Esposa de Alquiler {Zayn Malik} -TERMINADA-

Casi la había convencido.
Suspirando, retiró los restos de crema de afeitar de la cara con una toalla y volvió desnudo al dormitorio para vestirse antes de ir al club.
El club, el trabajo. Vivía para ello. ¿Por qué no podía su familia, específicamente sus hermanos, ver eso? Pero ellos creían que su vida era una gran fiesta detrás de otra y lo trataban como si fuera un adolescente.
Estaba en medio de la habitación cuando la imagen de Lauren desnuda en su cama lo detuvo. Pero no podía ser. No podía sentirse atraído por ella, ¿no? Antes de que Liam sugiriese aquel matrimonio, jamás se había sentido interesado por su contable. Ni por ninguna otra empleada.
Lauren no había hecho nada para llamar su atención. Era fría y reservada y no coqueteaba nunca. Aunque habían estado una hora juntos, no sabía más sobre ella que antes de comer salvo que las sonrisas que derretían a otras mujeres a Lauren no la afectaban en absoluto.
Pero debía admitir que algo le pasaba cuando la tocaba. ¿Habría despertado su interés sólo porque le había dicho que no?
Sacudiendo la cabeza para apartar la imagen de su pálido cuerpo desnudo sobre las sábanas, se dirigió al vestidor. El repentino interés que sentía por ella podía ser atribuido a que estaba acercándose a su objetivo.
El matrimonio sería un trato, no un placer. Aunque empezaba a sospechar que Lauren tenía un buen cuerpo bajo esos trajes de chaqueta...
Muy bien, quería verla desnuda, pero sólo por curiosidad.
Y si ella quería asomar la cabeza en la alta sociedad de Miami, él la acompañaría, aunque solía evitar esos eventos sociales como la peste.
Una copa en casa de los Ainsley podía significar diez invitados o doscientos. Zayn esperaba que su madre no estuviera allí bebiendo hasta caer borracha. Lauren tendría que soportar una dosis de Bonita Malik tarde o temprano, pero prefería que fuese lo más tarde posible.
Después de la boda Lauren tendría que acudir a las cenas de los domingos, pero hasta entonces prefería ahorrarle los sarcasmos de su madre porque no tenía tiempo de buscar otra candidata.
Pero ese pensamiento lo hizo sentir culpable. Descubrir que, después de treinta y ocho años de matrimonio, su marido tenía una hija ilegítima no podía haber sido plato de gusto para su madre. Claro que eso no explicaba que quisiera destruir su vida bebiendo a todas horas. El alcohol
había sido un problema desde que Zayn era capaz de recordar y con él llegaban las mentiras y las excusas por las cosas que había hecho u olvidado hacer. Pero la situación había empeorado desde la lectura del testamento y el reconocimiento de Cassie, la hija ilegítima que su padre
tuvo con una mujer a la que conoció en Bahamas.
Pensó entonces que debería contratar un chófer para su madre. No podía permitir que condujera después de haber bebido y bebía prácticamente a todas horas. Y tenía que hablar con sus hermanos sobre la posibilidad de ingresarla en una clínica de desintoxicación antes de que fuera demasiado tarde.
La existencia de su hermanastra, Cassie, había sido un descubrimiento reciente, pero él ya sabía que su padre tenía una aventura.
¿Debería habérselo contado a su madre o lo sabría ella antes que nadie? ¿Era por eso por lo que bebía tanto?
Cinco años antes, durante un viaje a Bahamas, Zayn se había encontrado con su padre y la madre de Cassie en una situación que no dejaba lugar a dudas. Había intentado obligar a su padre a terminar con la aventura, pero fracasó. Y el enfrentamiento no había sido agradable. Más tarde ese mismo año, su padre le había dejado la dirección de Malik Inc. a su hermano Parker y la de los hoteles Malik a Stephen. Zayn no había recibido nada. Cero.
Y ahora era demasiado tarde para hacer las paces con él.
Después de vestirse, tomó el móvil y las llaves del coche y bajó las escaleras de dos en dos. No podía volver atrás. Sólo podía seguir adelante.
Para que su plan funcionase necesitaba que fuera un secreto. Sólo Liam sabía toda la verdad. Y, aunque su amigo estaba locamente enamorado de su hermanastra, Zayn sabía que podía contar con su discreción. No sólo por el asunto de la confidencialidad entre abogado y cliente, sino porque Liam era ese tipo de persona: honesto y leal.
Mientras tanto, alejaría a Lauren de su familia hasta que estuvieran casados... y la convencería para que no dijera nada sobre el acuerdo. Si Lauren le revelaba su estrategia a sus hermanos no tendría la menor oportunidad de ocupar una mejor posición en Malik Inc.
