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Una novia para el italiano (Nick & Tu) -Adaptación- [Terminada]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Una novia para el italiano (Nick & Tu) -Adaptación- [Terminada]
Capítulo 2
_____ notó con amargura que el nombre había tenido el efecto deseado. Contuvo la respiración mientras esperaba a que Nicholas se recuperara y soltara una riada de preguntas iracundas, pero como no dijo ni hizo nada, acabó por tomar la iniciativa y rompió el silencio.
—¿Ese nombre no significa nada para ti? —preguntó con sorna.
Los faros de un vehículo que pasaba les iluminaron la cara momentáneamente. _____ sólo alcanzó a ver la frialdad con que la miraba. Por algún motivo, cuando volvió la penumbra le miró la boca, una boca que ya le resultaba extrañamente conocida. Se pasó la lengua por los labios y notó que aún podía sentir su sabor.
Las luces del exterior volvieron a iluminar el coche y le devolvieron la atención a los ojos de Nicholas, entrecerrados y con una expresión implacable, como los de un halcón que esperase para apresar a su próxima víctima. Sintió que le faltaba el aire y se le aceleraba el corazón. Era tan atractivo que daba miedo mirarlo; tenía la proporción exacta de belleza y virilidad. Entreabrió la boca para ayudarse a respirar y, cuando lo vio bajar la vista, se pasó la lengua por los labios para tratar de controlar el temblor nervioso que le provocaba la intensidad de su mirada.
La tensión sexual electrizaba el ambiente. _____ sintió la presión de los pezones endurecidos contra el vestido. El volvió a mirarla a los ojos con una complicidad aterradora. Sabía lo que estaba pensando. Lo sabía.
En aquel momento, el semáforo se puso en verde y los obligó a reanudar la marcha. Embelesada, _____ observó el perfil y las manos de Nicholas mientras doblaba una esquina. Al cabo de unos segundos de contener la respiración sintió que le quemaba el pecho.
—Ese nombre significa mucho para mí —contestó él al cabo de un rato—. Y tú no eres Elise.
No, _____ no era Elise. Era su hermana pequeña, menos atractiva y más sensata. En realidad, ya no estaba tan segura de su sensatez. Las personas sensatas no se dejaban enredar en las complicaciones de la vida amorosa de los demás y, mucho menos cuando se trataba de la vida amorosa de hombres tan arrebatadores como aquél. Las personas sensatas no se enamoraban de atractivos italianos con un amplio repertorio de palabras románticas y una técnica de seducción patentada, y ella se había enamorado.
Tuvo que cerrar los ojos para tratar de quitarse la imagen de Alonso de la cabeza. Alonso, el moreno alto y fascinante que había sido tan cálido, atento y posesivo cuando salían, y tan excitantemente intenso y apasionado cuando estaban desnudos en la cama. Habían pasado seis semanas maravillosas viviendo juntos en el piso de Nápoles, y le había asegurado que la quería.
«Ti amo, mía bella cara», le murmuraba con su voz grave.
Y ella estaba segura de que lo quería. No se había dado cuenta de lo ingenua y estúpida que había sido hasta que antes de que se volviera a Inglaterra, él le había dicho: «Nos hemos pasado muy bien, ¿verdad, amore? Es una pena que se tenga que terminar».
Se estremeció al recordarlo.
—He dicho que no eres Elise —insistió el otro italiano, con acento marcado.
_____ abrió los ojos y volvió a la realidad.
—No —reconoció—, pero casi nadie lo notaría viéndome de espaldas...
En aquel momento, Nicholas empezó a entender qué ocurría. Revivió mentalmente la forma en que aquella mujer lo había abordado, justo antes de que se dispararan las cámaras. Como un animal que oliera el peligro en el ambiente, percibió el tufillo de un escándalo planeado deliberadamente para relacionarlo con Elise Castle, la esposa de Leo Savakis. Pero era un escándalo que creía haber eludido. Por lo que sabía, la encantadora Elise había reconocido lo erróneo de su proceder la última vez que habían hablado por teléfono, antes de que él cortara todo contacto con ella y volviera rápidamente de Londres a Milán. Según Daniella, se decía que desde entonces no se la había vuelto a ver en las reuniones sociales.
No entendía qué pretendía la criatura taimada que estaba a su lado ni por qué se había esforzado tanto para hacerse pasar por Elise ante las cámaras
—Explícate —le ordenó.
_____ pensó que aún era demasiado pronto para decirle la verdad, y apretó los labios. Después de haber llegado tan lejos, no iba a estropearlo todo hablándole del artículo de Mark antes de que saliera publicado. Ya había revelado más de lo que debía.
—Sé que no eres tonto —dijo, eludiendo el asunto—. Deberías saber que puedes tener graves problemas por retenerme contra mi voluntad, así que para el coche y deja que me vaya.
—Ni loco.
Al ver cómo le miraba las piernas, _____ trató infructuosamente de cubrirse un poco más con el vestido. Conocía aquella mirada; era tan antigua como la especie humana. Había permitido que notara que se sentía atraída por él, y la estaba estudiando para ver qué le podía ofrecer.
—Si de verdad crees que...
—¿Te arrepientes de haber tratado de seducirme, cara? —se burló él—. ¿Te preguntas si no te habrás metido en camisas de once varas conmigo? Pues voy a confirmarte que sí, en efecto. Lo has conseguido: me gustas. Ahora vas a jugar a mi manera.
—Estás loco.
Nicholas no negaba que era posible, pero ninguna mujer, ninguna, jugaba con él y se salía con la suya.
—Me bajo —dijo _____, estirándose para abrir la portezuela.
Él activó el bloqueo de las puertas y pisó el acelerador. _____ tuvo ganas de gritar cuando empezó a caer en la cuenta del peligro de la situación en la que se había metido. Toda su información sobre Nicholas Jonas estaba recogida en los pocos detalles que le habían dado Mark y Elise. No podía saber si era una especie de depravado sexual que se paseaba impunemente por Europa porque podía comprar el silencio de las víctimas.
Se le puso la carne de gallina y se aferró al bolso sin asas para sentir el contacto tranquilizador del móvil. Se preguntaba cuánto tiempo necesitaría para llamar a la policía antes de que Nicholas reaccionara. Lo miró de reojo, con el corazón en un puño y los dedos tensos en el broche del bolso. No parecía un loco; sólo un hombre muy enfadado, y ______ no podía negar que tenía derecho a estarlo.
—Tu cómplice no se ha quedado a protegerte —señaló él con seriedad.
Al parecer, se refería a Mark.
—No...
—A menos que vaya en uno de los coches que nos siguen, claro.
______ se volvió para mirar por la luna trasera.
—Por lo menos hay tres que sé que son de los paparazzis —añadió Nicholas—. Y es probable que haya más aún.
Ella se volvió a girar para mirarlo.
—Pero ¿para qué nos siguen?
—Si fueras tan ingenua como para no saberlo, no me habrías elegido como víctima de tu truco publicitario.
_______ se apresuró a sacudir la cabeza. Aquello se estaba saliendo de madre por completo.
—No, no lo entiendes. Esto no era...
—Es igual. Ya estamos aquí.
Mientras ella se preguntaba qué querría decir, ante sus ojos apareció uno de los edificios de pisos flamantes y relucientes que se alzaban junto al río. Nicholas dio un volantazo para entrar por el camino, piso el freno, se apeó de la limusina y corrió a abrirle la portezuela.
______ no se movió ni siquiera para mirarlo. Siguió con la vista al frente, temblando y sintiendo que le iba a estallar el corazón.
—¿Vas a salir por las buenas, o tengo que llevarte en brazos? —dijo él.
Dado que ya había visto que era perfectamente capaz de cargársela al hombro, ______ tragó saliva y optó por la alternativa más digna: se desabrochó el cinturón y bajó del coche. Le resultaba extraño estar tan cerca de él. Aunque no tenía sentido que se sintiera rara, porque incluso había estado entre sus brazos, en aquel momento, Nicholas le parecía más alto, más poderoso y más peligroso que antes.
Se estremeció, aterrada, y estuvo a punto de echarse a correr hasta que oyó la sinfonía de portezuelas. Los paparazzis habían llegado y estaban bajándose de los coches.
Nicholas maldijo entre dientes y la rodeó con un brazo. Las cámaras empezaron a disparar sus flashes.
—Mira aquí, Elise —le gritó uno de los fotógrafos. Pero el italiano ya la había llevado al interior.
—Mantenlos fuera —le ordenó Nicholas al guardia de seguridad del vestíbulo.
Antes de que _____ se enterara de qué estaba pasando, estaba en un ascensor con él. Todo había pasado muy deprisa. No había tenido tanto miedo en toda su vida. La cabeza le daba vueltas, y le flaqueaban las piernas. El pánico le hizo perder el equilibrio, y resbaló, haciendo chirriar los tacones contra el suelo. Después levantó un brazo para golpear con el bolso a Nicholas, que interceptó el golpe como si espantara una mosca.
—Cálmate —le dijo.
Ella no quería calmarse y siguió forcejeando.
—Suéltame. ¡Suéltame!
______ echó la cabeza hacia atrás y abrió la boca para gritar, pero el grito se le quedó atragantado. Nicholas no trató de tranquilizarla como había hecho fuera del hotel, sino que se quedó mirándola a los ojos.
Era una locura. Toda la noche había sido una locura, pero aquél era el momento más delirante, porque parecía que los dos se habían quedado paralizados de repente.
