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“Pecados de la Carne” (Joe&Tú) CANCELADA
O W N :: Archivos :: Canceladas
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Re: “Pecados de la Carne” (Joe&Tú) CANCELADA
nueva lectora :D
siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa dios me encanta
de verdad tengo una cierta facinacion por lo vampiros ( ya loseee estoy loca :cyclops: )
pero naci asi xd de verdad me encanta la novela siguelaaaaaaa
siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa dios me encanta
de verdad tengo una cierta facinacion por lo vampiros ( ya loseee estoy loca :cyclops: )
pero naci asi xd de verdad me encanta la novela siguelaaaaaaa
pau D jonas parthenopaeus
"Pecados de la Carne" (Joe&Tù)
"Pecados de la Carne" (Joe&Tù)
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Capítulo 23
Ella quería sucumbir, dejarse llevar y disfrutar de todo lo que él tenía que ofrecer. Pero el miedo la inmovilizaba; su muralla interior seguía firmemente en pie. El tendría que encontrar algún modo de atravesarla.
Joe se acercó más y sintió el calor de su aliento. Un segundo más y sus labios seguro que deberían encontrarse.
—Creo que sé lo que deseas.
Ella jadeó y se apartó. Puso los dedos sobre la barbilla de Joe. No lo estaba apartando, pero tampoco estaba preparada para dejarle seguir adelante.
—No. Prometiste no seducirme...
El no se movió. Sus sentidos rebosaban de deseo insatisfecho. Nunca había deseado a ninguna mujer de aquel modo. Ni siquiera Ariel le había provocado un deseo tan profundo. Se quedó quieto un momento, deleitándose en su caricia. Deseaba que ella hiciera más, pero sabía que no lo haría.
«Esta noche no —se advirtió a sí mismo—. Paciencia.»
Joe le cogió la mano y le besó las yemas de los dedos.
— ¿Yo he dicho eso?
_____ tragó con dificultad.
—Sí.
—Era mentira.
Cuando entró en casa, _____ cerró la puerta y se apoyó en ella. Tenía que hacerlo. Mantenerla cerrada significaba que no se sentiría tentada de abrirla y dejar entrar a Joe...
Una sonrisa se dibujó en sus labios.
Y follárselo como una loca.
Cuando escuchó el motor de su coche alejándose calle abajo, se relajó. Bien, se había ido. Había conseguido resistir la tentación ¡por los pelos!
Para asegurarse del todo, echó un vistazo fuera. La calle estaba vacía. No había ni un alma. Miró el reloj. Tampoco es que fuera muy habitual que alguien merodease por allí a las cuatro menos veinte de la mañana. Para ella, seguía siendo muy raro estar por ahí a esas horas. Y sin coche.
Observó el lugar en el que debería haber estado aparcado su auto, pero no estaba. Joe le había prometido que se ocuparía de él por la mañana. Llamaría a la grúa para que lo llevase al taller más cercano.
Sin embargo, la factura seguiría siendo cosa suya. Joe se había ofrecido a pagar la reparación, pero _____ se había negado a aceptar que él le adelantase el dinero. Su lema debía mantenerse firme: no aceptaría nunca favores de los hombres. Estaba segura de que si lo hacía querrían algo a cambio. Nunca fallaba.
Cerró la puerta con llave y se aseguró dos veces de que estaba bien cerrada y de que la cadena estaba puesta. Suspiró. Los hombres eran todos unos cerdos; lo mismo daba que vistiesen piel o caros trajes de seda.
—Todos lo son, maldita sea.
Cuando estuvo segura en el interior de su pequeño dominio, se quitó los zapatos y comprobó que sus pies no estaban destrozados y sus zapatos no estaban llenos de sangre. No lo estaban, pero seguía sintiéndose como si lo estuvieran. Después de haber pasado toda la noche de pie, las pantorrillas le dolían muchísimo y le pesaban tanto las piernas que tenía la sensación de que eran tan grandes como troncos de árbol. Incluso entonces seguía sintiendo cómo le latían los músculos sobrecargados. «Al parecer tengo los músculos atrofiados —pensó haciendo una mueca. ¡Dios! Le dolía todo el cuerpo. Demasiado trote para haber pasado los últimos años sentada detrás de un mostrador—. Así es como se siente una cuando trabaja para ganarse la vida.»
Hablando de trabajar para ganarse la vida, ¿cuánto había ganado en propinas aquella noche? Aún no había contado su botín.
Estaba demasiado emocionada para irse a dormir y decidió sacar una botella de vino de la nevera. Fue al salón y prácticamente se derrumbó sobre el sofá. Beber a aquellas horas de la madrugada no encajaba para nada con su forma de ser, pero necesitaba relajarse y una copa de vino la ayudaría.
