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Como debió ser | »[Larry Stylinson]«
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Como debió ser | »[Larry Stylinson]«
»Ficha de la novela«
- Nombre: Como debió ser | »[Larry Stylinson]«
- Autoras: Dianne&Beth.
- Adaptación: No, de ningún tipo.
- Género: Drama/Romance.
- Contenido: aventura, cont. erótico, angst.
- Advertencias: alto contenido chicoxchico. En el desarrollo se podrán encontrar escenas explícitas (relaciones sexuales entre los protagonistas). Abstente de escribir comentarios homofobicos. Son ofensivos, inapropiados e innecesarios.
- Otras páginas: wattpad | univisión
SINOPSIS
—Tal vez lo nuestro era amarnos, pero no estar juntos.
¿Alguna vez tuviste miedo de perder algo o alguien y luego retractarte por el simple y absurdo hecho de pensar lo que se tiene no se pierde? ¿Algunas vez te has detenido a pensar en como el amor no sólo es en recibir sino también en entregar? ¿Nunca temiste no ser lo suficientemente bueno? No, claro que no, o quizá ya era un poco demasiado tarde para eso.
Él, un chico de cabello cobrizo, ojos celestes y piel acaramelada, nunca supo lo que tuvo hasta que realmente se vio sin él. Siempre fue uno de esos fieles creyentes que piensan que no importa cuantos errores puedan cometerse, en cualquier circunstancia existirá una esperanza de ser perdonado por tener el amor de esa otra persona a tu merced. Pero a veces, sólo a veces, el corazón se cansa de nunca recibir, de nunca ser valorado. En este caso, el corazón se resignó. No quiso esperar un sentimiento igual de recíproco. Supo muy tarde que no sería amado con la misma intensidad.
Él, un chico de cabello rizado y castaño, ojos jade y piel blanquecina cual porcelana, siempre entregó más de lo que debió. Amo sin miedo a ser roto y a lo mejor ese fue el error en todo esto. Amar no se hizo para débiles pero, ¿qué pasa cuando es al contrario? ¿cuándo no eres tú sino la otra persona el débil?
Louis en algún momento de su relación soñó con el rizado vestido de traje y corbata, una sonrisa de hoyuelos marcados y ese pequeño brillo especial que sus ojos reflejaban, caminando hacía él, hacía lo que parecía un para siempre en sus vidas.
El ojiverde si vestía de traje y corbata.
Mantenía una sonrisa brillante y de hoyuelos marcados.
Y reflejaba ese brillo característico en sus ojos.
Pero no caminaba hacía él, no tendría un para siempre con él sino con otro.
Mantenía una sonrisa brillante y de hoyuelos marcados.
Y reflejaba ese brillo característico en sus ojos.
Pero no caminaba hacía él, no tendría un para siempre con él sino con otro.
—Podríamos lograrlo… Pero quizá ya no hay nada que hacer.
___________________________________________
Omfg, hi! Esta es la primera novela que subimos por aquí. Tanto Beth como yo esperamos que sea de su agrado.<3 Si hay interés en ella, pronto estaremos subiendo varios capítulos. Muchas gracias por darse el tiempo de pasarse criaturas. Ya con eso se ganan nuestro amor.
Última edición por supbbycakes el Lun 11 Ago 2014, 3:57 pm, editado 2 veces
supbbycakes
Re: Como debió ser | »[Larry Stylinson]«
Frío invierno.
Una radiante primavera cubría la ciudad. Prometía un día innovador, lleno de dicha y esplendidas sonrisas. En su ventana distinguía genuina felicidad en los rostros de los más jóvenes. Y es que, es una de las estaciones más añoradas. Los niños corren por un camino de flores, ensimismados por los distintos colores de cada una. Las niñas intentan atrapar indefensas mariposas, recreando en su memoria las extrañas figuras de sus alas, también quieren volar y lo intentan sin el mayor de los éxitos, pero con un grado de ilusión e inocencia que un chico como él jamás tendría en sus circunstancias. Luego sus padres, sus ojos se iluminan por la imagen, sus risas acaparan el lugar y no quieren que un día como este termine, no necesitan de otra cosa que ver a sus pequeños tan reales como ahora. Están felices. Todos menos él están felices. Por último se tiene a los adolescentes acaramelados e inseparables, despidiendo picardía y amor del fresco en su camino, empalagan la urbanización y hacen que la envidia florezca. No todos siguen atravesando esa edad, no todos tienen a alguien a su lado con quien compartirla.
Eso hacía la primavera con las personas, las hacía renacer. Es una vida nueva, un comienzo que asegura fortuna porque el dolor ahora es inaceptable. La primavera tiene la habilidad de envolverte en las redes de la esperanza, arrebatar todo tipo de desasosiego y demostrarte un camino mejor porque cada tempestad que llega puede ser reemplazable, desplazada. Y te obliga a entender que la felicidad no está en otras manos que en las tuyas, y querer hundirte en los turbios y dañinos pensamientos de tu mente es tu decisión, en ti queda tomarla o…dejar. Porque de tus pensamientos el corazón reacciona, y elige estar bien o sólo estar. Él en una época pensó así, que en sus manos tenía el camino de su felicidad. Vaya error. Ella huyó una noche de enero. La tuvo sí, y la perdió. Quizás las personas tienen la vaga idea de que la suya nunca se irá, la primavera hace promesas que crean grandes expectativas, pero él no podría prometer lo que no lograría cumplir.
