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CREPUSCULO (LARRY STYLINSON Y NIAM) -TERMINADA-

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Mensaje por diana perez tellez Vie 24 Ene 2014, 11:30 pm


AVISO.

SE PODRIAN PASAR POR AQUI??? Y COMENTAR???? SE LOS AGRADECERIA EN EL ALMA.
 larry stylinson - CREPUSCULO (LARRY STYLINSON Y NIAM) -TERMINADA- - Página 13 Aviso

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Mensaje por diana perez tellez Sáb 25 Ene 2014, 11:05 am

narutiana escribió:Diana,sigo pensando que eres de lo peor ,jajajaja mentira,sabes que te amo :* y sinceramente me muero por leer la parte donde james muerde a lou mjhngbfvdcx
Espero el siguiente dentro de poco xq sino no te dejo empaz ;)
bss :*
jajajaja... eso no me dices en privado, cariño  ;) .... igual te quiero mucho... ahorita la sigo....
besos igual para ti, amor. cuídate. pasate por mi galería y mis one shot... si???
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Mensaje por diana perez tellez Sáb 25 Ene 2014, 11:09 am

Justme_95 escribió:oh god! me encanta muchisimo!
espero que  la sigas pronto cariño :D
hoooooooooola... como estas???? amo, A. M. O tu novela... síguela por favor... perdón por no comentar... ahora la sigo.
besos y cuídate cariño. aquí mi face... no te lo eh dado????  por si las dudas, tengo una memoria de mierda. https://www.facebook.com/dianalaura.tellezperez
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Mensaje por diana perez tellez Sáb 25 Ene 2014, 11:50 am

Despedidas


larry stylinson - CREPUSCULO (LARRY STYLINSON Y NIAM) -TERMINADA- - Página 13 8841581-256-k923245

Charlie me esperaba levantado y con todas las luces de la casa encendidas. Me quedé con la mente en blanco mientras pensaba en algo para que me dejara marcharme. No iba a resultar agradable.

Harry aparcó despacio junto al bordillo, a bastante distancia detrás de mí automóvil. Los tres estaban sumamente alertas, sentados muy erguidos en sus asientos; escuchaban cada sonido del bosque, escrutaban cada sombra, captaban cada olor, todo en busca de cualquier cosa que estuviera fuera de lugar. El motor se paró y me quedé sentado, inmóvil, mientras continuaban a la escucha.

—No está aquí —anunció harry muy tenso—. Vamos.

Emmett se inclinó para ayudarme a salir del arnés.

—No te preocupes, tommo —susurró con jovialidad—. Solucionaremos las cosas lo antes posible.

Sentí que se me humedecían los ojos mientras miraba a Emmett. Apenas le conocía y, sin embargo, me angustiaba el hecho de no saber si lo volvería a ver después de esta noche. Esto, sin duda, era un aperitivo de las despedidas a las que debería sobrevivir durante la próxima hora, y ese pensamiento hizo que se desbordaran las lágrimas de mis ojos.

—niall, Emmett —espetó harry con autoridad. Ambos se deslizaron en la oscuridad en el más completo silencio y desaparecieron de inmediato. Harry me abrió la puerta y me tomó de la mano, amparándome en su abrazo protector. Me acompañó rápidamente hacia la casa sin dejar de escrutar la noche.

—Quince minutos —me advirtió en voz baja.

—Puedo hacerlo —inhalé. Las lágrimas me habían inspirado.

Me detuve delante del porche y tomé su rostro entre las manos, mirándole con ferocidad a los ojos.

—Te quiero —le dije con voz baja e intensa—, siempre te amaré, no importa lo que pase ahora.

—No te va a pasar nada, Lou —me respondió con igual ferocidad.

—Sólo te pido que sigas el plan, ¿vale? Mantén a Charlie a salvo por mí. No le voy a caer muy bien después de esto, y quiero tener la oportunidad de disculparme en otro momento.

—Entra, louis, tenemos prisa —me urgió.

—Una cosa más —susurré apasionadamente—. No hagas caso a nada de lo que me oigas decir ahora.

harry estaba inclinado, por lo que sólo tuve que ponerme de puntillas para besar sus labios fríos, desprevenidos, con toda la fuerza de la que fui capaz. Entonces, rápidamente me di la vuelta y abrí la puerta de una patada.

— ¡Vete, Harold! —le grité.

Eché a correr hacia el interior de la casa después de cerrarle la puerta de golpe en la cara, aún atónito.

— ¿Lou?

Charlie deambulaba de aquí para allá en el cuarto de estar, por lo que ya estaba de pie cuando entré.

— ¡Déjame en paz! —le chillé entre lágrimas, que caían ahora implacablemente.

Corrí escaleras arriba hasta mi habitación, cerré la puerta de golpe y eché el cestillo. Me abalancé hacia la cama y me arrojé al suelo para sacar mi petate. Busqué precipitadamente entre el colchón y el somier para recoger el viejo calcetín anudado en el que escondía mi reserva secreta de dinero.

Charlie aporreó la puerta.

—Lou, ¿te encuentras bien? —su voz sonaba asustada—. ¿Qué está pasando?

—Me voy a casa —grité; la voz se me quebró en el punto exacto.

— ¿Te ha hecho daño?

Su tono derivaba hacia la ira.

— ¡No! —chillé unas cuantas octavas más alto. Me volví hacia el armario, pero harry ya estaba allí, recogiendo en silencio y sin mirar verdaderas brazadas de vestidos para luego lanzármelos.

— ¿Ha roto contigo?

Charlie estaba perplejo.

— ¡No! —grité de nuevo, apenas sin aliento mientras empujaba todo dentro del petate. harry me arrojó el contenido de otro cajón, aunque a estas alturas apenas cabía nada más.

— ¿Qué ha ocurrido, louis? —vociferó Charlie a través de la puerta, aporreándola de nuevo.

—He sido yo el que ha cortado con él —le respondí, dando tirones a la cremallera del petate. Las capacitadas manos de harry me apartaron, la cerró con suavidad y me pasó la correa por el hombro con cuidado.

—Estaré en tu coche, ¡venga! —me susurró.

Me empujó hacia la puerta y se desvaneció por la ventana. Abrí la puerta y empujé a Charlie con rudeza al pasar, luchan do con la pesada carga que llevaba y corrí hacia las escaleras.

— ¿Qué ha pasado? —Gritó Charlie detrás de mí—. ¡Creí que te gustaba!

Me sujetó por el codo al llegar a la cocina, y, aunque estaba desconcertado, su presión era firme.

Me obligó a darme la vuelta para que le mirara y leí en su rostro que no tenía intención de dejarme marchar. Únicamente había una forma de lograrlo y eso implicaba hacerle tanto daño que me odiaba a mí mismo sólo de pensarlo, pero no disponía de más tiempo y tenía que mantenerle con vida.

Miré a mi padre, con nuevas lágrimas en los ojos por lo que iba a hacer.

Claro que me gusta, ése es el problema. ¡No aguanto más! ¡No puedo echar más raíces aquí! ¡No quiero terminar atrapado en este pueblo estúpido y aburrido como mamá! No voy a cometer el mismo error que ella, odio Forks, y ¡no quiero permanecer aquí ni un minuto más!

Su mano soltó mi brazo como si lo hubiera electrocutado. Me volví para no ver su rostro herido y consternado, y me dirigí hacia la puerta.

—Lou, no puedes irte ahora, es de noche —susurró a mi espalda.  No me volví.

—Dormiré en el coche si me siento cansado.

—Espera otra semana —me suplicó, todavía en estado de shock—. Renée habrá vuelto a Phoenix para entonces.

Esto me desquició por completo.

— ¿Qué?

Charlie continuó con ansiedad, casi balbuceando de alivio al verme dudar.

—Ha telefoneado mientras estabas fuera. Las cosas no han ido muy bien en Florida y volverán a Arizona si Phil no ha firmado a finales de esta semana. El asistente de entrenador de los Sidewinders dijo que tal vez hubiera lugar para otro medio en el equipo.

Sacudí la cabeza, intentando reordenar mis pensamientos, ahora confusos. Cada segundo que pasaba, ponía a Charlie en más peligro.

—Tengo una llave de casa —murmuré, dando otra vuelta de tuerca a la situación. Charlie estaba muy cerca de mí, con una mano extendida y el rostro aturdido. No podía perder más tiempo discutiendo con él, así que pensé que tendría que herirlo aún más profundamente.

—Déjame ir, Charlie —iba repitiendo las últimas palabras de mi madre mientras salía por la misma puerta hacía ahora tantos años. Las pronuncié con el mayor enfado posible y abrí la puerta de un tirón—. No ha funcionado, ¿vale? De veras, ¡odio Forks con toda mi alma!

Mis crueles palabras cumplieron su cometido a la perfección, porque Charlie se quedó helado en la entrada, atónito, mientras yo corría hacia la noche. Me aterrorizó horriblemente el patio vacío y corrí enloquecido hacia el coche al visualizar una sombra oscura detrás de mí. Arrojé el petate a la plataforma del monovolumen y abrí la puerta de un tirón. La llave estaba en el bombín de la puesta en marcha.

— ¡Te llamaré mañana! —grité.

No había nada en el mundo que deseara más que explicarle todo en ese momento, aun sabiéndome incapaz de hacerlo. Encendí el motor y arranqué. Harry me tocó la mano.

—Detente en el bordillo —me ordenó en cuanto Charlie y la casa desaparecieron a nuestras espaldas.

—Puedo conducir —aseguré mientras las lágrimas inundaban mis mejillas.

De forma inesperada, las grandes manos de harry me sujetaron por la cintura, su pie empujó al mío fuera del acelerador, me puso sobre su regazo y me soltó las manos del volante.

De pronto me encontré en el asiento del copiloto sin que el automóvil hubiera dado el más leve bandazo.

—No vas a encontrar nuestra casa —me explicó.

Unas luces destellaron repentinamente detrás de nosotros. Miré aterrado por la ventanilla trasera.

—Es niall —me tranquilizó, tomándome la mano de nuevo.

La imagen de Charlie en el quicio de la puerta seguía ocupando mi mente.

— ¿Y el rastreador?

—Escuchó el final de tu puesta en escena —contestó harry con desaliento.

— ¿Y Charlie? —pregunté con pena.

—El rastreador nos ha seguido. Ahora está corriendo detrás de nosotros.

Me quedé helado.

— ¿Podemos dejarle atrás?

—No —replicó, pero aceleró mientras hablaba. El motor del monovolumen se quejó con un estrepitoso chirrido.

De repente, el plan había dejado de parecerme tan brillante.

Estaba mirando hacia atrás, a las luces delanteras de niall, cuando el coche sufrió una sacudida y una sombra oscura surgió en mi ventana.

El grito espeluznante que lancé duró sólo la fracción de segundo que harry tardó en taparme la boca con la mano.

— ¡Es Emmett!

Apartó la mano de mi boca y me pasó su brazo por la cintura.

—Toda va bien, Lou —me prometió—. Vas a estar a salvo.

Corrimos a través del pueblo tranquilo hacia la autopista del norte.

—No me había dado cuenta de que la vida de una pequeña ciudad de provincias te aburría tanto —comentó harry tratando de entablar conversación; supe que intentaba distraerme—. Me pareció que te estabas integrando bastante bien, sobre todo en los últimos tiempos. Incluso me sentía bastante halagado al pensar que había conseguido que la vida te resultara un poco más interesante.

—No pretendía ser agradable —confesé, haciendo caso omiso de su intento de distraerme, mirando hacia mis rodillas—. Mi madre pronunció esas mismas palabras cuando dejó a Charlie. Se podría decir que fue un golpe bajo.

—No te preocupes, te perdonará —sonrió levemente, aunque esa «alegría» no le llegó a los ojos.

Le miré con desesperación y él vio un pánico manifiesto en mis ojos.

—louis, todo va a salir bien.

—No irá bien si no estamos juntos —susurré.

—Nos reuniremos dentro de unos días —me aseguró mientras me rodeaba con el brazo—. Y no olvides que fue idea tuya.

—Era la mejor idea, y claro que fue mía.

Me respondió con una sonrisa triste que desapareció de inmediato.

— ¿Por qué ha ocurrido todo esto? —Pregunté con voz temblorosa— ¿Por qué a mí?

Contempló fijamente la carretera que se extendía delante de nosotros.

—Es por mi culpa —dirigía contra sí mismo la rabia que le alteraba la voz—. He sido un imbécil al exponerte a algo así.

—No me refería a eso —insistí—. Yo estaba allí, vale, mira qué bien, pero eso no perturbó a los otros dos. ¿Por qué el tal James decidió matarme a mí? Si había allí un montón de gente, ¿por qué a mí?

harry vaciló, pensándoselo antes de contestar.

—Inspeccioné a fondo su mente en ese momento —comenzó en voz baja—. Una vez que te vio, dudo que yo hubiera podido hacer algo para evitar esto. Esa es tu parte de culpa —su voz adquirió un punto irónico—. No se habría alterado si no olieras de esa forma tan fatídicamente deliciosa. Pero cuando te defendí... bueno, eso lo empeoró bastante. No está acostumbrado a no salirse con la suya, sin importar lo insignificante que pueda ser el asunto. James se concibe a sí mismo como un cazador, sólo eso. Su existencia se reduce al rastreo y todo lo que le pide a la vida es un buen reto. Y de pronto nos presentamos nosotros, un gran clan de fuertes luchadores con un precioso trofeo, todos volcados en proteger al único elemento vulnerable. No te puedes hacer idea de su euforia. Es su juego favorito y lo hemos convertido para él en algo mucho más excitante.

El tono de su voz estaba lleno de disgusto. Hizo una pausa y agregó con desesperanza y frustración:

—Sin embargo, te habría matado allí mismo, en ese momento, de no haber estado yo.

—Creía que no olía igual para los otros... que como huelo para ti —comenté dubitativo.

—No, lo cual no quiere decir que no seas una tentación para todos. Se habría producido un enfrentamiento allí mismo si hubieras atraído al rastreador, o a cualquiera de ellos, como a mí.

Me estremecí.

—No creo que tenga otra alternativa que matarle —murmuró—, aunque a Carlisle no le va gustar.

Oí el sonido de las ruedas cruzando el puente aunque no se veía el río en la oscuridad. Sabía que nos estábamos acercando, de modo que se lo tenía que preguntar en ese momento.

— ¿Cómo se mata a un vampiro?

Me miró con ojos inescrutables y su voz se volvió repentinamente áspera.

—La única manera segura es cortarlo en pedazos, y luego quemarlos.

— ¿Van a luchar a su lado los otros dos?

—La mujer, sí, aunque no estoy seguro respecto a Laurent. El vínculo entre ellos no es muy fuerte y Laurent sólo los acompaña por conveniencia. Además, James lo avergonzó en el prado.

—Pero James y la mujer... ¿intentarán matarte? —mi voz también se había vuelto áspera al preguntar.

—louis, no te permito que malgastes tu tiempo preocupándote por mí. Tu único interés debe ser mantenerte a salvo y por favor te lo pido, intenta no ser imprudente.

— ¿Todavía nos sigue?

—Sí, aunque no va a asaltar la casa. No esta noche.

Dobló por un camino invisible, con niall siguiéndonos.

Condujo directamente hacia la casa. Las luces del interior estaban encendidas, pero servían de poco frente a la oscuridad del bosque circundante. Emmett abrió mi puerta antes de que el vehículo se hubiera detenido del todo; me sacó del asiento, me empotró como un balón de fútbol contra su enorme pecho, y cruzó la puerta a la carrera llevándome con él.

Irrumpimos en la gran habitación blanca del primer piso, con harry y niall flanqueándonos a ambos lados. Todos se hallaban allí y se levantaron al oírnos llegar; Laurent estaba en el centro. Escuché los gruñidos sordos retumbar en lo profundo de la garganta de Emmett cuando me soltó al lado de harry.

—Nos está rastreando —anunció harry, mirando ceñudo a Laurent.

El rostro de éste no parecía satisfecho.

—Me temo que sí.

Niall se deslizó junto a liam y le susurró al oído; los labios le temblaron levemente por la velocidad de su silencioso monólogo. Subieron juntos las escaleras. Rosalie los observó y se acercó rápidamente al lado de Emmett. Sus bellos ojos brillaban con intensidad, pero se llenaron de furia cuando, sin querer, recorrieron mi rostro.

— ¿Qué crees que va a hacer? —le preguntó Carlisle a Laurent en un tono escalofriante.

—Lo siento —contestó—. Ya me temí, cuando su chico lo defendió, que se desencadenaría esta situación.

— ¿Puedes detenerle?

Laurent sacudió la cabeza.

—Una vez que ha comenzado, nada puede detener a James.

—Nosotros lo haremos —prometió Emmett, y no cabía duda de a qué se refería.

—No podrán con él. No he visto nada semejante en los últimos trescientos años. Es absolutamente letal, por eso me uní a su aquelarre.

Su aquelarre, pensé; entonces, estaba claro. La exhibición de liderazgo en el prado había sido solamente una pantomima.

Laurent seguía sacudiendo la cabeza. Me miró, perplejo, y luego nuevamente a Carlisle.

— ¿Estás convencido de que merece la pena?

El rugido airado de harry llenó la habitación y Laurent se encogió. Carlisle miró a Laurent con gesto grave.

—Me temo que tendrás que escoger.

Laurent lo entendió y meditó durante unos instantes. Sus ojos se detuvieron en cada rostro y finalmente recorrieron la rutilante habitación.

—Me intriga la forma de vida que habéis construido, pero no quiero quedarme atrapado aquí dentro. No siento enemistad hacia ninguno de vosotros, pero no actuaré contra James. Creo que me marcharé al norte, donde está el clan de Denali —dudó un momento—. No subestiméis a James. Tiene una mente brillante y unos sentidos inigualables. Se siente tan cómodo como vosotros en el mundo de los hombres y no os atacará de frente... Lamento lo que se ha desencadenado aquí. Lo siento de veras —inclinó la cabeza, pero me lanzó otra mirada incrédula.

—Ve en paz —fue la respuesta formal de Carlisle.

Laurent echó otra larga mirada alrededor y entonces se apresuró hacia la puerta.

El silencio duró menos de un minuto.

— ¿A qué distancia se encuentra? —Carlisle miró a harry.

Esme ya estaba en movimiento, tocó con la mano un control invisible que había en la pared y con un chirrido, unos grandes postigos metálicos comenzaron a sellar la pared de cristal. Me quedé boquiabierto.

—Está a unos cinco kilómetros pasando el río, dando vueltas por los alrededores para reunirse con la mujer.

— ¿Cuál es el plan?

—Lo alejaremos de aquí para que liam y nialler se la puedan llevar al sur,

— ¿Y luego?

El tono de harry era mortífero.

—Le daremos caza en cuanto louis esté fuera de aquí.

—Supongo que no hay otra opción —admitió Carlisle con el rostro sombrío.

Harry se volvió hacia Rosalie.

—Súbelo arriba y consíguele algo de ropa —le ordenó, y ella le devolvió la mirada, furibunda e incrédula.

— ¿Por qué debo hacerlo? —Dijo en voz baja—. ¿Qué es el para mí? Nada, salvo una amenaza, un peligro que tú has buscado y que tenemos que sufrir todos.

Me acobardó el veneno que destilaban sus palabras.

—Rosa... —murmuró Emmett, poniéndole una mano en el hombro. Ella se la sacó de encima con una sacudida.

Sin embargo, yo fijaba en harry toda mi atención; conociendo su temperamento, me preocupaba su reacción. Pero me sorprendió.

Apartó la mirada de Rosalie como si no hubiera dicho nada, como si no existiera.

— ¿Esme? —preguntó con calma.

—Por supuesto —murmuró ella.

Esme estuvo a mi lado en menos de lo que dura un latido, y me alzó en brazos sin esfuerzo. Se lanzó escaleras arriba antes de que yo empezara a jadear del susto.

— ¿Qué vamos a hacer? —pregunté sin aliento cuando me soltó en una habitación oscura en algún lugar del segundo piso.

—Intentaremos confundir el olor —pude oír como abría lo que parecía ser cajones de ropa—. No durará mucho, pero ayudará a que puedas huir.

—No creo que me las pueda poner... —dudé, pero ella empezó a quitarme la camiseta con brusquedad. Rápidamente, me quité yo solo los vaqueros. Me tendió lo que parecía ser una camiseta y luché por meter los brazos en los huecos correctos. Tan pronto como lo conseguí, ella me entregó unos zapatos de deporte.

Tiré de ellas pero no conseguí ponérmelas bien, eran demasiado largas, por lo que Esme dobló diestramente los dobladillos unas cuantas veces de manera que pude ponerme en pie. Ella se colocó mis ropas encima del hombro y me llevó hacia las escaleras donde aguardaba niall con un pequeño maletín de piel en el hombro. Me tomaron cada una de un codo y me llevaron en volandas hasta el tramo de las escaleras.

Parecía como si todo se hubiera resuelto en el salón en nuestra ausencia. harry y Emmett estaban preparados para irse, este último llevaba una mochila de aspecto pesado sobre el hombro. Carlisle le tendió un objeto pequeño a Esme, luego se volvió y le dio otro igual a niall; era un pequeño móvil plateado.

—Esme y Rosalie se llevarán tu coche, Lou —me dijo al pasar a mi lado. Asentí, mirando con recelo a Rosalie, que contemplaba a Carlisle con expresión resentida.

