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Manual de lo prohibido [Harry Styles]
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Página 30 de 32. • 1 ... 16 ... 29, 30, 31, 32
Re: Manual de lo prohibido [Harry Styles]
Cami_quiroga:) escribió:Nueva lectora :love:
Adivina quien ama la novela?
SII! yO (?
Es hermosa !
Seguila:oops:
holiscrayolis
Re: Manual de lo prohibido [Harry Styles]
It's G Bitch escribió:AHHHHHHHH!!! Cada vez se pone mejor y más interesante!
Un abrazo!
Gaby.
holiscrayolis
Re: Manual de lo prohibido [Harry Styles]
Capítulo 61.
Tras el escritorio de roble, había una señora con el pelo cobrizo, enrulado hasta los hombros. Los ojos remarcados con lápiz negro y los labios pintados de un rosa pálido. Las arrugas en su piel se hicieron más notorias cuando esbozó una sonrisa.
—Pasa, corazón —dijo amable—. ¿Dónde está el señor Martínez? —preguntó al notar que venía sola.
—Lo mismo me pregunto. Salió casi corriendo hacía el pasillo continuo —me encogí de hombros y ella rió.
—Bueno, muéstrame el trabajo que hicieron —me hizo un gesto con la mano para que me acercara y me sentara en una de las sillas frente a su escritorio.
Caminé hasta ella y me senté, entregándole el sobre de fotografías. Ella las sacó del sobre y comenzó a mirarlas.
¿A dónde habrá ido Jesse? ¿Qué era tan importante como para dejarme sola en esto? A menos de que fuera algo de lo que no quería que me enterara. Sacudí levemente la cabeza. Me estaba volviendo una paranoica. Pero Jesse me daría una explicación.
Posé mi vista en la placa de metal dorado que estaba frente a mí y la leí pasivamente. Katharine González, Editora de la “Notes”. Mantuve mi vista sobre la placa, mientras que la señora González revisaba las fotografías y asentía en gesto de conformidad.
—Son muy buenas fotografías —dijo y luego me sonrió, mostrándome de nuevo todas esas arruguitas—. Hacen un muy buen trabajo —abrió su cajón derecho y sacó de allí un recibo. Garabateó en él con un bolígrafo y luego me lo pasó—. Dile a Roxxane que te selle esto y que te diga dónde cobrarlo.
Miré el papel, era el pago por nuestro trabajo. Las cejas se me elevaron al ver la cantidad.
—Fue un placer trabajar con ustedes —se levantó y yo hice lo mismo, luego me tendió la mano.
—Igualmente —le sonreí.
Salí de aquella oficina y al salir vi a Jesse, que apenas venía llegando.
—¿Ya pasaste? —me preguntó.
Asentí con la cabeza una sola vez y luego me giré hacía Roxxane.
—¿Podrías…?
—Oh, claro —tomó el papel y lo selló y luego de firmarlo también me lo devolvió—. Lo cobras al fondo del otro pasillo —me regaló una sonrisa con sus potentes labios rojos.
—Gracias.
Jesse se acercó y tomó el papel.
—¡Vaya! ¿Todo eso para nosotros? —dijo, mirando la cantidad que nos pagarían.
—La mitad para cada quien —reí, mientras caminábamos hacía el pasillo opuesto—. Por cierto, ¿a dónde fuiste?
—¿Eh? —conocía esa expresión de desentendimiento que ponía cada vez que no quería decir algo.
Entonces la incertidumbre me recorrió el cuerpo.
—¿A dónde fuiste, Jesse? —lo miré, parando mi caminar.
—Ah… saludar —se encogió de hombros.
—¿A saludar a quien? —fruncí el ceño.
—A una persona con la que ya me había topado antes.
—¿Tiene que ver conmigo? —por un segundo, lo que dura un latido, Harry pasó por mi pensamiento.
—Esa persona jamás te ha visto —dijo, ya más calmado e hizo que me calmara también—. Anda, ya vamos por nuestro pago —me incitó a seguir caminando hacía el siguiente cubículo.
No sabía por qué, pero la incertidumbre no se iba. Algo me decía que todo eso tenía que ver conmigo. O a lo mejor, de verdad me estaba convirtiendo en una paranoica. No quería hacerme falsas ilusiones en que a lo mejor, Harry también tuviera que ver en esto; pero era algo ilógico. Harry estaba muy lejos y Jesse ni siquiera lo conocía más que en fotos.
