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“Pecados de la Carne” (Joe&Tú) CANCELADA
O W N :: Archivos :: Canceladas
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Re: “Pecados de la Carne” (Joe&Tú) CANCELADA
por que tardas tanto?? :'( quiero noveeeeeeee
Lolita_Jonatica
Re: “Pecados de la Carne” (Joe&Tú) CANCELADA
Perdón por no subir :( es que se me presento un pequeño inconveniente pero
mañana si es seguro que les subo cap PERDÓN!! :D
mañana si es seguro que les subo cap PERDÓN!! :D
LaliisSm17
Pecados de la Carne (Joe&Tú)
Pecados de la Carne (Joe&Tú)
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Capítulo 33
Rosalía le dedicó una agradecida mirada.
—Estupendo. Primero tenemos que pagar las nóminas. La gente se enfada cuando no tiene la nómina preparada. —Le dio los turnos de las dos últimas semanas—. Suma las horas y yo calcularé el sueldo.
_______ echó un vistazo a la tabla de turnos. Era muy fácil calcular los totales.
—Ya hago yo también el cálculo de los sueldos, si quieres.
—Si eres capaz de hacerlo, adelante. No vas a herir mis sentimientos. —Rosalía le señaló el pequeño escritorio que había delante de ella—. Esa será tu mesa. Tendrás que compartir este espacio conmigo. Pronto tendremos un despacho más grande; espero. Está en proyecto. Hasta entonces, nos las tendremos que arreglar aquí.
_______ asintió, cogió la taza de café y se sentó en su nuevo puesto de mando.
—No parece que Gina trabajara mucho. —No quiso hacer un comentario malicioso, simplemente pretendía describir un hecho objetivo.
—Para nada —contestó Rosalía sarcástica—. Lo único que hacía era pasearse por ahí perdida en su pequeño mundo. Drogas, creo. Lo que desconozco es por qué Joe la dejó seguir por ese camino durante tanto tiempo. Ese hombre es un trozo de pan. Siempre le quiere dar una oportunidad a todo el mundo. ______ sonrió y en sus mejillas aparecieron hoyuelos.
—Tal vez se estaba acostando con ella...
Rosalía frunció los labios; estaba disgustada y al mismo tiempo sentía envidia.
—Se supone que Joe no se puede acostar con el personal. Aunque seguro que, si no ignora la norma por completo, se la ha saltado algunas veces.
______ sintió remordimientos de conciencia. «Glups, la norma se ha roto», pensó.
—Dime, Rosalía, si tuvieras la oportunidad, ¿te acostarías con él?
Sobresaltada por la pregunta, la mujer tosió tapándose la boca con la mano.
— ¿Acostarme con Joe Jonas? Mmm... Es una pregunta difícil. Sabiendo, como sé, que se acuesta con cualquier cosa que lleve falda y que se follaría una serpiente si alguien le sujetara la cabeza, ¿querría ser la siguiente mujer de su lista? —La pregunta parecía hipnotizarla y rescatar recuerdos demasiado dulces para poderlos saborear.
______ se aclaró la garganta.
— ¿Y bien?
—Si tuviera cuarenta años menos, creo que sí.
La joven arqueó las cejas. No era la respuesta que esperaba que diera aquella impasible mujer.
— ¿Incluso aunque supieras que probablemente luego se olvidaría de ti?
Rosalía arqueó una ceja con aire desenfadado.
—Sólo se vive una vez, querida. Cuando la juventud se va, se va para siempre. Disfrútala mientras la tienes. No volverá nunca.
______ asintió con la cabeza a mil por hora.
—Sí, supongo que es cierto.
Rosalía tenía razón. A _______ le quedaban sólo siete años para llegar a los cuarenta. Tras los cuarenta llegaban los cuarenta y cinco y luego los cincuenta. Sesenta. Setenta.
«Quiero disfrutar ahora.»
Rosalía puso los ojos en blanco.
—Es obvio que estás enamorada. Tú y él habéis estado flirteando a escondidas desde el primer minuto.
______ suspiró; apoyó los codos en el escritorio y la barbilla en sus manos.
— ¿Parezco muy colgada?
Rosalía se rió a carcajadas. No se anduvo con rodeos.
—Más que colgada.
______ sonrió.
—Mierda.
La mujer se quitó las gafas y las limpió con un pañuelo de encaje que sacó de su abundante pechera.
—Si te vas a acostar con Joe, adelante; pero sé discreta.
—Buen consejo.
Rosalía se volvió a poner las gafas, se centró de nuevo en el teclado de su ordenador y animó a Rachel para que se pusiera también a trabajar. Aún tenía que ganarse la vida.
Cogió una calculadora que encontró en un cajón y empezó a calcular las nóminas de las camareras. Conocía bien los impuestos estatales y federales a los que debía ceñirse, así que le fue fácil hacerlo. Mientras sumaba y restaba, paraba de vez en cuando y golpeaba la libreta con el lápiz.
«Sé discreta.»
Era más fácil decirlo que hacerlo.
Joe estaba apoyado en el marco de la puerta del despacho de Rosalía. Normalmente se iba inmediatamente después de que el club cerrase las puertas; prefería que sus encargados se ocupasen de las tareas del cierre. Esa noche se estaba recreando. Mirando a _______.
Se sentó junto a Rosalía y la ayudó a contar el dinero para el depósito nocturno. Las dos mujeres, junto con otro de los encargados, Fred Hawks, guardaban el dinero en maletines. Todos trabajaban con eficiencia; eran conscientes de la presencia de Joe, pero no le prestaban atención.
El tragó con fuerza. Cuando miraba a _______, se encendían mil fuegos en su interior. Se le nublaba la vista y se le aceleraba el pulso. Su único deseo era hacerle el amor sin ninguna restricción. No pensaba en otra cosa.
Inspiró con fuerza y emitió un silencioso gemido. «Despacio —se recordó a sí mismo—. Pronto llegará el momento en que podrás poseerla.» Todo había cambiado desde que la conoció. Ahora estaba planeando una nueva vida..., una vida junto a _______.
Rosalía advirtió que aún seguía allí y le lanzó una fría mirada. Obviamente, no aprobaba su presencia.
— ¿Necesitas algo, Joe?
El se avergonzó, pero se mantuvo en su sitio. Necesitaba muchas cosas, pero no podía poner las manos sobre ellas en ese preciso momento. Estar tan cerca de ______ y no poder tocarla le parecía un infierno. Estaba a punto de explotar.
—Sólo pasaba por aquí antes de irme a casa. —Fingió desinterés—. He venido para asegurarme de que todo está bajo control antes de irme.
La vieja mujer resopló. Lo atravesó con la mirada como si fuera un trozo de celofán.
—Por supuesto, Joe. Pero ¿por qué no iba a estar todo controlado?
_______ levantó los ojos y le dedicó una mirada de complicidad.
—Creo que podemos arreglárnoslas —dijo, y siguió contando dinero. Informal y desdeñosa al mismo tiempo.
La respiración de Joe se aceleró. Apretó los dientes con fuerza intentando frenar las imágenes que se proyectaban en su mente... Veía a ______ desnuda y excitada mientras él la complacía. El trabajo se interponía en el camino de su creciente tensión sexual. Tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para no cruzar la habitación, dar la vuelta a la silla de ______ y morder sus rojos labios.
Por supuesto, no podía hacer eso. Por un momento se planteó tirar por la ventana los modales y las convenciones y dejar que sus empleados viesen como se olvidaba de su faceta de persona reservada y proclamaba públicamente que aquélla era la mujer que deseaba. Pero no hubo esa suerte.
Fred Hawlcs le hizo una señal a ______ para que le alcanzase el maletín.
—Ya he acabado y todo cuadra. Ya nos podemos ir.
Ella le dio el maletín.
—Ha sido bastante fácil.
—Sí, no hace falta haber estudiado ingeniería de caminos para hacer esto. —Fred metió el dinero en el maletín y lo cerró—. Me voy al banco.
Joe lo detuvo.
— ¿Ya le has explicado a ______ cómo se hacen los depósitos nocturnos?
Rosalía negó con la cabeza mientras lo miraba incisivamente.
—No. Ésta es su primera noche como encargada...
Joe tomó una decisión directiva.
—Necesita saberlo. Yo lo enseñaré.
Todos lo miraron como si le hubiera crecido una segunda cabeza. Normalmente, él no se preocupaba por esa clase de menesteres.
Rosalía lo miró fríamente mientras arqueaba las cejas por encima de la montura de sus gafas.
— ¿Eh? —aquella expresión hablaba por sí misma. Obviamente, desaprobaba que Joe se metiese en sus dominios y cambiase las normas.
Él le devolvió la mirada inquisidora. Le mandó una silenciosa señal. «No pienso ceder —le estaba diciendo—. ¡Deja de meterte en mis asuntos!»
Rosalía finalmente se dio por vencida.