—niall, liam, llevaos el Mercedes. En el sur vais a necesitar ventanillas con cristales tintados.

Ellos asintieron también.

—Nosotros nos llevaremos el Jeep.

Me sorprendió verificar que Carlisle pretendía acompañar a harry. Me di cuenta de pronto, con una punzada de miedo, que estaban reuniendo la partida de caza.

—niall —preguntó Carlisle—, ¿morderán el cebo?

Todos miramos a niall, que cerró los ojos y permaneció increíblemente inmóvil. Finalmente, los abrió y dijo con voz segura:

—Él te perseguirá y la mujer seguirá al monovolumen. Debemos salir justo detrás.

—Vámonos —ordenó Carlisle, y empezó a andar hacia la cocina.

harry se acercó a mí enseguida. Me envolvió en su abrazo férreo, apretándome contra él. No parecía consciente de que su familia le observaba cuando acercó mi rostro al suyo, despegándome los pies del suelo. Durante un breve segundo posó sus labios helados y duros sobre los míos y me dejó en el suelo sin dejar de sujetarme el rostro; sus espléndidos ojos ardían en los míos, pero, curiosamente, se volvieron inexpresivos y apagados conforme se daba la vuelta.

Entonces, se marcharon.

Las demás nos quedamos allí de pie, los cuatro desviaron la mirada mientras las lágrimas corrían en silencio por mi cara.

El silencio parecía no acabarse nunca hasta que el teléfono de Esme vibró en su mano; lo puso sobre su oreja con la velocidad de un rayo.

—Ahora —dijo. Rosalie acechaba la puerta frontal sin dirigir ni una sola mirada en mi dirección, pero Esme me acarició la mejilla al pasar a mi lado.

—Cuídate.

El susurro de Esme quedó flotando en la habitación mientras ellas se deslizaban al exterior. Oí el ensordecedor arranque del monovolumen y luego cómo el ruido del motor se desvanecía en la noche.

Liam y niall esperaron. Niall pareció llevarse el móvil al oído antes de que sonara.

—harry dice que la mujer está siguiendo a Esme. Voy a por el coche.

Se desvaneció en las sombras por el mismo lugar que se había ido harry. Liam y yo nos miramos el uno al otro. Anduvo a mi lado a lo largo de todo vestíbulo... vigilante.

—Te equivocas, ya lo sabes —dijo con calma.

— ¿Qué? —tragué saliva.

—Sé lo que sientes en estos momentos, y tú sí lo mereces.

—No —murmuré entre dientes—. Si les pasa algo, será por nada.

—Te equivocas —repitió él, sonriéndome con amabilidad.

No oí nada, pero en ese momento niall apareció por la puerta frontal y me tendió los brazos.

— ¿Puedo? —me preguntó.

—Eres el primero que me pide permiso —sonreí irónicamente.

Me tomó en sus algo musculosos brazos con la misma facilidad que Emmett, protegiéndome con su cuerpo y entonces salimos precipitadamente de la casa, cuyas luces siguieron brillando a nuestras espaldas.
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Mensaje por diana perez tellez Lun 03 Feb 2014, 12:45 pm

Impaciencia

larry stylinson - CREPUSCULO (LARRY STYLINSON Y NIAM) -TERMINADA- - Página 13 One+Direction+Attend+New+Zealand+v+Australia+01bBGF_zGoil

Me desperté confuso. Mis pensamientos eran inconexos y se perdían en sueños y pesadillas. Me llevó más tiempo de lo habitual darme cuenta de dónde me hallaba.

La habitación era demasiado impersonal para pertenecer a ningún otro sitio que no fuera un hotel. Las lamparitas, atornilladas a las mesillas de noche, eran baratas, de saldo, lo mismo que las acuarelas de las paredes y las cortinas, hechas del mismo material que la colcha, que colgaban hasta el suelo.

Intenté recordar cómo había llegado allí, sin conseguirlo al principio.

Luego, me acordé del elegante coche negro con los cristales de las ventanillas aún más oscuros que los de las limusinas. Apenas si se oyó el motor, a pesar de que durante la noche habíamos corrido al doble del límite de la velocidad permitida por la autovía.

También recordaba a niall, sentado junto a mí en el asiento trasero de cuero negro. En algún momento de la larga noche reposé la cabeza sobre su cuello de granito. Mi cercanía no pareció alterarlo en absoluto y su piel dura y fría me resultó extrañamente cómoda. La parte delantera de su camiseta de algodón estaba fría y húmeda a causa de las lágrimas vertidas hasta que mis ojos, rojos e hinchados, se quedaron secos.

Me había desvelado y permanecí con los doloridos ojos abiertos, incluso cuando la noche terminó al fin y amaneció detrás de un pico de escasa altura en algún lugar de California. Haces de luz gris poblaron el cielo despejado, hiriéndome en los ojos, pero no podía cerrarlos, ya que en cuanto lo hacía, se me aparecían las imágenes demasiado vividas, como diapositivas proyectadas desde detrás de los párpados; y eso me resultaba insoportable. La expresión desolada de Charlie, el brutal rugido de harry al exhibir los dientes, la mirada resentida de Rosalie, el experto escrutinio del rastreador, la mirada apagada de los ojos de harry después de besarme por última vez... No soportaba esos recuerdos, por lo que luché contra la fatiga mientras el sol se alzaba en el horizonte.

Me mantenía despierto cuando atravesamos un ancho paso montañoso y el astro rey, ahora a nuestras espaldas, se reflejó en los techos de teja del Valle del Sol. Ya no me quedaba la suficiente sensibilidad para sorprenderme de que hubiéramos efectuado un viaje de tres días en uno solo. Miré inexpresivamente la llanura amplia y plana que se extendía ante mí. Phoenix, las palmeras, los arbustos de creosota, las líneas caprichosas de las autopistas que se entrecruzaban, las franjas verdes de los campos de golf y los manchones turquesas de las piscinas, todo cubierto por una fina capa de polución que envolvía las sierras chatas y rocosas, sin la altura suficiente para llamarlas montañas.

Las sombras de las palmeras se inclinaban sobre la autopista interestatal, definidas y claramente delineadas, aunque menos intensas de lo habitual. Nada podía esconderse en esas sombras. La calzada, brillante y sin tráfico, incluso parecía agradable. Pero no sentí ningún alivio, ninguna sensación de bienvenida.

— ¿Cuál es el camino al aeropuerto, Lou? —preguntó liam y se sobresaltó, aunque su voz era bastante suave y tranquilizadora. Fue el primer sonido, aparte del ronroneo del coche, que rompió el largo silencio de la noche.

—No te salgas de la I—10 —contesté automáticamente—. Pasaremos justo al lado.

El no haber podido dormir me nublaba la mente y me costaba pensar.

— ¿Vamos a volar a algún sitio? —le pregunté a niall.

—No, pero es mejor estar cerca, sólo por si acaso.

Después vino a mi memoria el comienzo de la curva alrededor del Sky Harbor International..., pero en mi recuerdo no llegué a terminarla. Supongo que debió de ser entonces cuando me dormí.

Aunque ahora que recuperaba los recuerdos tenía la vaga impresión de haber salido del coche cuando el sol acababa de ocultarse en el horizonte, con un brazo sobre los hombros de niall y el suyo firme alrededor de mi cintura, sujetándome mientras yo tropezaba en mí caminar bajo las sombras cálidas y secas.

No recordaba esta habitación.

Miré el reloj digital en la mesilla de noche. Los números en rojo indicaban las tres, pero no si eran de la tarde o de la madrugada. A través de las espesas cortinas no pasaba ni un hilo de luz exterior, aunque las lámparas iluminaban la habitación.

Me levanté entumecido y me tambaleé hasta la ventana para apartar las cortinas.

Era de noche, así que debían de ser las tres de la madrugada. Mi habitación daba a una zona despejada de la autovía y al nuevo aparcamiento de estacionamiento prolongado del aeropuerto. Me sentí algo mejor al saber dónde me encontraba.

Me miré. Seguía llevando las ropas que me habían dado, que no me quedaban nada bien. Recorrí la habitación con la mirada y me alborocé al descubrir mi petate en lo alto de un pequeño armario.

Iba en busca de ropa nueva cuando me sobresaltó un ligero golpecito en la puerta.

— ¿Puedo entrar? —preguntó niall.

Respiré hondo.

—Sí, claro.

Entró y me miró con cautela.

—Tienes aspecto de necesitar dormir un poco más.

Me limité a negar con la cabeza.

En silencio, se acercó despacio a las cortinas y las cerró con firmeza antes de volverse hacia mí.

—Debemos quedarnos dentro —me dijo.

—De acuerdo —mi voz sonaba ronca y se me quebró.

— ¿Tienes sed?

—Me encuentro bien —me encogí de hombros—. ¿Y tú qué tal?

—Nada que no pueda sobrellevarse —sonrió—. Te he pedido algo de comida, la tienes en el saloncito. Harry me recordó que comes con más frecuencia que nosotros.

Presté más atención en el acto.

— ¿Ha telefoneado?

—No —contestó, y vio cómo aparecía la desilusión en mi rostro—. Fue antes de que saliéramos.

Me tomó de la mano con delicadeza y me llevó al saloncito de la suite. Se oía un zumbido bajo de voces procedente de la televisión. Liam estaba sentado inmóvil en la mesa que había en una esquina, con los ojos puestos en las noticias, pero sin prestarles atención alguna.

Me senté en el suelo al lado de la mesita de café donde me esperaba una bandeja de comida y empecé a picotear sin darme cuenta de lo que ingería.

niall se sentó en el brazo del sofá y miró a la televisión con gesto ausente, igual que liam.

Comí lentamente, observando, mirando también de hito en hito a liam. Me percaté de que estaban demasiado quietos. No apartaban la vista de la pantalla, aunque acababan de aparecer los anuncios.

Empujé la bandeja a un lado, con el estómago repentinamente revuelto. Niall me miró.

— ¿Qué es lo que va mal, niall?

—Todo va bien —abrió los ojos con sorpresa, con expresión sincera... y no me creí nada.

— ¿Qué hacemos aquí?

—Esperar a que nos llamen Carlisle y harry.

— ¿Y no deberían haber telefoneado ya?

Me pareció que me iba acercando al meollo del asunto. Los ojos de niall revolotearon desde los míos hacia el teléfono que estaba encima de su bolso; luego volvió a mirarme.

— ¿Qué significa eso? —me temblaba la voz y luché para controlarla—. ¿Qué quieres decir con que no han llamado?

—Simplemente que no tienen nada que decir.

Pero su voz sonaba demasiado monótona y el aire se me hizo más difícil de respirar.

De repente, liam se situó junto a niall, más cerca de mí de lo habitual.

—Lou —dijo con una voz sospechosamente tranquilizadora—, no hay de qué preocuparse. Aquí estás completamente a salvo.

—Ya lo sé.

—Entonces, ¿de qué tienes miedo? —me preguntó confundido. Aunque podía sentir el tono de mis emociones, no comprendía el motivo.

—Ya oíste a Laurent —mi voz era sólo un susurro, pero estaba seguro de que podía oírme—. Dijo que James era mortífero. ¿Qué pasa si algo va mal y se separan? Si cualquiera de ellos sufriera algún daño, Carlisle, Emmett, harry... —Tragué saliva—. Si esa mujer brutal le hace daño a Esme... —hablaba cada vez más alto, y en mi voz apareció una nota de histeria—. ¿Cómo podré vivir después sabiendo que fue por mi culpa? Ninguno de vosotros debería arriesgarse por mí...

—louis, Lou, para... —me interrumpió liam, pronunciando con tal rapidez que me resultaba difícil entenderle—. Te preocupas por lo que no debes, Lou. Confía en mí en esto: ninguno de nosotros está en peligro. Ya soportas demasiada presión tal como están las cosas, no hace falta que le añadas todas esas innecesarias preocupaciones. ¡Escúchame! —Me ordenó, porque yo había vuelto la mirada a otro lado—. Nuestra familia es fuerte y nuestro único temor es perderte.

—Pero ¿por qué...?

Niall le interrumpió esta vez, tocándome la mejilla con sus dedos fríos.

—harry lleva solo casi un siglo y ahora te ha encontrado. No sabes cuánto ha cambiado, pero nosotros sí lo vemos, después de llevar juntos tanto tiempo. ¿Crees que podríamos mirarle a la cara los próximos cien años si te pierde?

La culpa remitió lentamente cuando me sumergí en sus ojos oscuros. Pero, incluso mientras la calma se extendía sobre mí, no podía confiar en mis sentimientos en presencia de liam.

Había sido un día muy largo.

Permanecimos en la habitación. niall llamó a recepción y les pidió que no enviaran a las mujeres de la limpieza para arreglar el cuarto. Las ventanas permanecieron cerradas, con la televisión encendida, aunque nadie la miraba. Me traían la comida a intervalos regulares. El móvil plateado parecía aumentar de tamaño conforme pasaban las horas.

Mis niñeros soportaban mejor que yo la incertidumbre. Yo me movía nerviosamente, andaba de un lado para otro y ellos sencillamente cada vez parecían más inmóviles, dos estatuas cuyos ojos me seguían imperceptiblemente mientras me movía. Intenté mantenerme ocupado memorizando la habitación: el diseño de la tela del sofá dispuesto en bandas de color canela, melocotón, crema, dorado mate y canela otra vez. Algunas veces me quedaba mirando fijamente las láminas abstractas, intentando encontrar figuras reconocibles en las formas, del mismo modo que las imaginaba en las nubes cuando era niño. Descubrí una mano azul, una mujer que se peinaba y un gato estirándose, pero dejé de hacerlo cuando un pálido círculo rojo se convirtió en un ojo al acecho.

Me fui a la cama, sólo por hacer algo, al morir la tarde. Albergaba la esperanza de que los miedos que merodeaban en el umbral de la consciencia, incapaces de burlar la escrupulosa vigilancia de liam, reaparecieran si permanecía solo en la penumbra.

Pero como por casualidad, niall me siguió, como si por pura coincidencia se hubiera cansado del saloncito al mismo tiempo que yo. Empezaba a preguntarme qué clase de instrucciones le había dado exactamente harry. Me tumbé en la cama y él se sentó a mi lado con las piernas entrecruzadas. Lo ignoré al principio, pero de repente me sentí demasiado cansado para dormir. Al cabo de varios minutos hizo acto de presencia el pánico que se había mantenido a raya en presencia de liam. Entonces, deseché rápidamente la idea de dormir, y me aovillé, sujetándome las rodillas contra el cuerpo con los brazos.

— ¿niall?

— ¿Sí?

Hice un esfuerzo por aparentar calma y pregunté:

— ¿Qué crees que están haciendo?

—Carlisle quería conducir al rastreador al norte tanto como fuera posible, esperar que se les acercara para dar la vuelta y emboscarlo. Esme y Rosalie se dirigirían al oeste con la mujer a la zaga el máximo tiempo posible. Si ésta se volvía, entonces tenían que regresar a Forks y vigilar a tu padre. Imagino que todo debe de ir bien, ya que no han llamado. Eso significa que el rastreador debe de estar lo bastante cerca de ellos como para que no quieran arriesgarse a que se entere de algo por casualidad.

— ¿Y Esme?

—Seguramente habrá regresado a Forks. No puede llamar por si hay alguna posibilidad de que la mujer escuche algo. Confío en que todos tengan mucho cuidado con eso.

— ¿Crees de verdad que están bien?

—Lou, ¿cuántas veces hemos de decirte que no corremos peligro?

—De todos modos, ¿me dirías la verdad?

—Sí. Siempre te la diré.

Parecía hablar en serio. Me lo pensé un rato y al final me convencí de que realmente estaba siendo sincero.

—Entonces dime, ¿cómo se convierte uno en vampiro?

Mi pregunta lo sorprendió con la guardia bajada. Se quedó quieto. Me volví para mirarle la cara y vi que su expresión era vacilante.

—harry no quiere que te lo cuente —respondió con firmeza, aunque me di cuenta de que el estaba en desacuerdo con esa postura.

—Eso no es jugar limpio. Creo que tengo derecho a saberlo.

—Ya lo sé.

Le miré, expectante.

niall suspiró.

—Se va a enfadar muchísimo.

—No es de su incumbencia. Esto es entre tú y yo. Niall, te lo estoy pidiendo como amigo.

Y en cierto modo nosotros lo éramos ahora, tal como el seguramente habría sabido desde mucho antes por sus visiones.

Me miró con sus ojos sabios, espléndidos... mientras tomaba la decisión.

—Te contaré cómo se desarrolla el proceso —dijo finalmente—, pero no recuerdo cómo me sucedió, no lo he hecho ni he visto hacerlo a nadie, así que ten claro que sólo te puedo explicar la teoría.

Esperé:

—Nuestros cuerpos de depredador disponen de un verdadero arsenal de armas. Fuerza, velocidad, sentidos muy agudos, y eso sin tener en cuenta a aquellos de nosotros que como harry, liam o yo mismo también poseemos poderes extrasensoriales. Además, resultamos físicamente atractivos a nuestras presas, como una flor carnívora.

Permanecí inmóvil mientras recordaba de qué forma tan deliberada me había demostrado harry eso mismo en el prado.

Esbozó una sonrisa amplia y ominosa.

—Tenemos también otra arma de escasa utilidad. Somos ponzoñosos —añadió con los dientes brillantes—. Esa ponzoña no mata, simplemente incapacita. Actúa despacio y se extiende por todo el sistema circulatorio, de modo que ninguna presa se encuentra en condiciones físicas de resistirse y huir de nosotros una vez que le hemos mordido. Es poco útil, como te he dicho, porque no hay víctima que se nos escape en distancias cortas, aunque, claro, siempre hay excepciones. Carlisle, por ejemplo.

—Así que si se deja que la ponzoña se extienda... —murmuré.

—Completar la transformación requiere varios días, depende de cuánta ponzoña haya en la sangre y cuándo llegue al corazón. Mientras el corazón siga latiendo se sigue extendiendo, curando y transformando el cuerpo conforme llega a todos los sitios. La conversión finaliza cuando se para el corazón, pero durante todo ese lapso de tiempo, la víctima desea la muerte a cada minuto.

Temblé.

—No es agradable, ya te lo dije.

—harry me dijo que era muy difícil de hacer... Y no le entendí bien —confesé.

—En cierto modo nos asemejamos a los tiburones. Una vez que hemos probado la sangre o al menos la hemos olido, da igual, se hace muy difícil no alimentarse. Algunas veces resulta imposible. Así que ya ves, morder realmente a alguien y probar la sangre puede iniciar la vorágine. Es difícil para todos: el deseo de sangre por un lado para nosotros, y por otro el dolor horrible para la víctima.

— ¿Por qué crees que no lo recuerdas?

—No lo sé. El dolor de la transformación es el recuerdo más nítido que suelen tener casi todos de su vida humana —su voz era melancólica—. Sin embargo, yo no recuerdo nada de mi existencia anterior.

Estuvimos allí tumbados, ensimismadas cada uno en nuestras meditaciones. Transcurrieron los segundos, y estaba tan perdido en mis pensamientos que casi había olvidado su presencia.

Entonces, niall saltó de la cama sin mediar aviso alguno y cayó de pie con un ágil movimiento. Sorprendido, volví rápidamente la cabeza para mirarlo.

—Algo ha cambiado.

Su voz era acuciante, pero no me reveló nada más.

Alcanzó la puerta al mismo tiempo que liam. Con toda seguridad, éste había oído nuestra conversación y la repentina exclamación. Le puso las manos en los hombros y guio a niall otra vez de vuelta a la cama, sentándolo en el borde.

— ¿Qué ves? —preguntó liam, mirándolo fijamente a los ojos, todavía concentrados en algo muy lejano. Me senté junto a el y me incliné para poder oír su voz baja y rápida.

—Veo una gran habitación con recuadros y espejos por todas partes. El piso es de madera. James se encuentra allí, esperando. Hay algo dorado... una banda dorada que cruza los espejos.

— ¿Dónde está la habitación?

—No lo sé. Aún falta algo, una decisión que no se ha tomado todavía.

— ¿Cuánto tiempo queda para que eso ocurra?

—Es pronto, estará en la habitación hoy o quizás mañana. Se encuentra a la espera y ahora permanece en la penumbra.

La voz de liam era metódica, actuaba con la tranquilidad de quien tiene experiencia en ese tipo de interrogatorios.

— ¿Qué hace ahora?

—Ver la televisión a oscuras en algún sitio... no, es un vídeo.

— ¿Puedes ver dónde se encuentra?

—No, hay demasiada oscuridad.

— ¿Hay algún otro objeto en la habitación del espejo?

—Sólo veo espejos y  recuadros con una especie de banda dorada que rodea la habitación. También hay un gran equipo de música y un televisor encima de una mesa negra. Ha colocado allí un vídeo, pero no lo mira de la misma forma que lo hacía en la habitación a oscuras —sus ojos erraron sin rumbo fijo, y luego se centraron en el rostro de liam—. Esa es la habitación donde espera.

— ¿No hay nada más?

El negó con la cabeza; luego, se miraron el uno al otro, inmóviles.

— ¿Qué significa? —pregunté.

Nadie me contestó durante unos instantes; luego, liam me miró.

—Significa que el rastreador ha cambiado de planes y ha tomado la decisión que lo llevará a la habitación del espejo y a la sala oscura.

