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Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación] - Página 8 Empty Re: Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación]

Mensaje por aranzhitha Miér 02 Oct 2013, 5:46 pm

ahh siguela!!
Has un maraton!!
aranzhitha
aranzhitha


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Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación] - Página 8 Empty Re: Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación]

Mensaje por fernanda Miér 02 Oct 2013, 6:56 pm

DIOS SÍGUELAAAAAAAA!
fernanda
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Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación] - Página 8 Empty Re: Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación]

Mensaje por NiinnyJonas Miér 02 Oct 2013, 8:39 pm

Se apartó unos centímetros para desabrocharse rápidamente la camisa, pero ________________ no le dio tiempo a hacerlo. Deslizó las manos por su pecho y tiró de la prenda hasta que los botones salieron disparados y rodaron por el suelo.
El deseo de dominarla creció en el interior Joseph hasta límites incontenibles, tensándole los músculos y provocando una oleada de adrenalina que se extendió por todo su ser. Agarró el dobladillo de la camiseta de ________________ con firmeza y se la quitó por la cabeza antes de volver a asaltar vorazmente su boca.
Maldita fuera, acabaría por aullar de lujuria. De esa lujuria que le enardecía cuando deslizaba las manos por el cuerpo de la joven y le arrancaba cada prenda que encontraba a su paso.
Unos segundos después ella estaba desnuda contra él y presio­naba sus senos contra su musculoso torso mientras Joseph la empu­jaba hacia la cama. Nada importaba más que ________________. Nada importa­ba salvo tocarla y saborearla.
Ella le rodeó el cuello con los brazos y lo besó como si estuvie­ra sedienta de él. Era una mujer exigiendo al hombre que necesita­ba, una mujer que lo había perdido todo hacía demasiado tiempo.
Poniéndose de puntillas, la joven trató de imponer el ritmo durante los primeros segundos. Acarició la lengua de Joseph con la suya en un intento de someterlo hasta que él tomó el control con un rudo gemido. Le cogió la cabeza con una mano y la inmovilizó para poder dominarla y besarla a placer.
Sólo por un momento.
________________ quiso sonreír al sentir la sorpresa de Joseph cuando le mor­disqueó los labios y dibujó su contorno con la lengua, negándose a dejarse dominar. Le tiró del pelo y le rozó el musculoso pecho con los pezones.
Aquélla era una pasión diferente a la que había disfrutado con Nick aquella noche en Australia, hacía ya tanto tiempo. Era pura lujuria, un deseo fiero y primitivo contra el que no podía luchar. Lo sentía en cada beso, en cada caricia de aquel hombre que necesita­ba tanto que apenas podía respirar.
Incontrolables estremecimientos de placer le recorrieron la piel cuando Joseph comenzó a acariciarla con la mano libre, deslizándola hacia arriba por su costado para luego posarse sobre su pecho y acariciarle el enhiesto pezón con el pulgar.
Él le robaba la voluntad sin piedad, mordisqueándole y lamién­dole los labios, despojándola del control con cada beso y con cada roce de sus manos.
Era como estar sumergida en una convulsa vorágine de puro éxtasis. Sin poderlo evitar, ________________ se rindió de una manera que no se había permitido aquella única noche con Nick. La noche que pen­saba que le había perdido para siempre.
Esta noche, sin embargo, tomaría todo lo que pudiera obtener de Joseph. Esta noche, le daría todo lo que tenía para darle.
Le acarició los hombros, el pecho, los duros abdominales. Palpar aquellos tensos músculos bajo la piel morena era como una droga que aumentaba su necesidad y excitación hasta cotas imposibles. Podía sentir claramente cómo esa voracidad ardiente se extendía por su cuerpo y le humedecía los sensibles pliegues del sexo. Su hincha­do clítoris estaba tenso y caliente, y palpitaba buscando alivio.
—Tan apasionada... Tan dulce... —jadeó Joseph, haciéndola vibrar—. Adoro tus caricias.
Le mordisqueó el cuello rozándole la suave piel de la garganta con los labios, y, en respuesta, la joven se puso de puntillas y emitió un ronco gemido.
________________ le necesitaba. Le necesitaba tanto que llegó a preguntar­se si podría soportarlo. Lo deseaba tanto que en aquel momento le hubiera dado a Joseph cualquier cosa que él le hubiera pedido.
Cediendo a la tentación, deslizó la mano por el tenso abdomen masculino en busca de la rígida erección que se apretaba contra su vientre. Gruesa y dura, palpitante bajo sus dedos, era como una sedosa barra de acero que ardía contra su palma.
—Maldita sea —jadeó él en su oído cuando ella comenzó a recorrerle el grueso miembro de arriba abajo—. Si continúas haciendo eso acabaré corriéndome en tus manos.
________________ casi alcanzó el orgasmo al oír aquella áspera declaración contra la sensible piel del cuello.
—Entonces tendrás que intentar hacerlo mejor la segunda vez —susurró satisfecha.
Joseph lanzó una carcajada entrecortada.
—¿Crees que me saldría mejor la segunda vez? —replicó al tiempo que deslizaba la mano entre sus cuerpos y posaba la palma en el sexo de la joven.
—Oh, Dios. Sí. —________________ arqueó las caderas contra los hábiles dedos de Joseph, que se deslizaban dentro de la estrecha hendidura para rozarle delicadamente el clítoris—. Tal vez deberíamos incluso probar una tercera vez, sólo para asegurarnos.
—¿Quieres practicar hasta que nos salga perfecto?
________________ le habría contestado de haber podido. Se le habrían ocu­rrido al menos media docena de respuestas ingeniosas si él no hubiera escogido ese momento para explorar la tensa y estrecha entrada de su sexo con un dedo.
—Joseph —gritó anhelante, separando los muslos y notando cómo sus jugos le empapaban el dedo, lubricándolo e incrementan­do el placer que la atravesaba.
Era una sensación salvaje que palpitaba con cada latido de su corazón, manteniéndola al borde de un oscuro abismo. Necesitaba que la tomara ya, lo necesitaba en su interior con una desesperación nacida de lo más hondo de su ser. Sentía una profunda sensación de felicidad y dolor y, por encima de todo eso, un deseo que sólo había experimentado con Nick. Un deseo que nunca había podido erra­dicar de su alma.
—Tócame —musitó, perdida en la necesidad que la envolvía—. Oh, Dios, Joseph. Tócame...
A pesar de sus palabras, ________________ no sabía cómo podía llegar a tocarla más profundamente o mejor de lo que ya lo hacía.
Pero lo hizo. Joseph le rozó los labios con los suyos, y los abrió con un beso tan profundo que hizo que ________________ temblara visible­mente.
La joven estaba a punto de suplicar. Seguía acariciándole la larga y gruesa polla con una mano mientras mecía las caderas al ritmo del dedo que se movía en su interior. Primero fue uno, y luego dos, los que la llenaron y acariciaron por dentro, rozándole los músculos internos y provocándole una sensación tan intensa que casi llegó al orgasmo.
Joseph apretó la palma contra el clítoris y, al instante, un relámpa­go de ardiente placer atravesó el cuerpo de ________________. Su sexo se tensó con fuerza en torno a los dedos de Joseph, palpitando con los rápidos movimientos que la llenaban, que la estiraban.
Cinco años era mucho tiempo para sobrevivir sin caricias ni afecto. Para vivir dentro de un vacío que sólo estaba lleno de recuer­dos.
Ávida de más, acunó en su mano la pesada bolsa de los testícu­los y lo acarició como nunca lo había hecho antes.
—Si sigues así conseguirás que pierda el control —jadeó Joseph.
A ________________ no le importó. Él ya le había hecho perder el control a ella.
—¡No te detengas! —Su grito fue una súplica cuando él sacó los dedos del dolorido centro de su cuerpo.
—Sólo será un momento, cariño —le prometió él con voz ronca, al tiempo que la alzaba para depositarla sobre la cama.
Arrodillada en el centro del colchón, esperó a que Joseph se reu­niera con ella y luego le rodeó el cuello con los brazos. Sus labios y lenguas combatieron en una sensual batalla mientras él la tumbaba sobre el colchón, le separaba los muslos y se acomodaba entre ellos. Luego, abandonó sus labios y comenzó a besarla por todo el cuer­po.
—No, esto no ocurrirá así —protestó ________________, empujándole por los hombros e intentando ponerse encima de él.
La risa de Joseph fue como un bálsamo para el dolor que inunda­ba el interior de la joven. Un sonido cálido y alegre que no sólo hablaba de conquista, sino de bromas y tentación.
Antes de que ________________ pudiera indicarle cuál era la posición correcta, él se dio la vuelta sobre el colchón, se puso boca arriba y la colocó a horcajadas sobre su pecho, de forma que ella quedase de espaldas a él.
________________ se quedó paralizada cuando sintió la lengua de Joseph entre los hinchados pliegues de su sexo. Vibrando e indagando, rozando y acariciando, lamiendo y besando, provocando y tentando mientras ella apoyaba las manos en el duro abdomen abdomen masculino e intentaba respirar.
Erguida orgullosamente bajo ella, se encontraba la pesada lon­gitud de la polla de Joseph con una gota en la punta que clamaba por su atención.
La joven apenas podía pensar a causa del placer que sentía entre los muslos. No podía hacer nada más que sentir, aunque deseaba más.
Atrapada por las sensaciones que la consumían, inclinó la cabe­za y rodeó la base del miembro con las manos, guiada por el instin­to y el deseo. Abrió la boca sobre el glande y comenzó a saborear­lo. A llenarse la boca con su ardiente suavidad, succionándola y humedeciéndola.
Joseph se sintió atravesado por una oleada de ráfagas de placer cuando la lengua de ________________ le recorrió la polla por entero. Agarró los muslos femeninos y atrajo a la joven hacia su boca, introduciendo la lengua en la resbaladiza abertura de su sexo con la intención de distraerla. Dios, debería haber recordado lo apasionada que era.
NiinnyJonas
NiinnyJonas