¿Será por eso que todos la quieren? ¿Por qué no hace otra cosa que enceguecer la cruda realidad por escasos segundos, días, puede que semanas? No estaba del todo seguro. Porque aunque la población entera se viera inmersa en la calidez de la preciada estación, en lo más recóndito de su ser traslucía un frío invierno. En su corazón gélido se concentraba una molestia, una amarga sensación que daba indicio a noches sin consuelo, de insomnio. Decían que el dolor te hostigaba hasta el límite de ahogarte, era capaz de absorberte en una maldita agonía. En esa que te sume a un infierno del que no puedes salir, no sin heridas abiertas de por medio. No hasta consumirte y arrebatar todo de ti. Es un sentimiento tóxico que resquebraja tus defensas con suma discreción, y cuando te das cuenta, tienes la cicatriz más profunda provocada de pequeñas fisuras muy ligeras al comienzo, pero graves al no detenerlas. Afirmaban que te dañaba sin que te percatases No se equivocaron. El dolor era su angustia, la viva y perceptible prueba de haber perdido. Falló en la misión de amar con locura, y hoy las consecuencias impactaban en él como oleadas salvajes que lo embestían una y otra vez hasta tirarlo.
¿Sería capaz de levantarse?
No.
Porque Louis nunca fue derribado.
¿Cómo un inexperto se sostiene? Aunque se empeñan en asegurar que siempre hay una primera vez, y de uno u otro modo el humano está capacitado para crear sus recursos y valerse por sí mismo, él no quería conseguir la forma de mantenerse. No cuando el miedo de volver a caer era aún mayor, y es que quizás la caída fuese más letal. No lo soportaría. No otra herida, no otra lágrima, no otro vivo recuerdo de Harry. Su Harry. Su Harry que ya no era suyo y debía metérselo en la cabeza. Aprendería a verlo con otro, y a no tenerlo como su prioridad porque ya ese otro lo tendría como una. Debía y tenía que aprender a soltar, dejar ir. Y comenzaría hoy en su boda, sin importar que luego fuese la causante de una depresión intratable. Un sacrificio a su salud, el primero del último. Le costaría su felicidad, al menos la mínima que debía tener ardiendo como una llama poderosa en su interior. Ah no, esa era su esperanza que gritaba una posible cancelación de boda o un abandono en pleno altar. Así estaría de afectado que llegaba a un egoísmo extremista.
Observó su demacrado reflejo en el espejo. Un traje negro de marca, una camiseta arrugada que no se daría molestia de cambiar y una corbata rebelde que no le encontraba ni la mitad de sentido. Sonrió para sí, él siempre lo ayudaba con las corbatas. Escuchaba en su mente las breves y tediosas explicaciones repetidas unas seis veces como mínimo: doblas, jalas, pasas por aquí, pasas por allá, metes acá y vuelves a doblar. Pero Louis nunca le prestó atención, prefería perderse en el ceño de su frente que se arrugaba ante la concentración, sus labios apretados al no conseguir un nudo perfecto, y sus ojos, oh esas esmeraldas que no había tenido oportunidad de volver a ver desde hacía dos meses. Suspiró desganado, la idea de reencontrarlo no le satisfacía en lo absoluto, y no porque no quisiera, sino porque no hallaba manera de verlo sin avergonzarse de sí mismo. Los había jodido a ambos, y podía aceptar hacerlo consigo, pero no a él. Hacerle daño a Harry era como lastimar a un cachorro ingenuo que volvería a ti sin importar, porque desconoce del rencor. Por desgracia, cada persona o animal tiene un límite.
El chico de rizos no tenía límites, pero si un corazón devastado.
—Eres un maldito idiota, Tomlinson. —Susurró. Sus azulados orbes se humedecieron por el vago recuerdo.
Lo había jodido, había jodido a Harry. Y esas palabras seguirían haciendo eco en su cabeza. Como un disco rayado e imágenes que nunca se detienen, que nunca desvanecen. Luego escucha su llanto, lo imagina. Quiere matarse. En el espejo encuentra la escena, su amado rompiéndose poco a poco, pidiéndole una mirada, una palabra. Louis nunca reacciono. Lo veía mudo, y no lo abrazaba a pesar de saber que sus ojos gritaban a través de lágrimas desgarradoras un tacto que lo tranquilizara, que sopesara el dolor que contraía su pecho. Pero nunca se movió. Él lo vio hundirse y no tendió su mano, lo vio ahogarse y no lo rescató. Tampoco se inmutó cuando el menor cogió sus cosas y sin poder creérselo desaparecía por la puerta.
No tenía derecho de llorar, tampoco de sentirse impotente como ahora.
Porque no hizo nada. Fue un inútil, un gran pedazo de bosta.
—Una mierda, eso eres ¡eso serás por toda tu puta vida!—Gritó al espejo, y se quebró.
