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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Insanity. {N.C}
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Insanity. {N.C}
Ficha de la serie
• Titulo: Insanity.
• Autor: Malec.
• Adaptación: No.
• Género: Psicológico; Drama.
• Contenido: Enfermedades tanto psicológicas como psiquiátricas; posible alto lenguaje; situaciones médicas.
• Advertencias: Comprende enfermedades que llegan a causar situaciones no aptas para toda persona.
• Otras páginas: Ninguna.
Insanity
A lo largo del país hay una cantidad exuberante de hospitales dedicados a diferentes ramas de la salud. Pero no hace falta ir muy lejos para encontrar el Hospital Psiquiátrico de Cumberland, dedicado a tratar a jóvenes mayormente. Más que esto, lo que lo separa del resto de las instituciones es su método de tratamiento. Competencia. Quien soporta más batallando contra su enfermedad, gana ciertos puntos. Para los médicos en este lugar esto se ha convertido en un juego, e incluso corren apuestas entre éstos.
Pero las pacientes de este lugar no han tardado demasiado en acostumbrarse a aquél lugar y sus trucos. Día a día, los que parecen los amigos más unidos, que comprenden tu forma de ver y sentir las cosas, te apuñalan por la espalda en sus pensamientos. Nadie confía en nadie realmente, a pesar de contar y compartir todo.
Todas están allí por una razón diferente, pero tienen algo en común. Quieren salir.
Pero las pacientes de este lugar no han tardado demasiado en acostumbrarse a aquél lugar y sus trucos. Día a día, los que parecen los amigos más unidos, que comprenden tu forma de ver y sentir las cosas, te apuñalan por la espalda en sus pensamientos. Nadie confía en nadie realmente, a pesar de contar y compartir todo.
Todas están allí por una razón diferente, pero tienen algo en común. Quieren salir.
Orden
→ Malec.
→ # Moony Cooper
→ Bárb.
→ 'Lali.
→ xXLarryShipperXx
→ Haynes.
Reglas
→ El plazo para subir los capítulos será de cinco a seis (5-6) días. Si no podrán subir, por favor, posteen aquí y aparte avisenme a mí, y a mí únicamente.(?)
→ Usen un bonito guión largo para los diálogos. ( — )
→ Respeto entre todas; recuerden que los personajes son personajes, y usuarias, usuarias.
→ No hay un mínimo de páginas, pero sí que el capítulo no sea demasiado corto. Dejen que fluyan las ideas~
→ Al final del capítulo debe ponerse el nombre de la usuaria que le toca escribir a continuación.
→ ¡Diviértanse!
Última edición por Malec. el Lun 23 Sep 2013, 6:24 pm, editado 1 vez
Arkasia.
Re: Insanity. {N.C}
Jessica Hussien
El sonido del metal arrastrándose por el piso de cerámica blanca irrumpió en el completo silencio que hacía en la habitación. Como si esto no fuese suficiente para sacarla del oscuro lugar que eran sus sueños, el sonido de pasos en zapatería blanca y gruesa comenzaron a llenar la habitación con sonidos repetitivos que se acercaban a ella sin el menor sigilo ni delicadeza. Con un quejido de su parte, se quitó las sábanas de encima y practicó su rutina de cada mañana: Cambio su ropa regular por una bata, se hizo de una coleta en el cabello, quitó todo posible accesorio que llevase encima, para luego sentarse en la fría silla metálica, y la única, que estaba en el lugar; viendo como Argtha, su encargada, preparaba medicinas en una mesa igualmente metálica. Hizo una mueca de asco, que quitó inmediatamente al verla voltear.
—Buenos días, Argtha. —Dijo ella, con una sonrisa considerablemente realista y practicada—. ¿Nada nuevo?
—Oh, sí que hay algo nuevo, señorita Hussien. —Comentó, pasando con una delgada mano el pequeño vaso con medicina en él—. El Doctor Monge vendrá hoy por la tarde.
Ella volteó su cabeza con interés, en un ademán curioso. El Doctor Monge era uno de los fundadores del Hospital, y era famoso por no visitar su creación muy a menudo. Sus visitas comprendían de cortos plazos de menos de un día de estadía, revisiones clínicas a los pacientes más enfermos, dejaba una apuesta, que era normalmente la más alta, y presentaba a los recién llegados. Nadie sabía exactamente de dónde sacaba a sus pacientes, que eran los que llegaban por su orden, y tampoco nadie sabía a donde se llevaba a aquellos que consideraba dignos de Cumberland o para qué los quería; pero nadie les volvía a ver por allí, ni volvían a escuchar de ellos.
En un movimiento de muñeca, pasó las pequeñas pastillas por su mano hasta el bolsillo de la bata gruesa de color gris, dejándolas caer allí. Recordaba la primera vez que había llegado a aquél lugar, aquella habitación en especial, y cuán perdida y débil se sentía en ese lugar. Rió para sus adentros; se rió de sí misma y su ingenuidad inicial. Poco tiempo después, descubrió cantidades de secretos que jamás creyó posibles en un lugar como aquél.
Puso el deposito de plástico en su boca, ahora vacío, para luego tomar un sorbo de agua; después de asegurarse de que ésta no tuviese nada en ella. Más de en una ocasión le había ocurrido el frustrante error de haberla tomado descuidadamente, y que ésta estuviese tan llena de fármacos como lo estaba el depósito. Tenía una salida para aquello al igual, y tenía la suerte de que no tuviese a una de las cuidadoras más… cuidadosas, a su encargo.