Le quitó el tapón a la botella y bebió un largo trago. El vino con burbujas era refrescante y devolvió un poco de energía a su exhausto cuerpo. Tomó otro sorbo, dejó la botella a un lado y empezó a sacar los billetes y las monedas de su delantal. En pocos segundos tenía casi un tesoro en su regazo. Emitió un suave silbido.
— ¡Madre mía! Creo que aquí hay más dinero del que ganaba en una semana en la librería. —Con las manos medio temblorosas por la excitación, contó el dinero, alisando los billetes y colocándolos en pequeños montones. Mientras contaba, sacaba ligeramente la lengua de la boca levantándose el labio superior.
Doscientos setenta dólares.
—Esto es alucinante. —No le importaba en absoluto estar hablando sola. Estaba demasiado emocionada por haber ganado tanto dinero fácil en una sola noche.
Bueno, no tan fácil.
Le dolía todo el cuerpo, pero suponía que podría soportar el dolor siempre que fuera a cambio de semejante cantidad de dinero. ¡Demonios! Había trabajado una sola noche y casi podía cubrir todos los gastos de una semana. Cuando trabajaba en la librería apenas se podía asignar un sueldo de quince mil dólares al año. En California, eso rozaba el umbral de la pobreza. Para poder mantener a flote su negocio, había tenido que aprender todos los trucos para ahorrar, comer barato, conducir un coche viejo y vivir sin seguro médico u otros beneficios sociales.
Mientras miraba todo el dinero que tenía en las manos, hizo algunos cálculos rápidos. Si trabajaba en el Mystique durante uno o dos años, ganaría el dinero suficiente para saldar todas sus deudas y tal vez incluso podría abrir una cuenta de ahorro. La perspectiva era muy emocionante. Por fin había encontrado una forma de salir del agujero.
Tal vez esa luz que veía al final del túnel no era un tren acercándose a toda velocidad.
Pero ¿tendría la energía suficiente para aguantar ese ritmo cinco noches a la semana? Aquella noche se había sentido emocionada, complaciente, había sonreído, flirteado... No siempre se sentiría así, no siempre llevaría igual de bien que la trataran como a un trozo de carne. En ese sentido, se sentía como una puta; se estaba dedicando a enseñar un poco las tetas y los muslos cuando servía las bebidas. Observando a las demás camareras había aprendido a inclinarse más de la cuenta para complacer a los clientes.
Sin embargo, el dinero la seguía tentando. No tendría que hacerlo siempre, sólo el tiempo necesario para pagar sus deudas. Cuando hubiera superado el bache, dejaría el Mystique y se buscaría algún trabajo administrativo más cómodo.
Los ojos empezaban a picarle debido al cansancio y dejó el dinero sobre la mesa. Volvió a la cocina y tiró el resto del vino por el fregadero. La sobresaltó un extraño ruido en la ventana. Se apresuró hasta ella y miró hacia fuera.
— ¿Sleek?
El gato no estaba. Como no veía nada, abrió la ventana. Aquélla era la entrada habitual de su mascota y no había cortina. La noche era fría; una ligera niebla procedente de las nubes de lluvia se había posado sobre el suelo formando capas que parecían esponjoso algodón. El viento frío y transparente le acariciaba la piel.
Se agarró al marco de la ventana y se asomó fuera.
Capítulo 24
—¿Sleek? —Lo llamó de nuevo—. Venga, gatito. Entra en casa de una vez.
Una presencia. Una presión. Algo se deslizó a través de la ventana. Era tan silencioso como la brisa, tan sutil como la caricia del más diestro de los amantes. Acarició brevemente la parte posterior del cuello de _____ y se deslizó por su espalda; le rodeó los pechos, bajó hasta su plano vientre y siguió por entre sus muslos hasta llegar a sus piernas. Ella cerró los ojos y se dejó llevar por aquella maravillosa sensación que la rodeaba como un cálido y cariñoso abrazo.
Un golpe sordo en el alféizar de la ventana la despertó del extraño sueño en el que la había sumido aquella encantadora sensación. Casi se le sale el corazón del pecho del susto que se dio.
— ¡Joder, Sleek, me has un susto de muerte! —Se olvidó de la placentera sensación que acababa de experimentar y cogió al esquelético gato para dejarlo en el suelo. Llenó sus platos de agua y comida, apagó la luz de la cocina y subió al piso de arriba mientras se iba desabrochando el uniforme.
