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Mensaje por LuzDirectioner. Dom 29 Sep 2013, 5:25 pm

                                                                                   -Una Obsesión Mortal-


Título: Una Obsesión Mortal.


Autor: No tengo ni la menor idea ._.


Adaptación: Sí.


Género: Romance,intriga, algunas partes Hot...


Advertencia: x


Otras Páginas: Facebook.


                                  -Una Obsesión Mortalº-|-ºHarry Styles Y ____ Carmichaelº-|-ºTerminada- 404108_386131901453571_1772460732_n

Sipnosis.

Una noche de verano ____ Carmichael  fue secuestrada. Tras meses más tarde una familia la encontró inconsciente en un bosque que rodeaba al lago Big Bear, en California. Después de ser llevada de urgencia al hospital, ____ recupera el conocimiento, pero no la memoria; no recuerda nada de sus meses en cautiverio ni de su captor.

Cuatro años más tarde, una serie de asesinatos suceden en la tranquila ciudad de Fresno. ___ ha cambiado de domicilio y de nombre y sigue sin recordar . Sin embargo el asesino parece dispuesto a que ella no lo olvide: las victimas se le parecen sorprendentemente y se empeñará en la escena de su secuestro.

Harry Styles se hará cargo del caso y es quien relaciona los asesinatos y el secuestro de ____. Entonces decide buscarla y convencerla de que debe ayudarle con la investigación. A pesar de que el primer contacto entre ambos -Un simple apretón de manos- es tan intenso como un rayo, se niega de plano a colaborar. Pero cuando el criminal logra entrar a su casa para dejarle un mensaje ____ correrá a los brazos del detective Styles para pedor ayuda. Harry, sabe que no es conveniente involucrarse sentimentalmente con ____, no ve ningún otro camino que dejarla vivir con el para protejerla. Allí el deseo luchará con el deber y terminará con imponerse. El asesino, por su parte, va cerrando el círculo sobre ella: le deja mensajes a través de sus víctimas y ataca a sus amigas. Su furia se desatará, sin embargo, cuando compruebe lo que sucede entre ____ y Harry. Y será el detective el que se dará cuenta en que no esta involucrado en un caso común, si no que debe salvar a la mujer que ama.



-----------------------------------------------------

Primero, me llamo Luz, tengo 15

Soy de Venuela

La novela está terminada, no necesitaré chicas.

Espero que les guste ;) .

-Luz.
LuzDirectioner.
LuzDirectioner.


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-Una Obsesión Mortalº-|-ºHarry Styles Y ____ Carmichaelº-|-ºTerminada- Empty Re: -Una Obsesión Mortalº-|-ºHarry Styles Y ____ Carmichaelº-|-ºTerminada-

Mensaje por LuzDirectioner. Dom 29 Sep 2013, 5:42 pm

-Una Obsesión Mortalº-|-ºHarry Styles Y ____ Carmichaelº-|-ºTerminada- 423889_386420691424692_407828675_n
Capítulo unoº

Septiembre del 2006.

—¡Mamá, mamá! —los gritos de William Keynes retumbaron en el lago Big Bear esa mañana de principios de otoño.

William, un niño de diez años, extremadamente delgado y demasiado alto para los años que tenía, corría a toda prisa en medio del bosque, mientras dejaba escapar su aliento en cada zancada.

La pequeña cabaña que su familia había alquilado para pasar el fin de semana, con la intención de pescar y cazar liebres o algún que otro venado, parecía no aparecer nunca ante sus ojos.
Cuando por fin la divisó, tampoco aminoró la marcha.

Penny, su hermana mayor, le salió al encuentro.

—¡Por Dios, William! ¡Vas a alarmar a todo el mundo! —le gritó y frunció el ceño.

Antes de subir los escalones de madera, William se detuvo en seco para poder recuperar el aire.

—¿Dónde está mamá? —William hizo caso omiso a las quejas de su hermana y se escabulló en la cabaña antes de que ella lograra sujetarlo por el brazo. Corrió hacia la cocina y se abalanzó sobre el regazo de su madre.

—¡William, cariño! ¿Qué sucede? ¡Tu padre y yo pensábamos que estabas peleando con tu hermana!

Christina Keynes acomodó los mechones rojizos de su hijo más pequeño detrás de sus orejas, y le apoyó una mano en el pecho.

—¡Tú corazón está realmente acelerado! —dijo, y comenzó a preocuparse, sin duda, no se trataba de ninguna de las rabietas que él y Penny estaban acostumbrados a tener.

—¿Qué sucede, William? —Preguntó su padre mientras probaba un pedazo de pastel—. Creía que ibas a poner algunos señuelos esta mañana, estoy ansioso por ir a cazar.

