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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Sex Instructor (Justin Bieber) HOT
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Página 1 de 2. • 1, 2
Sex Instructor (Justin Bieber) HOT
“Sex Instructor”
“La primera clase es gratis” decía el letrero que
había llamado la atención de ______. Se acercó a
la puerta negra de madera. El cristal estaba
sucio y pañoso. Jaló de la manga de su sudadera
cubriendo la palma de su mano y limpió un
poco el cristal para ver el interior, pero solo
logró ver oscuridad. Dio unos cuantos pasos
hacia atrás y anotó en su celular el número
telefónico que estaba escrito con tinta negra en
un pedazo de papel destrozado por los bordes.
Siguió con su camino sin olvidar la frase
remarcada en la lona: “LA PRIMERA CLASE ES
GRATIS”.
“La primera clase es gratis” decía el letrero que
había llamado la atención de ______. Se acercó a
la puerta negra de madera. El cristal estaba
sucio y pañoso. Jaló de la manga de su sudadera
cubriendo la palma de su mano y limpió un
poco el cristal para ver el interior, pero solo
logró ver oscuridad. Dio unos cuantos pasos
hacia atrás y anotó en su celular el número
telefónico que estaba escrito con tinta negra en
un pedazo de papel destrozado por los bordes.
Siguió con su camino sin olvidar la frase
remarcada en la lona: “LA PRIMERA CLASE ES
GRATIS”.
SwaggerBiebz
Re: Sex Instructor (Justin Bieber) HOT
Capítulo uno.
Narra ______.
La clase de matemáticas, igual de aburrida que
siempre, terminó con un gran timbrazo de la
campana. Todos en el salón tomaron sus cosas y
salieron inmediatamente del salón. Yo esperé a
que todos salieran para poder ir tranquila a mi
casillero y encontrarme con Halley, mi mejor
amiga.
Caminaba por los pasillos llenos de chicas
superficiales y chicos populares cuando de
repente sentí un golpe enorme en mis costillas.
– ¿Qué hay Masen? – dijo Matt, el idiota más
idiota de la escuela.
– Imbécil – musité enojada mientras me llevaba
mi mano a la costilla, probablemente rota.
– Vamos Matt, déjala en paz. No merece tu
atención.
Y supe quién era sin siquiera mirarlo. Me
imaginé sus ojos marrones; profundos y
perfectos. Sus labios secos, pero besables. Su
cabello desaliñado y desacomodado, pero con
brillo y sedosidad. ¡Dios mío! No podía ser más
perfecto.
– Otra vez te congelaste – dijo la voz de mi
amiga mientras veía como Matt y Harry me
daban la espalda y seguían caminando. – ¿Sigues
aquí? – su mano empezó a agitarse frente a mi
rostro con las intenciones de regresar mis ideas
con ella.
– Lo lamento – pestañeé e intenté centrar mi
atención en mi mejor amiga.
– ¡Diablos ______! – refunfuño. – Deberías darte
cuenta que ese idiota solo te quiso por sexo.
Sentí un golpe enorme en mi estómago cuando
dijo eso. Tomé una bocanada de aire e intenté
que las lágrimas no salieran de mis ojos.
– ¿Qué pasó con Joe? – le pregunté intentando
cambiar de tema.
– Agh – gruñó. – Ni me lo menciones. Ese
estúpido se ha acostado con Dafne – bufó.
– ¿Qué? – exclamé sorprendida.
– Sí. Los pillaron en el baño de maestros.
– ¿Quién? – le pregunté más interesada de lo
normal.
– La puta Gin – gruñó.
– Puta Gin – la imité. – Pero bueno, algo bueno
puedes sacar de esto.
– ¿Qué?
– ¡Tienes derecho a ir al centro y tomarte unas
cervezas con tu mejor amiga! – levanté los
brazos en señal de victoria.
La tomé de la mano y corrimos hasta la salida
del colegio. Aminoré el paso para que Halley no
se sofocara como siempre lo hacía.
– Espera – pidió. – ¿Al centro? – preguntó
mientras hacía un gesto de disgusto.
– Vamos, antes te gustaba ir al centro – la
animé.
– No es que no quiera ir ______, lo que pasa es
que no sé si mi padre me deje quedarme hasta
tarde por allá.
– Uhm… dile que he pasado matemáticas y he
invitado a muchos chicos y chicas a una
pijamada esta noche en mi casa – le dije
mientras le ofrecía mi celular. – Anda – lo tomó
y le marcó a su padre.
Después de haber convencido al padre de Halley,
tomamos un taxi que nos llevara al centro. Una
vez ahí, nos metimos a un bar. Mi amiga pidió
dos cervezas y unos bocadillos.
– Me quiero vengar de Joe – dijo con un tono de
voz apenas audible.
– ¿Cómo lo harás? – tomé un trago de mi
cerveza. Limpié el rastro de espuma que ésta
dejo con mi lengua y comencé a escucharla.
– Me haré novia de alguien de aquí, haré que
valla por mí al colegio y verás cómo Joe regresa
– tomó uno de los bocadillos que aún quedaban
en el plato y lo metió a su boca.
– Bien, pero no te tardes – le dije mientras
señalaba a una bolita de chicos cerca de los
baños.
– Ven – me ofreció su mano.
– Mejor iré a tomar aire – le dije al tiempo que
me levantaba.
– ¿Estás segura? – me preguntó.
– Sí. Te espero enfrente de la librería ¿sí?
– Okey.
Pagué las cervezas y los bocadillos antes de
irme. Cuando salí a la calle, el aire golpeo mi
cuerpo. Me estremecí. Estaba frío afuera. Jalé las
mangas de mi sudadera y froté mis manos para
calentarlas. Las puse sobre mi nariz intentando
que ésta se calentara.
Caminé un par de cuadras lejos del bar. Un
señor de edad avanzada estaba vendiendo
chocolate caliente. Me detuve frente al carrito y
pedí uno.
– Aquí tiene señorita – dijo el señor mientras me
entregaba mi chocolate.
– Gracias – le dediqué una sonrisa y tomé un
poquito del líquido caliente.
Estaba delicioso. La temperatura del chocolate
pasó de mi garganta hasta mis pies. Podía sentir
como la temperatura de mi cuerpo subía y no
me era tan difícil caminar. Me acerqué a un
bote de basura para tirar el envase del
chocolate. Alcé la mirada y vi una lona.
“LA PRIMERA CLASE ES GRATIS”
Enarqué la ceja y me acerqué a una puerta de
madera negra. Tenía una ventanita sucia y
empañada. Jalé la manga de mi sudadera hasta
mi palma y limpié un poco la ventanita. Me
asomé pero no vi nada. En la esquina de la lona
alcancé a ver un papelito destrozado por los
bordes con un número anotado en tinta negra.
Saqué mi celular del bolsillo trasero de mi
pantalón y anoté el número.
Volví a guardar el celular en mi bolsillo y seguí
con mi camino.
“La primera clase es gratis” me repetí mil veces
hasta llegar a la librería.
Narra ______.
La clase de matemáticas, igual de aburrida que
siempre, terminó con un gran timbrazo de la
campana. Todos en el salón tomaron sus cosas y
salieron inmediatamente del salón. Yo esperé a
que todos salieran para poder ir tranquila a mi
casillero y encontrarme con Halley, mi mejor
amiga.
Caminaba por los pasillos llenos de chicas
superficiales y chicos populares cuando de
repente sentí un golpe enorme en mis costillas.
– ¿Qué hay Masen? – dijo Matt, el idiota más
idiota de la escuela.
– Imbécil – musité enojada mientras me llevaba
mi mano a la costilla, probablemente rota.
– Vamos Matt, déjala en paz. No merece tu
atención.
Y supe quién era sin siquiera mirarlo. Me
imaginé sus ojos marrones; profundos y
perfectos. Sus labios secos, pero besables. Su
cabello desaliñado y desacomodado, pero con
brillo y sedosidad. ¡Dios mío! No podía ser más
perfecto.
– Otra vez te congelaste – dijo la voz de mi
amiga mientras veía como Matt y Harry me
daban la espalda y seguían caminando. – ¿Sigues
aquí? – su mano empezó a agitarse frente a mi
rostro con las intenciones de regresar mis ideas
con ella.
– Lo lamento – pestañeé e intenté centrar mi
atención en mi mejor amiga.
– ¡Diablos ______! – refunfuño. – Deberías darte
cuenta que ese idiota solo te quiso por sexo.
Sentí un golpe enorme en mi estómago cuando
dijo eso. Tomé una bocanada de aire e intenté
que las lágrimas no salieran de mis ojos.
– ¿Qué pasó con Joe? – le pregunté intentando
cambiar de tema.
– Agh – gruñó. – Ni me lo menciones. Ese
estúpido se ha acostado con Dafne – bufó.
– ¿Qué? – exclamé sorprendida.
– Sí. Los pillaron en el baño de maestros.
– ¿Quién? – le pregunté más interesada de lo
normal.
– La puta Gin – gruñó.
– Puta Gin – la imité. – Pero bueno, algo bueno
puedes sacar de esto.
– ¿Qué?
– ¡Tienes derecho a ir al centro y tomarte unas
cervezas con tu mejor amiga! – levanté los
brazos en señal de victoria.
La tomé de la mano y corrimos hasta la salida
del colegio. Aminoré el paso para que Halley no
se sofocara como siempre lo hacía.
– Espera – pidió. – ¿Al centro? – preguntó
mientras hacía un gesto de disgusto.
– Vamos, antes te gustaba ir al centro – la
animé.
– No es que no quiera ir ______, lo que pasa es
que no sé si mi padre me deje quedarme hasta
tarde por allá.
– Uhm… dile que he pasado matemáticas y he
invitado a muchos chicos y chicas a una
pijamada esta noche en mi casa – le dije
mientras le ofrecía mi celular. – Anda – lo tomó
y le marcó a su padre.
Después de haber convencido al padre de Halley,
tomamos un taxi que nos llevara al centro. Una
vez ahí, nos metimos a un bar. Mi amiga pidió
dos cervezas y unos bocadillos.
– Me quiero vengar de Joe – dijo con un tono de
voz apenas audible.
– ¿Cómo lo harás? – tomé un trago de mi
cerveza. Limpié el rastro de espuma que ésta
dejo con mi lengua y comencé a escucharla.
– Me haré novia de alguien de aquí, haré que
valla por mí al colegio y verás cómo Joe regresa
– tomó uno de los bocadillos que aún quedaban
en el plato y lo metió a su boca.
– Bien, pero no te tardes – le dije mientras
señalaba a una bolita de chicos cerca de los
baños.
– Ven – me ofreció su mano.
– Mejor iré a tomar aire – le dije al tiempo que
me levantaba.
– ¿Estás segura? – me preguntó.
– Sí. Te espero enfrente de la librería ¿sí?
– Okey.
Pagué las cervezas y los bocadillos antes de
irme. Cuando salí a la calle, el aire golpeo mi
cuerpo. Me estremecí. Estaba frío afuera. Jalé las
mangas de mi sudadera y froté mis manos para
calentarlas. Las puse sobre mi nariz intentando
que ésta se calentara.
Caminé un par de cuadras lejos del bar. Un
señor de edad avanzada estaba vendiendo
chocolate caliente. Me detuve frente al carrito y
pedí uno.
– Aquí tiene señorita – dijo el señor mientras me
entregaba mi chocolate.
– Gracias – le dediqué una sonrisa y tomé un
poquito del líquido caliente.
Estaba delicioso. La temperatura del chocolate
pasó de mi garganta hasta mis pies. Podía sentir
como la temperatura de mi cuerpo subía y no
me era tan difícil caminar. Me acerqué a un
bote de basura para tirar el envase del
chocolate. Alcé la mirada y vi una lona.
“LA PRIMERA CLASE ES GRATIS”
Enarqué la ceja y me acerqué a una puerta de
madera negra. Tenía una ventanita sucia y
empañada. Jalé la manga de mi sudadera hasta
mi palma y limpié un poco la ventanita. Me
asomé pero no vi nada. En la esquina de la lona
alcancé a ver un papelito destrozado por los
bordes con un número anotado en tinta negra.
Saqué mi celular del bolsillo trasero de mi
pantalón y anoté el número.
Volví a guardar el celular en mi bolsillo y seguí
con mi camino.
“La primera clase es gratis” me repetí mil veces
hasta llegar a la librería.
SwaggerBiebz
Re: Sex Instructor (Justin Bieber) HOT
Segunda lectora, ame eso de "la primera clase es gratis" Siguela
Naiie Brd
Re: Sex Instructor (Justin Bieber) HOT
Capítulo dos.
Después de unos minutos Halley llegó tomada de
la mano de un chico alto, de cabello negro y
ojos color verde. Era realmente apuesto.
Me pidió que se quedara en mi casa. Pues claro,
soy la chica con una casa practimente sola todo
el tiempo. Mi madre trabaja como enfermera en
el hospital y siempre pide horas extra. Solo de
vez en cuando puedo verla. Y mi padre es
miembro de una firma de abogados; nunca está
en casa. Entonces tuve que decirle que podía
quedarse.
El chico tenía auto así que nos fuimos en su
auto. Cuando llegamos a mi casa, les ofrecí el
cuarto de visitas. Los dos se metieron y bueno,
sus gritos se escuchaban hasta mi cuarto, el cual
está al fondo en el segundo piso.
A la mañana siguiente no pude contenerme y
hablé al número que había anotado ayer.
— Buenos días — dijo una voz masculina.
— Ahm, hola... Quería pedir informes acerca de
las clases que dan — dije mientras con mi dedo
índice hacía churrito un mechón de pelo.
— ¿Qué le gustaría saber? — me preguntó.
— ¿De qué son las clases?
— Sexo — lo dijo tan claro que por poco se me
sale el corazón por la boca.
— ¿Sexo? ¿Cómo podría enseñarse el sexo? — lo
reté.
— Fácil. Se enseñan posiciones y tácticas para
conseguir los orgasmos, por ejemplo. También
lo que hago es enseñarles cómo le gusta el sexo
a la mayoría de los hombres — habló en
singular.
— ¿Cómo funcionan las clases?
— Pues, usted hace una cita conmigo, el día que
quede la cita tiene que venir. Se toman sus
datos y unas pruebas de sangre, no quiero que
me contagien de algo. Después se procede a la
primera clase, que es gratis.
— ¿La clase es práctica o ilustrativa?
— Práctica.
¡Dios! ¡Este hombre enseña a las mujeres a tener
sexo teniéndo sexo con ellas!
— ¿Puedo hacer una cita?
— Por supuesto. ¿Su nombre?
— ______... Masen — dije insegura.
— Okey, su cita está agendada para el día de hoy
a las 3:30 de la tarde. La espero con ancias
señorita ______.
- Hasta luego - colgué rápido y tomé una
bocanada de aire.
¿Pero qué estaba haciendo? Esto no era posible.
¿Qué has hecho ______? Me repetía a mí misma.
Salí de la cama y bajé las escaleras para
desayunar. Abrí el refrigerador y vi una nota
pegada al envase de leche.
"George quizo llevarme a desayunar. Vuelvo a
las 5"
— Halley, ¿cuándo crecerás? — tomé la notita y
la arrugué con mi mano. La tiré a la basura y
saqué el jugo. Me serví en un vaso y empecé a
ingerirlo.
Saqué unos panqués y los metí uno por uno a
mi boca. Cuando terminé puse todo en su lugar
y subí a mi cuarto para cambiarme e ir a
correr.
Estaba corriendo, inhalando el aire de la
mañana; dulce y fresco. A los treinta minutos de
haber corrido, bajé la velocidad y me pasé por
la casa de Julie, mi otra mejor amiga.
— ¡______! — gritó cuando abrió la puerta. —
¿Qué te trae por aquí?
—Solo quería saber cómo estabas — le dije
mientras besaba su mejilla.
— He estado muy bien, tía — su acento
británico aún no desaparecía a pesar de que ya
llevaba residiendo en Philadelfia un buen rato.
— ¿Tú cómo has estado? — me preguntó.
— Bien. La escuela es más ligera — admití
.
— Uhm — suspiró. Un grito se escuchó dentro
de la casa. Julie se volvió para averigua qué
pasaba. — Creo que tengo que irme. Envíale
saludos a Halley de mi parte — se metió a la
casa y yo regresé con mi trote hasta llegar a
casa.
Julie había tenido que dejar la escuela después
de que su padrastro violó de ella y la dejó
embarazada, por suerte se encontró con Charlie,
quien había estado enamorado de ella desde
siempre. Él está terminando la universidad y
trabaja para mantener a Julie y a Mateo, su hijo.
Cuando llegué a casa, me metí a la ducha. Me
vestí con unos jeans ajustados, una blusa de
tirantes blanca y encima un sueter de lana color
marrón. Metí mis pies en mis UGG's beige y
acomodé mi cabello en una coleta.
Cargué mi celular y le llamé a mi madre.
— ¿Hola? — dijo mi mamá por la bocina.
— Mami — exclamé feliz.
— ¡Mi vida! ¿Cómo amaneciste chiquita? — me
preguntó entusiasmada.
— Bien. Hace mucho frío — me quejé.
— Lo sé. No han dejado de anunciar en las
noticias una posible nevada — dijo.
— Vale, que no hay nada mejor.
— Siempre te ha gustado la nieve — supe que
sonrió por el tono de voz. — Bebé, mi paciente
está esperando.
— Mamá, solo quería pedirte el auto prestado.
Tengo que ir al centro a recoger unas cosas para
el colegio, pero no tengo ganas de caminar hasta
la parada de taxis.
— Bien, pero ten cuidado y mandame un texto
cuando llegues a casa ¿de acuerdo? — dijo con
tono serio.
— Si mami. Te amo. Cuídate, besos — terminé la
llamada y aventé el celular a la cama. Me
recosté un rato y cerré mis ojos.
La alarma de mi celular empezó a sonar. Lo
tomé y ví la hora. 3:35.
Me levanté de un brinco de la cama y saqué una
chamarra abrigadora de mi armario. Corrí
escaleras abajo mientras cubría mi cuerpo con la
chamarra. Tomé las llaves del auto de mamá y
salí rápidamente de la casa.
Manejé hasta el centro y estacioné el auto en el
parque, que no quedaba tan lejos del edificio
donde me encontraría con el "profesor" por
decir algo.