Pero antes tendría que soportar el cóctel del lunes por la noche en casa de los Ainsley. No era lo que más le apetecía, pero tampoco sería una pérdida de tiempo. Con Lauren del brazo, se mezclaría con los más poderosos de la comunidad, gente que podía ayudarlo a conseguir una nominación para la presidencia de la Cámara de Comercio.
Lograría congraciarse con Lauren, beneficiándose a sí mismo.
Y lo haría haciendo lo que mejor sabía hacer: se mostraría encantador y conseguiría la esposa que necesitaba.

Otro callejón sin salida.
Lauren intentó no arrastrar los pies mientras seguía a Zayn hasta el coche. Había tenido esperanzas de seguir los pasos de su madre esa noche, pero Adrianna Laurence nunca había estado en la casa de los Ainsley. Al menos, en aquella casa.
Estaba tan decepcionada que casi no se dio cuenta de que Zayn había tomado su mano. Caliente, firme, eléctrica.
Había sido muy atento durante toda la noche, apretando su mano, tomándola por la cintura como si fuera algo normal... Lauren no había tardado mucho en darse cuenta de que todo estaba ensayado para convencer a los invitados de que eran una pareja. Y, sin embargo, no había contado una sola mentira ni hecho un gesto inapropiado.
Aunque le disgustaba la situación, tenía que enfrentarse con los hechos. Ser un peón en el juego de Zayn tenía sus beneficios. Ella era la única desconocida en la fiesta pero, al ser la acompañante de Zayn Malik, había sido recibida en el círculo de su madre por la misma gente que se había negado a hablar con ella unos meses antes. Gente que, casi con toda seguridad, había conocido a Adrianna Laurence.
Había hecho más progresos esa noche que en varias semanas llamando a puertas y buscando en todos los periódicos de la época. Aún no tenía las respuestas que quería porque era demasiado pronto para
preguntar sin arriesgarse a un rechazo, pero mientras estuviera con Zayn podía empezar a hacer contactos.
Mientras Zayn abría la puerta del coche, Lauren se dio la vuelta para estudiar la ostentosa mansión.
—¿Me estás diciendo que los Ainsley tiraron una casa preciosa y construyeron una nueva sobre el mismo solar?
—Eso es. Hace cinco años.
—¿Por qué?
Lauren se volvió hacia Zayn y se dio cuenta de que él estaba mucho más cerca que antes. Un solo paso, y estarían uno en brazos del otro. Con la práctica que tenía seguro que besaba de maravilla...
«No, nada de besos, aléjate».
Pero no podía hacerlo. Atrapada entre el coche y su cuerpo, no podía escapar. Lauren se obligó a sí misma a apartar la mirada de sus labios y respiró profundamente para llevar aire a sus pulmones.
—En el sur de Florida ya no queda prácticamente ningún terreno por vender y, sin embargo, hay mucho dinero. Así que es normal que la gente tire su casa para construir otra más grande o más moderna. A veces es necesaria una reforma total debido a los huracanes, pero en este caso Helene sólo quería una reforma que aumentase el valor de la propiedad.
Lauren lo miró, alarmada.
—Tú no habrás hecho lo mismo con la casa de Sunset, ¿verdad?
—No, es la estructura original. ¿Por qué?
«Tranquilízate, Lauren».
—No, por nada. Me encanta la historia de estas viejas mansiones. Estamos cerca de tu casa, ¿no? Podrías enseñármela.
Zayn se quedó pensando durante tanto rato que Lauren creyó que iba a negarse.
—Sí, claro. Esta semana no hay nadie alojado allí.
Cuando subió al coche estaba tan emocionada que apenas podía permanecer quieta.
Después de atravesar una avenida flanqueada por palmeras, Zayn detuvo el coche frente a una verja de hierro forjado y sacó un mando de la guantera.
Lauren tenía un nudo en la garganta mientras el coche subía por el camino de piedra que terminaba en una entrada circular con una bonita fuente en el centro. La casa era de estilo mediterráneo, con un garaje de cuatro coches a la izquierda, ventanas de arco, columnas, un porche que daba la vuelta a toda la casa...
La casa de su madre biológica. Su corazón latía con tal violencia que tuvo que disimular mientras bajaba del coche. Le habría gustado verla a la luz del día, pero...
—Es preciosa —murmuró.
—Como te dije, ha sido una buena inversión. Cuando me apetezca venderla valdrá más del doble.
—¿Vas a venderla? —exclamó ella, asustada.
—Cuando me ofrezcan el precio que quiero —contestó Zayn.
Lauren se secó las manos sudorosas en la falda del sencillo vestido negro mientras subía los escalones del porche. ¿Cuántas veces habría hecho lo mismo su madre?, se preguntó.
