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“Pecados de la Carne” (Joe&Tú) CANCELADA
O W N :: Archivos :: Canceladas
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Re: “Pecados de la Carne” (Joe&Tú) CANCELADA
OHMYJONAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAS!
se conocieron por fin
la rayiss qe pensamientooos enserio!
pero al ver a joe a qien no se le antojaaa :twisted:
bueeeeno yaa!
SIGUELAAAA
AMO LA NOVE A MAS NO PODER!
se conocieron por fin
la rayiss qe pensamientooos enserio!
pero al ver a joe a qien no se le antojaaa :twisted:
bueeeeno yaa!
SIGUELAAAA
AMO LA NOVE A MAS NO PODER!
Ell Payne'
Re: “Pecados de la Carne” (Joe&Tú) CANCELADA
PASE DE PAGINA!
Eso merece 2 caaaps mas n_n
:grupo:
Eso merece 2 caaaps mas n_n
:grupo:
Ell Payne'
"Pecados de la Carne" (Joe&Tú)
"Pecados de la Carne" (Joe&Tú)
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Capítulo 8
Rosalía volvió al ataque. Traía una taza de delicada porcelana china en una bandeja y aprovechó para aportar su granito de arena.
—He oído que muchos negocios están cerrando por esa zona —comentó secamente.
______, un poco ofendida por su intromisión, se puso tensa. Su sonrisa desapareció. Creía que Rosalía se iría, pero estaba claro que la vieja no pensaba hacer tal cosa.
—El mío incluido —explicó ______—. El centro comercial me hundió.
Jonas, tomándose el té, tampoco aportó palabras de simpatía.
—Veo que tiene un poco de experiencia en hostelería...
______, incómoda, cambió de postura. Venderse a sí misma le estaba resultando bastante denigrante.
—Sí. En la universidad trabajé como camarera. Hace mucho tiempo, es verdad, pero creo que no tendré ningún problema con el trabajo.
______ frunció el ceño. Le dirigió a ______ una feroz mirada y negó ligeramente con la cabeza.
—Servir mesas en un club nocturno hoy día difiere bastante de haber servido mesas hace una década.
Aquellas secas palabras desinflaron a ______. Su seguridad desapareció y se encogió de hombros.
—Es cierto —le tembló levemente la barbilla y apretó los dientes—. Tengo muy poca experiencia como camarera.
¡Dios! Se sentía como una completa imbécil. Se le había escapado otro trabajo de entre las manos. Si se iba rápido, podría seguir buscando sin perder más tiempo. Puso las manos sobre los brazos de la silla y empezó a levantarse.
—Siento haberles hecho perder el tiempo...
Jonas le lanzó una incisiva mirada que la paralizó.
—Espere un momento.
Había esperanza.
______ se volvió a sentar.
El hizo una mueca con los labios.
—Aquí pone que está usted licenciada en dirección y administración de empresas. Para empezar, creo que está usted demasiado cualificada para el puesto de camarera.
______ esbozó una mueca. ¿Es que creía que no lo sabía? Se dirigía a ella como si se hubiera sacado la carrera por los pelos y no como si estuviera hablando con una de las mejores alumnas de su promoción. ______ resistió el impulso de fundirlo con la mirada.
—Sé perfectamente lo que significa trabajar en un bar. No he estado escondida en una cueva todos estos años. Ya sé que el Mystique es el mejor club de la ciudad... y sé que aquí es donde viene más gente.
— ¿Y cree que podrá manejar a tanta gente?
La ansiedad se empezó a adueñar de ella. No estaba segura, pero no tenía ninguna intención de admitirlo. Forzó una sonrisa competente.
—Aunque éste no es el camino profesional que he elegido, en este momento estoy buscando otras opciones laborales para poder mantenerme. En ese aspecto, no estoy demasiado cualificada. Sólo intento buscar un trabajo para poder pagar mis facturas.
Él arqueó una ceja.
—Entiendo su situación. —Cogió un caro y elegante bolígrafo y escribió algunas anotaciones en la solicitud—. Necesito urgentemente dos chicas y las personas que han venido últimamente dejan mucho que desear.
______ se sintió aliviada.
—Gracias.
La relajación no le duró mucho tiempo.
—Pero le voy a ser franco. Si va usted a aceptar el trabajo, tengo que advertirla que tendrá que lidiar con una incontrolada multitud de personas que se ponen hasta las cejas de alcohol y de lo que sea que se metan en el cuerpo.
______ asintió.
—Entiendo.
Jonas sacudió la cabeza y pasó los dedos por su estilizado corte de pelo. Este se volvió a colocar en su sitio como si no lo hubiera tocado.
—No creo que lo entienda. La gente empuja y se tambalea sin importarles que haya cerca una camarera con una bandeja llena de bebidas. Los hombres, y algunas mujeres, se dedican a sobar indiscriminadamente a cualquier chica que tengan a mano.
La aportación de Rosalía no fue más suave.
—Algunas chicas no aguantan ni una hora —dijo—. Y la mayoría no duran más de seis meses. Necesitamos gente en la que poder confiar y que aguante.
Después de escuchar semejante parrafada, ______ decidió dar lo mejor de sí misma. Si creían que la iban a disuadir con aquellos argumentos, les demostraría que no podían estar más equivocados. No había duda de que aquellos dos no tenían ningún problema para pagar el alquiler a final de mes. Ella tal vez no podría. Aún estaba en números rojos y pasarían muchos meses antes de que pudiera pagar todas sus deudas.
—Me quedo con el trabajo.
Rosalía Dayton emitió un gruñido de disgusto. No le parecía lo suficientemente buena.
— ¿Hasta que se le ponga a tiro un cómodo trabajo administrativo de nueve a cinco?
______, palideciendo, negó con la cabeza.
—No estaría aquí si no quisiese trabajar. —Mentira. Mentira cochina. Si hubiera tenido alguna perspectiva mejor, no hubiera puesto los píes en ese asqueroso lugar. Rosalía siguió con su discurso.
—A mí no me engaña, señorita ______. Va usted mejor vestida y está usted mucho más cualificada que las mujeres que suelen desfilar por mi despacho. Francamente, no la veo como una empleada a largo plazo—. ______ estaba al borde de la exasperación y a punto de sufrir un ataque de pánico. Estaba entre la espada y la pared y sólo tenía una salida.
Se inclinó hacia delante. Ignorando a Rosalía colocó las manos con fuerza sobre el carísimo escritorio y se dirigió a Joe.
— ¡Ya puedes atar a tu perro! —gruñó—. Una cosa es una entrevista y otra muy distinta es un interrogatorio. Si esta mujer está intentando asustarme, no lo conseguirá insultándome.
Arqueando las cejas sorprendido, Joe Jonas se inclinó hacia delante y apoyó los codos en la mesa.
— ¿De verdad quiere usted estar aquí?
— ¿Perdón?
Capítulo 9
— ¿Cuántos días cree que pasarán antes de que tire la toalla y salga por esa puerta?
______ negó con la cabeza.
—No le entiendo.
—No creo que tenga lo que hay que tener para trabajar aquí —dijo tajante y directo al grano. Por lo menos no la había insultado.
______ se negó a desistir. Se obligó a mantener la calma para que él no descubriese lo cerca que estaba de echarse a llorar.
—Mire, le seré sincera. Éste no es el trabajo más deseable para mí. Ya sabe que por cada centro comercial que se abre quiebran y desaparecen diez pequeños comercios como el mío. La gente se queda sin trabajo y se asusta. Yo estoy asustada. Lo único que estoy pidiendo es una oportunidad para ganarme la vida decentemente.
Sus sencillas palabras parecieron causar impresión.
Se hizo un largo silencio. Demasiado largo.
Finalmente, Jonas asintió satisfecho.
—Por lo menos, parece usted una persona con carácter. —Ladeó la cabeza ligeramente y le hizo una señal a Rosalía Dayton. Dio la impresión de que hubiera chasqueado los dedos de buena gana, pero se contuvo—. Por favor, explícale a la señorita ______ cómo funciona todo esto. Dile a Gina que la incluya en el programa y que empieza mañana a las seis en punto.
______, aliviada, suspiró en silencio; se alegraba mucho de no tener que empezar aquel mismo día. Por lo menos tendría veinticuatro horas para hacerse a la idea.
Seguía necesitando el trabajo. Prácticamente lo había suplicado. Ya no había vuelta atrás.
—Gracias.
La vieja mujer arrugó los labios, pero se guardó lo que pensaba para ella misma. ______ estaba segura de que Joe Jonas escucharía pronto la opinión de Rosalía acerca de aquella última contratación. «Tendré que demostrarles a ambos que se equivocan», pensó.
Después de haber escuchado la descripción de las condiciones laborales, tenía la ligera sospecha de que trabajar en el Mystique era algo parecido a ser arrojada a los leones. Si no cuidaba de sí misma, se la comerían viva.
