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"Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
mil disculpas chicas!!
pero no me habia dado tiempo de pasar
ahorita les subo los caps que les debo ;)
pero no me habia dado tiempo de pasar
ahorita les subo los caps que les debo ;)
Mrs. Nick Jonas
Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
Capitulo Ochenta y ocho
La puerta del coche se abre de repente. Ella se deja caer dentro. Él la mira.
—Creía que no vendrías.
—Soy curiosa, ya lo sabes.
—Sí, pero esta mañana en el instituto no me has dicho que sí.
—Qué más da, las demás estaban en la esquina, no quería que me oyesen.
—Has hecho bien. Venga, vamos.
Salen y de inmediato se hallan sumidos en el flujo del tráfico nocturno. Del lector sale una selección de Mp3.
—De lo mejor que hay ahora mismo, niña. Bow Wow, Chris Brown, Jim Jones, Fat Joe...
—Todo hip hop.
—Pues claro. Y eso que todavía no has escuchado los históricos, Sangue Misto, Otierre y Colle der Fomento.
Ella escucha y habla. Pero habla demasiado, como cuando uno se siente incómodo. Y cree que a lo mejor se equivoca. Pero siente curiosidad, demasiada curiosidad. Desde hace meses. Él es un tipo fuerte, y guapo. Y por si fuera poco ahora está libre. Joder, no hago nada malo. Está libre. Y además, sólo voy a dar una vuelta. Una vuelta, eso es todo. El auto avanza veloz a derecha e izquierda, adelantando como puede. Semáforos, desvíos, stop.
—Ya hemos llegado.
—¿Bajamos ya?
—Pues claro. ¿A qué hemos venido si no? Así te dejaré oír...
Se bajan del coche y se meten en un portal. El ascensor baja al -l. Recorren un largo pasillo oscuro, al que dan las puertas de hierro de muchos garajes en fila. Él se detiene en el penúltimo.
—Es aquí.
Mete la llave en la cerradura y tira de la manija. La puerta sube. Una luz se enciende automáticamente. El garaje es muy grande, cabrían dos coches, pero no hay ninguno. Ha sido reformado por completo para convertirlo en una sala de ensayos. Hay de todo. Instrumentos, mesas de mezclas, amplificadores, tres micrófonos.
—Todo está insonorizado. Desde fuera y desde arriba no se oye nada. Ni siquiera las vibraciones. En lugar de poner goma de plomo, que mejora muy poco los decibelios, me hice construir paredes fonoaislantes y fonoabsorbentes a fin de obtener un campo sonoro más amplio, luego puse alfombras por el suelo. Hasta tengo bass trap. Aquí empecé, aquí es donde me divierto. Y donde nadie me toca los cojones.
—Cuánta tecnología. ¡Qué fuerte, es una pasada! ¿Puedo probar el micrófono?
—No, primero tienes que probarme a mí. —Y la coge por detrás, dándole la vuelta. Luego le da un largo beso en los labios.
Y ella piensa que a lo mejor no está bien, que no debería estar allí, que ha hecho mal en subirse a aquel coche, que podía haber resistido la tentación sin darle la razón por una vez en la vida a Oscar Wilde. Pero las manos de él la confunden, le producen escalofríos, la buscan y la encuentran. Y las bocas se persiguen cada vez más, la respiración se vuelve ansiosa y el ritmo crece, como una canción acabada de componer que tenías hace tiempo en la cabeza pero que no tenías el coraje de tocar.
—Eres fantástica...
—Chissst. No hables.
Y siguen, se conceden un bis, como artistas de la escena que no se hacen de rogar, que no se resisten. Pero una nota desafinada resuena dentro de ella, una sensación de culpa que ninguna pared podrá absorber, ni ningún auricular podrá aislar. Olly lo piensa un instante. Sólo un instante. Después se abandona como una ola rebelde que se deja llevar por la corriente. Y cierra los ojos. Y prefiere no pensar en ello. Porque, en ocasiones, la curiosidad no mata al gato, sino sólo la conciencia.
«... Y quisiera una magia que se encendiera por la mañana y no se apagase por la noche. Alguien a quien mirar y a quien decir las cosas que aquí escribo.» Stop. Diletta relee el nuevo texto que quiere colgar en su blog. Todas las noches lo actualiza. Un pensamiento. Una foto de las Olas juntas. La letra de alguna canción. Una cita de una película. Un pasaje de un libro que merece ser recordado por siempre. Y sobre todo palabras para regalar. Ya está. Actualizado. Palabras enjauladas en la red, listas para ser leídas, a lo mejor capturadas por los ojos oportunos, los que Diletta lleva esperando desde siempre. Quién sabe. Diletta apaga el portátil y se tira en la cama. El tal Filippo es curioso. Siempre está plantado junto a la máquina de las golosinas. Y eso que no está nada mal. Tiene buen físico. Yo creo que practica deporte. De repente, el sonido de un mensaje que acaba de entrar. Diletta se vuelve y coge su móvil de la mesita de noche. «¿Nos vemos a medianoche en el Alaska? ¡Reunión de Olas! ¡Muévete! ¡Y levántate de esa cama, al menos hasta que sepas usarla como se debe! Olly.» Es la de siempre. Diletta se levanta. Y decide ir a dar una vuelta. Busca por la habitación las zapatillas de gimnasia. Se las pone y sale tal cual, sin rastro de maquillaje, como de costumbre; con su larga cabellera suelta al viento y que en breve volará rebelde entre el tráfico de Roma. Esa noche le aguardan muchas sorpresas.
Poco después, Diletta pasa por piazza del Popolo, enfila hacia la Porta y llega al piazzale Flaminio. Luego se detiene frente a la entrada de Villa Borghese. Iluminada también de noche. Qué extraño. Y, como si fuese de día, el habitual ir y venir de personas que entran o salen después de hacer jogging, a la espera quizá de una pizza que dará al traste con los esfuerzos acabados de hacer. Dos chicas se ríen, mientras corren a toda velocidad con sus patines en línea, al tiempo que un chiquillo hace piruetas con su monopatín, subiendo y bajando de la acera. Diletta está a punto de irse cuando lo ve. Por un momento no lo había reconocido. Pero, a medida que se le acerca, distingue mejor sus rasgos. Se siente de repente feliz, sin motivo aparente.
—¡Hola, cara de cereal! —le grita desde dentro del minicoche.
Filippo se vuelve y se detiene, apoyando ambas manos sobre las rodillas, ligeramente dobladas. Respira profundamente, pero no parece estar jadeante. Diletta se acerca.
—Pero ¿quién eres?
—¿Cómo que quién soy? —Y Diletta baja aún más la ventanilla. Filippo se ruboriza ligeramente, el rubor que la carrera todavía no había logrado poner en sus mejillas.
—¡Diletta!
—En persona y sin cereales. ¿Qué haces? Qué pregunta más tonta. Estás corriendo.
—Sí, bueno. Vengo aquí ahora que abren también de noche. Me gusta. Es que, ¿sabes?, juego a baloncesto y así me entreno.
—¡Venga ya! ¡Yo juego a voleibol! ¡De modo que los dos tenemos algo que ver con las pelotas! —Y se ríe divertida, mientras se arregla el pelo con las manos.