Una vez en el interior, Zayn pulsó un código de seguridad convenientemente escondido detrás de un espejo y le hizo un gesto para que lo siguiera. Pero Lauren no podía moverse. Una extraña parálisis se
había apoderado de ella. Estaba tan cerca de descubrir la verdad... tan cerca del diario, de las respuestas...
Si estaban allí.
Pero, ¿y si no le gustaba lo que había escrito en esos diarios? ¿Y si su madre no había sido una buena persona? ¿Y si había muerto de una terrible enfermedad genética? ¿Y si ella había heredado alguna falta, algún defecto de carácter que la hiciera indeseable?
Pero su padre y Susan la habían querido, ¿no? Quizá. Sus padres habían mentido sobre tantas cosas que Lauren ya no sabía qué era verdad y qué no.
—¿Lauren?
—¿Eh? Ah, perdona. Es que esta casa es tan lujosa... No se parece nada al edificio militar en el que crecí.
—Eso no parecía molestarte en casa de los Ainsley.
—Imagino que estaba demasiado nerviosa saludando a tanta gente.
Es que... no salgo mucho últimamente.
Estaban en una entrada de forma circular y techos altísimos que terminaba en una escalera de mármol. ¿Habría subido su madre esa escalera intentando no hacer ruido por la noche? ¿La vena salvaje que la había metido a ella en tantos líos cuando era adolescente habría sido una herencia de Adrianna Laurence? Desde luego, no la había heredado de su padre, un militar estricto, ni aprendido de su madre adoptiva, una santa que jamás levantaba la voz por muy insoportable que se pusiera.
—¿Quieres que te haga el tour de diez dólares? —sonrió Zayn—. Si no tienes dinero en efectivo, acepto todo tipo de pago.
Ella se aclaró la garganta.
—Muy gracioso. Pero sí, me gustaría ver la casa.
Pero lo mejor sería entrar allí sin Zayn. Tal vez pudiera convencerlo para que le diese una llave...
—¿Cuántos dormitorios tiene?
—Seis dormitorios y siete baños y medio, más la zona de los empleados sobre el garaje.
¡Seis dormitorios! Tardaría horas en explorarlos todos y buscar tablas sueltas en el suelo de los vestidores... eso si los vestidores no estaban llenos de muebles o algo así.
—Es una casa estupenda para formar una familia.
Su madre había crecido allí, hija única según lo que había descubierto. Y había vuelto a casa después de un solo semestre en Vassar, la famosa y exclusiva universidad para señoritas. ¿Se habría llevado Adrianna los diarios? ¿Los habría vuelto a guardar en el vestidor?
—Ven, sígueme.
—¿Has hecho algún cambio desde que la compraste?
—Además de las cañerías y la instalación eléctrica, no. Los antiguos propietarios sabían cómo conservar bien una propiedad. Incluso compré algunos de los muebles en la subasta. Lauren tropezó mientras observaba una librería de roble. El lujo de aquella mansión era increíble, pero Zayn la llevaba de habitación en habitación a toda prisa. Le habría gustado pedirle que fuera más despacio para fijarse en todos los detalles, para preguntar qué muebles habían sido de los Laurence...
¿Se habría sentado su madre en aquel sofá de seda o frente a aquel escritorio? Pero Zayn no paró hasta que llegaron a un porche cerrado en el que cabrían tres apartamentos como el suyo. A la izquierda podía ver una pista de tenis y, frente a ella, una lujosa motora atracada en un muelle.
—Bueno, ya está. ¿Nos vamos?
—¿No vas a enseñarme el piso de arriba?
Zayn levantó una mano para acariciar su cara y la sorpresa la dejó inmóvil. Y, a juzgar por la rápida respiración de Zayn, él también sentía algo. De repente, el aire se volvió húmedo y pesado.
—Si quieres llevarme a la cama, antes vas a tener que aceptar mi propuesta de matrimonio.
Lauren se mordió los labios. No podía enamorarse de Zayn Malik.
Había dejado atrás a los chicos malos y las relaciones vacías hacía mucho tiempo. Y aunque él llevaba ropa de diseño en lugar de vaqueros gastados, seguía siendo un seductor.
Y ya había pasado por eso.
Tentador, pero tabú para ella.
Pero necesitaba tener acceso a aquella casa. Había perdido a su padre y su propia identidad once meses antes y, posiblemente, había dañado su relación con su madre para siempre. Si quería una oportunidad de rehacer su vida tenía que averiguar quién era. Quién era de verdad, no la historia que le habían contado desde que nació.
Y sólo había una manera de hacer eso.
Lauren se dio la vuelta para acercarse al ventanal desde el que podía ver las luces de las casas al otro lado de la isla.
—Muy bien —dijo por fin.
—¿Qué?
Ella se giró para mirarlo a los ojos.
—Me casaré contigo.

—Me casaré contigo. Pero sólo si vivimos aquí.
—Pero tengo un ático que está a cien metros del club...