—Pero no sabemos dónde están.

—Bueno, pero sí sabemos que no le están persiguiendo en las montañas al norte de Washington. Se les escapará —concluyó niall lúgubremente.

— ¿No deberíamos llamarlos? —pregunté. Ellos intercambiaron una mirada seria, indecisos.

El teléfono sonó.

Niall cruzó la habitación antes de que pudiera alzar el rostro para mirarlo.

Pulsó un botón y se lo acercó al oído, aunque no fue el primera en hablar.

—Carlisle —susurró. A mí no me pareció sorprendido ni aliviado—. Sí —dijo sin dejar de mirarme; permaneció a la escucha un buen rato—. Acabo de verlo —afirmó, y le describió la reciente visión—. Fuera lo que fuera lo que le hizo tomar ese avión, seguramente le va conducir a esas habitaciones —hizo una pausa—. Sí —contestó al teléfono, y luego me llamó—. ¿louis?

Me alargó el teléfono y corrí hacia el mismo.

— ¿Diga? —murmuré.

—Louis —dijo harry.

— ¡Oh, harry! Estaba muy preocupado.

—Louis —suspiró, frustrado—. Te dije que no te preocuparas de nadie que no fueras tú mismo.

Era tan increíblemente maravilloso oír su voz que mientras él hablaba sentí cómo la nube de desesperación que planeaba sobre mí ascendía y se disolvía.

— ¿Dónde estás?

—En los alrededores de Vancouver. Lo siento, louis, pero lo hemos perdido. Parecía sospechar de nosotros y ha tenido la precaución de permanecer lo bastante lejos para que no pudiera leerle el pensamiento. Se ha ido, parece que ha tomado un avión. Creemos que ha vuelto a Forks para empezar de nuevo la búsqueda.

Oía detrás de mí cómo niall ponía al día a liam. Hablaba con rapidez, las palabras se atropellaban unas a otras, formando un zumbido constante.

—Lo sé. Niall vio que se había marchado.

—Pero no tienes de qué preocuparte, no podrá encontrar nada que le lleve hasta ti. Sólo tienes que permanecer ahí y esperar hasta que le encontremos otra vez.

—Me encuentro bien. ¿Está Esme con Charlie?

—Sí, la mujer ha estado en la ciudad. Entró en la casa mientras Charlie estaba en el trabajo. No temas, no se le ha acercado. Está a salvo, vigilado por Esme y Rosalie.

— ¿Qué hace ella ahora?

—Probablemente, intenta conseguir pistas. Ha merodeado por la ciudad toda la noche. Rosalie la ha seguido hasta las cercanías del aeropuerto, por todas las carreteras alrededor de la ciudad, en la escuela... Está rebuscando por todos lados, louis, pero no va a encontrar nada.

— ¿Estás seguro de que Charlie está a salvo?

—Sí, Esme no le pierde de vista; y nosotros volveremos pronto. Si el rastreador se acerca a Forks, le atraparemos.

—Te echo de menos —murmuré.

—Ya lo sé, louis. Créeme que lo sé. Es como si te hubieras llevado una mitad de mí contigo.

—Ven y recupérala, entonces —le reté.

—Pronto, en cuanto pueda, pero antes me aseguraré de que estás a salvo —su voz se había endurecido.

—Te quiero —le recordé.

— ¿Me crees si te digo que, a pesar del trago que te estoy haciendo pasar, también te quiero?

—Desde luego que sí, claro que te creo.

—Me reuniré contigo enseguida.

—Te esperaré.

La nube de abatimiento se volvió a cernir sobre mí sigilosamente en cuanto se cortó la comunicación.

Me giré para devolver el móvil a niall y los encontré a él y a liam inclinados sobre la mesa. El dibujaba un boceto en un trozo del papel con el membrete del hotel. Me incliné sobre el respaldo del sofá para mirar por encima de su hombro.

Había pintado una habitación grande y rectangular, con una pequeña sección cuadrada al fondo. Las tablas de madera del suelo se extendían a lo largo de toda la estancia. En la parte inferior de las paredes había unas líneas que atravesaban horizontalmente los espejos, y también una banda larga, a la altura de la cintura, que recorría las cuatro paredes. Alice había dicho que era una banda dorada.

—Es un estudio de baile—dije al reconocer de pronto el aspecto familiar del cuarto.

Me miraron sorprendidos.

— ¿Conoces esta habitación?

La voz de liam sonaba calmada, pero debajo de esa tranquila apariencia fluía una corriente subterránea de algo que no pude identificar.

niall inclinó la cabeza hacia su dibujo, moviendo rápidamente ahora su mano por la página; en la pared del fondo fue tomando forma una salida de emergencia y en la esquina derecha de la pared frontal, una televisión y un equipo de música encima de una mesa baja.

—Se parece a una escuela a la que solía ir para aprender a bailar cuando tenía ocho o nueve años. Tenía el mismo aspecto —toqué la página donde destacaba la sección cuadrada, que luego se estrechaba en la parte trasera de la habitación—. Aquí se encontraba el baño, y esa puerta daba a otra clase, pero el aparato de música estaba aquí —señalé la esquina izquierda—. Era más viejo, y no había televisor. También había una ventana en la sala de espera, que se podía ver desde este sitio si te colocabas aquí.

Niall y liam me miraban fijamente.

— ¿Estás seguro de que es la misma habitación? —me preguntó liam, todavía tranquilo.

—No, no del todo. Supongo que todos los estudios de baile son muy parecidos, todos tienen espejos y barras y esos recuadros, supongo—deslicé un dedo a lo largo de la barra situada junto a los espejos—. Sólo digo que su aspecto me resulta familiar.

Toqué la puerta del boceto, colocada exactamente en el mismo sitio donde se encontraba la que yo recordaba.

— ¿Tendría algún sentido que quisieras ir allí ahora? —me preguntó niall, interrumpiendo mis recuerdos.

—No, no he puesto un pie allí desde hace por lo menos diez años. Era un alumno horrible, hasta el punto de que me ponían en la última fila en todas las actuaciones —reconocí.

— ¿Y no puede guardar algún tipo de relación contigo ahora? —inquirió niall con suma atención.

—No, ni siquiera creo que siga perteneciendo a la misma persona. Estoy seguro de que debe de ser otro estudio de baile en cualquier otro sitio.

— ¿Dónde está el estudio en el que asistías a clase? —me preguntó liam con fingida indiferencia.

—Estaba justo en la esquina de la calle donde vivía mi madre, solía pasar por allí después de la escuela... —dejé la frase inconclusa, pero me percaté del intercambio de miradas entre niall  y liam.

—Entonces, ¿está aquí?, ¿en Phoenix? —el tono de la voz de éste seguía pareciendo imperturbable.

—Sí —murmuré—. En la 58 esquina con Cactus.

Nos quedamos todos sentados contemplando fijamente el dibujo.

—niall, ¿es seguro este teléfono?

—Sí —me garantizó—. Si rastrean el número, la pista los llevará a Washington.

—Entonces puedo usarlo para llamar a mi madre.

—Creía que estaba en Florida.

—Así es, pero va a volver pronto y no puede ir a esa casa mientras. .. —me tembló la voz.

No dejaba de darle vueltas a un detalle que había comentado harry. La mujer pelirroja había estado en casa de Charlie y en la escuela, donde figuraban mis datos.

— ¿Cómo la puedes localizar?

—No tienen número fijo, salvo en casa, aunque se supone que mamá comprueba si tiene mensajes en el contestador de vez en cuando.

— ¿liam? —preguntó niall.

El aludido se lo pensó.

—No creo que esto ocasione daño alguno, aunque asegúrate de no revelar tu paradero, claro.

Tomé el móvil con impaciencia y marqué el número que me era tan familiar. Sonó cuatro veces; luego, oí la voz despreocupada de mi madre pidiendo que dejara un mensaje.

—Mamá —dije después del pitido—, soy yo, louis. Escucha, necesito que hagas algo. Es importante. Llámame a este número en cuanto oigas el mensaje —niall ya estaba a mi lado, escribiéndomelo en la parte inferior del dibujo, y lo leí cuidadosamente dos veces—. Por favor, no vayas a ninguna parte hasta que no hablemos. No te preocupes, estoy bien, pero llámame enseguida, no importa lo tarde que oigas el mensaje, ¿vale? Te quiero, mamá, adios.

Cerré los ojos y recé con todas mis fuerzas para que no llegara a casa por algún cambio imprevisto de planes antes de oír mi mensaje.

Me acomodé en el sofá y picoteé las sobras de fruta de un plato al tiempo que me iba haciendo a la idea de que la tarde sería larga. Pensé en llamar a Charlie, pero no estaba seguro de si ya habría llegado a casa o no. Me concentré en las noticias, buscando historias sobre Florida o sobre el entrenamiento de primavera, además de huelgas, huracanes o ataques terroristas, cualquier cosa que provocase un regreso anticipado.

La inmortalidad debe de ayudar mucho a ejercitar la paciencia. Ni liam ni niall parecían sentir la necesidad de hacer nada en especial. Durante un rato, niall dibujó un diseño vago de la habitación oscura que había visto en su visión, a la luz débil de la televisión. Pero cuando terminó, simplemente se quedó sentado, mirando las blancas paredes con sus ojos azules. Tampoco liam parecía tener la necesidad de pasear, inspeccionar el exterior por un lado de las cortinas, o salir corriendo de la habitación como me ocurría a mí.

Debí de quedarme dormido en el sofá mientras esperaba que volviera a sonar el móvil. El frío tacto de las manos de niall me despertó bruscamente cuando me llevó a la cama, pero volví a caer inconsciente otra vez antes de que mi cabeza descansara sobre la almohada.
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Mensaje por diana perez tellez Sáb 08 Feb 2014, 1:48 pm

La Llamada
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Me percaté de que otra vez era demasiado temprano en cuanto me desperté. Sabía que estaba invirtiendo progresivamente el horario habitual del día y de la noche. Me quedé tumbado en la cama y escuché las voces tranquilas de liam y niall en la otra habitación. Resultaba muy extraño que hablaran lo bastante alto como para que los escuchara. Rodé rápidamente sobre la cama y me incorporé. Luego, me dirigí trastabillando hacia el saloncito.

El reloj que había sobre la televisión marcaba las dos de la madrugada. Niall y liam se sentaban juntos en el sofá. niall estaba dibujando otra vez, liam miraba el boceto por encima del hombro de ésta. Estaban tan absortos en el trabajo de niall que no miraron cuando entré.

Me arrastré hasta el lado de liam para echar un vistazo.

— ¿Ha visto algo más? —pregunté en voz baja.

—Sí. Algo le ha hecho regresar a la habitación donde estaba el vídeo, y ahora está iluminada.

Observé a niall dibujar una habitación cuadrada con vigas oscuras en el techo bajo. Las paredes estaban cubiertas con paneles de madera, un poco más oscuros de la cuenta, pasados de moda. Una oscura alfombra estampada cubría el suelo. Había una ventana grande en la pared sur y en la pared oeste un vano que daba a una sala de estar. Uno de los lados de esta entrada era de piedra y en él se abría una gran chimenea de color canela que daba a ambas habitaciones. Desde este punto de vista, el centro de la imagen lo ocupaban una televisión y un vídeo —en equilibrio un tanto inestable sobre un soporte de madera demasiado pequeño para los dos—, que se encontraban en la esquina sudoeste de la habitación. Un viejo sofá de módulos se curvaba en frente de la televisión con una mesita de café redonda delante.

—El teléfono está allí —susurré e indiqué el lugar.

Dos pares de ojos eternos se fijaron en mí.

—Es la casa de mi madre.

Niall ya se había levantado del sofá de un salto con el móvil en la mano; empezó a marcar. Contemplé ensimismado la precisa interpretación de la habitación donde se reunía la familia de mi madre. liam se acercó aún más a mí, cosa rara en él, y me puso la mano suavemente en el hombro. El contacto físico acentuó su influjo tranquilizador. La sensación de pánico se difuminó y no llegó a tomar forma.

Los labios de niall temblaban debido a la velocidad con la que hablaba, por lo que no pude descifrar ese sordo zumbido. No podía concentrarme.

—Lou—me llamó niall. Lo miré atontado—. Louis, harry viene a buscarte. Emmett, Carlisle y él te van a recoger para esconderte durante un tiempo.

— ¿Viene harry?

Aquellas palabras se me antojaron como un chaleco salvavidas al que sujetarme para mantener la cabeza fuera de una riada.

—Sí. Va a tomar el primer vuelo que salga de Seattle. Lo recogeremos en el aeropuerto y te irás con él.

—Pero, mi madre... —a pesar de liam, la histeria burbujeaba en mi voz—. ¡El rastreador ha venido a por mi madre, niall!

—liam y yo nos aseguraremos de que esté a salvo.

—No puedo ganar a la larga, niall. No podéis proteger a toda la gente que conozco durante toda la vida. ¿No ves lo que está haciendo? No me persigue directamente a mí, pero encontrará y hará daño a cualquier persona que yo ame... niall, no puedo...

—Le atraparemos, louis —me aseguro.

— ¿Y si te hiere, nialler? ¿Crees que eso me va a parecer bien? ¿Crees que sólo puede hacerme daño a través de mi familia humana?

Niall miro a liam de forma significativa. Una espesa niebla y un profundo letargo se apoderaron de mí y los ojos se me cerraron sin que pudiera evitarlo. Mi mente luchó contra la niebla cuando me di cuenta de lo que estaba pasando. Forcé a mis ojos para que se abrieran y me levanté, alejándome de la mano de liam.

—No quiero volverme a dormir —protesté enfadado.

Caminé hacia mi habitación y cerré la puerta, en realidad, casi di un portazo para dejarme caer en la cama, hecho pedazos, con cierta privacidad. Niall no me siguió en esta ocasión. Estuve contemplando la pared durante tres horas y media, hecho un ovillo, meciéndome. Mi mente vagabundeaba en círculos, intentando salir de alguna manera de esta pesadilla. Pero no había forma de huir, ni indulto posible. Sólo veía un único y sombrío final que se avecinaba en mi futuro. La única cuestión era cuánta gente iba a resultar herida antes de que eso ocurriera.

El único consuelo, la única esperanza que me quedaba era saber que vería pronto a harry. Quizás, sería capaz de hallar la solución que ahora me rehuía sólo con volverle a ver.

Regresé al salón, sintiéndome un poco culpable por mi comportamiento, cuando sonó el móvil. Esperaba que ninguno de los dos se hubiera enfadado, que supieran cuánto les agradecía los sacrificios que hacían por mí.

Niall hablaba tan rápido como de costumbre, pero lo que me llamó la atención fue que, por primera vez, liam no se hallaba en la habitación. Miré el reloj; eran las cinco y media de la mañana.

—Acaban de subir al avión. Aterrizarán a las nueve cuarenta y cinco —dijo niall; sólo tenía que seguir respirando unas cuantas horas más hasta que él llegara.

— ¿Dónde está liam?

—Ha ido a reconocer el terreno.

— ¿No os vais a quedar aquí?

—No, nos vamos a instalar más cerca de la casa de tu madre.

Sentí un retortijón de inquietud en el estómago al escuchar sus palabras, pero el móvil sonó de nuevo, lo que hizo que abandonara mi preocupación por el momento. Niall parecía sorprendido, pero yo ya había avanzado hacia él esperanzado.

— ¿Diga? —Contestó niall—. No, está aquí —me pasó el teléfono y anunció «Tu madre», articulando para que le leyera los labios.

— ¿Diga?

— ¿louis? ¿Estás ahí?

Era la voz de mi madre, con ese timbre familiar que le había oído miles de veces en mi infancia cada vez que me acercaba demasiado al borde de la acera o me alejaba demasiado de su vista en un lugar atestado de gente. Era el timbre del pánico.

Suspiré. Me lo esperaba, aunque, a pesar del tono urgente de mi llamada, había intentado que mi mensaje fuera lo menos alarmante posible.

—Tranquilízate, mamá —contesté con la más sosegada de las voces mientras me separaba lentamente de niall. No estaba seguro de poder mentir de forma convincente con sus ojos fijos en mí—. Todo va bien, ¿de acuerdo? Dame un minuto nada más y te lo explicaré todo, te lo prometo.

Hice una pausa, sorprendido de que no me hubiera interrumpido ya.

— ¿Mamá?

—Ten mucho cuidado de no soltar prenda hasta que haya dicho todo lo que tengo que decir —la voz que acababa de escuchar me fue tan poco familiar como inesperada. Era una voz de hombre, afinada, muy agradable e impersonal, la clase de voz que se oye de fondo en los anuncios de deportivos de lujo. Hablaba muy deprisa—. Bien, no tengo por qué hacer daño a tu madre, así que, por favor, haz exactamente lo que te diga y no le pasará nada —hizo una pausa de un minuto mientras yo escuchaba mudo de horror—. Muy bien —me felicitó—. Ahora repite mis palabras, y procura que parezca natural. Por favor, di: «No, mamá, quédate donde estás».

—No, mamá, quédate donde estás —mi voz apenas sobrepasaba el volumen de un susurro.

—Empiezo a darme cuenta de que esto no va a ser fácil —la voz parecía divertida, todavía agradable y amistosa—. ¿Por qué no entras en otra habitación para que la expresión de tu rostro no lo eche todo a perder? No hay motivo para que tu madre sufra. Mientras caminas, por favor, di: «Mamá, por favor, escúchame». ¡Venga, dilo ya!

—Mamá, por favor, escúchame —supliqué.

Me encaminé muy despacio hacia el dormitorio sin dejar de sentir la mirada preocupada de niall clavada en mi espalda.

Cerré la puerta al entrar mientras intentaba pensar con claridad a pesar del pavor que nublaba mi mente.

— ¿Hay alguien donde te encuentras ahora? Contesta sólo sí o no.

—No.

—Pero todavía pueden oírte, estoy seguro.

—Sí.

—Está bien, entonces —continuó la voz amigable—, repite: «Mamá, confía en mí».

—Mamá, confía en mí.

—Esto ha salido bastante mejor de lo que yo creía. Estaba dispuesto a esperar, pero tu madre ha llegado antes de lo previsto. Es más fácil de este modo, ¿no crees? Menos suspenso y menos ansiedad para ti.

Esperé.

—Ahora, quiero que me escuches con mucho cuidado. Necesito que te alejes de tus amigos, ¿crees que podrás hacerlo? Contesta sí o no.

—No.

—Lamento mucho oír eso. Esperaba que fueras un poco más imaginativo. ¿Crees que te sería más fácil separarte de ellos si la vida de tu madre dependiera de ello? Contesta sí o no.

No sabía cómo, pero debía encontrar la forma. Recordé que nos íbamos a dirigir al aeropuerto. El Sky Harbor International siempre estaba atestado, y tal y como lo habían diseñado era fácil perderse...

—Eso está mejor. Estoy seguro de que no va a ser fácil, pero si tengo la más mínima sospecha de que estás acompañado, bueno... Eso sería muy malo para tu madre —prometió la voz amable—. A estas alturas ya debes saber lo suficiente sobre nosotros para comprender la rapidez con la que voy a saber si acudes acompañado o no, y qué poco tiempo necesito para cargarme a tu madre si fuera necesario. ¿Entiendes? Responde sí o no.

—Sí —mi voz se quebró.

—Muy bien, lou. Esto es lo que has de hacer. Quiero que vayas a casa de tu madre. Hay un número junto al teléfono. Llama, y te diré adonde tienes que ir desde allí —me hacía idea de adonde iría y dónde terminaría aquel asunto, pero, a pesar de todo, pensaba seguir las instrucciones con exactitud—. ¿Puedes hacerlo? Contesta sí o no.

—Y que sea antes de mediodía, por favor, louis. No tengo todo el día —pidió con extrema educación.

— ¿Dónde está Phil? —pregunté secamente.

—Ah, y ten cuidado, louis. Espera hasta que yo te diga cuándo puedes hablar, por favor.

Esperé.

—Es muy importante ahora que no hagas sospechar a tus amigos cuando vuelvas con ellos. Diles que ha llamado tu madre, pero que la has convencido de que no puedes ir a casa por lo tarde que es. Ahora, responde después de mí: «Gracias, mamá». Repítelo ahora.

—Gracias, mamá.

Rompí a llorar, a pesar de que intenté controlarme.

—Di: «Te quiero, mamá. Te veré pronto». Dilo ya.

—Te quiero, mamá —repetí con voz espesa—. Te veré pronto.

—Adiós, louis. Estoy deseando verte de nuevo.

Y colgó.

Mantuve el móvil pegado al oído. El miedo me había agarrotado los dedos y no conseguía estirar la mano para soltarlo.

Sabía que debía ponerme a pensar, pero el sonido de la voz aterrada de mi madre ocupaba toda mi mente. Transcurrieron varios segundos antes de que recobrara el control.

Despacio, muy despacio, mis pensamientos consiguieron romper el espeso muro del dolor. Planes, tenía que hacer planes, aunque ahora no me quedaba más opción que ir a la habitación llena de espejos y morir. No había ninguna otra garantía, nada con lo que pudiera salvar la vida de mi madre. Mi única esperanza era que James se diera por satisfecho con ganar la partida, que derrotar a harry fuera suficiente. Me agobiaba la desesperación, porque no había nada con lo que pudiera negociar, nada que le importara para ofrecer o retener. Pero por muchas vueltas que le diera no había ninguna otra opción. Tenía que intentarlo.