—¡Sí! Pero ¡hay que tener cuidado con no volverse pelotas! —Y se echan a reír a la vez. Y dan un paso más. Aunque no sean conscientes de ello.
—Oye, ya que tú también haces deporte, ¿te gustaría correr conmigo este domingo? Podríamos venir por la mañana; entonces se está bien, hace más fresquito —se atreve él, haciendo esfuerzos por mantener el tono lo más neutro posible, sin saber si lo ha conseguido o no.
Diletta lo mira y hace una ligera mueca.
—Pues no sé, no creo.
Filippo pierde de golpe su autocontrol y su voz delata su desilusión.
—¿Preferirías que fuese por la tarde? Por mí está bien. Lo decía sólo por decir.
—No, decía que no creo que se esté tan fresco. ¿No te has dado cuenta del calor que está haciendo estos días? Tendríamos que venir a la hora que vienes tú, o mejor más tarde... a las cinco de la mañana. Pero mis padres no se lo iban a tragar.
El rubor asoma traidor a las mejillas de él y ahora también las orejas se le enrojecen.
—Sí, resultaría difícil de creer. Mejor a las siete de la tarde.
Diletta arranca de nuevo.
—Entonces, hasta el domingo. ¿Quedamos aquí?
Diletta da gas y una pequeña sacudida hacia delante. Luego se vuelve y lo mira.
—¡Ok! ¡Trae una barrita de cereales para después! —Y se va a toda prisa.
Filippo la mira mientras se aleja. Como en el instituto. Y el rubor lo va abandonando poco a poco. El domingo. Ella y yo. Aquí en el parque. Pero todavía no sabe que delante de esa valla no habrá nadie esperándolo.
La puerta del coche se abre de repente. Ella se deja caer dentro. Él la mira.
—Creía que no vendrías.
—Soy curiosa, ya lo sabes.
—Sí, pero esta mañana en el instituto no me has dicho que sí.
—Qué más da, las demás estaban en la esquina, no quería que me oyesen.
—Has hecho bien. Venga, vamos.
Salen y de inmediato se hallan sumidos en el flujo del tráfico nocturno. Del lector sale una selección de Mp3.
—De lo mejor que hay ahora mismo, niña. Bow Wow, Chris Brown, Jim Jones, Fat Joe...
—Todo hip hop.
—Pues claro. Y eso que todavía no has escuchado los históricos, Sangue Misto, Otierre y Colle der Fomento.
Ella escucha y habla. Pero habla demasiado, como cuando uno se siente incómodo. Y cree que a lo mejor se equivoca. Pero siente curiosidad, demasiada curiosidad. Desde hace meses. Él es un tipo fuerte, y guapo. Y por si fuera poco ahora está libre. Joder, no hago nada malo. Está libre. Y además, sólo voy a dar una vuelta. Una vuelta, eso es todo. El auto avanza veloz a derecha e izquierda, adelantando como puede. Semáforos, desvíos, stop.
—Ya hemos llegado.
—¿Bajamos ya?
—Pues claro. ¿A qué hemos venido si no? Así te dejaré oír...
Se bajan del coche y se meten en un portal. El ascensor baja al -l. Recorren un largo pasillo oscuro, al que dan las puertas de hierro de muchos garajes en fila. Él se detiene en el penúltimo.
—Es aquí.
Mete la llave en la cerradura y tira de la manija. La puerta sube. Una luz se enciende automáticamente. El garaje es muy grande, cabrían dos coches, pero no hay ninguno. Ha sido reformado por completo para convertirlo en una sala de ensayos. Hay de todo. Instrumentos, mesas de mezclas, amplificadores, tres micrófonos.
—Todo está insonorizado. Desde fuera y desde arriba no se oye nada. Ni siquiera las vibraciones. En lugar de poner goma de plomo, que mejora muy poco los decibelios, me hice construir paredes fonoaislantes y fonoabsorbentes a fin de obtener un campo sonoro más amplio, luego puse alfombras por el suelo. Hasta tengo bass trap. Aquí empecé, aquí es donde me divierto. Y donde nadie me toca los cojones.
—Cuánta tecnología. ¡Qué fuerte, es una pasada! ¿Puedo probar el micrófono?
—No, primero tienes que probarme a mí. —Y la coge por detrás, dándole la vuelta. Luego le da un largo beso en los labios.
Y ella piensa que a lo mejor no está bien, que no debería estar allí, que ha hecho mal en subirse a aquel coche, que podía haber resistido la tentación sin darle la razón por una vez en la vida a Oscar Wilde. Pero las manos de él la confunden, le producen escalofríos, la buscan y la encuentran. Y las bocas se persiguen cada vez más, la respiración se vuelve ansiosa y el ritmo crece, como una canción acabada de componer que tenías hace tiempo en la cabeza pero que no tenías el coraje de tocar.
—Eres fantástica...
—Chissst. No hables.
Y siguen, se conceden un bis, como artistas de la escena que no se hacen de rogar, que no se resisten. Pero una nota desafinada resuena dentro de ella, una sensación de culpa que ninguna pared podrá absorber, ni ningún auricular podrá aislar. Olly lo piensa un instante. Sólo un instante. Después se abandona como una ola rebelde que se deja llevar por la corriente. Y cierra los ojos. Y prefiere no pensar en ello. Porque, en ocasiones, la curiosidad no mata al gato, sino sólo la conciencia.
«... Y quisiera una magia que se encendiera por la mañana y no se apagase por la noche. Alguien a quien mirar y a quien decir las cosas que aquí escribo.» Stop. Diletta relee el nuevo texto que quiere colgar en su blog. Todas las noches lo actualiza. Un pensamiento. Una foto de las Olas juntas. La letra de alguna canción. Una cita de una película. Un pasaje de un libro que merece ser recordado por siempre. Y sobre todo palabras para regalar. Ya está. Actualizado. Palabras enjauladas en la red, listas para ser leídas, a lo mejor capturadas por los ojos oportunos, los que Diletta lleva esperando desde siempre. Quién sabe. Diletta apaga el portátil y se tira en la cama. El tal Filippo es curioso. Siempre está plantado junto a la máquina de las golosinas. Y eso que no está nada mal. Tiene buen físico. Yo creo que practica deporte. De repente, el sonido de un mensaje que acaba de entrar. Diletta se vuelve y coge su móvil de la mesita de noche. «¿Nos vemos a medianoche en el Alaska? ¡Reunión de Olas! ¡Muévete! ¡Y levántate de esa cama, al menos hasta que sepas usarla como se debe! Olly.» Es la de siempre. Diletta se levanta. Y decide ir a dar una vuelta. Busca por la habitación las zapatillas de gimnasia. Se las pone y sale tal cual, sin rastro de maquillaje, como de costumbre; con su larga cabellera suelta al viento y que en breve volará rebelde entre el tráfico de Roma. Esa noche le aguardan muchas sorpresas.
Poco después, Diletta pasa por piazza del Popolo, enfila hacia la Porta y llega al piazzale Flaminio. Luego se detiene frente a la entrada de Villa Borghese. Iluminada también de noche. Qué extraño. Y, como si fuese de día, el habitual ir y venir de personas que entran o salen después de hacer jogging, a la espera quizá de una pizza que dará al traste con los esfuerzos acabados de hacer. Dos chicas se ríen, mientras corren a toda velocidad con sus patines en línea, al tiempo que un chiquillo hace piruetas con su monopatín, subiendo y bajando de la acera. Diletta está a punto de irse cuando lo ve. Por un momento no lo había reconocido. Pero, a medida que se le acerca, distingue mejor sus rasgos. Se siente de repente feliz, sin motivo aparente.
