~El amor no tiene corona~ [Harry Styles y Tú]

   Me llamo ____ Mountbatten y vivo justo aquí, en Canadá. Soy nieta de la Reina Isabel II, pero no por eso soy la más solicitada en la escuela. Casi nadie lo sabe, a pesar de que llevo el grandioso apellido de mi abuela, Mountbatten. Rayos... Aquí nadie sabe de cultura.

   En fin. El caso es que soy muy... diferente. No soy nada parecida a esas chicas que viven con mi abuela. Amo el rock, ir de fiestas y dormir... Dormir mucho.

   Supongo que debo describirme... Pues, soy de estatura media, ojos verdes y tez muy blanca. Casi como un papel. Mi cabello es color caoba y deja caer unas ondas bien definidas.

-¡Cariño! -Esa es mamá, y está despertándome.

-Ya te he dicho que no me despiertes así. -Dije adormilada. Mi madre revuelve mi cabello y me da un beso en la mejilla. 

-Linda, despierta ya. Tu abuela está en recepción. -Al escuchar esa última oración, mi corazó saltó de emoción y mis piernas se activaron como nunca antes y me levanté de cama tan rápido como si mi vida dependiera de ello. Olvidando mis fachas, salí en busca de mi elegante abuelita.

-¡Abuela! -Exclamé y le di un gran abrazo. Ella, tan elegante y refinada, no pudo negarme ese abrazo.

-Mi linda niña. -Pronuncia conmovida. -En Inglaterra estamos muy contentos de que vayas a visitarnos. Te encantará tu nación.

-No hablemos de eso ahora, abuela. ¿Por qué no te vistes con algo cómodo y salimos a por un hotdog? -Sonreí.

-¿Pero qué cosas dices, ____? Una reina no puede andar por ahí porque sí, y menos comiendo esa cosa... ¿Cómo se llama? Hot... ¿Qué?

-Hotdog, abuela. Y no hay nada de malo en eso. A la gente le gusta.

-Querida, estás hablando de la Reina Isabel ll. -Comentó mi madre.

-Te pareces a tu primo Harry. Ambos igual de inmaduros. Deberían de una vez por todas entender que no son gente común. -Vociferó. -¡Harry! Este jovencito...

-¿Harry vino? -Pregunté desconcertada.

-¡Oh, no! Tu primo no. Es mi asistente. ¡Harry! -Volvió a gritar e inmediatamente una apuesta figura se mostró en el lugar. Si hubiese visto esos ojos verdoso antes que las estrellas, diría que es la cosa más hermosa que he visto en mi vida. -¿Dónde estabas, muchacho?

-Lo lamento, su majestad. Hubo inconvenientes con el equipaje. Ordene usted. -Musitó el joven.

-Por favor, ¿sería tan amable de acompañar a mi nieta a mi tienda favorita a comprar un vestido? No me gusta para nada ese... atuendo. -El joven rió ante el comentario, poco gracioso para mí, que hizo mi abuela. Yo enfurecí para mis adentros.

-Sus deseos son órdenes. ¿Está usted lista, señorita Mountbatten? -Preguntó penetrando su mirada en la mía.

-Sí, claro. De seguro te gustará que vaya así en pijamas. -Dije con sarcasmo y subí a cambiarme.

Me vestí con esto y bajé:



-Vámonos. -Dije. Harry me detuvo parándose frente a mí.

-Tú no irás a ningún lado así vestida.

-Disculpa, ¿qué? -Reí.

-Lo que oíste. Nadie de la realeza puede ir vestido de esa forma a menos que vaya a la playa, que no es tu caso.

   Este chico quería pasarse de listo conmigo. Si antes había causado en mí una sensación incontrolable de abrazarlo, ahora lo detestaba. ¿Quién se creía? ¿El rey de Inglaterra? No permitiría que un simple asistente me dijera qué hacer ni qué debo vestir o qué no. Le mire con amargura y salí de casa. Afortunadamente las puertas del auto estaban abiertas, no tenía ánimos de volver a caer en su red de fanfarrón.