Situé el pánico en un segundo plano lo mejor que pude. Había tomado la decisión. No servía para nada perder tiempo angustiándome sobre el resultado. Debía pensar con claridad, porque niall y liam me estaban esperando y era esencial, aunque parecía imposible, que consiguiera escaparme de ellos.

Me sentí repentinamente agradecido de que liam no estuviera. Hubiera sentido la angustia de los últimos cinco minutos de haber estado en la habitación del hotel, y en tal caso, ¿cómo iba a evitar sus sospechas? Contuve el miedo, la ansiedad, intentando sofocarlos. No podía permitírmelos ahora, ya que no sabía cuándo regresaría liam.

Me concentré en la fuga. Confiaba en que mi conocimiento del aeropuerto supusiera una baza a mi favor. Era prioritario alejar a niall como fuera...

Era consciente de que me esperaba en la otra habitación, curioso. Pero tenía que resolver otra cosa más en privado antes de que liam volviera.

Debía aceptar que no volvería a ver a harry nunca más, ni siquiera una última mirada que llevarme a la habitación de los espejos. Iba a herirle y no le podía decir adiós. Dejé que las oleadas de angustia me torturaran y me inundaran un rato. Entonces, también las controlé y fui a enfrentarme con niall.

La única expresión que podía adoptar sin meter la pata era la de un muerto, con gesto ausente. Lo vi alarmarse, y no quise darle ocasión de que me preguntara. Sólo tenía un guion preparado y no me sentía capaz de improvisar ahora.

—Mi madre estaba preocupada, quería venir a Phoenix —mi voz sonaba sin vida—. Pero todo va bien, la he convencido de que se mantenga alejada.

—Nos aseguraremos de que esté bien, Lou, no te preocupes.

Le di la espalda para evitar que me viera el rostro.

Mis ojos se detuvieron en un folio en blanco con membrete del hotel encima del escritorio. Me acerqué a él lentamente, con un plan ya formándose en mi cabeza. También había un sobre. Buena idea.

—Niall —pregunté despacio, sin volverme, manteniendo inexpresivo el tono de voz—, si escribo una carta para mi madre, ¿se la darás? Quiero decir si se la puedes dejar en casa.

—Sin duda, Lou —respondió con voz cautelosa, porque veía que estaba totalmente destrozado. Tenía que controlar mejor mis emociones.

Me dirigí de nuevo al dormitorio y me arrodillé junto a la mesita de noche para apoyarme al escribir.

—hazza... —garabateé.

Me temblaba la mano, tanto que las letras apenas eran legibles.

 

Te quiero. Lo siento muchísimo—. Tiene a mi madre en su poder y he de  intentarlo a pesar de saber que no funcionará.  Lo siento mucho, muchísimo.

No te enfades con niall y liam, si consigo escaparme de ellos será un milagro, dales las gracias de mi parte en especial a niall por favor.

Y te lo suplico por favor no le sigas, creo que eso es precisamente lo que quiere. No podría soportar que alguien saliera herido por mi culpa, especialmente tú, por favor es lo único que te pido. Hazlo por mí.

Te quiero, perdóname

 Lou x.

 

Doblé la carta con cuidado y sellé el sobre. Ojala que lo encontrara. Sólo podía esperar que lo entendiera y me hiciera caso, aunque fuera sólo esta vez.

Y también sellé cuidadosamente mi corazón.
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Mensaje por diana perez tellez Sáb 08 Feb 2014, 2:30 pm

El Juego del Escondite
larry stylinson - CREPUSCULO (LARRY STYLINSON Y NIAM) -TERMINADA- - Página 13 360117_KJJLTXGPODUCPBE

Todo el pavor, la desesperación y la devastación de mi corazón habían requerido menos tiempo del que había pensado. Los minutos transcurrían con mayor lentitud de lo habitual. Liam aún no había regresado cuando me reuní con niall. Me atemorizaba permanecer con él en la misma habitación —por miedo a lo que pudiera adivinar— tanto como rehuirlo, por el mismo motivo.

Creía que mis pensamientos torturados y volubles harían que fuera incapaz de sorprenderme por nada, pero me sorprendí de verdad cuando lo vi doblarse sobre el escritorio, aferrándose al borde con ambas manos.

— ¿niall?

No reaccionó cuando mencioné su nombre, pero movía la cabeza de un lado a otro. Vi su rostro y la expresión vacía y aturdida de su mirada. De inmediato pensé en mi madre. ¿Era ya demasiado tarde?

Me apresuré a acudir junto a él y sin pensarlo, extendí la mano para tocar la suya.

— ¡niall! —exclamó liam con voz temblorosa.

Este ya se hallaba a su lado, justo detrás, cubriéndole las manos con las suyas y soltando la presa que lo aferraba a la mesa. Al otro lado de la sala de estar, la puerta de la habitación se cerró sola con suave chasquido.

— ¿Qué ves? —exigió saber.

El apartó el rostro de mí y lo hundió en el pecho de liam.

—Louis—dijo niall.

—Estoy aquí —repliqué.

Aunque con una expresión ausente, niall giró la cabeza hasta que nuestras miradas se engarzaron. Comprendí inmediatamente que no me hablaba a mí, sino que había respondido a la pregunta de liam.

— ¿Qué has visto? —inquirí. Pero en mi voz átona e indiferente no había ninguna pregunta de verdad.

Liam me estudió con atención. Mantuve la expresión ausente y esperé. Estaba confuso y su mirada iba del rostro de niall al mío mientras sentía el caos... Yo había adivinado lo que acababa de ver niall.

Sentí que un remanso de tranquilidad se instalaba en mi interior, y celebré la intervención de liam, ya que me ayudaba a disciplinar mis emociones y mantenerlas bajo control.

Niall también se recobró y al final, con voz sosegada y convincente, contestó:

—En realidad, nada. Sólo la misma habitación de antes.

Por último, me miró con expresión dulce y retraída antes de preguntar:

— ¿Quieres desayunar?

—No, tomaré algo en el aeropuerto.

También yo me sentía muy tranquilo. Me fui al baño a darme una ducha. Por un momento creí que liam había compartido conmigo su extraño poder extrasensorial, ya que percibí la virulenta desesperación de niall, a pesar de que la ocultaba muy bien, desesperación porque yo saliera de la habitación y él se pudiera quedar a solas con liam. De ese modo, le podría contar que se estaban equivocando, que iban a fracasar...

Me preparé metódicamente, concentrándome en cada una de las pequeñas tareas. Me abrí la chaqueta, desparramándola por sobre mi torso. El pacífico estado de ánimo en que liam me había sumido cumplió su cometido y me ayudó a pensar con claridad y a planear. Rebusqué en mi petate hasta encontrar el calcetín lleno de dinero y lo vacié en mi cartera.

Ardía en ganas de llegar al aeropuerto y estaba de buen humor cuando nos marchamos a eso de las siete de la mañana. En esta ocasión, me senté solo en el asiento trasero mientras que niall reclinaba la espalda contra la puerta, con el rostro frente a liam, aunque cada pocos segundos me lanzaba miradas desde detrás de sus gafas de sol.

— ¿niall? —pregunté con indiferencia.

— ¿Sí? —contestó con prevención.

— ¿Cómo funcionan tus visiones? —miré por la ventanilla lateral y mi voz sonó aburrida—. harry me dijo que no eran definitivas, que las cosas podían cambiar.

El pronunciar el nombre de harry me resultó más difícil de lo esperado, y esa sensación debió alertar a liam, ya que poco después una fresca ola de serenidad inundó el vehículo.

—Sí, las cosas pueden cambiar... —murmuró, supongo que de forma esperanzada—. Algunas visiones se aproximan a la verdad más que otras, como la predicción meteorológica. Resulta más difícil con los hombres. Sólo veo el curso que van a tomar las cosas cuando están sucediendo. El futuro cambia por completo una vez que cambian la decisión tomada o efectúan otra nueva, por pequeña que sea.

Asentí con gesto pensativo.

—Por eso no pudiste ver a James en Phoenix hasta que no decidió venir aquí.

—Sí —admitió, mostrándose todavía cauteloso.

Y tampoco me había visto en la habitación de los espejos con James hasta que no accedí a reunirme con él. Intenté no pensar en qué otras cosas podría haber visto, ya que no quería que el pánico hiciera recelar aún más a liam. De todos modos, los dos iban a redoblar la atención con la que me vigilaban a raíz de la visión de niall. La situación se estaba volviendo imposible.

La suerte se puso de mi parte cuando llegamos al aeropuerto, o tal vez sólo era que habían mejorado mis probabilidades. El avión de harry iba a aterrizar en la terminal cuatro, la más grande de todas, pero tampoco era extraño que fuera así, ya que allí aterrizaban la mayor parte de los vuelos. Sin duda, era la terminal que más me convenía —la más grande y la que ofrecía mayor confusión—, y en el nivel tres había una puerta que posiblemente sería mi única oportunidad.

Aparcamos en el cuarto piso del enorme garaje. Fui yo quien los guie, ya que, por una vez, conocía el entorno mejor que ellos. Tomamos el ascensor para descender al nivel tres, donde bajaban los pasajeros. Niall y liam se entretuvieron mucho rato estudiando el panel de salida de los vuelos. Los escuchaba discutiendo las ventajas e inconvenientes de Nueva York, Chicago, Atlanta, lugares que nunca había visto, y que, probablemente, nunca vería.

Esperaba mi oportunidad con impaciencia, incapaz de evitar que mi pie zapateara en el suelo. Nos sentamos en una de las largas filas de sillas cerca de los detectores de metales. Liam y niall fingían observar a la gente, pero en realidad, sólo me observaban a mí. Ambos seguían de reojo todos y cada uno de mis movimientos en la silla. Me sentía desesperanzado. ¿Podría arriesgarme a correr? ¿Se atreverían a impedir que me escapara en un lugar público como éste? ¿O simplemente me seguirían?

Saqué de mi pantalón el sobre sin destinatario y lo coloqué encima del pantalón negro que llevaba niall; éste me miró sorprendido.

—Mi carta —le expliqué.

Asintió con la cabeza e introdujo el sobre en el bolso de la sudadera, de modo que harry lo encontraría relativamente pronto.

Los minutos transcurrían e iba acercándose el aterrizaje del avión en el que viajaba harry. Me sorprendía cómo cada una de mis células parecía ser consciente de su llegada y la anhelarla. Esa sensación me complicaba las cosas, y pronto me descubrí buscando excusas para quedarme a verle antes de escapar, pero sabía que eso me limitaba la posibilidad de huir.

niall se ofreció varias veces para acompañarme a desayunar. —Más tarde —le dije—, todavía no.

Estudié el panel de llegadas de los vuelos, comprobando cómo uno tras otro llegaban con puntualidad. El vuelo procedente de Seattle cada vez ocupaba una posición más alta en el panel.

Los dígitos volvieron a cambiar cuando sólo me quedaban treinta minutos para intentar la fuga. Su vuelo llegaba con diez minutos de adelanto, por lo que se me acababa el tiempo.

—Creo que me apetece comer ahora —dije rápidamente.

niall se puso de pie.

—Iré contigo.

— ¿Te importa que venga liam en tu lugar? —pregunté—. Me siento un poco... —no terminé la frase. Mis ojos estaban lo bastante enloquecidos como para transmitir lo que no decían las palabras.

Liam se levantó. La mirada de niall era confusa, pero, comprobé para alivio mío, que no sospechaba nada. Él debía de atribuir la alteración en su visión a alguna maniobra del rastreador, más que a una posible traición por mi parte.

Liam caminó junto a mí en silencio, con la mano en mis riñones, como si me estuviera guiando. Simulé falta de interés por las primeras cafeterías del aeropuerto con que nos encontramos, y movía la cabeza a izquierda y derecha en busca de lo que realmente quería encontrar: los servicios del nivel tres, que estaban a la vuelta de la esquina, lejos del campo de visión de niall.

— ¿Te importa? —pregunté a liam al pasar por delante—. Sólo será un momento.

— ¿quieres que te acompañe? —dijo él. Negué con la cabeza. — esperare aquí.

Eché a correr en cuanto la puerta se cerró detrás de mí. Recordé aquella ocasión en que me extravié por culpa de este baño, que tenía dos salidas.

Sólo tenía que dar un pequeño salto para ganar los ascensores cuando saliera por la otra puerta. No entraría en el campo de visión de liam si éste permanecía donde me había dicho. Era mi única oportunidad, por lo que tendría que seguir corriendo si él me veía. La gente se quedaba mirándome, pero los ignoré. Los ascensores estaban abiertos, esperando, cuando doblé la esquina. Me precipité hacia uno de ellos ——estaba casi lleno, pero era el que bajaba— y metí la mano entre las dos hojas de la puerta que se cerraba. Me acomodé entre los irritados pasajeros y me cercioré con un rápido vistazo de que el botón de la planta que daba a la calle estuviera pulsado. Estaba encendido cuando las puertas se cerraron.

Salí disparado de nuevo en cuanto se abrieron, a pesar de los murmullos de enojo que se levantaron a mi espalda. Anduve con lentitud mientras pasaba al lado de los guardias de seguridad, apostados junto a la cinta transportadora, preparada para correr tan pronto como viera las puertas de salida. No tenía forma de saber si liam ya me estaba buscando. Sólo dispondría de unos segundos si seguía mi olor. Estuve a punto de estrellarme contra los cristales mientras cruzaba de un salto las puertas automáticas, que se abrieron con excesiva lentitud.

No había ni un solo taxi a la vista a lo largo del atestado bordillo de la acera.

No me quedaba tiempo. Niall y liam estarían a punto de descubrir mi fuga, si no lo habían hecho ya, y me localizarían en un abrir y cerrar de ojos.

El servicio de autobús del hotel Hyatt acababa de cerrar las puertas a pocos pasos de donde me encontraba.

— ¡Espere! ——grité al tiempo que corría y le hacía señas al conductor.

—Éste es el autobús del Hyatt —dijo el conductor confundido al abrir la puerta.

—Sí. Allí es adónde voy —contesté con la respiración entrecortada, y subí apresuradamente los escalones.

Al no llevar equipaje, me miró con desconfianza, pero luego se encogió de hombros y no se molestó en hacerme más preguntas.

La mayoría de los asientos estaban vacíos. Me senté lo más alejado posible de los restantes viajeros y miré por la ventana, primero a la acera y después al aeropuerto, que se iba quedando atrás. No pude evitar imaginarme a harry de pie al borde de la calzada, en el lugar exacto donde se perdía mi pista. No puedes llorar aún, me dije a mí mismo. Todavía me quedaba un largo camino por recorrer.

La suerte siguió sonriéndome. En frente del Hyatt, una pareja de aspecto fatigado estaba sacando la última maleta del maletero de un taxi. Me bajé del autobús de un salto e inmediatamente me lancé hacia el taxi y me introduje en el asiento de atrás. La cansada pareja y el conductor del autobús me miraron fijamente.

Le indiqué al sorprendido taxista las señas de mi madre.

—Necesito llegar aquí lo más pronto posible.

—Pero esto está en Scottsdale —se quejó.

Arrojé cuatro billetes de veinte sobre el asiento.

— ¿Es esto suficiente?

—Sí, claro, muchacho, sin problema.

Me recliné sobre el asiento y crucé los brazos sobre el regazo. Las calles de la ciudad, que me resultaba tan familiar, pasaban rápidamente a nuestro lado, pero no me molesté ni en mirar por la ventanilla. Hice un gran esfuerzo por mantener el control y estaba resuelto a no perderlo llegada a aquel punto, ahora que había completado con éxito mi plan. No merecía la pena permitirme más miedo ni más ansiedad. El camino estaba claro, y sólo tenía que seguirlo.

Así pues, en lugar de eso cerré los ojos y pasé los veinte minutos de camino creyéndome con harry en vez de dejarme llevar por el pánico.

Imaginé que me había quedado en el aeropuerto a la espera de su llegada. Visualicé cómo me pondría de puntillas para verle el rostro lo antes posible, y la rapidez y el garbo con que él se deslizaría entre el gentío. Entonces, tan impaciente como siempre, yo recorrería a toda prisa los pocos metros que me separaban de él para cobijarme entre sus brazos de mármol, al fin a salvo.

Me pregunté adonde habríamos ido. A algún lugar del norte, para que él pudiera estar al aire libre durante el día, o quizás a algún paraje remoto en el que nos hubiéramos tumbado al sol, juntos otra vez. Me lo imaginé en la playa, con su piel destellando como el mar. No me importaba cuánto tiempo tuviéramos que ocultarnos. Quedarme atrapado en una habitación de hotel con él sería una especie de paraíso, con la cantidad de preguntas que todavía tenía que hacerle. Podría estar hablando con él para siempre, sin dormir nunca, sin separarme de él jamás.

Vislumbré con tal claridad su rostro que casi podía oír su voz, y en ese momento, a pesar del horror y la desesperanza, me sentí feliz. Estaba tan inmerso en mi ensueño escapista que perdí la noción del tiempo transcurrido.

—Eh, ¿qué número me dijo?

La pregunta del taxista pinchó la burbuja de mi fantasía, privando de color mis maravillosas ilusiones vanas. El miedo, sombrío y duro, estaba esperando para ocupar el vacío que aquéllas habían dejado.

—Cincuenta y ocho —contesté con voz ahogada.

Me miró nervioso, pensando que quizás me iba a dar un ataque o algo parecido.

—Entonces, hemos llegado.

El taxista estaba deseando que yo saliera del coche; probablemente, albergaba la esperanza de que no le pidiera las vueltas.

—Gracias —susurré.

No hacía falta que me asustara, me recordé. La casa estaba vacía. Debía apresurarme. Mamá me esperaba aterrada, y dependía de mí.

Subí corriendo hasta la puerta y me estiré con un gesto maquinal para tomar la llave de debajo del alero. Abrí la puerta. El interior permanecía a oscuras y deshabitado, todo en orden. Volé hacia el teléfono y encendí la luz de la cocina en el trayecto. En la pizarra blanca había un número de diez dígitos escrito a rotulador con caligrafía pequeña y esmerada. Pulsé los botones del teclado con precipitación y me equivoqué. Tuve que colgar y empezar de nuevo. En esta ocasión me concentré sólo en las teclas, pulsándolas con cuidado, una por una. Lo hice correctamente. Sostuve el auricular en la oreja con mano temblorosa. Sólo sonó una vez.

—Hola, louis ——contestó James con voz tranquila—. Lo has hecho muy deprisa. Estoy impresionado.

— ¿Se encuentra bien mi madre?

—Está estupendamente. No te preocupes, louis, no tengo nada contra ella. A menos que no vengas solo, claro —dijo esto con despreocupación, casi divertido.

—Estoy solo.

Nunca había estado más solo en toda mi vida.

—Muy bien. Ahora, dime, ¿conoces el estudio de ballet que se encuentra justo a la vuelta de la esquina de tu casa?

—Sí, sé cómo llegar hasta allí.

—Bien, entonces te veré muy pronto.

Colgué.

Salí corriendo de la habitación y crucé la puerta hacia el calor achicharrante de la calle.

No había tiempo para volver la vista atrás y contemplar mi casa. Tampoco deseaba hacerlo tal y como se encontraba ahora, vacía, como un símbolo del miedo en vez de un santuario. La última persona en caminar por aquellas habitaciones familiares había sido mi enemigo.

Casi podía ver a mi madre con el rabillo del ojo, de pie a la sombra del gran eucalipto donde solía jugar de niño; o arrodillada en un pequeño espacio no asfaltado junto al buzón de correos, un cementerio para todas las flores que había plantado. Los recuerdos eran mejores que cualquier realidad que hoy pudiera ver, pero aun así, los aparté de mi mente rápidamente y me encaminé hacia la esquina, dejándolo todo atrás.

Me sentía torpe, como si corriera sobre arena mojada. Parecía incapaz de mantener el equilibrio sobre el cemento. Tropecé varias veces, y en una ocasión me caí. Me hice varios rasguños en las manos cuando las apoyé en la acera para amortiguar la caída. Luego me tambaleé, para volver a caerme, pero finalmente conseguí llegar a la esquina. Ya sólo me quedaba otra calle más. Corrí de nuevo, jadeando, con el rostro empapado de sudor. El sol me quemaba la piel; brillaba tanto que su intenso reflejo sobre el cemento blanco me cegaba. Me sentía peligrosamente vulnerable. Añoré la protección de los verdes bosques de Forks, de mi casa, con una intensidad que jamás hubiera imaginado.

Al doblar la última esquina y llegar a Cactus, pude ver el estudio de ballet, que conservaba el mismo aspecto exterior que recordaba. La plaza de aparcamiento de la parte delantera estaba vacía y las persianas de todas las ventanas, echadas. No podía correr—más, me asfixiaba. El esfuerzo y el pánico me habían dejado extenuado. El recuerdo de mi madre era lo único que, un paso tras otro, me mantenía en movimiento.

Al acercarme vi el letrero colocado por la parte interior de la puerta. Estaba escrito a mano en papel rosa oscuro: decía que el estudio de danza estaba cerrado por las vacaciones de primavera. Aferré el pomo y lo giré con cuidado. Estaba abierto. Me esforcé por contener el aliento y abrí la puerta.