El pánico se dispersó, y _____ se olvidó de respirar. Por lo que podía ver, él tampoco estaba respirando, y fruncía el ceño como si tampoco entendiera qué estaba sucediendo.
Se sorprendió pensando que tenía unas cejas y unas pestañas increíbles. De hecho, era tan atractivo que imponía. Tenía una estructura facial perfecta: frente amplia, pómulos marcados, nariz estrecha y barbilla perfectamente simétrica. Los ojos no eran exactamente grises, sino de un color extraño, verde con vetas plateadas. Tenía una piel maravillosa, tersa y dorada, y una boca incomparable.
Se dijo que no debía mirarle la boca, pero no lo pudo evitar. Los labios suaves y entreabiertos eran una tentación irresistible. Como cada vez que lo miraba atentamente, sintió un temblor en los labios y se pasó la punta de la lengua para aplacarlo.
El suspiró y le acarició la cara con su aliento cálido, perfumado con los aromas de un vino arrutado. Ella tragó saliva, lo miró a los ojos y comprendió lo que iba a pasar. La iba a besar. No para acallar sus gritos, ni siquiera por despecho, sino porque...
Y ella también lo deseaba.
Nicholas murmuró algo en italiano, y ______ soltó un sonido gutural ahogado. Al cabo de un segundo se estaban besando. No eran besos robados, ni de castigo, sino los besos de dos amantes ávidos. Sus lenguas se entrelazaron en una danza erótica y desenfrenada.
Sin pensarlo, _____ le echó las manos al cuello y se arqueó contra él para sentir su contacto, desde el pecho hasta los muslos. Él le pasó las manos por la espalda, le acarició los hombros desnudos y la tomó de la cintura. Ella se dio cuenta de que estaba ronroneando como un gatito. Nicholas farfulló algo incomprensible, la tomó en brazos y empezó a andar sin dejar de besarla.
______ le pasó una mano por el pelo y se lo revolvió, mientras le apretaba los senos contra el pecho. Una voz interior le dijo que aquello no estaba bien, que no debería estar pasando, y el pánico volvió a apoderarse de ella. Echó la cabeza hacia atrás en el preciso instante en el que él hacía lo mismo. Se miraron como si ninguno de los dos supiera qué les había pasado; ella, con los ojos llenos de miedo y confusión; él, con la mirada empañada por la incredulidad.
La dejó en el suelo tan bruscamente que la obligó a aferrarse a las solapas de raso del esmoquin para no caer. Sacó la llave del piso, emanando furia, la hizo entrar y cerró la puerta de una patada antes de quitarse a _____ de delante.
Ella ni siquiera se había dado cuenta de que habían salido del ascensor y recorrido todo un pasillo, y se tambaleó aturdida. Lo vio alejarse por el vestíbulo y desaparecer por otra puerta. Se quería desmayar. Le habría gustado poder desmayarse. Quería que la tragara la tierra. Seguía sintiendo la excitación en todas las terminaciones nerviosas y no dejaba de oír un timbre estridente en la cabeza.
El timbre dejó de sonar de repente, y ______ parpadeó hasta que oyó a Nicholas hablando en italiano y comprendió que el sonido procedía del teléfono. Cuando oyó el nombre de Elise, la realidad se le echó encima como un alud. Tuvo que hacer un esfuerzo enorme para que le respondieran las piernas, pero necesitaba acercarse a averiguar qué estaba diciendo y a quién.
La puerta del salón estaba abierta de par en par, y se quedó en el umbral. Era una estancia amplia, con todo un lateral acristalado y el suelo de tarima, cubierto por una alfombra de tonos cálidos. Nicholas estaba junto a un sofá de cuero negro, de espaldas a ella, con el teléfono al oído y el pelo revuelto.
—Daniella... —empezó a decir, pero se interrumpió y suspiró.
Fuera lo que fuera lo que decía su hermanastra, le estaba alterando lo suficiente para que bajara el tono. Hablaba en italiano, tratando de disculparse y sonar tranquilizador.
_____ quería rogarle que hiciera lo mismo con ella, que le asegurara que aquello sólo era una pesadilla, con aquella voz que parecía una caricia. Se cubrió los ojos con una mano temblorosa, mientras se preguntaba si todos los italianos tenían una voz grave y sensual, o si sólo era que ella había tenido la mala suerte de conocer a los dos únicos capaces de estremecerla con la palabra.
Nicholas había vuelto a perder la paciencia con su hermanastra.
—En serio, Daniella, llama a Gino y desahógate con él. Yo no estoy de humor para esto.
Se había puesto a hablar en inglés. _____ bajó la mano a tiempo para verlo encogerse de hombros, tenso.
—No sé si Elise te ha eclipsado, pero deberías alegrarte de que haya sido más interesante para las cámaras que tú y tu comportamiento en el salón.
_____ se puso tensa al oír el nombre de su hermana. Si Daniella la había tomado por Elise, era posible que Mark y ella hubieran logrado su objetivo. Lo oyó volver al tono suave en italiano y escuchó atentamente para ver si volvía a nombrar a Elise, pero no fue así, y cortó la comunicación al cabo de unos segundos.
Nicholas dejó el teléfono y se irguió. Aunque percibía la presencia de ______ en la habitación, no quería volverse para mirarla. No quería averiguar qué le estaba haciendo.
Se aflojó la corbata con un movimiento impaciente y, mientras avanzaba a grandes zancadas por el salón, se quitó la chaqueta y la dejó en el respaldo de un sofá. Abrió el mueble bar y sacó una botella de brandy.
—¿Te apetece una copa? —le ofreció.
—No, gracias.
—¿Quieres mantener la cabeza despejada?
—Sí.
Después de servirse un brandy, Nicholas se giró con la copa en la mano. _____ estaba en el umbral, con su vestido turquesa y los brazos, tensos, a los lados. Estaba sujetando el bolso con que había tratado de golpearlo en el ascensor, y la expresión de sus ojos azules indicaba que tenía miedo. Se podía decir que se había buscado lo que le estaba pasando, pero Nicholas tenía que reconocer que se había estado comportando como un matón.
Bebió un trago, consciente de que lo que se había desatado en el ascensor le seguía afectando. La deseaba, aunque no sabía por qué. Lo habían tentado sirenas mucho más profesionales que ella, y se había resistido sin inmutarse. Pero con ella quería rendirse. De hecho, el deseo lo estaba consumiendo. _____ no era lo que él habría llamado una belleza, al menos en el sentido clásico de la belleza estilizada de las modelos como Elise, que en realidad, tampoco era una modelo estilizada cuando la había conocido. Tampoco tenía las facciones tan perfectas como las de Elise. Sí que tenía los mismos ojos azules, pero la nariz y, sobre todo, la boca, eran diferentes.
Nicholas se escondió detrás de la copa para mirarla con detenimiento. Ya no le quedaban rastros del pintalabios rosa, y seguía teniendo los labios hinchados por el beso en el ascensor. Elise tenía la típica boca de labios perfectamente delineados, mientras que la de _____ tenía más forma de corazón y era francamente exuberante. Elise era más alta, aunque tenía la impresión de que los escasos centímetros de diferencia no se notarían en las fotografías que les habían sacado cuando _____ se le había echado en los brazos. El vestido era caro; con el tiempo que había pasado rodeado de mujeres obsesionadas con aquellas cosas, sabía reconocer la alta costura. Pero no le sentaba bien. El pecho amenazaba por escapársele por el escote, y le ceñía demasiado las caderas redondeadas.
—Date la vuelta —le ordenó.
Ella se puso tensa en señal de protesta.
—Estoy viendo cuánto te pareces a Elise —le comunicó—. Así que hazme el favor de darte la vuelta.
_____ obedeció, y Nicholas se estremeció porque le dio la impresión de que prefería escupirle en la cara antes que hacer nada de lo que le pidiera. Estaba tan tensa y tan a la defensiva que percibía su hostilidad incluso cuando la tenía de espaldas.
Y era otra de las características que la hacían diferente. Elise podía ser muy buena mentirosa, pero no tenía ni pasión ni atrevimiento. Era curiosamente callada y tímida para ser alguien que se había dedicado profesionalmente a pavonearse por las pasarelas y posar para las portadas de las revistas. Pero era una comparación inútil, porque en su momento, Nicholas no había sabido quién era Elise en realidad, y cometía un error si esperaba entender la naturaleza de la ex modelo en una mujer que, sin duda, no era ella.
Sin embargo, vista desde atrás se parecía. El pelo liso, la espalda estrecha y el trasero firme explicaban por qué aquella mujer podía hacerse pasar por Elise.
—¿Suficiente? —preguntó _____, volviéndose para clavarle una mirada fría.
Nicholas pensó que si creía que lo iba a amedrentar con su expresión, estaba muy equivocada. A pesar de la frialdad, lo excitaba, y descubrió que no le apetecía hacer nada por aplacar su deseo. De hecho, estaba empezando a disfrutar de la tensión sexual que había entre ellos.
Al verlo allí, de pie con la copa en la mano y los ojos semiocultos, _____ pensó que parecía un tigre al acecho, calculando el momento de saltar sobre su presa. Dicho de otra forma, era un animal peligroso. Que se hubiera quitado la chaqueta empeoraba las cosas. El blanco de la camisa hacía que los hombros parecieran más anchos, y el torso, más ancho y fuerte, y resultaba imposible no mirarle la piel dorada del cuello.
