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Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación]
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación]
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~SiiGUELA
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~SiiGUELA
@ntonella
Re: Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación]
Siguieron a Raymond por el pasillo que conducía a una pequeña salita y, en cuanto cerraron la puerta con llave, Joseph la dejó en el suelo y la joven pudo ver por primera vez la furia que reflejaba su rostro. Sus ojos parecían dos nubes tormentosas y su expresión no podía ser más amenazadora cuando se volvió hacia Raymond.
—¿Qué coño ha pasado? —gritó colérico.
Para sorpresa de ________________, Raymond palideció y clavó los ojos en ella con preocupación.
—Estoy bien —murmuró ella, quitándole importancia al asunto—. Dios, os comportáis como si no me hubieran disparado antes.
—No aquí, y no de esta manera —masculló Raymond sacudiendo bruscamente la cabeza.
—Bueno, pues ha ocurrido —gruñó Joseph—. Y quiero saber por qué. Ahora, Raymond.
—Lo averiguaremos. —El ex agente dio un paso atrás cuando sonó su móvil. Lo sacó del bolsillo de la chaqueta y lo abrió antes de llevárselo a la oreja, dándoles la espalda—. Está bien —dijo con rapidez—. Sí, está a salvo. ¿Han encontrado al francotirador?
________________ miró a Joseph mientras escuchaban la conversación.
—¿Cómo voy a saber quién ha sido? —gritó Raymond de repente—. Supongo que uno de los negociadores cree que tiene pocas posibilidades de ser elegido y ha decidido acabar con ella. Te advertí que a algunos no les gustaría quedarse fuera con tanta rapidez... Bien. Me encargaré de ello... Avísame.
Cerró el móvil antes de volverse hacia ellos.
—Un negociador profesional no asesina a nadie por perder un encargo —rugió Joseph, lanzándole una mirada furiosa a Raymond mientras se acercaba a él—. Si le ocurre algo a ________________, Greer, puede apostar lo que quiera a que su jefe perderá su reputación para siempre. Me aseguraré de ello.
—No me amenace, Jonas —le advirtió Raymond con voz ronca—. Siempre se corren riesgos en este juego. Ella lo sabe tan bien como yo.
—No. Esto no debería haber ocurrido nunca. —Joseph estaba frente a Greer cuando ________________ se puso en pie.
Ella apretó los labios con frustración ante la testosterona que se palpaba en el ambiente. Como si gritándose el uno al otro pudieran resolver el problema.
—Ya basta, Joseph. —________________ se interpuso entre ellos antes de que pasaran a los puños—. Raymond. —Se volvió hacia él—. Intenta localizar a Ralph Stanford. Si aún sigue aquí, pregúntale dónde se encontraba durante el tiroteo. Apuesto lo que sea a que ha sido él quien ha disparado.
Los dos hombres la miraron fijamente.
—¿Por qué demonios piensas que ha sido Stanford? —inquirió Raymond.
La joven suspiró, exasperada.
—Deberías comprobar la reputación de la gente con la que te relacionas. —Sacudió la cabeza—. A Stanford no le gusta la competencia. Tiende a deshacerse de ella con una bala.
—Se le advirtió al respecto —masculló Raymond.
—Al parecer no fue suficiente —señaló ella, volviéndose hacia Joseph—. Por favor, dile al chófer que nos vamos. No pienso quedarme aquí esperando a ver si le atrapan.
—Sigues siendo tan terca y cabezota como siempre —la acusó Raymond mientras Joseph y ella se dirigían a la puerta.
—Lo sé. —Agitó la mano por encima del hombro—. Buenas noches, Raymond. Y por favor, dile a tu jefe que estoy muy disgustada. Me debe una.
NiinnyJonas
Re: Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación]
Capítulo Diez
________________ yacía en silencio sobre la cama cuando Joseph entró en el dormitorio. Entrecerrando los ojos perezosamente, lo observó acercarse a ella con un brillo de determinación en la mirada. A su rostro asomaba una extraña expresión y parecía envolverle un aura de misterio.
Como si estuviera reservándose una parte de sí mismo que no quería que la joven viera o descubriera.
Él no había dicho una sola palabra desde que abandonaron la fiesta, limitándose a adoptar una expresión sombría y peligrosa.
