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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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I love you | nc.
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Re: I love you | nc.
necesito que mack responda el mp que le envíe hace 20029428497439743 años)))))):
bigtimerush.
Re: I love you | nc.
Ya tengo el capitulo, pero me falta corregir algunas cosas. Mañana en la tarde subo
Sophia.
Re: I love you | nc.
¡Ahora recién pude leer capítulo! Discúlpame por no haber leído antes, la fiebre que tenía era horrorosa, solo pude hacer unas fichas para una n.c :c pero ahora estoy mejor.
Bueno, eso a nadie le importa, así que voy al tema. ¡Me encantó! Deby, ya te dije que escribes hermoso, y te lo vuelvo a repetir sabía que esta N.C sería perfecta me encanta la historia de Mey y Harry, son completamente perfectos<3 morí con la parte en que decía que era un buen besador escribes hermoso, lo he dicho como mil veces, pero lo vuelvo a repetir<3 me encantó, lo amé<3
Síganla luego, quiero leer más
Bueno, eso a nadie le importa, así que voy al tema. ¡Me encantó! Deby, ya te dije que escribes hermoso, y te lo vuelvo a repetir sabía que esta N.C sería perfecta me encanta la historia de Mey y Harry, son completamente perfectos<3 morí con la parte en que decía que era un buen besador escribes hermoso, lo he dicho como mil veces, pero lo vuelvo a repetir<3 me encantó, lo amé<3
Síganla luego, quiero leer más
Invitado
Invitado
Re: I love you | nc.
Me alegra que te haya gustado Britt
Te entiendo, yo también estuve enferma no hace mucho, y aunque no debía, quería entrar aquí y actualizarme
Esperamos tu cap, Sofy
Te entiendo, yo también estuve enferma no hace mucho, y aunque no debía, quería entrar aquí y actualizarme
Esperamos tu cap, Sofy
Invitado
Invitado
Re: I love you | nc.
Capítulo 02
“Y comprender que tal vez amar es otra cosa. Es sentirse ligeros y libres. Es saber que no pretendes apropiarte del corazón del otro, que no es tuyo, que no te toca por contrato. Debes merecerlo cada día.”
— Federico Moccia
Escruto con atención los cuerpos más cercanos al mío. Mis movimientos parecen estar automatizados, mis piernas responden y se enderezan junto a mi cuerpo.
— Vamos, niña. Debes aplaudir también. —La señora detrás de mí me dedica una mirada despreciable. Como había hecho anteriormente, mis manos responden y aplauden con euforia.
Un agudo chirrido distrae mi mirada del frente. Cierro y abro repetidamente los ojos por instinto, giro sobre mis talones esperando encontrar su rostro con una gran sonrisa plasmada, pero al hacerlo, me encuentro con la misma señora de momentos atrás. Miro a mi alrededor, esperando encontrar algo, tal vez alguien; pero todo es en vano, nada.
Con rapidez, cuidando cada paso que doy, corro ágilmente entre el mar de personas que ya se había formado a lo largo del extenso pasillo. Mis piernas corren por si solas, casi sin saber a dónde se dirigen; pero muy adentro lo presiento, y con ello una sensación de amargura atraviesa mi columna vertebral. No sé si es mi masoquismo que anda en aumento, o una especie de fuerza sobrenatural que me impulsa a continuar con mi travesía, pero mis piernas continúan su camino, ignorando las señales que les envío constantemente.
Las calles están iluminadas únicamente por un suave roce de las luces provenientes de los parques cercanos. Inspiro agotada, casi sin saber qué hacía unos cuantos segundos estaba reteniendo el aire contenido en mis pulmones. Ya con la respiración controlada, a un ritmo mucho más apacible que momentos atrás, continuo con mí camino. Mi mirada pasa por las diferentes construcciones, todas y cada una de ellas con un pasado diferente, con su propia historia construida poco a poco. Ignorando el pequeño arrebato de pensamientos que se había formado en mi cabeza, centro mi mirada en el frente, consciente de que trastabillar en una de aquellas calles no sería para nada agradable. ¿Quién rescataría a una patética muchacha en la penumbra de casi media noche?