—¿Se te ha ocurrido pensar que vivir en una casa en lugar de en un ático daría una apariencia de madurez?
Zayn asintió con la cabeza.
—Sí, tienes razón.
—Y no pienso dejar mi trabajo.
—Lauren, no tendrás que trabajar...
—Pero es que me gusta hacerlo. Y no me acostaré contigo.
—Tendrás tu propio dormitorio.
—No, Zayn, quiero decir que nada de sexo. Sé que tú puedes mantener relaciones con una persona a la que no amas, pero yo no.
Ya no. Recordaba demasiado bien lo angustiada que se había sentido después. Había querido herir a su padre con ese comportamiento, pero sólo había conseguido hacerse daño a sí misma.
—Me haré todo tipo de pruebas, si eso es lo que te preocupa...
—No, no es por eso. Si hay que creer los rumores sobre las legiones de mujeres con las que te has acostado estaría muy bien, pero...
—¿Legiones?
—No eres conocido por ser discreto sobre tus conquistas, Zayn.
—No ha habido legiones.
—¿Cuántas?
—Eso no es asunto tuyo.
—Lo es cuando intentas convencerme para que me acueste contigo.
Zayn vaciló un momento antes de encogerse de hombros.
—No lo sé.
—¿No las has contado o es que son demasiadas?
—¿Con cuántos hombres te has acostado tú?
Lauren recordó su vergonzoso pasado. Había desperdiciado parte de su juventud buscando maneras de retar a su padre y no estaba orgullosa de ello. Entonces era una rebelde, pero estaba reformada. Prácticamente se había convertido en una monja.
—Si tú no tienes que contestar, yo tampoco.
—¿Y qué voy a hacer para... aliviarme?
A Lauren se le ocurrían diez maneras de ayudarlo a hacer eso, pero se mordió la lengua.
—Eso depende de que seas diestro o zurdo.
—¿Y tú?
—Yo sé cuidar de mí misma.
Zayn empezó a pasear por la habitación.
—Muy bien, de acuerdo. ¿Tienes el pasaporte en regla?
—Pues sí. ¿Por qué?
—Le diré a Liam que se encargue de todo. Cassie y él pueden organizar una boda rápida en Bahamas. ¿Eso te parece bien o necesitas un circo?
Cassie... Lauren tardó un momento en recordar quién era. Cassie Sinclair era la hija ilegítima de John Malik... o eso decían las revistas. Y, aunque no la conocía, se sentía en cierto modo unida a ella. Ahora era la propietaria del hotel Malik Grand-Bahamas y recientemente se había comprometido con Liam Payne, el abogado de Zayn... si había que creer los rumores de los empleados del club.
—No quiero una boda escandalosa. Pero, ¿por qué en Bahamas?
—Si nos casáramos en Miami mi familia tendría que acudir a la ceremonia y los medios de comunicación no nos dejarían en paz.
Evitar a los medios y a la familia Malik seguramente sería buena idea, pensó ella.
—Una boda tranquila en Bahamas me parece bien. Además, nunca he estado allí.
—Nos quedaremos unos cuantos días... de luna de miel.
¿Luna de miel?
—No voy a cambiar de opinión sobre el asunto del sexo, Zayn.
—Pero es importante que actuemos como si fuéramos una pareja de verdad. Una pareja enamorada que se ha escapado a Bahamas para casarse. Si este matrimonio no parece real, no servirá de nada, así que tendremos una luna de miel.
—¿Ser presidente de la Cámara de Comercio es tan importante para ti?
—Lo que es importante es lo que significa la nominación.
—¿Por qué?
—Es algo personal —Zayn miró su reloj—. Si nos vamos ahora podremos pasar por el club para recoger los papeles.
«Algo personal».
Los secretos no eran la mejor manera de empezar un matrimonio... temporal o no. Pero Lauren no dijo nada porque también ella tenía secretos.
Había cosas que no se podían compartir por vergüenza.
—No tenías que traerme a casa —dijo Lauren mientras Zayn aparcaba el BMW frente a su apartamento.
—No voy a dejar que tomes el autobús a estas horas.
—Siempre voy en autobús.
—Ya no. Mi prometida no puede viajar en transporte público.
Prometida. Lauren tragó saliva. Su último matrimonio había sido un terrible error. ¿Aquél sería mejor o peor, ya que el amor no entraba en la ecuación?
—Tu prometida no puede permitirse pagar un dólar la hora en un aparcamiento.
—Con el dinero que estás a punto de recibir, sí —contestó él.
Lauren se mordió los labios. Tenía que marcharse. Tenía que pensarlo bien y descubrir si había alguna otra manera de conseguir su objetivo.
«Admítelo», pensó. «No hay otra oportunidad de descubrir la verdad».
Esta es tu única manera.
