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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Cree en el amor {Oliver Wood}
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Cree en el amor {Oliver Wood}
- Ficha:
- Ficha de la serie• Titulo: Sólo soy Oliver Wood.
• Autor: BiBiLuNa
• Adaptación: Si, del libro Harry Potter de J. K. Rowling. {3er libro}
• Género: Fantasía.
• Contenido: Magia, acción, entre otros.
• Advertencias: Quizá no suba muy seguido.
• Otras páginas: Ninguna.
Prologo.
Él necesitaba algo más que el quidditch, pero no lo sabía. Este deporte siempre había sido su gran obsesión, por encima de todo, era lo más importante, sin embargo ahora le invadía un gran vacío, a pesar de que entrenaba de guardián todos los días de aquel largo verano. El insoportable hueco que se había formado en su interior no tenía nada que ver con quaffles o bludgers, ni siquiera con la diminuta snitch. No encontraba explicación y no llegó a entender que esa espina que se había clavado en el fondo de su corazón tenía que ver con un sentimiento muy profundo que pronto conocería.
Su próximo curso en Hogwarts tenía que ser especial. Se había propuesto (como siempre) ganar la Copa. Otra persona se lo tomaría como una prueba más que superar, al igual que aprobar todas las asignaturas, pero para Oliver Wood era una completa obligación. Él era el capitán de Gryffindor, y no podía fallarle a los miembros de su casa.
Cada partido ganado lo llenaba de felicidad, hacía que se sintiese orgulloso, y cada partido perdido lo sacaba de sus casillas, lo hacía sentir culpable. Sabía que se preocuapaba demasiado, pero no podía evitarlo, y tampoco llegó a pensar que aquel año su obsesión se convertiría en su más grave problema.
Dormía plácidamente en su cama. Sus ojos estaban cerrados, descansando serenamente, pero sus labios murmuraban con preocupación palabras incomprensibles. Quién sabe si estaba a manos de una pesadilla, o simplemente soñaba algo agradable. Lá única verdad era que ni en su más extraño sueño llegaría a adivinar la sorpresa que el destino le tenía preparada aquel año.
Su próximo curso en Hogwarts tenía que ser especial. Se había propuesto (como siempre) ganar la Copa. Otra persona se lo tomaría como una prueba más que superar, al igual que aprobar todas las asignaturas, pero para Oliver Wood era una completa obligación. Él era el capitán de Gryffindor, y no podía fallarle a los miembros de su casa.
Cada partido ganado lo llenaba de felicidad, hacía que se sintiese orgulloso, y cada partido perdido lo sacaba de sus casillas, lo hacía sentir culpable. Sabía que se preocuapaba demasiado, pero no podía evitarlo, y tampoco llegó a pensar que aquel año su obsesión se convertiría en su más grave problema.
Dormía plácidamente en su cama. Sus ojos estaban cerrados, descansando serenamente, pero sus labios murmuraban con preocupación palabras incomprensibles. Quién sabe si estaba a manos de una pesadilla, o simplemente soñaba algo agradable. Lá única verdad era que ni en su más extraño sueño llegaría a adivinar la sorpresa que el destino le tenía preparada aquel año.
Última edición por Sara Ferrari. el Lun 26 Ago 2013, 3:35 pm, editado 1 vez
Sara Ferrari.
Re: Cree en el amor {Oliver Wood}
❛Ella tenía los ojos azules❜
La mañana era fría y el cielo estaba cubierto de nubes que amenzaban a tormenta, sin embargo a Oliver Wood le inundaba esa sensación de felicidad que cada año le acompañaba en el expreso de Hogwarts. Ése era su último y séptimo año.
Hacía poco más de unas horas que el tren había partido de la estación. Los gemelos Weasley, que se habían acomodado en el compartimento del capitán de quidditch, no hacían más que gastarle bromas a Angelina Jonshon, que se hallaba a lado de los pelirrojos. Durante el trayecto se habían dedicado a tirrle del pelo hasta quitarle el coletero, que gracias a un hechizo por parte de George, era un calcetín apestoso que sobrevolaba la cabina. La pobre Angelina se resignó a recuperar su gomilla del pelo hace ya un rato; con el tiempo había aprendido que en los gemelos Weasley surte más efecto esperar a que se aburran que soltarles una sarta de insultos. Aunque también era cierto que su paciencia se estaba acabando, y Katie y Alicia estaban en un rincón del compartimento muertas de asco.
—¡Es asqueroso! —Exclamó Katie cubriéndose con el ejemplar de El profeta que estaba leyendo, pues el suspuesto ''calcetín'' iba directo a su cara.— ¡Dejádlo ya!
—¿Sabes qués es lo más increíble, George?
Le preguntó Fred a su hermano, ignorando por completo el comentario de la cazadora de Gryffindor. George lanzó la prenda por los aires y Fred la atrapó al vuelo.
—Lo más alucinante es el olor del calcetín ¡Mira! —Hizo una breve pausa e inhaló profundamente el ''perfume'' de la prenda.— ¡parece que no lo han lavado en años!
Los gemelos adoptaron una expresión de orgullo y satisfacción mientras los demás presentes se taparon la nariz y mostraron una mueca de asco.
—No puedo creer que 'eso' sea mi coletero ¡Devolvédemelo!
Gritó Angelina muy irritada, acercándose con paso decidido a los Weasley.
—¿De verdad quieres...
—...Que te lo devolvamos?
Dijeron los pelirrojos arrimándo la prenda a la nariz de Angelina, de modo que la joven pudo sentir en sus fosas nasales el espantoso hedor que desprendía el calcetín.