Con delicadeza, se dejó caer en la cama de nuevo, esperando el sonido de la puerta cerrarse ante sus ojos. Pensó en aprisionar la pregunta que luchaba por salir de su boca, pero después de todo, sus ideas salían solas sin que ella las pudiese controlar; la razón principal por la que estaba allí.
—Y… Argtha… Ya que tenemos éste día especial, ¿Puedo salir a la plaza común?
Su cuidadora rió por lo bajo, con sarcasmo, levantando todos y cada uno de los utensilios que había ubicado simétricamente minutos antes en la mesa metálica, llevándose también ésta. Podría ser que quizás Argtha McCkens no fuese muy cuidadosa en cuánto a pequeños detalles se trataba, pero seguía siendo una empleada del Hospital Psiquiátrico de Cumberland, por lo que el cinismo y hasta un poco de agresión, eran parte del currículum de un docente del lugar.
—Ni siquiera lo pienses, pequeña suicida. —Masculló ésta, ya desde el otro lado de la puerta—. Compórtate bien; no aposté por ti por los problemas que me diste el mes pasado, pero si te comportas, tal vez podría volver a hacerlo.
Su blanca y falsa sonrisa se esfumó de su rostro a la vez que la mujer cruzaba la muerta metálica, y cerraba ésta con llave, para dirigirse a arruinar la mañana de alguien más. Si es que vivir tus días en aquél lugar no era suficientemente detestable, debías lidiar con la mugre que eran los docentes de aquél lugar. Ahora pasarían, si no se equivocaba su reloj mental que le decía que eran las nueve de la mañana por poco, dos o tres horas más hasta que le dejasen salir de la habitación tapizada en blanco.
Desde el momento en que llegó, y escuchó cosas de habitaciones vecinas, comprendió el por qué de todos los hospitales. ¿Por qué todo va especialmente en blanco cegador? La respuesta era bastante simple, e irritante para un paciente como los que residían en el ala de enfermedades psico-analógicas: La sangre, el vomito ni ninguna clase de daño físico producido podía pasar desapercibido en un color blanco hueso como aquél. Pero siendo esto no suficiente para las mentes cínicas e insaciables de los Doctores Monge, Gladstone y Stanley, cada cosa en la habitación era de color blanco, a excepción de las mesas metálicas que sólo estaban allí cuando era estrictamente necesario. Fuera de aquello, el cuarto era sino bien de dimensiones reducidas, pero no era una comodidad completa. Una cama pulcramente blanca, con sábanas al igual, y una sola almohada que ella solía no utilizar y en donde guardaba regularmente las medicinas hasta que conseguía llevarlas fuera de allí. Un armario del mismo color, en donde guardaban la poca cantidad de prendas decentes que les habían permitido ingresar al lugar, y una mesa de noche a combinación con la cama. El vacío de diferentes componentes de una habitación de una adolescente promedio repercutían de sobremanera en el comportamiento y acción de los residentes; pero fuera de ellos mismos, a nadie parecía importarle demasiado.
Las horas interminables de espera por ser liberada de la sofocante habitación habían pasado con más lentitud de la que hubiese deseado. Caminaba con pasos largos y rápidos por los pasillos que ahora se llenaban de gente saliendo de sus habitaciones. Vio por milésima vez las diferentes manías que tenían algunos de los residentes del Hospital; algunos enrollaban su cabello en sus dedos con desesperación, otros miraban asustados desde su propia puerta mientras eran presionados a salir por sus cuidadores, otros simplemente caminaban como cualquier otro mientras mantenían toda clase de ideas en su mente, ideas que solamente ellos conocían.
Bajaba las escaleras con presurosa ansiedad, buscando con la mirada el delgado cuerpo y melena castaña de Kori, con quien, a pesar de intentar hablar con cada alma viviente que pasara frente a ella en los pasillos frente al hospital, había estado hablando más últimamente por alguna razón. Estaban en incluso zonas diferentes de tratamiento, pero compartían ese inmenso odio por el hospital y su gente.
La gran sala común estaba compuesta por un salón de grandes dimensiones, con paredes en color blanco hueso, y una luz opaca que le hacía ver casi amarillento, con mesas en donde se juntaban las personas que habían logrado conocerse o simplemente buscaban salir de la soledad total que le entregaban las habitaciones. Al centro de toda la sala, se presentaba un auditorio; un piso más arriba del suelo, de color negro, con un podio de madera y un micrófono que, normalmente, permanecía apagado. Pero éste día en especial, estaba encendido y más de algunas miradas se dirigían, expectantes, a ver qué pasaría luego.
—¿Llegué tarde? —Preguntó, sentándose en una de las mesas blancas al lado de ella. Ella negó—. Perfecto.
—Se dice que Monge trae nuevos. Como si éste lugar necesitara más personas. —Masculló, blandiendo un cigarrillo en sus manos, sabiendo perfectamente que no podría encenderlo allí—.
—Me resulta más intimidante cuando se lleva personas que cuando las trae. Nunca supe qué fue Alex, ni de Jhon.
La castaña abrió su boca para responder, pero se vio interrumpida por la estruendosa voz ronca del Doctor Monge, que había aparecido, como de costumbre, de ningún lugar en el podio. Mantenía su mirada lejana, vigilando con sigilo su creación con ojos oscuros como la tierra de jardín. Las miradas de todos se posaron sobre él cuando comenzó a citar la visión y misión del Hospital Cumberland, como lo hacía siempre con una sonrisa que derrochaba sarcasmo, completamente consciente de que todo lo que decía no era más que una completa y absoluta mentira en sus labios.
