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Mensaje por aranzhitha Vie 25 Oct 2013, 7:42 pm

siguela!!
aranzhitha
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Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación] - Página 10 Empty Re: Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación]

Mensaje por chelis Vie 25 Oct 2013, 10:25 pm

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Mensaje por chelis Vie 25 Oct 2013, 10:26 pm

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Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación] - Página 10 Empty Re: Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación]

Mensaje por @ntonella Vie 25 Oct 2013, 10:26 pm

:muack:
@ntonella
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Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación] - Página 10 Empty Re: Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación]

Mensaje por chelis Vie 25 Oct 2013, 11:11 pm

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Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación] - Página 10 Empty Re: Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación]

Mensaje por NiinnyJonas Sáb 26 Oct 2013, 9:02 pm

—Hacía semanas que no nevaba. —________________ se reclinó en el asien­to y giró la cabeza hacia Joseph—. Además, el intermediario de Orión me confirmó que le habían contratado para ese trabajo.
—¿Le preguntaste sobre tus padres? —Joseph la observó con detenimiento. Sabía que ella se había puesto en contacto con el intermediario; lo que no sabía era cuánto había descubierto.
________________ negó con la cabeza.
—Por más que lo he intentado, no he podido volver a localizarle.
Joseph sabía exactamente dónde estaba el intermediario, y tomó nota mental de conseguir la respuesta a esa pregunta. Si Ben Serborne había sospechado de alguna manera quién era Warbucks, podría ser éste quién hubiera contratado a Orión para asesinarlo. Tenía sentido. Igual que comenzaba a tener sentido el hecho de que Orión hubiese recibido la orden de no matar a ________________.
Hasta que se convirtiera en un riesgo personal, ella seguiría formando parte de un grupo de élite. Un grupo conocido por la lealtad a sus miembros. Pero si Warbucks averiguaba que ________________ era en realidad su enemiga, entonces la joven también correría peligro. Si no identificaban y eliminaban a Warbucks durante esa misión, ________________ jamás volvería a estar a salvo.
—¿Tu padre se habría enfrentado a Warbucks sin decirte nada? —inquirió Joseph con curiosidad.
—Por supuesto que lo habría hecho. —La sonrisa de ________________ estaba llena de tristeza—. Mi padre nunca me lo dijo porque sabía que yo habría intervenido. Odiaba mi trabajo y el peligro que repre­sentaba. Era algo sobre lo que discutíamos constantemente.
Joseph asintió con severidad. El también protegería a su hija de la misma manera si llegaba a tener una.
—Si tu padre andaba tras la pista de Warbucks, entonces todo tiene sentido. Él formaba parte del grupo financiero más poderoso del planeta. Podría habérselo dicho al resto, e incluso es posible que llegara a pedirles ayuda.
—O podría haber averiguado algo por sí mismo. —________________ sus­piró—. Mi padre era aficionado a las investigaciones. Le encantaba resolver enigmas y era muy curioso. Puede que sintiera curiosidad por algo que no debía, o por alguien demasiado peligroso.
Joseph podía percibir claramente el pesar en aquellas palabras, la necesidad de respuestas, de venganza.
—Warbucks me ha robado mucho —continuó ________________—. A Anna, mi mejor amiga. A mis padres. —Sacudió la cabeza—. A Nick. —La joven lo miró directamente a los ojos—. No puedo abandonar esto, no hasta que lo encuentre. No permitiré que se escape.
Joseph alargó la mano para acariciarle la mejilla con toda la ternu­ra de la que fue capaz. Necesitaba tener una conexión con ella, necesitaba consolarla. ________________ ni siquiera imaginaba lo profundamen­te arraigada que estaba en su corazón.
—No permitiré que te quite nada más —le prometió con voz ronca de deseo—. No se lo permitiré, ________________.
Era una promesa que tenía intención de cumplir. Moriría antes de permitirlo.
Ella negó con la cabeza al tiempo que una triste sonrisa sobre­volaba sus labios.
—Dime, Joseph, ¿qué ocurrirá cuando termine la misión?
—¿Qué quieres decir? —preguntó él, aunque sabía perfecta­mente a qué se refería la joven.
En ese momento ________________ se movió lenta y sinuosamente, como una gata perezosa cambiando de posición bajo el sol, y se puso a horcajadas sobre su regazo mientras él se reclinaba en el asiento y le sujetaba las caderas para colocarla contra la dura longitud de la erección que palpitaba bajo sus vaqueros.
—¿Qué ocurrirá una vez que hayamos identificado a Warbucks y le eliminemos? —La joven se inclinó hacia delante y le rozó los labios con los suyos—. Te irás. —No era una pregunta—. Te irás con la puesta de sol y lo más probable es que, la próxima vez que nos encontremos, ni siquiera pueda reconocerte. Te buscaré en cada hombre que conozca. En cada beso que comparta. Porque no vas a quedarte conmigo, ¿verdad?
Él le sostuvo la mirada, deseando poder decirle lo contrario.
—Warbucks me privará de ti. Él es la causa de que estés ahora conmigo. Y una vez que desaparezca, no habrá razón para que te quedes más tiempo.
Porque la misión se habría acabado y Joseph había vendido su alma con tal de vengarse de aquel traidor.
—No, por favor. —________________ puso sus dedos sobre la boca mascu­lina para impedir que hablase—. Nada de promesas. Sólo quiero la verdad.
Joseph le apartó los dedos de los labios y la atrajo contra sí para darle un beso tan suave como la nieve que caía alrededor del cena­dor que los protegía.
Era como estar rodeado por un paisaje de ensueño. Un lugar mágico en el que sólo existían ellos dos. Nada podía perturbarles allí, nada podía amenazarles. Allí sólo eran un hombre y una mujer doloridos y excitados. No existían ni el pasado ni el futuro, sólo el presente.
—Te mereces algo mejor —susurró él mordisqueándole el labio inferior.
