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CREPUSCULO (LARRY STYLINSON Y NIAM) -TERMINADA-
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: CREPUSCULO (LARRY STYLINSON Y NIAM) -TERMINADA-
era una mierda absoluta.Justme_95 escribió:hoy, al subir capitulo me paso lo mismo :/
entre cada oración aparece una cosa así yo le puse en editar y borre uno por uno, me tarde un buen xD pero después de eso quedo normal(:
no te dije esto en el otro porque quería decírtelo en este, pero
FELIZ NAVIDAD. espero y te la pases genial, y que te valla super bien. espero que sigas comentando y leyendo mi novela. :conny:
diana perez tellez
Re: CREPUSCULO (LARRY STYLINSON Y NIAM) -TERMINADA-
holas mis amores, mios de mi.
PRIMERO QUE NADA ESPERO QUE ME PERDONEN POR NO SUBIR CAPITULO, PERO ES QUE ESO DE LA LETRA ERA UNA MIERDA.
.... GRACIAS POR ESPERAR Y ESPERO QUE SIGAN LEYENDO Y COMENTANDO.
Y SOBRE TODO LES QUERIA DESEAR UNA HERMOSA NAVIDAD.
RECUERDEN QUE TODOS SUS SUEÑOS SE PUEDEN HACER REALIDAD, Y NO LO DIJO NADA MAS PORQUE ES NAVIDAD Y TODO ESO (AUNQUE SINCERAMENTE AMO NAVIDAD) LES DARE UN CONSEJO.
SIEMPRE SEAN USTEDES MISMAS, Y SI VAN A CAMBIAR HAGANLO POR USTEDES, NO POR ALGUIEN MAS, Y SI UNA DE LAS METAS DE AÑO NUEVO ES CAMBIAR, QUE SEA UN CAMBIO BUENO, UNO DONDE SEAN FELICES.
LAS AMO MIS PRINCIPAS....
ESTOS ONE SHOTS SON POR RECOMPENSA POR NO SUBIR CAPITULO EN MUCHO TIEMPO.
https://onlywn.activoforo.com/t69930-why-youre-perfect-a-larry-stylinson-one-shot-terminado?highlight=larry+stylinson
https://onlywn.activoforo.com/t68758-hambriento-larry-stylinson-terminado
PRIMERO QUE NADA ESPERO QUE ME PERDONEN POR NO SUBIR CAPITULO, PERO ES QUE ESO DE LA LETRA ERA UNA MIERDA.
.... GRACIAS POR ESPERAR Y ESPERO QUE SIGAN LEYENDO Y COMENTANDO.
Y SOBRE TODO LES QUERIA DESEAR UNA HERMOSA NAVIDAD.
RECUERDEN QUE TODOS SUS SUEÑOS SE PUEDEN HACER REALIDAD, Y NO LO DIJO NADA MAS PORQUE ES NAVIDAD Y TODO ESO (AUNQUE SINCERAMENTE AMO NAVIDAD) LES DARE UN CONSEJO.
SIEMPRE SEAN USTEDES MISMAS, Y SI VAN A CAMBIAR HAGANLO POR USTEDES, NO POR ALGUIEN MAS, Y SI UNA DE LAS METAS DE AÑO NUEVO ES CAMBIAR, QUE SEA UN CAMBIO BUENO, UNO DONDE SEAN FELICES.
LAS AMO MIS PRINCIPAS....
ESTOS ONE SHOTS SON POR RECOMPENSA POR NO SUBIR CAPITULO EN MUCHO TIEMPO.
https://onlywn.activoforo.com/t69930-why-youre-perfect-a-larry-stylinson-one-shot-terminado?highlight=larry+stylinson
https://onlywn.activoforo.com/t68758-hambriento-larry-stylinson-terminado
diana perez tellez
Re: CREPUSCULO (LARRY STYLINSON Y NIAM) -TERMINADA-
Carlisle
Me condujo de vuelta a la habitación que había identificado como el despacho de Carlisle. Se detuvo delante de la puerta durante unos instantes.
—Adelante —nos invitó la voz de Carlisle.
Harry abrió la puerta de acceso a una sala de techos altos con vigas de madera y de grandes ventanales orientados hacia el oeste. Las paredes también estaban revestidas con paneles de madera más oscura que la del vestíbulo, allí donde ésta se podía ver, ya que unas estanterías, que llegaban por encima de mi cabeza, ocupaban la mayor parte de la superficie. Contenían más libros de los que jamás había visto fuera de una biblioteca.
Carlisle se sentaba en un sillón de cuero detrás del enorme escritorio de caoba. Acababa de poner un marcador entre las páginas del libro que sostenía en las manos. El despacho era idéntico a como yo imaginaba que sería el de un decano de la facultad, sólo que Carlisle parecía demasiado joven para encajar en el papel.
— ¿Qué puedo hacer por vosotros? —nos preguntó con tono agradable mientras se levantaba del sillón.
—Quería enseñar a Louis un poco de nuestra historia —contestó Harry—. Bueno, en realidad, de tu historia.
—No pretendíamos molestarte —me disculpé.
—En absoluto. ¿Por dónde vais a comenzar?
—Por los cuadros —contestó Harry mientras me ponía con suavidad la mano sobre el hombro y me hacía girar para mirar hacia la puerta por la que acabábamos de entrar.
Cada vez que me tocaba, incluso aunque fuera por casualidad, mi corazón reaccionaba de forma audible. Resultaba de lo más embarazoso en presencia de Carlisle.
La pared hacia la que nos habíamos vuelto era diferente de las demás, ya que estaba repleta de cuadros enmarcados de todos los tamaños y colores —unos muy vivos y otros de apagados monocromos— en lugar de estanterías. Busqué un motivo oculto común que diera coherencia a la colección, pero no encontré nada después de mi apresurado examen.
Harry me arrastró hacia el otro lado, a la izquierda, y me dejó delante de un pequeño óleo con un sencillo marco de madera. No figuraba entre los más grandes ni los más destacados. Pintado con diferentes tonos de sepia, representaba la miniatura de una ciudad de tejados muy inclinados con finas agujas en lo alto de algunas torres diseminadas. Un río muy caudaloso —lo cruzaba un puente cubierto por estructuras similares a minúsculas catedrales— dominaba el primer plano.
—Londres hacia 1650 —comentó.
—El Londres de mi juventud —añadió Carlisle a medio metro detrás de nosotros. Me estremecí. No le había oído aproximarse. Harry me apretó la mano.
— ¿Le vas a contar la historia? —inquirió Harry.
Me retorcí un poco para ver la reacción de Carlisle. Sus ojos se encontraron con los míos y me sonrió.
—Lo haría —replicó—, pero de hecho llego tarde. Han telefoneado del hospital esta mañana. El doctor Snow se ha tomado un día de permiso. Además, te conoces la historia tan bien como yo —añadió, dirigiendo a Harry una gran sonrisa.
Resultaba difícil asimilar una combinación tan extraña: las preocupaciones del día a día de un médico de pueblo en mitad de una conversación sobre sus primeros días en el Londres del siglo XVII.
También desconcertaba saber que hablaba en voz alta sólo en deferencia hacia mí.
Carlisle abandonó la estancia después de destinarme otra cálida sonrisa. Me quedé mirando el pequeño cuadro de la ciudad natal de Carlisle durante un buen rato. Finalmente, volví los ojos hacia Harry, que estaba observándome, y le pregunté:
— ¿Qué sucedió luego? ¿Qué ocurrió cuando comprendió lo que le había pasado?
Volvió a estudiar las pinturas y miré para saber qué imagen atraía su interés ahora. Se trataba de un paisaje de mayor tamaño y colores apagados, una pradera despejada a la sombra de un bosque con un pico escarpado a lo lejos.
—Cuando supo que se había convertido —prosiguió en voz baja—, se rebeló contra su condición, intentó destruirse, pero eso no es fácil de conseguir.
— ¿Cómo?
No quería decirlo en voz alta, pero las palabras se abrieron paso a través de mi estupor.
—Se arrojó desde grandes alturas —me explicó Harry con voz impasible—, e intentó ahogarse en el océano, pero en esa nueva vida era joven y muy fuerte. Resulta sorprendente que fuera capaz de resistir el deseo... de alimentarse... cuando era aún tan inexperto. El instinto es más fuerte en ese momento y lo arrastra todo, pero sentía tal repulsión hacia lo que era que tuvo la fuerza para intentar matarse de hambre.
— ¿Es eso posible? —inquirí con voz débil.
—No, hay muy pocas formas de matarnos.
Abrí la boca para formular otra pregunta, pero Harry comenzó a hablar antes de que lo pudiera hacer.
—De modo que su hambre crecía y al final se debilitó. Se alejó cuanto pudo de toda población humana al detectar que su fuerza de voluntad también se estaba debilitando. Durante meses, estuvo vagabundeando de noche en busca de los lugares más solitarios, maldiciéndose.
»Una noche, una manada de ciervos cruzó junto a su escondrijo. La sed le había vuelto tan salvaje que los atacó sin pensarlo. Recuperó las fuerzas y comprendió que había una alternativa a ser el vil monstruo que temía ser. ¿Acaso no había comido venado en su anterior vida? Podía vivir sin ser un demonio y de nuevo se halló a sí mismo.
«Comenzó a aprovechar mejor su tiempo. Siempre había sido inteligente y ávido de aprender. Ahora tenía un tiempo ilimitado por delante. Estudiaba de noche y trazaba planes durante el día. Se marchó a Francia a nado y...
— ¿Nadó hasta Francia?
—Lou, la gente siempre ha cruzado a nado el Canal —me recordó con paciencia.
—Supongo que es cierto. Sólo que parecía divertido en ese contexto. Continúa.
—Nadar es fácil para nosotros...
—Todo es fácil para ti —me quejé.
Me aguardó con expresión divertida.
—No volveré a interrumpirte otra vez, lo prometo.
Rió entre dientes con aire misterioso y terminó la frase:
—Es fácil porque, técnicamente, no necesitamos respirar.
—Tú...
—No, no, lo has prometido —se rió y me puso con suavidad el helado dedo en los labios—. ¿Quieres oír la historia o no?
—No me puedes soltar algo así y esperar que no diga nada —mascullé contra su dedo.
Levantó la mano hasta ponerla sobre mi cuello. Mi corazón se desbocó, pero perseveré.
— ¿No necesitas respirar? —exigí saber.
—No, no es una necesidad —se encogió de hombros—. Sólo un hábito.
— ¿Cuánto puedes aguantar sin respirar?
—Supongo que indefinidamente, no lo sé. La privación del sentido del olfato resulta un poco incómoda.
—Un poco incómoda —repetí.
No prestaba atención a mis expresiones, pero hubo algo en ellas que le ensombreció el ánimo. La mano le colgó a un costado y se quedó inmóvil, mirándome con gran intensidad. El silencio se prolongó y sus facciones siguieron tan inmóviles como una piedra.
— ¿Qué ocurre? —susurré mientras le acariciaba el rostro helado.
Sus facciones se suavizaron ante mi roce y suspiró.
—Sigo a la espera de que pase.
— ¿A que pase el qué?
—Sé que en algún momento, habrá algo que te diga o que te haga ver que va a ser demasiado. Y entonces te alejarás de mí entre alaridos —esbozó una media sonrisa, pero sus ojos eran serios—. No voy a detenerte. Quiero que suceda, porque quiero que estés a salvo. Y aun así, quiero estar a tu lado. Ambos deseos son imposibles de conciliar...
Dejó la frase en el aire mientras contemplaba mi rostro, a la espera.
—No voy a irme a ningún lado —le prometí.
—Ya lo veremos —contestó, sonriendo de nuevo.
Le fruncí el ceño.
—Bueno, continuemos... Carlisle se marchó a Francia a nado.
Hizo una pausa mientras intentaba recuperar el hilo de la historia. Con gesto pensativo, fijó la mirada en otra pintura, la de mayor colorido y de marco más lujoso, y también la más grande. Personajes llenos de vida, envueltos en túnicas onduladas y enroscadas en torno a grandes columnas en el exterior de balconadas marmóreas, llenaban el lienzo. No sabía si representaban figuras de la mitología helena o si los personajes que flotaban en las nubes de la parte superior tenían algún significado bíblico.
—Carlisle nadó hacia Francia y continuó por Europa y sus universidades. De noche estudió música, ciencias, medicina y encontró su vocación y su penitencia en salvar vidas —su expresión se tornó sobrecogida, casi reverente—. No sé describir su lucha de forma adecuada. Carlisle necesitó dos siglos de atormentadores esfuerzos para perfeccionar su autocontrol. Ahora es prácticamente inmune al olor de la sangre humana y es capaz de hacer el trabajo que adora sin sufrimiento. Obtiene una gran paz de espíritu allí, en el hospital...
Harry se quedó con la mirada ausente durante bastante tiempo. De repente, pareció recordar su intención. Dio unos golpecitos en la enorme pintura que teníamos delante con el dedo.
—Estudió en Italia cuando descubrió que allí había otros. Eran mucho más civilizados y cultos que los espectros de las alcantarillas londinenses.
Rozó a un cuarteto relativamente sereno de figuras pintadas en lo alto de un balcón que miraban con calma el caos reinante a sus pies. Estudié al grupo con cuidado y, con una risa de sorpresa, reconocí al hombre de cabellos dorados.
—Los amigos de Carlisle fueron una gran fuente de inspiración para Francesco Solimena. A menudo los representaba como dioses —rió entre dientes—. Aro, Marco, Cayo —dijo conforme iba señalando a los otros tres, dos de cabellos negros y uno de cabellos canos——, los patrones nocturnos de las artes.
— ¿Qué fue de ellos? —pregunté en voz alta, con la yema de los dedos inmóvil en el aire a un centímetro de las figuras de la tela.
—Siguen ahí, como llevan haciendo desde hace quién sabe cuántos milenios —se encogió de hombros—. Carlisle sólo estuvo entre ellos por un breve lapso de tiempo, apenas unas décadas. Admiraba profundamente su amabilidad y su refinamiento, pero persistieron en su intento de curarle de aquella aversión a su «fuente natural de alimentación». Ellos intentaron persuadirle y él a ellos, en vano. Llegados a ese punto, Carlisle decidió probar suerte en el Nuevo Mundo. Soñaba con hallar a otros como él. Ya sabes, estaba muy solo.
«Transcurrió mucho tiempo sin que encontrara a nadie, pero podía interactuar entre los confiados humanos como si fuera uno de ellos porque los monstruos se habían convertido en tema para los cuentos de hadas. Comenzó a practicar la medicina. Pero rehuía el ansiado compañerismo al no poderse arriesgar a un exceso de confianza.
«Trabajaba por las noches en un hospital de Chicago cuando golpeó la pandemia de gripe. Le había estado dando vueltas durante varios años y casi había decidido actuar. Ya que no encontraba un compañero, lo crearía; pero dudaba si hacerlo o no, ya que él mismo no estaba totalmente seguro de cómo se había convertido. Además, se había jurado no arrebatar la vida de nadie de la misma manera que se la había robado a él. Estaba en ese estado de ánimo cuando me encontró. No había esperanza para mí. Me habían dejado en la sala de los moribundos. Había asistido a mis padres, por lo que sabía que estaba solo en el mundo, .y decidió intentarlo....
Ahora, cuando dejó la frase inacabada, su voz era apenas un susurro. Me pregunté qué imágenes ocuparían su mente en ese instante, ¿los recuerdos de Carlisle o los suyos? Esperé sin hacer ruido.
Una angelical sonrisa iluminaba su rostro cuando se volvió hacia mí.
—Y así es como se cerró el círculo —concluyó.
—Entonces, ¿siempre has estado con Carlisle?
—Casi siempre.
Me puso la mano en la cintura con suavidad y me arrastró con él mientras cruzaba la puerta. Me volví a mirar los cuadros de la pared, preguntándome si alguna vez llegaría a oír el resto de las historias.
Harry no dijo nada mientras caminábamos hacia el vestíbulo, de modo que pregunté:
— ¿Casi?
Suspiró. Parecía renuente a responder.
—Bueno, tuve el típico brote de rebeldía adolescente unos diez años después de... nacer... o convertirme, como prefieras llamarlo. No me resignaba a llevar su vida de abstinencia y estaba resentido con él por refrenar mi sed, por lo que me marché a seguir mi camino durante un tiempo.
— ¿De verdad?
Estaba mucho más intrigado que asustado, que es como debería estar.
Y él lo sabía. Vagamente me di cuenta de que nos dirigíamos al siguiente tramo de escaleras, pero no estaba prestando demasiada atención a cuanto me rodeaba.
— ¿No te causa repulsa?
—No.
— ¿Por qué no?
—Supongo que... suena razonable.
Soltó una carcajada más fuerte que las anteriores. Ahora nos encontrábamos en lo más alto de las escaleras, en otro vestíbulo de paredes revestidas con paneles de madera.
—Gocé de la ventaja de saber qué pensaban todos cuantos me rodeaban, fueran humanos o no, desde el momento de mi renacimiento —susurró—. Ésa fue la razón por la que tardé diez años en desafiar a Carlisle... Podía leer su absoluta sinceridad y comprender la razón de su forma de vida.
Apenas tardé unos pocos años en volver a su lado y comprometerme de nuevo con su visión. Creí poderme librar de los remordimientos de conciencia, ya que podía dejar a los inocentes y perseguir sólo a los malvados al conocer los pensamientos de mis presas. Si seguía a un asesino hasta un callejón oscuro donde acosaba a una chica, si la salvaba, en ese caso no sería tan terrible.
Me estremecí al imaginar con claridad lo que describía: el callejón de noche, la chica atemorizada, el hombre siniestro detrás de ella y Harry de caza, terrible y glorioso como un joven dios, imparable. ¿Le estaría agradecida la chica o se asustaría más que antes?
—Pero con el paso del tiempo comencé a verme como un monstruo. No podía rehuir la deuda de haber tomado demasiadas vidas, sin importar cuánto se lo merecieran, y regresé con Carlisle y Esme. Me acogieron como al hijo pródigo. Era más de lo que merecía.
Nos habíamos detenido frente a la última puerta del vestíbulo.
—Mi habitación —me informó al tiempo que abría la puerta y me hacía pasar.
Su habitación tenía vistas al sur y una ventana del tamaño de la pared, igual que en el gran recibidor del primer piso. Toda la parte posterior de la casa debía de ser de vidrio. La vista daba al meandro que describía el río Sol Duc antes de cruzar el bosque intacto que llegaba hasta la cordillera de Olympic Mountain. La pared de la cara oeste estaba totalmente cubierta por una sucesión de estantes repletos de CD. El cuarto de Harry estaba mejor surtido que una tienda de música. En el rincón había un sofisticado aparato de música, de un tipo que no me atrevía a tocar por miedo a romperlo. No había ninguna cama, sólo un espacioso y acogedor sofá de cuero negro. Una gruesa alfombra de tonos dorados cubría el suelo y las paredes estaban tapizadas de tela de un tono ligeramente más oscuro.
— ¿Para conseguir una buena acústica? —aventuré.
Harry rió entre dientes y asintió con la cabeza.
Tomó un mando a distancia y encendió el equipo, la suave música de jazz, pese a estar a un volumen bajo, sonaba como si el grupo estuviera con nosotros en la habitación. Me fui a mirar su alucinante colección de música.
— ¿Cómo los clasificas? —pregunté al sentirme incapaz de encontrar un criterio para el orden de los títulos.
No me estaba prestando atención.
—Esto... Por año, y luego por preferencia personal dentro de ese año —contestó con aire distraído.
Al darme la vuelta, le vi mirarme con un brillo muy peculiar en los ojos.
— ¿Qué ocurre?
—Contaba con sentirme aliviado después de habértelo explicado todo, de no tener secretos para ti, pero no esperaba sentir más que eso. Me gusta —se encogió de hombros al tiempo que sonreía imperceptiblemente—. Me hace feliz.- sus hoyuelos aparecieron en sus mejillas.
—Me alegro.
Le devolví la sonrisa. Me preocuparía que se arrepintiera de haberme contado todo aquello. Era bueno saber que no era el caso.
Pero entonces, mientras sus ojos estudiaban mi expresión, su sonrisa se apagó y su frente se pobló de arrugas.
—Aún sigues esperando que salga huyendo —supuse—, gritando espantado, ¿verdad?
Una ligera sonrisa curvó sus labios y asintió.
—Lamento estropearte la ilusión, pero no inspiras tanto miedo, de veras —con toda naturalidad, le mentí—: De hecho, no me asustas nada en absoluto.
Se detuvo y arqueó las cejas con manifiesta incredulidad. Una sonrisa ancha y traviesa recorrió su rostro.
—No deberías haber dicho eso, de veras.
Harry emitió un sordo gruñido gutural y los labios mostraron unos dientes perfectos al curvarse hacia atrás. De repente, su cuerpo cambió, se había agachado, tenso como un león a punto de acometer.
Sin dejar de mirarlo, me aparté de él.
—No deberías haberlo dicho.
No le vi saltar hacia mí, fue demasiado rápido. De repente me encontré en el aire y luego caímos sobre el sofá, que golpeó contra la pared por el impacto. Sus brazos formaron una protectora jaula durante todo el tiempo, por lo que apenas sentí el zarandeo, pero seguía respirando agitadamente cuando intenté ponerme en pie.
— ¿Qué era lo que decías? —preguntó juguetón.
—Que eres un monstruo realmente aterrador —repliqué. El jadeo de mi voz estropeó algo el sarcasmo de mi respuesta.
—Mucho mejor —aprobó.
—Esto... —forcejeé——. ¿Me puedes bajar ya?
Se limitó a reírse.
— ¿Se puede? —preguntó una voz que parecía proceder del vestíbulo.
Me debatí para liberarme, pero Harry se limitó a dejar que pudiera sentarme de forma más convencional sobre su regazo. Entonces vi en el vestíbulo a Niall y Liam detrás de el. Me puse colorado, pero Harry parecía a gusto.
—Adelante —contestó Harry, que aún seguía riéndose discretamente.
Niall no pareció hallar nada inusual en nuestro abrazo. Caminó —casi salto, tal era la gracia de sus movimientos— hacia el centro del cuarto y se dobló de forma sinuosa para sentarse sobre el suelo. Liam, sin embargo, se detuvo en el umbral un poco sorprendido. Clavó los ojos en el rostro de Harry y me pregunté si estaba tanteando el clima reinante con su inusual sensibilidad.
—Parecía que te ibas a almorzar a Lou —anunció Niall—, y veníamos a ver si lo podíamos compartir.
Me puse rígido durante un instante, hasta que me percaté de la gran sonrisa de Harry. No sabría decir si se debía al comentario de Niall o a mi reacción.