Cobramos nuestro dinero y lo repartimos mitad y mitad, luego Jesse me llevó a casa en donde las especulaciones continuaron.
Era una terca, si Jesse me conocía bien sabría que no me iba a dar muy fácil por vencida y que no me iba a quedar de brazos cruzados; además de que era una completa curiosa igual que… Harry. Era inevitable no traerlo a mi pensamiento, vivía allí día y noche y no podía bloquearlo. Pero todo esto sólo se enredaba con tantos nombres, de por sí, eran ya suficientes.
La noche llegó rápido, pero no dispersó mis pensamientos. Tenía que separar todas las cosas que se enredaban en mi cabeza y saber en qué se relacionaban una con la otra. Harry y la canción, Jesse y su misteriosa desaparición en la mañana, Harry, Jesse.
Suspiré y me asomé por la ventana, el cielo oscurecido sostenía un cuarto menguante en lo alto y tuve que pensar en Harry, una vez más. ¿Dónde estaba? Deseaba tener una señal, un lugar, lo que sea. Quería que alguien me dijera que lo había visto, que estaba bien, quería saber cualquier cosa. Pensarlo me hacía recordarlo, a poco más de un mes de haber regresado, tenía su recuerdo nítido en mi mente: sus bellos ojos avellana brillando con luz propia, su cabello perfectamente peinado y castaño, tan suave como espuma en los dedos, sus sonrisas tan mágicas y sus labios… deliciosos.
Suspiré de nuevo y me puse a pensar en Jesse, ya que si seguía dándole luz verde a los pensamientos de Harry, se me iría toda la noche y terminaría llorando. Volví a concentrarme en el asunto de Jesse entonces, recordé lo que le me contestó cuando le pregunté si aquella persona tenía que ver conmigo: “Esa persona jamás te ha visto”. A Jesse no le gustaba mentir a sus amigos, pero cuando no quería decir algo daba una respuesta real pero no acertada. Abrí los ojos de par en par. Entonces aquello sí tenía que ver conmigo, podía apostar a que sí. Pero… ¿de qué forma? Aquella persona tenía que ver conmigo, pero jamás me había visto… todo era tan confuso.
Volví a mirar la luna, Harry, Harry, Harry. ¿Dónde estás? ¿Estará pensando en mí? Me reí, no podía siquiera alejar un minuto mis pensamientos de él. Ya debería de saberlo, es como pedirle a un manzano que no produzca ya sus frutos.
Como sea, tarde o temprano tenía que enterarme de lo que Jesse tramaba; sólo que esperaba que no fuera demasiado tarde.
holiscrayolis
Re: Manual de lo prohibido [Harry Styles]
Capítulo 62.
La luz del contestador parpadeaba cuando llegué a casa. Había estado casi toda la mañana vagabundeando por mi ciudad en busca de buenas fotografías para tomar. Había tomado sólo tres en casi seis horas. Me acerqué y apreté el botón para oír el mensaje, mientras iba por un vaso de agua.
—Oh, buenos días señorita Howe, o buenas tardes según escuche mi mensaje.
Su fotografía nos ha fascinado y queremos que nos muestre toda la colección. Hay algo especial en esa imagen y, estaríamos muy honrados en ver su trabajo para si usted quiere, hacer la exposición.
Comuníquese en cuanto oiga el mensaje. Ya sabe el teléfono de la compañía, pregunte por el señor Blade.
Que pase buen día, hasta luego.
El pitido que anunciaba el final del mensaje me hizo aterrizar. ¿Cuál fotografía? ¿De qué exposición está hablando? ¿Qué señor Blade? Corrí hasta el teléfono y garabateé el número de esa llamada en un papel, luego lo marqué.
Una voz femenina me contestó al segundo timbre.
—Olmos estudio, ¿en qué puedo servirle?
—Amm… ¿hay allí un señor Blade con quien pueda comunicarme? —pregunté, terriblemente confundida.
—Claro, enseguida.
—Gracias —tamborileé los dedos en la mesita mientras escuchaba la fastidiosa melodía a través de la bocina del teléfono.
