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CREPUSCULO (LARRY STYLINSON Y NIAM) -TERMINADA-

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Mensaje por diana perez tellez Miér 30 Oct 2013, 11:30 am

FUTURESTYLES escribió:jajaja me encanta una cosa va a añadir smut larry!!!!??? y sigue con la maraton porfavor!!!!!
ahora lo sigo,, lso capítulos son muy largos ufff.. y tengo otras novelas perdón cariño
va a ver smut' nose,,, tal vez ajajajaja
diana perez tellez
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http://wattpad.com/DianaTellez333

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Mensaje por diana perez tellez Miér 30 Oct 2013, 11:31 am

Justme_95 escribió:Qshfkfksgafsagd me encanta, tienes que seguirla 
Cariño aún nos debes tres partes del maratón;) pero bueno yo espero
si amor, ya se que te debo.. pero es que losc apitulos están super largos,,, y tengo otras novelas jajajajaja
ahora la sigo ok?
te amito
diana perez tellez
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Mensaje por diana perez tellez Miér 30 Oct 2013, 11:35 am

                                      MARATON 2/4




Confesiones

larry stylinson - CREPUSCULO (LARRY STYLINSON Y NIAM) -TERMINADA- - Página 10 Larry-Stylinson



A la luz del sol, Harry resultaba chocante. No me hubiera acostumbrado ni aunque le hubiera estado mirando toda la tarde. A pesar de un tenue rubor, producido a raíz de su salida de caza durante la tarde del día anterior, su piel centelleaba literalmente como si tuviera miles de nimios diamantes incrustados en ella. Yacía completamente inmóvil en la hierba, con la camiseta abierta sobre su escultural pecho incandescente y los brazos desnudos centelleando al sol. Mantenía cerrados los deslumbrantes párpados de suave azul lavanda, aunque no dormía, por supuesto. Parecía una estatua perfecta, tallada en algún tipo de piedra ignota, lisa como el mármol, reluciente como el cristal.



Movía los labios de vez en cuando con tal rapidez que parecían temblar, pero me dijo que estaba cantando para sí mismo cuando le pregunté al respecto. Lo hacía en voz demasiado baja para que le oyera.



También yo disfruté del sol, aunque el aire no era lo bastante seco para mi gusto. Me hubiera gustado recostarme como él y dejar que el sol bañara mi cara, pero permanecí inclinado, con el mentón descansando sobre las rodillas, poco dispuesto a apartar la vista de él. Soplaba una brisa suave que despeinaba el cabello tirándolo sobre mis ojos y alborotaba la hierba que se mecía alrededor de su figura inmóvil.



La pradera, que en un principio me había parecido espectacular, palidecía al lado de la magnificencia de Harry.



Siempre con miedo, incluso ahora, a que desapareciera como un espejismo demasiado hermoso para ser real, extendí un dedo con indecisión y acaricié el dorso de su mano reluciente, que descansaba sobre el césped al alcance de la mía. Otra vez me maravillé de la textura perfecta de suave satén, fría como la piedra. Cuando alcé la vista, había abierto los ojos y me miraba. Una rápida sonrisa curvó las comisuras de sus labios sin mácula.



— ¿No te asusto? —preguntó con despreocupación, aunque identifiqué una curiosidad real en el tono de su ronca voz.



—No más que de costumbre.



Su sonrisa se hizo más amplia y sus dientes refulgieron al sol.



Poco a poco, me acerqué más y extendí toda la mano para trazar los contornos de su antebrazo con las yemas de los dedos. Contemplé el temblor de mis dedos y supe que el detalle no le pasaría desapercibido.



— ¿Te molesta? —pregunté, ya que había vuelto a cerrar los ojos.



—No—respondió sin abrirlos—, no te puedes ni imaginar cómo se siente eso.



Suspiró.



Siguiendo el suave trazado de las venas azules del pliegue de su codo, mi mano avanzó con suavidad sobre los perfectos músculos de su brazo. Estiré la otra mano para darle la vuelta a la de Harry. Al comprender mi pretensión, dio la vuelta a su mano con uno de esos desconcertantes y fulgurantes movimientos suyos. Esto me sobresaltó; mis dedos se paralizaron en su brazo por un breve segundo.



—Lo siento —murmuró. Le busqué con la vista a tiempo de verle cerrar los ojos de nuevo—. Contigo, resulta demasiado fácil ser yo mismo.



Alcé su mano y la volví a un lado y al otro mientras contemplaba el brillo del sol sobre la palma. La sostuve cerca de mi rostro en un intento de descubrir las facetas ocultas de su piel.



—Dime qué piensas —susurró. Al mirarle descubrí que me estaba observando con repentina atención—. Me sigue resultando extraño no saberlo.



—Bueno, ya sabes, el resto nos sentimos así todo el tiempo.



—Es una vida dura — ¿me imaginé el matiz de pesar en su voz?—. Aún no me has contestado.



—Deseaba poder saber qué pensabas tú —vacilé— y...



— ¿Y?



—Quería poder creer que eres real. Y deseaba no tener miedo.



—No quiero que estés asustado.



La voz de Harry era apenas un murmullo suave. Escuché lo que en realidad no podía decir sinceramente, que no debía tener miedo, que no había nada de qué asustarse.



—Bueno, no me refería exactamente a esa clase de miedo, aunque, sin duda, es algo sobre lo que debo pensar.



Se movió tan deprisa que ni lo vi. Se sentó en el suelo, apoyado sobre el brazo derecho, y con la mano izquierda aún en las mías. Su rostro angelical estaba a escasos centímetros del mío. Podría haber retrocedido, debería haberlo hecho, ante esa inesperada proximidad, pero era incapaz de moverme. Sus ojos me habían hipnotizado.



—Entonces, ¿de qué tienes miedo? —murmuró mirándome con atención.



Pero no pude contestarle. Olí su gélida respiración en mi cara como sólo lo había hecho una vez. Me derretía ante ese aroma dulce y delicioso. De forma instintiva y sin pensar, me incliné más cerca para aspirarlo.



Entonces, Harry desapareció. Su mano se desasió de la mía y se colocó a seis metros de distancia en el tiempo que me llevó enfocar la vista. Permanecía en el borde de la pequeña pradera, a la oscura sombra de un abeto enorme. Me miraba fijamente con expresión inescrutable y los ojos oscuros ocultos por las sombras. De nuevo el esmeralda se había esfumado.



Sentí la herida y la conmoción en mi rostro. Me picaban las manos vacías.



—Lo... lo siento, Harry —susurré. Sabía que podía escucharme.



—Concédeme un momento —replicó al volumen justo para que mis pocos sensitivos oídos lo oyeran. Me senté totalmente inmóvil.



Después de diez segundos, increíblemente largos, regresó, lentamente tratándose de él. Se detuvo a pocos metros y se dejó caer ágilmente al suelo para luego entrecruzar las piernas, sin apartar sus ojos de los míos ni un segundo. Suspiró profundamente dos veces y luego me sonrió disculpándose.



—Lo siento mucho —vaciló—. ¿Comprenderías a qué me refiero si te dijera que sólo soy un hombre?



Asentí una sola vez, incapaz de reírle la gracia. La adrenalina corrió por mis venas conforme fui comprendiendo poco a poco el peligro. Desde su posición, él lo olió y su sonrisa se hizo burlona.



—Soy el mejor depredador del mundo, ¿no es cierto? Todo cuanto me rodea te invita a venir a mí: la voz, el rostro, incluso mi olor. ¡Como si los necesitase!



Se incorporó de forma inesperada, alejándose hasta perderse de vista para reaparecer detrás del mismo abeto de antes después de haber circunvalado la pradera en medio segundo.



— ¡Como si pudieras huir de mí!



Rió con amargura, extendió una mano y arrancó del tronco del abeto una rama de un poco más de medio metro de grosor sin esfuerzo alguno en medio de un chasquido estremecedor. Con la misma mano, la hizo girar en el aire durante unos instantes y la arrojó a una velocidad de vértigo para estrellarla contra otro árbol enorme, que se agitó y tembló ante el golpe.



Y estuvo otra vez en frente de mí, a medio metro, inmóvil como una estatua.



— ¡Como si pudieras derrotarme! —dijo en voz baja.



Permanecí sentado sin moverme, temiéndolo como no lo había temido nunca. Nunca lo había visto tan completamente libre de esa fachada edificada con tanto cuidado. Nunca había sido menos humano ni más hermoso. Con el rostro ceniciento y los ojos abiertos como platos, estaba sentado como un pájaro atrapado por los ojos de la serpiente.



Un arrebato frenético parecía relucir en los adorables ojos de Harry. Luego, conforme pasaron los segundos, se apagaron y lentamente su expresión volvió a su antigua máscara de dolor.



—No temas —murmuró con voz ronca e involuntariamente seductora—. Te prometo... —vaciló—, te. Juro que no te haré daño.



Parecía más preocupado de convencerse a sí mismo que a mí.



—No temas —repitió en un susurro mientras se acercaba con exagerada lentitud. Serpenteó con movimientos deliberadamente lentos para sentarse hasta que nuestros rostros se encontraron a la misma altura, a treinta centímetros.



—Perdóname, por favor —pidió ceremoniosamente—. Puedo controlarme. Me has pillado desprevenido, pero ahora me comportaré mejor.



Esperó, pero yo todavía era incapaz de hablar.



—Hoy no tengo sed —me guiñó el ojo—. De verdad.



Ante eso, no me quedó otro remedio que reírme, aunque el sonido fue tembloroso y jadeante.



— ¿Estás bien? —preguntó tiernamente, extendiendo el brazo lenta y cuidadosamente para volver a poner su mano de mármol en la mía.



Miré primero su fría y lisa mano, luego, sus ojos, laxos, arrepentidos; y después, otra vez la mano. Entonces, pausadamente volví a seguir las líneas de su mano con las yemas de los dedos. Alcé la vista y sonreí con timidez.



—Bueno, ¿por dónde íbamos antes de que me comportara con tanta rudeza? —preguntó con las amables cadencias de principios del siglo pasado.



—La verdad es que no lo recuerdo.



Sonrió, pero estaba avergonzado.



—Creo que estábamos hablando de por qué estabas asustado, además del motivo obvio.



—Ah, sí.



— ¿Y bien?



Miré su mano y recorrí sin rumbo fijo la lisa e iridiscente palma. Los segundos pasaban.



— ¡Con qué facilidad me frustro! —musitó.



Estudié sus ojos y de repente comprendí que todo aquello era casi tan nuevo para él como para mí. A él también le resultaba difícil a pesar de los muchos años de inconmensurable experiencia. Ese pensamiento me infundió coraje.



—Tengo miedo, además de por los motivos evidentes, porque no puedo estar contigo, y porque me gustaría estarlo más de lo que debería.



Mantuve los ojos fijos en sus manos mientras decía aquello en voz baja porque me resultaba difícil confesarlo.



—Sí —admitió lentamente—, es un motivo para estar asustado, desde luego. ¡Querer estar conmigo! En verdad, no te conviene nada.



—Lo sé. Supongo que podría intentar no desearlo, pero dudo que funcionara.



—Deseo ayudarte, de verdad que sí —no había el menor rastro de falsedad en sus ojos límpidos—. Debería haberme alejado hace mucho, debería hacerlo ahora, pero no sé si soy capaz.