—¿Has llamado a tus amigos para informarles de lo ocurrido esta noche?
—Todavía no —gruñó, utilizando un inconfundible tono de advertencia que ella pensaba ignorar.
Sintió como si un puño le estuviese oprimiendo el corazón y luchó por contener años de dolor y soledad. Las piezas del puzzle que había tratado de resolver empezaban a encajar en su lugar. No había sospechas, ni casualidades. Ella lo sabía. En lo más profundo de su corazón de mujer, ese corazón que sólo había amado una vez en su vida, ________________ sabía quién era Joseph en realidad y también sabía que él jamás le revelaría su verdadera identidad.
Había pasado tantos años sola... Después de que él «muriera» apenas consiguió sobrevivir a duras penas, presa de una tristeza tan profunda que aún hoy seguía sin saber cómo había logrado salir de todo aquello.
Y ahora había regresado.
Tuvo que parpadear para hacer desaparecer las lágrimas provocadas por el aniquilador sentimiento de traición que la invadía mientras se preguntaba si ella habría hecho lo mismo. Cuando él le informó de que Warbucks estaba detrás de la muerte de Nick, también le dijo sin palabras por qué no había vuelto con ella.
No tuvo otra alternativa. Warbucks no habría descansado hasta que él estuviera muerto. Nick no habría estado a salvo, no habría podido escapar de los poderosos recursos de un criminal al que nadie podía identificar ni atrapar.
Y no sólo hubiera estado en juego la vida del propio Nick. Cualquier ser querido, cualquiera que hubiera podido ser utilizado en su contra, habría estado en peligro.
Incluyéndola a ella.
Por eso se alejó si mirar atrás. Para salvarla.
Lo sabía porque ella hubiera hecho lo mismo. Jamás habría puesto en peligro la vida del hombre al que amaba.
—Ralph Stanford estaba en el salón de baile en el momento del tiroteo —le informó Joseph de pronto, interrumpiendo sus pensamientos—. Raymond sigue buscando al francotirador, pero yo diría que hemos perdido la pista por esta noche.
—Quienquiera que sea volverá a intentarlo —señaló ________________—. Hay mucho dinero en juego y no le gustará perderlo con tanta rapidez.
La fiesta había puesto a cada uno en su lugar. Fuera quien fuese Warbucks, estaba intentando manipularlos. Los había reunido a todos en una zona controlada donde podía observarlos y esperar.
—El año pasado Raymond Greer fue el anfitrión de una fiesta similar y, curiosamente, coincidió con la venta de la lista de agentes que trabajaban en una delicada operación en Europa. Dos semanas después, los agentes estaban muertos.
—La operación Seascape —dijo ________________ en voz baja—. Esos agentes habían estado rastreando y vigilando una célula terrorista que utilizaba la costa inglesa para introducir de contrabando personas, suministros y armas. Estaban esperando la llegada de uno de los principales dirigentes de la organización cuando vendieron la lista.
Joseph asintió con la cabeza.
—El dirigente llegó a Inglaterra y luego se le perdió el rastro. Aún sigue suelto en vez de haber sido neutralizado.
Ése no era el tema que realmente ocupaba los pensamientos de ________________. Podía sentir la tensión, el torbellino de emociones que los rodeaba y les hacía arder con la fuerza de un fuego incontenible.
Estuvo a punto de echarse a llorar por el dolor que le desgarraba el corazón al ser consciente de todo lo que había perdido, de lo que ya nunca sería suyo.
—Voy a darme una ducha. —Joseph se apartó de la cama y se dirigió al cuarto de baño—. Hablaremos después.
Después. Siempre había un después.
Lo observó desaparecer en el baño, notando claramente la tensión en su voz, en sus hombros. Había tantas cosas que no sabía de él...
Habían pasado muy poco tiempo juntos. Tan poco, que no habían llegado a saber todo lo que necesitaban el uno del otro.
________________ permaneció en la cama mirando al techo, recreando en su mente la imagen de Joseph bajo el chorro de la ducha con el agua deslizándose por su cuerpo.
Pero no quería imaginárselo.
Apartando las mantas, se levantó de la cama y se dirigió en silencio al cuarto de baño.