   Seguidamente, él subió al auto y me dedicó una mirada jactanciosa. Sonrió de medio lado y puso el auto en marcha. Encendió la radio y entró un disco de música clásica. Basura para mí.

-¿Serías tan amable de quitar eso? Lo odio.

-¿Que por favor qué? -Sonrió. Yo puse los ojos en blanco. Cada segundo se volvía más insoportable.

-No intentes ser gracioso conmigo, Harry. -Dije seria.

-Vaya, es primera vez que te escucho pronunciar mi nombre.

-No te agrandes, ¿si?

-No sea petulante, niña. A saber que mi nombre en sus labios es cual vestido real en su cuerpo. No queda bien. -Sonríe nuevamente. Ahora puedo notar un hoyuelo en su mejilla que... odio decirlo, pero... es... tierno. Volviendo al caso. Alcé mi mano y le di una bofetada. El auto dio un frenazo. -¡¿Está loca?! Pudo matarnos.

-Pues para que no sea insolente. -Me bajé del auto y comencé a caminar sin rumbo fijo.

-¿Adónde piensa ir? -Soltó una risilla.

-¡A casa! -Volteé para gritarle. Él se aproximó a mí y yo al ver que casi me alcanzaba, eché a correr. Corrí y corrí hasta sentir unas frías manos rodear mi cintura. -¡Suelteme, atrevido! -Exclamaba tratando de zafarme de sus brazos. Me cargó y me llevó hasta el auto. -Se lo diré a mi abuela. Sus días están contados.

-No sea ridícula. Su abuela me dio órdenes similares a lo que acabo de hacer.

-Te detesto, Harry, no sabes cuánto.

   Por fin llegamos a la dichosa tienda favorita de mi abuela. Bajé del auto sin esperarle.

-Buen día, señorita. -Saludó Harry al entrar a la tienda, yo pasé de todo eso. Estaba molesta.

-Señor Styles, qué alegría verle por aquí. ¿Viene usted acompañado por su novia?

   Yo solté una risa sarcástica ante el desubicado comentario.

-Yo de este ni conocida. -Solté.

-Se equivoca. La hermosa señorita Mountbatten es la nieta de la Reina. Quisiera este hombre estar acompañado de por vida por esta eminencia. -Dijo mirándome. Yo exploté por dentro. Era totalmente un mentiroso, hipócrita, descarado y todos los insultos habidos y por haber. -Estoy en busca de un vestido fino y distinguido, como solo usted sabe hacer. Es para esta hermosa dama.

-¡Oh, sí! Le encantará este. Espere un segundo.

   Cuando lo vi, sentí ganas de vomitar. Era horrible. Jamás usaría algo así. Pero noté la mirada de ilusioón que tenía la diseñadora y no pude rechazar su creación.

-Gracias por venir aquí hoy. Mis saludos a la Reina.

   Salimos del lugar sin decir una palabra. Pero la guerra se armó dentro del auto.

-¿Qué fue todo eso? ¡Hipócrita!

-Tranquila. Solo lo dije por aparentar. Tú no eres ninguna eminencia y tampoco deseo casarme contigo jamás. Ni siquiera cuando fueres la última mujer de este planeta. No eres bonita como tus primas.

   ¡Wow! Acabo de derramar una lágrima y... él lo ha notado. Hago que detenga el coche y me paso del asiento del copiloto al trasero. Y todo el camino a casa fue en completo silencio.

         Ya amaneció. Hora de ir al Reino Unido. Entré a la ducha en modo agua caliente y estuve durante 8 minutos. Una vez aseada, me vestí con unos jeans negros y una cazadora de cuero negra, debajo una blusa blanca y unos zapatos altos color azul. Recogí mi cabello en una cola de caballo y usé de cintillo una pañoleta azul.
 
         Saludé a mi abuela y a mamá con un beso y pasé de Harry. Mi abuela me dio 15 minutos para despedirme de mamá. Ella se fue a esperarme al auto junto a Harry.
 
         -Bien… -Dije.
 
         -Quiero… -Me abraza. –Que te portes muy bien y… quiero que me prometas algo, ¿está bien?
 
         -Sí, mamá.
 
         -Prométeme que obedecerás en, óyeme bien, todo, a tu abuela. 
 