—Vaya con Rosalía, señorita ______. Ella se ocupará de su contrato y le dará un uniforme.
—Claro. —______ asintió a su nuevo jefe. Su, terriblemente sexy, nuevo jefe. Alejó ese pensamiento de su mente.
La química sexual que había percibido sentada al otro lado de su mesa no significaba nada ahora que ella y aquel hombre estaban iniciando una relación laboral. La amarga experiencia le había enseñado a no tontear con hombres que tenían la paella por el mango económicamente hablando. «Donde tengas la olla no metas la polla», se recordó a sí misma.
—Gracias, señor Jonas.
Una respuesta suave.
—Llámeme Joe, por favor.
______ sonrió.
—Gracias, Joe. —Se sintió extraña al escuchar aquel nombre de sus propios labios, pero le gustó cómo sonaba—. No se arrepentirá de haberme contratado.
—Estoy seguro de que no —dijo él recorriendo su cuerpo con sus ojos grises, investigando y diseccionando cada centímetro visible. Una chispa iluminó las profundidades de sus ojos, sugiriendo que su mente escondía todo tipo de apetitos primitivos. Aquella mirada resultó más íntima que cualquier caricia física y ______ sintió que la penetraba hasta lo más profundo de su ser.
Una fuerte sensación de conciencia sexual le recorrió las venas. Había algo en Joe, algo ferozmente masculino, que despertaba a la hembra animal que había en ella. Resultaba imposible ignorar su silenciosa llamada.
_______ intentó borrar las lujuriosas imágenes que se proyectaban en su mente. No tuvo suerte. Su cerebro le ganó la partida y empezó a imaginar qué sentiría deslizando los dedos por el musculoso cuerpo de Joe, a qué sabría su cálida polla si se la metiese en la boca... ansiosa, hambrienta. Cómo sería tener el cuerpo firme de Joe sobre el suyo; lo imaginó utilizando sus propias caderas para abrirle los muslos con una feroz demanda sexual.
Joe esbozó una sonrisa; parecía que podía leer la mente. A pesar del espacio que los separaba, se había establecido entre ellos una extraña y centelleante conexión.
La mirada de Joe se tornó caliente y sensual. La presión crecía a medida que aquella invisible intimidad aumentaba.
______ empezó a sentirse como si él hubiera tocado su piel desnuda con sus hambrientas manos y el clítoris le palpitó con más fuerza; sus bragas empezaron a humedecerse. De su cuerpo comenzó a emanar un calor imposible de ignorar. De repente, le pesaba la ropa; se sentía aprisionada y atada. Un extraño brillo le cubrió la piel.
La cabeza de ______ empezó a girar. Tenía la sensación de estar envuelta por espirales de pura energía. Su visión era cada vez más borrosa, y tuvo que separar los labios para respirar. Empezó a temblar, sentía que se le fundía la espalda. La sensación de calidez aumentaba en su clítoris, cada vez más hinchado. Apretó los dientes y tensó los muslos; tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para no gemir cuando el clímax la recorrió con la fuerza de una avalancha.
De repente, aquellos segundos que habían pasado desaparecieron.
Joe habló de nuevo.
— ¿Está usted bien, señorita _______?
______ se esforzó por recuperar la sensatez. Tenía la mirada desenfocada y parpadeó para volver a la realidad. Inspiró con fuerza; se sentía como si la hubieran drogado, como si su cuerpo no le perteneciese.
—Estoy bien, gracias.
Aunque aseguraba estar bien, las sienes le seguían palpitando con mucha fuerza. ¡Madre mía! ¡Aquel hombre era capaz de follársela con sólo mirarla! Su sexo prácticamente goteaba.
______ se quedó de pie, colocándose bien la falda.
—Supongo que necesito otra buena dosis de cafeína para ponerme en marcha.
Se había estremecido con tanta violencia que se le había caído el bolso del regazo y no se había dado ni cuenta. Se agachó para recogerlo encantada de tener un minuto para esconder su vergüenza. ¡Oh, Dios! No se podía creer que hubiera alcanzado el clímax sólo mirándolo.
Joe se levantó y rodeó el escritorio; al andar transmitía mucha seguridad en sí mismo.
—Por supuesto. —Extendió la mano—. Bienvenida al Mystique, señorita ______.
______ vaciló. El brillo que había en las profundidades de los ojos de Joe indicaba que no le había pasado por alto ni un solo segundo del delicioso placer que acababa de recorrer su cuerpo. Ella creía que si lo tocaba se derretiría, pero hubiera sido muy grosero por su parte rechazar su mano.
—Por favor, llámame ______ —dijo ella. Acallando su deseo sexual, le estrechó la mano.
Capítulo 10
Aquellos fuertes dedos le envolvieron la mano como si fuera un guante; el tamaño de la mano de Joe prácticamente se tragaba la suya. La fuerza que imprimió a su despreocupado apretón de manos le debilitó las rodillas y le hizo un nudo en el estómago.
—______, entonces. —En su boca, su nombre sonó igual que un sedoso ronroneo.
______ estuvo a punto de perder la compostura.
—Gracias por darme una oportunidad —su voz sonó más ronca que de costumbre.
Él sonrió.
—El placer, querida, es todo mío. Espero tenerte cerca durante mucho tiempo. —Sus palabras eran sencillas y seguras, pero seguía ardiéndole la mirada.
A _______ le dio un vuelco el corazón. Hábilmente, se liberó del apretón de manos para ponerse la correa del bolso sobre el hombro. Aquella barrera física la ayudó a protegerse del increíble magnetismo de Joe.
El entendió la indirecta y dejó caer la mano. Si se sintió decepcionado, no lo demostró. Se volvió a dirigir a Rosalía Dayton.
—Asegúrate de no perder a esta chica.
Rosalía esbozó una mueca avinagrada.
—Claro, Joe.
_______ tuvo la impresión de que si aquella mujer hubiera podido burlarse y resoplar lo hubiera hecho encantada. Seguro que a Rosalía no se le había pasado por alto cómo Joe se la comía con los ojos. ¡Prácticamente la había desnudado y se la había follado durante la entrevista!
Aunque no era la primera vez que un hombre la desnudaba con los ojos, en el fondo, tenía la ligera sospecha de que Joe jonas desnudaba a las mujeres con los ojos del mismo modo que un alcohólico decide servirse otra cerveza helada. Automáticamente y sin pensarlo.
Claro que ella tampoco estaba interesada en su jefe. En la cola del paro también había oído más de un comentario despectivo acerca de sus inclinaciones sexuales. Se rumoreaba que devoraba a las mujeres igual que un elefante engullía los cacahuetes. Probablemente, ella no era la primera a la que había mirado así y seguro que no sería la última.
_______ hizo examen de conciencia mientras se daba la vuelta. Al margen de la atracción, y la atracción definitivamente existía, no pensaba convertirse en una más en su lista. Ella iba a trabajar para él y le mostraría el respeto que le debía como empleada. Nada más.
Porque... ¿podrían ser amantes?
« ¡Eso es ridículo!»
_______ observó el vestido negro que le había dado Rosalía Dayton.
Se lo puso sobre los hombros y se miró en el espejo de cuerpo entero de la puerta de su armario.
—La tela es finísima... —murmuró sujetándolo a contraluz.
El vestido era corto, el tipo de modelito que le encantaría a una vampiresa devora hombres. Lo examinó más detenidamente y se dio cuenta de que en realidad no era un vestido, se parecía más a un uniforme de animadora. Estupendo. Se dio cuenta de que con aquella cortísima falda no se podría agachar: sin un pantalón corto debajo le daría al mundo un estupendo primer plano de su coño.
El logotipo del Mystique estaba bordado sobre la sedosa tela del pecho izquierdo. Los trazos de la eme y de la te eran más largos: simulaban un par de colmillos de vampiro. Era una buena idea, pero muy poco original. En la etiqueta ponía que era una talla mediana, pero estaba segura de que era una talla pequeña. También le habían dado un delantal con bolsillos y una placa de identificación. Rosalía le había prometido que si se quedaba más de un mes, le darían más uniformes.
Sin embargo, de momento, se las tendría que arreglar con uno. El resto del uniforme, es decir, las medias y los zapatos, lo tendría que pagar ella. Le habían dicho que cuanto más alto fuera el tacón del zapato, mejor. Eso no tenía sentido, ¿cómo demonios esperaban que pasara toda la noche corriendo por el bar subida a un par de tacones altos? Afortunadamente, el barman le había aconsejado que diera más importancia a la comodidad que a la imagen, y le dijo que era mejor que se pusiera un tacón medio. _______ tenía las piernas largas y no creía necesitar diez centímetros de tacón para conseguir una imagen más sexy.
