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“Pecados de la Carne” (Joe&Tú) CANCELADA
O W N :: Archivos :: Canceladas
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Re: “Pecados de la Carne” (Joe&Tú) CANCELADA
ahy no pork no la siges dale siguela siguela siguela es para hoyy o mañana hahaha siguela enserio ya kiero capis nesesitoo capis plizz no te tardess!!!!
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Pecados de la Carne (Joe&Tú)
Pecados de la Carne (Joe&Tú)
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Capítulo 27
Cerró los ojos y disfrutó de las sensaciones; sintió cómo se le humedecía el coño y se le mojaban las medias y las bragas. Se presionó el clítoris deseando poder meterse el dedo en el sexo. Las medias no se lo permitían.
Sin embargo, seguía necesitando un alivio rápido. Aumentó la presión con los dedos y su cuerpo tembló cuando una larga oleada de calor la recorrió. Cerró los ojos y se deleitó en el clímax.
Cuando escuchó los pasos que se acercaban, abrió los ojos. Recuperó la compostura y se puso bien el uniforme y la falda. Inspiró con fuerza justo cuando Rosalía Dayton giraba la esquina.
—Estás aquí —dijo la mujer—. Me acaban de dar la noticia. Joe me ha dicho que has aceptado el trabajo. Enhorabuena.
______ sonrió.
—Bueno, gracias. Espero que trabajemos a gusto juntas.
Rosalía miró hacia el techo.
—Estoy muy emocionada por poder trabajar por fin con una mujer inteligente y no con otra de las putitas de Joe. Créeme, estoy cansadísima de todas las modelos en potencia que desfilan por aquí sólo para que él se pueda acostar con ellas. Al escuchar estas palabras ______ sintió que se le caía el alma al suelo.
— ¿Así que se acuesta con muchas mujeres? —No era que no hubiera escuchado los rumores. Los había oído. Simplemente había elegido ignorarlos.
Hasta ahora.
Un brillo de complicidad iluminó los ojos de Rosalía.
—No se acuestan exactamente, cariño. Este hombre aún no ha conseguido meterse una en el saco que ya está buscando la siguiente. —La vieja mujer alargó el brazo y le dio una palmadita en el hombro—. Pero tú pareces una chica sensible. Ya tienes una edad. No pareces el tipo de mujer con la que Joe pueda tontear.
Información procedente de la fuente más fidedigna. ¿Podía estar más claro?
______ intentó mantener una expresión neutral. Durante los últimos tres días había estado fantaseando con acostarse con Joe, y al final le habían destrozado las ilusiones en un minuto.
—Gracias. —«Supongo», pensó. _______ se tragó el nudo que se le había hecho en la garganta. No hacía ni veinte minutos que Joe la había manoseado como si fuera un trozo de carne de primera. Además, ella había estado a punto de dejarle seguir adelante. Gracias a Dios que no se había dejado llevar. Si él le hubiera dicho que se la quería follar, le hubiera faltado tiempo para quitarse la ropa.
—De nada —Rosalía le dio un suave codazo en las costillas—. Enhorabuena otra vez, querida. —Se alejó caminando con la energía que podría tener una mujer con la mitad de años que ella.
______ clavó la mirada en la puerta del despacho de Joe. El éxito era como encontrarse un trozo de carbón en los zapatos el día de Reyes. Le dieron ganas de entrar y tirarle el ascenso a la cara.
Dios. Su propio comportamiento le daba ganas de vomitar. Había estado a punto de comportarse como una perra en celo frotándose contra su pierna.
_____ tenía la sensación de haber evitado un gran error. Gracias a Dios, Joe nunca sabría lo cerca que había estado de dejarse llevar. Todo cuanto a él se refería parecía tan perfecto... Y, sin embargo, cuando lo analizaba con precisión se daba cuenta de que todo estaba mal. Para un hombre como Joe, ella no significaría más que una breve distracción. Hasta que se encaprichase de la siguiente chica.
Aquella idea cayó de pleno sobre el mayor de sus temores. No sólo se sentía barata, sino también fácil. Y desechable.
—Estúpida, estúpida, estúpida.
De repente, no soportaba seguir en el club.
Descuidando sus tareas laborales, se fue corriendo hasta su coche. Se sentó tras el volante y cerró las puertas.
Se golpeó la cabeza contra el volante. Últimamente parecía ser su forma preferida de auto castigarse. Era una lástima que no lo hiciera más a menudo. Tal vez así conseguiría adquirir un poco de sensatez.
— ¿En qué diablos estaba pensando? —Sólo había desayunado con él y ya estaba soñando con una fantástica aventura. Más le valía tener cuidado con Joe; era un peligroso demonio carnal disfrazado de hombre atractivo. Casi había conseguido embaucarla para que se metiese en su cama con su provocativa mezcla de sofisticación y misterio. La lujuria era una droga terrible; resultaba imposible alejarse de ella o resistirse. Aún sentía un hormigueo en todas las partes del cuerpo que Joe le había tocado.
Levantó la cabeza y miró sus ojos en el espejo retrovisor.
—Mantente alejada de ese maldito hombre. Sólo te traerá problemas.
Se estremeció mientras luchaba contra las lágrimas. Era un consejo fácil de dar.
«Difícil de seguir cuando estás enamorada.»
_______ era consciente de que cada vez había menos luz en la calle. El perfil de la ciudad se desdibujaba lentamente a medida que el cielo cambiaba su color azul por el gris y finalmente se cubría de un sombrío y oscuro tono tan negro como el hollín. La ciudad se llenaba de luces. En aquellas horas antes del anochecer, ella estaba sola de nuevo.
Perdida en la tristeza, también se sentía marchitar, como si estuviera cayendo en una oscuridad de la que nunca podría volver a salir. En lugar de haber aceptado la deliciosa oferta de Joe, la había rechazado. El dejó bien claro que la deseaba. No había ninguna duda respecto a eso. Ella había conseguido encontrar la fuerza para resistirse a él aquella noche o, más bien, le había faltado la suficiente confianza en sí misma para seguir sus instintos. « ¿Por qué?»
¿Era porque le habían hecho daño hacía poco? Una bocina sonó en el interior de su mente. No era una excusa lo bastante buena.
¿Era porque tenía miedo? Caliente, caliente... ¿Tal vez era porque creía que ella no era lo suficientemente buena para un hombre como Joe? Bingo. ______ se frotó los ojos.
