— Padres solteros || N.C || 1D

Y aquella mañana, por mucho que lo deseé con todas mis fuerzas, no sería otra diferente. Me levanté de la cama doble, despertada por el maldito reloj que un día quise comprar para levantarme con una sonrisa y así no alarmar a los niños preocupándolos por mi repentino estado de depresión, al fin y al cabo, los niños exageraban mucho y aquel no era un caso distinto a otros.
Mientras caminaba hacia el baño para darme una ducha que me despejara, recordé el susto que les di a Carrie Tomlinson y a Trevor Malik cuando vieron mi rostro apenado al saber la noticia de que a mi madre le ingresarían en un hospital psiquiátrico. Por suerte, lo pude arreglar, contándoles que en realidad no me pasaba nada, por suerte, me creyeron. Pero, ahora que me daba cuenta, mi vida no era perfecta.
Con una madre un tanto desequilibrada, un padre que ignora todo lo que pasa a su alrededor y un hermano fallecido, podríamos decir que la vida no me ha ido exactamente como un camino de rosas. Sin embargo, no podía pararme a reflexionar con esas cosas, había conseguido trabajar en lo que me gustaba, ayudaba a niños y conseguía hacer de ellos mejores personas, aquello no tenía precio.

El tiempo se me había echado encima gracias a mi reflexión en el agua por lo que decidí ponerme una simple blusa blanca, junto con unos vaqueros ceñidos negros y unas botas marrones, y por si lo necesitaba, una chaqueta que hacía conjunto con las botas. Hoy iba a ser el primer día de clase y para algunos sería un gran cambio, de la guardería a una escuela de mayores.
Crucé la puerta del aula, y para mí sorpresa, todos los niños estaban sentados en sus sillas. Realmente no me lo esperaba, eran niños de no más de dos años, ¿Por qué eran tan ordenados y tranquilos? Yo a su edad no podía parar de destruir cosas y chillar como sí estuviera loca, loca como mi madre.
«Valentina, no, déjalo, deja de pensar en eso.» Me regañó mi mente, obligándome a sonreír y así recibir una sonrisa de parte de los infantes. Era casi obligatorio que, antes de empezar las clases, cada profesor ayudara a integrar a sus alumnos en la clase, saber quién iba más rápido y quién más atrasado, y así coger el ritmo. Repartí unas fichas básicas, que servían para pintar, cada hoja con un dibujo diferente en ellas.

–¡Profesora!– Una voz increíblemente encantadora llamó mi atención. Me giré rápidamente, para ver a una niña de pelo completamente lacio y largo con unos bonitos ojos verdes, que me recordaban a alguien. –A ella no le has repartido.– Señaló a otra niña, ésta tenía los ojos marrones y el pelo igual. Me acerqué a ella y le di la opción de elegir el dibujo que quería, al parecer era muy tímida, todo lo contrario a la ojiverde de su lado. Acabé de entregar todas las hojas y me acerqué a ellas, acuclillándome para estar a su altura.
–Hola.– Sonreí, mirando sus dibujos. –¿No os gustan las princesas?– Las dos alumnas habían elegido los dibujos de un superhéroe y un coche, algo extraño ya que eso es lo que normalmente elegían los chicos.
–Nop.– Volvió a decir la chica de ojos verdes, remarcando la 'p'. –Las princesas son para bebés.– Me causó gracia que hablará con tanta seguridad en sí misma. –Se parece a mi papá.– Señaló su caricatura, le había pintado los ojos de un verde brillante y el pelo marrón, cosa que me siguió recordando a alguien, aunque no conseguía adivinar el nombre.
–¿Tu papá es un superhéroe?– Me alegró que su amiga interviniera en la conversación, parecía inteligente y por eso me gustaba que participara. –Qué chulo.– Sonrió de oreja a oreja, acto que me dio ganas de achucharla.
–No es un superhéroe, tonta. Es mi superhéroe.– Me quedé confundida al escucharla hablar tan seriamente y tan madura. No era normal en una niña de tres años que hablara como un adulto. –Cuando ella se fue, él me cuidó.– No entendí mucho cuando se refirió con 'ella', pero me entró curiosidad. Su amiga sí que supo a qué se refería, y al callarse supuso que a la ojiverde no le gustaba hablar de ese tema.
–¿Cómo os llamáis?– Pregunté interesada, levantándome y así dar por acabada la conversación, no me podía centrar en ellas dos en toda la clase.
–Yo soy Summer, y ella es Skylar.– La niña de ojos verdes me sonrió alegremente y volvió la mirada a su dibujo nostálgica, como sí recordara algo. La supuesta Skylar hizo lo mismo, sólo que ella comenzó otra vez a pintar el coche, algo más alegre que antes.

Caminé observando a todos los niños pintar, aunque a algunos les tuve que llamar la atención para que dejaran de hablar, lo típico. Me senté en mi mesa y saqué de mi bolso una carpeta, donde estaban todos y cada uno de los expedientes de los alumnos que tendría este curso. Comencé a ojearlos, no había nada que no conociera de otros años, además de que al ser todos los alumnos muy pequeños no había mucho que contar. Sin embargo, hubo un expediente que me llamó la atención, Summer Styles. Y todo el peso del mundo cayó a mis hombros.
No podía olvidar aquel apellido, ni aunque pasaran casi cuatro años, nunca dejaría de recordar el nombre de aquel que provocó la muerte de mi hermano, así como me rompió el corazón, pero había una cosa que no dejaba de confundirme, ¿Cómo era que tenía una niña? ¿Acaso estaba casado? Antes de que saliéramos él y yo, todo el mundo lo tachó de mujeriego, y lo era. Muchas preguntas se enredaron en mi cabeza, pero una sobresalió entre la multitud.

¿Cómo reaccionaría al ver el primer amor que me rompió el corazón?