Tenía ganas de probarse el vestido, así que lo dejó sobre la cama y empezó a quitarse la ropa hasta que se quedó en sujetador y bragas. Se embutió en el conjunto; estiró de la tela hasta que todo estuvo en su sitio y alisó las arrugas con la mano. Aquel maldito uniforme era muy ajustado y se le pegaba como si fuera una segunda piel. En aquel vestido no había espacio para meter ni un gramo de grasa de más y marcaba cada una de las curvas de su cuerpo. La tela tenía una generosa hendidura entre los pechos. Esbozó una mueca y se ahuecó el pecho. Tenía una copa B perfecta, ni demasiado grande ni demasiado pequeña. Era muy alta y había sido bendecida con una cintura pequeña, un vientre plano y unos muslos esbeltos.
El uniforme no le quedaba nada mal.
Frente al espejo, _______ se miró por todas partes. Gracias a Dios, su culo no parecía un tren de mercancías.
—No está nada mal para una mujer de treinta y tres años.
Satisfecha, se volvió hacia la derecha y hacia la izquierda, imprimiéndole a la falda un ondeo suave muy sexy. Le gustaba como le quedaba el uniforme.
Hasta que vio la marca que tenía en el muslo izquierdo. El vestido tenía cortes a ambos lados de la falda y aquella horrorosa marca se veía perfectamente. Rachel arrugó la nariz.
—Mierda. Odio esta maldita cosa.
Aquella «maldita cosa» era una marca de nacimiento del tamaño de una moneda de cincuenta céntimos. Era de color burdeos y resaltaba mucho en su pálida piel; tenía una forma que recordaba una estrella de cinco puntas. Ella lo llamaba «la marca de Caín»; decía que era un estigma que la alejaba del resto de personas. Cuando era más joven, estuvo considerando hacerse un tatuaje encima para taparla, pero nunca llegó a decidirse. En realidad, tampoco le había supuesto nunca ningún problema, porque raramente llevaba faldas o pantalones lo suficientemente cortos como para que se viese. Sólo sus amantes sabían que estaba ahí, y la mayoría de ellos no había dicho nada al respecto; solían mostrar mucho más interés por otras partes de su cuerpo.
Capítulo 11
Intentó estirar de la falda para taparla, pero en cuanto se movía, la falda volvía a su sitio y la marca se veía otra vez. Entonces pensó que tal vez pudiera taparla con un poco de maquillaje. Cogió uno que tenía de un tono suave para que coincidiera con el color de su piel y, rápidamente, se bajó las medias y lo aplicó encima de la marca. Consiguió ocultarla un poco, pero el experimento estaba condenado al fracaso. En cuanto anduvo un poco, el roce de la tela de las medias con su piel eliminó el maquillaje. Bueno. No se podía hacer nada más.
«Supongo que si quiero el trabajo tendré que vivir con esta maldita cosa. Es un bar oscuro, nadie se dará cuenta. La gente no se quedará embobada mirándome las piernas. Estarán bailando y bebiendo, nadie estará pensando en la marca de mi muslo.»
Sintiéndose un poco mejor, se quitó el uniforme y lo guardó. Mañana empezaba a trabajar. Como no tenía que estar allí hasta las seis de la tarde, se podía quedar despierta hasta tarde y celebrarlo. Decidió darse un buen baño y luego relajarse tomando una copa de vino y leyendo un buen libro.
Se quitó el resto de la ropa, sacudió la cabeza y se pasó la mano por el pelo. Hacía muy poco que había decidido cortarse la larga melena que tenía y que le llegaba hasta la cintura; se había dejado el cabello a la altura del hombro. Se puso tan nerviosa intentando salvar su negocio de un hundimiento irremediable que se cansó de pelearse con aquel pelo tan largo. El nuevo corte de pelo enmarcaba su cara y le daba una imagen moderna y desenfadada. En un buen día podía aparentar fácilmente veinticinco años.
Le gustaba cómo le quedaba. Era la mejor decisión que había tomado en mucho tiempo.
Abrió el grifo, reguló la temperatura del agua hasta que estuvo a su gusto y se metió dentro de la bañera. Deleitándose en el cálido vaivén del agua que chocaba suavemente contra su piel, se enjabonó y empezó a lavarse. Comenzó por los hombros y fue bajando; hizo una pausa cuando llegó a los pechos. Se los cogió y les dio a ambos una larga y jabonosa caricia. De repente, la invadió el deseo.
_______ se acarició las puntas de los pezones con las yemas de los dedos provocándose pequeñas y deliciosas sacudidas de placer. Se le arrugaron los pezones y luego, al retorcerlos suavemente, se endurecieron. El contacto era eléctrico. Se le escapó un gemido. El apetito carnal se apoderó de ella y se le endureció el clítoris.
Sentía un ligero picor que seguía necesitando alivio. Definitivamente, Joe había encendido un fuego en su interior aquella tarde y las llamas no se iban a extinguir con facilidad. A menos que ella tomara cartas en el asunto.
Apoyó la espalda contra la bañera y rozó las puntas de los pezones con las yemas de los dedos antes de pellizcarlos ligeramente. No había nada que le gustara más que un jueguecito agresivo para excitar sus pezones. Sentir los dientes de un hombre jugueteando con ellos la volvía loca.
_______ los pellizcó de nuevo, deleitándose en la eléctrica sensación que le recorría la espalda. Sus pezones eran grandes y se endurecieron bajo las yemas de los dedos. Empezó a temblar y se le escapó algún gemido.
Con la respiración entrecortada, comenzó a deslizar las manos por su vientre y se detuvo a acariciar el contorno de las caderas; cada vez respiraba más deprisa. Presionó los talones contra la bañera de porcelana y abrió las piernas. Perfecto. Después del polvo mental de aquella tarde con Joe, necesitaba algo que fuera lo más cercano posible a la realidad. Por desgracia, su mano era lo único que tenía para satisfacerse en aquel momento. Tomó nota mentalmente de que debía acordarse de comprar pilas para su vibrador. Era muy posible que las necesitara. Pronto.
Se puso la mano sobre el monte de Venus y se metió un dedo entre los suaves labios vaginales. La carne hinchada agradeció su caricia; estaba húmeda y resbaladiza a pesar del agua caliente. Su clítoris era de los que necesitaba una estimulación lenta. Las caricias toscas y bruscas no daban buen resultado. Para alcanzar el orgasmo, precisaba largas y perezosas caricias seguidas de movimientos rápidos.
Cerró los ojos y presionó la yema del dedo sobre el pequeño capuchón. Una oleada de calor recorrió todas sus terminaciones nerviosas. Definitivamente iba por buen camino.
_______ gimió mientras se acariciaba imprimiendo una suave y ligera presión, y sintiéndose maravillosamente fiera y lasciva, recorrió los labios vaginales apretando con suavidad la tierna carne entre los dedos.
Con la otra mano se acariciaba el pezón izquierdo, tiraba de él y lo retorcía. Tembló al sentir cómo los músculos vaginales se flexionaban y se contraían. Su sexo ansiaba una polla larga y dura.
Tendría que utilizar un sustituto. Cerró los ojos. La realidad se fundió en negro.
Recordó la intensa mirada de Joe y se imaginó lo que podría haber pasado si hubieran estado solos. Si la hubiera desnudado en el despacho, habría encontrado sus firmes pechos escondidos tras un precioso sujetador blanco con encajes. Si le hubiera levantado la falda, habría visto cómo los pantis realzaban cada centímetro de sus largas piernas.
Aquella mesa que tenía era perfecta para echar un polvo rápido. Le fue fácil imaginar que Joe la ponía encima de la pulida superficie y luego se situaba entre sus piernas abiertas tras bajarse la cremallera para liberar su miembro, largo y rígido.
_______, con Joe entre las piernas, podría sentir la presión de su erección, la punta de la polla palpitando contra su clítoris. Nunca se había sentido tan excitada.
La fantasía desbordaba su mente y se metió dos dedos, luego los sacó y se metió tres. Las suaves y rítmicas embestidas se volvieron más fuertes y más exigentes. Aunque eran sus propias manos las que daban placer a sus pechos y a su entrepierna, era a Joe a quien quería. Al único que deseaba.
De repente, aquella lasciva necesidad se tornó feroz ansiedad. _______, acercándose al clímax, metió los dedos más profundamente en su sexo. Su piel palpitó con un dulce temblor. Ella presionó de nuevo; se produjo una íntima convulsión y le empezaron a temblar las piernas.
Cuando alcanzó el clímax, una oleada de calor líquido la inundó al tiempo que la oscuridad que había en sus ojos se convertía en exquisitas cintas de brillantes colores. Sus pechos subían y bajaban y se arqueó contra la porcelana mientras un suave y discordante gemido surgía de lo más profundo de su ser.
Pareció tardar una eternidad en volver a la realidad.