Se quitó la larga camiseta que se había puesto para dormir y lo observó a través de las puertas de la ducha. El pelo castaño claro se le pegaba a la cabeza y al cuello, y el agua caía sobre su duro y musculoso cuerpo confiriendo un brillo dorado a esa piel que ella se moría por tocar.
Sin atreverse a dar el último paso, la joven lo miró mientras él seguía de espaldas a ella y vertía champú en la palma de la mano. Luego volvió a colocar el bote en su lugar antes de extender el jabón entre los espesos mechones del pelo.
La espuma se le deslizó por la espalda y las nalgas como si fuera la caricia de una amante antes de caer al suelo de la ducha.
Justo entonces, la joven alargó la mano y tocó el cristal de la mampara como si pudiera sentir la calidez de su piel a través de ella. Sintió el deseo estallando en su interior. Necesitaba tocar a Joseph, saborearle, besar la piel bronceada y sentir bajo sus palmas los poderosos músculos. Quería sentirlo contra su cuerpo, dentro de ella. Perderse en sus fuertes brazos.
Anhelante, se humedeció los labios cuando él se puso de nuevo bajo el chorro de agua para deshacerse de la espuma.
No pudo contenerse más y abrió la puerta de la ducha con sigilo.
Él sabía que ella estaba allí. Lo observó tensarse cuando entró en el cubículo y vislumbró la pesada longitud de su erección.
Alargó una mano temblorosa y tocó con reverencia la cálida piel y los flexibles músculos de su espalda. Al instante, él metió la cabeza bajo el chorro de la ducha y se apoyó en la pared con una mano.
—No es el mejor momento, ________________. —La voz de Joseph era áspera y gutural—. Vuelve a la cama, cariño.
La joven se quedó paralizada. Había oído algo en su voz que jamás había escuchado antes, algo que sólo percibió algunas veces en Australia. En aquellas ocasiones en que él desaparecía durante un par de días antes de regresar con la sempiterna y familiar sonrisa en la cara.
—¿Que vuelva a la cama? —________________ negó con la cabeza y cerró tras de sí la puerta de la cálida y húmeda cabina.
Como si estuviese tratando de apelar a su fuerza de voluntad para no tomarla entre sus brazos, Joseph apoyó la otra mano en la pared mientras inspiraba profundamente.
—¿Por qué iba a querer volver a la cama? —Le deslizó la yema de los dedos por los tensos músculos de la espalda—. ¿Qué me ocultas, Joseph?
________________ conocía una parte de lo que le ocultaba. Le ocultaba quién era, lo que era. Le ocultaba al hombre que era ahora y al hombre que había sido.
—Quizá esté tratando de protegerte —respondió él con un ronco gruñido.
Ella observó su perfil detenidamente. Tenía los ojos cerrados, con las largas y espesas pestañas salpicadas de agua, y conservaba el control a duras penas.
—Es demasiado tarde para intentar protegerme —susurró ________________, apoyando la cabeza en su hombro—. Me temo que en todo lo que se refiere a ti, soy una causa perdida.
Incluso antes de que ella terminara de hablar, él se movió. Le rodeó la cintura con un brazo y la empujó bruscamente contra la pared de la ducha.
La expresión de Joseph era de intensa lujuria y sus ojos grises se habían vuelto casi negros. La erección que presionaba el vientre de ________________ era dura como el acero, caliente como el hierro fundido.
NiinnyJonas
Re: Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación]
El agua fluía ahora en torno a ellos, deslizándose entre sus cuerpos, sobre sus hombros, envolviéndolos en un mundo de deseo y pasión.
Como si su única intención fuera ducharse, la joven alargó la mano hacia un lado de la pared en busca del gel que había sobre un estrecho estante.
—No lo hagas, ________________ —le advirtió Joseph al ver que también cogía la esponja que colgaba en el lado opuesto.
—¿Que no haga qué? —preguntó ella mientras sentía latir su polla contra el vientre—. ¿Que no esté aquí contigo? ¿Que no te toque cuando puedes tomar lo que necesitas con sólo alargar la mano? ¿No te han preparado en esa Unidad a la que perteneces a afrontar una situación como ésta?
________________ vertió el gel en la esponja sin dejar de mirarlo a los ojos. Había algo tormentoso, algo desesperado en la mirada que él clavaba en ella.
—¿No me deseas, Joseph? —susurró la joven—. ¿Me has deseado realmente alguna vez?