—Estoy cansada de no ser lo suficientemente buena —murmuró—. Estoy cansada de ser yo. Las lágrimas volvieron a asomar a sus ojos. —Seré una solterona. Viviremos mi gato y yo solos, compartiendo comida para gatos. —Esta idea la deprimió. ¿Había alguna sorpresa más para ella en la vida o estaba condenada a sentirse como un pez fuera del agua para siempre?
Alguien llamó a la puerta y se sobresaltó. Miró hacia la puerta con mala cara y maldijo.
— ¡Maldita sea! ¿Quién demonios puede ser? —Nadie la visitaba los domingos, excepto el chico que repartía los periódicos, y ya le había pagado el mes entero a aquel mocoso mal educado.
Tal vez eran los testigos de Jehová que venían biblia en mano para salvar su alma. Definitivamente, no necesitaba ese tipo de salvación. Esperaba que no fueran los baptistas. Su iglesia estaba sólo a unas manzanas más arriba. No la habían educado para pertenecer a ninguna organización religiosa y siempre había sentido más atracción por lo oculto. Se sentía más identificada con el pensamiento del Wicca: prefería creer en la fuerza de la naturaleza y sus elementos que en un Dios que creó al hombre a su imagen y semejanza. Si eso era cierto, entonces Dios había elegido una imagen muy pobre en la que basar su creación. « ¡Mete tus panfletos en el buzón y vete!»
El timbre sonó otra vez.
—Ahora no —murmuró en voz baja. Estaba sentada a oscuras, así que tal vez quien estaba llamando pensaría que no estaba en casa y se iría. Se quedó sentada muy quieta, en silencio, aguantando la respiración.
Llamaron otra vez. Y otra vez. Estaba claro que allí había alguien decidido a no dejarse ignorar.
—Mierda. —Era evidente que aquellos malditos demagogos bíblicos sabían que estaba en casa. Su coche estaba aparcado en la puerta.
«Eres un jodido genio, _______.»
Cuando el timbre sonó por sexta vez ya estaba histérica.
Encendió la lamparita que tenía junto al sofá y se dirigió a la puerta armándose de valor para decirles a aquellos pretenciosos freaks adoradores de Jesús que se fueran ya. Giró el picaporte y abrió la puerta enérgicamente.
— ¡Os dije que me dejarais en paz!
Cuando vio quien era la persona que estaba ante su puerta, su furia desapareció. Se calló de golpe y se quedó paralizada, mirando fijamente al hombre que esperaba fuera.
Oh, perfecto. Eso era justo lo que menos necesitaba en ese momento.
—Bueno, _____ —dijo Joe despacio—, si insistes, supongo que no me queda elección. —Como no estaba en el club se había vestido más informal: pantalones, camiseta y chaqueta deportiva. Pulcro e inmaculado.
_____ gimió por dentro.
— ¿Qué... qué haces aquí? —tartamudeó, fracasando estrepitosamente al intentar mantener la compostura. De repente, se dio cuenta de que su aspecto debía dar miedo. Tenía los ojos rojos de haber estado llorando, su cara estaba hinchada, y llevaba puesto un chándal viejo y unas zapatillas.
Desde luego en ese momento estaba muy alejada del tipo de belleza sexy que encandilaría a Jonas.
—Espero que no te importe que me haya presentado sin avisar —dijo Joe —. Pero contestabas el teléfono.
No respondía porque el teléfono estaba desconectando. Cuando estaba en medio de una buena depresión, no le gustaba tener que contestar si alguien llamaba.
—Yo... Bueno, no es un buen momento. —«No fastidies, Sherlock.»
Él la miró de pies a cabeza.
—Ya veo. —Arqueó una ceja—. ¿No me vas a invitar a pasar? —Sin esperar a que ella respondiera, cruzó el umbral y entró en el salón como si hubiera estado allí mil veces.
En el apartamento predominaban los colores oscuros, básicamente azul marino y marrón. No era la clase de mujer a la que le gustaban los estampados floreados y coloridos, ni tener las ventanas siempre abiertas para que entrase la luz del sol. Prefería tener las persianas bajadas; era su manera de mantener la distancia con el mundo exterior. Su casa era su santuario, era un pequeño pedazo del mundo sobre el que tenía absoluto control. La decoración era una ecléctica mezcla entre macizos muebles de roble y los electrodomésticos más modernos.
_______ era aficionada a hacer punto de cruz. Tenía algunos cuadros de escenas fantásticas. En las paredes y cuidadosamente enmarcados, colgaban cuadros de hadas, unicornios, guapas hechiceras y atractivos magos a los que daba vida con hilos de colores gracias a su diestro uso de la aguja. La mayoría los diseñaba ella misma y los cosía a partir de los bocetos que dibujaba directamente sobre la tela. Aquella diversión tan simple era la manera que tenía de evadirse y conseguir seguir adelante con su aburrida y mundana existencia. Joe miró a su alrededor; no se le escapaba ni un solo detalle.
—Un apartamento muy bonito, ______. Encerrado en sí mismo. Como tú. Me gusta.
Ella lo seguía por el salón mientras digería sus comentarios y pensaba en qué hacer. No podía echarlo de su apartamento, y estaba convencida de que no podía llamar a la policía para que sacaran a su jefe de su casa.
Pasándose la mano por el pelo despeinado, se encogió de hombros. —Gracias. Me alegro de que te guste. Mmmm, ¿puedo ofrecerte algo para beber?
El sonrió, por fin una luz al final de aquel oscuro túnel. A ______ le flaquearon las rodillas alarmantemente.
—Una copa de vino sería estupendo, si tienes.
Una segunda oportunidad. Esta vez ______ no pensaba fastidiarla.
—En realidad, sí que tengo. —Ella también se tomaría una copa. Era malo beber solo. Así tenía compañía.
Cuando llegó a la cocina, se lavó la cara con agua fría. Después de secarse con un trapo, sacó una botella de vino blanco de la nevera. Le había costado unos tres dólares.
No era el mejor vino del mundo y probablemente estaba muy alejado de las carísimas reservas que él estaba acostumbrado a beber. Pero era todo lo que tenía. Le quitó el tapón a la botella y llenó dos copas. Las llevó hasta el salón y le ofreció una a Joe.
El la cogió mientras recorría las facciones de ______ con la mirada para finalmente centrarse en sus ojos.
—Has estado llorando —observó preocupado—. ¿Alguien te ha disgustado?
Al escuchar aquellas palabras, toda la ira, la frustración y la confusión que había sentido las últimas semanas se apoderaron de ella y la desbordaron. Quería gritar, chillar, dar patadas de rabia, pero todo cuanto podía hacer era ver con impotencia cómo la habitación se tornaba borrosa mientras las lágrimas brotaban de sus ojos.
