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disney magic | nc
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Página 4 de 11. • 1, 2, 3, 4, 5 ... 9, 10, 11
Re: disney magic | nc
¡¡ANA!! el capítulo te quedó hermoso<3 escribes perfectamente perfecto<3
Amé a Brooklyn, es tan . El pato Donald :o se amarán, yo lo sé. Serán pato Donald, y pata Donald. Esperemos que Daisy no se enoje (?)
Lo amé, lo amé, y lo amé. Escribes hermoso<3.
Ya me imagino al pato Donald con su boca de pato dando un beso en la mejilla de Brooklyn LOOOL. Ya, me convertí en una jodida chica que arruina capítulos con los besos ._. xd. Eso, bye, te quiero Ana<3.
Amé a Brooklyn, es tan . El pato Donald :o se amarán, yo lo sé. Serán pato Donald, y pata Donald. Esperemos que Daisy no se enoje (?)
Lo amé, lo amé, y lo amé. Escribes hermoso<3.
Ya me imagino al pato Donald con su boca de pato dando un beso en la mejilla de Brooklyn LOOOL. Ya, me convertí en una jodida chica que arruina capítulos con los besos ._. xd. Eso, bye, te quiero Ana<3.
Invitado
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Re: disney magic | nc
el capitulo, wn, el capitulo brook esta re loca, plz, la amo y el hermano es tan amargado, lo amo mas lo de la señora xd, yo me cagaría de risa en la cara de la morena, ahreforra. y idk, lo del donald fue muy tierno:c nada esop, espero cap, mey, ily, bai.
Sunrise.
Re: disney magic | nc
OH POR DIOS últimamente me estas matando con tus capítulos, debió haber sido duro bc te tocó subir en todas las nc's que estamos juntas xddd
ME ENCANTÓ EL CAPÍTULO, te juro que lo viví Y como para mis 15 me voy a ir a Disney, me imaginé todo, todito :O Y es hermoso Morí de ternura, en serio. Más con el Pato Donald bc la abrazó y besó y JKSVNKSÑLJDVNSKLDVN Ella no sabía que dentro se encontraba un lindo chico australiano :meh: boba que no tiene rayos x, háganle bullying(? ah, no mentira :c ME MATA CUANDO LLAMAS A TU PJ BROOKLYN es un nombre muy perfecto y a Bethany le queda perfecto<3
Me encantó, sabes que amo como escribís, te lo dije un millón de veces y te lo seguiré diciendo.
ANA AMO TU REDACCIÓN y te amo a vos<33333
Espero el cap de mi beffo, hermana, amante, esposa y todo lo que se les ocurra(?
Las amo a todas<333
pd: Ya quiero que llegue mi turno bc tengo muchas ideaaas
ME ENCANTÓ EL CAPÍTULO, te juro que lo viví Y como para mis 15 me voy a ir a Disney, me imaginé todo, todito :O Y es hermoso Morí de ternura, en serio. Más con el Pato Donald bc la abrazó y besó y JKSVNKSÑLJDVNSKLDVN Ella no sabía que dentro se encontraba un lindo chico australiano :meh: boba que no tiene rayos x, háganle bullying(? ah, no mentira :c ME MATA CUANDO LLAMAS A TU PJ BROOKLYN es un nombre muy perfecto y a Bethany le queda perfecto<3
Me encantó, sabes que amo como escribís, te lo dije un millón de veces y te lo seguiré diciendo.
ANA AMO TU REDACCIÓN y te amo a vos<33333
Espero el cap de mi beffo, hermana, amante, esposa y todo lo que se les ocurra(?
Las amo a todas<333
pd: Ya quiero que llegue mi turno bc tengo muchas ideaaas
Última edición por Deby. el Jue 31 Oct 2013, 3:33 pm, editado 1 vez
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Invitado
Re: disney magic | nc
Ah Gad
Pardón annush, no había leído tu cap<33
Pero ahora si, comento comento.
Ay mujer, ¡Me encanta! Srsly, yo estaba así cuando era peque, o bueno, más peque.
Y mi mamá me decía “Si no te calmas, no entramos” y se tiró mi vida con eso
Ashasjshsjsjs se emocionó la mina, hasta con el baño, ósea plz(? La re loca :meh: eso, si se le cae un Nacho en el parque, estará feliz bc fue en el parque ahquedecía.
Y algo me dice que tiene que ver con la personalidad de Mota, but dime tú que si la conoces
Sho quiero ver al pato Donald sin su traje
¿Será que lleva ropa por debajo o el traje es su ropa? ahqueerareperverconelmino
Eso Annush, lo amé demasiado<333
Ily<3
Sigue mey
Pardón annush, no había leído tu cap<33
Pero ahora si, comento comento.
Ay mujer, ¡Me encanta! Srsly, yo estaba así cuando era peque, o bueno, más peque.
Y mi mamá me decía “Si no te calmas, no entramos” y se tiró mi vida con eso
Ashasjshsjsjs se emocionó la mina, hasta con el baño, ósea plz(? La re loca :meh: eso, si se le cae un Nacho en el parque, estará feliz bc fue en el parque ahquedecía.