Se le secó la boca y rogó que alguien la sacara de allí, porque se estaba excitando con sólo mirarlo. Sentía que el deseo le abrasaba el cuerpo lentamente, con una intensidad aterradora y a la vez estimulante, como si estuviera librando una guerra en dos frentes.
—¿No te parece que ya va siendo hora de que me digas cómo te llamas? —dijo él.
_____ se puso tensa y lo miró a la cara. Luego se echó a reír, porque no se le había ocurrido que no sabía quién era.
—_____ —contestó—. _____ Carmichael.
Hubo un cambio súbito en Nicholas. _____ desconocía el motivo, pero tenía la sensación de que el aire que lo rodeaba se había cargado de tensión, y la miraba con los ojos entrecerrados.
—Vaya. Hola, ______ Carmichael —dijo él, arrastrando las palabras y con un tono que le puso los pelos de punta—. Esto se pone cada vez más interesante...
—¿Por qué lo dices?
—¿Por qué no entras y te sientas para que podamos hablarlo?
Ella tuvo la impresión de que el tigre acababa de sacar los dientes. Se preguntó si sería un buen momento para tratar de huir, pero acabó desestimando la idea. No la había llevado a su piso para dejarla escapar antes de que le explicara por qué le había tendido aquella trampa.
Tuvo que armarse de valor para avanzar por el salón, en especial porque, en todo momento, él la miraba como si se estuviera comportando de manera provocativa con la intención de captar su atención. No se podía creer que pudiera parecer tan relajado y tan increíblemente interesado. Empezaba a sentirse mareada, de modo que eligió un sofá al azar y se sentó en el borde. El vestido se le levantó de inmediato, dejándole la liga de las medias y los muslos más a la vista de lo que imponía la decencia. Soltó el bolso y tiró de la falda, sólo para descubrir horrorizada que el corpiño del vestido tampoco era muy recatado.
Nicholas la estaba observando inmóvil, y _____ sospechaba que lo estaba haciendo a propósito, para aumentar la tensión sexual que electrizaba el ambiente. El corazón le latía con fuerza, y la ansiedad se le agolpaba en la garganta, pero se negaba a levantar la vista.
Sin embargo, cuando él se movió no pudo evitar alzar la cabeza, y se mareó de vergüenza al ver cómo la miraba.
—Ahora sí me tomaría una copa —dijo.
Estaba desesperada por que se volviera para poder arreglarse el vestido en paz. Él arqueó una ceja con expresión burlona ante el repentino cambió de idea sobre la bebida. Se le notaba en los ojos y en el lenguaje corporal que sabía qué pretendía ______.
—¿Qué te apetece? —preguntó amablemente.
—No sé. Cualquier cosa.
Nicholas se volvió, y ______ se apresuró a arreglarse la ropa. Jamás en toda su vida se había sentido tan mal ni tan fuera de lugar como en aquel momento. No era el artículo de lujo de nadie; nunca lo había sido. Siempre había dejado aquellas cosas para Elise, que era más atractiva y competente. Tener que hacerse pasar por ella había sido un golpe para su orgullo, porque había tenido que asumir toda la imagen de su hermanastra. Y por si fuera poco, el único hombre encima del cual se había echado antes de aquel día había sido Alonso, y sólo cuando él había dejado claro su interés por ella. Además, Alonso no era rico; sólo era un vendedor de coches con un piso pequeño y trajes elegantes. Conducía vehículos de lujo, pero no eran de su propiedad, y no ganaba tanto como ella, que recogía fruta en una huerta de las afueras de Nápoles.
Cuando Nicholas le alcanzó la copa, le dio las gracias y se quedó mirándola, preguntándose qué le habría puesto..
—Es vodka con tónica —le dijo él—. Y no le echado veneno, si eso es lo que te preocupa.
—No te creería capaz de...
—Pues deberías. No me conoces, _____ Carmichael. Podría ser partidario de los estimulantes sexuales. Por cierto, ¿cuántos años tienes?
Ella se quedó perpleja.
—Veintitrés. ¿Por qué? ¿Qué tiene que ver mi edad?
—Por curiosidad.
Nichoas se sentó junto a ella y sonrió al verla arquear la espalda, a la defensiva. El aire que los rodeaba estaba cargado de tensión. Podía sentirlo, y sabía que ella también. Lo que no sabía muy bien era por qué, ni qué iba a hacer con aquella tensión. En realidad, sí lo sabía.
Se acomodó en el sofá, estiró las piernas y dijo:
—Muy bien. Empieza a hablar.
______ se humedeció los labios, bajó la vista para mirar el reloj. Casi era medianoche. No sabía cuánto tiempo necesitaba Mark para descargar las fotos de la cámara digital, escribir el artículo y mandarlo al periódico por correo electrónico. Miró el bolso con la sensación reconfortante de saber que tenía el móvil a mano y calculó sus posibilidades de sacarlo para llamar a Mark. Llegó a la conclusión de que no tenía ninguna, porque Jonas no le iba a quitar los ojos de encima hasta que le diera una explicación.
—Relájate y ponte cómoda —dijo él. Se puso más tensa aún.
—Estoy muy relajada, gracias.
—De eso nada. Esto está tenso.
Nicholas le puso un dedo entre los omoplatos, y ella se estremeció como si hubiera recibido una descarga eléctrica. La sensación la hizo ponerse en pie de un salto.
—Eso no era necesario —protestó.
—¿No?
—No.
_____ se alejó temblando y tomó un trago de su bebida mientras él la miraba con los ojos entrecerrados y una sonrisa cómplice.
—Entre nosotros hay química, cara.
Ella se echó a reír.
—La del secuestrador y la víctima.
—¿Y quién crees que es la víctima...?
Nicholas había puesto las cosas en su justo sitio con una simple pregunta. _____ tenía que reconocer que, desde luego, ella no era verdadera víctima de la locura de aquella noche. Si alguien tenía derecho a estar enfadado era él.
Por fin asumió la responsabilidad. No tenía sentido tratar de fingir que era inocente cuando no lo era, ni desear que Jomas estuviera a miles de kilómetros, porque él le había cerrado aquella puerta cuando le había impedido huir del hotel.
Tampoco podía discutirle lo de la química; le bastaba con mirarlo para estremecerse de deseo. Respiró profundamente y trató de convencerse de que si se centraban en los motivos de la farsa, tal vez lo demás desapareciera por sí solo.
Apelando al sentido común, levantó la cabeza, lo miró a los ojos, respiró con tranquilidad y se lanzó al ruedo.
—Como te he dicho, me llamo _____ Carmichael —le recordó—. Elise es mi hermana. No somos hijas del mismo padre; de ahí los apellidos distintos...
Listo! un capitulo entero!!!
Que bueno que les gusta la nove (:
Lamento el retraso!
Las quiero
XOXO VG
Vanee LovatoD'Jonas
Re: Una novia para el italiano (Nick & Tu) -Adaptación- [Terminada]
Holi Bienvenida :hug:HeyItsLupitaNJ escribió:Hola! :3NUEVA LECTORA! *.*Me encanto el primer capi!Quiero saber cual es el favor que quiere la rayiz! :scratch:& bueno sabes que el Nicho es todo un Dios!Esperando el siguiente capi! ;)Nos Estamos Leyendo! *.*\^.^/X:bye:
Si todo un Dios
Ya subi el capi! Espero te guste!
:D
Vanee LovatoD'Jonas
Re: Una novia para el italiano (Nick & Tu) -Adaptación- [Terminada]
Ya la segui! ojala te guste! (:Puchy_ve escribió:Siguelaaaa :banana:
XO
Vanee LovatoD'Jonas
Re: Una novia para el italiano (Nick & Tu) -Adaptación- [Terminada]
Hola Hola!! Nueva y fiel lectora!!
Me gustó bastante el primer y segundo capítulo !!
Nick es un adonis!! Amo a los italianos como él!!
Síguela !! XDD
Me gustó bastante el primer y segundo capítulo !!
Nick es un adonis!! Amo a los italianos como él!!
Síguela !! XDD
Pamm Jonas
Re: Una novia para el italiano (Nick & Tu) -Adaptación- [Terminada]
Pamm Jonas escribió:Hola Hola!! Nueva y fiel lectora!!
Me gustó bastante el primer y segundo capítulo !!
Nick es un adonis!! Amo a los italianos como él!!
Síguela !! XDD
Holi!! Bienvenida! :hug: :hug: :hug:
Que bueno que te este gustando!!! :D
Ay lo se! es todo un dios! A mi tambien me gustan los italianos pero prefiero a los griegos! xD
Ya la sigo!
Vanee LovatoD'Jonas
Re: Una novia para el italiano (Nick & Tu) -Adaptación- [Terminada]
Capítulo 3
NICHOLAS no se inmutó. Permaneció relajado, con los ojos inexpresivos y la boca cerrada, normal. ______ tuvo la inquietante sensación de que ya había atado todos los cabos.
—Hace cinco años que Elise dejó de trabajar como modelo —explicó—. Desde que se casó con Leo Savakis...
—Y tuvo un hijo con él.
Ella sólo pudo asentir con los labios apretados, porque sabía que, aun sin el comentario ácido de Nicholas, aquello hablaba muy mal de Elise.
—Leo es un hombre... increíble... —continuó—. Es el verdadero motor de la megaempresa de transporte de los Savakis, además de un abogado de fama internacional, experto en derecho mercantil inglés, griego y estadounidense.
—Ahórrate el curriculum. Sé quién es Leo Savakis.