—¡Hola, cara de cereal! —le grita desde dentro del minicoche.
Filippo se vuelve y se detiene, apoyando ambas manos sobre las rodillas, ligeramente dobladas. Respira profundamente, pero no parece estar jadeante. Diletta se acerca.
—Pero ¿quién eres?
—¿Cómo que quién soy? —Y Diletta baja aún más la ventanilla. Filippo se ruboriza ligeramente, el rubor que la carrera todavía no había logrado poner en sus mejillas.
—¡Diletta!
—En persona y sin cereales. ¿Qué haces? Qué pregunta más tonta. Estás corriendo.
—Sí, bueno. Vengo aquí ahora que abren también de noche. Me gusta. Es que, ¿sabes?, juego a baloncesto y así me entreno.
—¡Venga ya! ¡Yo juego a voleibol! ¡De modo que los dos tenemos algo que ver con las pelotas! —Y se ríe divertida, mientras se arregla el pelo con las manos.
—¡Sí! Pero ¡hay que tener cuidado con no volverse pelotas! —Y se echan a reír a la vez. Y dan un paso más. Aunque no sean conscientes de ello.
—Oye, ya que tú también haces deporte, ¿te gustaría correr conmigo este domingo? Podríamos venir por la mañana; entonces se está bien, hace más fresquito —se atreve él, haciendo esfuerzos por mantener el tono lo más neutro posible, sin saber si lo ha conseguido o no.
Diletta lo mira y hace una ligera mueca.
—Pues no sé, no creo.
Filippo pierde de golpe su autocontrol y su voz delata su desilusión.
—¿Preferirías que fuese por la tarde? Por mí está bien. Lo decía sólo por decir.
—No, decía que no creo que se esté tan fresco. ¿No te has dado cuenta del calor que está haciendo estos días? Tendríamos que venir a la hora que vienes tú, o mejor más tarde... a las cinco de la mañana. Pero mis padres no se lo iban a tragar.
El rubor asoma traidor a las mejillas de él y ahora también las orejas se le enrojecen.
—Sí, resultaría difícil de creer. Mejor a las siete de la tarde.
Diletta arranca de nuevo.
—Entonces, hasta el domingo. ¿Quedamos aquí?
Diletta da gas y una pequeña sacudida hacia delante. Luego se vuelve y lo mira.
—¡Ok! ¡Trae una barrita de cereales para después! —Y se va a toda prisa.
Filippo la mira mientras se aleja. Como en el instituto. Y el rubor lo va abandonando poco a poco. El domingo. Ella y yo. Aquí en el parque. Pero todavía no sabe que delante de esa valla no habrá nadie esperándolo.
Mrs. Nick Jonas
Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
Capitulo Ochenta y nueve
Noche. Tráfico ligero, tráfico lento, tráfico que conduce Dios sabe adónde. Hacia nuevas historias, hacia una soledad oculta en un grupo, hacia el deseo frenético y enloquecido de volver a ver a alguien, que a lo mejor todavía te desea un poco.
Noche. Noche en un habitáculo. Flavio conduce tranquilo. Cristina lo mira.
—¿Conocías ya a la nueva novia de Nick?
—No, sabía que estaba saliendo con alguien.
—¿Y sabías que era tan... chiquilla?
—No, no lo sabía.
Silencio.
—La verdad, no entiendo qué es lo que puede encontrar uno como él en una así. Aparte de veinte años menos.
Flavio sigue conduciendo tranquilo. Decide hablar.
—No la conozco y no puedo juzgar, pero a mí me ha parecido simpática.
—También tú lo eras con veinte años. Eras alegre, despreocupado, divertido.
Flavio la mira un instante, luego vuelve a mirar la carretera.
—A los veinte años resulta más fácil hallar motivos para estar alegre. Piensas que tienes tanto tiempo a tu disposición que podrás cambiar tu vida mil veces. Luego te haces mayor y te das cuenta de que ésa es tu vida...
Cristina se vuelve hacia él. Lo observa.
—¿Qué me quieres decir? ¿Que no eres feliz con lo que eres o con cómo vives?
—Yo sí. Pero si tú no lo eres, tampoco puedo serlo yo. Creía que nuestra vida dependería de la felicidad de ambos.
Cristina se queda en silencio.
—Bueno, de todos modos ya sabías cómo era yo, de modo que no entiendo qué es lo que esperabas. ¿Pensabas a lo mejor que iba a cambiar?
—No.
—¿Entonces?
—Pensaba que ibas a ser feliz. Querías casarte, tener un hijo... Lo has conseguido todo. ¿Qué más te hace falta?
Cristina se queda un momento en silencio. Ataca de nuevo.
—¿Sabes lo que de veras me molesta?
—Un montón de cosas.
Cristina lo mira y lo hace con dureza. Flavio se da cuenta y trata de quitarle hierro al asunto.
—Venga lo he dicho en broma...
—Que haya tenido que venir Nick a cenar con una chiquilla para que nos diésemos cuenta de adonde hemos acabado.
Noche. Noche que avanza. Noche que discurre. Noche de estrellas ocultas en lo alto.
Enrico conduce tranquilo. Camilla lo mira y sonríe.
—Pues a mí me gusta más que Miley. Es madura, tranquila, serena, educada. Es verdad que a veces, cuando habla, es un poco niña, pero eso resulta hasta cierto punto normal. Yo creo que llegará a ser una mujer muy hermosa. ¿A ti te gusta?
Enrico sonríe y le pone una mano en la pierna.
—No como me gustabas tú a los diecisiete años. Y no como me gustas tú ahora...
—Venga, dime la verdad. Tienes tres años más que Nick. ¿Te gustaría tener a una chica tan joven cerca?
—Es una chica agradable y divertida. Pero puede que acaben descubriendo que tienen objetivos diferentes. Sólo espero que no se acabe cansando de Nick.
—O Nick de ella...
—Él me parece tan tranquilo.
—Sí, se lo ve bien, pero no parece que le importe mucho... Quiero decir que a lo mejor sigue pensando en Miley.
—No, yo no lo creo. Lo que pasa es que en una historia así, también él va con pies de plomo, como es natural. ¿Te imaginas? Tendrá miedo de meterse en problemas. Que ella no tenga paciencia. Quiero decir, que ella sale del instituto y tiene toda la tarde y la noche libres... mientras él tiene esos horarios, su trabajo, las reuniones, sus asuntos.
—¿Es que acaso son más importantes que el amor? —Camilla lo mira. Él le sonríe. Luego coge su mano, se la lleva a la boca y la besa—. No, en efecto, no hay nada más importante que el amor.
Noche de nubes. Noche de viento. Noche ligera. Noche cálida. Noche de hojas que bailan alegres. Noche diversa. Noche de luna.
Susanna sigue mirándolo fijamente.
—Todavía no me has dado una respuesta.
—Ya te lo he dicho, nunca la había visto y de todos modos no me gusta.
