O W N
¡Conéctate y ven a divertirte con nosotr@s! :)
Si no estás registrado, hazlo y forma parte de nuestra gran comunidad.
¡La administración ha modificado otra vez el foro, y los Invitados ya pueden ver todas las secciones! Aún así, para comentar y crear temas debes tener una cuenta.

Cualquier duda, queja o sugerencia que quieras darle al staff, éste es nuestro facebook: https://www.facebook.com/onlywebnovels

¡IMPORTANTE!, los Mensajes Privados de los Invitados no serán respondidos por la administración. Te esperamos en nuestro facebook (:

Atte: Staff OnlyWns.

Unirse al foro, es rápido y fácil

O W N
¡Conéctate y ven a divertirte con nosotr@s! :)
Si no estás registrado, hazlo y forma parte de nuestra gran comunidad.
¡La administración ha modificado otra vez el foro, y los Invitados ya pueden ver todas las secciones! Aún así, para comentar y crear temas debes tener una cuenta.

Cualquier duda, queja o sugerencia que quieras darle al staff, éste es nuestro facebook: https://www.facebook.com/onlywebnovels

¡IMPORTANTE!, los Mensajes Privados de los Invitados no serán respondidos por la administración. Te esperamos en nuestro facebook (:

Atte: Staff OnlyWns.
O W N
¿Quieres reaccionar a este mensaje? Regístrate en el foro con unos pocos clics o inicia sesión para continuar.
Conectarse

Recuperar mi contraseña

Últimos temas
» El comienzo (Damon Salvatore & tú)
El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación- - Página 3 EmptyMiér 20 Nov 2024, 12:51 am por SweetLove22

» My dearest
El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación- - Página 3 EmptyLun 11 Nov 2024, 7:37 pm por lovesick

» Sayonara, friday night
El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación- - Página 3 EmptyLun 11 Nov 2024, 12:38 am por lovesick

» in the heart of the circle
El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación- - Página 3 EmptyDom 10 Nov 2024, 7:56 pm por hange.

» air nation
El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación- - Página 3 EmptyMiér 06 Nov 2024, 10:08 am por hange.

» life is a box of chocolates
El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación- - Página 3 EmptyMar 05 Nov 2024, 2:54 pm por 14th moon

» —Hot clown shit
El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación- - Página 3 EmptyLun 04 Nov 2024, 9:10 pm por Jigsaw

» outoflove.
El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación- - Página 3 EmptyLun 04 Nov 2024, 11:42 am por indigo.

» witches of own
El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación- - Página 3 EmptyDom 03 Nov 2024, 9:16 pm por hange.

novedades

00 . 01 Anuncios del mes febrero.
00 . 02 Actualización del PROTOCOLO, nueva medida obligatoria de avatares.
00 . 03 Remodelación del foro febrero del 2017.
00 . 00 Lorem ipsum dolor sit amet, consectetur adipiscing elit.
administradora
Rumplestiltskin. ϟ Jenn.
miembros del staff
Beta readers
ϟ hypatia.
aka Kate.
MP ϟ Ver perfil.
ϟ dépayser
aka Lea.
MP ϟ Ver perfil.
ϟ youngjae
aka .
MP ϟ Ver perfil.
ϟ Stark.
aka Cande.
MP ϟ Ver perfil.
Equipo de Baneo
ϟ Ariel.
aka Dani.
MP ϟ Ver perfil.
ϟ ceonella.
aka Cami.
MP ϟ Ver perfil.
Equipo de Ayuda
ϟ Ritza.
aka Ems.
MP ϟ Ver perfil.
ϟ Charlie.
aka idk.
MP ϟ Ver perfil.
Equipo de Limpieza
ϟ Legendary.
aka Steph.
MP ϟ Ver perfil.
ϟ chihiro
aka Zoe.
MP ϟ Ver perfil.
ϟ Kurisu
aka Teph.
MP ϟ Ver perfil.
ϟ Calore
aka idk.
MP ϟ Ver perfil.
Equipo de Eventos
ϟ ego.
aka Kalgh/Charlie.
MP ϟ Ver perfil.
ϟ Asclepio.
aka Gina.
MP ϟ Ver perfil.
ϟ mieczyslaw
aka Alec.
MP ϟ Ver perfil.
Equipo de Tutoriales
ϟ Kida.
aka Ally.
MP ϟ Ver perfil.
ϟ Spencer.
aka Angy.
MP ϟ Ver perfil.
Equipo de Diseño
ϟ bxmbshell.
aka Mile.
MP ϟ Ver perfil.
ϟ yoongi.
aka Valu.
MP ϟ Ver perfil.
créditos.
Skin hecho por Hardrock de Captain Knows Best. Personalización del skin por Insxne.

Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.