No le sorprendió que lo conociera. Cualquiera que se moviera en los círculos de negocios de alto nivel había oído hablar de la notable trayectoria de su cuñado.
—Es un hombre muy ocupado —dijo.
—¿No lo somos todos?
—A... A veces, Elise se siente abandonada.
—Vaya, veo que tendré que soportar la parte lacrimógena de la historia antes de que te adentres en los detalles escabrosos.
—No te burles de lo que no has sufrido —replicó _____, defendiendo a su hermana—. Si hubieras pasado de estar en la portada de todas las revistas a ser sólo madre y ama de casa, la entenderías.
Nicholas ni siquiera se molestó en contestar al exabrupto.
—Estabas diciendo que se siente abandonada —le recordó.
—Y sola. Cuando Leo está de viaje de negocios prefiere que Elise se quede en Londres, o en su isla de Grecia. Dice que es por seguridad. Por su profesión, tiene enemigos y...
—Naturalmente, siente la necesidad de proteger a su mujer y a su hijo.
—¿Tú no lo harías?
Él arqueó una ceja.
—¿Estás aquí para defender a Savakis o a su pobre esposa abandonada?
—A los dos —declaró por lealtad—. Leo me cae muy bien...
Lo que no añadió fue que no lo querría de marido. Era demasiado difícil de entender, y su autodominio exagerado resultaba inquietante. Estaba segura de que sentía adoración por Elise, pero había algo en él que no le gustaba.
—Durante el último año y medio ha estado viviendo en Chicago prácticamente, trabajando en un caso muy importante que sólo le permite volver a casa durante temporadas breves, y muy de vez en cuando.
—De ahí que la pobre Elise se sienta sola y abandonada...
—Si no dejas de burlarte de ella, me voy.
El se echó hacia atrás y cruzó las piernas, apoyando un tobillo en la rodilla contraria. Ella no pudo reprimir el impulso de mirarle la zona donde se tensaba el pantalón y creyó que se iba a derretir. Estaba desesperada y quería escapar. Nicholas levantó una mano para pasarse un dedo por los labios y la miró con una intensidad que avivó aún más la carga sexual del ambiente.
_____ se preguntó si todos los italianos tendrían la habilidad de seducir con el lenguaje corporal, o si sólo había tenido la mala suerte de que la afectara de aquella manera. Alterada por la tensión física, avanzó hacia los ventanales para poner distancia entre ellos. La ciudad, el río Támesis, el parlamento y el puente de Londres se extendían ante sus ojos en una imagen nocturna que le resultaba muy conocida.
La mirada penetrante de Nicholas le hacía sentir punzadas en la espalda. Guardaba silencio y no se había molestado en responder a su amenaza. Era como si supiera que cada vez estaba más atrapada por la tensión sexual y la estuviera alimentando con fruición.
Durante su estancia en Nápoles, una amiga le había dicho que los hombres de allí podían seducir y enamorar a una mujer sin siquiera plantearse la posibilidad de enamorarse de ella. Era el estilo italiano. Al parecer, las mujeres se tenían que sentir halagadas por el mero hecho de que se hubieran fijado en ellas. Como eran engreídos y arrogantes por naturaleza, y se sentían tan seguros de sus cualidades como amantes, les parecía inconcebible que no pudieran satisfacer todas las fantasías sexuales de una mujer. Aquella confianza inquebrantable resultaba muy seductora. _____ ya había caído una vez en la trampa y se había dejado engatusar por Alonso, y allí estaba, sintiendo que volvía a flaquear, aunque ante una criatura mucho más peligrosa.
Se dijo que había llegado el momento de poner fin a la situación. Se volvió y lo miró directamente a la cara.
—Leo está informado de tu aventura con Elise —anunció—. Os hizo seguir y tiene unas fotos que os sacaron en un restaurante de Londres y en una situación muy íntima en una pista de baile.
El veneno había surtido su efecto. Nicholas maldijo entre dientes y se puso en pie. Cuando la miró a los ojos, la promesa sexual se había desvanecido.
—Elise se puso furiosa —añadió ella.
—Como es lógico.
_____ se mordió el labio.
—Lo negó todo, lo cual fue bastante estúpido, porque Leo tenía pruebas gráficas. Afortunadamente, las fotos eran oscuras y algo borrosas, y ella insistió en que la rubia que aparecía podía ser cualquiera.
—En otras palabras: mintió.
—¿Qué habrías hecho en su lugar?
—Si me hubiera sentido tan infeliz en mi matrimonio para necesitar la compañía de otra persona, habría tenido el valor suficiente para decirlo antes de hacer nada.
—Pues te felicito —replicó ella, con ironía—. Debe de ser fantástico sentirse tan seguro de uno mismo como para saber que no se van a cometer errores. Pues Elise no sólo mintió, sino que se le ocurrió insinuar que la mujer de las fotos podía ser hasta yo. Leo no se lo tragó. La verdad es que normalmente no me arreglo ni me visto así.
Él le lanzó una mirada sombría.
—Vaya, otra mentirosa en la familia.
—Sí —reconoció, consciente de que no valía la pena negarlo—. Había venido a Londres para quedarme un tiempo con Elise y hacerle compañía mientras Leo estaba de viaje. Estaba tan triste y deprimida que la animé para que saliera con amigos de su época de modelo y disfrutara un poco de la vida en vez de deambular por la casa esperando...
Se interrumpió antes de decir algo indebido. Por la expresión de Nicholas, supo que sabía a qué se refería. Al cabo de un momento retomó la palabra.
—Total, que me hizo caso y empezó salir. Estaba muy animada y era la misma Elise de siempre. Yo no tenía ni idea de que estuviera saliendo a divertirse con otro hombre...
—Oh, llama las cosas por su nombre, cara, nos deseábamos con locura.
—No hace falta que seas tan explícito.
Nicholas avanzó enérgicamente por el salón para servirse otro brandy. Ya no quedaba nada de languidez en sus movimientos.
—¿Y qué pasó después?
—Elise le dijo a Leo que yo había estado saliendo con alguien durante mi estancia en Londres.
—Y resultó que ese alguien era yo.
—Estaba tratando de salvar su matrimonio.
Nicholas bebió un trago de brandy.
—Y Savakis te llamó para pedirte que lo confirmaras, y mentiste para ayudar a tu hermana, ¿verdad?
—Leo no hizo nada. Sencillamente, no quiso saber más del tema.
—O es muy comprensivo o está perdidamente enamorado de su mujer.
A ella le parecía tan descabellada la idea de que Leo pudiera ser comprensivo o estar perdidamente enamorado que tuvo que pararse a pensarlo un momento, y aun así no pudo encajar en la imagen al Leo que conocía.
—Desde entonces, las cosas han estado aun más tensas entre ellos, y encima...
Se armó de valor antes de completar la frase:
—Elise acaba de enterarse de que está embarazada.
Nicholas se puso tenso, apretó la copa entre los dedos y se giró a mirarla con desconfianza.
—Sigue, por favor.
Ella habría preferido no tener que hacerlo, pero sabía que no tenía elección.
—Por las fechas y todo eso, es muy probable que Leo no se crea que es el padre.
—¿Quieres decir que aún no lo sabe?
—Aún no.
—¿Y el hijo es suyo?
—¡Sí! —exclamó ella, aunque no pudo resistirse a la tentación de asustarlo—. A menos, desde luego, que creas que podría ser tuyo.
—Sé que no lo es.
_____ se estremeció al ver la expresión gélida con que la miraba.
—Es hijo de Leo —le aseguró—. Lo concibieron durante una de sus visitas relámpago a casa. Sólo llevaba una noche aquí y ya le estaba diciendo a Elise que al día siguiente se volvía a Chicago. A ella le molestó que creyera que podía ir sólo para...
______ se interrumpió, porque era un asunto demasiado privado, pero se dio cuenta de que, una vez más, Nicholas había entendido a qué se refería, y continuó:
—De modo que decidió castigarlo diciéndole que estaba con la regla y que en esos días no había riesgo de...
Elise había dicho que si Leo creía que podía ir a verla sólo para satisfacer su apetito sexual, podía volverse a Chicago con su maldita libido.
—Dios —farfulló Nicholas—. Nunca dejará de impresionarme lo taimadas y egoístas que pueden llegar a ser las mujeres.
—Ni a mí la naturalidad con que los hombres van a la caza de sexo.
—¿Lo dices por mí?
—¿Te sientes aludido? ¿Acaso no sedujiste a mi hermana porque creías que tenías posibilidades de irte a la cama con ella?
Nicholas apretó los dientes. No lo podía negar.
—No sabía que estuviera casada.
—¿Ésa es tu excusa? —le recriminó—. ¿Que no sabías que estuviera casada? ¡Por el amor de Dios, es una ex modelo famosa! Hace tiempo, su cara estaba en todas partes. Su boda salió en la portada de todas las revistas del corazón.
—Sabes perfectamente que ya no tiene el aspecto de antes. Ha engordado, y le ha cambiado la cara. Además, no parecía tener mucho interés por decirme quién era.
—¿Qué hacía? ¿Fingir que era Catwoman y salir con una máscara?
—Usaba otro nombre —contestó él, tratando de contener la ira.
_____ frunció el ceño. Elise había omitido aquel pequeño detalle en el relato de su rebelión contra Leo.
—¿Qué nombre?
Nicholas la miró y se echó a reír, aunque no era una risa muy agradable al oído.
—¿Te suena ______ Carmichael?