Había un atisbo de dolor en su voz, una sombra de pesar en su mirada, como si ella no preguntara por el presente, sino por un pasado compartido.
Joseph sintió crecer en su interior de forma desmedida la abrumadora lujuria que siempre provocaba en él aquella mujer. Desde la primera vez que la vio, desde el primer beso, esa necesidad no había hecho más que acrecentarse como un fuego incontrolable.
Siempre había sido así. Incluso cuando tuvo que poner distancia entre ellos siguió luchando contra aquel deseo tan poco familiar al que no podía dar nombre y que, aún hoy, no podía comprender.
Cinco años antes había sido como un dolor difuso e indefinido. Pero ahora era incluso peor. En aquel momento una marea incontrolable de sentimientos llenaba todos sus sentidos y exigía más de él de lo que nunca hubiera imaginado.
Que además tuviera otra identidad no ayudaba. Al principio había pensado que sí. Habia creído que al ser Joseph Jonas en vez de Nick Miller, que al trabajar con ella bajo sus propios términos y saber que cuando la misión acabara todo habría terminado entre ellos, se aliviaría aquella desesperación que sentía en su interior.
Pero no era así. De hecho, se sentía mucho peor. ________________ le miraba como si supiera quién era, lo que era... algo que él no podía permitir que supiera.
Apretó el brazo en torno a ella y la estrechó contra su cuerpo. Sintió cómo la joven contenía la respiración y observó la excitación que brillaba en sus ojos verdes.
—Deberías haberte quedado en la cama —gruñó con voz ronca, causada por aquel deseo incontenible que le atravesaba.
—¿Porque así podrías conservar el control? —Le deslizó la suave esponja enjabonada por el hombro al tiempo que le rozaba el torso con los pezones. Eran como un fuego sedoso contra su tórax y hacían que su piel vibrara visiblemente.
—El control puede ser bueno. —Él se lo demostró introduciendo un muslo entre los de ella y apretándolo contra el cálido montículo de su sexo.
Al instante, sintió los cálidos y resbaladizos jugos de ________________, sintió cómo su piel empezaba a arder, cómo inspiraba bruscamente.
Le quitó la esponja de las manos y volvió a colocarla en su lugar, luego le agarró las muñecas con una mano y se las sujetó por encima de la cabeza.
—¿Contra quién luchas, Joseph? —musitó ella—. ¿Contra ti o contra mí?
Él la miró preguntándose en silencio contra quién había estado luchando realmente, aunque, en realidad, lo sabía. Había combatido contra el sentimiento de unión, contra la necesidad de sentir a ________________ a su lado, contra el vínculo irrompible que había forjado con la joven años atrás. Contra la certeza de que no merecía la pena vivir la vida sin ella.
Ésa era la razón por la que la había dejado sola en la cama y se había escabullido a la ducha. Para esconderse de sí mismo. Para escapar de la necesidad de darle más de lo que él pensaba que podía darle a cualquier mujer.
—No sabes lo que me estás haciendo, ________________ —murmuró con voz áspera—. No sabes lo que estás haciéndonos a los dos.
La joven respiraba de forma entrecortada con los pechos subiendo y bajando contra su torso, mientras él se apartaba lentamente. Pero no para dejarla ir. No. De ninguna manera iba a soltarla ahora.
—¿Y qué nos estoy haciendo, Joseph? —Apretó las manos hasta convertirlas en puños al tiempo que arqueaba las caderas, apretándolas más contra su miembro.
—¿Destruyéndonos? —le preguntó él con suavidad, aunque sabía que eso era, exactamente, lo que ella estaba haciendo. Los estaba destruyendo a ambos, caricia a caricia, beso a beso, hasta que sus almas se rompieran.
—¿Destruyéndonos? ¿Tocarte va a destruirnos más de lo que lo está haciendo esta situación?
Ésa era la pregunta del siglo, una pregunta para la que Joseph no tenía respuesta porque era incapaz de hilvanar un solo pensamiento debido a la lava que corría por sus venas.
Mascullando una maldición, se inclinó para saquear brutalmente su boca, la inmovilizó contra la pared e hizo que ________________ le rodeara el cuello con los brazos mientras luchaba contra sí mismo, contra los impulsos que lo desgarraban.
Fue como combatir contra un demonio que poseyera su alma. Se negó a darle paz, a liberarlo.