William respiró hondo y lanzó sendas miradas a sus padres.

—¡Mamá, papá! —Estiró el brazo y señaló hacia fuera—. ¡Hay una joven allí, creo que está muerta!
Roby Keynes se levantó de un salto, y la silla terminó estrellándose contra el suelo.

—William, ¿qué dices?

—¡La he visto, papá! —aseguró y abrió sus ojos azules como platos. Christina lo sujetó de los hombros y lo obligó a mirarla.

—¿Dónde?

—En el bosque, junto al tronco caído —explicó.

Christina y su esposo se miraron un instante, ambos eran conscientes de que William tenía una imaginación bastante activa, pero también sabían que su hijo jamás inventaría semejante historia, solo con la intención de jugar con ellos.

—Será mejor que vayamos a echar un vistazo. —Roby se puso su viejo sombrero de fieltro y, tras de pedirle a su esposa que se quedase con Penny en la cabaña, tomo la escopeta que colgaba de la pared y salió en compañía de su hijo.

Padre e hijo caminaban rápido por el sendero donde, segundos antes, William había aparecido corriendo desesperado. Iban impulsados, sobre todo, por la ansiedad de descubrir lo que les estaría esperando en medio de aquel bosque.

—Ya falta poco —murmuró Roby y se abrió camino a través de unos matorrales—. ¿Estás seguro de que era por aquí?

—Sí, papá. —William se puso la mano sobre la frente porque los rayos de sol le estaban dificultando la visión—. Estaba allí, junto al árbol caído.

Cuando por fin el árbol al que William se refería apareció ante sus ojos, Roby Keynes se sintió embargado por una sensación inquietante. ¿Y si la muchacha que William había visto estaba muerta? No quería ni siquiera pensar en esa posibilidad. Lanzo un vistazo a su hijo y, con ambas manos, apretó la escopeta contra su pecho. Se cercioró de que estuviera cargada y lista para ser usada, en caso de ser necesitarlo. Cualquier cosa podía suceder en un lugar apartado como aquel.

No habían visto a ningún excursionista ni a ningún cazador desde la tarde anterior, y no estaba dispuesto a arriesgar la vida de su familia ni la suya.

—Tú, quédate aquí.

William asintió sin siquiera protestar mientras observaba aterrado como su padre se acercaba al lugar donde, minutos antes, había visto a la muchacha.

Roby rodeo algunos pinos, creyó paralizarse de miedo cuando una bandada de petirrojos salió de entre los árboles y pasó volando casi al ras de su cabeza.

—¡Demonios! —Se acomodó su sombrero y siguió caminando.
Entonces la vio. Estaba tendida sobre un colchón de hojas y ramas. No se movía, estaba quieta, demasiado quieta. Pasó por encima del tronco caído y se acercó a ella. No estaba simplemente dormida, de lo contrario, se habría despertado al oírlo llegar. Parecía tener algo más de veinte años.

Llevaba un fino vestido de algodón, y su cabello castaño era una mata enredada en una trenza a un costado de la cabeza. Sus brazos estaban extendidos al costado del cuerpo, y tenía evidentes marcas de ataduras alrededor de las muñecas. Estaba descalza, y sus pies lastimados y sucios aun sangraban. ¡Por Dios! ¿Qué le había sucedido a aquella muchacha?

Se arrodillo a su lado y tomo su mano, estaba fría, húmeda, pero aun podía sentir su pulso, aunque débil.

—¿Está muerta, papá?

William le hablaba a su padre, pero sus ojos azules estaban clavados en la muchacha que parecía estar allí desde hacía días.

—No, William, no lo está. —Puso una mano en la frente sucia de la joven, estaba casi tan fría como la piel de sus manos—. Debemos ocuparnos de ella antes de que sea demasiado tarde.

William asintió sin pronunciar palabra, mientras su padre se colgaba la escopeta sobre su espalda y cargaba a la muchacha en sus brazos.

—Tú adelántate y dile a mama que prepare la camioneta, debemos llevarla hasta el hospital de Loma Linda de inmediato.

William no respondió, solo dio media vuelta y empezó a desandar el sendero hacia la cabaña. De vez en cuando, se daba la vuelta y observaba cómo su padre intentaba apresurar el paso con la muchacha colgando de sus brazos.

—Resiste, jovencita —le pidió a viva voz—. No voy a permitir que mueras ahora que te hemos encontrado.