—Lo siento. No creo que haya bastante para compartir —replicó sin dejar de rodearme con los brazos.
—De hecho —dijo Liam, sonriendo a su pesar cuando entró en la habitación—, Niall anuncia una gran tormenta para esta noche y Emmett quiere jugar a la pelota. ¿Te apuntas?
Las palabras eran bastante comunes, pero me desconcertaba el contexto; aunque Niall era más fiable que el hombre del tiempo.
Los ojos de Harry se iluminaron, pero aun así vaciló.
—Traerías a Lou, por supuesto —añadió Niall jovialmente. Había creído atisbar la rápida mirada que Liam le lanzaba.
— ¿Quieres ir? —me preguntó Harry, animado y con expresión de entusiasmo.
—Claro —no podía decepcionar a un rostro como ése—. Eh, ¿adónde vamos?
—Hemos de esperar a que truene para jugar, ya verás la razón —me prometió.
— ¿Necesitaré un paraguas?
Los tres rompieron a reír estrepitosamente.
— ¿Lo va a necesitar? —preguntó Liam a Niall.
—No; —estaba seguro—. La tormenta va a descargar sobre el pueblo. El claro del bosque debería de estar bastante seco.
—En ese caso, perfecto.
El entusiasmo de la voz de Liam fue contagioso, por descontado. Yo mismo me descubrí más curioso que aterrado.
—Vamos a ver si Carlisle quiere venir.
Niall se levantó y cruzó la puerta de un modo que hubiera roto de envidia el corazón de cualquier persona.
—Como si no lo supieras —lo pinchó Liam.
Ambos siguieron su camino con rapidez, pero Liam se las arregló para dejar la puerta discretamente cerrada al salir.
— ¿A qué vamos a jugar? —quise saber.
—Tú vas a mirar —aclaró Harry—. Nosotros jugaremos al béisbol.
Levanté los ojos hacia el cielo
— ¿A los vampiros les gusta el béisbol?
—Es el pasatiempo americano —me replicó con burlona solemnidad.
Me condujo de vuelta a la habitación que había identificado como el despacho de Carlisle. Se detuvo delante de la puerta durante unos instantes.
—Adelante —nos invitó la voz de Carlisle.
Harry abrió la puerta de acceso a una sala de techos altos con vigas de madera y de grandes ventanales orientados hacia el oeste. Las paredes también estaban revestidas con paneles de madera más oscura que la del vestíbulo, allí donde ésta se podía ver, ya que unas estanterías, que llegaban por encima de mi cabeza, ocupaban la mayor parte de la superficie. Contenían más libros de los que jamás había visto fuera de una biblioteca.
Carlisle se sentaba en un sillón de cuero detrás del enorme escritorio de caoba. Acababa de poner un marcador entre las páginas del libro que sostenía en las manos. El despacho era idéntico a como yo imaginaba que sería el de un decano de la facultad, sólo que Carlisle parecía demasiado joven para encajar en el papel.
— ¿Qué puedo hacer por vosotros? —nos preguntó con tono agradable mientras se levantaba del sillón.
—Quería enseñar a Louis un poco de nuestra historia —contestó Harry—. Bueno, en realidad, de tu historia.
—No pretendíamos molestarte —me disculpé.
—En absoluto. ¿Por dónde vais a comenzar?
—Por los cuadros —contestó Harry mientras me ponía con suavidad la mano sobre el hombro y me hacía girar para mirar hacia la puerta por la que acabábamos de entrar.
Cada vez que me tocaba, incluso aunque fuera por casualidad, mi corazón reaccionaba de forma audible. Resultaba de lo más embarazoso en presencia de Carlisle.
La pared hacia la que nos habíamos vuelto era diferente de las demás, ya que estaba repleta de cuadros enmarcados de todos los tamaños y colores —unos muy vivos y otros de apagados monocromos— en lugar de estanterías. Busqué un motivo oculto común que diera coherencia a la colección, pero no encontré nada después de mi apresurado examen.
Harry me arrastró hacia el otro lado, a la izquierda, y me dejó delante de un pequeño óleo con un sencillo marco de madera. No figuraba entre los más grandes ni los más destacados. Pintado con diferentes tonos de sepia, representaba la miniatura de una ciudad de tejados muy inclinados con finas agujas en lo alto de algunas torres diseminadas. Un río muy caudaloso —lo cruzaba un puente cubierto por estructuras similares a minúsculas catedrales— dominaba el primer plano.
—Londres hacia 1650 —comentó.
—El Londres de mi juventud —añadió Carlisle a medio metro detrás de nosotros. Me estremecí. No le había oído aproximarse. Harry me apretó la mano.
— ¿Le vas a contar la historia? —inquirió Harry.
Me retorcí un poco para ver la reacción de Carlisle. Sus ojos se encontraron con los míos y me sonrió.
—Lo haría —replicó—, pero de hecho llego tarde. Han telefoneado del hospital esta mañana. El doctor Snow se ha tomado un día de permiso. Además, te conoces la historia tan bien como yo —añadió, dirigiendo a Harry una gran sonrisa.
Resultaba difícil asimilar una combinación tan extraña: las preocupaciones del día a día de un médico de pueblo en mitad de una conversación sobre sus primeros días en el Londres del siglo XVII.
También desconcertaba saber que hablaba en voz alta sólo en deferencia hacia mí.
Carlisle abandonó la estancia después de destinarme otra cálida sonrisa. Me quedé mirando el pequeño cuadro de la ciudad natal de Carlisle durante un buen rato. Finalmente, volví los ojos hacia Harry, que estaba observándome, y le pregunté:
— ¿Qué sucedió luego? ¿Qué ocurrió cuando comprendió lo que le había pasado?
Volvió a estudiar las pinturas y miré para saber qué imagen atraía su interés ahora. Se trataba de un paisaje de mayor tamaño y colores apagados, una pradera despejada a la sombra de un bosque con un pico escarpado a lo lejos.
—Cuando supo que se había convertido —prosiguió en voz baja—, se rebeló contra su condición, intentó destruirse, pero eso no es fácil de conseguir.
— ¿Cómo?
No quería decirlo en voz alta, pero las palabras se abrieron paso a través de mi estupor.
—Se arrojó desde grandes alturas —me explicó Harry con voz impasible—, e intentó ahogarse en el océano, pero en esa nueva vida era joven y muy fuerte. Resulta sorprendente que fuera capaz de resistir el deseo... de alimentarse... cuando era aún tan inexperto. El instinto es más fuerte en ese momento y lo arrastra todo, pero sentía tal repulsión hacia lo que era que tuvo la fuerza para intentar matarse de hambre.
— ¿Es eso posible? —inquirí con voz débil.
—No, hay muy pocas formas de matarnos.
Abrí la boca para formular otra pregunta, pero Harry comenzó a hablar antes de que lo pudiera hacer.
—De modo que su hambre crecía y al final se debilitó. Se alejó cuanto pudo de toda población humana al detectar que su fuerza de voluntad también se estaba debilitando. Durante meses, estuvo vagabundeando de noche en busca de los lugares más solitarios, maldiciéndose.
»Una noche, una manada de ciervos cruzó junto a su escondrijo. La sed le había vuelto tan salvaje que los atacó sin pensarlo. Recuperó las fuerzas y comprendió que había una alternativa a ser el vil monstruo que temía ser. ¿Acaso no había comido venado en su anterior vida? Podía vivir sin ser un demonio y de nuevo se halló a sí mismo.
«Comenzó a aprovechar mejor su tiempo. Siempre había sido inteligente y ávido de aprender. Ahora tenía un tiempo ilimitado por delante. Estudiaba de noche y trazaba planes durante el día. Se marchó a Francia a nado y...
— ¿Nadó hasta Francia?
—Lou, la gente siempre ha cruzado a nado el Canal —me recordó con paciencia.
—Supongo que es cierto. Sólo que parecía divertido en ese contexto. Continúa.
—Nadar es fácil para nosotros...
—Todo es fácil para ti —me quejé.
Me aguardó con expresión divertida.
—No volveré a interrumpirte otra vez, lo prometo.
Rió entre dientes con aire misterioso y terminó la frase:
—Es fácil porque, técnicamente, no necesitamos respirar.
—Tú...
—No, no, lo has prometido —se rió y me puso con suavidad el helado dedo en los labios—. ¿Quieres oír la historia o no?
—No me puedes soltar algo así y esperar que no diga nada —mascullé contra su dedo.
Levantó la mano hasta ponerla sobre mi cuello. Mi corazón se desbocó, pero perseveré.
— ¿No necesitas respirar? —exigí saber.
—No, no es una necesidad —se encogió de hombros—. Sólo un hábito.
— ¿Cuánto puedes aguantar sin respirar?
—Supongo que indefinidamente, no lo sé. La privación del sentido del olfato resulta un poco incómoda.
—Un poco incómoda —repetí.
No prestaba atención a mis expresiones, pero hubo algo en ellas que le ensombreció el ánimo. La mano le colgó a un costado y se quedó inmóvil, mirándome con gran intensidad. El silencio se prolongó y sus facciones siguieron tan inmóviles como una piedra.
— ¿Qué ocurre? —susurré mientras le acariciaba el rostro helado.
Sus facciones se suavizaron ante mi roce y suspiró.
—Sigo a la espera de que pase.
— ¿A que pase el qué?
—Sé que en algún momento, habrá algo que te diga o que te haga ver que va a ser demasiado. Y entonces te alejarás de mí entre alaridos —esbozó una media sonrisa, pero sus ojos eran serios—. No voy a detenerte. Quiero que suceda, porque quiero que estés a salvo. Y aun así, quiero estar a tu lado. Ambos deseos son imposibles de conciliar...
Dejó la frase en el aire mientras contemplaba mi rostro, a la espera.
—No voy a irme a ningún lado —le prometí.
—Ya lo veremos —contestó, sonriendo de nuevo.
Le fruncí el ceño.
—Bueno, continuemos... Carlisle se marchó a Francia a nado.
Hizo una pausa mientras intentaba recuperar el hilo de la historia. Con gesto pensativo, fijó la mirada en otra pintura, la de mayor colorido y de marco más lujoso, y también la más grande. Personajes llenos de vida, envueltos en túnicas onduladas y enroscadas en torno a grandes columnas en el exterior de balconadas marmóreas, llenaban el lienzo. No sabía si representaban figuras de la mitología helena o si los personajes que flotaban en las nubes de la parte superior tenían algún significado bíblico.
—Carlisle nadó hacia Francia y continuó por Europa y sus universidades. De noche estudió música, ciencias, medicina y encontró su vocación y su penitencia en salvar vidas —su expresión se tornó sobrecogida, casi reverente—. No sé describir su lucha de forma adecuada. Carlisle necesitó dos siglos de atormentadores esfuerzos para perfeccionar su autocontrol. Ahora es prácticamente inmune al olor de la sangre humana y es capaz de hacer el trabajo que adora sin sufrimiento. Obtiene una gran paz de espíritu allí, en el hospital...
Harry se quedó con la mirada ausente durante bastante tiempo. De repente, pareció recordar su intención. Dio unos golpecitos en la enorme pintura que teníamos delante con el dedo.
—Estudió en Italia cuando descubrió que allí había otros. Eran mucho más civilizados y cultos que los espectros de las alcantarillas londinenses.
Rozó a un cuarteto relativamente sereno de figuras pintadas en lo alto de un balcón que miraban con calma el caos reinante a sus pies. Estudié al grupo con cuidado y, con una risa de sorpresa, reconocí al hombre de cabellos dorados.
—Los amigos de Carlisle fueron una gran fuente de inspiración para Francesco Solimena. A menudo los representaba como dioses —rió entre dientes—. Aro, Marco, Cayo —dijo conforme iba señalando a los otros tres, dos de cabellos negros y uno de cabellos canos——, los patrones nocturnos de las artes.
— ¿Qué fue de ellos? —pregunté en voz alta, con la yema de los dedos inmóvil en el aire a un centímetro de las figuras de la tela.
—Siguen ahí, como llevan haciendo desde hace quién sabe cuántos milenios —se encogió de hombros—. Carlisle sólo estuvo entre ellos por un breve lapso de tiempo, apenas unas décadas. Admiraba profundamente su amabilidad y su refinamiento, pero persistieron en su intento de curarle de aquella aversión a su «fuente natural de alimentación». Ellos intentaron persuadirle y él a ellos, en vano. Llegados a ese punto, Carlisle decidió probar suerte en el Nuevo Mundo. Soñaba con hallar a otros como él. Ya sabes, estaba muy solo.
«Transcurrió mucho tiempo sin que encontrara a nadie, pero podía interactuar entre los confiados humanos como si fuera uno de ellos porque los monstruos se habían convertido en tema para los cuentos de hadas. Comenzó a practicar la medicina. Pero rehuía el ansiado compañerismo al no poderse arriesgar a un exceso de confianza.
«Trabajaba por las noches en un hospital de Chicago cuando golpeó la pandemia de gripe. Le había estado dando vueltas durante varios años y casi había decidido actuar. Ya que no encontraba un compañero, lo crearía; pero dudaba si hacerlo o no, ya que él mismo no estaba totalmente seguro de cómo se había convertido. Además, se había jurado no arrebatar la vida de nadie de la misma manera que se la había robado a él. Estaba en ese estado de ánimo cuando me encontró. No había esperanza para mí. Me habían dejado en la sala de los moribundos. Había asistido a mis padres, por lo que sabía que estaba solo en el mundo, .y decidió intentarlo....
Ahora, cuando dejó la frase inacabada, su voz era apenas un susurro. Me pregunté qué imágenes ocuparían su mente en ese instante, ¿los recuerdos de Carlisle o los suyos? Esperé sin hacer ruido.
Una angelical sonrisa iluminaba su rostro cuando se volvió hacia mí.
—Y así es como se cerró el círculo —concluyó.
—Entonces, ¿siempre has estado con Carlisle?
—Casi siempre.
Me puso la mano en la cintura con suavidad y me arrastró con él mientras cruzaba la puerta. Me volví a mirar los cuadros de la pared, preguntándome si alguna vez llegaría a oír el resto de las historias.
Harry no dijo nada mientras caminábamos hacia el vestíbulo, de modo que pregunté:
— ¿Casi?
Suspiró. Parecía renuente a responder.
—Bueno, tuve el típico brote de rebeldía adolescente unos diez años después de... nacer... o convertirme, como prefieras llamarlo. No me resignaba a llevar su vida de abstinencia y estaba resentido con él por refrenar mi sed, por lo que me marché a seguir mi camino durante un tiempo.
— ¿De verdad?
Estaba mucho más intrigado que asustado, que es como debería estar.
Y él lo sabía. Vagamente me di cuenta de que nos dirigíamos al siguiente tramo de escaleras, pero no estaba prestando demasiada atención a cuanto me rodeaba.
— ¿No te causa repulsa?
—No.
— ¿Por qué no?
—Supongo que... suena razonable.
Soltó una carcajada más fuerte que las anteriores. Ahora nos encontrábamos en lo más alto de las escaleras, en otro vestíbulo de paredes revestidas con paneles de madera.
—Gocé de la ventaja de saber qué pensaban todos cuantos me rodeaban, fueran humanos o no, desde el momento de mi renacimiento —susurró—. Ésa fue la razón por la que tardé diez años en desafiar a Carlisle... Podía leer su absoluta sinceridad y comprender la razón de su forma de vida.
Apenas tardé unos pocos años en volver a su lado y comprometerme de nuevo con su visión. Creí poderme librar de los remordimientos de conciencia, ya que podía dejar a los inocentes y perseguir sólo a los malvados al conocer los pensamientos de mis presas. Si seguía a un asesino hasta un callejón oscuro donde acosaba a una chica, si la salvaba, en ese caso no sería tan terrible.
Me estremecí al imaginar con claridad lo que describía: el callejón de noche, la chica atemorizada, el hombre siniestro detrás de ella y Harry de caza, terrible y glorioso como un joven dios, imparable. ¿Le estaría agradecida la chica o se asustaría más que antes?
—Pero con el paso del tiempo comencé a verme como un monstruo. No podía rehuir la deuda de haber tomado demasiadas vidas, sin importar cuánto se lo merecieran, y regresé con Carlisle y Esme. Me acogieron como al hijo pródigo. Era más de lo que merecía.
Nos habíamos detenido frente a la última puerta del vestíbulo.
—Mi habitación —me informó al tiempo que abría la puerta y me hacía pasar.
Su habitación tenía vistas al sur y una ventana del tamaño de la pared, igual que en el gran recibidor del primer piso. Toda la parte posterior de la casa debía de ser de vidrio. La vista daba al meandro que describía el río Sol Duc antes de cruzar el bosque intacto que llegaba hasta la cordillera de Olympic Mountain. La pared de la cara oeste estaba totalmente cubierta por una sucesión de estantes repletos de CD. El cuarto de Harry estaba mejor surtido que una tienda de música. En el rincón había un sofisticado aparato de música, de un tipo que no me atrevía a tocar por miedo a romperlo. No había ninguna cama, sólo un espacioso y acogedor sofá de cuero negro. Una gruesa alfombra de tonos dorados cubría el suelo y las paredes estaban tapizadas de tela de un tono ligeramente más oscuro.
— ¿Para conseguir una buena acústica? —aventuré.
Harry rió entre dientes y asintió con la cabeza.
Tomó un mando a distancia y encendió el equipo, la suave música de jazz, pese a estar a un volumen bajo, sonaba como si el grupo estuviera con nosotros en la habitación. Me fui a mirar su alucinante colección de música.
— ¿Cómo los clasificas? —pregunté al sentirme incapaz de encontrar un criterio para el orden de los títulos.
No me estaba prestando atención.
—Esto... Por año, y luego por preferencia personal dentro de ese año —contestó con aire distraído.
Al darme la vuelta, le vi mirarme con un brillo muy peculiar en los ojos.
— ¿Qué ocurre?
—Contaba con sentirme aliviado después de habértelo explicado todo, de no tener secretos para ti, pero no esperaba sentir más que eso. Me gusta —se encogió de hombros al tiempo que sonreía imperceptiblemente—. Me hace feliz.- sus hoyuelos aparecieron en sus mejillas.
—Me alegro.
Le devolví la sonrisa. Me preocuparía que se arrepintiera de haberme contado todo aquello. Era bueno saber que no era el caso.
Pero entonces, mientras sus ojos estudiaban mi expresión, su sonrisa se apagó y su frente se pobló de arrugas.
—Aún sigues esperando que salga huyendo —supuse—, gritando espantado, ¿verdad?
Una ligera sonrisa curvó sus labios y asintió.
—Lamento estropearte la ilusión, pero no inspiras tanto miedo, de veras —con toda naturalidad, le mentí—: De hecho, no me asustas nada en absoluto.
Se detuvo y arqueó las cejas con manifiesta incredulidad. Una sonrisa ancha y traviesa recorrió su rostro.
—No deberías haber dicho eso, de veras.
Harry emitió un sordo gruñido gutural y los labios mostraron unos dientes perfectos al curvarse hacia atrás. De repente, su cuerpo cambió, se había agachado, tenso como un león a punto de acometer.
Sin dejar de mirarlo, me aparté de él.
—No deberías haberlo dicho.
No le vi saltar hacia mí, fue demasiado rápido. De repente me encontré en el aire y luego caímos sobre el sofá, que golpeó contra la pared por el impacto. Sus brazos formaron una protectora jaula durante todo el tiempo, por lo que apenas sentí el zarandeo, pero seguía respirando agitadamente cuando intenté ponerme en pie.
— ¿Qué era lo que decías? —preguntó juguetón.
—Que eres un monstruo realmente aterrador —repliqué. El jadeo de mi voz estropeó algo el sarcasmo de mi respuesta.
—Mucho mejor —aprobó.
—Esto... —forcejeé——. ¿Me puedes bajar ya?
Se limitó a reírse.
— ¿Se puede? —preguntó una voz que parecía proceder del vestíbulo.
Me debatí para liberarme, pero Harry se limitó a dejar que pudiera sentarme de forma más convencional sobre su regazo. Entonces vi en el vestíbulo a Niall y Liam detrás de el. Me puse colorado, pero Harry parecía a gusto.
—Adelante —contestó Harry, que aún seguía riéndose discretamente.
Niall no pareció hallar nada inusual en nuestro abrazo. Caminó —casi salto, tal era la gracia de sus movimientos— hacia el centro del cuarto y se dobló de forma sinuosa para sentarse sobre el suelo. Liam, sin embargo, se detuvo en el umbral un poco sorprendido. Clavó los ojos en el rostro de Harry y me pregunté si estaba tanteando el clima reinante con su inusual sensibilidad.
—Parecía que te ibas a almorzar a Lou —anunció Niall—, y veníamos a ver si lo podíamos compartir.
Me puse rígido durante un instante, hasta que me percaté de la gran sonrisa de Harry. No sabría decir si se debía al comentario de Niall o a mi reacción.
—Lo siento. No creo que haya bastante para compartir —replicó sin dejar de rodearme con los brazos.
—De hecho —dijo Liam, sonriendo a su pesar cuando entró en la habitación—, Niall anuncia una gran tormenta para esta noche y Emmett quiere jugar a la pelota. ¿Te apuntas?
Las palabras eran bastante comunes, pero me desconcertaba el contexto; aunque Niall era más fiable que el hombre del tiempo.
Los ojos de Harry se iluminaron, pero aun así vaciló.
—Traerías a Lou, por supuesto —añadió Niall jovialmente. Había creído atisbar la rápida mirada que Liam le lanzaba.
— ¿Quieres ir? —me preguntó Harry, animado y con expresión de entusiasmo.
—Claro —no podía decepcionar a un rostro como ése—. Eh, ¿adónde vamos?
—Hemos de esperar a que truene para jugar, ya verás la razón —me prometió.
— ¿Necesitaré un paraguas?
Los tres rompieron a reír estrepitosamente.
— ¿Lo va a necesitar? —preguntó Liam a Niall.
—No; —estaba seguro—. La tormenta va a descargar sobre el pueblo. El claro del bosque debería de estar bastante seco.
—En ese caso, perfecto.
El entusiasmo de la voz de Liam fue contagioso, por descontado. Yo mismo me descubrí más curioso que aterrado.
—Vamos a ver si Carlisle quiere venir.
Niall se levantó y cruzó la puerta de un modo que hubiera roto de envidia el corazón de cualquier persona.
—Como si no lo supieras —lo pinchó Liam.
Ambos siguieron su camino con rapidez, pero Liam se las arregló para dejar la puerta discretamente cerrada al salir.
— ¿A qué vamos a jugar? —quise saber.
—Tú vas a mirar —aclaró Harry—. Nosotros jugaremos al béisbol.
Levanté los ojos hacia el cielo
— ¿A los vampiros les gusta el béisbol?