— ¡Oh, por Dios bendito, llévatela!
Fred le dio el pesado maletín.
—Aquí tienes el dinero, chico rico.
Joe cogió el maletín.
—Y cada vez más rico —se dirigió a ______—. ¿No te importa venir conmigo, verdad?
Ella se irguió, echó los hombros hacia atrás y levantó la barbilla. Lo miró con remilgo por debajo de sus largas y sedosas pestañas y contestó muy seria:
—Claro que no.
El no dejó que su sonrisa asomase a sus labios. El lenguaje corporal de ______ la delataba: estaba encantada de que él se las hubiera arreglado para que se quedasen a solas. La cubría una evidente capa de nerviosismo; su piel parecía temblar como un gato al que han despertado de la siesta de repente.
—Estupendo, pues vámonos.
Cuando salieron del club, Joe le pasó una mano por encima del hombro y la llevó hasta su coche. Ella no protestó ante aquel gesto, pero tampoco hizo señal alguna de que la complaciese. Andaba tan pegada a él que Joe podía sentir el calor que irradiaba su cuerpo.
—Es éste.
Joe se las arregló para que ella tuviera que rozar su cuerpo al alcanzar la puerta del pasajero. ______ pasó con elegancia por delante de Joe sólo para que él cerrase la puerta cuando ella ya se había sentado en el coche. Luego lo siguió con la mirada mientras él rodeaba el coche por delante; la sombra cubría la mitad de su rostro y éste era totalmente indescifrable. Joe se sentó tras el volante y le dio el maletín a ______.
Ella acarició el asiento de piel; estaba impresionada por el coche: un Porsche nuevo. Era el último juguete de Joe. Un vehículo ágil, estable y hecho para correr.
—Vaya. Qué bonito. Este coche está a millones de kilómetros de mi viejo cacharro. —Su voz no destilaba ni un ápice de envidia; era una simple apreciación.
Mas tarde les pongo mas!
:D
Última edición por LauraSmiley! el Sáb 08 Oct 2011, 7:23 pm, editado 1 vez
LaliisSm17
Re: “Pecados de la Carne” (Joe&Tú) CANCELADA
me encantaaaaaaaaaaaaaa
siguela please :D
siguela please :D
Lolita_Jonatica
Re: “Pecados de la Carne” (Joe&Tú) CANCELADA
Heermoosaa,, mee eencaantoo! pliis S I G U E L A....!!!* quuiieeroo saabeer q paasaa(:,, S I G U E L A...!!!*,, beesiitoos
Attee: Kaarii(:
Attee: Kaarii(:
__#Kari♥Henderson♥Hart...
Pecados de la Carne (Joe&Tú)
Pecados de la Carne (Joe&Tú)
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Capítulo 34
Joe sabía que ______ había tenido problemas económicos desde que cerró la librería, pero ahora ganaba un buen sueldo. Él no era la clase de hombre que acosaría a una mujer amenazándola con dejarla sin trabajo si no accedía a sus deseos. Hacía muchos años que había aprendido a no acostarse con una mujer que trabajara para él.
______ era la única excepción. Pretendía sacarla de la oficina y meterla en su cama en cuanto le fuera posible. Estando junto a él, nunca se tendría que preocupar por trivialidades como la falta de dinero.
Metió la llave en el contacto y encendió el motor, que rugió con fuerza al ponerse en marcha y luego se suavizó lentamente.
—Me alegro de que te guste. —Dio marcha atrás y pasó por delante de los demás coches que aún había en el aparcamiento.
—Sí que me gusta. —Mientras se dirigían al banco, ______ dejó de mirarlo y se dedicó a observar por la ventana la parte más moderna de la ciudad.
Cuando él sacó la caja de seguridad del banco, ella no se quedó quieta esperando. Cogió la llave, abrió la caja y metió el maletín dentro. Luego la cerró y volvió al coche.
—Ha sido muy fácil. —Tenía los labios algo separados y jadeaba, aún había en ellos un brillo muy sexy. Sus pechos se elevaban y volvían a caer por debajo de su camisa. Sus pezones se marcaban por debajo de la tela.
Joe quería alargar la mano, arrancarle la camisa, cogerle los pechos y chuparle los rosados pezones.
—Eso es todo lo que hay que hacer —dijo intentando mantener el desgarro del deseo alejado de su voz—. Si haces algún otro depósito en el futuro, siempre irás con otra persona. De ese modo tendrás un testigo o alguien que te ayude por si intentan robarte o acosarte.
Ella se puso roja y lo miró; una sonrisa de complicidad se dibujó en sus labios.
— ¿Acosarme?
El espacio que había entre ellos en el coche parecía encogerse a medida que aumentaba la conciencia que Joe tenía de la presencia de ______. Ella había adoptado una actitud remilgada y tenía las manos sobre el regazo; eran pequeñas y delicadas, y lucían una cuidada buena manicura. Aunque su vestimenta era muy profesional, él sabía que el cuerpo que había bajo aquella ropa era perfecto en todos los sentidos.
Ansioso, recordó cómo lo había explorado la noche anterior. Bajo sus caricias ella era muy suave y se había mostrado muy dispuesta e impaciente. ¿Cómo reaccionaría sí la tocara en ese momento?
Inspiró profundamente. El olor del sutil perfume de ______ aún se aferraba a su pálida piel: suave, afrutado y fresco. El se imaginó acostado junto a ella, piel contra piel.
—Acosada, como cuando alguien pretende hacer el amor contigo —dijo sonriendo.
______ fingió inocencia y abrió mucho los ojos como si estuviera escandalizada.
— ¿Por qué? ¿Quién querría hacer algo así con una pobre chica como yo? —respondió juguetona con un tono infantil.
—Yo. — Joe pasó los dedos por la suave mejilla de ______, bajó hasta su barbilla y luego los deslizó muy lentamente por su cuello. Sintió el suave pulso de la sangre en sus venas. Aguda conciencia sexual deslizándose por cada una de las terminaciones nerviosas de su cuerpo; notó una instantánea carga sexual tan intensa que hasta resultaba dolorosa.
_______, hipnotizada por su caricia, cerró los ojos y se recostó en el asiento. Tenía un aire frágil y delicado, su piel era tan pálida que parecía de porcelana.
—Pues entonces no pares...
—En cuanto a la otra noche... —empezó a decir él.
Un suave escalofrío recorrió el cuerpo de ______.
—Lo sé —murmuró—. Quieres tomártelo con calma.
El se puso tenso.
— ¿No quieres que lo haga? —Le dolió preguntar eso.
______ suspiró y se le hizo un pequeño nudo en la garganta. El deseaba ferozmente poder presionar sus labios sobre su cuello, probarla.
—Quiero más —admitió ella despacio—. Pero no quiero que me dejes abandonada cuando hayas acabado de follarme.
Joe le dedicó una cruda mirada.
— ¿Crees que yo haría eso? ¿Irme y dejarte abandonada?
______ entrelazó las manos sobre su regazo.
—Sé cómo eres con las mujeres, Joe. Rosalía me lo dejó muy claro cuando me dijo que te follarías una serpiente si alguien le sujetara la cabeza.
El rodeó el cuello de ______ con las manos y se inclinó hacia ella.
—Será diferente contigo —le susurró al oído—. Te deseo como no he deseado jamás a ninguna otra mujer. — Joe se asustó del instantáneo placer que sintió tras haber dicho esas palabras. Le gustaba cómo se había sentido al pronunciarlas.
______, testaruda, apretó los pies contra el suelo del coche.
—Los hombres dirían cualquier cosa para meterse debajo de las bragas de una mujer. Joe tuvo que reírse.
—Yo te quité las bragas anoche, ¿te acuerdas? Y no me fui a casa con ellas puestas.
Ella se enfadó y puso los ojos en blanco.
—Ya sabes lo que quiero decir. —La expresión de ______ se tornó más seria—. Te deseo, Joe —dudó—, pero no quiero que me duela cuando te vayas.
El la cogió por la barbilla y deslizó el pulgar por su labio inferior; era cálido y suave... Tocarla era como completar la otra mitad de su alma.
— ¿Quién dice que me voy a ir? —Antes de que ______ pudiera contestar, Joe la besó con fuerza. Su sabor y su olor inundaron su conciencia mientras metía la lengua entre aquellos labios suaves.
______ gimió y unió su creciente pasión a la de Joe. Él le pasó la lengua por los labios y luego se la volvió a meter en la boca. Después le mordisqueó el labio inferior y le chupó la boca hasta que los labios de ______ estuvieron húmedos e hinchados. Entonces metió la mano por debajo de su blusa; necesitaba tocarle la piel.
______ se echó hacia atrás.
— ¿Aquí? —sonrió sorprendida—. ¿En el aparcamiento de un banco, besuqueándonos como adolescentes?
Joe vaciló con el corazón acelerado. Nervioso, se aclaró la garganta.
