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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Demigods of hell.
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: Demigods of hell.
Hola Mortt, ¿Así te llamas no? c:Phoenix. escribió:Entre por pura curiosidad y ahora estoy super enganchada. (((:
Mortt, Mi nombre es. (Yoda-style :)
Tienes que seguirla n.n
Me encanta que hayas quedado enganchada c:
Ahora la sigo n.n
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Re: Demigods of hell.
uyy, a Mía le gusta Alex (?) en el personaje de la chica sarcástica me inspiré en ti Mía<3 sabía que se iban a acordar de narnia :c pero es que el nombre Edmund es sensual :c ahora la sigo<33 aunque me quedó un poco feo el capítulo :cO'shea. escribió:solo voy a decir que alex me cae bien bc le dijo bastardo y eso fue lo más lindo del capitulo ahquedecia. ¿quien sera la chica sarcastica? :niña: mía... ahque. omfg, pobre carrie:c jue orible:c y edmund:c me hace recordar a narina:c xddd, mi infancia, hueón:c idk, seguila que me encanta britt, ily. <33
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Re: Demigods of hell.
Capítulo 1.
La frescura con lo ardiente no hacen buena pareja.
— Solo un poco más… —comentó Annabel para sí misma.
La chica suspiró y dejó el largo cuchillo en la mesa. Secó su traspiración, y fue a buscar una venda, su dedo se había cortado. Luego de rebuscar durante unos 20 minutos, encontró la bendita venda.
— Genial. —se celebró a sí misma.
Annabel había aprendido a sobrevivir sola. Desde que la habían capturado, la chica había tenido que aprender muchas cosas, pues su madre había fallecido, y su padre, era el Dios Poseidón. Si bien Annabel lo había sabido hace unas semanas atrás, ella se sentía aún sorprendida. De ser una chica marginada, estúpida y con baja autoestima, había pasado a ser hija de uno de los Dioses más importantes. Pero como toda vida de una persona, siempre debía haber una tragedia, o algo malo. En el caso de Annabel, era una palabra, una simple palabra: Prisionera.
— No está demasiado filudo. Si le hicieras unos arreglos, quedaría perfecto. —Annabel se dio la vuelta al sentir la presencia de alguien.
— Pues, arréglalo tú si quieres. —la chica se encogió de hombros, e hizo una mueca bastante tierna.
El chico sonrío por primera vez en el día.
— Te ayudo —el chico levantó una ceja, mientras dejaba el cuchillo en la mesa—, pero, debes mostrarme el baño, no sé dónde se encuentra, y no quiero hacer el ridículo.
Annabel rio levemente, mientras sacaba un cabello de su cara.
— Ven conmigo. —ella le tomó la mano con una sonrisa radiante.
Sus manos se juntaron, y una sensación de odio se apoderó de ambos. Se miraron, ahora con una mirada asesina. La razón era fácil. El fuego recorrió el cuerpo de Annabel, y el agua el de Edmund.
— Hefesto… —la chica soltó su mano, y fue hacia fuera de la habitación.
— Poseidón. —susurró Edmund, mientras caminaba detrás de Annabel.
Ahora Edmund entendía porque se veía tan fresca. Se veía fresca, porque nunca pasaba calor, siempre estaba fresca. Y el, siempre estaba ardiente. No era una buena combinación, ¿O lo era?
— Este es el baño. Ten cuidado con mojarte. —Annabel rio sarcásticamente, el chico la miró enfurecido.
— Y tú —el chico se acercó a Annabel, haciendo que esta chocara con la pared y que la distancia se acortara entre ambos—, ten cuidado con el fuego. Es peligroso.
El chico sonrío por última vez y entró al baño. Annabel sonrío entre nerviosa y malvadamente.
— Al parecer, tengo un nuevo enemigo añadido a la lista negra. —se dijo a sí misma, mordiendo su labio.
Annabel sentía una tremenda atracción al chico. Desde que lo había visto pasar por la puerta, Edmund se le había hecho terriblemente ardiente, y vaya que lo estaba. El chico, a pesar de no ser el más lindo, tenía unos ojos café con una pisca de seducción, su cabello era de color castaño, más bien, tenía un color cobrizo, parecido al fuego.
La chica de cabello rubio con ondas, se dirigió a la sala principal de aquella habitación, o más bien, casa pequeña. Vio a la chica de cabello negro liso, y fue hacia donde estaba ella.
— ¿Qué hay de nuevo? —preguntó Annabel.
— Nada, creo. Aunque si quieres algo nuevo, tienes a Edmund. —respondió, sabiendo que enojaría a la rubia.
— ¿Ya lo conoces? Es un idiota, no sé cómo puede ser un semidiós, si seguramente hubiera una lista de los peores, el estaría de los primeros —Annabel respiró para seguir hablando—. ¡De los primeros!
— ¿Es que acaso ya lo has visto en acción? —preguntó, como siempre, sarcástica.
Annabel enarcó una ceja, y colocó una mano en su cadera.
— Cassie, ¿Por qué debes ser tan sarcástica siempre? —la rubia movió su cabeza de manera irritante.
