Over the Sky. {Louis Tomlinson} OS.

Gris, ese era el color del cielo aquel día. El viento soplaba haciendo que los cabellos de cierto castaño se movieran un poco. Su mirada estaba perdida al igual que sus pensamientos. Todavía lo recordaba como si estuviera sucediendo justo en ese momento.

Era un día como ese, nublado…

Demasiada gente, demasiados ruidos. Bueno, no era algo nuevo para la gente que vivía en Manhattan, era prácticamente la rutina diaria en aquel lugar. Despertar, alistarse, ir al trabajo o a la escuela y regresar. Simple y aburrido.
A penas eran las 8:37 p.m. y cierto chico de ojos azules ya estaba más que desesperado. Suspiró cansado, ya se estaba haciendo tarde y el lo sabía, sabía la forma en la que Megan se enojaría con él por ello.

—Señor Tomlinson, han llegado los archivos del último caso para que los revise.—comentó un chico de cabellos castaños dejando algunas hojas en la oficina del de ojos azules.
—Gracias Jake, ahora lo reviso.—sonrió forzadamente y se sentó rápidamente en la silla que daba en frente a su escritorio.

Louis Tomlinson, uno de los mejores criminalistas de Manhattan, a pesar de su corta edad de 28 años había logrado mucho en su carrera.
Revisó rápidamente los papeles que habían dejado sobre su escritorio unos momentos atrás y suspiró. Apenas estaba terminando y se supone que llegaría a casa a las cinco.
Con los papeles en mano se levantó de su asiento y se dirigió hacia la ventana, la abrió con cuidado y aquella habitación se lleno del ruido del exterior. Miró con cuidado el reloj que llevaba en su muñeca, 9:02 p.m.
Ya había terminado, era hora de irse. Agarró rápidamente sus cosas y salió de su oficina despidiéndose de sus compañeros de trabajo, dirigió su mirada al cielo y unas cuantas gotas de lluvia cayeron en su rostro.
Entró a su auto y tomó su celular. Como lo temía, 7 llamadas perdidas y 3 mensajes.
—“Mierda”—pensó al ver el destinatario, Megan.
Apretó unos cuantos botones en su celular para poder marcarle a aquella joven, su esposa, Megan Rickson una rubia de 27 años. Encendió su coche y emprendió la marcha mientras esperaba que ella le respondiera.

—¡Louis! ¿Dónde diablos estas? Se supone que llegarías temprano.—dijo casi gritando una voz femenina al otro lado del teléfono.
—Amor, lo siento, ya voy en camino, el trabajo se me acumuló, no era mi intención.—dijo tratando de excusarse.
—¡Es que esto no puede ser Louis!, siempre sucede lo mismo, ni en el cumpleaños de tu hijo puedes estar con nosotros.
—¡Sabes que no es porque yo quiera!—gritó algo enojado el ojo azul.
—Ni te preocupes en llegar rápido a la casa, no estamos ahí.—dijo con la voz entrecortada Megan.
—¿Dónde estan?—preguntó el castaño.
—Vamos en camino al cine, Ryan quería ir con los dos, pero se hacia tarde y no llegabas.—contestó cortante.
—Megan por Dios, no me trates de esa forma. Por mi ustedes dos tienen lo que tienen. No puedo partirme en dos y trabajar y estar con ustedes al mismo tiempo.
—No te pido que dejes de hacerlo, solo quisiera que por lo menos nos dieras algo de tiempo, lo único que hacemos es pelear ahora.—dijo sentida.
—¡Es porque siempre estas acusándome de cosas que no controlo!—gritó enojado.
—¿Ahora es mi culpa?—preguntó irónicamente Megan.
—No quieras hacerte la víctima ahora Megan, por favor, estoy cansado de todo esto.

Y así estaba comenzando de nuevo, una pelea que era escuchada por un pequeño de cuatro años, quien ni siquiera entendía muy bien lo que estaba sucediendo, su mirada se dirigía a la ventana del coche, él iba en los asientos de atrás, observando con tristeza los demás coches mientras su mamá discutía en el teléfono con su padre.

—Mami…—susurró mientras pateaba ligeramente el asiento de su mamá.
—Espera un momento Ryan.—dijo en tono severo la rubia.
—Pero mami…—volvió a decir.
—¡He dicho que te esperes y deja de patear el asiento!—gritó volteando por un momento a ver a su hijo, encontrándose con que el pequeño se encontraba derramando una lagrima.—Ryan, amor yo…

Algo sucedió. La joven no pudo terminar su oración…

—¿¡Megan!?—gritó Louis—¡Contesta, no cuelgues el maldito teléfono!