La cazadora gritó, apartándose inmediatamente de ellos.
—¡Callaros de una vez! ¿Cómo queréis que piense una buena estrategia si no paráis de gritar?
Exclamó Wood, que hasta ese momento había permanecido al margen de la situación, ojeano su segundo volumen de El mundo del quidditch. Los gemelos no pararon de reír, aunque al cabo de una media hora Angelina consiguió recuperar su coletero sano y salvo. A Wood le tocó aguantar los insoportables comentarios de los bateadores hasta la una en punto, hora en la que la bruja del carrito de la comida acostumbraba a recorrer los pasillos del expreso.
Todos pidieron una cantidad razonable de golosinas, chocolate y otros artículos cuando la mujer llegó al compartimnto.
El resto del viaje lo pasaron hablando y comentando las vacaciones.
—Es horrible... —Comentó Alicia leyendo atentamente una página del periódico en la que se podía ver la cara de un hombre, rodeada de una larga y descuidada melena. Realmente la expresión del hombe daba escalofríos.—¿Qué pasa, Alicia?
—Es Sirius Black, se ha escapado de Azkaban y se ha armado una buena en el ministerio de magia.
Explicó la chica con el terror dibujado en su cara.
—Sí, yo lo he oído. Al parecer está loco; Ha matado un montón de gente. Ojalá lo encuentren pronto y lo envíen a Azkaban.
Opinó Angelina recostándose en el asiento, algo incómoda. Durante unos minutos se hizo el silencio. De pronto se oyó una leve sacudida y a continuación todos pudieron apreciar cómo el tren reducía la velocidad.
—¿Ya hemos llegado?
Se extrañó Geoge, que al instante miró por la ventana buscando el gran castillo, aunque por ésta no se veía más que el agua de la lluvia azotando con fuerza el cristal— Es imposible.
Observó Oliver Wood mirando con atención su reloj de muñeca. El tren paró en seco justo cuando todas las luces del expreso se apagaban a la vez. Por un momento sólo se escuchaba la tormenta.
—¿Qué ha pasado?
—¡No veo nada!
—¡El tren se ha parado!
—¡Aaaahh!
El pánico cundió deprisa no sólo en ese compartimento, sino también en el resto del vagón, que ahora se hallaba sumido en gritos.
Alguien entró corriendo en la cabina con torpeza.
—¡¡Socorro, socorro! ¿Crabbe? ¿Goyle? ¿Dónde os habéis metido, par de animales?
No podían verlo, pero por el tono de voz, averiguaron rápidamente de que se trataba de Draco Malfoy.
—¡Vete de aquí, Malfoy!
Gritó Fred Weasley a la vez que lo echaba a base de empujones a ciegas. Por desgracia tropezó con Angelina y ambos amigos cayeron al suelo. Malfoy salió disparado de allí maldiciendo al pelirrojo po haberle pegado.
—¿Estáis bien?
Preguntó Oliver Wood desde un punto desconocido, al escuchar la estruendosa caída.
—Sí, Wood, estamos bien.
—Fred o George, quién quiera que seas quítate de encima ¡YA!
—Oh, vaya lo siento, ya decía yo que el suelo estaba demasiado blando, ¡Eran tus piernas!
Exclamó el pelirrojo con un tono de arrepentimiento completamente falso. Angelina se movió de sitio para liberarse de su amigo, y también para que nadie notara que se había ruborizado.
—Que alguien coja su varita y haga luz.
Propuso Katie, que estaba empezando a agobiarse con tanta oscuridad.— Yo tenía por aquí la mía, pero la he perdido con el apagón. George se buscó en los bolsillos, pero su varita no estaba allí. Debía de estar en el suelo, tirada.
—Esperad, voy a salir.
Anunció Oliver Wood dirigiéndose hacia la puerta con dificultad.
—¡Ten cuidado!
Escuchó decir a Alicia al salir del compartimento. Si en la cabina se veía muy poco, en el pasillo era todo oscuridad.
Avanzó a tientas, palpando las paredes apresuradamente. Debió chocar con algo o alguien, pues cayó de bruces en el frío suelo, algo mareado. Fuera lo que fuese lo que le había hecho caer, había pasado por su lado y se había marchado. Intentó incorporarse, pero estaba demasiado desorientado, y los recuerdos más tristes de su vida surgieron en su mente. Se encontraba muy mal. Un escalofrío recorrió su espalda, haciéndole estremecer. Escuchó unas pisadas acercándose a él, y luego notó el tacto de una mano en su brazo.
—¿Te encuentras bien?
Le preguntó una voz femenina, que era muy dulce y le inspiraba confianza.
—...Eh... Sí, más o menos... —La voz no le volvíó a hablar, pero sintió como aquella persona le ayudaba a incorporarse. El capitán de quidditch deseó con todas sus fuerzas averiguar la identidad de la joven. No obstante, la oscuridad se lo impidió. La desconocida le cogió la mano al ver que estaba algo desorientado.
Cuando ya se puso de pie, oyó cómo la misteriosa chica se buscaba algo en la túnica, aunque no sabía qué. Intuyó que intentaba encontrar su varita mágica.
—¡Lumus!
Había acertado. Al segundo una pequeña llama de fuego blanco alumbró una mínima parte del pasillo. No se veía muy bien, pero Oliver consiguió identificar su mano, que aún se hallaba cogida a la de la muchacha. No alcanzó a verle el rostro, pero estaba seguro de que era una chica y no un chico, pues la penumbra revelaba su figura esbelta, y además llevaba falda. Sin poder evitarlo, Wood intentó levantar la varita, de modo que pudiese ver la cara de la desconocida. Sintió sus dedos encima de los de ella, y notó que se le hacía un nudo en la garganta. Nunca había experimentado esa sensación al tocar a alguien. En aquel instante de debilidad, en el que Oliver se había quedado paralizado, la chica retiró su mano y el joven perdió la oportunidad de reconocerla. La chica retrocedió unos pasos.