El oscuro vestíbulo estaba vacío y su temperatura era fresca. Se podía oír el zumbido del aire acondicionado. Las sillas de plástico estaban apiladas contra la pared y la alfombra olía a champú. El aula de danza orientada al oeste estaba a oscuras y podía verla a través de una ventana abierta con vistas a esa sala. El aula que daba al este, la habitación más grande, estaba iluminada a pesar de tener las persianas echadas.

Se apoderó de mí un miedo tan fuerte que me quedé literalmente paralizado. Era incapaz de dar un solo paso.

Entonces, la voz de mi madre me llamó con el mismo tono de pánico e histeria.

— ¿louis? ¿louis? —Me precipité hacia la puerta, hacia el sonido de su voz—. ¡louis, me has asustado! —Continuó hablando mientras yo entraba corriendo en el aula de techos altos—. ¡No lo vuelvas a hacer nunca más!

Miré a mí alrededor, intentando descubrir de dónde venía su voz. Entonces la oí reír y me giré hacia el lugar de procedencia del sonido.

Y allí estaba ella, en la pantalla de la televisión, alborotándome el pelo con alivio. Era el Día de Acción de Gracias y yo tenía doce años. Habíamos ido a ver a mi abuela el año anterior a su muerte. Fuimos a la playa un día y me incliné demasiado desde el borde del embarcadero. Me había visto perder pie y luego mis intentos de recuperar el equilibrio. « ¿Louis? ¿Louis?», me había llamado ella asustada.

La pantalla del televisor se puso azul.

Me volví lentamente. Inmóvil, James estaba de pie junto a la salida de emergencia, por eso no le había visto al principio. Sostenía en la mano el mando a distancia. Nos miramos el uno al otro durante un buen rato y entonces sonrió.

Caminó hacia mí y pasó muy cerca. Depositó el mando al lado del vídeo. Me di la vuelta con cuidado para seguir sus movimientos.

—Lamento esto, louis, pero ¿acaso no es mejor que tu madre no se haya visto implicada en este asunto? —dijo con voz cortés, amable.

De repente caí en la cuenta. Mi madre seguía a salvo en Florida. Nunca había oído mi mensaje. Los ojos rojo oscuro de aquel rostro inusualmente pálido que ahora tenía delante de mí jamás la habían aterrorizado. Estaba a salvo.

—Sí —contesté lleno de alivio.

—No pareces enfadado porque te haya engañado.

—No lo estoy.

La euforia repentina me había insuflado coraje. ¿Qué importaba ya todo? Pronto habría terminado y nadie haría daño a Charlie ni a mamá, nunca tendrían que pasar miedo. Me sentía casi mareado. La parte más racional de mi mente me avisó de que estaba a punto de derrumbarme a causa del estrés.

— ¡Qué extraño! Lo piensas de verdad —sus ojos oscuros me examinaron con interés. El iris de sus pupilas era casi negro, pero había una chispa de color rubí justo en el borde. Estaba sediento—. He de conceder a vuestro extraño aquelarre que vosotros, los humanos, podéis resultar bastante interesantes. Supongo que observaros debe de ser toda una atracción. Y lo extraño es que muchos de vosotros no parecéis tener conciencia alguna de lo interesantes que sois.

Se encontraba cerca de mí, con los brazos cruzados, mirándome con curiosidad. Ni el rostro ni la postura de James mostraban el menor indicio de amenaza. Tenía un aspecto muy corriente, no había nada destacable en sus facciones ni en su cuerpo, salvo la piel pálida y los ojos ojerosos a los que ya me había acostumbrado. Vestía una camiseta azul claro de manga larga y unos vaqueros desgastados.

—Supongo que ahora vas a decirme que tu novio te vengará —aventuró casi esperanzado, o eso me pareció.

—No, no lo creo. De hecho, le he pedido que no lo haga.

— ¿Y qué te ha contestado?

—No lo sé —resultaba extrañamente sencillo conversar con un cazador tan gentil—. Le dejé una carta.

— ¿Una carta? ¡Qué romántico! —la voz se endureció un poco cuando añadió un punto de sarcasmo al tono educado—. ¿Y crees que te hará caso?

—Eso espero.

—Humm. Bueno, en tal caso, tenemos expectativas distintas. Como ves, esto ha sido demasiado fácil, demasiado rápido. Para serte sincero, me siento decepcionado. Esperaba un desafío mucho mayor. Y después de todo, sólo he necesitado un poco de suerte.

Esperé en silencio.

—Hice que Victoria averiguara más cosas sobre ti cuando no consiguió atrapar a tu padre. Carecía de sentido darte caza por todo el planeta cuando podía esperar cómodamente en un lugar de mi elección. Por eso, después de hablar con Victoria, decidí venir a Phoenix para hacer una visita a tu madre. Te había oído decir que regresabas a casa. Al principio, ni se me ocurrió que lo dijeras en serio, pero luego lo estuve pensando. ¡Qué predecibles sois los humanos! Os gusta estar en un entorno conocido, en algún lugar que os infunda seguridad. ¿Acaso no sería una estratagema perfecta que si te persiguiéramos acudieras al último lugar en el que deberías estar, es decir, a donde habías dicho que ibas a ir?

»Pero claro, no estaba seguro, sólo era una corazonada. Habitualmente las suelo tener sobre las presas que cazo, un sexto sentido, por llamarlo así. Escuché tu mensaje cuando entré a casa de tu madre, pero claro, no podía estar seguro del lugar desde el que llamabas. Era útil tener tu número, pero por lo que yo sabía, lo mismo podías estar en la Antártida; y el truco no funcionaría a menos que estuvieras cerca.

«Entonces, tu novio toma un avión a Phoenix. Victoria lo estaba vigilando, naturalmente; no podía actuar solo en un juego con tantos jugadores. Y así fue como me confirmaron lo que yo barruntaba, que te encontrabas aquí. Ya estaba preparado; había visto tus enternecedores vídeos familiares, por lo que sólo era cuestión de marcarse el farol.

«Demasiado fácil, como ves. En realidad, nada que esté a mi altura. En fin, espero que te equivoques con tu novio. Se llama harry, ¿verdad?

No contesté. La sensación de valentía me abandonaba por momentos. Me di cuenta de que estaba a punto de terminar de regodearse en su victoria. Aunque, de todos modos, ya me daba igual. No había ninguna gloria para él en abatirme a mí, un débil humano.

— ¿Te molestaría mucho que también yo le dejara una cartita a tu harry?

Dio un paso atrás y pulsó algo en una videocámara del tamaño de la palma de la mano, equilibrada cuidadosamente en lo alto del aparato de música. Una diminuta luz roja indicó que ya estaba grabando. La ajustó un par de veces, ampliando el encuadre. Lo miré horrorizado.

—Lo siento, pero dudo de que se vaya a resistir a darme caza después de que vea esto. Y no quiero que se pierda nada. Todo esto es por él, claro. Tú simplemente eres un humano, que, desafortunadamente, estaba en el sitio equivocado y en el momento equivocado, y podría añadir también, que en compañía de la gente equivocada.

Dio un paso hacia mí, sonriendo.

—Antes de que empecemos...

Sentí náuseas en la boca del estómago mientras hablaba. Esto era algo que yo no había previsto.

—Hay algo que me gustaría restregarle un poco por las narices a tu novio. La solución fue obvia desde el principio, y siempre temí que tu harry se percatara y echara a perder la diversión. Me pasó una vez, oh, sí, hace siglos. La primera y única vez que se me ha escapado una presa.

»El vampiro que tan estúpidamente se había encariñado con aquella insignificante presa hizo la elección que tu harry ha sido demasiado débil para llevar a cabo, ya ves. Cuando aquel viejo supo que iba detrás de su compañía, le raptó del sanatorio mental donde él trabajaba —nunca entenderé la obsesión que algunos vampiros tienen por vosotros, los humanos—, y le liberó de la única forma que tenía para ponerle a salvo. La pobre criaturita ni siquiera pareció notar el dolor. Había permanecido encerrado demasiado tiempo en aquel agujero negro de su celda. Cien años antes lo habrían quemado en la hoguera por sus visiones, pero en el siglo XIX te llevaban al psiquiátrico y te administraban tratamientos de electro—choque. Cuando abrió los ojos fortalecido con su nueva juventud, fue como si nunca antes hubiera visto el sol. El viejo le convirtió en un nuevo y poderoso vampiro, pero entonces yo ya no tenía ningún aliciente para tocarle —suspiró—. En venganza, maté al viejo.

—Niall—dije en voz baja, atónito.

—Sí, tu peculiar amiguito. Me sorprendió verlo en el claro. Supuse que su aquelarre obtendría alguna ventaja de esta experiencia. Yo te tengo a ti, y ellos le tienen a él. La única víctima que se me ha escapado, todo un honor, la verdad.

»Y tenía un olor realmente delicioso. Aún lamento no haber podido probarlo... Olía incluso mejor que tú. Perdóname, no quiero ofenderte, tú hueles francamente bien. Un poco varonil, creo...

Dio otro paso en mi dirección hasta situarse a poca distancia. Acomodo un mechón de mi fleco y lo olió con delicadeza. Entonces, lo puso otra vez en su sitio con dulzura y sentí sus dedos fríos en mi garganta. Alzó luego la mano para acariciarme rápidamente una sola vez el pómulo con el pulgar, con expresión de curiosidad. Deseaba echar a correr con todas mis fuerzas, pero estaba paralizado. No era capaz siquiera de estremecerme.

—No —murmuró para sí mientras dejaba caer la mano—. No lo entiendo —suspiró—. En fin, supongo que deberíamos continuar. Luego, podré telefonear a tus amigos y decirles dónde te pueden encontrar, a ti y a mi mensajito.

Ahora me sentía realmente mal. Supe que iba a ser doloroso, lo leía en sus ojos. No se conformaría con ganar, alimentarse y desaparecer. El final rápido con que yo contaba no se produciría. Empezaron a temblarme las rodillas y temí caerme de un momento a otro.

El cazador retrocedió un paso y empezó a dar vueltas en torno a mí con gesto indiferente, como si quisiera obtener la mejor vista posible de una estatua en un museo. Su rostro seguía siendo franco y amable mientras decidía por dónde empezar.

Entonces, se echó hacia atrás y se agazapó en una postura que reconocí de inmediato. Su amable sonrisa se ensanchó, y creció hasta dejar de ser una sonrisa y convertirse en un amasijo de dientes visibles y relucientes.

No pude evitarlo, intenté correr aun sabiendo que sería inútil y que mis rodillas estaban muy débiles. Me invadió el pánico y salté hacia la salida de emergencia.

Lo tuve delante de mí en un abrir y cerrar de ojos. Actuó tan rápido que no vi si había usado los pies o las manos. Un golpe demoledor impactó en mi pecho y me sentí volar hacia atrás, hasta sentir el crujido del cristal al romperse cuando mi cabeza se estrelló contra los espejos. El cristal se agrietó y los trozos se hicieron añicos al caer al suelo, a mi lado.

Estaba demasiado aturdido para sentir el dolor. Ni siquiera podía respirar.

Se acercó muy despacio.

—Esto hará un efecto muy bonito —dijo con voz amable otra vez mientras examinaba el caos de cristales—. Pensé que esta habitación crearía un efecto visualmente dramático para mi película. Por eso escogí este lugar para encontrarnos. Es perfecto, ¿a que sí?

Le ignoré mientras gateaba de pies y manos en un intento de arrastrarme hasta la otra puerta.

Se abalanzó sobre mí de inmediato y me pateó con fuerza la pierna. Oí el espantoso chasquido antes de sentirlo, pero luego lo sentí y no pude reprimir el grito de agonía. Me retorcí para agarrarme la pierna, él permaneció junto a mí, sonriente.

— ¿Te gustaría reconsiderar tu última petición? —me preguntó con amabilidad.

Me golpeó la pierna rota con el pie. Oí un alarido taladrador. En estado de shock, lo reconocí como mío.

— ¿Sigues sin querer que harry intente encontrarme? —me acució.

—No —dije con voz ronca—. No, harry, no lo hagas...

Entonces, algo me impactó en la cara y me arrojó de nuevo contra los espejos.

Por encima del dolor de la pierna, sentí el filo cortante del cristal rasgarme el cuero cabelludo. En ese momento, un líquido caliente y húmedo empezó a extenderse por mi pelo a una velocidad alarmante. Noté cómo empapaba el hombro de mi sudadera y oí el goteo en la madera sobre la que me hallaba. Se me hizo un nudo en el estómago a causa del olor.

A través de la náusea y el vértigo, atisbé algo que me dio un último hilo de esperanza. Los ojos de James, que poco antes sólo mostraban interés, ahora ardían con una incontrolable necesidad. La sangre, que extendía su color carmesí por la sudadera y empezaba a formar un charco rápidamente en el piso, lo estaba enloqueciendo a causa de su sed. No importaban ya cuáles fueran sus intenciones originales, no se podría refrenar mucho tiempo.

Ojala que fuera rápido a partir de ahora, todo lo que podía esperar es que la pérdida de sangre se llevara mi conciencia con ella. Se me cerraban los ojos.

Oí el gruñido final del cazador como si proviniera de debajo del agua. Pude ver, a través del túnel en el que se había convertido mi visión, cómo su sombra oscura caía sobre mí. Con un último esfuerzo, alcé la mano instintivamente para protegerme la cara. Entonces se me cerraron los ojos y me dejé ir.
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Mensaje por diana perez tellez Sáb 08 Feb 2014, 2:45 pm

El Ángel

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Mientras iba a la deriva, soñé.

En el lugar donde flotaba, debajo de las aguas negras, oí el sonido más feliz que mi mente podía conjurar, el más hermoso, el único que podía elevarme el espíritu y a la vez, el más espantoso. Era otro gruñido, un rugido salvaje y ronco, impregnado de la más terrible ira.

El dolor agudo que traspasaba mi mano alzada me trajo de vuelta, casi hasta la superficie, pero no era un camino de regreso lo bastante amplio para que me permitiera abrir los ojos.

Entonces, supe que estaba muerto...

... porque oí la voz de un ángel pronunciando mi nombre a través del agua densa, llamándome al único cielo que yo anhelaba.

— ¡Oh no, louis, no! —gritó la voz horrorizada del ángel.

Se produjo un ruido, un terrible tumulto que me asustó detrás de aquel sonido anhelado. Un gruñido grave y despiadado, un sonido seco, espantoso y un lamento lleno de agonía, que repentinamente se quebró...

Yo en cambio decidí concentrarme en la voz del ángel.

— ¡Lou, por favor! ¡Lou, escúchame; por favor, por favor, Lou, por favor! —suplicaba.

Sí, quise responderle. Quería decirle algo, cualquier cosa, pero no encontraba los labios.

— ¡Carlisle! —Llamó el ángel con su voz perfecta cargada de angustia—. ¡Bella, Bella, no, oh, no, por favor, no, no!

El ángel empezó a sollozar sin lágrimas, roto de dolor.

Un ángel no debería llorar, eso no está bien. Intenté ponerme en contacto con él, decirle que todo iba a salir bien, pero las aguas eran tan profundas que me aprisionaban y no podía respirar.

Sentí un punto de dolor taladrarme la cabeza. Dolía mucho, pero entonces, mientras ese dolor irrumpía a través de la oscuridad para llegar hasta mí, acudieron otros mucho más fuertes. Grité mientras intentaba aspirar aire y emerger de golpe del estanque oscuro.

— ¡louis! —gritó el ángel.

—Ha perdido algo de sangre, pero la herida no es muy profunda —explicaba una voz tranquila—. Echa una ojeada a su pierna, está rota.

El ángel reprimió en los labios un aullido de ira.

Sentí una punzada aguda en el costado. Aquel lugar no era el cielo, más bien no. Había demasiado dolor aquí para que lo fuera.

—Y me temo que también lo estén algunas costillas —continuó la voz serena de forma metódica.

Aquellos dolores agudos iban remitiendo. Sin embargo, apareció uno nuevo, una quemazón en la mano que anulaba a todos los demás.

Alguien me estaba quemando.

—harry —intenté decirle, pero mi voz sonaba pastosa y débil. Ni yo era capaz de entenderme.

—Lou, te vas a poner bien. ¿Puedes oírme, Lou? Te amo.

—Harry —lo intenté de nuevo, parecía que se me iba aclarando la voz.

—Sí, estoy aquí.

—Me duele —me quejé.

—Lo sé, Lou, lo sé —entonces, a lo lejos, le escuché preguntar angustiado—. ¿No puedes hacer nada?

—Mi maletín, por favor... No respires, niall, eso te ayudará —aseguró Carlisle.

— ¿niall? —gemí.

—Está aquí, fue el  que supo dónde podíamos encontrarte.

—Me duele la mano —intenté decirle.

—Lo sé, Lou, Carlisle te administrará algo que te calme el dolor.

— ¡Me arde la mano! —conseguí gritar, saliendo al fin de la oscuridad y pestañeando sin cesar.

No podía verle la cara porque una cálida oscuridad me empañaba los ojos. ¿Por qué no veían el fuego y lo apagaban?

La voz de harry sonó asustada.

— ¿Lou?

— ¡Fuego! ¡Que alguien apague el fuego! —grité mientras sentía cómo me quemaba.

— ¡Carlisle! ¡La mano!

—Lo ha mordido.

La voz de Carlisle había perdido la calma, estaba horrorizado. Oí cómo harry se quedaba sin respiración, del espanto.

—harry, tienes que hacerlo —dijo niall, cerca de mi cabeza; sus dedos fríos me limpiaron las lágrimas.

— ¡No! —rugió él.

—niall —gemí.

—Hay otra posibilidad —intervino Carlisle.

— ¿Cuál? —suplicó harry.

—Intenta succionar la ponzoña, la herida es bastante limpia.

Mientras Carlisle hablaba podía sentir cómo aumentaba la presión en mi cabeza, y algo pinchaba y tiraba de la piel. El dolor que esto me provocaba desaparecía ante la quemazón de la mano.

— ¿Funcionará? —niall parecía tenso.

—No lo sé —reconoció Carlisle—, pero hay que darse prisa.

—Carlisle, yo... —harry vaciló—. No sé si voy a ser capaz de hacerlo.

La angustia había aparecido de nuevo en la voz del ángel.

—Sea lo que sea, es tu decisión, harry. No puedo ayudarte. Debemos cortar la hemorragia si vas a sacarle sangre de la mano.

Me retorcí prisionero de esta ardiente tortura, y el movimiento hizo que el dolor de la pierna llameara de forma escalofriante.

— ¡harry! —grité y me di cuenta de que había cerrado los ojos de nuevo. Los abrí, desesperado por volver a ver su rostro y allí estaba. Por fin pude ver su cara perfecta, mirándome fijamente, crispada en una máscara de indecisión y pena.

—niall, encuentra algo para que le entablille la pierna —Carlisle seguía inclinado sobre mí, haciendo algo en mi cabeza—. Harry, has de hacerlo ya o será demasiado tarde.

El rostro de harry se veía demacrado. Le miré a los ojos y al fin la duda se vio sustituida por una determinación inquebrantable. Apretó la mandíbula y sentí sus dedos fuertes y frescos en mi mano ardiente, colocándola con cuidado. Entonces inclinó la cabeza sobre ella y sus labios fríos presionaron contra mi piel.

El dolor empeoró. Aullé y me debatí entre las manos heladas que me sujetaban. Oí hablar a niall, que intentaba calmarme. Algo pesado me inmovilizó la pierna contra el suelo y Carlisle me sujetó la cabeza en el torno de sus brazos de piedra.

Entonces, despacio, dejé de retorcerme conforme la mano se me entumecía más y más. El fuego se había convertido en un rescoldo mortecino que se concentraba en un punto más pequeño.

Y mientras el dolor desaparecía, sentí cómo perdía la conciencia, deslizándome hacia alguna parte. Me aterraba volver a aquellas aguas negras y perderme de nuevo en la oscuridad.

—Harry —intenté decir, pero no conseguí escuchar mi propia voz, aunque ellos sí parecieron oírme.

—Está aquí a tu lado, louis.

—Quédate, harry, quédate conmigo...

—Aquí estoy.

Parecía agotado, pero triunfante. Suspiré satisfecho. El fuego se había apagado y los otros dolores se habían mitigado mientras el sopor se extendía por todo mi cuerpo.

— ¿Has extraído toda la ponzoña? —preguntó Carlisle desde un lugar muy, muy lejano.

—La sangre está limpia —dijo harry con serenidad—. Puedo sentir el sabor de la morfina.

— ¿louis? —me llamó Carlisle.

Hice un esfuerzo por contestarle.

— ¿Mmm?

— ¿Ya no notas la quemazón?

—No —suspiré—. Gracias, harry.

—Te quiero —contestó él.

—Lo sé —inspiré aire, me sentía tan cansado...

Y entonces escuché mi sonido favorito sobre cualquier otro en el mundo: la risa ronca de harry, temblando de alivio.

— ¿louis? —me preguntó Carlisle de nuevo. Fruncí el entrecejo, quería dormir.

— ¿Qué?

— ¿Dónde está tu madre?

—En Florida —suspiré de nuevo—. Me engañó, harry. Vio nuestros vídeos.

La indignación de mi voz sonaba lastimosamente débil...

Pero eso me lo recordó.