Vanee LovatoD'Jonas
Re: Una novia para el italiano (Nick & Tu) -Adaptación- [Terminada]
De repente, ella necesitó volver a sentarse. Avanzó como pudo hasta el sofá más cercano, se dejó caer y se acercó la copa a los labios temblorosos.
—Observo que reconoces el nombre —dijo él, con la voz cargada de odio.
—¡Cállate!
______ estaba tratando de pensar. No se podía creer que su hermana fuera tan fría y calculadora. Para rebelarse contra su marido había salido por la ciudad usando su nombre, mientras insistía en que los guardias de seguridad de Leo se quedaran en casa cuidando del niño.
—No me extraña que Mark me haya hecho volver —murmuró.
—¿Quién es Mark?
—Mi hermano, el de la cámara.
—¿Me estás diciendo que eres pariente de uno de los paparazzis?
_____ se revolvió en su asiento.
—Mark y Elise son mellizos.
Nicholas no hizo ningún comentario; sencillamente, se quedó inmóvil, con la mirada perdida. El ambiente estaba demasiado cargado para respirar, y _____ se lamentó de no llevar una armadura, porque tenía la desagradable sensación de que estaba a punto de necesitarla.
—¿De dónde? —preguntó él de repente. Ella lo miró perpleja.
—Has dicho que tu hermano te había hecho volver —puntualizó él—. ¿De dónde?
—Ah, de Devon. Trabajo allí en la finca de mi familia. Es de cultivo orgánico —añadió, sin saber muy bien por qué.
Nicholas la miró incredulidad.
—¿Eres agricultora?
—¿Cuál es el problema, Jonas? ¿Es una ofensa para tu amor propio saber que estás a punto de relacionarte íntimamente con una pobre campesina y no con una niñata rica de apellido ilustre...?
Se hizo un silencio ensordecedor cuando los dos se dieron cuenta de lo que acababa de decir.
—¿Relacionarme íntimamente? —repitió él.
_____ se mordió el labio para aplacar el temblor. No sabía si el aire de la habitación se había enrarecido o si el vodka le estaba haciendo efecto, pero se sentía ligeramente mareada.
—Explícame por qué has dicho eso —insistió Nicholas.
—En un momento te lo explico. Necesito despejarme un poco para...
______ necesitaba recuperar la calma para decir lo que aún no se había dicho. Dejó el vaso y el bolso en el suelo, y se levantó, porque prefería estar de pie y tener las manos libres para no sentir que se cernía ante ella como un trueno amenazador. Se preguntó por qué tenía que ser tan alto y grande que intimidaba, y lo miró a los ojos, con la esperanza de que la entendiera.
—Elise me dio este vestido y la invitación para la fiesta de esta noche —explicó—. Y esta tarde se ha ido con su hijo a Chicago para hacerle una visita sorpresa a Leo, mientras Mark y yo...
—...me tendíais la trampa.
Ella apretó los labios y asintió, decidida a no objetar que los hubiera acusado de tramposos, porque era la verdad, y aún quedaba mucho por decir.
—Mañana por la mañana apareceremos juntos en un periódico —confesó.
—¿Con qué titular?
—Algo del estilo: «Nicholas Jonas se muestra en público con su nueva conquista...».
_____ se mordió el labio con fuerza y lo miró atentamente buscando algún indicio de que no la fuera a matar, pero no lo encontró.
—Era importante convencer a Leo de que la mujer de las fotos que tiene es la misma que saldrá en el periódico de mañana, y de que no puede ser Elise, porque está con él en Chicago.
De repente, Nicholas era un desconocido en medio del salón. Un tipo tan frío y tenso que parecía cubierto por la misma capa de implacabilidad que Leo. El silencio y la tensión empezaban a minar las defensas de _____.
—Todo tendría que haber terminado ahí —añadió ella—. Si te hubieras comportado como esperábamos y me hubieras soltado, me habría vuelto a Devon y habría desaparecido. El lunes, todo el mundo se habría olvidado del periódico de mañana y mi hermana habría salvado su matrimonio.
Mark le había dicho que así era como funcionaba la prensa del corazón. Nicholas Jonas no habría podido hacer nada, excepto exigir que el periódico se retractara. Leo tendría pruebas fehacientes de que su mujer no era la que salía con Nicholas Jonas en las fotos que tenía, y todo lo demás sería agua pasada. Pero el italiano no había reaccionado como esperaban. Se la había llevado a rastras, y el ejército de paparazzis les había seguido la pista y estaba apostado en la puerta, listo para saltarle encima en cuanto tratara de salir. Se preguntaba dónde estaría su querido hermano, con su famosa velocidad mental. Estaba atrapada en aquel piso y no tenía idea de cómo iba a acabar aquella historia. Comprendió que había llegado el momento de suplicar, de apelar al entendimiento y la cooperación del frío y enfadado Nicholas Jonas, aunque en el fondo sabía que no se merecía un trato amigable.
Avanzó hacia él.
—Nicholas —murmuró con voz ronca—, por favor, piénsalo un poco. En realidad, esta noche también te he hecho un favor, porque si Leo...
—¿Qué demonios es esto?
______ no se había dado cuenta de que había levantado la mano hasta que él la tomó por la muñeca y se quedó mirando el anillo de zafiros. Se había olvidado por completo de aquel detalle. Tragó saliva.
—Oh...
—¿Estás prometida? —preguntó Nicholas con la respiración entrecortada.
—No, el anillo es de bisutería. Sólo para guardar las apariencias.
—Las apariencias —repitió él.
—Forma parte del disfraz. Leo tenía que ver que...
—Que no eras su esposa. Ella asintió, avergonzada.
—El anillo de compromiso de Elise tiene un diamante amarillo. Éste es tan distinto que...
—A ver si lo entiendo. Te has arreglado para parecerte a tu hermanastra de espaldas, me has echado los brazos al cuello y me has besado como si fuera tu...
Nicholas quería que lo dijera ella. Quería que confesara todo el engaño.
—Mi amante —murmuró Anahi.
—¿Tu prometido?
Ella se pasó la lengua por los labios y asintió.
—¿Y creíais que no iba a salir a desmentirlo inmediatamente?
—Mañana te entregarán en mano una carta, junto con el periódico. En la carta se te explica todo lo que hemos hablado y se te advierte que si denuncias que las fotos son falsas te expondrás a que se te atribuya la paternidad del hijo de Elise.
—Madre de Dios. ¡Qué pécora eres!
Tenía razón, pero la situación era grave.
—¡Esto es serio! —gritó _____— No conoces a Leo. Es un griego muy estricto y un abogado implacable. Si decide que su mujer ha estado engañándolo contigo y que el niño podría ser tuyo, por mucho dinero y poder que tengas, os llevará a juicio a Elise y a ti, y te dejará en la ruina.
Él le soltó la mano.
—¡Jamás le puse una mano encima! —espetó, furioso.
—¡Eso no me lo creo ni yo!
La acusación de _____ retumbó en todo el salón.
—Basta con un beso, Nicholas. Como Leo Savakis descubra que le has robado un solo beso a su mujer, no la perdonará nunca y se convertirá en tu peor enemigo.
Él se volvió, se alejó dando zancadas y salió por la puerta. Ella lo siguió, temblando, porque hasta entonces no había pensado en lo injustos que estaban siendo con él.
—Lo siento mucho.
Su disculpa cayó en saco roto. De todas maneras, _____ sabía que no resolvía nada pidiéndole perdón y entendió que la insultara mientras abría otra puerta de un manotazo para poder seguir con su marcha furiosa sin interrupciones.
Se quedó temblando en el umbral de la cocina. Nicholas estaba delante de la nevera. Había abierto una puerta, pero por la forma en que la acababa de mirar tenía la impresión de que no estaba buscando nada dentro.
—Por favor —imploró ella, desesperada—, créeme cuando te digo que tenía la intención de explicártelo todo antes, en la fiesta. Le había insistido a Mark en que al menos teníamos que tratar de hacértelo entender, para ver si estabas dispuesto a colaborar, pero no me has dado la oportunidad de hablar, y después se ha descontrolado todo.
Él cerró la nevera de un portazo y se giró a mirarla. Si las piernas temblorosas se lo hubieran permitido, _____ habría salido corriendo. Sin embargo, se quedó paralizada viéndolo acercarse. Parecía un guerrero imponente a punto de entrar en la batalla.
Se estremeció cuando se estiró para tocarla.
—Eres...
La calló con un beso apasionado que la dejó completamente en blanco. Cuando le permitió apartarse para respirar estaba tan mareada y desorientada que se dejó arrastrar fuera del piso sin oponer ninguna resistencia.
Cuando Nicholas llamó al ascensor se le encendieron todas las alarmas de pánico. La iba a echar. La iba a arrojar a las fieras.
—No, por favor —le rogó, al borde de las lágrimas.
Él no dijo nada y la hizo entrar en el ascensor.
—Piénsalo un poco —insistió ella—. No querrás que...
Nicholas acalló las palabras con otra arremetida de su boca que la dejó sin fuerzas para mantenerse en pie. Pero tuvo que mantener el equilibrio y salir del ascensor para seguirlo por el vestíbulo ante la mirada curiosa del guardia de seguridad.
Cuando se abrieron las puertas del edificio se vio asaltada por una ráfaga de luces cegadoras y un pandemónium de preguntas, Nicholas le rodeó los hombros con un brazo, la apretó contra sí y la mantuvo erguida.
—Sonríe —le ordenó.
Y ella sonrió como tonta.