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Mensaje por fernanda Miér 02 Oct 2013, 9:18 pm

DIOS SÍGUELA!
fernanda
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Mensaje por chelis Jue 03 Oct 2013, 6:19 pm

:calor: :calor: :calor: :calor: :calor: :calor: :calor: Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación] - Página 8 1244184562 Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación] - Página 8 1244184562 Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación] - Página 8 1244184562 Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación] - Página 8 1244184562 Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación] - Página 8 1244184562 Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación] - Página 8 1244184562 Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación] - Página 8 1244184562 Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación] - Página 8 2785603980 Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación] - Página 8 2785603980 Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación] - Página 8 2785603980 Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación] - Página 8 2785603980 Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación] - Página 8 2785603980 Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación] - Página 8 4242539333 Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación] - Página 8 4242539333 Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación] - Página 8 4242539333 Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación] - Página 8 4242539333 Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación] - Página 8 4242539333 Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación] - Página 8 4242539333 Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación] - Página 8 4242539333 

pon el que sigueee... porfiiiss
chelis
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Mensaje por @ntonella Sáb 19 Oct 2013, 7:38 pm

New reader!!!!!Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación] - Página 8 350222609 
OMG...  Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación] - Página 8 167695056 
como la dijas asi mujer Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación] - Página 8 2841648573 .... tienes que seguirlaaaaaaaaaaaaaa... lo mas pronto posible... me encanta la noveee.. ni se te ocurra dejarla.. siguelaaaaa...
  :fosforitos:quiero mas :fosforitos: Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación] - Página 8 3258640905
@ntonella
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Mensaje por chelis Dom 20 Oct 2013, 2:22 pm

:wut:
chelis
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Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación] - Página 8 Empty Re: Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación]

Mensaje por @ntonella Dom 20 Oct 2013, 6:32 pm

:muere: 



:muere: 



:quemierda: 



:quemierda: 




:quemierda: 




:quemierda: 




:misery: 



:misery: 




:wut:
@ntonella
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Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación] - Página 8 Empty Re: Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación]

Mensaje por chelis Dom 20 Oct 2013, 6:54 pm

REGRESAAA
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Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación] - Página 8 Empty Re: Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación]