—¡Éste mes he venido de nuevo, y con nuevos residentes y compañeros! —Exclamó, señalando a los cuerpos encogidos sobre sí mismos en las sillas metálicas que habían colocado a su lado, y luego a su otro lado, en sillas cubiertas con terciopelo, dos hombres en traje; sonriendo—. ¡Los Doctores Frey y Humming, estarán aquí los próximos meses tratándolos, y… Ellos crearán el nuevo protocolo que se dará en éste lugar!
Un nuevo protocolo. Algo en las miradas de Frey y Humming no producían ni la más mínima esperanza de cambio en el lugar, y a juzgar por las miradas de los residentes del lugar entre ellos mismos y los constantes susurros, todo se volvería aún peor. Nadie tenía certeza sobre cómo podría empeorar, pero sí estaban seguros de que podía hacerlo. Después de todo, era en esto en lo que el Hospital se especializaba.
Los nuevos, dos chicos y dos chicas, pasaban por el pasillo que se encontraba en medio de todas las mesas y luego pasaban a subir a sus respectivas escaleras, una para chicos, y otra para chicas, manteniéndolos así separados. Jessica rió por lo bajo, no tenían la mínima idea de lo que pasarían de ahora en adelante en aquellas habitaciones, en aquél lugar. Se preguntó si serían buenos rivales, si las personas apostarían por ellos. Se preguntó si tendría que intervenir en esto. Si las personas apostaban por ti, tenías una mejor posibilidad de salir de allí. Pero no podías tener demasiado éxito, porque quienes lo tenían, eran llevados por el Doctor Monge a nadie sabe dónde, para no volver a ser visto nunca.
—No se ven demasiado interesantes, de hecho. —Comentó su compañera, guardando el cigarrillo en uno de los bolsillos—.
—No, creo que no. Pero siguen siendo nuevos. Es tiempo de cazar, Kori. —Sonrió, dejando su lugar en la mesa—.
Había pasado mucho tiempo, desde que aprendió a seguir el orden que mantenía aquél lugar, tratando de mantener un margen que la mantuviese en un lugar seguro, en donde nadie se metiera con ella, y tuviera algunos privilegios asegurados. Era por eso que cada vez que llegaba éste día del mes, en que los nuevos llegaban junto con el Doctor Monge, que se tomaba el tiempo de conocerlos, e incluso ganarse su confianza. Más de alguna vez, si les calificaba como una competencia, había tomado las medidas de que éstos fuesen eliminados del mapa. Porque ante todo, en aquél lugar podías descuidarte de ti mismo. Era ganar algo seguro, o perderlo todo. Y descuidarte de las personas que te rodeaban era un juego perdido de seguro
—Buenos días, Argtha. —Dijo ella, con una sonrisa considerablemente realista y practicada—. ¿Nada nuevo?
—Oh, sí que hay algo nuevo, señorita Hussien. —Comentó, pasando con una delgada mano el pequeño vaso con medicina en él—. El Doctor Monge vendrá hoy por la tarde.
Ella volteó su cabeza con interés, en un ademán curioso. El Doctor Monge era uno de los fundadores del Hospital, y era famoso por no visitar su creación muy a menudo. Sus visitas comprendían de cortos plazos de menos de un día de estadía, revisiones clínicas a los pacientes más enfermos, dejaba una apuesta, que era normalmente la más alta, y presentaba a los recién llegados. Nadie sabía exactamente de dónde sacaba a sus pacientes, que eran los que llegaban por su orden, y tampoco nadie sabía a donde se llevaba a aquellos que consideraba dignos de Cumberland o para qué los quería; pero nadie les volvía a ver por allí, ni volvían a escuchar de ellos.
En un movimiento de muñeca, pasó las pequeñas pastillas por su mano hasta el bolsillo de la bata gruesa de color gris, dejándolas caer allí. Recordaba la primera vez que había llegado a aquél lugar, aquella habitación en especial, y cuán perdida y débil se sentía en ese lugar. Rió para sus adentros; se rió de sí misma y su ingenuidad inicial. Poco tiempo después, descubrió cantidades de secretos que jamás creyó posibles en un lugar como aquél.
Puso el deposito de plástico en su boca, ahora vacío, para luego tomar un sorbo de agua; después de asegurarse de que ésta no tuviese nada en ella. Más de en una ocasión le había ocurrido el frustrante error de haberla tomado descuidadamente, y que ésta estuviese tan llena de fármacos como lo estaba el depósito. Tenía una salida para aquello al igual, y tenía la suerte de que no tuviese a una de las cuidadoras más… cuidadosas, a su encargo.
Con delicadeza, se dejó caer en la cama de nuevo, esperando el sonido de la puerta cerrarse ante sus ojos. Pensó en aprisionar la pregunta que luchaba por salir de su boca, pero después de todo, sus ideas salían solas sin que ella las pudiese controlar; la razón principal por la que estaba allí.
—Y… Argtha… Ya que tenemos éste día especial, ¿Puedo salir a la plaza común?