—¡No te vayas! ¿Quién eres? —preguntó el chico, escuchando los pasos de la joven alejarse. Ella se dio la vuelta durante un momento, y gracias al hechizo de luz, Oliver Wood pudo ver sus ojos, unos ojos azules, intensos, los más bonitos que había visto en toda su vida. Luego ella se marchó, y a todo correr, si el oído no le fallaba.
Se quedó allí parado, inmóvil. Las luces volvieron entonces, pero el pasillo estaba completamente vacío. Unas cabezas curiosas se asomaban desde los compartimentos, sin embargo ninguna de ellas presentaba aquellos ojos azules. El tren volvió a moverse y a coger velocidad. Se dio la vuelta y entró en su cabina justo en el instante en que alguien gritaba una palabra que retumbó en todo el expreso.
—¡Dementores!
Hacía poco más de unas horas que el tren había partido de la estación. Los gemelos Weasley, que se habían acomodado en el compartimento del capitán de quidditch, no hacían más que gastarle bromas a Angelina Jonshon, que se hallaba a lado de los pelirrojos. Durante el trayecto se habían dedicado a tirrle del pelo hasta quitarle el coletero, que gracias a un hechizo por parte de George, era un calcetín apestoso que sobrevolaba la cabina. La pobre Angelina se resignó a recuperar su gomilla del pelo hace ya un rato; con el tiempo había aprendido que en los gemelos Weasley surte más efecto esperar a que se aburran que soltarles una sarta de insultos. Aunque también era cierto que su paciencia se estaba acabando, y Katie y Alicia estaban en un rincón del compartimento muertas de asco.
—¡Es asqueroso! —Exclamó Katie cubriéndose con el ejemplar de El profeta que estaba leyendo, pues el suspuesto ''calcetín'' iba directo a su cara.— ¡Dejádlo ya!
—¿Sabes qués es lo más increíble, George?
Le preguntó Fred a su hermano, ignorando por completo el comentario de la cazadora de Gryffindor. George lanzó la prenda por los aires y Fred la atrapó al vuelo.
—Lo más alucinante es el olor del calcetín ¡Mira! —Hizo una breve pausa e inhaló profundamente el ''perfume'' de la prenda.— ¡parece que no lo han lavado en años!
Los gemelos adoptaron una expresión de orgullo y satisfacción mientras los demás presentes se taparon la nariz y mostraron una mueca de asco.
—No puedo creer que 'eso' sea mi coletero ¡Devolvédemelo!
Gritó Angelina muy irritada, acercándose con paso decidido a los Weasley.
—¿De verdad quieres...
—...Que te lo devolvamos?
Dijeron los pelirrojos arrimándo la prenda a la nariz de Angelina, de modo que la joven pudo sentir en sus fosas nasales el espantoso hedor que desprendía el calcetín.
La cazadora gritó, apartándose inmediatamente de ellos.
—¡Callaros de una vez! ¿Cómo queréis que piense una buena estrategia si no paráis de gritar?
Exclamó Wood, que hasta ese momento había permanecido al margen de la situación, ojeano su segundo volumen de El mundo del quidditch. Los gemelos no pararon de reír, aunque al cabo de una media hora Angelina consiguió recuperar su coletero sano y salvo. A Wood le tocó aguantar los insoportables comentarios de los bateadores hasta la una en punto, hora en la que la bruja del carrito de la comida acostumbraba a recorrer los pasillos del expreso.
Todos pidieron una cantidad razonable de golosinas, chocolate y otros artículos cuando la mujer llegó al compartimnto.
El resto del viaje lo pasaron hablando y comentando las vacaciones.
—Es horrible... —Comentó Alicia leyendo atentamente una página del periódico en la que se podía ver la cara de un hombre, rodeada de una larga y descuidada melena. Realmente la expresión del hombe daba escalofríos.—¿Qué pasa, Alicia?
—Es Sirius Black, se ha escapado de Azkaban y se ha armado una buena en el ministerio de magia.
Explicó la chica con el terror dibujado en su cara.
—Sí, yo lo he oído. Al parecer está loco; Ha matado un montón de gente. Ojalá lo encuentren pronto y lo envíen a Azkaban.
Opinó Angelina recostándose en el asiento, algo incómoda. Durante unos minutos se hizo el silencio. De pronto se oyó una leve sacudida y a continuación todos pudieron apreciar cómo el tren reducía la velocidad.
—¿Ya hemos llegado?
Se extrañó Geoge, que al instante miró por la ventana buscando el gran castillo, aunque por ésta no se veía más que el agua de la lluvia azotando con fuerza el cristal— Es imposible.
Observó Oliver Wood mirando con atención su reloj de muñeca. El tren paró en seco justo cuando todas las luces del expreso se apagaban a la vez. Por un momento sólo se escuchaba la tormenta.
—¿Qué ha pasado?
—¡No veo nada!
—¡El tren se ha parado!
—¡Aaaahh!
El pánico cundió deprisa no sólo en ese compartimento, sino también en el resto del vagón, que ahora se hallaba sumido en gritos.
Alguien entró corriendo en la cabina con torpeza.
—¡¡Socorro, socorro! ¿Crabbe? ¿Goyle? ¿Dónde os habéis metido, par de animales?
No podían verlo, pero por el tono de voz, averiguaron rápidamente de que se trataba de Draco Malfoy.