Apretando el bolso y la carpeta con los documentos del acuerdo, bajó del coche.
—No tienes que acompañarme a la puerta. La zona está bien iluminada y es muy segura.
Pero Zayn salió del coche y la tomó del brazo. Y, aunque la había
tocado una docena de veces esa noche, Lauren tuvo que contener el aliento.
—¿Dónde están los ascensores?
—No hay ascensor. Yo vivo en el tercer piso.
Y no lo quería en su diminuto apartamento. Después de ver el lujo al que estaba acostumbrado, su piso le parecía vulgar e inadecuado. El edificio Art Decó había sido renovado recientemente para inquilinos de clase trabajadora y era poco más que un pasillo con un par de habitaciones.
Nada más entrar echó un rápido vistazo para ver si había dejado algo inconveniente a la vista... como el archivo que había reunido sobre su madre. O el otro, sobre Zayn, con su nombre escrito en letras grandes.
—Bueno, gracias por llevarme al cóctel de los Ainsley y por enseñarme tu casa.
Pero Zayn dio un paso adelante, obligándola a apartarse. Mientras miraba alrededor, la diminuta cocina a la izquierda, el cuarto de estar frente a él, la puerta que llevaba al dormitorio y al minúsculo cuarto de baño, se quitó la chaqueta y la colgó en el respaldo de una silla.
—¿Qué haces?
—Ponerme cómodo.
—No tienes que quedarte. Voy a echarle un vistazo a estos papeles y hablaremos mañana —Lauren se quedó en la puerta, esperando que entendiese la poco sutil indirecta.
Pero en lugar de eso Zayn desabrochó los puños de su camisa, revelando unos antebrazos cubiertos de tatuajes.
—Prefiero repasar los documentos contigo.
—No hace falta. Si tengo alguna duda, te lo diré mañana.
—¿Estás intentando librarte de mí, Lauren? —sonrió él, cerrando la puerta.
Su pulso se aceleró.
—Es que tengo que levantarme temprano.
—Sólo son las once y a tu jefe no le importará que llegues un poquito tarde.
No puedo llegar tarde. Tengo que pagar al repartidor de cerveza...
—El camión de la cerveza no llega hasta las diez. Venga, tenemos que revisar un par de detalles —la interrumpió él.
—¿Qué detalles?
—Por ejemplo, la forma de pago. Liam lo ha puesto por escrito en el contrato, pero prefiero contrastarlo ahora contigo. Recibirás cuarenta y un mil dólares al mes. El primer pago será transferido a tu cuenta corriente después de la boda.
—¿Por qué mensualmente?
—Para que no te escapes antes de los dos años.
—Una vez que doy mi palabra nunca me echo atrás, pero bueno... da igual. Mensualmente me parece bien.
Ella no había aceptado casarse con él por el dinero.
—Abriré una cuenta de gastos a tu nombre. Pero como este matrimonio será temporal tendremos cuentas separadas y, si te gastas el dinero antes de fin de mes, será tu problema. No te daré ni un céntimo más. Y voy a contratar a una ayudante para el departamento de contabilidad...
—Un momento —lo interrumpió Lauren—. Tú dijiste que iba a conservar mi puesto de trabajo y ya te he dicho que no necesito un ayudante.
—Puedes seguir trabajando, pero únicamente a tiempo parcial. Si somos una pareja inseparable tendrás que acudir al club a menudo. Y eso significa que te acostarás tarde. Tu ayudante se encargará de todo por las mañanas.
Sí, era lo más lógico, claro.
—Muy bien. ¿Qué más?
—Serán necesarios ciertos... gestos de afecto en público para que la gente crea que estamos casados de verdad. Tendremos que tocarnos, como esta noche.
Sí, también podría soportar eso.
—De acuerdo.
—Tendremos que besarnos.
Lauren tragó saliva.
—No creo que...
—Los recién casados se besan mucho. Y hacer que la gente crea que estamos enamorados es parte de la representación.
Lauren sintió que sus labios ardían bajo la ardiente mirada masculina.
¿La besaría esa noche para sellar el acuerdo? ¿Para comprobar sus habilidades como actriz? Su corazón latía con tal fuerza que casi la mareaba.
—¿Podrás hacerlo?
—Pues... sí, creo que podré soportarlo.
Zayn se volvió abruptamente y Lauren dejó escapar un suspiro silencioso.
—Tendrás que comprarte ropa nueva, cambiar de peinado, hacerte la manicura...
—¿Quieres que me haga un cambio de imagen?
No sabía si sentirse insultada o ponerse a dar saltos de alegría.
Llevaba tanto tiempo escondiendo su verdadera imagen que casi se había convertido en una segunda naturaleza. Aparentemente, se le daba bien parecer vulgar.
Zayn se sentó en el sofá. Un hombre tan masculino en un sofá de flores era... inapropiado, pensó.