Caminé hasta el edificio sintiendo cómo el frío se
pegaba a mis piernas y a mi rostro. Me detuve
frente a la puerta de madera y le dí unos
golpecitos a la ventanita.
Un tipo abrió.
Me paralicé cuando vi su rostro. Cabello dorado,
piel un poco bronceada, ojos miel y labios
gruesos y rosados. Era perfecto.
— Pasa — me ofreció mientras me dedicaba una
sonrisa de lado.
— Gracias — di un paso al frente y sentí calor.
Delicioso calor. Avancé unos cuantos pasos más
y vi una pequeña salita con una mesa en el
centro. A un lado de la salita se veían unas
escaleras que llevaban a varios cuartos. Me
pregunto que habría ahí.
— Hola ______. Me llamo Justin Bieber.
— Hola Justin — le dije mientras extendía mi
mano y la estrechaba con la suya.
— Yo seré tu profesor.
.....................................
Después de unos minutos Halley llegó tomada de
la mano de un chico alto, de cabello negro y
ojos color verde. Era realmente apuesto.
Me pidió que se quedara en mi casa. Pues claro,
soy la chica con una casa practimente sola todo
el tiempo. Mi madre trabaja como enfermera en
el hospital y siempre pide horas extra. Solo de
vez en cuando puedo verla. Y mi padre es
miembro de una firma de abogados; nunca está
en casa. Entonces tuve que decirle que podía
quedarse.
El chico tenía auto así que nos fuimos en su
auto. Cuando llegamos a mi casa, les ofrecí el
cuarto de visitas. Los dos se metieron y bueno,
sus gritos se escuchaban hasta mi cuarto, el cual
está al fondo en el segundo piso.
A la mañana siguiente no pude contenerme y
hablé al número que había anotado ayer.
— Buenos días — dijo una voz masculina.
— Ahm, hola... Quería pedir informes acerca de
las clases que dan — dije mientras con mi dedo
índice hacía churrito un mechón de pelo.
— ¿Qué le gustaría saber? — me preguntó.
— ¿De qué son las clases?
— Sexo — lo dijo tan claro que por poco se me
sale el corazón por la boca.
— ¿Sexo? ¿Cómo podría enseñarse el sexo? — lo
reté.
— Fácil. Se enseñan posiciones y tácticas para
conseguir los orgasmos, por ejemplo. También
lo que hago es enseñarles cómo le gusta el sexo
a la mayoría de los hombres — habló en
singular.
— ¿Cómo funcionan las clases?
— Pues, usted hace una cita conmigo, el día que
quede la cita tiene que venir. Se toman sus
datos y unas pruebas de sangre, no quiero que
me contagien de algo. Después se procede a la
primera clase, que es gratis.
— ¿La clase es práctica o ilustrativa?
— Práctica.
¡Dios! ¡Este hombre enseña a las mujeres a tener
sexo teniéndo sexo con ellas!
— ¿Puedo hacer una cita?
— Por supuesto. ¿Su nombre?
— ______... Masen — dije insegura.
— Okey, su cita está agendada para el día de hoy
a las 3:30 de la tarde. La espero con ancias
señorita ______.
- Hasta luego - colgué rápido y tomé una
bocanada de aire.
¿Pero qué estaba haciendo? Esto no era posible.
¿Qué has hecho ______? Me repetía a mí misma.
Salí de la cama y bajé las escaleras para
desayunar. Abrí el refrigerador y vi una nota
pegada al envase de leche.
"George quizo llevarme a desayunar. Vuelvo a
las 5"
— Halley, ¿cuándo crecerás? — tomé la notita y
la arrugué con mi mano. La tiré a la basura y
saqué el jugo. Me serví en un vaso y empecé a
ingerirlo.
Saqué unos panqués y los metí uno por uno a
mi boca. Cuando terminé puse todo en su lugar
y subí a mi cuarto para cambiarme e ir a
correr.
Estaba corriendo, inhalando el aire de la
mañana; dulce y fresco. A los treinta minutos de
haber corrido, bajé la velocidad y me pasé por
la casa de Julie, mi otra mejor amiga.
— ¡______! — gritó cuando abrió la puerta. —
¿Qué te trae por aquí?
—Solo quería saber cómo estabas — le dije
mientras besaba su mejilla.
— He estado muy bien, tía — su acento
británico aún no desaparecía a pesar de que ya
llevaba residiendo en Philadelfia un buen rato.
— ¿Tú cómo has estado? — me preguntó.
— Bien. La escuela es más ligera — admití
.
— Uhm — suspiró. Un grito se escuchó dentro
de la casa. Julie se volvió para averigua qué
pasaba. — Creo que tengo que irme. Envíale
saludos a Halley de mi parte — se metió a la
casa y yo regresé con mi trote hasta llegar a
casa.
Julie había tenido que dejar la escuela después
de que su padrastro violó de ella y la dejó
embarazada, por suerte se encontró con Charlie,
quien había estado enamorado de ella desde
siempre. Él está terminando la universidad y
trabaja para mantener a Julie y a Mateo, su hijo.
Cuando llegué a casa, me metí a la ducha. Me
vestí con unos jeans ajustados, una blusa de
tirantes blanca y encima un sueter de lana color
marrón. Metí mis pies en mis UGG's beige y
acomodé mi cabello en una coleta.
Cargué mi celular y le llamé a mi madre.
— ¿Hola? — dijo mi mamá por la bocina.
— Mami — exclamé feliz.
— ¡Mi vida! ¿Cómo amaneciste chiquita? — me
preguntó entusiasmada.
— Bien. Hace mucho frío — me quejé.
— Lo sé. No han dejado de anunciar en las
noticias una posible nevada — dijo.
— Vale, que no hay nada mejor.
— Siempre te ha gustado la nieve — supe que
sonrió por el tono de voz. — Bebé, mi paciente
está esperando.
— Mamá, solo quería pedirte el auto prestado.
Tengo que ir al centro a recoger unas cosas para
el colegio, pero no tengo ganas de caminar hasta
la parada de taxis.
— Bien, pero ten cuidado y mandame un texto
cuando llegues a casa ¿de acuerdo? — dijo con
tono serio.
— Si mami. Te amo. Cuídate, besos — terminé la
llamada y aventé el celular a la cama. Me
recosté un rato y cerré mis ojos.
La alarma de mi celular empezó a sonar. Lo
tomé y ví la hora. 3:35.
Me levanté de un brinco de la cama y saqué una
chamarra abrigadora de mi armario. Corrí
escaleras abajo mientras cubría mi cuerpo con la
chamarra. Tomé las llaves del auto de mamá y
salí rápidamente de la casa.
Manejé hasta el centro y estacioné el auto en el
parque, que no quedaba tan lejos del edificio
donde me encontraría con el "profesor" por
decir algo.
Caminé hasta el edificio sintiendo cómo el frío se
pegaba a mis piernas y a mi rostro. Me detuve
frente a la puerta de madera y le dí unos
golpecitos a la ventanita.
Un tipo abrió.
Me paralicé cuando vi su rostro. Cabello dorado,
piel un poco bronceada, ojos miel y labios
gruesos y rosados. Era perfecto.
— Pasa — me ofreció mientras me dedicaba una
sonrisa de lado.
— Gracias — di un paso al frente y sentí calor.
Delicioso calor. Avancé unos cuantos pasos más
y vi una pequeña salita con una mesa en el
centro. A un lado de la salita se veían unas
escaleras que llevaban a varios cuartos. Me
pregunto que habría ahí.
— Hola ______. Me llamo Justin Bieber.
— Hola Justin — le dije mientras extendía mi
mano y la estrechaba con la suya.
— Yo seré tu profesor.
.....................................
SwaggerBiebz
Re: Sex Instructor (Justin Bieber) HOT
Capítulo tres.
Justin hizo que me sentara en la salita y le
contara de mis "espectativas de la clase" pero
preferí no decirle. La verdad era que no
esperaba nada. Ni siquiera sabía si quería tener
sexo con un chico desconocido.
- Bueno, te haré unas preguntas. Tendrás que
contestarlas sinceramente, ¿de acuerdo? - dijo
serio, pero sin perder rastro de su belleza pura.
Asentí.
- Edad.
- 17 años.
- Menor de edad - masculló al tiempo que
anotaba algo en una hoja. - ¿Virgen? - pasé
saliva y apreté mis manos. Me puse tensa.
- Sí - admití a regañadientes.
- ¿Tienes algún problema cardíaco o algo por el
estilo? - lo tengo ahora mismo. ¡Un putísimo
hombre con una belleza tremenda y una voz
gruesa y ronca está haciendo que mi corazón se
acelere!
- No.
- Bien. Como eres menor de edad y eres virgen
no puedo hacerte otras preguntas - dijo
mientras guardaba la hoja en una carpeta. - Y al
ser virgen, no tengo que hacerte estudios.
- Pero... ¿Qué pasa después? - pregunté mientras
empezaba a quitarme mi chamarra.
- Pues, yo puedo desvirgarte - ¿por qué
demonios me hablaba del sexo como si fuera
cualquier cosa? - O podemos esperar a que
pierdas tu virginidad - abrió un poco sus piernas
y recargó sus codos en los muslos acercándo su
rostro hacia mí.
- ¿Tú puedes quitarmela?
- No tengo problema con eso.
- Pero...
- Ya sé. Te han dicho que la primera vez es
espantosa, pero puedo asegurarte que no lo es.
Solo tienes que buscar el momento correcto y la
persona correcta - empezó a decir. - Yo con
mucho gusto puedo hacer que tu primera vez
sea totalmente inolvidable.
- ¿Harías eso? - le pregunté interesada. - Pero...
- Hay reglas en esto, ______ - me interrumpió.
-
Son simples. Si las sigues, todo será más fácil.
Empezó a decir las reglas una por una.
- Primera regla - empezó a decir. - No puedes
contarle a nadie que doy clases. Si una mujer se
topa con ese letrero es porque el destino la
llama, no por otras cosas. Dos, no sabrás nada
de mí; a qué me dedico y qué hago fuera de
aquí. Tres, nada de sentimientos. Esto es sexo y
nada más que eso. Cuatro, no hay obligaciones,
yo te hago sentir bien y tu a mí. Cinco, me
protegeré todo el tiempo. Nada de semen dentro
de tí. Seis, nada de buscarnos.
- ¿Terminaste? - le pregunté mientras alzaba las
cejas.
- Sí.
- Bien... ¿Y qué pasa si rompo alguna regla?
¿Qué pasa si TÚ rompes alguna regla? -
remarqué la palabra tú para dejar en claro que
no solo yo puedo romper las reglas.
- Yo nunca he roto las reglas.
- Pero puede pasar - arrugué el entrecejo y me
acerqué a él. - Que nunca te haya pasado no
significa que jamás te pasará.
- Creéme, no pasará - enarcó una ceja y tocó mi
rodilla. Sentí como mi piel se erizaba.
- Bien - me levanté y lo miré. Él hizo lo mismo.
Era notablemente más alto que yo. - ¿Cuándo
puedes desvirgarme?
- Depende.
- ¿De qué?
- Mi estado de ánimo, mi agenda...
- Okey, okey. Revisa en tu agenda - sonrió de
lado y se dirigió al pequeño escritorio. Sacó una
libretita negra ya casi a punto de terminarse.
Hojeó un poco hasta que dió con algun espacio.
- Puedo hoy - tragué saliva.
- ¿Qué? - apenas y puede decirse que lo que
acababa de decir era un susurro, porque lo dije
tan bajo que dudé si Justin lo había escuchado.
- Estoy de buen ánimo y tengo tiempo...
- Pe-pero - tartamudeé.
- Si no quieres no. No puedo obligarte a hacer
algo que no quieres.
Me quedé pensando un momento. Mis padres no
estarían hoy en casa así que no puede pasar
nada. Lo miré a los ojos, a esos miel y
profundos ojos y tomé aire para hablar de
nuevo.
- Bien. ¿Dónde y a qué hora?
..................................................
Justin hizo que me sentara en la salita y le
contara de mis "espectativas de la clase" pero
preferí no decirle. La verdad era que no
esperaba nada. Ni siquiera sabía si quería tener
sexo con un chico desconocido.
- Bueno, te haré unas preguntas. Tendrás que
contestarlas sinceramente, ¿de acuerdo? - dijo
serio, pero sin perder rastro de su belleza pura.
Asentí.
- Edad.
- 17 años.
- Menor de edad - masculló al tiempo que
anotaba algo en una hoja. - ¿Virgen? - pasé
saliva y apreté mis manos. Me puse tensa.
- Sí - admití a regañadientes.
- ¿Tienes algún problema cardíaco o algo por el
estilo? - lo tengo ahora mismo. ¡Un putísimo
hombre con una belleza tremenda y una voz
gruesa y ronca está haciendo que mi corazón se
acelere!
- No.
- Bien. Como eres menor de edad y eres virgen
no puedo hacerte otras preguntas - dijo
mientras guardaba la hoja en una carpeta. - Y al
ser virgen, no tengo que hacerte estudios.
- Pero... ¿Qué pasa después? - pregunté mientras
empezaba a quitarme mi chamarra.
- Pues, yo puedo desvirgarte - ¿por qué
demonios me hablaba del sexo como si fuera
cualquier cosa? - O podemos esperar a que
pierdas tu virginidad - abrió un poco sus piernas
y recargó sus codos en los muslos acercándo su
rostro hacia mí.
- ¿Tú puedes quitarmela?
- No tengo problema con eso.
- Pero...
- Ya sé. Te han dicho que la primera vez es
espantosa, pero puedo asegurarte que no lo es.
Solo tienes que buscar el momento correcto y la
persona correcta - empezó a decir. - Yo con
mucho gusto puedo hacer que tu primera vez
sea totalmente inolvidable.
- ¿Harías eso? - le pregunté interesada. - Pero...
- Hay reglas en esto, ______ - me interrumpió.
-
Son simples. Si las sigues, todo será más fácil.
Empezó a decir las reglas una por una.
- Primera regla - empezó a decir. - No puedes
contarle a nadie que doy clases. Si una mujer se
topa con ese letrero es porque el destino la
llama, no por otras cosas. Dos, no sabrás nada
de mí; a qué me dedico y qué hago fuera de
aquí. Tres, nada de sentimientos. Esto es sexo y
nada más que eso. Cuatro, no hay obligaciones,
yo te hago sentir bien y tu a mí. Cinco, me
protegeré todo el tiempo. Nada de semen dentro
de tí. Seis, nada de buscarnos.
- ¿Terminaste? - le pregunté mientras alzaba las
cejas.
- Sí.
- Bien... ¿Y qué pasa si rompo alguna regla?
¿Qué pasa si TÚ rompes alguna regla? -
remarqué la palabra tú para dejar en claro que
no solo yo puedo romper las reglas.
- Yo nunca he roto las reglas.
- Pero puede pasar - arrugué el entrecejo y me
acerqué a él. - Que nunca te haya pasado no
significa que jamás te pasará.
- Creéme, no pasará - enarcó una ceja y tocó mi
rodilla. Sentí como mi piel se erizaba.
- Bien - me levanté y lo miré. Él hizo lo mismo.
Era notablemente más alto que yo. - ¿Cuándo
puedes desvirgarme?
- Depende.
- ¿De qué?
- Mi estado de ánimo, mi agenda...
- Okey, okey. Revisa en tu agenda - sonrió de
lado y se dirigió al pequeño escritorio. Sacó una
libretita negra ya casi a punto de terminarse.
Hojeó un poco hasta que dió con algun espacio.
- Puedo hoy - tragué saliva.
- ¿Qué? - apenas y puede decirse que lo que
acababa de decir era un susurro, porque lo dije
tan bajo que dudé si Justin lo había escuchado.
- Estoy de buen ánimo y tengo tiempo...
- Pe-pero - tartamudeé.
- Si no quieres no. No puedo obligarte a hacer
algo que no quieres.
Me quedé pensando un momento. Mis padres no
estarían hoy en casa así que no puede pasar
nada. Lo miré a los ojos, a esos miel y
profundos ojos y tomé aire para hablar de
nuevo.
- Bien. ¿Dónde y a qué hora?
..................................................
SwaggerBiebz
Re: Sex Instructor (Justin Bieber) HOT
Capítulo cuatro.
- Nunca tengo sexo aquí - dijo. - Tú decide. Tu
primera vez tiene que ser especial e inolvidable.
- Tengo un lugar especial - susurré recordando
el jardinsito donde había tenido mi primer beso,
había leído mi primer novela y había imaginado
mi casamiento un millón de veces. - Es un
jardín.
- ¿Dónde?
- En mi casa.
- Okey. ¿Tienes auto?
- Sí ¿por?
- Me iré contigo - dijo mientras tomaba una
carpeta y su saco.
- Ahm...
- Regla número dos; no puedes saber cosas de
mí ni yo de tí. Me llevarás a tu casa pero con
los ojos vendados, así no sabré a dónde vamos -
me dijo mientras sacaba una corbata y me la
daba.
- Esta bien - tomé la corbata y la metí en mi
bolsillo.
Salimos de la "tienda". Justin cerró con llave y
me siguió hasta el auto.
- Es éste - le dije mientras señalaba el mercedes
negro de mi madre.
- ¿Dónde puedo poner mis cosas? - me preguntó
mientras alzaba su saco y su carpeta negra.
- Oh, déjala en el asiento de atrás.
Tomó sus cosas y las puso donde le dije. Abrió la
puerta del copiloto y se metió en el auto. Corrí
hacia la puerta del piloto y me metí tambien.
- Bien - suspiré. - Date vuelta - le pedí. Se dió
vuelta y puse la corbata cubriendo sus ojos.
Regresó a su posisión normal y arranqué para
irnos a casa.
Cuando llegamos, tomé a Justin del brazo y nos
metimos a la casa por la parte trasera que daba
al jardín donde estaba la piscina. Lo llevé hasta
el jardinsito donde tendríamos nuestra noche
especial. Aún tenía el puente de flores y hojas
que había hecho con mi madre unos años atrás.
Lo contemplé unos segundos. Ví la serie de luces
que estaba colgada en el puente y lo conecté. La
luz me cegó un poco. Enarqué la ceja y me puse
frente a Justin.
Miré sus labios, llenos y perfectos. Quería
besarlo. Devorar su boca y lamer su lengua. Le
quité la corbata de los ojos y dejé que me
mirara.