—Es el pasatiempo americano —me replicó con burlona solemnidad.
diana perez tellez
Re: CREPUSCULO (LARRY STYLINSON Y NIAM) -TERMINADA-
Demonios... Amo la historia de Carlisle es una de mis favoritas <3 no se porque
Y me encanta cuando juegan béisbol :)
También te deseo una Feliz Navidad!! Espero te la pases muy bien :D
Síguela cariño!
Y me encanta cuando juegan béisbol :)
También te deseo una Feliz Navidad!! Espero te la pases muy bien :D
Síguela cariño!
Invitado
Invitado
Re: CREPUSCULO (LARRY STYLINSON Y NIAM) -TERMINADA-
Hiii,jmghgbvf bueno,lo ame,hace unos dias habia leido la mitad y me tuve que ir y recine hoy me acorde que no lo habia terminado de leer :3
hahahah mi parte favorita de crepusculo,siempre fue la parte del beisbol es taaan mjhgfsdxz :3
bueno espero el sigueinte pronto ehh,kjhggbfvd
bss tkm :*
hahahah mi parte favorita de crepusculo,siempre fue la parte del beisbol es taaan mjhgfsdxz :3
bueno espero el sigueinte pronto ehh,kjhggbfvd
bss tkm :*
narutiana
Re: CREPUSCULO (LARRY STYLINSON Y NIAM) -TERMINADA-
hola, yo también amo a Carlisle...Justme_95 escribió:Demonios... Amo la historia de Carlisle es una de mis favoritas <3 no se porque
Y me encanta cuando juegan béisbol :)
También te deseo una Feliz Navidad!! Espero te la pases muy bien :D
Síguela cariño!
alrato la sigo... si bien me va, suba maratón... jajajajaja.
te quiero... ahora la sigo, amor.
diana perez tellez
Re: CREPUSCULO (LARRY STYLINSON Y NIAM) -TERMINADA-
hola,,, ahora la sigo... mas bien alratito... que bueno que te guste,,, a mi también me encanta esa parte...narutiana escribió:Hiii,jmghgbvf bueno,lo ame,hace unos dias habia leido la mitad y me tuve que ir y recine hoy me acorde que no lo habia terminado de leer :3
hahahah mi parte favorita de crepusculo,siempre fue la parte del beisbol es taaan mjhgfsdxz :3
bueno espero el sigueinte pronto ehh,kjhggbfvd
bss tkm :*
diana perez tellez
Re: CREPUSCULO (LARRY STYLINSON Y NIAM) -TERMINADA-
El Partido
Apenas había comenzado a lloviznar cuando harry dobló la esquina para entrar en mi calle. Hasta ese momento, no había albergado duda alguna de que me acompañaría las pocas horas de interludio hasta el partido que iba a pasar en el mundo real.
Entonces vi el coche negro, un Ford desvencijado, aparcado en el camino de entrada a la casa de Charlie, y oí a harry mascullar algo ininteligible con voz ronca y áspera.
Zayn malik estaba de pie detrás de la silla de ruedas de su padre, al abrigo de la lluvia, debajo del estrecho saliente del porche. El rostro de Billy se mostraba tan impasible como la piedra mientras harry aparcaba el monovolumen en el bordillo. Zayn clavaba la mirada en el suelo, con expresión mortificada.
—Esto... —la voz baja de harry sonaba furiosa—. Esto es pasarse de la raya.
— ¿Han venido a avisar a Charlie? —aventuré, más horrorizado que enfadado.
harry asintió con sequedad, respondiendo con los ojos entrecerrados a la mirada de Billy a través de la lluvia.
Se me aflojaron las piernas de alivio al saber que Charlie no había llegado aún.
—Déjame arreglarlo a mí —sugerí, ansioso al ver la oscura mirada llena de odio de harry.
Para mi sorpresa, estuvo de acuerdo.
—Quizás sea lo mejor, pero, de todos modos, ten cuidado. El chico no sabe nada.
Me molestó un poco la palabra «chico».
—zayn no es más joven que yo —le recordé.
Entonces, me miró, y su ira desapareció repentinamente.
—Sí, ya lo sé ——me aseguró con una amplia sonrisa, hoyuelos apareciendo.
Suspiré y puse la mano en la manija de la puerta.
—Haz que entren a la casa para que me pueda ir —ordenó—. Volveré hacia el atardecer.
— ¿Quieres llevarte el coche? —pregunté mientras me cuestionaba cómo le iba a explicar su falta a Charlie.
Harry puso los ojos en blanco.
—Puedo llegar a casa mucho más rápido de lo que puede llevarme este coche.
—No tienes por qué irte —dije con pena.
Sonrió al ver mi expresión abatida.
—He de hacerlo —lanzó a los malik una mirada sombría—. Una vez que te libres de ellos, debes preparar a Charlie para presentarle a tu nuevo novio.
Esbozó una de sus amplias sonrisas que dejó entrever sus hoyuelos.
—Muchas gracias —refunfuñé.
Sonrió otra vez, pero con esa sonrisa traviesa que yo amaba tanto.
—Volveré pronto —me prometió.
Sus ojos volaron de nuevo al porche y entonces se inclinó para besarme rápidamente justo debajo del borde de la mandíbula. El corazón se me desbocó alocado y yo también eché una mirada al porche. El rostro de Billy ya no estaba tan impasible, y sus manos se aferraban a los brazos de la silla.
—Pronto —remarqué, al abrir la puerta y saltar hacia la lluvia.
Podía sentir sus ojos en mi espalda conforme me apresuraba hacia la tenue luz del porche.
—Hola, Billy. Hola, zayn —los saludé con todo el entusiasmo del que fui capaz—. Charlie se ha marchado para todo el día, espero que no llevéis esperándole mucho tiempo.
—No mucho —contestó Billy con tono apagado; sus ojos negros me traspasaron—. Solo queríamos traerle esto —señaló la bolsa de papel marrón que llevaba en el regazo.
—Gracias —le dije, aunque no tenía idea de qué podía ser—. ¿Por qué no entráis un momento y os secáis?
Intenté mostrarme indiferente al intenso escrutinio de Billy mientras abría la puerta y les hacía señas para que me siguieran.
—Venga, dámelo —le ofrecí mientras me giraba para cerrar la puerta y echar una última mirada a harry, que seguía a la espera, completamente inmóvil y con aspecto solemne.
—Deberías ponerlo en el frigorífico —comentó Billy mientras me tendía la bolsa—. Es pescado frito casero de Harry Clearwater, el favorito de Charlie. En el frigorífico estará más seco.
Billy se encogió de hombros.
Gracias —repetí, aunque ahora lo agradecía de corazón—. Ando en busca de nuevas recetas para el pescado y seguro que traerá más esta noche a casa.
— ¿Se ha ido de pesca otra vez? —Preguntó Billy con un sutil destello en la mirada—. ¿Allí abajo, donde siempre? Quizá me acerque a saludarlo.
—No —mentí rápidamente, endureciendo la expresión—. Se ha ido a un sitio nuevo..., y no tengo ni idea de dónde está.
Se percató del cambio operado en mi expresión y se quedó pensativo.
—Zayn —dijo sin dejar de observarme—. ¿Por qué no vas al coche y traes el nuevo cuadro de Rebecca? Se lo dejaré a Charlie también.
— ¿Dónde está? —preguntó Zayn, con voz malhumorada.
Le miré, pero tenía la vista fija en el suelo, con gesto contrariado.
—Creo haberlo visto en el maletero, a lo mejor tienes que rebuscar un poco.
zayn se encaminó hacia la lluvia arrastrando los pies.
Billy y yo nos encaramos en silencio. Después de unos segundos, el silencio se hizo embarazoso, por lo que me dirigí hacia la cocina. Oí el chirrido de las ruedas mojadas de su silla mientras me seguía.
Empujé la bolsa dentro del estante más alto del frigorífico, ya atestado, y me di la vuelta para hacerle frente. Su rostro de rasgos marcados era inescrutable.
—Charlie no va a volver hasta dentro de un buen rato —espeté con tono casi grosero.
Billy asintió con la cabeza, pero no dijo nada.
—Gracias otra vez por el pescado frito —repetí.
Continuó asintiendo, yo suspiré y crucé los brazos sobre el pecho. Pareció darse cuenta de que yo había dado por finalizada nuestra pequeña charla.
—Lou —comenzó, y luego dudó.
Esperé.
—Lou —volvió a decir—, Charlie es uno de mis mejores amigos.
—Sí.
—Me he dado cuenta de que estás con uno de los Styles.
Pronunció cada palabra cuidadosamente, con su voz resonante.
—Sí —repetí de manera cortante.
Sus ojos se achicaron.
—Quizás no sea asunto mío, pero no creo que sea una buena idea.
—Llevas razón, no es asunto tuyo.
Arqueó las cejas, que ya empezaban a encanecer.
—Tal vez lo ignores, pero la familia Styles goza de mala reputación en la reserva.
—La verdad es que estaba al tanto —le expliqué con voz seca; aquello le sorprendió—. Sin embargo, esa reputación podría ser inmerecida, ¿no? Que yo sepa, los Styles nunca han puesto el pie en la reserva, ¿o sí?
Me percaté de que se detenía en seco ante la escasa sutileza de mi alusión al acuerdo que vinculaba y protegía a su tribu.
—Es cierto ——admitió, mirándome con prevención—. Pareces, bien informada sobre los Styles, más de lo que esperaba.
—Quizás incluso más que tú ——dije, mirándole desde mi altura.
Frunció los gruesos labios mientras lo encajaba.
—Podría ser —concedió, aunque un brillo de astucia iluminaba sus ojos—. ¿Está Charlie tan bien informado?
Había encontrado el punto débil de mi defensa.
—A Charlie le gustan mucho los Styles —me salí por la tangente, y él percibió con claridad mi movimiento evasivo. No parecía muy satisfecho, pero tampoco sorprendido.
—O sea, que no es asunto mío, pero quizás sí de Charlie.
—Sí creo que incumbe o no a mi padre, también es sólo asunto mío. ¿De acuerdo?
Me pregunté si habría captado la idea a pesar de mis esfuerzos por embarullarlo todo y no decir nada comprometedor. Parecía que sí. La lluvia repiqueteaba sobre el tejado, era el único sonido que rompía el silencio mientras Billy reflexionaba sobre el tema.
—Sí —se rindió finalmente—. Imagino que es asunto tuyo.
—Gracias, Billy —suspiré aliviado.
—Piensa bien lo que haces, Lou —me urgió.
—Vale —respondí con rapidez.
Volvió a fruncir el ceño.
—Lo que quería decir es que dejaras de hacer lo que haces.
Le miré a los ojos, llenos de sincera preocupación por mí, y no se me ocurrió ninguna contestación. En ese preciso momento, la puerta se abrió de un fuerte golpe y me sobresalté con el ruido.
A zayn le precedió su voz quejumbrosa:
—No había ninguna pintura en el coche.
Apareció por la esquina de la cocina con los hombros mojados por la lluvia y el cabello chorreante.
—Humm —gruñó Billy, separándose de mí súbitamente y girando la silla para encarar a su hijo—. Supongo que me lo dejé en casa.
—Estupendo.
Zayn levantó los ojos al cielo de forma teatral.
—Bueno, Lou, dile a Charlie... —Billy se detuvo antes de continuar—, que hemos pasado por aquí, ¿sí?
—Lo haré —murmuré.
Zayn estaba sorprendido.
— ¿Pero nos vamos ya?
—Charlie va a llegar tarde —explicó Billy al tiempo que hacía rodar las ruedas de la silla y sobrepasaba a Zayn.
—Vaya —Zayn parecía molesto—. Bueno, entonces supongo que ya te veré otro día, Lou.
—Claro —afirmé.
—Ten cuidado —me advirtió Billy; no le contesté.
Zayn ayudó a su padre a salir por la puerta. Les despedí con un ligero movimiento del brazo mientras contemplaba mi coche, ahora vacío, con atención. Cerré la puerta antes de que desaparecieran de mi vista.
Permanecí de pie en la entrada durante un minuto, escuchando el sonido del coche mientras daba marcha atrás y se alejaba. Me quedé allí, a la espera de que se me pasaran la irritación y la angustia. Cuando al fin conseguí relajarme un poco, subí las escaleras para cambiarme la elegante ropa que me había puesto para salir.
Me probé un par de camisas, no muy seguro de que debía esperar de esta noche. Estaba tan concentrado en lo que ocurriría que lo que acababa de suceder perdió todo interés para mí. Ahora que me encontraba lejos de la influencia de liam y harry intenté convencerme de que lo que había pasado no me debía asustar. Deseché rápidamente la idea de ponerme algo formal y elegí una vieja camisa de franela y unos vaqueros negros, ya que, de todos modos, llevaría puesto el impermeable toda la noche.
Sonó el teléfono y eché a correr escaleras abajo para responder. Sólo había una voz que quería oír; cualquier otra me molestaría. Pero imaginé que si él hubiera querido hablar conmigo, probablemente sólo habría tenido que materializarse en mi habitación.
— ¿Diga? —pregunté sin aliento.
— ¿louis? Soy yo —dijo Mike.
—Ah, hola, Mike —luché durante unos momentos para descender de nuevo a la realidad. Me parecía que habían pasado meses en vez de días desde la última vez que hablé con el—. ¿Qué tal te fue en el baile?
— ¡Me lo pasé genial! —presumió Mike, que, sin necesidad de más invitación, se embarcó en una descripción pormenorizada de la noche pasada. Murmuré unos cuantos «Humm» y «ah» en los momentos adecuados, pero me costaba concentrarme. Mike, Jessica, el baile y el instituto se me antojaban extrañamente irrelevantes en esos momentos. Mis ojos volvían una y otra vez hacia la ventana, intentando juzgar el grado de luz real a través de las nubes espesas.
— ¿Has oído lo que te he dicho, tommo? —me preguntó Mike, molesto.
—Lo siento, ¿qué?
— ¡Te he dicho que bese a Jess! ¿Lo puedes creer?
—Eso es estupendo, Mike.
— ¿Y qué hiciste tú ayer? —me desafió Mike, todavía molesto por mi falta de atención. O quizás estaba enfadado porque no le había preguntado por los detalles.
—No mucho, la verdad. Sólo di un garbeo por ahí para disfrutar del sol.
Oí entrar el coche de Charlie en el garaje.
—Oye, ¿y has sabido algo de harry Styles?
La puerta principal se cerró de un portazo y escuché a Charlie avanzar dando tropezones cerca de las escaleras, mientras guardaba el aparejo de pesca.
—Humm —dudé, sin saber qué más contarle.
— ¡Hola, Lou!, ¿estás ahí? —me saludó Charlie al entrar en la cocina. Le devolví el saludo por señas.
Mike oyó su voz.
—Ah, vaya, ha llegado tu padre. No importa, hablamos mañana. Nos vemos en Trigonometría.
—Nos vemos, Mike —le respondí y luego colgué.
—Hola, papá —dije mientras él se lavaba las manos en el fregadero—. ¿Qué tal te ha ido la pesca?
—Bien, he metido el pescado en el congelador.
—Voy a sacar un poco antes de que se congele. Billy trajo pescado frito del de Harry Clearwater esta tarde —hice un esfuerzo por sonar alegre.
—Ah, ¿eso hizo? —los ojos de Charlie se iluminaron—. Es mi favorito.
Se lavó mientras yo preparaba la cena. No tardamos mucho en sentarnos a la mesa y cenar en silencio. Charlie disfrutaba de su comida, y entretanto yo me preguntaba desesperadamente cómo cumplir mi misión, esforzándome por hallar la manera de abordar el tema.
— ¿Qué has hecho hoy? —me preguntó, sacándome bruscamente de mi ensoñación.
—Bueno, esta tarde anduve de aquí para allá por la casa —en realidad, sólo había sido la última parte de la tarde. Intenté mantener mi voz animada, pero sentía un vacío en el estómago—. Y esta mañana me pasé por casa de los Styles.
Charlie dejó caer el tenedor.
— ¿La casa del doctor Styles? —inquirió atónito.
Hice como que no me había dado cuenta de su reacción.
— ¿A qué fuiste allí? — Aún no había levantado su tenedor.
—Bueno, tenía una especie de cita con harry Styles esta noche, y él quería presentarme a sus padres... ¿Papá? — Parecía como si Charlie estuviera sufriendo un aneurisma. —Papá, ¿estás bien?
—Estás saliendo con harry Styles —tronó.
—Pensaba que te gustaban los Styles.
—Es demasiado mayor para ti —empezó a despotricar.
—Los dos vamos al instituto —le corregí, aunque desde luego llevaba más razón de la que hubiera podido soñar.
—Espera... —hizo una pausa—. ¿Cuál de ellos es Harold?
—harry es el más joven, el de pelo rizado.
El más hermoso, el más divino..., pensé en mi fuero interno.
—Ah, ya, eso está... —se debatía— mejor. No me gusta la pinta del grandote. Seguro que será un buen chico y todo eso, pero parece demasiado... maduro para ti. ¿Y este har… es tu novio?
—Se llama harry, papá.
— ¿Y lo es?
—Algo así, supongo.
—Pues la otra noche me dijiste que no te interesaba ningún chico del pueblo —al verle tomar de nuevo el tenedor empecé a pensar que había pasado lo peor.
—Bueno, harry no vive en el pueblo, papá.
Me miró con displicencia mientras masticaba.
—Y de todos modos —continué—, estamos empezando todavía, ya sabes. No me hagas pasar un mal rato con todo ese sermón sobre novios y tal, ¿vale?
— ¿Cuándo vendrá a recogerte?
—Llegará dentro de unos minutos.
— ¿Adónde te va a llevar?
—Espero que te vayas olvidando ya de comportarte como un inquisidor, ¿vale? —Gruñí en voz alta—. Vamos a jugar al béisbol con su familia.
Arrugó la cara y luego, finalmente, rompió a reír entre dientes.
— ¿Que tú vas a jugar al béisbol?
—Bueno, más bien creo que voy a mirar la mayor parte del tiempo.
—Pues sí que tiene que gustarte ese chico —comentó mientras me miraba con gesto de sospecha.
Suspiré y puse los ojos en blanco para que me dejara en paz.
Escuché el rugido de un motor, y luego lo sentí detenerse justo en frente de la casa. Pegué un salto en la silla y empecé a fregar los platos.
—Deja los platos, ya los lavaré yo luego. Me tienes demasiado mimado.
Sonó el timbre y Charlie se dirigió a abrir la puerta; le seguí a un paso.
No me había dado cuenta de que fuera caían chuzos de punta. Harry estaba de pie, aureolado por la luz del porche, con el mismo aspecto de un modelo en un anuncio de impermeables.
—Entra, harry.
Respiré aliviado al ver que Charlie no se había equivocado con el nombre.
—Gracias, jefe tomlinson —dijo él con voz respetuosa.
—Entra y llámame Charlie. Ven, dame la cazadora.
—Gracias, señor.
—Siéntate aquí, harry.
Hice una mueca.
Harry se sentó con un ágil movimiento en la única silla que había, obligándome a sentarme al lado del jefe tomlinson en el sofá. Le lancé una mirada envenenada y él me guiñó un ojo a espaldas de Charlie.
—Tengo entendido que vas a llevar a mi pequeño a ver un partido de béisbol.
El que llueva a cántaros y esto no sea ningún impedimento para hacer deporte al aire libre sólo ocurre aquí, en Washington.
—Sí, señor, ésa es la idea —no pareció sorprendido de que le hubiera contado a mi padre la verdad. Aunque también podría haber estado escuchando, claro.
—Bueno, eso es llevarlo a tu terreno, supongo ¿no?
Charlie rió y harry se unió a él.
—Estupendo —me levanté—. Ya basta de bromitas a mi costa. Vámonos.
Volví al recibidor y me puse la sudadera. Ellos me siguieron.
—No vuelvas demasiado tarde, Lou.
—No se preocupe Charlie, la traeré temprano —prometió harry.
—Cuidarás de mi boo, ¿verdad?
Refunfuñé por el apodo, pero ambos me ignoraron.
—Le prometo que estará a salvo conmigo, señor.
Charlie no pudo cuestionar la sinceridad de harry, ya que cada palabra quedaba impregnada de ella.
Salí enfadado. Ambos rieron y harry me siguió.
Me paré en seco en el porche. Allí, detrás de mi coche, había un Jeep gigantesco. Las llantas me llegaban por encima de la cintura, protectores metálicos recubrían las luces traseras y delanteras, además de llevar cuatro enormes faros antiniebla sujetos al guardabarros. El techo era de color rojo brillante.
Charlie dejó escapar un silbido por lo bajo.
—Poneos los cinturones —advirtió.
Harry me siguió hasta la puerta del copiloto y la abrió. Calculé la distancia hasta el asiento y me preparé para saltar. Harry suspiró y me alzó con una sola mano. Esperaba que Charlie no se hubiera dado cuenta.
Mientras regresaba al lado del conductor, a un paso normal, humano, intenté ponerme el cinturón, pero había demasiadas hebillas.
— ¿Qué es todo esto? —le pregunté cuando abrió la puerta.
—Un arnés para conducir campo a traviesa.
—Oh, oh.
Intenté encontrar los sitios donde se tenían que enganchar todas aquellas hebillas, pero iba demasiado despacio. Harry volvió a suspirar y se puso a ayudarme. Me alegraba de que la lluvia fuera tan espesa como para que Charlie no pudiera ver nada con claridad desde el porche. Eso quería decir que no estaba dándose cuenta de cómo las manos de harry se deslizaban por mi cuello, acariciando mi nuca. Dejé de intentar ayudarle y me concentré en no hiperventilar.
Harry giró la llave y el motor arrancó; al fin nos alejamos de la casa.
—Esto es... Humm... ¡Vaya pedazo de Jeep que tienes!
—Es de Emmett. Supuse que no te apetecería correr todo el camino.
— ¿Dónde guardáis este tanque?
—Hemos remodelado uno de los edificios exteriores para convertirlo en garaje.
— ¿No te vas a poner el cinturón?
Me lanzó una mirada incrédula.
Entonces caí en la cuenta del significado de sus palabras.
— ¿Correr todo el camino? O sea, ¿que una parte sí la vamos a hacer corriendo?
Mi voz se elevó varias octavas y él sonrió ampliamente.
—No serás tú quien corra.
—Me voy a marear.
—Si cierras los ojos, seguro que estarás bien.
Me mordí el labio, intentando luchar contra el pánico.
Se inclinó para besarme la coronilla y entonces gimió. Le miré sorprendido.
—Hueles deliciosamente a lluvia —comentó.
—Pero, ¿bien o mal? —pregunté con precaución.
—De las dos maneras —suspiró—. Siempre de las dos maneras.