—No quiero que te vayas —farfullé patéticamente, mirándolo fijamente hasta lograr que apartara la vista.



—Irme, eso es exactamente lo que debería hacer, pero no temas, soy una criatura esencialmente egoísta. Ansió demasiado tu compañía para hacer lo correcto.



—Me alegro.



— ¡No lo hagas! —retiró su mano, esta vez con mayor delicadeza. La voz de Harry era más ronca de lo habitual. Ronca para él, aunque más hermosa que cualquier voz humana. Resultaba difícil tratar con él, ya que sus continuos y repentinos cambios de humor siempre me producían desconcierto.



— ¡No es sólo tu compañía lo que anhelo! Nunca lo olvides. Nunca olvides que soy más peligroso para ti de lo que soy para cualquier otra persona.



Enmudeció y le vi contemplar con ojos ausentes el bosque.



Medité sus palabras durante unos instantes.



—Creo que no comprendo exactamente a qué te refieres... Al menos la última parte.



Harry me miró de nuevo y sonrió con picardía. Su humor volvía a cambiar.



— ¿Cómo te explicaría? —musitó—. Y sin aterrorizarte de nuevo...



Volvió a poner su mano sobre la mía, al parecer de forma inconsciente, y la sujeté con fuerza entre las mías. Miró nuestras manos y suspiró.



—Esto es asombrosamente placentero... el calor.



Transcurrió un momento hasta que puso en orden sus ideas y continuó:



—Sabes que todos disfrutamos de diferentes sabores. Algunos prefieren el helado de chocolate y otros el de fresa.



Asentí.



—Lamento emplear la analogía de la comida, pero no se me ocurre otra forma de explicártelo.



Le dediqué una sonrisa y él me la devolvió con pesar.



—Verás, cada persona huele diferente, tiene una esencia distinta. Si encierras a un alcohólico en una habitación repleta de cerveza rancia, se la beberá alegremente, pero si ha superado el alcoholismo y lo desea, podría resistirse.



«Supongamos ahora que ponemos en esa habitación una botella de brandy añejo, de cien años, el coñac más raro y exquisito y llenamos la habitación de su cálido aroma... En tal caso, ¿cómo crees que le iría?



Permanecimos sentados en silencio, mirándonos a los ojos el uno al otro en un intento de descifrarnos mutuamente el pensamiento.



Harry fue el primero en romper el silencio.



—Tal vez no sea la comparación adecuada. Puede que sea muy fácil rehusar el brandy. Quizás debería haber empleado un heroinómano en vez de un alcohólico para el ejemplo.



—Bueno, ¿estás diciendo que soy tu marca de heroína? —le pregunté para tomarle el pelo y animarle.



Sonrió de inmediato, pareciendo apreciar mi esfuerzo.



—Sí, tú eres exactamente mi marca de heroína.



— ¿Sucede eso con frecuencia?



Miró hacia las copas de los árboles mientras pensaba la respuesta.



—He hablado con mis hermanos al respecto —prosiguió con la vista fija en la lejanía—. Para liam, todos los humanos sois más de lo mismo. Él es el miembro más reciente de nuestra familia y ha de esforzarse mucho para conseguir una abstinencia completa. No ha dispuesto de tiempo para hacerse más sensible a las diferencias de olor, de sabor —súbitamente me miró con gesto de disculpa—. Lo siento.



—No me molesta. Por favor, no te preocupes por ofenderme o asustarme o lo que sea... Es así como piensas. Te entiendo, o al menos puedo intentarlo. Explícate como mejor puedas.



—De modo que Liam no está seguro de si alguna vez se ha cruzado con alguien tan... —Harry  titubeó, en busca de la palabra adecuada—, tan apetecible como tú me resultas a mí. Eso me hizo reflexionar mucho. Emmett es el que hace más tiempo que ha dejado de beber, por decirlo de alguna manera, y comprende lo que quiero decir. Dice que le sucedió dos veces, una con más intensidad que otra.



— ¿Y a ti?



—Jamás.



La palabra quedó flotando en la cálida brisa durante unos momentos.



— ¿Qué hizo Emmett? —le pregunté para romper el silencio.



Era la pregunta equivocada. Su rostro se ensombreció y sus manos se crisparon entre las mías. Aguardé, pero no me iba a contestar.



—Creo saberlo —dije al fin.



Alzó la vista. Tenía una expresión melancólica, suplicante.



—Hasta el más fuerte de nosotros recae en la bebida, ¿verdad?



— ¿Qué me pides? ¿Mi permiso? —mi voz sonó más mordaz de lo que pretendía. Intenté modular un tono más amable. Suponía que aquella sinceridad le estaba costando mucho esfuerzo—. Quiero decir, entonces, ¿no hay esperanza?



¡Con cuánta calma podía discutir sobre mi propia muerte!



— ¡No, no! —Se compungió casi al momento—. ¡Por supuesto que hay esperanza! Me refiero a que..., por supuesto que no voy a... —dejó la frase en el aire. Mis ojos inflamaban las llamaradas de los suyos—. Es diferente para nosotros. En cuanto a Emmett y esos dos desconocidos con los que se cruzó... Eso sucedió hace mucho tiempo y él no era tan experto y cuidadoso como lo es ahora.



Se sumió en el silencio y me miró intensamente.



—De modo que si nos hubiéramos encontrado... en... un callejón oscuro o algo parecido... —mi voz se fue apagando.



—Necesité todo mi autocontrol para no abalanzarme sobre ti en medio de esa clase llena de niños y... —enmudeció bruscamente y desvió la mirada—. Cuando pasaste a mi lado, podía haber arruinado en el acto todo lo que Carlisle ha construido para nosotros. No hubiera sido capaz de refrenarme si no hubiera estado controlando mi sed durante los últimos... bueno, demasiados años.



Se detuvo a contemplar los árboles. Me lanzó una mirada sombría mientras los dos lo recordábamos.



—Debiste de pensar que estaba loco.



—No comprendí el motivo. ¿Cómo podías odiarme con tanta rapidez...?



—Para mí, parecías una especie de demonio convocado directamente desde mi infierno particular para arruinarme. La fragancia procedente de tu piel... El primer día creí que me iba a trastornar. En esa única hora, ideé cien formas diferentes de engatusarte para que salieras de clase conmigo y tenerte a solas. Las rechacé todas al pensar en mi familia, en lo que podía hacerles. Tenía que huir, alejarme antes de pronunciar las palabras que te harían seguirme...



Entonces, buscó con la mirada mi rostro asombrado mientras yo intentaba asimilar sus amargos recuerdos. Debajo de sus pestañas, sus ojos ardían, hipnóticos, letales.



—Y tú hubieras acudido —me aseguró.



Intenté hablar con serenidad.



—Sin duda.



Torció el gesto y me miró las manos, liberándome así de la fuerza de su mirada.



—Luego intenté cambiar la hora de mi programa en un estéril intento de evitarte y de repente ahí estabas tú, en esa oficina pequeña y caliente, y el aroma resultaba enloquecedor. Estuve a punto de tomarte en ese momento. Sólo había otro humano... cuya muerte era fácil de arreglar.



Temblé a pesar de estar al sol cuando de nuevo reaparecieron mis recuerdos desde su punto de vista, sólo ahora me percataba del peligro. ¡Pobre señora Cope! Me estremecí al pensar lo cerca que había estado de ser la responsable de su muerte sin saberlo.



—No sé cómo, pero resistí. Me obligué a no esperarte ni a seguirte desde el instituto. Fuera, donde ya no te podía oler, resultó más fácil pensar con claridad y adoptar la decisión correcta. Dejé a mis hermanos cerca de casa. Estaba demasiado avergonzado para confesarles mi debilidad, sólo sabían que algo iba mal... Entonces me fui directo al hospital para ver a Carlisle y decirle que me marchaba.



Lo miré fijamente, sorprendido.



—Intercambiamos nuestros coches, ya que el suyo tenía el depósito lleno y yo no quería detenerme. No me atrevía a ir a casa y enfrentarme a Esme. Ella no me hubiera dejado ir sin montarme una escenita, hubiera intentado convencerme de que no era necesario... A la mañana siguiente estaba en Alaska —parecía avergonzado, como si estuviera admitiendo una gran cobardía—. Pasé allí dos días con unos viejos conocidos, pero sentí nostalgia de mi hogar. Detestaba saber que había defraudado a Esme y a los demás, mi familia adoptiva. Resultaba difícil creer que eras tan irresistible respirando el aire puro de las montañas. Me convencí de que había sido débil al escapar. Me había enfrentado antes a la tentación, pero no de aquella magnitud, no se acercaba ni por asomo, pero yo era fuerte, ¿y quién eras tú? ¡un mocoso inmaduro! —De repente sonrió de oreja a oreja—. ¿Quién eras tú para echarme del lugar donde quería estar? De modo que regresé...



Miró al infinito. Yo no podía hablar.



—Tomé precauciones, cacé y me alimenté más de lo acostumbrado antes de volver a verte. Estaba decidido a ser lo bastante fuerte para tratarte como a cualquier otro humano. Fui muy arrogante en ese punto. Existía la incuestionable complicación de que no podía leerte los pensamientos para saber cuál era tu reacción hacia mí. No estaba acostumbrado a tener que dar tantos rodeos. Tuve que escuchar tus palabras en la mente de Mike, que, por cierto, no es muy original, y resultaba un fastidio tener que detenerme ahí, sin saber si realmente querías decir lo que decías. Todo era extremadamente irritante.



Torció el gesto al recordarlo.



—Quise que, de ser posible, olvidaras mi conducta del primer día, por lo que intenté hablar contigo como con cualquier otra persona. De hecho, estaba ilusionado con la esperanza de descifrar algunos de tus pensamientos. Pero tú resultaste demasiado interesante, y me vi atrapado por tus expresiones... Y de vez en cuando alargabas la mano o acomodabas tu flequillo..., y el aroma me aturdía otra vez.



»Entonces estuviste a punto de morir aplastado ante mis propios ojos. Más tarde pensé en una excusa excelente para justificar por qué había actuado así en ese momento, ya que tu sangre se hubiera derramado delante de mí de no haberte salvado y no hubiera sido capaz de contenerme y revelar a todos lo que éramos. Pero me inventé esa excusa más tarde. En ese momento, todo lo que pensé fue: «El, no».



Cerró los ojos, ensimismado en su agónica confesión. Yo le escuchaba con más deseo de lo racional. El sentido común me decía que debería estar aterrado. En lugar de eso, me sentía aliviado al comprenderlo todo por fin. Y me sentía lleno de compasión por lo que Harry había sufrido, incluso ahora, cuando había confesado el ansia de tomar mi vida.



Finalmente, fui capaz de hablar, aunque mi voz era débil:



— ¿Y en el hospital?



Sus ojos se clavaron en los míos.



—Estaba horrorizado. Después de todo, no podía creer que hubiera puesto a toda la familia en peligro y yo mismo hubiera quedado a tu merced... De entre todos, tenías que ser tú. Como si necesitara otro motivo para matarte —ambos nos acobardamos cuando se le escapó esa frase—. Pero tuvo el efecto contrario —continuó apresuradamente—, y me enfrenté con Rosalie, Emmett y Liam cuando sugirieron que te había llegado la hora... Fue la peor discusión que hemos tenido nunca. Carlisle se puso de mi lado, y Niall —hizo una mueca cuando pronunció su nombre, no imaginé la razón—. Esme dijo que hiciera lo que tuviera que hacer para quedarme.