—Oficina del señor Blade, ¿en qué puedo ayudarte? —me contestó otra voz más aguda que la primera.
Fruncí el ceño. ¿Qué allí todo mundo contestaba de la misma manera?
—Hola, ¿podrías comunicarme con el señor Blade, por favor?
—¿Quién lo busca?
—______ Howe.
—Oh, claro. Enseguida —dijo y transfirió la llamada por un lapso de tiempo más corto que el anterior.
—Señorita Howe, es usted —dijo la voz de hombre, ronca y amable.
—Eh… sí, pero aun no entiendo quién es usted —musité, con franqueza.
—Bueno, soy el presidente de las exposiciones fotográficas de esta empresa. Thomas Blade.
Los ojos se me abrieron como platos. Thomas Blade, había leído de él hace bastante tiempo; era el “productor” de las exposiciones fotográficas que tuvieron más fama en el país y no sólo allí.
—¿Señorita Howe? —preguntó, ya que me había quedado muda.
—Estoy aquí —farfullé—. Pero aun no entiendo por qué me llamó.
—Pues vimos su fotografía. Nos ha encantado y…
—¿Qué fotografía? —lo interrumpí.
—Un joven vino el día de ayer mostrándonos una fotografía que usted tomó en su viaje a Venecia, Italia, según nos contó él muchacho.
El corazón comenzó a latir debajo de mi pecho. Todo estaba cobrando sentido de pronto.
—A decir verdad, la fotografía es muy buena y pensamos que una exposición con ese tipo de fotografías sería magnífico, pero antes queremos ver todas.
—Ah…
—Si se pregunta cómo conseguimos su teléfono y su nombre, pues déjeme decirle que tiene un amigo muy… insistente —soltó una risita gutural.
Me quedé en silencio por un momento, sintiendo cómo encajaban todas las piezas del asunto de Jesse. Él había tomado una de mis fotos ayer, y ese mismo día la había llevado con Thomas Blade —una persona que jamás me había visto pero que tenía que ver conmigo— para que me diera la oportunidad de una exposición de arte, de fotografías. Por eso no quería decirme, por eso esa mirada misteriosa cuando vio el sobre… mataría a Jesse.
—Es usted muy callada, señorita Howe —bromeó Blade soltando otra risita.
—Lo siento. Disculpe, esa foto no debió de salir de mi casa, es un error —farfullé, ¿cómo iba a hacer una exposición de todas las fotografías que tenía de Harry? Ni que estuviera loca.
—¿Por qué no viene y lo hablamos? Y traiga las demás fotografías. Es una oportunidad excelente, ¿la va a dejar pasar? —me tentó.
Me mordí el labio inferior, vacilante.
—¿Señorita Howe? —insistió.
—Llego en una hora, ¿le parece? —dije, dándome por vencida.
—Perfecto. Hasta pronto, entonces.
Trunqué la llamada de manera brusca y me llevé las manos a la cara. Ahora además de “roba novios” me volvería una asesina. Jesse me las pagaría, pero antes tenía que recuperar mi foto.
Me dirigí al estante de libros y tomé el sobre de fotos, lo introduje en mi morral y salí directo a aquel edificio en el que había estado ayer.
Mientras iba, pensaba en la posibilidad de aceptar la oferta de Blade. Exponer mis fotografías en un salón inmenso, mientras ofrecían aperitivos elegantes a la gente que admiraba mi trabajo era el deseo que tenía desde que empecé a dedicarme a la fotografía; el deseo de todo fotógrafo profesional que dispara su lente para encontrar la belleza en este mundo. Pero existía otro lado de la moneda. La parte oscura del sueño.
No podía exhibirle a medio mundo mi… mi… ¡ni siquiera sabía qué era! Simplemente no podía exponer esas fotos. ¿Qué pensaría Sharon si se enterara? Si hubiese una remota posibilidad de perdón, seguro desaparecería. O Harry, a lo mejor creería que lo había utilizado. Ya no podía ser más mala de lo que ya me sentía, ya no soportaría que me catalogaran así.
Caminando, hice un poco más de una hora y cuando llegué, inmediatamente recordé la ubicación de su oficina, a donde Jesse había ido el día anterior.
Me dirigí hasta allá y le sonreí a la señorita tras el escritorio. Una muchacha menuda como de unos dieciocho años.