Vió directamente a mis ojos y me sonrió.
- Lindo - dijo mientras le daba una ojeada al
lugar. Se quitó su saco y jaló de su cabello. -
Entonces... ¿Vas a traer sabanas o algo? - me
pregunto mirando el suelo enlodado.
- Era lo que estaba pensando. Creo que será
mejor que entremos - le dije mientras me dirigía
al arco y apagaba las luces.
- No, enciéndelas - me pidió. Se acercó a mí y
rozó su piel con la mía, provocando una
sensación de calor inmensa. Tomó el cable de mi
mano y volvió a conectarlo.
La luz se reflejó en su cabello dorado, dándole
un aspecto mas formal y delicado a su rostro.
Me tomó de la mano y me acercó a él.
- ¿Tienes algún radio o unas bocinas? - me
preguntó.
- Lamentablemente todas murieron en la
parrillada del 4 de Julio - reí entre dientes. Soltó
una risita y movió la cabeza.
- Entonces... ¿Cantas? - me preguntó. Negué con
mi cabeza. - Yo si. ¿Te molestaría si canto? -
moví mi cabeza para que se animara a empezar.
- Quiero que sea un momento realmente
especial para tí. Tampoco quiero que te
enamores, sino que desees más el sexo despues
de ésto.
Tomó aire y tomó de mi cintura haciendo que mi
cuerpo chocara con el suyo dulcemente. Empezó
a cantar una melodía perfecta. Era lenta y
suave. Sus pies hicieron que los míos se
movieran al compás de la canción. Estabamos
bailando. Estabamos en mi lugar favorito en el
mundo, bailando. Estaba adorando realmente
este momento. Recargué mi cabeza en su
hombro sin alcanzarlo totalmente. Él puso su
mandíbula al raz de mi cabeza y siguió el
compás.
El aire se colaba entre nuestros cuerpos y me
hacía estremecer de vez en cuando. Castañeé un
poco y sentí cómo su mano bajaba un poco más
allá de mi cintura. Mis brazos subieron a su
cuello abrazándolo al fin. Él abrazó mi cintura
con sus fornidos brazos y su rostro quedó a
pocos centímetros del mío. Su respiración era
constante y regular, la mía era irregular e
inconstante. Su mano derecha viajó hasta mi
cuello tocando y acariciando mi mandíbula,
acercándome más aún a su rostro.
Sentí su piel tocar la mía, su aroma penetrando
mis poros y mis fosas nasales. Era perfecto.
Sus labios envolvieron los míos en un beso
tenue y delicado. Los movió constantemente
hasta hacerme querer más de sus labios.
Deseaba el contacto de su piel con la mía. Me
tomó de lacintura y plantó un beso delicado en
mi mejilla.
- Quítate la blusa - me ordenó en un susurro.
Inmediatamente la fuí quitando lentamente.
Cuando al fin la quité por completo la aventé a
una esquina del jardinsito.
Justin miró directamente a mis pechos y lamió
sus labios. Se acercó y con la llema de su dedo
tocó la piel de mi abdomen. Mi piel se erizó ante
el contacto de su piel con la mía. Justin sonrió al
ver la reacción de mi cuerpo ante esa simple
acción.
- ¿Te lo quitas o te lo quito? - dijo pegando sus
labios a mi lóbulo. Sentí su mano en el broche
de mi sostén. Abrí mis ojos como platos.
- Mejor... vamos... vamos al cuarto - le dije
mientras tomaba sus brazos y separaba sus
manos de mi cintura.
- Está bien.
Estaba a punto de ponerme la blusa cuando
Justin me la quitó de las manos.
- No. Así te ves perfecta, me gusta mucho tu
abdomen - me dijo mientras se mordía el labio
inferior.
Corrimos hasta la puerta de la casa. Saqué la
llave de mi pantalón. Metí la llave en la
cerradura. De repente sentí los labios suaves de
Justin en mi hombro. Bajó sus manos a mi
trasero y lo sobó. Cerré mis ojos y disfruté de la
nueva sensación que me causaba eso.
Abrí la puerta y entramos. Justin seguía
apachurrando y sobando mi trasero. Se sentía
delicioso.
- ¡Dios! Tienes un trasero realmente perfecto -
gruñó. Me di vuelta y tomé su rostro entre mis
manos. Lo acerqué a mí y lo besé. Correspondió
el beso de una manera voráz.
Mordía mis labios
y metía su lengua ferózmente. Me cargó
haciendo que mis piernas rodearan su cintura.
Sentí un bulto en mi parte femenina. Me separé
de él cuando escuché su risa perfecta.
- Tranquila, es normal. Me tienes muy excitado.
Sentí como el color subió a mis mejillas. Justin
alzó su rostro y me dió un beso delicado en los
labios.
- Vamos a tu cuarto - me dijo. Me depositó en el
piso y rapidamente lo llevé a mi cuarto. Cuando
llegamos, inmediatamente me abrazó por detrás
y me besó el cuello.
Cerré mis ojos y disfruté la sensación que me
causaban sus labios rozando mi piel. Me di
vuelta soltándome de su agarre y llevé mis
manos al broche del sostén. Le sonreí
pícaramente y regresé mis manos al frente.
Justin sonrió de lado mostrándome su dentadura
perfecta.
- Eres mala - musitó. Sonreí. Mi mano fué hasta
la hebilla de su cinturón. Lo jalé hacia mí y
empecé a desabrochar su camisa.
Justin se sacó la camisa y me besó una vez más
recostándome lentamente de espaldas en la
cama. Él se puso sobre mí de una manera que no
me aplastara. Volvió a besarme y sus labios
empezaron a bajar poco a poco. Primero a mi
cuello, después a mi pecho y más abajo. Cuando
llegó a mi ombligo no pude contener la
necesidad de gemir. Lo hice. Mi garganta soltó
un sonido diferente al de un gemido de dolor,
era un gemido de placer. Justin no dijo nada. De
repente sentí sus labio más abajo. Su mano
estaba jugueteando con mi muslo.
Levanté al torso un poco para ver lo que Justin
estaba haciendo. Empezó a desabrochar mi
pantalón y a bajarlo poco a poco hasta que solo
me quedé en ropa interior. Se puso encima de
mí de nuevo y empezó a besar mis pechos
alternadamente. Se sentía realmente bien. Cerre
los ojos y disfruté de cada sensación nueva que
me hacía experimentar.
De un momento a otro sentí como desabrochó
mi sostén y me lo quitó por completo.
- ¡Mierda! - gruñó. - A penas eres una nena y
tienes el pecho de una modelo de 25 años. De
verdad me tienes sorprendido - sonrió y besó
mis pechos nuevamente. Pero ahora pude sentir
como los succionaba y los chupaba. Mientras
chupaba uno, con su mano jugueteaba con el
pezón del otro.
Después de haber tenido suficiente, Justin se
quitó el cinturón. Yo levanté mi torso y ayudé a
quitarse el pantalón. De repenté vi su paquete.
Se veía enorme. Mordí mi labio y tuve la
necesidad de tocarlo.
- Adelante - me ofreció Justin. Subí la mirada y
vi como cerraba sus ojos.
Regresé la mirada a su miembro y lo saqué del
bóxer negro. Era realmente grande. Empecé a
juguetear con él. Subía y bajaba mi mano y una
que otra vez, lamía la punta. Justin estaba
jadeando. Su respiración era acelerada.
Puso sus manos en mis hombros alejándome de
su miembro y me recostó delicadamente en la
cama. Se quitó por completo el bóxer y me
regaló una sonrisa. Bajó sus manos a mis cadera
y empezó a quitar mis bragas muy despacio. Las
dejó en mis tobillos y me pidió que me las
safara. Su cuerpo se pegó al mío y empezó a
hacer movimientos suaves con su miembro cerca
de mi feminidad.
Se sentía realmente bien.
Lamió sus dedos y los llevó a mi parte femenina.
La frotó. De repente sentí como metía un dedo
en mi feminidad. Lo sacaba y lo metía una y
otra vez. Se sentía realmente bien. Gemí tan
fuerte que tuvo que besarme y callar mis gritos.
- Y eso que es solo un dedo - dijo con su boca
pegada a la mía. - ¿Estás lista? - dijo tomando su
miembro con su mano y pegándolo a mi
feminidad, ya casi dentro.
- Lista.
........................................
- Nunca tengo sexo aquí - dijo. - Tú decide. Tu
primera vez tiene que ser especial e inolvidable.
- Tengo un lugar especial - susurré recordando
el jardinsito donde había tenido mi primer beso,
había leído mi primer novela y había imaginado
mi casamiento un millón de veces. - Es un
jardín.
- ¿Dónde?
- En mi casa.
- Okey. ¿Tienes auto?
- Sí ¿por?
- Me iré contigo - dijo mientras tomaba una
carpeta y su saco.
- Ahm...
- Regla número dos; no puedes saber cosas de
mí ni yo de tí. Me llevarás a tu casa pero con
los ojos vendados, así no sabré a dónde vamos -
me dijo mientras sacaba una corbata y me la
daba.
- Esta bien - tomé la corbata y la metí en mi
bolsillo.
Salimos de la "tienda". Justin cerró con llave y
me siguió hasta el auto.
- Es éste - le dije mientras señalaba el mercedes
negro de mi madre.
- ¿Dónde puedo poner mis cosas? - me preguntó
mientras alzaba su saco y su carpeta negra.
- Oh, déjala en el asiento de atrás.
Tomó sus cosas y las puso donde le dije. Abrió la
puerta del copiloto y se metió en el auto. Corrí
hacia la puerta del piloto y me metí tambien.
- Bien - suspiré. - Date vuelta - le pedí. Se dió
vuelta y puse la corbata cubriendo sus ojos.
Regresó a su posisión normal y arranqué para
irnos a casa.
Cuando llegamos, tomé a Justin del brazo y nos
metimos a la casa por la parte trasera que daba
al jardín donde estaba la piscina. Lo llevé hasta
el jardinsito donde tendríamos nuestra noche
especial. Aún tenía el puente de flores y hojas
que había hecho con mi madre unos años atrás.
Lo contemplé unos segundos. Ví la serie de luces
que estaba colgada en el puente y lo conecté. La
luz me cegó un poco. Enarqué la ceja y me puse
frente a Justin.
Miré sus labios, llenos y perfectos. Quería
besarlo. Devorar su boca y lamer su lengua. Le
quité la corbata de los ojos y dejé que me
mirara.
Vió directamente a mis ojos y me sonrió.
- Lindo - dijo mientras le daba una ojeada al
lugar. Se quitó su saco y jaló de su cabello. -
Entonces... ¿Vas a traer sabanas o algo? - me
pregunto mirando el suelo enlodado.
- Era lo que estaba pensando. Creo que será
mejor que entremos - le dije mientras me dirigía
al arco y apagaba las luces.
- No, enciéndelas - me pidió. Se acercó a mí y
rozó su piel con la mía, provocando una
sensación de calor inmensa. Tomó el cable de mi
mano y volvió a conectarlo.
La luz se reflejó en su cabello dorado, dándole
un aspecto mas formal y delicado a su rostro.
Me tomó de la mano y me acercó a él.
- ¿Tienes algún radio o unas bocinas? - me
preguntó.
- Lamentablemente todas murieron en la
parrillada del 4 de Julio - reí entre dientes. Soltó
una risita y movió la cabeza.
- Entonces... ¿Cantas? - me preguntó. Negué con
mi cabeza. - Yo si. ¿Te molestaría si canto? -
moví mi cabeza para que se animara a empezar.
- Quiero que sea un momento realmente
especial para tí. Tampoco quiero que te
enamores, sino que desees más el sexo despues
de ésto.
Tomó aire y tomó de mi cintura haciendo que mi
cuerpo chocara con el suyo dulcemente. Empezó
a cantar una melodía perfecta. Era lenta y
suave. Sus pies hicieron que los míos se
movieran al compás de la canción. Estabamos
bailando. Estabamos en mi lugar favorito en el
mundo, bailando. Estaba adorando realmente
este momento. Recargué mi cabeza en su
hombro sin alcanzarlo totalmente. Él puso su
mandíbula al raz de mi cabeza y siguió el
compás.
El aire se colaba entre nuestros cuerpos y me
hacía estremecer de vez en cuando. Castañeé un
poco y sentí cómo su mano bajaba un poco más
allá de mi cintura. Mis brazos subieron a su
cuello abrazándolo al fin. Él abrazó mi cintura
con sus fornidos brazos y su rostro quedó a
pocos centímetros del mío. Su respiración era
constante y regular, la mía era irregular e
inconstante. Su mano derecha viajó hasta mi
cuello tocando y acariciando mi mandíbula,
acercándome más aún a su rostro.
Sentí su piel tocar la mía, su aroma penetrando
mis poros y mis fosas nasales. Era perfecto.
Sus labios envolvieron los míos en un beso
tenue y delicado. Los movió constantemente
hasta hacerme querer más de sus labios.
Deseaba el contacto de su piel con la mía. Me
tomó de lacintura y plantó un beso delicado en
mi mejilla.
- Quítate la blusa - me ordenó en un susurro.
Inmediatamente la fuí quitando lentamente.
Cuando al fin la quité por completo la aventé a
una esquina del jardinsito.
Justin miró directamente a mis pechos y lamió
sus labios. Se acercó y con la llema de su dedo
tocó la piel de mi abdomen. Mi piel se erizó ante
el contacto de su piel con la mía. Justin sonrió al
ver la reacción de mi cuerpo ante esa simple
acción.
- ¿Te lo quitas o te lo quito? - dijo pegando sus
labios a mi lóbulo. Sentí su mano en el broche
de mi sostén. Abrí mis ojos como platos.
- Mejor... vamos... vamos al cuarto - le dije
mientras tomaba sus brazos y separaba sus
manos de mi cintura.
- Está bien.
Estaba a punto de ponerme la blusa cuando
Justin me la quitó de las manos.
- No. Así te ves perfecta, me gusta mucho tu
abdomen - me dijo mientras se mordía el labio
inferior.
Corrimos hasta la puerta de la casa. Saqué la
llave de mi pantalón. Metí la llave en la
cerradura. De repente sentí los labios suaves de
Justin en mi hombro. Bajó sus manos a mi
trasero y lo sobó. Cerré mis ojos y disfruté de la
nueva sensación que me causaba eso.
Abrí la puerta y entramos. Justin seguía
apachurrando y sobando mi trasero. Se sentía
delicioso.
- ¡Dios! Tienes un trasero realmente perfecto -
gruñó. Me di vuelta y tomé su rostro entre mis
manos. Lo acerqué a mí y lo besé. Correspondió
el beso de una manera voráz.
Mordía mis labios
y metía su lengua ferózmente. Me cargó
haciendo que mis piernas rodearan su cintura.
Sentí un bulto en mi parte femenina. Me separé
de él cuando escuché su risa perfecta.
- Tranquila, es normal. Me tienes muy excitado.
Sentí como el color subió a mis mejillas. Justin
alzó su rostro y me dió un beso delicado en los
labios.
- Vamos a tu cuarto - me dijo. Me depositó en el
piso y rapidamente lo llevé a mi cuarto. Cuando
llegamos, inmediatamente me abrazó por detrás
y me besó el cuello.
Cerré mis ojos y disfruté la sensación que me
causaban sus labios rozando mi piel. Me di
vuelta soltándome de su agarre y llevé mis
manos al broche del sostén. Le sonreí
pícaramente y regresé mis manos al frente.
Justin sonrió de lado mostrándome su dentadura
perfecta.
- Eres mala - musitó. Sonreí. Mi mano fué hasta
la hebilla de su cinturón. Lo jalé hacia mí y
empecé a desabrochar su camisa.
Justin se sacó la camisa y me besó una vez más
recostándome lentamente de espaldas en la
cama. Él se puso sobre mí de una manera que no
me aplastara. Volvió a besarme y sus labios
empezaron a bajar poco a poco. Primero a mi
cuello, después a mi pecho y más abajo. Cuando
llegó a mi ombligo no pude contener la
necesidad de gemir. Lo hice. Mi garganta soltó
un sonido diferente al de un gemido de dolor,
era un gemido de placer. Justin no dijo nada. De
repente sentí sus labio más abajo. Su mano
estaba jugueteando con mi muslo.
Levanté al torso un poco para ver lo que Justin
estaba haciendo. Empezó a desabrochar mi
pantalón y a bajarlo poco a poco hasta que solo
me quedé en ropa interior. Se puso encima de
mí de nuevo y empezó a besar mis pechos
alternadamente. Se sentía realmente bien. Cerre
los ojos y disfruté de cada sensación nueva que
me hacía experimentar.
De un momento a otro sentí como desabrochó
mi sostén y me lo quitó por completo.
- ¡Mierda! - gruñó. - A penas eres una nena y
tienes el pecho de una modelo de 25 años. De
verdad me tienes sorprendido - sonrió y besó
mis pechos nuevamente. Pero ahora pude sentir
como los succionaba y los chupaba. Mientras
chupaba uno, con su mano jugueteaba con el
pezón del otro.
Después de haber tenido suficiente, Justin se
quitó el cinturón. Yo levanté mi torso y ayudé a
quitarse el pantalón. De repenté vi su paquete.
Se veía enorme. Mordí mi labio y tuve la
necesidad de tocarlo.
- Adelante - me ofreció Justin. Subí la mirada y
vi como cerraba sus ojos.
Regresé la mirada a su miembro y lo saqué del
bóxer negro. Era realmente grande. Empecé a
juguetear con él. Subía y bajaba mi mano y una
que otra vez, lamía la punta. Justin estaba
jadeando. Su respiración era acelerada.
Puso sus manos en mis hombros alejándome de
su miembro y me recostó delicadamente en la
cama. Se quitó por completo el bóxer y me
regaló una sonrisa. Bajó sus manos a mis cadera
y empezó a quitar mis bragas muy despacio. Las
dejó en mis tobillos y me pidió que me las
safara. Su cuerpo se pegó al mío y empezó a
hacer movimientos suaves con su miembro cerca
de mi feminidad.
Se sentía realmente bien.
Lamió sus dedos y los llevó a mi parte femenina.
La frotó. De repente sentí como metía un dedo
en mi feminidad. Lo sacaba y lo metía una y
otra vez. Se sentía realmente bien. Gemí tan
fuerte que tuvo que besarme y callar mis gritos.