Entre la penumbra y el diluvio, no sé cómo encontró el camino, pero de algún modo llegamos a una carretera secundaria, con más aspecto de un camino forestal que de carretera. La conversación resultó imposible durante un buen rato, dado que yo iba rebotando arriba y abajo en el asiento como un martillo pilón. Sin embargo, harry parecía disfrutar del paseo, ya que no dejó de sonreír en ningún momento.
Y entonces fue cuando llegamos al final de la carretera; los árboles formaban grandes muros verdes en tres de los cuatro costados del Jeep. La lluvia se había convertido en llovizna poco a poco y el cielo brillante asomaba entre las nubes.
—Lo siento, ‘boo’, pero desde aquí tenemos que ir a pie. — gruñí ante el apodo que había usado. Él sonrió aún más.
— ¿Sabes qué? Que mejor te espero aquí.
—Pero ¿qué le ha pasado a tu coraje? Estuviste estupendo esta mañana.
—Todavía no se me ha olvidado la última vez.
Parecía increíble que aquello sólo hubiera sucedido ayer. Se acercó tan rápidamente a mi lado del coche que apenas pude apreciar una imagen borrosa. Empezó a desatarme el arnés.
—Ya los suelto yo; tú, vete —protesté en vano.
—Humm... —parecía meditar mientras terminaba rápidamente—. Me parece que voy a tener que forzar un poco la memoria.
Antes de que pudiera reaccionar, me sacó del Jeep y me puso de pie en el suelo. Había ahora apenas un poco de niebla; parecía que niall iba a tener razón.
— ¿Forzar mi memoria? ¿Cómo? —pregunté nerviosamente.
—Algo como esto —me miró intensamente, pero con cautela, aunque había una chispa de humor en el fondo de sus ojos.
Apoyó las manos sobre el Jeep, una a cada lado de mi cabeza, y se inclinó, obligándome a permanecer aplastado contra la puerta. Se inclinó más aún, con el rostro a escasos centímetros del mío, sin espacio para escaparme.
—Ahora, dime —respiró y fue entonces cuando su efluvio desorganizó todos mis procesos mentales—, ¿qué es exactamente lo que te preocupa?
—Esto, bueno... estamparme contra un árbol y morir —tragué saliva—. Ah, y marearme.
Reprimió una sonrisa. Luego, inclinó la cabeza y rozó suavemente con sus fríos labios el hueco en la base de mi garganta.
— ¿Sigues preocupado? —murmuró contra mi piel.
— ¿Sí? —luché para concentrarme—. Me preocupa terminar estampado en los árboles y el mareo.
Su nariz trazó una línea sobre la piel de mi garganta hasta el borde de la barbilla. Su aliento frío me cosquilleaba la piel.
— ¿Y ahora? —susurraron sus labios contra mi mandíbula.
—Árboles —aspiré aire—. Movimiento, mareo.
Levantó la cabeza para besarme los párpados.
—Lou, en realidad, no crees que te vayas a estampar contra un árbol, ¿a qué no?
—No, aunque podría —repuse sin mucha confianza. Él ya olía una victoria fácil.
Me besó, descendiendo despacio por la mejilla hasta detenerse en la comisura de mis labios.
— ¿Crees que dejaría que te hiriera un árbol?
Sus labios rozaron levemente mi tembloroso labio inferior.
—No —respiré. Tenía que haber en mi defensa algo eficaz, pero no conseguía recordarlo.
—Ya ves —sus labios entreabiertos se movían contra los míos—. No hay nada de lo que tengas que asustarte, ¿a qué no?
—No —suspiré, rindiéndome.
Entonces tomó mi cara entre sus manos, casi con rudeza y me besó en serio, moviendo sus labios insistentes contra los míos.
Realmente no había excusa para mi comportamiento. Ahora lo veo más claro, como es lógico. De cualquier modo, parecía que no podía dejar de comportarme exactamente como lo hice la primera vez. En vez de quedarme quieto, a salvo, mis brazos se alzaron para enroscarse apretadamente alrededor de su cuello y me quedé de pronto soldado a su cuerpo, duro como la piedra. Suspiré y mis labios se entreabrieron.
Se tambaleó hacia atrás, deshaciendo mi abrazo sin esfuerzo.
— ¡Maldita sea, louis! —se desasió jadeando—. ¡Eres mi perdición, te juro que lo eres!
Me acuclillé, rodeándome las rodillas con los brazos, buscando apoyo.
—Eres indestructible —mascullé, intentando recuperar el aliento.
—Eso creía antes de conocerte. Ahora será mejor que salgamos de aquí rápido antes de que cometa alguna estupidez de verdad —gruñó.
Me arrojó sobre su espalda como hizo la otra vez y vi el tremendo esfuerzo que hacía para comportarse dulcemente. Enrosqué mis piernas en su cintura y busqué seguridad al sujetarme a su cuello con un abrazo casi estrangulador.
—No te olvides de cerrar los ojos —me advirtió severamente.
Hundí la cabeza entre sus omóplatos, por debajo de mi brazo, y cerré con fuerza los ojos.
No podía decir realmente si nos movíamos o no. Sentía la sensación del vuelo a lo largo de mi cuerpo, pero el movimiento era tan suave que igual hubiéramos podido estar dando un paseo por la acera. Estuve tentado de echar un vistazo, sólo para comprobar si estábamos volando de verdad a través del bosque igual que antes, pero me resistí. No merecía la pena ganarme un mareo tremendo. Me contenté con sentir su respiración acompasada.
No estuve seguro de que habíamos parado de verdad hasta que no alzó el brazo hacia atrás y me tocó la mejilla.
—Ya pasó, lou.
Me atreví a abrir los ojos y era cierto, ya nos habíamos detenido. Medio entumecido, deshice la presa estranguladora sobre su cuerpo y me deslicé al suelo, cayéndome de espaldas.
— ¡Ay! —grité enfadado cuando me golpeé contra el suelo mojado.
Me miró sorprendido; era obvio que no estaba totalmente seguro de si podía reírse a mi costa en esa situación, pero mi expresión desconcertada venció sus reticencias y rompió a reír a mandíbula batiente.
Me levanté, ignorándole, y me puse a limpiar de barro y ramitas la parte posterior de mi chaqueta. Eso sólo sirvió para que se riera aún más. Enfadado, empecé a andar a zancadas hacia el bosque.
Sentí su brazo alrededor de mi cintura.
— ¿Adónde vas, lou?
—A ver un partido de béisbol. Ya que tú no pareces interesado en jugar, voy a asegurarme de que los demás se divierten sin ti.
—Pero si no es por ahí... ;
Me di la vuelta sin mirarle, y seguí andando a zancadas en la dirección opuesta. Me atrapó de nuevo.
—No te enfades, no he podido evitarlo. Deberías haberte visto la cara —se reía entre dientes, otra vez sin poder contenerse.
—Ah claro, aquí tú eres el único que se puede enfadar, ¿no? —le pregunté, arqueando las cejas.
—No estaba enfadado contigo.
— ¿«lou, eres mi perdición»? —cité amargamente.
—Eso fue simplemente la constatación de un hecho.
Intenté revolverme y alejarme de él una vez más, pero me sujetó rápido.
—Te habías enfadado —insistí.
—Sí.
—Pero si acabas de decir...
—No estaba enfadado contigo, Lou, ¿es que no te das cuenta? —Se había puesto serio de pronto, desaparecido del todo cualquier amago de broma en su expresión—. ¿Es que no lo entiendes?
— ¿Entender el qué? —le exigí, confundido por su rápido cambio de humor, tanto como por sus palabras.
—Nunca podría enfadarme contigo, ¿cómo podría? Eres tan valiente, tan leal, tan... cálido.
—Entonces, ¿por qué? —susurré, recordando los duros modales con los que me había rechazado, que no había podido interpretar salvo como una frustración muy clara, frustración por mi debilidad, mi lentitud, mis desordenadas reacciones humanas...
Me puso las manos cuidadosamente a ambos lados de la cara.
—Estaba furioso conmigo mismo —dijo dulcemente—. Por la manera en que no dejo de ponerte en peligro. Mi propia existencia ya supone un peligro para ti. Algunas veces, de verdad que me odio a mí mismo. Debería ser más fuerte, debería ser capaz de...
Le tapé la boca con la mano.
—No lo digas.
Me tomó de la mano, alejándola de los labios, pero manteniéndola contra su cara.
—Te quiero —dijo—. Es una excusa muy pobre para todo lo que te hago pasar, pero es la pura verdad.
Era la primera vez que me decía que me quería, al menos con tantas palabras. Tal vez no se hubiera dado cuenta, pero yo ya lo creo que sí.
—Ahora, intenta cuidarte, ¿vale? —continuó y se inclinó para rozar suavemente sus labios contra los míos.
Me quedé quieto, mostrando dignidad. Entonces, suspiré.
—Le prometiste al jefe tomlinson que me llevarías a casa temprano, ¿recuerdas? Así que será mejor que nos pongamos en marcha.
—Sí, señor.
Sonrió melancólicamente y me soltó, aunque se quedó con una de mis manos. Me llevó unos cuantos metros más adelante, a través de altos helechos mojados y musgos que cubrían un enorme abeto, y de pronto nos encontramos allí, al borde de un inmenso campo abierto en la ladera de los montes Olympic. Tenía dos veces el tamaño de un estadio de béisbol.
Allí vi a todos los demás; Esme, Emmett y Rosalie, sentados en una lisa roca salediza, eran los que se hallaban más cerca de nosotros, a unos cien metros. Aún más lejos, a unos cuatrocientos metros, se veía a liam y niall, que parecían lanzarse algo el uno al otro, aunque no vi la bola en ningún momento. Parecía que Carlisle estuviera marcando las bases, pero ¿realmente podía estar poniéndolas tan separadas unas de otras?
Los tres que se encontraban sobre la roca se levantaron cuando estuvimos a la vista. Esme se acercó hacia nosotros y Emmett la siguió después de echar una larga ojeada a la espalda de Rosalie, que se había levantado con gracia y avanzaba a grandes pasos hacia el campo sin mirar en nuestra dirección. En respuesta, mi estómago se agitó incómodo.
— ¿Es a ti a quien hemos oído, harry? —preguntó Esme conforme se acercaba.
—Sonaba como si se estuviera ahogando un oso —aclaró Emmett.
Sonreí tímidamente a Esme.
—Era él.
—Sin querer, Lou resultaba muy cómico en ese momento —explicó rápido harry, intentando apuntarse el tanto.
niall había abandonado su posición y corría, o más bien se podría decir que danzaba, hacia nosotros. Avanzó a toda velocidad para detenerse con gran desenvoltura a nuestro lado.
—Es la hora —anunció.
El hondo estruendo de un trueno sacudió el bosque de en frente apenas hubo terminado de hablar. A continuación retumbó hacia el oeste, en dirección a la ciudad.
—Raro, ¿a que sí? —dijo Emmett con un guiño, como si nos conociéramos de toda la vida.
—Venga, vamos...
Niall tomó a Emmett de la mano y desaparecieron como flechas en dirección al gigantesco campo.
El corría como una gacela; él, lejos de ser tan grácil, sin embargo le igualaba en velocidad, aunque nunca se le podría comparar con una gacela.
— ¿Te apetece jugar una bola? —me preguntó harry con los ojos brillantes, deseoso de participar.
Yo intenté sonar apropiadamente entusiasmado.
— ¡Ve con los demás!
Rió por lo bajo, y después de revolverme el pelo, dio un gran salto para reunirse con los otros dos. Su forma de correr era más agresiva, más parecida a la de un guepardo que a la de una gacela, por lo que pronto les dio alcance. Su exhibición de gracia y poder me cortó el aliento.
— ¿Bajamos? —inquirió Esme con voz suave y melodiosa.
En ese instante, me di cuenta de que lo estaba mirando boquiabierto. Rápidamente controlé mi expresión y asentí. Esme estaba a un metro escaso de mí y me pregunté si seguía actuando con cuidado para no asustarme. Acompasó su paso al mío, sin impacientarse por mi ritmo lento.
— ¿No vas a jugar con ellos? —le pregunté con timidez.
—No, prefiero arbitrar; alguien debe evitar que hagan trampas y a mí me gusta —me explicó.
—Entonces, ¿les gusta hacer trampas?
—Oh, ya lo creo que sí, ¡tendrías que oír sus explicaciones! Bueno, espero que no sea así, de lo contrario pensarías que se han criado en una manada de lobos.
—Te pareces a mi madre —reí, sorprendido, y ella se unió a mis risas.
—Bueno, me gusta pensar en ellos como si fueran hijos míos, en más de un sentido. Me cuesta mucho controlar mis instintos maternales. ¿No te contó Hazza que había perdido un bebé?
—No —murmuré aturdido, esforzándome por comprender a qué periodo de su vida se estaría refiriendo.
—Sí, mi primer y único hijo murió a los pocos días de haber nacido, mi pobre cosita —suspiró—. Me rompió el corazón y por eso me arrojé por el acantilado, como ya sabrás —añadió con toda naturalidad.
—harry sólo me dijo que te caíste —tartamudeé.
—Ah. Harry, siempre tan caballeroso —esbozó una sonrisa—. Harry fue el primero de mis nuevos hijos. Siempre pienso en él de ese modo, incluso aunque, en cierto modo, sea mayor que yo —me sonrió cálidamente—. Por eso me alegra tanto que te haya encontrado, corazón —aquellas cariñosas palabras sonaron muy naturales en sus labios—. Ha sido un bicho raro durante demasiado tiempo; me dolía verle tan solo.
—Entonces, ¿no te importa? —Pregunté, dubitativo otra vez—. ¿Que yo no sea... bueno para él?
—No —se quedó pensativa—. Tú eres lo que él quiere. No sé cómo, pero esto va a salir bien —me aseguró, aunque su frente estaba fruncida por la preocupación. Se oyó el estruendo de otro trueno.
En ese momento, Esme se detuvo. Por lo visto, habíamos llegado a los límites del campo. Al parecer, ya se habían formado los equipos. Harry estaba en la parte izquierda del campo, bastante lejos; Carlisle se encontraba entre la primera y la segunda base, y niall tenía la bola en su poder, en lo que debía ser la base de lanzamiento.
Emmett hacía girar un bate de aluminio, sólo perceptible por su sonido silbante, ya que era casi imposible seguir su trayectoria en el aire con la vista. Esperaba que se acercara a la base de meta, pero ya estaba allí, a una distancia inconcebible de la base de lanzamiento, adoptando la postura de bateo para cuando me quise dar cuenta. Liam se situó detrás, a un metro escaso, para atrapar la bola para el otro equipo. Como era de esperar, ninguno llevaba guantes.
—De acuerdo —Esme habló con voz clara, y supe que harry la había oído a pesar de estar muy alejado—, batea.
niall permanecía erguido, aparentemente inmóvil. Su estilo parecía que estaba más cerca de la astucia, de lo furtivo, que de una técnica de lanzamiento intimidatorio. Sujetó la bola con ambas manos cerca de su cintura; luego, su brazo derecho se movió como el ataque de una cobra y la bola impactó en la mano de liam.
— ¿Ha sido un strike? —le pregunté a Esme.
—Si no la golpean, es un strike —me contestó.
liam lanzó de nuevo la bola a la mano de niall, que se permitió una gran sonrisa antes de estirar el brazo para efectuar otro nuevo lanzamiento.
Esta vez el bate consiguió, sin saber muy bien cómo, golpear la bola invisible. El chasquido del impacto fue tremendo, atronador. Entendí con claridad la razón por la que necesitaban una tormenta para jugar cuando las montañas devolvieron el eco del golpe.
La bola sobrevoló el campo como un meteorito para irse a perder en lo profundo del bosque circundante.
—Carrera completa —murmuré.
—Espera —dijo Esme con cautela, escuchando atenta y con la mano alzada.
Emmett era una figura borrosa que corría de una base a otra y Carlisle, la sombra que lo seguía. Me di cuenta de que harry no estaba.
— ¡Out!—cantó Esme con su voz clara.
Contemplé con incredulidad cómo harry saltaba desde la linde del bosque con la bola en la mano alzada. Incluso yo pude ver su brillante sonrisa.
—Emmett será el que batea más fuerte —me explicó Esme—, pero harry corre al menos igual de rápido.
Las entradas se sucedieron ante mis ojos incrédulos. Era imposible mantener contacto visual con la bola teniendo en cuenta la velocidad a la que volaba y el ritmo al que se movían alrededor del campo los corredores de base.
Comprendí el otro motivo por el cual esperaban a que hubiera una tormenta para jugar cuando liam bateó una roleta, una de esas pelotas que van rodando por el suelo, hacia la posición de Carlisle en un intento de evitar la infalible defensa de harry.
Carlisle corrió a por la bola y luego se lanzó en pos de liam, que iba disparado hacia la primera base. Cuando chocaron, el sonido fue como el de la colisión de dos enormes masas de roca. Preocupado, me incorporé de un salto para ver lo sucedido, pero habían resultado ilesos.
—Están bien —anunció Esme con voz tranquila.
El equipo de Emmett iba una carrera por delante. Rosalie se las apañó para revolotear sobre las bases después de aprovechar uno de los larguísimos lanzamientos de Emmett, cuando harry consiguió el tercer Out. Se acercó de un salto hasta donde estaba yo, chispeante de entusiasmo.
— ¿Qué te parece? —inquirió.
—Una cosa es segura: no volveré a sentarme otra vez a ver esa vieja y aburrida Liga Nacional de Béisbol.
—Ya, suena como si lo hubieras hecho antes muchas veces —replicó harry entre risas.
—Pero estoy un poco decepcionado —bromeé.
— ¿Por qué? —me preguntó, intrigado.
—Bueno, sería estupendo encontrar una sola cosa que no hagas mejor que cualquier otra persona en este planeta.
Esa sonrisa torcida suya relampagueó en su rostro durante un momento, dejándome sin aliento.
—Ya voy —dijo al tiempo que se encaminaba hacia la base del bateador.
Jugó con mucha astucia al optar por una bola baja, fuera del alcance de la excepcionalmente rápida mano de Rosalie, que defendía en la parte exterior del campo, y, veloz como el rayo, ganó dos bases antes de que Emmett pudiera volver a poner la bola en juego. Carlisle golpeó una tan lejos fuera del campo —con un estruendo que me hirió los oídos—, que harry y él completaron la carrera. niall chocó delicadamente las palmas con ellos.
El tanteo cambiaba continuamente conforme avanzaba el partido y se gastaban bromas unos a otros como otros jugadores callejeros al ir pasando todos por la primera posición. De vez en cuando, Esme tenía que llamarles la atención. Otro trueno retumbó, pero seguíamos sin mojarnos, tal y como había predicho niall.
Carlisle estaba a punto de batear con harry como receptor cuando niall, de pronto, profirió un grito sofocado que sonó muy fuerte. Yo miraba a harry, como siempre, y entonces le vi darse la vuelta para mirarlo. Las miradas de ambos se encontraron y en un instante circuló entre ellos un flujo misterioso. Harry ya estaba a mi lado antes de que los demás pudieran preguntar a niall qué iba mal.
— ¿niall? —preguntó Esme con voz tensa.
—No lo he visto con claridad, no podría deciros... —susurró el.
Para entonces ya se habían reunido todos.
— ¿Qué pasa, niall? —le preguntó Carlisle a su vez con voz tranquila, cargada de autoridad.
—Viajan mucho más rápido de lo que pensaba. Creo que me he equivocado en eso —murmuró.
liam se inclinó sobre el con ademán protector.
— ¿Qué es lo que ha cambiado? —le preguntó.
—Nos han oído jugar y han cambiado de dirección —señaló, contrito, como si se sintiera responsable de lo que fuera que la había asustado.
Siete pares de rápidos ojos se posaron en mi cara de forma fugaz y se apartaron.
— ¿Cuánto tardarán en llegar? —inquirió Carlisle, volviéndose hacia harry.
Una mirada de intensa concentración cruzó por su rostro y respondió con gesto contrariado:
—Menos de cinco minutos. Vienen corriendo, quieren jugar.
— ¿Puedes hacerlo? —le preguntó Carlisle, mientras sus ojos se posaban sobre mí brevemente.
—No, con carga, no —resumió él—. Además, lo que menos necesitamos es que capten el olor y comiencen la caza.
— ¿Cuántos son? —preguntó Emmett a niall.
—Tres —contestó con laconismo.
— ¡Tres! —exclamó Emmett con tono de mofa. Flexionó los músculos de acero de sus imponentes brazos—. Dejadlos que vengan.
Carlisle lo consideró durante una fracción de segundo que pareció más larga de lo que fue en realidad. Sólo Emmett parecía impasible; el resto miraba fijamente el rostro de Carlisle con los ojos llenos de ansiedad.
—Nos limitaremos a seguir jugando —anunció finalmente Carlisle con tono frío y desapasionado—. niall dijo que sólo sentían curiosidad.
Pronunció las dos frases en un torrente de palabras que duró unos segundos escasos. Escuché con atención y conseguí captar la mayor parte, aunque no conseguí oír lo que Esme le estaba preguntando en este momento a harry con una vibración silenciosa de sus labios. Sólo atisbé la imperceptible negativa de cabeza por parte de harry y el alivio en las facciones de Esme.
—Intenta atrapar tú la bola, Esme. Yo me encargo de prepararlo —y se plantó delante de mí.
Los otros volvieron al campo, barriendo recelosos el bosque oscuro con su mirada aguda. niall y Esme parecían intentar orientarse alrededor de donde yo me encontraba.
—Ábrete la sudadera —ordenó harry con voz tranquila y baja.
Obedientemente, baje el cierre de la sudadera, dejándola caer a mis costados.
Comenté lo que me parecía evidente.
—Los otros vienen ya para acá.
—Sí, quédate inmóvil, permanece callado —intentó ocultar bastante bien el nerviosismo de su voz, pero pude captarlo—, y no te apartes de mí lado, por favor.
Sacudió mi sudadera hacia delante, y el sujeto hacia el aire. Niall apuntó en voz baja:
—Eso no servirá de nada. Yo la podría oler incluso desde el otro lado del campo.
—Lo sé —contestó harry con una nota de frustración en la voz.
Carlisle se quedó de pie en el prado mientras el resto retomaba el juego con desgana.
—harry, ¿qué te preguntó Esme? —susurré.
Vaciló un momento antes de contestarme.
—Que si estaban sedientos —murmuró reticente.
Pasaron unos segundos y el juego progresaba, ahora con apatía, ya que nadie tenía ganas de golpear fuerte. Emmett, Rosalie y liam merodeaban por el área interior del campo. A pesar de que el miedo me nublaba el entendimiento, fui consciente más de una vez de la mirada fija de Rosalie en mí. Era inexpresiva, pero de algún modo, por la forma en que plegaba los labios, me hizo pensar que estaba enfadada.