         -Lo prometo, mamá. Ahora debo irme.
 
         -Te quiero mucho, mi pequeña. Te escribiré. –Besa mi mejilla y me deja ir.
 
         Subí al auto y batí mi mano desde adentro para despedirme de mi madre. Harry cierra el vidrio en plan de cortarme. Insufrible. Todo el camino fue silencioso, desde el auto al avión, y desde el avión a UK.
 
         Gracias a Dios ya habíamos aterrizado. Siento náuseas. Corrí hacia el baño y vomité. Al salir, Harry me esperaba con una sonrisa fingida y al acercarme susurró varios comentarios fuera de lugar que fueron la gota que derramó el vaso de mi paciencia.
 
         -Creo que podrías estar embarazada.
 
         Le ofrezco una bofetada y acelero el paso hasta alcanzar a mi abuela. No me molesté en comentarle nada, de seguro le creería a él y no a mí.
 
         Subimos al auto y nos condujeron al palacio real… El enorme palacio real. Mi nuevo hogar.
 
         -Bienvenida, querida. Ponte cómoda. –Dijo mi abuela entrando a casa. –Harry, muéstrele su habitación.
 
         Harry tomó mi mano y me condujo hacia unas escaleras que de seguro daban a mi habitación. Cuando mi abuela no pudo vernos más, me detuve en seco y solté su mano. Él me miró confundido e hizo su cabeza hacia un lado. Puso los ojos en blanco y continuó el camino sin hacerme caso.
 
         -¡Harry! –Exclamé. Me atreví a pronunciar su nombre a pesar de la advertencia de anoche. Él volteó.
 
         -¿Qué quieres?
 
         -¿Qué quiero? ¡Qué quieres tú! No entiendo tu comportamiento hacia mí. ¿Por qué me tratas de esa manera? ¿Qué te hice?
 
         Harry suspira.
 
         -Hablas demasiado. Vamos. –Vuelve a caminar. Yo solo le seguí.
 
         Mi habitación era hermosa. Totalmente blanca. Tenía unas aves dibujadas en el techo encima de mi cama. Había fotos de mi padre por toda la habitación. Él había muerto hacía mucho tiempo ya. Mi abuela me conocía bastante bien. La decoración me hacía sentir como en casa. Me deshice de mis zapatos y me lancé a la cama. Cerré los ojos y… ¡Oh! Qué cómoda. Podría dormir y despertar en cien años.
 
         Desempaqué mis cosas y las ubiqué en el armario. Colgué mi guitarra y encendí mi computador. Mi abuela me obsequiaría un nuevo teléfono celular, por lo que no me molesté en traer el otro. Me desvisto completamente y subo todo el volumen de mi portátil. Al cabo de un rato, alguien toca la puerta. Abro y quien antes tocaba, ahora llevaba una expresión sorprendida. Era una chica.
 
         -¿Qué haces? –Preguntó confundida. -¿Por qué estás desnuda?
 
         -Quería estar más cómoda.
 
         La chica me mira y comienza a gritar el nombre de Harry. Él aparece de inmediato y más rápido que un rayo, cojo una toalla y cubro mi cuerpo desnudo.
 
         -Harry, ¿quién es esta chica? ¿Es otra de esas mujeres que te gusta traer sin que la abuela lo sepa? –La chica sonaba aterrada.
 
         Harry rió.
 
         -No. Esta es su prima ____. Viene de Canadá.
 
         -Tú eres… ¡Eu! –Exclamó como asqueada.
 
         -¿Por qué haces eso? –Pregunto desconcertada.
 
         -Pues… Por tu apariencia. No eres nada elegante ni señorial.
 
         Al parecer todos aquí eran robots. Ni se les ocurra intentar cambiarme, porque no les dejaré. Miré a la chica y luego a Harry, quien estaba sonriendo y mirándome de pies a cabeza. En vista de que ninguno decía nada, opté por cerrar la puerta en sus caras.
 