— La vida me enseñó que es mejor ser sarcástica —Cassie sonrió—, a ser una estúpida más.
Annabel rodó los ojos.
— Tenemos problemas. —Alex apareció de repente detrás de Cassie.
— ¿Qué tipo de problemas?
— La princesa está tratando de llevarse bien con nosotros. —Alex miró a Cassie fijamente.
— Solo quiere ser atenta… No creo que tenga malas intenciones. —respondió Annabel.
— Si no tuviera malas intenciones, no nos tendría aquí. —Alex dirigió su mirada a Annabel.
— Buen punto, hay que alejarla de nosotros.
— ¿No hay entrenamiento hoy? —Cassie quería cambiar el tema.
— Aja. Mañana hay batalla, prepárense, cualquiera de ustedes puede salir. —Alex sonrío malvadamente.
— Alguien morirá mañana. —Annabel hizo una mueca de frustración.
— No me digas —canturreó Cassie—, pero si es una novedad que alguien muera los días jueves.
Alex rio levemente, Annabel lo miró amenazadoramente.
—Lamentable que haya que luchar contra un compañero. ¿No?
Las luchas que se producían en aquel sitio de Francia, eran como aquellas que se realizaban en la antigua Roma. Aunque, habían algunas pequeñas diferencias. Las luchas consistían en que dos hombres o mujeres en prisión, en este caso semidioses, debían luchar entre sí, y el que ganaba, simplemente ganaba. Los mortales amaban este tipo de luchas sangrientas, algo común en ellos, según Annabel.
Annabel pensaba en cómo no habían podido liberarse de simples mortales, aunque la respuesta ya varias personas se la habían dicho. Y aquella respuesta, era “tienen alguna fuerza mayor a nosotros, no podemos usar nuestros poderes por aquella fuerza.”, y cada día Annabel se preguntaba qué tipo de fuerza sería. Según Alex, era un Dios o Diosa. Según Cassie, era un titán o algo así que nos controlaba desde otro lugar, y según ella, era una hija de Atenea, o quizá un hijo.
Se preguntarán porque Annabel pensaba eso, y la verdad era difícil de comprender, o quizá era lo demasiado fácil, para que alguien se pudiera convencer. Annabel pensaba que era un hijo de Atenea, porque mágicamente ninguno de ellos estaba encarcelado, y Annabel sabía que había hijos de Atenea, pues había espiado al rey cuando tenía una conversación sobre eso. Según ella, usaban su inteligencia para derrotar a los demás semidioses, y seguramente aquel hijo o hija de Atenea ahora mismo debería de estar agonizando.
— Tierra llamando a Annabel. —se burló Cassie, mientras pasaba una mano por frente de ella.
De repente Alex no estaba, y todos se habían reunido en la especie de comedor.
— ¿Qué es lo que ha pasado? —preguntó confundida la rubia.
— Lo que pasa, es que hay que comer lo nada y poco que nos dan.
— Querrás decir, “lo poco y nada que nos dan”. —corrigió la chica.
— ¿Y que he dicho yo? —preguntó Cassie.
— Has dicho “lo nada y poco que nos dan”. —respondió Annabel haciendo comillas.
— ¿Y cómo es? —bromeó Cassie.
Annabel la miró de forma confusa.
— Solo estaba tratando de hacer el espacio más alegre. —explicó Cassie.
— No quiero comer.
— No quiero chicas deshidratadas ni nada por el estilo, a menos que quieras morir. —Cassie levantó sus manos.
— A nadie le importaría si muero. —y Annabel volvió a sentirse inútil.
— Pues si yo soy nadie, entonces, si me importa.
Annabel miró sorprendida a Cassie. ¿Había dicho eso? Se preguntó a sí misma.
— ¿Por qué me miras así, Anni? —preguntó Cassie.
— Tu, Cassandra Bouffard, dijiste que te importaría si muero —pronunció Annabel—, ¿Te has tomado una pastilla o algo? Quizá tienes fiebre.
— No tengo nada. Es enserio, no estoy hablando en broma, señorita Catalán.
— Definitivamente te tomaste algo, o estás alucinando. Ya te estás pareciendo a mis antiguos maestros de matemática. —la rubia hizo una mueca de asco al recordar a sus maestros.
Cassandra rio.
— Prefiero que me llames estúpida, a maestro de matemática versión mejorada.
— Pero si no eres estúpida Cassie. —dijo Annabel.
— Tampoco soy un maestro, Anni. —respondió Cassandra, mientras tomaba un mechón de su corto cabello, y lo ondulaba con su dedo.
— Vamos a comer, de repente me ha venido un hambre gigante. —el estomagó de Annabel sonó.
— Sí, ya me he dado cuenta. —se burló Cassie de la rubia.
Cassie fue a sentarse junto a Alex, y Annabel se dijo a si misma que no sería una buena idea ir con él. Algo tenía Alex que hacía sentir incomoda a Annabel. Fue a sentarse al lado de un chico que apenas conocía, y a su otro lado no había nadie.