Sacudió la cabeza y se dejó caer en el sofá.
—No es nada. —Sorbió, enjugándose las lágrimas—. Sólo estaba celebrando una fiesta de autocompasión.
Él le dio un sorbo a la copa de vino.
—Creo que todos tenemos momentos así de vez en cuando.
Ella suspiró.
—Yo he tenido muchos desde que cerré la librería. Me siento como una perdedora. Cerrarla ha acabado conmigo —decirlo en voz alta no la ayudó a sentirse mejor. Seguía sintiendo un fuerte dolor en el centro del pecho. Ese dolor provocado por el fracaso. Y por la soledad.
El se encogió de hombros.
—Sólo es dinero, ______. No significa nada.
—Es muy fácil decirlo cuando el dinero te sale por las orejas, Joe.
El se rió.
—Es verdad que tengo mucho dinero. Pero no me sirve para sentir que mi vida es más completa. Ya sabes, el dinero no puede comprar el amor.
Ella negó con la cabeza discrepando.
—Ya, pero puede comprar muchas cosas. —_______ se bebió el vino de un solo trago—. Y las cosas te hacen feliz. —Los bancos no te pisan los talones y se quedan hasta tu último céntimo.
—Tengo muchísimas cosas —dijo él lentamente—. Pero sigo sin ser feliz. No lo soy desde hace mucho tiempo. —Aquella frase parecía absurda.
Por algún motivo, ______ no creyó que estuviera bromeando. Silencio.
Ella notó que Joe la miraba, la estudiaba. Él se acercaba a ella muy despacio, como un depredador merodeando alrededor de su presa.
Capítulo 28
______ se puso tensa. Estaba preparada para responder cuando él dejó su copa de vino y se sentó junto a ella. Ella tenía la esperanza de que la abrazase y la besase febrilmente... Y por un momento deseó que la cogiese, la tirase al suelo y se la follase hasta que se derritiese.
—Eres demasiado guapa para ser una mujer infeliz, ______.
Ella sorbió y cogió un pañuelo de papel.
—Sí, y los halagos te abrirán todas las puertas.
—No he venido a halagarte. — Joe entrelazó sus dedos con los de ella. ______ no dijo nada, sólo arqueó una ceja interrogativa al mismo tiempo que miraba la mano de Joe y luego lo miraba a los ojos—. He venido para hacerte una pregunta.
_____ se incorporó y empezó a abrir la boca. Él no tenía que preguntar nada; ella ya lo sabía.
Joe puso un dedo sobre los labios de _______.
— ¿Qué te parecería si nos viéramos después del trabajo?
______, un poco desconcertada, luchó por guardar para sí misma todo lo que pensaba sobre su proposición. Si estaba intentando pillarla en un momento de debilidad para seducirla, bueno, era evidente que había elegido el momento perfecto. Se sentía vulnerable... y deseaba que la engañasen. El recuerdo de la conversación que había mantenido con Rosalía Dayton volvió inevitablemente a su cabeza: «No ha conseguido meterse una en el saco que ya está buscando la siguiente», le había dicho.
_____ intentó no perder el tacto.
—Ya te dije —empezó a decir— que yo no...
La incisiva mirada de Joe seguía clavada en sus ojos.
— ¿Mezclas el trabajo con el placer? —El sonrió ligeramente—. Sí, ya lo sé. Y quiero que sepas que yo tampoco me acuesto con mis empleadas. Es una norma que Rosalía me hace respetar religiosamente.
Ella notó un nudo en la garganta.
—Entonces, ¿por qué estás aquí?
El sonrió abiertamente.
—Para hacerte cambiar de opinión y romper una norma. —La miró larga e intensamente. Estaba tenso, tal vez esperaba que ella destrozase sus esperanzas.
Joe entornó los ojos. Ella percibió que él estaba a punto de hacer algo.
— ¿Y cómo pretendes hacerlo?
—Así.
Joe se inclinó hacia delante y la besó recreándose en sus labios. Paseó las manos por su cuerpo. Cuando le acarició los pechos, un placentero escalofrío trepó por la espalda de ______.
Con la respiración entrecortada, ella se apartó.
— Joe, esto está mal. —Sus labios decían que no, pero su cuerpo tenía ideas propias. La sangre corría por sus venas a toda velocidad y le aporreaba las sienes con un ritmo furioso; escuchaba un rugido en los oídos, era como una furiosa ola empujada por el viento. Estaba segura de que le saldría por las orejas si empujaba con más fuerza.
Joe estiró el brazo para acariciarle la cara.
—No estoy de acuerdo contigo. —Su mirada brillaba de necesidad—. Desde el primer día que te vi he sentido cómo tu cuerpo llama desesperadamente al mío. Yo sólo quiero complacerte, ______. —Una pequeña y sexy sonrisa le curvó los labios—. Incluso en este momento puedo leer tus pensamientos.
Pensamientos muy traviesos. Ella casi se olvidó de respirar.
— ¿Pu... puedes hacer eso?
El tragó con fuerza, su tono de voz cada vez era más profundo.
—Estás pensando en mis caricias. En mis manos sobre tus caderas, trepando por tu cuerpo para acariciarte los pechos y agarrarlos con fuerza. —El se inclinó hacia delante y le susurró al oído—. ¿Sientes ese familiar hormigueo entre tus piernas y cómo se propaga el calor a través de tu clítoris? Eres una mujer cuyos deseos se mueren por ser liberados. Yo puedo hacer eso por ti; puedo ayudarte a vivir tus más profundas fantasías sexuales.
A ______ se le secó la boca. Casi se le para el corazón.
— ¡Oh, Dios mío! —Apretó los muslos con fuerza. Definitivamente, escuchar cómo Joe la seducía con sus palabras la excitaba muchísimo. Sintió que su sexo goteaba y le humedecía la entrepierna.
La expresión en sus ojos era imposible de resistir. Intentó esforzarse por levantase, por decirle que estaba comportándose como un tonto, pero era incapaz de encontrar las palabras o el valor para decirlas. Tampoco podía rechazarlo. Sus palabras le habían incendiado la mente.
______ reprimió un gemido.
—Yo también te deseo. —Aquélla no era la tímida _______ _______. Aquélla era una picara descarada que sabía lo que quería e iba derecha a por ello.