—Niall —intenté abrir los ojos—. Niall, el vídeo... Él te conocía, conocía tu procedencia —quería decírselo todo de una vez, pero mi voz se iba debilitando. Me sobrepuse a la bruma de mi mente para añadir—: Huelo gasolina.

—Es hora de llevársela —dijo Carlisle.

—No, quiero dormir —protesté.

—Duérmete, mi vida, yo te llevaré —me tranquilizó harry.

Y entonces me tomó en sus brazos, acunado contra su pecho, y floté, sin dolor ya.

Las últimas palabras que oí fueron:

—Duérmete ya, Boobear.
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Mensaje por diana perez tellez Sáb 08 Feb 2014, 5:42 pm

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Mensaje por diana perez tellez Sáb 08 Feb 2014, 5:43 pm

Punto Muerto
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Vi una deslumbrante luz nívea al abrir los ojos. Estaba en una habitación desconocida de paredes blancas. Unas persianas bajadas cubrían la pared que tenía al lado. Las luces brillantes que tenía encima de la cabeza me deslumbraban. Estaba recostado en una cama dura y desnivelada, una cama con barras. Las almohadas eran estrechas y llenas de bultos. Un molesto pitido sonaba desde algún lugar cercano. Esperaba que eso significara que seguía vivo. La muerte no podía ser tan incómoda.

Unos tubos traslúcidos se enroscaban alrededor de mis manos y debajo de la nariz tenía un objeto pegado al rostro. Alcé la mano para quitármelo.

—No lo hagas.

Unos dedos largos y helados me atraparon la mano.

— ¿harry?

Ladeé levemente la cabeza y me encontré con su rostro exquisito a escasos centímetros del mío. Reposaba el mentón sobre el extremo de mi almohada. Comprendí que seguía con vida, pero esta vez con gratitud y júbilo.

— ¡harry! ¡Cuánto lo siento!

—Shhh... —me acalló—. Ahora todo está en orden.

— ¿Qué sucedió?

No conseguía recordarlo con claridad, y mi mente parecía resistirse cada vez que intentaba rememorarlo.

—Estuve a punto de llegar tarde. Pude no haber llegado a tiempo —susurró con voz atormentada.

— ¡Qué estúpido fui! Creí que tenía a mi madre en su poder.

—Nos engañó a todos.

—Necesito telefonear a Charlie y a mamá —me percaté a pesar de la nube de confusión.

—niall los ha llamado. Renée está aquí, bueno, en el hospital. Se acaba de marchar para comer algo.

— ¿Está aquí?

Intenté incorporarme, pero se agravó el mareo de mi cabeza. Las manos de harry me empujaron suavemente hacia las almohadas.

—Va a volver enseguida —me prometió—, y tú necesitas permanecer en reposo.

—Pero ¿qué le has dicho? —me aterré. No quería que me calmaran. Mamá estaba allí y yo me estaba recobrando del ataque de un vampiro—. ¿Por qué le has dicho que me habían hospitalizado?

—Rodaste por dos tramos de escaleras antes de caer por una ventana —hizo una pausa—. Has de admitir que pudo suceder.

Suspiré, y me dolió. Eché una ojeada por debajo de la sábana a la parte inferior de mi cuerpo, al enorme bulto que era mi pierna.

— ¿Cómo estoy?

—Tienes rotas una pierna y cuatro costillas, algunas contusiones en la cabeza y moraduras por todo el cuerpo y has perdido mucha sangre. Te han efectuado varias transfusiones. No me gusta, hizo que olieras bastante mal durante un tiempo.

—Eso debió de suponer un cambio agradable para ti.

—No, me gusta cómo hueles.

— ¿Cómo lo conseguiste? —pregunté en voz baja.

De inmediato, supo a qué me refería.

—No estoy seguro.

Rehuyó la mirada de mis ojos de asombro al tiempo que alzaba mi mano vendada y la sostenía gentilmente con la suya, teniendo mucho cuidado de no romper un cable que me conectaba a uno de los monitores.

Esperé pacientemente a que me contara lo demás.

Suspiró sin devolverme la mirada.

—Era imposible contenerse —susurró—, imposible. Pero lo hice —al fin, alzó la mirada y esbozó una media sonrisa, un hoyuelo resplandeció—. Debe de ser que te quiero.

— ¿No tengo un sabor tan bueno como mi olor?

Le devolví la sonrisa y me dolió toda la cara.

—Mejor aún, mejor de lo que imaginaba.

—Lo siento —me disculpé.

Miró al techo.

—Tienes mucho por lo que disculparte.

— ¿Por qué debería disculparme?

—Por estar a punto de apartarte de mí para siempre.

—Lo siento —pedí perdón otra vez.

—Sé por qué lo hiciste —su voz resultaba reconfortante—. Sigue siendo una locura, por supuesto. Deberías haberme esperado, deberías habérmelo dicho.

—No me hubieras dejado ir.

—No —se mostró de acuerdo—. No te hubiera dejado.

Estaba empezando a rememorar algunos de los recuerdos más desagradables. Me estremecí e hice una mueca de dolor.

Harry se preocupó de inmediato.

—louis, ¿qué te pasa?

— ¿Qué le ocurrió a James?

—Emmett y liam se encargaron de él después de que te lo quitase de encima —concluyó harry, que hablaba con un hondo pesar.

Aquello me confundió.

—No vi a ninguno de los dos allí.

—Tuvieron que salir de la habitación... Había demasiada sangre.

—Pero niall y Carlisle... —apunté maravillado.

—Ya sabes, ambos te quieren.

De repente, el recuerdo de las dolorosas imágenes de la última vez que lo había visto me recordó algo.

— ¿Ha visto niall la cinta de vídeo? —pregunté con inquietud.

—Sí —una nueva nota endureció la voz de harry, una nota de puro odio.

—niall siempre vivió en la oscuridad, por eso no recordaba nada.

—Lo sé, y ahora, el por fin lo entiende todo —su voz sonaba tranquila, pero su rostro estaba oscurecido por la furia.

Intenté tocarle la cara con la mano libre, pero algo me lo impidió. Al bajar la mirada descubrí la vía intravenosa sujeta al dorso de la mano.

— ¡Ay! —exclamé con un gesto de dolor.

— ¿Qué sucede? —preguntó preocupado.

Se distrajo algo, pero no lo suficiente. Su mirada continuó teniendo un aspecto siniestro.

— ¡Agujas! —le expliqué mientras apartaba la vista de la vía intravenosa.

Fijé la vista en un azulejo combado del techo e intenté respirar hondo a pesar del dolor en las costillas.

— ¡Te asustan las agujas! —murmuró harry para sí en voz baja y moviendo la cabeza—. ¿Un vampiro sádico que pretende torturarlo hasta la muerte? Claro, sin problemas, el se escapa para reunirse con él. Pero una vía intravenosa es otra cosa...

Puse los ojos en blanco. Me alegraba saber que al menos su reacción estaba libre de dolor. Decidí cambiar de tema.

— ¿Por qué estás aquí?

Me miró fijamente; confundido al principio y herido después. Frunció el entrecejo hasta el punto de que las cejas casi se tocaron.

— ¿Quieres que me vaya?

— ¡No! —Protesté de inmediato, aterrado sólo de pensarlo—. No, lo que quería decir es ¿por qué cree mi madre que estás aquí? Necesito tener preparada mi historia antes de que ella vuelva.

—Ah —las arrugas desaparecieron de su frente—. He venido a Phoenix para hacerte entrar en razón y convencerte de que vuelvas a Forks ——abrió los ojos con tal seriedad y sinceridad que hasta yo mismo estuve a punto de creérmelo—. Aceptaste verme y acudiste en coche hasta el hotel en el que me alojaba con Carlisle y niall. Yo estaba bajo la supervisión paterna, por supuesto —agregó en un despliegue de virtuosismo—, pero te tropezaste cuando ibas de camino a mi habitación y bueno, ya sabes el resto. No necesitas acordarte de ningún detalle, aunque dispones de una magnífica excusa para poder liar un poco los aspectos más concretos.

Lo pensé durante unos instantes.

—Esa historia tiene algunos flecos, como la rotura de los cristales...

—En realidad, no. niall se ha divertido un poco preparando pruebas. Se ha puesto mucho cuidado en que todo parezca convincente. Probablemente, podrías demandar al hotel si así lo quisieras. No tienes de qué preocuparte —me prometió mientras me acariciaba la mejilla con el más leve de los roces—. Tu único trabajo es curarte.

No estaba tan atontado por el dolor ni la medicación como para no reaccionar a su caricia. El indicador del holter al que estaba conectado comenzó a moverse incontroladamente. Ahora, él no era el único en oír el errático latido de mi corazón.

—Esto va a resultar embarazoso —musité para mí.

Rió entre dientes y me estudió con la mirada antes de decir:

—Humm... Me pregunto si...

Se inclinó lentamente. El pitido se aceleró de forma salvaje antes de que sus labios me rozaran, pero cuando lo hicieron con una dulce presión, se detuvo del todo.

Torció el gesto.

—Parece que debo tener contigo aún más cuidado que de costumbre...

—Todavía no había terminado de besarte —me quejé—. No me obligues a ir a por ti.

Esbozó una amplia sonrisa, sus dos hoyuelos bailando sobre su rostro y se inclinó para besarme suavemente en los labios. El monitor enloqueció.

Pero en ese momento, los labios se tensaron y se apartó.

—Me ha parecido oír a tu madre ——comentó, sonriendo de nuevo.

—No te vayas —chillé muy poco varonil.

Sentí una oleada irracional de pánico. No podía dejarle marchar... Podría volver a desaparecer. Harry leyó el terror de mis ojos en un instante y me prometió solemnemente:

—No lo haré —entonces, sonrió—. Me voy a echar una siesta.

Se desplazó desde la dura silla de plástico situada cerca de mí hasta el sillón reclinable de cuero de imitación color turquesa que había al pie de mi cama. Se tumbó de espaldas y cerró los ojos. Se quedó totalmente quieto.

—Que no se te olvide respirar —susurré con sarcasmo.

Suspiró profundamente, pero no abrió los ojos.

Entonces oí a mi madre, que caminaba en compañía de otra persona, tal vez una enfermera. Su voz reflejaba cansancio y preocupación. Quise levantarme de un salto y correr hacia ella para calmarla y prometerle que todo iba bien. Pero no estaba en condiciones de hacerlo, por lo que aguardé con impaciencia.

La puerta se abrió una fracción y ella asomó la cabeza con cuidado.

— ¡Mamá! —susurré, henchido de amor y alivio.

Se percató de la figura inmóvil de harry sobre el sillón reclinable y se dirigió de puntillas al lado de mi cama.

—Nunca se aleja de ti, ¿verdad? —musitó para sí.

—Mamá, ¡cuánto me alegro de verte!

Las cálidas lágrimas me cayeron sobre las mejillas al inclinarse para abrazarme con cuidado.

—louis, me sentía tan mal...

—Lo siento, mamá, pero ahora todo va bien —la reconforté—, no pasa nada.

—Estoy muy contenta de que al final hayas abierto los ojos.

Se sentó al borde de mi cama.

De pronto me di cuenta de que no tenía ni idea de qué día era.

— ¿Qué día es?

—Es viernes, cielo, has permanecido desmayada bastante tiempo.

— ¿Viernes? —me sorprendí. Intenté recordar qué día fue cuando... No, no quería pensar en eso.

—Te han mantenido sedada bastantes horas, cielo. Tenías muchas heridas.

—Lo sé —me dolían todas.

—Has tenido suerte de que estuviera allí el doctor Styles. Es un hombre encantador, aunque muy joven. Se parece más a un modelo que a un médico...

— ¿Has conocido a Carlisle?

—Y a niall, el hermano de harry. Es un joven adorable y muy… inquieto.

—Lo es —me mostré totalmente de acuerdo.

Se giró para mirar a harry, que yacía en el sillón con los ojos cerrados.

—No me habías dicho que tenías tan buenos amigos en Forks.

Me encogí, y luego me quejé.

— ¿Qué te duele? —preguntó preocupada, girándose de nuevo hacia mí.

Los ojos de harry se centraron en mi rostro.

—Estoy bien —les aseguré—, pero debo acordarme de no moverme.

Harry volvió a reclinarse y sumirse en su falso sueño.

Aproveché la momentánea distracción para mantener la conversación lejos de mi más que cándido comportamiento.

— ¿Cómo está Phil? —pregunté rápidamente.

—En Florida. ¡Ay, louis, nunca te lo hubieras imaginado! Llegaron las mejores noticias justo cuando estábamos a punto de irnos.

— ¿Ha firmado? —aventuré.

—Sí. ¿Cómo lo has adivinado? Ha firmado con los Suns, ¿te lo puedes creer?

—Eso es estupendo, mamá —contesté con todo el entusiasmo que fui capaz de simular, aunque no tenía mucha idea de a qué se estaba refiriendo.

—Jacksonville te va a gustar mucho —dijo efusivamente—. Me preocupé un poco cuando Phil empezó a hablar de ir a Akron, con toda esa nieve y el mal tiempo, ya sabes cómo odio el frío. Pero ¡Jacksonville! Allí siempre luce el sol, y en realidad la humedad no es tan mala. Hemos encontrado una casa de primera, de color amarillo con molduras blancas, un porche idéntico al de las antiguas películas y un roble enorme. Está a sólo unos minutos del océano y tendrás tu propio cuarto de baño...

—Aguarda un momento, mamá —la interrumpí. harry mantuvo los ojos cerrados, pero parecía demasiado crispado para poder dar la impresión de que estaba dormido——. ¿De qué hablas? No voy a ir a Florida. Vivo en Forks.

—Pero ya no tienes que seguir haciéndolo, tonto —se echó a reír—. Phil ahora va a poder estar más cerca... Hemos hablado mucho al respecto y lo que voy a hacer es perderme los partidos de fuera para estar la mitad del tiempo contigo y la otra mitad con él...

—Mamá —vacilé mientras buscaba la mejor forma de mostrarme diplomático—, quiero vivir en Forks. Ya me he habituado al instituto y tengo un par de amigos... —ella miró a harry mientras le hablaba de mis amigos, por lo que busqué otro tipo de justificación—. Además, Charlie me necesita. Está muy solo y no sabe cocinar.

— ¿Quieres quedarte en Forks? —me preguntó aturdida. La idea le resultaba inconcebible. Entonces volvió a posar sus ojos en harry—. ¿Por qué?

—Te lo digo... El instituto, Charlie... —me encogí de hombros. No fue una buena idea—. ¡Ay!

Sus manos revolotearon de forma indecisa encima de mí mientras encontraba un lugar adecuado para darme unas palmaditas. Y lo hizo en la frente, que no estaba vendada.

—lou, cariño, tú odias Forks —me recordó.

—No es tan malo.

Renée frunció el gesto. Miraba de un lado a otro, ora a harry, ora a mí, en esta ocasión con detenimiento.

— ¿Se trata de este chico? —susurró.

Abrí la boca para mentir, pero estaba estudiando mi rostro y supe que lo descubriría.

—En parte, sí —admití. No era necesario confesar la enorme importancia de esa parte—. Bueno ——pregunté—, ¿no has tenido ocasión de hablar con harry?

—Sí —vaciló mientras contemplaba su figura perfectamente inmóvil—, y quería hablar contigo de eso.

Oh, oh.

— ¿De qué?

—Creo que ese chico está enamorado de ti —me acusó sin alzar el volumen de la voz.

—Eso creo yo también —le confié.

— ¿Y qué sientes por él? —mamá apenas podía controlar la intensa curiosidad en la voz.

Suspiré y miré hacia otro lado. Por mucho que quisiera a mi madre, ésa no era una conversación que quisiera sostener con ella.

—Estoy loco por él.

¡Ya estaba dicho! Eso se parecía demasiado a lo que diría un adolescente sobre su primer novio.

—Bueno, parece muy buena persona, y, ¡válgame Dios!, es increíblemente bien parecido, pero, louis, eres tan joven...

Hablaba con voz insegura. Hasta donde podía recordar, ésta era la primera vez que había intentado parecer investida de autoridad materna desde que yo tenía ocho años. Reconocí el razonable pero firme tono de voz de las conversaciones que había tenido con ella sobre mi sexualidad, amor, y chicos.

—Lo sé, mamá. No te preocupes. Sólo es un enamoramiento de adolescente —la tranquilicé.

—Está bien —admitió. Era fácil de contentar.

Entonces, suspiró y giró la cabeza para contemplar el gran reloj redondo de la pared.

— ¿Tienes que marcharte?

Se mordió el labio.

—Se supone que Phil llamará dentro de poco... No sabía que ibas a despertar...

—No pasa nada, mamá —intenté disimular el alivio que sentía para no herir sus sentimientos—. No me quedo solo.

—Pronto estaré de vuelta. He estado durmiendo aquí, ya lo sabes —anunció, orgullosa de sí misma.

—Mamá, ¡no tenías por qué hacerlo! Podías dormir en casa. Ni siquiera me di cuenta.

El efecto de los calmantes en mi mente dificultaba mi concentración incluso en ese momento, aunque al parecer había estado durmiendo durante varios días.

—Estaba demasiado nerviosa —admitió con vergüenza—. Se ha cometido un delito en el vecindario y no me gustaba quedarme ahí sola.

— ¿Un delito? —pregunté alarmado.

—Alguien irrumpió en esa academia de baile que había a la vuelta de la esquina y la quemó hasta los cimientos... ¡No ha quedado nada! Dejaron un coche robado justo en frente. ¿Te acuerdas de cuando ibas a bailar allí, cariño?

—Me acuerdo —me estremecí y acto seguido hice una mueca de dolor.

—Me puedo quedar, boo, si me necesitas.

—No, mamá, voy a estar bien. harry estará conmigo.

Renée me miró como si ése fuera el motivo por el que quería quedarse.

—Estaré de vuelta a la noche.

Parecía mucho más una advertencia que una promesa, y miraba a harry mientras pronunciaba esas palabras.

—Te quiero, mamá.

—Y yo también, bear. Procura tener más cuidado al caminar, cielo. No quiero perderte.

Harry continuó con los ojos cerrados, pero una enorme sonrisa se extendió por su rostro.

En ese momento entró animadamente una enfermera para revisar todos los tubos y goteros. Mi madre me besó en la frente, me palmeó la mano envuelta en gasas y se marchó.

La enfermera estaba revisando la lectura del gráfico impreso por mi holter.

— ¿Te has sentido alterado, cariño? Hay un momento en que tu ritmo cardiaco ha estado un poco alto.

—Estoy bien —le aseguré.

—Le diré a la enfermera titulada que se encarga de ti que te has despertado. Vendrá a verte enseguida.

harry estuvo a mi lado en cuanto ella cerró la puerta.

— ¿Robasteis un coche?

Arqueé las cejas y él sonrió sin el menor indicio de arrepentimiento.

—Era un coche estupendo, muy rápido.

— ¿Qué tal tu siesta?

—Interesante —contestó mientras entrecerraba los ojos.

— ¿Qué ocurre?

—Estoy sorprendido —bajó la mirada mientras respondía—. Creí que Florida y tu madre... Creí que era eso lo que querías.

Le miré con estupor.

—Pero en Florida tendrías que permanecer dentro de una habitación todo el día. Sólo podrías salir de noche, como un auténtico vampiro.

Casi sonrió, sólo casi. Entonces, su rostro se tornó grave.

—Me quedaría en Forks, louis, allí o en otro lugar similar —explicó—. En un sitio donde no te pueda causar más daño.

Al principio, no entendí lo que pretendía decirme. Continué observándole con la mirada perdida mientras las palabras iban encajando una a una en mi mente como en un horrendo puzzle. Apenas era consciente del sonido de mi corazón al acelerarse, aunque sí lo fui del dolor agudo que me producían mis maltrechas costillas cuando comencé a hiperventilar.

Harry no dijo nada. Contempló mi rostro con recelo cuando un dolor que no tenía nada que ver con mis huesos rotos, uno infinitamente peor, amenazaba con aplastarme.

Otra enfermera entró muy decidida en ese momento. Harry se sentó, inmóvil como una estatua, mientras ella evaluaba mi expresión con ojo clínico antes de volverse hacia las pantallas de los indicadores.

— ¿No necesitas más calmantes, cariño? —preguntó con amabilidad mientras daba pequeños golpecitos para comprobar el gotero del suero.

—No, no —mascullé, intentando ahogar la agonía de mi voz—. No necesito nada.

No me podía permitir cerrar los ojos en ese momento.

—No hace falta que te hagas el valiente, cielo. Es mejor que no te estreses. Necesitas descansar —ella esperó, pero me limité a negar con la cabeza—. De acuerdo. Pulsa el botón de llamada cuando estés listo.

Dirigió a harry una severa mirada y echó otra ojeada ansiosa a los aparatos médicos antes de salir.

Harry puso sus frías manos sobre mi rostro. Le miré con ojos encendidos.

—Shhh... lou, cálmate.

—No me dejes —imploré con la voz quebrada.

—No lo haré —me prometió—. Ahora, relájate antes de que llame a la enfermera para que te sede.

Pero mi corazón no se serenó.

—louis —me acarició el rostro con ansiedad—. No pienso irme a ningún sitio. Estaré aquí tanto tiempo como me necesites.

— ¿Juras que no me vas a dejar? —susurré.

Intenté controlar al menos el jadeo. Tenía un dolor punzante en las costillas. Harry puso sus manos sobre el lado opuesto de mi cara y acercó su rostro al mío. Me contempló con ojos serios.

