The Lying Game |One Direction|

– Calder te ha ganado otra vez, querido Marshall.
Tyler esparce sus cartas por el suelo y cruza los brazos sobre su pecho, fingiendo falso enojo. Su labio inferior forma una especie de puchero que no concuerda para nada con sus facciones finas y afiladas.
– Lo único que estás consiguiendo es verte aún más pervertido que lo normal – me río.
Sus ojos comienzan a brillar y una pequeña sonrisa malvada se instala en su rostro.
– Ni se te ocurra…
Sus manos sobre mi estómago me muestran que es demasiado tarde. Comienzo a reír con fuerza, y mis intentos por quitarlo de encima son tan idiotas como inservibles. Le golpeo, zarandeo y, incluso, me muevo de un lado al otro, pero nada funciona. Él sigue siendo el dominante de la situación, me es imposible revertirlo.
Apoyo mi espalda contra el piso intentando liberarme pero solo consigo que se siente sobre mí, colocando sus piernas una en cada lado de mi cintura y continuando con la tortura de cosquillas.  
– ¿Quién gana ahora, eh? ¿Quién?
– Si a eso le llamas ganar.
Las cosquillas cesan. No me hace falta preguntar quién ha entrado a la escena como para darme cuenta: la voz de Styles es imposible de olvidar incluso cuando pasamos tan poco tiempo juntos.
– ¿Qué quieres ahora? – los músculos de Tyler se contraen en señal de nerviosismo –¿Se te han acabado los niños para asustar y vienes por los adolescentes?
La risa del castaño inunda la sala de estar. El sonido es tan frío y calculador que hace retorcer mis entrañas. Si hay algo que aprendí acerca de él durante mi estadía es que, cuando está enojado, su lado maniático sale a la luz.
Incorporo la parte de arriba de mi cuerpo, poniendo una mano sobre el pecho de mi amigo para que me libere. Él se hace a un lado, permitiéndome levantarme del suelo y encontrarme con la vista del recién llegado.
«Mierda.»
Lleva una camiseta negra con impresiones rojas y blancas, combinada con unos jeans oscuros y sus usuales botas puntiagudas. Su cabello está mojado y echado para atrás, brillante y reluciente como solo él puede tenerlo. Su rostro está rojo de la furia. Y sí, estoy en problemas.
– Harry…
– A la cocina – me corta.
Asiento. Él comienza a caminar y lo sigo, consciente de que no puedo escaparme de esta.
Le doy una última mirada a Tyler y pronuncio un «lárgate» con mis labios. Sé que saldrá a defenderme en cuanto los gritos hagan presencia, y que eso romperá la línea divisoria que impide a Styles hacerlo pedazos. Lo último que busco es otra pelea más que enfrentar o, peor, una visita al hospital.
El castaño cierra la puerta en cuanto llegamos y me mira con cara de pocos amigos. Me obliga a sentarme en la silla de la mesa buffet mientras camina de un lado al otro de la habitación, pasando sus manos sobre la mesada de mosaico en la que Eleanor usualmente prepara la cena. Quiero pedirle que lo diga de una vez y ya, pero sé que eso lo enojará más.
Así que espero. Pongo mis manos sobre la mesa y comienzo a sacar el esmalte negro de mis uñas con los dientes.
– ¿Cuál era la primer regla de este viaje? – pregunta.
– No traer chicos a casa, lo sé – me apresuro a decir. Si tardo un segundo más comenzará a gritarme –. Pero todos conocen a Tyler, ¡Él es mi mejor amigo y el mellizo de mi mejor amiga! Incluso Zayn no puso reparos al verlo. ¿No puedes dejarlo así y ya?
El verde colérico de sus ojos me dice que no puede hacerlo.
– ¿Dejarlo y ya? – patea fuertemente los cajones debajo de la mesada – ¿En serio?
– Harry…
– ¡No digas mi nombre! – su voz sube dos tonalidades más de lo normal.
– ¡No me grites! – me paro, dándome el borde de la mesa en el estómago – ¡Auch!
Se lleva las manos hacia su cara, creando un gesto de pura frustración. Luego se da la vuelta, dándome la espalda, y apoya sus codos sobre la mesada, arqueando la espalda.
Intento calmarme con todas mis fuerzas. Sé que si la conversación sigue en esta línea pronto estaremos el uno encima del otro arrancándonos la yugular con los dientes. No es un misterio el hecho de que Styles y yo hemos peleado hasta la fuerza física alguna vez. El problema es que, a diferencia de las anteriores ocasiones, Louis no está para separarnos, y él es el único que tiene el puro control sobre el castaño en situaciones de riesgos. Si se produjera una pelea física, por supuesto, yo sería la primera en perder. Y si yo pierdo y termino en el hospital, Eleanor estaría lo suficientemente enojada como para mandar al carajo hasta su mismísimo novio.
– Necesitas calmarte, Styles.