—Hola, soy _____ Howe, vengo a ver a Blade —anuncié.
—_____ Howe, claro. Permíteme tantito—me sonrió y descolgó la bocina del teléfono y en un susurro parloteó algo que no pude entender; luego colgó y me sonrió—. Pasa, te está esperando.
—Gracias —le devolví la sonrisa de manera fugaz y luego entré a la oficina.
Al instante, el olor a pino fresco me rozó la nariz, haciéndome arrugarla levemente.
—Oh, buenos días señorita Howe, o buenas tardes según escuche mi mensaje.
Su fotografía nos ha fascinado y queremos que nos muestre toda la colección. Hay algo especial en esa imagen y, estaríamos muy honrados en ver su trabajo para si usted quiere, hacer la exposición.
Comuníquese en cuanto oiga el mensaje. Ya sabe el teléfono de la compañía, pregunte por el señor Blade.
Que pase buen día, hasta luego.
El pitido que anunciaba el final del mensaje me hizo aterrizar. ¿Cuál fotografía? ¿De qué exposición está hablando? ¿Qué señor Blade? Corrí hasta el teléfono y garabateé el número de esa llamada en un papel, luego lo marqué.
Una voz femenina me contestó al segundo timbre.
—Olmos estudio, ¿en qué puedo servirle?
—Amm… ¿hay allí un señor Blade con quien pueda comunicarme? —pregunté, terriblemente confundida.
—Claro, enseguida.
—Gracias —tamborileé los dedos en la mesita mientras escuchaba la fastidiosa melodía a través de la bocina del teléfono.
—Oficina del señor Blade, ¿en qué puedo ayudarte? —me contestó otra voz más aguda que la primera.
Fruncí el ceño. ¿Qué allí todo mundo contestaba de la misma manera?
—Hola, ¿podrías comunicarme con el señor Blade, por favor?
—¿Quién lo busca?
—______ Howe.
—Oh, claro. Enseguida —dijo y transfirió la llamada por un lapso de tiempo más corto que el anterior.
—Señorita Howe, es usted —dijo la voz de hombre, ronca y amable.
—Eh… sí, pero aun no entiendo quién es usted —musité, con franqueza.
—Bueno, soy el presidente de las exposiciones fotográficas de esta empresa. Thomas Blade.
Los ojos se me abrieron como platos. Thomas Blade, había leído de él hace bastante tiempo; era el “productor” de las exposiciones fotográficas que tuvieron más fama en el país y no sólo allí.
—¿Señorita Howe? —preguntó, ya que me había quedado muda.
—Estoy aquí —farfullé—. Pero aun no entiendo por qué me llamó.
—Pues vimos su fotografía. Nos ha encantado y…
—¿Qué fotografía? —lo interrumpí.
—Un joven vino el día de ayer mostrándonos una fotografía que usted tomó en su viaje a Venecia, Italia, según nos contó él muchacho.
El corazón comenzó a latir debajo de mi pecho. Todo estaba cobrando sentido de pronto.
—A decir verdad, la fotografía es muy buena y pensamos que una exposición con ese tipo de fotografías sería magnífico, pero antes queremos ver todas.
—Ah…
—Si se pregunta cómo conseguimos su teléfono y su nombre, pues déjeme decirle que tiene un amigo muy… insistente —soltó una risita gutural.
Me quedé en silencio por un momento, sintiendo cómo encajaban todas las piezas del asunto de Jesse. Él había tomado una de mis fotos ayer, y ese mismo día la había llevado con Thomas Blade —una persona que jamás me había visto pero que tenía que ver conmigo— para que me diera la oportunidad de una exposición de arte, de fotografías. Por eso no quería decirme, por eso esa mirada misteriosa cuando vio el sobre… mataría a Jesse.
—Es usted muy callada, señorita Howe —bromeó Blade soltando otra risita.
—Lo siento. Disculpe, esa foto no debió de salir de mi casa, es un error —farfullé, ¿cómo iba a hacer una exposición de todas las fotografías que tenía de Harry? Ni que estuviera loca.
—¿Por qué no viene y lo hablamos? Y traiga las demás fotografías. Es una oportunidad excelente, ¿la va a dejar pasar? —me tentó.