Su cuidadora rió por lo bajo, con sarcasmo, levantando todos y cada uno de los utensilios que había ubicado simétricamente minutos antes en la mesa metálica, llevándose también ésta. Podría ser que quizás Argtha McCkens no fuese muy cuidadosa en cuánto a pequeños detalles se trataba, pero seguía siendo una empleada del Hospital Psiquiátrico de Cumberland, por lo que el cinismo y hasta un poco de agresión, eran parte del currículum de un docente del lugar.
—Ni siquiera lo pienses, pequeña suicida. —Masculló ésta, ya desde el otro lado de la puerta—. Compórtate bien; no aposté por ti por los problemas que me diste el mes pasado, pero si te comportas, tal vez podría volver a hacerlo.
Su blanca y falsa sonrisa se esfumó de su rostro a la vez que la mujer cruzaba la muerta metálica, y cerraba ésta con llave, para dirigirse a arruinar la mañana de alguien más. Si es que vivir tus días en aquél lugar no era suficientemente detestable, debías lidiar con la mugre que eran los docentes de aquél lugar. Ahora pasarían, si no se equivocaba su reloj mental que le decía que eran las nueve de la mañana por poco, dos o tres horas más hasta que le dejasen salir de la habitación tapizada en blanco.
Desde el momento en que llegó, y escuchó cosas de habitaciones vecinas, comprendió el por qué de todos los hospitales. ¿Por qué todo va especialmente en blanco cegador? La respuesta era bastante simple, e irritante para un paciente como los que residían en el ala de enfermedades psico-analógicas: La sangre, el vomito ni ninguna clase de daño físico producido podía pasar desapercibido en un color blanco hueso como aquél. Pero siendo esto no suficiente para las mentes cínicas e insaciables de los Doctores Monge, Gladstone y Stanley, cada cosa en la habitación era de color blanco, a excepción de las mesas metálicas que sólo estaban allí cuando era estrictamente necesario. Fuera de aquello, el cuarto era sino bien de dimensiones reducidas, pero no era una comodidad completa. Una cama pulcramente blanca, con sábanas al igual, y una sola almohada que ella solía no utilizar y en donde guardaba regularmente las medicinas hasta que conseguía llevarlas fuera de allí. Un armario del mismo color, en donde guardaban la poca cantidad de prendas decentes que les habían permitido ingresar al lugar, y una mesa de noche a combinación con la cama. El vacío de diferentes componentes de una habitación de una adolescente promedio repercutían de sobremanera en el comportamiento y acción de los residentes; pero fuera de ellos mismos, a nadie parecía importarle demasiado.
(…)
Las horas interminables de espera por ser liberada de la sofocante habitación habían pasado con más lentitud de la que hubiese deseado. Caminaba con pasos largos y rápidos por los pasillos que ahora se llenaban de gente saliendo de sus habitaciones. Vio por milésima vez las diferentes manías que tenían algunos de los residentes del Hospital; algunos enrollaban su cabello en sus dedos con desesperación, otros miraban asustados desde su propia puerta mientras eran presionados a salir por sus cuidadores, otros simplemente caminaban como cualquier otro mientras mantenían toda clase de ideas en su mente, ideas que solamente ellos conocían.
Bajaba las escaleras con presurosa ansiedad, buscando con la mirada el delgado cuerpo y melena castaña de Kori, con quien, a pesar de intentar hablar con cada alma viviente que pasara frente a ella en los pasillos frente al hospital, había estado hablando más últimamente por alguna razón. Estaban en incluso zonas diferentes de tratamiento, pero compartían ese inmenso odio por el hospital y su gente.
La gran sala común estaba compuesta por un salón de grandes dimensiones, con paredes en color blanco hueso, y una luz opaca que le hacía ver casi amarillento, con mesas en donde se juntaban las personas que habían logrado conocerse o simplemente buscaban salir de la soledad total que le entregaban las habitaciones. Al centro de toda la sala, se presentaba un auditorio; un piso más arriba del suelo, de color negro, con un podio de madera y un micrófono que, normalmente, permanecía apagado. Pero éste día en especial, estaba encendido y más de algunas miradas se dirigían, expectantes, a ver qué pasaría luego.
—¿Llegué tarde? —Preguntó, sentándose en una de las mesas blancas al lado de ella. Ella negó—. Perfecto.
—Se dice que Monge trae nuevos. Como si éste lugar necesitara más personas. —Masculló, blandiendo un cigarrillo en sus manos, sabiendo perfectamente que no podría encenderlo allí—.
—Me resulta más intimidante cuando se lleva personas que cuando las trae. Nunca supe qué fue Alex, ni de Jhon.
La castaña abrió su boca para responder, pero se vio interrumpida por la estruendosa voz ronca del Doctor Monge, que había aparecido, como de costumbre, de ningún lugar en el podio. Mantenía su mirada lejana, vigilando con sigilo su creación con ojos oscuros como la tierra de jardín. Las miradas de todos se posaron sobre él cuando comenzó a citar la visión y misión del Hospital Cumberland, como lo hacía siempre con una sonrisa que derrochaba sarcasmo, completamente consciente de que todo lo que decía no era más que una completa y absoluta mentira en sus labios.
—¡Éste mes he venido de nuevo, y con nuevos residentes y compañeros! —Exclamó, señalando a los cuerpos encogidos sobre sí mismos en las sillas metálicas que habían colocado a su lado, y luego a su otro lado, en sillas cubiertas con terciopelo, dos hombres en traje; sonriendo—. ¡Los Doctores Frey y Humming, estarán aquí los próximos meses tratándolos, y… Ellos crearán el nuevo protocolo que se dará en éste lugar!