—¡Vete de aquí, Malfoy!
Gritó Fred Weasley a la vez que lo echaba a base de empujones a ciegas. Por desgracia tropezó con Angelina y ambos amigos cayeron al suelo. Malfoy salió disparado de allí maldiciendo al pelirrojo po haberle pegado.
—¿Estáis bien?
Preguntó Oliver Wood desde un punto desconocido, al escuchar la estruendosa caída.
—Sí, Wood, estamos bien.
—Fred o George, quién quiera que seas quítate de encima ¡YA!
—Oh, vaya lo siento, ya decía yo que el suelo estaba demasiado blando, ¡Eran tus piernas!
Exclamó el pelirrojo con un tono de arrepentimiento completamente falso. Angelina se movió de sitio para liberarse de su amigo, y también para que nadie notara que se había ruborizado.
—Que alguien coja su varita y haga luz.
Propuso Katie, que estaba empezando a agobiarse con tanta oscuridad.— Yo tenía por aquí la mía, pero la he perdido con el apagón. George se buscó en los bolsillos, pero su varita no estaba allí. Debía de estar en el suelo, tirada.
—Esperad, voy a salir.
Anunció Oliver Wood dirigiéndose hacia la puerta con dificultad.
—¡Ten cuidado!
Escuchó decir a Alicia al salir del compartimento. Si en la cabina se veía muy poco, en el pasillo era todo oscuridad.
Avanzó a tientas, palpando las paredes apresuradamente. Debió chocar con algo o alguien, pues cayó de bruces en el frío suelo, algo mareado. Fuera lo que fuese lo que le había hecho caer, había pasado por su lado y se había marchado. Intentó incorporarse, pero estaba demasiado desorientado, y los recuerdos más tristes de su vida surgieron en su mente. Se encontraba muy mal. Un escalofrío recorrió su espalda, haciéndole estremecer. Escuchó unas pisadas acercándose a él, y luego notó el tacto de una mano en su brazo.
—¿Te encuentras bien?
Le preguntó una voz femenina, que era muy dulce y le inspiraba confianza.
—...Eh... Sí, más o menos... —La voz no le volvíó a hablar, pero sintió como aquella persona le ayudaba a incorporarse. El capitán de quidditch deseó con todas sus fuerzas averiguar la identidad de la joven. No obstante, la oscuridad se lo impidió. La desconocida le cogió la mano al ver que estaba algo desorientado.
Cuando ya se puso de pie, oyó cómo la misteriosa chica se buscaba algo en la túnica, aunque no sabía qué. Intuyó que intentaba encontrar su varita mágica.
—¡Lumus!
Había acertado. Al segundo una pequeña llama de fuego blanco alumbró una mínima parte del pasillo. No se veía muy bien, pero Oliver consiguió identificar su mano, que aún se hallaba cogida a la de la muchacha. No alcanzó a verle el rostro, pero estaba seguro de que era una chica y no un chico, pues la penumbra revelaba su figura esbelta, y además llevaba falda. Sin poder evitarlo, Wood intentó levantar la varita, de modo que pudiese ver la cara de la desconocida. Sintió sus dedos encima de los de ella, y notó que se le hacía un nudo en la garganta. Nunca había experimentado esa sensación al tocar a alguien. En aquel instante de debilidad, en el que Oliver se había quedado paralizado, la chica retiró su mano y el joven perdió la oportunidad de reconocerla. La chica retrocedió unos pasos.
—¡No te vayas! ¿Quién eres? —preguntó el chico, escuchando los pasos de la joven alejarse. Ella se dio la vuelta durante un momento, y gracias al hechizo de luz, Oliver Wood pudo ver sus ojos, unos ojos azules, intensos, los más bonitos que había visto en toda su vida. Luego ella se marchó, y a todo correr, si el oído no le fallaba.
Se quedó allí parado, inmóvil. Las luces volvieron entonces, pero el pasillo estaba completamente vacío. Unas cabezas curiosas se asomaban desde los compartimentos, sin embargo ninguna de ellas presentaba aquellos ojos azules. El tren volvió a moverse y a coger velocidad. Se dio la vuelta y entró en su cabina justo en el instante en que alguien gritaba una palabra que retumbó en todo el expreso.
—¡Dementores!
Última edición por Sara Ferrari. el Lun 26 Ago 2013, 3:18 pm, editado 1 vez
Sara Ferrari.
Re: Cree en el amor {Oliver Wood}
¡Hola! ¡Nueva lectora!
Ay que bueno que hay una novela del sensual Oliver, honestamente todas las cancelan o las abandonan D: espero no pase eso en esta ya que me gustó mucho. Síguela pronto, linda.
Besos.
tobias.
Re: Cree en el amor {Oliver Wood}
Nueva lectoras c: soy Almendr y me gusto el capi c:
Siguela cuando puedas c:
Kissess
By Almee
Siguela cuando puedas c:
Kissess
By Almee
Clover
Re: Cree en el amor {Oliver Wood}
❛zumo de calabaza❜
Cuando Oliver Wood, Angelina, Alicia, Katie y los gemelos Weasley salieron del expreso, todo el mundo comentaba el extraño suceso.
—Parece que es verdad eso que dicen: han entrado dementores en el tren.
Dijo Katie mientras arrastraba su pesado equipaje.
—Cuando salí afuera, choqué con algo y de pronto me encontré fatal. Quizás me crucé con un dementor.
Alicia soltó un grito ahogado. Oliver no le dio importancia, la verdad era que a él también le aterrorizaba la idea de que hubiese ocurrido eso.
—Llueve a cántaros.