- Y eso que es solo un dedo - dijo con su boca
pegada a la mía. - ¿Estás lista? - dijo tomando su
miembro con su mano y pegándolo a mi
feminidad, ya casi dentro.
- Lista.
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SwaggerBiebz
Re: Sex Instructor (Justin Bieber) HOT
ksagkjkjslkaoisklfdsjgkljala no la dejes ahi kfsjksklaljal quieres que muera?? jgjkjasjklaljglkñ siguelaaaa
y si quieres pasate por mi novela!!
y si quieres pasate por mi novela!!
Laura Bieber <3
Re: Sex Instructor (Justin Bieber) HOT
Capítulo cinco.
– Espera – me dijo mientras su pene se separaba de mi feminidad. Corrió hacía el montón de ropa que estaba en la esquina del cuarto y metió su mano al pantalón. Sacó un plástico en forma de cuadrado: un condón. Lo sacó cuidadosamente y lo puso a lo largo de esa bonita erección. – Listo – dijo mientras se dirigía hacia mí con sigilo.
Volvió a ponerse encima de mí y beso la línea delgada de mis labios, los lamió y los mordió. Cerré mis ojos. Solo quería sentir.
Su mano se posó en mi espalda baja. Empujó mi coxis hacia él y sus labios bajaron para besar mi cuello lentamente. Sus movimientos eran delicados, realmente llenos de cariño. Aunque él no sintiera nada de eso, podía sentir la intención de cada una de sus caricias. Quería que fuera especial, me quería complacer.
Sentí su masculinidad tocando mi feminidad. Y entró, se metió en mí lentamente. Sacó un suspiro justo cuando por fin pudo meterlo todo. Apreté mis párpados, dolía mucho. Suspiré. Justin puso su mano en mi cabello y comenzó a acariciarlo.
– ¿Te duele mucho? – me preguntó mientras besaba uno de mis párpados. Abrí los ojos y vi una mirada de ternura en sus ojos.
– No, solo un poco – admití.
– Lo haré lento, no quiero que te atormentes.
Volví a cerrar los ojos y sentí como empezó a sacar su miembro y meterlo de nuevo lentamente.
El dolor me hizo apretar el antebrazo de Justin, él besó mis labios dulcemente y volvió a hacer lo mismo una y otra vez hasta que la entrada y la salida fueron más fáciles. Mi parte femenina ya no sufría tanto como antes. Una parte de mi cuerpo empezó a sentir una descarga eléctrica, tenía la necesidad de hacer que Justin lo hiciera más rápido y más duro, lo necesitaba. Abrí mis ojos y vi los gestos retorcidos de mi profesor.
– Más rápido.
– Oh, ya quería que lo pidieras – gruñó.
Se inclinó aún más a mí y empezó a hacer sus movimientos rápidos y bruscos. Sentí cómo su miembro se puso duro y caliente dentro de mí. Posó sus manos en mis muslos y fue más al fondo. Mi espalda se arqueó y solté un grito.
– ¿Estás bien? – preguntó Justin preocupado.
– Siento… que… ¡Dios mío!... ¿Qué, qué es esto? – pregunté asustada ante la sensación que sentía en todo mi cuerpo.
Empecé a temblar. Justin sonrió de lado y jadeó mientras seguía el ritmo de sus movimientos sin detenerse. Gritó junto conmigo y dejó caer su cuerpo sobre el mío.
– Se llama orgasmo – susurró recuperando la compostura. – Pasa después de que el cuerpo se ha extasiado completamente. Casi nunca hay orgasmos compartidos – sonrió y sacó su miembro de mi feminidad. La acarició con sus dedos haciendo que me estremeciera.
– ¿Acabamos de compartir un orgasmo? – suspiré. Me llevé mis manos a la frente secando el rastro de sudor que había en ésta.
– Así es. Ahora, recuéstate – me dijo mientras le daba palmaditas al lugar vacío de la cama, a un lado suyo.
Me recosté en el espacio vacío junto a él, me besó e hizo que pusiera mi cabeza en su regazo.
– Estuviste increíble – soltó.
– Estoy cansada.
– Duerme.
– ¿Te irás? – pregunté somnolienta.
– No. Cuando despiertes seguiré aquí. Me aseguraré de que descanses un poco. Tenemos que enseñarte otras tácticas – me guiñó un ojo.
Le sonreí y cerré mis ojos. Caí en la inconciencia rápidamente.
Desperté y sentí el brazo fornido de Justin rodeando mi espalda. Levanté el rostro. Estaba viendo su celular.
– Buen día – dijo entre dientes.
– Buen… – me levanté rápidamente, dirigí mi mirada al despertador. 23:54. – Tonto.
– Era una broma, preciosa. Pensé que por ser más joven lo entenderías.
Bloqueó su celular y lo depositó en el buró.
– ¿Lista para tu primera clase? – preguntó casi entusiasmado.
– ¿De qué hablas?
– Te voy a enseñar unas cuantas cosas del sexo.
– ¿Hoy? – pregunté confundida.
– Pues, ya estamos aquí – vaciló.
Me separé de él y asentí. Sonrió de lado y me miró los senos.
– ¿Haces ejercicio?
– ¿Por qué la pregunta? – enarqué una ceja y me acerqué a él.
– Es que tienes un cuerpo realmente tentador. Si no supiera tu edad, juraría que tienes unos 22 – regresó su mirada a mi rostro y tocó mi muslo. – Voy a enseñarte a seducir a un hombre y llevarlo a la cama. Necesito que te vistas – me ordenó.
– ¿Vestirme?
– No querrás saber lo que haría si sigo viéndote desnuda – musitó.
Solté una risita y me levanté de la cama para ponerme mi ropa de nuevo. Justin hizo lo mismo. Cuando estuvimos listos bajó las escaleras y se adentró en la cocina.
– Bien, ¿sabes actuar?
– Tomé unas cuantas clases en séptimo grado – recordé.
– Perfecto. Yo me sentaré aquí y tú te quedarás en la sala. Intenta convencerme que quieres hacerme un oral.
– ¿Qué? – exclamé.
– Escuchaste bien. Ahora, muévete.
Sacudió su mano para que me fuera a la sala. Me senté y él comenzó a sacar un jugo de mi refrigerador. Crucé mis piernas y suspiré cansada. Tomé la revista que estaba en la mesa de centro y empecé a hojear. Miré de reojo a Justin, estaba de nuevo en su celular. Lamí mis labios y lo miré de arriba abajo tentadora. Cerré la revista y la dejé en su lugar. Me levanté decidida. Solté mi cabello y dejé que su perfume se fuera impregnando en el aire.
– Disculpa – tosí. Justin siguió mirando su celular. – ¿Puedo sentarme?
– Ah, ajá – dijo desinteresado.
– ¿Dónde conseguiste ese cinturón?
– Oh, en una tienda.
– No he podido dejar de observar la hebilla, se ve tan… gruesa – le sonreí provocadora cuando al fin pude hacer que me mirara.
– ¡Aburrido! Cualquier otro hombre te hubiera dicho: nena, por favor, ve a tomar tu leche y vete a dormir. No molestes – dijo seco.
– Pero…
– Tus palabras tienen que ser la carnada: tentadoras, provocadoras, no aburridas y agobiantes – guardó su celular en el bolsillo del traje y tomó de su jugo.
– ¿Qué digo?
– Siéntate. Ahora yo te provocaré a ti.
Tomó otro sorbo de su jugo y se fue a la sala. Mientras, yo me senté y le robe un poco de jugo. Me quedé mirando el líquido naranja, con cada giro que le daba al vaso, dejaba un rastro de su pulpa y volvía a bajar.
– Te he estado observando, eso que haces… lo del vaso, ¿tiene que ver con algo psicológico o solo necesitas un poco de compañía? – alcé la vista. Estaba mirando mis labios. Provocándome.
– Me gusta la soledad.
– ¡A mí también! Podríamos compartir esa soledad juntos – le sonreí. De verdad sabía lo que hacía. – Justin Bieber – extendió su mano y la entrelazó con la mía.
– ______ Wilde – tomó mi mano y me dedicó una sonrisa preciosa. Se sentó en la silla frente a mí y comenzó a hablar.
– Tienes unos ojos preciosos – suspiró.
– Gracias. Los tuyos también son lindos.
– Pero me gusta más tu pantalón. Se ajusta perfectamente a tus piernas, es imposible no mirarte.
Sentí la como mi sangre bombeaba más aprisa.
– No te ofendas, pero, quien sea el afortunado debería cuidarte.
– ¿Por qué lo dices? – hice una mueca.
– Si no fuera por mi reputación, te hubiera llevado a mi cama desde el instante en el que te vi entrar.
– ¿Ah sí? – me acerqué a él. Sentí su respiración chocar con mis mejillas.
– Lo haría ahora mismo, solo si tu quisieras.
– ¿Qué pasa si digo que no?
– Vamos ______, ninguna chica se resistiría a ir a la cama conmigo.
Se acercó a un más a mí. Respiré su aliento fresco y dulce.
– Mi turno.
Ahora sí lo haría caer. Tenía la técnica perfecta: contacto físico.
...............................
Ay, perdón por tardar tanto. :c
Espero les guste.
Se viene con todo, de verdad.
El segundo capi que les prometí lo estoy acabando apenas. Mañana se los subo.
– Espera – me dijo mientras su pene se separaba de mi feminidad. Corrió hacía el montón de ropa que estaba en la esquina del cuarto y metió su mano al pantalón. Sacó un plástico en forma de cuadrado: un condón. Lo sacó cuidadosamente y lo puso a lo largo de esa bonita erección. – Listo – dijo mientras se dirigía hacia mí con sigilo.
Volvió a ponerse encima de mí y beso la línea delgada de mis labios, los lamió y los mordió. Cerré mis ojos. Solo quería sentir.
Su mano se posó en mi espalda baja. Empujó mi coxis hacia él y sus labios bajaron para besar mi cuello lentamente. Sus movimientos eran delicados, realmente llenos de cariño. Aunque él no sintiera nada de eso, podía sentir la intención de cada una de sus caricias. Quería que fuera especial, me quería complacer.
Sentí su masculinidad tocando mi feminidad. Y entró, se metió en mí lentamente. Sacó un suspiro justo cuando por fin pudo meterlo todo. Apreté mis párpados, dolía mucho. Suspiré. Justin puso su mano en mi cabello y comenzó a acariciarlo.
– ¿Te duele mucho? – me preguntó mientras besaba uno de mis párpados. Abrí los ojos y vi una mirada de ternura en sus ojos.
– No, solo un poco – admití.
– Lo haré lento, no quiero que te atormentes.
Volví a cerrar los ojos y sentí como empezó a sacar su miembro y meterlo de nuevo lentamente.
El dolor me hizo apretar el antebrazo de Justin, él besó mis labios dulcemente y volvió a hacer lo mismo una y otra vez hasta que la entrada y la salida fueron más fáciles. Mi parte femenina ya no sufría tanto como antes. Una parte de mi cuerpo empezó a sentir una descarga eléctrica, tenía la necesidad de hacer que Justin lo hiciera más rápido y más duro, lo necesitaba. Abrí mis ojos y vi los gestos retorcidos de mi profesor.
– Más rápido.
– Oh, ya quería que lo pidieras – gruñó.
Se inclinó aún más a mí y empezó a hacer sus movimientos rápidos y bruscos. Sentí cómo su miembro se puso duro y caliente dentro de mí. Posó sus manos en mis muslos y fue más al fondo. Mi espalda se arqueó y solté un grito.
– ¿Estás bien? – preguntó Justin preocupado.
– Siento… que… ¡Dios mío!... ¿Qué, qué es esto? – pregunté asustada ante la sensación que sentía en todo mi cuerpo.
Empecé a temblar. Justin sonrió de lado y jadeó mientras seguía el ritmo de sus movimientos sin detenerse. Gritó junto conmigo y dejó caer su cuerpo sobre el mío.
– Se llama orgasmo – susurró recuperando la compostura. – Pasa después de que el cuerpo se ha extasiado completamente. Casi nunca hay orgasmos compartidos – sonrió y sacó su miembro de mi feminidad. La acarició con sus dedos haciendo que me estremeciera.
– ¿Acabamos de compartir un orgasmo? – suspiré. Me llevé mis manos a la frente secando el rastro de sudor que había en ésta.
– Así es. Ahora, recuéstate – me dijo mientras le daba palmaditas al lugar vacío de la cama, a un lado suyo.
Me recosté en el espacio vacío junto a él, me besó e hizo que pusiera mi cabeza en su regazo.
– Estuviste increíble – soltó.
– Estoy cansada.
– Duerme.
– ¿Te irás? – pregunté somnolienta.
– No. Cuando despiertes seguiré aquí. Me aseguraré de que descanses un poco. Tenemos que enseñarte otras tácticas – me guiñó un ojo.
Le sonreí y cerré mis ojos. Caí en la inconciencia rápidamente.
Desperté y sentí el brazo fornido de Justin rodeando mi espalda. Levanté el rostro. Estaba viendo su celular.
– Buen día – dijo entre dientes.
– Buen… – me levanté rápidamente, dirigí mi mirada al despertador. 23:54. – Tonto.
– Era una broma, preciosa. Pensé que por ser más joven lo entenderías.
Bloqueó su celular y lo depositó en el buró.
– ¿Lista para tu primera clase? – preguntó casi entusiasmado.
– ¿De qué hablas?
– Te voy a enseñar unas cuantas cosas del sexo.
– ¿Hoy? – pregunté confundida.
– Pues, ya estamos aquí – vaciló.
Me separé de él y asentí. Sonrió de lado y me miró los senos.
– ¿Haces ejercicio?
– ¿Por qué la pregunta? – enarqué una ceja y me acerqué a él.
– Es que tienes un cuerpo realmente tentador. Si no supiera tu edad, juraría que tienes unos 22 – regresó su mirada a mi rostro y tocó mi muslo. – Voy a enseñarte a seducir a un hombre y llevarlo a la cama. Necesito que te vistas – me ordenó.
– ¿Vestirme?
– No querrás saber lo que haría si sigo viéndote desnuda – musitó.
Solté una risita y me levanté de la cama para ponerme mi ropa de nuevo. Justin hizo lo mismo. Cuando estuvimos listos bajó las escaleras y se adentró en la cocina.
– Bien, ¿sabes actuar?
– Tomé unas cuantas clases en séptimo grado – recordé.
– Perfecto. Yo me sentaré aquí y tú te quedarás en la sala. Intenta convencerme que quieres hacerme un oral.
– ¿Qué? – exclamé.
– Escuchaste bien. Ahora, muévete.
Sacudió su mano para que me fuera a la sala. Me senté y él comenzó a sacar un jugo de mi refrigerador. Crucé mis piernas y suspiré cansada. Tomé la revista que estaba en la mesa de centro y empecé a hojear. Miré de reojo a Justin, estaba de nuevo en su celular. Lamí mis labios y lo miré de arriba abajo tentadora. Cerré la revista y la dejé en su lugar. Me levanté decidida. Solté mi cabello y dejé que su perfume se fuera impregnando en el aire.
– Disculpa – tosí. Justin siguió mirando su celular. – ¿Puedo sentarme?
– Ah, ajá – dijo desinteresado.
– ¿Dónde conseguiste ese cinturón?
– Oh, en una tienda.
– No he podido dejar de observar la hebilla, se ve tan… gruesa – le sonreí provocadora cuando al fin pude hacer que me mirara.
– ¡Aburrido! Cualquier otro hombre te hubiera dicho: nena, por favor, ve a tomar tu leche y vete a dormir. No molestes – dijo seco.
– Pero…
– Tus palabras tienen que ser la carnada: tentadoras, provocadoras, no aburridas y agobiantes – guardó su celular en el bolsillo del traje y tomó de su jugo.
– ¿Qué digo?
– Siéntate. Ahora yo te provocaré a ti.
Tomó otro sorbo de su jugo y se fue a la sala. Mientras, yo me senté y le robe un poco de jugo. Me quedé mirando el líquido naranja, con cada giro que le daba al vaso, dejaba un rastro de su pulpa y volvía a bajar.
– Te he estado observando, eso que haces… lo del vaso, ¿tiene que ver con algo psicológico o solo necesitas un poco de compañía? – alcé la vista. Estaba mirando mis labios. Provocándome.
– Me gusta la soledad.
– ¡A mí también! Podríamos compartir esa soledad juntos – le sonreí. De verdad sabía lo que hacía. – Justin Bieber – extendió su mano y la entrelazó con la mía.
– ______ Wilde – tomó mi mano y me dedicó una sonrisa preciosa. Se sentó en la silla frente a mí y comenzó a hablar.
– Tienes unos ojos preciosos – suspiró.
– Gracias. Los tuyos también son lindos.
– Pero me gusta más tu pantalón. Se ajusta perfectamente a tus piernas, es imposible no mirarte.
Sentí la como mi sangre bombeaba más aprisa.
– No te ofendas, pero, quien sea el afortunado debería cuidarte.
– ¿Por qué lo dices? – hice una mueca.
– Si no fuera por mi reputación, te hubiera llevado a mi cama desde el instante en el que te vi entrar.
– ¿Ah sí? – me acerqué a él. Sentí su respiración chocar con mis mejillas.
– Lo haría ahora mismo, solo si tu quisieras.
– ¿Qué pasa si digo que no?
– Vamos ______, ninguna chica se resistiría a ir a la cama conmigo.
Se acercó a un más a mí. Respiré su aliento fresco y dulce.
– Mi turno.
Ahora sí lo haría caer. Tenía la técnica perfecta: contacto físico.
...............................
Ay, perdón por tardar tanto. :c
Espero les guste.
Se viene con todo, de verdad.
El segundo capi que les prometí lo estoy acabando apenas. Mañana se los subo.
SwaggerBiebz
Re: Sex Instructor (Justin Bieber) HOT
CAPITULO 6
Justin tomó mi mano y me giró para que me fuera de nuevo a la sala. Le guiñé un ojo y empecé con la acción.
Trátalo cómo un amigo, no como tu perro, recordé las palabras de mi madre cuando me enseñó a ligar con chicos.
– ¡Ah! ¡Carajo! – gruñí.