—Sí, ya te he oído, pero el otro día, cuando te encontré a la puerta del restaurante, dijiste que habías quedado con Nick porque estaba un poco alicaído.
—¡Y era verdad!
—Pero si ya hace más de un mes que están juntos.
—Y qué sé yo, me parece que tú sabes más. Ese día estaba depre. Pregúntaselo a él mismo.
—Se lo he preguntado a ella. Y dice que les va muy bien, de amor y de todo.
—Pues vale, ¿qué quieres que te diga?
—Sí, pero mira por dónde, el otro día os fuisteis a comer al Panda.
—¿Y qué? Estábamos Enrico, Nick y yo.
—¿Los tres solos?
—Sí.
—¿Y os gastasteis todo ese dinero? He visto la factura...
—Nos tomamos dos botellas de champán, para celebrarlo con Nick... Cariño, trabajo en su despacho como consultor legal y ni siquiera le había hecho un regalo...
Pietro intenta abrazarla, pero Susanna se aparta.
—Yo creo que estabais con ______ y sus amigas, que imagino que serán de su misma edad... Y que obligasteis a Nick. No sólo eso, sino que él tampoco se lo debió de decir a ______, porque de lo contrario ella no las hubiese llevado, aunque sólo fuera por solidaridad. Lo que está claro es que ella no se dedica a destrozar familias.
—Vaya, ya salió la psicóloga. ¿Por qué no te buscas trabajo en una unidad especial de policía? Aunque se trate de una simple comida, tú intuyes planes retorcidos y turbios detrás.
—De todos modos, tarde o temprano acabaré descubriendo algo, de eso estoy segura.
Pietro prueba a abrazarla de nuevo.
—Sí, pero mientras intentas descubrir lo que sea... ¿no podrías ser más agradable?
Pietro intenta besarla. Y ella finge estar de morros, pero al final le deja hacer.
Noche. Noche de timbrazos, de llamadas telefónicas, de celos. Noche de luchas, de corazón, de fantasía. Noche de encuentros clandestinos.
—¿Estás preparado? Ahora te digo cómo ha ido la cosa, en mi opinión.
Nick mira a ______ divertido.
—Venga, dime, siento curiosidad.
—A la mujer de Enrico, Camilla, le he caído bien. Ella es una mujer serena, me he dado cuenta de que se reía con las cosas que yo explicaba. Me trata un poco como una amiga. Me gusta. En cambio, Susanna... ¿se llama Susanna la mujer de Pietro?
—Sí.
—Bien, yo creo que a ella podría llegar a gustarle, pero no se fía demasiado. Quiero decir, no es que no se fíe de mí, lo que pasa es que tiene miedo porque sabe que Pietro es muy zorro, demasiado... y yo soy otra posibilidad de riesgo. Cristina, en cambio, está totalmente en contra. Out por completo. Se le nota a un kilómetro... Lo he visto claro, incluso cuando salimos a fumar. Ella no dejaba de escudriñarme. Cómo iba vestida, lo que decía, si estaba de acuerdo o no, me ha estudiado a fondo. O sea, que no le gusto.
—¿Y por qué, qué crees tú?
—No tengo ni la más remota idea. Pero creo que aceptamos a los demás en función de nuestro propio nivel de felicidad... Piénsalo bien. Cuando nos sentimos felices, los demás nos caen mejor, y estamos dispuestos a no considerar las diferencias como defectos.
Nick la mira. Enarca las cejas.
—Empiezas a preocuparme. ¿Quién eres en realidad?
—¡Qué más da! Una que tiene que hacer la Selectividad. Esto es de Newton. Somos enanos subidos a hombros de gigantes, venga, toda la historia esa de Platón. Filosofía de bolsillo.
—Sí, pero resulta fundamental y no deberías olvidarla. ¿No lo sabes? No se recuerdan los grandes sistemas. Se recuerdan los mínimos particulares.
El teléfono móvil de ______ empieza a sonar. Lo saca de su bolsa.
—¡Es Olly! —Y responde—. ¿Sí? No me digas que te has vuelto a meter en un lío, como de costumbre, ¿eh? ¿No querrás venir a dormir a mi casa?
Silencio. Y, de repente, sollozos.
—______, ven corriendo. Diletta.
—¿Diletta qué?
—Ha tenido un accidente.
Noche. Tráfico ligero, tráfico lento, tráfico que conduce Dios sabe adónde. Hacia nuevas historias, hacia una soledad oculta en un grupo, hacia el deseo frenético y enloquecido de volver a ver a alguien, que a lo mejor todavía te desea un poco.
Noche. Noche en un habitáculo. Flavio conduce tranquilo. Cristina lo mira.
—¿Conocías ya a la nueva novia de Nick?
—No, sabía que estaba saliendo con alguien.
—¿Y sabías que era tan... chiquilla?
—No, no lo sabía.
Silencio.
—La verdad, no entiendo qué es lo que puede encontrar uno como él en una así. Aparte de veinte años menos.
Flavio sigue conduciendo tranquilo. Decide hablar.
—No la conozco y no puedo juzgar, pero a mí me ha parecido simpática.
—También tú lo eras con veinte años. Eras alegre, despreocupado, divertido.
Flavio la mira un instante, luego vuelve a mirar la carretera.
—A los veinte años resulta más fácil hallar motivos para estar alegre. Piensas que tienes tanto tiempo a tu disposición que podrás cambiar tu vida mil veces. Luego te haces mayor y te das cuenta de que ésa es tu vida...
Cristina se vuelve hacia él. Lo observa.
—¿Qué me quieres decir? ¿Que no eres feliz con lo que eres o con cómo vives?
—Yo sí. Pero si tú no lo eres, tampoco puedo serlo yo. Creía que nuestra vida dependería de la felicidad de ambos.
Cristina se queda en silencio.
—Bueno, de todos modos ya sabías cómo era yo, de modo que no entiendo qué es lo que esperabas. ¿Pensabas a lo mejor que iba a cambiar?
—No.
—¿Entonces?
—Pensaba que ibas a ser feliz. Querías casarte, tener un hijo... Lo has conseguido todo. ¿Qué más te hace falta?
Cristina se queda un momento en silencio. Ataca de nuevo.
—¿Sabes lo que de veras me molesta?
—Un montón de cosas.
Cristina lo mira y lo hace con dureza. Flavio se da cuenta y trata de quitarle hierro al asunto.
—Venga lo he dicho en broma...
—Que haya tenido que venir Nick a cenar con una chiquilla para que nos diésemos cuenta de adonde hemos acabado.
Noche. Noche que avanza. Noche que discurre. Noche de estrellas ocultas en lo alto.
Enrico conduce tranquilo. Camilla lo mira y sonríe.
—Pues a mí me gusta más que Miley. Es madura, tranquila, serena, educada. Es verdad que a veces, cuando habla, es un poco niña, pero eso resulta hasta cierto punto normal. Yo creo que llegará a ser una mujer muy hermosa. ¿A ti te gusta?
Enrico sonríe y le pone una mano en la pierna.
—No como me gustabas tú a los diecisiete años. Y no como me gustas tú ahora...
—Venga, dime la verdad. Tienes tres años más que Nick. ¿Te gustaría tener a una chica tan joven cerca?