Harry sacudió la cabeza con indulgencia.



—Me pasé todo el día siguiente fisgando en las mentes de todos con quienes habías hablado, sorprendido de que hubieras cumplido tu palabra. No te comprendí en absoluto, pero sabía que no me podía implicar más contigo. Hice todo lo que estuvo en mi mano para permanecer lo más lejos de ti. Y todos los días el aroma de tu piel, tu respiración, tu pelo... me golpeaba con la misma fuerza del primer día.



Nuestras miradas se encontraron otra vez. Los ojos de Harry eran sorprendentemente tiernos.



—Y por todo eso —prosiguió—, hubiera preferido delatarnos en aquel primer momento que herirte aquí, ahora, sin testigos ni nada que me detenga.



Era lo bastante humano como para tener preguntar:



— ¿Por qué?



—Tomlinson —pronunció mi nombre completo con cuidado al tiempo que me despeinaba el pelo con la mano libre; un estremecimiento recorrió mi cuerpo ante ese roce fortuito—. No podría vivir en paz conmigo mismo si te causara daño alguno —fijó su mirada en el suelo, nuevamente avergonzado—. La idea de verte inmóvil, pálido, helado... No volver a ver cómo te ruborizas, no ver tus hermosos ojos azules, no apreciar cada que sonríes y esas arruguitas se forman en tus ojos, cada que te obsesionas con algo —clavó sus hermosos y torturados ojos en los míos—. Ahora eres lo más importante para mí, lo más importante que he tenido nunca.



La cabeza empezó a darme vueltas ante el rápido giro que había dado nuestra conversación. Desde el alegre tema de mi inminente muerte de repente nos estábamos declarando. Aguardó, y supe que sus ojos no se apartaban de mí a pesar de fijar los míos en nuestras manos. Al final, dije:



—Ya conoces mis sentimientos, por supuesto. Estoy aquí, lo que, burdamente traducido, significa que preferiría morir antes que alejarme de ti —hice una mueca—. Soy idiota.



—Eres idiota —aceptó con una risa.



Nuestras miradas se encontraron y también me reí. Nos reímos juntos de lo absurdo y estúpido de la situación.



—Y de ese modo el león se enamoró del becerro... —murmuró. Desvié la vista para ocultar mis ojos mientras me estremecía al oírle pronunciar la palabra.



— ¡Qué becerro tan estupido! —musité.



— ¡Qué león tan morboso y masoquista!



Su mirada se perdió en el bosque y me pregunté dónde estarían ahora sus pensamientos.



— ¿Por qué...? —comencé, pero luego me detuve al no estar seguro de cómo proseguir.



Harry me miró y sonrió. El sol arrancó un destello a su cara, a sus dientes.



— ¿Sí?



—Dime por qué huiste antes.



Su sonrisa se desvaneció.



—Sabes el porqué.



—No, lo que quería decir exactamente es ¿qué hice mal? Ya sabes, voy a tener que estar en guardia, por lo que será mejor aprender qué es lo que no debería hacer. Esto, por ejemplo —le acaricié la base de la mano—, parece que no te hace mal.



Volvió a sonreír. Sus hoyuelos aparecieron y sentí que perdía el alma.



—Lou, no hiciste nada mal. Fue culpa mía.



—Pero quiero ayudar si está en mi mano, hacértelo más llevadero.



—Bueno... —meditó durante unos instantes—. Sólo fue lo cerca que estuviste. Por instinto, la mayoría de los hombres nos rehúyen repelidos por nuestra diferenciación... No esperaba que te acercaras tanto, y el olor de tu garganta...



Se calló ipso facto mirándome para ver si me había asustado.



—De acuerdo, entonces —respondí con displicencia en un intento de aliviar la atmósfera, repentinamente tensa, y me tapé el cuello—, nada de exponer la garganta.



Funcionó. Rompió a reír.



—No, en realidad, fue más la sorpresa que cualquier otra cosa.



Alzó la mano libre y la depositó con suavidad en un lado de mi garganta. Me quedé inmóvil. El frío de su tacto era un aviso natural, un indicio de que debería estar aterrado, pero no era miedo lo que sentía, aunque, sin embargo, había otros sentimientos...



—Ya lo ves. Todo está en orden.



Se me aceleró el pulso, y deseé poder refrenarlo al presentir que eso, los latidos en mis venas, lo iba a dificultar todo un poco más. Lo más seguro es que él pudiera oírlo.



—El rubor de tus mejillas es adorable —murmuró.



Liberó con suavidad la otra mano. Mis manos cayeron flácidas sobre mi vientre. Me acarició la mejilla con suavidad para luego sostener mi rostro entre sus manos de mármol.



—Quédate muy quieto —susurró. ¡Como si no estuviera ya petrificado!



Lentamente, sin apartar sus ojos de los míos, se inclinó hacia mí. Luego, de forma sorprendente pero suave, apoyó su mejilla contra la base de mi garganta. Apenas era capaz de moverme, incluso aunque hubiera querido. Oí el sonido de su acompasada respiración mientras contemplaba cómo el sol y la brisa jugaban con su pelo de color bronce, que caía en parte de mi barbilla, la parte más humana de Harry.



Me estremecí cuando sus manos se deslizaron cuello abajo con deliberada lentitud. Le oí contener el aliento, pero las manos no se detuvieron y suavemente siguieron su descenso hasta llegar a mis hombros, y entonces se detuvieron.



Dejó resbalar el rostro por un lado de mi cuello, con la nariz rozando mi clavícula. A continuación, reclinó la cara y apretó la cabeza tiernamente contra mi pecho...... escuchando los latidos de mi corazón.



—Ah.



Suspiró.



No sé cuánto tiempo estuvimos sentados sin movernos. Pudieron ser horas. Al final, mi pulso se sosegó, pero Harry no se movió ni me dirigió la palabra mientras me sostuvo. Sabía que en cualquier momento él podría no contenerse y mi vida terminaría tan deprisa que ni siquiera me daría cuenta, aunque eso no me asustó. No podía pensar en nada, excepto en que él me tocaba.



Luego, demasiado pronto, me liberó.



Sus ojos estaban llenos de paz cuando dijo con satisfacción:



—No volverá a ser tan arduo.



— ¿Te ha resultado difícil?



—No ha sido tan difícil como había supuesto. ¿Y a ti?



—No, para mí no lo ha sido en absoluto.



Sonrió ante mi entonación.



—Sabes a qué me refiero.



Le sonreí.



—Toca —tomó mi mano y la situó sobre su mejilla—. ¿Notas qué caliente está?



Su piel habitualmente gélida estaba casi caliente, pero apenas lo noté, ya que estaba tocando su rostro, algo con lo que llevaba soñando desde el primer día que le vi.



—No te muevas —susurré.



Nadie podía permanecer tan inmóvil como Harry. Cerró los ojos y se quedó tan quieto como una piedra, una estatua debajo de mi mano.



Me moví incluso más lentamente que él, teniendo cuidado de no hacer ningún movimiento inesperado. Rocé su mejilla, acaricié con delicadeza sus párpados y la sombra púrpura de las ojeras. Tuve sus labios entreabiertos debajo de mi mano y sentí su fría respiración en las yemas de los dedos. Quise inclinarme para inhalar su aroma, pero dejé caer la mano y me alejé, sin querer llevarle demasiado lejos.



Abrió los ojos, y había hambre en ellos. No la suficiente para atemorizarme, pero lo bastante para que se me hiciera un nudo en el estómago y el pulso se me acelerara mientras la sangre de mis venas no cesaba de martillar.



—Querría —susurró—, querría que pudieras sentir la complejidad... la confusión que yo ciento, que pudieras entenderlo.



Llevó la mano a mi mejilla y luego acaricio mi barbilla con ternura.



—Dímelo —musité.



—Dudo que sea capaz. Por una parte, ya te he hablado del hambre..., la sed, y te he dicho la criatura deplorable que soy y lo que siento por ti. Creo que, por extensión, lo puedes comprender, aunque —prosiguió con una media sonrisa— probablemente no puedas identificarte por completo al no ser adicto a ninguna droga. Pero hay otros apetitos... —me hizo estremecer de nuevo al tocarme los labios con sus dedos—, apetitos que ni siquiera entiendo, que me son ajenos.



—Puede que lo entienda mejor de lo que crees.



—No estoy acostumbrado a tener apetitos tan humanos. ¿Siempre es así?



—No lo sé —me detuve—. Para mí también es la primera vez.



Sostuvo mis manos entre las suyas, tan débiles en su hercúlea fortaleza.



—No sé lo cerca que puedo estar de ti —admitió—. No sé si podré...



Me incliné hacia delante muy despacio, avisándole con la mirada. Apoyé la mejilla contra su pecho de piedra. Sólo podía oír su respiración, nada más.



—Esto basta.



Cerré los ojos y suspiré. En un gesto muy humano, me rodeó con los brazos y hundió el rostro en mi pelo.



—Se te da mejor de lo que tú mismo crees —apunté.



—Tengo instintos humanos. Puede que estén enterrados muy hondo, pero están ahí.



Permanecimos sentados durante otro periodo de tiempo inmensurable. Me preguntaba si le apetecería moverse tan poco como a mí, pero podía ver declinar la luz y la sombra del bosque comenzaba a alcanzarnos. Suspiré.



—Tienes que irte.



—Creía que no podías leer mi mente —le acusé.



—Cada vez resulta más fácil.



Noté un atisbo de humor en el tono de su voz. Me tomó por los hombros y le miré a la cara. En un arranque de repentino entusiasmo, me preguntó:



— ¿Te puedo enseñar algo?



— ¿El qué?



—Te voy a enseñar cómo viajo por el bosque —vio mi expresión aterrada—. No te preocupes, vas a estar a salvo, y llegaremos al coche mucho antes.



Sus labios se curvaron en una de esas sonrisas traviesas tan hermosas con hoyuelos y todo que casi detenían el latir de mi corazón.



— ¿Te vas a convertir en murciélago? —pregunté con recelo.



Rompió a reír con más fuerza de la que le había oído jamás.



— ¡Como si no hubiera oído eso antes!



—Vale, ya veo que no voy a conseguir quedarme contigo.



—Vamos, pequeño cobarde, súbete a mi espalda.



Aguardé a ver si bromeaba, pero al parecer lo decía en serio. Me dirigió una sonrisa al leer mi vacilación y extendió los brazos hacia mí. Mi corazón reaccionó. Aunque Harry no pudiera leer mi mente, el pulso siempre me delataba. Procedió a ponerme sobre su espalda, con poco esfuerzo por mi parte, aunque, cuando ya estuve acomodado, lo rodeé con brazos y piernas con tal fuerza que hubiera estrangulado a una persona normal. Era como agarrarse a una roca.



—Peso un poco más de la media de las mochilas que sueles llevar —le avisé.



— ¡Bahh! —resopló. Casi pude imaginarle poniendo los ojos en blanco. Nunca antes le había visto tan animado.