— ¿Quieres que te vuelva a llevar al club?
—No. —Ella le cogió la mano y entrelazó sus dedos con los de él—. Ya se han dado cuenta de lo que andabas buscando... Y yo también.
Joe la miró a los ojos; quedó atrapado por su ardiente mirada. A él le latía tan fuerte el corazón que le pareció imposible que ella no lo oyese. La sangre palpitaba en sus oídos y lo ensordecía mientras intentaba ignorar el dolor que sentía en la polla atrapada dentro del pantalón.
—Entonces, ¿qué quieres que hagamos?
—Simplemente conduce —dijo ella.
— ¿A cualquier parte? —Giró la llave y arrancó el motor.
—A cualquier sitio que quieras. —Ella alargó la mano y le acarició el muslo acercando la mano peligrosamente a su palpitante miembro.
Joe se sobresaltó a causa de la inesperada caricia y casi perdió el control del coche. Trazó un rápido giro y a punto estuvo de chocar contra un poste de hormigón mientras conducía hacia la salida del aparcamiento. Más le valía tranquilizarse o acabaría destrozando el coche.
—Ten cuidado —le avisó ella sonriendo—. ¿No querrás estropear la pintura del coche?
«Me importa una mierda la pintura del coche», pensó él.
Joe cruzó toda la ciudad y se dirigió a la autopista en dirección al valle. En treinta minutos habían llegado a su destino. La ciudad de Warren poseía uno de los mejores parques que se podía encontrar en varios kilómetros a la redonda. Una inmaculada y cuidadísima arboleda rodeaba unas verdes colinas que encerraban un cristalino lago. A lo largo de todo el parque había pequeñas zonas de descanso, además de barbacoas y mesas de picnic, para que las familias pudieran disfrutar del parque.
Joe pasó de largo y se dirigió hacia las zonas más privadas del parque densamente rodeadas por árboles. Era el sitio perfecto para aparcar de noche y... juguetear. La noche era clara y cálida, y el cielo no estaba cubierto por la clásica niebla que siempre flota sobre las grandes ciudades. Las estrellas que brillaban en el cielo se veían tan grandes que parecía que se pudieran tocar con los dedos. Joe paró el coche sobre la hierba y apagó las luces y el motor.
______ dejó caer la cabeza sobre el reposacabezas del asiento.
—Mmm... ¡Qué bonito! —Cerró los ojos y bostezó—. Creo que podría incluso dormir aquí.
—No te duermas ahora. — Joe salió del auto y lo rodeó. Abrió la puerta del pasajero, alargó la mano y la sacó del coche tirando de ella hasta que estuvo entre sus brazos.
—Sexo ahora —dijo él besándola con fuerza—. Dormir después.
La quería poseer allí, en medio de la nada, sin que nadie, salvo las criaturas de la noche, los pudiera interrumpir. Quería acariciar cada tormentoso centímetro de su cuerpo, follársela hasta que estuviera tan cansada que no pudiera moverse.
La besó una y otra vez, y con las manos rodeó su esbelta cintura para cogerle el culo y apretar su firme carne mientras presionaba su cuerpo contra el de ella. Le palpitaba la polla; luchaba por liberarse de los pantalones. Le dolía de necesidad.
Intentó desabrochar los botones de la blusa de ______ con torpeza. Normalmente, no era ni tan torpe ni tan ansioso, pero había algo en ella que lo incitaba a correr para poder tocarle la piel cuanto antes. Cuando vio que no podía desabrochar los botones todo lo rápido que él quería, cogió la blusa con las dos manos y la abrió de un tirón haciéndolos saltar.
______ emitió un grito sofocado.
— ¡Oh, Dios mío!
La respiración de Joe era discordante.
—No quiero esperar más. —Dio un paso atrás para observar el hipnótico movimiento que dibujaban los pechos de ______ al subir y bajar. Cubiertas por un sujetador con encajes, aquellas preciosas curvas ansiaban ser acariciadas.
______ sacó un poco la lengua y posó la punta sobre su labio superior; un gesto muy sexy y completamente atractivo.
—Entonces no esperes más. Joe la cogió por los hombros y la atrajo hacia él para besarla. Ella aceptó el beso y no opuso resistencia cuando él abandonó su boca para deslizar la lengua por su barbilla y luego por su cuello. Le mordió la yugular con suavidad y con cuidado y chupó aquella vulnerable zona, deleitándose en su sabor. Si quisiese podría dominarla fácilmente; podría hacerle un corte en la carne y beber su sangre para luego poseer su ansioso sexo.
Joe se contuvo. Él quería que ella se entregase a él de forma voluntaria; que tomara la decisión de unirse al colectivo Kynn libremente. Cuando llegase el momento adecuado, le explicaría la verdad sobre la marca que tenía en el muslo..., aquella estrella de cinco puntas, aquel símbolo mágico que demostraba que ella le pertenecía.
—No voy a ser suave contigo. —La rodeó con los brazos, cogió la parte de atrás de la blusa desgarrada y la sacó de la falda para poder deslizar las manos debajo de la tela y acariciarle la piel.
______ gimió y presionó su cuerpo contra el de Joe.
—No lo seas. —Ella había metido las manos dentro de sus pantalones y sujetaba la rígida polla. La acarició de arriba abajo con la experiencia de una mujer que sabe cómo debe tocar a un hombre—. Tócame —susurró.
El sonrió.
—Te estoy tocando.
—Por todo el cuerpo.
Joe la empujó contra el coche, le desabrochó el sujetador y se lo quitó; también le quitó la blusa, dejándola completamente desnuda de cintura para arriba. Se inclinó hacia delante y rodeó uno de sus pezones con los labios.
______ se puso rígida y lo agarró por los hombros como si fuera a empujarlo hacia atrás. Pero en lugar de eso, le cogió la cabeza para guiarlo. Un momento después él cambió de lado para proporcionar a ambos pechos la misma atención. Ella emitió un suave sonido: estaba entre la risa y el jadeo. Lo único que le importaba a Joe en ese momento era darle placer.
— ¡Oh, Joe...! —Gimió ella, ruborizándose por el calor—. ¡Qué ganas tenía de que llegase este momento!
—Quiero darte placer. —La expectación se amotinó en las venas de Joe; la sangre palpitaba con un extraño ritmo en sus sienes y en su miembro erecto. Una llamarada de deseo explotó en sus testículos, que se contrajeron. Sus manos encontraron y juguetearon con los pezones de ______, que parecían cerezas sobre montañas de vainilla; estaban para comérselos... Cuando ella lo miró, sus ojos rebosaban pasión. Un escalofrío de deseo cruzó el rostro de ______.
Joe sonrió. Había conseguido que ella se rindiera tan fácilmente como un gato ante un platito de leche. Su polla palpitaba con furia anticipándose al contacto de los carnosos labios de ______.
—Quiero ser tuya —dijo ella entre jadeos—. Sólo tuya.
—No te haré daño, ______ —murmuró mientras le acariciaba los tiernos pezones y dibujaba círculos alrededor de sus areolas—. Si me pides que pare, lo haré. —Le costó muchísimo pronunciar aquellas palabras, pero formaba parte de la seducción.
Ella jadeó.
—No pares, por favor.
Joe sonrió y la cogió por la cintura. Volvió a tomar uno de sus duros pezones con la boca. Se lo besó y lamió, y luego hizo lo mismo con el otro.
_______ apretó los ojos con fuerza. La respiración de Joe se entrecortaba debido al sensual movimiento de su boca. Con los dedos y la lengua dibujaba lánguidos círculos en sus pechos; evitaba a propósito tocarle los sensibles pezones. La vulnerable expresión en los ojos de ______ pronto dio paso a una mirada de lascivo deseo.
Capítulo 35
El acarició uno de sus pechos con la mano hasta que ella emitió un suave gemido. Joe se moría de ganas de abrirle las piernas y encontrar aquel lugar que anhelaba tan desesperadamente sus caricias.
Los ojos de _______ descendieron hasta el duro bulto que había en sus pantalones. Joe siguió su mirada y le cogió la mano para guiarla de nuevo hasta su erección.
—Acaríciame —le dijo él con la voz teñida de necesidad—. Desliza tu mano arriba y abajo.
______ asintió y obedeció mientras lo miraba.
—Haré todo lo que me pidas.
Joe se desabrochó los pantalones y liberó su verga. Dura, sensible y erecta. Se dejó el botón de arriba abrochado; no quería que se le bajaran los pantalones hasta los tobillos. Era muy humillante. No dejaba de pensar en la posible vergüenza que podía estar sintiendo ______ por estar medio desnuda.
Ella rodeó la polla con la mano imprimiendo la presión justa.
—Está..., mmmm..., muy dura. —Deslizó la mano por toda la polla—. Eso tiene que doler.
Joe apretó los dientes. ¿Sabría _______ cómo lo estaba excitando?