—Para que sea creíble que eres mi mujer te hará falta mucho... en fin, estilo.
—¿Para competir con las modelos con las que sueles salir?
—No habrá competencia. Ya te he dicho que pienso serte fiel a pesar de esa ridícula insistencia tuya en que no haya sexo.
—No es ridícula.
Zayn, con las manos en la nuca, deslizó lentamente la mirada por su cara, sus pechos, su cintura, sus piernas y luego hacia arriba de nuevo. Y a Lauren ese examen le puso la piel de gallina.
—Ya veremos quién aguanta más. Pero sé que, al final, vendrás a mí.
A Lauren le dieron ganas de borrarle la sonrisa de un guantazo.
—No lo haré.
—Ya veremos. Contrataré a un asesor de imagen para que te ayude a elegir ropa apropiada y para que pida cita en el salón de belleza.
—Yo elegiré la ropa e iré al salón de belleza que me parezca.
—Lauren...
—Y no pienso vestirme como una fresca.
—Yo no salgo con frescas.
—¿Tu última novia no salió en las revistas hace poco levantándose la falda?
—No era mi novia.
      —Los periodistas dicen otra cosa —murmuró ella, intentando
controlar una inminente jaqueca dándose un masaje en la nuca—. Puedo
vestirme yo sólita y hacer todo lo demás yo solita, muchas gracias.
      Zayn se echó hacia delante.
—¿Ah, sí? Pues yo no diría eso. Intenta vestir como una chica de tu
edad, por favor. Recuerda que la gente debe creer que me siento atraído
por ti.
Lauren tuvo que hacer un esfuerzo para no replicar como se merecía.
—Tendrás que confiar en mí.
—No podemos cometer errores.
—No cometeré ningún error —afirmó ella.
Los dos se quedaron en silencio un momento.
—¿Te duele la cabeza?
—Sí, un poco. Pero se me pasará con una buena noche de sueño. Por favor, Zayn, vete a casa. Leeré los documentos y hablaremos mañana.
Zayn la miró como si estuviera a punto de decir que no, pero después se levantó del sofá.
—Iré a buscarte al club a las cinco y pasaremos por la oficina de Liam para firmar el acuerdo.
Y a partir de entonces estaría atada a Zayn Malik por un matrimonio falso durante dos años.
Pero, ¿qué eran dos años cuando toda su vida había sido una mentira?

—¿Nos vamos?
El martes por la tarde, al oír la voz de Zayn, Lauren estuvo a punto de saltar de la silla. Cuando se dio la vuelta, lo encontró en la puerta de la oficina.
Traje oscuro, camisa blanca, una corbata de estampado clásico...
Masculino. Magnífico. Siempre había vestido bien, pero raramente lo veía con traje de chaqueta y corbata.
—Llegas muy temprano. Espera, deja que imprima este documento... he redactado un apéndice.
—¿Un apéndice de qué?
—De nuestro acuerdo.
Zayn miró la pantalla del ordenador y luego a ella antes de cerrar la puerta de la oficina.
—Nuestra vida sexual no va a aparecer en un documento legal.
—Quiero que los términos de este matrimonio queden bien claros.
—No pienso poner por escrito nada que los periódicos puedan usar contra mí. El acuerdo de confidencialidad ya es suficientemente arriesgado. Borra ese archivo, Lauren —le ordenó.
Y el tono hizo que ella respondiera como solía hacerlo. No le gustaba que le diesen órdenes. Su padre solía hablarle como si fuera un recluta y ella... en fin, se rebelaba.
Pero eso era antes.
—Zayn...
—Hazlo, Lauren.
Sujetándose a los brazos de la silla, ella contó hasta diez.
—Tú estás protegiendo tus intereses. ¿Por qué no voy a proteger yo los míos?
—Te doy mi palabra de que acepto tus términos... hasta que cambies de opinión.
La última frase, pronunciada con una sonrisa llena de confianza, casi la hizo sonreír. Estaba convencido de que cambiaría de opinión sobre el sexo. No tenía ni idea de que ella controlaba sus hormonas con mano de hierro desde que anuló su matrimonio ni de lo bien que se le daba ignorar al sexo opuesto. Pero ya lo descubriría.
De modo que borró el archivo y metió el documento en la trituradora de papel.
—Ya está.
—Vamos.
—Espera. Tienes que aprobar el anuncio para buscar un ayudante...
—No hace falta poner un anuncio. Tu predecesora está deseando volver a trabajar. Por lo visto, está cansada de cambiar pañales todo el día.
En silencio, Lauren tomó el bolso y la carpeta con los documentos y salió con él del club.
—¿Tu abogado ha aprobado el acuerdo?
—No conozco a ninguno en Miami y no he tenido tiempo de buscarlo.