Me sobrecogió cuando de forma inesperada me aferró la mano y presionó la palma sobre el rostro para inhalar profundamente.



—Cada vez más fácil —musitó.



Y entonces echó a correr.



Si en alguna ocasión había tenido miedo en su presencia, aquello no era nada en comparación con cómo me sentí en ese momento.



Cruzó como una bala, como un espectro, la oscura y densa masa de maleza del bosque sin hacer ruido, sin evidencia alguna de que sus pies rozaran el suelo. Su respiración no se alteró en ningún momento, jamás dio muestras de esforzarse, pero los árboles pasaban volando a mi lado a una velocidad vertiginosa, no golpeándonos por centímetros.



Estaba demasiado aterrado para cerrar los ojos, aunque el frío aire del bosque me azotaba el rostro hasta escocerme. Me sentí como si en un acto de estupidez hubiera sacado la cabeza por la ventanilla de un avión en pleno vuelo, y experimenté el acelerado desfallecimiento del mareo.



Entonces, terminó. Aquella mañana habíamos caminado durante horas para alcanzar el prado de Harry, y ahora, en cuestión de minutos, estábamos de regreso junto al monovolumen.



—Estimulante, ¿verdad? —dijo entusiasmado y con voz un poco aguda.



Se quedó inmóvil, a la espera de que me bajara. Lo intenté, pero no me respondían los músculos. Me mantuve aferrado a él con brazos y piernas mientras la cabeza no dejaba de darme vueltas.



— ¿Lou? —preguntó, ahora inquieto.



—Creo que necesito tumbarme —respondí jadeante.



—Ah, perdona —me esperó, pero aun así no me pude mover.



—Creo que necesito ayuda —admití.



Se rió quedamente y deshizo suavemente mi presa alrededor de su cuello. No había forma de resistir la fuerza de hierro de sus manos. Luego, me dio la vuelta y quedé frente a él, y me acunó en sus brazos como si fuera un niño pequeño. Me sostuvo en vilo un momento para luego depositarme sobre los mullidos helechos.



— ¿Qué tal te encuentras?



No estaba muy seguro de cómo me sentía, ya que la cabeza me daba vueltas de forma enloquecida.



—Mareado, creo.



—Pon la cabeza entre las rodillas.



Intenté lo que me indicaba, y ayudó un poco. Inspiré y espiré lentamente sin mover la cabeza. Me percaté de que se sentaba a mi lado. Pasado el mal trago, pude alzar la cabeza. Me pitaban los oídos.



—Supongo que no fue una buena idea —musitó.



Intenté mostrarme positivo, pero mi voz sonó débil cuando respondí:



—No, ha sido muy interesante.



— ¡Vaya! Estás blanco como un fantasma, tan blanco como yo mismo.



—Creo que debería haber cerrado los ojos.



—Recuérdalo la próxima vez.



— ¡¿La próxima vez?! —gemí.



Harry se rió, seguía de un humor excelente.



—Fanfarrón —musité.



—Lou, abre los ojos —rogó con voz suave pero a la vez ronca.



Y ahí estaba él, con el rostro demasiado cerca del mío. Su belleza aturdió mi mente... Era demasiada, un exceso al que no conseguía acostumbrarme.



—Mientras corría, he estado pensando...



 — En no estrellarnos contra los árboles, espero.



—Louis imbecil —rió entre dientes—. Correr es mi segunda naturaleza, no es algo en lo que tenga que pensar.



—Fanfarrón —repetí. Harry sonrió.



—No. He pensado que había algo que quería intentar.



Y volvió a tomar mi cabeza entre sus manos. No pude respirar.



Vaciló... No de la forma habitual, no de una forma humana, no de la manera en que una persona vacilaría para besar a alguien para calibrar su reacción e intuir cómo le recibiría. Tal vez vacilaría para prolongar el momento, ese momento ideal previo, muchas veces mejor que el beso mismo.



Harry se detuvo vacilante para probarse a sí mismo y ver si era seguro, para cerciorarse de que aún mantenía bajo control su necesidad.



Entonces sus fríos labios de mármol presionaron muy suavemente los míos.



Para lo que ninguno de los dos estaba preparado era para mi respuesta.



La sangre me hervía bajo la piel quemándome los labios. Mi respiración se convirtió en un violento jadeo. Aferré sus risos con los dedos, atrayéndolo hacia mí, con los labios entreabiertos para respirar su aliento embriagador. Inmediatamente, sentí que sus labios se convertían en piedra. Sus manos gentilmente pero con fuerza, apartaron mi cara. Abrí los ojos y vi su expresión vigilante.



— ¡Huy! —musité.



—Eso es quedarse corto.



Sus ojos eran feroces y apretaba la mandíbula para controlarse, sin que todavía se descompusiera su perfecta expresión. Sostuvo mi rostro a escasos centímetros del suyo, aturdiéndome.



— ¿Debería...?



Intenté desasirme para concederle cierto espacio, pero sus manos no me permitieron alejarme más de un centímetro.



—No. Es soportable. Aguarda un momento, por favor —pidió con voz amable, controlada.



Mantuve la vista fija en sus ojos, contemplé como la excitación que lucía en ellos se sosegaba. Entonces, me dedicó una sonrisa sorprendentemente traviesa.



— ¡Listo! —exclamó, complacido consigo mismo.



— ¿Soportable? —pregunté.



—Soy más fuerte de lo que pensaba —rió con fuerza—. Bueno es saberlo.



—Desearía poder decir lo mismo. Lo siento.



 —Después de todo, sólo eres humano.



—Muchas gracias —repliqué mordazmente.



Se puso de pie con uno de sus movimientos ágiles, rápidos, casi invisibles. Me tendió su mano, un gesto inesperado, ya que estaba demasiado acostumbrado a nuestro habitual comportamiento de nulo contacto. Tomé su mano helada, ya que necesitaba ese apoyo más de lo que creía. Aún no había recuperado el equilibrio.



— ¿Sigues estando débil a causa de la carrera? ¿O ha sido mi pericia al besar?



¡Qué desenfadado y humano parecía su angelical y apacible rostro cuando se reía! Era un Harry diferente al que yo conocía, y estaba loco por él. Ahora, separarme me iba a causar un dolor físico.



—No puedo estar seguro, aún sigo grogui —conseguí responderle—. Creo que es un poco de ambas cosas.



—Tal vez deberías dejarme conducir.



— ¿Estás loco? —protesté.



—Conduzco mejor que tú en tu mejor día —se burló—. Tus reflejos son mucho más lentos.



—Estoy seguro de eso, pero creo que ni mis nervios ni mi coche seríamos capaces de soportarlo.



—Un poco de confianza, Lou, por favor.



Tenía la mano en el bolsillo, crispada sobre las llaves. Fruncí los labios con gesto pensativo y sacudí la cabeza firmemente.



—No. Ni en broma.



Arqueó las cejas con incredulidad.



Comencé a dar un rodeo a su lado para dirigirme al asiento del conductor. Puede que me hubiera dejado pasar si no me hubiese tambaleado ligeramente. Puede que no.



—Lou, llegados a este punto, ya he invertido un enorme esfuerzo personal en mantenerte vivo. No voy a dejar que te pongas detrás del volante de un coche cuando ni siquiera puedes caminar en línea recta. Además, no hay que dejar que los amigos conduzcan borrachos —citó con una risita mientras su brazo creaba una trampa ineludible alrededor de mi cintura.



—No puedo rebatirlo —dije con un suspiro. No había forma de sortearlo ni podía resistirme a él. Alcé las llaves y las dejé caer, observando que su mano, veloz como el rayo, las atrapaba sin hacer ruido—. Con calma... Mi monovolumen es un señor mayor.



—Muy sensato —aprobó.



— ¿Y tú no estás afectado por mi presencia? ——pregunté con enojo.



Sus facciones sufrieron otra transformación, su expresión se hizo suave y cálida. Al principio, no me respondió; se limitó a inclinar su rostro sobre el mío y deslizar sus labios lentamente a lo largo de mi mandíbula, desde la oreja al mentón, de un lado a otro. Me estremecí.



—Pase lo que pase —murmuró finalmente—, tengo mejores reflejos.
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Mensaje por FUTURESTYLES Miér 30 Oct 2013, 3:25 pm

ohhh  se besaron porfin!!!!!ya tenia ganas de este cap!!! fue genial y su enca es larry y te imaginas a lou y a harry es demasiadp preciosp!! continua porfi!!!!
FUTURESTYLES
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Mensaje por Invitado Jue 31 Oct 2013, 10:02 pm

omg el beso!!! me encanta, hace un bue  que la lei y ya ni me acordaba cuando era el beso jaja
jaja tienes razón los capítulos son super largos, así que esta bien
bueno síguela pronto cariño
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Mensaje por Larry Is A Romance Vie 01 Nov 2013, 8:30 pm

New reader here!! Amo tu novela es tan perfecta!! soy twilighter y Larry Shipper es una combinacion perfecta!! esta hermosa tu novela siguela por favor!! :D Bueno eso es todo bye besos, cuidate y siguela pronto!! ;)
Larry Is A Romance
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Mensaje por TomlinsonLover Vie 01 Nov 2013, 11:18 pm


EL BESO !!! voy a morir ♥
HOLAAAAAA ah perdon por no pasar antes pero apenas tengo tiempo.
ahi nonono como amo leer esto!!
una de las mejores frases de todos los libros el leon y la oveja/becerro kjsfsafakfa 
el beso soportable ♥
la reaccion de lou al beso sfajfhsajkfhafsajfsafh
ahi voy reviviendo las imagenes de la pelicula pero con las
cara de lou y harry y es mas perfecto todo ♥
sigo amandote por subir esto!
obvio quiero la saga entera!!! 
y tmb leeria tu novela *aunque espero terminar de ir a clases porque esta dificil hacer cosas*
amo leer esto
amo al vampiro y al simple humano.
amo que ya se besaran ♥
basicamente amo todo!
seguila cuando puedas!!


un beso :)

TomlinsonLover
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Mensaje por diana perez tellez Sáb 02 Nov 2013, 3:03 pm

FUTURESTYLES escribió:ohhh  se besaron porfin!!!!!ya tenia ganas de este cap!!! fue genial y su enca es larry y te imaginas a lou y a harry es demasiadp preciosp!! continua porfi!!!!
jajajajaja... si yo igual amo este capitulo.... espero que si te la hayas imaginado con ellos dos. yo si al menos... ahora la sigo gracias por esperar.
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Mensaje por diana perez tellez Sáb 02 Nov 2013, 3:04 pm

Justme_95 escribió:omg el beso!!! me encanta, hace un bue  que la lei y ya ni me acordaba cuando era el beso jaja
jaja tienes razón los capítulos son super largos, así que esta bien
bueno síguela pronto cariño
si yo tampoco me acordaba hasta que la estaba adaptando y yo asi de wow... jajajaja si son super largos me cuesta trabajo... ahora la sigo, bueno alratito, va?
te amo cariño.
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Mensaje por diana perez tellez Sáb 02 Nov 2013, 3:06 pm

Larry Is A Romance escribió:New reader here!! Amo tu novela es tan perfecta!! soy twilighter y Larry Shipper es una combinacion perfecta!! esta hermosa tu novela siguela por favor!! :D Bueno eso es todo bye besos, cuidate y siguela pronto!! ;)
ahora la sigo... bueno alrato.