—Más fuerte. —Colocó su mano encima de la de ella—. Cuanto más fuerte mejor —dijo, y entonces empezó a guiarla para que se pusiera de rodillas.
La espalda de _______ se puso rígida sólo un momento, pero luego se agachó hasta quedarse frente a su entrepierna.
—Ninguna mujer se sentiría decepcionada con lo que hay aquí abajo.
Joe, a punto de perder el control por completo, dijo:
—Métetela en la boca, ______. Chúpame la polla.
Puso las manos en la cabeza de ______, tal como había fantaseado, y le guió la boca hacia su erecto pene. Ella había cerrado la boca; introducirse entre sus labios fue como meterla en el cuerpo de una virgen.
______, juguetona, se resistía.
El presionó con más fuerza.
Finalmente, ella cedió.
El metió la punta de la polla en su boca. Ella jugueteó con los dientes sobre su parte más íntima, añadiendo al placer un poco de dolor para alimentar los deseos más carnales de Joe.
El dejó caer la cabeza hacia atrás y movió con suavidad las caderas hacia delante para follar su boca. Ya no necesitaba guiarla.
Ella le chupó como una puta experimentada: movía la lengua por encima de la punta y luego se la metía en la boca hasta que él notaba el final de su garganta. ______ había rodeado su polla firmemente con la mano y utilizaba su propia saliva para hacerla resbalar mejor.
Le había cogido el escroto con la otra mano y apretaba, pellizcaba y manoseaba sus testículos.
A Joe se le escapó un gemido.
—Joder, ¡qué bien lo haces!
Ella rompió el contacto un momento para responder.
—Gracias. —Luego sonrió—. Tengo mucho material con el que recrearme.
Joe había llegado casi al límite de su autocontrol. Si no se controlaba, en pocos segundos llegaría al éxtasis y vertería un chorro de caliente y cremoso semen dentro de la boca de _______.
Apretó los dientes. ¡Agonía, oh, agonía...!
—Me alegro de que estés contenta. —Se sentía como si se le fuera a derretir la polla; un maravilloso desfallecimiento se arrastraba por su cuerpo, aliviando su cerebro, pero agudizando sus otros sentidos. Lo único en lo que podía pensar era en tener el predispuesto cuerpo de _______ debajo del suyo.
Joe se alejó de sus hambrientos labios y la puso de pie.
—Se acabó la espera —jadeó con la voz discordante. Su boca buscó la de ella y se unieron en un largo y hambriento duelo de lenguas mientras él le cogía los pechos con las manos.
— Joe —gimió ella.
El la cogió por las caderas, la puso sobre el capó del coche e intentó abrirle las piernas. Le subió la falda y maldijo los pantis que llevaba.
—Dios, ¿por qué llevas esto?
______ levantó la cabeza y lo miró fijamente.
—Para comprobar lo decidido que eres.
Joe encontró la goma de los pantis en su cintura y se los bajó. Tuvo que parar un momento para quitarle los zapatos que salieron volando por los aires.
—Por fin.
Deslizó la mano por encima de sus caderas y le dio un suave beso en el vientre. Quería chupar, lamer y probar cada centímetro de su piel mientras ella planeaba en un estado de excitación sexual absoluta. La rodeaba un aire pegajoso y perfumado provocado por el centelleante calor del crudo deseo.
Joe deslizó las manos por la cara interior de sus muslos. Se adentró en los gruesos rizos de su monte de Venus y deslizó los dedos por el clítoris para acariciarlo.
—Me alegro de que por fin lo hayas conseguido—bromeó ella.
—Justo a tiempo.
Joe metió un dedo dentro del sexo de ______ y lo hizo girar. Notó la calidez líquida que brotaba de él. Le separó los labios vaginales con gran habilidad, utilizando el pulgar y el dedo índice, y encontró el tierno botón. Movió entonces su dedo índice por encima de él iniciando un placentero jugueteo sexual.
______ echó la cabeza hacia atrás y gimió de placer.
—Te vas acercando.
—Estoy entrando. — Joe deslizó un dedo dentro. Los músculos vaginales lo absorbieron y se contrajeron. Estaban lubricados, calientes y preparados...
_______ cada vez acogía las embestidas con mayor fervor; sus salvajes necesidades aumentaban espoloneadas por aquellos movimientos en el interior de su vagina. Su clítoris palpitaba contra la piel de Joe y sus jugos le humedecían la mano.
El se agachó y empezó a lamer aquellos pétalos rosas, despertando en ella una fiera pasión. Su polla se arqueó más, endureciéndose y emanando calor. El se acarició el pene con la otra mano, dándose placer mientras se la follaba ferozmente con el dedo. Cuando en lugar de dos dedos introdujo tres, el sexo de ______ se abrió más.
Ella, temblando de deseo contenido, apretó las piernas y capturó su mano con fuerza. Tembló violentamente y luego llegó al orgasmo; su vagina palpitaba con avidez alrededor de los dedos de Joe.
_______ arqueó el cuerpo cuando la recorrió el primer orgasmo; sus pechos subían y bajaban al jadear. Arañó el capó del coche y notó el frío metal en su piel.
—Te odio por haber conseguido que yo me corra primero.
El se rió entre dientes.
—No te preocupes —murmuró—. Conseguiré que te corras una y otra vez. —Hundió aún más los dedos.
Ella estaba tumbada sobre el capó con la falda por encima de las caderas.
—No puedo esperar más. —Una ferocidad lasciva le hizo temblar la voz.
La necesidad de Joe era salvaje, el ritmo aumentaba a medida que la sangre palpitaba en sus venas y lo ensordecía. Su excitación amenazaba con estallar como un volcán escupiendo lava.
Tenía que poseerla, probarla, establecer la conexión antes de tomarla y experimentar su propio clímax. Ya había ido más lejos de lo que pretendía, pero no había podido resistirse.
Se metió la mano en el bolsillo y sacó una pequeña cuchilla; era una cuchilla que salía y se escondía de la boca de un lagarto. Le cabía en la mano, era pequeña, silenciosa y estaba mortalmente afilada. Para sacar la cuchilla sólo debía apretar un botón.
Deslizó la mano por el esternón de ______ y la cogió por la nuca. En los ojos de la joven apareció reflejado el miedo al ver aquella cuchilla en su mano.
— ¡Joe!, ¿qué...?
El la sujetó con más fuerza. Ella empezó a forcejear, pero él era más fuerte. El miedo de ______ era palpable. Joe sintió cómo su sangre palpitaba por debajo de su piel, cómo el salvaje latir de su corazón conducía su miedo y cómo se le aceleraba la respiración.
—No te resistas, ______ —intentó tranquilizarla con un tono suave.
—Por favor —jadeó ella—. ¡No me hagas daño!
—No te haré daño. —Él aflojó la mano que tenía en su cuello—. Confía en mí para que podamos unirnos.
Ella asintió despacio con los ojos muy abiertos y los labios separados; sus pechos se elevaban y caían. Él se dio cuenta de que el peligro la excitaba.
—Necesito probarte, beber de ti para saciar mi apetito —susurró él. Silencio.
Lentamente, _______ asintió.
—Vale.
Joe sacó la cuchilla y le hizo un corte rápido y pequeño. Un líquido carmesí brotó de la herida, resbalando por su pálida piel.
Un pequeño quejido escapó de los labios de ______, pero no opuso ninguna resistencia cuando él pasó las manos por debajo de su espalda y la guió hasta que estuvo sentada.
Él recorrió su carne con su lengua y chupó su sangre. Presionó sus labios sobre la suave y palpitante herida y bebió de ella, introduciendo la vida del cuerpo de _______ en el suyo. El líquido que le llenaba la boca era dulce y cálido.
Los minutos pasaban lentamente; sólo el sonido de las criaturas de la noche rompía el suave susurrar del viento.
Joe, reacio, se retiró; debía tener cuidado de no excederse. Sintió la calidez de la sangre de ______ en sus labios.
La miró a la cara asombrado por su belleza. Entre las sombras, podía ver el rubor en sus pómulos. Y su boca. Cada vez que la miraba sentía la necesidad de besarla una y otra vez. Se imaginaba aquellos labios posándose sobre su carne y succionando su sangre; se imaginaba llenando de vida el cuerpo de ______.
«Cuando eso ocurra, seremos uno y ella me pertenecerá por completo», pensó.
El dirigió la boca hacia la de _______.
—Quiero que te pruebes a ti misma.
Joe la besó, profundamente. Cuando su beso acabó, colocó dos dedos sobre el corte que le había hecho en el cuello y murmuró unas palabras sanadoras. Cuando los apartó, el corte se había curado y sólo quedaba una pequeña cicatriz.
______ se estremeció mientras se lamía los labios.
—Eso ha sido muy intenso.
—Mmm... ¿Te ha gustado? —El apetito de Joe sólo estaba medio saciado. Necesitaba algo más de ella.