         Aparté de mí la toalla y entré al jacuzzi. Quería relajarme todo lo posible antes de tener que lidiar otra vez con Harry. Esperaba que mi abuela no me solicitara el día de hoy, ya que planeaba salir a conocer la ciudad que me acogería durante un largo tiempo. Me abrigué muy bien y me dirigí a la oficina de mi abuela para solicitar el permiso de salida. Ella lo negó, por supuesto. No me dejaría salir, a menos que Harry me acompañase. Dudaba de que él aceptase, y de todas maneras, no necesitaba su compañía. Preferiría perderme por toda la ciudad y pasar hambre, antes que estar con él y aguantar sus humillaciones.
 
         Finalmente acepté ir bajo su custodia. Se abrigó muy bien y salimos. Esta vez iríamos a pie para contemplar mejor la ciudad.
 
         Caminamos unas cuantas calles y de vez en cuando nos deteníamos para que él revisara su teléfono. No era un buen guía. No estaba disfrutando del todo mi paseo. Comenzaba a cansarme.
 
         Vi una plaza y al darme cuenta de la presencia de unas cuantas aves que allí posaban, corrí hasta el lugar. Me senté en silencio a contemplarlas. Amaba esos animales. Me identificaba con ellas. Quería ser tan libre como un ave y volar sin rumbo fijo.
 
         Harry toma asiento junto a mí a observar lo que yo.
 
         -¿Te gustan? –Pregunta.
 
         -Mucho. –Dije sin apartar la mirada de las aves.
 
         -Son animales horrendos y asquerosos. No sé cómo te gustan tanto.
 
         -No empieces, ¿si? Por una vez en tu vida, déjame hacer algo tranquila.
 
         -No quiero. Nos vamos ahora mismo.
 
         -¿Qué? Pero si acabamos de… -Me interrumpe.
 
         -Dije que nos vamos ya. –Gruñó.
 
         Respiré profundo tratando de no llorar y me levanté del asiento.
 
         -Deberías aprender de tu prima Petrusca. Ella sí que sabe comportarse y no le gustan las cosas tontas. –Dijo mientras caminábamos. -¿Cuándo madurarás?
 
         No lo insultes… No lo insultes… 
 
         -Tonta.
 
         Aventé la puerta con todas mis fuerzas. Estaba molesta.
 
         -____, tengo que hablar contigo. –Dice mi abuela al entrar a la habitación.
 
         -¿Si? –Dije seria.
 
         -Quería informarte que a partir de hoy, Harry será tu instructor y te enseñará desde cómo actuar a cómo vestirte.
 
         Tras escuchar todo eso, mi yo interno explotó. Ahora sí se había derramado el vaso de mi paciencia. Si antes no soportaba tener a Harry cada vez que salía o durante las comidas, ¿cómo sería ahora que tendría que pasar las 24 horas del día con él? Moriré, lo sé bien.
 
         -Ya quisiera yo ser la asistida del guapísimo Harry. –Comentó mi prima Petrusca mientras se mordía el labio inferior. La abuela la reprendió.
 
         -¡Petrusca! ¿Qué te he dicho yo acerca de referirte de esa manera a un hombre? ¡Compórtate!
 
         Petrusca se retiró de inmediato, y nuevamente éramos la abuela y yo en la habitación. Yo me resignaba a ser asistida por Harry. Sería un completo tormento. Él no me soportaba, ni yo a él.
 
         No me podían hacer esto a mí. Estar junto a él significaba que sería más humillada, más ofendida, más menospreciada. Me trataría fatal, y lo peor es que la abuela no se daba cuenta porque Harry actuaba frente a ella de otra manera. Siempre que estábamos solos se comportaba de manera grosera e irrespetuosa. Era más que obvio que él no me quería aquí.
 
         Por otro lado, ¿qué era eso de que iban a enseñarme sobre modales? Yo no era ninguna princesa ni nada por el estilo.
 
         -Tú eres de sangre real y debes prepararte para cuando tomes posesión del trono.
 
         ¿Qué? Pero mi padre una vez me comentó que si no quería ser princesa, podía rechazar el trono. Pero nadie cuestiona las decisiones de la reina, así que me resigné y con todo el esfuerzo del mundo, acepté a Harry como mi asistente.
 