— ¡Joder! —jadeó _______, humedeciéndose los labios con la punta de la lengua. Tenía la garganta y los labios secos a causa de su pesada respiración. Un dulce hormigueo le seguía recorriendo el cuerpo cuando cogió una toalla del perchero y se envolvió en ella; luego cogió otra para secarse los brazos y las piernas—. Hacía años que no me sentía tan bien.
Sonrió.
Por lo visto, trabajar en el Mystique podía tener algunas ventajas.
Continuara.
Chicas les dejo 4 capítulos por que hasta el lunes o martes no les voy a poder subir
disfrútenlos Las Quiero se cuidan Bye! :D :D
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LaliisSm17
Re: “Pecados de la Carne” (Joe&Tú) CANCELADA
ahhhhhhhhhhhhhhhh
siguelaaaaaaaaaaaaaaa
esta buenisimaaaaaaaa
me encantaaaaaaaaaaa
un favor pasen por la novela de una amiga
esta muy buena:
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siguelaaaaaaaaaaaaaaa
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damned
Re: “Pecados de la Carne” (Joe&Tú) CANCELADA
woo nueva lectora ya me encata la nove dios los capis unikos
siguela suando puedas
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Invitado
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"Pecados de la Carne" (Joe&Tú)
"Pecados de la Carne" (Joe&Tú)
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Capítulo 12
Treinta minutos antes de que empezase su turno, _______ aparcó el coche en la sección de empleados del aparcamiento y luego se dirigió a la puerta por la que entraba el personal, situada en la parte trasera del edificio. Se había puesto un suéter largo encima del uniforme porque le daba un poco de vergüenza lucir aquel vestidito tan corto por la calle.
La recibió Rosalía Dayton y la acompañó por un rápido recorrido entre bastidores: le enseñó la sala en la que los empleados hacían los descansos, le detalló el horario y le presentó a los bármanes, a los ayudantes de los bármanes y a las demás camareras. También recibió una rápida lección sobre cómo debía gestionar el dinero. Le daban cien dólares de entrada; con ese dinero pagaría las bebidas en la barra cuando las recogiese y luego cobraría a los clientes en la mesa.
Seis de la tarde. Empieza el espectáculo.
Y ni rastro de Joe.
_______ salió a la pista detrás de su tutora, Lucille, que estaría pendiente de ella y la ayudaría si fuera necesario. El club estaba dividido en secciones y cada una de las chicas tenía asignado un grupo de mesas.
A pesar de que la noche acababa de comenzar y el club no se empezaría a animar hasta más o menos las nueve, el local ya estaba lleno. Un extraño olor flotaba en el ambiente, era una mezcla de sudor, perfumes, alcohol, incienso y humo de cigarrillo. _______ se mareó. La música sonaba muy fuerte, las paredes retumbaban y el local estaba repleto de luces de colores que se movían al ritmo de la extraña mezcla musical de género góticotecno; los temas eran clásicos que resultaban curiosamente familiares. Para quien le gustara ese tipo de ambiente, el club no estaba del todo mal.
—Ésta es la zona en la que vas a trabajar —dijo Lucille, gritando para que pudiera oírla por encima de la música y el parloteo. Señaló una oscura hilera de mesas.
_______ observó a la chica con atención. Era pelirroja y muy guapa; no debía de tener mucho más de dieciocho años. Tenía los ojos verdes y la piel muy pálida.
Lucille continuó:
—Ésta es tu barra y Alan es tu barman.
_______ asintió de nuevo. ¿Qué diablos se suponía que podía decir? Estaba petrificada por tener que enfrentarse a un trabajo nuevo y mezclarse con gente extraña en aquel entorno tan extravagante. Ella estaba acostumbrada a trabajar en un lugar tranquilo y familiar. Y allí estaba ahora, intentando abrirse paso en un local en el que las personas estaban como sardinas en lata.
Lucille percibió que _______ estaba incómoda y sonrió al mismo tiempo que le guiñaba el ojo con complicidad.
—Te acostumbrarás —dijo dándole una tranquilizadora palmadita en la espalda.
_______ no estaba muy segura de ello. Un incipiente dolor de cabeza amenazaba con intensificar su fuerza.
—Hay mucho ruido. Casi no puedo pensar.
Lucille asintió con simpatía.
—Dejarás de oírlo cuando pase un rato. Tú limítate a mantener la cabeza bien alta, sonreír y llevar las bebidas a las mesas. Es todo lo que tienes que hacer.
Una vez dicho esto, mandó a _______ a trabajar.
Cuatro horas después, _______ entró cojeando en la habitación en la que descansaba el personal; sonrió débilmente a sus compañeros que estaban tan cansados que sólo conseguían asentir y murmurar alguna palabra. Sólo eran las diez de la noche y ya sentía la feroz necesidad de sentarse y descansar un poco.
Se sirvió un té helado y se dejó caer en una silla de metal. Luego se quitó un zapato y se masajeó los dedos de los pies.
¡Oh, Dios, los pies la estaban matando! ¿Cómo conseguían aguantar aquellas chicas día sí día no? Se había puesto unos zapatos totalmente planos y, sin embargo, tenía la sensación de que sus pies eran de plomo. Mañana iría a la farmacia a comprarse unas plantillas. Pensó que las chicas que se atrevían a pasearse por ahí con tacones de más de tres centímetros de altura debían de tener los pies de acero; de no ser así, seguro que estarían lisiadas cuando llegasen a los treinta años.
No le había pasado por alto el hecho de que era una de las camareras más mayores de la plantilla. Se sentía como una auténtica anciana en comparación con aquellas jovencitas que apenas tenían la edad legal para servir alcohol. Hasta el momento nadie le había pellizcado el culo o le había metido mano al agacharse para dejar las copas sobre las mesas. Pero no le cabía ninguna duda de que sucedería pronto. Sólo era cuestión de tiempo.
Un par de chicas, en cuyas placas identificativas se leía «TAMMY» y «DEBBIE», entraron y se sentaron. Las dos eran rubias y pechugonas, y le daban un nuevo significado a la palabra sexy, embutidas en sus minúsculos uniformes. Ya se había dado cuenta de que algunas de las chicas tenían una particular forma de inclinarse sobre los clientes, ofreciendo a los hombres un buen primer plano de sus tetas o de sus culos. Obviamente, esas chicas eran las que se iban a casa con las propinas más generosas; con la ayuda de aquellas maniobras conseguían fácilmente que los hombres les metieran en el escote billetes de veinte y hasta de cincuenta dólares.
Tammy le ofreció un cigarrillo mientras encendía uno para ella.
— ¿Fumas?
Debbie cogió el que _______ rechazó y lo encendió con el encendedor de plástico de Tammy.
_______ se volvió a poner el zapato mientras negaba con la cabeza.
—Gracias, pero no fumo.
La mirada de Tammy recorrió minuciosamente el cuerpo de _______.
— ¿Así que tú eres una de las chicas nuevas?
_______ asintió.
—Sí.
Tammy exhaló el humo por entre los labios; los llevaba pintados de un intenso rojo brillante.
— ¿Te gusta?
_______ se encogió de hombros. No, no le gustaba. Pero de ningún modo lo iba a admitir en voz alta. Aquellos comentarios acababan llegando a oídos del jefe.
—Es diferente. Aún tengo que acostumbrarme.
Debbie, abandonando el voluntario estupor en el que se había sumido, intervino en la conversación.
—Me muero de hambre. Será mejor que coma algo antes de que se me acabe el descanso. —Se levantó y salió.
Tammy miró a _______.
— ¿Tú quieres comer algo?
Ella negó con la cabeza. Había comida y refrescos para los empleados.
—Estoy demasiado nerviosa para comer. —Le dio un sorbo al té. Más adelante sacaría provecho de ello. Una comida gratis la ayudaría a reducir la cuenta del supermercado.
Tammy apagó el cigarrillo.
—La primera noche que trabajé aquí no paré de vomitar. Tienes suerte, por lo menos te ha tocado una noche fácil.
A _______ se le escapó una risa incrédula.
— ¿Esto es una noche fácil? —preguntó sorprendida.
—Oh, sí —contestó la chica.
_______ se dejó caer en la silla, tapándose la cara con las manos y gimoteando.
—Genial.
Tammy le dio una amigable palmadita en la espalda.
—Cada vez es más sencillo. Aprendes a ignorar a la gente y a quedarte con el dinero.
_______ suspiró.
Capítulo 13
—Por eso estoy aquí. —Dinero. La piedra angular básica para el funcionamiento del sistema de libre comercio. Gracias a él, puede uno tener un techo sobre la cabeza y comida en el plato. Aún no había tenido tiempo de contar sus propinas, pero ya tenía un buen fajo de billetes en el delantal y un montón de calderilla, principalmente monedas de veinticinco céntimos. Nadie contaba sus propinas delante de los demás. Si tenía suerte, se podía ir a casa con cien dólares o más.
_______, destrozada por el cansancio, se levantó y se dirigió a la puerta. Con la intención de irse a casa con un buen montón de propinas y apremiada por la necesidad, desempolvó su mejor sonrisa y salió de la habitación.