Le podía costar perfectamente un trabajo. Podía encontrar trabajo en otro sitio. Pero estaba segura de una cosa: no volvería a encontrar otro hombre como aquél. Practicar sexo con él se estaba convirtiendo en una obsesión cada vez mayor. Cuanto más pensaba en él, más lo deseaba.
Joe la cogió por la barbilla y se inclinó hacia ella.
—Bien.
______ aceptó la presión de su boca, suave, tal como esperaba que fuera.
El beso se hizo más profundo y la lengua de Joe rompió la barrera de los labios de _____ para explorar su boca. Era un maestro. El mejor beso que le habían dado jamás.
Joe la empujó hacia atrás hasta que consiguió que se recostase sobre los suaves cojines del sofá y metió una mano por debajo de su jersey para acariciar las suaves curvas de sus pechos. Como ella no protestaba, él siguió avanzando en sus caricias y le frotó el pezón con el dedo índice y el pulgar. Ella se arqueó contra el duro pecho de Joe disfrutando de la sensación de tener aquel firme cuerpo pegado al suyo. Era tan sólido, tan masculino... Su olor era una mezcla de almizcle y sudor masculino que le resultaba muy agradable y azotaba con fuerza sus femeninos sentidos. La mano de Joe abandonó sus pechos y descendió por su plano vientre hasta que se internó por los pantalones para encontrar el monte de Venus. Le acarició el sexo con el dedo corazón.
Esta vez ella no pudo reprimir el gemido.
—No tienes ni idea de cómo me gusta.
Joe sonrió con malicia; se cambió de postura y la colocó sobre su regazo de manera que quedó sentada encima de él.
—Oh, sí que lo sé. —Su voz era tan seductora.
______ suspiró de placer cuando la estiró encima de él para poder deslizarle los labios por el cuello. Sus tetas, duras y erectas, chocaron contra el pecho de Joe. No se había molestado en ponerse sujetador cuando se vistió. Sus pezones estaban duros y anhelaban ser mordisqueados. Ella le cogió una mano y la guió hasta sus pechos.
—Quiero que me aprietes los pezones con fuerza —dijo suspirando—. No hay nada que me guste más que sentir una polla dentro de mí y una boca caliente chupándome los pezones. —Cierto. La alternancia de sensaciones entre sus pechos y su clítoris le hacían perder la cabeza. Nunca dejaba de llegar al clímax.
Lo que resultaba más desconcertante era el hecho de que ella le hubiera explicado cómo volverla loca de placer. Esta, definitivamente, no era la tímida ______. Había algo en aquel hombre que liberaba a la puta que había en su interior. Y a ella le gustaba.
Automáticamente, Joe hizo rodar la punta del pezón de _____ entre el pulgar y el índice.
—Lo tendré en cuenta. —Se detuvo y se retiró el tiempo suficiente para quitarle la sudadera. Tenía la piel de gallina.
______ jadeó cuando él se inclinó para meterse su pezón izquierdo en la boca; jugueteó con él utilizando los dientes y la lengua. Aquella exótica sensación le provocó una familiar calidez. El latido de su corazón martilleaba en sus oídos y sus propios suaves gemidos avivaban el fuego que despertaba entre sus muslos.
La erección de Joe le presionó la entrepierna. Las expertas manos de su jefe se movieron por su espalda para agarrarle el culo mientras sus labios serpenteaban por el valle que había entre sus pechos. Un momento después la aventurera boca de Joe encontró el otro pezón y dibujó círculos con la lengua alrededor de él volviéndola loca de deseo.
______ jadeó mientras deslizaba los dedos por la espesa cabellera de Joe y se frotaba con su erección que había quedado atrapada debajo de su cuerpo.
—A la mierda con eso de no mezclar el trabajo con el placer —susurró ella quitándose las zapatillas—. Creo que ha llegado el momento de que nos traslademos a un sitio más adecuado.
La hambrienta mirada de Joe se encontró con la de _______.
—Estaba deseando que dijeras eso.
Capítulo 29
Joe cogió a ______ en brazos y la subió por las escaleras; no pesaba más que un niño dormido. Cuando llegó al final del pasillo, abrió la puerta del dormitorio con el pie. Para la sorpresa de ______, evitó el dormitorio y se dirigió al baño. Parecía estar familiarizado con la habitación; conocía cada rincón.
______ tenía la cabeza oculta en su cuello y rezaba para que Joe no se cayera y se mataran los dos.
— ¿Qué estás haciendo?
Sin vacilar, Joe la dejó de pie en el suelo.
—Te voy a dar los mimos que te mereces.
— ¿Me vas a mimar? —______ buscó a tientas el interruptor de la luz. Parpadeó cuando se encendió—. No como a un bebé, espero...
Él negó con la cabeza. Se inclinó sobre la bañera y abrió el grifo. Reguló la temperatura y dijo:
—Tiene usted una curiosa concepción del sexo si está esperando que le ponga pañales, señorita _______. Lo que yo tenía en mente implica un buen baño seguido de un largo y relajante masaje.
_____ se abrazó a sí misma.
— ¿Un buen baño y un masaje? ¡Dios mío! Creo que acabo de morir y estoy en el cielo.
El la miró y le dedicó una sonrisa que le paró el corazón.
—A pesar de mi dudosa reputación, no aparezco y empiezo a follar.
Ella lo estudió durante un momento. Aquélla era una imagen que jamás hubiera esperado ver: Joe sentado en el filo de su bañera, dispuesto a bañarla. No pudo evitar acordarse del deseo que su amiga Frannie pidió para ella: un moreno alto y guapo que la hiciera caer de culo.
Parece que por fin había funcionado uno de sus hechizos.
El único problema era que aquel moreno alto y guapo tenía algunos inconvenientes.
—He oído decir que tienes una buena reputación entre las chicas.
—Sé honesta. Probablemente has oído decir que me follo a muchas mujeres.
______ cruzó los brazos para taparse los pechos desnudos y lo miró.
— ¿Es cierto?
El la miró a su vez y contestó con sinceridad:
—No veo que haya ningún motivo por el que deba mentirte, _______. Es verdad. Pero no hay nada emocional en todo ello; son relaciones puramente sexuales.
La sonrisa de ______ se tornó más delgada y cínica.
— ¿Y yo también seré una relación puramente sexual, no?
Como era de esperar, Joe se puso tenso.
—No, tú eres más que eso —contestó con suavidad—. Mucho más. Sólo te pido que me des una oportunidad para demostrártelo.
— ¿Por qué yo? —preguntó ella.
Joe la miró de reojo con sigilo.