Mi cuerpo queda totalmente estático cuando por fin llego a mi destino. Mi mirada escudriña cada detalle de la pequeña casa que está a solo unos cuantos metros delante de mí. Las ventanas y paredes están prácticamente intactas, ignorando obviamente una que otra grieta ocasionada por el paso de los años. Recorro con mis dedos el marco de una de aquellas ventanas, cuando retiro mi mano, puedo ver que un poco de polvo recogido. Las tablas de las pequeñas escalas están en su mejor estado posible, claramente con años mejores sobre su historia, pero de igual forma, todo en aquella pequeña casita tenía un valor único para mí. Cierro los ojos y trato de controlar mi pulso, cosa que se me hace imposible. Por el contrario, el temblor que tenían mis manos aumenta considerablemente.
A mis manos llegan unas cuantas gotas de agua, para comprobar mis sospechas, levanto mi mirada hasta lograr captar las nubes negras y oscuras posicionadas justo sobre mi cabeza. El sentimiento de culpa —tal vez de melancolía también— me embarga por completo. No sé en qué momento, pero lo que antes era solo pequeñas gotas sinsabores y trasparentes pasan a tomar un sabor amargo, salado y cargado de soledad y tristeza. Con el dorso de mi mano derecha, seco por debajo de mis ojos, aun sabiendo lo inútil que era aquello.
Camino los pocos pasos que me separan de la —ya antigua— construcción. Con un ridículo e innecesario nerviosismo busco aquel llavero que años atrás me había obsequiado en una de aquellas ocasiones especiales. Con el titubeo aun presente en la totalidad de mis movimientos, el agudo y constante tintineo del metal atormentaba mis oídos. Como si al destino le amargara mi desgracia, o no la consideraba suficiente, la pequeña llave de cobre se quebró luego de intentar abrir la puerta ya un par de veces.
— ¡Diablos! —mascullo irritada. ¿Cómo es posible que todo pueda ponerse en mi contra tan de repente?
— Brielle… — Es una voz suave y apacible, tal vez demasiado para mi gusto.
Giro sobre mis talones, con la cabeza mirando siempre al frente. La humedad de mis zapatillas casi hacen que caiga, pero con rapidez y precisión, mi mano logra tomar el pomo de la puerta. El cuerpo en frente de mí permanece estático, casi conmocionado por una razón que aun desconocía.
— ¿Qué haces aquí? —inquiere, sus zafiros clavándose cada vez más en mi interior, casi quemando con su paso.
— No quiero hablar contigo, Niall —acoto. Mis pensamientos están predeterminados para contestar a casi cualquier comentario por instinto, con palabras crudas y bruscas. Intentando hacer caso omiso al calor que irradiaba con su simple presencia, vuelvo mi mirada a la puerta, captando de inmediato la imposibilidad que tenía de ingresar prontamente al recinto. Inhalo rápidamente, el mar de emociones que mi cuerpo había acumulado estaba creando un verdadero tsunami en mi interior.
— Daphne… —Su llamado me impacta, ya que no solía llamarme mucho por mi primer nombre. Cuando volví mi cabeza hacia él, su sonrisa se incrementa y completa—:Tengo las llaves de la entrada trasera.—Efectivamente, en su mano descansaba un llavero, trague saliva al verlo, no era uno cualquiera; era el de Gabe, mi hermano.
Las lágrimas empañan mi vista, bajo la cabeza. Por suerte, después de un profundo y prolongado respiro, acompañado con uno, tal vez dos parpadeos continuos estas se van. Agradezco a quien quiera que sea que la penumbra de la noche escondía mi rostro, no dejaría que nadie alguna vez presenciara alguno de mis momentos de debilidad.