Ella inspiró profundamente.
—Sí, mucho.
Él inclinó la barbilla de ______ hacia atrás.
—Hay más. Muchas más cosas que quiero compartir contigo.
Ella se rió deslizando las manos entre su cuerpo y el de Joe. Cerró una mano alrededor de la polla y la acarició de arriba abajo.
—Eso espero.
Joe, que estaba entre las piernas de ______, deslizó las manos por su cuerpo. La cogió por las caderas y la penetró de una única sacudida.
______ apartó la camiseta de Joe y pasó sus frías manos por encima de sus hombros.
—Sabía que encajaríamos.
Joe sacó la verga de su cuerpo hasta ver asomar ligeramente la punta y volvió a embestir.
—A la perfección.
Echó la cadera hacia atrás y embistió de nuevo. Los sedosos músculos de ______ lo envolvían con fuerza.
—Muy agradable.
______ era por dentro tal como había imaginado que sería; su interior encerraba su polla como una boquita voraz.
Ella le rodeaba la cintura con las piernas.
—La palabra agradable no define ni de lejos lo que está ocurriendo aquí. —Le golpeó el culo con los pies—. Y no hemos llegado ni a la mitad.
«Cierto», pensó él.
Joe adoptó un ritmo medio y empujaba su cadera contra la de _______ con deliberada lentitud.
Ella dejó caer la cabeza hacia atrás mientras un nuevo orgasmo se empezaba a extender por su cuerpo.
—No podré aguantar mucho más —le dijo a Joe.
LaliisSm17
Pecados de la Carne (Joe&Tú)
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Capítulo 36
—Pues no lo hagas —contestó él e inclinó la cabeza hacia delante para, hábilmente, lamerle un pezón. La reacción fue instantánea. El gemido de placer de ______ alimentó su propio deseo hasta el punto que no hubiera sido capaz de decir dónde acababa su cuerpo y empezaba el de ella. Era incapaz de respirar, incapaz de pensar, sólo podía sentir las centelleantes contracciones del hambriento coño que se movía maravillosamente alrededor de su polla.
Joe la embistió por última vez mientras notaba que se le contraían los testículos como si alguien los apretase. El orgasmo lo inundó, un violento remolino de increíble fuerza y velocidad. Sintió cómo explotaba con salvaje furia y su cálido semen entraba en _______. Se quedaron con los cuerpos pegados por la cadera y ninguno de los dos se movía. Parecía que, si uno de los dos se apartaba, se rompería el hechizo mágico de aquella increíble experiencia.
Finalmente, y aunque le dolió en el alma, Joe se retiró y se puso bien la ropa. La noche a su alrededor era oscura, silenciosa y tranquila.
— ¿______?
Ella se estiró lánguidamente, se sentó y se acurrucó contra su pecho, apoyando la cabeza sobre su hombro como una niña.
— ¿Mmm?
— ¿Estás despierta?
—No —Bostezó soñolienta—. Quiero quedarme para siempre entre tus brazos. La garganta de Joe se encogió. mie&$a. El también quería. Para siempre.
______ no estaba preparada para afrontar las sensaciones que la sorprendieron cuando se sentó en la cama. La cabeza le daba vueltas y tenía la vista nublada y el estómago revuelto. Se sentía débil, agotada, como si alguna criatura le hubiera hundido los colmillos en la carne y le hubiera absorbido la energía.
Se presionó la frente con las manos y volvió a tumbarse sobre el colchón. Tenía la piel enrojecida, caliente, febril. Jadeaba y sentía cómo se le revolvía el estómago y se le retorcían las tripas. Si se movía, vomitaría. «Oh, mie&$a, ahora no —pensó—. Espero no estar cogiendo una gripe o algo así.»
Volvió la cabeza sobre la almohada y paseó la mirada por la oscura habitación. Afortunadamente, las persianas estaban bajadas y no dejaban entrar la luz del sol. La luz que entraba por las esquinas le hería los ojos. Incluso hasta el más pequeño de los rayos de luz le parecía demasiado deslumbrante.
Cerró los ojos y se puso las manos sobre la cara. Las náuseas empezaron a desaparecer poco a poco y su cuerpo se estabilizó hasta conseguir un estado cercano a la normalidad. Le dolía la cabeza; se sentía como si alguien le hubiera golpeado en ella con una barra de metal y le hubiera borrado todos los recuerdos.
Se frotó la sien izquierda con una mano temblorosa. No tenía ningún cardenal ni ningún chichón, sin embargo, sentía como si se le fuera a partir el cráneo por la mitad. El corazón le golpeaba el pecho con fuerza y la sangre recorría sus venas como una manada de búfalos salvajes. Tenía la cabeza hecha un lío y los recuerdos de la pasada noche estaban envueltos por una turbia neblina.
« ¿Qué demonios hice ayer por la noche?» Sabía que había ido a trabajar. Eso estaba claro. Su ropa estaba tirada en el suelo; era la manera habitual que tenía de desvestirse después de una noche de trabajo duro. Sin embargo, después de eso no recordaba nada. No se acordaba de haberse desnudado y haberse metido en la cama y mucho menos cómo había llegado a casa. Frustrada, arrugó la frente intentando recordar algo de la noche anterior.
Algunas imágenes empezaron a abrirse paso desde lo más profundo de su mente. Joe. Sí, ahora se acordaba. Le había enseñado dónde tenía que hacer los depósitos bancarios nocturnos. Bien. Iba por buen camino.
Los recuerdos empezaban a ser mucho más claros. Después de ingresar el dinero se habían ido a algún lugar con el coche. Árboles. Hierva. Un despejado cielo nocturno. Joe besándola con fuerza, con urgencia; rompiéndole la blusa y deslizando las manos por su cuerpo. Al recordar aquel abrazo, notó que la temperatura de su cuerpo aumentaba.
______ cambió de postura. Estaba totalmente desnuda bajo las sábanas. Ella no solía dormir desnuda. Cuando estaba sola, siempre se ponía bragas y un camisón; sólo si pasaba la noche con alguien, dormía desnuda. Le encantaba sentir el roce de la piel de su amante contra la suya.
« ¿Hicimos el amor ayer por la noche?» Rebuscó por todos los rincones de su cerebro, pero sólo recordaba que se habían metido mano a lo bestia. Según sus recuerdos no habían llegado hasta el final.
«Bueno, eso es asquerosamente malo.» Tal vez no hubieran llegado más lejos porque ella se había sentido enferma. Joe debió de llevarla a casa y la habría metido en la cama. Al pensar que él le habría quitado la ropa y la habría visto desnuda, un cálido rubor empezó a trepar por su rostro.
Fantástico, había estado desnuda con un hombre muy atractivo y demasiado enferma como para hacer nada con él. « ¡Qué suerte tengo! Qué gran momento para pillar la gripe...»
Se le volvieron a retorcer las tripas, pero esta vez para producirle una sensación más agradable. Hambre. Tal vez podría asentar su estómago con algunas tostadas de pan de trigo y un té caliente. Sintió una familiar presión en la vejiga, se sentó en el borde de la cama y luego se levantó. Le temblaban las piernas, pero pudieron aguantar su peso. Podía perder todo el día en la cama poniéndose enferma o podía seguir adelante con su vida. Era hora de levantarse y ponerse en marcha. No había nada que pudiera hacer para remediar la gripe, excepto atiborrarse de medicamentos. Tendría que llamar al trabajo para decir que se encontraba mal. No podía ir a trabajar en aquel estado.
Comió algo y consiguió asentar un poco el estómago. Cuando dio el segundo mordisco, ya se sentía mejor. Estaba recuperando la fuerza y empezaban a desaparecer aquellos extraños temblores, que, por lo general, precedían a una enfermedad. Rápidamente, la segunda tostada dio paso a una tercera y luego a una cuarta. Les puso un montón de mantequilla y mermelada de albaricoque; también se tomó un vaso de leche y dos tazas de café muy cargado con leche y azúcar. «He comido demasiado para estar enferma.» Lavó los platos y las tazas que había utilizado para desayunar y los guardó. Cogió el café y subió a darse una ducha. Justo cuando se estaba quitando el albornoz, llamaron a la puerta.
Continuara.