Y algo me dice que tiene que ver con la personalidad de Mota, but dime tú que si la conoces
Sho quiero ver al pato Donald sin su traje
¿Será que lleva ropa por debajo o el traje es su ropa? ahqueerareperverconelmino
Eso Annush, lo amé demasiado<333
Ily<3
Sigue mey
~Lucy~
Re: disney magic | nc
anita, subo hoy, no sé a que hora, pero va<3.
lucy, tú y yo tenemos que hablar preciosa
lucy, tú y yo tenemos que hablar preciosa
bigtimerush.
Re: disney magic | nc
Oki<33worldwide with you♡ escribió:anita, subo hoy, no sé a que hora, pero va<3.
lucy, tú y yo tenemos que hablar preciosa
~Lucy~
Re: disney magic | nc
Capítulo 002.May not have the right, but I do it with accuracy.✖
—No me hagas las cosas más difíciles, Meck.
Austin acarició con un ligero roce por enésima vez la piel blanquecina de la muñeca de Meck. Con roces dulces, intentaba concentrar todo su esfuerzo para que la quebrantada chica cediera de una buena vez. Detestaba con todo su ser tener que observarla en ese estado de ánimo tan frágil, tan expuesta a los peligros que tanto temía, tan rota por dentro… odiaba sentir lo mismo que ella sentía, era una conexión fascinante, como si estuvieran fusionados en una misma persona con las mismas sensaciones, y quizás por esa razón eran mejores amigos desde el jardín de niños, pero iba más allá de todo deber por compromiso, él la quería, quizás polvo comparado como el número de estrellas en el cielo, con todo el afecto de una hermandad prevalente entre dos seres como el agua y el aceite. Él tan descarado con todas, disfrazando detrás de esa mascara de mujeriego un chico simpático y cordial, y ella tan sensible que a nadie se le pasaba por la cabeza la intención de lastimarla, pero tan atrevida como un coqueteo indiscreto.
A pesar de eso, ni Austin podía protegerla de todo lo que le hacía daño, él no podía disipar el agobio que se aproximaría y la convicción de ser de inútil ayuda le estaba matando poco a poco.
Bajo su erizada y pálida piel, la sangre no parecía circular por las venas de la chica. Era como si su sistema circulatorio hubiera dejado de funcionar, como si su corazón se hubiera dañado a tal punto de no drenar la sangre suficiente para su cuerpo, causando una pérdida que iba atravesando con rapidez los canales de lo inexplicable.
El rostro de Austin se crispó de preocupación. Meck suspiró luego de notar el acelerado ritmo cardiaco de su amigo y le concedió con dificultad una sonrisa, transmitiendo un «no te preocupes».
La suave ventisca que azotaba la copa de los arboles era una corriente de brisas fuertes que quizás avisaban con antelación una posible tormenta. Los ojos de la rubia se cerraron instintivamente al aire acariciar su rostro, delirando así en un pequeño momento de distracción. Desde corta edad, se había criado en Londres, acostumbrándose con gratificante facilidad al clima húmedo pero tan frío y cercano de la ciudad, ¡Cómo le encantaba la temperatura del lugar! Aunque su cabello rubio se esponjara cuán goma espuma y estuviera bajo más de cinco o más abrigos rosas y bufandas cafés para evitar a toda costa que sus huesos se congelaran.
Mahone clavó su mirada en el grisáceo cielo que cubría el ambiente en un esplendor invisible, deseando que Meck se recuperara pronto. Le dolía muchísimo soportar que fingiera una sonrisa para hacerle entender que está bien, cuando por dentro, mucho más lejano de todo hipocresía, su pequeño corazón se partía en mil pedazos.
—Ayer hablé con tu madre —forzó su voz para que sonara convincente a los oídos testarudos de Meck. Percibió la mirada traicionada de su mejor amiga. Austin arrugó la nariz, para luego anunciar con voz monocorde y casi esperanzada—: Hemos llegado a una conclusión que te hará bien, corazón —él se tragó una carcajada al notar los ojos chispeantes de enojo de Meck—. Viajaremos a Florida, en el extranjero.
Un nudo difícil de deslizar se atoró en la garganta de Meck. Ella ya tenía la respuesta preparada para dicha propuesta, era automática. No se iria. Su aversión hacia el sol era irritante, además, amaba Londres, ¿Por qué tendría que irse?
Se mordió el labio antes de pronunciar un no rotundo.
Oh. Ignoraba la verdadera razón para su decisión definitiva. No quería desprenderse de los recuerdos del pasado, eran ellos los que la ataban al agobio, y luego del agobio, queda la indiferencia por la des emoción y ella no quería eso, por más dolorosos que fueran, se negaba a tomar un avión y olvidar todo por un viaje de ilusiones falsas que después se desprendería frente a sus ojos, cuando se topara frente a frente con la realidad.
—No planeas rendirte, ¿a que sí? —evadió una respuesta como tal—. Están dementes si piensan que aceptare así por así.
—Vamos, Meck, ambos sabemos que caerás redondita cuando te diga a que parte de Florida visitaremos —elevó las cejas y le miró esperando un gruñido de su parte. Indiferencia y desinterés fue lo que recibió antes de continuar—. ¡Orlando, Maslow! Florida, el lugar en donde se encuentra Disney World.