Un nuevo protocolo. Algo en las miradas de Frey y Humming no producían ni la más mínima esperanza de cambio en el lugar, y a juzgar por las miradas de los residentes del lugar entre ellos mismos y los constantes susurros, todo se volvería aún peor. Nadie tenía certeza sobre cómo podría empeorar, pero sí estaban seguros de que podía hacerlo. Después de todo, era en esto en lo que el Hospital se especializaba.
Los nuevos, dos chicos y dos chicas, pasaban por el pasillo que se encontraba en medio de todas las mesas y luego pasaban a subir a sus respectivas escaleras, una para chicos, y otra para chicas, manteniéndolos así separados. Jessica rió por lo bajo, no tenían la mínima idea de lo que pasarían de ahora en adelante en aquellas habitaciones, en aquél lugar. Se preguntó si serían buenos rivales, si las personas apostarían por ellos. Se preguntó si tendría que intervenir en esto. Si las personas apostaban por ti, tenías una mejor posibilidad de salir de allí. Pero no podías tener demasiado éxito, porque quienes lo tenían, eran llevados por el Doctor Monge a nadie sabe dónde, para no volver a ser visto nunca.
—No se ven demasiado interesantes, de hecho. —Comentó su compañera, guardando el cigarrillo en uno de los bolsillos—.
—No, creo que no. Pero siguen siendo nuevos. Es tiempo de cazar, Kori. —Sonrió, dejando su lugar en la mesa—.
Había pasado mucho tiempo, desde que aprendió a seguir el orden que mantenía aquél lugar, tratando de mantener un margen que la mantuviese en un lugar seguro, en donde nadie se metiera con ella, y tuviera algunos privilegios asegurados. Era por eso que cada vez que llegaba éste día del mes, en que los nuevos llegaban junto con el Doctor Monge, que se tomaba el tiempo de conocerlos, e incluso ganarse su confianza. Más de alguna vez, si les calificaba como una competencia, había tomado las medidas de que éstos fuesen eliminados del mapa. Porque ante todo, en aquél lugar podías descuidarte de ti mismo. Era ganar algo seguro, o perderlo todo. Y descuidarte de las personas que te rodeaban era un juego perdido de seguro
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::# Moony Cooper::
Arkasia.
Re: Insanity. {N.C}
Comento porque soy cúl y te voy a decir que amé el primer cap. :serio:Sencillo, pero muy bueno.(?)
... muerta pls. XDDDDDDDDDDDDDDD.
Adiós y te amo.<3 (?)
... muerta pls. XDDDDDDDDDDDDDDD.
Adiós y te amo.<3 (?)
Tori.
Re: Insanity. {N.C}
Estoy aquí para decir que ame tu capítulo y que solo llevo un cuarto del mio y que hoy en la noche o mañana en la tarde lo subo.
Bai
Bai
kai.
Re: Insanity. {N.C}
OOOOOOOOOOOOS VOY A DESPEDAZAR. Mi chica ganará, la dejarán libre y ustedes quedarán atrás, olvidadas, como un mísero recuerdo en la mente insanamente brillante de Quiria. (?) XDD Ya quiero que llegue mi turno. Por cierto, Ale, tu capítulo fue sublime, ah. dsfkj<3
ivashkova.
Re: Insanity. {N.C}
Moon miraba al vacío y murmuraba cosas sin sentido mientras estaba recostada en su cama, no podía dormir cada vez que cerraba los ojos las voces amenazantes le gritaban pero estas no eran las demás, lo sabía bien, eran voces que solo querían dañarla y no podía evitarlo. Se volvió a acomodar y se quedó mirando al techo, hace tres días que no dormía, la cabeza le dolía a mares y las demás estaban molestas. Entonces cuando creyó que pasaría la cuarta noche sin dormir asintió como algo en su interior la hacía retroceder, comenzó a ver puntos blancos a su alrededor y escuchar una voz fuerte y clara.
Antes que se pudiera quejar ya no estaba allí. Su lugar fue tomado por Luna que suspiraba por el cambio en el ambiente, el frío la ataco y el cuerpo se le hizo pesado; estaba cansada.
Se sentó en la orilla de la cama y miro a su alrededor, todo por un segundo le pareció extraño y desconocido pero luego de adaptarse a la oscuridad de la habitación comprendió donde estaba, se encontraba en su cuarto en el Hospital de Cumberland, al examinar la habitación hubiera imaginado que allí vivían por lo menos cuatro personas pero realmente solo vivía una, la pobre Joan Cooper.
Luna se levantó de la cama y camino un poco hasta que sintió que pronto caería dormida pero sabía que las pesadillas de Moon no las dejaría dormir a ninguna, antes de poder darle más vueltas al asunto se le ocurrió algo simple y particular: Pastillas para dormir. Comenzó a gritar, simulando un ataque de histeria, hasta que esta fue abierta por una joven morena con el cabello corto y rizado, la reconoció casi de inmediato, era la enfermera más manipulable del lugar, Kate.
—Joan guarda silencio, los demás quieren dormir —Kate la miro cansada, Luna sonrío para sus adentros creía que ella Joan.
—No p-puedo dormir —Luna trato de sonar lo más parecida a Joan—. C-creo que tengo insomnio. —
La morena suspiro y miro por una última vez la chica para salir de la habitación. Luna, mientras esperaba, escuchó la voz de alguien más en su cabeza.
