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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Scars [Louis Tomlinson]
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Scars [Louis Tomlinson]
Ficha de la serie
• Titulo: Scars.
• Autor: Yo lol.
• Adaptación: Todo viene de mi cabeza.
• Género: Drama, Romance.
• Contenido: Lenguaje obsceno.
• Advertencias: La escribí hace tiempo, así que diculpen si es un poco mala. Es corta, así que contaría como una mini-fanfic.
• Otras páginas: No.
• Autor: Yo lol.
• Adaptación: Todo viene de mi cabeza.
• Género: Drama, Romance.
• Contenido: Lenguaje obsceno.
• Advertencias: La escribí hace tiempo, así que diculpen si es un poco mala. Es corta, así que contaría como una mini-fanfic.
• Otras páginas: No.
Capítulo 1.
No, Dios mío, no. Otro día no. Quisiera simplemente despertar y ser otra persona, con otra vida mejor. O simplemente no despertar más.
Me levanté sin ganas, como siempre. Me di un baño rápido y tomé unos jeans, mis converse negros y una sudadera del mismo color.
Me miré en el espejo. Gracias a Dios el baño se había llevado todos los rastros de lágrimas que quedaban y la sangre seca que se resguardaba en mis muñecas.
Tomé mi mochila y eché un vistazo al reloj digital a lado de mi cama. Aun era temprano, Michelle de seguro no se había despertado aun.
Michelle, mi madre. Es más, ni siquiera la veía como eso. Era una simple mujer que se encargaba de cagarme más la vida. Culpándome de todo, y lo sabía, eso era lo que más me dolía. Michelle tenía razón en todo lo que me decía.
Salí haciendo el menor ruido posible y monté mi bicicleta. Era demasiado temprano, las clases empezaban en dos horas y tenía que ir. Ya no podía faltar más.
Me quería morir.
Pensaba hacerlo.
Pero había algo en mi interior que siempre me detenía. Ese maldito lado cobarde.
Sin mí todos estarían mejor. O ni siquiera notarían que me había ido.
Montar mi bicicleta, pedalear sacando todo el dolor y sentir el viento en mi rostro, eso era perfecto. Y más perfecto era mi destino.
Di la vuelta a toda la casa para que no sospecharan que estaba ahí.
Dejé mi bici en el patio trasero, encadenada al barandal y entré a la casa abandonada.
La casa embrujada, como decían los niños que no se atrevían a entrar.
Subí las escaleras corriendo, el sol no tardaría en salir y quería tomar una fotografía exacta de ese momento.
Rebusqué en mi mochila en busca de la cámara, sentí una punzada en el dedo índice y vi sangre, me había cortado sin querer. Mi estuche con navajas se había abierto.
Ignoré el dolor y la sangre y tomé la cámara. Amaba tomar fotos. Detener un momento para guardarlo por siempre, decía mi padre.
Guardar recuerdos, decía el psicólogo.
Tuve esas citas desde que murió papá, desde los 11 años tomaba terapia.
Pero lo dejé por culpa de Michelle, que decía que solo quería llamar la atención.
Para ella siempre he querido llamar la atención. Sí, claro.
Mi cámara era lo mejor que tenía. Papá me la había regalado antes de morir. Él era fotógrafo, era lo mejor que tenia él. A parte de mi, decía.
Ahora ya no lo tenía a él, ni tenía nada.
Tomé la fotografía.
Salió perfecta.
Esperé mucho para tomar esa fotografía.
Ahora solo faltaba imprimirla, ponerla en mi álbum y estaría completo.
En esa casa tenía todo. Pensaba ya tomar toda mi ropa y largarme de mi casa para vivir ahí. Juntaría más dinero vendiendo mis fotografías y me iría a otro lugar, fuera de ahí.
O si no funcionaba, me mataría.
Vi la hora en mi reloj de muñeca, quedaba media hora para entrar a la escuela.
Mierda, me había entretenido tomando mas fotografías, cortándome y limpiando la sangre derramada.
Ya no sentía nada cuando lo hacía. Se había vuelto una costumbre, y el dolor que sentía realmente no se comparaba con ese. Eran simples cicatrices las que quedaban
Guardé mis cosas, salí de mi escondite y tuve que respirar profundo para poder emprender mi camino a la segunda más grande tortura de mi vida.
Estacioné mi bicicleta y vi como los demás se daban cuenta de mi presencia, acercándose sigilosamente para comenzar a hacer mi día una completa mierda.
Me giré para entrar al campus e ignorarlos, caminé lo más rápido posible, entré y me arrepentí de haberlo hecho.
La mayoría gente estaba afuera y ahora ya no habría testigos.
Bueno, mejor, así podría decir que me caí o algo. Pero nadie me preguntaría sobre eso.
Sentí una punzada en mi cuero cabelludo por detrás.