— ¿Por qué lloras, Brielle? —Al escuchar nuevamente su ahora cálida voz levanto inmediatamente mi rostro.
— ¡No estoy llorando, idiota! —Claramente, el tono de mi voz logra sorprenderlo en gran medida.
Segundos después su sonrisa se desvanece, llevándose calidez y amabilidad del ambiente con ella.
Inspiro profundo y cierro fuertemente mis ojos, con la esperanza de que al abrirlos nuevamente mi realidad hubiera cambiado, diferentes sucesos y personas pasan sobre mi vista, los sentimientos que me embargan me consumen lentamente, debilitándome de igual manera. Solamente si aquel problema se hubiera detectado antes, solo si… pero el pasado está escrito, el hubiera no existe sobre mis palabras, y sé que por más que rogara, incluso hasta implorara la presencia de mi hermano nuevamente a mi lado, todo sería vago, simplemente una pérdida de tiempo, tiempo preciado para algo más, no simple y vanos deseos.
La poca fuerza de voluntad que aún había al interior de mi cuerpo hace que mi rostro mire nuevamente al cuerpo del muchacho de cabellos rubios, tal vez para aquellas situaciones que nos superan no es tan malo acudir a alguien, solo tal vez. Como si del destino se tratara, sus brazos se envuelven en mi torso y apoya su rostro sobre mi cabeza.
— Yo también lo extraño, Brielle… —susurra sobre mi cabello. La sensación que experimento es bastante… ¿Extraña, quizás? Sí, en efecto. Cada uno de los músculos de mi pequeño cuerpo se tensan con el simple calor que me proporciona su tacto, tal y como lo hacían cuando Gabe me apretujaba entre sus brazos.
Acerco la taza de chocolate caliente a mis labios, le soplo un par de veces, reduciendo con ello la sutil capa de humo que hace borrosa mi vista.
— ¿Qué haces aquí? —Inquiere el rubio—. Me refiero, ¿Acaso no estabas viviendo con tu madre?
— Busco independencia. —respondo con simpleza. —Y a ti, ¿Qué te trae por aquí?
— Me voy a casar.
Su respuesta me descoloca por completo. Trago en seco, tratando de digerir sus palabras con ello. ¿Casar? El pequeño rubio se iba a casar. Las preguntas me azotaban como si fueran pequeñas flechas que estaban siendo disparas a unos diez metros aproximadamente.
— ¿Ca-sar? —La pregunta sale de improvisto por mis labios y me arrepiento inmediatamente de no haber sido lo suficientemente sensata como para haberlos apretado, o aún mejor, sellarlos totalmente.
Su respuesta fue muda, un simple asentimiento con su cabeza con más exactitud. Da un largo sorbo a su bebida y desvía su mirada de mis zafiros, no comprendo el por qué. Debería estar feliz y entusiasta ¿No? Igual que él, tomo el asunto no como un suceso efímero y especial, es más bien como un momento único y comprometedor. Encadenarse a otra vida... hasta la eternidad, no es en todas las ocasiones agradable y apaciguante.
Por un momento mi vista se nubla, escondo mis manos en el jersey de algodón que había tomado del armario de mi hermano. No sé realmente la razón, pero mis ojos se empañan… trato intensamente de tragar mis lágrimas e instarles que nunca más salgan.
— ¿Estas bien? —dice, volviendo su mirada hacía mi rostro.
— Sí, sí… solo… ya sabes, estoy en mis días… —respondo inmediatamente, sin que se me pudiera una excusa más veraz y creíble.
— ¡Oh! Entiendo.
El ambiente se torna denso al instante.
— Me alegra que estés bien realmente. —Las palabras brotan de mis labios con ese toque de sinceridad que tanto necesitaba en aquel momento.
— Yo también lo hago, Daphne, créeme —dice y continua—, dime, que hay de ti ¿Alguien especial?
La pregunta casi me causa gracia.
— No realmente… sabes que el amor no es lo mío.