Pero la rubia no había cortado la llamada. Había sucedido algo que ninguno se esperaba, algo realmente terrible.
Ahora ella estaba observando a su pequeño, con varios golpes y moretones, mas sin embargo estaba en mejores condiciones que ella, un charco de sangre estaba debajo de ella. Habían chocado.

—M-mami… me duele mucho—dijo con la voz entrecortada el pequeño rubio.
—Amor, todo va a estar bien.—sonrió tratando de tranquilizar a su pequeño.—T-tu papá vendrá pronto.
—¿Papá?—preguntó con unas cuantas lagrimas cubriendo su rostro debido al dolor.
—Si, ¿escuchas esas sirenas? Es tu papá, viene a ayudarnos amor.—dijo la rubia comenzando a llorar al ver como su pequeño comenzaba a cerrar los ojos…

Mas sin embargo el oji-azul nunca llegó para ver aquella escena como lo había dicho Megan.

Y ahora ahí se encontraba, recordando de nuevo como había recibido aquella llamada avisándole que su esposa e hijo había tengo un terrible accidente.
Cayó de rodillas y las lagrimas comenzaron a rodar por sus mejillas. Se sentía culpable, ella había muerto mientras estaban discutiendo, lo último que ella escucho de su boca fueron gritos, ¿por qué todo había sucedido de aquella manera?

Alzó un poco la vista…
“Megan Rickson, 1986-2013”

—Te extraño…—dijo mientras algunas gotas de lluvia comenzaban a caer, haciendo que se mojara, pero es no le importaba, no en esos momentos.

Las lagrimas no dejaban de caer de sus mejillas, una sola razón había, la extrañaba, quería volverla a ver, tenerla junto a él, abrazarla, decirle lo mucho que la amaba… pero ya no era posible. Estaba sufriendo demasiado por ella.

Pequeños pasos se escucharon detrás de él llamado su atención.

—Yo también la extraño.—dijo débilmente una tierna voz.
—Ryan… ¿cómo llegaste hasta aquí? ¡Te puedes enfermar si te mojas!—dijo preocupado Louis levantándose para abrazar a su hijo.
—Te seguí…—susurro con algo de miedo—Papi…
—Dime pequeño.—sonrió sinceramente el mayor, ya no tenía a Megan, pero tenía a Ryan, su pequeño travieso.
—¿Mami no va a volver?—preguntó inocentemente con lagrimas en los ojos— ¿Voy a volver a verla?

Aquellas dos preguntas le destrozaron el corazón al castaño. ¿Cómo le decías a un pequeño de cuatro años que su mamá había muerto y que no la volvería a ver jamás?

—No campeón.—negó con tristeza—Pero algún día la volveremos a ver.
—¿Cómo lo sabes? ¿D-dónde esta ella?
—Ella está en un lugar mejor campeón, está en un lugar en donde ya no hay dolor y sé que la volveremos a ver porque ella nos estará esperando a los dos, ella ahora es un ángel que nos cuidará desde el cielo.—dijo abrazando aún mas fuerte al rubio.
—Yo quiero que me cuide desde aquí…— dijo el pequeño soltando unas cuantas lágrimas mientras cubría su rostro con sus manos.
—Eso ya no se podrá ser, cariño, —comentó llorando, aquella escena era completamente desgarradora y después añadió: —Yo me encargaré de cuidarte siempre y tu mami siempre te amará, esté en donde esté, ella siempre velará por ti, porque tú estés bien. Así que no hay nada de que preocuparse.
—¿Me lo prometes?—dijo Ryan haciendo su última pregunta.
—Te lo prometo.—sonrió.

Lo que no sabían, es que es ese mismo instante alguien los observaba, esa persona que cuidaría de ambos desde el cielo. Con lagrimas en los ojos veía aquella escena. Cuanto daría por estar con ellos, pero no se podía, ella igual los iba a extrañar, a los dos.

Las lagrimas seguirían saliendo por mucho tiempo, seguirían rodando por las mejillas de los dos, porque eran lagrimas sinceras, la extrañaban, la amaban. Aquel dolor algún día se convertiría en anhelo.
Y aunque la rubia viviría siempre en la mente y el corazón de Louis, él estaba consciente de que se había quedado sin decir dos palabras muy importantes antes de que ella muriera: Te Amo.