Me mordí el labio inferior, vacilante.
—¿Señorita Howe? —insistió.
—Llego en una hora, ¿le parece? —dije, dándome por vencida.
—Perfecto. Hasta pronto, entonces.
Trunqué la llamada de manera brusca y me llevé las manos a la cara. Ahora además de “roba novios” me volvería una asesina. Jesse me las pagaría, pero antes tenía que recuperar mi foto.
Me dirigí al estante de libros y tomé el sobre de fotos, lo introduje en mi morral y salí directo a aquel edificio en el que había estado ayer.
Mientras iba, pensaba en la posibilidad de aceptar la oferta de Blade. Exponer mis fotografías en un salón inmenso, mientras ofrecían aperitivos elegantes a la gente que admiraba mi trabajo era el deseo que tenía desde que empecé a dedicarme a la fotografía; el deseo de todo fotógrafo profesional que dispara su lente para encontrar la belleza en este mundo. Pero existía otro lado de la moneda. La parte oscura del sueño.
No podía exhibirle a medio mundo mi… mi… ¡ni siquiera sabía qué era! Simplemente no podía exponer esas fotos. ¿Qué pensaría Sharon si se enterara? Si hubiese una remota posibilidad de perdón, seguro desaparecería. O Harry, a lo mejor creería que lo había utilizado. Ya no podía ser más mala de lo que ya me sentía, ya no soportaría que me catalogaran así.
Caminando, hice un poco más de una hora y cuando llegué, inmediatamente recordé la ubicación de su oficina, a donde Jesse había ido el día anterior.
Me dirigí hasta allá y le sonreí a la señorita tras el escritorio. Una muchacha menuda como de unos dieciocho años.
—Hola, soy _____ Howe, vengo a ver a Blade —anuncié.
—_____ Howe, claro. Permíteme tantito—me sonrió y descolgó la bocina del teléfono y en un susurro parloteó algo que no pude entender; luego colgó y me sonrió—. Pasa, te está esperando.
—Gracias —le devolví la sonrisa de manera fugaz y luego entré a la oficina.
Al instante, el olor a pino fresco me rozó la nariz, haciéndome arrugarla levemente.
holiscrayolis
Re: Manual de lo prohibido [Harry Styles]
¿Una exposición con las fotos de Harry? OMG! ¿Lo hará?
Adoré el cap! :)
Seguilaa! ;)
Adoré el cap! :)
Seguilaa! ;)
ᴍᴀʀ.
Re: Manual de lo prohibido [Harry Styles]
Muy pronto haré maratón aunque no estoy segura si hacerlo de 3 o de 5 capítulos
holiscrayolis
Re: Manual de lo prohibido [Harry Styles]
Capítulo 63.
Había visto su fotografía en Internet, pero sin duda de eso ya había pasado algún tiempo. Era un sujeto con escaso pelo, ahora ya gris; su rostro robusto estaba cubierto de una piel expuesta bastante al sol. Me sonrió.
—______ Howe —se levantó—. Qué placer me da conocerte —me extendió la mano y la tomé, recelosa, con mi ceño ligeramente fruncido—. Siéntate, por favor.
La silla rechinó en el suelo cuando así lo hice.
—Señor Blade… —empecé.
—Thomas, por favor —me interrumpió, afable.
—Bien, Thomas. Esa fotografía no debió llegar a usted, es que…
—¿Cómo que no? —se echó para atrás, como sorprendido.
—Es que esa foto era… —luché con mi fuero interno para no decir “prohibida” y buscar la palabra adecuada— era…
—¿Fenomenal? ¿Excelente? ¿Maravillosa? ¿Cautivadora? —me interrumpió, de nuevo.
Y a pesar de todo lo que dijo, aquello no se acercaba ni un poco al significado que yo le daba.
Me reí.
—No, es que… —resoplé, frustrándome— Esa foto es personal.
—Piénsalo, sería una bellísima exposición fotográfica —gesticuló, como imaginándose la escena, ignorando mi comentario. Luego de un segundo, me miró—. Y sin duda sería una gran oportunidad para ti. No me digas que no es lo que quieres. Todo fotógrafo lo quiere —presionó, y tenía razón.
—¿Qué fotografía le dio Jesse? —inquirí, quería saber cuál era la imagen que le había fascinado tanto.