Ya estaba empezando.
—¿Tratas de escapar, zorra? — dijo no sé quién, no los conocía, pero parecía que ellos a mi sí. No respondí— Te hice una pregunta.
—No— respondí con voz temblorosa.
—Parecía que sí, ¿o no chicas?
—Sí— respondieron otras voces.
—Te lo diré una vez, zorra, intentas escapar otra vez y no te imaginas donde acabarás.
Y todo se volvió negro después.
hannahunt
Re: Scars [Louis Tomlinson]
Capítulo 2.
Sentada hasta el final del salón, la clase comenzó. Una de las pocas materias que toleraba en el colegio, Artes. Probablemente esa clase sería mejor para mí, el problema era el profesor, un completo tirano, que en lugar de disfrutar el arte, lo veía como una forma de corregir tu ser.
—¿Puedo pasar? — un chico irrumpió en la clase, asomando su cabeza. Lo había visto algunas veces, pero no sabía su nombre. No sabía nada de nadie aquí. Pero al parecer ellos de mi, sí. Tanto que me juzgaban.
—Tarde de nuevo, Tomlinson, ya sabe cómo es esto, quiero una razón— ya comenzaba con su tiranía temprano.
—De seguro estaba haciendo cosas con una linda chica, ¿o no Louis? — todos rieron, yo no. Tomlinson sonrió y negó con la cabeza.
—Me quedé dormido, eso es todo lo que tengo que decir— todos rieron de nuevo.
—Pase, Tomlinson— dijo el tirano y el chico pasó, revisó todo el salón y notó que no había lugar. A excepción del que estaba a lado mío.
Me moví un poco cuando tomo asiento a lado de mí. No quería tener ningún contacto con él, nunca lo haría.
El profesor hablaba acerca de lo que el arte barroco había aportado a la era y perdí el sentido de lo que decía en ese momento. La persona a mi lado tomo mi muñeca y levantó la manga de mi sudadera, quedando al descubierto mis cortes.
Ríete de una vez, has mi día peor de lo que ha sido, pensé.
Nada.
Soltó mi muñeca con delicadeza, muy parecida a la delicadeza con la que me trataba mi papá.
Tapé inmediatamente mi muñeca y él me pasó un papel que contenía algo en bolígrafo azul.
«¿Por qué?»
Pude haberle contado lo miserable que había sido mi vida, pero no iba a dejar que una de esas personas en esa maldita escuela descubriera todo eso.
«No te incumbe»
Volví mi vista hacia el profesor y solo noté como su boca se movía, emitiendo ruidos que no comprendía, como un extraterrestre.
El timbre sonó y sorprendentemente fui la primera en salir.
Caminé muy rápido hasta que escuché que alguien me llamó. Volteé mi vista hacia el camino que ya había recorrido y me encontré con Tomlinson.
—Espera…
—¿Qué? — dije bruscamente. Trataba de salir de ese lugar y él me detenía.
—¿Lo olvidaste? Tenemos que hacer el proyecto de artes.
—¿Qué proyecto?
—Esto— me pasó una hoja de papel con garabatos, al parecer sí era un proyecto. Algo acerca de una pintura, escultura o fotografía.
—Ah, esto— dije como si entendiera. Volteé mi mirada a la puerta de salida y suspiré— ¿Tienes tiempo? Podemos ponernos de acuerdo ahora.
—Um, sí— dijo algo confundido— Pero… ahí dice que el proyecto lo entregamos en dos semanas.
—Vamos— dije ignorándolo.
Subimos hasta la azotea del colegio, esto era mucho más tranquilo que estar con todas las demás personas en la cafetería.
—Así que…— dijo él— ¿Qué es esto?
—Una azotea— dije.
—Sí, ya lo noté, pero, pudimos hacerlo en la cafetería.
—No quiero estar ahí— me senté y tuve una vista mejor de todo— ¿De qué tema es el proyecto?
—¿Tema? — suspiré, esto sería difícil.
—Sí, tema. Por ejemplo… comida, estaciones del año, contaminación…
—Oh, ya— me interrumpió— es acerca de cosas que nos hacen felices.
Se sentó a lado de mí, mirando al horizonte, como yo lo hacía.
Saqué una hoja de mi libreta y un bolígrafo y me preparé para apuntar.
—¿Qué te hace feliz? — le pregunté. Salió de su trance y me miró. Sus ojos eran hermosos, me perdí en ellos, era como entrar en un mundo mágico lleno de felicidad.
Su rostro se tornó pensativo, nunca había pensado en eso, al parecer.
Yo, yo siempre lo hacía, y lo único que encontraba era la fotografía y los recuerdos que tenía de mi padre.
—Me hace feliz estar con mis hermanas menores y jugar con ellas— lo anoté rápido, porque por su expresión parecía que iba a decir muchas más cosas— Ver a mi madre sonreír, igual a mi padre y cantar.