Cuando volvió a la pista, vio a su nuevo jefe dirigiéndose directamente hacia ella. Observó cómo se deslizaba entre la multitud; en lugar de andar, parecía que flotase entre la gente. Los clientes estiraban el brazo para darle la mano. Si él les ofrecía la suya, se convertían en elegidos. Si no, estaban acabados. Una vida como la suya era digna de envidia. Tenía dinero, poder, belleza... Todo.
Al principio, _______ se puso nerviosa porque tenía miedo de haber hecho algo mal, pero la relajada sonrisa de Joe no ocultaba enfado alguno. Se paró solo para estrechar la mano de algunos clientes preferentes y, lentamente, se fue abriendo camino hasta donde ella estaba.
Para fingir que estaba ocupada, cogió la bandeja de uno de los ayudantes del barman y empezó a recoger los vasos que se amontonaban sobre una de las mesas. Se puso contentísima cuando vio que le habían dejado un billete de veinte dólares de propina tirado entre la porquería, los vasos vacíos y los ceniceros repletos. Aquella mesa la había ocupado un grupo muy numeroso, diez personas en total, y la habían tenido corriendo de arriba abajo durante casi dos horas.
Justo cuando se estaba metiendo el dinero en el bolsillo, notó que alguien le ponía la mano sobre el hombro. Se le erizó el vello de la nuca y tuvo la sensación de que la electricidad le recorría todo el cuerpo.
Se dio la vuelta sujetando los vasos con fuerza; el corazón le golpeaba el pecho salvajemente.
_______ repasó el cuerpo de Joe centímetro a centímetro. Mientras observaba cómo el chaleco realzaba su estilizada figura, una intensa oleada de calor la recorrió. El modo en que se le ceñían los pantalones a la cadera no dejaba nada para la imaginación. Advirtió con envidia que ni un solo gramo de grasa enturbiaba su fibrosa figura.
—_______ —la saludo alzando la voz por encima de la estridente música y acercándose a ella para que pudiera oírlo bien—, sólo quería saber qué tal te está yendo tu primera noche.
Ella luchó por mantener la compostura y eligió con cuidado las palabras.
—Bien, gracias —consiguió decir, intentando no chillar demasiado.
—Me alegro. —Joe deslizó los ojos por su cuerpo; su mirada era más íntima que curiosa. Finalmente, se fijó en los vasos que ella tenía en las manos, y una ligera sonrisa curvó la esquina de sus labios—. Deja que los ayudantes del barman limpien las mesas. Ese es su trabajo; se les paga para que lo hagan. Tu trabajo consiste en traer las bebidas a la mesa. —Chasqueó los dedos para llamar la atención de una de las azafatas que paseaba entre los clientes—. Trae a alguien aquí para que limpie estas mesas. Ahora.
La azafata asintió y se apresuró para cumplir sus órdenes cuanto antes.
_______ tragó saliva y volvió a dejar los vasos sobre la mesa. Todo cuanto a él se refería resultaba excitante. Su presencia, tan cercana, la hacía arder de pies a cabeza.
—Sólo intentaba mantenerme ocupada —tartamudeó.
Él sonrió.
—Tendrás muchas oportunidades de estar ocupada, _______. Disfruta de los momentos tranquilos. Suelen escasear por aquí.
Ella tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para no abanicarse con la mano. De repente, se sentía tan caliente... —Lo recordaré.
Joe miró un momento a su alrededor, luego volvió a posar su inquietante mirada en el rostro de _______.
—Bueno, ahora que ya lo has probado, ¿crees que te gustará trabajar aquí?
En la cabeza de _______ las palabras de Joe sonaban de la manera más sugestiva posible. « ¿Probarlo?» Oh, sí. Le encantaría probarlo con él.
Con la cabeza llena de pájaros, _______ cambió de postura y se apoyó en una silla. ¡Oh, Dios!, cómo le gustaría cogerle las manos, guiarlas por entre sus muslos y sentir sus largos dedos acariciando su húmeda pasión.
—Creo que sobreviviré.
Joe inclinó la cabeza hacia un lado, alargó la mano y acarició con suavidad su mejilla izquierda.
—Me alegro. Me gustaría tenerte por aquí durante mucho tiempo.
Después de decir eso, Joe no le quitó la mano de la mejilla. _______ sintió el calor de su cuerpo; estaba muy cerca y tenía una actitud muy íntima. Un cálido rubor asomó a sus mejillas.
—Gracias —tartamudeó.
Los ojos de Joe se iluminaron. Todo a su alrededor se desvaneció. Su caricia transmitía deseo; sobraban las palabras.
—No me gustaría que nadie te alejara de mi lado —su profunda e intensa voz sugería un montón de placenteras posibilidades.
_______ sintió que se quedaba sin aire en los pulmones; el corazón le palpitaba con mucha fuerza. Sus músculos amenazaban con derretirse bajo la maravillosa sensación de su caricia. Era imposible que estuviera seduciéndola en aquel bar repleto de gente... Con una única mirada confirmó sus sospechas. ¡Sí que lo estaba haciendo!
_______ bajó la mirada hasta la entrepierna de Joe y se preguntó cómo sería empalmado. ¡Dios, cómo le gustaría desabrocharle los pantalones y explorar cada centímetro de su polla con la lengua! Se podía imaginar su propia mano buscando, encontrando, apretando y arrancándole un gemido de placer. La fruta prohibida era la más dulce. Sólo una vez.
_______ se puso nerviosa de nuevo al pensar en cómo sería sentir la verga de Joe endureciéndose contra su vientre. La lujuria le nublaba los sentidos. Tragó con fuerza mientras se imaginaba haciendo el amor con él apasionadamente. Sentía dolor entre las piernas; su clítoris, húmedo y palpitante, desprendía mucho calor. Se mordió la lengua para no gemir y cerró las piernas con fuerza. El deseo que él había conseguido provocarle simplemente estando de pie frente a ella amenazaba con volverla loca.
«Esto no puede estar sucediendo», se decía _______ una y otra vez. El resentimiento que sentía hacia los hombres estaba entrando en conflicto con la creciente pasión que le provocaba la presencia de Joe.
Capítulo 14
Debía volver al trabajo. Quedándose ahí parada no ganaría ninguna propina. Solo le pagaban tres cochinos dólares por hora, y para ella era vital complementar esas ganancias con las propinas, pues de lo contrario volvería a casa con una paga muy pobre.
Deshaciéndose de la caricia de Joe, se alejó de la silla. El tacón de su zapato se enganchó en un pliegue de la moqueta y la hizo tropezar. Perdió el equilibrio y dio un traspié.
Cayó justo en los brazos de Joe. Él rodeó sus caderas con las manos impidiendo que se cayese. _______ sintió el calor de sus enormes manos a través de la delgada tela de su uniforme.
—Cuidado —murmuró él, ayudándola a ponerse de pie. El peso del cuerpo de _______ no le hizo perder el equilibrio. Era tan fuerte y estaba tan bien hecho... Sólo unos centímetros los separaban. El mundo de _______ se detuvo. Su corazón. Su respiración. Su pensamiento. Estaba atrapada entre la necesidad de recostarse sobre su pecho y salir corriendo, pero fue incapaz de hacer ninguna de las dos cosas. La confusión se apoderó de ella. Hacía muchísimo tiempo que no la abrazaba alguien más grande y más fuerte que ella. Estaba tan excitada que no podía dejar de temblar, dejar de desear... Joe también tuvo que haberlo sentido. Se acercó más a ella. Inclinó la cabeza hacia delante y..., ¡oh, Dios!, ¿realmente pretendía besarla? ¡Delante de todo el mundo!
Un pequeño gemido se escapó de los temblorosos labios de _______.
—Por favor —empezó a decir. Luego, como si de repente se hubiera dado cuenta de que estaba dudando, terminó la frase—, no.
Joe se echó inmediatamente hacia atrás con los ojos llenos de consternación. ______ sintió el calor de su penetrante mirada.
— ¿Por qué no?
______ tenía la cabeza a punto de estallar y era incapaz de pensar en un motivo coherente. Sólo se le ocurrió que mezclar trabajo y placer sería un error. Un gran error. Con total honestidad dijo:
—Yo no me tiro al jefe. —Su tono sonó seco; se debatía entre el miedo y la avidez carnal.
Joe arqueó una ceja mientras una sonrisa asomaba a sus labios.
— ¿Ése es el único motivo que te detendría? —preguntó sin dejar de mirarla fijamente.
Se hizo un profundo silencio entre ellos.
—No. —A ______ le empezaron a temblar las piernas; estaba a un paso de perder la determinación. El temblor se extendió por todo su cuerpo. Era mentira, pero no hacía falta que él lo supiera. Ningún hombre la había hecho sentir nunca como él. Joe la hacía sentir tan bien..., tan deseada... La bombardeaban emociones contradictorias. La lujuria le destrozaba la libido, y la música, a todo volumen, parecía sonar al ritmo de los latidos de su corazón.