Mensaje por NiinnyJonas Lun 21 Oct 2013, 4:44 pm

Aunque en realidad, esas pocas horas que habían pasado juntos años atrás eran insuficientes para saber la forma en que podía llegar a entregarse a él, cuánto placer podía recibir.
Y que Dios le ayudara ahora, porque su ________________ estaba dispuesta a entregarse por completo. Lo único que Joseph podía hacer era no perder la cabeza para darle tanto placer como estaba recibiendo de ella.
Dispuesto a llevarla al límite, deslizó la lengua por los pliegues mojados de su sexo con maestría, deleitándose con el dulce néctar del deseo, sintiendo el calor y la necesidad en cada pálpito cuando rozaba un punto excesivamente sensible.
Se sintió embriagado por su sabor, por sus caricias, por su deseo. ________________ era adictiva. La llevaba en la sangre. La joven ni siquie­ra imaginaba el poder que tenía sobre él.
Le dio un toquecito en el clítoris con la lengua y luchó por con­servar el control cuando los labios de ________________ se cerraron sobre su glande. La joven lo aceptaba en su boca con sensual deleite; cada caricia de su lengua era una respuesta instintiva al placer que él le daba a ella.
Gimió en torno al grueso eje de su polla cuando él volvió a ator­mentarla con la lengua, y le acarició los testículos en respuesta.
Santo Dios, ________________ le volvía loco. Joseph arqueó las caderas invo­luntariamente pidiéndole más en silencio, llenándole la boca hasta que ella se vio obligada a retirarse un poco.
Estaba cubierto por una fina capa de sudor y el deseo crecía sin medida en su interior mientras luchaba por contener la liberación. Quería explotar dentro de ella. Quería sentir ese dulce sexo cerrándose en torno a él, reteniéndole, aprisionándole dentro de ese deli­cado y menudo cuerpo.
Dios, la había echado tanto de menos... Sus caricias, sus besos, sus dulces mordiscos. Sus manos sobre su piel, como si tocarle fuera lo más importante para ella.
Completamente enardecido por el placer, le acarició los muslos y la espalda, rozándole la piel con las uñas y sintiendo el escalofrío de deseo que la recorrió mientras la oía gemir alrededor del pene que le llenaba la boca.
Con cada profundo movimiento de sus labios contra su erecto miembro, con cada succión, sentía pequeños estremecimientos de éxtasis a través de todas sus terminaciones nerviosas. Un calor abra­sador lo envolvió hasta que sintió que su cuerpo estaba a punto de explotar y desintegrarse en miles de fragmentos por el placer que le provocaban sus caricias.
Distraerla para que dejara de proporcionarle aquel aniquilador placer en la polla se convirtió en una prioridad para él. Estaba a punto de correrse en su boca y era lo último que deseaba. Todavía no. No esa vez.
Ahuecó las manos sobre las curvas de su trasero para presionar con la lengua el sensible clítoris y lo succionó hasta que lo sintió latir en la boca. ________________ se puso rígida, tensándose ante las devastadoras sensaciones que la dejaban sin aliento.
Sin piedad, Joseph deslizó una mano más abajo y sus dedos encontraron la pequeña y delicada abertura de su sexo. Suavemente, la penetró con dos dedos y la sintió vibrar cuando el orgasmo comenzó a insinuarse en ella.
Aun así, ________________ continuó torturándolo. Continuó rodeándole el glande con la lengua y jugando con sus testículos.
Joseph introdujo los dedos más profundamente en su interior sin dejar de succionarle el clítoris en ningún momento, embistién­dola con largos y profundos envites que pretendían destruir su control.
Pero aun así, ________________ se negaba a liberar su rígido miembro. Lo introdujo todavía más en su boca hasta que Joseph sintió como si le estuviera succionando el alma, lamiéndola y acariciándola con exquisita suavidad.
La habitación se llenó con el sonido de las ásperas y desespera­das respiraciones de ambos, evidenciando el abrasador placer que les estaba consumiendo.
Sabiéndose cerca de perder la batalla, Joseph clavó los talones en el colchón para evitar eyacular.
—Basta. —Se movió con rapidez, levantándola con él y ten­diéndola de espaldas. Alargó una mano para coger el condón que había dejado sobre la almohada y lo deslizó por su miembro antes de colocarse sobre ella.
—Ni hablar. —Con habilidad, ________________ se escabulló antes de que él pudiera empujar entre sus muslos.
Joseph casi se rió de puro deleite cuando ella le empujó contra la cama, tumbándolo de espaldas y montándose a horcajadas sobre su cuerpo.
—Eres una maldita tigresa —masculló, agarrándole las caderas.
—Recuérdalo. —________________ jadeó al rozar el hinchado glande con los cálidos y mojados pliegues de su sexo para acogerlo dentro de su cuerpo.
Sin dejar de sujetarla por las caderas, él le brindó una sonrisa provocativa y la hizo bajar hasta que la empaló sobre la pesada lon­gitud de su polla.
—Te aseguro que lo recordaré —afirmó Joseph entrecortada­mente. Sentirse envuelto en la sedosa calidez de la joven era como volver a casa—. Lo recordaré siempre.
Aflojó la presión sobre las caderas de ________________ y echó la cabeza hacia atrás de puro éxtasis. Tensó los muslos y arqueó las caderas, empujando en ella con más dureza, penetrándola más profunda­mente mientras contenía una liberación que casi escapaba a su control.
Que Dios le ayudara. Nunca había sentido nada tan bueno en su vida. Nunca se había sentido tan excitado como cuando estaba con ella.
—Joseph —susurró la joven; y él fue incapaz de contener un sordo gruñido por la necesidad de oír su auténtico nombre en sus labios, por saber que ella recordaba al hombre que había sido. Que conocía al hombre que la estaba poseyendo.
La atrajo hacia sí para besarla con una intensidad que alimentó el deseo rugiente que ardía dentro de ellos mientras sus lenguas se batían en duelo, lamiéndose y acariciándose mutuamente.
Sus caderas chocaron con fuerza al tiempo que se contorsiona­ban sudorosos. No había nada entre ellos, nada que los atara el uno al otro y, sin embargo, aquello era diferente a cualquier otra cosa que Joseph hubiera conocido en su vida.
Y también era diferente a cualquier cosa que hubiera conocido ________________. Ahora experimentaba algo más que placer; cada roce de la piel de Joseph contra la suya era una excitante tortura. Una mezcla de hielo y fuego, de desesperación y éxtasis. Era como si estuviera sien­do acariciada por un relámpago, por unas llamas ardientes que serpenteaban sobre su piel.
Apelando a los últimos restos de su voluntad, se irguió y apoyó las manos en el estómago de Joseph, arqueando y meciendo las cade­ras. Frotando su clítoris contra aquel grueso miembro que la llena­ba hasta lo imposible y la conducía más allá de cualquier cosa que hubiera conocido con anterioridad.
Las punzantes sensaciones que ardían en su vientre se extendie­ron por su cuerpo y clavó inconscientemente las uñas en el muscu­loso abdomen de Joseph. Dios, no podría soportar mucho más. Aquella carne dura como el acero que estaba enterrada en su inte­rior, palpitaba y la embestía rítmica y profundamente, acariciaba ter­minaciones nerviosas que no habían sido excitadas desde hacía cinco años y que la hicieron estremecerse sin control.