—Genial— terminé de apuntar todo.
—¿A ti?
—¿A mí? Con lo que más amo en la vida haremos este trabajo— su rostro estaba mucho más confundido que nunca, podría jurarlo. Saqué mi cámara y se la mostré— Fotografía.
Sonrió.
Demonios, su sonrisa también era hermosa.
Tenía que dejar de pensar en esas cosas.
—¿Me podrías dar tu dirección? — le tendí el papel y el bolígrafo. Era más fácil hablar con él así, que acerca de mis cortes.
—Claro— apuntó y me devolvió el pedazo de papel.
—Mañana te veo en tu casa a las tres de la tarde— dije, me puse de pie y me fui por fin de ese lugar.
Cuando llegué a casa no había nadie. Era mucho mejor así.
Tenía hambre pero no podía comer de ahí, Michelle me mataría si se enteraba que había comido de su propia comida.
Corrí escaleras arriba hacia mi habitación, me encerré y tomé una navaja del cajón. Lo necesitaba, ya se había convertido en una forma de vida, era normal ver cortes nuevos en todas partes de mi cuerpo.
Subí la manga de mi blusa y admiré toda mi muñeca. Para algunas personas ver eso sería repugnante o espeluznante, para mí era común.
Un sonido interrumpió que enterrara la navaja en mi muñeca. Hacía mucho que no escuchaba ese sonido, era mi estómago.
Tenía mucha hambre. No había comido nada desde hace tres días. No tenía dinero y Michelle estaba más ocupada en sus propios asuntos que en mí.
Extrañaba demasiado a mi padre.
Siempre estaba sonriendo y alegrando a los demás. Cuando él estaba vivo, todo era armonía. La casa lucía de verdad limpia, todos comíamos nuestras tres comidas diarias, tenía un emparedado para el almuerzo en la escuela y mis dibujos eran pegados con un imán con forma de letra en la nevera.
Ahora todo era completamente diferente, yo nunca comía, no había dibujos pegados en la nevera, yo era la única que limpiaba la casa y siempre olía a alcohol y marihuana. Y especialmente la habitación de Michelle apestaba a sexo.
Y lo peor era que yo tenía genes de ella dentro de mí.
El dolor en mi estómago aumentó, tenía demasiada hambre.
Me armé de valor y bajé a la cocina, no me importaba ganarme una paliza, tenía que comer por lo menos una uva pequeña.
Estaba terminando de hacer los deberes del colegio cuando un estruendo retumbó desde el piso de abajo.
Mierda, ya se había dado cuenta.
“Escapa, escóndete en algún lugar, no dejes que te haga algo”, pensaba.
—¡Taylor, maldita sea! — mierda, mierda, mierda.
No había lugar donde esconderse. Era mejor enfrentarla ahora.
Oí sus tacones subir las escaleras con calma, lo hacía para aumentar el miedo en mí, y lo estaba logrando.
Abrió la puerta lentamente y asomó su rostro con esa sonrisa que había perdido valor desde hace años.
—¿Qué te dije acerca de mis cosas? — se acercó lentamente. No lo había notado, pero ella tenía ventaja, yo estaba sentada en el piso.
—Yo… Lo siento… tenía que comer algo— dije sin mirarla a los ojos.
—No me importa si tenías que comer algo, mis cosas…— me tomó del cabello— nadie las toma.
Su mano chocó duro contra mi mejilla, mucho más duro que las otras veces.
—Es por qué estás celosa— me dio otro golpe—, estás celosa porque yo soy hermosa y tu no— esta vez me pateó en las costillas—, pero ¿sabes qué? Ahora ya no me quitarás nada, así como que quitaste el amor de William.
Más patadas con mucha más ira iban de la mano con cachetadas y puñetazos con el triple de ira que las patadas.
No me creía capaz de soportar más, pero mis expectativas estaban muy bajas.
Enterró su tacón en mi abdomen. Era un dolor inexplicable, demasiado fuerte y ya no podía soportarlo. Era ese dolor sumado al ardor de las patadas y demás golpes que me dio.
Sentí que por fin el tacón traspasaba mi piel y fue cuando se detuvo.
—¡Maldita perra barata, manchaste mis nuevos zapatos! — dijo. Fijé mi mirada en el tacón que me enterró y era cierto, había sangre ahí, así que me atreví a mirar sobre mi sudadera y mi blusa para ver la marca.
Era horrible, enorme y estaba llena de sangre.
Me dio una despedida más calmada; una patada y una cachetada, más un “No vuelvas a tocar mis cosas, zorra”.
Taylor ‘Zorra’ Beckett.
Al parecer mi nuevo nombre sería así ya que todos me decían así tan cálidamente, “zorra”.
hannahunt
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