Zayn la tomó del brazo y ella tuvo que tragar saliva.
—No voy a engañarte, Lauren. El acuerdo es justo para los dos.
—Lo sé, lo he leído —dijo ella.
Lo había leído cinco veces. Páginas y páginas de términos legales con los que le prometía veinticuatro meses de su vida a un extraño. Un año para que Zayn fuese elegido Presidente de la Cámara de Comercio de Miami y un año para que siguiera en el cargo mientras demostraba su valía.
¿Sería capaz de permanecer tan distante cuando compartiese su casa y su vida con aquel hombre? ¿Sería capaz de decirle adiós después, como si no hubiera pasado nada? Lo que sentía cada vez que la tocaba dejaba bien claro que el tiempo no pasaría sin dejar su marca.
Pero podría controlarse. ¿O no?
Tenía que hacerlo.
Al darse la vuelta no vio el BMW descapotable en la puerta como todos los días. En su lugar había un Lexus azul. Zayn metió la mano en el bolsillo y sacó unas llaves.
—Creo que te gusta el color azul. Espero que también te guste el coche.
—¿Qué? Lo dirás de broma.
—No, conduces tú —dijo él.
Como Lauren no aceptaba las llaves, Zayn las puso en su mano.
No sabía qué la sorprendía más, el caro vehículo o el escalofrío que sintió al tocarlo. Tendría que  esforzarse para controlar esa reacción.
—Yo tengo un coche decente.
—Ahora tienes uno mejor. Vende el otro, me da igual.
—Pero...
—Las apariencias, Lauren. Estamos hablando de apariencias —suspiró él—. Venga, vamos. Liam nos está esperando en el despacho.
Lauren se deslizó sobre el suave asiento de piel y llenó sus pulmones del olor a coche nuevo. El salpicadero del Lexus parecía un ordenador de la NASA, con GPS y radio por satélite. A saber qué más aparatos habría. Le temblaba la mano mientras metía la llave en el contacto.
—Has llevado documentos al bufete de Liam otras veces. ¿Recuerdas dónde está? —preguntó Zayn.
—Sí, claro.
Pero no le apetecía mucho maniobrar un coche nuevo durante la hora punta en el centro de Miami.
Zayn le dio unos minutos para que se acostumbrase a manejar el Lexus antes de seguir hablando:
—Las leyes de Bahamas exigen que estemos en el país veinticuatro horas antes de solicitar la documentación necesaria para casarnos. Nos iremos mañana por la mañana, nos casaremos el jueves y volveremos el lunes.
—¿Tan pronto? —preguntó ella, tragando saliva.
—¿Para qué esperar?
—¿Y vas a estar fuera del club tantos días?
—Sobrevivirá sin mí, no te preocupes. Y Sandy se encargará de todo por ti.
—¿Sandy es mi predecesora?
—Así es.
—Pero entonces no tendré tiempo de hacerme ese cambio de imagen...
—Hazlo en la isla. Cassie puede decirte dónde ir.
Pronto llegaron al edificio de Payne y Asociados. Y como muchos de los empleados salían de la oficina a esa hora, Lauren encontró un sitio donde aparcar. Pero el nudo que tenía en las cervicales pronto se extendió a su estómago mientras subía con Zayn en el ascensor. Una mujer de unos sesenta años los esperaba en recepción.
—¿Qué es eso que he oído sobre un compromiso? Primero tus hermanos, luego Liam y ahora tú. ¿Qué ocurre, los hombres de Miami han recuperado el sentido común?
—Hola, Rachel —Zayn abrazó a la mujer—. Te presento a Lauren Lowes, mi prometida. Rachel Suárez, la secretaria de Liam.
—Encantada.
—Lo mismo digo. Pero voy a darte un consejo: Zayn será un buen marido... mientras lo lleves con una correa.
—Gracias —dijo ella, sorprendida.
Liam Payne apareció enseguida. Era un hombre de la estatura de Zayn, un atractivo Británico. Lauren había hablado con él en numerosas ocasiones y siempre le había parecido muy agradable.
—¿Sigue llevando tu bufete? —preguntó Zayn, señalando a Rachel.
—Eso dice ella —sonrió Liam—. Vamos a mi despacho.
Lauren tragó saliva, preguntándose si estaba haciendo lo correcto.
Pero si se marchaba ahora, nunca descubriría nada sobre su madre. Y seguramente también perdería su trabajo.
—¿Estáis seguros de que queréis hacer esto? —preguntó Liam, mirando de uno a otro.
—Yo estoy seguro —respondió Zayn.
—¿Y tú, Lauren?
—Pues... —ella se aclaró la garganta mientras le entregaba la carpeta—. Sí, yo también.
—¿Tienes alguna pregunta? ¿Alguna cuestión que necesites clarificar?
«¿Hay otra manera?», pensó.
—No.