Toda la familia Keynes decidió acompañar a Roby hasta el hospital de Loma Linda. Christina y Penny se habían ubicado en el asiento trasero del Ford Lobo, junto a la muchacha que, todavía, seguía sin reaccionar. William, que iba sentado junto a su padre, no dejaba de contemplarla. Temía que, en cualquier momento, su respiración pausada se detuviera definitivamente, sin duda, aquel era un temor que compartían todos en la camioneta. El miedo latente de que, en cualquier momento, la joven desconocida muriese en los brazos de Christina. Roby hacía lo imposible para que los sesenta kilómetros que separaban la pequeña ciudad de Loma Linda del lago Big Bear se acortaran rápidamente, pero el tráfico, un tanto pesado esa mañana, no ayudaba demasiado.

—¿Aún respira?

Christina le respondió que sí a su esposo, por enésima vez.

Cuando tomaron Barton Road y el edificio apareció ante ellos, Roby recorrió el trayecto que quedaba sin importarle recibir una multa por exceso de velocidad. Consiguió estacionar en un puesto libre en la parte frontal del hospital, y, sin perder tiempo, volvió a cargar a la muchacha en brazos y enfilo hacia el interior, seguido por su esposa y sus dos hijos.

—¡Necesitamos un medico con urgencia! ¡Esta muchacha se está muriendo! —grito e irrumpió en la sala de emergencias.

Dos enfermeras se acercaron a él y lo guiaron hasta un pequeño cuarto rodeado de cortinas blancas.

—Por favor, señor, recuéstela sobre la camilla y retírese —le pidió una de las enfermeras.
Roby la coloco con sumo cuidado sobre la camilla fría y, antes de dejarla allí, le apretó la mano.

—Señor, debe retirarse.

—Sí, sí. —Retrocedió unos pasos y, a través de las cortinas entreabiertas, pudo observar a los médicos abalanzarse sobre ella con agujas y unos estetoscopios que colgaban de sus cuellos.
Con una pequeña linterna esculcaban las pupilas de sus ojos. Escuchó palabras que no alcanzó a comprender, mientras una de las enfermeras le ponía una máscara de oxigeno que le cubría casi todo el rostro. Otra enfermera se acercó nuevamente a él para ordenarle que se marchase de allí. Echó una última mirada a aquella joven que parecía estar librando una batalla, en clara desventaja, contra la misma muerte. Salió y se reunió con su familia para hacer lo único que estaba a su alcance, orar y esperar que todo saliera bien.

—¿Señor Keynes? —Un sujeto desgarbado y de cabello rojo se detuvo frente a él.
—El mismo —respondió Roby y se levantó de su asiento.
—Soy el comisario Trevor Cassidy. Tengo entendido que usted y su hijo ha encontrado a una jovencita moribunda en los bosques que rodean el lago Big Bear. —Extendió la mano.
Roby se seco el sudor acumulado en la palma de su mano debido a los nervios y a la angustia de la espera, y respondió a su saludo.

—Así es, esta mañana, mi hijo William —señaló al pequeño, que dormía sobre el regazo de su madre cerca de ellos— había salido a poner algunas trampas, y ha sido entonces cuando la ha encontrado. Ha corrido a alertarnos y me ha llevado hasta el lugar donde la había visto. Estaba muy mal cuando la he encontrado. Sin perder tiempo, la hemos traído hasta Loma Linda y estamos aquí esperando que nos den alguna novedad —explicó.
—Está bien. —Le sonrió amable.
Roby Keynes se dejó caer en su asiento, pero se puso de pie al instante.
Un medico atravesaba el pasillo y caminaba raudamente hacia ellos. Roby lo reconoció como uno de los que había atendido a la joven en la sala de emergencias.
—¿Los señores son familiares de la señorita que ha ingresado esta mañana?
—No, doctor —respondió Roby—. Nosotros la hemos traído, pero ni siquiera sabemos quién es.
—Doctor, soy el comisario Cassidy —intervino el policía—. Alguien de su hospital nos ha llamado.
—Sí, es evidente que la joven ha sufrido alguna especie de tortura. Tiene varias laceraciones en las muñecas, presenta también un deterioro general, además de desnutrición y deshidratación aguda —indicó con seriedad—. Esta joven ha recorrido un largo trayecto antes de ser encontrada, sus pies están muy lastimados.
—¿Se va a poner bien? —Roby hablaba por él y por el resto de su familia que se había unido a la conversación para ponerse al tanto de las novedades.