Suspiró al verme renuente, luego se levantó de su silla de cuero y fue por una carpeta azul de su archivero. Volvió a sentarse y me dio el folder. Lo tomé y luego lo abrí. El corazón se me expandió por todo el pecho y el estómago se me encogió. Entre mis manos tenía una de mis fotografías, una de tantas imágenes que no había visto hace tiempo. El hermoso rostro de Harry exponía su perfil izquierdo, y las luces de fondo de aquella feria proyectaban un centelleo en sus ojos. Era hermoso.
—No sé si vea lo mismo que yo veo en esa foto —me dijo Blade—. Yo veo una frase de alguna canción romántica, un cuento corto para contarles a mis hijas en las noches. No sé si me doy a entender —juntó sus manos sobre el escritorio y se inclinó un poco sobre él—. Me gustaría ver todas, por favor.
Entonces lo miré. Luego saqué de mi morral el sobre que contenía las demás, y aun medio vacilante, lo deslicé sobre la madera del escritorio hasta las manos de Blade.
Él me sonrió y luego abrió el sobre, sacando todas las fotografías. Cerré los ojos por un momento, bajando la cabeza. No sabía qué estaba haciendo, o mejor dicho, sí sabía pero no estaba segura de hacerlo. Sharon y Harry vinieron a mi cabeza. Si de alguna manera se dieran cuenta, ¿cuál sería su reacción? ¿lo creerían un abuso o quizá una burla? Sobre todo Harry, él es quien aparece en las fotos y… ¡Harry! Por un momento pude ver una cara de la moneda que no había visto.
Si Harry llegase a saber, ¿vendría a buscarme? Al menos para reclamarme, enfadarse o cualquier cosa, y yo… lo volvería a ver. No que eso cambiara las cosas, quizá me odiaba por destruir su relación con Sharon y más aun por publicarlo sin derecho alguno pero… era tanto el anhelo de saber de él que de cierta manera se había convertido en una necesidad. ¿Llegaría la noticia hasta Japón o donde sea que Harry se encontrara? Miré a Blade y de pronto lo vi como una esperanza.
Él había terminado de ver todas mis fotografías y la sonrisa en su rostro me decía que le habían gustado. Repentinamente la idea de exponerlas no me resultaba tan descabellada. No si eso, de alguna forma, me acercaba a Joseph.
—Vaya —dijo Blade, admirando la última imagen—. Son fantásticas —confesó—. Es como si te contaran una historia.
Me reí.
—Tienen una historia, no hay fotografía que no la tenga —admití.
—Me gusta, estoy encantado con su trabajo, señorita Howe. Sería un honor para nosotros exponer estas fotografías —me dijo, con los ojos rebosando de excitación—. ¿Qué dice usted?
Y entonces mi mente había cambiado por completo, mi perspectiva ya no era la misma que hace unas horas.
—Hagámoslo acepté, llenando mi cabeza de la imagen de Harry, ignorando si estaba bien o mal.
— La sonrisa de Blade se volvió aun más intensa, acentuándose en su moreno y arrugado rostro, luego me extendió la mano.
—Hagámoslo —repitió.
Estaba loca, severamente loca. Había aceptado la propuesta de Blade y ahora no podía echarme para atrás. Y es que alguna parte de mi cabeza, quizá la más destornillada, tenía la ridícula esperanza de que aquella exposición, de alguna manera me acercara a Harry.
Tenía que llamar a Blade para darle el nombre de la exposición, me había dado sólo un día para pensarlo, ya que todo se llevaría acabo en un mes, a finales de enero.
—______ Howe —se levantó—. Qué placer me da conocerte —me extendió la mano y la tomé, recelosa, con mi ceño ligeramente fruncido—. Siéntate, por favor.
La silla rechinó en el suelo cuando así lo hice.
—Señor Blade… —empecé.
—Thomas, por favor —me interrumpió, afable.
—Bien, Thomas. Esa fotografía no debió llegar a usted, es que…
—¿Cómo que no? —se echó para atrás, como sorprendido.
—Es que esa foto era… —luché con mi fuero interno para no decir “prohibida” y buscar la palabra adecuada— era…
—¿Fenomenal? ¿Excelente? ¿Maravillosa? ¿Cautivadora? —me interrumpió, de nuevo.