—No le ha pedido a otro abogado que lea el acuerdo —le informó Zayn.
—¿Quieres que lo haga uno de mis socios? —preguntó Liam.
—No, no. Está bien.
El abogado asintió con la cabeza.
—Una vez en Bahamas, tendréis que ir al consulado norteamericano para solicitar los papeles. Ah, y Zayn me ha dicho que vais a haceros un análisis de sangre mañana por la mañana. Una decisión inteligente.
Lauren lo miró, sorprendida. Debía de estar convencido de que iba a convencerla para que se acostase con él.
«Pero eso no va a pasar», le dijo con los ojos.
«¿Quieres apostar algo?», parecía decir Zayn.
—Lauren, ¿has estado casada antes? —preguntó Liam.
Le habían dicho que una anulación no contaba. Legalmente era como si nunca hubiera estado casada, lo cual estaba bien porque ni siquiera se acordaba de la ceremonia. Sí, mejor no contarle a nadie lo tonta que había sido.
—Entonces, éste es todo el papeleo que necesitáis. Cassie ha preparado un búngalo en la playa y también ha contratado al oficiante, al fotógrafo, la cena... La ceremonia tendrá lugar el jueves por la noche en la playa. Cassie y yo seremos los testigos y al día siguiente enviaré un comunicado de prensa. ¿Tenéis alguna pregunta?
Lauren negó con la cabeza porque no le salía la voz.
Y después de firmar los papeles estaba hecho.
—Os enviaré una copia a cada uno —dijo luego Liam—. Nos vemos  el jueves, ¿no?
El jueves.
En cuarenta y ocho horas sería una mujer casada. Otra vez.
Y esta vez no podría llamar a su papá para que arreglase el problema.

—¿Quieres casarte conmigo, Lauren?
Ella se volvió, atónita. De repente, no podía oír el murmullo de las conversaciones en el exclusivo restaurante. O quizá todo el mundo se hubiera callado, esperando su respuesta.
Ella no sabía mucho de diamantes, pero estaba segura de que el que
Zayn tenía en la mano costaba una fortuna. La piedra, en corte marquesa, debía de tener al menos dos quilates. Y brillaba tanto como sus ojos.
—Pues...
Aunque no lo habían ensayado, sabía lo que tenía que decir. Pero no era capaz de articular palabra.
Flores, velas, un violinista, la mejor mesa del restaurante frente al mar... Zayn había planeado el momento romántico perfecto.
Y todo era falso. Tan falso como lo sería su matrimonio.
—Cariño, no me hagas sufrir. Tú sabes que tenemos que estar juntos.
Lauren se llevó una mano al corazón. Aquello no estaba bien. Pero, ¿qué otra cosa podía hacer si quería descubrir la verdad?
—Sí —se oyó decir a sí misma—. Sí, me casaré contigo.
Zayn sonrió mientras le ponía el anillo en el dedo. Y luego se inclinó para buscar sus labios. El beso había sido tan repentino que Lauren no
supo reaccionar. No había esperado que la besara en público y tampoco
que sus labios fueran tan suaves. Ni tan cálidos. Ni tan persuasivos. Ni tan deliciosos.
—Échame los brazos al cuello —le dijo al oído.
Lauren hizo lo que le pedía y Zayn la envolvió en sus brazos. Estaba aplastada contra el torso masculino y un escalofrío de deseo la recorrió entera. Nerviosa, bajó las manos y apartó la mirada... para encontrarse con la de Helene Ainsley unas mesas más allá.
«Son sólo apariencias», pensó.
Y no debía olvidarlo. Era una charada, una actuación. Una oportunidad para él de conseguir la presidencia de la Cámara de Comercio. 
Nada más.
Zayn se llevó su mano a los labios antes de inclinar la cabeza para besarla tiernamente en el cuello, haciendo que se le pusiera la piel de gallina.
No podía ser. Ella no quería desearlo.
—Muy convincente. Buen trabajo —le dijo al oído.
El camarero llegó inmediatamente con una botella de champán y presentó la etiqueta para la inspección.
Oh, sí, Zayn definitivamente había planeado aquello... incluso la botella de Salon Blanc.
Lauren sabía que era su favorito porque guardaba varias cajas en el club y, según los rumores, cuando pedía una botella era porque ya había elegido acompañante para la noche.
Ella no quería ser sólo otra mujer en su cama. Y no debía olvidar que los Zayn Malik de este mundo compraban todo lo que querían.
Él podía haber comprado su participación en aquel matrimonio, pero no podía comprar su dignidad. Y para conservarla debía alejarse de su cama... por mucho que despertara en ella deseos que había creído dormidos. Porque cuando la hedonista salía a jugar, su sentido común se iba por la ventana.
Y se negaba a ser el títere de otro hombre.

Fin del Maratón.