y bienvenida espero que te este gustando. bueno si. jajajajajaj
si, por eso decidi hacerla Larry... ahora la sigo besos igual.
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Mensaje por diana perez tellez Sáb 02 Nov 2013, 3:10 pm

TomlinsonLover escribió:
EL BESO !!! voy a morir ♥️
HOLAAAAAA ah perdon por no pasar antes pero apenas tengo tiempo.
ahi nonono como amo leer esto!!
una de las mejores frases de todos los libros el leon y la oveja/becerro kjsfsafakfa 
el beso soportable ♥️
la reaccion de lou al beso sfajfhsajkfhafsajfsafh
ahi voy reviviendo las imagenes de la pelicula pero con las
cara de lou y harry y es mas perfecto todo ♥️
sigo amandote por subir esto!
obvio quiero la saga entera!!! 
y tmb leeria tu novela *aunque espero terminar de ir a clases porque esta dificil hacer cosas*
amo leer esto
amo al vampiro y al simple humano.
amo que ya se besaran ♥️
basicamente amo todo!
seguila cuando puedas!!


un beso :)

hola, que bueno que te reportas de nuevo, cariño.
como estas?
ya vez,,, si, es que estaba asi como de ... toda la saga o no? o si o no? y luego todas dijeron que si, y pues ahora es si. jajajajaja me tardare un poco mucho jajajajajaja los capítulos son muy largos. yo amo los capítulos que siguen porque se tratan de amor y asi bien lindo jajajajajaja lo hare mas romántico aver si puedo aun mas.
yo te amo a ti.
ahora mas bien al rato la sigo.
besos.:oops:
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Mensaje por Invitado Sáb 02 Nov 2013, 4:29 pm

diana perez tellez escribió:
Justme_95 escribió:omg el beso!!! me encanta, hace un bue  que la lei y ya ni me acordaba cuando era el beso jaja
jaja tienes razón los capítulos son super largos, así que esta bien
bueno síguela pronto cariño
si yo tampoco me acordaba hasta que la estaba adaptando y yo asi de wow... jajajaja si son super largos me cuesta trabajo... ahora la sigo, bueno alratito, va?
te amo cariño.
No te preocupes cariño te entiendo, a mi me parece un poco tedioso eso de adaptar y más cuando se trata de capítulos largos
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Mensaje por diana perez tellez Sáb 02 Nov 2013, 4:48 pm

              MARATON 3/4
Mente Versus Cuerpo

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Tuve que admitir que Harry conducía bien cuando iba a una velocidad razonable. Como tantas otras cosas, la conducción no parecía requerirle ningún esfuerzo. Aunque apenas miraba a la carretera, los neumáticos nunca se desviaban más de un centímetro del centro de la senda. Conducía con una mano, sosteniendo la mía con la otra. A veces fijaba la vista en el sol poniente, otras en mí, en mi rostro, en nuestras manos unidas.

Había cambiado el dial de la radio para sintonizar una emisora de viejos éxitos y cantaba una canción que no había oído en mi vida. Se sabía la letra entera.

— ¿Te gusta la música de los cincuenta?

—En los cincuenta, la música era buena, mucho mejor que la de los sesenta, y los setenta... ¡Buaj! —se estremeció—. Los ochenta fueron soportables.

— ¿Vas a decirme alguna vez cuántos años tienes? —pregunté, indeciso, sin querer arruinar su optimismo.

— ¿Importa mucho?

Para mi gran alivio, su sonrisa se mantuvo clara. Sus hoyuelos seguían ahí.

—No, pero me lo sigo preguntando... —hice un puchero—. No hay nada como un misterio sin resolver para mantenerte en vela toda la noche.

—Me pregunto si te perturbaría... —comentó para sí.

Fijó la mirada en el sol, pasaron los minutos y al final dije:

—Ponme a prueba.

Suspiró. Luego me miró a los ojos, olvidándose al parecer, y por completo, del camino durante un buen rato. Fuera lo que fuese lo que viera en ellos, debió de animarle. Clavó la vista en el sol —la luz del astro rey al ponerse arrancaba de su piel un centelleo similar al de los rubíes— y comenzó a hablar.

—Nací en Chicago en 1901 —hizo una pausa y me miró por el rabillo del ojo. Puse mucho cuidado en que mi rostro no mostrara sorpresa alguna, esperando el resto de la historia con paciencia. Esbozó una leve sonrisa y prosiguió—: Carlisle me encontró en un hospital en el verano de 1920. Tenía diecinueve años y me estaba muriendo de gripe española.

Me oyó inhalar bruscamente, aunque apenas era audible para mí mismo. Volvió a mirar mis ojos.

—No me acuerdo muy bien. Sucedió hace mucho tiempo y los recuerdos humanos se desvanecen —se sumió en sus propios pensamientos durante un breve lapso de tiempo antes de continuar—. Recuerdo cómo me sentía cuando Carlisle me salvó. No es nada fácil ni algo que se pueda olvidar.

— ¿Y tus padres?

—Ya habían muerto a causa de la gripe. Estaba solo. Me eligió por ese motivo. Con todo el caos de la epidemia, nadie iba a darse cuenta de que yo había desaparecido.

— ¿Cómo...? ¿Cómo te salvó?

Transcurrieron varios segundos antes de que respondiera. Parecía estar eligiendo las palabras con sumo cuidado.

—Fue difícil. No muchos de nosotros tenemos el necesario autocontrol para conseguirlo, pero Carlisle siempre ha sido el más humano y compasivo de todos. Dudo que se pueda hallar uno igual a él en toda la historia —hizo una pausa—. Para mí, sólo fue muy, muy doloroso.

Supe que no iba a revelar más de ese tema por la forma en que fruncía los labios. Reprimí mi curiosidad, aunque estaba lejos de estar satisfecho. Había muchas cosas sobre las que necesitaba pensar respecto a ese tema en particular, cosas que surgían sobre la marcha. Sin duda alguna, su mente rápida ya había previsto todos los aspectos en los que me iba a eludir.

Su voz ronca interrumpió el hilo de mis pensamientos:

—Actuó desde la soledad. Ésa es, por lo general, la razón que hay detrás de cada elección. Fui el primer miembro de la familia de Carlisle, aunque poco después encontró a Esme. Se cayó de un risco. La llevaron directamente a la morgue del hospital, aunque, nadie sabe cómo, su corazón seguía latiendo.

—Así pues, tienes que estar a punto de morir para convertirte en...

Nunca pronunciábamos esa palabra, y no lo iba a hacer ahora.

—No, eso es sólo en el caso de Carlisle. El jamás hubiera convertido a alguien que hubiera tenido otra alternativa —siempre que hablaba de su padre lo hacía con un profundo respeto—. Aunque, según él —continuó—, es más fácil si la sangre es débil.

Contempló la carretera, ahora a oscuras, y sentí que estaba a punto de zanjar el tema.

— ¿Y Emmett y Rosalie?

—La siguiente a quien Carlisle trajo a la familia fue Rosalie. Hasta mucho después no comprendí que albergaba la esperanza de que ella fuera para mí lo mismo que Esme para él. Se mostró muy cuidadoso en sus pensamientos sobre mí —puso los ojos en blanco—. Pero ella nunca fue más que una hermana y sólo dos años después encontró a Emmett. Rosalie iba de caza, en aquel tiempo íbamos a los Apalaches, y se topó con un oso que estaba a punto de acabar con él. Lo llevó hasta Carlisle durante ciento cincuenta kilómetros al temer que no fuera capaz de hacerlo por sí sola. Sólo ahora comienzo a intuir qué difícil fue ese viaje para ella.

Me dirigió una mirada elocuente y alzó nuestras manos, todavía entrelazadas, para acariciarme la mejilla con la base de la mano.

—Pero lo consiguió —le animé mientras desviaba la vista de la irresistible belleza de sus ojos.

—Sí —murmuró—. Rosalie vio algo en sus facciones que le dio la suficiente entereza, y llevan juntos desde entonces. A veces, viven separados de nosotros, como una pareja casada: cuanto más joven fingimos ser, más tiempo podemos permanecer en un lugar determinado. Forks parecía perfecto, de ahí que nos inscribiéramos en el instituto —se echó a reír—. Supongo que dentro de unos años vamos a tener que ir a su boda otra vez.

— ¿Y Niall y Liam?

—Son dos criaturas muy extrañas. Ambos desarrollaron una conciencia, como nosotros la llamamos, sin ninguna guía o influencia externa. Liam perteneció a otra familia... Una familia bien diferente. Se había deprimido y vagaba por su cuenta. Niall lo encontró. Al igual que yo, está dotado de ciertos dones superiores que están más allá de los propios de nuestra especie.

— ¿De verdad? —le interrumpí fascinado—. Pero tú dijiste que eras el único que podía oír el pensamiento de la gente.

—Eso es verdad. Niall sabe otras cosas, las ve... Ve cosas que podrían suceder, hechos venideros, pero todo es muy subjetivo. El futuro no está grabado en piedra. Las cosas cambian.

La mandíbula de Harry se tensó y me lanzó una mirada, pero la apartó tan deprisa que no quedé muy seguro de si no lo habría imaginado.

— ¿Qué tipo de cosas ve?

—Vio a Liam y supo que lo estaba buscando antes de que él lo conociera. Vio a Carlisle y a nuestra familia, y ellos acudieron a nuestro encuentro. Es más sensible hacia quienes no son humanos. Por ejemplo, siempre ve cuando se acerca otro clan de nuestra especie y la posible amenaza que pudiera suponer.

— ¿Hay muchos... de los tuyos?

Estaba sorprendido. ¿Cuántos podían estar entre nosotros sin ser detectados?

—No, no demasiados, pero la mayoría no se asienta en ningún lugar. Sólo pueden vivir entre los humanos por mucho tiempo los que, como nosotros, renuncian a dar caza a tu gente —me dirigió una tímida mirada—. Sólo hemos encontrado otra familia como la nuestra en un pueblecito de Alaska. Vivimos juntos durante un tiempo, pero éramos tantos que empezamos a hacernos notar. Los que vivimos de forma diferente tendemos a agruparnos.

— ¿Y el resto?

—Son nómadas en su mayoría. Todos hemos llevado esa vida alguna vez. Se vuelve tediosa, como casi todo, pero de vez en cuando nos cruzamos con los otros, ya que la mayoría preferimos el norte.

— ¿Por qué razón?

En aquel momento ya nos habíamos detenido en frente de mi casa y él había apagado el motor. Todo estaba oscuro y en calma. No había luna. Las luces del porche estaban apagadas, de ahí que supiera que mi padre aún no estaba en casa.

— ¿Has abierto los ojos esta tarde? —bromeó—. ¿Crees que podríamos caminar por las calles sin provocar accidentes de tráfico? Hay una razón por la que escogimos la Península de Olympic: es uno de los lugares menos soleados del mundo. Resultaba agradable poder salir durante el día. Ni te imaginas lo fatigoso que puede ser vivir de noche durante ochenta y tantos años.

—Entonces, ¿de ahí viene la leyenda?

—Probablemente.

— ¿Procedía Niall de otra familia, como Liam?