– ¿Estás bien? – sentí las manos de Justin tocar mi espalda baja, acariciándola e intentando ayudarme. – ¿Qué te ha pasado?
– Ah, nada, no te preocupes, pero gracias por ayudarme – me solté de su agarre.
Solté un grito cuando recargué el pie en el piso. Todo parte de mi plan.
– Parece que no es nada bueno – arrugó la nariz.
– No te preocupes, estoy bien – le aseguré.
– Déjame llevarte al médico, puede ser algo serio.
– No es necesario, de verdad – toqué su hombro y le guiñé un ojo. Se lo había creído todo. – ¿A quién agradezco? – le pregunte con voz tentadora.
– Justin Bieber.
– Muchas gracias, Justin. Solo, quiero pedirte un favor más… ¿puedes llevarme a mi recámara? No creo poder subir esa cantidad de escalones yo sola.
Ladeó la cabeza y sonrió.
– Por supuesto.
Puse mi brazo alrededor de su cuello. Me levantó entre sus brazos y me apretó fuerte contra su pecho. Caminó conmigo entre sus brazos hasta subir las escaleras. Me bajó cuando la puerta de mi recamara se interpuso en mi camino.
– Sana y salva…
– ______ Wilde – le sonreí y toqué “sin querer” su pecho bajando hasta su abdomen.
– Ahm – bajó la mirada a mi mano, que estaba justo por debajo de la hebilla de su cinturón. – Me dio… mucho gusto… conocerte – dijo entrecortado. Baje un poco más la mano, justo encima de ese precioso bulto.
Suspiró.
– ¿Estaría mal besarte? – le pregunté.
Alzó la mirada y besó mis labios apasionadamente. Seguí el beso y empecé a acariciar su miembro. Sus manos fueron a mis senos. Las aparté y me alejé de él.
– ¡Hey! ¿Qué pasa? – reclamó.
– Enséñame a seducir aún mejor – le pedí. Hice un puchero con mis labios y sonreí.
– ¿Me vas a dejar con las ganas?
– Enséñame y te hago hacer conmigo lo que desees la próxima clase.
– ¿Lo que deseé?
– Así es – asentí. Me di vuelta y paré el trasero. Bajé las escaleras esperando que me siguiera.
Sentí su agarre por detrás, pegando sus muslos contra mi trasero. Solté un suspiro y forcejeé para zafarme de sus brazos. Puso su mano alrededor de mi cintura y la deslizó dentro de mi pantalón hasta llegar a mi parte femenina. Recorrió mi braga a un lado y empezó a acariciar mi clítoris. Sentí como mi feminidad se calentaba y se mojaba. Besó mi mejilla y mi cuello al mismo tiempo que su dedo medio empezó a meterse ahí debajo.
– Oh… Justin – gemí.
Justin jadeó y empezó a balbucear en mi oído. Tomé una bocanada de aire e intenté con todas mis fuerzas no gritar.
– Estás muy mojada, preciosa – gruñó entre dientes.
Sacó su mano y los lamió, probando mis líquidos.
– Me has dejado con las ganas – dije entrecortada, casi jadeando.
– Me has hecho lo mismo dulzura. Eso no se lo puedes hacer a Justin Bieber – tocó mi mentón y sonrió. Plantó un beso en la comisura de mis labios y bajó las escaleras. – Te voy a enseñar a seducir a un hombre de manera vulgar, sutil y refinada. Con éstos consejos podrás tener en tu cama desde un albañil hasta el hombre más rico del planeta.
– Bien. Enséñame.
– Primer paso: vístete atrevida, pero nunca de una manera vulgar. Ponte un vestido que te llegue una pulgada debajo de medio muslo. Eso hará que los hombres, en el momento de tener contacto físico, quieran subir esa faldita y empezar a tocarte. Nos gustan mucho las mujeres que dejan ver solo algunas partes de su cuerpo, nos gusta descubrir, nunca te pongas un vestido que tenga tres escotes; el de la espalda, el del pecho y el del abdomen. Eso es escandaloso. No eres una puta, eres una provocadora. Busca algo que te quede ajustado del trasero y de las piernas, es la parte favorita de todo hombre, aparte del busto y los labios.
– Tendré que anotarlo.
– No te preocupes, con la práctica no necesitarás recordarlo, solo saberlo.
– ¿Segundo paso?
– No seas la primera en buscarlo. Así como hiciste con el “accidente”, haz que él vaya a ti. Si estás fuera de tu colegio, chupa una paleta, muéstrale que tus labios son sensibles y sus movimientos harán que lo lleves al éxtasis. Mueve tu cabello o haz algo que lo provoque, que haga que tenga la necesidad de ir hacia ti. ¿Me entiendes?
Asentí. Escuché cada una de las palabras que Justin me decía. Veía cómo movía sus labios, esos bonitos labios.
– Tercer paso: contacto físico. Tócalo cómo lo hiciste conmigo, pero jamás empieces a acariciar a su amiguito muy deprisa, hazlo con delicadeza. No nos gusta que nos presionen… Haz que el hombre se sienta con confianza de pedirte ir a un cuarto. Ve lento y hazlo pedir por más. Siéntete deseada y hazte desear, eso hace que el sexo sea un arte.
Un arte. Y definitivamente comenzaba a serlo. Justin empezaba a enseñarme táctica para atraer a los hombres, y apuesto que me enseñaría nuevas formas de placer. Me siento toda una profesional, y hace solo unas horas dejé de ser virgen.
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Justin tomó mi mano y me giró para que me fuera de nuevo a la sala. Le guiñé un ojo y empecé con la acción.
Trátalo cómo un amigo, no como tu perro, recordé las palabras de mi madre cuando me enseñó a ligar con chicos.
– ¡Ah! ¡Carajo! – gruñí.
– ¿Estás bien? – sentí las manos de Justin tocar mi espalda baja, acariciándola e intentando ayudarme. – ¿Qué te ha pasado?
– Ah, nada, no te preocupes, pero gracias por ayudarme – me solté de su agarre.
Solté un grito cuando recargué el pie en el piso. Todo parte de mi plan.
– Parece que no es nada bueno – arrugó la nariz.
– No te preocupes, estoy bien – le aseguré.
– Déjame llevarte al médico, puede ser algo serio.
– No es necesario, de verdad – toqué su hombro y le guiñé un ojo. Se lo había creído todo. – ¿A quién agradezco? – le pregunte con voz tentadora.
– Justin Bieber.
– Muchas gracias, Justin. Solo, quiero pedirte un favor más… ¿puedes llevarme a mi recámara? No creo poder subir esa cantidad de escalones yo sola.
Ladeó la cabeza y sonrió.
– Por supuesto.
Puse mi brazo alrededor de su cuello. Me levantó entre sus brazos y me apretó fuerte contra su pecho. Caminó conmigo entre sus brazos hasta subir las escaleras. Me bajó cuando la puerta de mi recamara se interpuso en mi camino.
– Sana y salva…
– ______ Wilde – le sonreí y toqué “sin querer” su pecho bajando hasta su abdomen.
– Ahm – bajó la mirada a mi mano, que estaba justo por debajo de la hebilla de su cinturón. – Me dio… mucho gusto… conocerte – dijo entrecortado. Baje un poco más la mano, justo encima de ese precioso bulto.
Suspiró.
– ¿Estaría mal besarte? – le pregunté.
Alzó la mirada y besó mis labios apasionadamente. Seguí el beso y empecé a acariciar su miembro. Sus manos fueron a mis senos. Las aparté y me alejé de él.
– ¡Hey! ¿Qué pasa? – reclamó.
– Enséñame a seducir aún mejor – le pedí. Hice un puchero con mis labios y sonreí.
– ¿Me vas a dejar con las ganas?
– Enséñame y te hago hacer conmigo lo que desees la próxima clase.
– ¿Lo que deseé?
– Así es – asentí. Me di vuelta y paré el trasero. Bajé las escaleras esperando que me siguiera.
Sentí su agarre por detrás, pegando sus muslos contra mi trasero. Solté un suspiro y forcejeé para zafarme de sus brazos. Puso su mano alrededor de mi cintura y la deslizó dentro de mi pantalón hasta llegar a mi parte femenina. Recorrió mi braga a un lado y empezó a acariciar mi clítoris. Sentí como mi feminidad se calentaba y se mojaba. Besó mi mejilla y mi cuello al mismo tiempo que su dedo medio empezó a meterse ahí debajo.
– Oh… Justin – gemí.
Justin jadeó y empezó a balbucear en mi oído. Tomé una bocanada de aire e intenté con todas mis fuerzas no gritar.
– Estás muy mojada, preciosa – gruñó entre dientes.
Sacó su mano y los lamió, probando mis líquidos.
– Me has dejado con las ganas – dije entrecortada, casi jadeando.
– Me has hecho lo mismo dulzura. Eso no se lo puedes hacer a Justin Bieber – tocó mi mentón y sonrió. Plantó un beso en la comisura de mis labios y bajó las escaleras. – Te voy a enseñar a seducir a un hombre de manera vulgar, sutil y refinada. Con éstos consejos podrás tener en tu cama desde un albañil hasta el hombre más rico del planeta.
– Bien. Enséñame.
– Primer paso: vístete atrevida, pero nunca de una manera vulgar. Ponte un vestido que te llegue una pulgada debajo de medio muslo. Eso hará que los hombres, en el momento de tener contacto físico, quieran subir esa faldita y empezar a tocarte. Nos gustan mucho las mujeres que dejan ver solo algunas partes de su cuerpo, nos gusta descubrir, nunca te pongas un vestido que tenga tres escotes; el de la espalda, el del pecho y el del abdomen. Eso es escandaloso. No eres una puta, eres una provocadora. Busca algo que te quede ajustado del trasero y de las piernas, es la parte favorita de todo hombre, aparte del busto y los labios.
– Tendré que anotarlo.
– No te preocupes, con la práctica no necesitarás recordarlo, solo saberlo.
– ¿Segundo paso?
– No seas la primera en buscarlo. Así como hiciste con el “accidente”, haz que él vaya a ti. Si estás fuera de tu colegio, chupa una paleta, muéstrale que tus labios son sensibles y sus movimientos harán que lo lleves al éxtasis. Mueve tu cabello o haz algo que lo provoque, que haga que tenga la necesidad de ir hacia ti. ¿Me entiendes?
Asentí. Escuché cada una de las palabras que Justin me decía. Veía cómo movía sus labios, esos bonitos labios.
– Tercer paso: contacto físico. Tócalo cómo lo hiciste conmigo, pero jamás empieces a acariciar a su amiguito muy deprisa, hazlo con delicadeza. No nos gusta que nos presionen… Haz que el hombre se sienta con confianza de pedirte ir a un cuarto. Ve lento y hazlo pedir por más. Siéntete deseada y hazte desear, eso hace que el sexo sea un arte.
Un arte. Y definitivamente comenzaba a serlo. Justin empezaba a enseñarme táctica para atraer a los hombres, y apuesto que me enseñaría nuevas formas de placer. Me siento toda una profesional, y hace solo unas horas dejé de ser virgen.
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SwaggerBiebz
Re: Sex Instructor (Justin Bieber) HOT
Capítulo siete.*Este capítulo se lo quiero dedicar a mi preciosa Arisita. Gracias por siempre aguantarme corazoncito. Te amo mucho mejor amiga♥*
Al siguiente día, fui a visitar a mi madre al hospital. Era día de fiesta, el baile de navidad que se llevaba a cabo en el hospital con los trabajadores, los pacientes y toda la familia de los anteriores. Cuando llegué con mi mochila para después cambiarme y mi cabello completamente deshecho, mi madre me notó algo rara.
– ¿Qué te ha pasado, ______? – preguntó mientras acomodaba un par de papeles en la bandeja de registro.
– ¿Por qué lo dices?
– ¿Estás feliz o solo quieres irte de aquí? Te recuerdo que es el baile.
– Oh, vamos. Me siento de un ánimo estupendo – exclamé. - ¿No puedo sentirme así aunque sea una vez? – refunfuñé.
– Ajá, lo que digas.
Rodeé mis ojos, no quería discutir. Era un día perfecto, me sentía totalmente renovada, como una persona nueva. Estaba algo adolorida por la noche anterior, pero eso no quitaba lo entusiasta que estaba esa tarde. Empecé a tararear una cancioncilla que no sé de dónde vino, mientras le ayudaba a una de las enfermeras a acomodar unos papeles. Mi celular comenzó a vibrar y rápidamente atendí.
– ¿Diga?
– ¡______! – gritó la voz chillona de Halley.
– ¡Joder! – musité. – Me haz roto el tímpano, estúpida.
– Oh, discúlpame – susurró entre risas. – A que no adivinas la noticia que te tengo que dar.
– No tengo la más mínima idea de lo que me dirás.
– ¡George es mi novio! – gritó más que feliz.
Me hacía feliz el saber que Halley se había conseguido a alguien después de lo que le hizo Joe, pero no me gustaba saber que solo llevaban dos días de conocerse y ya eran novios.
– Ah – suspiré. – ¿No se te hace muy pronto para eso?
– ¿De qué hablas?
– Digo, la noche pasada te acostaste con él y ya hoy son novios.
– ¿Estás celosa porque yo sí puedo acostarme con quien quiera?
– Eh, no me mal entiendas – bufé. – Solo estaba diciendo que…
– Bah… Estás celosísima – canturreó.
– ¡No estoy celosa! Carajo Halley – grité. – Mira, haz lo que quieras, no quiero que te lastime, ¿de acuerdo?
– No lo hará… si alguien saliera lastimado, sería él.
– Pero tampoco lo lastimes.
– No lo haré.
Después de un rato platicando de la noche de Halley, tuve la necesidad de contarle de Justin.
– Halley… – dudé. – Ya tuve mi primera vez – dije entre dientes.
– ¿Qué? – exclamó sorprendida. – ¿Te han desvirgado y tuviste el descaro de no decirme?
– Lo siento – reí.
– Cuéntamelo todo – me pidió. Supe que estaba dando de brinquitos cuando se escuchó un golpe enorme por la bocina. – Estúpida pared – gruñó molesta.
– Ahora no puedo contártelo – reí.
– ¿Entonces cuando me lo contarás?
– ¿Puedes venir al hospital en la noche? Es el baile de navidad, me gustaría mucho contarte.
– Por supuesto, guapa. Nos vemos entonces. Ahora iré al supermercado a comprar un poco de elote para Frank. Ese estúpido cree que soy su criada.
Reí silenciosamente.
– Nos vemos luego, disfruta esos elotitos – jugué.
– Vale, te amo guapa. Nos vemos.
– Te amo. Chau.
Le mandé un beso por la bocina. Colgué y le sonreí tontamente al móvil. Mi amiga era la mejor de todas.
Unas horas después, mi madre me dijo que fuera con una de sus amigas a arreglarme para la noche. Su amiga, Grecia, me llevó a un cuarto donde todas nos vestiríamos. Aventé mi mochila al pequeño silloncito de la recamarita y me senté sin ganas en la camita. Mi cabello calló en delicados caireles frente a mi rostro y los soplé un poco para perder el tiempo. Me levanté de la cama y abrí mi mochila, saqué el vestido rojo que había comprado para esta ocasión y los tacones negros con diamantitos. Me saqué la sudadera gris del pants junto con la blusa quedando solo con mi sostén rojo de encaje. Me miré al espejo así, casi desnuda. Mi abdomen se veía realmente bien. “No. Así te ves perfecta, me gusta mucho tu abdomen”, recordé la voz de Justin. Sacudí mi cabeza y seguí desnudándome. Me quité los tenis, las calcetas y luego el pantalón del pants. Volví a mirarme el espejo, vi mi trasero redondo y paradito en el espejo y reí por lo bajo. Me admiré un par de segundos más y notaba algo diferente en mí. No podía saber qué era, pero había algo diferente en mi aspecto físico. Regresé mis pensamientos a mi vestuario de noche y empecé a ponerlo en su lugar. No estaba muy conforme con mi estatura sin tacones, pero me sentía totalmente sexi con ese vestido rojo que se moldeaba a mis piernas y a mis nalgas de una manera realmente provocadora.
Me puse mis tacones y salí de la recamara para encontrarme con Grecia.
– ¿Me queda bien? – le pregunté mientras me daba una vuelta.
– ¡Dios mío ______! – exclamó. Se llevó una mano a la boca debido a la sorpresa. – ¡Te ves hermosa!
Sentí como el color subía a mis mejillas.
– Gracias – reí.
– Ahora ven, vamos a ponerte todavía más hermosa.
Caminamos hacia el baño. Ya había dos chicas esperándome. Grace iba a maquillarme y Kate iba a peinarme. Grace miró mi rostro viendo cómo maquillarme mientras Kate tomaba una plancha y empezaba a hacer magia.
– Cierra los ojos. Si quieres duérmete un rato.
Cuando ambas terminaron me hicieron abrir los ojos, pero no pude verme. No querían que me viera aún, sino hasta el baile. Me sentía un poco insegura al principio ya que no sabía qué aspecto tenía, solo sabía que mi cabello estaba recogido en una hermosa trenza y un tanto decorado.
Corrí a la recámara donde me había cambiado para tomar mis cosas y llevarlas al locker de mi madre. Las guardé y tomé mi celular. 3 mensajes nuevos.
“De: Halley. ¡Tía, llevaré a George al baile! Espero no tengas problemas, te amo guapa. :*”
“De: Papá. Dile a tu madre que llego un poco tarde. Ya espero verlas mis princesas”
Deslicé mi dedo más abajo. Era un número desconocido.
“De: Número desconocido. Espero verte pronto para tu próxima lección, preciosa. Pásala bien”
Justin.
.........................................
Al siguiente día, fui a visitar a mi madre al hospital. Era día de fiesta, el baile de navidad que se llevaba a cabo en el hospital con los trabajadores, los pacientes y toda la familia de los anteriores. Cuando llegué con mi mochila para después cambiarme y mi cabello completamente deshecho, mi madre me notó algo rara.
– ¿Qué te ha pasado, ______? – preguntó mientras acomodaba un par de papeles en la bandeja de registro.
– ¿Por qué lo dices?
– ¿Estás feliz o solo quieres irte de aquí? Te recuerdo que es el baile.
– Oh, vamos. Me siento de un ánimo estupendo – exclamé. - ¿No puedo sentirme así aunque sea una vez? – refunfuñé.
– Ajá, lo que digas.