Aunque ella ya había perdido el control mucho antes. Estaba en medio de una oleada de placer tan puro y desgarrador que conser­varlo ahora hubiera sido imposible. Trató de gritar el nombre del Joseph, pero por más que lo intentó, no consiguió reunir el aliento necesario para hacerlo. Quería suplicarle la liberación, consciente de que era él quien la controlaba, quien la sostenía, arrastrándola a un torbellino de sensaciones que ________________ jamás había conocido en su vida.
Joseph clavaba los dedos en su piel y embestía con fuerza contra ella, hundiéndose en su cuerpo mientras la conducía a un orgasmo que amenazaba con destruirla, que la llevó a límites que ni siquiera sabía que existían.
________________ arqueó la espalda, vibró con violencia y explotó en un sal­vaje clímax liberador. Implacable, Joseph siguió empujando con más profundidad y dureza debajo de ella hasta que, con un gemido aho­gado, alcanzó también el éxtasis.
________________ lo sintió. A pesar del condón que separaba sus pieles, pudo percibir el duro y cálido palpitar del orgasmo de Joseph y la sen­sación ardiente de su semen llenando el fino látex que lo contenía, mientras otra oleada de placer la atravesaba.
Y entonces voló de nuevo. Un millón de colores explotaron tras sus párpados cerrados al tiempo que un relámpago le atravesaba las venas y retumbaba en su cuerpo. Completamente desvalida, se per­dió en aquel éxtasis brutal, se perdió en un hombre que ninguna mujer podría controlar jamás.
Se sintió unida por completo a Joseph. Dentro de su piel, hun­diéndose más profundamente en él mientras descansaba contra su pecho.
Jadeante, Joseph la rodeó con los brazos y le acarició la espalda con suavidad al tiempo que le murmuraba algo al oído. ________________ toda­vía era incapaz de entender lo que le decía. Dios, ni siquiera quería pensar. No quería escuchar ni racionalizar nada por el momento. Sólo quería sentir que era parte de Joseph.
—Relájate. —________________ escuchó finalmente la suave palabra y se dio cuenta de que todavía se estremecía sin control entre sus bra­zos—. Está bien, cariño, estás conmigo.
Estaba con Joseph. El la sostenía. La tranquilizaba envolviéndola con sus brazos.
De pronto se dio cuenta de que le estaba clavando las uñas y se obligó a relajar las manos, deseando seguir sintiéndose parte de él.
—Eres como fuego sobre mi piel —susurró Joseph, apartándole el pelo y dándole un beso en el cuello—. Dulce y ardiente.
________________ tuvo que contener las lágrimas al igual que las palabras que pugnaron por salir de sus labios. ¿Era Nick? Ella creía que sí, la tocaba y la besaba de la misma manera, pero esa certeza la esta­ba destrozando por dentro.
Porque si realmente era Nick, entonces tendría que aceptar que la había abandonado. Que había rechazado lo que existía entre ellos y le había dado la espalda, llevándose una parte de ella que ________________ jamás había podido recuperar.
Había vivido una existencia vacía desde entonces... Hasta que llegó Joseph.
En ese momento, ________________ se dio cuenta de lo que le había ocurri­do a lo largo de los últimos cinco años. Cómo le había afectado la «muerte» de Nick. Cómo había destruido su vida.
Se apartó de él y rodó a un lado con los ojos cerrados, sintien­do la mano de Joseph acariciándole el vientre. Su piel no conocía de dudas o certezas y se estremeció ligeramente.
Casi se había destruido a sí misma después de perder a Nick. ¿Cómo había podido ser tan débil? Ella, que siempre se había con­siderado una persona fuerte y decidida, se había venido abajo cuan­do perdió a Nick. O a Joseph. O como quiera que se llamase.
—________________, te estás distanciando de mí —dijo él con voz dura—. Puedo percibirlo.
La joven abrió los ojos, giró la cabeza y le sostuvo la mirada.
Era increíblemente atractivo. El pelo castaño claro le caía sobre la frente haciéndole parecer más joven; tema los labios hinchados por los besos y una mirada cargada de emoción.
¿Qué emoción?, se preguntó ________________. ¿Qué tramaba aquel hombre al que le había entregado su corazón y casi su vida?
¿Estaba arrepentido? ¿Justificaría eso sus acciones?
¿Acaso importaba? Si realmente era Nick, entonces la única razón por la que estaba allí era para utilizarla. La necesitaba para conseguir entrar en una sociedad tan elitista y poderosa que sólo unos pocos conocían su existencia.
Esa era la cruda realidad.
No se mentiría más a sí misma, pensó mientras contenía las lágrimas que le inundaban los ojos. No se permitiría ninguna debi­lidad más. Había madurado.
Perder a Nick le había destrozado el corazón y la mente hasta un punto en que casi le resultó imposible sobrevivir a ello. Seguir adelante después de su «muerte» había sido devastador y no iba a permitir que Joseph Jonas volviera a hacerle lo mismo.
—Estoy aquí —respondió finalmente—. Ha sido un día muy largo. Una semana muy dura.
Se apartó de su lado y se sentó en la cama, rogando que las pier­nas la sostuvieran cuando se puso en pie.
—¿Adónde vas, ________________? —Desvergonzadamente desnudo, observó cómo ella cogía una bata de la silla que había contra la pared y se cubría con ella.
La joven se envolvió en la tela de algodón, aunque esta vez no le resultó tan cálida y suave como siempre. Todavía se sentía fría y vacía sin las caricias de Joseph.
¿Cuánto tiempo duraría esta vez?, se preguntó. Sospechaba que hasta que él la dejara por otra misión. Quizá por otra mujer.
—Tengo hambre. —Se obligó a componer una sonrisa mientras se dirigía a la puerta—. Y necesito un café.
—Es tarde y anoche apenas dormiste —masculló él poniéndo­se en pie y recogiendo sus pantalones del suelo—. Deberías estar cansada.
En realidad estaba exhausta.
—Quiero comer algo antes de dormir. —Se encogió de hom­bros y se detuvo junto a la puerta—. ¿Te apetece un sándwich?
Le dio la espalda en cuanto le hizo aquella pregunta. Joseph era demasiado perceptivo y podía leer en ella con demasiada facilidad. ________________ jamás había podido ocultarle nada y ahora tenía mucho que ocultar.
Apenas había conseguido recuperarse de lo sucedido en Australia. De hecho, se había limitado a sobrevivir a duras penas durante aquellos últimos cinco años, sufriendo por el amor de un hombre al que creía muerto.
Pero no permitiría que eso ocurriera de nuevo. Tenía una vida que no incluía a Joseph, igual que debería haber tenido una vida que no incluyera a Nick Miller.
De ninguna manera volvería a perder una parte de sí misma. Puede que él poseyera su corazón, pero no poseería su vida.
—________________. —Él la cogió por el brazo antes de que ella pudiera escapar—. ¿Te encuentras bien?
La joven se volvió hacia él y sintió que se le doblaban las pier­nas. ¿Qué significaba esa expresión en el rostro de Joseph? Desde luego, no podía ser amor. No sería tan estúpida como para volver a creer en eso. Aquella mirada fija e intensa en sus ojos significaba que le importaba —oh, ella no dudaba de que le importaba—, pero no era amor. El amor no se olvida en pro de la venganza. No se abandona por una misión.
La vida ya había sido suficientemente dura con un corazón roto en su interior, y ________________ temía que se volviera incluso más vacía cuan­do él la dejara de nuevo.
NiinnyJonas
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Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación] - Página 8 Empty Re: Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación]

