una vez que me haya mudado contigo.
—Muy cierto —dice, dando unos golpeteos con la yema de los dedos sobre la taza—. Todo será dividido en dos… Espera, no te estás retractando, ¿verdad? —En cierto modo se congela y me mira con recelo.
—No, todavía lo haré. La próxima semana estaré fuera de la casa de mi madre y viviendo con una zorra.
—Tú, ¡perra! —Se ríe.
Le dirijo una media sonrisa y regreso a mis pensamientos, a las cosas de recién con las que ella no quería relacionarse, pero que yo tanto esperaba. Incluso antes de que Ian muriera, siempre había pensado de alguna manera diferente. En lugar de sentarme a fantasear con nuevas posiciones de sexo, como solía hacer Natalie con frecuencia sobre Damon, su novio de hace cinco años, yo sueño con cosas que realmente importan. Al menos en mi mundo, importan. Cómo se siente en la piel
el aire de otros países, cómo huelen los océanos, por qué el sonido de la lluvia me hace jadear.
—Eres una muchacha profunda.
Eso es lo que me dijo Damon en más de una ocasión.
—¡Dios! —dice Natalie—. Eres un maldito sedante, lo sabes ¿verdad? —.Sacude la cabeza con la pajilla entre los labios.—Vamos —dice repentinamente y se levanta de la mesa—. No puedo soportar más esta porquería psicológica y lugares evocadores como éste parecen ponerte peor… Esta noche vamos a ir al Underground.
—¿Qué? No, no iré a ese lugar.
—Sí. Lo. Harás. —Arroja la bebida vacía en el cesto de basura a unos centímetros de distancia y me toma la muñeca—. Irás conmigo esta vez porque se supone que eres mi mejor amiga y no aceptaré de nuevo un no por respuesta. —Su sonrisa de labios cerrados se extendió a través de la totalidad de su rostro ligeramente bronceado. Sé que se refiere a negocios. Siempre se refiere a negocios cuando tiene esa mirada en los ojos: la que rebosa de entusiasmo y resolución. Probablemente será más fácil ir sólo esta vez y acabarlo de una vez, sino jamás me dejará tranquila. Es una maldad necesaria cuando se trata de tener una mejor amiga avasalladora. Me pongo de pie y me coloco la tira del bolso sobre el hombro.
—Recién son las dos —le digo.
Me bebo el último trago del café con leche y arrojo la taza vacía en el
mismo cesto.
—Sí, pero primero tenemos que conseguirte un nuevo atuendo.
—Eh, no —lo digo con resolución mientras ella me conduce por las puertas de vidrio hacia el aire ventoso del verano—. Ir al Underground contigo es una hazaña más que suficiente. Me niego a ir de compras. Tengo un montón de ropa.
Natalie me envuelve el brazo con el suyo mientras caminamos por la acera y pasamos por una larga línea del parquímetro. Ella sonríe y me mira.
—Está bien. Entonces al menos déjame vestirte con algo de mi armario.
—¿Qué tiene de malo mi armario?
Frunce los labios y levanta la barbilla como si estuviera discutiendo en silencio por qué siquiera hice una pregunta tan ridícula.
—Es el Underground —dice como si no hubiera respuesta más obvia que ésa.
Está bien, tiene un argumento válido. Natalie y yo podemos ser mejores amigas, pero con nosotras se trata de una especie de atracción de opuestos. Ella es una muchacha rockera que ha estado enamorada de Jared Leto desde el Club de la Pelea. Yo soy más bien una chica tranquila que en raras ocasiones usa ropa oscura a menos que asista a un funeral. No es que Natalie se vista toda de negro o tenga un corte emo, pero jamás sería atrapada usando algo de mi armario porque dice que todo es muy sencillo. Difiero en eso. Sé cómo vestirme y los chicos, cuando solía prestarle atención al modo en que me miraban el trasero cuando usaba mis jeans favoritos, jamás han tenido problemas con la
ropa que escojo usar.
Pero el Underground estaba hecho para gente como Natalie, por lo que supuse que tendría que soportar vestirme como ella durante una noche sólo para encajar. No soy una seguidora. Jamás lo he sido. Pero definitivamente me convertiré en alguien que no soy durante unas horas si eso me permite mezclarme en lugar de hacerme una evidente úlcera para el ojo y llamar la atención.
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