Entonces llegaron las palabras, las frases con aquel acento suave que confirmaban que, como podían ver, no era Elise, sino _____ Carmichael, la hermosa hermana materna de la modelo.
Después Nicholas soltó la bomba y los invitó a felicitarlos, porque se acaban de prometer. El anillo de bisutería sirvió para satisfacerles, pero querían conocer los detalles de la relación. Él contestó a todas las preguntas con la tranquilidad de alguien que tenía todas las respuestas, porque se limitaba a repetir detalles de su breve aventura con Elise.
_____ apenas podía respirar. El resto era una mancha borrosa, una bruma en la que, al parecer, se desenvolvió bien, porque nadie se dio cuenta de que estaba a punto de desmayarse, ni expresó su extrañeza porque una novia felizmente comprometida pareciera una prisionera aterrada de camino hacia la horca.
—Ahora que tenéis lo que habéis venido a buscar, ¿podríais hacernos el favor de dejarnos en paz?
Los periodistas se echaron a reír, y Nicholas se volvió para volver al interior del edificio.
—Felicidades, señor Jonas y señorita Carmichael —dijo el guardia de seguridad con una sonrisa.
Si el hombre que la estaba sujetando dijo algo, ______ no lo oyó. Estaba demasiado ocupada tratando de decidir si lo que sentía era alivio por no haber tenido que enfrentarse sola a la prensa, o pánico por lo que se avecinaba.
Volvieron a subir al ascensor. Estaba conmocionada. No había podido hacer nada para impedir que Nicholas tomara el control de la situación y manejara las cosas a su antojo.
Se estremeció al oírlo cerrar la puerta del piso, pero el calvario no había terminado. Se dejó llevar del brazo por el pasillo hasta una habitación, y hasta que oyó el picaporte no encontró la fuerza necesaria para soltarse.
Dio tres pasos tambaleantes antes de darse cuenta de que estaba en un dormitorio; un dormitorio muy masculino con una cama de matrimonio enorme, sobre la que era muy fácil imaginar la figura de un hombre moreno de piel dorada.
Se volvió y vio que Nicholas estaba junto a la puerta, mirándola con la misma expresión iracunda de antes. Sintió un escalofrío de miedo y excitación a la vez, porque a pesar del enfado, la miraba con una intensidad estremecedora.
—¿Por qué...? —murmuró.
—Querías que colaborase y eso he hecho. Ahora quiero lo que quiero, y tú, _____ Carmichael, vas a pagar tus deudas.
Nicholas empezó a acortar la distancia que los separaba. _____ retrocedió y sacudió la cabeza.
—No. No te lo voy a permitir.
—Oh, vamos, amore —bromeó él con frialdad—. Estamos prometidos. Llevas mi anillo, y mi familia es muy educada y hará lo imposible por no escandalizarse cuando mi novia se case con botas de campesina y restos de paja en la cabeza.
—Muy gracioso —replicó ella, buscando una salida.
—Se pasearán con delicadeza entre las lechugas orgánicas y...
Las bromas podían parecer divertidas, pero el resto se estaba volviendo aterrador.
—¡Basta! Sé que estás enfadado y que tienes todo el derecho del mundo...
—Grazie —dijo él, tomándola de la cintura. _____ sintió que se le encendía la piel.
—Oh, Dios —balbuceó—. Siento todo lo que ha pasado, ¿de acuerdo?
El empezó a bajar la cabeza, y ella trató de apartarse.
—El corazón te late con fuerza.
—¡Porque me asustas! —replicó _____.
—O porque te excito.
_____ repitió que la asustaba, pero sólo dentro de su cabeza. Sintió que una extraña oscuridad se cernía sobre ella como una niebla fría que la empujaba hacia abajo y maldijo entre dientes mientras se desvanecía.
Vanee LovatoD'Jonas
Re: Una novia para el italiano (Nick & Tu) -Adaptación- [Terminada]
OHH Dios mio.
Siguela pronto
Puchy_ve
Re: Una novia para el italiano (Nick & Tu) -Adaptación- [Terminada]
Nueva lectoraaaaaa!!!!!.... Aaaaaaahhhhh sigue pooooorrrrrfiiiiissss!!!!!...
chelis
Re: Una novia para el italiano (Nick & Tu) -Adaptación- [Terminada]
Ya la sigo! (:Puchy_ve escribió:OHH Dios mio.Siguela pronto
Vanee LovatoD'Jonas
Re: Una novia para el italiano (Nick & Tu) -Adaptación- [Terminada]
Bienvenida :hug: :hug: :hug: Ya la sigo! (:chelis escribió:Nueva lectoraaaaaa!!!!!.... Aaaaaaahhhhh sigue pooooorrrrrfiiiiissss!!!!!...
Vanee LovatoD'Jonas
Re: Una novia para el italiano (Nick & Tu) -Adaptación- [Terminada]
Capítulo 4
CUANDO volvió en sí estaba tumbada en la cama y le martilleaba la cabeza. Notó que alguien se acercaba y abrió los ojos para ver a Nicholas a su lado. Se sobresaltó y trató de levantarse, pero él la obligó a seguir acostada.
—Tranquila. No me aprovecho de las mujeres indefensas.
Ella quería decirle que no lo creía, pero se limitó a murmurar:
—¿Qué me ha pasado?
—Te has desmayado. Y además estás helada.
_____ no se había dado cuenta de que estaba temblando hasta que la cubrió con una manta de cachemir.
—No debería haberte llevado a la calle a hablar con la prensa sin que te pusieras algo encima de ese vestido —reconoció él.
La prensa. Las imágenes acudieron a su mente como una pesadilla recurrente, y volvió a cerrar los ojos.
—No me puedo creer que lo hayas hecho de verdad.
Nicholas se enderezó.
—Mi dispace. No tengo excusa por haberte asustado de esa manera.
—¡No me refería a lo de hacerte el maníaco sexual! —replicó ella, sentándose en la cama—. Lo decía por lo que has hecho delante de esos periodistas. ¿Tienes idea de la que has montado?
—He hecho lo que tenía que hacer.
—Genial. Has hecho lo que tenías que hacer para que esto se descontrole definitivamente.
—Se había descontrolado mucho antes de que hiciera nada. Tú misma lo has dicho.
—Pues ahora tenemos un falso compromiso, con un falso anillo y todas las cosas falsas que va a acarrear tu anuncio.
—Pero el matrimonio de tu hermana estará a salvo, lo que, desde luego, hace que la falsedad, el sacrificio y las mentiras valgan la pena. ¿O no?
________ notó que aunque ya no estuviera furioso no había perdido ni un ápice de sarcasmo, y se quiso levantar.
—Quédate donde estás —le ordenó él, avanzando hacia la puerta—. Será mejor que esperes a entrar un poco en calor y recuperarte.
Ella pensó que no se iba a recuperar nunca de aquella noche horrible y, haciendo caso omiso de la orden, se sentó en el borde de la cama y trató de aplacar la sensación de mareo.
—Tengo que encontrar la manera de salir sin que me vean para irme a casa —farfulló, más para sí que para él.
Pero Nicholas la oyó y se detuvo en la puerta.
—¿Dónde vives cuando estás en Londres?
Normalmente, _____ se alojaba en casa de Elise, pero no en aquella ocasión.
—Ahora mismo, en casa de Mark. Se estará preguntando dónde me he metido.
—Lo dudo, cara. Pero es igual, porque de ahora en adelante vivirás aquí conmigo.
—¡No!
—Si yo ya no tengo libertad absoluta para decidir qué hacer con mi vida, tú tampoco —declaró él, abriendo la puerta—. Así que hasta que encontremos una salida para esta situación que no implique un desprestigio para mí, tú y yo, señorita Carmichael, estaremos pegados como con cola. Así que vuelve a tumbarte y acostúmbrate a la idea.
Acto seguido, Nicholas salió del dormitorio y la dejó boquiabierta.
—Pero eso es una estupidez —gritó—. Los prometidos no tienen por qué vivir juntos.
Después de un momento, al ver que no volvía para discutir, _____ suspiró resignada y se preguntó si no tendría razón en parte. El tren de la prensa se había puesto en marcha y no había forma de pararlo sin que alguno, o todos, saliera desprestigiado.
Cerró los ojos, con la esperanza de que la cabeza dejara de darle vueltas para poder pensar. Tenía que llamar a Mark. La situación había cambiado drásticamente, y tenía que ponerlo sobre aviso y pedirle instrucciones. Decidió no prestar atención al mareo, se puso en pie y vio que sus zapatos habían desaparecido. Se envolvió en la manta y empezó a buscarlos, pero no aparecían por ninguna parte. Nicholas se los debía de haber llevado para que no se pudiera escapar. _____ pensó que tenía que estar loco si creía que estaba tan mal de la cabeza como para salir, con o sin zapatos, cuando el edificio estaba rodeado de paparazzis.
Se alegró de encontrar un cuarto de baño, porque hacía horas que no iba. Olía a Nicholas: limpio y ácido, con un toque especiado. Mientras se lavaba las manos pensó que era el tipo de perfume que cabía esperar de un hombre de su nivel. Recordó la infinidad de cosméticos que le había hecho ponerse Elise y supuso que en aquel momento también debía de oler como las mujeres de la alta sociedad. Se miró en el espejo y se quedó impresionada, porque apenas se reconocía en la imagen de aquella rabia delgada de pelo liso con toneladas de maquillaje.