Se acabó de quitar la ropa en el baño. Metió las medias y las bragas en el cesto de la ropa sucia y colgó el uniforme en la barra de la cortina de la bañera para que el vapor del agua caliente le quitase las arrugas y el olor a humo. Se sentó en una esquina de la bañera, abrió el agua y la reguló hasta que estuvo todo lo caliente que su piel podía soportar.
Mientras se llenaba la bañera, metió lentamente sus doloridos pies en el agua. ¡Oh, Dios, qué placer!
Cuando la bañera estuvo llena, se metió dentro del agua que estaba casi hirviendo y la piel se le empezó a poner roja; parecía una langosta dentro de una olla. Se quedó allí hasta que el agua se enfrió y la piel se le hubo arrugado como una pasa.
Salió de la bañera a desgana, se secó y se lavó los dientes. Luego se quitó las lentillas. Después de una noche como la que había pasado, parecía que las tenía soldadas a los ojos.
Entró desnuda en la habitación. Su nuevo trabajo la había dejado exhausta. La cama era una imagen borrosa ante sus ojos, un oasis tentador que la invitaba a dormir.
Las sábanas estaban frías y apetitosas. Justo lo que necesitaba.
Se deslizó bajó ellas y apagó la luz de la lamparita de noche que tenía junto a la cama. Se dejó llevar por la persuasiva noche y cerró los ojos. El cansancio la venció y cayó en los brazos de Morfeo.
Sólo llevaba unos cuantos minutos dormida cuando volvió a sentir aquella extraña presencia, la misma que había experimentado cuando dejó entrar al gato.
Aquella ligera presión se posó sobre sus caderas. Una deliciosa ola de calor se deslizó por todo su cuerpo.
_____, perdida en las profundidades de su sueño, se entregó a la deliciosa fantasía. Casi se podía imaginar que estaba entre los brazos de un hombre. Las vibraciones eran tan intensas que tenía la sensación de que cuando abriera los ojos se encontraría un firme cuerpo masculino encima de ella.
«¡Dios, sí!»
Aquella suave presión se movía sobre su piel, deslizándose por sus costados, por debajo de sus brazos, por encima de sus pechos... La caricia era suave y sensual. La inundó una ráfaga de calidez sexual. Sus pezones se endurecieron. La extraña sensación continuó, sentía como si se dibujasen círculos sobre sus rosadas areolas. Un momento después aquellas invisibles manos descendieron. Se deslizaron por su vientre y alcanzaron la húmeda entrepierna.
Se le escapó un claro gemido de entre los labios. Su clítoris palpitó y los jugos de su excitación empezaron a humedecer su sexo. Aquella caricia entre sus piernas le provocaba un placer casi tormentoso. Las yemas de aquellos dedos invisibles pasaron muy suavemente por encima de sus labios vaginales. Sus pechos anhelaban ser besados, lamidos.
La respiración de _____ cada vez era más profunda y desigual. Fuera lo que fuera lo que le estaba pasando, ¡era maravilloso! Tembló bajo la avalancha de sensaciones sexuales que acariciaban su piel. Una caliente excitación la inundó. Sus terminaciones nerviosas hormigueaban. La humedad palpitaba entre sus muslos; estaba muy caliente, húmeda y dispuesta.
Una sombra sin rostro se alzó ante ella y se estiró sobre su cuerpo. El aire tembló a su alrededor. Un delicioso escozor la recorrió como un aura de poder y resplandeciente calor. Sintió como si una polla presionase sus labios vaginales y la penetrara. Aquella invisible erección estaba tan dura que _____ se estremeció. Las paredes de la habitación empezaron a girar y a cerrarse a su alrededor.
Su cabeza, sobre la almohada, se volvía de un lado a otro. Levantó los brazos por encima de su cabeza y se agarró al cabezal de la cama. La presión que palpitaba entre sus piernas la embestía, se retiraba un poco y la embestía de nuevo. Finalmente, el ritmo que la sombra imprimía en su carne se fusionó con el suyo y una ráfaga de vibraciones sónicas la invadió. La presión se aceleró; cada vez era más profunda. La transportó más allá de los límites del placer hasta que el clímax la estremeció. Perdió el control y emitió un grito de placer que parecía un quejido gutural.
Pasaron varios minutos hasta que la invisible presión desapareció. Se fue del mismo modo como había llegado, desvaneciéndose tras las clandestinas sombras. ______ abrió los ojos y vació los pulmones.
Tenía los sentidos placenteramente turbados y en su mente flotaban los pedazos de un sueño demasiado breve.
Se humedeció los labios.
—Dios, ha sido muy intenso.