—No, y es un misterio, ya que no recuerda nada de su vida humana ni sabe quién lo convirtió. Despertó solo. Quienquiera que lo hiciese, se marchó, y ninguno de nosotros comprende por qué o cómo pudo hacerlo. Si Niall no hubiera tenido ese otro sentido, si no hubiera visto a Liam y Carlisle y no hubiera sabido que un día se convertiría en uno de nosotros, probablemente se hubiera vuelto una criatura totalmente salvaje.

Había tanto en qué pensar y quedaba tanto por preguntar... Pero, para gran vergüenza mía, me sonaron las tripas. Estaba tan intrigado que ni siquiera había notado el apetito que tenía. Ahora me daba cuenta de que tenía un hambre feroz.

—Lo siento, te estoy impidiendo cenar.

—Me encuentro bien, de veras.

—Jamás había pasado tanto tiempo en compañía de alguien que se alimentara de comida. Lo olvidé.

—Quiero estar contigo.

Era más fácil decirlo en la oscuridad al saber que la voz delataba mi irremediable atracción por él cada vez que hablaba.

— ¿No puedo entrar?

— ¿Te gustaría?

No me imaginaba a esa criatura divina sentándose en la zarrapastrosa silla de mi padre en la cocina.

—Sí, si no es un problema.

Le oí cerrar la puerta con cuidado y casi al instante ya estaba frente a la mía para abrirla.

—Muy humano —le felicité.

—Esa parte está emergiendo a la superficie, no cabe duda.

Caminó detrás de mí en la noche cerrada con tal sigilo que debía mirarlo a hurtadillas para asegurarme de que continuaba ahí. Desentonaba menos en la oscuridad. Seguía pálido y tan hermoso como un sueño, pero ya no era la fantástica criatura centelleante de nuestra tarde al sol.

Se me adelantó y me abrió la puerta. Me detuve en medio del umbral.

— ¿Estaba abierta?

—No, he usado la llave de debajo del alero.

Entré, encendí las luces del porche y lo miré enarcando las cejas. Estaba seguro de no haber usado nunca esa llave delante de él.

—Sentía curiosidad por ti.

— ¿Me has espiado?

Sin saber por qué, no pude infundir a mi voz el adecuado tono de ultraje. Me sentía halagado y él no parecía arrepentido.

— ¿Qué otra cosa iba a hacer de noche?

Lo dejé correr por el momento y pasé del vestíbulo a la cocina. Ahí seguía, a mis espaldas, sin necesitar que lo guiara. Se sentó en la misma silla en la que había intentado imaginármelo. Su belleza iluminó la cocina. Transcurrieron unos instantes antes de que pudiera apartar los ojos de él.

Me concentré en prepararme la cena, tomando del frigorífico la lasaña de la noche anterior, poniendo una parte sobre un plato y calentándola en el microondas. Este empezó a girar, llenando la cocina de olor a tomate y orégano. No aparté los ojos de la comida mientras decía con indiferencia:

— ¿Con cuánta frecuencia?

— ¿Eh?

Parecía haberle cortado algún otro hilo de su pensamiento. Seguí sin girarme.

— ¿Con qué frecuencia has venido aquí?

—Casi todas las noches.

Aturdido, me di la vuelta.

— ¿Por qué?

—Eres interesante cuando duermes —explicó con total naturalidad—. Hablas en sueños.

— ¡No! —exclamé sofocado mientras una oleada de calor recorría todo mi rostro hasta llegar a la punta. Me agarré a la encimera de la cocina para sostenerme. Sabía que hablaba en sueños, por supuesto, mi madre siempre bromeaba al respecto, pero no había creído que fuera algo de lo que tuviera que preocuparme.

Su expresión pasó a ser de disgusto inmediatamente.

— ¿Estás muy enfadado conmigo?

— ¡Eso depende! —me senté, parecía como si me hubiera quedado sin aire.

Esperó y luego me urgió:

— ¿De qué?

— ¡De lo que hayas escuchado! —gemí.

Un momento después, sin hacer ruido, estaba a mi lado para tomarme las manos delicadamente entre las suyas.

— ¡No te disgustes! —suplicó.

Agachó el rostro hasta el nivel de mis ojos y sostuvo mi mirada. Estaba avergonzado, por lo que intenté apartarlo.

—Echas de menos a tu madre —susurró—. Te preocupas por ella, y cuando llueve, el sonido hace que te revuelvas inquieto. Solías hablar mucho de Phoenix, pero ahora lo haces con menos frecuencia. En una ocasión dijiste: «Todo es demasiado verde».

Se rió con suavidad, a la espera, y pude ver que era para no ofenderme aún más.

— ¿Alguna otra cosa? ——exigí saber.

Supuso lo que yo quería descubrir y admitió:

—Pronunciaste mi nombre.

Frustrado, suspiré.

— ¿Mucho?

—Exactamente, ¿cuántas veces entiendes por «mucho»?

—Oh, no.

Bajé la cabeza, pero él la atrajo contra su pecho con suave naturalidad.

—No te acomplejes —me susurró al oído——. Si pudiera soñar, sería contigo. Y no me avergonzaría de ello.

En ese momento, ambos oímos el sonido de unas llantas sobre los ladrillos del camino de entrada a la casa y vimos las luces—delanteras que nos llegaban desde el vestíbulo a través de las ventanas frontales. Me envaré en sus brazos.

— ¿Debería saber tu padre que estoy aquí? —preguntó.

—Yo... —intenté pensar con rapidez—. No estoy seguro...

—En otra ocasión, entonces.

Y me quedé solo.

— ¡Harry! —le llamé, intentando no gritar.

Escuché una risita espectral y luego, nada más.

Mi padre hizo girar la llave de la puerta.

— ¿Louis? —me llamó. Eso me hubiera molestado antes. ¿Quién más podía haber? De repente, Charlie me parecía totalmente fuera de lugar.

—Estoy aquí.

Esperaba que no apreciara la nota histérica de mi voz. Tomé mi cena del microondas y me senté a la mesa mientras él entraba. Después de pasar el día con Harry, sus pasos parecían estrepitosos.

— ¿Me puedes preparar un poco de eso? Estoy hecho polvo.

Charlie se detuvo para quitarse las botas, apoyándose sobre el respaldo de la silla para ayudarse.

Puse mi cena en mi sitio para zampármela en cuanto le hubiera preparado la suya. Me escocía la lengua. Mientras se calentaba la lasaña de Charlie, llené dos vasos de leche y bebí un trago del mío para mitigar la quemazón. Advertí que me temblaba el pulso cuando vi que la leche se agitaba al dejar el vaso. Mi padre se sentó en la silla. El contraste entre él y su antiguo ocupante resultaba cómico.

—Gracias —dijo mientras le servía la comida en la mesa.

— ¿Qué tal te ha ido el día? —pregunté con precipitación. Me moría de ganas de escaparme a mi habitación.

—Bien. Los peces picaron... ¿Qué tal tú? ¿Hiciste todo lo que querías hacer?

—En realidad, no —mordí otro gran pedazo de lasaña—. Se estaba demasiado bien fuera como para quedarse en casa.

—Ha sido un gran día —coincidió.

Eso es quedarse corto, pensé en mi fuero interno.

Di buena cuenta del último trozo de lasaña, alcé el vaso y me bebí de un trago lo que quedaba de leche. Charlie me sorprendió al ser tan observador cuando preguntó:

— ¿Tienes prisa?

—Sí, estoy cansado. Me voy a acostar pronto.

—Pareces nervioso —comentó.

¡Ay! ¿Por qué? ¿Por qué ha tenido que ser justamente esta noche la que ha elegido para fijarse en mí?

— ¿De verdad? —fue todo lo que conseguí contestar.

Fregué rápidamente los platos en la pila y para que se secaran los puse bocabajo sobre un trapo de cocina.

—Es sábado —musitó.

No le respondí, pero de repente preguntó:

— ¿No tienes planes para esta noche?

—No, papá, sólo quiero dormir un poco.

—Ninguna de las chicas o chicos del pueblo son de tu agrado ¿verdad?

Charlie recelaba, pero intentaba actuar con frialdad.

—No. Ningún chico me ha llamado aún la atención.

Me cuidé mucho de enfatizar la palabra chico, para que supiera que no tenía deseos de una chica.

—Pensé que tal vez el tal Mike Newton... Dijiste que era simpático.

—Sólo es un amigo, papá.

—Bueno, de todos modos, eres demasiado bueno para todos ellos. Aguarda a que estés en la universidad para empezar a mirar.

El sueño de cada padre es que su hijo esté ya fuera de casa antes de que se le disparen las hormonas.

—Me parece una buena idea —admití mientras me dirigía escaleras arriba.

—Buenas noches, campeón —se despidió. Sin duda, iba a estar con el oído atento toda la noche, a la espera de atraparme intentando salir a hurtadillas.

—Te veo mañana, papá.

Te veo esta noche cuando te deslices a medianoche para comprobar si sigo ahí.

Me esforcé en que el ruido de mis pasos pareciera lento y cansado cuando subí las escaleras hacia mi dormitorio. Cerré la puerta con la suficiente fuerza para que mi padre lo oyera y luego me precipité hacia la ventana andando de puntillas. La abrí de un tirón y me asomé, escrutando las oscuras e impenetrables sombras de los árboles.

— ¿Harry? —susurré, sintiéndome completamente estupido.

La tranquila risa de respuesta procedía de detrás de mí.

— ¿Sí?

Me giré bruscamente al tiempo que, como reacción a la sorpresa, me llevaba una mano a la garganta.

Sonriendo de oreja a oreja, yacía tendido en mi cama con las manos detrás de la nuca y los pies colgando por el otro extremo. Era la viva imagen de la despreocupación.

— ¡Oh! —musité inseguro, sintiendo que me desplomaba sobre el suelo.

—Lo siento.

Frunció los labios en un intento de ocultar su regocijo.

—Dame un minuto para que me vuelva a latir el corazón.

Se incorporó despacio para no asustarme de nuevo. Luego, ya sentado, se inclinó hacia delante y extendió sus largos brazos para recogerme, sujetándome por los brazos como a un niño pequeño que empieza a andar. Me sentó en la cama junto a él.

— ¿Por qué no te sientas conmigo? —sugirió, poniendo su fría mano sobre la mía—. ¿Cómo va el corazón?

—Dímelo tú... Estoy seguro de que lo escuchas mejor que yo.

Noté que su risa sofocada sacudía la cama.

Nos sentamos ahí durante un momento, escuchando ambos los lentos latidos de mi corazón. Se me ocurrió pensar en el hecho de tener a Harry en mi habitación estando mi padre en casa.

— ¿Me concedes un minuto para ser humano?

—Desde luego.

Me indicó con un gesto de la mano que procediera.

—No te muevas —le dije, intentando parecer severo.

—Sí, patrón.

Y me hizo una demostración de cómo convertirse en una estatua sobre el borde de mi cama.

Me incorporé de un salto, recogí mi pijama del suelo y mi neceser de aseo del escritorio. Dejé la luz apagada y me deslicé fuera, cerrando la puerta al salir.

Oí subir por las escaleras el sonido del televisor. Cerré con fuerza la puerta del baño para que Charlie no subiera a molestarme.