Observó Fred, que intentaba cubrirse con la capucha de su túnica para no mojarse. Sin embargo la lluvia azotó con furia sus caras hasta que llegaron al castillo.
Una vez en el Gran Comedor, empezaron las selecciones de los estudiantes del primer año. Dumbledore hizo las presentaciones, como siempre. En la mesa de profesores había un nuevo maestro que al parecer ocupaba el puesto de Defensa Contra Las Artes Oscuras. El director de Hogwarts lo presentó como el profesor Lupin. Luego les comunicó a los alumnos que Rubeus Hagrid iba a sustituir al anterior profesor de Cuidado De Criaturas Mágicas. Este hecho fue muy bien recibido en la mesa de griffindor, donde todos aplaudían calurosamente.
A continuación empezó el banquete. Durante éste Oliver Wood no paró de mirar a todos y cada uno de los miembros de las mesas de Hogwarts. Algo en su interior le obligaba a buscar la dueña de los misteriosos ojos azules que había visto en el expreso. Por desgracia para él, cuando los mandaron a la cama áun no había descubierto la identidad de aquella chica.
Percy Weasley los dirigió a los dormitorios, y cuando Oliver se dejó caer, ya en pijama, en el suave dosel de su cama, el sueño le venció. Había contemplado tantos ojos distintos aquella noche que ya apenas recordaba la intensidad de la mirada que le había cautivado en el vagón esa misma tarde.
Al día siguiente, el capitán del equipo de Gryffindor despertó de buen humor. Durante la noche había descansado a la perfección y ahora sólo esperaba tener un rato libre para escabullirse a pensar en tácticas de quidditch, su pasatiempo favorito.
Cuando bajó al Gran Comedor, Fred y George le dedicaron una amplia sonrisa, aunque ésta no hizo olvidar a Wood que no le habían reservado un sitio en la mesa. Se sentó lo más cerca que pudo de ellos, dos asientos a la derecha de George. Fue en el momento en que bebió un sorbo de su zumo de calabaza cuando se percató de que Ginny Weasley se encontraba a su lado. No supo el motivo pero se quedó embelesado en ella.
—Buenos días.
Dijo Ginny algo inquieta, notando la persistente mirada de Wood. Oliver volvió a la realidad y desvió la vista del cabello pelirrojo de la joven.
—Eh, hola.
Le respondió apresuradamente el chico antes de servirse un gran plato de gachas. No conocía apenas a la hermana de los gemelos Weasley, pero por las veces que habían cruzado palabra había descubierto que era muy tímida, quizás demasiado. Por otro lado tenía una cara muy dulce, algo aniñada pero linda al fin y al cabo. Era bastante pálida y en su rostro adornaban pecas.
Al parecer la joven había dado por finalizada la conversación, pues giró la cabeza hacia su izquierda, captando la atención de una de sus amigas.
—¿...Qué te dijo él? —Le preguntó en un susurro la joven a la pelirroja, muy sorprendida.
—No hemos hablado mucho... aunque bueno... Aún no sé si... Ya sabes... —Ginny se sonrojó. Mientras las niñas hablaban en voz baja emocionadas, Oliver cogía la jarra de zumo de calabaza dispuesto a llenar su vaso por segunda vez.— Ya sabes, si... si tiene novia... Aunque creo que no porque... ¡Aaah!
Todo el contenido de la jarra se había derramado sobre el uniforme de la pequeña Weasley. Ésta miró al capitán del equipo de Gryffindor con una expresión que oscilaba entre sorpresa y odio. Oliver, que siempre se había considerado una persona sociable y con recursos, yacía en aquel momento paralizado, viendo como el líquido anaranjado traspasaba la ropa de la joven. Él era el culpable de la mancha: Al oír la conversación la jarra se le había escapado de las manos. ¿Acaso Ginny Weasley estaba interesada en él? ¡¡No podía ser! Se le abrieron los ojos de par en par.
—Perdona, estaba despistado.
Se disculpó Oliver Wood, recuperando la compostura.
(Pensamiento de Oliver Wood)' No tengo por qué extrañarme, hay muchas chicas que van detrás mía, y tampoco es que yo esté nada mal. Muchas chicas de mi curso me han confesado que tengo un gran físico...'
Ginny siguió desayunando, pues Fred le había limpiado la falda con un hechizo, aunque no sin antes haber convertido el zumo en un caldo verde que olía francamente mal.
De vez en cuando la pelirroja miraba a Wood, aún con el resentimiento dibujado en el rostro.
(Pensamiento de Ginny Weasley) '¿Por qué habrá hecho eso Wood? Quizás ha oído la conversación y... ¡Oh no! Le acabo de contar a Mireille que Harry Potter no tiene novia... Seguro que ahora Oliver sabe que me gusta Harry Potter...
Ginny se tapó la boca con la mano para luego quedarse más pálida de lo habitual. Por el rabillo del ojo observó a Oliver Wood, que en ese momento sonreía orgulloso de sí mismo.
'Primero derrama la jarra de zumo en mi uniforme y ahora se ríe... ¿qué se cree? Si es que a los chicos no hay quien los entienda...'
En aquel momento Harry Potter llegó al Gran Comedor acompañado como siempre de Ron Weasley. Ambos se sentaron junto a los gemelos, pues la mayoría de los alumnos ya habían acabado de desayunar y habían dejado sus asientos libres.
—Los nuevos horarios de tercero. —Dijo George pasándole una hoja a Potter.— ¿Qué te ocurre, Harry?
—Malfoy —Le respondió Ron, antes de mirar fugazmente hacia la mesa de Slytherin.