– Y tú necesitas dejar de ser tan torpe, Calder. Pero ya ves, no todo se puede en la vida – una sonrisa burlona se instala en su rostro.
Sé que lo hace apropósito, que busca provocarme para ver hasta qué punto llego o cuánto falta para quebrarme. Tiene la imperiosa necesidad de calcular no solo sus emociones, sino también las mías y las de toda persona cercana a su vida.
– Eres un idiota.
Su sonrisa se vuelve aún más grande.
– Este idiota – forma comillas con sus dedos, acentuando la última palabra –, a diferencia de otras, sabe muy bien sus reglas.
– Ya te dije que Zayn me dejó.
– Zayn no entiende nada – percibo resentimiento en sus palabras, pero su rostro no parece haber cambiado al decirlas –. Soy yo quien Louis ha dejado a cargo, no él.
Me pregunto cómo es que puede ser tan hipócrita. Eleanor tuvo que contactarse con el moreno a último momento para que se quedara conmigo porque él se negaba a cuidarme, ¿Y ahora viene con este cuento?
– Tú no quisiste y Zayn quedó como responsable, ¿Recuerdas?
Vuelve a darse vuelta, impidiéndome verle la cara.
– No sabes lo que estás diciendo.
– Pues a mí me parece que sí.
– Cállate – me advierte.
– No quiero.
Cruzo los brazos sobre mi pecho y junto las cejas. Sé que mi comportamiento parece el de una chiquilla inmadura, pero no dejaré que me pase por encima y es la única manera de resistencia que conozco.
– ¿Seguirás dándome la espalda como el cretino que eres o te portarás como un hombre por una vez en tu vida? – pregunto.
– Eres tan… – sus uñas se clavan sobre la cerámica y los músculos de sus brazos se contraen, dejando ver la poca paciencia que le queda.
Si no me callo pronto, la Tercera Guerra Mundial estallará en nuestra cocina. Pero si lo hago, lo dejaría ganar. Y eso es, justamente, lo que no puedo permitirme; no de nuevo.
– ¿Soy tan…?
Los segundos pasan y no recibo respuesta alguna. El sonido de sus respiraciones agitadas llena el ambiente de tensión y molestia. Poco a poco, su cuerpo se va relajando hasta volver a la normalidad.
Se da media vuelta. Una máscara de serenidad falsa adorna sus ojos.
– Zayn puede controlar muchas cosas, pero tú no eres una de ellas – abro mi boca, pero su gesto acusatorio me hace callar –. Él solo está cuidándote, soy yo quien manda y Louis lo ha dejado muy en claro – no recuerdo haber escuchado salir esas palabras de la boca de mi cuñado –. Ahora, escoge muy bien tus palabras antes de hablar. Ya estoy bastante cansado de toda esta mierda.
Y la verdad es que, en realidad, yo también lo estoy. Esta no es una batalla que pueda ganar sin salir lastimada. Sería mejor que lo dejara estar, al menos por un tiempo.
– Lo que sea.
No está muy contento con mi respuesta. Igualmente asiente.
Se traslada hasta la puerta que da a la sala de estar, dando por finalizada la conversación. Pero antes de partir, sus pies se atascan entre el mármol que divide las dos habitaciones y me da una última mirada, clavando sus dos hoyos esmeraldas en los míos.
– Hoy vendré con mi novia a cenar, y quiero que me trates como si realmente te cayera bien. ¿Entendido?
– Toda la maldita prensa sabe que nos caemos mal, ¿Y tú quieres hacerle creer a tu novia lo contrario? ¿En serio, Styles?
– Sí, bueno, es hora de arreglar eso.
Quiero preguntarle qué demonios está pasando por su cabeza, pero ya no está aquí para cuando abro la boca.
¿Nosotros fingiendo no odiarnos? ¿Harry Styles con novia?
Sí, el mundo se ha vuelto loco.


– ¿Puedes llevar las papas a la mesa, por favor?
Tomo el bol que me entrega a Zayn y lo dejo en su destino. Una vez ahí, calculo que la cantidad de platos, cubiertos y servilletas estén bien. Me fijo si hay suficiente variedad de bebida, pan y limón, y regreso a la cocina.
Niall me recibe con una sonrisa. Me ofrece un poco de su chocolate, pero niego con un gesto y comienzo a ayudar al moreno con las ensaladas. Lo más probable es que si no le hecho una mano, el pobre se retrasará y la comida no estará a tiempo. Y si eso sucede, le daremos una mala impresión a la señorita Swift, nuestra invitada especial esta noche.
– Maldita perra.
– No debí de haberte dicho que era Swift.
Lo miro con la patata a medio pelar en la mano izquierda y el cuchillo en la otra, formando una sonrisa sádica con mis labios.
– Lamentablemente, las zorras no reencarnan en patatas – le explico al rubio.
Él comienza a reír mientras, a su vez, niega con la cabeza.