—Merezco tener lo que quiero. —Sus palabras estaban impre­sas de una desesperación que desgarró el alma de Joseph—. Te deseo a ti. Aquí. Ahora.
Bajo la luz del fuego que titilaba detrás de ella, Joseph podía ima­ginarla tumbada sobre los cojines del banco, con su cuerpo desnu­do, cálido y acogedor. Era una imagen tan viva que su miembro se agitó bajo los pantalones, tan duro y tenso que resultaba una pura agonía.
Con cuidado para no hacerle daño, la sostuvo por la espalda hasta dejarla tendida sobre los cojines. Luego le levantó una pierna, le desató la bota y se la quitó antes de hacer lo mismo con la otra.
Los pies de la joven estaban exquisitamente formados, y tenía pintadas las uñas con el mismo rojo intenso de las uñas de las manos.
Le levantó uno y le besó las puntas de los dedos, observando el brillo de ardiente deseo en los ojos de ________________ antes de deslizar los labios hacia el empeine. Tenía unos pies muy sensibles. Lo recorda­ba de la noche que habían pasado juntos en Australia. Entonces, también le había acariciado el pie de esa manera y ella había gemi­do de la misma forma que hacía ahora.
Un gemido que encendió los sentidos de Joseph como una cerilla la gasolina. Que hizo que le ardiera todo el cuerpo y le tensó los tes­tículos. Casi se corrió dentro de los vaqueros, pero siguió deslizándole los labios por el empeine con suavidad.
Le bajó la pierna, le desabrochó el botón de los vaqueros y le bajó despacio la cremallera. Quería desnudarla lentamente, dejar al descubierto cada milímetro de su piel para poder recrearse con ella como si fuera un regalo muy especial.
Le bajó un poco los vaqueros y luego desplazó la mano hacia el jersey. Se lo quitó y a continuación se deshizo de la camisa de cache­mira.
No llevaba sujetador; tenía los senos hinchados a causa del deseo y los pezones, duros y oscuros, parecían reclamar su atención. Joseph se humedeció los labios ante la sola idea de saborearla, de apla­car el hambre voraz que lo consumía.
Se echó hacia atrás para contemplar aquella hermosa visión, y observó con asombro cómo ella se llevaba las manos a los pechos y empezaba a jugar con los duros picos que eran ahora sus pezones mientras arqueaba las caderas.
—Eres tan hermosa —jadeó, casi arrancándose el abrigo de cuero.
Se abrió de un tirón los botones de los vaqueros y se quitó la camisa por la cabeza sin molestarse en desabotonarla. Sentía cómo una fina capa de sudor le empapaba la frente al ver cómo ________________ gemía con creciente pasión y sometía a sus senos a diferentes presiones.
—¿Te gusta? —le preguntó él con voz ronca.
—No tanto como cuando lo haces tú —suspiró ________________—. ¿Te gusta ver cómo lo hago?
—Más de lo que nunca creí posible —admitió con voz entre­cortada—. Podría pasarme horas así.
Una sensual sonrisa curvó los labios de ________________ mientras desliza­ba una mano hacia abajo para acariciarse el vientre. Él observó con una excitación creciente cómo sus delicados dedos se colaban bajo los vaqueros que él había abierto, dirigiéndose a los dulces y moja­dos pliegues que quedaban ocultos a la vista.
Dejándose llevar por la tentación, Joseph le agarró la cinturilla de los vaqueros y se los quitó bruscamente. Casi perdió lo que le que­daba de cordura al ver cómo ella se frotaba el húmedo y palpitante clítoris. La pequeña perla mojada asomaba entre los pliegues de su sexo, brillante a causa de la excitación.
Sin perder un segundo, Joseph sacó un condón del bolsillo trase­ro de los pantalones, dando gracias a Dios por haberlo metido allí por si acaso. Oh sí, recordaba lo dulce y ardiente que ________________ podía llegar a ser. ¿Cuántas veces se había excitado durante la misión en Australia al contemplar una de sus sonrisas?
Se puso en pie y se deshizo de las botas y los vaqueros, sin ape­nas notar el aire frío gracias al cálido fuego de la chimenea y a la ardiente lujuria que le consumía por dentro.
Cuando se apoyó en una rodilla entre las piernas de ________________, clavó la mirada en el vaivén de los dedos femeninos desde el palpitante clítoris hasta la pequeña y resbaladiza entrada de su cuerpo.
Joseph apenas podía respirar a causa del fuego que corría densa y pesadamente a través de sus venas, y tensó los músculos en un desesperado esfuerzo por mantener el control mientras la observa­ba sin dejar de acariciarle los muslos.
—Eres tan hermosa —susurró él con voz gutural al ver cómo ________________ hundía la punta de los dedos en el interior de la delicada aber­tura.
La joven retiró los dedos, brillantes por sus jugos, y él miró anhelante cómo se los llevaba a los labios y los lamía.
Se sintió atravesado por una devastadora lujuria y, cuando vio el exquisito néctar en la carnosa boca de ________________ un segundo antes de que ella se relamiera los labios, fue como si un cuchillo ardiente le desgarrara las entrañas.
Joseph apenas podía respirar. Sentía que la necesidad de oxígeno le oprimía el pecho y tuvo que recurrir a toda su fuerza de voluntad para conservar el control.
Le temblaron los dedos cuando desenrolló el condón y se lo deslizó por el rígido miembro. Lo tenía duro como el acero y tan hinchado que le dolía. Apenas podía contener el primitivo instin­to de su cuerpo de penetrar en ella. Se inclinó sobre ________________ y le lamió los labios con el fin de deleitarse con su sabor mientras deslizaba los dedos entre los muslos de la joven para enredarlos con los de ella. Ansioso de sentir su calidez, le acarició los húme­dos y sedosos pliegues y luego introdujo dos dedos en la estrecha entrada mientras ella arqueaba las caderas hacia él, gimiendo sin cesar.
________________ le agarró la muñeca y separó aún más los muslos, dando la bienvenida a esos dedos indagadores al tiempo que un grito entrecortado le rasgaba el pecho.
Joseph la sentía arder debajo de él, tan dulce y cálida que le deja­ba sin sentido y sin las fuerzas necesarias para poder controlarse. Pero debía aguantar unos minutos más. Santo Dios, sólo el tiempo suficiente para que ese recuerdo quedara grabado en su memoria para siempre.
 