Si no hubiera tenido la absoluta certeza de que estaba dormida, hubiera jurado que alguien acababa de hacerle el amor. Esbozó una débil sonrisa. Imposible. Estaba completamente sola.
Era gracioso. No se sentía sola. Se incorporó y observó las sombras que había en la habitación. Un ligero movimiento llamó su atención. Tenía la sensación de que había otra presencia en la habitación. Las intensas sensaciones la envolvían. Se le erizó el vello de la nuca.
Se sentó en la cama y encendió la luz de la lámpara de la mesita. Entornó los ojos. Todo a su alrededor parecía borroso y amorfo. Sin lentillas o gafas no era capaz de ver más allá de unos centímetros. ¡Maldita sea! Se las había dejado en la repisa que había sobre el lavabo. Nunca llevaba gafas en público; especialmente, delante de un hombre. Aquella montura de pasta negra no la favorecía nada.
Un ruido sordo aterrizó a los pies de la cama.
—Sleek.
Al parecer, el misterioso intruso no era más que un producto de su hiperactiva imaginación.
Sleek se instaló en su lugar favorito a los pies de la cama y se acurrucó. Emitió un ronroneo de satisfacción.
Ella suspiró.
—Me alegro de que alguien esté contento por aquí.
_____ Se pasó las manos por la cara, se acurrucó junto al gato y se colocó una almohada entre las piernas. Lo que había pasado hacía sólo un momento le había despertado un increíble apetito sexual. Anhelaba estar entre los brazos de un hombre y sentir el peso de su cuerpo sobre ella mientras la penetraba profundamente con la polla.
Pasó la mano por el lado vacío de la cama. Sería bonito tener a alguien con quien irse a dormir cada noche y junto al que despertarse. Hacía mucho tiempo que el cuerpo de un hombre no yacía junto al suyo. Nadie ocupaba el espacio vacío. La soledad era la peor enfermedad del mundo. Se le comía el corazón como un ácido corrosivo.
Su nuevo jefe apareció en su mente. El deseo la invadió de nuevo.
Joe Jonas. Incluso su nombre sonaba majestuoso.
____ recordó cómo la había mirado cuando estaban comiendo, cómo la desnudaba con los ojos y cómo se había sentido cuando él le tocó la mano. Una electricidad había recorrido su cuerpo. Nunca había experimentado nada parecido en toda su vida.
Suspiró profundamente. Acéptalo. Necesitaba echar un buen polvo. Necesitaba una buena ración de sexo salvaje y sudoroso. Su último pensamiento racional llegó mientras el sueño se apoderaba dulcemente de ella.
— ¿Me quieres conseguir, Joe? —Susurró a su amante en sueños—. Sedúceme.
Capítulo 25
Joe se quitó el aterciopelado albornoz y lo dejó caer al suelo. Estaba de pie en su habitación; por su piel aún resbalaba alguna gota de agua que le daba un aspecto limpio y fresco. Cuando pensaba en _____, sentía siempre una familiar ráfaga de calor que se dirigía a su ingle. Su miembro, como si tuviera vida propia, dio un pequeño respingo. Él sonrió, satisfecho.
Ah, _____, una encantadora criatura digna de contemplar. Tenía un cuerpo espectacular: sus pechos eran redondos y firmes; su cintura, pequeña, y tenía un culo con unas curvas preciosas. Era tan delicada como una muñeca de porcelana; tenía un cuerpo para seducir, provocar y complacer.
Una sombra se movió detrás de él y se volvió; al hacerlo se vio a sí mismo en el espejo de cuerpo entero. Un ligero vello castaño le cubría el pecho y los brazos, y su pene se acurrucaba cómodamente en un nido de rizos púbicos. Su cuerpo, esbelto y sólido, estaba deliciosamente musculado. Era la envidia de cualquier hombre y lo que deseaba cualquier mujer.
Los Kynn eran criaturas muy sexuales. Necesitaban sexo. Ansiaban el sexo del mismo modo que los seres humanos necesitaban el aire para respirar. Cuando no estaba teniendo relaciones sexuales, sólo pensaba en tenerlas. En ese momento estaba pensando en cómo conseguir que _____ se abriera de piernas para él.
Bajó la mano y la cerró alrededor de su creciente erección. Sintió su polla palpitante, caliente y aterciopelada. Incluso flácida, era una imagen impresionante; llenaba sus pantalones y daba a las mujeres algo por lo que suspirar. Cuando estaba erecta, tenía una longitud impresionante, y era gruesa y torneada. Cerró los ojos y empezó a masturbarse. Respiraba entrecortadamente.