Harry no prestaba ninguna atención al juego, sus ojos y su mente se encontraban recorriendo el bosque.
—Lo siento, louis —murmuró ferozmente—. Exponerte de este modo ha sido estúpido e irresponsable por mi parte. ¡Cuánto lo siento!
Noté cómo contenía la respiración y fijaba los ojos abiertos como platos en la esquina oeste del campo. Avanzó medio paso, interponiéndose entre lo que se acercaba y yo.
Carlisle, Emmett y los demás se volvieron en la misma dirección en cuanto oyeron el ruido de su avance, que a mí me llegaba mucho más apagado.
Apenas había comenzado a lloviznar cuando harry dobló la esquina para entrar en mi calle. Hasta ese momento, no había albergado duda alguna de que me acompañaría las pocas horas de interludio hasta el partido que iba a pasar en el mundo real.
Entonces vi el coche negro, un Ford desvencijado, aparcado en el camino de entrada a la casa de Charlie, y oí a harry mascullar algo ininteligible con voz ronca y áspera.
Zayn malik estaba de pie detrás de la silla de ruedas de su padre, al abrigo de la lluvia, debajo del estrecho saliente del porche. El rostro de Billy se mostraba tan impasible como la piedra mientras harry aparcaba el monovolumen en el bordillo. Zayn clavaba la mirada en el suelo, con expresión mortificada.
—Esto... —la voz baja de harry sonaba furiosa—. Esto es pasarse de la raya.
— ¿Han venido a avisar a Charlie? —aventuré, más horrorizado que enfadado.
harry asintió con sequedad, respondiendo con los ojos entrecerrados a la mirada de Billy a través de la lluvia.
Se me aflojaron las piernas de alivio al saber que Charlie no había llegado aún.
—Déjame arreglarlo a mí —sugerí, ansioso al ver la oscura mirada llena de odio de harry.
Para mi sorpresa, estuvo de acuerdo.
—Quizás sea lo mejor, pero, de todos modos, ten cuidado. El chico no sabe nada.
Me molestó un poco la palabra «chico».
—zayn no es más joven que yo —le recordé.
Entonces, me miró, y su ira desapareció repentinamente.
—Sí, ya lo sé ——me aseguró con una amplia sonrisa, hoyuelos apareciendo.
Suspiré y puse la mano en la manija de la puerta.
—Haz que entren a la casa para que me pueda ir —ordenó—. Volveré hacia el atardecer.
— ¿Quieres llevarte el coche? —pregunté mientras me cuestionaba cómo le iba a explicar su falta a Charlie.
Harry puso los ojos en blanco.
—Puedo llegar a casa mucho más rápido de lo que puede llevarme este coche.
—No tienes por qué irte —dije con pena.
Sonrió al ver mi expresión abatida.
—He de hacerlo —lanzó a los malik una mirada sombría—. Una vez que te libres de ellos, debes preparar a Charlie para presentarle a tu nuevo novio.
Esbozó una de sus amplias sonrisas que dejó entrever sus hoyuelos.
—Muchas gracias —refunfuñé.
Sonrió otra vez, pero con esa sonrisa traviesa que yo amaba tanto.
—Volveré pronto —me prometió.
Sus ojos volaron de nuevo al porche y entonces se inclinó para besarme rápidamente justo debajo del borde de la mandíbula. El corazón se me desbocó alocado y yo también eché una mirada al porche. El rostro de Billy ya no estaba tan impasible, y sus manos se aferraban a los brazos de la silla.
—Pronto —remarqué, al abrir la puerta y saltar hacia la lluvia.
Podía sentir sus ojos en mi espalda conforme me apresuraba hacia la tenue luz del porche.
—Hola, Billy. Hola, zayn —los saludé con todo el entusiasmo del que fui capaz—. Charlie se ha marchado para todo el día, espero que no llevéis esperándole mucho tiempo.
—No mucho —contestó Billy con tono apagado; sus ojos negros me traspasaron—. Solo queríamos traerle esto —señaló la bolsa de papel marrón que llevaba en el regazo.
—Gracias —le dije, aunque no tenía idea de qué podía ser—. ¿Por qué no entráis un momento y os secáis?
Intenté mostrarme indiferente al intenso escrutinio de Billy mientras abría la puerta y les hacía señas para que me siguieran.
—Venga, dámelo —le ofrecí mientras me giraba para cerrar la puerta y echar una última mirada a harry, que seguía a la espera, completamente inmóvil y con aspecto solemne.
—Deberías ponerlo en el frigorífico —comentó Billy mientras me tendía la bolsa—. Es pescado frito casero de Harry Clearwater, el favorito de Charlie. En el frigorífico estará más seco.
Billy se encogió de hombros.
Gracias —repetí, aunque ahora lo agradecía de corazón—. Ando en busca de nuevas recetas para el pescado y seguro que traerá más esta noche a casa.
— ¿Se ha ido de pesca otra vez? —Preguntó Billy con un sutil destello en la mirada—. ¿Allí abajo, donde siempre? Quizá me acerque a saludarlo.
—No —mentí rápidamente, endureciendo la expresión—. Se ha ido a un sitio nuevo..., y no tengo ni idea de dónde está.
Se percató del cambio operado en mi expresión y se quedó pensativo.
—Zayn —dijo sin dejar de observarme—. ¿Por qué no vas al coche y traes el nuevo cuadro de Rebecca? Se lo dejaré a Charlie también.
— ¿Dónde está? —preguntó Zayn, con voz malhumorada.
Le miré, pero tenía la vista fija en el suelo, con gesto contrariado.
—Creo haberlo visto en el maletero, a lo mejor tienes que rebuscar un poco.
zayn se encaminó hacia la lluvia arrastrando los pies.
Billy y yo nos encaramos en silencio. Después de unos segundos, el silencio se hizo embarazoso, por lo que me dirigí hacia la cocina. Oí el chirrido de las ruedas mojadas de su silla mientras me seguía.
Empujé la bolsa dentro del estante más alto del frigorífico, ya atestado, y me di la vuelta para hacerle frente. Su rostro de rasgos marcados era inescrutable.
—Charlie no va a volver hasta dentro de un buen rato —espeté con tono casi grosero.
Billy asintió con la cabeza, pero no dijo nada.
—Gracias otra vez por el pescado frito —repetí.
Continuó asintiendo, yo suspiré y crucé los brazos sobre el pecho. Pareció darse cuenta de que yo había dado por finalizada nuestra pequeña charla.
—Lou —comenzó, y luego dudó.
Esperé.
—Lou —volvió a decir—, Charlie es uno de mis mejores amigos.
—Sí.
—Me he dado cuenta de que estás con uno de los Styles.
Pronunció cada palabra cuidadosamente, con su voz resonante.
—Sí —repetí de manera cortante.
Sus ojos se achicaron.
—Quizás no sea asunto mío, pero no creo que sea una buena idea.
—Llevas razón, no es asunto tuyo.
Arqueó las cejas, que ya empezaban a encanecer.
—Tal vez lo ignores, pero la familia Styles goza de mala reputación en la reserva.
—La verdad es que estaba al tanto —le expliqué con voz seca; aquello le sorprendió—. Sin embargo, esa reputación podría ser inmerecida, ¿no? Que yo sepa, los Styles nunca han puesto el pie en la reserva, ¿o sí?
Me percaté de que se detenía en seco ante la escasa sutileza de mi alusión al acuerdo que vinculaba y protegía a su tribu.
—Es cierto ——admitió, mirándome con prevención—. Pareces, bien informada sobre los Styles, más de lo que esperaba.
—Quizás incluso más que tú ——dije, mirándole desde mi altura.
Frunció los gruesos labios mientras lo encajaba.
—Podría ser —concedió, aunque un brillo de astucia iluminaba sus ojos—. ¿Está Charlie tan bien informado?
Había encontrado el punto débil de mi defensa.
—A Charlie le gustan mucho los Styles —me salí por la tangente, y él percibió con claridad mi movimiento evasivo. No parecía muy satisfecho, pero tampoco sorprendido.
—O sea, que no es asunto mío, pero quizás sí de Charlie.
—Sí creo que incumbe o no a mi padre, también es sólo asunto mío. ¿De acuerdo?
Me pregunté si habría captado la idea a pesar de mis esfuerzos por embarullarlo todo y no decir nada comprometedor. Parecía que sí. La lluvia repiqueteaba sobre el tejado, era el único sonido que rompía el silencio mientras Billy reflexionaba sobre el tema.
—Sí —se rindió finalmente—. Imagino que es asunto tuyo.
—Gracias, Billy —suspiré aliviado.
—Piensa bien lo que haces, Lou —me urgió.
—Vale —respondí con rapidez.
Volvió a fruncir el ceño.
—Lo que quería decir es que dejaras de hacer lo que haces.
Le miré a los ojos, llenos de sincera preocupación por mí, y no se me ocurrió ninguna contestación. En ese preciso momento, la puerta se abrió de un fuerte golpe y me sobresalté con el ruido.
A zayn le precedió su voz quejumbrosa:
—No había ninguna pintura en el coche.
Apareció por la esquina de la cocina con los hombros mojados por la lluvia y el cabello chorreante.
—Humm —gruñó Billy, separándose de mí súbitamente y girando la silla para encarar a su hijo—. Supongo que me lo dejé en casa.
—Estupendo.
Zayn levantó los ojos al cielo de forma teatral.
—Bueno, Lou, dile a Charlie... —Billy se detuvo antes de continuar—, que hemos pasado por aquí, ¿sí?
—Lo haré —murmuré.
Zayn estaba sorprendido.
— ¿Pero nos vamos ya?
—Charlie va a llegar tarde —explicó Billy al tiempo que hacía rodar las ruedas de la silla y sobrepasaba a Zayn.
—Vaya —Zayn parecía molesto—. Bueno, entonces supongo que ya te veré otro día, Lou.
—Claro —afirmé.
—Ten cuidado —me advirtió Billy; no le contesté.
Zayn ayudó a su padre a salir por la puerta. Les despedí con un ligero movimiento del brazo mientras contemplaba mi coche, ahora vacío, con atención. Cerré la puerta antes de que desaparecieran de mi vista.
Permanecí de pie en la entrada durante un minuto, escuchando el sonido del coche mientras daba marcha atrás y se alejaba. Me quedé allí, a la espera de que se me pasaran la irritación y la angustia. Cuando al fin conseguí relajarme un poco, subí las escaleras para cambiarme la elegante ropa que me había puesto para salir.
Me probé un par de camisas, no muy seguro de que debía esperar de esta noche. Estaba tan concentrado en lo que ocurriría que lo que acababa de suceder perdió todo interés para mí. Ahora que me encontraba lejos de la influencia de liam y harry intenté convencerme de que lo que había pasado no me debía asustar. Deseché rápidamente la idea de ponerme algo formal y elegí una vieja camisa de franela y unos vaqueros negros, ya que, de todos modos, llevaría puesto el impermeable toda la noche.
Sonó el teléfono y eché a correr escaleras abajo para responder. Sólo había una voz que quería oír; cualquier otra me molestaría. Pero imaginé que si él hubiera querido hablar conmigo, probablemente sólo habría tenido que materializarse en mi habitación.
— ¿Diga? —pregunté sin aliento.
— ¿louis? Soy yo —dijo Mike.
—Ah, hola, Mike —luché durante unos momentos para descender de nuevo a la realidad. Me parecía que habían pasado meses en vez de días desde la última vez que hablé con el—. ¿Qué tal te fue en el baile?
— ¡Me lo pasé genial! —presumió Mike, que, sin necesidad de más invitación, se embarcó en una descripción pormenorizada de la noche pasada. Murmuré unos cuantos «Humm» y «ah» en los momentos adecuados, pero me costaba concentrarme. Mike, Jessica, el baile y el instituto se me antojaban extrañamente irrelevantes en esos momentos. Mis ojos volvían una y otra vez hacia la ventana, intentando juzgar el grado de luz real a través de las nubes espesas.
— ¿Has oído lo que te he dicho, tommo? —me preguntó Mike, molesto.
—Lo siento, ¿qué?
— ¡Te he dicho que bese a Jess! ¿Lo puedes creer?
—Eso es estupendo, Mike.
— ¿Y qué hiciste tú ayer? —me desafió Mike, todavía molesto por mi falta de atención. O quizás estaba enfadado porque no le había preguntado por los detalles.
—No mucho, la verdad. Sólo di un garbeo por ahí para disfrutar del sol.
Oí entrar el coche de Charlie en el garaje.
—Oye, ¿y has sabido algo de harry Styles?
La puerta principal se cerró de un portazo y escuché a Charlie avanzar dando tropezones cerca de las escaleras, mientras guardaba el aparejo de pesca.
—Humm —dudé, sin saber qué más contarle.
— ¡Hola, Lou!, ¿estás ahí? —me saludó Charlie al entrar en la cocina. Le devolví el saludo por señas.
Mike oyó su voz.
—Ah, vaya, ha llegado tu padre. No importa, hablamos mañana. Nos vemos en Trigonometría.
—Nos vemos, Mike —le respondí y luego colgué.
—Hola, papá —dije mientras él se lavaba las manos en el fregadero—. ¿Qué tal te ha ido la pesca?
—Bien, he metido el pescado en el congelador.
—Voy a sacar un poco antes de que se congele. Billy trajo pescado frito del de Harry Clearwater esta tarde —hice un esfuerzo por sonar alegre.
—Ah, ¿eso hizo? —los ojos de Charlie se iluminaron—. Es mi favorito.
Se lavó mientras yo preparaba la cena. No tardamos mucho en sentarnos a la mesa y cenar en silencio. Charlie disfrutaba de su comida, y entretanto yo me preguntaba desesperadamente cómo cumplir mi misión, esforzándome por hallar la manera de abordar el tema.
— ¿Qué has hecho hoy? —me preguntó, sacándome bruscamente de mi ensoñación.
—Bueno, esta tarde anduve de aquí para allá por la casa —en realidad, sólo había sido la última parte de la tarde. Intenté mantener mi voz animada, pero sentía un vacío en el estómago—. Y esta mañana me pasé por casa de los Styles.
Charlie dejó caer el tenedor.
— ¿La casa del doctor Styles? —inquirió atónito.
Hice como que no me había dado cuenta de su reacción.
— ¿A qué fuiste allí? — Aún no había levantado su tenedor.
—Bueno, tenía una especie de cita con harry Styles esta noche, y él quería presentarme a sus padres... ¿Papá? — Parecía como si Charlie estuviera sufriendo un aneurisma. —Papá, ¿estás bien?
—Estás saliendo con harry Styles —tronó.
—Pensaba que te gustaban los Styles.
—Es demasiado mayor para ti —empezó a despotricar.
—Los dos vamos al instituto —le corregí, aunque desde luego llevaba más razón de la que hubiera podido soñar.
—Espera... —hizo una pausa—. ¿Cuál de ellos es Harold?
—harry es el más joven, el de pelo rizado.
El más hermoso, el más divino..., pensé en mi fuero interno.
—Ah, ya, eso está... —se debatía— mejor. No me gusta la pinta del grandote. Seguro que será un buen chico y todo eso, pero parece demasiado... maduro para ti. ¿Y este har… es tu novio?
—Se llama harry, papá.
— ¿Y lo es?
—Algo así, supongo.
—Pues la otra noche me dijiste que no te interesaba ningún chico del pueblo —al verle tomar de nuevo el tenedor empecé a pensar que había pasado lo peor.
—Bueno, harry no vive en el pueblo, papá.
Me miró con displicencia mientras masticaba.
—Y de todos modos —continué—, estamos empezando todavía, ya sabes. No me hagas pasar un mal rato con todo ese sermón sobre novios y tal, ¿vale?
— ¿Cuándo vendrá a recogerte?
—Llegará dentro de unos minutos.
— ¿Adónde te va a llevar?
—Espero que te vayas olvidando ya de comportarte como un inquisidor, ¿vale? —Gruñí en voz alta—. Vamos a jugar al béisbol con su familia.
Arrugó la cara y luego, finalmente, rompió a reír entre dientes.
— ¿Que tú vas a jugar al béisbol?
—Bueno, más bien creo que voy a mirar la mayor parte del tiempo.
—Pues sí que tiene que gustarte ese chico —comentó mientras me miraba con gesto de sospecha.
Suspiré y puse los ojos en blanco para que me dejara en paz.
Escuché el rugido de un motor, y luego lo sentí detenerse justo en frente de la casa. Pegué un salto en la silla y empecé a fregar los platos.
—Deja los platos, ya los lavaré yo luego. Me tienes demasiado mimado.
Sonó el timbre y Charlie se dirigió a abrir la puerta; le seguí a un paso.
No me había dado cuenta de que fuera caían chuzos de punta. Harry estaba de pie, aureolado por la luz del porche, con el mismo aspecto de un modelo en un anuncio de impermeables.
—Entra, harry.
Respiré aliviado al ver que Charlie no se había equivocado con el nombre.
—Gracias, jefe tomlinson —dijo él con voz respetuosa.
—Entra y llámame Charlie. Ven, dame la cazadora.
—Gracias, señor.
—Siéntate aquí, harry.
Hice una mueca.
Harry se sentó con un ágil movimiento en la única silla que había, obligándome a sentarme al lado del jefe tomlinson en el sofá. Le lancé una mirada envenenada y él me guiñó un ojo a espaldas de Charlie.
—Tengo entendido que vas a llevar a mi pequeño a ver un partido de béisbol.
El que llueva a cántaros y esto no sea ningún impedimento para hacer deporte al aire libre sólo ocurre aquí, en Washington.
—Sí, señor, ésa es la idea —no pareció sorprendido de que le hubiera contado a mi padre la verdad. Aunque también podría haber estado escuchando, claro.
—Bueno, eso es llevarlo a tu terreno, supongo ¿no?
Charlie rió y harry se unió a él.
—Estupendo —me levanté—. Ya basta de bromitas a mi costa. Vámonos.
Volví al recibidor y me puse la sudadera. Ellos me siguieron.
—No vuelvas demasiado tarde, Lou.
—No se preocupe Charlie, la traeré temprano —prometió harry.
—Cuidarás de mi boo, ¿verdad?
Refunfuñé por el apodo, pero ambos me ignoraron.
—Le prometo que estará a salvo conmigo, señor.
Charlie no pudo cuestionar la sinceridad de harry, ya que cada palabra quedaba impregnada de ella.
Salí enfadado. Ambos rieron y harry me siguió.
Me paré en seco en el porche. Allí, detrás de mi coche, había un Jeep gigantesco. Las llantas me llegaban por encima de la cintura, protectores metálicos recubrían las luces traseras y delanteras, además de llevar cuatro enormes faros antiniebla sujetos al guardabarros. El techo era de color rojo brillante.
Charlie dejó escapar un silbido por lo bajo.
—Poneos los cinturones —advirtió.
Harry me siguió hasta la puerta del copiloto y la abrió. Calculé la distancia hasta el asiento y me preparé para saltar. Harry suspiró y me alzó con una sola mano. Esperaba que Charlie no se hubiera dado cuenta.
Mientras regresaba al lado del conductor, a un paso normal, humano, intenté ponerme el cinturón, pero había demasiadas hebillas.
— ¿Qué es todo esto? —le pregunté cuando abrió la puerta.
—Un arnés para conducir campo a traviesa.
—Oh, oh.
Intenté encontrar los sitios donde se tenían que enganchar todas aquellas hebillas, pero iba demasiado despacio. Harry volvió a suspirar y se puso a ayudarme. Me alegraba de que la lluvia fuera tan espesa como para que Charlie no pudiera ver nada con claridad desde el porche. Eso quería decir que no estaba dándose cuenta de cómo las manos de harry se deslizaban por mi cuello, acariciando mi nuca. Dejé de intentar ayudarle y me concentré en no hiperventilar.
Harry giró la llave y el motor arrancó; al fin nos alejamos de la casa.
—Esto es... Humm... ¡Vaya pedazo de Jeep que tienes!
—Es de Emmett. Supuse que no te apetecería correr todo el camino.
— ¿Dónde guardáis este tanque?
—Hemos remodelado uno de los edificios exteriores para convertirlo en garaje.
— ¿No te vas a poner el cinturón?
Me lanzó una mirada incrédula.
Entonces caí en la cuenta del significado de sus palabras.
— ¿Correr todo el camino? O sea, ¿que una parte sí la vamos a hacer corriendo?
Mi voz se elevó varias octavas y él sonrió ampliamente.
—No serás tú quien corra.
—Me voy a marear.
—Si cierras los ojos, seguro que estarás bien.
Me mordí el labio, intentando luchar contra el pánico.
Se inclinó para besarme la coronilla y entonces gimió. Le miré sorprendido.
—Hueles deliciosamente a lluvia —comentó.
—Pero, ¿bien o mal? —pregunté con precaución.
—De las dos maneras —suspiró—. Siempre de las dos maneras.
Entre la penumbra y el diluvio, no sé cómo encontró el camino, pero de algún modo llegamos a una carretera secundaria, con más aspecto de un camino forestal que de carretera. La conversación resultó imposible durante un buen rato, dado que yo iba rebotando arriba y abajo en el asiento como un martillo pilón. Sin embargo, harry parecía disfrutar del paseo, ya que no dejó de sonreír en ningún momento.
Y entonces fue cuando llegamos al final de la carretera; los árboles formaban grandes muros verdes en tres de los cuatro costados del Jeep. La lluvia se había convertido en llovizna poco a poco y el cielo brillante asomaba entre las nubes.
—Lo siento, ‘boo’, pero desde aquí tenemos que ir a pie. — gruñí ante el apodo que había usado. Él sonrió aún más.
— ¿Sabes qué? Que mejor te espero aquí.
—Pero ¿qué le ha pasado a tu coraje? Estuviste estupendo esta mañana.
—Todavía no se me ha olvidado la última vez.
Parecía increíble que aquello sólo hubiera sucedido ayer. Se acercó tan rápidamente a mi lado del coche que apenas pude apreciar una imagen borrosa. Empezó a desatarme el arnés.
—Ya los suelto yo; tú, vete —protesté en vano.
—Humm... —parecía meditar mientras terminaba rápidamente—. Me parece que voy a tener que forzar un poco la memoria.
Antes de que pudiera reaccionar, me sacó del Jeep y me puso de pie en el suelo. Había ahora apenas un poco de niebla; parecía que niall iba a tener razón.
— ¿Forzar mi memoria? ¿Cómo? —pregunté nerviosamente.
—Algo como esto —me miró intensamente, pero con cautela, aunque había una chispa de humor en el fondo de sus ojos.
Apoyó las manos sobre el Jeep, una a cada lado de mi cabeza, y se inclinó, obligándome a permanecer aplastado contra la puerta. Se inclinó más aún, con el rostro a escasos centímetros del mío, sin espacio para escaparme.