La quijada de Meck se abrió y cayó al piso de par en par, se había olvidado como retener su expresión de incredibilidad hasta que finalmente, Austin apretó sus mejillas, dejándolas sonrosadas e hinchadas por el pellizco.
—¿Y bien…? —preguntó el chico, sonriendo e irradiando felicidad a simple vista.
Meck repasó las probabilidades, esperando con fervor que un conejo blanco apareciera y se la llevara al país de las maravillas para completar el hecho en específico de un sueño que estaba a punto de volverse real. Su pie empezó a moverse contra el suelo sin cesar, sus ojos, dilatados por la sorpresa, casi se le salieron de las órbitas.
—¡Ay, como te amo, idiota! —expresó abalanzándose hacia el abrumado Austin que contenía las ganas de lanzarle una bofetada para que le bajara dos a su excitación.
Se preguntó cómo demonios su estado de ánimo había ascendido a la escala máxima de emoción tan abruptamente, aunque solo se llevaran dos años de diferencia, Austin notó, que, por ser menor y adolescente, sus hormonas secretaban las suficientes sustancias para considerar una enfermedad psicológica. «Latin Passion», recordó con el ceño fruncido. Según ella, la temperamentalidad formaba parte de un protocolo latino.
Su corazón dio un vuelco de alegría y en sus brazos, sintió como Meck recostaba la cabeza en su pecho, al mismo tiempo que él aspiraba el dulce aroma a frutas de su cabello.
De inmediato, Meck tachó en su lista de deseos infantiles, las mejores vacaciones en Disney, el lugar de sus sueños y fantasías.
—Madre, Austin va a subir conmigo a empacar para mañana —avisó Meck, golpeando las palabras unas a otras antes de expulsarlas, todo a causa de la euforia del viaje.
Claire lanzó una mirada cariñosa hacia el chico.
—Llamaré a tú madre para que te quedes a dormir esta noche; saldremos temprano para tomar el vuelo de primera hora, no te preocupes, Austin —dijo, sin apartar la vista de los sándwiches de mantequilla de maní y mermelada que preparaba con rapidez para la cena.
Él suspiro de alivio.
—Muchas gracias, Señora Maslow —se aproximó hacia ella y le obsequió un beso sonoro en la mejilla.
—No hay de qué, cielo —Meck estuvo a punto de vomitar encima de la alacena, su madre esquivó su bufido con una mirada compasiva—. Cariño, llamé a James hoy cuando saliste con Austin, impliqué de un pequeño esfuerzo para convencerlo de que los fuera a recoger a ti y Austin mañana en el aeropuerto, pues ya sabes que Mike, tu padre y yo iremos a visitar a la abuela —una mueca se congestionó con la falsedad en su rostro, sofocando así una sonrisa innecesaria.
—¿James? —logró articular la rubia. El amargo sabor que dejó su partida se acumuló en su garganta, quemándola hasta dejarla sin aliento.
Unos torneados brazos se centraron en los hombros de Meck, sacudiéndolos con delicadeza, intentando desviar el motivo de su amargura y por alguna razón, el fuego que la bloqueaba por completo desapareció.
—Estupendo, quizás también quieras arruinar el viaje completo —escupió con la voz entrecortada, deseando así en su fuero interno ser indiferente al hecho de una motivación insegura que le causaría el dolor de la combinación catastrófica de dos partidas simultaneas.
Austin la hizo callar con un siseo por lo bajo.
—Deberías madurar de una vez por todas, Maslow —le había dicho su madre, con sus fuertes ojos penetrando los de Meck, tan audaces que hicieron que fijara la mirada en la cerámica de madera.
Se mordió la lengua y no se atrevió a contraatacar su defensa. La había llamado por su apellido, lo que significaba que realmente consideraba una inmadurez quedarse estancada en el pasado.
Unos, dos, tres… contaba mentalmente. No podía controlar esa pequeña parte de sí que se moría y resucitaba de nuevo por saber una causa en concreto por la cual necesito de un año para afrontar la dura realidad que embargaba la vida de todos. Su cerebro de exprimía, pero no lograba encontrar ninguna respuesta que se asemejara a la causa; el efecto de por sí ya estaba sobrevalorado.
—No entiendo por qué te amotina tanto la idea de volver a ver a tu hermano mayor, Meck. Sinceramente no le hallo una respuesta lógica.
—Tal vez no la hay —esbozó una sonrisa hipócrita en comparación con las ganas de tirarse al suelo y hacer pataletas hasta llorar de agotamiento, tal cual como una niñita de seis años por el simple hecho de unas vacaciones arruinadas por discusiones sin sentido que ya visualizaba con claridad.
Tomó las prendas de su amplio closet y se las lanzaba a Austin en el aire, él se encargaba de doblarlas y las colocaba a un lado para que ella misma las ordenara por color y estilo. Sinceramente, Meck no era una chica con complejo organizador, aun así, era algo obsesionada por la perfección, aunque eso abarcara ir en contra de su naturaleza desaliñada y distraída.
—¿Preparaste ya tus maletas? —inquirió observándole por encima del hombro.
—Mmm —musitó para sí, tomando un sostén de encaje que le había lanzado por equivocación. Carcajeé y mi cara se coloró de una tonalidad rojo carmín. Me dirigió una mirada llena de dulzor—. Esperaba que cierta rubia ruborizada, a quién, si me permites comentar, amo muchísimo y adoro como al chocolate de sus brownies, me ayudara un poco.