Aunque había poseído a muchas mujeres a lo largo de su vida, en aquel momento fantaseaba con aquella que había elegido para que se convirtiese en su pareja.
_____. ¡Ah! Se había mostrado tímida con él, pero detrás de aquella actitud y su fría mirada hervía una pasión que esperaba ser desatada. Él lo sentía, lo sabía por el modo en que ella paseaba los ojos por su cuerpo y por cómo se recreaba en su entrepierna. Tenía ese brillo en la mirada que destilaba curiosidad, duda y deseo. Oh, sí, ella era definitivamente curiosa.
—Pronto serás mía, _____ —susurró.
Hacía sólo unas horas que la había visitado; había aprovechado para colarse en su casa cuando ella abrió la ventana para dejar entrar al gato. Una de las muchas habilidades de los Kynn consistía en poder desplazarse utilizando el viento sin que nadie pudiera verlos u oírlos.
Se presionaba con la intensidad adecuada y se masturbaba con movimientos rítmicos. La imagen de _____ le inundaba la mente. En su fantasía, ella estaba de rodillas y lo miraba con fuego en los ojos. Estaba ansiosa por poseerlo y sacaba la lengua para chuparle el prepucio. El sabor salado la excitaba y gemía suavemente; se metía su polla en la boca centímetro a centímetro y la chupaba muy despacio para aumentar su excitación. Se imaginaba cómo guiaría la cabeza de _____ mientras se follaba su cálida boca.
Su respiración se tornó pesada y discordante. Se masturbó con más fuerza, no se dio ni un respiro. Deseaba a esa mujer; la deseaba con tal ansia que casi la podía ver desnuda frente a él con los pálidos muslos abiertos para él. ¡Cuánto deseaba deslizar su lengua por su clítoris, chupar su néctar mientras movía la lengua rápidamente y lamía sus delicados pétalos rosáceos!
Aumentó la fricción sobre su erección; cada vez era más caliente.
Juguetearía con ella. La prepararía... primero con un dedo, luego con dos. Ella se excitaría y emitiría un gemido al ver su erecta virilidad, aquella furiosa bestia de conquista sexual. Pero él la tranquilizaría con suaves susurros y delicados besos. Ella probaría su propio sabor a hembra de los labios de él y enredaría su flexible lengua con la suya. Cuando se metiese dentro de su cuerpo de una única embestida, ella chillaría y se arquearía. Le arañaría la piel y gritaría su nombre.
Llamaron a la puerta y la atención de Joe volvió al presente. Tenía invitados aquella noche; invitados muy importantes. La introducción de un nuevo miembro al colectivo Kynn requería por lo general una reunión con el canciller del clan local. Como Joe era canciller, pretendía anunciar su intención de elegir una pareja de sangre.
Claro que aún no le había dicho a _____ que había sido elegida...
— ¿Señor? —La voz de Simpson era un poco impaciente—. ¿Necesita ayuda para vestirse?
Joe, con la boca seca, se pasó la lengua por los labios.
—Estoy bien —dijo imprimiendo un tono seco en su voz—. Creo que soy perfectamente capaz de vestirme solo.
—Si está usted seguro, señor... —contestó Simpson—. Los invitados de esta noche están empezando a llegar.
Joe estaba perdido en sus pensamientos cuando alguien llamó a la puerta con suavidad. Miró el reloj que había en su escritorio. Las dos y diez de la madrugada. Le había pedido a Rosalía que mandase a _____ a su despacho cuando acabase su turno.
—Adelante.
La puerta se abrió. _____ entró en la oficina; parecía una niña a la que iban a castigar. Llevaba los zapatos en la mano y andaba descalza.
En su rostro se dibujó una tímida sonrisa.
— ¿Querías verme? —No vaciló ni un instante y no dejó de mirarlo fijamente. Llevaba los labios pintados de rosa pálido y le brillaban un poco Se le marcaban los pezones a través de la finísima tela del uniforme. Parecían rogar que los acariciasen, que los lamieran.
La electricidad recorrió las venas de Joe La temperatura de Su cuerpo se disparó y apretó los dientes. Se humedeció los labios mientras se preguntaba a qué sabría la boca de _____ si la besase en aquel preciso instante. ¿A fresa? ¿A canela? Le dolía la polla. El deseo que sentía por ella era innegable El apetito. La necesidad. Eran el ácido que erosionaba sus sentidos.
Le hizo un gesto con la mano.
—Sí, quería verte.
Ella se encogió de hombros y se acercó a la mesa.
—Vale. —Los labios de ______ estaban un poco separados, húmedos y suculentos—. Por cierto, gracias por ocuparte de que la grúa recogiese mi coche y lo llevase al taller.