Mensaje por NiinnyJonas Lun 21 Oct 2013, 4:46 pm

Capítulo Siete


Las cosas cambian. Las emociones que alberga el corazón de una mujer no siempre pueden negarse. La necesidad, el deseo, la sensación de conexión, de unión, no pueden ser rechazados ni igno­rados por más que se intente.
________________ se despertó a la mañana siguiente con ese conocimiento bullendo en su interior. Se levantó de la cama vacía para darse una ducha y contuvo las lágrimas que le anegaban los ojos.
Se había despertado sola. Tras la noche más increíble de su vida, yacía sola en la cama cuando abrió los ojos. Aunque siempre había sido así.
Cogió la ropa y se obligó a ir a la ducha, conteniendo la rabia y el dolor que convivían en lo más profundo de su ser.
Joseph no le había hecho ninguna promesa y, a pesar de que ella quería creer que él era Nick, de que había muchos rasgos que podía atribuirle, había otros muchos que no.
Él era Joseph Jonas, y Joseph Jonas no podía amarla. Ella no era más que un simple recurso para él, un medio para llevar a cabo una misión.
Tardó una eternidad en vestirse. Se le habían acabado las fuer­zas que sabía que necesitaría para enfrentarse al hombre en cuyos brazos se había quedado dormida, y también se le habían agotado las esperanzas que habían comenzado a crecer en su interior. No sólo por el hecho de que Joseph fuera Nick o no, sino por los senti­mientos que él le provocaba.
Deshacerse de ellos no sería fácil. Contener la debilidad era casi imposible, pero se consoló pensando que no sería algo permanen­te. Sólo eran los efectos posteriores a una noche en brazos de un hombre experimentado y a sus propias y caprichosas emociones.
Una sonrisa mezcla de burla y melancolía le curvó los labios mientras terminaba de maquillarse y se pasaba el cepillo por el pelo una última vez antes de mirarse al espejo.
Le gustó lo que veía. No tenía el aspecto de alguien al que se le hubiera roto el corazón, ni de alguien con un sólo propósito en la mente.
Venganza.
Respiró hondo llenándose el cuerpo, la mente y el espíritu de ese único pensamiento. Puede que no tuviera ninguna oportunidad de tener amor en su vida, pero sí de conseguir venganza. Por Anna y Mathilda, por sus padres. Especialmente por sus padres. Tenía la oportunidad de hacer pagar al asesino.
Y por ahora, por un breve periodo de tiempo, tenía a Joseph. No es que fuera suficiente, pero al menos, cuando todo hubiera acaba­do, no tendría que lamentarse por no haberlo intentado, de no haber luchado por lo que su corazón reclamaba.
Había dejado que pasaran meses antes de darle a entender a Nick que le deseaba. Tiempo que no tenía intención de desperdi­ciar con Joseph.
Él era demasiado autoritario y puede que sus temperamentos cho­caran mientras estuvieran juntos, pero los recuerdos... ________________ sonrió al pensarlo. Conservaría muchos recuerdos cuando todo hubiera acabado.
Claro que eso sólo pasaría si lograban sobrevivir a aquella misión. Lo que la llevaba a otro tema al que no quería enfrentarse: una vez que todo terminara, se habría ganado un buen número de enemigos muy poderosos. Los hombres de ese pequeño grupo a los que les gustaba pensar que dominaban el mundo, que lo controla­ban todo, no apreciarían su intromisión. Y siempre existía la posibi­lidad de que estuvieran relacionados con Warbucks.
Esperaba no haber pasado nada por alto. Había invertido muchos años en rastrear a Warbucks y a Orión. Después de haber descartado a aquellos que era imposible que estuvieran involucrados, se había centrado en cuatro hombres con el poder, los recursos y las conexiones necesarias para llevar a cabo los robos y las ventas con la entidad suficiente para poner en peligro la paz mundial.
Se puso unas botas desgastadas por las largas excursiones a pie, se las ató con rapidez y bajó las escaleras para tomar el café que sabía que había preparado el ama de llaves. La luz del sol inundaba cada rincón de la casa, una luz sin calidez que le produjo un escalo­frío a pesar de que la calefacción llevaba horas encendida.
Pronto nevaría, pensó mirando por los enormes ventanales del vestíbulo. Las nubes se cernían amenazadoramente sobre las mon­tañas y el pronóstico del tiempo había anunciado ventiscas para los próximos días.
Tenían menos de tres semanas para lograr desenmascarar a Warbucks. La venta se produciría muy pronto. Ella tendría que ase­gurarse de que Joseph fuese el negociador elegido, y poco después comenzarían las conversaciones sobre la compraventa del «Destructor».
Le asombraba pensar lo distintas que eran ese tipo de transaccio­nes ahora.
Hubo un tiempo en que las cosas no habían sido tan civilizadas, pero al menos había sido más fácil rastrear y capturar a los traido­res involucrados en tales ventas. Ahora estaban protegidos por negociadores o intermediarios, y todo quedaba envuelto en una atmósfera profesional que incluía infinitas comprobaciones y topos en las fuerzas de seguridad.
Sacudió la cabeza ante ese pensamiento, se dio la vuelta y se diri­gió a la cocina. El suave aroma del café flotaba en el aire, tentándo­la. Pero había algo más esperándola: el sonido de voces, de un hom­bre y una mujer. Joseph y una mujer desconocida.
________________ se acercó en silencio y se detuvo en la puerta, incapaz de oír desde allí lo que decían.
Apretó los labios y revisó el arma que llevaba en la espalda, debajo del fino suéter, antes de cuadrar los hombros y entrar en la habitación.
Joseph se volvió hacia ella de inmediato observándola con una expresión pétrea, mientras que la pelirroja que estaba a su lado disi­mulaba una sonrisa.
