oops, i did it again. {james s. potter.

Después de cuatro años viviendo en Francia, Nina Goligth puede al fin volver a su amada Londres. Tras abandonarlo antes de empezar el tercer año, regresa para cursar su sexto año. Nadie sabe la razón de su partida, ni nadie lo sabrá, o al menos eso es lo que ella quiere, que nadie lo sepa. Vuelve especialmente para el "gran y majestuoso" casamiento de Ted Lupin y su prometida, Victoire Weasley, los cuales la invitaron gracias a su antigua amistad con los hermanos Potter, y a que Nina contó con la ayuda de los Delacour para vivir en Francia. La pelinegra está aterrorizada por re encontrarse con sus ex amigos, a los cuales nunca les avisó que se iba, ni tampoco les escribió. ¿Cómo se lo tomarán ellos? ¿Querrán seguir siendo amigos de ella o no le hablaran? Las preguntas la ponen nerviosa, pero ella les hará frente. Sea lo que sea, sabe que fue su culpa haberse ido, por lo menos en parte lo es.

Esto de viajar en la manera muggle no es lindo. Primero tuve que subirme a un ‘avión’, una cosa gigante, de metal, que supuestamente volaba. Prefería mil veces la escoba, por lo menos si me caía me golpeaba y no tenía un riesgo permanente de muerte. Tuve que viajar en esos condenados pasajes a la muerte sólo porque en Inglaterra no era mayor de edad como para usar la magia para aparecerme, ni se podía conectar la Red Flú, ¿y qué mejor idea que enviar a Nina a una muerte segura? Maldigo el día en el que los magos tuvimos que escondernos, lo maldigo.
Por lo menos las intermitentes náuseas y las mareas cesaron en cuanto salí del avión, y pise tierra firme. Por poco no me pongo a besar el suelo, por poco. Ya con mi maleta, salí del aeropuerto, en donde me encuentro a un castaño bastante conocido.
—Ted Lupin, ¿con cabello marrón? Esto debe ser una broma.
Él chico se dio vuelta, y me sonrió, abriendo los brazos. Entendí lo que quiso decir, y lo abracé.
Después de unos minutos, me separé de él.
— ¿Por qué Victoire no vino? —pregunté, agarrando mi maleta de nuevo y yendo hacia su auto, que reconocí como el de los Weasley. Seguro se lo prestaron para pasar desapercibido.
—Me parece que es porque decidiste venir un día antes del casamiento, ella está a tiempo completo con los preparativos, y tus ojos están amarillos, contrólate —me informó, y me concentré en tenerlos café de nuevo.
—Sabes que no los controlo muy bien —rezongué, y él rió.
Me pidió la valija, la cual puso en el baúl del auto, y nos subimos al mismo.
— ¿Cómo están todos? —pregunté, mientras veía como nos alejábamos de la ciudad e íbamos a la casa Weasley. La Madriguera.
—¿A pesar del hecho de que te fuiste sin despedirte ni dar razones, sin escribirnos y ahora después de cuatro años vuelves sólo por nuestro casamiento? Estamos bien —un dolor me invadió el pecho, y puedo jurar que mis ojos ahora estaban azules.
—En serio, lo siento mucho.
—Ya sé que lo sientes, pero ¿por qué te fuiste?
Me quedé callada, mirando hacia el costado, viendo las cosas pasar. No respondí, y esa fue la pista suficiente para que él se diera cuenta que no quería hablar.
— ¿Sabes quiénes estarán felices de verte? —cambió de tema, y le dirigí mi mirada— Los Potter.
—Seguro que no me quieren ni ver.
—No digas eso, estoy convencido de que se lanzarán a abrazarte.
Silencio de nuevo, y después de unos minutos, ya estábamos al frente de La Madriguera. Oh Dios. Aquí vamos.
Salí del auto, junto con Ted, el cual ya me tendía la maleta, y yo la tomé. Él caminó hacia la entrada, y yo lo seguí. Abrió la puerta, y la sensación de que estaba en mi hogar me invadió. Amaba esto de La Madriguera, amaba la familiaridad, la comodidad.
— ¿Ted? ¿Ya llegaste? —preguntó una voz femenina la cual reconocí como la de Molly Weasley, mayor. Se asomó al pasillo desde la cocina, y al instante su mirada se posó en mí. Alcé mi mano e hice un gesto de saludo, pero ya tenía a la persona que consideraba como mi abuela abrazándome.
—Ay Nina, no sabes cuánto te extrañamos —dijo, mientras le correspondía el abrazo. Se separó de mí, y se secó una lágrima que tenía en el ojo. Le sonreí.
— ¿Y los demás? —dijo Ted, y Molly señaló hacia arriba. Oh, claro, eran las siete de la mañana, por si no lo mencioné, seguro que se levantaban a las ocho o nueve, por ahí.
—Nina, querida, ve a la habitación de los chicos, tú sabes dónde está, es la misma de siempre. Despiértalos por favor, yo despertaré a los demás —asentí casi imperceptiblemente, y subí despacio las escaleras. Ya parada al frente de la puerta, tomé aire profundamente, y entré.
Ronquidos fue lo primero que escuché. Una pequeña luz inundaba la habitación, permitiéndome ver cuánto habían crecido los dos hermanos. El mayor, el de cabello castaño y ojos avellanas que ahora se encontraban cerrados, estaba definitivamente cambiado. Sus rasgos se habían definido y ya no tenía el cabello largo que tenía antes, mientras que el menor, el de pelo negro como la noche y ojos azules, todavía tenía el rostro un tanto aniñado pero atractivo en su totalidad. Me dirigí al último nombrado, y una idea se me vino a la cabeza. Abrí por completo la cortina que tapaba la mitad de la ventana, la que me daba luz, y me tiré encima de Albus, gritando “fuego, fuego, fuego”. La cara de susto cuando se levantó fue épica. Salí de encima de él y me senté a los pies de la cama. Sus ojos azul eléctrico se dirigieron a mí con confusión, y sentí que también James se había levantado.
— ¿Quién…? —intentó decir el menor, pero al ver mis ojos amarillos, de nuevo, se quedó sin palabras.
Los cambié de nuevo al chocolate habitual, pero luego recordé que ya no importaba si cambiaban su color, así que dejé que se quedaran amarillos.
— ¿Nina? —esta vez pudo articular palabra, le sonreí tímidamente, y sentí un par de brazos aferrados a mí. Los de Albus. Lancé una risa y lo abracé.
— ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué? —preguntó apenas nos separamos.
—Avión, hace unos diez minutos, casamiento de Victoire y Ted —dije, y asintió.
—Me alegra que los dos estén disfrutando un gran momento de amigos —dijo una voz al costado nuestro, y dirigí mi mirada allí para ver a James mirándome mal. Creo que él no se lo tomó tan bien como Albus—, pero si no les importa, tenemos que cambiarnos.
Me levanté de la cama, y me fui hasta la puerta.
—Los veo abajo.
Y bajé las escaleras rápidamente, para descubrir que mi maleta ya no estaba, fui hasta la cocina a preguntar, y me encuentro con un pastel de chocolate en frente mío.
— ¿Qué…? ¿Cómo…? —traté de decir, y luego dirigí mi mirada al chico con su habitual cabello púrpura— Ted.
—Lo siento bonita, pero no puedes no festejar tu cumpleaños si vas a vivir con los Weasley.
—Te odio tanto.