Annabel agarró un pedazo de pan, y lo comió rápidamente. Era una de las únicas cosas que comía en el día.
— ¿Hambre? —preguntó Edmund, haciendo que la chica se sobresaltara.
— ¿Qué haces aquí? —de un momento a otro Edmund había aparecido al lado de ella.
— No hay más espacio, que lamentable, ¿No lo crees?
— Si, lamentable. Muy lamentable. —respondió Annabel, comiendo otro pedazo.
Annabel bajó su mano para sentarse bien, pero esta rozó la pierna de Edmund. Ella la sacó inmediatamente, ¿Por qué todo debía pasarle a ella?, era lo que se preguntaba en ese mismo instante.
— ¿Por qué me has tocado? —preguntó Edmund, sabiendo que la enojaría.
A pesar de no conocerla bien, él sabía cómo hacerla enojar.
— ¡¿Perdón?! —la chica de un momento a otro se colocó furiosa.
— Me has tocado la pierna, cariño. —respondió Edmund.
— No he querido, no fue con intención. —ella trató de tranquilizarse a sí misma.
— ¿Tan caliente eres? Al parecer hace mucho que no tienes acción. —dijo el chico seductoramente.
Annabel sintió la sangre en su cara. No sabía si de rabia, o de vergüenza. Ella le sonrío dulcemente al chico, para luego pegarle una cachetada que sonó en todo el comedor, haciendo que todos se volvieran a ver el espectáculo.
— Estúpido. —escupió Annabel, para luego levantarse e irse a su habitación.
La chica suspiró y dejó el largo cuchillo en la mesa. Secó su traspiración, y fue a buscar una venda, su dedo se había cortado. Luego de rebuscar durante unos 20 minutos, encontró la bendita venda.
— Genial. —se celebró a sí misma.
Annabel había aprendido a sobrevivir sola. Desde que la habían capturado, la chica había tenido que aprender muchas cosas, pues su madre había fallecido, y su padre, era el Dios Poseidón. Si bien Annabel lo había sabido hace unas semanas atrás, ella se sentía aún sorprendida. De ser una chica marginada, estúpida y con baja autoestima, había pasado a ser hija de uno de los Dioses más importantes. Pero como toda vida de una persona, siempre debía haber una tragedia, o algo malo. En el caso de Annabel, era una palabra, una simple palabra: Prisionera.
— No está demasiado filudo. Si le hicieras unos arreglos, quedaría perfecto. —Annabel se dio la vuelta al sentir la presencia de alguien.
— Pues, arréglalo tú si quieres. —la chica se encogió de hombros, e hizo una mueca bastante tierna.
El chico sonrío por primera vez en el día.
— Te ayudo —el chico levantó una ceja, mientras dejaba el cuchillo en la mesa—, pero, debes mostrarme el baño, no sé dónde se encuentra, y no quiero hacer el ridículo.
Annabel rio levemente, mientras sacaba un cabello de su cara.
— Ven conmigo. —ella le tomó la mano con una sonrisa radiante.
Sus manos se juntaron, y una sensación de odio se apoderó de ambos. Se miraron, ahora con una mirada asesina. La razón era fácil. El fuego recorrió el cuerpo de Annabel, y el agua el de Edmund.
— Hefesto… —la chica soltó su mano, y fue hacia fuera de la habitación.
— Poseidón. —susurró Edmund, mientras caminaba detrás de Annabel.
Ahora Edmund entendía porque se veía tan fresca. Se veía fresca, porque nunca pasaba calor, siempre estaba fresca. Y el, siempre estaba ardiente. No era una buena combinación, ¿O lo era?
— Este es el baño. Ten cuidado con mojarte. —Annabel rio sarcásticamente, el chico la miró enfurecido.
— Y tú —el chico se acercó a Annabel, haciendo que esta chocara con la pared y que la distancia se acortara entre ambos—, ten cuidado con el fuego. Es peligroso.
El chico sonrío por última vez y entró al baño. Annabel sonrío entre nerviosa y malvadamente.
— Al parecer, tengo un nuevo enemigo añadido a la lista negra. —se dijo a sí misma, mordiendo su labio.
Annabel sentía una tremenda atracción al chico. Desde que lo había visto pasar por la puerta, Edmund se le había hecho terriblemente ardiente, y vaya que lo estaba. El chico, a pesar de no ser el más lindo, tenía unos ojos café con una pisca de seducción, su cabello era de color castaño, más bien, tenía un color cobrizo, parecido al fuego.
La chica de cabello rubio con ondas, se dirigió a la sala principal de aquella habitación, o más bien, casa pequeña. Vio a la chica de cabello negro liso, y fue hacia donde estaba ella.
— ¿Qué hay de nuevo? —preguntó Annabel.
— Nada, creo. Aunque si quieres algo nuevo, tienes a Edmund. —respondió, sabiendo que enojaría a la rubia.
— ¿Ya lo conoces? Es un idiota, no sé cómo puede ser un semidiós, si seguramente hubiera una lista de los peores, el estaría de los primeros —Annabel respiró para seguir hablando—. ¡De los primeros!
