MANIAC |Harry Styles|

Luego de un largo día el pequeño Harry y su madre habían llegado a casa. Minutos antes habían hecho una parada en la heladería. Anne le había comprado un helado de vainilla, cubierto con chocolate. Anne, la madre del pequeño de seis años, encendió la luz y colocó su bolso y chaqueta encima de un mueble. Miró a un lado, y vio a Harry, todavía con el helado en la mano. Sus pequeñas manitos estaban chorreadas de chocolate. Suspiró y lo levantó para sentarlo en el sofá. —Iré por una toallita para limpiarte, pequeño. —Susurró su madre, depositando un beso en su frente. El pequeño Harry sonrió y asintió. Harry vio como su madre se dirigía a la cocina. La perdió de vista en cuanto esta entro. Miró sus pequeños zapatos, estos le incomodaban. En un acto desesperado por quitárselos, la bola de helado cayó encima del sofá, derritiéndose y manchandolo todo a su paso. Harry se bajó de aquel sofá, y se dirigió a la cocina. Sabía que su madre lo regañaría, pero tendría que decírselo, de lo contrario le castigaría. Recorrió la pared con su mano, mientras caminaba hacía la cocina. Cuando llegó, asomó su cabecita por un lado de la pared. Miró a su madre, quién estaba sacando algo del gabinete. Antes de entrar por completo, notó que cierta persona, que por cierto; ya conocía, se encontraba acercándose a su madre. El hombre llevaba un chuchillo en la mano y se acercaba lentamente, sin hacer ningún ruido. Harry recordó aquellas peleas, golpes y gritos que ese hombre había ocasionado en su casa. Aquel hombre había sido una completa pesadilla para su familia. Cuando volvió a la realidad del momento, vio a aquel hombre mucho más cerca de su madre. El chuchillo que llevaba era grande y reluciente y parecía ser muy puntiagudo. —Mamá. —Habló el pequeño Harry, atrayendo la mirada de su madre. —Harry. —Susurró ella, volteándose hacía él, no sin antes darse cuenta de quien estaba presente en su cocina. Miró el cuchillo  y su cuerpo tembló. —¡Corre Harry! —Pidió su madre angustiada, antes de que aquel cuchillo atravesara su vientre. Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve puñaladas en su cuerpo. Todas en distintos lugares. El pequeño Harry presenciaba el asesinato de su madre a mano fría, sin compasión. Unas manos lo agarraron fuertemente de su pancita, haciendo que este se sacudiera violentamente. Una mano tapó su boca, y sintió cómo se lo llevaban lejos de ese lugar. Observó a través de un pequeño espejo colgado en la pared, que quien lo llevaba era su hermana Gemma, quien también lloraba. Cerró los ojos, y sintió cómo las lágrimas comenzaban a acumularse dentro de estos. Un dolor invadió su corazón y entonces supo que su vida no volvería a ser la misma.