Mientras observaba que la sombra hacía que sus ojos parecieran más azules de lo que eran en realidad, pensó que a todo el mundo le encantaba decirle que tenía el potencial para ser casi tan atractiva como Elise, pero debería cuidar más su aspecto. Parecía que por fin les había dado el gusto. El problema era que no era ni quería ser Elise y que la persona que veía en el espejo estaba fingiendo ser algo que ella no era.
En otras palabras, no era más que una burda imitación.
Notó que, aunque ya no le quedaban restos de carmín, seguía teniendo los labios más carnosos de lo habitual. Carnosos y sensuales por demasiados besos compartidos con un completo desconocido. Un desconocido que iba a sufrir una conmoción cuando descubriera a la verdadera Anahi Carmichael.
Suspiró y volvió al dormitorio para buscar la otra posesión que había perdido: el bolso con el móvil dentro. Como no estaba en la habitación, salió al pasillo y fue hasta el salón. Mientras caminaba se dio cuenta de que, sin los tacones de diez centímetros, el vestido ya no le parecía tan escandalosamente corto. Más que encontrar el bolso, lo oyó, porque el móvil estaba sonando. Siguió el sonido, segura de que debía de ser Mark, y lo encontró en el suelo junto al último sofá en el que se había sentado.
El vaso de vodka también estaba allí. Se agachó para levantar el bolso y, durante un momento, consideró la posibilidad de apurar lo que quedaba en la copa para armarse de valor antes de explicar lo que había pasado.
Al final no hizo falta que se lo dijera.
—¿Qué haces en el piso de Jonas, _____? —le gritó Mark, en cuanto contestó.
—¿Cómo sabes dónde estoy?
—¡Porque está circulando por toda la red!
Un sonido, a sus espaldas, la hizo girarse para ver a Nicholas en la puerta del salón. Se había arremangado la camisa y se le veían los brazos bronceados. _____ sintió un cosquilleo en el estómago y un nudo en la garganta.
—No te pongas histérico —le dijo a Mark—. Le he explicado la situación a Nichoas y ha sido muy comprensivo, como os había dicho a Elise y a ti que sería cuando se enterara de la situación.
—Voy a buscarte.
—¡No! Es mejor que no vengas por aquí.
—¿Porque soy periodista? ¿Os habéis puesto de acuerdo para hacer ese anuncio delirante de vuestro compromiso que está circulando por toda Europa en estos momentos?
______ tragó saliva. No se podía creer que la noticia hubiera corrido tan deprisa.
—Antes que nada, soy tu hermano —estaba diciendo Mark, furioso—. Y si ese desgraciado te...
—Pues es un poco tarde para que te acuerdes de eso —lo interrumpió ella—. Después de la forma en que me has dejado plantada esta noche, preferiría no tener ningún hermano.
—Yo creía que venías detrás de mí hasta que he llegado al coche. Como todos mis colegas estaban apiñados en la puerta del hotel y no te veía por ninguna parte, di por sentado que te habías ido en otra dirección.
—Y, sin pensártelo dos veces, te fuiste a casa sin mí para mandar tu primicia al periódico.
Aquello era típico de Mark.
—Tenía una fecha de entrega —gruñó él.
______ pensó que ella tenía una vida.
—Pues ahora es muy tarde para que me vengas con tu preocupación fraternal.
—Está bien, tienes razón. Lo siento, _____. Entonces, ¿Jonas ha accedido a seguirnos el juego sin problemas?
—Sí.
—¿Y cuándo vas a volver a casa?
—¿Volver?
Nicholas estaba en la puerta tan interesado en oír la respuesta como Mark. En aquel momento, _____ supo que no iría a ninguna parte. Estaba en deuda con aquel hombre, y lo mínimo que podía hacer era jugar el juego a su manera.
—No voy a volver —le dijo a Mark, aunque atenta al italiano—. Aún estamos evaluando nuestras opciones. Así que de momento me quedo aquí.
—¿Sólo evaluando opciones? —preguntó su hermano.
Ella no pudo contestar de inmediato, porque Alfonso la estaba mirando de una forma inquietante.
—Sí —respondió, al cabo de un momento. Pero el instante de vacilación había sido suficiente para que su hermano sacara conclusiones.
—Espero que sepas lo que haces —dijo con seriedad—. No es de la clase de hombres con la que te convendría liarte.
Tenía gracia que le diera aquel consejo después de lo que había pasado.
—Te llamaré mañana.
—Será mejor que llame a Elise para decirle que puede dejar de preocuparse.
—De acuerdo. Dile que he...
—Bueno —la interrumpió—. Tengo que irme, _____. Tengo que modificar el artículo antes de que lo impriman. ¿Tienes idea de lo mucho que me has complicado las cosas por hacer ese anuncio de repente?
La comunicación se cortó, y _____ se quedó mirando el teléfono. Por primera vez en toda la noche sintió ganas de echarse a llorar. Nicholas la estaba observando. Se había vuelto a poner pálida y se notaba que acababan de despreciarla como a un juguete viejo.
Se puso furioso. Quería patear algo; a los hermanos de ______, por ejemplo.
—¿Qué esperabas? —le preguntó bruscamente—. ¿Un rescate a capa y espada? No eres la pieza principal de este ajedrez, cara. Es Elise.
—Lo sé.
______ se dejó caer en el sofá.
—Por lo menos, el bebé conocerá a su verdadero padre.
Nicholas intentaba sonar tranquilizador, pero había sonado duro. Ella se estremeció, apretó los labios y bajó la cabeza, dejando al descubierto la curva de su nuca estilizada.
Él tensó la mandíbula. Se debatía entre el deseo por probar lo que veía y la certeza de que saldría escaldado si no tenía más cuidado con lo que decía. Se apartó de la puerta y avanzó hacia _____. Ella lo oyó acercarse, enderezó la espalda y se estremeció cuando él se agachó con la intención de alcanzarle el vodka.
—Por favor, no empieces otra vez a arrastrarme de un lado a otro —le suplicó.
Nicholas no lo había pensado, pero se dio cuenta de que _____ tenía razón: la había estado arrastrando de un lado a otro.
—Lo siento —dijo, enderezándose.
—Todo el mundo lo siente. Pero con eso no se arregla nada, ¿verdad?
Como no se lo podía discutir, se sentó junto a ella y suspiró.
—¿Te empiezas a sentir la verdadera víctima, cara? Es una sensación extraña, ¿no crees? Es muy frustrante sentirse tan indefenso. Y si nos ponemos a pensar en cómo se van a sentir nuestros amantes actuales cuando se enteren de la noticia, la sensación de frustración se vuelve desesperante.
—¿Tienes una amante? —preguntó ella, mirándolo con los ojos llenos de lágrimas.
—¿Y tú?
—¡Por supuesto que no! ¿Crees que me habría metido en algo así si tuviera un amante al que pudiera avergonzar con esto?
—Pues a mí no me dieron la oportunidad de elegir si quería meterme en algo así o no, de modo que deja de compadecerte. Sigues sin ser tan víctima como yo, así que...
—Y tú tienes la deferencia de no dejar de recordármelo.
_____ se puso en pie. No sabía por qué estaba tan nerviosa hasta que se dio cuenta de qué era lo que le inquietaba.
—¿Y con quién estás?
La mirada burlona de Nicholas le indicó que no tenía derecho a preguntárselo, pero aquello no impidió que se imaginara a alguna rubia de piernas largas y apellido ilustre. Tomó aire y trató de aplacar los celos que sentía, consciente de que unos pocos besos y el anuncio de un compromiso falso no le daban ningún derecho de exclusividad.
Aunque sabía que era una locura, no podía dejar de mirarlo y fantasear con él. Lo peor del caso era que, después de haber tenido el cuerpo apretado contra el suyo varias veces, aún podía sentir el perfume sensual, el calor de la boca y la intensidad de las caricias.
—No tengo ninguna amante —contestó Nicholas—. Afortunadamente.
A ella se le secó la boca y se le aflojaron las piernas.
—Sólo me preguntaba si tendrías algún hombre acechando entre bastidores —añadió él—, preparado para saltar y causarme más problemas.
—Pues no hay ninguno.
______ se volvió. Le dolía oírlo hacer un comentario tan sarcástico, aunque sabía que tenía derecho a sospechar de ella.
—Bien —dijo Nicholas—. En ese caso puedo sentarme aquí a mirar las fabulosas piernas de mi prometida sin tener que preocuparme por la posibilidad de estar invadiendo territorio ajeno.
Las piernas a las que se refería empezaron a temblar.
—No estamos prometidos —replicó ella, incapaz de quedarse quieta.
—Y cómo se le marca el trasero con ese vestido cuando camina...
_____ se giró de inmediato.
—¿Ésta es tu idea de la diversión?
—¿No te gusta que te diga que me gusta lo que veo?
—¡No!
—Pero tú sí puedes mirarme como si no te pudieras creer la suerte que tienes, ¿verdad?
—Yo no... —balbuceó ruborizada.
—¿Son tuyas o te has puesto silicona?
_____ se quedó boquiabierta, sin dar crédito a sus oídos.
—¿Cómo te atreves a preguntarme eso?
—Parecen de verdad, pero hoy en día es difícil saberlo sólo mirando...
—¡Son de verdad! Y ya me estoy cansando de que...
—No, no te estás cansando de nada.
Acto seguido, Nicholas se echó hacia delante, le pasó una mano por la cintura y la sentó en su regazo. Ella soltó un gemido al sentir la presión de aquellas piernas largas y musculosas.