—No son necesarios los halagos, sabes bien que siempre cederé ante tur tiernas miradas de cachorrito triste —le recordé, conservando por poco el rostro agradecido y simpático de Austin antes de que se transformara en una mueca extraña y los labios fruncidos partieran un rostro lleno de dolor a el almohadón aterrizar directo a su cabello, arruinándolo por completo.
—¡Austin Carter Mahone! ¡Pedazo de porquería, ojala Dios te perdone la vida porque para mí ya estás muerto! —chilló la consternada rubia a todo pulmón, a punto de romper con el puño en miles de pedazos el cristal que reflejaba su figura justo a un minuto de haber levantado.
Las ojeras demarcaban oscuridad en su rostro, bajo sus hermosos ojos color café permanentemente encendidos, tan cansados pero con una chispa de ira latente al cien por ciento, dejándola atónita. Se debatía internamente entre ser una dulzura tolerante y paciente o arrancar mechón a mechón el cabello del castaño, más que la primera y errónea opción, consideró que la segunda le parecía mucho más atractiva.
Tenía un aspecto horroroso y todo por culpa de la desorganización de Austin. Le había hecho pasar un mínimo de cuatro horas ordenando su ropa, pues su maleta parecía un nido de abejas encolerizadas. Y lo peor de todo, a la segunda ronda de ropa por organizar, este ya se encontraba babeando en su almohada, sin aparentes ánimos de ayudarle en nada.
Su cabello, alborotado y esponjado como siempre, le pedía a gritos una secadora urgentemente. No sabía con exactitud si perder su tiempo dándole una buena paliza a Mahone o concederle el beneficio de la duda sobre su cercana muerte.
Sí, quizás se lo concedería, después de todo, perder sus panquesitos matutinos con el café y crema de chocolate que tanto adoraba no era una buena alternativa.
El café de sus ojos quería derretirse y deslizarse por sus mejillas, literalmente, y si se volvía loca en aquel momento, no lo hubiera impedido.
Con las maletas esperando ya en la planta baja de la mansión, observó la diminuta caja rosa sobre la mesa caoba de la cocina. Miro a los lados para asesorarse de que no corría peligro alguno. Nada ni nadie. Se abalanzó sobre los panquesitos de extra chocolate y almendras, devorándolos como si no existiera un mañana. Gruñía y empleaba el odio en la mirada cuando su hermanito menor, Mike, le pedía una "probadita".
Percibió con audacia el perfume masculino de Austin penetrar con sus sentidos; accionó la caja rosa que contenía el último panquesito detrás de su espalda y miró con detenimiento el semblante divertido de su mejor amigo.
—Mantén la calma, Meck… —dijo él, acercándose lentamente hacia su posición defensiva. Ella retrocedió y achicó sus ojos—. Solo dámelo y ya está.
Golpeó la mano del chico que se extendía sin piedad a su pequeña cajita del tesoro.
—Ni lo pienses. Es mío y solo mío.
—¿Por favor? —suplicó, haciendo pucheros ilegales para el consentimiento de Meck.
—No —dijo, cortante.
—¡Chicos ya nos vamos, muevan el trasero!
La voz de Claire los alertó aún más.
—Hagamos un trato, ¿vale? —se apresuró a proponer. Ella asintió, no muy convencida—. Tú te quedas con la cubierta de chocolate y almendras y yo con el bizcocho de vainilla, es un trato justo —se encogió de hombros.
—Tienes razón —concedió— ¡Pero ya te he dicho que es solamente mío! —gritó y apretó la caja a su pecho, cuidando no arruinar su hermoso vestido azul intenso.
No miró hacia atrás y el viento por la velocidad revoloteó sus cabellos al aire, corriendo tanto como podía, su corazón latía con frenesí, martillando en su cabeza e impidiendo que se concentrara. Por un segundo, creyó que resbalaría al su pie rozar con una de las maletas más livianas en la entrada de la mansión, pero los brazos de Austin fueron más rápidos y ágiles que su torpeza y así, evitaron que su trasero caera estampado a la madera.
—Siempre a tiempo, Austin —agradeció mirando sus hipnotizantes ojos avellana, contemplando su inigualable belleza.
Él besó su frente y apretó su cintura a él.
—Nunca tarde —murmuró con la voz más ronca de lo normal.
El cuerpo de Meck temblaba, una vibración lo recorría con ida y retorno, enfatizando su evidente nerviosismo. Sus sentidos estaban agudizados, oía todo en perfecta sinfonía, podía percibir hasta lo inteligible, captar lo impalpable. Se minimizó su existente dolor, su corazón palpitó con más fuerza. La sudoración empezó a hacerse presente en sus manos y la se le frente perló de ello. Sus labios se relamían con desesperación.
El tiempo se detuvo, los colores y movimientos fugaces a su alrededor se congelaron al mismo instante. Los segundos de indiferencia al respecto de Austin carecían de significado para ella, al igual que el año de desolación y distancia con James perdió importancia.
Le observó el rostro con detenimiento, buscaba algo en Meck que seguramente no encontraría. Quizás facciones más atractivas, un rastro de felicidad o tal vez los ojos más apagados y tristes.