Por un momento, mi mente se aparta de la situación, enfrascándose totalmente en el gustoso sabor del chocolate. Mi vista se vio fijada en la nata que reposaba en la superficie, pequeños trozos flotando como si fueran islas, cada uno por su lado… separados, pero con algo que los unía: el chocolate. Un lazo de alguna manera inexistente, pero que siempre estaría allí, como una especie de prueba u amorío especial; así era el chocolate, como el amor, algo extraño y peculiar, demasiado complicado para mi gusto, para muchos basado en el masoquismo de sentir una conexión determinada con aquella persona y para otras tal vez la ausencia de la misma.
A la lejanía ya se puede divisar el sol. Esta amaneciendo. Mis ojos se enfocan en muchacho de cabellos rubios recostado en el sillón del frente. Por alguna extraña razón en aquella posición se me hace realmente tierno a la vista. Me pego en la frente. ¡No! Es Niall, el pequeño rubio, el mejor amigo de mi hermano. El mejor amigo comprometido de mi hermano.
— Vamos, niña. Debes aplaudir también. —La señora detrás de mí me dedica una mirada despreciable. Como había hecho anteriormente, mis manos responden y aplauden con euforia.
Un agudo chirrido distrae mi mirada del frente. Cierro y abro repetidamente los ojos por instinto, giro sobre mis talones esperando encontrar su rostro con una gran sonrisa plasmada, pero al hacerlo, me encuentro con la misma señora de momentos atrás. Miro a mi alrededor, esperando encontrar algo, tal vez alguien; pero todo es en vano, nada.
Con rapidez, cuidando cada paso que doy, corro ágilmente entre el mar de personas que ya se había formado a lo largo del extenso pasillo. Mis piernas corren por si solas, casi sin saber a dónde se dirigen; pero muy adentro lo presiento, y con ello una sensación de amargura atraviesa mi columna vertebral. No sé si es mi masoquismo que anda en aumento, o una especie de fuerza sobrenatural que me impulsa a continuar con mi travesía, pero mis piernas continúan su camino, ignorando las señales que les envío constantemente.
Las calles están iluminadas únicamente por un suave roce de las luces provenientes de los parques cercanos. Inspiro agotada, casi sin saber qué hacía unos cuantos segundos estaba reteniendo el aire contenido en mis pulmones. Ya con la respiración controlada, a un ritmo mucho más apacible que momentos atrás, continuo con mí camino. Mi mirada pasa por las diferentes construcciones, todas y cada una de ellas con un pasado diferente, con su propia historia construida poco a poco. Ignorando el pequeño arrebato de pensamientos que se había formado en mi cabeza, centro mi mirada en el frente, consciente de que trastabillar en una de aquellas calles no sería para nada agradable. ¿Quién rescataría a una patética muchacha en la penumbra de casi media noche?
Mi cuerpo queda totalmente estático cuando por fin llego a mi destino. Mi mirada escudriña cada detalle de la pequeña casa que está a solo unos cuantos metros delante de mí. Las ventanas y paredes están prácticamente intactas, ignorando obviamente una que otra grieta ocasionada por el paso de los años. Recorro con mis dedos el marco de una de aquellas ventanas, cuando retiro mi mano, puedo ver que un poco de polvo recogido. Las tablas de las pequeñas escalas están en su mejor estado posible, claramente con años mejores sobre su historia, pero de igual forma, todo en aquella pequeña casita tenía un valor único para mí. Cierro los ojos y trato de controlar mi pulso, cosa que se me hace imposible. Por el contrario, el temblor que tenían mis manos aumenta considerablemente.
A mis manos llegan unas cuantas gotas de agua, para comprobar mis sospechas, levanto mi mirada hasta lograr captar las nubes negras y oscuras posicionadas justo sobre mi cabeza. El sentimiento de culpa —tal vez de melancolía también— me embarga por completo. No sé en qué momento, pero lo que antes era solo pequeñas gotas sinsabores y trasparentes pasan a tomar un sabor amargo, salado y cargado de soledad y tristeza. Con el dorso de mi mano derecha, seco por debajo de mis ojos, aun sabiendo lo inútil que era aquello.