Andrómeda siguió hablando pero la personalidad dominante solo la ignoro, mientras esperaba sus soñadas pastillas, a los pocos minutos la castaña apareció con dos vasos uno pequeño que contenía dos pastillas y no uno más grande que contenía agua. ¿Porque dos pastillas? Antes que ella misma pudiera detenerse su cerebro comenzó a imaginarse todas las cosas que podrían sucederle, desde secuestros hasta violaciones.
—¿Porque hay dos pastillas? —habló mucho más segura que Joan, tal vez demasiado.
—Una la manda el Dr. Jones y la otra es para dormir.
Chica maldijo entre dientes de sus dos médicos el que menos le agradaba era el Dr. Jones, el Doctor Alfred Jones, lo detestaba, lo odiaba, lo... lo... aborrecía. Él era una persona muy difícil de manipular y de hacerle creer todas sus mentiras, además que creía que las chicas eran unos conejillos de indias.
—¿Para qué es?
—Es una nueva droga, eso dice él.
—No la quiero.
Kate miro sorprendida a la chica, luego de analizar un poco las cosas comprendió que quien hablaba no era Joan, era otra chica. La tomo de la cara casi obligándola a tragar las pastillas.
Luna trato de apartar las manos de la enfermera de su cara pero no pudo, y lo siguiente que sintió fue su cabeza caer en su almohada.
●●●
Joan despertó por el sonido de la puerta abriéndose, miro a su alrededor analizando a la persona que la había abierto, era Karime una joven rubia y con ojos verdes, la rubia hizo que se levantara y se cambiara su ropa por una bata, algo incómoda para Joan quien había crecido con unos padres conservadores, la habitación donde se encontraba era de un color gris con algunos toques blancos, todas las habitaciones en el ala de Trastornos de la identidad eran así, principalmente porque los encargados del lugar creen que los colores afectaban en la personalidad de los residentes. Joan se sentó en una silla también gris mientras se alistaba el cabello, ese tan simple hecho hacia que las personalidades pelearan de como querían llevarlo pero a Joan no le interesaba, solo se lo dejo suelto como costumbre.
— Buenos Días, Joan —la voz de Karime era algo molesta para Joan y no entendía porque —, hoy tienes consulta con el Doctor Kirkland. —
—¿Q-que cosa, Karime?
—Asi como lo escuchas.
Joan se quedó pensando por un rato, el Dr. Kirkland era el encargado de analizar los trastornos que sus propias personalidades tenían, por este simple hecho su recuperación era más lenta de lo normal y tendría que pasar más tiempo en el infierno. Salió de sus pensamientos cuando Karime le paso dos vasos uno con agua y otro lleno de pastillas, sin pensarlo mucho tomo el vaso con pastillas y las trago con ayuda del agua.
— Buena niña, esta es una de las razones que apuesto por ti. —
Decidió ignorar el comentario de su encargada quien tomaba todos los instrumentos y los guardaba para después dirigirle una mirada a la chica para que la siguiera, Joan se levantó y comenzó a caminar tras ella ignorando a los demás pacientes, tardo un poco de tiempo para darse cuenta que no iban al consultorio del Dr. Kirkland, maldijo entre dientes cuando entendió que se dirigían la sala común solo había estado en este lugar una vez y había sido el día de su llegada junto con el Doctor Mogen, aun recordaba ese día como si fuera ayer, o bueno, las demás se lo habían contado pero eso es otra historia.
Se sentó en un lugar habían sin dirigirle la mirada a nadie y solo mirando al auditorio.
—¡Éste mes he venido de nuevo, y con nuevos residentes y compañeros! —exclamó y Joan se tapó los oídos, sabía que a la mayoría de sus personalidades odiaban esa estúpida y monótona voz —. ¡Los Doctores Frey y Humming, estarán aquí los próximos meses tratándolos, y... Ellos crearán el nuevo protocolo que se dará en éste lugar!
Joan abrió los ojos sorprendida, eso significaba que el Dr. Kirkland se iría... antes que se pudiera dar cuenta, ya estaba hiperventilando y estaba próxima de sufrir un ataque de pánico pero antes que este llegara, alguien más tomo lugar.
Andrómeda suspiro cuando logro transformarse, sintiéndose aliviada que Joan no hubiera sufrido el ataque, se sorprendió cuando Karime le toco el hombro para que fueran a su consulta. And la siguió por el largo pasillo hasta la oficina del Dr. Kirkland. Entro sin tocar la puerta y se sentó en una de las sillas.
—Se educada —comento el hombre rubio mientras guardaba algunas cosas en cajas.
—Se va.
—Sí, lo sé —comentó sin alzar la vista de la caja que estaba enzima de su escritorio—. Andrómeda, ¿Dejarías salir a Galaxy? —
And rodó los ojos mientras miraba al Doctor, y llamaba a la pequeña niña en su interior, aquella que suele peinarlas con dos coletas y que aún cree en las hadas y monstruos tenebrosos.
Galaxy sonrío con un aire de inocencia cuando logro el control del cuerpo, hace un tiempo que no lo conseguía, noto que se encontraba en el consultorio de Arthur, su doctor y se según ella su único amigo, estaba esperando este momento para poder contarle todo lo que sabía y podía hacer.
—Muy bien, Gaia —Kirkland se sentó frente a la chica con una pequeña sonrisa—. ¿Algo nuevo? —
— Las Hadas me han dicho un secreto —comentó entusiasmada la niña en cuerpo de joven―. ¡Puedo respirar bajo el agua! —
—No, Gaia no puedes hacerlo.