Tenía la intención de apresurarme. Me cepillé los dientes casi con violencia en un intento de ser minucioso y rápido a la hora de eliminar todos los restos de lasaña. Pero no podía urgir al agua caliente de la ducha, que me relajó los músculos de la espalda y me calmó el pulso. El olor familiar de mi champú me hizo sentirme la misma persona de esta mañana. Intenté no pensar en Harry, que me esperaba sentado en mi habitación, porque entonces tendría que empezar otra vez con todo el proceso de relajamiento. Al final, no pude dilatarlo más. Cerré el grifo del agua y me sequé con la toalla apresuradamente, acelerándome otra vez. Me puse el pijama: una camisa enorme de zanahorias y un pantalón de chándal gris, era demasiado tarde para arrepentirme de no traer mi pijama de Calvin Klein que, dos años atrás, me regaló mi madre para mi cumpleaños, y que aún se encontraría en algún cajón en la casa de Phoenix con la etiqueta del precio puesta.

Volví a secarme la cara con la toalla y luego echarme crema como loco. Arrojé la toalla a la cesta de la ropa sucia y lancé el cepillo y la pasta de dientes al neceser. Bajé escopetado las escaleras para que Charlie pudiera verme en pijama y con el pelo escurriendo de agua.

—Buenas noches, papá.

—Buenas noches, Louis.

Pareció sorprendido de verme. Tal vez hubiera desechado la idea de asegurarse de que estaba en casa esta noche.

Subí las escaleras de dos en dos, intentando no hacer ruido, entré zumbando en mi habitación, y me aseguré de cerrar bien la puerta detrás de mí.

Harry no se había movido ni un milímetro, parecía la estatua de Adonis encaramada a mi descolorido edredón. Sus labios se curvaron cuando sonreí, y la estatua cobró vida.

Me evaluó con la mirada, tomando nota de mi camisa de zanahorias. Enarcó una ceja.

—Bonita ropa.

Le dediqué una mueca.

—No, te sienta bien.

—Gracias —susurré.

Regresé a su lado y me senté con las piernas cruzadas. Miré las líneas del suelo de madera.

— ¿A qué venía todo eso?

—Charlie cree que me voy a escapar a hurtadillas.

—Ah —lo consideró—. ¿Por qué? —preguntó como si fuera incapaz de comprender la mente de Charlie con la claridad que yo le suponía.

—Al parecer, me ve un poco acalorado.

Me levantó el mentón para examinar mi rostro.

—De hecho, pareces bastante sofocado.

—Huram... —musité.

Resultaba muy difícil formular una pregunta coherente mientras me acariciaba. Comenzar me llevó un minuto de concentración.

—Parece que te resulta mucho más fácil estar cerca de mí.

— ¿Eso te parece? —murmuró Harry mientras deslizaba la nariz hacia la curva de mi mandíbula. Sentí su mano, más ligera que el ala de una polilla, acariciando mi cuello, mientras su boca se dirigía a mi  oreja.

—Sí. Mucho, mucho más fácil —contesté mientras intentaba respirar.

—Humm.

—Por eso me preguntaba... —comencé de nuevo, pero sus dedos seguían la línea de mi clavícula y me hicieron perder el hilo de lo que estaba diciendo.

— ¿Sí? —musitó.

— ¿Por qué será? —inquirí con voz temblorosa, lo cual me avergonzó—. ¿Qué crees?

Noté el temblor de su respiración sobre mi cuello cuando se rió.

—El triunfo de la mente sobre la materia.

Retrocedí. Se quedó inmóvil cuando me moví, por lo que ya no pude oírle respirar.

Durante un instante nos miramos el uno al otro con prevención; luego, la tensión de su mandíbula se relajó gradualmente y su expresión se llenó de confusión.

— ¿Hice algo mal?

—No, lo opuesto. Me estás volviendo loco —le expliqué.

Lo pensó brevemente y pareció complacido cuando preguntó:

— ¿De veras?

Una sonrisa triunfal llena de hoyuelos iluminó lentamente su rostro.

— ¿Querrías una salva de aplausos? —le pregunté con sarcasmo.

Sonrió de oreja a oreja.

—Sólo estoy gratamente sorprendido —me aclaró—. En los últimos cien años, o casi —comentó con tono bromista— nunca me imaginé algo parecido. No creía encontrar a nadie con quien quisiera estar de forma distinta a la que estoy con mis hermanos y hermana. Y entonces descubro que estar contigo se me da bien, aunque todo sea nuevo para mí.

—Tú eres bueno en todo —observé.

Se encogió de hombros, dejándolo correr, y los dos nos reímos en voz baja.

—Pero ¿cómo puede ser tan fácil ahora? —le presioné—. Esta tarde...

—No es fácil—suspiró—. Pero esta tarde estaba todavía... indeciso. Lo lamento, es imperdonable que me haya comportado de esa forma.

—No es imperdonable —discrepé.

—Gracias —sonrió—. Ya ves —prosiguió, ahora mirando al suelo—, no estaba convencido de ser lo bastante fuerte... —me tomó una mano y la presionó suavemente contra su rostro—. Estuve susceptible mientras existía la posibilidad de que me viera sobrepasado... —exhaló su aroma sobre mi muñeca—. Hasta que me convencí de que mi mente era lo bastante fuerte, que no existía peligro de ningún tipo de que yo... de que pudiera...

Jamás le había visto trabarse de esa forma con las palabras. Resultaba tan... humano.

— ¿Ahora ya no existe esa posibilidad?

—La mente domina la materia —repitió con una sonrisa que dejó entrever unos dientes que relucían incluso en la oscuridad. Eran enormes.

—Vaya, pues sí que era fácil.

Echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada, imperceptible como un suspiro, pero exuberante de todos modos.

— ¡Fácil para ti! —me corrigió al tiempo que me acariciaba la nariz con la yema de los dedos.

En ese momento se puso serio.

—Lo estoy intentando —susurró con voz dolida—. Si resultara..... Insoportable, estoy bastante seguro de ser capaz de irme.

Torcí el gesto. No me gustaba hablar de despedidas.

—Mañana va a ser más duro —prosiguió—. He tenido tu aroma en la cabeza todo el día y me he insensibilizado de forma increíble. Si me alejo de ti por cualquier lapso de tiempo, tendré que comenzar de nuevo. Aunque no desde cero, creo.

—Entonces, no te vayas —le respondí, incapaz de esconder mí anhelo.

—Eso me satisface —replicó mientras su rostro se relajaba al esbozar una sonrisa amable—. Saca los grilletes... Soy tu prisionero.

Pero mientras hablaba, eran sus manos las que se convertían en esposas alrededor de mis muñecas. Volvió a reír con esa risa suya, ronca, musical. Le había oído reírse más esta noche que en todo el tiempo que había pasado con él.

—Pareces más optimista que de costumbre —observé—. No te había visto así antes.

— ¿No se supone que debe ser así? El esplendor del primer amor, y todo eso. ¿No es increíble la diferencia existente entre leer sobre una materia o verla en las películas y experimentarla?

—Muy diferente —admití—. Y más fuerte de lo que había imaginado.

—Por ejemplo —comenzó a hablar más deprisa, por lo que tuve que concentrarme para no perderme nada—, la emoción de los celos. He leído sobre los celos un millón de veces, he visto actores representarlos en mil películas y obras teatrales diferentes. Creía haberlos comprendido con bastante claridad, pero me asustaron... —hizo una mueca—. ¿Recuerdas el día en que Jessica te pidió que fueras con ella al baile?

Asentí, aunque recordaba ese día por un motivo diferente.

—Fue el día en que empezaste a dirigirme la palabra otra vez.

—Me sorprendió la llamarada de resentimiento, casi de furia, que experimenté... Al principio no supe qué era. No poder saber qué pensabas, por qué le rechazabas, me exasperaba más que de costumbre. ¿Lo hacías en beneficio de tu amigo? ¿O había algún otro? En cualquier caso, sabía que no tenía derecho alguno a que me importara, e intenté que fuera así.

«Entonces, todo empezó a estar claro —rió entre dientes y yo torcí el gesto en las sombras—. Esperé, irracionalmente ansioso de oír qué les decías, de vigilar vuestras expresiones. No niego el alivio que sentí al ver el fastidio en tu rostro, pero no podía estar seguro.

»Ésa fue la primera noche que vine aquí. Me debatí toda la noche, mientras vigilaba tu sueño, por el abismo que mediaba entre lo que sabía que era correcto, moral, ético, y lo que realmente quería. Supe que si continuaba ignorándote como hasta ese momento, o si dejaba transcurrir unos pocos años, hasta que te fueras, llegaría un día en que le dirías sí a Jessica o cualquier otra persona. Eso me enfurecía.

»Y en ese momento —susurró—, pronunciaste mi nombre en sueños. Lo dijiste con tal claridad que por un momento creí que te habías despertado, pero te diste la vuelta, inquieto, musitaste mi nombre otra vez y suspiraste. Un sentimiento desconcertante y asombroso recorrió mi cuerpo. Y supe que no te podía ignorar por más tiempo.

Enmudeció durante un momento, probablemente al escuchar el repentinamente irregular latido de mi corazón.

—Pero los celos son algo extraño y mucho más poderoso de lo que hubiera pensado. ¡E irracional! Justo ahora, cuando Charlie te ha preguntado por ese vil de Mike Newton...

Movió la cabeza con enojo.

—Debería haber sabido que estarías escuchando —gemí.

—Por supuesto.

— ¿De veras que eso te hace sentir celoso?

—Soy nuevo en esto. Has resucitado al hombre que hay en mí, y lo siento todo con más fuerza porque es reciente.

—Pero sinceramente —bromeé—, que eso te moleste después de lo que he oído de esa Rosalie... Rosalie, la encarnación de la pura belleza... Eso es lo que Rosalie significa para ti, con o sin Emmett, ¿cómo voy a competir con eso? Ella es mujer…

—No hay competencia.

Sus dientes centellearon. Arrastró mis manos atrapadas alrededor de su espalda, apretándome contra su pecho. Me mantuve tan quieto como pude, incluso respiré con precaución.

—Sé que no hay competencia —murmuré sobre su fría piel—. Ese es el problema.

—Rosalie es hermosa a su manera, por supuesto, pero incluso si no fuera como una hermana para mí, incluso si Emmett no le perteneciera, jamás podría ejercer la décima, no, qué digo, la centésima parte de la atracción que tú tienes sobre mí —estaba serio, meditabundo—. He caminado entre los míos y los hombres durante casi noventa años... Todo ese tiempo me he considerado completo sin comprender que estaba buscando, sin encontrar nada porque tú aún no existías.

—No parece demasiado justo —susurré con el rostro todavía recostado sobre su pecho, escuchando la cadencia de su respiración—. En cambio, yo no he tenido que esperar para nada. ¿Por qué debería dejarte escapar tan fácilmente?

—Tienes razón —admitió divertido—. Debería ponértelo más difícil, sin duda —al liberar una de sus manos, me soltó la muñeca sólo para atraparla cuidadosamente con la otra mano. Me acarició suavemente la espalda hasta la cintura—. Sólo te juegas la vida cada segundo que pasas conmigo, lo cual, seguramente, no es mucho. Sólo tienes que regresar a la naturaleza, a la humanidad... ¿Merece la pena?