—Deberá permanecer un tiempo internada, pero el pronóstico es bastante alentador. —Palmeo el hombro de Roby—. Si no la hubiesen encontrado, no habría resistido otro día más en aquel bosque.
Roby Keynes no era un hombre que se emocionara con facilidad, pero aquellas palabras le provocaron un nudo en la garganta. Asintió y se quedo en silencio mientras apretaba la mano de su esposa.
—¿Podría hablar con la muchacha? —pregunto el comisario Cassidy.
—Me temo que eso deberá esperar. No ha recuperado el conocimiento todavía y, con los sedantes que le hemos dado, no lo hará hasta mañana.
—Está bien, doctor. Gracias.
—De nada, lo veré mañana.
Trevor Cassidy observó una vez más a Roby Keynes.
—¿Ha verificado si llevaba alguna identificación, algo que nos indique quién es?
Roby negó con la cabeza.
—Nada, llevaba solamente un vestido sin bolsillos, y no he encontrado un bolso o algo que se le parezca junto a ella. —Hizo una pausa—. Pareciera que tan solo hubiese surgido de la nada.
—No, amigo. Vino de alguna parte y, de acuerdo con lo que ha dicho el doctor, desde muy lejos. Es muy probable que alguien la esté buscando.
—Seguramente —repitió Roby.
—Pobre muchacha —dijo Christine y abrazó a William contra su pecho.
—Les agradecería que pasaran por la comisaría para declarar. Abriremos una investigación, y será necesario contar con su testimonio y el de su hijo. —Miró a William, quien todavía parecía estar conmocionado por lo sucedido.
—¿Es necesario que William declare? —Christina no quería que su hijo tuviera que pasar por aquello.
—Me temo que sí. —Alargó la mano y le tocó la frente al niño—. Apuesto a que William estará encantado de visitar la comisaría.
Los ojos azules y enormes de William Keynes lo miraron fijamente.
—¿Hay más policías y armas allí?
Cassidy soltó una carcajada.
—Sí, pequeño, sí. Yo mismo me encargaré de que conozcas cada rincón de la comisaría —le prometió.
—¡Viva! —gritó y soltó a su madre. Era increíble cómo los niños podían de un momento a otro, cambiar su estado de ánimo; pasar de la tristeza a la euforia en solo un instante.
Segundos antes, estaba abrumado por el hallazgo de la joven moribunda y después, parecía estar contento con la idea que le proponía el comisario Cassidy.
—Los veré allí más tarde, entonces. —Saludó a la familia Keynes y se marchó. Debía ponerse a trabajar en aquel caso de inmediato, alguien en alguna parte, seguramente, estaba sufriendo por la ausencia de aquella jovencita.

ººººººº Minutos después ººººººº 

Dess Styles se aflojó el cuello de la corbata y lanzó un suspiro de alivio.
Una llamada, una simple llamada telefónica había bastado para poner fin a tres meses de angustia y terror. La había estado esperando durante tanto tiempo que ya creía imposible que, a esas alturas, alguien pudiera devolverle la paz con tan solo un par de palabras. Esa paz que le había sido robada impunemente meses atrás.
«La han encontrado.» Tres palabras que repicaban en su cabeza sin cesar mientras caminaba por los pasillos de la comisaria de Loma Linda. El clima era agobiante, y una multitud de gente parecía atiborrar cada rincón de la pequeña comisaria. Deseaba llegar a la oficina de Cassidy y ponerse al tanto de las novedades. Había llegado desde Fresno y esperaba marcharse de allí con las respuestas que había estado buscando.
Sonrió cuando, por fin, una mujer de unos cincuenta años, pequeña y regordeta, se acercó a él.
—Disculpe, ¿podría decirme dónde puedo encontrar al comisario Cassidy?
—¿Es usted el teniente 
Dess Styles, verdad? —pregunto mientras estudiaba su apariencia.
Dess frunció el ceño.
—Sí. ¿Cómo se ha dado cuenta?
La mujer se acomodó las gafas que insistían en bajar por el puente de su nariz.
—Podría decirle que, después de trabajar aquí durante tantos años, he sido bendecida con la capacidad de reconocer de inmediato a un policía cuando lo veo, pero la respuesta es más simple. Trevor me dijo que usted vendría, y a leguas se nota que usted no es de aquí —respondió y se encogió de hombros.
—Entiendo. —Le sonrió y, a pesar de lo que le había dicho, el presintió que lo de su capacidad era más real de lo que ella creía.
—Venga conmigo.
La siguió a través del pasillo y, cuando se detuvieron ante una puerta de vidrio con las persianas cerradas, la mujer se dio media vuelta y lo miró.
—Él lo está esperando —le indicó y se alejó por donde había venido.
—Gracias… —Habría querido preguntarle su nombre, pero ella ya había desaparecido de su vista.
—Adelante. —La voz de Trevor Cassidy denotaba preocupación.
—Comisario, soy el teniente 
Dess Styles de la División de Personas Desaparecidas de la Policía de Fresno —se presentó.
Cassidy extendió la mano y lo invitó a sentarse.
—Me alegra que haya podido venir, Teniente. —Apagó su cigarrillo en el cenicero—. ¿Fuma?
—No, lo dejé hace algunos años.
—Muy bien por usted.
Dess Styles estaba impaciente; deseaba escuchar lo que aquel hombre tenía que decirle.
—Cuando buscamos en la base de datos de personas desaparecidas en California en los últimos meses y dimos con su caso, no creímos obtener resultados tan pronto —explicó mientras se apoyaba contra el respaldo de la silla.
—¿Están seguros de que se trata de la misma persona? —No quería pensar que su viaje hasta allí había sido en vano.
—Por completo; hemos visto las fotografías y, aunque la muchacha está bastante desmejorada, sin duda es la misma.
Dess Styles respiró hondo. Una sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro; después de tanto tiempo había comenzado a reír nuevamente.
—Quisiera verla.
—Podemos ir ahora mismo, si quiere. Acabo de llamar al hospital, y el doctor me ha informado de que ya ha despertado.
Ambos se pusieron de pie y abandonaron la oficina con rumbo al hospital. Dess sintió, entonces, que una luz blanca, radiante y poderosa se abría ante él después de haber estado caminando a través de un túnel oscuro y desolador.