Ésa era la parte de sí mismo que él no había querido que ella viera. La que le impulsaba a dominarla. La que lo mataba de deseo. La que ansiaba por encima de todo las caricias de ________________ y regía cada uno de sus instintos.
—Maldita seas, te advertí que te fueras —gruñó intentando contener el tono ronco de su voz, ese acento que no podía dejar que ella oyera.
Echó la cabeza hacia atrás, la cogió del pelo y atrajo los labios de ________________ a su pecho, conteniendo el impulso de tomarla sin más preliminares.
Ella le soltó el cuello y le deslizó las manos por el pecho y el abdomen, haciendo que Joseph contrajera con fuerza los músculos del estómago al sentir el cosquilleo que le provocaban las sedosas yemas de los dedos femeninos.
Sin apenas respirar, bajó la mirada hacia ella y observó con avidez cómo dirigía la cabeza más abajo. Fue como si ________________ se moviera a cámara lenta, cada caricia parecía eterna y le hacía arder el alma. Las pestañas, salpicadas de agua, resaltaban el intenso color verde esmeralda de sus ojos, que parecían brillar más que nunca.
—Sabes lo que quiero —jadeó Joseph—. Dámelo, ________________.
Tensó los dedos entre sus cabellos y la empujó más abajo, hasta que sintió su cálido aliento contra la punta hinchada de su miembro. Hasta que le agarró la gruesa polla y la sostuvo por la base.
Un feroz y violento estremecimiento lo atravesó como una lanza al sentir el húmedo aliento de la joven en la parte más sensible de su cuerpo, consciente de que estaba a punto de tomarlo entre sus labios y del placer que experimentaría al cabo de un momento.
________________ alzó la mirada hacia él, observando sus reacciones con atención mientras bajaba más la cabeza. Separó los labios y la cálida y dulce caricia de su boca provocó en Joseph una ráfaga de éxtasis que le tensó los testículos.
—Maldición. —Apoyó una mano en la pared de la ducha, parpadeando bajo el agua—. Deja de torturarme.
Ella cerró los labios sobre el sensible glande en respuesta, acariciándolo y lamiéndolo con la lengua, y a Joseph se le nublaron los sentidos. Apenas lograba controlarse ante el salvaje placer que resonaba en su interior.
Que Dios le ayudara. La necesitaba de una manera que no comprendía. Necesitaba poseerla, dominar su sexualidad, su cuerpo. Su corazón.
Movió las caderas con brusquedad para meterle el glande más profundamente en la boca, hasta que las mejillas de ________________ se hundieron y la sensación de succión amenazó con hacerle llegar al clímax.
No existía nada más que los labios de ________________ en su polla, succionándole hasta lo más hondo, tomándolo con una íntima y muda promesa que debilitó cualquier decisión que hubiera tomado de mantenerse alejado de ella.
No podía hacer otra cosa que dejarse llevar por la lujuria. ________________ le había despojado de cualquier atisbo de voluntad. Le había seguido a la ducha a pesar de que le había advertido que se mantuviera alejada. Había continuado tocándole cuando él le aseguró que podría encontrar más de lo que estaba buscando.
Ahora, la necesidad era como una bestia salvaje en su interior; un deseo incontenible al que no podía poner freno.
Le tiró con fuerza del pelo mientras luchaba por contenerse y no correrse en ese momento. Dios sabía que quería disfrutar de eso. De la sensación que le provocaba aquella ardiente y dulce boca al chuparle el glande. De verla con los ojos entrecerrados y los labios rojos alrededor de su polla.
Observar cómo su miembro desaparecía dentro de la boca de la joven era la imagen más erótica que hubiera visto en su vida. Sólo ________________ era capaz de hacer que cada encuentro fuera más erótico que el anterior.
El fuego que anunciaba que el orgasmo estaba cerca le atravesó de pronto las terminaciones nerviosas, envolviéndole la polla y tensándole los testículos. Tenía los músculos de las piernas tan rígidos que le dolían. Aun así, procuró no tirar demasiado fuerte del pelo de ________________ mientras luchaba por alargar el momento unos momentos más.
Para sentir su boca succionándole, su palma sedosa ahuecándole los testículos, para oírla gemir contra su sensible miembro.
NiinnyJonas
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