—Lo juro.

El olor de su aliento me alivió. Parecía atenuar el dolor de mi respiración. Continuó sosteniendo mi mirada mientras mi cuerpo se relajaba lentamente y el pitido recuperó su cadencia normal. Hoy, sus ojos eran oscuros, más cercanos al negro.

— ¿Mejor? —me preguntó.

—Sí —dije cauteloso.

Sacudió la cabeza y murmuró algo ininteligible. Creí entender las palabras «reacción exagerada».

— ¿Por qué has dicho eso? —Susurré mientras intentaba evitar que me temblara la voz—. ¿Te has cansado de tener que salvarme todo el tiempo? ¿Quieres que me aleje de ti?

—No, no quiero estar sin ti, Lou, por supuesto que no. Sé racional. Y tampoco tengo problema alguno en salvarte de no ser por el hecho de que soy yo quien te pone en peligro..., soy yo la razón por la que estás aquí.

—Sí, tú eres la razón —torcí el gesto—. La razón por la que estoy aquí... vivo.

—Apenas —dijo con un hilo de voz—. Cubierto de vendas y escayola, y casi incapaz de moverte.

—No me refería a la última vez en que he estado a punto de morir —repuse con creciente irritación—. Estaba pensando en las otras, puedes elegir cuál. Estaría criando malvas en el cementerio de Forks de no ser por ti.

Su rostro se crispó de dolor al oír mis palabras y la angustia no abandonó su mirada.

—Sin embargo, ésa no es la peor parte —continuó susurrando. Se comportó como si yo no hubiera hablado—. Ni verte ahí, en el suelo, desmadejado y roto —dijo con voz muy ronca—, ni pensar que era demasiado tarde, ni oírte gritar de dolor... Podría haber llevado el peso de todos esos insufribles recuerdos durante el resto de la eternidad. No, lo peor de todo era sentir, saber que no podría detenerme, creer que iba a ser yo mismo quien acabara contigo.

—Pero no lo hiciste.

—Pudo ocurrir con suma facilidad.

Sabía que necesitaba calmarme, pero estaba hablando para sí mismo de dejarme, y el pánico revoloteó en mis pulmones, pugnando por salir.

—Promételo —susurré.

— ¿Qué?

—Ya sabes el qué.

Había decidido mantener obstinado una negativa y yo me estaba empezando a enfadar. Apreció el cambio operado en mi tono de voz y su mirada se hizo más severa.

—Al parecer, no tengo la suficiente voluntad para alejarme de ti, por lo que supongo que tendrás que seguir tu camino... Con independencia de que eso te mate o no —añadió con rudeza.

No me lo había prometido. Un hecho que yo no había pasado por alto. Contuve el pánico a duras penas. No me quedaban fuerzas para controlar el enojo.

—Me has contado cómo lo evitaste... Ahora quiero saber por qué —exigí.

— ¿Por qué? —repitió a la defensiva.

— ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué no te limitaste a dejar que se extendiera la ponzoña? A estas alturas, sería como tú.

Los ojos de harry parecieron volverse de un negro apagado. Entonces comprendí que jamás había tenido intención de permitir que me enterase de aquello. Niall debía de haber estado demasiado preocupado por las cosas que acababa de saber sobre su pasado o se había mostrado muy precavido con sus pensamientos mientras estuvo cerca de harry, ya que estaba muy claro que éste no sabía que el me había iniciado en el conocimiento del proceso de la conversión en vampiro. Estaba sorprendido y furioso. Bufó, y sus labios parecían cincelados en piedra.

No me iba a responder, eso estaba más que claro.

—Soy el primero en admitir que carezco de experiencia en las relaciones —dije—, pero parece lógico que en esta haya cierta igualdad, uno de ellos no puede estar siempre lanzándose en picado para salvar al otro. Tienen que poder salvarse el uno al otro por igual.

Se cruzó de brazos junto a mi cama y apoyó en los míos su mentón con el rostro sosegado y la ira contenida. Evidentemente, había decidido no enfadarse conmigo. Esperaba tener la oportunidad de avisar a niall antes de que los dos se pusieran al día en ese tema.

—Tú me has salvado —dijo con voz grave y ronca.

—No puedo ser siempre Lois Lane —insistí—. Yo también quiero ser Superman.

—No sabes lo que me estás pidiendo.

Su voz era calmante, pero sus ojos miraban fijamente la funda de la almohada.

—Yo creo que sí.

—louis, no lo sabes. Llevo casi noventa años dándole vueltas al asunto, y sigo sin estar seguro

— ¿Desearías que Carlisle no te hubiera salvado?

—No, eso no —hizo una pausa antes de continuar—. Pero mi vida terminó y no he empezado nada.

—Tú eres mi vida. Eres lo único que me dolería perder.

Así, iba a tener más éxito. Resultaba fácil admitir lo mucho que le necesitaba.

Pero se mostraba muy calmado. Resuelto.

—No puedo, louis. No voy a hacerte eso.

— ¿Por qué no? —tenía la voz ronca y las palabras no salían con el volumen que yo pretendía—. ¡No me digas que es demasiado duro! Después de hoy, supongo que en unos días... Da igual, después, eso no sería nada.

Me miró fijamente y preguntó con sarcasmo:

— ¿Y el dolor?

Palidecí. No lo pude evitar. Pero procuré evitar que la expresión de mi rostro mostrara con qué nitidez recordaba la sensación el fuego en mis venas.

—Ése es mi problema —dije—, podré soportarlo.

—Es posible llevar la valentía hasta el punto de que se convierta en locura.

—Eso no es ningún problema. Tres días. ¡Qué horror!

Harry hizo una mueca cuando mis palabras le recordaron que estaba más informado de lo que era su deseo. Le miré conteniendo el enfado, contemplando cómo sus ojos adquirían un brillo más calculador.

— ¿Y qué pasa con Charlie y Renée? —inquirió lacónicamente.

Los minutos transcurrieron en silencio mientras me devanaba los sesos para responder a su pregunta. Abrí la boca sin que saliera sonido alguno. La cerré de nuevo. Esperó con expresión triunfante, ya que sabía que yo no tenía ninguna respuesta sincera.

—Mira, eso tampoco importa —musité al fin; siempre que mentía mi voz era tan poco convincente como en este momento—. Renée ha efectuado las elecciones que le convenían... Querría que yo hiciera lo mismo. Charlie es de goma, se recuperará, está acostumbrado a ir a su aire. No puedo cuidar de ellos para siempre, tengo que vivir mi propia vida.

—Exactamente —me atajó con brusquedad—, y no seré yo quien le ponga fin.

—Si esperas a que esté en mi lecho de muerte, ¡tengo noticias para ti! ¡Ya estoy en él!

—Te vas a recuperar —me recordó.

Respiré hondo para calmarme, ignorando el espasmo de dolor que se desató. Nos miramos de hito en hito. En su rostro no había el menor atisbo de compromiso.

—No —dije lentamente—. No es así.

Su frente se pobló de arrugas.

—Por supuesto que sí. Tal vez te queden un par de cicatrices, pero...

—Te equivocas —insistí—. Voy a morir.

—De verdad, louis. Vas a salir de aquí en cuestión de días —ahora estaba preocupado—. Dos semanas a lo sumo.

Le miré.

—Puede que no muera ahora, pero algún día moriré. Estoy más cerca de ello a cada minuto que pasa. Y voy a envejecer.

Frunció el ceño cuando comprendió mis palabras al tiempo que cerraba los ojos y presionaba sus sienes con los dedos.

—Se supone que la vida es así, que así es como debería ser, como hubiera sido de no existir yo, y yo no debería existir.

Resoplé y él abrió los ojos sorprendido.

—Eso es una estupidez. Es como si alguien a quien le ha tocado la lotería dice antes de recoger el dinero: «Mira, dejemos las cosas como están. Es mejor así», y no lo cobra.

—Difícilmente se me puede considerar un premio de lotería.

—Cierto. Eres mucho mejor.

Puso los ojos en blanco y esbozó una sonrisa forzada.

—louis, no vamos a discutir más este tema. Me niego a condenarte a una noche eterna. Fin del asunto.

—Me conoces muy poco si te crees que esto se ha acabado —le avise—. No eres el único vampiro al que conozco.

El color de sus ojos se oscureció de nuevo.

—niall no se atrevería.

Parecía tan aterrador que durante un momento no pude evitar creerlo. No concebía que alguien fuera tan valiente como para cruzarse en su camino.

—niall ya lo ha visto, ¿verdad? —aventuré—. Por eso te perturban las cosas que te dice. Sabe que algún día voy a ser como tú...

—Él también se equivoca. Te vio muerto, pero eso tampoco ha sucedido.

—Jamás me verás apostar contra niall.

Estuvimos mirándonos largo tiempo, sin más ruido que el zumbido de las máquinas, el pitido, el goteo, el tictac del gran reloj de la pared... Al final, la expresión de su rostro se suavizó.

—Bueno —le pregunté—, ¿dónde nos deja eso?

Harry se rió forzadamente entre dientes.

—Creo que se llama punto muerto.

Suspiré.

— ¡Ay! —musité.

— ¿Cómo te encuentras? —preguntó con un ojo puesto en el botón de llamada.

—Estoy bien —mentí.

—No te creo —repuso amablemente.

—No me voy a dormir de nuevo.

—Necesitas descansar. Tanto debate no es bueno para ti.

—Así que te rindes —insinué.

—Buen intento.

Alargó la mano hacia el botón.

— ¡No!

Me ignoró.

— ¿Sí? —graznó el altavoz de la pared.

—Creo que es el momento adecuado para más sedantes —dijo con calma, haciendo caso omiso de mi expresión furibunda.

—Enviaré a la enfermera —fue la inexpresiva contestación.

—No me los voy a tomar —prometí.

Buscó con la mirada las bolsas de los goteros que colgaban junto a mi cama.

—No creo que te vayan a pedir que te tragues nada.

Comenzó a subir mi ritmo cardiaco. Harry leyó el pánico en mis ojos y suspiró frustrado.

—louis, tienes dolores y necesitas relajarte para curarte. ¿Por qué lo pones tan difícil? Ya no te van a poner más agujas.

—No temo a las agujas —mascullé—, tengo miedo a cerrar los ojos.

Entonces, él esbozó esa sonrisa suya llena de hoyuelos y tomó mi rostro entre sus manos.

—Te dije que no iba a irme a ninguna parte. No temas, estaré aquí mientras eso te haga feliz.

Le devolví la sonrisa e ignoré el dolor de mis mejillas.

—Entonces, es para siempre, ya lo sabes.

—Vamos, déjalo ya. Sólo es un enamoramiento de adolescente.

Sacudí la cabeza con incredulidad y me mareé al hacerlo.

—Me sorprendió que Renée se lo tragara. Sé que tú me conoces mejor.

—Eso es lo hermoso de ser humano —me dijo—. Las cosas cambian.

Se me cerraron los ojos.

—No te olvides de respirar —le recordé.

Seguía riéndose cuando la enfermera entró blandiendo una jeringuilla.

—Perdón —dijo bruscamente a harry, que se levantó y cruzó la habitación hasta llegar al extremo opuesto, donde se apoyó contra la pared.

Se cruzó de brazos y esperó. Mantuve los ojos fijos en él, aún con aprensión. Sostuvo mi mirada con calma.

—Ya está, cielo —dijo la enfermera con una sonrisa mientras inyectaba las medicinas en la bolsa del gotero—. Ahora te vas a sentir mejor.

—Gracias —murmuré sin entusiasmo.

Las medicinas actuaron enseguida. Noté cómo la somnolencia corría por mis venas casi de inmediato.

—Esto debería conseguirlo —contestó ella mientras se me cerraban los párpados.

Luego, debió de marcharse de la habitación, ya que algo frío y liso me acarició el rostro.

—Quédate —dije con dificultad.

—Lo haré —prometió. Su voz sonaba tan hermosa como una canción de cuna— Como te dije, me quedaré mientras eso te haga feliz, todo el tiempo que eso sea lo mejor para ti.

Intenté negar con la cabeza, pero me pesaba demasiado.

—No es lo mismo —mascullé.

Se echó a reír.

—No te preocupes de eso ahora, louis. Podremos discutir cuando despiertes.

Creo que sonreí.

—Vale.

Sentí sus labios en mi oído cuando susurró:

—Te quiero.

—Yo, también.

—Lo sé —se rió en voz baja.

Ladeé levemente la cabeza en busca de... adivinó lo que perseguía y sus labios rozaron los míos con suavidad.

—Gracias —suspiré.

—Siempre que quieras.

En realidad, estaba perdiendo la consciencia por mucho que luchara, cada vez más débilmente, contra el sopor. Sólo había una cosa que deseaba decirle.

— ¿harry? —tuve que esforzarme para pronunciar su nombre con claridad.

— ¿Sí?

—Voy a apostar a favor de niall.

Y entonces, la noche se me echó encima.
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larry stylinson - CREPUSCULO (LARRY STYLINSON Y NIAM) -TERMINADA- - Página 13 Empty Re: CREPUSCULO (LARRY STYLINSON Y NIAM) -TERMINADA-

Mensaje por diana perez tellez Sáb 08 Feb 2014, 6:25 pm

Epílogo
larry stylinson - CREPUSCULO (LARRY STYLINSON Y NIAM) -TERMINADA- - Página 13 Beso+crepusculo+2+de+2

Una ocasión especial

 

 

Harry me ayudó a entrar en su coche. Prestó especial atención a los dobleces del pantalón negro a juego con el saco y el moño que llevaba. Se esmeró en hacer lucir la escayola con placer sobre mis zapatos grises de agujeta. Ignoró la mueca de enfado de mis labios.

Se sentó en el asiento del conductor después de que me hubo instalado y recorrió el largo y estrecho camino de salida.

— ¿Cuándo tienes pensado decirme de qué va todo esto? —refunfuñé quejoso; odio las sorpresas de todo corazón, y él lo sabía.

—Me sorprende que aún no lo hayas adivinado —me lanzó una sonrisa burlona, y el aliento se me atascó en la garganta. ¿Es que nunca me iba a acostumbrar a un ser tan perfecto?

—Ya te he dicho lo guapo que estás, ¿no? —me aseguré.

—Sí.

Volvió a sonreír. Hasta ese instante, jamás le había visto vestido de negro, y el contraste con la piel pálida  junto con los risos desordenados, convertía su belleza en algo totalmente irreal. No había mucho que pudiera ocultar, me ponía nervioso incluso el hecho de que llevara un traje de etiqueta...

... Aunque no tanto como mi propio traje, o los zapatos. En realidad, un solo zapato, porque aún tenía escayolado y protegido el otro pie. Sin duda, el zapato, sujeto al pie sólo por las agujetas, no iba a ayudarme mucho cuando intentara cojear por ahí.

—No voy a volver más a tu casa si niall y Esme siguen tratándome como a un muñeco, como a un cobaya cada vez que venga —rezongué.

Estaba seguro de que no podía salir nada bueno de nuestras indumentarias formales. A menos que..., pero me asustaba expresar en palabras mis suposiciones, incluso pensarlas.

Me distrajo entonces el timbre de un teléfono. harry sacó el móvil del bolsillo interior de la chaqueta y rápidamente miró el número de la llamada entrante antes de contestar.

—Hola, Charlie —contestó con prevención.

— ¿Charlie? —pregunté con pánico.

La experiencia vivida hacía ahora ya más de dos meses había tenido sus consecuencias. Una de ellas era que me había vuelto hipersensible en mi relación con la gente que amaba. Había intercambiado los roles naturales de madre e hijo con Renée, al menos en lo que se refería a mantener contacto con ella. Si no podía hacerlo a diario a través del correo electrónico y, aunque sabía que era innecesario pues ahora era muy feliz en Jacksonville, no descansaba hasta llamarla y hablar con ella.

Y todos los días, cuando Charlie se iba a trabajar, le decía adiós con más ansiedad de la necesaria.

Sin embargo, la cautela de la voz de harry era harina de otro costal. Charlie se había puesto algo difícil desde que regresé a Forks. Mi padre había adoptado dos posturas muy definidas respecto a mi mala experiencia. En lo que se refería a Carlisle, sentía un agradecimiento que rayaba en la adoración. Por otro lado, se obstinaba en responsabilizar a harry como principal culpable porque yo no me hubiera ido de casa de no ser por él. Y harry estaba lejos de contradecirle. Durante los siguientes días fueran apareciendo reglas antes inexistentes, como toques de queda... y horarios de visita.

Harry se ladeó para mirarme al notar la preocupación en mi voz. Su rostro estaba tranquilo, lo cual suavizó mi súbita e irracional ansiedad. A pesar de eso, sus ojos parecían tocados por alguna pena especial. Entendió el motivo de mi reacción, y siguió sintiéndose responsable de cuanto me sucedía.

Algo que le estaba diciendo Charlie le distrajo de sus taciturnos pensamientos. Sus ojos dilatados por la incredulidad me hicieron estremecer de miedo hasta que unos hoyuelos enormes le iluminaron el rostro.

— ¡Me estás tomando el pelo! —rió roncamente.

— ¿Qué pasa? —inquirí, ahora curioso.

Me ignoró.

— ¿Por qué no me dejas que hable con él? —sugirió con evidente placer. Esperó durante unos segundos.

—Hola, Tyler; soy harry Styles —saludó muy educado, al menos en apariencia, pero yo ya le conocía lo bastante para detectar el leve rastro de amenaza en su tono.

¿Qué hacía Tyler en mi casa? Caí en la cuenta de la terrible verdad poco a poco. Bajé la vista para contemplar el elegante traje negro oscuro en el que niall me había metido.

—Lamento que se haya producido algún tipo de malentendido, pero louis no está disponible esta noche —el tono de su voz cambió, y la amenaza de repente se hizo más evidente mientras seguía hablando—. Para serte totalmente sincero, el no va a estar disponible ninguna noche para cualquier otra persona que no sea yo. No te ofendas. Y lamento estropearte la velada —dijo, pero lo cierto es que no sonaba como si no lo sintiera en absoluto.

Cerró el teléfono con un golpe mientras se extendía por su rostro una ancha y estúpida sonrisa.

Mi rostro y mi cuello enrojecieron de ira. Notaba cómo las lágrimas producidas por la rabia empezaban a llenarme los ojos.

Me miró sorprendido.

— ¿Me he extralimitado algo al final? No quería ofenderte.

Pasé eso por alto.

— ¡Me llevas al baile de fin de curso! —grité furioso.

Para vergüenza mía, era bastante obvio. Estaba seguro de que me hubiera dado cuenta de la fecha de los carteles que decoraban los edificios del instituto de haber prestado un poco de atención, pero ni en sueños se me pasó por la imaginación que harry pensara hacerme pasar por esto, ¿es que no me conocía de nada?

No esperaba una reacción tan fuerte, eso estaba claro. Apretó los labios y estrechó los ojos.

—No te pongas difícil, William.

Eché un vistazo por la ventanilla. Estábamos ya a mitad de camino del instituto.

— ¿Por qué me haces esto? —pregunté horrorizado.

—Francamente, louis, ¿qué otra cosa creías que íbamos a hacer? —señaló su traje de etiqueta con un gesto de la mano.

Estaba avergonzado. Primero, por no darme cuenta de lo evidente, y luego por haberme pasado de la raya con las vagas sospechas —expectativas, más bien— que habían ido tomando forma en mi mente a lo largo del día conforme niall y Esme intentaban transformarme en un príncipe. Mis esperanzas, a medias temidas, parecían ahora estupideces.

Había adivinado que se estaba cociendo algún acontecimiento, pero ¡el baile de fin de curso! Era lo último que se me hubiera ocurrido.

Recordé consternado que, contra mi costumbre, hoy me había peinado decentemente, pase las manos por mi flequillo incesantemente. Sin embargo, cuando me mire, mi fleco estaba totalmente despeinado con look. Supuse que niall había usado un fijador o gel muy potente.

—Esto es completamente ridículo. ¿Por qué lloras? —preguntó frustrado.

— ¡Porque estoy loco!

—lou...

Dirigió contra mí toda la fuerza de sus ojos dorados, llenos de reproche.

— ¿Qué? —murmuré, súbitamente distraído.

—Hazlo por mí —insistió.

Sus ojos derritieron toda mi furia. Era imposible luchar con él cuando hacía ese tipo de trampas. Me rendí a regañadientes.

—Bien —contesté con un mohín, incapaz de echar fuego por los ojos con la eficacia deseada—. Me lo tomaré con calma. Pero ya verás —advertí—. En mi caso, la mala suerte se está convirtiendo en un hábito. Seguramente me romperé la otra pierna. —levanté las manos al aire para reforzar mis palabras.

—Humm —miró atentamente mi rostro más tiempo del necesario—. Recuérdame que le dé las gracias a niall esta noche.

— ¿niall va a estar allí? —eso me consoló un poco.

—Con liam, Emmett... y Rosalie —admitió él.

Desapareció la sensación de alivio, ya que mi relación con Rosalie no avanzaba. Me llevaba bastante bien con su marido de quita y pon. Emmett me tenía por una persona divertidísima, pero ella actuaba como si yo no existiera. Mientras sacudía la cabeza para modificar el curso de mis pensamientos, me acordé de otra cosa.

— ¿Estaba Charlie al tanto de esto? —pregunté, repentinamente receloso.