Camino los pocos pasos que me separan de la —ya antigua— construcción. Con un ridículo e innecesario nerviosismo busco aquel llavero que años atrás me había obsequiado en una de aquellas ocasiones especiales. Con el titubeo aun presente en la totalidad de mis movimientos, el agudo y constante tintineo del metal atormentaba mis oídos. Como si al destino le amargara mi desgracia, o no la consideraba suficiente, la pequeña llave de cobre se quebró luego de intentar abrir la puerta ya un par de veces.
— ¡Diablos! —mascullo irritada. ¿Cómo es posible que todo pueda ponerse en mi contra tan de repente?
— Brielle… — Es una voz suave y apacible, tal vez demasiado para mi gusto.
Giro sobre mis talones, con la cabeza mirando siempre al frente. La humedad de mis zapatillas casi hacen que caiga, pero con rapidez y precisión, mi mano logra tomar el pomo de la puerta. El cuerpo en frente de mí permanece estático, casi conmocionado por una razón que aun desconocía.
— ¿Qué haces aquí? —inquiere, sus zafiros clavándose cada vez más en mi interior, casi quemando con su paso.
— No quiero hablar contigo, Niall —acoto. Mis pensamientos están predeterminados para contestar a casi cualquier comentario por instinto, con palabras crudas y bruscas. Intentando hacer caso omiso al calor que irradiaba con su simple presencia, vuelvo mi mirada a la puerta, captando de inmediato la imposibilidad que tenía de ingresar prontamente al recinto. Inhalo rápidamente, el mar de emociones que mi cuerpo había acumulado estaba creando un verdadero tsunami en mi interior.
— Daphne… —Su llamado me impacta, ya que no solía llamarme mucho por mi primer nombre. Cuando volví mi cabeza hacia él, su sonrisa se incrementa y completa—:Tengo las llaves de la entrada trasera.—Efectivamente, en su mano descansaba un llavero, trague saliva al verlo, no era uno cualquiera; era el de Gabe, mi hermano.
Las lágrimas empañan mi vista, bajo la cabeza. Por suerte, después de un profundo y prolongado respiro, acompañado con uno, tal vez dos parpadeos continuos estas se van. Agradezco a quien quiera que sea que la penumbra de la noche escondía mi rostro, no dejaría que nadie alguna vez presenciara alguno de mis momentos de debilidad.
— ¿Por qué lloras, Brielle? —Al escuchar nuevamente su ahora cálida voz levanto inmediatamente mi rostro.
— ¡No estoy llorando, idiota! —Claramente, el tono de mi voz logra sorprenderlo en gran medida.
Segundos después su sonrisa se desvanece, llevándose calidez y amabilidad del ambiente con ella.
Inspiro profundo y cierro fuertemente mis ojos, con la esperanza de que al abrirlos nuevamente mi realidad hubiera cambiado, diferentes sucesos y personas pasan sobre mi vista, los sentimientos que me embargan me consumen lentamente, debilitándome de igual manera. Solamente si aquel problema se hubiera detectado antes, solo si… pero el pasado está escrito, el hubiera no existe sobre mis palabras, y sé que por más que rogara, incluso hasta implorara la presencia de mi hermano nuevamente a mi lado, todo sería vago, simplemente una pérdida de tiempo, tiempo preciado para algo más, no simple y vanos deseos.
La poca fuerza de voluntad que aún había al interior de mi cuerpo hace que mi rostro mire nuevamente al cuerpo del muchacho de cabellos rubios, tal vez para aquellas situaciones que nos superan no es tan malo acudir a alguien, solo tal vez. Como si del destino se tratara, sus brazos se envuelven en mi torso y apoya su rostro sobre mi cabeza.