         Él ahora estaba en la habitación escuchando las órdenes de mi abuela. Las órdenes acerca de mí.
 
         -Tú responderás por ella, tú velarás por ella, tú la cuidarás despierta y dormida, irás donde ella vaya y hablarás con quien ella hable. ¿Entendiste?
 
         -Perfectamente, su majestad.
 
         -Me retiro. –Dio vuelta y salió de la habitación dejándome a solas con el enemigo.
 
         Ninguno se atrevía a decir nada. Yo miraba el suelo, él a mí.
 
         -¿Qué me ves? –Dije cuando ya no soporté más su mirada sobre mí.
 
         -¿Eres sorda? Tu abuela dijo que tenía que estar contigo y seguirte en todo. Acostúmbrate.
 
         -Acostúmbrate tú a tratarme bien. –Harry puso los ojos en blanco.
 
         -Trato a todos como se lo merecen. Ahora saldré a comprar unas cosas y tú debes venir conmigo.
 
         -No iré a ningún lado, y menos contigo.
 
         -¿No obedecerás? –Se acercó a mí y sacó una cuerda de su bolsillo. Puse los ojos como dos enormes platos y retrocedí dos pasos.
 
         -¿Qué haces con eso?
 
         No respondió. Yo seguí retrocediendo, pero él era más ágil que yo. Me tomó del brazo, pasó la cuerda por mi cintura y luego por la de él. Nos ató. Caminó hacia el auto y yo iba detrás. Para entrar al auto fue todo un problema. Primero entró él y luego me hizo pasar por encima de él.
 
         -¿Esto es necesario? –Pregunté irritada.
 
         -Tú me obligas a hacerlo.
 
         Llegamos al lugar donde Harry haría sus diligencias. Era una disquera. Ahí todos le conocían. El vendedor le entregó un disco, el cual no pude identificar. Yo miré en toda la tienda algo que pudiese gustarme. Queen. Deseaba comprar ese disco, pero no traía nada de dinero. Y dudaba de la grandiosa generosidad de Harry.
 
         Me acerqué al vendedor y traté de negociar con él.
         -¿Podría venderme… este disco? Prometo pagarlo en cuanto pueda.
 
         -Claro que… -Harry interrumpe.
 
         -Ya terminé, Gu. –Dijo Harry y me haló del brazo para sacarme de la tienda. –Iremos de compras. Debo deshacerme de esos atuendos tan feos.
 
         -¿Podrías dejar de ser tan grosero conmigo? Al menos hazlo porque soy mujer.
 
         -No me interesa quién seas. No me gustas. Lo único que quiero es terminar mi trabajo contigo.
 
         -¡¿Entonces por qué no le dices a la abuela que te cambie el trabajo?! –Exploté.
 
         -¡Porque me dijo que si quería, podía elegirte como esposa!
 
         Mis ojos se extendieron como platos. ¿Harry quería casarse conmigo? Me había perdido el capítulo más importante del libro, el final de la película.
 
         -¿Qué? –Pregunté más calmada.
 
         -Me dijo que podía elegir a alguna de sus nietas como esposa como agradecimiento a mi lealtad. Siempre me ha hablado de ti, siempre me dijo que eras la más especial y bonita de entre todas. Pero se equivocó. Tú eres una decepción. Nadie podría fijarse en ti, ____.
 
         Una lágrima menos. Traté de soltarme de la cuerda, pero fue imposible. Solo pude cubrir mi rostro con mis manos.
 
         No entendía como mi abuela pudo haber contratado a este tipo. No era ningún caballero y si antes lo creí lindo, ahora era todo una bestia y yo no quería ser Bella.
         Como siempre, Harry no dijo una palabra. No le importaba cuánto pudiera lastimarme.
 
         Me quitó la cuerda y me dejó ir. Cuando iba a cerrar la puerta de mi habitación, él puso su pie para impedirlo.
 
         -Yo dormiré en tu sofá. Órdenes de tu abuela.
 
         -No quiero que estés tú aquí. Por favor, vete. –Dije, pero el pasó de mi orden. Se quitó el abrigo y seguidamente su camisa, dejando al descubierto su blanca piel. Me di la vuelta para no mirarle, pero él se puso frente a mí nuevamente.
 