Y a pesar de todo lo que dijo, aquello no se acercaba ni un poco al significado que yo le daba.
Me reí.
—No, es que… —resoplé, frustrándome— Esa foto es personal.
—Piénsalo, sería una bellísima exposición fotográfica —gesticuló, como imaginándose la escena, ignorando mi comentario. Luego de un segundo, me miró—. Y sin duda sería una gran oportunidad para ti. No me digas que no es lo que quieres. Todo fotógrafo lo quiere —presionó, y tenía razón.
—¿Qué fotografía le dio Jesse? —inquirí, quería saber cuál era la imagen que le había fascinado tanto.
Suspiró al verme renuente, luego se levantó de su silla de cuero y fue por una carpeta azul de su archivero. Volvió a sentarse y me dio el folder. Lo tomé y luego lo abrí. El corazón se me expandió por todo el pecho y el estómago se me encogió. Entre mis manos tenía una de mis fotografías, una de tantas imágenes que no había visto hace tiempo. El hermoso rostro de Harry exponía su perfil izquierdo, y las luces de fondo de aquella feria proyectaban un centelleo en sus ojos. Era hermoso.
—No sé si vea lo mismo que yo veo en esa foto —me dijo Blade—. Yo veo una frase de alguna canción romántica, un cuento corto para contarles a mis hijas en las noches. No sé si me doy a entender —juntó sus manos sobre el escritorio y se inclinó un poco sobre él—. Me gustaría ver todas, por favor.
Entonces lo miré. Luego saqué de mi morral el sobre que contenía las demás, y aun medio vacilante, lo deslicé sobre la madera del escritorio hasta las manos de Blade.
Él me sonrió y luego abrió el sobre, sacando todas las fotografías. Cerré los ojos por un momento, bajando la cabeza. No sabía qué estaba haciendo, o mejor dicho, sí sabía pero no estaba segura de hacerlo. Sharon y Harry vinieron a mi cabeza. Si de alguna manera se dieran cuenta, ¿cuál sería su reacción? ¿lo creerían un abuso o quizá una burla? Sobre todo Harry, él es quien aparece en las fotos y… ¡Harry! Por un momento pude ver una cara de la moneda que no había visto.
Si Harry llegase a saber, ¿vendría a buscarme? Al menos para reclamarme, enfadarse o cualquier cosa, y yo… lo volvería a ver. No que eso cambiara las cosas, quizá me odiaba por destruir su relación con Sharon y más aun por publicarlo sin derecho alguno pero… era tanto el anhelo de saber de él que de cierta manera se había convertido en una necesidad. ¿Llegaría la noticia hasta Japón o donde sea que Harry se encontrara? Miré a Blade y de pronto lo vi como una esperanza.
Él había terminado de ver todas mis fotografías y la sonrisa en su rostro me decía que le habían gustado. Repentinamente la idea de exponerlas no me resultaba tan descabellada. No si eso, de alguna forma, me acercaba a Joseph.
—Vaya —dijo Blade, admirando la última imagen—. Son fantásticas —confesó—. Es como si te contaran una historia.
Me reí.
—Tienen una historia, no hay fotografía que no la tenga —admití.
—Me gusta, estoy encantado con su trabajo, señorita Howe. Sería un honor para nosotros exponer estas fotografías —me dijo, con los ojos rebosando de excitación—. ¿Qué dice usted?
Y entonces mi mente había cambiado por completo, mi perspectiva ya no era la misma que hace unas horas.
—Hagámoslo acepté, llenando mi cabeza de la imagen de Harry, ignorando si estaba bien o mal.
— La sonrisa de Blade se volvió aun más intensa, acentuándose en su moreno y arrugado rostro, luego me extendió la mano.
—Hagámoslo —repitió.
Estaba loca, severamente loca. Había aceptado la propuesta de Blade y ahora no podía echarme para atrás. Y es que alguna parte de mi cabeza, quizá la más destornillada, tenía la ridícula esperanza de que aquella exposición, de alguna manera me acercara a Harry.
Tenía que llamar a Blade para darle el nombre de la exposición, me había dado sólo un día para pensarlo, ya que todo se llevaría acabo en un mes, a finales de enero.
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