—Si puedo se lo mostrare.
Antes que alguien pudiera detenerla, la chica salió corriendo hacia el partió esquivando enfermeros y enfermos, sin importarle nada en absoluto, tan solo queriendo mostrarle a Arthur que ella podía respirar bajo el agua. Cuando llego a la puerta del patio la abrió con la llave que las hadas le habían robado a Arthur y se había enfadado con ellas pero luego las había perdonado cuando le habían revelado su gran secreto, apenas llego a las pequeñas rejas que protegían a los residentes de la piscina la salto y fue cuando se me tío a esta sumergiéndose completa. Pudo escuchar las voces de las hadas diciéndole que respirara, que podía hacerlo.
Y lo hizo.
Todo se volvió oscuro para ella.
Es mi turno de jugar, Moon.
Antes que se pudiera quejar ya no estaba allí. Su lugar fue tomado por Luna que suspiraba por el cambio en el ambiente, el frío la ataco y el cuerpo se le hizo pesado; estaba cansada.
Se sentó en la orilla de la cama y miro a su alrededor, todo por un segundo le pareció extraño y desconocido pero luego de adaptarse a la oscuridad de la habitación comprendió donde estaba, se encontraba en su cuarto en el Hospital de Cumberland, al examinar la habitación hubiera imaginado que allí vivían por lo menos cuatro personas pero realmente solo vivía una, la pobre Joan Cooper.
Luna se levantó de la cama y camino un poco hasta que sintió que pronto caería dormida pero sabía que las pesadillas de Moon no las dejaría dormir a ninguna, antes de poder darle más vueltas al asunto se le ocurrió algo simple y particular: Pastillas para dormir. Comenzó a gritar, simulando un ataque de histeria, hasta que esta fue abierta por una joven morena con el cabello corto y rizado, la reconoció casi de inmediato, era la enfermera más manipulable del lugar, Kate.
—Joan guarda silencio, los demás quieren dormir —Kate la miro cansada, Luna sonrío para sus adentros creía que ella Joan.
—No p-puedo dormir —Luna trato de sonar lo más parecida a Joan—. C-creo que tengo insomnio. —
La morena suspiro y miro por una última vez la chica para salir de la habitación. Luna, mientras esperaba, escuchó la voz de alguien más en su cabeza.
Esto está mal.
No es mi problema, Andrómeda.
Nos ira mal.
No me importa solo quiero dormir.
No es mi problema, Andrómeda.
Nos ira mal.
No me importa solo quiero dormir.
Andrómeda siguió hablando pero la personalidad dominante solo la ignoro, mientras esperaba sus soñadas pastillas, a los pocos minutos la castaña apareció con dos vasos uno pequeño que contenía dos pastillas y no uno más grande que contenía agua. ¿Porque dos pastillas? Antes que ella misma pudiera detenerse su cerebro comenzó a imaginarse todas las cosas que podrían sucederle, desde secuestros hasta violaciones.
—¿Porque hay dos pastillas? —habló mucho más segura que Joan, tal vez demasiado.
—Una la manda el Dr. Jones y la otra es para dormir.
Chica maldijo entre dientes de sus dos médicos el que menos le agradaba era el Dr. Jones, el Doctor Alfred Jones, lo detestaba, lo odiaba, lo... lo... aborrecía. Él era una persona muy difícil de manipular y de hacerle creer todas sus mentiras, además que creía que las chicas eran unos conejillos de indias.
—¿Para qué es?
—Es una nueva droga, eso dice él.
—No la quiero.
Kate miro sorprendida a la chica, luego de analizar un poco las cosas comprendió que quien hablaba no era Joan, era otra chica. La tomo de la cara casi obligándola a tragar las pastillas.
Luna trato de apartar las manos de la enfermera de su cara pero no pudo, y lo siguiente que sintió fue su cabeza caer en su almohada.
●●●
Joan despertó por el sonido de la puerta abriéndose, miro a su alrededor analizando a la persona que la había abierto, era Karime una joven rubia y con ojos verdes, la rubia hizo que se levantara y se cambiara su ropa por una bata, algo incómoda para Joan quien había crecido con unos padres conservadores, la habitación donde se encontraba era de un color gris con algunos toques blancos, todas las habitaciones en el ala de Trastornos de la identidad eran así, principalmente porque los encargados del lugar creen que los colores afectaban en la personalidad de los residentes. Joan se sentó en una silla también gris mientras se alistaba el cabello, ese tan simple hecho hacia que las personalidades pelearan de como querían llevarlo pero a Joan no le interesaba, solo se lo dejo suelto como costumbre.
— Buenos Días, Joan —la voz de Karime era algo molesta para Joan y no entendía porque —, hoy tienes consulta con el Doctor Kirkland. —
—¿Q-que cosa, Karime?
—Asi como lo escuchas.
Joan se quedó pensando por un rato, el Dr. Kirkland era el encargado de analizar los trastornos que sus propias personalidades tenían, por este simple hecho su recuperación era más lenta de lo normal y tendría que pasar más tiempo en el infierno. Salió de sus pensamientos cuando Karime le paso dos vasos uno con agua y otro lleno de pastillas, sin pensarlo mucho tomo el vaso con pastillas y las trago con ayuda del agua.