—Es una chica agradable y divertida. Pero puede que acaben descubriendo que tienen objetivos diferentes. Sólo espero que no se acabe cansando de Nick.
—O Nick de ella...
—Él me parece tan tranquilo.
—Sí, se lo ve bien, pero no parece que le importe mucho... Quiero decir que a lo mejor sigue pensando en Miley.
—No, yo no lo creo. Lo que pasa es que en una historia así, también él va con pies de plomo, como es natural. ¿Te imaginas? Tendrá miedo de meterse en problemas. Que ella no tenga paciencia. Quiero decir, que ella sale del instituto y tiene toda la tarde y la noche libres... mientras él tiene esos horarios, su trabajo, las reuniones, sus asuntos.
—¿Es que acaso son más importantes que el amor? —Camilla lo mira. Él le sonríe. Luego coge su mano, se la lleva a la boca y la besa—. No, en efecto, no hay nada más importante que el amor.
Noche de nubes. Noche de viento. Noche ligera. Noche cálida. Noche de hojas que bailan alegres. Noche diversa. Noche de luna.
Susanna sigue mirándolo fijamente.
—Todavía no me has dado una respuesta.
—Ya te lo he dicho, nunca la había visto y de todos modos no me gusta.
—Sí, ya te he oído, pero el otro día, cuando te encontré a la puerta del restaurante, dijiste que habías quedado con Nick porque estaba un poco alicaído.
—¡Y era verdad!
—Pero si ya hace más de un mes que están juntos.
—Y qué sé yo, me parece que tú sabes más. Ese día estaba depre. Pregúntaselo a él mismo.
—Se lo he preguntado a ella. Y dice que les va muy bien, de amor y de todo.
—Pues vale, ¿qué quieres que te diga?
—Sí, pero mira por dónde, el otro día os fuisteis a comer al Panda.
—¿Y qué? Estábamos Enrico, Nick y yo.
—¿Los tres solos?
—Sí.
—¿Y os gastasteis todo ese dinero? He visto la factura...
—Nos tomamos dos botellas de champán, para celebrarlo con Nick... Cariño, trabajo en su despacho como consultor legal y ni siquiera le había hecho un regalo...
Pietro intenta abrazarla, pero Susanna se aparta.
—Yo creo que estabais con ______ y sus amigas, que imagino que serán de su misma edad... Y que obligasteis a Nick. No sólo eso, sino que él tampoco se lo debió de decir a ______, porque de lo contrario ella no las hubiese llevado, aunque sólo fuera por solidaridad. Lo que está claro es que ella no se dedica a destrozar familias.
—Vaya, ya salió la psicóloga. ¿Por qué no te buscas trabajo en una unidad especial de policía? Aunque se trate de una simple comida, tú intuyes planes retorcidos y turbios detrás.
—De todos modos, tarde o temprano acabaré descubriendo algo, de eso estoy segura.
Pietro prueba a abrazarla de nuevo.
—Sí, pero mientras intentas descubrir lo que sea... ¿no podrías ser más agradable?
Pietro intenta besarla. Y ella finge estar de morros, pero al final le deja hacer.
Noche. Noche de timbrazos, de llamadas telefónicas, de celos. Noche de luchas, de corazón, de fantasía. Noche de encuentros clandestinos.
—¿Estás preparado? Ahora te digo cómo ha ido la cosa, en mi opinión.
Nick mira a ______ divertido.
—Venga, dime, siento curiosidad.
—A la mujer de Enrico, Camilla, le he caído bien. Ella es una mujer serena, me he dado cuenta de que se reía con las cosas que yo explicaba. Me trata un poco como una amiga. Me gusta. En cambio, Susanna... ¿se llama Susanna la mujer de Pietro?
—Sí.
—Bien, yo creo que a ella podría llegar a gustarle, pero no se fía demasiado. Quiero decir, no es que no se fíe de mí, lo que pasa es que tiene miedo porque sabe que Pietro es muy zorro, demasiado... y yo soy otra posibilidad de riesgo. Cristina, en cambio, está totalmente en contra. Out por completo. Se le nota a un kilómetro... Lo he visto claro, incluso cuando salimos a fumar. Ella no dejaba de escudriñarme. Cómo iba vestida, lo que decía, si estaba de acuerdo o no, me ha estudiado a fondo. O sea, que no le gusto.
—¿Y por qué, qué crees tú?
—No tengo ni la más remota idea. Pero creo que aceptamos a los demás en función de nuestro propio nivel de felicidad... Piénsalo bien. Cuando nos sentimos felices, los demás nos caen mejor, y estamos dispuestos a no considerar las diferencias como defectos.
Nick la mira. Enarca las cejas.
—Empiezas a preocuparme. ¿Quién eres en realidad?
—¡Qué más da! Una que tiene que hacer la Selectividad. Esto es de Newton. Somos enanos subidos a hombros de gigantes, venga, toda la historia esa de Platón. Filosofía de bolsillo.
—Sí, pero resulta fundamental y no deberías olvidarla. ¿No lo sabes? No se recuerdan los grandes sistemas. Se recuerdan los mínimos particulares.
El teléfono móvil de ______ empieza a sonar. Lo saca de su bolsa.
—¡Es Olly! —Y responde—. ¿Sí? No me digas que te has vuelto a meter en un lío, como de costumbre, ¿eh? ¿No querrás venir a dormir a mi casa?
Silencio. Y, de repente, sollozos.
—______, ven corriendo. Diletta.
—¿Diletta qué?
—Ha tenido un accidente.
Mrs. Nick Jonas
Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
Capitulo Noventa
Nick conduce a toda velocidad en la noche. A su lado va ______. Y mil llamadas, mil preguntas por teléfono, mil interrogantes, mil porqués. Un intento desesperado por entender algo. No es posible. Hospital San Pietro. Nick pasa la barrera y aparca. ______ se baja de inmediato y entra en Urgencias. Corre por un pasillo hasta que ve a Olly y a Erica. Se reúne con ellas y se abrazan.
—Todavía no he logrado entender nada. ¿Qué ha pasado? ¿Cómo está?
—Uno que iba a dos mil por hora con un Porsche por corso Francia. Ella estaba girando en el semáforo, iba al Pains y nada, el tipo la alcanzó de lleno. Su cochecito volcó y salió disparado, llegó hasta el otro semáforo. Está destrozado. No ha quedado nada. Sólo ella. Toda descalabrada.
—Sí, pero ¿cómo está? ¿Es grave?
—Una pierna y un brazo rotos. Además se golpeó en la cabeza. Y ése es el problema. Están haciéndole pruebas para ver si hay conmoción. Ya la han operado... Mira.
Las Olas se acercan a un cristal. En una fría y aséptica habitación pintada de azul claro, Diletta está vendada por completo, quieta, inmóvil, en una pequeña cama, que parece demasiado estrecha como para que quepa entera. Varios cables se entrecruzan y se pierden en sus brazos. Sedantes, vitaminas, y otros tipos de analgésicos para controlar su estado de shock. Un poco más allá, los padres de Diletta la observan en silencio, incapaces de moverse y de hablar, casi en suspenso, sin atreverse ni a respirar. Pero los padres se percatan de la llegada de ______. Un saludo, un simple gesto con la mano. Por supuesto, ninguna sonrisa.