No sería difícil enamorarse de Joe. Nada difícil. Aquel hombre tenía los ojos más seductores que había visto jamás. Cuando se perdía en sus grises profundidades, se ablandaba automáticamente y empezaban a caerse, una a una, las piedras del muro que tanto le había costado construir para proteger sus emociones. Estaba cansada de las batallas de la vida, cansada de estar sola. Era muy fácil desear que él fuera su caballero de la brillante armadura. El tenía todo lo que se puede desear.
Ella... no tenía nada. Se había quedado sin la librería y estaba endeudada hasta las cejas, sólo poseía un coche, ropa y un gato negro escuchimizado. Todo lo demás no podía estar más hipotecado. Si perdiera su apartamento, se convertiría en una indigente. El desastre planeaba sobre su cabeza como un pájaro de mal agüero.
Al mirar a Joe por segunda vez lo vio menos atractivo. Entonces entendió perfectamente lo que él podía querer de una mujer como ella.
Sólo sexo.
Maldijo su propia ingenuidad e impulsivamente, cerró los puños y se clavó las uñas en las manos. Empezó a sentir náuseas y la vergüenza se adueñó de sus sentidos. ¿Cómo podía ser tan tonta? Allí había camareras para parar un tren, entraban y salían como si hubiera un surtidor en alguna parte. Ella no significaba nada especial en el mundo de Joe, nada nuevo. Sólo era un par de tetas y un buen culo. Nada más.
Entornó los ojos. Le bastaron unos segundos para entender perfectamente el motivo por el que él se había acercado a ella esa noche. ¿Acaso creía que por haber pasado un montón de horas de pie tendría más ganas de bajarse las medias y abrir las piernas?
Un azote de cólera la golpeó justo en el centro del plexo solar. ¿Por qué narices resultaba tan fácil tentarla? Joe podía tener a la mujer que quisiese. Una camarera de su bar no significaría para él nada más que un rollo. Mal, todo mal. Por mucho que desease a ese hombre, aún conservaba los escrúpulos y la moral.
«No seas idiota. Lo único que quiere es echar un polvo rápido.»
La presencia de la multitud reapareció, empujaban y reclamaban atención. De repente volvieron las risas, el tintineo de los vasos y el hedor de los cuerpos demasiado pegados los unos a los otros. Todo el local apestaba a decadencia. La suciedad de aquel lugar la hacía sentir vulgar y barata. Cada vez sentía más náuseas y la sensación de tener tanta gente alrededor empezó a resultarle insoportable. No se podía creer que ella y Joe estuvieran compartiendo un momento tan privado en un lugar tan público. Por lo visto, a él no le importaba en absoluto que alguien pudiera ver cómo acosaba al personal.
_______ se dio una ducha de agua fría mental y reculó hasta conseguir poner entre ellos un metro de distancia. Apenas había espacio, pero sería suficiente.
—No soy una mujer vulgar o fácil, señor Jonas —dijo mandándole una indirecta al no utilizar su nombre—. El hecho de que me des trabajo no significa que te puedas tomar libertades personales conmigo.
Joe frunció el ceño; lo había pillado con la guardia baja. Sus ojos, grises como el acero, dejaron de ser cálidos. Obviamente, la reacción de Joe lo había sorprendido.
— ¿Crees que es eso en lo que estoy pensando?
Ella se encogió de hombros. Apretaba los puños con fuerza y fruncía el ceño, desconfiada.
— ¿No es así? —Reunió toda su fuerza de voluntad y le dirigió una mirada glacial especialmente diseñada para atrofiar testículos—. A menos que disfrutes con las denuncias por acoso sexual, te sugiero que mantengas las manos quietecitas.
Joe se quedó inmóvil, sin habla. Si le hubiera cogido por los huevos y se los hubiera colgado de un ventilador, no se hubiera sorprendido ni la mitad.
_______ no le dio ninguna opción de rehacerse y lanzar un contraataque.
—Me voy a tomar un descanso —le informó secamente—. Por favor, intenta no estar aquí cuando vuelva.
Mientras se alejaba se preguntó si seguiría conservando el trabajo cuando llegase a la sala en la que descansaba el personal. Estaba sorprendida de su arrebato; nunca había sido una mujer violenta o agresiva. Estaba segura de que era una de las pocas personas que le había dicho que no a Joe.
Cuando entró en la sala de descanso, _______ respiró hondo para intentar calmar su agitado corazón. ¡Mierda! No se podía creer lo que acababa de hacer. Cuando perdió la librería, se metió en la sartén. Después de haberle dicho a Joe que se fuera al cuerno, se había puesto sobre las llamas. Prácticamente podía sentir el calor tostándole el culo.
Los ojos se le llenaron de lágrimas. No quería llorar.
«La soberbia precede a la caída», pensó.
No era un pensamiento nada reconfortante. La aterraba ese constante estado de incertidumbre en el que se encontraba por tener que estar siempre pensando si llegaría a final de mes o no.
Frunció el ceño otra vez y volvió a apoderarse de ella esa inquietante sensación de miedo.
—Ya me pondré a considerar las consecuencias que puede tener mandar a la gente a la mierda, cuando esté sentada en una acera con mis pertenencias en una caja de cartón.
Capítulo 15
—Debe pensar que soy un capullo —se dijo Joe esbozando una
Mueca de dolor.
Se quedó de pie ante el gran ventanal de su despacho y, con las manos enlazadas en la espalda, observó a la multitud que se agolpaba en el piso inferior. Aunque el club no estaba completamente lleno, había muchísima gente. Por la enorme ventana podía ver hasta el último rincón del club. Justo como a él le gustaba. No se le escapaba ni un solo detalle. Ni uno.
En especial, no se le escapaba ningún detalle referente a ______ _______.
Al verla trabajar, una punzada de penetrante anticipación le quitó el aliento. Estaba totalmente embelesado; parecía no poder dejar de mirarla. El ceñido uniforme que llevaba no dejaba espacio alguno a la imaginación. La sedosa tela del vestido estaba llena de lentejuelas que relucían cuando ella se movía y resaltaban los firmes pechos, las esbeltas caderas y las largas, elegantes y fibrosas piernas. Era atractiva y tentadora; una mujer con un cuerpo más sexy que el pecado y una boca hecha para chupar.
Kipling dijo en una ocasión que las mujeres no eran más que harapos, huesos y una larga melena. ¡Dios, no! Kipling se equivocaba. Las mujeres eran húmedas y suculentas. Y Joe sería capaz de vender su alma a cambio de poder disfrutar una sola noche de los atentos favores de _______.
Tenía los labios ligeramente separados y su respiración se aceleró. Se aflojó los botones del cuello de la camisa y suspiró con deseo. Al imaginar que aquellos preciosos muslos se abrían para dejar paso a su polla, una oleada de calor estalló en su ingle. Y cuando en su mente la vio dispuesta, un sudor frío le empapó el cuerpo.
La excitación aumentó aún más en algunas partes estratégicas de su cuerpo. Y más...
Gimió con suavidad y dejó caer la cabeza hacia delante; parecía que su cuello hubiera perdido la fuerza necesaria para mantenerla erguida. Desde el momento en que _______l entró en su despacho, había acaparado hasta el último de sus pensamientos, ya estuviera despierto o dormido. ¿Se atrevía a pensar por qué? «No. Es imposible.»
Se pasó la mano por la frente para limpiarse el sudor e intentó alejar ese inquietante pensamiento de su mente. Pero no le iba a resultar tan sencillo: aquel sentimiento estaba clavado en lo más profundo de su ser. La pérdida de control que estaba sufriendo era tan intensa que resultaba hasta vergonzosa. No había vuelto a sentirse así por una mujer desde...
Una única palabra se le escapó de los labios, un nombre tan bonito que le costaba decirlo en voz alta.
—Ariel.
El parecido entre ellas era espeluznante, desde su pelo negro como el plumaje de un cuervo hasta sus plateados ojos azules. Con sólo mirar a ______ _______ se le paraba la respiración. Había sido incapaz de quitarle los ojos de encima desde el primer día que la vio.
Una instantánea y magnética atracción surgió entre ellos. Joe había sentido cómo aquella atracción se introducía en su cuerpo tan profundamente que llegó hasta sus huesos.
No le cabía ninguna duda de que ella había sentido lo mismo. La apasionada reacción física de _______ envió un eléctrico mensaje a su mente. Su cuerpo había respondido a sus fantasmales caricias del mismo modo que respondería a las caricias físicas. Estaba seguro de que no se equivocaba. Debajo de esa apariencia distante se escondía el alma de una fiera que deseaba ser liberada.