— ¿Por qué no?
______ negó con la cabeza despacio.
—Porque yo no quiero ser otro polvo fácil. Una mujer más de las de usar y tirar.
Cuando la bañera estuvo llena, Joe cerró el grifo. Se puso de pie y se acercó a ella. Estaba muy excitado y la necesidad le sonrojaba el rostro.
—Tú eres mucho más que un polvo fácil, _____. Dame una oportunidad y te lo demostraré.
—Convénceme.
— ¿Así, por ejemplo? — Joe alargó la mano y le descruzó los brazos con suavidad. Deslizó un dedo por su pecho izquierdo; primero le rodeó la areola y luego le pellizcó el erecto pezón.
La respiración de ______ se aceleró. La recorrió un placentero escalofrío.
—Dios, sí —dijo jadeando—. Resulta muy convincente.
—Me alegro. — Joe deslizó las manos hasta su culo y la atrajo hacia su polla erecta. Bajó la cabeza y la besó mientras le quitaba los pantalones y las bragas con habilidad. Cayeron al suelo.
______, un poco incómoda por estar totalmente desnuda, sacó los pies de la ropa que había caído. Joe no se había quitado absolutamente nada.
—Estás preciosa —dijo sonriendo. A ella se le escapó una sonrisa de incredulidad.
— ¿Yo?
Joe la guió hasta el espejo del baño.
—Míralo tú misma.
______ se tapó los ojos con las manos.
—Oh, no. Estoy hecha un desastre.
Él, desde atrás, la obligó a bajar las manos con suavidad.
—Yo veo a una mujer preciosa.
______ se miró. A primera vista veía dos generosos pechos, un vientre plano y unas caderas que sobresalían ligeramente sobre unas piernas bien torneadas. Tenía los ojos dilatados e iluminados por la expectación, y sus labios estaban algo hinchados a causa de los hambrientos besos de Joe. A pesar de que tenía los ojos enrojecidos y el pelo hecho un desastre, por primera vez ella pensó que tenía un aspecto... Bueno, en realidad, se veía resplandeciente.
De pie detrás de ella, la mirada de Joe se encontró con la suya en el espejo.
—Ahora tú ves lo mismo que veo yo. —Sus grandes manos se posaron posesivamente sobre sus hombros—. Ahora ves lo que yo quiero.
______ se puso colorada y bajó la mirada.
—Todo a su tiempo —la tranquilizó.
______ pasó una pierna y luego la otra por encima del borde de la bañera y se metió en el agua. La temperatura era perfecta: estaba lo bastante caliente para relajar sus tensos músculos. Joe había elegido un largo baño caliente: el remedio perfecto para aliviar su confusión emocional. Definitivamente, aquel hombre sí sabía cómo cuidar a una mujer.
______ se echó hacia atrás y se apoyó en la bañera, hundiéndose hasta que el agua le llegó al pelo.
—Mmmm..., qué bien. —Ella miró a Joe de reojo—. ¿Estás seguro de que no quieres quitarte la ropa y venir aquí conmigo?
El, buscando una esponja y unas cuantas toallas esponjosas, negó con la cabeza.
—Me encantaría, pero esta noche es sólo para ti. —Apiló las toallas en el suelo, se arrodilló y se arremangó—. Alcánzame el jabón, por favor.
______ le dio el frasco de plástico; era su favorito, un exuberante mejunje tropical. Joe le quitó el tapón y percibió su olor.
— ¡Ah!, ahí está ese olor. Todo este tiempo me había estado imaginando que era algún perfume exótico. Ella sonrió, contenta de que lo hubiera notado. —Agua y jabón. Y un arsenal de aerosoles corporales... Me encantan las esencias afrutadas.
—Van muy bien contigo. — Joe metió la esponja en la bañera y luego le echó un chorro de jabón—. Siéntate y empezaré por tu espalda. Ella se inclinó hacia delante.
—Hace mucho tiempo que nadie me frota la espalda.
Joe comenzó por la base de su cuello y luego fue dibujando pequeños círculos por toda la espalda.
—Entonces deberías encontrar a alguien que lo hiciera. —La suave presión que se extendía por su espalda le tiraba ligeramente de la base del cuello. Aquella caricia era deliciosamente pecaminosa.
—El trabajo es tuyo, si quieres. Mmmm..., es maravilloso.
El se rió entre dientes mientras metía la esponja en el agua para enjuagarla.
—Gracias. El brazo, por favor.
Ella le ofreció el brazo.
—Relájate, tú no tienes por qué estar tan rígida como yo...
— ¿Cómo quieres que me relaje mientras me tocas? —le preguntó volviéndose para mirarlo.
Él reflexionó.
—Piensa en otra cosa. —Hizo una pausa—. Nunca acabamos la conversación que empezamos la otra noche. ¿Por qué no me hablas sobre tu infancia?
Las sensaciones eróticas desaparecieron. Pensar en su infancia no le provocaba precisamente pensamientos pasionales. Más bien irritantes. Amargos. Y tristes.
—Ya lo hice. La odio. ¿No te acuerdas? —contestó ella frunciendo el entrecejo.
Cogiéndole el otro brazo, Joe intentó seguir otra técnica.
—Tenemos que ir conociéndonos —le explicó con paciencia.
Un hosco puchero.
—No hay nada que saber —dijo ella sin disimular su tono hostil.
El mordisqueó las puntas de los húmedos dedos de ______.
—Hagamos un trato. Por cada cosa que me expliques tú, yo te contaré otra sobre mí, ¿de acuerdo.
Joe pasó la esponja por cada uno de sus dedos.
—Bien, ¿dónde te criaste?
______ suspiró.
—En el orfanato estatal. No tenía parientes que me adoptasen, así que me crié sola. ¿Y tú?
El se trasladó hasta el otro extremo de la bañera, metió la mano en el agua y sacó uno de los pies de ______.
—En una enorme y lúgubre mansión en Inglaterra, y luego en escuelas aún más frías e internados aún más lúgubres.
Capítulo 30
— ¿De verdad? —preguntó ella echándose a reír. Frotó los dedos de sus pies y sus tobillos hasta que salió espuma.
—De verdad.
Cambió de pie y repitió sus esponjosas caricias.
—Bien, ¿tu cumpleaños es...?
—El diecisiete de marzo. El día de San Patricio.
Joe sonrió.
—Una chica irlandesa. —Metió la mano bajo el agua e introdujo la esponja entre las piernas de ______ parándose justo cuando llegó al punto de unión entre sus muslos.