—Pero ¿qué han dicho los médicos? —pregunta en voz baja ______ a Erica.
—Nada, no se mojan, no han querido pronunciarse. De todos modos, han dicho que será difícil.
—¿Difícil qué?
—Que vuelva a estar como antes. O sea, que pueda volver a hablar, por ejemplo.
______ siente como una sacudida, un huracán, una oleada de inmenso dolor, se viene abajo, se derrumba, siente que le quitan la respiración, que se le ahoga dentro su deseo de estar alegre. Feliz. Y de improviso rabia, y estupor, incredulidad. Sentirse traicionada por la vida. No es posible. Diletta no. Diletta. Que es fuerte. Que nunca ha tenido novio. Y la ola sigue creciendo, cada vez más. Y casi la ahoga, le corta la respiración. Porque es como si le hubiese sucedido a ella, o peor aún. No sabría decirlo. Pero ella está allí, la mira y no puede hacer nada. No es posible. No puede más, no quiere pensarlo. Olas rotas. Sus olas. Y entonces ______ se acerca a Nick, que se ha quedado un poco apartado. Por miedo a molestar, a decir algo equivocado. Porque es así como se siente frente a las tragedias de los demás. También él lo lamenta por Diletta. Es de esas personas a las que no conoces directamente, a las que a lo mejor no ves mucho, pero que está presente cada día en lo que te cuenta la persona con la que sales y a la que sabes que le dedican sonrisas. Entonces esas personas pasan a ser un poco tuyas. Y al final también tú acabas echándolas de menos. ______ se le acerca y le aprieta fuerte la chaqueta con los puños, se la arranca casi, se aferra a esa tela, desesperada, como si fuese el único escollo seguro en medio de ese mar de absurdo dolor. Luego se apoya en el pecho de Nick y empieza a llorar quedo, en silencio, ahogando casi su dolor en esa chaqueta. Por respeto, por miedo, por no mostrar su debilidad ante los padres desesperados de Diletta. Nick no sabe qué hacer. Y la abraza despacio con sus brazos, fuerte, contra sí.
—Chissst... Tranquila, ______... Chissst —Y basta eso, su abrazo, para que se sienta un poco más tranquila. Un suspiro profundo, lento. Y otro. Y otro más. Y los sollozos disminuyen. Poco a poco. Un poco de calma en esa chaqueta. Como una isla segura. Una pequeña ensenada. Una cala donde poder resguardarse de la tempestad. Y después aire. Respira profundamente. ______ emerge de nuevo de los brazos de Nick. Recupera el ánimo, la compostura. Se seca la nariz con el extremo de su camiseta de mangas largas. Se arregla un poco el cabello con ambas manos, metiéndoselo por detrás de las orejas. El cabello, un poco mojado, obedece. Recupera su lugar de un modo obediente y, silenciosamente, deja que la luz aparezca de nuevo en ese rostro.
—Estoy bien. —Intenta convencerse a sí misma. Y una pequeña sonrisa a Nick—. Vámonos a casa. Volveré mañana. —Casi mejor que en una famosa película.
Y se van sin más, en el silencio de una noche hecha de espera, de miedo, de impotencia, de esperanza, de plegaria. De la certeza de un mañana, eso está claro, pero de un mañana que puede no serlo para todos. ¿Cómo es la vida? Qué raro cuando no estamos distraídos, cuando no tenemos tanta prisa, cuando sabemos detenernos. Y sonreír. Y comprender. Y cerrar los ojos. Y notar incluso los segundos que corren por nosotros. Y saber vivirlos todos a fondo. Y saborearlos con una sonrisa, con preocupación, con esperanza, con deseo, con claridad, con cualquier duda. Pero saborearlos. Saborearlos a conciencia. Esto piensa ______ mientras se sube al Mercedes ML. Y no piensa nada más. No tiene fuerzas para imaginar que pueda perderse esa Ola.
Nick conduce a toda velocidad en la noche. A su lado va ______. Y mil llamadas, mil preguntas por teléfono, mil interrogantes, mil porqués. Un intento desesperado por entender algo. No es posible. Hospital San Pietro. Nick pasa la barrera y aparca. ______ se baja de inmediato y entra en Urgencias. Corre por un pasillo hasta que ve a Olly y a Erica. Se reúne con ellas y se abrazan.
—Todavía no he logrado entender nada. ¿Qué ha pasado? ¿Cómo está?
—Uno que iba a dos mil por hora con un Porsche por corso Francia. Ella estaba girando en el semáforo, iba al Pains y nada, el tipo la alcanzó de lleno. Su cochecito volcó y salió disparado, llegó hasta el otro semáforo. Está destrozado. No ha quedado nada. Sólo ella. Toda descalabrada.
—Sí, pero ¿cómo está? ¿Es grave?
—Una pierna y un brazo rotos. Además se golpeó en la cabeza. Y ése es el problema. Están haciéndole pruebas para ver si hay conmoción. Ya la han operado... Mira.
Las Olas se acercan a un cristal. En una fría y aséptica habitación pintada de azul claro, Diletta está vendada por completo, quieta, inmóvil, en una pequeña cama, que parece demasiado estrecha como para que quepa entera. Varios cables se entrecruzan y se pierden en sus brazos. Sedantes, vitaminas, y otros tipos de analgésicos para controlar su estado de shock. Un poco más allá, los padres de Diletta la observan en silencio, incapaces de moverse y de hablar, casi en suspenso, sin atreverse ni a respirar. Pero los padres se percatan de la llegada de ______. Un saludo, un simple gesto con la mano. Por supuesto, ninguna sonrisa.
—Pero ¿qué han dicho los médicos? —pregunta en voz baja ______ a Erica.
—Nada, no se mojan, no han querido pronunciarse. De todos modos, han dicho que será difícil.
—¿Difícil qué?
—Que vuelva a estar como antes. O sea, que pueda volver a hablar, por ejemplo.
______ siente como una sacudida, un huracán, una oleada de inmenso dolor, se viene abajo, se derrumba, siente que le quitan la respiración, que se le ahoga dentro su deseo de estar alegre. Feliz. Y de improviso rabia, y estupor, incredulidad. Sentirse traicionada por la vida. No es posible. Diletta no. Diletta. Que es fuerte. Que nunca ha tenido novio. Y la ola sigue creciendo, cada vez más. Y casi la ahoga, le corta la respiración. Porque es como si le hubiese sucedido a ella, o peor aún. No sabría decirlo. Pero ella está allí, la mira y no puede hacer nada. No es posible. No puede más, no quiere pensarlo. Olas rotas. Sus olas. Y entonces ______ se acerca a Nick, que se ha quedado un poco apartado. Por miedo a molestar, a decir algo equivocado. Porque es así como se siente frente a las tragedias de los demás. También él lo lamenta por Diletta. Es de esas personas a las que no conoces directamente, a las que a lo mejor no ves mucho, pero que está presente cada día en lo que te cuenta la persona con la que sales y a la que sabes que le dedican sonrisas. Entonces esas personas pasan a ser un poco tuyas. Y al final también tú acabas echándolas de menos. ______ se le acerca y le aprieta fuerte la chaqueta con los puños, se la arranca casi, se aferra a esa tela, desesperada, como si fuese el único escollo seguro en medio de ese mar de absurdo dolor. Luego se apoya en el pecho de Nick y empieza a llorar quedo, en silencio, ahogando casi su dolor en esa chaqueta. Por respeto, por miedo, por no mostrar su debilidad ante los padres desesperados de Diletta. Nick no sabe qué hacer. Y la abraza despacio con sus brazos, fuerte, contra sí.