         -¿Me das una sábana, por favor? Hace mucho frío.
 
         Puse los ojos en blanco y entré a la cama sin hacer caso a su petición. Él sonrió y me arrebató las sábanas para luego tumbarse en el sillón. Tuve que levantarme y buscar en el armario unas nuevas sábanas. Él apaga las luces.
 
         -No puedo dormir en completa oscuridad. –Dije seria y encendí las luces.
 
         -Yo sí puedo. –Las apaga.
 
         La enciendo. La apaga. La enciendo. La apaga. Se levanta, quita el bombillo y lo deja caer.
 
         -Asunto resuelto. –Dijo y entra a la cama nuevamente.

Pasé una muy mala noche. No sé si Harry en verdad ronca o solo lo hizo para molestarme, pero me resultaba muy molesto. Traté de esconder estas ojeras con todo el maquillaje que tengo, pero era imposible. Mi abuela se sorprendió mucho al verme, y no dudo en preguntar qué había pasado. Yo le temía a Harry, así que preferí mentir.

         -Tuve pesadillas, abuela.

 

         -¡Oh, mi niña! Harry, llévala al London Eye. –Ordenó mi abuela.

 

         -Sí, su alteza. –Me tomó de la mano y me llevó a mi habitación para que pudiese vestirme.

 

         Tomé una ducha y me vestí con un vestido de flores azules que hacía de mi cuerpo una hermosa figura. Pinté mis labios de un rojo muy fuerte y peiné mi cabello en una media cola.

 

         -Ni aunque te apliques todo el maquillaje del mundo podrás conseguir llamar la atención de alguien.

 

         Giré los ojos y caminé hacia el auto.

 

         -Deberías agradecer mi sinceridad. –Dijo al entrar al auto.

 

         Permanecí en silencio. No quería escuchar su punzante voz.

 

         Pronto habíamos llegado al famoso London Eye. Tan hermoso como en las fotos, y era solo para mí en aquel momento. Bueno, hasta que Harry lo permitiera. Bajé del auto antes que él e hice la fila para entrar. No le esperé y subí sola. A mi lado iba un joven de tal vez 20 años de edad que parecía oriundo de países árabes. Su cara me resultaba familiar, pero no sabía de dónde.

 

         -Disculpa, ¿te he visto en alguna parte? –Pregunto.

 

         -Sí, aquí. –Ríe musitadamente, yo sonreí. –Soy Zayn.

 

         Nos dimos un apretón de manos e intercambiamos sonrisas.

 

         -Yo soy ____ Mountbatten. –Musité.

 

         -¿En serio? –Preguntó fascinado. Yo sonreí y asentí con la cabeza. –Vaya. Es un placer conocerla, su alteza. –Toma mi mano y la besa. No puedo evitar reír.

 

         -No soy la reina, soy solo una más de sus nietas.

 

         -Pero eres de la familia real y mereces todo mi respeto. –Vuelve a besar mi mano.

 

         -Ya basta. –Reí.

 

         -Dime, ____, ¿qué haces por aquí?

 

         -Salí a conocer la ciudad, soy canadiense. –Mi expresión facial cambió a desconcertada. -¿En serio no te he visto antes?

 

         -En The X Factor, tal vez.

 

         -¡Oh, sí! Wow… ¿Me das tu autógrafo? –Sonreí.

 

         -Encantado. –Le quita la etiqueta al refresco que antes estaba bebiendo y lo firma en la parte posterior. -Me caes bien, deberías venir a una gala.

 

         -¿En serio puedo ir?

 

         -Claro que sí. Y tendrás acceso VIP por ser de la realeza.

 

         El turno ya había finalizado y había que bajar. Harry estaba esperándome irascible, y al verme bajar con Zayn se acercó inmediatamente.

 

         -¿No pudiste esperar? –Preguntó molesto.

 

         -No me hables así. –Pronuncié en voz baja.

 

         -Soy tu asesor y te hablo como quiera. –Elevó la voz un poco más.

         -¿Eres sordo? ¡Te ha dicho que no le hables de ese modo! –Zayn se abalanceó sobre él, pero yo reaccioné y me interpuse.