Fascinación, fue lo primero que se le vino a la mente al describir semejante majestuosidad. Tan dulce y apaciguado, bajo una máscara que en otro momento, le hubiera parecido adecuado tomando en cuenta que estaban en el centro de Disney World.
Recorrió su mejilla derecha con el inferior de su mano, un toque sensible y cuidadoso, como si temiera que Meck se destrozara en mil pedazos.
—Yo… lo siento —rápidamente, retiró su mano y dejó a mi piel suplicando otra roce. Su voz era tan ronca y avergonzada, me revolvió todas las sensaciones que iban más allá de la atracción.
No iba a permitir que huyera, como lo hicieron con antelación.
—¿No puedo impedir que te vayas? —preguntó, al mismo tiempo que analizaba lo que acababa de decir.
Se golpeó mentalmente en la cabeza, lo menos que quería era asustar al bien parecido joven.
El reparó su mirada en ella, sacudió la cabeza y contestó:
—Pensemos que es lo mejor.
La mirada compasiva del joven se dirigió a sus espaldas, donde se encontraba James con el rostro inescrutable, con la mandíbula apretada y sus puños yacían a los lados de su torso.
Lo único que quería Meck en aquel momento fue que la tierra la tragara y la escupiera de nuevo en su hogar, en Londres. No quería soportar escenitas de su hermano mayor, y no lo iba a hacer.
—Bien puedes quedarte como un idiota ahí parado o marcharte de una vez para que me permitas sonreír, aunque sea un poco —se volvió a su hermano, y le recriminó con abstinencia.
Dispuesta a disculparse con el chico de ojos inigualables, se dio la espalda y no se encontró a nadie.
—Se ha ido —susurró, chasqueando la lengua.
Austin acarició con un ligero roce por enésima vez la piel blanquecina de la muñeca de Meck. Con roces dulces, intentaba concentrar todo su esfuerzo para que la quebrantada chica cediera de una buena vez. Detestaba con todo su ser tener que observarla en ese estado de ánimo tan frágil, tan expuesta a los peligros que tanto temía, tan rota por dentro… odiaba sentir lo mismo que ella sentía, era una conexión fascinante, como si estuvieran fusionados en una misma persona con las mismas sensaciones, y quizás por esa razón eran mejores amigos desde el jardín de niños, pero iba más allá de todo deber por compromiso, él la quería, quizás polvo comparado como el número de estrellas en el cielo, con todo el afecto de una hermandad prevalente entre dos seres como el agua y el aceite. Él tan descarado con todas, disfrazando detrás de esa mascara de mujeriego un chico simpático y cordial, y ella tan sensible que a nadie se le pasaba por la cabeza la intención de lastimarla, pero tan atrevida como un coqueteo indiscreto.
A pesar de eso, ni Austin podía protegerla de todo lo que le hacía daño, él no podía disipar el agobio que se aproximaría y la convicción de ser de inútil ayuda le estaba matando poco a poco.
Bajo su erizada y pálida piel, la sangre no parecía circular por las venas de la chica. Era como si su sistema circulatorio hubiera dejado de funcionar, como si su corazón se hubiera dañado a tal punto de no drenar la sangre suficiente para su cuerpo, causando una pérdida que iba atravesando con rapidez los canales de lo inexplicable.
El rostro de Austin se crispó de preocupación. Meck suspiró luego de notar el acelerado ritmo cardiaco de su amigo y le concedió con dificultad una sonrisa, transmitiendo un «no te preocupes».
La suave ventisca que azotaba la copa de los arboles era una corriente de brisas fuertes que quizás avisaban con antelación una posible tormenta. Los ojos de la rubia se cerraron instintivamente al aire acariciar su rostro, delirando así en un pequeño momento de distracción. Desde corta edad, se había criado en Londres, acostumbrándose con gratificante facilidad al clima húmedo pero tan frío y cercano de la ciudad, ¡Cómo le encantaba la temperatura del lugar! Aunque su cabello rubio se esponjara cuán goma espuma y estuviera bajo más de cinco o más abrigos rosas y bufandas cafés para evitar a toda costa que sus huesos se congelaran.
Mahone clavó su mirada en el grisáceo cielo que cubría el ambiente en un esplendor invisible, deseando que Meck se recuperara pronto. Le dolía muchísimo soportar que fingiera una sonrisa para hacerle entender que está bien, cuando por dentro, mucho más lejano de todo hipocresía, su pequeño corazón se partía en mil pedazos.
—Ayer hablé con tu madre —forzó su voz para que sonara convincente a los oídos testarudos de Meck. Percibió la mirada traicionada de su mejor amiga. Austin arrugó la nariz, para luego anunciar con voz monocorde y casi esperanzada—: Hemos llegado a una conclusión que te hará bien, corazón —él se tragó una carcajada al notar los ojos chispeantes de enojo de Meck—. Viajaremos a Florida, en el extranjero.
Un nudo difícil de deslizar se atoró en la garganta de Meck. Ella ya tenía la respuesta preparada para dicha propuesta, era automática. No se iria. Su aversión hacia el sol era irritante, además, amaba Londres, ¿Por qué tendría que irse?
Se mordió el labio antes de pronunciar un no rotundo.