—Espero que no fuera nada importante.
Ella emitió un pequeño ruidito.
—El maldito cable de la batería estaba suelto. Sólo me costó diez dólares arreglarlo.
Joe unió sus temblorosas manos.
—Estupendo. Me alegro de que no fuera nada más grave.
_____ sonrió con pesar.
—No siempre será tan fácil de arreglar, pero de momento me alegro. —Cruzó los brazos y al hacerlo sus pechos dejaron de ser visibles—. Bueno, ¿y qué es lo que me querías comentar? —Su tono era despreocupado, distante.
Una distancia que Joe quería reducir.
—Sólo quería hacerte una pequeña proposición. —Las palabras salieron de sus labios antes de que supiera exactamente lo que iba a decir.
_____ arqueó sus torneadas cejas.
— ¿Una proposición?
Decir eso había sido una mala idea. Tenía la cabeza hecha un lío y estaba hecho un manojo de nervios; parecía que le estaba saliendo todo al revés. Levantó las manos.
—Una proposición laboral —aclaró—. Sé que estás cansada, así que seré breve.
_____ sonrió avergonzada. Su mirada se dulcificó.
— Por supuesto. —Señaló una de las sillas—. ¿Puedo sentarme?
Joe se aclaró la garganta. De momento su estrategia de seducción iba... muy mal.
—Qué mal educado soy. Por favor, siéntate.
_____ se sentó pasándose la falda por debajo de las piernas. Se cambió de postura, incómoda, intentando esconder la marca que tenía en el muslo.
—Es una marca de nacimiento —explicó—. Es muy fea ¿verdad?
Sus inocentes palabras golpearon justo en la base del cuello de Joe. A él se le hizo un nudo en la garganta. La marca de _____ era tan parecida a la suya que tenía que ser algo más que una mera coincidencia.
—Para nada. De hecho, pensaba que era un tatuaje bastante interesante. Muchas chicas los llevan. Ella se relajó.
—Pues, en realidad, yo he pensado varias veces en quitarme esta marca de alguna manera. Nunca me ha gustado.
El reprimió un gemido. Oh, ella no sabía ni la mitad del tema.
—No lo hagas. Es algo poco corriente. Te diferencia del resto.
—Nunca me lo había planteado de esa manera. Gracias. —Hizo una pausa y luego preguntó—: Bueno, ¿y que habías pensado proponerme?
Joe se inclinó hacia delante apoyando los codos sobre la mesa y entrelazando los dedos; era su mejor imitación de la clásica postura de negocios.
—Es bastante sencillo. Gina, quien como ya sabes es la jefa de camareras, acaba de presentar su dimisión; nos deja hoy mismo. Necesito cubrir su puesto cuanto antes. Considero que tú estás debidamente cualificada, así que me gustaría ofrecerte el trabajo.
______ abrió los ojos incrédula. Sacó la punta de la lengua y la pasó por el labio superior. Un gesto de lo más sensual. El deseo volvió a encenderse. Se le escapó una pequeña carcajada.
— ¿De verdad?
A Joe se le contagió su risa. El aumento del color en las mejillas de _____ y cómo se le iluminaron los ojos mientras se dejaba caer hacia atrás en la silla le parecieron gestos evidentes de que estaba encantada con la oferta.
—Sí. Creo que manejarás muy bien las responsabilidades que conlleva. Trabajarás con Rosalía coordinando los turnos, la ayudarás a pagar las nóminas y supervisarás a las chicas cuando estén en la pista. Como ya has dirigido tu propio negocio, doy por hecho que te habituarás rápidamente a nuestra manera de funcionar.
Joe tragó saliva; su delgado cuello se contrajo.
—Por supuesto. No habrá ningún problema. —Sonrió encantada.
Joe se esforzó por mantener un tono de voz firme.
—Empezarás cobrando sesenta mil más incentivos, que variarán en función de cómo hagas tu trabajo. Cuanto más tiempo te quedes conmigo, más dinero ganarás.
— ¿Sesenta mil? ¿Dólares?
—Asquerosa divisa americana —confirmó—. Nada de pesos ni yenes. Ni tampoco francos. Auténticos dólares americanos. Te darán un buen fajo según me han contado.
Capítulo 26
_____ parpadeó. Su expresión transmitía lo que no podían expresar las palabras: una profunda sensación de agradecimiento.
—Gracias. Te agradezco mucho que hayas pensado en mí para cubrir ese puesto.
Joe tuvo que ser sincero.