 

         -¡Basta, Zayn! No vale la pena. –Dije halando la manga de su camiseta mientras le dedicaba una mirada colérica a Harry.

 

         -Como le vuelvas a hablar así, te golpearé. –Dijo un Zayn bravucón. Se acercó a mí y cambió la expresión de su rostro. –Espero verte el viernes. –Dio una palmadita a mi hombro y se marchó.

 

Se propició un silencio y Harry achinó los ojos e hizo un movimiento con la cabeza para pedirme subir al auto, yo desobedecí y seguí caminando en un camino opuesto a él y no le quedó remedio que seguirme. En un momento se detuvo y retornó hacia el lugar donde estaba el auto, luego condujo hasta alcanzarme nuevamente.

 

         -Sube. –Dijo al bajar la ventanilla.

 

         -Yo conduzco.

 

         -¿Qué? No te dejaré.

 

         -Entonces seguiré caminando.

 

         Detuvo el auto y bajó de él. Dejó la puerta abierta y se cambió al puesto del copiloto. Yo sonreí y subí de inmediato. El auto tenía GPS y me indicaba algunos lugares que me gustaría visitar. Seleccioné Hyde Park.

 

         Era realmente un lugar hermoso. Podría quedarme aquí toda una vida sin cansarme. Me sentía más cerca de la naturaleza y el aire que ahí se respiraba era puro. Había gente por todas partes, niños jugando con perros, jóvenes jugando fútbol, ancianos dándoles de comer a las aves, chicos besando chicas y… yo, con la compañía de Harry. Parecíamos cualquier cosa menos amigos, somos más como enemigos, o al menos así me ve Harry. ¿Quién en su sano juicio querría tratar mal a alguien solo porque sí?

 

         Me tumbé sobre el verdoso y bien cuidado césped, luego Harry me imitó, pero tomó distancia.

 

         -Este es mi lugar favorito. –Dijo.

 

         -Vaya… Es primera vez que no me tratas mal.

 

         -Aquí tengo paz, no importa cuan abatido haya estado minutos antes de venir.

 

         -Deberíamos vivir aquí, entonces.

 

         -No podría compartir este lugar con nadie, ¿entiendes? –Dijo cerrando los ojos.

 

         -Lo estás compartiendo en este momento. Conmigo.

 

         -No decidí traerte. Tú me trajiste, así que no cuenta.

 

         Suspiré.

 

         -¿Adónde quieres ir ahora?

 

         -A Mall Galleries.

 

         -Eso y volvemos a casa. –Dijo levantándose del césped, luego yo le imité.

 

         Fuimos a Mall Galleries y luego volvimos a casa. Yo estaba agotada.

 

         En la entrada estaba mi prima Petrusca. A mi parecer ella no era más que una tonta rubia sin cerebro, pero así atraía miradas. En especial la de Harry, pero eso me daba igual.

 

         -Harry, necesito tu ayuda.

 

         -¿Qué quiere, Petrusca?

 

         -No puedo dormir. Me gustaría oír su voz.

 

         -Ya sabe que no canto.

 

         -Entonces toque el piano, pero haga algo ya.

 

         Ella me miraba con celos. Al parecer ella creía que yo estaba enamorada de Harry y haría todo lo posible por mantenerme lejos de él. Y sí que me vendría bien estar lejos de él.

 

         Harry frunció el seño y puso los ojos en blanco.

 

         -Usted sabe muy bien que no poseo cualidades musicales. Le llamaré algún músico que le propicie una buena melodía para dormir. –Dio la vuelta y se marchó sin mirar atrás.

 

         Petrusca me dio una mirada de pies a cabeza y luego arqueó una ceja.

        

         -Harry es mío, ¿entiendes? No quiero verte cerca de él. –Musitó para asegurarse de que nadie además de mí, la oyera.

 

         -Suenas desesperada. –Reí y me di vuelta para irme, pero su mano apretó mi brazo con fuerza.

 

         -Hablo en serio.

 

         -Ya cálmate, prima. Harry no me interesa en lo absoluto. –Sonreí y me zafé de su apretón.