Rodeé mis ojos, no quería discutir. Era un día perfecto, me sentía totalmente renovada, como una persona nueva. Estaba algo adolorida por la noche anterior, pero eso no quitaba lo entusiasta que estaba esa tarde. Empecé a tararear una cancioncilla que no sé de dónde vino, mientras le ayudaba a una de las enfermeras a acomodar unos papeles. Mi celular comenzó a vibrar y rápidamente atendí.
– ¿Diga?
– ¡______! – gritó la voz chillona de Halley.
– ¡Joder! – musité. – Me haz roto el tímpano, estúpida.
– Oh, discúlpame – susurró entre risas. – A que no adivinas la noticia que te tengo que dar.
– No tengo la más mínima idea de lo que me dirás.
– ¡George es mi novio! – gritó más que feliz.
Me hacía feliz el saber que Halley se había conseguido a alguien después de lo que le hizo Joe, pero no me gustaba saber que solo llevaban dos días de conocerse y ya eran novios.
– Ah – suspiré. – ¿No se te hace muy pronto para eso?
– ¿De qué hablas?
– Digo, la noche pasada te acostaste con él y ya hoy son novios.
– ¿Estás celosa porque yo sí puedo acostarme con quien quiera?
– Eh, no me mal entiendas – bufé. – Solo estaba diciendo que…
– Bah… Estás celosísima – canturreó.
– ¡No estoy celosa! Carajo Halley – grité. – Mira, haz lo que quieras, no quiero que te lastime, ¿de acuerdo?
– No lo hará… si alguien saliera lastimado, sería él.
– Pero tampoco lo lastimes.
– No lo haré.
Después de un rato platicando de la noche de Halley, tuve la necesidad de contarle de Justin.
– Halley… – dudé. – Ya tuve mi primera vez – dije entre dientes.
– ¿Qué? – exclamó sorprendida. – ¿Te han desvirgado y tuviste el descaro de no decirme?
– Lo siento – reí.
– Cuéntamelo todo – me pidió. Supe que estaba dando de brinquitos cuando se escuchó un golpe enorme por la bocina. – Estúpida pared – gruñó molesta.
– Ahora no puedo contártelo – reí.
– ¿Entonces cuando me lo contarás?
– ¿Puedes venir al hospital en la noche? Es el baile de navidad, me gustaría mucho contarte.
– Por supuesto, guapa. Nos vemos entonces. Ahora iré al supermercado a comprar un poco de elote para Frank. Ese estúpido cree que soy su criada.
Reí silenciosamente.
– Nos vemos luego, disfruta esos elotitos – jugué.
– Vale, te amo guapa. Nos vemos.
– Te amo. Chau.
Le mandé un beso por la bocina. Colgué y le sonreí tontamente al móvil. Mi amiga era la mejor de todas.
Unas horas después, mi madre me dijo que fuera con una de sus amigas a arreglarme para la noche. Su amiga, Grecia, me llevó a un cuarto donde todas nos vestiríamos. Aventé mi mochila al pequeño silloncito de la recamarita y me senté sin ganas en la camita. Mi cabello calló en delicados caireles frente a mi rostro y los soplé un poco para perder el tiempo. Me levanté de la cama y abrí mi mochila, saqué el vestido rojo que había comprado para esta ocasión y los tacones negros con diamantitos. Me saqué la sudadera gris del pants junto con la blusa quedando solo con mi sostén rojo de encaje. Me miré al espejo así, casi desnuda. Mi abdomen se veía realmente bien. “No. Así te ves perfecta, me gusta mucho tu abdomen”, recordé la voz de Justin. Sacudí mi cabeza y seguí desnudándome. Me quité los tenis, las calcetas y luego el pantalón del pants. Volví a mirarme el espejo, vi mi trasero redondo y paradito en el espejo y reí por lo bajo. Me admiré un par de segundos más y notaba algo diferente en mí. No podía saber qué era, pero había algo diferente en mi aspecto físico. Regresé mis pensamientos a mi vestuario de noche y empecé a ponerlo en su lugar. No estaba muy conforme con mi estatura sin tacones, pero me sentía totalmente sexi con ese vestido rojo que se moldeaba a mis piernas y a mis nalgas de una manera realmente provocadora.
Me puse mis tacones y salí de la recamara para encontrarme con Grecia.
– ¿Me queda bien? – le pregunté mientras me daba una vuelta.
– ¡Dios mío ______! – exclamó. Se llevó una mano a la boca debido a la sorpresa. – ¡Te ves hermosa!
Sentí como el color subía a mis mejillas.
– Gracias – reí.
– Ahora ven, vamos a ponerte todavía más hermosa.
Caminamos hacia el baño. Ya había dos chicas esperándome. Grace iba a maquillarme y Kate iba a peinarme. Grace miró mi rostro viendo cómo maquillarme mientras Kate tomaba una plancha y empezaba a hacer magia.
– Cierra los ojos. Si quieres duérmete un rato.
Cuando ambas terminaron me hicieron abrir los ojos, pero no pude verme. No querían que me viera aún, sino hasta el baile. Me sentía un poco insegura al principio ya que no sabía qué aspecto tenía, solo sabía que mi cabello estaba recogido en una hermosa trenza y un tanto decorado.
Corrí a la recámara donde me había cambiado para tomar mis cosas y llevarlas al locker de mi madre. Las guardé y tomé mi celular. 3 mensajes nuevos.
“De: Halley. ¡Tía, llevaré a George al baile! Espero no tengas problemas, te amo guapa. :*”
“De: Papá. Dile a tu madre que llego un poco tarde. Ya espero verlas mis princesas”
Deslicé mi dedo más abajo. Era un número desconocido.
“De: Número desconocido. Espero verte pronto para tu próxima lección, preciosa. Pásala bien”
Justin.
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SwaggerBiebz
Re: Sex Instructor (Justin Bieber) HOT
Capítulo siete. Segunda parte.*
Salí de los lockers y corrí para buscar a mi madre. La vi en la recepción, junto con todas sus amigas de trabajo, tomándose fotos ya listas para entrar al salón con los pacientes y todos los participantes. Se veía realmente hermosa. Llevaba un vestido color salmón, le quedaba ajustado del torso y después caía suelto de la cintura hasta las rodillas. Era perfecto. Sonreí y me quedé atónita cuando vi a mi padre. Vestido con un traje negro, una corbata roja y un peinado realmente juvenil, se veía guapísimo.
– Al fin llegas – gritó mi madre. Me hizo señas para que me acercara.
Me acerqué y abrió sus brazos para que la abrazara. Vi a mi padre de reojo, estaba sonriendo y mirando a mi madre. Los amaba de verdad.
– Una foto de los Wilde – dijo Grace quien manejaba la cámara digital de mi madre. Sonreí para la cámara y el flash me cegó por un momento.
– Te ves hermosa mi vida – chilló mi madre después de tomarnos la foto.
– No más que tú – le sonreí.
Mi padre puso sus brazos a los costados invitándonos a mí y a mi madre a tomarnos de cada uno. Así lo hicimos. Nos dirigimos al salón. La mayoría de los invitados ya estaban en sus respectivas mesas. Todos guapísimos, sonriendo, aplaudiendo y respirando felicidad.
Saqué mi celular y vi un mensaje de mi amiga.
“Ya estoy en la mesa de tu familia. Espero no te moleste”, decía. Me separé de mis padres y corrí a la mesa. Cuando llegué vi a Halley besando a su precioso novio, que llevaba un traje azul marino que combinaba con el vestido de mi hermosa amiga.
– Ahm – tosí. Los dos se alejaron del rostro del otro y se dieron vuelta para mirarme con las manos en mi cintura acusándolos con la mirada.
– ¡______!
Se levantaron de sus asientos y se acercaron para saludarme. Halley como siempre me abrazó efusivamente. Cuando se separó de mí me miró de arriba abajo.
– Dios santo, te ves tremendamente guapísima – me dijo mientras me daba una vuelta. Me sonrió con ternura mientras George se posaba a un costado suyo.
– Hola ______ – dijo mientras me acercaba para plantar un beso en su mejilla. Su mano viajó a mi cintura y me abrazó. – Al fin te conozco, Halley me ha hablado muy bien de ti. Creo que no exageraba – George rió al igual que Halley.
– Tonto – Halley golpeó su brazo y lo quitó del camino.
– Te quiero, princesa – dijo George con ternura mientras la tomaba del rostro y ponía sus labios encima de los de Halley.
– Vamos, ve a traerme un poco de ponche, tengo algo que hablar con ______.
George se fue. Halley me tomó del brazo y me sacó del salón. Caminamos hasta el ascensor y llegamos a nuestro lugar secreto. Era el piso que jamás habían terminado de construir. Nosotras habíamos llevado un par de cosas con el permiso de los directores del hospital. Me hizo sentarme en una de las sillitas que había en el piso y me miró amenazante.
– Antes de que me cuentes cualquier cosa, quiero que sepas que no deja de sorprenderme tu belleza. Estás perfecta ______.
Sonreí y bajé la mirada. La verdad me apenaba muchísimo que me dijeran esas cosas.
– Okey. Déjame contarte.
– Por favor.
Cruzó sus piernas y se recargó en el respaldo del sillón rosa. Puso toda su atención en mí y le conté cómo había sido. No le dije de las clases, ya que Justin me había pedido que no le contara a nadie.
– ¡Eres una puta ______! – gritó Halley emocionada. – ¿Te gustó?
– Mucho. Tengo sus caricias en mi mente todo el tiempo. No he dejado de pensar en lo que sentí desde que me quedé dormida.
– ¿Te quedaste dormida? – me preguntó sorprendida.
– Después de que tuvimos… eso, él me dijo que durmiera porque estaba muy cansada.
– ¿Él durmió?
– No.
– Bueno, vámonos. Tu madre ha de estar loca buscándote.
Corrimos de nuevo al ascensor y regresamos al salón. Una banda estaba tocando baladas y canciones de épocas pasadas. Halley se fue con George y yo me quedé sentada viendo lo hermosos que se veían todos con sus parejas. Tomé mi celular y vi un mensaje nuevo.
“De: Número desconocido. ¿Cómo te la estás pasando, preciosa? Espero que hayas aplicado lo que te enseñé”
Sonreí. Lo contesté.
“Para: Justin. Oh, olvidaba que ahora es mi tarea tener sexo con el que se me cruce. Vamos, estoy algo adolorida”
Pulsé el botón de enviar. Mi celular comenzó a vibrar. Salí del salón y contesté.
– ¿Hola? – contesté mientras me alejaba del ruido de la fiesta.
– ¿Cómo va tu fin de semana, preciosa? – su voz sonó algo ronca y provocadora. Era realmente excitante.
– Perfecto. ¿El tuyo?
– Ah, trabajo. Mucho – se quejó.
– ¿Cómo demonios conseguiste mi número?
– Antes de irme lo rebusqué en tu celular – soltó una risita.
– Oh – suspiré. – ¿Cuándo será la próxima clase? – pregunté.
– Uhm – se escuchó como hojeaba un cuaderno. – Tengo tiempo el jueves. ¿Quieres el jueves?
– Sí. Estaría bien el jueves. El martes salgo del colegio.
– Oh, cierto.
– Bueno, profe, tengo que irme – sonreí mientras jugueteaba con mis tacones.
– Espera alumna. ¿Dónde estás?
– Creí que las reglas eran importantes para ti.
– Solo por cuestiones de trabajo. Solo quiero saber qué haces. Estoy realmente aburrido, corazón – bostezó.
– Estoy en un baile – admití.
– Uhm. ¿Cómo estás vestida? – me preguntó interesado.
– Vestido rojo, realmente ajustado a mis muslos y a mi trasero. El abdomen que tanto te gusta se veía perfecto en el espejo, al igual que mi “busto de modelo” – me reí. Él también rio.
– Me encantaría ver como tus ojos aguamarina combinan con ese vestido. Oh, y tu trasero…
– ¡Justin! – grité sorprendida.
– ¿Qué preciosa?
– Eres todo un pervertido – gruñí.
– Me encantaría que esta clase fuera gratis para poder enseñarte el arte del sexo por teléfono – su voz sonó tan gruesa que me hizo estremecer.
– Estoy sintiendo algo extraño en mi entrada – admití asustada.
– Eso está bien.
– No lo creo – dije algo preocupada con la sensación nueva.
– Créeme que lo es. Estás excitada.
Abrí los ojos como platos. Lamí mis labios y me llevé mi mano a mi cintura.
– De verdad tengo que irme. Nos vemos el jueves, profe – dije provocativa.
– Ponte algo lindo ¿sí?
– Lo que diga profe.
Colgué y regresé a la fiesta. Dios mío. ¿Qué me había pasado?
Después de la fiesta, mis papás y yo regresamos a casa. Corrí a mi cuarto y entré a mi baño. Por primera vez en toda la noche admiré el trabajo de Kate y de Grace. Estaba realmente encantadora. Abrí la cámara de mi celular y me tomé una foto frente al espejo y otra con la cámara frontal. Mis ojos estaban delineados con negro y sombreados con café y blanco. Mis labios remarcados por un tono rojo carmesí y mis cejas perfectamente delineadas. Mi peinado era alucinante. Kate me había decolorado las mechas y le daba un aspecto asombroso a la trenza. Me pregunto cuánto durará mi cabello así.
Tomé una toallita húmeda y empecé a arruinar el trabajo impresionante de Kate y de Grace. Lo extrañaría por siempre, pero ya me había tomado una foto para recordar lo hermosa que me veía esa noche. Cuando al fin estuve totalmente desmaquillada, me puse una playera de los Yankees de mi padre y unos bóxer para dormir. Cepillé mi cabello y lo recogí en una coleta. Lavé mis dientes y me acosté en la cama. Tomé mi celular y le mandé la foto a mi profesor. Sonreí.
“¡Dios ______! Te ves realmente bien. Buen trabajo. Espero que las víctimas lo hayan disfrutado”, contestó. Reí y dormí. Ese profesor…
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Salí de los lockers y corrí para buscar a mi madre. La vi en la recepción, junto con todas sus amigas de trabajo, tomándose fotos ya listas para entrar al salón con los pacientes y todos los participantes. Se veía realmente hermosa. Llevaba un vestido color salmón, le quedaba ajustado del torso y después caía suelto de la cintura hasta las rodillas. Era perfecto. Sonreí y me quedé atónita cuando vi a mi padre. Vestido con un traje negro, una corbata roja y un peinado realmente juvenil, se veía guapísimo.
– Al fin llegas – gritó mi madre. Me hizo señas para que me acercara.
Me acerqué y abrió sus brazos para que la abrazara. Vi a mi padre de reojo, estaba sonriendo y mirando a mi madre. Los amaba de verdad.
– Una foto de los Wilde – dijo Grace quien manejaba la cámara digital de mi madre. Sonreí para la cámara y el flash me cegó por un momento.
– Te ves hermosa mi vida – chilló mi madre después de tomarnos la foto.
– No más que tú – le sonreí.
Mi padre puso sus brazos a los costados invitándonos a mí y a mi madre a tomarnos de cada uno. Así lo hicimos. Nos dirigimos al salón. La mayoría de los invitados ya estaban en sus respectivas mesas. Todos guapísimos, sonriendo, aplaudiendo y respirando felicidad.
Saqué mi celular y vi un mensaje de mi amiga.
“Ya estoy en la mesa de tu familia. Espero no te moleste”, decía. Me separé de mis padres y corrí a la mesa. Cuando llegué vi a Halley besando a su precioso novio, que llevaba un traje azul marino que combinaba con el vestido de mi hermosa amiga.
– Ahm – tosí. Los dos se alejaron del rostro del otro y se dieron vuelta para mirarme con las manos en mi cintura acusándolos con la mirada.
– ¡______!
Se levantaron de sus asientos y se acercaron para saludarme. Halley como siempre me abrazó efusivamente. Cuando se separó de mí me miró de arriba abajo.
– Dios santo, te ves tremendamente guapísima – me dijo mientras me daba una vuelta. Me sonrió con ternura mientras George se posaba a un costado suyo.
– Hola ______ – dijo mientras me acercaba para plantar un beso en su mejilla. Su mano viajó a mi cintura y me abrazó. – Al fin te conozco, Halley me ha hablado muy bien de ti. Creo que no exageraba – George rió al igual que Halley.
– Tonto – Halley golpeó su brazo y lo quitó del camino.
– Te quiero, princesa – dijo George con ternura mientras la tomaba del rostro y ponía sus labios encima de los de Halley.
– Vamos, ve a traerme un poco de ponche, tengo algo que hablar con ______.
George se fue. Halley me tomó del brazo y me sacó del salón. Caminamos hasta el ascensor y llegamos a nuestro lugar secreto. Era el piso que jamás habían terminado de construir. Nosotras habíamos llevado un par de cosas con el permiso de los directores del hospital. Me hizo sentarme en una de las sillitas que había en el piso y me miró amenazante.
– Antes de que me cuentes cualquier cosa, quiero que sepas que no deja de sorprenderme tu belleza. Estás perfecta ______.
Sonreí y bajé la mirada. La verdad me apenaba muchísimo que me dijeran esas cosas.
– Okey. Déjame contarte.
– Por favor.
Cruzó sus piernas y se recargó en el respaldo del sillón rosa. Puso toda su atención en mí y le conté cómo había sido. No le dije de las clases, ya que Justin me había pedido que no le contara a nadie.
– ¡Eres una puta ______! – gritó Halley emocionada. – ¿Te gustó?
– Mucho. Tengo sus caricias en mi mente todo el tiempo. No he dejado de pensar en lo que sentí desde que me quedé dormida.
– ¿Te quedaste dormida? – me preguntó sorprendida.
– Después de que tuvimos… eso, él me dijo que durmiera porque estaba muy cansada.
– ¿Él durmió?
– No.
– Bueno, vámonos. Tu madre ha de estar loca buscándote.
Corrimos de nuevo al ascensor y regresamos al salón. Una banda estaba tocando baladas y canciones de épocas pasadas. Halley se fue con George y yo me quedé sentada viendo lo hermosos que se veían todos con sus parejas. Tomé mi celular y vi un mensaje nuevo.
“De: Número desconocido. ¿Cómo te la estás pasando, preciosa? Espero que hayas aplicado lo que te enseñé”
Sonreí. Lo contesté.