Allí, Draco Malfoy era el centro de atención. Se caía suavemente al suelo, gritando algo sobre 'dementores' y '¡socorro!' y 'me desmayo...'. Para los alumnos de Hogwarts era evidente que imitaba a Harry Potter, que el día anterior se había desmayado cuando un dementor entró en el compartimento donde se encontraba. Oliver Wood había centrado su atención en la conversación.
—Ese imbécil, no estaba tan gallito ayer por la noche, cuando los dementores se acercaron a la parte del tren en que estábamos. Vino corriendo a nuestro compartimento. ¿Verdad, Fred?
—Casi se moja encima.
Agregó el hermano de George señalando al rubio con el tenedor.
Los gemelos Weasley siguieron hablando con Harry y Ron, pero Oliver ya se había sumergido de nuevo en sus pensamientos. Como la noche pasada, se dispuso a observar más ojos, con la esperanza de encontrar a la propietaria de los que buscaba.
Otra vez su mirada se posó en Ginny, que se encontraba hablando con su amiga.
—Disculpa eh... ¿Ginny? Ya sé que esta pregunta es un tanto extraña pero... ¿Siempre tienes los ojos marrones? Bueno, es que... Como también los tienes un poco azulosos...
Oliver se acercó más al rostro de la joven, mirando fijamente sus ojos. Ginny retrocedió algo intimidada, con las mejillas totalmente rojas.
'Pero bueno ¿y ahora qué le pasa? ¿Por qué se acerca tanto a mi cara?... Este tío está como una cabra.'
—¿Eh? Mis ojos son como los ves... ¡Son siempre marrones!
Repuso la pelirroja levantándose de su silla, dispuesta a marcharse. Su amiga la imitó.
'Mierda, ¿por qué se va? Aún no le he preguntado si se le ponen azules en verano, o cuando le da el sol, o en invierno o yo que sé... Igual es ella la chica del tren'
—¿Seguro que no son azules?
Preguntó Oliver desesperado, agarrándola por el brazo. Ginny se soltó bruscamente, mirando al capitán del equipo de Gryffindor con la misma cara con la que se le mira a un loco.
—¡Déjala ya! ¿No tienes una excusa mejor para ligar con ella?
La amiga de la pelirroja había cogido a su compañera de la mano y tiraba de ella en dirección de la salida.
Oliver Wood tenía la cara como un tomate. En ningún momento había pensado en ligar con Ginny, sólo quería saber si era ella la chica misteriosa.
'Vaya, ahora Ginny se ha creído que quiero ligar con ella... Y esa chica que iba con ella también. Ahora entiendo por qué se había puesto colorada... Hum... ¿y ahora qué hago? Bueno, da igual, seguro que dentro de un momento ya se les ha olvidado... Chicas... No las entiende nadie...'
El joven se levantó de la mesa deprisa, pues ya faltaba poco para que comenzaran las clases. Justo iba a salir por la puerta cuando se dio cuenta. Ginny no era la chica que estaba buscando. Lo presentía.
-¡Eh, Oliver!
Lo saludó un muchacho delgado y bastante alto. Tenía el pelo rubio, corto, y los ojos azul cielo. Era bastante atractivo.
—Hola Alex, ¿Dónde te habías metido?
Preguntó Wood acercándose a él, sonriendo sinceramente por primera vez en la mañana. Alex se encogió de hombros, y Oliver tampoco hizo más preguntas, pues sabía que su mejor amigo siempre se escabullía mucho.
La primera clase era la de Encantamientos. El pequeño profesor no paraba de dar vueltas por el aula, intentando explicar el temario del primer trimestre. A veces se dirigía a la pizarra para escribir algo relacionado con las evaluaciones.
Oliver suspiró. Aún quedaba mucho para las evaluaciones. Antes llegaría la temporada de quidditch. Miró su reloj. Quedaba un cuarto de hora.
Cuando acabó la clase (que por cierto se le había hecho eterna), debía ir al aula de Historia De La Magia. Si la anterior asignatura se le había hecho pesada, comparada con aquella había sido divertidísima. Se pasaron toda la mañana hablando de los magos importantes en la Edad Media.
—¿Has oído lo de Harry Potter?
Le preguntó Alex, mientras ambos caminaban en dirección del Gran Comedor.
—Sí, algo. —Afirmó Wood recordando la conversación de los gemelos con Harry— Se desmayó ayer ¿no?
—Sí. Al parecer a todo el mundo le hace gracia, pero el chico lo tuvo que pasar mal...
—Sí. De todas formas Harry es fuerte. —Dijo Oliver con aires de entendido, mientras sus ojos brillaban de emoción.— Con él en el equipo no hemos perdido ni un solo partido de quidditch.
Alex suspiró, frotándose las manos.
-Quizás este año perdáis alguno. –Repuso el rubio con una sonrisa llena de malicia.
A Oliver parecía que lo habían tirado desde un sexto piso. Pensar que no iban a quedar los primeros en la lista de quidditch lo deprimía considerablemente.
—¡Era una broma! —Explicó Alex al ver que Wood se lo había tomado tan en serio.— No le des tanta importancia. Además tú eres un capitán magnífico, Oliver, y ambos lo sabemos.
Wood sonrió agradecido ante este comentario, antes de mirar a su amigo con complicidad. Definitivamente aquel iba a ser su año. Su nombre quedaría grabado para siempre, como el capitán que llevó a los Gryffindor a la victoria.
—Parece que es verdad eso que dicen: han entrado dementores en el tren.
Dijo Katie mientras arrastraba su pesado equipaje.
—Cuando salí afuera, choqué con algo y de pronto me encontré fatal. Quizás me crucé con un dementor.