— Buena niña, esta es una de las razones que apuesto por ti. —
Decidió ignorar el comentario de su encargada quien tomaba todos los instrumentos y los guardaba para después dirigirle una mirada a la chica para que la siguiera, Joan se levantó y comenzó a caminar tras ella ignorando a los demás pacientes, tardo un poco de tiempo para darse cuenta que no iban al consultorio del Dr. Kirkland, maldijo entre dientes cuando entendió que se dirigían la sala común solo había estado en este lugar una vez y había sido el día de su llegada junto con el Doctor Mogen, aun recordaba ese día como si fuera ayer, o bueno, las demás se lo habían contado pero eso es otra historia.
Se sentó en un lugar habían sin dirigirle la mirada a nadie y solo mirando al auditorio.
—¡Éste mes he venido de nuevo, y con nuevos residentes y compañeros! —exclamó y Joan se tapó los oídos, sabía que a la mayoría de sus personalidades odiaban esa estúpida y monótona voz —. ¡Los Doctores Frey y Humming, estarán aquí los próximos meses tratándolos, y... Ellos crearán el nuevo protocolo que se dará en éste lugar!
Joan abrió los ojos sorprendida, eso significaba que el Dr. Kirkland se iría... antes que se pudiera dar cuenta, ya estaba hiperventilando y estaba próxima de sufrir un ataque de pánico pero antes que este llegara, alguien más tomo lugar.
Andrómeda suspiro cuando logro transformarse, sintiéndose aliviada que Joan no hubiera sufrido el ataque, se sorprendió cuando Karime le toco el hombro para que fueran a su consulta. And la siguió por el largo pasillo hasta la oficina del Dr. Kirkland. Entro sin tocar la puerta y se sentó en una de las sillas.
—Se educada —comento el hombre rubio mientras guardaba algunas cosas en cajas.
—Se va.
—Sí, lo sé —comentó sin alzar la vista de la caja que estaba enzima de su escritorio—. Andrómeda, ¿Dejarías salir a Galaxy? —
And rodó los ojos mientras miraba al Doctor, y llamaba a la pequeña niña en su interior, aquella que suele peinarlas con dos coletas y que aún cree en las hadas y monstruos tenebrosos.
Galaxy sonrío con un aire de inocencia cuando logro el control del cuerpo, hace un tiempo que no lo conseguía, noto que se encontraba en el consultorio de Arthur, su doctor y se según ella su único amigo, estaba esperando este momento para poder contarle todo lo que sabía y podía hacer.
—Muy bien, Gaia —Kirkland se sentó frente a la chica con una pequeña sonrisa—. ¿Algo nuevo? —
— Las Hadas me han dicho un secreto —comentó entusiasmada la niña en cuerpo de joven―. ¡Puedo respirar bajo el agua! —
—No, Gaia no puedes hacerlo.
—Si puedo se lo mostrare.
Antes que alguien pudiera detenerla, la chica salió corriendo hacia el partió esquivando enfermeros y enfermos, sin importarle nada en absoluto, tan solo queriendo mostrarle a Arthur que ella podía respirar bajo el agua. Cuando llego a la puerta del patio la abrió con la llave que las hadas le habían robado a Arthur y se había enfadado con ellas pero luego las había perdonado cuando le habían revelado su gran secreto, apenas llego a las pequeñas rejas que protegían a los residentes de la piscina la salto y fue cuando se me tío a esta sumergiéndose completa. Pudo escuchar las voces de las hadas diciéndole que respirara, que podía hacerlo.
Y lo hizo.
Todo se volvió oscuro para ella.
→ Bárb.
Última edición por yaoi. el Lun 16 Jun 2014, 2:46 pm, editado 2 veces
kai.
Re: Insanity. {N.C}
Tengo que decir, Ma'am, que he amado tu capítulo.
Amo las personalidades de Joan :c idk.
Le hacen daño, Ale, la torturan. Pero las amo. :c
Ah, eso.
Amo las personalidades de Joan :c idk.
Ah, eso.
Arkasia.
que cool! *-*
*-* que genial! me encantan esta y todas las anteriores *-* no puedo dejar de leer!
Ragnok Dreus
Re: Insanity. {N.C}
debo fichas y leer :C
perdón ale :c ya las haré:c esta ronda subiré de última ¿puede ser? así tengo tiempo de pensar, hacer fichas y esop :C
teamo.
perdón ale :c ya las haré:c esta ronda subiré de última ¿puede ser? así tengo tiempo de pensar, hacer fichas y esop :C
teamo.
hemmo.
Re: Insanity. {N.C}
He visto, y leído posts tuyos, más tu firma; you are completely out of guilt. Claro, pasa de última, keep calm.'Lali. escribió:debo fichas y leer :C
perdón ale :c ya las haré:c esta ronda subiré de última ¿puede ser? así tengo tiempo de pensar, hacer fichas y esop :C
teamo.
lov shíu.
Arkasia.
Re: Insanity. {N.C}
Me toca y nadie me avisó. Necesito ayuda. Ale, si me ves conectada en fb y estás, háblame.
ivashkova.
Re: Insanity. {N.C}
Me enfermé :c Jue horrible, jue horrible. Pero no me he olvidado. skjfjk. Pue'... ¿ya se venció mi turno o me esperan hasta mañana? :c
ivashkova.
Re: Insanity. {N.C}
Te esperamos, Bárb. Si no puedes, hazme el favor de avisarle a Lali. Tengo exámen sintáctico mañana, ahora no creo conectarme más. Y mañana no sé. So, eso.
Arkasia.
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