—Arriesgo muy poco... No me siento privado de nada.

—Aún no.

Al hablar su voz se llenó abruptamente de la antigua tristeza. Intenté echarme hacia atrás para verle la cara, pero su mano me sujetaba las muñecas con una presión de la que no me podía zafar.

— ¿Qué...? —empecé a preguntar cuando su cuerpo se tensó, alerta. Me quedé inmóvil, pero inopinadamente me soltó las manos y desapareció. Estuve a punto de caer de bruces.

— ¡Túmbate! —murmuró. No sabría decir desde qué lugar de la negrura me hablaba.

Me di la vuelta para meterme debajo de la colcha y me acurruqué sobre un costado, de la forma en que solía dormir. Oí el crujido de la puerta cuando Charlie entró para echar un vistazo a hurtadillas y asegurarse de que estaba donde se suponía que debía estar. Respiré acompasadamente, exagerando el movimiento.

Transcurrió un largo minuto. Estuve atento, sin estar seguro de haber escuchado cerrarse la puerta. En ese momento, el frío brazo de Harry me rodeó debajo de las mantas y me besó en la oreja.

—Eres un  terrible actor... Diría que ése no es tu camino.

— ¡Caray!

Mi corazón estaba a punto de salirse del pecho. Tarareó una melodía que no identifiqué. Parecía una nana. Hizo una pausa.

— ¿Debería cantarte para que te durmieras?

—Cierto —me reí—. ¡Cómo me podría dormir estando tú aquí!

—Lo has hecho todo el tiempo —me recordó.

—Pero no sabía que estabas aquí —repliqué con frialdad.

—Bueno, si no quieres dormir... —sugirió, ignorando mi tono. Se me cortó la respiración.

—Si no quiero dormir..., ¿qué?

Rió entre dientes.

—En ese caso, ¿qué quieres hacer?

Al principio no supe qué responder, y finalmente admití:

—No estoy seguro.

—Dímelo cuando lo hayas decidido.

Sentí su frío aliento sobre mi cuello y el deslizarse de su nariz a lo largo de mi mandíbula, inhalando.

—Pensé que te habías insensibilizado.

—Que haya renunciado a beber el vino no significa que no pueda apreciar el buqué —susurró—. Hueles a coco y canela—señaló—. Se me hace agua la boca.

—Sí, tengo un mal día siempre que no encuentro a alguien que me diga qué apetitoso es mi aroma.

Rió entre dientes, y luego suspiró.

—He decidido qué quiero hacer —le dije—. Quiero saber más de ti.

—Pregunta lo que quieras.

Cribé todas mis preguntas para elegir la más importante y entonces dije:

— ¿Por qué lo haces? Sigo sin comprender cómo te esfuerzas tanto para resistirte a lo que... eres. Por favor, no me malinterpretes, me alegra que lo hagas. Sólo que no veo la razón por la que te preocupó al principio.

Vaciló antes de responderme:

—Es una buena pregunta, y no eres el primero en hacerlo. El resto, la mayoría de nuestra especie, está bastante satisfecho con nuestro sino... Ellos también se preguntan cómo vivimos. Pero, ya ves, sólo porque nos hayan repartido ciertas cartas no significa que no podamos elegir el sobreponernos, dominar las ataduras de un destino que ninguno de nosotros deseaba e intentar retener toda la esencia de humanidad que nos resulte posible.

Yací inmóvil, atrapado por un silencio sobrecogedor.

— ¿Te has dormido? —susurro con su voz ronca, después de unos segundos.

—No.

— ¿Eso es todo lo que te inspira curiosidad?

—En realidad, no.

— ¿Qué más deseas saber?

— ¿Por qué puedes leer mentes? ¿Por qué sólo tú? ¿Y por qué Niall lee el porvenir? ¿Por qué sucede?

En la penumbra, sentí cómo se encogía de hombros.

—En realidad, lo ignoramos. Carlisle tiene una teoría. Cree que todos traemos algunos de nuestros rasgos humanos más fuertes a la siguiente vida, donde se ven intensificados, como nuestras mentes o nuestros sentidos. Piensa que yo debía de tener ya una enorme sensibilidad para intuir los pensamientos de quienes me rodeaban y que Niall tuvo el don de la precognición, donde quiera que estuviese.

— ¿Qué es lo que se trajo él a la siguiente vida? ¿Y el resto?

—Carlisle trajo su compasión y Esme, la capacidad para amar con pasión. Emmett trajo su fuerza, y Rosalie la... tenacidad, o la obstinación, si así lo prefieres —se rió—. Liam es muy interesante. Fue bastante carismático en su primera vida, capaz de influir en todos cuantos tenía alrededor para que vieran las cosas a su manera. Ahora es capaz de manipular las emociones de cuantos le rodean para apaciguar una habitación de gente airada, por ejemplo, o a la inversa, exaltar a una multitud aletargada. Es un don muy sutil.

Estuve considerando lo inverosímil de cuanto me describía en un intento de aceptarlo. Aguardó pacientemente mientras yo pensaba.

— ¿Dónde comenzó todo? Quiero decir, Carlisle te cambió a ti, luego alguien antes tuvo que convertirlo a él, y así sucesivamente...

— ¿De dónde procedemos? ¿Evolución? ¿Creación? ¿No podríamos haber evolucionado igual que el resto de las especies, presas y depredadores? O, si no crees que el universo surgió por su cuenta, lo cual me resulta difícil de aceptar, ¿tan difícil es admitir que la misma fuerza que creó al delicado chiribico y al tiburón, a la cría de foca y a la ballena asesina, hizo a nuestras respectivas especies?

—A ver si lo he entendido... Yo soy el resultado de la foca, ¿verdad?

—Exacto.

Harry  se echó a reír. Algo me tocó la cabeza... ¿Sus labios?

Quise volverme hacia él para comprobar si de verdad eran sus labios los que rozaban mi pelo, pero tenía que portarme bien. No quería hacérselo más difícil de lo que ya era.

— ¿Estás preparado para dormir o tienes alguna pregunta más? —inquirió, rompiendo el breve silencio.

—Sólo uno o dos millones.

—Tenemos mañana, y pasado, y pasado mañana... —me recordó. Sonreí eufórico ante la perspectiva.

— ¿Estás seguro de que no te vas a desvanecer por la mañana? —quise asegurarme—. Después de todo, eres un mito.

—No te voy a dejar —su voz llevaba la impronta de una promesa.

—Entonces, una más por esta noche...

Pero me puse colorado y me callé. La oscuridad no iba a servir de mucho. Estaba seguro de que él había notado el repentino calor debajo de mi piel.

— ¿Cuál?

—No, olvídalo. He cambiado de idea.

—Lou, puedes preguntarme lo quieras.

No le respondí y él gimió.

—Intento pensar que no leerte la mente será menos frustrante cada vez, pero no deja de empeorar y empeorar.

—Me alegra que no puedas leerme la mente, ya es bastante malo que espíes lo que digo en sueños.

—Por favor.

Su voz era extremadamente persuasiva, casi imposible de resistir. Negué con la cabeza.

—Si no me lo dices, voy a asumir que es algo mucho peor que lo que es —me amenazó sombríamente—. Por favor —repitió con voz suplicante.

—Bueno... —empecé, contento de que no pudiera verme el rostro.

— ¿Sí?

—Dijiste que Rosalie y Emmett van a casarse pronto... ¿Es ese matrimonio igual que para los humanos?

Ahora, al comprenderlo, se rió con ganas.

— ¿Era eso lo que querías preguntar?

Me inquieté, incapaz de responder.

—Sí, supongo que es prácticamente lo mismo. Ya te dije que la mayoría de esos deseos humanos están ahí, sólo que ocultos por instintos más poderosos.

—Ah —fue todo lo que pude decir.

— ¿Había alguna intención detrás de esa curiosidad?

—Bueno, me preguntaba... si algún día tú y yo...

Se puso serio de inmediato. Sentí la repentina inmovilidad de su cuerpo. Yo también me quedé quieto, reaccionando automáticamente.

—No creo que eso... sea... posible para nosotros...

— ¿Porque sería demasiado arduo para ti si yo estuviera demasiado cerca?

—Es un problema, sin duda, pero no me refería a eso. Es sólo que eres demasiado suave, tan frágil. Tengo que controlar mis actos cada instante que estamos juntos para no dañarte. Podría matarte con bastante facilidad, Louis, y simplemente por accidente —su voz se había convertido en un suave murmullo. Movió su palma helada hasta apoyarla sobre mi mejilla—. Si me apresurase, si no prestara la suficiente atención por un segundo, podría extender la mano para acariciar tu cara y aplastarte el cráneo por error. No comprendes lo increíblemente frágil que eres. No puedo perder el control mientras estoy a tu lado.

Aguardó mi respuesta. Su ansiedad fue creciendo cuando no lo hice.

— ¿Estás asustado? —preguntó.

Esperé otro minuto antes de responder para que mis palabras fueran verdad.

—No. Estoy bien.

Pareció pensativo durante un momento.

—Aunque ahora soy yo quien tiene una curiosidad —dijo con voz más suelta—. ¿Nunca has...? —dejó la frase sin concluir de modo insinuante.

—Naturalmente que no —me sonrojé—. Ya te he dicho que nunca antes he sentido esto por nadie, ni siquiera de cerca.

—Lo sé. Es sólo que conozco los pensamientos de otras personas, y sé que el amor y el deseo no siempre recorren el mismo camino.

—Para mí, sí. Al menos ahora que ambos existen para mí —musité.

—Eso está bien. Al menos tenemos una cosa en común —dijo complacido.

—Tus instintos humanos... —comencé. Él esperó—. Bueno, ¿me encuentras atractivo en ese sentido?

Se echó a reír y me despeinó el pelo.

—Tal vez no sea humano, pero soy un hombre —me aseguró.

Bostecé involuntariamente.

—He respondido a tus preguntas, ahora deberías dormir —insistió.

—No estoy seguro de poder.

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Mensaje por FUTURESTYLES Sáb 02 Nov 2013, 8:00 pm

AWWW no me acordaba de esa pregunta!!! pero eso tiene facil solucion deja a Lou ser tops y asi nadie sale herido!!! jajaj yo  quiero smut creepygusta larry stylinson - CREPUSCULO (LARRY STYLINSON Y NIAM) -TERMINADA- - Página 10 918334782  dame smut !!!!! y sigula porfis!!!
FUTURESTYLES
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Mensaje por TomlinsonLover Sáb 02 Nov 2013, 9:12 pm


AY COMO AMO ESTO
solo me sale decir jksafsdghdfkjfghgfihkfgih
me esta matando de feels esto
harry es tan tierno que me mata
louis y sus preguntas jajaja
los celos ♥ ay ay ay
amo los celooooos ah
ame ame ame ame ame el capitulo!!
lo nombra en sueños ♥
harry lo espia
awwwwwwwww
esta en los capitulos mas lindos ♥

seguila cuando puedas !
un beso :)
TomlinsonLover
TomlinsonLover


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larry stylinson - CREPUSCULO (LARRY STYLINSON Y NIAM) -TERMINADA- - Página 10 Empty Re: CREPUSCULO (LARRY STYLINSON Y NIAM) -TERMINADA-

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