Ella abrió las piernas; una súplica silenciosa para que siguiera en esa dirección.
—Y probablemente no haya ni una gota de sangre irlandesa en mí. ¿Y el tuyo?
Él resistió la tentación y pasó a la zona del vientre. Dibujó espumosos círculos alrededor del ombligo. El agua hacía desaparecer las burbujas tan rápido como se formaban.
—El veintitrés de julio. —Ascendió hasta sus pechos.
______ quedó hipnotizada por el resbaladizo recorrido que él dibujo alrededor de sus pechos y su respiración se aceleró ligeramente. Estaba excitada. Su cuerpo respondía a aquella húmeda e inocente caricia. Y no es que la manera en que él la tocaba se pudiera considerar inocente. Cada una de las suaves caricias de sus dedos hacía florecer la energía erótica de _______.
— ¿Cuántos años tienes?
Joe le pellizcó un pezón con sus resbaladizos dedos.
—Tengo dos edades: la edad física y la edad Kynn. Según la edad humana, tengo treinta y cuatro años. Si tenemos en cuenta la edad Kynn, tengo ciento cuarenta y seis años.
______ no le creyó ni por un segundo, pero le gustaba el modo en que él mantenía la fantasía. Demostraba tener sentido del humor y gusto por lo extravagante. Y también imaginación. Esperaba que fuera tan creativo entre las sábanas como lo era con sus elaboradas historias.
No pudo resistir tomarle un poco el pelo.
—Entonces, eres un poco viejo para mí, ¿no crees?
Él arqueó una ceja con aire lascivo.
—Cuanto más viejo es el violín, mejor suena, querida.
En el estómago de ______ se agolpaban todo tipo de sensaciones. Sentía un hormigueo sobre la piel, caliente y colorada.
—Algún día me gustaría poder escuchar cómo suenas.
La sonrisa de Joe era una promesa.
—Ya lo escucharás. —Se levantó y se colocó en el extremo de la bañera—. Ahora echa la cabeza para atrás y coloca el cuello sobre el borde, por favor.
_______ obedeció.
— ¿Qué vas a hacer?
Joe le quitó el pelo de la cara y de la frente y cogió el gel exfoliante de albaricoque del estante que había en la bañera.
—He prometido mimarte de pies a cabeza.
— ¡Caramba! Así que cumples lo que prometes... —dijo ella sonriendo.
Joe se puso un poco de gel en la mano y sonrió a ______.
—Te quiero complacer.
Ella cerró los ojos mientras él extendía el abrasivo producto alrededor de sus ojos, luego por encima de su nariz y finalmente rodeando su boca.
—Es increíble lo fea que se tiene que poner una mujer para conseguir una imagen atractiva.
Utilizando sólo las yemas de los dedos, le masajeó la cara dibujando suaves movimientos mientras extendía por su cutis aquellos granitos que parecían de arena.
—Tú estarías fantástica sin la necesidad de todo esto.
Ella se rió.
—Dices eso porque me tienes desnuda y a tu disposición.
—Querida, ¿me estás acusando de tener intenciones impuras? —preguntó él mientras deslizaba los dedos por la barbilla y la mandíbula. _______ abrió un ojo.
—Espero que sí. —Se le escapó otro suspiro cuando el relajante masaje facial llegó a un lugar especialmente receptivo—. Tú nunca me has hablado de tu infancia, Joe. No es justo que no me hables un poco de ella.
El suspiró.
—Privilegiada, pero reprimida. Aburrida y formal. En mis tiempos se veía a los niños, pero nadie los escuchaba.
— ¿Y? —pinchó ella.
—Esperé hasta que murió mi tío —explicó frunciendo el entrecejo—. Aquel viejo tacaño me asignaba una paga muy pobre. Lo odiaba. Decidí hacer mi propia fortuna.
— ¿Y entonces creaste el Mystique? Joe negó con la cabeza.
—En realidad, no. Se podría decir que el Mystique fue inspirado por una mujer. Ariel.
—Precioso nombre.
—Preciosa mujer. Ariel me introdujo en el erotismo y el misterio de los Kynn. Yo quería ser Kynn, pertenecer a la comunidad. Ella me guió y me ayudó a introducirme en ella.
______, dentro del agua caliente, se estremeció. Abrió total e intencionadamente los ojos y miró a Joe.
—Hablas como si fuera real.
El la miró fijamente.
—Para mí, es real. Nunca lo dudes, ______.
A ella le picó la curiosidad. Debido a los años que había pasado trabajando al lado de una pitonisa, había desarrollado algo más que un ligero interés por el mundo de lo oculto. El concepto del vampirismo sexual la intrigó.
—Algún día me tendrás que enseñar tu mundo. Joe recuperó la esponja y le quitó el gel exfoliante de la cara.
—Eso pretendo. —Hizo una pequeña pausa—. ¿Te sientes mejor?
______ se frotó la cara con las manos. Había eliminado la piel muerta de su rostro y ahora tenía las mejillas tan suaves como el culo de un bebé. Un hormigueo le recorría toda la piel, se sentía fresca y limpia.
—Sí. Esto es mucho mejor que lloriquear a oscuras.
Joe se puso de pie y buscó una toalla. No cogió una de las toallas delgadas y deshilachadas que _____ usaba habitualmente. Cogió una de las que tenía reservadas para las visitas, suave y esponjosa. La desdobló y la invitó a salir del agua.
—Tú no estabas lloriqueando. Sólo necesitabas desconectar un poco.
—A veces me gustaría tener más tiempo para estar desconectada antes de tener que enfrentarme de nuevo a la realidad.
Él le lanzó una mirada inquisitiva.
—Espero no haber estropeado ningún buen momento de desconexión —dijo suavemente.
—Esta noche tú eres una red de seguridad —contestó ella sonriendo—. Algo que no he tenido nunca.
______ quitó el tapón de la bañera. Le parecía increíble que un poco de agua y jabón pudieran llegar a revitalizar tanto los sentidos. Aunque no era tan raro si un hombre de ensueño te daba un erótico masaje por todo el cuerpo. Nunca había estado tan limpia.
Se envolvió en aquel capullo de suavidad. Seguía húmeda y goteaba; estaba envuelta por el abrazo del hombre con el que había estado fantaseando: eso sí que era un sueño hecho realidad. Nunca había creído en los cuentos de hadas ni en los finales felices. Seguramente, él le rompería el corazón. Tenía que pasar así.
La ley de Murphy. Era cuestión de suerte. Tal vez de mal karma.