Vestida con vaqueros, botas y un grueso jersey, aquella mujer tenía el aspecto de una turista que acabara de darse una caminata en vez de alguien que estuviera involucrada en lo que ________________ había deci­dido que era la peligrosa vida de Joseph. Delgada y en buena forma física, tenía una larga melena rojiza que le caía por la espalda y unos ojos color verde mar que brillaban con una mezcla de cinismo y diversión. La mujer parecía mundana e inocente a la vez y, por algu­na razón, le resultaba muy familiar.
La observó con la cabeza ladeada, intentando ignorar la punza­da de celos que sentía en las entrañas. Aunque, en realidad, Joseph parecía más irritado que excitado con aquella mujer. Y ________________ podría jurar que la tensa mandíbula, las ensanchadas fosas nasales y aque­llos labios fruncidos eran idénticos a los de Nick cuando estaba enfadado.
—Hola, ________________. Espero que no te moleste que te tutee —dijo la pelirroja sin esperar a que la presentaran. Atravesó la estancia y alargó la mano hacia ella con una brillante sonrisa en los labios—. Soy la representante de Joseph, Tehya.
—¿La representante? —________________ arqueó una ceja y le lanzó a Joseph una mirada inquisitiva mientras estrechaba la mano de la inespera­da visitante.
Con aire distraído, percibió la suavidad de la palma de Tehya, la calidez y la falta de humedad. Fragilidad y dureza, una extraña com­binación.
—Mi representante —remarcó él, asintiendo con la cabeza—. Todos los buenos negociadores tienen uno.
—Así es. —Tehya sonrió ampliamente—. Aunque también los asesinos lo tienen. Esa fue la debilidad de Orión. Su intermediario temió que fuera a por él una vez que se retirara. Sabía que entonces le mataría.
—Es una buena idea. ¿Cuándo podré retirarme? —se burló Joseph.
Tehya lanzó una alegre carcajada en respuesta.
—Las últimas noticias que tengo son que los representantes se limitan a llamar por teléfono, no a visitar a sus clientes en persona —señaló ________________ acercándose a la cafetera—. ¿Cuándo ha cambiado esa costumbre?
—Un buen representante sabe cuándo tiene que llamar por telé­fono y cuándo presentarse en persona. —Tehya encogió sus delga­dos hombros—. Si no quieres que rastreen la conversación, lo mejor es no usar un teléfono. Sabes tan bien como yo que todas las conexiones, incluyendo las más seguras, pueden ser intervenidas.
Totalmente cierto.
—Entonces ¿qué es tan importante para que te hayas visto obli­gada a venir desde Inglaterra? —________________ le planteó la pregunta con frialdad. Se volvió y captó tanto la mirada sorprendida de Tehya como la sospecha en los ojos de Joseph. Disimulando una sonrisa detrás de la taza de café, tomó un sorbo del aromático líquido y dejó que asimilaran que ella también tenía sus fuentes.
—¿Cómo has conseguido localizarme? —Tehya parecía más curiosa que molesta—. Lo han intentado mejores agentes que tú y no lo han logrado.
—También estabas en Atlanta —dijo ________________—. Junto con Joseph y Jerric Abbas. Una vez que relacioné a esos dos hombres contigo no fue difícil seguirte la pista y localizarte. Deberías tener más cuidado.
—Sin duda alguna —murmuró Tehya para sí misma.
Sin duda. ________________ notó que la curiosidad crecía dentro de la otra mujer. No era alguien fácil de localizar. Aunque, por supuesto, ________________ había tenido una poderosa razón para hacerlo. Y sospechar que Micah Sloane era su primo perdido sólo había sido un incenti­vo añadido.
Notó la inquieta mirada que intercambiaban Tehya y Joseph, indi­cando que aquello no debería haber ocurrido. Tehya sabía cómo proteger su rastro, y dar con su historial era realmente complicado.
—Dime, ¿cómo me localizaste en Inglaterra? —le preguntó la otra mujer directamente—. No deberías haber podido hacerlo.
—Me limité a indagar un poco. —________________ se acercó a la mesa del rincón con paso tranquilo. Se sentó y tomó uno de los bollos que el ama de llaves había dispuesto para el desayuno—. Los habitantes de ese pueblo donde vives te reconocieron en cuanto te describí. Aunque debo reconocer que tuve más problemas para localizarte en otros lugares.
—Bueno, parece que algunos secretos son más seguros que otros —repuso Tehya con sarcasmo—. Eres condenadamente buena en lo que haces, ________________.
—Sí, y eso le puede causar la muerte —gruñó Joseph mientras tomaba su taza de café—. ¿Por qué rastreaste a mi representante?
—Lo cierto es que en ese momento no tenía ni idea de que ella fuera tu representante; sólo sabía que estaba relacionada con los hombres que estaba investigando. Una vez que descubrí eso, todo resultó más sencillo. —Entrecerró los ojos y miró a Tehya de nuevo. Cuanto más tiempo estaba con ella, más familiar le resultaba. Había algo en la manera en que movía la cabeza, un intento casi instintivo de ocultar la cara detrás del pelo o de mostrar sólo el perfil, que avivaba los recuerdos de ________________. Pero aun así no lograba ubicar a la otra mujer.
—Tendremos que hablar de esto más tarde, Joseph —le advirtió Tehya.
Él asintió con la cabeza, y ________________ percibió claramente su preo­cupación. Quienquiera que dirigiera el equipo del que formaban parte no estaría satisfecho con esa información.
—¿Por qué estás aquí? —preguntó ________________ de nuevo.
Tehya se sentó en una silla, cruzó las piernas y volvió a sonreír mientras Joseph tomaba asiento frente a ellas.
—Por negocios —respondió finalmente, esbozando una mueca burlona—. Mi representado es un negociador muy cotizado y es muy exigente a la hora de escoger sus trabajos.
NiinnyJonas
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Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación] - Página 8 Empty Re: Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación]

