Killer {One Direction.

”You're just so pretty in your pain.” —Evanescence; The Last Song I′m Wasting On You.

Encogió su delgado cuerpo, mientras sus finos brazos rodeaban las temblorosas rodillas rasguñadas. Hacía frío, un horroroso día de invierno. Los copos de nieve blanca caían suavemente al terreno, uniéndose a la gruesa capa que inunda el suelo. Los dedos de sus pies se hundían en la nieve, tomando el color de un rojo doloroso que le quemaba a la joven pero ella no se movió ni un milímetro. Ni a pesar de que se encontraba desnuda, muerta de hambre y herida. Su cabello de color rosa rojizo le cubría la espalda entera, tapando los gruesos arañazos que aquella Cosa le había hecho al intentar escapar. Sus ojos se encontraban también cubiertos por el flequillo, el cuál era demasiado largo. La pequeña niña apretó los dientes con intensidad, clavándose los colmillos en el labio y produciendo una sacudida de terrible dolor que le enjuagó los ojos con lágrimas.

No debería de moverse, por lo menos, no mientras eso estuviera allí. Libre. Salvaje. Sediento de sangre. La niña cerró los ojos, recordando aquellos ojos rojos que brillaban en la oscuridad y sostenían delicadamente la cabeza de su padre. Aquella noche había sido extraña, y terrorifica. La sangre salpicando las paredes, los cuerpos muertos de su familia cubriendo el suelo y la figura oscura que la contemplaba con una sonrisa de tiburón dibujada en los labios... Eran algo que quisiera olvidar. Volvió a abrir los ojos, con un nudo en la garganta y cayó en la cuenta de que una sombra negra se movía rápidamente entre los árboles de aquel bosque estenso que rodeaba la casa. Sentía terror.

La sombra era alta y delgada, aunque no se podía distinguir nada de aquel cuerpo que pudiera carácterizarlo como mujer u hombre. La niña entrecerró los ojos, y captó aquellos ojos rojos sangre que había visto en la oscuridad. Sabía que la buscaba. El sabor a metal inundó su paladar. Su hora había llegado. La figura se detuvó de golpe, provocando que algunas liebres escondidas saltaran de su escondite y se marcharan corriendo a su madriguera. A lo mejor, si no hubiera pronunciado ese nombre maldito, nada de eso hubiera pasado.

La Cosa giró un poco, moviendo lo que era la cabeza de una forma antinatural. El vello de los brazos se le erizaron de puro terror. El miedo entraba en sus venas, bombardeando su corazón con pura adrelanina. ¿A caso era ese su fin? El viento sopló con delicadeza, llevándose con él el amargo hedor a la muerte. La niña apretó los dientes, sin moverse todavía. A lo mejor aquello no la había visto aún, y estaba a tiempo de huir. Huir lejos de allí. Pero se equivocaba, y lo supo en cuanto aquellos ojos rojos miraron los suyos de color azul oscuro y las miradas se conectaron como si de piezas de puzles se tratasen. Ella pudo escuchar el click que produjo su cabeza, cuando ella se puso en pie demasiado rápido y contempló con miedo como aquello se transformaba en una mancha borrosa para su vista. Para cuando regresó a la realidad, aquello se encontraba agarrando sus delgados brazos. Las lágrimas asaltaron los ojos de la humana pero se prometió no llorar. Claramente no lo haría.

—Moshi, sukoshi fumetsu.Anata wa watashi kara hanarete shutoku surunoni jūbun sumātoda to omou? Watashi no mono ga nandearu ka o watashi ni ataeru —susurró aquella cosa.

La niña apretó los labios, sin entender nada y cerró los ojos, escuchando atentamente el sonido de los pájaros que se despertaban gracias al amanecer y la nieve crugiendo a su espalda. También reconoció el viento, siendo cortado por algo afilado.

No crees en demonios, hasta que no te encuentras con uno.