Tentadora, misteriosa y erótica, _______ se comunicaba con él como si de un enigmático sueño de exquisito encanto se tratara. La cara y el cuerpo de esa mujer ya eran lo suficientemente provocativos, pero su terquedad penetraba en Joe con tanta fuerza que no podía dejar de pensar en que tenía que conseguir probarla como fuera.
Quería más.
El deseo se erigía con fuerza. Cuando Joe ponía los ojos sobre una mujer, jamás se conformaba con un no por respuesta. Una negativa era una patada a su ego; era una sensación que no le gustaba en absoluto.
Suspiró profundamente, intentando acallar su creciente frustración sexual. En su mente se desplegaban todo tipo de fantasías eróticas. Notó que la erección amenazaba con romper las costuras de sus pantalones. La necesidad hervía bajo su calmada apariencia.
Joe se metió una mano en el bolsillo y empezó a acariciar la palpitante longitud de su miembro. Imaginó cómo le quitaría el uniforme a _______ y cómo le separaría las esbeltas piernas para poder hundir su cabeza entre ellas y absorber su esencia. ¿Sabría dulce como el melón? ¿O sabría a chocolate amargo?
Justo cuando empezaba a pensar en meterse en el lavabo para dar rienda suelta a sus fantasías, se abrió la puerta de su despacho. Unos inoportunos pasos sonaron sobre la moqueta y se pararon justo detrás de él. El momento perfecto para interrumpir sus pensamientos más carnales.
« ¡Pillado!» Lo habían pillado masturbándose en su despacho. Si hubiera dado una última buena sacudida a su erecto miembro hubiera provocado una erupción.
Rosalía Dayton se acercó al ventanal. Era una voluminosa y fornida mujer con aire inflexible y terriblemente controladora. Sólo se preocupaba por los negocios y no le gustaban nada las tonterías. Se decía que la tierra temblaba a su paso. Su semblante era pétreo y severo, y muchos estaban convencidos de que meaba hielo y comía gravilla.
Joe se volvió rápidamente para esconder la embarazosa evidencia de su apetito carnal. No tuvo mucha suerte. Su erección se mostraba majestuosa, de frente y centrada. Una cruda protesta escapó de sus labios.
— ¡Por Dios, Rosalía! ¿Es que no sabes llamar a la puerta? —La humillación lo cortaba como una cuchilla.
La vieja mujer, con los brazos cruzados bajo el pecho, miró hacia abajo. Arqueó una única ceja con aire desaprobador.
—Acuérdate de la norma —dijo ásperamente—. No se puede acosar al servicio.
Lo habían pillado con las manos en la masa y la erecta polla de Joe se deshinchó precipitadamente. El bisturí verbal de _______ ya había cortado algunos centímetros de su virilidad. Tal vez Rosalía querría cortar el resto.
—No estoy molestando a las chicas —su voz, profunda y gutural, apenas le resultó reconocible.
Rosalía se empujó firmemente la mejilla con la lengua.
—Sí, claro. Entonces, dime que no te he visto antes en la pista con _______. —Arqueó un poco la ceja e inclinó la cabeza ligeramente hacia abajo para mirarlo por encima de la gruesa montura de sus bifocales—. Me ha parecido que te ponías un poco pulpo con ella, Joe. —Frunció el ceño como una solterona frustrada—. Eso es un no rotundo y tú lo sabes.
Joe protestó en silencio. Rosalía estaba ya cerca de los setenta, pero el tiempo no había mermado ni un ápice sus capacidades mentales. Era como un sabueso siguiendo un rastro; no se le escapaba nada.
—Sólo estaba preocupándome por cómo le iba la primera noche de trabajo. —Se aferró a esa explicación y rezó para que sonase lógica.
Para nada. No podía soñar menos convincente.
La vieja mujer resopló.
—Eso es mentira y lo sabes. Sé reconocer muy bien cuando se te antoja una de las chicas. —Los ojos de Rosalía buscaron la fuente de la inmediata incomodidad de Joe y frunció el ceño—. Tú eres capaz de oler un coño joven y caliente a través de una pared de hormigón.
Una sombría sonrisa curvó los labios de Joe. Se sentía las mejillas rígidas y extrañamente tensas. Aún tenía el pulso acelerado por su reciente excitación y su piel parecía demasiado pequeña para dar cabida a su esqueleto.
—Es alucinante que siempre sepas lo que me pasa por la cabeza.
Rosalía, que no estaba precisamente de buen humor, ondeó un encorvado dedo en el aire.
—Pues a mí lo que me alucina es el número de veces que te tengo que recordar que no mezcles el trabajo y el placer. Una cosa es que vayas por ahí con todo tipo de gentuza impúdica en busca de una gatita. A nadie le importa el número de putas que te follas. Pero los negocios son los negocios. Ya deberías saberlo.
Joe asintió sin contestar. Tal vez así daría la impresión de estar prestando atención.
Rosalía, decidida a no dejarse ignorar, no se detuvo.
—El Mystique es lo único que te hace respetable, y no lo consigue demasiado. ¿Cuántas mujeres te follas a la semana? ¿Cuatro? ¿Cinco? ¿Más?
Joe no se molestó en discutir los números. Rosalía era una de sus únicas confidentes y sabía muy bien que él era un hedonista sexual que satisfacía sus caprichos incluso cuando no tenía que hacerlo. Se humedeció los labios antes de contestar.
Continuara.
LaliisSm17
Re: “Pecados de la Carne” (Joe&Tú) CANCELADA
OH DIOS MIO FIEL LECTORA DEFINITIVAMENTE :love:
enserio tu me kieres matar ok?
esk como la dejas ahy tan woo k esta la nove enserio la re ame la re guste y segire aciendolo pork para mi ¬¬ k esto acaba de comenzar :risa: hahahhaha
dale enserio tenes k seguirla pork me da algoo y ahora abalndo de l anove
woooo joe es un hedonista sexual
vale ya me recupero haha no nunca lo ago asik :::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
tu dever es seguir subiendo por enserio me encata
y ohh y ahora k pasara?
sera k joe le ace algo a la rayiz?
y la rayis lo permitira?
si es asi k le ara?
k pasara con la vieja arrugada?
k pensara ella de la rayis?
la despedira?
si es asi joe lo impedira?
k pasara con esta nove?
^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^^
*************************
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**********
enserio nesesito caps urgente por k son muxas preguntas i nesesito rapidamente las respuesta pork ami me da algoo enserio siguela plizzz pork nesesito urgentemente los capissss :lol!: enseriooo siguelaaaa :lol!:
enserio tu me kieres matar ok?
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Invitado
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Re: “Pecados de la Carne” (Joe&Tú) CANCELADA
enserio siguela plizz muero por saver k pasara ahora k sera lo k le respondera ahora joe a la vieja arrugada? plizz siguelaa :lol!:
Invitado
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Re: “Pecados de la Carne” (Joe&Tú) CANCELADA
dale siguela enserio esk no tengo fuersa de voluntad para espera esk tenes k seguirla si o sii plizzz no te tardes en seguirla enserioo te digo pork a mi me da un xungo y eso coorera en tu ermosa y sucia conciencia enseriooo tenes k seguirlaa
Invitado
Invitado
Re: “Pecados de la Carne” (Joe&Tú) CANCELADA
siguela plizz enserioo nesesito uregente capsss
siguela :lol!:
enseriooo
siguelaaaa
siguela :lol!:
enseriooo
siguelaaaa
Invitado
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Re: “Pecados de la Carne” (Joe&Tú) CANCELADA
vale con este ultimo comets me despidoo heheh y te avras fijado notariamente k efectivamente amo la nove asik no te demore en subirla enserioo sube yaaa!!!
Invitado
Invitado
"Pecados de la Carne" (Joe&Tú)
"Pecados de la Carne" (Joe&Tú)
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Capítulo 16
—Tienes razón. Ya conozco las normas.
Rosalía eliminó el enfado de su tono.
—Entonces intenta actuar como si las recordases. —Se volvió a colocar bien las gafas sobre la nariz y observó el club por el opaco ventanal—. Esa chica es muy buena. Trabaja duro. Creí que no aguantaría ni una hora.
Joe también miró. Encontró fácilmente la figura de _______ entre la multitud. Llevaba una bandeja llena de bebidas y se deslizaba por la pista con habilidad; si algún cuerpo errante tropezaba con ella, no perdía el equilibrio. Entrecerraba los ojos cuando algún hombre aprovechaba para tocarle los muslos al agacharse para servir las bebidas.
Los celos le hicieron sentir a Joe un nudo en el estomago. Algo se lo comía por dentro cuando veía cómo a los clientes habituales se les caía la baba con ella. Los hombres podían oler la carne fresca. Eran como una manada de perros de caza: probablemente, todos y cada uno de los hombres que había allí intentarían embaucarla para poder llevársela a la cama. Le dieron ganas de bajar a romperle todos los dedos de las manos a aquel tipo por haberla molestado.