Mensaje por NiinnyJonas Lun 21 Oct 2013, 4:47 pm

—¿De veras? —________________ miró a Joseph y arqueó una ceja de forma inquisitiva.
Él estaba reclinado en su silla, observándolas con expresión preocupada. Pero ¿por qué estaría preocupado? A menos que supie­ra tan bien como ella que, al final, descubriría la verdadera identidad de Tehya.
________________ había extraído algunas asombrosas conclusiones en Atlanta, como por ejemplo haber descubierto que su primo forma­ba parte del equipo con el que Joseph trabajaba.
Si no se equivocaba, y generalmente no lo hacía, apostaría lo que fuera a que Tehya estaba tan «muerta» como Micah. Lo mismo que Joseph.
—Por supuesto —asintió Tehya conteniendo una sonrisa—. En este caso pensé que defendería mejor los intereses de mi represen­tado viniendo a Aspen.
Joseph hizo un gesto negativo con la cabeza.
—Tehya se refiere a que Warbucks ha vuelto a establecer contacto con nosotros. Está muy interesado en el hecho de que nosotros seamos pareja y le envió un mensaje a Tehya diciéndole que le complacía que estuviéramos juntos.
—Además parece bastante seguro de que tú elegirás a Joseph antes que a los otros. Quería advertirle a Joseph que no aceptara los términos del pago sólo por vuestra relación.
—Me llevo un quince por ciento de la venta y no estoy dispues­to a bajarlo. —Joseph se encogió de hombros—. De otra manera no merece la pena que pierda el tiempo.
—Jerric Abbas está dispuesto a hacerlo por el catorce por cien­to —apuntó Tehya.
—Pero Jerric no tiene mis conexiones ni mi reputación —afir­mó Joseph en un tono que no admitía réplicas.
________________ tuvo que contenerse para no lanzar una carcajada al oírle mencionar al otro hombre.
—Jerric no lleva en este juego el tiempo suficiente para ser reconocido por otra cosa que no sean sus crímenes. Es un terroris­ta, y le costará hacer carrera como negociador.
—Pero sus conexiones con otros terroristas podrían darle ventaja. ¿Quién crees que pujará más por el artículo en cuestión? —preguntó Tehya.
—No importa. —________________ se terminó el café antes de levantarse y enjuagar su taza—. A Warbucks no le importa quién pujará. Lo único que le importa es conseguir el precio más alto y la máxima seguridad en la transacción. Y eso inclina la balanza a favor de Joseph, sobre todo si consideramos que Jerric no ha tenido tiempo de pro­bar que es capaz de ofrecer las dos cosas.
Volvió a mirar a Joseph y observó que lo había pillado por sor­presa.
Con aquella última frase, ________________ había revelado el tiempo que había dedicado a investigarle no sólo a él y a Jerric, sino también a Warbucks. Jerric Abbas nunca había sido conocido por su fuerza en las negociaciones hasta poco después de la explosión de la que tan milagrosamente había escapado.
Por fortuna, Jerric no había escapado en realidad y Micah había adoptado su identidad. Se había dejado crecer el pelo, había cambia­do el tono de su voz, y así había conseguido encajar perfectamente en la vida de Jerric. Tan perfectamente que incluso había momen­tos en que ________________ se sorprendía del buen trabajo que estaba hacien­do su primo.
Oh, sí, no tenía ninguna duda de que Jerric Abbas, Micah Sloane, y el difunto agente del Mossad israelí, David Abijah, eran la misma persona. De lo que no estaba tan segura era de que sucedie­ra lo mismo entre Joseph Jonas y Nick Miller.
—Has dedicado mucho tiempo a investigarme —comentó Joseph con voz fría.
—El año pasado tuve mucho tiempo libre —adujo ella en tono burlón—. Y lo cierto es que sentía curiosidad.
—La curiosidad puede ser peligrosa en este negocio —señaló Tehya poniéndose en pie y llevando su taza al fregadero—. Será mejor que me vaya. —Se volvió hacia Joseph—. Se supone que Warbucks se pondrá en contacto contigo en los próximos días. Te enviaré un mensaje con mi posición en cuanto me haya instalado en un hotel.
Sin más, se puso el abrigo que había dejado en una silla y salió de la casa. ________________ se volvió entonces hacia Joseph con los ojos entre­cerrados, reflexionando sobre todo lo ocurrido.
—Muy revelador —dijo finalmente—. Aunque creo que debe­ríamos haber hablado de esto antes.
Él curvó los labios con irritante diversión.
—Pensaba contártelo tarde o temprano.
—Pero no estuviste dispuesto a despertarme y permitir que for­mara parte de tu reunión con Tehya —concluyó ella—. Posiblemente porque habéis hablado de algo más que del mensaje de Warbucks.
—Es posible. —Joseph sonrió, quitándole importancia—. No hace falta que conozcas todos los detalles, ________________. Ya te lo he dicho.
—No en este juego —le espetó furiosa—. O formo parte de esto o no. Te advertí que no hay medias tintas conmigo, Joseph. Si hubieras investigado mi historial a fondo, lo sabrías.
La expresión masculina se tornó sombría.
—He investigado lo suficiente para saber que volviste locos a los agentes australianos con tu indebida curiosidad.
Ah, ahí estaba. ________________ se había preguntado cuánto tiempo tarda­ría él en sacar el tema.
¿A todos? —preguntó arqueando una ceja—. Oh, puede que a alguno de ellos no le importara.
Utilizó un tono lo suficientemente sensual para dejar claro a quién se refería.
—Nick Miller. —No hubo nada en la voz de Joseph que indi­cara que el agente australiano fuera algo más que un nombre, un rostro, asociado al pasado de ________________—. Fuisteis amantes.
Si realmente Joseph era Nick, aquello estaba yendo demasiado lejos. Santo Dios, ________________ daría cualquier cosa por salir de dudas. Deseaba que la sospecha que crecía en ella desapareciera, que la dejara tranquila. Que los recuerdos del tiempo pasado con Nick dejaran de atormentarla.
—Fuimos amantes —respondió con voz queda—, hasta que lo mataron.
Joseph se levantó de la silla y se acercó a la cafetera para volver a llenar la taza.
—Supongo que sabes que fue Warbucks quien estuvo detrás del asesinato de Miller.
________________ se quedó paralizada al oír aquello, sintiendo cómo su alma se resquebrajaba en mil pedazos.
—¿No lo sabías? —Joseph la observaba sin perder detalle de las sombras que aparecieron en los ojos de la joven—. Lo mataron porque estaba investigando las conexiones de Warbucks con el mer­cado negro australiano. Esa noche murieron él y uno de sus infor­madores.
________________ le sostuvo la mirada intentando contener las lágrimas. Acababa de descubrir que Warbucks le había robado mucho más de lo que ella había imaginado. Al principio, ________________ había investi­gado para intentar localizar al hombre que había ordenado la muerte de la esposa y la hija de Ford. Luego había temido que la investigación diera como resultado que el mismo asesino también estuviera implicado en la muerte de sus padres, como así había sido. Y ahora, al saber que también había sido el responsable de la muerte de Nick, sentía un dolor casi físico en lo más hondo de su ser. Un dolor que le oprimía la garganta, la dejaba sin aliento y le impedía soltar el grito que tenía atrapado en el pecho. Estaba sola, tan condenadamente sola que algunos días se preguntaba por qué demonios se levantaba de la cama. Tan sola que no podía olvidar la única noche que pasó con el hombre que amaba; ni siquiera cuando acababa de tener a otro hombre en su cama. ¿O quizá eran el mismo hombre?
No se atrevía a creer ni una cosa ni la otra, y se temía que era porque tenía demasiado miedo de lo que podía perder de una mane­ra u otra.