—Ahora, dime —respiró y fue entonces cuando su efluvio desorganizó todos mis procesos mentales—, ¿qué es exactamente lo que te preocupa?
—Esto, bueno... estamparme contra un árbol y morir —tragué saliva—. Ah, y marearme.
Reprimió una sonrisa. Luego, inclinó la cabeza y rozó suavemente con sus fríos labios el hueco en la base de mi garganta.
— ¿Sigues preocupado? —murmuró contra mi piel.
— ¿Sí? —luché para concentrarme—. Me preocupa terminar estampado en los árboles y el mareo.
Su nariz trazó una línea sobre la piel de mi garganta hasta el borde de la barbilla. Su aliento frío me cosquilleaba la piel.
— ¿Y ahora? —susurraron sus labios contra mi mandíbula.
—Árboles —aspiré aire—. Movimiento, mareo.
Levantó la cabeza para besarme los párpados.
—Lou, en realidad, no crees que te vayas a estampar contra un árbol, ¿a qué no?
—No, aunque podría —repuse sin mucha confianza. Él ya olía una victoria fácil.
Me besó, descendiendo despacio por la mejilla hasta detenerse en la comisura de mis labios.
— ¿Crees que dejaría que te hiriera un árbol?
Sus labios rozaron levemente mi tembloroso labio inferior.
—No —respiré. Tenía que haber en mi defensa algo eficaz, pero no conseguía recordarlo.
—Ya ves —sus labios entreabiertos se movían contra los míos—. No hay nada de lo que tengas que asustarte, ¿a qué no?
—No —suspiré, rindiéndome.
Entonces tomó mi cara entre sus manos, casi con rudeza y me besó en serio, moviendo sus labios insistentes contra los míos.
Realmente no había excusa para mi comportamiento. Ahora lo veo más claro, como es lógico. De cualquier modo, parecía que no podía dejar de comportarme exactamente como lo hice la primera vez. En vez de quedarme quieto, a salvo, mis brazos se alzaron para enroscarse apretadamente alrededor de su cuello y me quedé de pronto soldado a su cuerpo, duro como la piedra. Suspiré y mis labios se entreabrieron.
Se tambaleó hacia atrás, deshaciendo mi abrazo sin esfuerzo.
— ¡Maldita sea, louis! —se desasió jadeando—. ¡Eres mi perdición, te juro que lo eres!
Me acuclillé, rodeándome las rodillas con los brazos, buscando apoyo.
—Eres indestructible —mascullé, intentando recuperar el aliento.
—Eso creía antes de conocerte. Ahora será mejor que salgamos de aquí rápido antes de que cometa alguna estupidez de verdad —gruñó.
Me arrojó sobre su espalda como hizo la otra vez y vi el tremendo esfuerzo que hacía para comportarse dulcemente. Enrosqué mis piernas en su cintura y busqué seguridad al sujetarme a su cuello con un abrazo casi estrangulador.
—No te olvides de cerrar los ojos —me advirtió severamente.
Hundí la cabeza entre sus omóplatos, por debajo de mi brazo, y cerré con fuerza los ojos.
No podía decir realmente si nos movíamos o no. Sentía la sensación del vuelo a lo largo de mi cuerpo, pero el movimiento era tan suave que igual hubiéramos podido estar dando un paseo por la acera. Estuve tentado de echar un vistazo, sólo para comprobar si estábamos volando de verdad a través del bosque igual que antes, pero me resistí. No merecía la pena ganarme un mareo tremendo. Me contenté con sentir su respiración acompasada.
No estuve seguro de que habíamos parado de verdad hasta que no alzó el brazo hacia atrás y me tocó la mejilla.
—Ya pasó, lou.
Me atreví a abrir los ojos y era cierto, ya nos habíamos detenido. Medio entumecido, deshice la presa estranguladora sobre su cuerpo y me deslicé al suelo, cayéndome de espaldas.
— ¡Ay! —grité enfadado cuando me golpeé contra el suelo mojado.
Me miró sorprendido; era obvio que no estaba totalmente seguro de si podía reírse a mi costa en esa situación, pero mi expresión desconcertada venció sus reticencias y rompió a reír a mandíbula batiente.
Me levanté, ignorándole, y me puse a limpiar de barro y ramitas la parte posterior de mi chaqueta. Eso sólo sirvió para que se riera aún más. Enfadado, empecé a andar a zancadas hacia el bosque.
Sentí su brazo alrededor de mi cintura.
— ¿Adónde vas, lou?
—A ver un partido de béisbol. Ya que tú no pareces interesado en jugar, voy a asegurarme de que los demás se divierten sin ti.
—Pero si no es por ahí... ;
Me di la vuelta sin mirarle, y seguí andando a zancadas en la dirección opuesta. Me atrapó de nuevo.
—No te enfades, no he podido evitarlo. Deberías haberte visto la cara —se reía entre dientes, otra vez sin poder contenerse.
—Ah claro, aquí tú eres el único que se puede enfadar, ¿no? —le pregunté, arqueando las cejas.
—No estaba enfadado contigo.
— ¿«lou, eres mi perdición»? —cité amargamente.
—Eso fue simplemente la constatación de un hecho.
Intenté revolverme y alejarme de él una vez más, pero me sujetó rápido.
—Te habías enfadado —insistí.
—Sí.
—Pero si acabas de decir...
—No estaba enfadado contigo, Lou, ¿es que no te das cuenta? —Se había puesto serio de pronto, desaparecido del todo cualquier amago de broma en su expresión—. ¿Es que no lo entiendes?
— ¿Entender el qué? —le exigí, confundido por su rápido cambio de humor, tanto como por sus palabras.
—Nunca podría enfadarme contigo, ¿cómo podría? Eres tan valiente, tan leal, tan... cálido.
—Entonces, ¿por qué? —susurré, recordando los duros modales con los que me había rechazado, que no había podido interpretar salvo como una frustración muy clara, frustración por mi debilidad, mi lentitud, mis desordenadas reacciones humanas...
Me puso las manos cuidadosamente a ambos lados de la cara.
—Estaba furioso conmigo mismo —dijo dulcemente—. Por la manera en que no dejo de ponerte en peligro. Mi propia existencia ya supone un peligro para ti. Algunas veces, de verdad que me odio a mí mismo. Debería ser más fuerte, debería ser capaz de...
Le tapé la boca con la mano.
—No lo digas.
Me tomó de la mano, alejándola de los labios, pero manteniéndola contra su cara.
—Te quiero —dijo—. Es una excusa muy pobre para todo lo que te hago pasar, pero es la pura verdad.
Era la primera vez que me decía que me quería, al menos con tantas palabras. Tal vez no se hubiera dado cuenta, pero yo ya lo creo que sí.
—Ahora, intenta cuidarte, ¿vale? —continuó y se inclinó para rozar suavemente sus labios contra los míos.
Me quedé quieto, mostrando dignidad. Entonces, suspiré.
—Le prometiste al jefe tomlinson que me llevarías a casa temprano, ¿recuerdas? Así que será mejor que nos pongamos en marcha.
—Sí, señor.
Sonrió melancólicamente y me soltó, aunque se quedó con una de mis manos. Me llevó unos cuantos metros más adelante, a través de altos helechos mojados y musgos que cubrían un enorme abeto, y de pronto nos encontramos allí, al borde de un inmenso campo abierto en la ladera de los montes Olympic. Tenía dos veces el tamaño de un estadio de béisbol.
Allí vi a todos los demás; Esme, Emmett y Rosalie, sentados en una lisa roca salediza, eran los que se hallaban más cerca de nosotros, a unos cien metros. Aún más lejos, a unos cuatrocientos metros, se veía a liam y niall, que parecían lanzarse algo el uno al otro, aunque no vi la bola en ningún momento. Parecía que Carlisle estuviera marcando las bases, pero ¿realmente podía estar poniéndolas tan separadas unas de otras?
Los tres que se encontraban sobre la roca se levantaron cuando estuvimos a la vista. Esme se acercó hacia nosotros y Emmett la siguió después de echar una larga ojeada a la espalda de Rosalie, que se había levantado con gracia y avanzaba a grandes pasos hacia el campo sin mirar en nuestra dirección. En respuesta, mi estómago se agitó incómodo.
— ¿Es a ti a quien hemos oído, harry? —preguntó Esme conforme se acercaba.
—Sonaba como si se estuviera ahogando un oso —aclaró Emmett.
Sonreí tímidamente a Esme.
—Era él.
—Sin querer, Lou resultaba muy cómico en ese momento —explicó rápido harry, intentando apuntarse el tanto.
niall había abandonado su posición y corría, o más bien se podría decir que danzaba, hacia nosotros. Avanzó a toda velocidad para detenerse con gran desenvoltura a nuestro lado.
—Es la hora —anunció.
El hondo estruendo de un trueno sacudió el bosque de en frente apenas hubo terminado de hablar. A continuación retumbó hacia el oeste, en dirección a la ciudad.
—Raro, ¿a que sí? —dijo Emmett con un guiño, como si nos conociéramos de toda la vida.
—Venga, vamos...
Niall tomó a Emmett de la mano y desaparecieron como flechas en dirección al gigantesco campo.
El corría como una gacela; él, lejos de ser tan grácil, sin embargo le igualaba en velocidad, aunque nunca se le podría comparar con una gacela.
— ¿Te apetece jugar una bola? —me preguntó harry con los ojos brillantes, deseoso de participar.
Yo intenté sonar apropiadamente entusiasmado.
— ¡Ve con los demás!
Rió por lo bajo, y después de revolverme el pelo, dio un gran salto para reunirse con los otros dos. Su forma de correr era más agresiva, más parecida a la de un guepardo que a la de una gacela, por lo que pronto les dio alcance. Su exhibición de gracia y poder me cortó el aliento.
— ¿Bajamos? —inquirió Esme con voz suave y melodiosa.
En ese instante, me di cuenta de que lo estaba mirando boquiabierto. Rápidamente controlé mi expresión y asentí. Esme estaba a un metro escaso de mí y me pregunté si seguía actuando con cuidado para no asustarme. Acompasó su paso al mío, sin impacientarse por mi ritmo lento.
— ¿No vas a jugar con ellos? —le pregunté con timidez.
—No, prefiero arbitrar; alguien debe evitar que hagan trampas y a mí me gusta —me explicó.
—Entonces, ¿les gusta hacer trampas?
—Oh, ya lo creo que sí, ¡tendrías que oír sus explicaciones! Bueno, espero que no sea así, de lo contrario pensarías que se han criado en una manada de lobos.
—Te pareces a mi madre —reí, sorprendido, y ella se unió a mis risas.
—Bueno, me gusta pensar en ellos como si fueran hijos míos, en más de un sentido. Me cuesta mucho controlar mis instintos maternales. ¿No te contó Hazza que había perdido un bebé?
—No —murmuré aturdido, esforzándome por comprender a qué periodo de su vida se estaría refiriendo.
—Sí, mi primer y único hijo murió a los pocos días de haber nacido, mi pobre cosita —suspiró—. Me rompió el corazón y por eso me arrojé por el acantilado, como ya sabrás —añadió con toda naturalidad.
—harry sólo me dijo que te caíste —tartamudeé.
—Ah. Harry, siempre tan caballeroso —esbozó una sonrisa—. Harry fue el primero de mis nuevos hijos. Siempre pienso en él de ese modo, incluso aunque, en cierto modo, sea mayor que yo —me sonrió cálidamente—. Por eso me alegra tanto que te haya encontrado, corazón —aquellas cariñosas palabras sonaron muy naturales en sus labios—. Ha sido un bicho raro durante demasiado tiempo; me dolía verle tan solo.
—Entonces, ¿no te importa? —Pregunté, dubitativo otra vez—. ¿Que yo no sea... bueno para él?
—No —se quedó pensativa—. Tú eres lo que él quiere. No sé cómo, pero esto va a salir bien —me aseguró, aunque su frente estaba fruncida por la preocupación. Se oyó el estruendo de otro trueno.
En ese momento, Esme se detuvo. Por lo visto, habíamos llegado a los límites del campo. Al parecer, ya se habían formado los equipos. Harry estaba en la parte izquierda del campo, bastante lejos; Carlisle se encontraba entre la primera y la segunda base, y niall tenía la bola en su poder, en lo que debía ser la base de lanzamiento.
Emmett hacía girar un bate de aluminio, sólo perceptible por su sonido silbante, ya que era casi imposible seguir su trayectoria en el aire con la vista. Esperaba que se acercara a la base de meta, pero ya estaba allí, a una distancia inconcebible de la base de lanzamiento, adoptando la postura de bateo para cuando me quise dar cuenta. Liam se situó detrás, a un metro escaso, para atrapar la bola para el otro equipo. Como era de esperar, ninguno llevaba guantes.
—De acuerdo —Esme habló con voz clara, y supe que harry la había oído a pesar de estar muy alejado—, batea.
niall permanecía erguido, aparentemente inmóvil. Su estilo parecía que estaba más cerca de la astucia, de lo furtivo, que de una técnica de lanzamiento intimidatorio. Sujetó la bola con ambas manos cerca de su cintura; luego, su brazo derecho se movió como el ataque de una cobra y la bola impactó en la mano de liam.
— ¿Ha sido un strike? —le pregunté a Esme.
—Si no la golpean, es un strike —me contestó.
liam lanzó de nuevo la bola a la mano de niall, que se permitió una gran sonrisa antes de estirar el brazo para efectuar otro nuevo lanzamiento.
Esta vez el bate consiguió, sin saber muy bien cómo, golpear la bola invisible. El chasquido del impacto fue tremendo, atronador. Entendí con claridad la razón por la que necesitaban una tormenta para jugar cuando las montañas devolvieron el eco del golpe.
La bola sobrevoló el campo como un meteorito para irse a perder en lo profundo del bosque circundante.
—Carrera completa —murmuré.
—Espera —dijo Esme con cautela, escuchando atenta y con la mano alzada.
Emmett era una figura borrosa que corría de una base a otra y Carlisle, la sombra que lo seguía. Me di cuenta de que harry no estaba.
— ¡Out!—cantó Esme con su voz clara.
Contemplé con incredulidad cómo harry saltaba desde la linde del bosque con la bola en la mano alzada. Incluso yo pude ver su brillante sonrisa.
—Emmett será el que batea más fuerte —me explicó Esme—, pero harry corre al menos igual de rápido.
Las entradas se sucedieron ante mis ojos incrédulos. Era imposible mantener contacto visual con la bola teniendo en cuenta la velocidad a la que volaba y el ritmo al que se movían alrededor del campo los corredores de base.
Comprendí el otro motivo por el cual esperaban a que hubiera una tormenta para jugar cuando liam bateó una roleta, una de esas pelotas que van rodando por el suelo, hacia la posición de Carlisle en un intento de evitar la infalible defensa de harry.
Carlisle corrió a por la bola y luego se lanzó en pos de liam, que iba disparado hacia la primera base. Cuando chocaron, el sonido fue como el de la colisión de dos enormes masas de roca. Preocupado, me incorporé de un salto para ver lo sucedido, pero habían resultado ilesos.
—Están bien —anunció Esme con voz tranquila.
El equipo de Emmett iba una carrera por delante. Rosalie se las apañó para revolotear sobre las bases después de aprovechar uno de los larguísimos lanzamientos de Emmett, cuando harry consiguió el tercer Out. Se acercó de un salto hasta donde estaba yo, chispeante de entusiasmo.
— ¿Qué te parece? —inquirió.
—Una cosa es segura: no volveré a sentarme otra vez a ver esa vieja y aburrida Liga Nacional de Béisbol.
—Ya, suena como si lo hubieras hecho antes muchas veces —replicó harry entre risas.
—Pero estoy un poco decepcionado —bromeé.
— ¿Por qué? —me preguntó, intrigado.
—Bueno, sería estupendo encontrar una sola cosa que no hagas mejor que cualquier otra persona en este planeta.
Esa sonrisa torcida suya relampagueó en su rostro durante un momento, dejándome sin aliento.
—Ya voy —dijo al tiempo que se encaminaba hacia la base del bateador.
Jugó con mucha astucia al optar por una bola baja, fuera del alcance de la excepcionalmente rápida mano de Rosalie, que defendía en la parte exterior del campo, y, veloz como el rayo, ganó dos bases antes de que Emmett pudiera volver a poner la bola en juego. Carlisle golpeó una tan lejos fuera del campo —con un estruendo que me hirió los oídos—, que harry y él completaron la carrera. niall chocó delicadamente las palmas con ellos.
El tanteo cambiaba continuamente conforme avanzaba el partido y se gastaban bromas unos a otros como otros jugadores callejeros al ir pasando todos por la primera posición. De vez en cuando, Esme tenía que llamarles la atención. Otro trueno retumbó, pero seguíamos sin mojarnos, tal y como había predicho niall.
Carlisle estaba a punto de batear con harry como receptor cuando niall, de pronto, profirió un grito sofocado que sonó muy fuerte. Yo miraba a harry, como siempre, y entonces le vi darse la vuelta para mirarlo. Las miradas de ambos se encontraron y en un instante circuló entre ellos un flujo misterioso. Harry ya estaba a mi lado antes de que los demás pudieran preguntar a niall qué iba mal.
— ¿niall? —preguntó Esme con voz tensa.
—No lo he visto con claridad, no podría deciros... —susurró el.
Para entonces ya se habían reunido todos.
— ¿Qué pasa, niall? —le preguntó Carlisle a su vez con voz tranquila, cargada de autoridad.
—Viajan mucho más rápido de lo que pensaba. Creo que me he equivocado en eso —murmuró.
liam se inclinó sobre el con ademán protector.
— ¿Qué es lo que ha cambiado? —le preguntó.
—Nos han oído jugar y han cambiado de dirección —señaló, contrito, como si se sintiera responsable de lo que fuera que la había asustado.
Siete pares de rápidos ojos se posaron en mi cara de forma fugaz y se apartaron.
— ¿Cuánto tardarán en llegar? —inquirió Carlisle, volviéndose hacia harry.
Una mirada de intensa concentración cruzó por su rostro y respondió con gesto contrariado:
—Menos de cinco minutos. Vienen corriendo, quieren jugar.
— ¿Puedes hacerlo? —le preguntó Carlisle, mientras sus ojos se posaban sobre mí brevemente.
—No, con carga, no —resumió él—. Además, lo que menos necesitamos es que capten el olor y comiencen la caza.
— ¿Cuántos son? —preguntó Emmett a niall.
—Tres —contestó con laconismo.
— ¡Tres! —exclamó Emmett con tono de mofa. Flexionó los músculos de acero de sus imponentes brazos—. Dejadlos que vengan.
Carlisle lo consideró durante una fracción de segundo que pareció más larga de lo que fue en realidad. Sólo Emmett parecía impasible; el resto miraba fijamente el rostro de Carlisle con los ojos llenos de ansiedad.
—Nos limitaremos a seguir jugando —anunció finalmente Carlisle con tono frío y desapasionado—. niall dijo que sólo sentían curiosidad.
Pronunció las dos frases en un torrente de palabras que duró unos segundos escasos. Escuché con atención y conseguí captar la mayor parte, aunque no conseguí oír lo que Esme le estaba preguntando en este momento a harry con una vibración silenciosa de sus labios. Sólo atisbé la imperceptible negativa de cabeza por parte de harry y el alivio en las facciones de Esme.
—Intenta atrapar tú la bola, Esme. Yo me encargo de prepararlo —y se plantó delante de mí.
Los otros volvieron al campo, barriendo recelosos el bosque oscuro con su mirada aguda. niall y Esme parecían intentar orientarse alrededor de donde yo me encontraba.
—Ábrete la sudadera —ordenó harry con voz tranquila y baja.
Obedientemente, baje el cierre de la sudadera, dejándola caer a mis costados.
Comenté lo que me parecía evidente.
—Los otros vienen ya para acá.
—Sí, quédate inmóvil, permanece callado —intentó ocultar bastante bien el nerviosismo de su voz, pero pude captarlo—, y no te apartes de mí lado, por favor.
Sacudió mi sudadera hacia delante, y el sujeto hacia el aire. Niall apuntó en voz baja:
—Eso no servirá de nada. Yo la podría oler incluso desde el otro lado del campo.
—Lo sé —contestó harry con una nota de frustración en la voz.
Carlisle se quedó de pie en el prado mientras el resto retomaba el juego con desgana.
—harry, ¿qué te preguntó Esme? —susurré.
Vaciló un momento antes de contestarme.
—Que si estaban sedientos —murmuró reticente.
Pasaron unos segundos y el juego progresaba, ahora con apatía, ya que nadie tenía ganas de golpear fuerte. Emmett, Rosalie y liam merodeaban por el área interior del campo. A pesar de que el miedo me nublaba el entendimiento, fui consciente más de una vez de la mirada fija de Rosalie en mí. Era inexpresiva, pero de algún modo, por la forma en que plegaba los labios, me hizo pensar que estaba enfadada.
Harry no prestaba ninguna atención al juego, sus ojos y su mente se encontraban recorriendo el bosque.
—Lo siento, louis —murmuró ferozmente—. Exponerte de este modo ha sido estúpido e irresponsable por mi parte. ¡Cuánto lo siento!
Noté cómo contenía la respiración y fijaba los ojos abiertos como platos en la esquina oeste del campo. Avanzó medio paso, interponiéndose entre lo que se acercaba y yo.
Carlisle, Emmett y los demás se volvieron en la misma dirección en cuanto oyeron el ruido de su avance, que a mí me llegaba mucho más apagado.
diana perez tellez
Re: CREPUSCULO (LARRY STYLINSON Y NIAM) -TERMINADA-
Oh definitivamente,diana cuando hablemos te voy a matar!!!!dejarlo hay,en la mejor parte,eres lo peor :'( aunque igual te amo jaajjaj :*
hey,continua rapido please!!! lo dejaste en mi parte favorita,amo la escena del partido y cuando se encuentran con james, victoria y eso jmnghbgfv
hey,continua rapido please!!! lo dejaste en mi parte favorita,amo la escena del partido y cuando se encuentran con james, victoria y eso jmnghbgfv
narutiana
Re: CREPUSCULO (LARRY STYLINSON Y NIAM) -TERMINADA-
jajajaja,,, tu que no te esperas... dije que subiría maratón, no? pues es solo que no pude hace rato... en esta semana quiero acabar esta novela, para darme un descanso y seguir con luna nueva jajajajanarutiana escribió:Oh definitivamente,diana cuando hablemos te voy a matar!!!!dejarlo hay,en la mejor parte,eres lo peor :'( aunque igual te amo jaajjaj :*
hey,continua rapido please!!! lo dejaste en mi parte favorita,amo la escena del partido y cuando se encuentran con james, victoria y eso jmnghbgfv
diana perez tellez
Re: CREPUSCULO (LARRY STYLINSON Y NIAM) -TERMINADA-
por cierto yo también te amo y odio a la vez. :Pdiana perez tellez escribió:jajajaja,,, tu que no te esperas... dije que subiría maratón, no? pues es solo que no pude hace rato... en esta semana quiero acabar esta novela, para darme un descanso y seguir con luna nueva jajajajanarutiana escribió:Oh definitivamente,diana cuando hablemos te voy a matar!!!!dejarlo hay,en la mejor parte,eres lo peor :'( aunque igual te amo jaajjaj :*
hey,continua rapido please!!! lo dejaste en mi parte favorita,amo la escena del partido y cuando se encuentran con james, victoria y eso jmnghbgfv
diana perez tellez
Re: CREPUSCULO (LARRY STYLINSON Y NIAM) -TERMINADA-
La Caza parte1
Aparecieron de uno en uno en la linde del bosque a doce metros de nuestra posición.