— ¿Es que acaso ya lo has visto en acción? —preguntó, como siempre, sarcástica.
Annabel enarcó una ceja, y colocó una mano en su cadera.
— Cassie, ¿Por qué debes ser tan sarcástica siempre? —la rubia movió su cabeza de manera irritante.
— La vida me enseñó que es mejor ser sarcástica —Cassie sonrió—, a ser una estúpida más.
Annabel rodó los ojos.
— Tenemos problemas. —Alex apareció de repente detrás de Cassie.
— ¿Qué tipo de problemas?
— La princesa está tratando de llevarse bien con nosotros. —Alex miró a Cassie fijamente.
— Solo quiere ser atenta… No creo que tenga malas intenciones. —respondió Annabel.
— Si no tuviera malas intenciones, no nos tendría aquí. —Alex dirigió su mirada a Annabel.
— Buen punto, hay que alejarla de nosotros.
— ¿No hay entrenamiento hoy? —Cassie quería cambiar el tema.
— Aja. Mañana hay batalla, prepárense, cualquiera de ustedes puede salir. —Alex sonrío malvadamente.
— Alguien morirá mañana. —Annabel hizo una mueca de frustración.
— No me digas —canturreó Cassie—, pero si es una novedad que alguien muera los días jueves.
Alex rio levemente, Annabel lo miró amenazadoramente.
—Lamentable que haya que luchar contra un compañero. ¿No?
Las luchas que se producían en aquel sitio de Francia, eran como aquellas que se realizaban en la antigua Roma. Aunque, habían algunas pequeñas diferencias. Las luchas consistían en que dos hombres o mujeres en prisión, en este caso semidioses, debían luchar entre sí, y el que ganaba, simplemente ganaba. Los mortales amaban este tipo de luchas sangrientas, algo común en ellos, según Annabel.
Annabel pensaba en cómo no habían podido liberarse de simples mortales, aunque la respuesta ya varias personas se la habían dicho. Y aquella respuesta, era “tienen alguna fuerza mayor a nosotros, no podemos usar nuestros poderes por aquella fuerza.”, y cada día Annabel se preguntaba qué tipo de fuerza sería. Según Alex, era un Dios o Diosa. Según Cassie, era un titán o algo así que nos controlaba desde otro lugar, y según ella, era una hija de Atenea, o quizá un hijo.
Se preguntarán porque Annabel pensaba eso, y la verdad era difícil de comprender, o quizá era lo demasiado fácil, para que alguien se pudiera convencer. Annabel pensaba que era un hijo de Atenea, porque mágicamente ninguno de ellos estaba encarcelado, y Annabel sabía que había hijos de Atenea, pues había espiado al rey cuando tenía una conversación sobre eso. Según ella, usaban su inteligencia para derrotar a los demás semidioses, y seguramente aquel hijo o hija de Atenea ahora mismo debería de estar agonizando.
— Tierra llamando a Annabel. —se burló Cassie, mientras pasaba una mano por frente de ella.
De repente Alex no estaba, y todos se habían reunido en la especie de comedor.
— ¿Qué es lo que ha pasado? —preguntó confundida la rubia.
— Lo que pasa, es que hay que comer lo nada y poco que nos dan.
— Querrás decir, “lo poco y nada que nos dan”. —corrigió la chica.
— ¿Y que he dicho yo? —preguntó Cassie.
— Has dicho “lo nada y poco que nos dan”. —respondió Annabel haciendo comillas.
— ¿Y cómo es? —bromeó Cassie.
Annabel la miró de forma confusa.
— Solo estaba tratando de hacer el espacio más alegre. —explicó Cassie.
— No quiero comer.
— No quiero chicas deshidratadas ni nada por el estilo, a menos que quieras morir. —Cassie levantó sus manos.
— A nadie le importaría si muero. —y Annabel volvió a sentirse inútil.
— Pues si yo soy nadie, entonces, si me importa.
Annabel miró sorprendida a Cassie. ¿Había dicho eso? Se preguntó a sí misma.
— ¿Por qué me miras así, Anni? —preguntó Cassie.
— Tu, Cassandra Bouffard, dijiste que te importaría si muero —pronunció Annabel—, ¿Te has tomado una pastilla o algo? Quizá tienes fiebre.
— No tengo nada. Es enserio, no estoy hablando en broma, señorita Catalán.
— Definitivamente te tomaste algo, o estás alucinando. Ya te estás pareciendo a mis antiguos maestros de matemática. —la rubia hizo una mueca de asco al recordar a sus maestros.
Cassandra rio.
— Prefiero que me llames estúpida, a maestro de matemática versión mejorada.
— Pero si no eres estúpida Cassie. —dijo Annabel.
— Tampoco soy un maestro, Anni. —respondió Cassandra, mientras tomaba un mechón de su corto cabello, y lo ondulaba con su dedo.
— Vamos a comer, de repente me ha venido un hambre gigante. —el estomagó de Annabel sonó.
— Sí, ya me he dado cuenta. —se burló Cassie de la rubia.