“Para: Justin. Oh, olvidaba que ahora es mi tarea tener sexo con el que se me cruce. Vamos, estoy algo adolorida”
Pulsé el botón de enviar. Mi celular comenzó a vibrar. Salí del salón y contesté.
– ¿Hola? – contesté mientras me alejaba del ruido de la fiesta.
– ¿Cómo va tu fin de semana, preciosa? – su voz sonó algo ronca y provocadora. Era realmente excitante.
– Perfecto. ¿El tuyo?
– Ah, trabajo. Mucho – se quejó.
– ¿Cómo demonios conseguiste mi número?
– Antes de irme lo rebusqué en tu celular – soltó una risita.
– Oh – suspiré. – ¿Cuándo será la próxima clase? – pregunté.
– Uhm – se escuchó como hojeaba un cuaderno. – Tengo tiempo el jueves. ¿Quieres el jueves?
– Sí. Estaría bien el jueves. El martes salgo del colegio.
– Oh, cierto.
– Bueno, profe, tengo que irme – sonreí mientras jugueteaba con mis tacones.
– Espera alumna. ¿Dónde estás?
– Creí que las reglas eran importantes para ti.
– Solo por cuestiones de trabajo. Solo quiero saber qué haces. Estoy realmente aburrido, corazón – bostezó.
– Estoy en un baile – admití.
– Uhm. ¿Cómo estás vestida? – me preguntó interesado.
– Vestido rojo, realmente ajustado a mis muslos y a mi trasero. El abdomen que tanto te gusta se veía perfecto en el espejo, al igual que mi “busto de modelo” – me reí. Él también rio.
– Me encantaría ver como tus ojos aguamarina combinan con ese vestido. Oh, y tu trasero…
– ¡Justin! – grité sorprendida.
– ¿Qué preciosa?
– Eres todo un pervertido – gruñí.
– Me encantaría que esta clase fuera gratis para poder enseñarte el arte del sexo por teléfono – su voz sonó tan gruesa que me hizo estremecer.
– Estoy sintiendo algo extraño en mi entrada – admití asustada.
– Eso está bien.
– No lo creo – dije algo preocupada con la sensación nueva.
– Créeme que lo es. Estás excitada.
Abrí los ojos como platos. Lamí mis labios y me llevé mi mano a mi cintura.
– De verdad tengo que irme. Nos vemos el jueves, profe – dije provocativa.
– Ponte algo lindo ¿sí?
– Lo que diga profe.
Colgué y regresé a la fiesta. Dios mío. ¿Qué me había pasado?
Después de la fiesta, mis papás y yo regresamos a casa. Corrí a mi cuarto y entré a mi baño. Por primera vez en toda la noche admiré el trabajo de Kate y de Grace. Estaba realmente encantadora. Abrí la cámara de mi celular y me tomé una foto frente al espejo y otra con la cámara frontal. Mis ojos estaban delineados con negro y sombreados con café y blanco. Mis labios remarcados por un tono rojo carmesí y mis cejas perfectamente delineadas. Mi peinado era alucinante. Kate me había decolorado las mechas y le daba un aspecto asombroso a la trenza. Me pregunto cuánto durará mi cabello así.
Tomé una toallita húmeda y empecé a arruinar el trabajo impresionante de Kate y de Grace. Lo extrañaría por siempre, pero ya me había tomado una foto para recordar lo hermosa que me veía esa noche. Cuando al fin estuve totalmente desmaquillada, me puse una playera de los Yankees de mi padre y unos bóxer para dormir. Cepillé mi cabello y lo recogí en una coleta. Lavé mis dientes y me acosté en la cama. Tomé mi celular y le mandé la foto a mi profesor. Sonreí.
“¡Dios ______! Te ves realmente bien. Buen trabajo. Espero que las víctimas lo hayan disfrutado”, contestó. Reí y dormí. Ese profesor…
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SwaggerBiebz
Re: Sex Instructor (Justin Bieber) HOT
Capítulo ocho.
El martes, después de tres días del baile de navidad, salí por fin de la escuela por las vacaciones de navidad, un mes de pura felicidad en casa. No había hablado con Justin ni siquiera por mensajes. Supuse que estaba ocupado o algo así que no me preocupé en llamarlo.
Entré a la última clase del día: literatura.
Amaba ésta clase y más por el sexy profesor que tenía. Ojos verdes, cabello lacio pero siempre bien peinado, con un aroma delicioso emanando de toda su ropa y con un muy buen físico. Siempre salía bien en los exámenes ya que de verdad me gustaba que el profesor dijera que era su mejor alumna.
– ¡Chicos, chicos, chicos! Tranquilos, sé que están a 40 minutos de al fin librarse de las tareas por un mes, pero por favor, no nos comportemos cómo monos ¿bien?
Tomó un libro de la banca de Susan, la estúpida golfa que siempre coqueteaba con él.
– Por favor, abran su libro en el último capítulo. Al final de la clase tengo que tener 27 reseñas en mi escritorio – exclamó. Todos hicieron sonidos de fastidio a excepción de mí.
Ya había adelantado mi reseña. Mi celular vibró dentro de mi bolsillo del pantalón. Lo saqué y leí el mensaje nuevo.
“Te espero en el baño. Estoy consciente de que no tienes nada que hacer. Halley.”
Le sonreí a la pantalla. Tomé la reseña y la metí en el libro. En la esquina anoté mi número.
“Por su algún día en vacaciones necesita diversión ;)”
Tomé mis cosas, me levanté de mi asiento y me acerqué al profesor Robert. Me miró mientras caminaba hacia él y sonrió.
– Bien, no me sorprende – dijo mientras se sentaba a la orilla de la silla de madera. – Puedes irte ______ – me sonrió.
Le correspondí la sonrisa y jugueteé con mi cabello.
– Nos vemos, Robert – dije coqueta.
Me di vuelta y salí del salón. Corrí hasta los baños y vi a Halley texteando en su celular.
– ¿Con quién hablas? – le pregunté mientras con mi mano, apartaba un mechón de cabello de mi rostro y lo apartaba por detrás de mí oreja.
– George.
– Oh.
Cuando al fin terminó de hablar con su queridísimo amigo, fuimos a comer a casa de Sharon. Cuando terminamos, Halley y yo fuimos a mi casa para ver unas películas. La película fue una asquerosidad; zombis comiendo a gente y el último sobreviviente terminó siendo el típico postre de los fenómenos.
– Agh, ¿cómo pudiste hacerme ver esa porquería? – le reclamé a Halley.
– George dijo que era buena.
– Pues no lo fue – exclamé.
Tomé el recipiente de las palomitas y bajé las escaleras para dejarlo en la cocina. Empecé a echarle un poco de agua para quitar el rastro de mantequilla. Una canción de Daft Punk empezó a sonar.
– ¿Hola? – contesté.
– ¿Cómo estás, dulzura?
Justin por fin se había librado de sus múltiples ocupaciones y se dio tiempo para hablar con su alumna primeriza.
– Oh, muy bien, ¿y tú?
– Un poco aburrido, en realidad – bostezó.
– Uhm – torcí el gesto. – ¿A qué se debe su extraña aburrición, profesor? – musité.
– Bueno, mi trabajo no es muy condescendiente. No es mi tipo de trabajo.
– ¿Y por qué trabajas ahí entonces?
– No puedo decírtelo.
– Oh, vamos, no se puede decir que soy tu alumna aún, no te he pagado ninguna clase.
– Pero vas a hacerlo – escuché cómo gritaron a su nombre. Él solo suspiró frustrado. – Nos vemos el jueves, chiquita. Solo llamaba para pedirte que nos veamos en el hotel Maryland ¿sí?
– Oh, claro. ¿A qué hora?
– A… ¿las siete te parece bien?
– Perfecto.
– Bien. Hasta el jueves.
– Hasta el jueves.
El sonido de la línea muerta se escuchó tras la bocina. Subí las escaleras para regresar con mi amiga.
A la media noche, mi amiga tuvo que irse ya que su mamá no quería que se quedara en mi casa, así que me quedé una noche más sola en mi casa. Tenía insomnio así que en lugar de meterme a la cama, me metí en el jacuzzi de mi baño. Puse unas velas y un poco de música para acompañar mi delicioso baño. Mientras cantaba “Locked Out Of Heaven” de Bruno Mars, alguien decidió llamarme.
Vi la pantalla del celular y sonreí.
– Profesor…
– ¡Carajo! Pensé que estabas durmiendo – musitó.
– ¿Y maldice por eso?
– Solo… lo lamento.
– No debería. Su llamada es demasiado grata ahora mismo – dije con voz provocadora. Al parecer lo notó porque hizo lo mismo.
– ¿Ah sí?
– Ajá.
– Dime… ¿por qué es tan grata?
– Bueno, me gustaría practicar lo que he aprendido, si no es mucha molestia – metí mi mano al agua y la saqué haciendo que un chorro saliera y volviera a su lugar de nuevo.
– ¿Cómo vas a practicarlo?
– Tenía pensado invitarlo a venir. Mis padres no están y tengo muchas ganas de aprender algo antes del jueves.
– ¿Qué quieres decir con eso? – preguntó confundido.
– Dios mío. Quiero que venga a mi casa… es miércoles, creo que no estaría mal adelantar la clase.
– Bueno, no estaría nada mal – susurró tentador.
– Entonces, ¿viene? – le pregunté. Sentí una punzada en mi estómago en el momento que dije eso.
– Voy en camino, señorita Wilde.
– Amo que diga mi apellido de esa manera, señor Bieber.
– El mío suena mejor saliendo de tus labios – y colgó.
Rápidamente salí de la tina y me enredé en una toalla. Tomé la crema y la embarré rápido en mi piel. Puse un poco de perfume cerca de mi cuello y mi pecho y recogí mi cabello. Me quedé en toalla sentada en una silla de la cocina. El timbre sonó. Sonreí y corrí a abrir.
Me asomé por el visor de la puerta y ahí estaba mi adorado profesor, con su melena dorada perfectamente peinada y sus labios llenos aplastándose entre ellos. Llevaba puesto unos jeans, una playera blanca y una chaqueta de cuero. Abrí y posó su mirada a mí.
– Te ves muy bien – dijo mientras se acercaba a mí.
– Tú te ves muy bien.
Reímos al mismo tiempo. Entró y cerró la puerta detrás de él mientras me seguía hasta mi habitación.
– ¿Cuál será la clase de hoy? – le pregunté mientras me sentaba en la orilla de mi cama.
– Bueno, me fascinaría enseñarte posiciones.
Mordí mi labio.
– Pues, estoy abierta a lo que me enseñe.
Sonrió malicioso. Se acercó a mí. Tomó mi mentón con sus dedos e hizo que siguiera su mirada.
– Pero antes, quiero relajarte. No me gusta que estén tensas antes de enseñarles algo.
Sus dedos bajaron por mi cuello hasta la separación de mis senos. La toalla se arrugó debajo de su dedo índice y empezó a soltarse sobre su mano. Tomé una bocanada de aire y empecé a sentir la excitación recorrer cada uno de mis músculos. Me levantó de la cama y me hizo recostarme en ésta. Sonrió y se puso encima de mí a horcajadas.
Sus manos a mis costados, su rostro encima del mío y su respiración al compás de la mía.
Puso su mano en la esquina de la toalla y empezó a deslizarla suavemente hacia abajo. Mi corazón se aceleró y lo único que pude hacer fue cerrar los ojos. Abrió la toalla encima de mi cuerpo y la jaló a un costado para quitarla por completo. Besó mis labios mientras bajaba su mano hacia mi pelvis. Bajó más y más. Tocó mis labios vaginales y los abrió con sus dedos. Empezó acariciando mi clítoris y luego metió su dedo en mí. El ritmo era lento y suave hasta que se volvió duro y rápido. Grité. Mi cuerpo no solo quería su dedo, quería tenerlo dentro de mí de nuevo.
– Oh… Justin… mete tu… – pensé en la palabra menos vulgar para señalar su pene así que solo puse mi mano encima de su miembro y lo acaricié lentamente.
Sacó su dedo de mi feminidad y empezó a lamer mis pezones. Quité el cinturón de su pantalón y desabroché el botón del pantalón para luego bajar el cierre. Sonreí. Me besó nuevamente en los labios y su lengua pidió permiso para invadir mi boca. Concedido.
Su lengua era un juego perfecto para la mía. Sus movimientos eran suaves, pero apasionados y me encantaba que hiciera eso. Se separó de mí y se levantó para quitarse el pantalón y la camisa, pero me dejó el trabajo del bóxer. Metí mi mano en el bóxer y acaricié más rápido el miembro de Justin. Le saqué el bóxer e hice que se pusiera encima de mí nuevamente. Besó mis labios de nuevo y empezó a poner el condón en su pene. Cuando al fin estuvo listo, metió su pene muy pero muy lentamente.
– ¿Duele?
– Solo un poco – contesté.
Se inclinó hacia mí y empezó a hacer movimientos más rápidos. Sus embestidas me volvían cada vez más loca, llenándome de placer y deseo.
– Ah, más – grité. Envié mis manos a su trasero empujándolo a mí.
– Oh… Señorita Wilde – jadeó.
Abrió más mis piernas e hizo sus movimientos más rápidos.
Su pene caliente entraba y salía de mi feminidad, después se movió en círculos y fue más rápido. Empezamos a jadear, incesantes. Agarro mis muñecas y alzó mis brazos justo arriba de mi cabeza y se mantuvo agarrado a mis muñecas mientras recorría mi cuello con sus labios. Se abalanzaba hacía mí lentamente, con cuidado, pero voraz.
El fuego entre nuestros cuerpos era impresionante, casi imparable.
– ¿En qué piensas? – dije entre jadeos.
– En lo mucho que… – soltó un gruñido. – ¡Dios! – gritó.
Mi feminidad abrazó a su pene todavía más, juntando de una vez por todas nuestras emociones en una. Estábamos llegando al éxtasis.
– ¡Me vengo Justin! – grité apasionada.
– Ah… Yo, yo también – gruñó.
Al final los dos sacamos suspiros incontrolables, palabras incesantes y yo, una que otra lágrima. Aún me dolía un poco ahí abajo.
– Me hiciste sentir en las estrellas – dijo Justin mientras se acomodaba a un lado mío y recorría todo mi abdomen con su dedo índice. – Me fascina tu abdomen.
Sonrió de lado y yo solo pude levantarme y volver a ponerme mi ropa encima. Él hizo lo mismo.
– ¿Empezamos con la clase?
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Okey, espero que les guste mucho mucho.
Ando de perver.
El martes, después de tres días del baile de navidad, salí por fin de la escuela por las vacaciones de navidad, un mes de pura felicidad en casa. No había hablado con Justin ni siquiera por mensajes. Supuse que estaba ocupado o algo así que no me preocupé en llamarlo.
Entré a la última clase del día: literatura.
Amaba ésta clase y más por el sexy profesor que tenía. Ojos verdes, cabello lacio pero siempre bien peinado, con un aroma delicioso emanando de toda su ropa y con un muy buen físico. Siempre salía bien en los exámenes ya que de verdad me gustaba que el profesor dijera que era su mejor alumna.
– ¡Chicos, chicos, chicos! Tranquilos, sé que están a 40 minutos de al fin librarse de las tareas por un mes, pero por favor, no nos comportemos cómo monos ¿bien?
Tomó un libro de la banca de Susan, la estúpida golfa que siempre coqueteaba con él.
– Por favor, abran su libro en el último capítulo. Al final de la clase tengo que tener 27 reseñas en mi escritorio – exclamó. Todos hicieron sonidos de fastidio a excepción de mí.
Ya había adelantado mi reseña. Mi celular vibró dentro de mi bolsillo del pantalón. Lo saqué y leí el mensaje nuevo.
“Te espero en el baño. Estoy consciente de que no tienes nada que hacer. Halley.”
Le sonreí a la pantalla. Tomé la reseña y la metí en el libro. En la esquina anoté mi número.
“Por su algún día en vacaciones necesita diversión ;)”
Tomé mis cosas, me levanté de mi asiento y me acerqué al profesor Robert. Me miró mientras caminaba hacia él y sonrió.
– Bien, no me sorprende – dijo mientras se sentaba a la orilla de la silla de madera. – Puedes irte ______ – me sonrió.
Le correspondí la sonrisa y jugueteé con mi cabello.
– Nos vemos, Robert – dije coqueta.
Me di vuelta y salí del salón. Corrí hasta los baños y vi a Halley texteando en su celular.
– ¿Con quién hablas? – le pregunté mientras con mi mano, apartaba un mechón de cabello de mi rostro y lo apartaba por detrás de mí oreja.
– George.
– Oh.
Cuando al fin terminó de hablar con su queridísimo amigo, fuimos a comer a casa de Sharon. Cuando terminamos, Halley y yo fuimos a mi casa para ver unas películas. La película fue una asquerosidad; zombis comiendo a gente y el último sobreviviente terminó siendo el típico postre de los fenómenos.
– Agh, ¿cómo pudiste hacerme ver esa porquería? – le reclamé a Halley.
– George dijo que era buena.
– Pues no lo fue – exclamé.
Tomé el recipiente de las palomitas y bajé las escaleras para dejarlo en la cocina. Empecé a echarle un poco de agua para quitar el rastro de mantequilla. Una canción de Daft Punk empezó a sonar.
– ¿Hola? – contesté.
– ¿Cómo estás, dulzura?
Justin por fin se había librado de sus múltiples ocupaciones y se dio tiempo para hablar con su alumna primeriza.
– Oh, muy bien, ¿y tú?
– Un poco aburrido, en realidad – bostezó.
– Uhm – torcí el gesto. – ¿A qué se debe su extraña aburrición, profesor? – musité.
– Bueno, mi trabajo no es muy condescendiente. No es mi tipo de trabajo.
– ¿Y por qué trabajas ahí entonces?
– No puedo decírtelo.
– Oh, vamos, no se puede decir que soy tu alumna aún, no te he pagado ninguna clase.
– Pero vas a hacerlo – escuché cómo gritaron a su nombre. Él solo suspiró frustrado. – Nos vemos el jueves, chiquita. Solo llamaba para pedirte que nos veamos en el hotel Maryland ¿sí?
– Oh, claro. ¿A qué hora?
– A… ¿las siete te parece bien?
– Perfecto.
– Bien. Hasta el jueves.