No era la primera vez que despertaba, pero, aun así, aquel cuarto impecablemente limpio y pintado de blanco le seguía pareciendo un lugar extraño. Todo le parecía raro; desde las enfermeras que se acercaban para cambiarle el suero o para constatar su estado, hasta los médicos que pasaban a verla y preferían guardar silencio cada vez que ella los acosaba a preguntas. Nadie quería explicarle lo que estaba haciendo en aquel lugar. Nadie le contaba por qué había ido a parar a aquel hospital. Intentó encontrar las respuestas a esas mismas preguntas dentro de su cabeza, pero fue inútil.
Se movió en la cama y, entonces, vio la marca en sus muñecas. Pasó la yema de los dedos por la línea roja que apenas comenzaba a cicatrizar. Movió las piernas y la invadió una punzada de dolor; tuvo la sensación de que mil agujas se clavaban en la planta de sus pies. Tironeó de las sábanas y se cubrió la boca con la mano para no gritar. El dolor era apenas soportable y, no era para menos, tenía los pies terriblemente hinchados, y se podía ver un hilo de sangre seca sobre las vendas.
Volvió a cubrirse y apoyó de nuevo la cabeza en la almohada. ¿Qué había sucedido con ella? ¿Por qué no lograba recordar cómo había terminado lastimada de aquella manera?
Una enfermera entró a su habitación. Le sonrió y levantó las sábanas.
—¿Te duele? —preguntó.
—Sí, bastante.
—Bien, te traeré un calmante y enviaré a alguien para que te cambie el vendaje —le respondió mientras revisaba sus pies.
—¿Podría decirme qué fue lo que me sucedió?
—Lo siento, señorita Carmichael; el doctor Wilard no nos autoriza a darle ese tipo de información.
Iba a protestar, pero sabía que sería en vano; la enfermera no le diría nada. Al menos, en aquel lugar sabían quién era ella. Tuvo la extraña sensación de que había escuchado su propio apellido después de no haberlo oído durante mucho tiempo.
—Iré por el calmante. —Volvió a cubrirla con la sábana—. Regreso enseguida.
—Gracias. —Se quedó mirándola hasta que abandonó la habitación y, al hacerlo, dejó la puerta abierta. Si no le hubiesen dolido tanto los pies, se habría levantado de esa cama y habría buscado algún teléfono para poder llamar a su hermano. Seguramente, Kevin estaría preocupado por ella; había prometido llegar temprano a casa y, en ese momento, sin saber cómo y por qué se encontraba malherida en aquel hospital. Oyó unos pasos que se acercaban por el pasillo; de seguro la enfermera regresaba con el calmante. Un hombre alto, con el cabello entrecano y bigotes entró en su habitación.
—¿Quién es usted? —Era la primera vez que veía a aquel hombre.
—Señorita Carmichael, soy el teniente Styles y he venido desde Fresno para hablar con usted —le informó mientras se acercaba a la cama.
Ella arqueó las cejas. 
—¿De Fresno?
Dess Styles asintió con un leve movimiento de cabeza.
—Pero… no entiendo. —Quiso echar un vistazo a través de la ventana, aunque desde su cama no alcanzaba a ver nada—. ¿Acaso no estamos en Fresno?
—No, estamos en Loma Linda, a unas seis horas de Fresno.
—¡Pero eso no es posible! —Estaba aturdida, sin entender lo que estaba sucediendo—. ¿Cómo he llegado hasta aquí? Anoche, después de dejar la universidad, fui hasta la biblioteca; Kevin me llamó para decirme que una pizza de pepperoni estaba esperándome en casa.
—¿Eso es lo último que recuerda? —Las ilusiones de encontrar, por fin, respuestas se desvanecieron en un segundo.
—Sí. —Se tomó la cabeza con ambas manos—. Salí de la biblioteca y perdí el autobús, luego… —Se detuvo de repente.
—¿Qué sucedió luego?
Quiso recordar lo que se suponía que había sucedido después de perder el autobús, pero no pudo. Pese a hacer un esfuerzo por traer los recuerdos a su mente solo había un enorme hueco en su memoria.
—¡No puedo recordarlo! —Sacudió la cabeza de un lado a otro y se detuvo cuando una terrible jaqueca comenzó a martillarle el cerebro.
Dess Styles se sentó junto a ella y la tomó de las manos.
—Cálmese, ya recordará todo lo sucedido.
Le temblaban las manos, se sentía completamente perdida, y aquel extraño pretendía consolarla por algo que ni siquiera ella sabía de qué se trataba.
—¿Qué es lo que usted sabe? ¿Por qué un policía viene hasta aquí para hablar conmigo?
La contempló y, más que nunca, sintió pena por ella. 
—Tal vez deberíamos esperar.
—No. —Sus ojos castaños estaban suplicando una respuesta suya—. Dígame lo que ha pasado.
Sus manos delgadas y temblorosas seguían entre las suyas, las apretó con más fuerza, necesitaba de él en aquel momento.
—Señorita Carmichael… —Hizo una larga pausa antes de continuar—. Usted desapareció una noche, hace tres meses, cuando salía de la biblioteca de la universidad. Nadie ha sabido nada de usted durante todo ese tiempo, hasta el día de ayer cuando apareció cerca del lago Big Bear y fue traída hasta este hospital.