Cassie fue a sentarse junto a Alex, y Annabel se dijo a si misma que no sería una buena idea ir con él. Algo tenía Alex que hacía sentir incomoda a Annabel. Fue a sentarse al lado de un chico que apenas conocía, y a su otro lado no había nadie.
Annabel agarró un pedazo de pan, y lo comió rápidamente. Era una de las únicas cosas que comía en el día.
— ¿Hambre? —preguntó Edmund, haciendo que la chica se sobresaltara.
— ¿Qué haces aquí? —de un momento a otro Edmund había aparecido al lado de ella.
— No hay más espacio, que lamentable, ¿No lo crees?
— Si, lamentable. Muy lamentable. —respondió Annabel, comiendo otro pedazo.
Annabel bajó su mano para sentarse bien, pero esta rozó la pierna de Edmund. Ella la sacó inmediatamente, ¿Por qué todo debía pasarle a ella?, era lo que se preguntaba en ese mismo instante.
— ¿Por qué me has tocado? —preguntó Edmund, sabiendo que la enojaría.
A pesar de no conocerla bien, él sabía cómo hacerla enojar.
— ¡¿Perdón?! —la chica de un momento a otro se colocó furiosa.
— Me has tocado la pierna, cariño. —respondió Edmund.
— No he querido, no fue con intención. —ella trató de tranquilizarse a sí misma.
— ¿Tan caliente eres? Al parecer hace mucho que no tienes acción. —dijo el chico seductoramente.
Annabel sintió la sangre en su cara. No sabía si de rabia, o de vergüenza. Ella le sonrío dulcemente al chico, para luego pegarle una cachetada que sonó en todo el comedor, haciendo que todos se volvieran a ver el espectáculo.
— Estúpido. —escupió Annabel, para luego levantarse e irse a su habitación.
- Spoiler:
¡Hola! Bueno, ahí el capítulo, no sé si les gustará o no, pero si comentan me quitarán un peso muy grande (?) en mi opinión me gustó, pero ustedes son las que deciden (?) ahora es un poco aburrido, pero de la próxima parte o capítulo en adelante habrá más acción c: ahora solo es una presentación, si así se puede decir c:
Eso, adiós c:
Última edición por Britt. el Miér 30 Oct 2013, 4:32 pm, editado 4 veces
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Re: Demigods of hell.
Fue genial como le pego y :O todo fue asombroso. Edmund me lo imagino como Skandar Keynes -.-' he is mine playas Y la personalidad de ella como la de Kaya :D Saya Shipper eeeeeeeeeeeeen fin! Ame tu capitulo espero que la sigas.
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Re: Demigods of hell.
Ah, mog. ¿Y el..? ¿Y ella? ¡¿Y su nombre es Cassandra?! too much, too much. Ademas Edmund,
Joder, que ame el capitulo, siguela!
Phoenix.
Re: Demigods of hell.
leila.hunter escribió:Fue genial como le pego y :O todo fue asombroso. Edmund me lo imagino como Skandar Keynes -.-'he is mine playasY la personalidad de ella como la de Kaya :DSaya Shippereeeeeeeeeeeeen fin! Ame tu capitulo espero que la sigas.
Gracias idk, a Edmund me lo imaginaba como otro actor, pero, es su imaginación e_e naa, a Kaya me la imagino como otra personaje, pero bue... xd la seguiré este fin de semana, o la próxima semana, porque tengo muchos trabajos :c
Invitado
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Re: Demigods of hell.
Amo a Edmund es tan y también amo el nombre Cassandra, por eso le puse así la sigo este fin de semana, si es que tengo tiempo :cPhoenix. escribió:Ah, mog. ¿Y el..? ¿Y ella? ¡¿Y su nombre es Cassandra?! too much, too much. Ademas Edmund,Joder, que ame el capitulo, siguela!
Invitado
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Re: Demigods of hell.
Okay.Britt. escribió:Amo a Edmund es tan y también amo el nombre Cassandra, por eso le puse así la sigo este fin de semana, si es que tengo tiempo :cPhoenix. escribió:Ah, mog. ¿Y el..? ¿Y ella? ¡¿Y su nombre es Cassandra?! too much, too much. Ademas Edmund,Joder, que ame el capitulo, siguela!
Phoenix.
Re: Demigods of hell.
Perdón por la tardanza:c he tenido problemas, trabajos, y no he tenido mucho tiempo de escribir. Hoy comenzaré a hacerlo, y quizá lo tenga listo hoy mismo, pues me puedo quedar hasta tarde en la pc. Gracias por su comprensión, espero que me entiendan.
Invitado
Invitado
Re: Demigods of hell.
no comente en el segundo, perdón britt:c pero tenes que saber que me encanto cuando le pego ahque. bueno, nada, solo queda esperar el tercero te vigilo
Sunrise.
Re: Demigods of hell.
Capítulo 2.
¿Amor imposible? Más que eso.