Oh. Ignoraba la verdadera razón para su decisión definitiva. No quería desprenderse de los recuerdos del pasado, eran ellos los que la ataban al agobio, y luego del agobio, queda la indiferencia por la des emoción y ella no quería eso, por más dolorosos que fueran, se negaba a tomar un avión y olvidar todo por un viaje de ilusiones falsas que después se desprendería frente a sus ojos, cuando se topara frente a frente con la realidad.
—No planeas rendirte, ¿a que sí? —evadió una respuesta como tal—. Están dementes si piensan que aceptare así por así.
—Vamos, Meck, ambos sabemos que caerás redondita cuando te diga a que parte de Florida visitaremos —elevó las cejas y le miró esperando un gruñido de su parte. Indiferencia y desinterés fue lo que recibió antes de continuar—. ¡Orlando, Maslow! Florida, el lugar en donde se encuentra Disney World.
La quijada de Meck se abrió y cayó al piso de par en par, se había olvidado como retener su expresión de incredibilidad hasta que finalmente, Austin apretó sus mejillas, dejándolas sonrosadas e hinchadas por el pellizco.
—¿Y bien…? —preguntó el chico, sonriendo e irradiando felicidad a simple vista.
Meck repasó las probabilidades, esperando con fervor que un conejo blanco apareciera y se la llevara al país de las maravillas para completar el hecho en específico de un sueño que estaba a punto de volverse real. Su pie empezó a moverse contra el suelo sin cesar, sus ojos, dilatados por la sorpresa, casi se le salieron de las órbitas.
—¡Ay, como te amo, idiota! —expresó abalanzándose hacia el abrumado Austin que contenía las ganas de lanzarle una bofetada para que le bajara dos a su excitación.
Se preguntó cómo demonios su estado de ánimo había ascendido a la escala máxima de emoción tan abruptamente, aunque solo se llevaran dos años de diferencia, Austin notó, que, por ser menor y adolescente, sus hormonas secretaban las suficientes sustancias para considerar una enfermedad psicológica. «Latin Passion», recordó con el ceño fruncido. Según ella, la temperamentalidad formaba parte de un protocolo latino.
Su corazón dio un vuelco de alegría y en sus brazos, sintió como Meck recostaba la cabeza en su pecho, al mismo tiempo que él aspiraba el dulce aroma a frutas de su cabello.
De inmediato, Meck tachó en su lista de deseos infantiles, las mejores vacaciones en Disney, el lugar de sus sueños y fantasías.
♡♡♡♡♡
—Madre, Austin va a subir conmigo a empacar para mañana —avisó Meck, golpeando las palabras unas a otras antes de expulsarlas, todo a causa de la euforia del viaje.
Claire lanzó una mirada cariñosa hacia el chico.
—Llamaré a tú madre para que te quedes a dormir esta noche; saldremos temprano para tomar el vuelo de primera hora, no te preocupes, Austin —dijo, sin apartar la vista de los sándwiches de mantequilla de maní y mermelada que preparaba con rapidez para la cena.
Él suspiro de alivio.
—Muchas gracias, Señora Maslow —se aproximó hacia ella y le obsequió un beso sonoro en la mejilla.
—No hay de qué, cielo —Meck estuvo a punto de vomitar encima de la alacena, su madre esquivó su bufido con una mirada compasiva—. Cariño, llamé a James hoy cuando saliste con Austin, impliqué de un pequeño esfuerzo para convencerlo de que los fuera a recoger a ti y Austin mañana en el aeropuerto, pues ya sabes que Mike, tu padre y yo iremos a visitar a la abuela —una mueca se congestionó con la falsedad en su rostro, sofocando así una sonrisa innecesaria.
—¿James? —logró articular la rubia. El amargo sabor que dejó su partida se acumuló en su garganta, quemándola hasta dejarla sin aliento.
Unos torneados brazos se centraron en los hombros de Meck, sacudiéndolos con delicadeza, intentando desviar el motivo de su amargura y por alguna razón, el fuego que la bloqueaba por completo desapareció.
—Estupendo, quizás también quieras arruinar el viaje completo —escupió con la voz entrecortada, deseando así en su fuero interno ser indiferente al hecho de una motivación insegura que le causaría el dolor de la combinación catastrófica de dos partidas simultaneas.
Austin la hizo callar con un siseo por lo bajo.
—Deberías madurar de una vez por todas, Maslow —le había dicho su madre, con sus fuertes ojos penetrando los de Meck, tan audaces que hicieron que fijara la mirada en la cerámica de madera.
Se mordió la lengua y no se atrevió a contraatacar su defensa. La había llamado por su apellido, lo que significaba que realmente consideraba una inmadurez quedarse estancada en el pasado.
Unos, dos, tres… contaba mentalmente. No podía controlar esa pequeña parte de sí que se moría y resucitaba de nuevo por saber una causa en concreto por la cual necesito de un año para afrontar la dura realidad que embargaba la vida de todos. Su cerebro de exprimía, pero no lograba encontrar ninguna respuesta que se asemejara a la causa; el efecto de por sí ya estaba sobrevalorado.
—No entiendo por qué te amotina tanto la idea de volver a ver a tu hermano mayor, Meck. Sinceramente no le hallo una respuesta lógica.