«Tal vez se acabe pronto —pensó ella—. Pero estoy completamente segura de que lo disfrutaré mientras dure.»
—Un hombre que sólo hace tres días que conozco me ha desnudado y me ha bañado —pensó en voz alta—. ¿Eso me convierte en una mujer facilona?
El recorrió el cuerpo de _____ con la mirada mientas consideraba la respuesta.
—Predispuesta —la corrigió—. En una mujer predispuesta.
Se puso roja.
—No demasiado predispuesta, espero.
Joe arqueó una ceja mientras recorría su húmeda piel con la toalla.
—Predispuesta a estar conmigo, sí. Predispuesta a estar con otros hombres, no. —Le secó cada centímetro de su piel. Primero por delante y luego por detrás—. Te quiero toda para mí solo. —Le daba un beso juguetón en cada lugar que secaba. No se le escapó ni un solo centímetro.
¡Honestamente! Es el clásico pensamiento masculino. Primitiva posesión masculina. Él podía tener diez docenas de mujeres metidas en la cama y no significaba nada. Si una mujer tenía un amante, tal vez dos, era una puta.
Sin embargo, a ______ le gustaba la idea de que la quisiese para él solo. Eso implicaba compromiso.
Algo que ella no se atrevía ni a desear.
Y no era porque no pensara en ello muy a menudo. Una oleada de necesidad golpeó su vientre con fuerza cuando Joe pasó las manos por sus caderas. Se estremecía cada vez que sentía esas manos por encima de su piel.
—En este momento creo que has cubierto cada uno de los centímetros de mí piel. —______ habló con el mismo tono de voz que adoptó aquella mañana que desayunaron juntos; una voz profunda y sensual.
Joe, con las palmas de las manos en su cintura, se inclinó hacia delante para mordisquearle el húmedo cuello.
—Soñaba con poder hacerlo.
El deseo galopó por las venas de ______. La palpitación en su entrepierna aumentó cuando él pasó las manos por debajo de sus brazos, le cogió los pechos, los apretó y retorció los pezones.
______ se arqueó contra él y se quedó sin aliento. La polla de Joe se endureció contra su culo. Podía sentir toda su longitud. Cada largo, grueso y palpitante centímetro.
—Dámelo todo —susurró ella. Joe frotó lentamente su cadera contra su trasero y le mordisqueó la oreja. Si se desabrochase los pantalones podría...
Se esforzó por olvidar su propia necesidad y se apartó de ella.
—Creo que es mejor que vayamos a la habitación. —Sus músculos se flexionaron cuando la volvió a coger en brazos.
______, desnuda y deseosa, no tenía duda alguna de cuál sería su próximo destino.
Ahora sus nervios estaban a flor de piel; deseaba que él tomara el control de su cuerpo.
Capítulo 31
Joe la acostó en la cama y recorrió todo su cuerpo con una mirada descarada, recreándose en sus pechos y luego en su sexo. Una sonrisa le curvó los labios.
—_____ —murmuró— eres exquisita.
Ella le sonrió; sabía que su cuerpo estaba muy alejado de ese concepto, pero se alegró de que él hubiera utilizado esa palabra de todos modos. Sin maquillaje y con el pelo hecho un desastre distaba mucho de parecer una mujer hermosa. Pero el modo en que él la miraba la hacía sentir sexy, deseada, hembra.
Estaba acostada y totalmente desnuda. Ver a Joe vestido delante de ella no la ayudaba a mantener sus pensamientos puros. Todas las imágenes que le venían a la cabeza lo recreaban desnudo y muy sudado.
—Apuesto a que les dices lo mismo a todas las chicas.
El negó con la cabeza.
—En este momento no existe ninguna otra mujer en el mundo.
Para su sorpresa, Joe no se desvistió rápidamente para atacarla. Se sentó a un lado de la cama y empezó a deslizar la mano sobre su vientre. Le dio un tierno beso.
—Te he prometido un masaje.
______ buscó con la mano la prominente erección de Joe y gimió.
—Prefiero practicar sexo contigo. —Como pudo, le acarició el pene de arriba abajo por encima de la ropa. Irradiaba calor y cada vez crecía más. Definitivamente, allí había longitud más que suficiente para complacerla.
El placer y el deseo se dibujaron con toda facilidad en la cara de Joe, que emitió un profundo gemido. Sus ojos grises irradiaban fuego.
—Es jodidamente tentador.
—Entonces, ¿a qué estás esperando?
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Joe antes de que el deseo desapareciese de su mirada y adoptase una actitud más seria. Tragó con fuerza y la miró a los ojos.
—Quiero tomármelo con calma contigo, _______. Quiero que estés cómoda con lo que estamos haciendo. —Con suavidad, le apartó la mano de su entrepierna.
Ella se moría de ganas de recorrer su espalda con las manos mientras él le acariciaba las piernas; miró hacia el techo y dijo:
—Oh, créeme, Joe, estoy muy cómoda. Hace un año que no practico sexo. Si me haces esperar mucho más, voy a explotar.
Él se aclaró la garganta.
—La paciencia es una virtud —le recordó. ______ apretó los dientes con frustración.
—Un polvo salvaje también tiene sus recompensas.
— ¿Por qué ha pasado tanto tiempo entre un amante y otro? —Con suavidad le acarició un pezón con los dedos y luego lo pellizcó ligeramente.
La respiración de ______ se aceleró y se le humedeció la entrepierna. Inspiró hondo e intentó pensar.
—Estaba esperando al príncipe azul, supongo.
El sonrió burlón.
— ¿Servirá el séptimo conde de Hammerston? —la pellizcó con más fuerza.
Ella agarró con fuerza el edredón.
—Perfectamente.
Joe se inclinó hacia delante y acarició los labios de _____ con los suyos.
—Pues date la vuelta y te demostraré lo perfecto que soy.
— ¿Es una orden, señor? —preguntó ella adoptando un falso acento inglés. Después le mordió el labio inferior a Joe.
Él le devolvió el jugueteo con los labios.
—Es una petición, mi señora —contestó con un tono de voz suave.
—Entonces no me puedo resistir...
______ se acostó sobre su estómago y cruzó los brazos bajo su barbilla, preguntándose con qué la sorprendería Joe. El deslizó los dedos por entre los dedos de los pies de ______ y los masajeó uno a uno. Cuando acabó con los dedos, pasó a la almohadilla de la planta del pie y masajeó la suave y vulnerable carne con sus pulgares antes de seguir hacia el tobillo y luego subir por las pantorrillas. La sugestiva calidez de su caricia recorría el cuerpo de ______: le hervía la sangre y no pudo evitar dejar escapar un pequeño suspiro de placer al tiempo que flexionaba los dedos de los pies.