“No odio ni tengo rencor hacia nadie, pero, si hubiera algo a lo que odiar, sería a la gente traicionera. Siempre las víctimas son aquellas personas inocentes y débiles, que confían con solo “conocer” a alguien. Un ejemplo claro de eso podría ser yo. Yo, soy como ellos, quizá sea la chica elegi…”
La chica dejó que el lápiz rayara rápidamente la frase que había escrito. Al hacerlo con tanta fuerza, hizo que la hoja se rompiera por el tacto del lápiz. Suspiró, para luego dirigirse a su mesa, en donde se hallaba una gran cantidad de maquillaje, peines, accesorios, entre otros objetos de mujer.
— ¿Anastasia? —preguntó la pelirroja.
— ¿Si? —Anastasia se volvió para ver a la pelirroja.
— Yo… —comenzó la chica—, nada, ya no importa.
Anastasia se fijó en el papel que llevaba Katsya. Esta última escondió rápidamente el papel detrás de su espalda, y se paró, comenzando a caminar hacia atrás.
— Kat, dame el papel, ahora. —ordenó la rubia, extendiendo su mano.
En ese momento entraron dos guardias. La pelirroja pensó si observaban cada movimiento de la tonta princesa.
— Vamos Kat —el guardia sonó burlesco—, ¿Por qué no le pasas el papel a Anastasia?
— No permitiré que me llaméis Kat, ninguno de ustedes, imbéciles y asquerosos caballeros con peluca falsa. —los guardias la miraron extrañados.
— ¿Qué has dicho? —preguntaron ambos guardias.
Katsya se había preguntado de donde había sacado ese insulto.
— Ya me habéis escuchado. Mi nombre es Katsya, no Kat, ni Katsy, ni nada, ¿Vale?
— El papel, Katsya. —ordenó por segunda vez Anastasia.
La rubia se sentía horrible por pedirle de esa forma el papel, pero ni los guardias ni nadie podían verlo.
— No se los daré. —la pelirroja sonrío.
— Entonces… —el guardia la agarró por la espalda—, quedarás bajo prisión, durante una semana.
— ¿Qué? —preguntó atónita.
— ¿Vale? —preguntó el segundo guardia, imitando a Kat.
— Gracias por tu ayuda. —dijo irónicamente Katsya, mirando a Anastasia.
Los guardias agarraron fuertemente a Katsya, haciendo que esta soltara un gruñido. Acostumbrada a los golpes, pues su padre la golpeaba cada dos segundos, Katsya ya no sentía mucho dolor. Al abrir aquella gran puerta de la habitación lujosa, Anastasia miró como se llevaban a Katsya, y sintió el mismo sentimiento que solía sentir cada día; culpa.
— ¿Quién era ella? —preguntó fuertemente una voz detrás de la princesa.
— Katsya —Anastasia suspiró, pero abrió sus ojos cuando se dio cuenta de quién era—, ¿Qué haces aquí?
El chico se acercó a Anastasia.
— Quería verte. —luego de decir esto, se encogió de hombros y se tiró en la cama de Anastasia.
— Sabes que no puedes estar aquí, hemos quedado en que no volverías, Alex.
— ¿Desde cuándo debo seguir reglas? Sabes que no lo hago, y tampoco es como si me interesara. —dijo Alex, mientras abría sus brazos en forma de abrazo.
— No te abrazaré Alex. Debes irte, papá no querrá verte aquí, menos si estás tan… sucio.
— Oh. ¿Te lo dije? Claro que no, no has ido a la función de hoy —explicó Alex—. He tenido que luchar, debo admitir que me han dado un espadazo en el brazo, ¿Ves?
Alex mostró el brazo, y sacó la venda que llevaba. Anastasia sintió que se desmayaría, fuera quien fuera el que había luchado contra Alex, le había dado un gran espadazo.
— Siento que vomitaré.
— Dame un abrazo, por favor —Anastasia negó como una niña pequeña.
— Tasi, por favor. —insistió, diciendo el apodo que le había colocado a esta.
Anastasia se rindió y abrazó a Alex, mientras colocaba su cabeza en el hombro de este. Sus piernas rodearon su cintura, y el chico abrazó a la delicada chica. Anastasia sacó la cabeza del hombro de Alex, y miró a sus profundos ojos, de un color indefinido. Alex era hermoso, eso no cabía duda. Su cabello era de color negro y desordenado, mientras que sus ojos eran entre verdes y azules.
— Me estás intimidando, Alex. —y es que Alex también observaba a Anastasia.
Alex se acercó a Anastasia, y la besó. La princesa le siguió el beso, mientras que acariciaba su espalda. Pero siempre había una interrupción, y esta era el padre de Anastasia.
— ¡¡Anastasia!! —gritó el rey, haciendo que la chica saliera rápidamente de donde se encontraba.
— Padre, te puedo explicar… —empezó Anastasia.
— Yo se lo explicaré. —dijo Alex.
Anastasia miró a Alex, con una mirada que decía “No lo hagas, te harán daño”. Por alguna razón, Alex había inventado un plan por si los pillaban, y Anastasia no estaba de acuerdo con este.
— He entrado a su habitación, y la he besado a la fuerza. Ella siguió, porque yo la obligué, es toda mi responsabilidad. —dijo Alex.