— Yo también lo extraño, Brielle… —susurra sobre mi cabello. La sensación que experimento es bastante… ¿Extraña, quizás? Sí, en efecto. Cada uno de los músculos de mi pequeño cuerpo se tensan con el simple calor que me proporciona su tacto, tal y como lo hacían cuando Gabe me apretujaba entre sus brazos.
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Acerco la taza de chocolate caliente a mis labios, le soplo un par de veces, reduciendo con ello la sutil capa de humo que hace borrosa mi vista.
— ¿Qué haces aquí? —Inquiere el rubio—. Me refiero, ¿Acaso no estabas viviendo con tu madre?
— Busco independencia. —respondo con simpleza. —Y a ti, ¿Qué te trae por aquí?
— Me voy a casar.
Su respuesta me descoloca por completo. Trago en seco, tratando de digerir sus palabras con ello. ¿Casar? El pequeño rubio se iba a casar. Las preguntas me azotaban como si fueran pequeñas flechas que estaban siendo disparas a unos diez metros aproximadamente.
— ¿Ca-sar? —La pregunta sale de improvisto por mis labios y me arrepiento inmediatamente de no haber sido lo suficientemente sensata como para haberlos apretado, o aún mejor, sellarlos totalmente.
Su respuesta fue muda, un simple asentimiento con su cabeza con más exactitud. Da un largo sorbo a su bebida y desvía su mirada de mis zafiros, no comprendo el por qué. Debería estar feliz y entusiasta ¿No? Igual que él, tomo el asunto no como un suceso efímero y especial, es más bien como un momento único y comprometedor. Encadenarse a otra vida... hasta la eternidad, no es en todas las ocasiones agradable y apaciguante.
Por un momento mi vista se nubla, escondo mis manos en el jersey de algodón que había tomado del armario de mi hermano. No sé realmente la razón, pero mis ojos se empañan… trato intensamente de tragar mis lágrimas e instarles que nunca más salgan.
— ¿Estas bien? —dice, volviendo su mirada hacía mi rostro.
— Sí, sí… solo… ya sabes, estoy en mis días… —respondo inmediatamente, sin que se me pudiera una excusa más veraz y creíble.
— ¡Oh! Entiendo.
El ambiente se torna denso al instante.
— Me alegra que estés bien realmente. —Las palabras brotan de mis labios con ese toque de sinceridad que tanto necesitaba en aquel momento.
— Yo también lo hago, Daphne, créeme —dice y continua—, dime, que hay de ti ¿Alguien especial?
La pregunta casi me causa gracia.
— No realmente… sabes que el amor no es lo mío.
Por un momento, mi mente se aparta de la situación, enfrascándose totalmente en el gustoso sabor del chocolate. Mi vista se vio fijada en la nata que reposaba en la superficie, pequeños trozos flotando como si fueran islas, cada uno por su lado… separados, pero con algo que los unía: el chocolate. Un lazo de alguna manera inexistente, pero que siempre estaría allí, como una especie de prueba u amorío especial; así era el chocolate, como el amor, algo extraño y peculiar, demasiado complicado para mi gusto, para muchos basado en el masoquismo de sentir una conexión determinada con aquella persona y para otras tal vez la ausencia de la misma.
∞
A la lejanía ya se puede divisar el sol. Esta amaneciendo. Mis ojos se enfocan en muchacho de cabellos rubios recostado en el sillón del frente. Por alguna extraña razón en aquella posición se me hace realmente tierno a la vista. Me pego en la frente. ¡No! Es Niall, el pequeño rubio, el mejor amigo de mi hermano. El mejor amigo comprometido de mi hermano.
+ Sigue: Locadirectioner173
- lee:
- peguenme bc sé que el capitulo esta corto y feo, pero no sabía como comenzar mi historia :c por ello, espero que les halla gustado más de lo que me gusto a mí. prometo que los próximo serán mucho mejores. ¡las amo!
Sophia.
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