—Tal vez no la hay —esbozó una sonrisa hipócrita en comparación con las ganas de tirarse al suelo y hacer pataletas hasta llorar de agotamiento, tal cual como una niñita de seis años por el simple hecho de unas vacaciones arruinadas por discusiones sin sentido que ya visualizaba con claridad.
Tomó las prendas de su amplio closet y se las lanzaba a Austin en el aire, él se encargaba de doblarlas y las colocaba a un lado para que ella misma las ordenara por color y estilo. Sinceramente, Meck no era una chica con complejo organizador, aun así, era algo obsesionada por la perfección, aunque eso abarcara ir en contra de su naturaleza desaliñada y distraída.
—¿Preparaste ya tus maletas? —inquirió observándole por encima del hombro.
—Mmm —musitó para sí, tomando un sostén de encaje que le había lanzado por equivocación. Carcajeé y mi cara se coloró de una tonalidad rojo carmín. Me dirigió una mirada llena de dulzor—. Esperaba que cierta rubia ruborizada, a quién, si me permites comentar, amo muchísimo y adoro como al chocolate de sus brownies, me ayudara un poco.
—No son necesarios los halagos, sabes bien que siempre cederé ante tur tiernas miradas de cachorrito triste —le recordé, conservando por poco el rostro agradecido y simpático de Austin antes de que se transformara en una mueca extraña y los labios fruncidos partieran un rostro lleno de dolor a el almohadón aterrizar directo a su cabello, arruinándolo por completo.
♡♡♡♡♡
—¡Austin Carter Mahone! ¡Pedazo de porquería, ojala Dios te perdone la vida porque para mí ya estás muerto! —chilló la consternada rubia a todo pulmón, a punto de romper con el puño en miles de pedazos el cristal que reflejaba su figura justo a un minuto de haber levantado.
Las ojeras demarcaban oscuridad en su rostro, bajo sus hermosos ojos color café permanentemente encendidos, tan cansados pero con una chispa de ira latente al cien por ciento, dejándola atónita. Se debatía internamente entre ser una dulzura tolerante y paciente o arrancar mechón a mechón el cabello del castaño, más que la primera y errónea opción, consideró que la segunda le parecía mucho más atractiva.
Tenía un aspecto horroroso y todo por culpa de la desorganización de Austin. Le había hecho pasar un mínimo de cuatro horas ordenando su ropa, pues su maleta parecía un nido de abejas encolerizadas. Y lo peor de todo, a la segunda ronda de ropa por organizar, este ya se encontraba babeando en su almohada, sin aparentes ánimos de ayudarle en nada.
Su cabello, alborotado y esponjado como siempre, le pedía a gritos una secadora urgentemente. No sabía con exactitud si perder su tiempo dándole una buena paliza a Mahone o concederle el beneficio de la duda sobre su cercana muerte.
Sí, quizás se lo concedería, después de todo, perder sus panquesitos matutinos con el café y crema de chocolate que tanto adoraba no era una buena alternativa.
El café de sus ojos quería derretirse y deslizarse por sus mejillas, literalmente, y si se volvía loca en aquel momento, no lo hubiera impedido.
Con las maletas esperando ya en la planta baja de la mansión, observó la diminuta caja rosa sobre la mesa caoba de la cocina. Miro a los lados para asesorarse de que no corría peligro alguno. Nada ni nadie. Se abalanzó sobre los panquesitos de extra chocolate y almendras, devorándolos como si no existiera un mañana. Gruñía y empleaba el odio en la mirada cuando su hermanito menor, Mike, le pedía una "probadita".
Percibió con audacia el perfume masculino de Austin penetrar con sus sentidos; accionó la caja rosa que contenía el último panquesito detrás de su espalda y miró con detenimiento el semblante divertido de su mejor amigo.
—Mantén la calma, Meck… —dijo él, acercándose lentamente hacia su posición defensiva. Ella retrocedió y achicó sus ojos—. Solo dámelo y ya está.
Golpeó la mano del chico que se extendía sin piedad a su pequeña cajita del tesoro.
—Ni lo pienses. Es mío y solo mío.
—¿Por favor? —suplicó, haciendo pucheros ilegales para el consentimiento de Meck.
—No —dijo, cortante.
—¡Chicos ya nos vamos, muevan el trasero!
La voz de Claire los alertó aún más.
—Hagamos un trato, ¿vale? —se apresuró a proponer. Ella asintió, no muy convencida—. Tú te quedas con la cubierta de chocolate y almendras y yo con el bizcocho de vainilla, es un trato justo —se encogió de hombros.
—Tienes razón —concedió— ¡Pero ya te he dicho que es solamente mío! —gritó y apretó la caja a su pecho, cuidando no arruinar su hermoso vestido azul intenso.
No miró hacia atrás y el viento por la velocidad revoloteó sus cabellos al aire, corriendo tanto como podía, su corazón latía con frenesí, martillando en su cabeza e impidiendo que se concentrara. Por un segundo, creyó que resbalaría al su pie rozar con una de las maletas más livianas en la entrada de la mansión, pero los brazos de Austin fueron más rápidos y ágiles que su torpeza y así, evitaron que su trasero caera estampado a la madera.