________________ observó cómo Joseph se cernía sobre ella, asombrada ante el increíble efecto que tenía la luz del fuego sobre sus duros y som­bríos rasgos. Sintió que el corazón se le expandía en el pecho. No había nada tan erótico, tan completamente lujurioso ni tan excitan­te como aquel hombre.
Cuando él le besó el empeine, ella vio a Nick. Cuando sus labios se hincharon, su mirada brilló de deseo y su expresión se tensó como un hombre que se moría por poseerla, ella vio al aman­te que había creído muerto para siempre.
Él era Nick, pero no era el Nick que había conocido. Era dife­rente, más apasionado y duro, aunque todavía seguía siendo el mismo hombre al que había amado durante cinco largos y solitarios años.
Una parte de ella daba gritos de alegría, pero otra se moría de pena. Él estaba vivo. No había muerto. Sin embargo, la había aban­donado.
Y aun así, a pesar de la pena y el dolor, no podía apartarse de él. Ese recuerdo, ese corto espacio de tiempo era todo lo que tendría. No podía detenerse ahora. No podía rechazarle.
Cuando Joseph volvió a amoldar sus labios a los de ella en un beso cargado de pasión e irreprimible deseo, moviendo sin parar los dedos en su interior, llenándola y ensanchándola, ________________ supo que una parte de su ser siempre pertenecería a Joseph. Una parte que jamás podría negarle al hombre que le había robado el corazón hacía ya tanto tiempo.
—Haces que me vuelva loco por tenerte —jadeó él contra sus labios mientras ella se arqueaba para que sus dedos la penetraran más profundamente.
—No lo suficientemente loco —gimió ________________—. Sigues sin tenerme.
—¿Estás segura? —Dos largos dedos masculinos se introduje­ron aún más entre los resbaladizos jugos de su sexo, estirando la estrecha y dolorida entrada de su cuerpo.
—Oh Dios, Joseph. —La joven estaba a punto de suplicar que la hiciera suya. Aquello no era suficiente. Necesitaba más de él. Lo necesitaba por completo.
La creciente espiral de placer que se había apoderado de ella la llevó casi al infierno cuando Joseph deslizó los labios por su barbilla, su cuello, sus pechos. Meció las caderas para seguir el ritmo que le marcaban los dedos de Joseph en su interior y gimió al sentir que él cerraba los labios sobre un pezón demasiado sensible.
La cálida succión de su boca, el azote de su lengua contra el pezón y los suaves y controlados movimientos de sus dedos en su sexo fueron demasiado para ella. El grado de excitación era cada vez más elevado, estaba creciendo hasta tal punto que ya no podía soportar las tumultuosas sensaciones que se habían apoderado de ella. Tensó el estómago, apretó los músculos y sintió el orgasmo allí, justo fuera de su alcance.
Le rodeó el cuello con los brazos y sus labios no dejaron de repetir el nombre de Joseph mientras se arqueaba contra él debido a la creciente desesperación que crecía en su interior.
No podía soportarlo más. La necesidad la desgarraba como una bestia hambrienta, llenándola de una desesperación incontrolable. Un deseo contra el que era imposible luchar.
—Por favor, Joseph —susurró, intentando respirar a pesar de que todos sus sentidos estaban colapsados—. Tómame ya. No puedo soportarlo. Por favor.
NiinnyJonas
NiinnyJonas


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Mensaje por NiinnyJonas Sáb 26 Oct 2013, 9:02 pm