—Eres la persona más cualificada que tengo en plantilla en estos momentos —dijo intentando centrarse en sus propias palabras y no en los atractivos labios de _____—. Así me ahorro tener que poner un anuncio y hacer un montón de entrevistas.
—Hablando de cosas que cambian para mejor...
—Parece que tu suerte está cambiando.
Ella sonrió encantada.
—Gracias a ti —dijo suavemente.
Joe sonrió con pesar y miró el reloj. La tensa cuerda con la que trataba de controlar la atracción que sentía por _____ había empezado a aflojarse de nuevo.
—Sé que es tarde, debería dejar que te fueras a casa...
La impaciencia encendió los ojos de ______.
— ¿A qué hora tengo que venir mañana?
—Nadie viene a trabajar los domingos —contestó él sonriendo.
Ella se ruborizó mientras se reía tontamente.
—Claro. Se me había olvidado. Entonces, el lunes.
Joe se puso de pie. ______ también se levantó de la silla.
—Menuda vista que tienes desde aquí —dijo refiriéndose al enorme ventanal de su despacho.
—Echa un vistazo —la invitó él—. A partir de ahora podrás disfrutar de ella a menudo.
______ se acercó al cristal que permitía que las personas que estaban en la oficina pudieran observar lo que sucedía en el piso de abajo sin que nadie los viese.
—Esto es increíble —dijo entusiasmada—. No hay ni una sola esquina que no se pueda ver.
Él se colocó detrás de ella.
—Es una medida de seguridad. Necesitamos poder ver todo lo que está ocurriendo en todo momento. Si hay cualquier problema, queremos poder solucionarlo de inmediato.
—Entiendo. —______ bostezó; se frotó los ojos que se le estaban cerrando—. Perdona. Supongo que estoy un poco cansada. Me quedé despierta hasta tarde ayer por la noche. —No fue gracias a mí. — Joe puso las manos sobre los hombros de _____. Le masajeó el cuello con suavidad. La suave fragancia afrutada que desprendía su cuerpo invadió los sentidos de Joe. Incluso después de pasar toda la noche trabajando en un local lleno de gente, ______ parecía estar tan limpia y fresca como un recién nacido.
Para la sorpresa de Joe, no se sobresaltó al sentir su caricia, ni se alejó dirigiéndole palabras de indignación. Suspiró y se reclinó sobre él como si quisiese que la rodease con sus brazos.
Joe le murmuró al oído.
— ¿Te gusta? —Siguió masajeándole los hombros deslizando los pulgares hacia su nuca y dibujando lentos círculos. Un pequeño temblor recorrió el cuerpo de Rachel.
—Mmmm, sí. No me importaría que me dieran un buen masaje ahora mismo.
Joe rodeó su cintura con los brazos. No la cogió demasiado fuerte; sí se sentía incómoda se podía liberar fácilmente. Entre ellos surgió una conexión, una extraña electricidad que parecía crepitar en el aire.
El bajó la cabeza. Le dio un tierno beso en la nunca. Su mirada se posó en la curva que había entre su nuca y sus hombros. Se moría de ganas de pasar sus labios por allí
— Joe yo...
El sabía lo que ella iba a decir. Pero no lo quería escuchar.
Le dio la vuelta y cogiéndola entre sus brazos la besó. Sabía a cereza, acida y madura.
Sus lenguas se encontraron y se enzarzaron en una ardiente lucha. El invadió la barrera de sus labios con la lengua y consiguió adentrarse en su boca. Le quería dar placer en todos los sentidos.
_____ reprimió un gemido y rodeó la cintura con los brazos para luego deslizar las manos por su espalda. Su caricia fue como una droga en las venas de Joe. Adictiva, pero satisfactoria. Vendería su alma para poder poseerla.
Las manos de Joe, ansiosas por corresponder a _____, tenían ideas propias. Le cogió los pechos y rodeó sus pezones con los pulgares hasta que se pusieron duros. Su polla se endureció contra el vientre de ella. La empujó contra el gran ventanal, le cogió el culo con las manos y le abrió las piernas.
La apasionada reacción de ______ disminuyó. Dejaron de besarse.
—Yo... Joe... —dijo su nombre casi sin aliento.
Él le pasó la yema del dedo por los labios. Lo que sintió al tocarla volvió a acelerar su respiración. Sólo tenía que mirarla para que se encendieran las brasas de necesidad que ardían en su interior.
— ¿ Joe qué? —su voz era más caliente que la lava.
_____ se estremeció y suspiró contra su boca.
— ¿En qué estoy pensando? —Puso las manos sobre el pecho de Joe y lo apartó.
El se negó a ceder.