Gracias por leer la nove les dejo 4 Capítulos espero les guste
Bye! Besos. :D
Bye! Besos. :D
LaliisSm17
Re: “Pecados de la Carne” (Joe&Tú) CANCELADA
Oseeaa coomoo la deejaas aasi!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!,, mee quuiieerees maataar?!,, nonono muuy maal (x,, heermoosaa plii S I G U E L A...!!!* laa deejaastee muuy buueenaa,, suubee oo sii noo mooriiree.... beesiitoos
Attee: Kaarii(:
Attee: Kaarii(:
__#Kari♥Henderson♥Hart...
Re: “Pecados de la Carne” (Joe&Tú) CANCELADA
es oficial; ME QUERES MATAR!!! siguelaaaaaaaaaaaa, si no la sigues me muero ok no xDD
Lolita_Jonatica
“Pecados de la Carne” (Joe&Tú)
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Capítulo 37
—Pero ¿quién diablos puede ser? —maldijo en voz baja; se puso una bata y bajó. Tal vez era Joe que venía a ver cómo estaba. Si era él, estaba preparada para decirle que se encontraba perfectamente bien y lo invitaría a meterse en la ducha con ella. Pero para su decepción, no era él. Era Ginny. Su antigua empleada llevaba entre las manos una bandeja de galletas de canela caseras.
—Como no has venido a verme, he venido yo —dijo alegremente con una gran sonrisa en los labios.
______ suspiró disimuladamente y pasó los dedos por el pelo despeinado.
—Hola, Ginny. —Era la última persona que hubiera querido ver en aquel momento, pero hubiera sido grosero pedirle que se fuera.
Le ofreció una triste sonrisa y se hizo a un lado.
—Pasa.
La mujer cogió la bandeja con una sola mano y alargó el otro brazo para rodear con él a ______ que aceptó el abrazo casi de mala gana y se apartó de ella rápidamente. Un escalofrío le recorrió la espalda. Dios, a veces simplemente no le gustaba nada que la tocara. Era como si percibiese que las vibraciones que emitía el cuerpo de la otra persona le ensuciaban la piel. Tal vez la enfermedad la hacía estar demasiado sensible.
Llevó las galletas de canela a la cocina.
— ¿Cómo estás?
Ginny la siguió frunciendo un poco el ceño; parecía que hubiera notado la actitud distante de ______.
—Estoy bien, querida. Cuando cerró la librería, empecé a trabajar en la tienda que hay en mi misma calle.
______ sirvió una taza de café y se la ofreció a Ginny.
— ¿No te resulta muy pesado estar detrás de un mostrador todo el día?
La mujer cogió la taza.
—Sí, pero ya sabes que me gusta conocer gente nueva. Me gustaría que la librería siguiera abierta.
______ se sirvió más café. Se tomaría otra taza. No podía pasar el día sin su dosis de cafeína. Por la manera en que Ginny estaba actuando, no parecía que tuviera mucha prisa en irse. Tampoco pasaba nada si le daba un poco de margen a aquella vieja mujer.
Se sentó a la mesa de la cocina y señaló una silla vacía.
—A mí también me gustaría, pero...
Ginny se sentó.
— ¿No vas a probar una de mis galletas? —preguntó cogiendo la leche y sirviéndose un poco.
______ negó con la cabeza mientras se tomaba el café.
—Me encantaría, pero ahora no tengo hambre. Las guardaré para luego. ¿Tú quieres una?
—Oh, no, cariño, son para ti.
—Gracias por habérmelas traído. Estoy segura de que me encantarán, a mí y a mis caderas. Ginny la recorrió con la mirada. —Te veo un poco delgada, cielo. ¿Comes bien? Estás tan pálida...
______ jugueteó con la cuchara mientras miraba el café y observaba el humo que salía de la taza.
—Es porque tengo un poco de gripe, eso es todo. Además, como ahora trabajo por la noche, no me da mucho el sol.
Un interrogante se dibujó en el rostro de la anciana.
— ¿Por la noche?
—En el Mystique.
— ¿El club nocturno?
—Sí. Soy la supervisora de las camareras y las azafatas. Me contrataron hace unos días. El sueldo es muy bueno. Intentaré cancelar las deudas de la librería en un par de años. Creo que lo podré conseguir si invierto hasta el último céntimo en pagar facturas.
—He oído decir que es un sitio poco... recomendable, ______.
La expresión «poco recomendable» no se acercaba ni de lejos a la realidad.
—Tiene sus inconvenientes, pero me gusta. Se produjo un incómodo silencio. De repente ______ se dio cuenta de que ahora que ella y Ginny ya no trabajaban juntas ya no tenían nada en común. Sus vidas habían tomado nuevas direcciones. Ella ya no tenía que preocuparse por cómo mantener la librería abierta y cómo lograr pagar las facturas.
Para variar, su suerte parecía estar cambiando.
Ginny, por otro lado, peleaba por llegar a fin de mes; era una mujer de sesenta años que no tenía una familia a la que cuidar o de la que depender.
______ sintió lástima por ella. Estaba en una situación en la que ella jamás querría verse: vieja, sola y buscando compañía.
La voz de la mujer interrumpió sus pensamientos.
— ¿Has tenido noticias de Dan? ______ negó con la cabeza.
— ¿Te refieres a si ese capullo se ha molestado en devolverme el portátil? No —pronunció las palabras con enfado—. Me jodió bien.
______ le lanzó una estrecha mirada a su amiga.
—No era una buena persona —le recordó—. Lo único que hizo fue utilizarme y robarme. Ginny le dio un sorbo a su café.
—Es una lástima.
_______, enfadada, agarró tan fuerte la taza de café que se le pusieron los nudillos blancos.
—Sí, es una lástima. —Dan pertenecía ahora al pasado.
Ginny la miró un momento y luego negó lentamente con la cabeza.
—Es que no quiero que acabes sola —le empezó a temblar el labio inferior y vaciló un momento antes de acabar la frase—, como yo.
Cuando vio aquella imagen de abandono en la cara de la vieja mujer, el enfado de ______ desapareció. ¿Cómo se podía enojar con alguien que estaba tan sola que buscaba la compañía de una antigua jefa?
Ella y Ginny nunca habían sido amigas íntimas. Dios, si ni tan siquiera había estado en casa de aquella vieja mujer. Todo cuanto sabía de ella era por las conversaciones que habían mantenido los días que había habido poco trabajo en la librería.
______ se frotó la cara con las manos; se había dado cuenta de que estaba tan absorta en sus propios problemas que había ignorado totalmente los del ser humano que tenía al lado. ¿Podía haber sido más superficial? Enfrente tenía la realidad de la soledad de una vieja mujer que se hundía lentamente en su propio futuro.
Empezó a pensar en muchas cosas, pero nada parecía tener demasiado sentido. El dolor que sentía en el pecho aumentaba con cada segundo que pasaba. Cómo deseaba poder hacer un gesto con la mano y lograr que los problemas del mundo desapareciesen por arte de magia.
Personas desesperadamente solas, emociones frágiles, vidas diminutas... Todos daban vueltas y vueltas corriendo hacia ninguna parte como hámsteres en su rueda. ¿Dónde narices estaba Dios? No podía estar sentado tranquilamente en su cielo porque en el mundo muchas cosas no iban bien.
—Tú no estás sola, Ginny. Ya sabes que siempre me tendrás a mí —se escuchó decir a sí misma—. Te prometo que tan pronto...
El timbre de la puerta la interrumpió por segunda vez aquel día.
______ se disculpó ante Ginny.
— ¿Se puede saber cuándo me he convertido en la señorita Popularidad?
En la puerta había un mensajero. Esta vez no eran flores. Era un pequeño paquete muy bien envuelto y atado con un lazo.
De Joe.
______, olvidando por completo la presencia de Ginny, rompió el elaborado envoltorio. Era una caja que contenía una joya.
Casi se le para el corazón. Le temblaban las manos y le costaba mucho respirar; abrió la caja. Dentro, un collar descansaba sobre una superficie de terciopelo azul. Lo sacó de la caja. Era una delicada cadena de oro con un colgante. Reconoció aquel extraño diseño; era el mismo que había en el anillo de sello que llevaba Joe. Rápidamente abrió la pequeña tarjeta. «Mi otra mitad —decía misteriosamente—, pronto seremos uno...»
Leyó la tarjeta otra vez.
—Vaya, creo que esto me gusta.
— ¡Qué bonito! —dijo Ginny por detrás—. ¿Te lo ha regalado el nuevo hombre que hay en tu vida?
Ella sonrió.
—Sí.
— ¿Quién es?
______ admiró su nuevo tesoro.
—Joe Jonas.
Ginny arrugó la frente.
— ¿No es el dueño del Mystique?
—Sí.
La mujer hizo una mueca con la boca.
— ¿Qué?
—Nada.
______ frunció el ceño.
—Dime.
Ginny parecía incómoda.
—Bueno, sólo son rumores, pero he oído decir que es bastante popular entre las chicas... Ya sabes a lo que me refiero.
______ lo sabía perfectamente.
— ¿Quieres decir que se acuesta con muchas mujeres?
—Eso y otras cosas que he escuchado. Dicen que organiza orgías en su casa, esa que tiene en las afueras de la ciudad, y que practica extraños rituales, magia negra.
______ entornó los ojos y miró hacia el techo.
—Oh, bueno, supongo que no te creerás eso...
El timbre de la puerta sonó por tercera vez interrumpiendo la conversación.