—No, no puedo dejar que te corras todavía —murmuró él con­tra su pecho mientras le lamía un pezón—. Todavía no, ________________.
Siguió moviendo los dedos en su interior, acariciando y estimu­lando los finos y sensibles tejidos, avivando el fuego que ardía dentro de ella hasta que sintió como si las llamas formaran parte de su alma.
—Ahora, te lo ruego. —Sus músculos internos se contraían con fuerza alrededor de los hábiles dedos masculinos—. Ahora, Joseph. Por favor.
No podía seguir aguantando más. Necesitaba con tanta deses­peración sentirle dentro de sí que haría cualquier cosa que le pidiera.
—Dios, ________________ —masculló él, sacando los dedos de su interior e irguiéndose entre sus muslos—. Mi dulce ________________, vas a acabar con­migo.
Ella le observó humedecerse los labios de anticipación mientras se acariciaba la carne enfundada de su polla, acercándola al dolori­do centro de su cuerpo.
Ávida, impaciente, ________________ extendió una mano hacia él para guiar la gruesa erección hacia la estrecha entrada de su sexo.
—Ámame, Joseph —musitó anhelante—. Sólo esta vez.
La expresión masculina se tensó aún más, sus ojos grises se oscurecieron hasta casi parecer negros mientras se quedaba inmóvil sobre ella durante un largo momento. Sus miradas se encontraron y ________________ observó que algo parecido al dolor se arremolinaba en las oscuras profundidades de sus ojos.
—Para siempre —susurró él con voz rota al tiempo que empe­zaba a penetrarla.
La joven gimió, agarró a Joseph por las nalgas mientras él empu­jaba contra ella, dentro de ella, introduciendo su erección casi con desesperación en lo más hondo de su ser... Y el mundo explotó a su alrededor.
Violentas descargas de placer atravesaron la totalidad de su cuerpo al tiempo que Joseph la penetraba con extrema dureza, llenán­dola tanto que ella llegó a preguntarse si no la partiría en dos.
Los gemidos de ambos se mezclaron cuando él comenzó a moverse cada vez más rápido. No era momento de amarse despa­cio. Necesitaban mucho más, necesitaban más recuerdos, más sen­saciones que atesorar.
Joseph sintió como si su alma se uniera a la de ________________ mientras la poseía. No podía contener las emociones más de lo que podía con­tener el deseo que lo impulsaba.
Tenía los testículos y la polla a punto de estallar por la necesi­dad de alcanzar el orgasmo, y apretó los puños cuando sintió que el sexo de ________________ se tensaba a su alrededor al llegar al clímax.
La joven pronunciaba su nombre como una letanía. El amor le inundaba la voz y lo abrazó contra sí hasta que él no fue capaz de sentir otra cosa que no fuera ella. Hasta que nada más importó salvo esa mujer, hasta que se corrió en su interior con un salvaje gruñido, curvando y tensando el cuerpo, hasta que se sintió estallar por dentro.
Hasta que supo que no era nada sin ________________. Que jamás volvería a sentir placer con otra mujer. Que sin ella sería como un fantasma que rondaría por el mundo siempre pensando en lo que había per­dido.
Que Dios le ayudara, ¿cómo se suponía que iba a poder alejar­se de ________________ ahora?
NiinnyJonas
NiinnyJonas


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Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación] - Página 10 Empty Re: Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación]

Mensaje por aranzhitha Sáb 26 Oct 2013, 11:02 pm

ah Joe no te alejes de ella!!
La rayiz te ama!!
Quiero que se solucionen los problemas
Siguela!!
aranzhitha
aranzhitha


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Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación] - Página 10 Empty Re: Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación]

Mensaje por fernanda Sáb 26 Oct 2013, 11:30 pm

pues yo tengo la solución , que no se vaya jamas :(L): 
DIOS YA SÍGUELA!
fernanda
fernanda


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Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación] - Página 10 Empty Re: Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación]

Mensaje por @ntonella Dom 27 Oct 2013, 7:04 am

:muack:
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Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación] - Página 10 Empty Re: Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación]

Mensaje por NiinnyJonas Dom 27 Oct 2013, 12:48 pm

Capítulo Nueve

La noche siguiente ________________ se hallaba bajo las brillantes lámpa­ras de araña, rodeada por los lentos y dulces acordes de la música de la orquesta, observando a las otras once parejas que asistían a la cena que ofrecía Ford Grace.
Aquella noche la fiesta se celebraba en honor de uno de los actores más famosos de Hollywood, que casualmente estaba traba­jando en una película producida por un estudio propiedad de Stephen Menton-Squire y su esposa, Josephine.

________________ jamás había disfrutado de ese tipo de cenas por mucho que su madre las hubiera considerado excitantes. A ella, sin embar­go, le parecían aburridas, la comida era demasiado pesada y los invi­tados demasiado egocéntricos. Jamás había comprendido por qué sus padres disfrutaban tanto de aquellos eventos.

Después de la cena sirvieron las bebidas en el enorme salón de baile de la mansión de Ford. Las lámparas de araña estaban apaga­das, pero habían dispuesto varias de pie entre los sofás que estaban frente a la chimenea donde crepitaba un fuego. La conversación fluía con total libertad al igual que los licores.

—Interesante grupo —murmuró Joseph a su lado.

Desde luego que lo era. Todos los sospechosos de la lista esta­ban allí. ¿Sería posible que Warbucks no fuera uno de ellos, sino los cuatro?

—Ahí está Raymond —indicó ________________ con suavidad mientras Joseph la conducía a la pista de baile—. Sea quien sea Warbucks, esta noche está aquí. Todas las familias influyentes han asistido a la cena.

—Así como algunos de los narcos más conocidos —señaló Joseph con sarcasmo—. Es asombroso lo que consiguen las drogas.

Lo que era asombroso era la cantidad de droga que se distribuía en una fiesta como aquélla.

—Todavía no se me ha acercado nadie —susurró ella con los labios cerca del cuello de Joseph—. Considerando que debo ser yo quien elija al negociador y le diga el código, lo normal es que ya se hubiera puesto contacto conmigo a estas alturas de la fiesta.

—No te preocupes. No hay manera de que él sepa que no soy lo que parezco —adujo él—. Mi historial es sólido, cariño. Todo irá bien.

—¿Y quién dice que estoy preocupada por ti? —Sonrió antes de mordisquearle el cuello, y Joseph la recompensó con un apretón en la cadera y la presión del engrosado miembro contra su vientre.

Así era como a ________________ le gustaba que estuviera. Duro, muerto de deseo por ella.

—Más tarde te haré pagar ese comentario —le aseguró él.

—Perdone, señor Jonas, pero quizá debería darnos una opor­tunidad al resto de los presentes. —La ronca voz masculina que sonó a su lado hizo que ________________ levantara la cabeza del hombro del Joseph para encontrarse con la mirada penetrante de Ralph Stanford, un negociador americano.