Pero no fue necesario. _______ sonrió y aplastó la mano de aquel hombre. Su mensaje fue claro y cristalino: si quieres mirar estupendo, pero las manos quietecitas.
—Tiene clase. —Rosalía sonó muy orgullosa de su propia observación; asintió satisfecha—. Sería una estupidez perderla. Se maneja muy bien. El cliente no se ha ofendido y probablemente la reacción que ha tenido le proporcionará una buena propina.
El descontento rugía en el interior de Joe. Él no estaba en absoluto de acuerdo.
—Ella no pertenece a ese mundo; no debería exponerse a que la sobe esa gentuza tan vulgar.
—Tienes razón. Ella está muy por encima del nivel de la mayoría de las chicas que tenemos aquí. Por cierto, me tomé la libertad de comprobar sus referencias. Realmente necesita el trabajo. Al perder su negocio lo ha perdido todo.
Joe apoyó una mano sobre el cristal de la ventana y se acercó más. La exigente palpitación que rugía en su pecho se negaba a aflojar.
—Yo podría cambiar toda su vida —murmuró suavemente—. Le podría dar cosas con las que nunca ha soñado.
Rosalía, como un perro protegiendo un hueso, lo miró con recelo.
—Estás albergando pensamientos muy peligrosos. Te aviso ahora: sea lo que sea lo que estás pensando, ¡no lo hagas! —Lo miró fijamente desafiándolo a contradecir su edicto. Ella era una leal y fiel centinela; su trabajo consistía en defender el de Joe.
Se hizo una larga pausa y entonces él dijo suavemente:
—Nunca haría nada que pudiera lastimarla.
— ¿Por qué ella, Joe? ¿Por qué ella, y por qué ahora?
Otro silencio.
¿Cómo podía explicar la atracción que sentía por _______? No podía. Incluso aunque le explicase hasta el enésimo detalle, Rosalía no lo entendería. Los humanos podían conocer a los Kynn, pero no conocían realmente a los Kynn. Hasta que no entró en el reino de lo oculto, ni tan siquiera él comprendió aquel invisible mundo. Nadie podía. No había explicaciones suficientes. Sólo la experiencia podía explicarlo todo.
—Todo cuanto necesitas saber es que algún día será mía. Nada de lo que puedas decir importa.
Ella apretó los labios con fuerza.
—Me temía que dirías eso.
Joe esbozó una corta y molesta sonrisa.
—Parece que estés pensando que voy a atarla y violarla —dijo casi a media voz.
Se volvió a hacer el silencio entre ellos.
Finalmente, Rosalía le puso a Joe una amable mano sobre el hombro. A pesar de lo malhumorada que era por fuera, la mayor parte de su crispado semblante era pura fachada.
—Ya sé que no le harías daño, Joe. —Lo agarró con más fuerza; parecía querer imprimir mayor énfasis a sus palabras—. Pero a veces pienso que tu mundo exige mucho de nosotros, los pobres humanos. Si abres los ojos de _______ a lo que realmente eres tal vez no le guste lo que vea. —El cariñoso aviso oscureció sus palabras.
Joe cogió las manos de la mujer entre las suyas y acarició la finísima piel que cubría sus venas azules. Los ojos de Joe se posaron entonces en el rostro de Rosalía. Recordaba perfectamente que hubo un tiempo en el que no se dibujaba ni una sola arruga en sus mejillas. El tiempo había pasado inexorablemente y él no se había dado cuenta.
Una horrible sensación de depresión y desesperación se adueñó de él por un momento. De repente, como si de un prisionero que cuenta los días que le quedan para alcanzar la libertad se tratara, se dio cuenta de que él no había estado viviendo. Sólo existiendo.
—Yo fui humano. —Su voz sonó ronca. La emoción amenazaba con hacerle un nudo en la garganta y tragó saliva—. Y no hace tanto tiempo como tú crees.
La dulce sonrisa de Rosalía vaciló.
—Entonces intenta recordar lo que es ser humano. Por favor, piénsatelo dos veces antes de arrastrar a _______ a algo por lo que tal vez te odie toda la vida. Ella no se merece vivir un infierno...
Antes de que él pudiera replicar, Rosalía apartó la mano. Lo dejó allí plantado y se marchó sin mirar atrás. La puerta se cerró tras ella suave, pero firmemente.
Joe cerró los ojos y se frotó los párpados con fuerza. Se sentía expuesto, desnudo.
—Mierda.
No quería hacerle daño a _______. Jamás. Antes se cortaría el brazo derecho que causarle ni el más mínimo dolor de cabeza.
Pero al mismo tiempo, no quería olvidarse de ella. No. Le resultaba imposible mantener una distancia emocional con ella. Sobre todo porque estaba deseando cogerla entre sus brazos, apretarla contra su cuerpo y hacerle el amor larga y pausadamente mientras se sumergía en sus encantadores ojos.
El cansancio se apoderó de él.
No había dormido desde hacía días y apenas había comido. Tenía que comer, pero ya lo haría más tarde. En aquel momento su apetito lo había abandonado.
Se quitó la chaqueta y la puso sobre una de las sillas para las visitas que había frente a su mesa. Tenía un montón de papeleo por revisar. Se sentó y lo apartó a un lado. ¡De eso nada! Tendría que esperar.
Inclinándose hacia atrás apoyó los pies en el escritorio. Se desabrochó el incómodo último botón de la camisa y se aflojó la corbata. Se tocó la garganta con los dedos. La marca aún estaba allí; aquella pequeña cicatriz le cruzaba la yugular. No era un corte mortal, sólo lo justo para marcarlo.
«Puedo encontrarlo rápidamente incluso después de todo el tiempo que ha pasado.»
Tenía más cicatrices bajo la ropa, todas ellas evidencias de las veces que Ariel se había alimentado. Haberla dejado chuparle la sangre incluso cuando estaba dentro de ella fue una experiencia increíblemente espiritual. Cuando se unieron como pareja, él creyó que sería para siempre.
Resultó que ese «para siempre» no duró ni una década.
—Llevas solo demasiado tiempo —murmuró para sí mismo—. Eso no es natural para un Kynn.
Estar con un humano sólo tenía un propósito: saciar el apetito de energías físicas. Con una Kynn hembra, las sensaciones eran muy distintas. Podía hacer el amor dando placer al mismo tiempo que lo recibía.
Continuara.
$teffi--LG
Que bueno que te guste la nove
Y pues poco a poco tus preguntas
Tendrán una respuesta no te preocupes ;)
Bye! :D :D
Que bueno que te guste la nove
Y pues poco a poco tus preguntas
Tendrán una respuesta no te preocupes ;)
Bye! :D :D
LaliisSm17
Re: “Pecados de la Carne” (Joe&Tú) CANCELADA
Me encanta esta novelaa! Sube cap, porfis porfis porfis!
Invitado
Invitado
Re: “Pecados de la Carne” (Joe&Tú) CANCELADA
un Kynn es un vampiro
o algo asi? nuncca habia escuchado
que se les llame asi jajajaja
sigue esta buenisima!
o algo asi? nuncca habia escuchado
que se les llame asi jajajaja
sigue esta buenisima!
MaryPeters
Re: “Pecados de la Carne” (Joe&Tú) CANCELADA
wooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo :love:
me encato el capi ahy k bien k lo ayas subidooo
******************
ahora el capi
*^*^*^*^*^*^*^*
MADREEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE MADRE
me encato el capi enserio estubo buenisisiisma hahah ami me iso muxa gracia cuando dice joe k le pillaron infraganti haha :risa: hahha ensima ahy aciendoce ajamm cositas hahah :risa:
ahy no enserio me mata la nove :arre: me encata :love: es unika en tooodos los sentidos :love: plizz siguela sipp¿?
enserioo nesesito caps :lol!:
y ya se k poko a poko se resulve mis preguntas pero esk por y para eso nesesito k subas capisss :lol!:
plizz enseriooo subeee por ak ami me da algo si no la subesss PLIZZZ :lol!:
subeeeeeeee enserioo espero k lo subas lo antes posiiiiibleee :D
me encato el capi ahy k bien k lo ayas subidooo
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ahora el capi
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MADREEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE MADRE
me encato el capi enserio estubo buenisisiisma hahah ami me iso muxa gracia cuando dice joe k le pillaron infraganti haha :risa: hahha ensima ahy aciendoce ajamm cositas hahah :risa:
ahy no enserio me mata la nove :arre: me encata :love: es unika en tooodos los sentidos :love: plizz siguela sipp¿?
enserioo nesesito caps :lol!:
y ya se k poko a poko se resulve mis preguntas pero esk por y para eso nesesito k subas capisss :lol!:
plizz enseriooo subeee por ak ami me da algo si no la subesss PLIZZZ :lol!:
subeeeeeeee enserioo espero k lo subas lo antes posiiiiibleee :D
Invitado
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