—¿Qué crees que estás haciendo? —lo increpó, empujándolo con los puños para apartarse.
—Por la forma en que me miras, considera que tienes suerte de que haya aguantado tanto tiempo sin hacer nada.
_____ no imaginaba que había sido tan evidente.
—Has dicho que no es tu estilo.
—Ya no estás indefensa.
Nicholas la tomó de la barbilla y esperó a que abriera la boca con intención de protestar para asaltarle entonces aquellos labios con forma de corazón.
Se habían besado con rabia y con una pasión desenfrenada. Se habían besado para escandalizarse y para contenerse. Pero aquel beso era diferente. Aquel beso encerraba tanto deseo frustrado, tanta hambre, tanto calor, que la estremeció más que cualquiera de los besos que le habían dado en su vida.
Dejó de forcejear con los puños para que la soltara y empezó a acariciarle el cuello. Él la tenía sujeta con una mano, mientras que con la otra le acariciaba las piernas. A _____ se le había levantado el vestido, y cuanto más subía la mano Nicholas, más tenía que tensar los muslos para tratar de reprimirse. Tenía los pezones endurecidos y presionados contra la camisa de Nicholas. Le pasó la yema de los dedos por la mejilla hasta la comisura de los labios. Él murmuró algo cuando le tomó la mano y se la puso entre las piernas, allí donde la carne tensa y excitada pugnaba por liberarse de la cárcel de los pantalones. La pasión contenida desde el primer beso se desató frenéticamente.
Nicholas la tomó del pelo y le echó la cabeza hacia atrás para comerle el cuello a besos. _____ se retorció de placer. Bastó con un simple tirón para soltar el tirante que sostenía el vestido. Él le recorrió el pecho con su deliciosa tortura de lengua, labios y dientes hasta que se introdujo un pezón en la boca y succionó suavemente.
Ella se estremeció y se aferró a él entre gemidos de placer. Nichoas levantó la cabeza para besarla en la boca, y el seno abandonado protestó por la falta de caricias. _____ gimió contra su boca, y como respuesta, él la sentó a horcajadas sobre sus piernas. _____ no pudo reprimir el impulso de apretarse contra él, sexo contra sexo. Nicholas la animó, tomándola de las nalgas, completamente descubiertas ahora que el vestido se le había subido a la cintura. Ella sintió un calor abrasador entre los muslos y empujó las caderas mientras le hundía los dedos en la cabellera negra y sedosa.
Cuando se levantó con ella en brazos, no se molestó en protestar. Sabía qué estaba haciendo y adonde la llevaba.
Notó la suavidad de las sábanas cuando la dejó en la cama y le echó los brazos al cuello por si decidía enderezarse y dejarla. Lejos de marcharse, él le quitó el vestido con la destreza de un hombre que sabía desnudar a una mujer sin dejar de besarla. No había sujetador que tuviera que quitar, ya que con aquel vestido no habría podido ponérselo, y las medias tenían ligas, lo que dejaba las braguitas como única barrera, pero se quedaron en su sitio, porque él se estaba desvistiendo. Ella lo ayudó, impulsada por una necesidad febril, y juntos lucharon con los botones, con el cinturón...
El mundo se redujo al frufrú apremiante de la ropa, las respiraciones entrecortadas, el calor de sus cuerpos y las caricias impacientes de los dedos en la piel. Y al beso, que no se interrumpió en ningún momento, ni cuando exploró todos los músculos de su cuerpo con las manos, ni con ninguno de los gemidos que le arrancaban las caricias.
El movimiento que hizo él para quitarse los zapatos coincidió con el momento en que ella lo liberaba de la camisa. La piel cálida y tersa de Nicholas, cubierta de una mata de vello, volvió a regalarle los ávidos dedos, y ella la recorrió con las uñas y lo sintió estremecerse de placer. Notó que él se tensaba cuando por fin sintió todo el poder de su desnudez a su lado. Tenía un cuerpo imponente, increíble.
Sentía en los pezones erectos el roce del vello viril, y el placer que le proporcionaba era tal que la dejaba sin aliento; sin embargo, se puso a jadear cuando él le pasó las manos por la espalda, las nalgas y los muslos antes de bajar hasta las medias. Se las quitó sin ningún esfuerzo, y al llegar al final, la tomó de un pie y le hizo pasarle una pierna por encima de las caderas.
Se estremeció de placer cuando él le tomó una mano, se la situó sobre la piel suave del miembro viril y la instó a acariciarlo. Aún llevaba las braguitas, pero no las quería; quería sentirlo acariciarla sin que nada se interpusiera entre su piel.
Nicholas pareció leerle la mente, porque se giró para tumbarse de espaldas con ella encima. Luego la levantó, le hizo juntar los muslos y le pasó dos dedos por el elástico para apartarle las braguitas de la redondez del trasero.
—Tu piel es como la seda —le susurró entre besos.
Cuando ella atrapó las palabras con la punta de la lengua, él bajó un dedo hasta alcanzar la cálida humedad que albergaba entre los muslos. Sabía muy bien lo que hacía. _____ se volvió loca de placer por el estímulo que le nublaba los sentidos. Con un gemido, él la recostó boca arriba, y, por primera vez, interrumpieron el beso.
Los ojos de Nicholas parecían dos diamantes negros cuando se situó entre aquellos muslos blancos como una perla. Durante los minutos siguientes, _____ se entregó por entero a la sensualidad embriagadora de sus caricias.
Era exquisita. Era la mujer más receptiva con la que había estado en su vida. Durante un breve momento no pudo evitar preguntarse con qué hombre habría aprendido a reaccionar así, y sintió una punzada de algo demasiado parecido a los celos. Mientras la besaba íntimamente, le buscaba el placer con los dedos. Levantó la vista para mirarle la cara y la observó rendirse, apremiado por una ardiente necesidad de volverla loca.
Le parecía la criatura más hermosa del universo. El pelo claro desparramado por la almohada, los labios rojos contra la blancura de la piel, los ojos cerrados, los brazos relajados sobre la cabeza en un gesto de rendición total y el temblor de los senos cuando se arqueaba sensualmente con cada caricia. Sabía que ella quería alcanzar el clímax, y él podía sentir la tensión en todo el cuerpo, pero la idea de que otro hombre pudiera haberle hecho sentir algo parecido lo impulsaba a querer darle más y más placer. Se apartó abruptamente y, mientras ella protestaba con un gemido, terminó de quitarle las braguitas. Acto seguido, le asaltó cada centímetro de piel con manos, labios y dientes. Le introdujo más los dedos en el sexo y le rodeó un seno con la boca. Eran perfectos. Mientras sus dedos jugaban con uno de los pezones, su lengua se ocupaba del otro. Ella gimió, se arqueó, se estremeció y trató de vengarse a fuerza de caricias y mordiscos. Le pasó las manos por todas partes, haciéndolo temblar cada vez que decidía clavarle las uñas en la piel.
—Mírame —dijo Nicholas con voz ronca.
_____ abrió los ojos y lo miró con toda la intensidad de su deseo. Pensó que era arrebatador. Un amante apasionado con cara de ángel caído. Le sostuvo la mirada cuando se situó entre sus piernas y se introdujo en ella con mucha suavidad. La sorpresa le hizo abrir los ojos desmesuradamente. No era virgen, pero Nicholas era grande, y tal vez la experiencia le hubiera enseñado a tener cuidado con las amantes nuevas, porque se notaba que se estaba conteniendo para no hacerle daño.
—¿Estás bien? —preguntó él.
Ella asintió y trató de relajar los músculos internos. Nicholas le lamió los labios con una lentitud erótica que avivó la llama del deseo. _____ lo tomó de los hombros y empezó a respirar entrecortadamente mientras él se empujaba en su interior, acompasando los movimientos.
Se unieron en una danza de ritmos contrarios. _____ tenía la impresión de que sus sentidos cobraban vida propia y se agitó debajo de él. Lo necesitaba; quería poseerlo por completo. Cuando lo sujetó por los hombros, sintió la tensión que le provocaba la espera. Impaciente, levantó las caderas, cerró los ojos y lo atrajo más aún a su interior.
Nicholas pensó que nunca había sentido nada parecido. Le devoró la boca a besos y, al notar la desesperación de su amante, que se esforzaba por separar más los muslos, se olvidó de la prudencia y se dejó llevar por la fuerza de la pasión. Casi esperaba que protestara, pero ella no hizo sino alentarlo.
Era maravillosa; una sílfide de piel perlada con movimientos de sirena. Le rodeaba los hombros con las manos, clavando las uñas ligeramente. Fue aumentando el ritmo y ella lo siguió, respondiendo a cada acometida con una contracción deliciosa.
Los dos se vieron invadidos por un calor que los transportó a otro mundo. La tensión se convirtió en una especie de línea electrizante entre el dolor y el éxtasis, que les licuaba los sentidos y les bloqueaba el cerebro. ______ se sacudió por la intensidad del orgasmo y arqueó la espalda mientras él se empujaba con fuerza, gemía estremecido y se dejaba arrastrar hacia un clímax arrollador que parecía que no terminaría nunca.
Vanee LovatoD'Jonas
Re: Una novia para el italiano (Nick & Tu) -Adaptación- [Terminada]
Tienes que seguirla, siguela pronto
Puchy_ve
Re: Una novia para el italiano (Nick & Tu) -Adaptación- [Terminada]
aaaaaaahhhhhh!!!!!.... Que caaaloorrrrr..... Querer caaaaalooorrr!!!!...
chelis
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