Cuatro paquetes. Grandes, rectangulares y también muy bien envueltos.
______ se abalanzó sobre ellos como un niño en Navidad. Le quitó el envoltorio al más grande y abrió las capas de papel de seda blanco que había en el interior. Un vestido.
Capítulo 38
No era un vestido cualquiera, era un vestido de uno de los mejores diseñadores. Provenía de la tienda de ropa más cara de la ciudad, un lugar por el que ella no se podía permitir ni pasar y mucho menos entrar.
Lo sacó de la caja y se lo puso por encima del cuerpo. El vestido era impresionante. El atrevido diseño realzaba los pechos y los muslos. Era rojo, casi escarlata, y estaba hecho de seda pura.
Abrió la tarjeta que venía con el vestido. Era más grande que la anterior y más directa: «Tienes la noche libre. Un coche te recogerá a las ocho. Deberás estar preparada.»
En el segundo paquete había un par de zapatos a juego. Justo de su número. En el tercero había lencería: un sujetador, un tanga, un liguero y unas medias.
«Ponte esto», decía la nota que había dentro.
El cuarto paquete era el más sorprendente. Dentro había una capa. Era toda de piel gris. Debía de haber costado una pequeña fortuna.
Aunque no era muy amiga de llevar pieles de animales salvajes, _______ se sentía halagada por el hecho de que Joe hubiera invertido su tiempo en elegir lo mejor para ella.
Flores, un collar, un vestido y una capa. Todo era abrumador. Se preguntó si sería así como Joe trataba a todas sus mujeres. Intuyó que no. Ya le había dejado claro que ella era mucho más que un ligue de una noche.
Ginny miró todos aquellos regalos con una agria mirada en el rostro.
—Parece que tu joven pretendiente va en serio contigo.
______ intentó dar poca importancia a todos los regalos que había esparcidos por el salón. Imposible. Estaba demasiado emocionada.
—Realmente espero que sí.
—Creo que no deberías aceptarlos. ______ lanzó a su amiga una incisiva mirada.
— ¿Por qué no?
—Parece que esté intentando dominarte —dijo Ginny, señalando los regalos—. Que te vistas del modo que él quiere.
______ se burló.
—Eso es una tontería. —Volvió a envolver la carísima capa y la metió en su caja—. Sólo está siendo generoso.
Ginny no estaba de acuerdo.
—Te está comprando, ______. Está intentando convertirte en algo que no eres.
Ella se enfadó y olvidó sus modales.
—Tal vez es algo que sí quiero ser.
En cuanto pronunció aquellas palabras, se arrepintió de haberlas dicho. La cara de Ginny daba a entender que aquel comentario le había sentado como una bofetada.
—Gracias por el café, querida —dijo mientras abría la puerta principal.
______, sintiéndose como una completa imbécil, corrió para hacer las paces con ella.
—Lo siento, Ginny. No te vayas.
La anciana le regaló una triste sonrisa.
—Me tengo que ir. Pronto empiezo a trabajar.
—Iré a verte —gritó ______.
Demasiado tarde.
Ginny ya se había ido y había cerrado la puerta al salir.
______ corrió hasta la ventana y subió las persianas justo a tiempo de ver a Ginny doblando la esquina.
Suspiró y miró el reloj. ¿Ya eran las cinco? Sería mejor que se diera prisa si quería estar lista para cuando el coche fuera a recogerla.
Un pequeño escalofrío le recorrió la espalda.
¿Qué más habría preparado Joe para aquella noche?
El coche apareció a las ocho en punto. No era un coche cualquiera, era un Rolls Royce plateado. Era magnífico; parecía que acababa de salir de la tienda.
Un chófer elegantemente uniformado salió del coche y la guió desde la puerta hasta el coche.
—Acompáñeme, por favor, señorita ______.
—Gracias.
______, que se sentía como si perteneciera a la realeza, se agarró su capa como si la piel fuera a cobrar vida y a salir corriendo. Definitivamente, Joe le estaba enseñando todo lo que tenía. Gusto. Encanto. Dinero. Si estaba intentando impresionarla, desde luego lo había conseguido.
El conductor abrió la puerta de atrás y la ayudó a entrar en el coche. En el asiento trasero, que estaba separado del conductor por un panel ahumado que le daba privacidad, había espacio para seis personas.
______ no pudo evitar deslizar la mano por la superficie del asiento. Era de piel y tan suave y flexible como el culito de un bebé. Muy bonito. El vehículo tenía todos los complementos que podía necesitar un ocupado ejecutivo para mantenerse en contacto con el mundo exterior y para entretenerse dentro del coche: teléfono móvil, televisión en color, reproductor de discos compactos y un pequeño mini bar, bien surtido, en el que no faltaban las botellas en miniatura de los vinos y whiskies más populares.
Sobre el asiento la esperaba otro regalo. Una docena de rosas de color rosa pálido.
Casi se pellizca para asegurarse de que estaba despierta y no perdida en las profundidades de algún sueño derrochador.
—Joder, creo que me he muerto y estoy en el cielo. El chófer se dirigió a ella.
— ¿Necesita algo, señorita? _______ negó con la cabeza rápidamente.
—No. Todo está perfecto. Gracias.
—No hay de qué.
_______ se reclinó en el asiento para disfrutar del trayecto y cogió una única rosa. Era preciosa. No tenía ni una imperfección. Se acercó la flor a la nariz e inhaló su embriagador aroma. ¡Dios!, se sentía como una princesa de camino al palacio de su príncipe. Cuánto lujo.
«Podría acostumbrarme a que me trataran así», pensó; luego frunció el ceño. ¿Cuánto durará? ¿Cuánto tiempo pasará antes de que Joe ponga sus ojos en una mujer más joven y más guapa y se vaya tras su nuevo premio? ¿Algunas semanas? ¿Un mes? ¿Seis? ¿Sería lo suficientemente afortunada como para poder disfrutar de él un año entero? _______ no lo sabía.
Pero había una cosa que tenía clara. Pensaba disfrutar de aquel viaje e ir hasta dondequiera que la llevase. Una oportunidad como aquélla sólo se presentaba una vez en la vida. Carpe diem. ¡Aprovecha el momento!
El corazón de _______ latía con fuerza por la emoción justo cuando el Rolls se paró ante una enorme verja de hierro que había en un muro de piedra de dos metros de altura.
El conductor bajó la ventanilla y presionó el botón del interfono. Unos segundos después sonó un timbre. Las puertas de la verja se abrieron de par en par como el mar Rojo para dejar entrar al coche y a su única pasajera.
Mientras el vehículo se dirigía a la casa principal de la finca, _______, ansiosa por ver la mansión en la que vivía Joe, se inclinó hacia delante. Dos años atrás Jonas había hecho construir aquel lugar desde la primera piedra y no permitía la entrada de cámaras dentro de los muros que encerraban su residencia privada.
Se rumoreaba que construir aquel lugar había costado nueve millones de dólares y que se llamaba Hammerston por el estado que se suponía que él poseía en Inglaterra.
______ no sabía si se trataba de un título familiar o si lo había comprado con su fortuna. Ella pensaba que la llevaría a un buen restaurante o al club. No pensó que la llevaría a su residencia privada. Allí no se permitía la entrada de extraños. Si no entrabas con invitación, simplemente no entrabas.
Su mirada se paseó por los cuidadísimos jardines de frondosos árboles, arbustos y todo tipo de plantas que aquel año habían florecido antes de lo habitual. Era una noche para susurrarse, para besarse, para dejar que floreciese el amor. Cerca de allí había un templete de madera. Estaba envuelto en sombras, silenciosas centinelas que jamás revelan los secretos entre amantes.
La casa, si es que se podía llamar casa a un edificio tan imponente como aquél, estaba en medio de la vasta extensión de césped verde. Era de piedra marrón y las numerosas torretas abovedadas que había en el tejado le daban un aire medieval que otorgaba una apariencia feroz a los tres pisos del edificio. Parecía que en cualquier momento iba a aparecer un caballero con su armadura montando un valiente corcel.
El Rolls se detuvo frente a la entrada principal. El conductor salió del coche y lo rodeó rápidamente para abrirle la puerta a ______. Le ofreció la mano y la ayudó a salir.
Ella subió por la ancha escalinata de piedra que conducía a la entrada cogida del brazo del conductor.
Por la fuerza que hacía el hombre al cogerla del brazo, parecía que estuviera intentando retenerla, vigilando que no saliese corriendo. Aquella silenciosa intensidad la hacía sentir incómoda. Además, tenía el estómago lleno de mariposas. A pesar de que aparentemente estaba tranquila, por dentro era un manojo de nervios.
Cuando subió el último escalón, se dio cuenta de que el escudo de armas de la familia Jonas estaba forjado en hierro sobre la puerta.
No hizo falta llamar para entrar.
Continuara.