—No lo sabía —murmuró finalmente, forzándose a hablar mientras le daba la espalda, todavía luchando por contener las lágri­mas—. Mis investigaciones no me revelaron ese dato.
¿Cómo se le había podido pasar por alto?
—En ese momento trabajaba como agente encubierto para una agencia americana —le explicó Joseph.
—Si todo era tan secreto, ¿cómo es posible que tú sí lo sepas? —gritó volviéndose hacia él.
—Capturaron al hombre que lo traicionó. —Joseph se encogió de hombros—. Vivió lo suficiente para ser interrogado por otro grupo que también había estado investigando las conexiones de Warbucks. Ni siquiera el director de la Inteligencia Secreta Australiana sabía lo que estaba ocurriendo. Nick no tuvo tiempo de pasar la informa­ción antes de que lo mataran.
________________ ignoraba todo aquello.
Estaba temblando. Sentía como si un ácido corrosivo le estuvie­ra destruyendo las entrañas y arrasara todo a su paso. El dolor era tan profundo que le nubló los sentidos mientras intentaba contener los estremecimientos que sacudían su cuerpo.
—Le amabas —susurró Joseph.
________________ se secó la única lágrima que se le escapó.
—Era mi vida —afirmó—. Sí, Joseph, le amaba.
—¿Todavía le amas? —Se acercó a ella con una expresión pétrea, casi fría, en el rostro.
—¿Si le amo todavía? —Quiso reírse ante la amarga ironía de la pregunta—. En todo caso amaría un recuerdo, ¿no? Nick se ha ido para siempre. Los muertos no se levantan de la tumba como si tal cosa, ¿verdad, Joseph? No regresan con las amantes que lloran por ellos, ni las abrazan para consolarlas.
Paralizada, ________________ observó cómo él sacaba la mano del bolsillo y le secaba con ternura otra lágrima.
—Sí, se ha ido —dijo Joseph en voz baja—. Salvo en tus recuer­dos. Ahí vivirá para siempre, ________________, porque siempre será una parte de ti.
¿Qué demonios quería decir con eso?
—¿No te molesta? —________________ se tragó los sollozos que pugnaban por salir de su pecho—. ¿No te molesta follar con una mujer cuyo corazón pertenece a otro hombre?
—¡No digas eso!
Antes de que pudiera impedirlo, Joseph la estrechó contra su cuer­po con un abrazo tenso, casi castigador.
—¿Te refieres a «follar»? —gimió ella con voz ronca—. ¿Cómo quieres que lo llame si no? ¿Acaso tienes celos del hombre que posee mi corazón? ¿No te importa que sea su nombre el que quie­ro gritar cuando me llevas a la cama? —La ira le nublaba la razón. Quería que él también se enfureciera, que se peleara con ella. Quería abofetearlo porque no tendría por qué enfadarse. Porque no tenía derecho a hablar de sí mismo como si realmente estuvie­ra muerto.
________________ se estaba muriendo por dentro. Lo sentía. La sospecha de que él era Nick la carcomía viva y no tenía manera de acabar con ella. La estaba destruyendo. Saber que el hombre que amaba no la había amado lo suficiente para volver con ella sin la excusa de una misión, le desgarraba el corazón.
—No tengo derecho a que me importe, ¿verdad, ________________? —A pesar de sus palabras, el tono de su voz evidenciaba su cólera—. No tengo derecho a enfadarme.
Aquello sólo indicaba un hecho. Ni siquiera era una respuesta. Era una afirmación de que se marcharía cuando todo aquello hubie­ra terminado, nada más.
—No. —Intentó zafarse de él—. No tienes ningún derecho.
—Es cierto; pero sí tengo a la mujer. —La tomó entre sus brazos de nuevo, inmovilizándola mientras la empujaba contra la encimera de la cocina—. No lo niegues, ________________. No te atrevas a decirme que no sabes perfectamente quién soy cuando te hago mía. No te atrevas a mentirme ni a fingir que piensas en otro hombre, porque sabes de sobra quién te está follando.
¿Lo sabía realmente? Si era así, que Dios la ayudara.
—¿Es eso suficiente para ti? —le provocó—. Por supuesto que sí. Tú no estás aquí por amor, ¿verdad, Joseph? No soy yo quien te importa, sino la misión.
Él no tenía respuesta para eso. No discutió con la joven ni negó sus palabras. Se limitó a entrelazar los dedos en su largo pelo rubio, a echarle la cabeza hacia atrás y a tomar posesión de su boca con una desesperada y dolorosa pasión.
________________ conocía ese dolor, esa desesperación. Conocía el dolor que la conducía hasta sus brazos, al igual que la desesperación que impulsaba a Joseph a marcarla como suya.
Manteniéndola cautiva, él le metió la lengua entre los labios y la enredó con la suya. Le deslizó la mano libre debajo del jersey, acariciándole ardientemente la piel desnuda de la espalda mientras presionaba las caderas contra las de ella.
Su beso borró cualquier tipo de pensamiento, cualquier otra cosa de la mente de ________________ Cuando estaba entre los brazos de Joseph, la joven no se torturaba con preguntas; se limitaba a suplicar res­puestas en silencio. Entre sus brazos nada más importaba. Sólo sus besos, las sensaciones que él le provocaba, la alarmante necesidad que le arrebataba el control y la dejaba temblorosa.
Nada más importaba excepto ese momento suspendido en el tiempo.
________________ dejó de clavarle las uñas en los brazos. Con vacilación, casi con recelo, deslizó las manos hacia el ancho cuello de Joseph y abrió los labios bajo los suyos hasta que los dos gimieron de pura necesidad.
La joven le deseaba otra vez, allí y ahora. Quería arrancarle la ropa y sentirle duro y ardiente contra ella. Quería que su grueso miembro la penetrara, que la llenara por completo, que la hiciera arder con aquella brutal intensidad que ninguno de ellos podía negar.
Lo deseaba con todas las fuerzas de su ser, por más que quisie­ra negarlo. Pero no podía ser suyo. Porque si él era Nick, el riesgo sería letal. Y si no era Nick, el amor que alimentaba el deseo que ________________ no podía negar, no existiría.
Era imposible que una mujer pudiera amar de esa manera dos veces en una vida, ¿no es cierto?
—Esto es lo que importa. —Joseph se apartó de ________________ brusca­mente, con la respiración tan áspera y jadeante como la de ella—. Lo único que importa. Y te advierto que si alguna vez llegas a decir el nombre de otro hombre en mi cama, tendrás más problemas de los que imaginas.
Sin más, se dio la vuelta y salió de la cocina dejándola jadeante, dolorida, y casi segura de que Joseph Jonas era Nick Miller.
NiinnyJonas
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Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación] - Página 8 Empty Re: Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación]

Mensaje por @ntonella Lun 21 Oct 2013, 5:49 pm

OMG!!!! 
siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa...

siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaa...........
@ntonella
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Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación] - Página 8 Empty Re: Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación]

Mensaje por chelis Lun 21 Oct 2013, 6:12 pm

LA RAYIIISS ES RELISTAAAA!!!!!...
PERO CREO QUE JOE TAMBIEN SUFRE POR NO DECIRLE TODA LA VERDAD!!!
chelis
chelis


http://www.twitter.com/chelis960

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Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación] - Página 8 Empty Re: Me duele amarte (Joe & _____) [Adaptación]

Mensaje por @ntonella Mar 22 Oct 2013, 5:31 pm

Siguelaaaaaaaaaaaa...
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@ntonella
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