Un escalofrío recorrió la espalda de la joven. A aquel hombre se le conocía por su inclinación hacia las perversiones sexuales y su relación con diversos grupos terroristas. Era el único hijo de un reconocido ranchero de Texas y se había casado con una modelo internacional cuya extraordinaria belleza se había marchitado des­pués de que contrajera matrimonio con él.

—Ralph. —Joseph dio un paso atrás al tiempo que el otro hom­bre colocaba la mano en la cadera de ________________.

—Quizá podríamos saltarnos el baile. —La joven sonrió tensa­mente mientras él la conducía hacia el centro del salón—. ¿Por qué no tomamos una copa y nos sentamos?

Él se rió ante la sugerencia.

—¿Y perderme la oportunidad de estrecharte entre mis brazos como hacía Jonas? Ni hablar, ________________. Todos debemos tener las mismas oportunidades contigo.

—¿Acaso crees que no soy imparcial? —replicó ella arrastrando las palabras, consciente de que Joseph no quitaba los ojos de encima al otro hombre.

Alto y delgado, con el pelo oscuro y feroces ojos color avellana, Ralph Stanford podría haber sido atractivo si no fuera porque era un bastardo. El alma corrupta que poseía parecía oscurecerle la expresión, la mirada e incluso la sonrisa.

—El hecho de que te acuestes con uno de mis competidores no habla muy bien de ti —repuso él a la ligera.

—No mezclo el placer con el trabajo —afirmó ella—. Y me aseguraré de escoger al mejor. —Aunque en lo que a ella concernía, ya había elegido. Warbucks estaba perdiendo el tiempo obligándola a participar en ese juego.

—Tranquila, estamos seguros de que eres imparcial —dijo él con un brillo de rabia en la mirada.

—Lo soy, créeme —masculló ________________—. Y si no estás de acuer­do con mi decisión, sólo tienes que ponerte en contacto con el organizador del evento. Yo sólo voy a hacer una sugerencia, pero estoy segura de que la elección final será cosa suya.

Los delgados labios de Ralph parecieron desaparecer de su ros­tro cuando los apretó con irritación.

—Me aseguraré de ello —le informó fríamente—. Hasta enton­ces, te aconsejo que te cubras las espaldas. El trabajo que realizas es muy peligroso ¿no crees?

Sin más, se alejó de ella y la dejó sola en medio de la pista de baile. ________________ no se amilanó. Al contrario. Adoptó una postura tran­quila y esbozó una sonrisa pesarosa ante la mirada de curiosidad de los demás bailarines.

—¿Te han dejado plantada, cariño? —Joseph la rodeó con un brazo al cabo de unos segundos, estrechándola contra la cálida for­taleza de su cuerpo—. Algunos hombres carecen por completo de modales.

Al abrazarse a él, un perezoso placer empezó a extenderse por el cuerpo de la joven. Se sentía tan protegida entre los poderosos brazos de Joseph... Incluso con los músculos cubiertos por el esmo­quin, podía sentir su calidez y su fuerza.

—En realidad me ha hecho un favor —se rió ella con ligereza.

—Estoy seguro de ello —convino Joseph, deslizándole un papel en la mano—. He recibido un mensaje muy interesante mientras te estabas divirtiendo.

Utilizando el cuerpo de Joseph como escudo, ________________ abrió la nota y la leyó con rapidez.

«La elección de la señorita Serborne será tomada en cuenta.»

No que hubiera sido aprobada, sino que se tomaría en cuenta.

Volvió a doblar el papel y se apresuró a meterlo en el bolso, notando que él entrecerraba los ojos mientras lo hacía.

—Así que nos están vigilando —susurró.

—¿Acaso lo dudabas? —inquirió Joseph.

—Jamás lo he dudado, es sólo que esperaba averiguar con más rapidez quién lo hace —suspiró ella, aunque debería haber imagina­do que no sería tan fácil.

—Además de Stanford, hay más negociadores por aquí —seña­ló Joseph—. Entre ellos Abbas, que ha venido acompañado de su antigua amante.

¿Su antigua amante? ¡Ja! ________________ sabía con exactitud quién era Catalina Lamont. Se trataba de la misma pelirroja que fingía ser la representante de Joseph. Un poco de maquillaje, un tinte suave en el pelo y quizá algo de relleno en los pechos pero, definitivamente, era la mujer que había conocido la mañana anterior. «Tehya.»

Catalina Lamont se había visto atrapada en la misma explosión que el auténtico Jerric Abbas. De hecho, habían muerto literalmen­te uno en los brazos del otro. Después de la explosión —y de la noticia de que habían sobrevivido—, los dos habían aireado públi­camente la ruptura de su relación. Se rumoreaba que ahora no eran más que socios en los negocios.

Parecía que Tehya interpretaba una gran variedad de papeles y que lo hacía a la perfección.

—Sí, prácticamente todos los negociadores importantes del mundo quieren entrar en este juego. No podemos olvidarnos de Terrance Dupois, un traficante de armas europeo —señaló ella—. O del jeque saudí que suele hacer negocios con diversos grupos terroristas. Y también está Ivan Olav. —Le miró de reojo—. Se ha hecho un nombre importante vendiendo a los terroristas armas rusas robadas y acaba de llegar a Aspen.

Todo se reducía al terrorismo. Diversas células terroristas habían instaurado una época de terror en la que un nutrido grupo de faccio­nes políticas y religiosas luchaban por obtener la supremacía.

—Sí, estamos rodeados por una gran variedad de elementos peligrosos —murmuró Joseph—. Y está a punto de incorporarse uno más. Greer se acerca a nosotros.

La joven se dio la vuelta justo cuando Raymond se detuvo a su lado con una expresión ilegible en el rostro.

—________________, ¿podrías concederme unos minutos? Mary no se encuentra bien y quería hablar contigo antes de irnos.