El primer hombre entró en el claro y se apartó inmediatamente para dejar paso a otro más alto, de pelo negro, que se colocó al frente, de un modo que evidenciaba con claridad quién lideraba el grupo.
El tercer integrante era una mujer; desde aquella distancia, sólo alcanzaba a verle el pelo, de un asombroso matiz rojo.
Cerraron filas conforme avanzaban con cautela hacia donde se hallaba la familia de harry, mostrando el natural recelo de una manada de depredadores ante un grupo desconocido y más numeroso de su propia especie.
Comprobé cuánto diferían de los Styles cuando se acercaron. Su paso era gatuno, andaban de forma muy similar a la de un felino al acecho. Se vestían con el típico equipo de un excursionista: vaqueros y una sencilla camisa de cuello abotonado y gruesa tela impermeable. Las ropas se veían deshilachadas por el uso e iban descalzos. Los hombres llevaban el pelo muy corto y la rutilante melena pelirroja de la chica estaba llena de hojas y otros restos del bosque.
Sus ojos agudos se apercibieron del aspecto más urbano y pulido de Carlisle, que, alerta, flanqueado por Emmett y liam, salió a su encuentro. Sin que aparentemente se hubieran puesto de acuerdo, todos habían adoptado una postura erguida y de despreocupación.
El líder de los recién llegados era sin duda el más agraciado, con su piel de tono oliváceo debajo de la característica palidez y los cabellos de un brillantísimo negro. Era de constitución mediana, musculoso, por supuesto, pero sin acercarse ni de lejos a la fuerza física de Emmett. Esbozó una sonrisa agradable que permitió entrever unos deslumbrantes dientes blancos.
La mujer tenía un aspecto más salvaje, en parte por la melena revuelta y alborotada por la brisa. Su mirada iba y venía incesantemente de los hombres que tenía en frente al grupo desorganizado que me rodeaba. Su postura era marcadamente felina. El segundo hombre, de complexión más liviana que la del líder —tanto las facciones como el pelo castaño claro eran anodinos—, revoloteaba con desenvoltura entre ambos. Sin embargo, su mirada era de una calma absoluta, y sus ojos, en cierto modo, los más atentos.
Los ojos de los recién llegados también eran diferentes. No eran dorados o negros, como cabía esperar, sino de un intenso color borgoña con una tonalidad perturbadora y siniestra.
El moreno dio un paso hacia Carlisle sin dejar de sonreír.
—Creíamos haber oído jugar a alguien —hablaba con voz reposada y tenía un leve acento francés—. Me llamo Laurent, y éstos son Victoria y James —añadió señalando a los vampiros que le acompañaban.
—Yo soy Carlisle y ésta es mi familia: Emmett y liam; Rosalie, Esme y niall; harry y louis —nos identificaba en grupos, intentando deliberadamente no llamar la atención hacia ningún individuo. Me sobresalté cuando me nombró.
— ¿Hay sitio para unos pocos jugadores más? —inquirió Laurent con afabilidad.
Carlisle acomodó la inflexión de la voz al mismo tono amistoso de Laurent.
—Bueno, lo cierto es que acabamos de terminar el partido. Pero estaríamos verdaderamente encantados en otra ocasión. ¿Pensáis quedaros mucho tiempo en la zona?
—En realidad, vamos hacia el norte, aunque hemos sentido curiosidad por lo que había por aquí. No hemos tenido compañía durante mucho tiempo.
—No, esta región suele estar vacía si exceptuamos a mi grupo y algún visitante ocasional, como vosotros.
La tensa atmósfera había evolucionado hacia una conversación distendida; supuse que liam estaba usando su peculiar don para controlar la situación.
— ¿Cuál es vuestro territorio de caza? —preguntó Laurent como quien no quiere la cosa.
Carlisle ignoró la presunción que implicaba la pregunta.
—Esta, los montes Olympic, y algunas veces la Coast Ranges de una punta a la otra. Tenemos una residencia aquí. También hay otro asentamiento permanente como el nuestro cerca de Denali.
Laurent se balanceó, descansando el peso del cuerpo sobre los talones, y preguntó con viva curiosidad:
— ¿Permanente? ¿Y cómo habéis conseguido algo así?
— ¿Por qué no nos acompañáis a nuestra casa y charlamos más cómodos? —Los invitó Carlisle—. Es una larga historia.
James y Victoria intercambiaron una mirada de sorpresa cuando Carlisle mencionó la palabra «casa», pero Laurent controló mejor su expresión.
—Es muy interesante y hospitalario por vuestra parte —su sonrisa era encantadora—. Hemos estado de caza todo el camino desde Ontario —estudió a Carlisle con la mirada, percatándose de su aspecto refinado—. No hemos tenido ocasión de asearnos un poco.
—Por favor, no os ofendáis, pero he de rogaros que os abstengáis de cazar en los alrededores de esa zona. Debemos pasar desapercibidos, ya me entiendes —explicó Carlisle.
—Claro ——asintió Laurent—. No pretendemos disputaros el territorio. De todos modos, acabamos de alimentarnos a las afueras de Seattle.
Un escalofrío recorrió mi espalda cuando Laurent rompió a reír.
—Os mostraremos el camino si queréis venir con nosotros. Emmett, niall, id con harry y louis a recoger el Jeep —añadió sin darle importancia.
Mientras Carlisle hablaba, ocurrieron tres cosas a la vez. La suave brisa movió mi chaqueta, harry se envaró y el segundo varón, James, movió su cabeza repentinamente de un lado a otro, buscando, para luego centrar en mí su escrutinio, agitando las aletas de la nariz.
Una rigidez repentina afectó a todos cuando James se adelantó un paso y se agazapó. harry exhibió los dientes y adoptó la misma postura defensiva al tiempo que emitía un rugido bestial que parecía desgarrarle la garganta. No tenía nada que ver con los sonidos juguetones que le había escuchado esta mañana. Era lo más amenazante que había oído en mi vida y me estremecí de los pies a la cabeza.
— ¿Qué ocurre? —exclamó Laurent, sorprendido.
Ni James ni harry relajaron sus agresivas poses. El primero fintó ligeramente hacia un lado y harry respondió al movimiento.
—El está con nosotros.
El firme desafío de Carlisle se dirigía James. Laurent parecía percibir mi olor con menos fuerza que James, pero pronto se dio cuenta y el descubrimiento se reflejó también en su rostro.
— ¿Nos habéis traído un aperitivo? —inquirió con voz incrédula, mientras, sin darse cuenta, daba un paso adelante.
harry rugió con mayor ferocidad y dureza, curvando el labio superior sobre sus deslumbrantes dientes desnudos. Laurent retrocedió el paso que había dado.
—He dicho que él está con nosotros —replicó Carlisle con sequedad.
—Pero es humano —protestó Laurent. No había agresividad en sus palabras, simplemente estaba atónito.
—Sí... —Emmett se hizo notar al lado de Carlisle, con los ojos fijos en James, que se irguió muy despacio y volvió a su posición normal, aunque las aletas de su nariz seguían dilatadas y no me perdía de vista. harry continuaba agazapado como un león delante de mí.
—Parece que tenemos mucho que aprender unos de otros.
Laurent hablaba con un tono tranquilizador en un intento de suavizar la repentina hostilidad.
—Sin duda —la voz de Carlisle todavía era fría.
—Aún nos gustaría aceptar vuestra invitación —sus ojos se movieron rápidamente hacia mí y retornaron a Carlisle—. Y claro, no le haremos daño al hermoso castaño. No cazaremos en vuestro territorio, como os he dicho.
James miró a Laurent con incredulidad e irritación, e intercambió otra larga mirada con Victoria, cuyos ojos seguían errando nerviosos de rostro en rostro.
Carlisle evaluó la franca expresión de Laurent durante un momento antes de hablar.
—Os mostraremos el camino. Liam, Rosalie, Esme —llamó y se reunieron todos delante de mí, ocultándome de la vista de los recién llegados. Niall estuvo a mi lado en un momento y Emmett se situó lentamente a mi espalda, con sus ojos trabados en los de James mientras éste retrocedía unos pasos.
—Vámonos, louis —ordenó harry con su voz aún más ronca de lo común.
Parecía como si durante todo ese tiempo hubiera echado raíces en el suelo, porque me quedé totalmente inmóvil y aterrorizado. Harry tuvo que agarrarme del codo y tirar bruscamente de mí para sacarme del trance. Niall y Emmett estaban muy cerca de mi espalda, ocultándome. Tropecé con harry, todavía aturdido por el miedo, y no pude oír si el otro grupo se había marchado ya. La impaciencia de harry casi se podía palpar mientras andábamos a paso humano hacia el borde del bosque.
Sin dejar de caminar, harry me subió encima de su espalda en cuanto llegamos a los árboles. Me sujeté con la mayor fuerza posible cuando se lanzó a tumba abierta con los otros pegados a los talones. Mantuve la cabeza baja, pero no podía cerrar los ojos, los tenía dilatados por el pánico. Los Styles se zambulleron como espectros en el bosque, ahora en una absoluta penumbra. La sensación de júbilo que habitualmente embargaba a harry al correr había desaparecido por completo, sustituida por una furia que lo consumía y le hacía ir aún más rápido. Incluso conmigo a las espaldas, los otros casi le perdieron de vista.
Llegamos al Jeep en un tiempo inverosímil. Harry apenas se paró antes de echarme al asiento trasero.
—Sujétalo —ordenó a Emmett, que se deslizó a mi lado.
Niall se había sentado ya en el asiento delantero y harry puso en marcha el coche. El motor rugió al encenderse y el vehículo giró en redondo para encarar el tortuoso camino.
Harry gruñía algo demasiado rápido para que pudiera entenderle, pero sonaba bastante parecido a una sarta de blasfemias.
El traqueteo fue mucho peor esta vez y la oscuridad lo hacía aún más aterrador. Emmett y niall miraban por las ventanillas laterales.
Llegamos a la carretera principal y entonces pude ver mejor por dónde íbamos, aunque había aumentado la velocidad. Se dirigía al sur, en dirección contraria a Forks.
— ¿Adónde vamos? —pregunté.
Nadie contestó. Ni siquiera me miraron.
— ¡Maldita sea, harry! ¿Adónde me llevas?
—Debemos sacarte de aquí, lo más lejos posible y ahora mismo.
No miró hacia atrás mientras hablaba, pendiente de la carretera. El velocímetro marcaba más de ciento noventa kilómetros por hora.
— ¡Da media vuelta! ¡Tienes que llevarme a casa! —grité. Luché contra aquel estúpido arnés, tirando de las correas.
—Emmett —advirtió harry con tono severo.
Y Emmett me sujetó las manos con un férreo apretón.
— ¡No! ¡Harry, no puedes hacer esto!
—He de hacerlo, louis, ahora por favor, quédate quieto.
— ¡No puedo! ¡Tienes que devolverme a casa, Charlie llamará al FBI y éste se echará encima de toda tu familia, de Carlisie y Esme! ¡Tendrán que marcharse, y a partir de ese momento deberán esconderse siempre!
—Tranquilízate, louis —su voz era fría—. Ya lo hemos hecho otras veces.
— ¡Pero no por mí, no lo hagas! ¡No lo arruines todo por mí!
Luché violentamente para soltarme, sin ninguna posibilidad.
—harry, dirígete al arcén —niall habló por primera vez.
El lo miró con sus penetrantes ojos, y luego aceleró.
—harry, vamos a hablar de esto.
—No lo entiendes —rugió frustrado. Nunca había oído su voz tan ronca y resultaba ensordecedora dentro del Jeep. El velocímetro rebasaba los doscientos por hora—. ¡Es un rastreador, niall! ¿Es que no te has dado cuenta? ¡Es un rastreador!
Sentí cómo Emmett se tensaba a mi lado y me pregunté la razón por la que reaccionaba de ese modo ante esa palabra. Significaba algo para ellos, pero no para mí; quería entenderlo, pero no podía preguntar.
—Para en el arcén, harry.
El tono de niall era razonable, pero había en él un matiz de autoridad que yo no había oído antes. El velocímetro rebasó los doscientos veinte.
—Hazlo, harry.
—Escúchame, niall. Le he leído la mente. El rastreo es su pasión, su obsesión, y lo quiere a él, niall, el en concreto. La cacería empieza esta noche.
—No sabe dónde...
harry lo interrumpió.
— ¿Cuánto tiempo crees que va a necesitar para captar su olor en el pueblo? Laurent ya había trazado el plan en su mente antes de decir lo que dijo.
Ahogué un grito al comprender adonde le conduciría mi olor.
— ¡Charlie! ¡No podéis dejarle allí! ¡No podéis dejarle! —me debatí contra el arnés.
—louis tiene razón ——observó niall.
El coche redujo la velocidad ligeramente.
—No tardaremos demasiado en considerar todas las opciones —intentó persuadirle niall.
El coche redujo nuevamente la velocidad, en esta ocasión de forma más patente, y entonces frenó con un chirrido en el arcén de la autopista. Salí disparado hacia delante, precipitándome contra el arnés, para luego caer hacia atrás y chocar contra el asiento.
Aparecieron de uno en uno en la linde del bosque a doce metros de nuestra posición.
El primer hombre entró en el claro y se apartó inmediatamente para dejar paso a otro más alto, de pelo negro, que se colocó al frente, de un modo que evidenciaba con claridad quién lideraba el grupo.
El tercer integrante era una mujer; desde aquella distancia, sólo alcanzaba a verle el pelo, de un asombroso matiz rojo.
Cerraron filas conforme avanzaban con cautela hacia donde se hallaba la familia de harry, mostrando el natural recelo de una manada de depredadores ante un grupo desconocido y más numeroso de su propia especie.
Comprobé cuánto diferían de los Styles cuando se acercaron. Su paso era gatuno, andaban de forma muy similar a la de un felino al acecho. Se vestían con el típico equipo de un excursionista: vaqueros y una sencilla camisa de cuello abotonado y gruesa tela impermeable. Las ropas se veían deshilachadas por el uso e iban descalzos. Los hombres llevaban el pelo muy corto y la rutilante melena pelirroja de la chica estaba llena de hojas y otros restos del bosque.
Sus ojos agudos se apercibieron del aspecto más urbano y pulido de Carlisle, que, alerta, flanqueado por Emmett y liam, salió a su encuentro. Sin que aparentemente se hubieran puesto de acuerdo, todos habían adoptado una postura erguida y de despreocupación.
El líder de los recién llegados era sin duda el más agraciado, con su piel de tono oliváceo debajo de la característica palidez y los cabellos de un brillantísimo negro. Era de constitución mediana, musculoso, por supuesto, pero sin acercarse ni de lejos a la fuerza física de Emmett. Esbozó una sonrisa agradable que permitió entrever unos deslumbrantes dientes blancos.
La mujer tenía un aspecto más salvaje, en parte por la melena revuelta y alborotada por la brisa. Su mirada iba y venía incesantemente de los hombres que tenía en frente al grupo desorganizado que me rodeaba. Su postura era marcadamente felina. El segundo hombre, de complexión más liviana que la del líder —tanto las facciones como el pelo castaño claro eran anodinos—, revoloteaba con desenvoltura entre ambos. Sin embargo, su mirada era de una calma absoluta, y sus ojos, en cierto modo, los más atentos.
Los ojos de los recién llegados también eran diferentes. No eran dorados o negros, como cabía esperar, sino de un intenso color borgoña con una tonalidad perturbadora y siniestra.
El moreno dio un paso hacia Carlisle sin dejar de sonreír.
—Creíamos haber oído jugar a alguien —hablaba con voz reposada y tenía un leve acento francés—. Me llamo Laurent, y éstos son Victoria y James —añadió señalando a los vampiros que le acompañaban.
—Yo soy Carlisle y ésta es mi familia: Emmett y liam; Rosalie, Esme y niall; harry y louis —nos identificaba en grupos, intentando deliberadamente no llamar la atención hacia ningún individuo. Me sobresalté cuando me nombró.
— ¿Hay sitio para unos pocos jugadores más? —inquirió Laurent con afabilidad.
Carlisle acomodó la inflexión de la voz al mismo tono amistoso de Laurent.
—Bueno, lo cierto es que acabamos de terminar el partido. Pero estaríamos verdaderamente encantados en otra ocasión. ¿Pensáis quedaros mucho tiempo en la zona?
—En realidad, vamos hacia el norte, aunque hemos sentido curiosidad por lo que había por aquí. No hemos tenido compañía durante mucho tiempo.
—No, esta región suele estar vacía si exceptuamos a mi grupo y algún visitante ocasional, como vosotros.
La tensa atmósfera había evolucionado hacia una conversación distendida; supuse que liam estaba usando su peculiar don para controlar la situación.
— ¿Cuál es vuestro territorio de caza? —preguntó Laurent como quien no quiere la cosa.
Carlisle ignoró la presunción que implicaba la pregunta.
—Esta, los montes Olympic, y algunas veces la Coast Ranges de una punta a la otra. Tenemos una residencia aquí. También hay otro asentamiento permanente como el nuestro cerca de Denali.
Laurent se balanceó, descansando el peso del cuerpo sobre los talones, y preguntó con viva curiosidad:
— ¿Permanente? ¿Y cómo habéis conseguido algo así?
— ¿Por qué no nos acompañáis a nuestra casa y charlamos más cómodos? —Los invitó Carlisle—. Es una larga historia.
James y Victoria intercambiaron una mirada de sorpresa cuando Carlisle mencionó la palabra «casa», pero Laurent controló mejor su expresión.
—Es muy interesante y hospitalario por vuestra parte —su sonrisa era encantadora—. Hemos estado de caza todo el camino desde Ontario —estudió a Carlisle con la mirada, percatándose de su aspecto refinado—. No hemos tenido ocasión de asearnos un poco.
—Por favor, no os ofendáis, pero he de rogaros que os abstengáis de cazar en los alrededores de esa zona. Debemos pasar desapercibidos, ya me entiendes —explicó Carlisle.
—Claro ——asintió Laurent—. No pretendemos disputaros el territorio. De todos modos, acabamos de alimentarnos a las afueras de Seattle.
Un escalofrío recorrió mi espalda cuando Laurent rompió a reír.
—Os mostraremos el camino si queréis venir con nosotros. Emmett, niall, id con harry y louis a recoger el Jeep —añadió sin darle importancia.
Mientras Carlisle hablaba, ocurrieron tres cosas a la vez. La suave brisa movió mi chaqueta, harry se envaró y el segundo varón, James, movió su cabeza repentinamente de un lado a otro, buscando, para luego centrar en mí su escrutinio, agitando las aletas de la nariz.
Una rigidez repentina afectó a todos cuando James se adelantó un paso y se agazapó. harry exhibió los dientes y adoptó la misma postura defensiva al tiempo que emitía un rugido bestial que parecía desgarrarle la garganta. No tenía nada que ver con los sonidos juguetones que le había escuchado esta mañana. Era lo más amenazante que había oído en mi vida y me estremecí de los pies a la cabeza.
— ¿Qué ocurre? —exclamó Laurent, sorprendido.
Ni James ni harry relajaron sus agresivas poses. El primero fintó ligeramente hacia un lado y harry respondió al movimiento.
—El está con nosotros.
El firme desafío de Carlisle se dirigía James. Laurent parecía percibir mi olor con menos fuerza que James, pero pronto se dio cuenta y el descubrimiento se reflejó también en su rostro.
— ¿Nos habéis traído un aperitivo? —inquirió con voz incrédula, mientras, sin darse cuenta, daba un paso adelante.
harry rugió con mayor ferocidad y dureza, curvando el labio superior sobre sus deslumbrantes dientes desnudos. Laurent retrocedió el paso que había dado.
—He dicho que él está con nosotros —replicó Carlisle con sequedad.
—Pero es humano —protestó Laurent. No había agresividad en sus palabras, simplemente estaba atónito.
—Sí... —Emmett se hizo notar al lado de Carlisle, con los ojos fijos en James, que se irguió muy despacio y volvió a su posición normal, aunque las aletas de su nariz seguían dilatadas y no me perdía de vista. harry continuaba agazapado como un león delante de mí.
—Parece que tenemos mucho que aprender unos de otros.
Laurent hablaba con un tono tranquilizador en un intento de suavizar la repentina hostilidad.
—Sin duda —la voz de Carlisle todavía era fría.
—Aún nos gustaría aceptar vuestra invitación —sus ojos se movieron rápidamente hacia mí y retornaron a Carlisle—. Y claro, no le haremos daño al hermoso castaño. No cazaremos en vuestro territorio, como os he dicho.
James miró a Laurent con incredulidad e irritación, e intercambió otra larga mirada con Victoria, cuyos ojos seguían errando nerviosos de rostro en rostro.
Carlisle evaluó la franca expresión de Laurent durante un momento antes de hablar.
—Os mostraremos el camino. Liam, Rosalie, Esme —llamó y se reunieron todos delante de mí, ocultándome de la vista de los recién llegados. Niall estuvo a mi lado en un momento y Emmett se situó lentamente a mi espalda, con sus ojos trabados en los de James mientras éste retrocedía unos pasos.
—Vámonos, louis —ordenó harry con su voz aún más ronca de lo común.
Parecía como si durante todo ese tiempo hubiera echado raíces en el suelo, porque me quedé totalmente inmóvil y aterrorizado. Harry tuvo que agarrarme del codo y tirar bruscamente de mí para sacarme del trance. Niall y Emmett estaban muy cerca de mi espalda, ocultándome. Tropecé con harry, todavía aturdido por el miedo, y no pude oír si el otro grupo se había marchado ya. La impaciencia de harry casi se podía palpar mientras andábamos a paso humano hacia el borde del bosque.