—Claro —esbozó una amplia sonrisa; luego empezó a reírse entre dientes—. Aunque Tyler, al parecer, no.

Me rechinaron los dientes. No entendía cómo Tyler se había creado esas falsas expectativas. Excepto en los pocos días soleados, harry y yo éramos inseparables en el instituto, donde Charlie no podía interferir.

Para entonces ya habíamos llegado al instituto. Un coche destacaba entre todos los demás del aparcamiento, el descapotable rojo de Rosalie. Hoy, las nubes eran finas y algunos rayos de sol se filtraban lejos, al oeste.

Se bajó del coche y lo rodeó para abrirme la puerta. Luego, me tendió la mano.

Me quedé sentado en mi asiento, obstinado, con los brazos cruzados. Sentía una secreta punzada de satisfacción, ya que el aparcamiento estaba atestado de gente vestida de etiqueta: posibles testigos. No podría sacarme a la fuerza del coche como habría hecho de estar solos.

Suspiró.

—Hay que ver, eres valiente como un león cuando alguien quiere matarte, pero cuando se menciona el baile... —sacudió la cabeza.

Tragué saliva. Baile.

—Lou, no voy a dejar que nada te haga daño, ni siquiera tú mismo. Te prometo que voy a estar contigo todo el tiempo.

Lo pensé un poco, y de repente me sentí mucho mejor. Harry lo notó en mi semblante.

—Así que ahora... —dijo con dulzura—. No puede ser tan malo.

Se inclinó y me pasó un brazo por la cintura, me apoyé en su otra mano y dejé que me sacara del coche.

En Phoenix celebran los bailes de fin de curso en el salón de recepciones de los hoteles; sin embargo, aquí, el baile se hace en el gimnasio, por supuesto. Seguro que debía de ser la única sala lo bastante amplia en la ciudad para poder organizar un baile. Cuando entramos, me dio la risa tonta. Había por todos lados arcos con globos y las paredes estaban festoneadas con guirnaldas de papel de seda.

—Parece un escenario listo para rodar una película de terror —me reí por lo bajo.

—Bueno —murmuró él mientras nos acercábamos lentamente hacia la mesa de las entradas. Harry soportaba la mayor parte de mi peso, pero aun así yo debía caminar arrastrando los pies y cojeando—, desde luego hay vampiros presentes más que de sobra.

Contemplé la pista de baile; se había abierto un espacio vacío en el centro, donde dos parejas daban vueltas con gracia. Los otros bailarines se habían apartado hacia los lados de la habitación para concederles espacio, ya que nadie se sentía capaz de competir ante tal exhibición. Nadie podía igualar la elegancia de Emmett, liam y niall, que vestían trajes de etiqueta clásicos. Y Rosalie era... bueno, era Rosalie. Estaba increíble. Su ceñido vestido de vivido color púrpura mostraba un gran escote que llegaba hasta la cintura y dejaba la espalda totalmente al descubierto, y a la altura de las rodillas se ensanchaba en una amplia cola rizada. Me dieron pena todas las chicas de la habitación.

— ¿Quieres que eche el cerrojo a las puertas mientras masacras a todos estos incautos pueblerinos? —susurré como si urdiéramos alguna conspiración.

Harry me miró.

— ¿Y de parte de quién te pondrías tú?

—Oh, me pondría de parte de los vampiros, por supuesto.

Sonrió con renuencia.

—Cualquier cosa con tal de no bailar.

—Lo que sea.

Compró las entradas y nos dirigimos hacia la pista de baile. Me apreté asustado contra su brazo y empecé a arrastrar los pies.

—Tengo toda la noche —me advirtió.

Al final, me llevó hasta el lugar donde su familia bailaba con elegancia, por cierto, en un estilo totalmente inapropiado para esta música y esta época. Los miré espantado.

—Harry —tenía la garganta tan seca que sólo conseguía hablar en susurros—. De verdad, no puedo bailar.

Sentí que el pánico rebullía en mi interior.

—No te preocupes, tonto —me contestó con un hilo de voz—. Yo sí puedo —colocó mis brazos alrededor de su cuello, me levantó en vilo y deslizó sus pies debajo de los míos.

Y de repente, nosotros también estuvimos dando vueltas en la pista de baile.

—Me siento como si tuviera cinco años —me reí después de bailar el vals sin esfuerzo alguno durante varios minutos.

—No los aparentas —murmuró harry al tiempo que me acercaba a él hasta tener la sensación de que mis pies habían despegado del suelo y flotaban a más de medio metro.

Niall atrajo mi atención en una de las vueltas y me sonrió para infundirme valor. Le devolví la sonrisa. Me sorprendió darme cuenta de que realmente estaba disfrutando, aunque fuera sólo un poco.

—De acuerdo, esto no es ni la mitad de malo de lo que pensaba —admití.

Pero harry miraba hacia las puertas con rostro enojado.

— ¿Qué pasa? —pregunté en voz alta.

Aunque estaba desorientado después de dar tantas vueltas, seguí la dirección de su mirada hasta ver lo que le perturbaba. Zayn malik, sin traje de etiqueta, pero con una camisa blanca de manga larga y corbata, y el pelo largo cayendo sobre sus ojos, cruzaba la pista de baile hacia nosotros.

Después de que pasara la primera sorpresa al reconocerlo, no pude evitar sentirme mal por el pobre Zayn. Parecía realmente incómodo, casi de una forma insoportable. Tenía una expresión de culpabilidad cuando se encontraron nuestras miradas.

Harry gruñó muy bajito.

¡Compórtate! —susurré.

La voz de harry sonó cáustica.

—Quiere hablar contigo.

En ese momento, Zayn llegó a nuestra posición. La vergüenza y la disculpa se evidenciaron más en su rostro.

—Hola, louis, esperaba encontrarte aquí —parecía como si realmente hubiera esperado justo lo contrario, aunque su sonrisa era tan cálida como siempre.

—Hola, Zayn —sonreí a mi vez—. ¿Qué quieres?

— ¿Puedo interrumpir? —preguntó indeciso mientras observaba a harry por primera vez.

Me sorprendió descubrir que Zayn no necesitaba alzar los ojos para mirar a harry. Debía de haber crecido más de diez centímetros desde que le vi por vez primera.

El rostro de harry, de expresión ausente, aparentaba serenidad. En respuesta se limitó a depositarme con cuidado en el suelo y retroceder un paso.

—Gracias —dijo Zayn amablemente.

Harry se limitó a asentir mientras me miraba atentamente antes de darme la espalda y marcharse.

Zayn me rodeó la cintura con las manos y yo apoyé mis brazos en sus hombros.

— ¡Hala, Zayn! ¿Cuánto mides ahora?

—Metro ochenta y ocho —contestó pagado de sí mismo.

No bailábamos de verdad, ya que mi pierna lo impedía. Nos balanceamos desmañadamente de un lado a otro sin mover los pies. Menos mal, porque el reciente estirón le había dejado un aspecto desgarbado y de miembros descoordinados, y probablemente era un bailarín tan malo como yo.

—Bueno, ¿y cómo es que has terminado viniendo por aquí esta noche? —pregunté sin verdadera curiosidad.

Me hacía una idea aproximada si tenía en cuenta cuál había sido la reacción de harry.

— ¿Puedes creerte que mi padre me ha pagado veinte pavos por venir a tu baile de fin de curso? —admitió un poco avergonzado.

—Claro que sí —musité—. Bueno, espero que al menos lo estés pasando bien. ¿Has visto algo que te haya gustado? —bromeé mientras dirigía una mirada cargada de intención a un grupo de chicas alineadas contra la pared como tartas en una pastelería.

—Sí —admitió—, pero está comprometido.

Miró hacia bajo para encontrarse con mis ojos llenos de curiosidad durante un segundo. Luego, avergonzados, los dos miramos hacia otro lado.

—A propósito, estás realmente guapo —añadió con timidez.

—Vaya, gracias. ¿Y por qué te pagó Billy para que vinieras? —pregunté rápidamente, aunque conocía la respuesta.

A zayn no pareció hacerle mucha gracia el cambio de tema. Siguió mirando a otro lado, incómodo otra vez.

—Dijo que era un lugar «seguro» para hablar contigo. Te prometo que al viejo se le está yendo la cabeza.

Me uní a su risa con desgana.

—De todos modos, me prometió conseguirme el cilindro maestro que necesito si te daba un mensaje —confesó con una sonrisa avergonzada.

—En ese caso, dámelo. Me gustaría que lograras terminar tu coche —le devolví la sonrisa.

Al menos, Zayn no creía ni una palabra de las viejas leyendas, lo que facilitaba la situación. Apoyado contra la pared, harry vigilaba mi rostro, pero mantenía el suyo inexpresivo. Vi cómo una chica de segundo con un traje rosa le miraba con interés y timidez, pero él no pareció percatarse.

—No te enfades, ¿vale? —Zayn miró a otro lado, con aspecto culpable.

—No es posible que me enfade contigo, Zayn —le aseguré—. Ni siquiera voy a enfadarme con Billy. Di lo que tengas que decir.

—Bueno, es un tanto estúpido... Lo siento, louis, pero quiere que dejes a tu novio. Me dijo que te lo pidiera «por favor».

Sacudió la cabeza con ademán disgustado.

—Sigue con sus supersticiones, ¿verdad?

—Sí. Se vio abrumado cuando te hiciste daño en Phoenix. No se creyó que... —zayn no terminó la frase, sin ser consciente de ello.

—Me caí —le atajé mientras entrecerraba los ojos.

—Lo sé —contestó Zayn con rapidez.

—Billy cree que harry tuvo algo que ver con el hecho de que me hiriera —no era una pregunta, y me enfadé a pesar de mi promesa.

Zayn rehuyó mi mirada. Ni siquiera nos molestábamos ya en seguir el compás de la música, aunque sus manos seguían en mi cintura y yo tenía las mías en sus hombros.

—Mira, Zayn, sé que probablemente Billy no se lo va a creer, pero quiero que al menos tú lo sepas —me miró ahora, notando la nueva seriedad que destilaba mi voz—. En realidad, harry me salvó la vida. Hubiera muerto de no ser por él y por su padre.

—Lo sé —aseguró.

Parecía que la sinceridad de mis palabras le había convencido en parte y, después de todo, tal vez Zayn consiguiera convencer a su padre, al menos en ese punto.

—zayny, escucha, lamento que hayas tenido que hacer esto —me disculpé—. En cualquier caso, ya has cumplido con tu tarea, ¿de acuerdo?

—Sí —musitó. Seguía teniendo un aspecto incómodo y enfadado.

— ¿Hay más? —pregunté con incredulidad.

—Olvídalo —masculló—. Conseguiré un trabajo y ahorraré el dinero por mis propios medios.

Clavé los ojos en él hasta que nuestras miradas se encontraron. —Suéltalo y ya está, zayn.

—Es bastante desagradable.

—No te preocupes. Dímelo —insistí.

—Vale... Pero, ostras, es que suena tan mal... —movió la cabeza—. Me pidió que te dijera, pero no que te advirtiera... —levantó una mano de mi cintura y dibujó en el aire unas comillas—: «Estaremos vigilando». El plural es suyo, no mío.

Aguardó mi reacción con aspecto circunspecto.

Se parecía tanto a la frase de una película de mafiosos que me eché a reír.

—Siento que hayas tenido que hacer esto, zayny.

Me reí con disimulo.

—No me ha importado demasiado —sonrió aliviado mientras evaluaba con la mirada mi vestimenta—. Entonces, ¿le puedo decir que me has contestado que deje de meterse en tus asuntos de una vez? —preguntó esperanzado.

—No —suspiré—. Agradéceselo de mi parte. Sé que lo hace por mi bien.

La canción terminó y bajé los brazos.

Sus manos dudaron un momento en mi cintura y luego miró a mi pierna inútil.

— ¿Quieres bailar otra vez, o te llevo a algún lado?

—No es necesario, Zayn —respondió harry por mí—. Yo me hago cargo.

Zayn se sobresaltó y miró con los ojos como platos a harry, que estaba justo a nuestro lado.

—Eh, no te he oído llegar —masculló—. Espero verte por ahí, louis —dio un paso atrás y saludó con la mano de mala gana.

Sonreí.

—Claro, nos vemos luego.

—Lo siento —añadió antes de darse la vuelta y encaminarse hacia la puerta.

Los brazos de harry me tomaron por la cintura en cuanto empezó la siguiente canción. Parecía de un ritmo algo rápido para bailar lento, pero a él no pareció importarle. Descansé la cabeza sobre su pecho, satisfecho.

— ¿Te sientes mejor? —le tomé el pelo.

—No del todo —comentó con parquedad.

—No te enfades con Billy —suspiré—. Se preocupa por mí sólo por el bien de Charlie. No es nada personal.

—No estoy enfadado con Billy —me corrigió con voz cortante—, pero su hijo me irrita.

Eché la cabeza hacia atrás para mirarle. Estaba muy serio.

— ¿Por qué?

—En primer lugar, me ha hecho romper mi promesa.

Le miré confundido, y él esbozó una media sonrisa cuando me explicó:

—Te prometí que esta noche estaría contigo en todo momento.

—Ah. Bueno, quedas perdonado.

—Gracias —harry frunció el ceño—. Pero hay algo más.

Esperé pacientemente.

—Te llamó guapo —prosiguió al fin, acentuando más el ceño fruncido—. Y eso es prácticamente un insulto con el aspecto que tienes hoy. Eres mucho más que hermoso.

Me reí.

—Tu punto de vista es un poco parcial.

—No lo creo. Además, tengo una vista excelente.

Continuamos dando vueltas en la pista. Llevaba mis pies con los suyos y me estrechaba cerca de él.

— ¿Vas a explicarme ya el motivo de todo esto? —le pregunté.

Me buscó con la mirada y me contempló confundido. Yo lancé una significativa mirada hacia las guirnaldas de papel.

Se detuvo a considerarlo durante un instante y luego cambió de dirección. Me condujo a través del gentío hacia la puerta trasera del gimnasio. De soslayo, vi bailar a Mike y Jessica, que me miraban con curiosidad. Jessica me saludó con la mano y de inmediato le respondí con una sonrisa. Ángela también se encontraba allí, en los brazos del pequeño Ben Cheney; parecía dichosa y feliz sin levantar la vista de los ojos de él, era una cabeza más bajo que ella. Lee y Samanta, Lauren, acompañada por Conner, también nos miraron. Era capaz de recordar los nombres de todos aquellos que pasaban delante de mí a una velocidad de vértigo. De pronto, nos encontramos fuera del gimnasio, a la suave y fresca luz de un crepúsculo mortecino.

Me tomó en brazos en cuanto estuvimos a solas. Atravesamos el umbrío jardín sin detenernos hasta llegar a un banco debajo de los madroños. Se sentó allí, acunándome contra su pecho. Visible a través de las vaporosas nubes, la luna lucía ya en lo alto e iluminaba con su nívea luz el rostro de harry. Sus facciones eran severas y tenía los ojos turbados.

— ¿Qué te preocupa? —le interrumpí con suavidad.

Me ignoró sin apartar los ojos de la luna.

—El crepúsculo, otra vez —murmuró—. Otro final. No importa lo perfecto que sea el día, siempre ha de acabar.

—Algunas cosas no tienen por qué terminar —musité entre dientes, de repente tenso.

Suspiró.

—Te he traído al baile —dijo arrastrando las palabras y contestando finalmente a mi pregunta—, porque no deseo que te pierdas nada, ni que mi presencia te prive de nada si está en mi mano. Quiero que seas humano, que tu vida continúe como lo habría hecho si yo hubiera muerto en 1918, tal y como debería haber sucedido.

Me estremecí al oír sus palabras y luego sacudí la cabeza con enojo.

— ¿Y en qué extraña dimensión paralela habría asistido al baile alguna vez por mi propia voluntad? Si no fueras cien veces más fuerte que yo, nunca habrías conseguido traerme.

Esbozó una amplia sonrisa, pero la alegría de esa sonrisa no llegó a los ojos.

—Tú mismo has reconocido que no ha sido tan malo.

—Porque estaba contigo.

Permanecimos inmóviles durante un minuto. harry contemplaba la luna, y yo a él. Deseaba encontrar la forma de explicarle qué poco interés tenía yo en llevar un vida humana normal.

— ¿Me contestarás si te pregunto algo? —inquirió, mirándome con una sonrisa suave.

— ¿No lo hago siempre?

—Prométeme que lo harás —insistió, sonriente.

—De acuerdo —supe que iba a arrepentirme muy pronto.

—Parecías realmente sorprendido cuando te diste cuenta de que te traía aquí —comenzó.

—Lo estaba —le interrumpí.

—Exacto —admitió—, pero algo tendrías que suponer. Siento curiosidad... ¿Para qué pensaste que nos vestíamos de esta forma?

Sí, me arrepentí de inmediato. Fruncí los labios, dubitativo.

—No quiero decírtelo.

—Lo has prometido —objetó.

—Lo sé.

— ¿Cuál es el problema?

Me di cuenta de que él creía que lo que me impedía hablar era simplemente la vergüenza.

—Creo que te vas a enfadar o entristecer.

Enarcó las cejas mientras lo consideraba.

—De todos modos, quiero saberlo. Por favor.

Suspiré. Él aguardaba mi contestación.

—Bueno, supuse que iba a ser una especie de... ocasión especial. Ni se me pasó por la cabeza que fuera algo tan humano y común como... ¡un baile de fin de curso! —me burlé.

— ¿Humano? —preguntó cansinamente.

Había captado la palabra clave a la primera. Observé mi atuendo mientras jugueteaba nerviosamente con un hilo suelto de gasa. Harry esperó en silencio mi respuesta.

—De acuerdo —confesé atropelladamente—, albergaba la esperanza de que tal vez hubieras cambiado de idea y que, después de todo, me transformaras.

Una decena de sentimientos encontrados recorrieron su rostro. Reconocí algunos, como la ira y el dolor, y, después de que se hubo serenado, la expresión de sus facciones pareció divertida.

—Pensaste que sería una ocasión para vestirse de esta forma, ¿a que sí? —se burló, tocando la solapa de la chaqueta de su traje de etiqueta.

Torcí el gesto para ocultar mi vergüenza.

—No sé cómo van esas cosas; al menos, a mí me parecía más racional que un baile de fin de curso —harry seguía sonriendo—. No es divertido —le aseguré.

—No, tienes razón, no lo es —admitió mientras se desvanecía su sonrisa—. De todos modos, prefiero tomármelo como una broma antes que pensar que lo dices en serio.

—Lo digo en serio.

Suspiró profundamente.

—Lo sé. ¿Y eso es lo que deseas de verdad?

La pena había vuelto a sus ojos. Me mordí el labio y asentí.

—De modo que estás preparado para que esto sea el final, el crepúsculo de tu existencia aunque apenas si has comenzado a vivir —musitó, hablando casi para sí mismo—. Estás dispuesto a abandonarlo todo.

—No es el final, sino el comienzo —le contradije casi sin aliento.

—No lo merezco —dijo con tristeza.

— ¿Recuerdas cuando me dijiste que no me percibía a mí mismo de forma realista? —le pregunté, arqueando las cejas—. Obviamente, tú padeces de la misma ceguera.

—Lo sé.

Suspiré.

De repente, su voluble estado de ánimo cambió. Frunció los labios y me estudió con la mirada. Examinó mi rostro durante mucho tiempo.

— ¿Estás preparado, entonces? —me preguntó.

—Esto... —tragué saliva—. ¿Ya?

Sonrió e inclinó despacio la cabeza hasta rozar mi piel debajo de la mandíbula con sus fríos labios.

— ¿Ahora, ya? —susurró al tiempo que exhalaba su aliento frío sobre mi cuello. Me estremecí de forma involuntaria.

—Sí —contesté en un susurro para que no se me quebrara la voz.

Harry se iba a llevar un chasco si pensaba que me estaba tirando un farol. Ya había tomado mi decisión, estaba seguro. No me importaba que mi cuerpo fuera tan rígido como una tabla, que mis manos se transformaran en puños y mi respiración se volviera irregular... Se rió de forma enigmática y se irguió con gesto de verdadera desaprobación.

—No te puedes haber creído de verdad que me iba a rendir tan fácilmente —dijo con un punto de amargura en su tono burlón.

—tengo derecho a soñar.

Enarcó las cejas.

— ¿Sueñas con convertirte en un monstruo?

—No exactamente —repliqué. Fruncí el ceño ante la palabra que había escogido. En verdad, era eso, un monstruo—. Más bien sueño con poder estar contigo para siempre.

Su expresión se alteró, más suave y triste a causa del sutil dolor que impregnaba mi voz.

—Lou —sus dedos recorrieron con ligereza el contorno de mis labios—. Yo voy a estar contigo..., ¿no basta con eso?

Harry puso las yemas de los dedos sobre mis labios, que esbozaron una sonrisa.

—Basta por ahora.

Torció el gesto ante mi tenacidad. Esta noche ninguno de los dos parecía darse por vencido. Espiró con tal fuerza que casi pareció un gruñido.

Le acaricié el rostro y le dije:

—Mira, te quiero más que a nada en el mundo. ¿No te basta eso?

—Sí, es suficiente —contestó, sonriendo—. Suficiente para siempre.

Y se inclinó para presionar una vez más sus labios fríos contra mi garganta.


FIN... por ahora.
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