—Chissst... Tranquila, ______... Chissst —Y basta eso, su abrazo, para que se sienta un poco más tranquila. Un suspiro profundo, lento. Y otro. Y otro más. Y los sollozos disminuyen. Poco a poco. Un poco de calma en esa chaqueta. Como una isla segura. Una pequeña ensenada. Una cala donde poder resguardarse de la tempestad. Y después aire. Respira profundamente. ______ emerge de nuevo de los brazos de Nick. Recupera el ánimo, la compostura. Se seca la nariz con el extremo de su camiseta de mangas largas. Se arregla un poco el cabello con ambas manos, metiéndoselo por detrás de las orejas. El cabello, un poco mojado, obedece. Recupera su lugar de un modo obediente y, silenciosamente, deja que la luz aparezca de nuevo en ese rostro.
—Estoy bien. —Intenta convencerse a sí misma. Y una pequeña sonrisa a Nick—. Vámonos a casa. Volveré mañana. —Casi mejor que en una famosa película.
Y se van sin más, en el silencio de una noche hecha de espera, de miedo, de impotencia, de esperanza, de plegaria. De la certeza de un mañana, eso está claro, pero de un mañana que puede no serlo para todos. ¿Cómo es la vida? Qué raro cuando no estamos distraídos, cuando no tenemos tanta prisa, cuando sabemos detenernos. Y sonreír. Y comprender. Y cerrar los ojos. Y notar incluso los segundos que corren por nosotros. Y saber vivirlos todos a fondo. Y saborearlos con una sonrisa, con preocupación, con esperanza, con deseo, con claridad, con cualquier duda. Pero saborearlos. Saborearlos a conciencia. Esto piensa ______ mientras se sube al Mercedes ML. Y no piensa nada más. No tiene fuerzas para imaginar que pueda perderse esa Ola.
Mrs. Nick Jonas
Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
Heeey :D aqui nueva lectora :)
Esta novela me tiene colada DD:
La he encontrado y no he podido parar de leer
La amo me encantaaaaaa!
Me he enterado q tiene una peli y bueno la he googleado
Jajajajaja me encontre con una foto bellisima de alex
El de la peli y pues lo puse de fondo de pantalla en mi cel.
Ahora cada vez que lo veo me recuerda la nove! Jajaja
Me he obsecionado .-. De verdad!!!!
No puedo esperar para leer otro caaap! Asi que siguela yaaaaaaaaa :) xfis jajajajaaja
Ahhh sii el ultimo cap esta muy triste pobre diletta u_u
Me encanta el personaje de niiick es tan :33 mjasgsukajhaya
XDDD ohhh en el capitulo de la gasolina(viejisimo) me he reido un monton!
Yaaa hoy no podre dormir D: asi que espero que subas mañana ehhh???
Ahhh siii me llamo maire :)
Esta novela me tiene colada DD:
La he encontrado y no he podido parar de leer
La amo me encantaaaaaa!
Me he enterado q tiene una peli y bueno la he googleado
Jajajajaja me encontre con una foto bellisima de alex
El de la peli y pues lo puse de fondo de pantalla en mi cel.
Ahora cada vez que lo veo me recuerda la nove! Jajaja
Me he obsecionado .-. De verdad!!!!
No puedo esperar para leer otro caaap! Asi que siguela yaaaaaaaaa :) xfis jajajajaaja
Ahhh sii el ultimo cap esta muy triste pobre diletta u_u
Me encanta el personaje de niiick es tan :33 mjasgsukajhaya
XDDD ohhh en el capitulo de la gasolina(viejisimo) me he reido un monton!
Yaaa hoy no podre dormir D: asi que espero que subas mañana ehhh???
Ahhh siii me llamo maire :)
maiih* [:
Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
Me encantaron lso capiiis :D Graciias por subir!! :Besitos
Florjudith96
Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
pobreeee dillettaaaaaaa!!!!!!!1......... aaaaiiiiii porfaaaa que no le pase nada a dilettaaaaa!!!! .....
chelis
Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
maiih* [: escribió:Heeey :D aqui nueva lectora :)
Esta novela me tiene colada DD:
La he encontrado y no he podido parar de leer
La amo me encantaaaaaa!
Me he enterado q tiene una peli y bueno la he googleado
Jajajajaja me encontre con una foto bellisima de alex
El de la peli y pues lo puse de fondo de pantalla en mi cel.
Ahora cada vez que lo veo me recuerda la nove! Jajaja
Me he obsecionado .-. De verdad!!!!
No puedo esperar para leer otro caaap! Asi que siguela yaaaaaaaaa :) xfis jajajajaaja
Ahhh sii el ultimo cap esta muy triste pobre diletta u_u
Me encanta el personaje de niiick es tan :33 mjasgsukajhaya
XDDD ohhh en el capitulo de la gasolina(viejisimo) me he reido un monton!
Yaaa hoy no podre dormir D: asi que espero que subas mañana ehhh???
Ahhh siii me llamo maire :)
Bienvenida! :hug:
me alegra que te guste
ja no te preocupes yo subo cap diario (aunque estos ultimos dias no me haya dado tiempo :oops: )
ahorita subo cap ;)
Mrs. Nick Jonas
Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
Capitulo Noventa y uno
En los días siguientes, las Olas se organizan. Se turnan para ir al hospital. De vez en cuando, llevan un helado, alguna cosa para los padres de Diletta. Un periódico, una revista, alguna delicia de las de la pastelería Mondi o en la Euclide. Así se van alternando, Olas de un mar que de todos modos recuperará antes o después la calma. Pero es preciso creer en ello. Una tras otra, una marejada sin fin. Olas sonrientes, divertidas pero no demasiado. Optimistas. Fingir que no se tienen dudas. Certezas. Todo se arreglará. Y negarse a admitir por un momento, aunque sea ante sí mismas, que eso pueda no ser así. Infatigables. Una historia de amistad que no sabe lo que es el cansancio. Y se pasan el testigo con una sonrisa. ______. Olly. Erica. Y unos días dos y otros las tres siguen estudiando para la Selectividad.
—De eso no se va a librar.
—Por supuesto que no.
—¡Diletta, no te vas a escaquear así como así! —Y se ríen esperanzadas, intentando exorcizar de este modo el accidente. Detrás de ese cristal, un recuerdo de Diletta. Una anécdota divertida. Su enorme fortaleza. Su belleza potente, superpotente, ultrarresistente, sana. Su extraordinaria manera de jugar a voleibol. Y el novio que nunca ha tenido.
—¿Sabes quién le tiraba los tejos últimamente?
—No.
—Filippo, el de quinto A.
—¡Venga ya, te estás quedando conmigo! ¡Es un trozo de pan! ¿Y ella?
—Ella nada, como si no existiese.
—¡No me lo puedo creer, está loca! —Olly niega con la cabeza—. Joder, yo...
—Olly, que están sus padres. Y además ya no eres la máxima autoridad sobre el tema.