—Siempre a tiempo, Austin —agradeció mirando sus hipnotizantes ojos avellana, contemplando su inigualable belleza.
Él besó su frente y apretó su cintura a él.
—Nunca tarde —murmuró con la voz más ronca de lo normal.
♡♡♡♡♡
El cuerpo de Meck temblaba, una vibración lo recorría con ida y retorno, enfatizando su evidente nerviosismo. Sus sentidos estaban agudizados, oía todo en perfecta sinfonía, podía percibir hasta lo inteligible, captar lo impalpable. Se minimizó su existente dolor, su corazón palpitó con más fuerza. La sudoración empezó a hacerse presente en sus manos y la se le frente perló de ello. Sus labios se relamían con desesperación.
El tiempo se detuvo, los colores y movimientos fugaces a su alrededor se congelaron al mismo instante. Los segundos de indiferencia al respecto de Austin carecían de significado para ella, al igual que el año de desolación y distancia con James perdió importancia.
Le observó el rostro con detenimiento, buscaba algo en Meck que seguramente no encontraría. Quizás facciones más atractivas, un rastro de felicidad o tal vez los ojos más apagados y tristes.
Fascinación, fue lo primero que se le vino a la mente al describir semejante majestuosidad. Tan dulce y apaciguado, bajo una máscara que en otro momento, le hubiera parecido adecuado tomando en cuenta que estaban en el centro de Disney World.
Recorrió su mejilla derecha con el inferior de su mano, un toque sensible y cuidadoso, como si temiera que Meck se destrozara en mil pedazos.
—Yo… lo siento —rápidamente, retiró su mano y dejó a mi piel suplicando otra roce. Su voz era tan ronca y avergonzada, me revolvió todas las sensaciones que iban más allá de la atracción.
No iba a permitir que huyera, como lo hicieron con antelación.
—¿No puedo impedir que te vayas? —preguntó, al mismo tiempo que analizaba lo que acababa de decir.
Se golpeó mentalmente en la cabeza, lo menos que quería era asustar al bien parecido joven.
El reparó su mirada en ella, sacudió la cabeza y contestó:
—Pensemos que es lo mejor.
La mirada compasiva del joven se dirigió a sus espaldas, donde se encontraba James con el rostro inescrutable, con la mandíbula apretada y sus puños yacían a los lados de su torso.
Lo único que quería Meck en aquel momento fue que la tierra la tragara y la escupiera de nuevo en su hogar, en Londres. No quería soportar escenitas de su hermano mayor, y no lo iba a hacer.
—Bien puedes quedarte como un idiota ahí parado o marcharte de una vez para que me permitas sonreír, aunque sea un poco —se volvió a su hermano, y le recriminó con abstinencia.
Dispuesta a disculparse con el chico de ojos inigualables, se dio la espalda y no se encontró a nadie.
—Se ha ido —susurró, chasqueando la lengua.
_______________________
oh por dios. discúlpenme la tardanza my girls): es que el pinche e' internet a noche no quería funcionar , ni cargaba las img de tumbr ._. y así me iba a morir y de hecho, le dije a deby por wa que le avisara a ana, pero idk. estuvo feo, i know, prometo que los próximos serán mejores. me encanta la bridgit infantil, inmadura que quise destacar, es primera vez que escribo algo así y me emociona la historia entre austin, liam y meck. ¿meck no les suena conocido? es como que, meck = mey. ay ya, olvidenlo): ya me voy al instituto. bai, ily<3.
bigtimerush.
Re: disney magic | nc
MEY, ESCRIBES PERFECTO, NO ME CANSARE DE DECIRLO<33
ame todo del capitulo<33 amo el nombre meck es como todo paps y eso JAJAJAJAJAJAJA AMO A AUSTIN TE LO JURO<3 te lo digo bc lo amo en la novela y en la vida real lo de disney la puso re happy en segundos
amo a meck es la mejor me imagino la escena donde meck esta lanzando la ropa al aire y austin tratando de agarrarlas quiero un bff como el:ccc vera a james! ósea, meck tiene a austin mahone de befo y a james maslow de hermano, ósea plz :meh: ay pero que obesinguis la meck xDDDD se trago todos los panquesitos y no le dio a nadie, eso es todo
no entiendo como le haces para escribir tan hermoso
Y amaría el trio amoroso entre liam, meck y austin<333
te amo<333 Y LA SIGUE LUCIANA, AHQUENOSELLAMABAASI, LUCY(?)
ame todo del capitulo<33 amo el nombre meck es como todo paps y eso JAJAJAJAJAJAJA AMO A AUSTIN TE LO JURO<3 te lo digo bc lo amo en la novela y en la vida real lo de disney la puso re happy en segundos
amo a meck es la mejor me imagino la escena donde meck esta lanzando la ropa al aire y austin tratando de agarrarlas quiero un bff como el:ccc vera a james! ósea, meck tiene a austin mahone de befo y a james maslow de hermano, ósea plz :meh: ay pero que obesinguis la meck xDDDD se trago todos los panquesitos y no le dio a nadie, eso es todo
no entiendo como le haces para escribir tan hermoso
Y amaría el trio amoroso entre liam, meck y austin<333
te amo<333 Y LA SIGUE LUCIANA, AHQUENOSELLAMABAASI, LUCY(?)
tenshittae
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