Anastasia suspiró pesadamente. Si Alex pensaba que lo perdonarían, estaba muy equivocado. El rey lo miró amenazadoramente.
— Golpéenlo. —ordenó el rey, mientras que cinco guardias entraban.
— ¡No! —gritó Anastasia, Alex la miró y sonrío.
Uno de los guardias agarró a Anastasia, y los demás comenzaron a golpear a Alex. El primer guardia golpeó en el estómago a Alex, pero no le hizo daño alguno. Los cuatro guardias comenzaron a golpearlo, y Alex cayó de rodillas; le habían pegado con una espada en su brazo ya anteriormente roto.
— ¡Suéltenlo! —gritó Anastasia, mientras trataba de librarse del gran guardia.
De un momento a otro Alex gritó fuertemente, mientras caía en el piso. Este botaba sangre por su boca, y sus piernas las tenía ensangrentadas. Anastasia comenzó a llorar, y corrió hacia este, mientras se arrodillaba junto a él. Besó su frente, y su boca quedó llena de sangre.
— Anastasia, aléjate. —ordenó el rey.
— Llévenlo a un médico —suplicó Anastasia—, y te juro que no hablaré más con él.
Anastasia lloraba mientras movía a Alex, el cual estaba con los ojos cerrados y sangraba de muchos lados, pero que aún respiraba, con dificultad, obviamente.
— ¿Cómo sabré que afirmas prometer eso? —preguntó el rey, cruzándose de brazos.
— Lo juro, por… —Anastasia no diría eso, prefirió quedarse callada—, padre, debes creerme.
Ella sollozaba.
— Está bien —el rey miró a los guardias—, llévenlo al médico.
Anastasia soltó a Alex, y los guardias se lo llevaron en una camilla. Anastasia pasó sus manos con sangre por su cara, y comenzó a llorar aún más fuerte.
— Cuando dejes de llorar, arréglate y ven al comedor.
El rey cerró la puerta, y Anastasia tiró una almohada hacia la puerta.
— ¡Te odio! ¡Viejo idiota! —gritó fuertemente.
Anastasia siguió llorando hasta que los ojos se le cerraron del cansancio. Ya no le importaba ir al comedor, no le importaba arreglarse, ahora solo quería ver a Alex.
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Capítulo corto y feo, lo sé:c pero, estoy en casa de mi hermano, y no tengo demasiado tiempo para escribir:c espero que les guste, comenten:c
La chica dejó que el lápiz rayara rápidamente la frase que había escrito. Al hacerlo con tanta fuerza, hizo que la hoja se rompiera por el tacto del lápiz. Suspiró, para luego dirigirse a su mesa, en donde se hallaba una gran cantidad de maquillaje, peines, accesorios, entre otros objetos de mujer.
— ¿Anastasia? —preguntó la pelirroja.
— ¿Si? —Anastasia se volvió para ver a la pelirroja.
— Yo… —comenzó la chica—, nada, ya no importa.
Anastasia se fijó en el papel que llevaba Katsya. Esta última escondió rápidamente el papel detrás de su espalda, y se paró, comenzando a caminar hacia atrás.
— Kat, dame el papel, ahora. —ordenó la rubia, extendiendo su mano.
En ese momento entraron dos guardias. La pelirroja pensó si observaban cada movimiento de la tonta princesa.
— Vamos Kat —el guardia sonó burlesco—, ¿Por qué no le pasas el papel a Anastasia?
— No permitiré que me llaméis Kat, ninguno de ustedes, imbéciles y asquerosos caballeros con peluca falsa. —los guardias la miraron extrañados.
— ¿Qué has dicho? —preguntaron ambos guardias.
Katsya se había preguntado de donde había sacado ese insulto.
— Ya me habéis escuchado. Mi nombre es Katsya, no Kat, ni Katsy, ni nada, ¿Vale?
— El papel, Katsya. —ordenó por segunda vez Anastasia.
La rubia se sentía horrible por pedirle de esa forma el papel, pero ni los guardias ni nadie podían verlo.
— No se los daré. —la pelirroja sonrío.
— Entonces… —el guardia la agarró por la espalda—, quedarás bajo prisión, durante una semana.
— ¿Qué? —preguntó atónita.
— ¿Vale? —preguntó el segundo guardia, imitando a Kat.
— Gracias por tu ayuda. —dijo irónicamente Katsya, mirando a Anastasia.
Los guardias agarraron fuertemente a Katsya, haciendo que esta soltara un gruñido. Acostumbrada a los golpes, pues su padre la golpeaba cada dos segundos, Katsya ya no sentía mucho dolor. Al abrir aquella gran puerta de la habitación lujosa, Anastasia miró como se llevaban a Katsya, y sintió el mismo sentimiento que solía sentir cada día; culpa.
— ¿Quién era ella? —preguntó fuertemente una voz detrás de la princesa.
— Katsya —Anastasia suspiró, pero abrió sus ojos cuando se dio cuenta de quién era—, ¿Qué haces aquí?
El chico se acercó a Anastasia.