—Ya veo, pero de todos modos incluso vosotras hubieseis caído con ése.
—Sí, pero no tan rápido como tú.
—Porque yo soy más sincera, menos rebuscada. —Y más risas y bromas y chistes, como si Diletta estuviese allí, intentando pasar esas horas que no pasan nunca.
Cuando suceden estas cosas, incluso en casa todo parece diferente. Es como si un cristal que antes estaba empañado, de repente te dejase ver mejor la vida.
La noche del accidente. Pum. Una bofetada directa, en plena cara.
—¡Ay, mamá! Pero ¿te has vuelto loca?
—¿Yo? ¿Tú te crees que éstas son horas de llegar?
—¡Es que Diletta está en el hospital, está en coma!
—Sí, ya. Seguro que te lo estás inventando. ______, ¿no te da vergüenza?
—Pero mamá, es verdad, ha tenido un accidente terrible.
—¡Ya basta! ¡Ahora mismo te vas a tu habitación!
Y varios días después, cuando Simona descubre que todo cuanto le ha dicho su hija es cierto, es ella quien se muere de vergüenza.
—Lo siento, cariño mío, creía que era una mentira.
—¿Tú crees que me voy a inventar una cosa así? Pero ¿por quién me has tomado, mamá?
—¿Y cómo está ahora?
—Por el momento nada. Por lo menos no ha empeorado. Claro que tampoco ha mejorado. Estoy fatal.
—Lo siento...
Simona abraza a ______, y ésta se echa a llorar en sus brazos. Se abandona, así, como si fuese una chiquilla de nuevo, más hija que antes, pequeña como nunca. Y Simona la abraza y querría arrancarle una sonrisa. Como siempre. Más que siempre. Con un juguete. Con un caramelo. Con una muñeca. Con un vestido. Como con uno de sus tantos pequeños deseos que ella siempre ha sabido complacer. Pero ahora no. Ahora no puede. No puede hacer nada más que rezar. Por su hija. Por su amiga. Por la vida que a veces te da la espalda y se desentiende por completo de lo que tú deseas. Y los días pasan lentos y cansinos. Uno detrás de otro, sin el más mínimo asomo de sol en ese pequeño túnel. Casas oscuras y silenciosas. Salir de la cama. Esperar. Irse a dormir. Y levantarse de nuevo. Esperar. Irse a dormir. Y cualquier timbre de cualquier teléfono es siempre una preocupación, un sobresalto en el corazón, una esperanza, un sueño, un deseo... Y en cambio nada. Nada. Seguir avanzando en silencio.
En los días siguientes, las Olas se organizan. Se turnan para ir al hospital. De vez en cuando, llevan un helado, alguna cosa para los padres de Diletta. Un periódico, una revista, alguna delicia de las de la pastelería Mondi o en la Euclide. Así se van alternando, Olas de un mar que de todos modos recuperará antes o después la calma. Pero es preciso creer en ello. Una tras otra, una marejada sin fin. Olas sonrientes, divertidas pero no demasiado. Optimistas. Fingir que no se tienen dudas. Certezas. Todo se arreglará. Y negarse a admitir por un momento, aunque sea ante sí mismas, que eso pueda no ser así. Infatigables. Una historia de amistad que no sabe lo que es el cansancio. Y se pasan el testigo con una sonrisa. ______. Olly. Erica. Y unos días dos y otros las tres siguen estudiando para la Selectividad.
—De eso no se va a librar.
—Por supuesto que no.
—¡Diletta, no te vas a escaquear así como así! —Y se ríen esperanzadas, intentando exorcizar de este modo el accidente. Detrás de ese cristal, un recuerdo de Diletta. Una anécdota divertida. Su enorme fortaleza. Su belleza potente, superpotente, ultrarresistente, sana. Su extraordinaria manera de jugar a voleibol. Y el novio que nunca ha tenido.
—¿Sabes quién le tiraba los tejos últimamente?
—No.
—Filippo, el de quinto A.
—¡Venga ya, te estás quedando conmigo! ¡Es un trozo de pan! ¿Y ella?
—Ella nada, como si no existiese.
—¡No me lo puedo creer, está loca! —Olly niega con la cabeza—. Joder, yo...
—Olly, que están sus padres. Y además ya no eres la máxima autoridad sobre el tema.
—Ya veo, pero de todos modos incluso vosotras hubieseis caído con ése.
—Sí, pero no tan rápido como tú.
—Porque yo soy más sincera, menos rebuscada. —Y más risas y bromas y chistes, como si Diletta estuviese allí, intentando pasar esas horas que no pasan nunca.
Cuando suceden estas cosas, incluso en casa todo parece diferente. Es como si un cristal que antes estaba empañado, de repente te dejase ver mejor la vida.
La noche del accidente. Pum. Una bofetada directa, en plena cara.
—¡Ay, mamá! Pero ¿te has vuelto loca?
—¿Yo? ¿Tú te crees que éstas son horas de llegar?
—¡Es que Diletta está en el hospital, está en coma!
—Sí, ya. Seguro que te lo estás inventando. ______, ¿no te da vergüenza?
—Pero mamá, es verdad, ha tenido un accidente terrible.
—¡Ya basta! ¡Ahora mismo te vas a tu habitación!
Y varios días después, cuando Simona descubre que todo cuanto le ha dicho su hija es cierto, es ella quien se muere de vergüenza.
—Lo siento, cariño mío, creía que era una mentira.
—¿Tú crees que me voy a inventar una cosa así? Pero ¿por quién me has tomado, mamá?
—¿Y cómo está ahora?
—Por el momento nada. Por lo menos no ha empeorado. Claro que tampoco ha mejorado. Estoy fatal.
—Lo siento...
Simona abraza a ______, y ésta se echa a llorar en sus brazos. Se abandona, así, como si fuese una chiquilla de nuevo, más hija que antes, pequeña como nunca. Y Simona la abraza y querría arrancarle una sonrisa. Como siempre. Más que siempre. Con un juguete. Con un caramelo. Con una muñeca. Con un vestido. Como con uno de sus tantos pequeños deseos que ella siempre ha sabido complacer. Pero ahora no. Ahora no puede. No puede hacer nada más que rezar. Por su hija. Por su amiga. Por la vida que a veces te da la espalda y se desentiende por completo de lo que tú deseas. Y los días pasan lentos y cansinos. Uno detrás de otro, sin el más mínimo asomo de sol en ese pequeño túnel. Casas oscuras y silenciosas. Salir de la cama. Esperar. Irse a dormir. Y levantarse de nuevo. Esperar. Irse a dormir. Y cualquier timbre de cualquier teléfono es siempre una preocupación, un sobresalto en el corazón, una esperanza, un sueño, un deseo... Y en cambio nada. Nada. Seguir avanzando en silencio.
Mrs. Nick Jonas
Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
U_U que tristeee!
Ojala que Diletta se recupere pronto :(
Siiguela :)
Ojala que Diletta se recupere pronto :(
Siiguela :)
maiih* [:
Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
u.u que Diletta se recuperee!! quiiiieroo más capiii :D
Florjudith96
Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
queremos capii♫♪
queremos capii♫♪
queremos capii♫♪
queremos capii♫♪
queremos capii♫♪
queremos capii♫♪
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queremos capii♫♪queremos capii♫♪
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Florjudith96
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