xD Que divertido :

Cuando tenga 2 lectoras subo el segundo capítulo

Les avisaré cuando se acerque la parte Hot ;) .

-Luz.

-Luz
LuzDirectioner.
LuzDirectioner.


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-Una Obsesión Mortalº-|-ºHarry Styles Y ____ Carmichaelº-|-ºTerminada- Empty Re: -Una Obsesión Mortalº-|-ºHarry Styles Y ____ Carmichaelº-|-ºTerminada-

Mensaje por LuzDirectioner. Dom 29 Sep 2013, 6:13 pm

-Una Obsesión Mortalº-|-ºHarry Styles Y ____ Carmichaelº-|-ºTerminada- 418788_386794998053928_1157018958_n
-| Capítulo dos |-|- Parte uno -| 

Su cuerpo cayó pesadamente sobre la hierba todavía húmeda. Sus rodillas se enterraron en el lodo, pero no le importó. Golpeó el suelo, una y otra vez, con los puños cerrados hasta que los nudillos de sus dedos se enrojecieron. Ningún dolor se comparaba al dolor de haberla perdido, no había nada en el mundo que calmara la angustia que le provocaba su partida.
La había cuidado durante casi tres meses, se había desvivido por atenderla, por pasar el mayor tiempo posible a su lado. Había abandonado todo y a todos con tal de dedicarse a ella en cuerpo y alma.
¿Y cómo le había pagado ella? Huyendo, huyendo de él como si fuera un animal rabioso, alguien a quien ni siquiera se le podía tener lástima sino repulsión.
Había salido a buscarla, había seguido su rastro de la misma manera que un cazador sanguinario persigue la pista de su presa más preciada. Sin embargo, había llegado demasiado tarde. Un hombre y un niño la habían encontrado antes que él y se la estaban llevando, la estaban apartando de su lado para siempre. No pudo hacer nada, solo se había quedado allí, escondido entre la maleza, observando cómo aquellos extraños se la arrancaban de su vida.
Se arrojó al suelo y, cuando el barro frío le toco la cara, cerró los ojos. Sólo la veía a ella. Cada rincón de su mente estaba impregnado con su imagen su rostro aniñado, su cabello castaño lacio que le caía sobre los hombros. 
Extendió la mano, en un intento por llegar hasta ella, pero, cuando abrió los ojos y descubrió que estaba solo en medio de aquel bosque, creyó morir.
Estaba anocheciendo, pero, para un hombre como él, la oscuridad era la compañía perfecta, su cómplice más fiel. Se puso de pie, sus brazos rígidos colgaban a ambos lados de su cuerpo. Comenzó a caminar mientras se abría paso entre los matorrales, pausadamente, tomándose todo el tiempo del mundo. Después de todo, no tenía prisa por regresar, ella ya no estaba esperándolo. Levantó la vista al cielo, la luz de la luna iluminó su rostro, una sonrisa sádica se dibujo en él. No importaba el tiempo que le llevara, podría esperar toda la eternidad si fuera necesario, pero la encontraría, y nuevamente estarían juntos, esa vez para siempre…

Cuatro años más tarde.