— Quería verte. —luego de decir esto, se encogió de hombros y se tiró en la cama de Anastasia.
— Sabes que no puedes estar aquí, hemos quedado en que no volverías, Alex.
— ¿Desde cuándo debo seguir reglas? Sabes que no lo hago, y tampoco es como si me interesara. —dijo Alex, mientras abría sus brazos en forma de abrazo.
— No te abrazaré Alex. Debes irte, papá no querrá verte aquí, menos si estás tan… sucio.
— Oh. ¿Te lo dije? Claro que no, no has ido a la función de hoy —explicó Alex—. He tenido que luchar, debo admitir que me han dado un espadazo en el brazo, ¿Ves?
Alex mostró el brazo, y sacó la venda que llevaba. Anastasia sintió que se desmayaría, fuera quien fuera el que había luchado contra Alex, le había dado un gran espadazo.
— Siento que vomitaré.
— Dame un abrazo, por favor —Anastasia negó como una niña pequeña.
— Tasi, por favor. —insistió, diciendo el apodo que le había colocado a esta.
Anastasia se rindió y abrazó a Alex, mientras colocaba su cabeza en el hombro de este. Sus piernas rodearon su cintura, y el chico abrazó a la delicada chica. Anastasia sacó la cabeza del hombro de Alex, y miró a sus profundos ojos, de un color indefinido. Alex era hermoso, eso no cabía duda. Su cabello era de color negro y desordenado, mientras que sus ojos eran entre verdes y azules.
— Me estás intimidando, Alex. —y es que Alex también observaba a Anastasia.
Alex se acercó a Anastasia, y la besó. La princesa le siguió el beso, mientras que acariciaba su espalda. Pero siempre había una interrupción, y esta era el padre de Anastasia.
— ¡¡Anastasia!! —gritó el rey, haciendo que la chica saliera rápidamente de donde se encontraba.
— Padre, te puedo explicar… —empezó Anastasia.
— Yo se lo explicaré. —dijo Alex.
Anastasia miró a Alex, con una mirada que decía “No lo hagas, te harán daño”. Por alguna razón, Alex había inventado un plan por si los pillaban, y Anastasia no estaba de acuerdo con este.
— He entrado a su habitación, y la he besado a la fuerza. Ella siguió, porque yo la obligué, es toda mi responsabilidad. —dijo Alex.
Anastasia suspiró pesadamente. Si Alex pensaba que lo perdonarían, estaba muy equivocado. El rey lo miró amenazadoramente.
— Golpéenlo. —ordenó el rey, mientras que cinco guardias entraban.
— ¡No! —gritó Anastasia, Alex la miró y sonrío.
Uno de los guardias agarró a Anastasia, y los demás comenzaron a golpear a Alex. El primer guardia golpeó en el estómago a Alex, pero no le hizo daño alguno. Los cuatro guardias comenzaron a golpearlo, y Alex cayó de rodillas; le habían pegado con una espada en su brazo ya anteriormente roto.
— ¡Suéltenlo! —gritó Anastasia, mientras trataba de librarse del gran guardia.
De un momento a otro Alex gritó fuertemente, mientras caía en el piso. Este botaba sangre por su boca, y sus piernas las tenía ensangrentadas. Anastasia comenzó a llorar, y corrió hacia este, mientras se arrodillaba junto a él. Besó su frente, y su boca quedó llena de sangre.
— Anastasia, aléjate. —ordenó el rey.
— Llévenlo a un médico —suplicó Anastasia—, y te juro que no hablaré más con él.
Anastasia lloraba mientras movía a Alex, el cual estaba con los ojos cerrados y sangraba de muchos lados, pero que aún respiraba, con dificultad, obviamente.
— ¿Cómo sabré que afirmas prometer eso? —preguntó el rey, cruzándose de brazos.
— Lo juro, por… —Anastasia no diría eso, prefirió quedarse callada—, padre, debes creerme.
Ella sollozaba.
— Está bien —el rey miró a los guardias—, llévenlo al médico.
Anastasia soltó a Alex, y los guardias se lo llevaron en una camilla. Anastasia pasó sus manos con sangre por su cara, y comenzó a llorar aún más fuerte.
— Cuando dejes de llorar, arréglate y ven al comedor.
El rey cerró la puerta, y Anastasia tiró una almohada hacia la puerta.
— ¡Te odio! ¡Viejo idiota! —gritó fuertemente.
Anastasia siguió llorando hasta que los ojos se le cerraron del cansancio. Ya no le importaba ir al comedor, no le importaba arreglarse, ahora solo quería ver a Alex.
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Capítulo corto y feo, lo sé:c pero, estoy en casa de mi hermano, y no tengo demasiado tiempo para escribir:c espero que les guste, comenten:c
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Re: Demigods of hell.
O'shea. escribió:no comente en el segundo, perdón britt:c pero tenes que saber que me encanto cuando le pego ahque. bueno, nada, solo queda esperar el tercero te vigilo
hjda no importa c: a ti te gusta la violencia (?) hkjhdjkas xd. No me vigiles:c xd.
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