LaliisSm17
Re: “Pecados de la Carne” (Joe&Tú) CANCELADA
BUeno.... tal vez la dejaste botada pero COMO CARAJOS LA DEJASTE AHI! Nueva lectora ^^
Ale'Murillo
Re: “Pecados de la Carne” (Joe&Tú) CANCELADA
HOLA NUEVA LECTORA...TENGO LA NOVE ORIGINAL Y ME SUPER EMOCIONE CUANDO VI QUE LA ADPTASTE A JOE¡¡¡
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berenice_89
“Pecados de la Carne” (Joe&Tú) CANCELADA
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Capítulo 39
Un mayordomo perfectamente ataviado abrió la puerta. Cuando vio a ______, le dedicó un ceremonioso saludo.
—Bienvenida, señorita ______ —dijo con un ligero acento inglés—. Lord Jonas la está esperando.
Antes de que ella entrase, el anónimo conductor prácticamente la empujó hasta el umbral. Se sentía como una mosca que acababa de ser atrapada por la tela de una araña.
______ le regaló una ligera sonrisa e inclinó la cabeza.
—Gracias. Estoy encantada de estar aquí.
El mayordomo no esbozó ni la más mínima sonrisa.
—Por favor, sígame —dijo.
______ se presionó el estómago con la mano para intentar calmar sus nervios.
—Claro.
Siguió al hombre hasta el vestíbulo principal. Resultaba intimidante: estaba cubierto de paneles de madera y carísima cerámica. Al internarse en sus voluminosas profundidades, ______ echó un vistazo a las pinturas que colgaban de las paredes.
Jonas era un coleccionista apasionado y había llenado la mansión de una impresionante selección de arte: había algunos retratos familiares, pero también poblaban las paredes algunas obras de auténticos maestros como Poussin, Bourdon y Vouet. No había duda de que los muebles eran de la más alta calidad, una prueba inequívoca de su más alta posición social y financiera en el mundo de la jet set.
Sus altísimos tacones de aguja hacían mucho ruido mientras andaba; intentaba que no se notase la prisa que tenía por encontrarse con Joe. Se pasó los dedos por su indomable pelo negro.
El mayordomo se paró ante unas puertas cerradas y las abrió. Se quedó fuera y se apartó para dejar que ______ entrase sola en la habitación.
Se irguió y se deslizó en el interior del salón principal. Paseó la mirada por la habitación. La sala era espaciosa y cómoda, y tenía unos enormes ventanales desde los que se podía disfrutar estupendamente del paisaje. El suelo estaba cubierto por alfombras de enorme belleza. Cada una de ellas se había elegido minuciosamente.
Su presión sanguínea aumentó cuando advirtió que toda la decoración giraba en torno a un mismo tema: personas haciendo el amor en distintas posturas. Era un Kama Sutra virtual de estatuas, pinturas y otros objetos de arte; todos recreaban el mundo del sexo.
La habitación estaba llena de gente.
Y no estaban precisamente hablando y tomándose una copa; se encontraban en distintos niveles de desnudez. Se tocaban los unos a los otros y algunos hacían el amor mientras los demás, a su alrededor, miraban.
Haces de luz psicodélica se paseaban por las paredes, por el suelo y por el techo otorgando a la habitación una atmósfera ultramundana; parecía que estuvieran flotando por el espacio en una nave alienígena. El incienso cubría el ambiente de una ligera bruma.
______ era incapaz de contar el número de cuerpos que había allí.
« ¡Dios santo! ¿Dónde me he metido?»
Inspiró con fuerza y se esforzó por no parecer totalmente conmocionada, pero no podía dejar de mirarlo todo. Hombres con mujeres, mujeres con mujeres y hombres con hombres... Joe no la había invitado a una velada íntima. La había invitado a una orgía.
De repente, aquellas personas dejaron lo que estaban haciendo y empezaron a mirarla y a susurrar.
A ______ casi la supera el impulso de irse inmediatamente. Empezó a abrir la boca para protestar, pero algo en su interior la acalló. En lugar de sentir rechazo, la imagen que había ante sus ojos la fascinaba. Percibió la energía sexual que había en la habitación, la probó, la olió, se empapó de toda aquella atmósfera decadente.
Su piel estaba caliente y rígida, y sus sensibles pezones se habían endurecido contra el sujetador de seda que llevaba. En su estómago se desató lo que parecía una pequeña danza como muestra de apreciación de los preciosos cuerpos que estaban estirados por la habitación. No importaba que fueran hombres o mujeres, todos ellos eran personas con una apariencia espectacular. Exquisita.
Su curiosa mirada se dirigió al centro de la habitación.
Joe, como si de una raja entre sus concubinas se tratara, estaba acostado en un sofá, con dos mujeres medio desnudas a sus pies, que sujetaban sendas copas de vino y se acariciaban la una a la otra mientras se daban largos besos.
Joe arqueó sus oscuras cejas cuando la vio. Una sonrisa curvó la esquina de sus labios. Chasqueó los dedos y aquellas mujeres se apartaron para permitir que él se pusiera en pie. Caminó por entre aquel mar de cuerpos.
Joe la miró; estaba contento de que se hubiera vestido como él quería.
—Estás soberbia. Justo como yo creía que estarías. —La cogió de la mano, la atrajo hacia él y añadió alzando una ceja endiablada—: Estás para comerte.
—Gracias —contestó ella, que advirtió que él sólo llevaba unos pantalones y una especie de chaqueta de terciopelo; no llevaba camisa.
Joe deslizó las manos por las curvas de su cuerpo y las pasó por debajo de la capa de piel para acariciarle la espalda y apretarle el culo por encima de la seda del vestido.
—Tenía ganas de volver a verte.
______, totalmente descontrolada, se puso nerviosa. Se pasó la lengua por los labios.
— ¿Quiénes son todas estas personas? —Ni en sus más salvajes fantasías hubiera imaginado que los rumores sobre las fiestas privadas de Joe eran reales. ¿No eran ilegales las orgías en California? Tal vez eso explicaba los altos muros de piedra que rodeaban la mansión. Así era más difícil que los ojos curiosos pudieran ver lo que ocurría al otro lado.
Joe la atravesó con la mirada. Sus ojos tenían un tono más metálico que gris.
—Son miembros del colectivo y sus parejas. Por desgracia, nuestro número de integrantes ha disminuido. Ya solo quedan algunos cientos de Kynn. Los Amhais...
Más confusión.
— ¿Los qué?
Él le quitó la capa de los hombros y se la tiró al mayordomo.
—Olvida lo que he dicho. Esta noche quiero que mires y disfrutes.
Las puertas se cerraron detrás de ella.
______ tragó saliva. El rubor le enrojecía las mejillas.
«Ya no hay vuelta atrás», pensó.
Joe la cogió de la mano.
—Ven, siéntate. Únete a la fiesta.
______ vaciló un momento. Nunca había estado en ninguna orgía. Para ella, aquélla era una nueva experiencia. Y muy excitante. Se sentía muy atraída por ese concepto de libertad sexual desenfrenada.
— ¿Estás seguro de esto?
Joe se rió.
—Pues claro que sí. Si no pensase que estás preparada, no te habría traído al círculo encantado.
______ se rió con timidez.
— ¿No te parece más un trenecito?
Él la cogió por la barbilla y le echó la cabeza hacia atrás.
—Éste es mi mundo. Quiero que lo entiendas. Que formes parte de él. Si te sientes incómoda, le pediré a mi chófer que te lleve a casa. —Le apretó un poco más fuerte la mano—. Pero te aviso, no te volveré a pedir que vuelvas.
Se hizo un profundo silencio.
______ ya sabía lo que iba a responder antes de que se formase la palabra en su cerebro. La idea de que Joe la pudiera desterrar de su vida le dolía demasiado. La manera que él tenía de tocarla, de mirarla... la llevaba hasta el límite. Era un lugar peligroso, pero también una experiencia muy excitante.
A ______ no le cabía ninguna duda de que él hablaba muy en serio. Tal vez seguiría conservando el trabajo, pero... ¿no tener a Joe? Eso sería como una operación a corazón abierto sin anestesia.
Demasiado doloroso como para considerarlo siquiera.
Lo miró a los ojos y vio compromiso en ellos. Si ella pudiera ser... Si ella pudiera pertenecer... Irresistible.
No había más desconfianza. No más dudas.
______ separó los labios y dejó salir sus ásperas palabras:
—Me quedaré.
Su respuesta agradó a Joe.
—Estupendo.
La cogió por el brazo y la guió por entre los cuerpos que se retorcían en el suelo. La gente dejaba de hacer el amor el tiempo justo para sonreír a ______ y murmurar palabras de bienvenida; luego volvían a retomar sus actividades.
Ella murmuraba respuestas más absurdas que sociales y era incapaz de recordar los nombres. En realidad, no importaba. Estaba más concentrada en seguir vestida.
Continuara..
LaliisSm17
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