Alicia soltó un grito ahogado. Oliver no le dio importancia, la verdad era que a él también le aterrorizaba la idea de que hubiese ocurrido eso.
—Llueve a cántaros.
Observó Fred, que intentaba cubrirse con la capucha de su túnica para no mojarse. Sin embargo la lluvia azotó con furia sus caras hasta que llegaron al castillo.
Una vez en el Gran Comedor, empezaron las selecciones de los estudiantes del primer año. Dumbledore hizo las presentaciones, como siempre. En la mesa de profesores había un nuevo maestro que al parecer ocupaba el puesto de Defensa Contra Las Artes Oscuras. El director de Hogwarts lo presentó como el profesor Lupin. Luego les comunicó a los alumnos que Rubeus Hagrid iba a sustituir al anterior profesor de Cuidado De Criaturas Mágicas. Este hecho fue muy bien recibido en la mesa de griffindor, donde todos aplaudían calurosamente.
A continuación empezó el banquete. Durante éste Oliver Wood no paró de mirar a todos y cada uno de los miembros de las mesas de Hogwarts. Algo en su interior le obligaba a buscar la dueña de los misteriosos ojos azules que había visto en el expreso. Por desgracia para él, cuando los mandaron a la cama áun no había descubierto la identidad de aquella chica.
Percy Weasley los dirigió a los dormitorios, y cuando Oliver se dejó caer, ya en pijama, en el suave dosel de su cama, el sueño le venció. Había contemplado tantos ojos distintos aquella noche que ya apenas recordaba la intensidad de la mirada que le había cautivado en el vagón esa misma tarde.
Al día siguiente, el capitán del equipo de Gryffindor despertó de buen humor. Durante la noche había descansado a la perfección y ahora sólo esperaba tener un rato libre para escabullirse a pensar en tácticas de quidditch, su pasatiempo favorito.
Cuando bajó al Gran Comedor, Fred y George le dedicaron una amplia sonrisa, aunque ésta no hizo olvidar a Wood que no le habían reservado un sitio en la mesa. Se sentó lo más cerca que pudo de ellos, dos asientos a la derecha de George. Fue en el momento en que bebió un sorbo de su zumo de calabaza cuando se percató de que Ginny Weasley se encontraba a su lado. No supo el motivo pero se quedó embelesado en ella.
—Buenos días.
Dijo Ginny algo inquieta, notando la persistente mirada de Wood. Oliver volvió a la realidad y desvió la vista del cabello pelirrojo de la joven.
—Eh, hola.
Le respondió apresuradamente el chico antes de servirse un gran plato de gachas. No conocía apenas a la hermana de los gemelos Weasley, pero por las veces que habían cruzado palabra había descubierto que era muy tímida, quizás demasiado. Por otro lado tenía una cara muy dulce, algo aniñada pero linda al fin y al cabo. Era bastante pálida y en su rostro adornaban pecas.
Al parecer la joven había dado por finalizada la conversación, pues giró la cabeza hacia su izquierda, captando la atención de una de sus amigas.
—¿...Qué te dijo él? —Le preguntó en un susurro la joven a la pelirroja, muy sorprendida.
—No hemos hablado mucho... aunque bueno... Aún no sé si... Ya sabes... —Ginny se sonrojó. Mientras las niñas hablaban en voz baja emocionadas, Oliver cogía la jarra de zumo de calabaza dispuesto a llenar su vaso por segunda vez.— Ya sabes, si... si tiene novia... Aunque creo que no porque... ¡Aaah!
Todo el contenido de la jarra se había derramado sobre el uniforme de la pequeña Weasley. Ésta miró al capitán del equipo de Gryffindor con una expresión que oscilaba entre sorpresa y odio. Oliver, que siempre se había considerado una persona sociable y con recursos, yacía en aquel momento paralizado, viendo como el líquido anaranjado traspasaba la ropa de la joven. Él era el culpable de la mancha: Al oír la conversación la jarra se le había escapado de las manos. ¿Acaso Ginny Weasley estaba interesada en él? ¡¡No podía ser! Se le abrieron los ojos de par en par.
—Perdona, estaba despistado.
Se disculpó Oliver Wood, recuperando la compostura.
(Pensamiento de Oliver Wood)' No tengo por qué extrañarme, hay muchas chicas que van detrás mía, y tampoco es que yo esté nada mal. Muchas chicas de mi curso me han confesado que tengo un gran físico...'
Ginny siguió desayunando, pues Fred le había limpiado la falda con un hechizo, aunque no sin antes haber convertido el zumo en un caldo verde que olía francamente mal.
De vez en cuando la pelirroja miraba a Wood, aún con el resentimiento dibujado en el rostro.
(Pensamiento de Ginny Weasley) '¿Por qué habrá hecho eso Wood? Quizás ha oído la conversación y... ¡Oh no! Le acabo de contar a Mireille que Harry Potter no tiene novia... Seguro que ahora Oliver sabe que me gusta Harry Potter...
Ginny se tapó la boca con la mano para luego quedarse más pálida de lo habitual. Por el rabillo del ojo observó a Oliver Wood, que en ese momento sonreía orgulloso de sí mismo.
'Primero derrama la jarra de zumo en mi uniforme y ahora se ríe... ¿qué se cree? Si es que a los chicos no hay quien los entienda...'
En aquel momento Harry Potter llegó al Gran Comedor acompañado como siempre de Ron Weasley. Ambos se sentaron junto a los gemelos, pues la mayoría de los alumnos ya habían acabado de desayunar y habían dejado sus asientos libres.