Sin dejar de caminar, harry me subió encima de su espalda en cuanto llegamos a los árboles. Me sujeté con la mayor fuerza posible cuando se lanzó a tumba abierta con los otros pegados a los talones. Mantuve la cabeza baja, pero no podía cerrar los ojos, los tenía dilatados por el pánico. Los Styles se zambulleron como espectros en el bosque, ahora en una absoluta penumbra. La sensación de júbilo que habitualmente embargaba a harry al correr había desaparecido por completo, sustituida por una furia que lo consumía y le hacía ir aún más rápido. Incluso conmigo a las espaldas, los otros casi le perdieron de vista.
Llegamos al Jeep en un tiempo inverosímil. Harry apenas se paró antes de echarme al asiento trasero.
—Sujétalo —ordenó a Emmett, que se deslizó a mi lado.
Niall se había sentado ya en el asiento delantero y harry puso en marcha el coche. El motor rugió al encenderse y el vehículo giró en redondo para encarar el tortuoso camino.
Harry gruñía algo demasiado rápido para que pudiera entenderle, pero sonaba bastante parecido a una sarta de blasfemias.
El traqueteo fue mucho peor esta vez y la oscuridad lo hacía aún más aterrador. Emmett y niall miraban por las ventanillas laterales.
Llegamos a la carretera principal y entonces pude ver mejor por dónde íbamos, aunque había aumentado la velocidad. Se dirigía al sur, en dirección contraria a Forks.
— ¿Adónde vamos? —pregunté.
Nadie contestó. Ni siquiera me miraron.
— ¡Maldita sea, harry! ¿Adónde me llevas?
—Debemos sacarte de aquí, lo más lejos posible y ahora mismo.
No miró hacia atrás mientras hablaba, pendiente de la carretera. El velocímetro marcaba más de ciento noventa kilómetros por hora.
— ¡Da media vuelta! ¡Tienes que llevarme a casa! —grité. Luché contra aquel estúpido arnés, tirando de las correas.
—Emmett —advirtió harry con tono severo.
Y Emmett me sujetó las manos con un férreo apretón.
— ¡No! ¡Harry, no puedes hacer esto!
—He de hacerlo, louis, ahora por favor, quédate quieto.
— ¡No puedo! ¡Tienes que devolverme a casa, Charlie llamará al FBI y éste se echará encima de toda tu familia, de Carlisie y Esme! ¡Tendrán que marcharse, y a partir de ese momento deberán esconderse siempre!
—Tranquilízate, louis —su voz era fría—. Ya lo hemos hecho otras veces.
— ¡Pero no por mí, no lo hagas! ¡No lo arruines todo por mí!
Luché violentamente para soltarme, sin ninguna posibilidad.
—harry, dirígete al arcén —niall habló por primera vez.
El lo miró con sus penetrantes ojos, y luego aceleró.
—harry, vamos a hablar de esto.
—No lo entiendes —rugió frustrado. Nunca había oído su voz tan ronca y resultaba ensordecedora dentro del Jeep. El velocímetro rebasaba los doscientos por hora—. ¡Es un rastreador, niall! ¿Es que no te has dado cuenta? ¡Es un rastreador!
Sentí cómo Emmett se tensaba a mi lado y me pregunté la razón por la que reaccionaba de ese modo ante esa palabra. Significaba algo para ellos, pero no para mí; quería entenderlo, pero no podía preguntar.
—Para en el arcén, harry.
El tono de niall era razonable, pero había en él un matiz de autoridad que yo no había oído antes. El velocímetro rebasó los doscientos veinte.
—Hazlo, harry.
—Escúchame, niall. Le he leído la mente. El rastreo es su pasión, su obsesión, y lo quiere a él, niall, el en concreto. La cacería empieza esta noche.
—No sabe dónde...
harry lo interrumpió.
— ¿Cuánto tiempo crees que va a necesitar para captar su olor en el pueblo? Laurent ya había trazado el plan en su mente antes de decir lo que dijo.
Ahogué un grito al comprender adonde le conduciría mi olor.
— ¡Charlie! ¡No podéis dejarle allí! ¡No podéis dejarle! —me debatí contra el arnés.
—louis tiene razón ——observó niall.
El coche redujo la velocidad ligeramente.
—No tardaremos demasiado en considerar todas las opciones —intentó persuadirle niall.
El coche redujo nuevamente la velocidad, en esta ocasión de forma más patente, y entonces frenó con un chirrido en el arcén de la autopista. Salí disparado hacia delante, precipitándome contra el arnés, para luego caer hacia atrás y chocar contra el asiento.
diana perez tellez
Re: CREPUSCULO (LARRY STYLINSON Y NIAM) -TERMINADA-
LA CAZA PATE 2
—No hay ninguna opción —susurró harry.
— ¡No voy a abandonar a Charlie! —gruñí, sacando la voz.
—Cállate, louis.
—Tienes que llevarlo a casa ——intervino Emmett, finalmente.
—No —rechazó de plano.
—James no puede compararse con nosotros, haz. No podrá tocarlo.
—Esperará.
Emmett sonrió.
—Yo también puedo esperar.
— ¿No lo veis? ¿Es que no lo entendéis? No va a cambiar de idea una vez que se haya entregado a la caza. Tendremos que matarlo.
A Emmett no pareció disgustarle la idea.
—Es una opción.
—Y también tendremos que matar a la mujer. Está con él. Si luchamos, el líder del grupo también los acompañará.
—Somos suficientes para ellos.
—Hay otra opción —dijo niall con serenidad.
Harry se revolvió contra el furioso, su voz fue un rugido devastador cuando dijo:
— ¡No—hay—otra—opción!
Emmett y yo le miramos aturdidos, pero niall no parecía sorprendido. El silenció se prolongó durante más de un minuto, mientras harry y niall se miraban fijamente el uno al otro.
Yo lo rompí.
— ¿Querría alguien escuchar mi plan?
—No —gruñó harry. Niall le clavó la mirada, definitivamente enfadado.
—Escucha —supliqué—. Llévame de vuelta…
—No —me interrumpió él.
Le miré fijamente y continué.
—Me llevas de vuelta y le digo a mi padre que quiero irme a casa, a Phoenix. Hago las maletas, esperamos a que el rastreador esté observando y entonces huimos. Nos seguirá y dejará a Charlie tranquilo. Charlie no lanzará al FBI sobre tu familia y entonces me podrás llevar a cualquier maldito lugar que se te ocurra.
Me miraron sorprendidos.
—Pues realmente no es una mala idea, en absoluto.
La sorpresa de Emmett suponía un auténtico insulto.
—Podría funcionar, y desde luego no podemos dejar desprotegido al padre de Lou. Tú lo sabes —dijo niall.
Todos mirábamos a harry.
—Es demasiado peligroso... Y no le quiero cerca de el ni a cien kilómetros a la redonda.
Emmett rebosaba auto confianza.
—harry, él no va a acabar con nosotros.
Niall se concentró durante un minuto.
—No le veo atacando. Va a esperar a que lo dejemos solo.
—No le llevará mucho darse cuenta de que eso no va a suceder.
—Exijo que me lleves a casa —intenté sonar decidido.
Harry presionó los dedos contra las sienes y cerró los ojos con fuerza.
—Por favor —supliqué en voz mucho más baja.
No levantó la vista. Cuando habló, su voz sonaba como si las palabras salieran contra su voluntad.
—Te marchas esta noche, tanto si el rastreador te ve como si no. Le dirás a Charlie que no puedes estar un minuto más en Forks, cuéntale cualquier historia con tal de que funcione. Guarda en una maleta lo primero que tengas a mano y métete después en tu coche. Me da exactamente igual lo que él te diga. Dispones de quince minutos. ¿Me has escuchado? Quince minutos a contar desde el momento en que pongas el pie en el umbral de la puerta.
El Jeep volvió a la vida con un rugido y las ruedas chirriaron cuando describió un brusco giro. La aguja del velocímetro comenzó a subir de nuevo.
— ¿Emmett? —pregunté con intención, mirándome las manos.
—Ah, perdón —dijo, y me soltó.
Transcurrieron varios minutos en silencio, sin que se oyera otro sonido que el del motor. Entonces, harry habló de nuevo.
—Vamos a hacerlo de esta manera. Cuando lleguemos a la casa, si el rastreador no está allí, la acompañaré a la puerta —me miró a través del retrovisor—. Dispones de quince minutos a partir de ese momento. Emmett, tú controlarás el exterior de la casa. Niall, tú llevarás el coche, yo estaré dentro con el todo el tiempo. En cuanto salga, lleváis el Jeep a casa y se lo contáis a Carlisle.
—De ninguna manera —le contradijo Emmett—. Iré contigo.
—Piénsalo bien, Emmett. No sé cuánto tiempo estaré fuera.
—Hasta que no sepamos en qué puede terminar este asunto, estaré contigo.
Harry suspiró.
—Si el rastreador está allí —continuó inexorablemente—, seguiré conduciendo.
—Vamos a llegar antes que él —dijo niall con confianza.
Harry pareció aceptarlo. Fuera cual fuera el roce que hubiera tenido con niall, no dudaba de el ahora.
— ¿Qué vamos a hacer con el Jeep? —preguntó el.
Su voz sonaba dura y afilada.
—Tú lo llevarás a casa.
—No, no lo haré —replicó el con calma.
La retahila ininteligible de blasfemias volvió a comenzar.
—No cabemos todos en mi coche —susurré.
Harry no pareció escucharme.
—Creo que deberías dejarme marchar solo —dije en voz baja, mucho más tranquilo.
Él lo oyó.
—Lou, por favor, hagamos esto a mi manera, sólo por esta vez —dijo con los dientes apretados.
—Escucha, Charlie no es ningún imbécil —protesté—. Si mañana no estás en el pueblo, va a sospechar.
—Eso es irrelevante. Nos aseguraremos de que se encuentre a salvo y eso es lo único que importa.
—Bueno, ¿y qué pasa con el rastreador? Vio la forma en que actuaste esta noche. Pensará que estás conmigo, estés donde estés.
Emmett me miró, insultantemente sorprendido otra vez.
—harry, escúchalo —le urgió—. Creo que tiene razón.
—Sí, estoy de acuerdo —comentó niall.
—No puedo hacer eso —la voz de harry era helada.
—Emmett podría quedarse también —continué—. Le ha tomado bastante ojeriza.
— ¿Qué? —Emmett se volvió hacia mí.
—Si te quedas, tendrás más posibilidades de ponerle la mano encima —acordó niall.
Harry lo miró con incredulidad.
— ¿Y tú te crees que lo voy a dejar irse solo?
—Claro que no —dijo niall—. Lo acompañaremos liam y yo.
—No puedo hacer eso —repitió harry, pero esta vez su voz mostraba signos evidentes de derrota. La lógica estaba haciendo de las suyas con él.
Intenté ser persuasivo.
—Déjate ver por aquí durante una semana —vi su expresión en el retrovisor y rectifiqué—. Bueno, unos cuantos días. Deja que Charlie vea que no me has secuestrado y que James se vaya de caza inútilmente. Cerciórate por completo de que no tenga ninguna pista; luego, te vas y me buscas, tomando una ruta que lo despiste, claro. Entonces, liam y niall podrán volver a casa.
Vi que empezaba a considerarlo.
— ¿Dónde te iría a buscar?
—A Phoenix —respondí sin dudar.
—No. El oirá que es allí donde vas —replicó con impaciencia.
—Y tú le harás creer que es un truco, claro. Es consciente de que sabemos que nos está escuchando. Jamás creerá que me dirija de verdad a donde anuncie que voy.
—este chico es diabolico —rió Emmett entre dientes.
— ¿Y si no funciona?
—Hay varios millones de personas en Phoenix —le informé.
—No es tan difícil usar una guía telefónica.
—No iré a casa.
— ¿Ah, no? —preguntó con una nota peligrosa en la voz.
—Ya soy bastante mayorcito para buscarme un sitio por mi cuenta.
—harry, estaremos con el —le recordó niall.
— ¿Y qué vas a hacer tú en Phoenix? —le preguntó él mordazmente.
—Quedarme bajo techo.
—Ya lo creo que voy a disfrutar —Emmett pensaba seguramente en arrinconar a James.
—Cállate, Emmett.
—Mira, si intentamos detenerle mientras el anda por aquí, hay muchas más posibilidades de que alguien termine herido..., tanto el como tú al intentar protegerlo. Ahora, si lo pillamos solo... —Emmett dejó la frase inconclusa y lentamente empezó a sonreír. Yo había acertado.
El Jeep avanzaba más lentamente conforme entrábamos en el pueblo. A pesar de mis palabras valientes, sentí cómo se me ponía el vello de punta. Pensé en Charlie, solo en la casa, e intenté hacer acopio de valor.
—Lou —dijo harry en voz baja. Niall y Emmett miraban por las ventanillas—, si te pones en peligro y te pasa cualquier cosa, cualquier cosa, te haré personalmente responsable. ¿Lo has comprendido?
—Sí —tragué saliva.
Se volvió a niall.
— ¿Va a poder liam manejar este asunto?
—Confía un poco en él, harry. Lo está haciendo bien, muy bien, teniendo todo en cuenta.
— ¿Podrás manejarlo tú?—preguntó él
El pequeño y travieso niall le echó hacia atrás sus labios en una mueca horrorosa y dejó salir un gruñido gutural que me hizo encogerme en el asiento del terror.
Harry le sonrió, más de repente musitó:
—Pero guárdate tus opiniones.
—No hay ninguna opción —susurró harry.
— ¡No voy a abandonar a Charlie! —gruñí, sacando la voz.
—Cállate, louis.
—Tienes que llevarlo a casa ——intervino Emmett, finalmente.
—No —rechazó de plano.
—James no puede compararse con nosotros, haz. No podrá tocarlo.
—Esperará.
Emmett sonrió.
—Yo también puedo esperar.
— ¿No lo veis? ¿Es que no lo entendéis? No va a cambiar de idea una vez que se haya entregado a la caza. Tendremos que matarlo.
A Emmett no pareció disgustarle la idea.
—Es una opción.
—Y también tendremos que matar a la mujer. Está con él. Si luchamos, el líder del grupo también los acompañará.
—Somos suficientes para ellos.
—Hay otra opción —dijo niall con serenidad.
Harry se revolvió contra el furioso, su voz fue un rugido devastador cuando dijo:
— ¡No—hay—otra—opción!
Emmett y yo le miramos aturdidos, pero niall no parecía sorprendido. El silenció se prolongó durante más de un minuto, mientras harry y niall se miraban fijamente el uno al otro.
Yo lo rompí.
— ¿Querría alguien escuchar mi plan?
—No —gruñó harry. Niall le clavó la mirada, definitivamente enfadado.
—Escucha —supliqué—. Llévame de vuelta…
—No —me interrumpió él.
Le miré fijamente y continué.
—Me llevas de vuelta y le digo a mi padre que quiero irme a casa, a Phoenix. Hago las maletas, esperamos a que el rastreador esté observando y entonces huimos. Nos seguirá y dejará a Charlie tranquilo. Charlie no lanzará al FBI sobre tu familia y entonces me podrás llevar a cualquier maldito lugar que se te ocurra.
Me miraron sorprendidos.
—Pues realmente no es una mala idea, en absoluto.
La sorpresa de Emmett suponía un auténtico insulto.
—Podría funcionar, y desde luego no podemos dejar desprotegido al padre de Lou. Tú lo sabes —dijo niall.
Todos mirábamos a harry.
—Es demasiado peligroso... Y no le quiero cerca de el ni a cien kilómetros a la redonda.
Emmett rebosaba auto confianza.
—harry, él no va a acabar con nosotros.
Niall se concentró durante un minuto.
—No le veo atacando. Va a esperar a que lo dejemos solo.
—No le llevará mucho darse cuenta de que eso no va a suceder.
—Exijo que me lleves a casa —intenté sonar decidido.
Harry presionó los dedos contra las sienes y cerró los ojos con fuerza.
—Por favor —supliqué en voz mucho más baja.
No levantó la vista. Cuando habló, su voz sonaba como si las palabras salieran contra su voluntad.
—Te marchas esta noche, tanto si el rastreador te ve como si no. Le dirás a Charlie que no puedes estar un minuto más en Forks, cuéntale cualquier historia con tal de que funcione. Guarda en una maleta lo primero que tengas a mano y métete después en tu coche. Me da exactamente igual lo que él te diga. Dispones de quince minutos. ¿Me has escuchado? Quince minutos a contar desde el momento en que pongas el pie en el umbral de la puerta.
El Jeep volvió a la vida con un rugido y las ruedas chirriaron cuando describió un brusco giro. La aguja del velocímetro comenzó a subir de nuevo.
— ¿Emmett? —pregunté con intención, mirándome las manos.
—Ah, perdón —dijo, y me soltó.
Transcurrieron varios minutos en silencio, sin que se oyera otro sonido que el del motor. Entonces, harry habló de nuevo.
—Vamos a hacerlo de esta manera. Cuando lleguemos a la casa, si el rastreador no está allí, la acompañaré a la puerta —me miró a través del retrovisor—. Dispones de quince minutos a partir de ese momento. Emmett, tú controlarás el exterior de la casa. Niall, tú llevarás el coche, yo estaré dentro con el todo el tiempo. En cuanto salga, lleváis el Jeep a casa y se lo contáis a Carlisle.
—De ninguna manera —le contradijo Emmett—. Iré contigo.
—Piénsalo bien, Emmett. No sé cuánto tiempo estaré fuera.
—Hasta que no sepamos en qué puede terminar este asunto, estaré contigo.
Harry suspiró.
—Si el rastreador está allí —continuó inexorablemente—, seguiré conduciendo.
—Vamos a llegar antes que él —dijo niall con confianza.
Harry pareció aceptarlo. Fuera cual fuera el roce que hubiera tenido con niall, no dudaba de el ahora.
— ¿Qué vamos a hacer con el Jeep? —preguntó el.
Su voz sonaba dura y afilada.
—Tú lo llevarás a casa.
—No, no lo haré —replicó el con calma.
La retahila ininteligible de blasfemias volvió a comenzar.
—No cabemos todos en mi coche —susurré.
Harry no pareció escucharme.
—Creo que deberías dejarme marchar solo —dije en voz baja, mucho más tranquilo.
Él lo oyó.
—Lou, por favor, hagamos esto a mi manera, sólo por esta vez —dijo con los dientes apretados.
—Escucha, Charlie no es ningún imbécil —protesté—. Si mañana no estás en el pueblo, va a sospechar.
—Eso es irrelevante. Nos aseguraremos de que se encuentre a salvo y eso es lo único que importa.
—Bueno, ¿y qué pasa con el rastreador? Vio la forma en que actuaste esta noche. Pensará que estás conmigo, estés donde estés.
Emmett me miró, insultantemente sorprendido otra vez.
—harry, escúchalo —le urgió—. Creo que tiene razón.
—Sí, estoy de acuerdo —comentó niall.
—No puedo hacer eso —la voz de harry era helada.
—Emmett podría quedarse también —continué—. Le ha tomado bastante ojeriza.
— ¿Qué? —Emmett se volvió hacia mí.
—Si te quedas, tendrás más posibilidades de ponerle la mano encima —acordó niall.
Harry lo miró con incredulidad.
— ¿Y tú te crees que lo voy a dejar irse solo?
—Claro que no —dijo niall—. Lo acompañaremos liam y yo.
—No puedo hacer eso —repitió harry, pero esta vez su voz mostraba signos evidentes de derrota. La lógica estaba haciendo de las suyas con él.
Intenté ser persuasivo.
—Déjate ver por aquí durante una semana —vi su expresión en el retrovisor y rectifiqué—. Bueno, unos cuantos días. Deja que Charlie vea que no me has secuestrado y que James se vaya de caza inútilmente. Cerciórate por completo de que no tenga ninguna pista; luego, te vas y me buscas, tomando una ruta que lo despiste, claro. Entonces, liam y niall podrán volver a casa.
Vi que empezaba a considerarlo.
— ¿Dónde te iría a buscar?
—A Phoenix —respondí sin dudar.
—No. El oirá que es allí donde vas —replicó con impaciencia.
—Y tú le harás creer que es un truco, claro. Es consciente de que sabemos que nos está escuchando. Jamás creerá que me dirija de verdad a donde anuncie que voy.
—este chico es diabolico —rió Emmett entre dientes.
— ¿Y si no funciona?
—Hay varios millones de personas en Phoenix —le informé.
—No es tan difícil usar una guía telefónica.
—No iré a casa.
— ¿Ah, no? —preguntó con una nota peligrosa en la voz.
—Ya soy bastante mayorcito para buscarme un sitio por mi cuenta.
—harry, estaremos con el —le recordó niall.
— ¿Y qué vas a hacer tú en Phoenix? —le preguntó él mordazmente.
—Quedarme bajo techo.
—Ya lo creo que voy a disfrutar —Emmett pensaba seguramente en arrinconar a James.
—Cállate, Emmett.
—Mira, si intentamos detenerle mientras el anda por aquí, hay muchas más posibilidades de que alguien termine herido..., tanto el como tú al intentar protegerlo. Ahora, si lo pillamos solo... —Emmett dejó la frase inconclusa y lentamente empezó a sonreír. Yo había acertado.
El Jeep avanzaba más lentamente conforme entrábamos en el pueblo. A pesar de mis palabras valientes, sentí cómo se me ponía el vello de punta. Pensé en Charlie, solo en la casa, e intenté hacer acopio de valor.
—Lou —dijo harry en voz baja. Niall y Emmett miraban por las ventanillas—, si te pones en peligro y te pasa cualquier cosa, cualquier cosa, te haré personalmente responsable. ¿Lo has comprendido?
—Sí —tragué saliva.
Se volvió a niall.
— ¿Va a poder liam manejar este asunto?
—Confía un poco en él, harry. Lo está haciendo bien, muy bien, teniendo todo en cuenta.
— ¿Podrás manejarlo tú?—preguntó él
El pequeño y travieso niall le echó hacia atrás sus labios en una mueca horrorosa y dejó salir un gruñido gutural que me hizo encogerme en el asiento del terror.
Harry le sonrió, más de repente musitó:
—Pero guárdate tus opiniones.
diana perez tellez
Re: CREPUSCULO (LARRY STYLINSON Y NIAM) -TERMINADA-
Diana,sigo pensando que eres de lo peor ,jajajaja mentira,sabes que te amo :* y sinceramente me muero por leer la parte donde james muerde a lou mjhngbfvdcx
Espero el siguiente dentro de poco xq sino no te dejo empaz ;)
bss :*
Espero el siguiente dentro de poco xq sino no te dejo empaz ;)
bss :*
narutiana
Re: CREPUSCULO (LARRY STYLINSON Y NIAM) -TERMINADA-
oh god! me encanta muchisimo!
espero que la sigas pronto cariño :D
espero que la sigas pronto cariño :D
Invitado
Invitado
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