— ¿Te gusta? —la voz de Joe era tan dulce como la nata, y la presión de sus dedos era firme y segura.
______ suspiró de nuevo y cerró los ojos; se deleitó en la sensación que le provocaba sentir aquellas manos sobre la parte posterior de sus muslos. Joe le masajeó la parte interior de los muslos; se acercaba poco a poco al punto en el que se unían sus piernas, pero no lo tocó. Cuando por fin rozó su sexo con los dedos, Rachel sintió que la electricidad recorría todo su cuerpo provocándole una agradable sensación de conciencia sexual. Su clítoris empezó a palpitar; se moría por ser acariciado, chupado...
Ella intentó cerrar las piernas y capturar la mano de Joe entre ellas, pero él la sacó rápidamente; posponía el momento, la torturaba.
—Aún no.
— ¿Cuándo? —gimió ella.
—Pronto.
Joe subió las manos por su cuerpo y le acarició lánguidamente los glúteos antes de centrarse en la base de su espalda. Recorrió la zona con las manos presionando en la espina dorsal, las costillas, los hombros; la sentía a través de sus enormes manos como lo haría un hombre ciego.
_____ sintió cómo deslizaba los dedos por su nuca y luego recorría el mismo camino con los labios. La mordisqueó con suavidad y luego besó y lamió su suave piel.
—Date la vuelta —le susurró al oído. La expectación se adueñó de ______ y se dio la vuelta.
—Encantada.
Joe continuó con el masaje. Empezó por los hombros y siguió por la clavícula hasta que los rígidos músculos de ______ empezaron a relajarse. Entonces comenzó a bajar las manos hasta llegar a los pechos.
La acarició con los dedos, pero no le tocó los pezones. Luego pasó las manos sobre su vientre liso y firme. Su caricia la hizo estremecer.
—Maldito seas —murmuró ella mientras gemía—. La espera me está volviendo loca.
Joe finalizó su sensual masaje acariciándole las piernas y volviendo a la punta de sus pies; acabó justo donde había empezado.
—La espera está a punto de acabar. Cuando acabó, se acostó junto a ella y se apoyó sobre el codo. Posó sus ojos sobre el excitado pulso que latía en la base de la garganta de ______. Ella tenía una extraña y rígida expresión en el rostro; era una expresión entre alegre y cautelosa.
— ¿Qué? —preguntó ella sonriendo.
—Estaba pensando en lo guapa que estás —susurró. ______ tragó saliva, abrumada por el cumplido. Le llegó al corazón de un modo que él no podía ni sospechar.
Ella estiró los brazos y lo cogió por la nuca. Percibió el espléndido aroma de su loción para el afeitado cuando él se inclinó hacia ella buscando sus labios con la boca. Ella los separó esperando la mordaz invasión de su lengua. El la beso minuciosamente; guiaba los labios de ______ con los suyos y con su lengua prometía otra clase de invasión. Ella se arqueó cuando él le cogió un pecho con la mano.
Joe rompió el beso y se deslizó hacia abajo para meterse uno de los pezones en la boca y succionarlo larga y perezosamente. _____ gritó y arqueó la espalda para sentirlo más cerca. Dios, estaba loca de ganas de sentirlo dentro de ella; anhelaba fundirse con su cuerpo hasta alcanzar el éxtasis.
Mientras movía la lengua sobre el sensible pezón, Joe utilizó la mano que tenía libre para conseguir, sin mediar palabra, que ______ abriera las piernas para él. Deslizó los dedos sobre los hinchados labios que rodeaban su clítoris. La conciencia de sus propios fluidos y la presión que imprimía Joe sobre su sexo casi le hacen perder el control por completo.
Un primitivo gemido escapó de los labios de ______ mientras merodeaba en las puertas del clímax, tratando de no saltar al vacío sola.
—Por favor... —susurró levantando las caderas.
—Relájate —la avisó él—. Tenemos toda la noche —dijo, y aumentó el ritmo de su caricia, penetrando en su sexo mientras le chupaba el pezón.
______ sollozó su nombre cuando apoyó los pies en el colchón para poder levantar el cuerpo. Joe la provocaba con un dedo, pero enseguida introdujo un segundo dedo, y mientras lo hacía, acariciaba el clítoris con el pulgar.
______ sintió una violenta sacudida cuando el orgasmo explotó en su interior; su cuerpo se sacudía como si un demente titiritero estuviera moviendo los hilos. Cuando acabó, se desplomó sobre la cama, jadeando, intentando recuperar el ritmo normal de su respiración. Un hormigueo recorría su cuerpo empujado por las réplicas del orgasmo. Pero no era suficiente. Quería su polla.
De repente, Joe se levantó de la cama. Dejó vacío el espacio junto a ella y se cambió de sitio para situarse entre las piernas abiertas de ______. Se puso de rodillas y recorrió su desnudez con la mirada.
Continuara
Perdón por la demora y
Bienvenidas a las nuevas lectoras!♥
Bienvenidas a las nuevas lectoras!♥
LaliisSm17
Re: “Pecados de la Carne” (Joe&Tú) CANCELADA
AHHHH ME ENCANTARON LOS CAITULOS
SIGUELAA
SIGUELAA
pau D jonas parthenopaeus
Re: “Pecados de la Carne” (Joe&Tú) CANCELADA
NUEVA LECTORA POR LAS DUDAS ACLARO.... AJAJAJA
ME FASCINO TU NOVELA,, YA QUIERO EL PROXIMO CAPITULO.. LO DEJASTE EN LO MEJOR...
ME FASCINO TU NOVELA,, YA QUIERO EL PROXIMO CAPITULO.. LO DEJASTE EN LO MEJOR...
CinttiaJonas
Re: “Pecados de la Carne” (Joe&Tú) CANCELADA
NO AGUANTOO LO DIJE???
re densaaa.. perooo en verdadd quieroo cappp
re densaaa.. perooo en verdadd quieroo cappp
CinttiaJonas
Re: “Pecados de la Carne” (Joe&Tú) CANCELADA
:roll: :roll: :roll: :roll: :roll: :roll: :roll: :roll:
QUE DENSA SOY... PERDON PERO ME ENCANTA 8)
QUE DENSA SOY... PERDON PERO ME ENCANTA 8)
CinttiaJonas
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