—Los nuevos horarios de tercero. —Dijo George pasándole una hoja a Potter.— ¿Qué te ocurre, Harry?
—Malfoy —Le respondió Ron, antes de mirar fugazmente hacia la mesa de Slytherin.
Allí, Draco Malfoy era el centro de atención. Se caía suavemente al suelo, gritando algo sobre 'dementores' y '¡socorro!' y 'me desmayo...'. Para los alumnos de Hogwarts era evidente que imitaba a Harry Potter, que el día anterior se había desmayado cuando un dementor entró en el compartimento donde se encontraba. Oliver Wood había centrado su atención en la conversación.
—Ese imbécil, no estaba tan gallito ayer por la noche, cuando los dementores se acercaron a la parte del tren en que estábamos. Vino corriendo a nuestro compartimento. ¿Verdad, Fred?
—Casi se moja encima.
Agregó el hermano de George señalando al rubio con el tenedor.
Los gemelos Weasley siguieron hablando con Harry y Ron, pero Oliver ya se había sumergido de nuevo en sus pensamientos. Como la noche pasada, se dispuso a observar más ojos, con la esperanza de encontrar a la propietaria de los que buscaba.
Otra vez su mirada se posó en Ginny, que se encontraba hablando con su amiga.
—Disculpa eh... ¿Ginny? Ya sé que esta pregunta es un tanto extraña pero... ¿Siempre tienes los ojos marrones? Bueno, es que... Como también los tienes un poco azulosos...
Oliver se acercó más al rostro de la joven, mirando fijamente sus ojos. Ginny retrocedió algo intimidada, con las mejillas totalmente rojas.
'Pero bueno ¿y ahora qué le pasa? ¿Por qué se acerca tanto a mi cara?... Este tío está como una cabra.'
—¿Eh? Mis ojos son como los ves... ¡Son siempre marrones!
Repuso la pelirroja levantándose de su silla, dispuesta a marcharse. Su amiga la imitó.
'Mierda, ¿por qué se va? Aún no le he preguntado si se le ponen azules en verano, o cuando le da el sol, o en invierno o yo que sé... Igual es ella la chica del tren'
—¿Seguro que no son azules?
Preguntó Oliver desesperado, agarrándola por el brazo. Ginny se soltó bruscamente, mirando al capitán del equipo de Gryffindor con la misma cara con la que se le mira a un loco.
—¡Déjala ya! ¿No tienes una excusa mejor para ligar con ella?
La amiga de la pelirroja había cogido a su compañera de la mano y tiraba de ella en dirección de la salida.
Oliver Wood tenía la cara como un tomate. En ningún momento había pensado en ligar con Ginny, sólo quería saber si era ella la chica misteriosa.
'Vaya, ahora Ginny se ha creído que quiero ligar con ella... Y esa chica que iba con ella también. Ahora entiendo por qué se había puesto colorada... Hum... ¿y ahora qué hago? Bueno, da igual, seguro que dentro de un momento ya se les ha olvidado... Chicas... No las entiende nadie...'
El joven se levantó de la mesa deprisa, pues ya faltaba poco para que comenzaran las clases. Justo iba a salir por la puerta cuando se dio cuenta. Ginny no era la chica que estaba buscando. Lo presentía.
-¡Eh, Oliver!
Lo saludó un muchacho delgado y bastante alto. Tenía el pelo rubio, corto, y los ojos azul cielo. Era bastante atractivo.
—Hola Alex, ¿Dónde te habías metido?
Preguntó Wood acercándose a él, sonriendo sinceramente por primera vez en la mañana. Alex se encogió de hombros, y Oliver tampoco hizo más preguntas, pues sabía que su mejor amigo siempre se escabullía mucho.
La primera clase era la de Encantamientos. El pequeño profesor no paraba de dar vueltas por el aula, intentando explicar el temario del primer trimestre. A veces se dirigía a la pizarra para escribir algo relacionado con las evaluaciones.
Oliver suspiró. Aún quedaba mucho para las evaluaciones. Antes llegaría la temporada de quidditch. Miró su reloj. Quedaba un cuarto de hora.
Cuando acabó la clase (que por cierto se le había hecho eterna), debía ir al aula de Historia De La Magia. Si la anterior asignatura se le había hecho pesada, comparada con aquella había sido divertidísima. Se pasaron toda la mañana hablando de los magos importantes en la Edad Media.
—¿Has oído lo de Harry Potter?
Le preguntó Alex, mientras ambos caminaban en dirección del Gran Comedor.
—Sí, algo. —Afirmó Wood recordando la conversación de los gemelos con Harry— Se desmayó ayer ¿no?
—Sí. Al parecer a todo el mundo le hace gracia, pero el chico lo tuvo que pasar mal...
—Sí. De todas formas Harry es fuerte. —Dijo Oliver con aires de entendido, mientras sus ojos brillaban de emoción.— Con él en el equipo no hemos perdido ni un solo partido de quidditch.
Alex suspiró, frotándose las manos.
-Quizás este año perdáis alguno. –Repuso el rubio con una sonrisa llena de malicia.
A Oliver parecía que lo habían tirado desde un sexto piso. Pensar que no iban a quedar los primeros en la lista de quidditch lo deprimía considerablemente.
—¡Era una broma! —Explicó Alex al ver que Wood se lo había tomado tan en serio.— No le des tanta importancia. Además tú eres un capitán magnífico, Oliver, y ambos lo sabemos.
Wood sonrió agradecido ante este comentario, antes de mirar a su amigo con complicidad. Definitivamente aquel iba a ser su año. Su nombre quedaría grabado para siempre, como el capitán que llevó a los Gryffindor a la victoria.
Sara Ferrari.
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