—No pienses. —La cogió de nuevo—. Sólo actúa. —«Cómo hiciste la otra noche», pensó, recordando la madrugada que se deslizó en forma de brisa en su casa y pudo apreciar la pasión que hervía bajo su frío exterior.
—Tenemos que parar.
______ pasó por su lado. Sus palabras fueron un auténtico cubo de agua fría.
Joe se volvió.
— ¿Por qué? Ella le contestó con una pregunta:
— ¿Me has ofrecido el trabajo para poder acostarte conmigo?
Se miraron fijamente a los ojos. Él vio la llama de la pasión en su mirada. Ella lo deseaba. No había ninguna duda. ______ sacó ligeramente la lengua y se humedeció los labios.
Joe se metió las manos en los bolsillos. Su corazón latía con mucha fuerza.
—No pretendo utilizar mi posición como jefe para acostarme contigo. —Negó con la cabeza imaginando lo poco sincero que debía estar sonando lo que estaba diciendo—. Mis intenciones como hombre...
—Me gustaría mantener mi trabajo separado del placer —lo interrumpió ella—. Su voz, casi inaudible, era seca. Destilaba angustia... y lujuria.
Joe inspiró con fuerza. Un ligero temblor le recorrió el cuerpo y empezó a transpirar. Su corazón ardía y la frustración se adueñó de él; tenía tantas ganas de poseerla que le resultaba doloroso. Al haber percibido un ligero aroma a sexo femenino, su polla insistía en permanecer incómodamente dura dentro de sus pantalones. Hasta el último de los ligamentos de su cuerpo seguía rígido, eran como cables de alta tensión de pura lujuria.
— ¿Eso es lo que quieres?
____ dudó y luego levantó la barbilla. En su mente la decisión ya había sido tomada.
—Es mejor así. Es menos complicado. —Su cuerpo no estaba de acuerdo. Sus pupilas estaban dilatadas y respiraba con dificultad. Sus pezones seguían erectos; se habían convertido en pequeños, puntos duros de deseo.
Aquéllas no eran las palabras que Joe quería escuchar.
—Tienes razón.
— ¿Sigo trabajando aquí? —preguntó ella.
El se puso una mano sobre el corazón.
—Por supuesto. Espero que aún sigas queriendo trabajar con un viejo lobo como yo.
— ¿No querrás decir un viejo vampiro? —preguntó ella, sacando a relucir la confesión que él le había hecho en el bar de camioneros. Obviamente, no lo había olvidado.
Joe asintió esbozando una sonrisa forzada. Justamente era lo último que le apetecía hacer.
—Viejo vampiro.
_____ inspiró con fuerza.
—Bueno, se está haciendo tarde y debería irme a casa.
— ¿Sale usted corriendo, señorita _____?
Ella negó con la cabeza. Su mirada no flaqueó ni un momento.
— ¿Quién dice que voy a correr?
Cuando cerró la puerta del despacho de Joe, ______ se apoyó en la pared y se dio un suave golpe en la cabeza. Tardó unos diez minutos en estabilizar su respiración y dejar de temblar. ¡Vaya! Cómo la había tocado... El mero hecho de pensar en ello le provocaba escalofríos. Se pasó los dedos por los labios. Seguía sintiendo el hormigueo que Joe le había provocado con sus besos. Su clítoris palpitaba salvajemente entre sus piernas.
—Te dije que no correría —dijo susurrando—. Si me quieres, ven a por mí.
Aunque sabía que la podrían pillar en cualquier momento, se deslizó la mano entre las piernas. Se frotó por encima de la sedosa tela del uniforme del mismo modo que le hubiera gustado que lo hiciera Joe. ¡Oh, sí...!
Continuara.
LaliisSm17
Re: “Pecados de la Carne” (Joe&Tú) CANCELADA
AyeJB escribió:no la vas a seguir :P?
Trankis
Ahora Suboo! ;) :D
LaliisSm17
Re: “Pecados de la Carne” (Joe&Tú) CANCELADA
Bien ahi! Me encanta la nove, :) un beso!
Invitado
Invitado
Re: “Pecados de la Carne” (Joe&Tú) CANCELADA
ahy ahy ahyy enserio no se k ases k no me vas ya ponioendo capis jumm hahha siguela siguela siguela plizz enserio me encata la nove y cada vez se esta poniendo de lo mejorr :twisted: hahah siguelaaa
Invitado
Invitado
Re: “Pecados de la Carne” (Joe&Tú) CANCELADA
Siguela!!! :lol!:
Siguela!!! :lol!:
Siguela!!! :lol!:
Invitado
Invitado
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