Harry Styles estacionó su Mustang negro junto a la acera. La avalancha de curiosos que ya se había dado cita en el lugar debía llevar horas allí. Seguramente, para los vecinos de aquella zona residencial de Fresno, un homicidio no era cosa de todos los días, y aquel acontecimiento, sin duda, despertaba no solo la curiosidad y el morbo esperado, sino también 
una gran inquietud.
Llevaba trabajando en la División de Crímenes Violentos ya más de seis años. Sin embargo, a pesar de enfrentarse a cosas que poca gente soportaría, nunca había llegado a acostumbrarse del todo. Ignoraba cuánto tiempo le llevaba a alguien habituarse a lidiar con la muerte cara a cara, casi a diario. No es que no le afectara ni mucho menos, pero en los años que llevaba en ese trabajo, había aprendido a dejar los escrúpulos de lado. Procuraba que cada escena de un crimen tuviera para él un significado particular. Se había obligado a ver cada caso con ojos frescos. Creía que era una nueva perspectiva, lo único que podía ayudarle a seguir adelante con su trabajo y con su vida.
Se abrió paso entre la multitud; pudo esquivar no solo a los curiosos sino también a la prensa que, como de costumbre, ya se encontraba en el lugar del hecho preparada para dar la primicia. Pasó junto a unos reporteros que desistieron de abordarlo para hacerle alguna pregunta. La mirada fulminante que les lanzó fue suficiente para que se sintieran 
amedrentados.
Caminó hacia la entrada de la residencia. El lugar ya estaba acordonado, y un par de oficiales se aseguraban de que nadie se acercara demasiado.
—Buenos días, muchachos —saludó, se agachó y pasó por debajo de la cinta policial amarilla.
—Buenos días, detective.
Audazmente, saltó los tres escalones que lo separaban de la entrada principal que estaba abierta, y busco a su compañera.
Michelle Parker venía a su encuentro, contoneaba no solo su cabello color rojo fuego, sino también sus caderas.
 Harry la observó mientras se acercaba. Sin duda era un ejemplar digno de admirar, y no era raro que todos los policías giraran sus cabezas para dedicarle un par de miradas. Su altura y sus piernas interminablemente largas, sumadas a su melena ondulada y un par de ojazos grises, hacían de ella una mujer muy llamativa.
«Demasiado sexy para ser policía», pensó Harry cuando la tuvo cerca.
—¿Cómo estás, Styles? —saludó mientras se ponía una mano en la cintura.
Harry le sonrió.
—No tan bien como tú, Parker —respondió. Hacía dos años que eran compañeros, y les divertía aquel juego de usar sus apellidos para hablarse entre ellos.
Michelle frunció el ceño y le hizo señas para que la siguiera.
—¿Qué tenemos?
—Alison Warner ha sido encontrada muerta esta mañana, a las siete y treinta. —Atravesaron la sala y subieron las escaleras en medio de un par de técnicos forenses que estaban sentados en uno de los escalones recogiendo fibras de la alfombra.
—¿Vivía sola? ¿Quién la ha encontrado?
—Vivía sola, y una amiga suya, con la que supuestamente debía reunirse anoche, ha notificado el hecho. La llamó varias veces durante la noche, pero no logró comunicarse con ella. 
Esta mañana ha venido hasta la casa y ha encontrado a su amiga muerta —explicó sin detenerse.
Entraron a la habitación de la víctima; a simple vista, aquella parecía ser, sin duda, la escena primaria del crimen. Un fotógrafo y un médico, ambos del equipo forense, se encontraban trabajando en el lugar. Harry observó todo como si, analizando sus pormenores, pudiera descubrir lo que había sucedido allí. Había cosas que representaban un extraño déjà vu, una 
escena que ya habían visto con anterioridad.
— Harry , Michelle, ¿cómo estáis? —saludó el forense, a la vez que apartaba por un segundo la atención de la víctima para concentrarse en los policías.
—Hemos tenido días mejores, Steven —dijo Michelle mientras recorría la habitación con especial cuidado de no pisar los pétalos de flores esparcidos por encima y alrededor de la cama.
—Lo sé.
—¿Tienes ya la causa de la muerte? —quiso saber Harry, aunque sabía de antemano su respuesta.
—Podré decirte más después de la autopsia. —Le indicó que se agacharan—. Pero a priori diría que es muy probable que haya sido estrangulada.
Ambos policías observaron los rastros de sangre en los ojos de la víctima.
—Hemorragia petequial —aseveró Harry.