– Hasta el jueves.
El sonido de la línea muerta se escuchó tras la bocina. Subí las escaleras para regresar con mi amiga.
A la media noche, mi amiga tuvo que irse ya que su mamá no quería que se quedara en mi casa, así que me quedé una noche más sola en mi casa. Tenía insomnio así que en lugar de meterme a la cama, me metí en el jacuzzi de mi baño. Puse unas velas y un poco de música para acompañar mi delicioso baño. Mientras cantaba “Locked Out Of Heaven” de Bruno Mars, alguien decidió llamarme.
Vi la pantalla del celular y sonreí.
– Profesor…
– ¡Carajo! Pensé que estabas durmiendo – musitó.
– ¿Y maldice por eso?
– Solo… lo lamento.
– No debería. Su llamada es demasiado grata ahora mismo – dije con voz provocadora. Al parecer lo notó porque hizo lo mismo.
– ¿Ah sí?
– Ajá.
– Dime… ¿por qué es tan grata?
– Bueno, me gustaría practicar lo que he aprendido, si no es mucha molestia – metí mi mano al agua y la saqué haciendo que un chorro saliera y volviera a su lugar de nuevo.
– ¿Cómo vas a practicarlo?
– Tenía pensado invitarlo a venir. Mis padres no están y tengo muchas ganas de aprender algo antes del jueves.
– ¿Qué quieres decir con eso? – preguntó confundido.
– Dios mío. Quiero que venga a mi casa… es miércoles, creo que no estaría mal adelantar la clase.
– Bueno, no estaría nada mal – susurró tentador.
– Entonces, ¿viene? – le pregunté. Sentí una punzada en mi estómago en el momento que dije eso.
– Voy en camino, señorita Wilde.
– Amo que diga mi apellido de esa manera, señor Bieber.
– El mío suena mejor saliendo de tus labios – y colgó.
Rápidamente salí de la tina y me enredé en una toalla. Tomé la crema y la embarré rápido en mi piel. Puse un poco de perfume cerca de mi cuello y mi pecho y recogí mi cabello. Me quedé en toalla sentada en una silla de la cocina. El timbre sonó. Sonreí y corrí a abrir.
Me asomé por el visor de la puerta y ahí estaba mi adorado profesor, con su melena dorada perfectamente peinada y sus labios llenos aplastándose entre ellos. Llevaba puesto unos jeans, una playera blanca y una chaqueta de cuero. Abrí y posó su mirada a mí.
– Te ves muy bien – dijo mientras se acercaba a mí.
– Tú te ves muy bien.
Reímos al mismo tiempo. Entró y cerró la puerta detrás de él mientras me seguía hasta mi habitación.
– ¿Cuál será la clase de hoy? – le pregunté mientras me sentaba en la orilla de mi cama.
– Bueno, me fascinaría enseñarte posiciones.
Mordí mi labio.
– Pues, estoy abierta a lo que me enseñe.
Sonrió malicioso. Se acercó a mí. Tomó mi mentón con sus dedos e hizo que siguiera su mirada.
– Pero antes, quiero relajarte. No me gusta que estén tensas antes de enseñarles algo.
Sus dedos bajaron por mi cuello hasta la separación de mis senos. La toalla se arrugó debajo de su dedo índice y empezó a soltarse sobre su mano. Tomé una bocanada de aire y empecé a sentir la excitación recorrer cada uno de mis músculos. Me levantó de la cama y me hizo recostarme en ésta. Sonrió y se puso encima de mí a horcajadas.
Sus manos a mis costados, su rostro encima del mío y su respiración al compás de la mía.
Puso su mano en la esquina de la toalla y empezó a deslizarla suavemente hacia abajo. Mi corazón se aceleró y lo único que pude hacer fue cerrar los ojos. Abrió la toalla encima de mi cuerpo y la jaló a un costado para quitarla por completo. Besó mis labios mientras bajaba su mano hacia mi pelvis. Bajó más y más. Tocó mis labios vaginales y los abrió con sus dedos. Empezó acariciando mi clítoris y luego metió su dedo en mí. El ritmo era lento y suave hasta que se volvió duro y rápido. Grité. Mi cuerpo no solo quería su dedo, quería tenerlo dentro de mí de nuevo.
– Oh… Justin… mete tu… – pensé en la palabra menos vulgar para señalar su pene así que solo puse mi mano encima de su miembro y lo acaricié lentamente.
Sacó su dedo de mi feminidad y empezó a lamer mis pezones. Quité el cinturón de su pantalón y desabroché el botón del pantalón para luego bajar el cierre. Sonreí. Me besó nuevamente en los labios y su lengua pidió permiso para invadir mi boca. Concedido.
Su lengua era un juego perfecto para la mía. Sus movimientos eran suaves, pero apasionados y me encantaba que hiciera eso. Se separó de mí y se levantó para quitarse el pantalón y la camisa, pero me dejó el trabajo del bóxer. Metí mi mano en el bóxer y acaricié más rápido el miembro de Justin. Le saqué el bóxer e hice que se pusiera encima de mí nuevamente. Besó mis labios de nuevo y empezó a poner el condón en su pene. Cuando al fin estuvo listo, metió su pene muy pero muy lentamente.
– ¿Duele?
– Solo un poco – contesté.
Se inclinó hacia mí y empezó a hacer movimientos más rápidos. Sus embestidas me volvían cada vez más loca, llenándome de placer y deseo.
– Ah, más – grité. Envié mis manos a su trasero empujándolo a mí.
– Oh… Señorita Wilde – jadeó.
Abrió más mis piernas e hizo sus movimientos más rápidos.
Su pene caliente entraba y salía de mi feminidad, después se movió en círculos y fue más rápido. Empezamos a jadear, incesantes. Agarro mis muñecas y alzó mis brazos justo arriba de mi cabeza y se mantuvo agarrado a mis muñecas mientras recorría mi cuello con sus labios. Se abalanzaba hacía mí lentamente, con cuidado, pero voraz.
El fuego entre nuestros cuerpos era impresionante, casi imparable.
– ¿En qué piensas? – dije entre jadeos.
– En lo mucho que… – soltó un gruñido. – ¡Dios! – gritó.
Mi feminidad abrazó a su pene todavía más, juntando de una vez por todas nuestras emociones en una. Estábamos llegando al éxtasis.
– ¡Me vengo Justin! – grité apasionada.
– Ah… Yo, yo también – gruñó.
Al final los dos sacamos suspiros incontrolables, palabras incesantes y yo, una que otra lágrima. Aún me dolía un poco ahí abajo.
– Me hiciste sentir en las estrellas – dijo Justin mientras se acomodaba a un lado mío y recorría todo mi abdomen con su dedo índice. – Me fascina tu abdomen.
Sonrió de lado y yo solo pude levantarme y volver a ponerme mi ropa encima. Él hizo lo mismo.
– ¿Empezamos con la clase?
.....................................
Okey, espero que les guste mucho mucho.
Ando de perver.
SwaggerBiebz
Re: Sex Instructor (Justin Bieber) HOT
Capítulo nueve.
Narra Justin.
______ se me adelantó. Cuando apenas estaba tomando mi chaqueta, ella ya estaba bajando las escaleras de esa manera tan sensual de ella. Corrí hasta donde estaba y tomé su mano.
– ¿Por qué tan acelerada, señorita Wilde?
– Ah, lo lamento.
Sonrió y tomó mi mano entre la suya. La solté. No me gustaba lo que empezaba a sentir con ______.
– ¿Quieres descansar un poco antes de la clase?
– Ahm… – rascó su cabeza y torció el gesto. – La verdad es que… no tengo muchas ganas de recibir esa clase después de eso – dijo mientras señalaba su cuarto con la barbilla.
– Señorita Wilde, ¿está cansada?
– Sí, un poco. Me ha dejado exhausta.
– Oh…
– Pero antes de que te vayas, si es que quieres hacerlo…
– ¿Te preguntas cómo sé dónde vives?
– Ajá.
– Bueno… Tu amiga Halley no es nada discreta – le guiñé un ojo y tomé mi chaleco.
Caminé hasta la entrada y sentí los pasos de ______ detrás de mí.
– ¿No vas a despedirte?
Solté una risita.
– Te veías preciosa el sábado.
Me di vuelta y salí hasta mi auto. Arranqué y fui hasta mi casa.
Cuando llegué a mi lujoso pent-house, no dudé ni un segundo en meterme a la ducha. Dios mío, ésta chica me había hecho sudar.
…
– ¡Oh, Alicia! – grité mientras tomaba el trasero de la mujer rubia entre mis manos y lo empujaba hacia mí.
– Justin… no, no te detengas – chilló.
– Oh, sí – gruñí cuando me vine.
Moví mi miembro más lento dentro de ella hasta que al fin el amiguito se relajó y pudo salir de esa entrada deliciosa.
– ¡Mierda Just! – dijo la rubia mientras se ponía frente a mí, enseñándome sus enormes senos y su carita preciosa. Me tomó del mentón y me besó ferozmente.
– Hey… – susurré encima de su rostro mientras la apartaba dulcemente por los hombros. – Tengo otro trabajo que atender.
– Zorra – gruñó entre dientes.
– Vamos, Ashley… recuerda las reglas.
– Tú y tus estúpidas reglas – exclamó. – ¿Por qué no admites que tienes una esposa?
– ¡¿Qué?! – comencé a reír por lo bajo. – No, es lo que menos quiero ahora. Disfruto mucho del sexo que me dan tú y otras mujeres…
– Quien quiera que sean las otras, más les vale que te conquisten lo más pronto posible, porque lo haré yo sin problema – dijo mientras alzaba su cabello y hacía que su busto se estirara.
Me levanté de la cama y comencé a ponerme mi traje. Besé por última vez a Ashley y salí del hotel. Mientras caminaba, acomodé mi corbata y me puse el saco encima, el clima no era nada caluroso.
Mi celular comenzó a vibrar. Un mensaje.
“Hotel Maryland. Recuérdalo. ______”
Sonreí orgulloso y seguí caminando.
“No lo olvido, señorita Wilde”
Me metí en mi carro y acomodé todas mis pertenencias en el asiento trasero de mi precioso Audi. Encendí el auto y arranqué. Avancé entre el horrible tráfico de la ciudad para después meterme en los suburbios, ahí, donde vivía mi siguiente alumna, la única alumna menor de edad, la única que había dejado de ser virgen gracias a mí, la única a la que me agrada ver en pijama y en vestidos, la única que me ha interesado saber de su vida, la única chica de ojos aguamarina y labios rojos que ha llamado mi atención.
Me estacioné en una esquina, lejos de su casa. Revisé mi celular. Nada. Miré por el retrovisor para asegurarme de que nadie me seguía. Cuando estuve seguro de que estaba completamente solo, libre de observar hacía la casa de ______, lo hice. Recargué mis antebrazos en la parte superior del volante, haciendo que se cruzaran al llegar a su punto final, mi mentón se recargo en la unión de las muñecas y observé detenidamente la ventana del cuarto de ______.
Estaba arreglándose, para mí. Se veía realmente bien con ropa interior. Una sonrisa se dibujó en mi rostro.
“¿Qué demonios te pasa Drew?”, me reclamaba interiormente mientras sacudía mi cabeza sacándome la preciosa imagen de ______ escogiendo un vestido. Seguí observándola. Tomó un vestido plateado, casi de monja.
– Ese no. Muy de niña – susurré.
Tomó uno negro strapples.
– Ese se ve lindo.
Sacudió su cabeza y miró en dirección a la cama. Sonrió. Tomó uno dorado, con un escote triangular, pero discreto. Dios. Era el mejor vestido del planeta.
– Quédate con ese.
Lo puso sobre una sillita y empezó a recoger los demás. Abrió su armario y los metió agresivamente. Una risa salió de mi garganta.
– ¿Qué harás ahora?
Vi como tomó su celular y dudaba en llamar a alguien. ¿Qué tramaba ésta chica? El sonido apagado de mi celular hizo que me removiera en el auto en busca de éste.
– ¿Hola? – contesté regresando mi mirada a ______. Ya no podía verla.
– Profesor… – susurró la débil y delicada voz de ______.
– ¿Cómo está alumna?
– Creo que seré de su agrado el día de hoy.
– Eso espero, señorita Wilde.
– Sí – dijo como niña pequeña. – tengo que seguir arreglándome. Hasta pronto, profesor.
– Hasta pronto señorita Wilde.
– Rompe reglas.
Colgó. ¿A qué se refería con “rompe reglas”?
..........................
Ya sé que lo hice corto, pero quería que el diez fuera un poquito más largo. Las amo:*
Narra Justin.
______ se me adelantó. Cuando apenas estaba tomando mi chaqueta, ella ya estaba bajando las escaleras de esa manera tan sensual de ella. Corrí hasta donde estaba y tomé su mano.
– ¿Por qué tan acelerada, señorita Wilde?
– Ah, lo lamento.
Sonrió y tomó mi mano entre la suya. La solté. No me gustaba lo que empezaba a sentir con ______.
– ¿Quieres descansar un poco antes de la clase?
– Ahm… – rascó su cabeza y torció el gesto. – La verdad es que… no tengo muchas ganas de recibir esa clase después de eso – dijo mientras señalaba su cuarto con la barbilla.
– Señorita Wilde, ¿está cansada?
– Sí, un poco. Me ha dejado exhausta.
– Oh…
– Pero antes de que te vayas, si es que quieres hacerlo…
– ¿Te preguntas cómo sé dónde vives?
– Ajá.
– Bueno… Tu amiga Halley no es nada discreta – le guiñé un ojo y tomé mi chaleco.
Caminé hasta la entrada y sentí los pasos de ______ detrás de mí.
– ¿No vas a despedirte?
Solté una risita.
– Te veías preciosa el sábado.
Me di vuelta y salí hasta mi auto. Arranqué y fui hasta mi casa.
Cuando llegué a mi lujoso pent-house, no dudé ni un segundo en meterme a la ducha. Dios mío, ésta chica me había hecho sudar.
…
– ¡Oh, Alicia! – grité mientras tomaba el trasero de la mujer rubia entre mis manos y lo empujaba hacia mí.
– Justin… no, no te detengas – chilló.
– Oh, sí – gruñí cuando me vine.
Moví mi miembro más lento dentro de ella hasta que al fin el amiguito se relajó y pudo salir de esa entrada deliciosa.
– ¡Mierda Just! – dijo la rubia mientras se ponía frente a mí, enseñándome sus enormes senos y su carita preciosa. Me tomó del mentón y me besó ferozmente.
– Hey… – susurré encima de su rostro mientras la apartaba dulcemente por los hombros. – Tengo otro trabajo que atender.
– Zorra – gruñó entre dientes.
– Vamos, Ashley… recuerda las reglas.
– Tú y tus estúpidas reglas – exclamó. – ¿Por qué no admites que tienes una esposa?
– ¡¿Qué?! – comencé a reír por lo bajo. – No, es lo que menos quiero ahora. Disfruto mucho del sexo que me dan tú y otras mujeres…
– Quien quiera que sean las otras, más les vale que te conquisten lo más pronto posible, porque lo haré yo sin problema – dijo mientras alzaba su cabello y hacía que su busto se estirara.
Me levanté de la cama y comencé a ponerme mi traje. Besé por última vez a Ashley y salí del hotel. Mientras caminaba, acomodé mi corbata y me puse el saco encima, el clima no era nada caluroso.
Mi celular comenzó a vibrar. Un mensaje.
“Hotel Maryland. Recuérdalo. ______”
Sonreí orgulloso y seguí caminando.
“No lo olvido, señorita Wilde”
Me metí en mi carro y acomodé todas mis pertenencias en el asiento trasero de mi precioso Audi. Encendí el auto y arranqué. Avancé entre el horrible tráfico de la ciudad para después meterme en los suburbios, ahí, donde vivía mi siguiente alumna, la única alumna menor de edad, la única que había dejado de ser virgen gracias a mí, la única a la que me agrada ver en pijama y en vestidos, la única que me ha interesado saber de su vida, la única chica de ojos aguamarina y labios rojos que ha llamado mi atención.
Me estacioné en una esquina, lejos de su casa. Revisé mi celular. Nada. Miré por el retrovisor para asegurarme de que nadie me seguía. Cuando estuve seguro de que estaba completamente solo, libre de observar hacía la casa de ______, lo hice. Recargué mis antebrazos en la parte superior del volante, haciendo que se cruzaran al llegar a su punto final, mi mentón se recargo en la unión de las muñecas y observé detenidamente la ventana del cuarto de ______.
Estaba arreglándose, para mí. Se veía realmente bien con ropa interior. Una sonrisa se dibujó en mi rostro.
“¿Qué demonios te pasa Drew?”, me reclamaba interiormente mientras sacudía mi cabeza sacándome la preciosa imagen de ______ escogiendo un vestido. Seguí observándola. Tomó un vestido plateado, casi de monja.
– Ese no. Muy de niña – susurré.
Tomó uno negro strapples.
– Ese se ve lindo.
Sacudió su cabeza y miró en dirección a la cama. Sonrió. Tomó uno dorado, con un escote triangular, pero discreto. Dios. Era el mejor vestido del planeta.
– Quédate con ese.
Lo puso sobre una sillita y empezó a recoger los demás. Abrió su armario y los metió agresivamente. Una risa salió de mi garganta.
– ¿Qué harás ahora?
Vi como tomó su celular y dudaba en llamar a alguien. ¿Qué tramaba ésta chica? El sonido apagado de mi celular hizo que me removiera en el auto en busca de éste.
– ¿Hola? – contesté regresando mi mirada a ______. Ya no podía verla.
– Profesor… – susurró la débil y delicada voz de ______.
– ¿Cómo está alumna?
– Creo que seré de su agrado el día de hoy.
– Eso espero, señorita Wilde.
– Sí – dijo como niña pequeña. – tengo que seguir arreglándome. Hasta pronto, profesor.
– Hasta pronto señorita Wilde.
– Rompe reglas.
Colgó. ¿A qué se refería con “rompe reglas”?
..........................
Ya sé que lo hice corto, pero quería que el diez fuera un poquito más largo. Las amo:*
SwaggerBiebz
Re: Sex Instructor (Justin Bieber) HOT
Noooooo! Porque la dejas ahi? Siguela ya porfavor!! *-*
dannibieber1994
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O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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