—Por supuesto. —Se volvió hacia Joseph y captó una mirada preo­cupada en sus ojos. Nadie más la habría comprendido, pero ella había conocido muy bien a Nick y ahora veía en Joseph la misma luz que había brillado en la mirada del hombre que amó, la misma manera de entrecerrar los ojos, la misma curva tensa en sus labios.

—Regresaré enseguida —le prometió—. Antes he visto a Ian y a Kira. Quizás podrías aprovechar la oportunidad para invitarlos a comer mañana mientras hablo con Mary.

Joseph no había dicho nada al respecto, pero ________________ sabía que Ian y Kira también estaban allí por la compraventa del «Destructor. Había llegado el momento de forzar un encuentro y obtener las respuestas que buscaba.

—No tardes, cariño. —Él inclinó la cabeza, besándola suave­mente en la mejilla—. Ya sabes cuánto me preocupo por ti.

Tenía muchas razones para preocuparse y los dos los sabían. Aun así, ________________ se volvió hacia Raymond y le brindó una leve sonri­sa antes de atravesar con él la lujosa habitación.

No le había sorprendido su petición. Mary se sentía débil muy a menudo y solía retirarse a un dormitorio o un cuarto de estar donde iban a visitarla sus amigos íntimos durante las fiestas a las que asistía. De hecho, las multitudes solían ponerla nerviosa.

—Por aquí. —Raymond la condujo al vestíbulo y le indicó un pasillo—. Ford ha tenido la amabilidad de prestarnos una salita.

¿Amabilidad? «Ford» y «amabilidad» no eran palabras que ella usaría en una misma frase. Era amable con su hermana, amaba a su hijo y sus nietos lo adoraban. Pero había aterrorizado a su mujer y a su hija y, si las sospechas de ________________ eran ciertas, había ordenado sus muertes.

Era el mismo hombre que había llorado en el entierro de los padres de la joven y que había visitado sus tumbas en el aniversario de su muerte. El hombre cuyos sirvientes habían afirmado que casi había destrozado todos los muebles de su casa el día que fallecieron su esposa y su hija.

No cabía ninguna duda de que era un buen actor.

Raymond abrió la puerta de una salita y la guió al interior, pero allí no había nadie esperándola. Dándose cuenta de que había caído en una trampa, ________________ se giró con rapidez sólo para ver al ex agen­te cerrando la puerta con llave.
NiinnyJonas
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Mensaje por aranzhitha Dom 27 Oct 2013, 2:49 pm

que le va a hacer???
Que no le pase nada!! Siguela!!
aranzhitha
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Mensaje por chelis Dom 27 Oct 2013, 3:22 pm

y ahora que pasaraaaaaaaa!!!!??????!!!!
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Mensaje por @ntonella Dom 27 Oct 2013, 6:39 pm

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Siguelaaaaaaa...
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Siguelaaaaaaa...
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Siguelaaaaaaa...
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@ntonella
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Mensaje por NiinnyJonas Dom 27 Oct 2013, 7:50 pm