—Así es, amigo. —No se sorprendió ante su afirmación; después de varios años trabajando para la policía, aquellos términos exclusivamente médicos no le eran del todo desconocidos.
—Igual que la mujer asesinada hace dos semanas en el boulevard Golden State —dijo Michelle, tras lanzar un suspiro.
—Me temo que no es lo único que tienen en común, Mich. —Sacó un par de guantes de látex del maletín del forense y se arrodilló—. Las dos víctimas llevan el mismo peinado, y ambas son castañas.
—Sí, lo había notado.
Harry levantó el vestido de la joven y no se sorprendió con lo que vio.
—El mismo maldito tatuaje, justo debajo de la cintura; las mismas malditas flores regadas por toda la habitación —señaló Michelle contrariada. No era la primera vez que se enfrentaban a un asesino en serie, pero los dos años que llevaba en la División de Crímenes Violentos le decían que se estaban enfrentando a alguien muy diferente. Un loco demasiado inteligente 
como para no dejar huellas ni fibras en las escenas de los crímenes; alguien que buscaba, mediante sus víctimas, revivir la imagen de alguna mujer que, de seguro, había tenido un significado crucial en su vida.
—Debe de ser su madre —murmuró.
—¿Qué has dicho? —Harry levantó una ceja.
—Este maldito demente seguramente pretende traer de nuevo a su madre; y lo hace con sus víctimas.
Harry se puso de pie y así permitió que Steven continuase con los estudios preliminares.
—No creo que sea a su madre a quien trata de revivir. —Se pasó una mano por la mata de cabello negro cobrizo peinado hacia atrás—. Observa las trenzas, el vestido corto y de estilo juvenil; además, las dos víctimas son jóvenes; si quisiera representar a su madre buscaría a mujeres mayores, no a jovencitas.
—Sí, es probable que tengas razón. —Buscó un par de guantes para ella.
—¿Cuándo murió, Steven? —Harry observó el rostro de la muchacha. Estaba blanco y tenía los labios entreabiertos en una mueca casi siniestra. Pero lo que más le llamaba la atención eran sus ojos; estaban muy abiertos, parecían guardar el terror y la angustia que debía de haber padecido en sus últimos segundos de vida.
—Según la temperatura del hígado, lleva unas seis horas muerta.
Harry observó su reloj.
—Eso quiere decir que fue asesinada, aproximadamente, a las dos de la madrugada.
Steven asintió.
—¿Qué hay del tatuaje? ¿Fue realizado post mortem como en la otra víctima?
—Es muy probable; si lo hubiese hecho cuando aún estaba viva, no habría resistido el dolor y se habría desmayado; y sabemos que intentó estrangularla mientras estaba despierta. No creo que hubiese esperado a que despertase para luego estrangularla.
—Es paciente, pero no tanto —acotó Michelle mientras echaba un vistazo al tatuaje de un nudo celta grabado en la piel de la víctima a fuego vivo. Al menos, no había estado consciente cuando el desgraciado se lo había hecho.
—Quiere que lo miren a los ojos mientras las está estrangulando. Eso indica, probablemente, que siente cierta especie de conexión con las víctimas o con la mujer que trata de caracterizar a través de ellas. — Harry lanzó una mirada a sus manos—. Le coloca las manos sobre el pecho, como si estuviera buscando una manera de redimirse ante la mujer que busca representar.
—No puede haber redención para un sádico como él —respondió Michelle a la vez que se dejaba vencer por la rabia. Sabía que debía aprender a controlar su temperamento explosivo, pero le hervía la sangre cada vez que se enfrentaba a crímenes tan crueles como aquel.
Harry esbozó una sonrisa comprensiva. Conocía a su compañera mejor que nadie y, muchas veces, había sido él el encargado de calmar su furia.
Uno de los técnicos forenses que estaban trabajando en la escalera entró en la habitación y, con cuidado, comenzó a recolectar los pétalos de flores en bolsas de papel.
—¿Qué crees que significan? —preguntó Michelle mientras observaba al joven hacer su trabajo.
—Sin duda, es un mensaje; tal vez los pétalos de nomeolvides tengan un significado simbólico para él.
—Es un loco.
—Es más que eso —corrigió Harry—. Sabe lo que hace, Michelle.- Es un asesino completamente organizado, no deja evidencias físicas en la escena, planea con tiempo sus crímenes, estudia a sus víctimas con minuciosidad antes de dar el gran paso, llega hasta ellas y ejerce su poder. No está loco, al menos, no en el sentido al que tú te refieres.-





Me aburro ._.

-Luz.
LuzDirectioner.
LuzDirectioner.


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