Las lágrimas brotaban en abundancia y su respiración se volvió irregular. Jaló con brusquedad la corbata y la tiró al suelo. Un grueso alarido lastimero escapó de sus labios y golpeó la mesa, la pared, lo que se interpusiera en su camino. Sollozos que no pudo apresar en el fondo de su garganta resonaron en el interior de su habitación. Su cuerpo arremetía a ciegas y no le importaba el dolor físico, porque el interno lo estaba acabando. Nadie conocía el poder de una persona destruida, claro, hasta estarlo. Quería arrancarse el corazón, ser inmune. Pero no, ahí estaba, vuelto una maquina que no le importaría auto destruirse en ese mismo instante. Un golpe seco, fragmentos de vidrios dispersos en el suelo y un Louis colerizado en la esquina. Encogiéndose, se abrazó a sus piernas preso del agonizante dolor. Lloró porque tenía que, porque no conseguía otra medio de desahogo. Su cuerpo tembló, y sintió un líquido deslizarse por sus nudillos: sangre. Se repitió que estaría bien, pero se mentía.
No volvería a estar bien, no sin él a su lado, no con el peso de haberlo arruinado todo.
≈o≈
— ¡Eh! ¡Aquí! Ven, aquí estoy. ¡Mírame! —Gritaba la chiquilla de ojos grandes y sonrisa tímida.
—Ya voy, que no desesperes.
No quería tropezar con una persona conocida, ninguna que pudiera preguntarle qué diablos hacía ahí porque tampoco tenía una respuesta clara. Harry insistió, quería que estuviera en su boda; pero no sabía que eso lo hería en lo más profundo, o tal vez sí pero ese era su merecido, el karma golpeando su rostro y sus entrañas. Tener que verlo reprimiendo la ansiosa necesidad de tocarlo, tener que verlo rehuyendo su mirada, tener que verlo en brazos que no fuesen los suyos. Se lo había ganado y era muy consciente, pero sólo un masoquista se presentaría a la boda de la persona que creía, estaría junto a él en una situación similar.
— ¿Por qué tardaste tanto?
—Tuve problemas con el traje. Conoces mi profundo odio por las corbatas. —Excusa barata, pero cierta. Se sentó a su lado y mordisqueo sus labios. Lo vería otra vez, en su boda y dándole el sí a otra persona, pero lo vería. Y eso lo convertía en un adolescente traspirado y nervioso.
— ¿Estás bien? Pareces…
—Venga ya, ¿qué es esto? ¿Un interrogatorio? Cierra esa boquita y dame un abrazo, anda, lo necesito. —No quiso que la pequeña respondiera, la atrajo a su cuerpo y se aferró a sus diminutos brazos. No merecía muestra de afecto, ni el más mísero tacto pero…lo quería.
–Te extrañe mucho. –Si se diera una idea de que él la soñaba a su lado, sabría que el sentimiento era igual de mutuo, y fuerte.
–No caras largas, me tienes aquí. Siempre. Este chico atolondrado estará en tu espera cada que lo quieras.
–No soy la única que te extraña, Boo. —Hizo una débil pausa. —Quiere verte. — Y su corazón se detuvo. ¿Qué? —Él quiere verte antes de…ya sabes. —Ella lucía igual o más esperanzada por la idea.
— ¿Estás segura? ¿Él mismo te lo dijo? ¿Cómo te lo dijo? ¿Tenía…desesperación al decirlo o no lo sé, alguna señal? ¿Tú crees que…?
— ¡Y ahora quién hace el interrogatorio! No seas tonto y corre, ve con él. —Alzó las cejas, y sonrió.
—Shht, esa boca.
Y no quiso hacerse de rogar. El castaño corrió entre la multitud, empujando y esquivando una que otra persona. Sus ojos disparaban brillos de esperanza, su corazón volvía a sentirse vivo. Una oportunidad de detener la farsa, la obra ridícula que estaban armando. Porque si de algo estaba completamente seguro, era que su amor debía ser eterno. Con sus pros y sus contras, con sus gritos y sus besos, con sus golpes y abrazos. Era su alma gemela, estaban destinados. Y la boda era un error, que él estuviera con otra persona era un grave error del que se arrepentiría lo que restaba de vida. Y él, su Louis, estaba dispuesto a esperarlo, porque aunque el grandioso cliché se escuchara una infinidad de veces en las bocas de otros, él nunca diría: pero puede que cuando vuelvas ya yo no te esté esperando. Y si llegaba a hacerlo, sería la mentira más estúpida y poco creíble.
Los humanos están acostumbrados a amar, y ser amados de igual medida. Pueden recibir golpes, y un sinfín de heridas pero crean escudos y suavizan el rencor. Perdonan, porque no pueden verse en la soledad. Quieren, porque son incapaces de compartir a ese alguien que les pertenece. Luchan, porque está en su naturaleza. Y si ama hasta el punto de ir a una maldita boda que no es la de ellos para verlo a él feliz, sería un imbécil de no intentarlo por última vez.
Su última vez para demostrarle, como debió ser.
supbbycakes
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