—¿Dónde está Mary? —La joven se apresuró a colocar el dedo en el gatillo del arma que guardaba entre los pliegues de su bolso de seda.
—Suelta el arma, ________________. —Él le lanzó una mirada indignada al tiempo que se dirigía al mueble de las bebidas con los hombros rígidos por la tensión; o la rabia, algo que nunca resultaba fácil de distinguir en Raymond—. No pienso matarte mientras Jonas te espera en el salón de baile.
—No sería la primera vez que haces algo similar. —________________ no movió el dedo del gatillo, pero se relajó un poco al ver que él se pre­paraba una copa.
—¿Whisky solo? —Se volvió hacia ella con una ceja levantada de forma inquisitiva.
________________ asintió lentamente con la cabeza.
—¿Qué significa todo esto, Raymond?
El terminó de preparar las bebidas antes de regresar junto a ella.
—Siéntate, querida. —Señaló con la cabeza las sillas que había junto a la ventana—. Tenemos que hablar.
—¿Y tenemos que hacerlo ahora? —________________ tomó su copa y se sentó en la silla más cercana mientras lo miraba con curiosidad—. ¿Por qué tanta urgencia?
Tras sentarse, Raymond se reclinó en la silla, saboreó su whisky y esbozó una sonrisa.
—Eres muy buena —dijo después de un rato—. Tengo que admitirlo. De hecho, nunca creí que le darías la espalda a tu país hasta que borraste nuestras huellas en Irak.
—Pero ¿qué... —murmuró ella—. Raymond, jamás pensé que te delatarías tan fácilmente.
________________ no había estado segura de que él hubiera estado involu­crado en aquello hasta ahora. Todo lo que sabía era que había segui­do el rastro de los hombres de Warbucks hasta el búnker donde se guardaba el plutonio confiscado a Saddam Hussein.
—Trabajábamos contrarreloj —le explicó Greer—. Por desgra­cia, el premio no resultó tan sustancioso como habíamos esperado. Me temo que el plutonio era inservible. Al parecer Saddam no era tan brillante como nos había hecho creer.
________________ se recostó en la silla y se obligó a mantener una expresión neutra para no delatar el hecho de que siempre había sospechado que Raymond había estado involucrado.
—Warbucks apreció tus esfuerzos —le informó él con los ojos entrecerrados.
—Es bueno saberlo. —________________ le observó durante un buen rato, viendo una parte de Greer que sólo había sospechado que existía. Siempre había sabido que era un hombre arrogante, duro y frío, pero en ese momento mostraba una despreocupada confianza en sí mismo, dejándole claro que él era una parte importante de lo que estaba ocurriendo.
—Sin embargo, no he logrado saber qué esperabas ganar duran­te los años que pasaste en la CIA —reconoció Raymond finalmen­te—. Te hemos estado vigilando, por supuesto, sobre todo desde que superviso las operaciones de Warbucks. Has hecho todo lo posible para protegerle. ¿Por qué?
________________ cruzó las piernas, apoyó el codo en las rodillas y tomó un sorbo de whisky mientras consideraba la pregunta.
—Sea quien sea Warbucks, he crecido con él —dijo finalmente, encogiéndose de hombros—. Mi padre no fracasó conmigo, Raymond. Sé cuál es mi deber hacia el hombre que me ha cubierto la espalda a lo largo de estos años. Velé por sus intereses y él me mantuvo con vida. Fue una relación beneficiosa para ambos.
Greer curvó los labios con evidente diversión.
—¿Cómo supiste que te mantuvo con vida?
—Orión era una buena fuente de información. —________________ lanzó una pequeña carcajada—. Me dijo varias veces que había alguien que le pagaba para que no me matase; pero me advirtió que llegaría el día en que no habría dinero suficiente para evitar que cayera en la tentación.
—Eras demasiado peligrosa para él —asintió Raymond—. Le pagábamos una buena suma mensual para asegurarnos de que te dejara con vida. Hubiera sido un detalle por tu parte olvidarte de su existencia.
________________ se inclinó hacia delante.
—Mató a mi familia y mis primos sufrieron en sus manos. Ningún dinero habría hecho que me olvidara de eso. Y, evidente­mente, mi sed de venganza no era un problema o Warbucks ya me habría quitado del medio.
—¿Y lo habría conseguido? —inquirió Raymond.
—Probablemente no. Y si me lo preguntara, le diría que hubie­ra sido una tarea muy laboriosa. —Se llevó la copa a los labios y tomó otro sorbo de whisky mientras Greer le sonreía con diversión.
—Supongo que lo tenía asumido —dijo Raymond con un bri­llo especulativo en los ojos—. Tus esfuerzos por protegerle siempre lo han sorprendido. Quizá por eso haya decidido que eres digna de asociarte con él.
Vaya, eso era mucho más de lo que la joven había esperado.
—¿Está buscando una socia? —________________ se mostró sorprendida, ya que actuar de otra forma habría sido sospechoso.
—No quiere una socia cualquiera —le explicó él—. Tú tienes contactos de alto nivel, ________________. Y eres su igual de una manera en que pocos podrían serlo.
—¿Busca una socia o una esposa? —preguntó ladeando la cabeza.
Raymond se rió; una risa ronca y siniestra que hizo que ________________ se estremeciera.
—No, no está buscando esposa; aunque sin duda formaríais una buena pareja. Lo único que quiere son tus inestimables servi­cios en varios negocios que le gustaría emprender en el futuro. Apreciaría mucho tu ayuda.
________________ tomó otro sorbo de whisky antes de dejar la copa en la mesa.
—Ningún negociador va a ocuparse del «Destructor» sin reu­nirse antes con el hombre que lo tiene en su poder —le aseguró ella—. Y tú sabes tan bien como yo que Warbucks necesita al mejor negociador que pueda encontrar.
Raymond asintió con la cabeza.
—Es un tema que hemos discutido extensamente, y ésa es una de las razones por las que te hemos designado para que elijas al negociador. Conoces los riesgos a los que se enfrenta y te hayas capacitada para designar al hombre más adecuado para encargarse de esta venta. Sólo te pedimos que, aunque parece que has elegido a Joseph Jonas para la tarea, tengas en cuenta a los demás partici­pantes.
________________ le sostuvo la mirada, sabiendo de sobra lo que él estaba viendo. El rostro de la joven mostraba una fría máscara, inescruta­ble y calculadora.
—Me habría ayudado mucho saber de antemano quiénes iban a asistir a la fiesta —señaló con sarcasmo.
Greer le sonrió a modo de disculpa.
—Si lo hubiéramos hecho así, habríamos perdido el factor sor­presa y la posibilidad de sopesar tus verdaderas intenciones.
—Entiendo. —________________ esbozó una sonrisa neutra—. Dime, Raymond, ¿en alguna ocasión has lamentado trabajar para Warbucks?
—Nunca —respondió él al instante.
—Yo pienso lo mismo. —La joven tomó la copa de nuevo, se acabó la bebida y lo miró inquisitivamente—. ¿Hay algo más que quieras decirme?