Todos, incluso Harold, están al tanto de mi odio hacia la cantante de country. No solo porque no me gusta ese tipo de música, sino porque ya ver su cara me genera repulsión. El sentimiento de vómito que provoca en mí ha sido gestado hace años, y no hay manera en la que pueda fingir que me cae mínimamente bien sin traicionar todos mis ideales.
Así que sí, si Harry busca cabrearme lo está consiguiendo.
– Mientras no le saques la cabeza del cuello y te portes bien con Hazza, todo estará bien.
Miro al ojimel, preguntándome si esas palabras realmente han salido de su boca.
– ¡Pensé que tú estabas de mi lado!
Niall me saca el cuchillo de las manos. Supongo que tiene miedo de que se lo clave en el medio de los pulmones o algo parecido. Él siempre ha sido el más miedoso de todos.
– Lo estoy, dulzura – Zayn deja lo que está haciendo para mirarme –. No me gusta para nada que Taylor venga, pero hay cosas que no se pueden evitar. Es mejor si nos portamos bien y nos apegamos al plan de Harry, ¿Sí?
No sé qué me impresiona más: el hecho de que haya usado la palabra «dulzura» para describirme o lo extrañas que resultan esas palabras. ¿Cosas que no se pueden evitar?
– ¿De qué…?
– ¡Frituras! – interrumpe el rubio – Eso es lo que nos falta: ¡Frituras! Iré a buscarlas enseguida.
Salta de la encimera y apoya su chocolate allí. Comienza a buscar entre los cajones de comida hasta encontrar los chips salados. Una vez encontrados, los coloca dentro de los recipientes previamente seleccionados.
Miro al moreno con intriga, pero éste tan solo se encoje de hombros y vuelve a lo suyo como si nada hubiese pasado. Quiero decirle algo, pero la tensión en el ambiente me dice que debo dejarlo estar y continuar con lo que realmente importa: agasajar a la reina de las rupturas.

– ¿Quieres más papas, Swittie? – Perrie muestra sus dientes en una gran y falsa sonrisa.
– Es Swift – le corrige –. Y no, gracias. Creo que ya comí demasiado.
– Oh, lo siento. No soy buena con los nombres.
En realidad sí, sí lo es. Tan solo está buscando cabrearla, es algo que se nota a miles de kilómetros. Desde que ha llegado, la rubia no ha hecho más que confundir nuestros nombres los unos con los otros. Y no solo eso, sino que también ha evitado cualquier principio de charla que hemos intentando tener con ella.
Harry no parece muy contento con ello. El objetivo de la cena, según me dijo mientras Taylor saludaba a los demás, es que se dé cuenta de lo unidos que somos entre los dos (una completa farsa, por supuesto). Como no está funcionado –y no está acostumbrado a que algo no salga como él quiere –, se encuentra bastante que cabreado. Estoy casi segura de que, al final de la noche, me aparatará para decirme que esto ha sido toda mi culpa. Es normal que Styles me acuse de los errores ajenos o, incluso, los suyos.
– Así que, Libby – la miro con los ojos bien grandes. ¿Acaso la reina ha decidido hablarle a otro que no sea su novio? –, Harry me dijo que estás cursando primer año en psicología.
Asiento. ¿Él le ha estado hablando de mí? Bueno, en todo caso, no sería tan raro; su objetivo es hacerla creer que realmente nos apreciamos el uno al otro. De hecho, me sorprende que aún recuerde lo que estoy estudiando.
Un nuevo silencio se instala en la habitación. Veo por el rabillo a Liam, quien me lanza un pequeño guiño disimulado y vuelve a concentrar su atención sobre el pollo y las patatas. Danielle imita su acción y añade una de sus tranquilizadoras sonrisas.
Dirijo mi vista nuevamente al frente, encontrándome con unos enormes ojos esmeraldas llenos de desesperación. Me está pidiendo, silenciosamente, uno de los favores más grandes puedo llegar a otorgar en mi vida. Y esta vez no hay amenaza ni furia en su rostro; solo eso: esperanza.
– Siempre estuve muy indecisa. Psicología es algo que me gusta desde chica, pero hoy en día la abogacía es lo más seguro – por cada palabra que digo, más farsante me siento –. Supongo que Harry me ha ayudado a decidir. Desde que le comenté mis chances no dejó de insistirme con que debía hacer lo que más amaba en el mundo. Y así lo hice, todo gracias a él.
La rubia lo mira con un brillo especial en sus ojos. Sé que, en este momento, no hay nadie a quien más admire que a su nuevo y muy buen novio. Y que si fuera por ella, ya se lo estaría llevando a la cama sin ni siquiera decir adiós.
Supongo que eso es lo que él buscaba: ver la adoración marcada en sus rasgos. Aún no sé muy bien por qué busca eso, y tampoco creo que llegue a enterarme algún día. Tan solo una cosa me queda en claro: le he hecho un enorme favor, uno de los más grandes. Y, por más extraño que suene, me alegro de haberlo hecho.
Quien ha huido alguna vez, reconoce a quien está huyendo.