Raymond arqueó las cejas y movió la cabeza negativamente.
—Bien. Entonces hablemos del pago —sugirió ella—. El nego­ciador que elija cobrará alrededor de un quince por ciento del total de la venta. Aunque estoy segura de que unos cuantos cobrarían un porcentaje menor, Jonas no lo hará. Y yo no pienso elegir a alguien basándome en lo que cobre.
—¿Cuánto cobrarás tú? —preguntó él.
—Los socios en los negocios no cobran retribuciones. —________________ se puso en pie y lo miró con frialdad—. Espero conocer a Warbucks antes de la venta. No trabajo con nadie a quien no pueda poner cara.
Un brillo de divertido respeto apareció de pronto en los ojos de Raymond.
—Me aseguraré de que así sea.
—Hazlo. —La joven ladeó la cabeza—. No es negociable y nece­sitaré saber su respuesta antes de seguir con esto. Por cierto, sería bueno para todos que Stanford se quedara al margen de este asunto.
—¿Por qué? —inquirió él con curiosidad.
—Porque es el informador de varios agentes de las fuerzas de seguridad, entre ellos el FBI, cuando le pagan bien. Y estoy segura de que los federales le pagarían mucho dinero por obtener informa­ción sobre esta venta. Yo lo sacaría de la lista y lo mandaría a casa.
—Podríamos matarle —sugirió él.
—Podríamos. —Ella se encogió de hombros con total despreocu­pación—. Pero su muerte levantaría sospechas y eso no nos interesa. Mientras tanto, podríamos ponerle un anzuelo para ver cómo reaccio­na. Así podríamos saber para quién trabaja antes de eliminarlo.
Él se puso lentamente en pie con una sonrisa en los labios.
—Estoy seguro de que a Warbucks le interesará conocer tu opi­nión. Disfruta de la fiesta. Volveremos a ponernos en contacto muy pronto.
—Eso espero. —Se despidió con un gesto de cabeza antes de darse la vuelta y dirigirse a la puerta. La abrió y abandonó la estan­cia sin mirar atrás, sintiendo que alguien la observaba.
Y no se trataba de Raymond. Alguien había estado escuchando a escondidas, espiando la reunión. Habían estado analizando cada palabra que había dicho, cada expresión de su cara, cada gesto de su cuerpo.
Warbucks había movido ficha y ________________ había expuesto sus con­diciones. Ahora tocaba esperar para saber si las aceptaba en vez de ordenar que la mataran, como había hecho con otros que habían tenido la osadía de exigir más de lo que debían.
Al entrar en el vestíbulo, ________________ vio cómo Joseph se apartaba de la pared donde había estado apoyado y dejaba caer los brazos que tenía cruzados. Con los ojos entrecerrados y los músculos tensos, la observó acercarse a él.
—¿Qué tal está Mary? —le preguntó, rodeándole la cintura con un brazo.
—Está bien, sólo un poco cansada. —________________ sintió cómo desapa­recía la tensión de Joseph, una señal silenciosa de que sabía que ella no sólo hablaba de la esposa de Raymond—. ¿Y tú? ¿Almorzarán Ian y Kira con nosotros mañana?
—De hecho, te agradecen la invitación —le informó él—. Ian quiere hablar de negocios.
________________ esperaba que así fuera. Después de esa noche, tanto Joseph como Ian iban a tener que darle muchas explicaciones. No iba a permitir que la dejaran fuera del terreno de juego a estas alturas del parado. Warbucks no sólo la estaba poniendo a prueba, sino que estaba considerando seriamente asociarse con ella, lo que quería decir que las apuestas se habían elevado considerablemente.
—Bien. —Asintió con la cabeza pensativamente mientras echaba un vistazo alrededor y volvía a preguntarse quién la estaría observando.
—¿Podemos irnos ya de esta pequeña reunión? —Joseph inclinó la cabeza para acariciarle la oreja sensualmente con la nariz—. Está cayendo una ligera nevada y hay luna llena. Podríamos pedirle al chófer que condujera hasta casa dando un rodeo.
En otras palabras, podrían hablar sobre lo que fuera que hubie­ra ocurrido en su reunión con Raymond.
—Me parece bien. —Ella alzó la cabeza hacia él y sonrió al sen­tir que Joseph le daba un suave y cariñoso beso en la frente—. ¿Nos despedimos del anfitrión?
—Por supuesto.
Su anfitrión, Ford Grace, acababa de entrar en el vestíbulo de mármol desde el salón de baile, y Joseph se despidió de él con forma­lidad diciéndole que quería disfrutar con ________________ de un romántico paseo por la nieve.
Ford les deseó buenas noches y comenzó a hablar con otros invitados mientras Joseph recogía el abrigo de ________________ del guardarropa y se lo ponía sobre los hombros.
El mayordomo abrió las puertas que daban al exterior y, para deleite de la joven, la nevada resultó tan hermosa como Joseph había dicho. Grandes y mullidos copos de nieve caían tan lentamente que conseguían dotar de un halo casi mágico a la enorme mansión. ________________ se puso la capucha, se agarró del brazo de Joseph antes de salir de la casa, y alzó la cara para sentir los fríos copos de nieve derri­tiéndose contra su piel.
Necesitaba esa sensación de inocencia y tranquila belleza que proporcionaban la noche y la nieve que les envolvía.
—Es tan bonito —susurró. Bajó la cabeza para observar el camino empedrado convertido en un manto blanco y, de repente, algo la cegó.
Parpadeó rápidamente para recuperar la visión y supo lo que pasaba en el mismo instante en que un punto rojo señaló su pecho. Fue como si todo ocurriera a cámara lenta. ________________ pudo sentir cada latido de su corazón mientras escuchaba el disparo de un rifle rom­piendo la quietud de la noche.
Joseph la arrojó al suelo de inmediato, empujándola contra los escalones cubiertos de nieve. Ella apoyó las manos en la superficie sintiendo un escozor ardiente en la piel y que el mundo giraba ver­tiginosamente a su alrededor.
Otro disparo surcó la noche seguido de gritos provenientes de la mansión. Sin perder un segundo, Joseph la agarró de la cintura y la condujo a la relativa seguridad de la limusina.
—No te muevas de aquí —le ordenó mientras el chófer rodea­ba el vehículo y le daba una pistola negra de aspecto letal.
—No, quédate. —________________ lo agarró del brazo cuando él comen­zó a alejarse—. También irán tras de ti. La gente de Ford se encar­gará de esto.
En efecto, un grupo de hombres armados estaba saliendo de la mansión en ese momento. Vestidos de negro y con la cara impasi­ble, cruzaron los jardines hacia el lugar del que habían surgido los disparos.
—Llévela dentro. —Raymond, que había aparecido junto a la limusina, sujetó la muñeca de Joseph con fuerza—. Estará más segu­ra en la casa.
Joseph asintió conforme. Sin perder un segundo, cogió a ________________ en brazos y subió los escalones de la enorme mansión como si no pesase nada.
NiinnyJonas
NiinnyJonas


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