El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-

Página 3 de 16. Precedente  1, 2, 3, 4 ... 9 ... 16  Siguiente

Ver el tema anterior Ver el tema siguiente Ir abajo

El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación- - Página 3 Empty Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-

Mensaje por Vanee LovatoD'Jonas Vie 02 Ago 2013, 10:22 pm

AniitaRP4 escribió:SIGUELAAA!:D

 En un rato la sigo
Vanee LovatoD'Jonas
Vanee LovatoD'Jonas


Volver arriba Ir abajo

El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación- - Página 3 Empty Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-

Mensaje por Augustinesg Vie 02 Ago 2013, 10:26 pm

Hahaha Ay los amo!!
Esto me hace pensar que van a estar peleandose y besándose en todo lo que resta del libro. Una palabra: maravilloso
Muchísimas gracias por subir la novela! Te esperamos pronto!
Cuídate mucho! :D
Augustinesg
Augustinesg


http://www.twitter.com/AgustineSG

Volver arriba Ir abajo

El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación- - Página 3 Empty Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-

Mensaje por Vanee LovatoD'Jonas Dom 04 Ago 2013, 6:57 pm

Augustinesg escribió:Hahaha Ay los amo!!
Esto me hace pensar que van a estar peleandose y besándose en todo lo que resta del libro. Una palabra: maravilloso
Muchísimas gracias por subir la novela! Te esperamos pronto!
Cuídate mucho! :D

 Hhahha Si! Va a ser algo asi todo el libro!
:D Ahorita les subo capi!! :)
Vanee LovatoD'Jonas
Vanee LovatoD'Jonas


Volver arriba Ir abajo

El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación- - Página 3 Empty Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-

Mensaje por Vanee LovatoD'Jonas Dom 04 Ago 2013, 8:53 pm




[b style="mso-bidi-font-weight:
normal"]J[/b]oseph en Sarr sintió como sus labios formaban una sonrisa mientras observaba a la pequeña bruja corretear lejos. Y era una bruja, aunque ella lo negara, ya que había oído su voz, sentido su urgencia, mientras residía dentro de la piedra ‑algo que ninguna otra mujer había hecho durante su extenso confinamiento.
Su sonrisa siguió creciendo mientras se la imaginaba haciéndole a su carne lo que ella le había hecho en la piel cubierta de piedra. Era un macho, después de todo. Un macho sano, lujurioso, de hecho, y había pasado demasiado tiempo desde su último revolcón. Pero entonces, de pronto, su diversión vaciló. Su expresión se oscureció. No podía permitirse ni una pequeña distracción. _____, con sus brillantes ojos ámbar, su toque y su forma de ser, podía ensombrecer su principal objetivo: Total, completa libertad. Total, completa venganza.
Muchos siglos habían pasado desde el día en que su maldición había interrumpido en su vida, y aun así, su necesidad de librar las galaxias de Percen de Locke, de castigar a su hermano del modo más doloroso posible, sólo había crecido profundamente hasta convertirse en una herida ulcerada en sus huesos. Durante todo este tiempo, Joseph había acariciado la herida como un amante, abrazando su necesidad de venganza con un solo y decidido propósito. La liberación.
No le importaba el porqué su hermano, el hechicero más poderoso de toda Imperia, lo había maldecido a una vida de miseria y desolación. No, a él sólo le importaba el derrocamiento del bastardo. En las circunstancias óptimas, un hechicero podía vivir durante toda la eternidad, alimentado por la magia. La propia madre de Joseph era una antigua sacerdotisa del Druinn y había visto pasar catorce siglos.
Además de esto, el tiempo fluía de manera distinta en cada mundo. Mil años habían pasado aquí, así que ¿cuántos días, estaciones, o siglos habían pasado en Imperia?
No importaba. De Locke estaba todavía vivo. Joseph lo sabía, lo sentía.
La venganza sería suya.
Solamente pensar en sus gritos de piedad le provocaba tal sentimiento de anticipación que liberó a sus músculos de su apretado confinamiento. Pero más grande que la alegría de la venganza, sin embargo, era la alegría de volver a casa. Mañana ____ lo conduciría a un psíquico-hechicero, ‑como los llamaban en su mundo‑ y usaría el poder de aquella persona para viajar a través del cosmos. A Casa. Por Elliea, ¿alguna vez había creído que volvería a ser un hombre libre? Soñado, siempre. Pero nunca lo creyó realmente. Hasta ahora.
Cuando compendió por primera vez que la piedra había desaparecido, Joseph se olvido de todo pensamiento menos de aquél de volver a casa, y había intentado realizar un hechizo para abrir un vórtice. Aquel hechizo había fallado rápidamente, ya que sus poderes eran, y siempre fueron, inestables. Se alegraba de ello, aunque eso significara permanecer más tiempo aquí, ya que aún tenia que lograr superar el segundo requisito del hechizo de su hermano. _____ podría haberlo liberado con su beso, pero su libertad sólo duraría un tiempo. Exactamente catorce días. A no ser que consiguiera que ella se enamorara de él. Eso era una crueldad por parte de su hermano, pero su único camino para ser completamente libre.
No volveré a ser una estatua, se prometió sombríamente. No, haría todo lo que fuera necesario para impedir que la maldición lo reclamara otra vez. Incluso seducir y abandonar a la encantadora _____, ¿y que mejor forma de ganarse el corazón de una mujer que llevándosela a la cama?
Joseph sabía que _____ le deseaba, y no creía que le llevara más de una noche seducirla. Él simplemente le daría el mayor placer sexual que hubiera conocido nunca. Ninguna mujer, salvo aquellas que no tenían corazón para dar, podría protegerse contra tal asalto. Tenía experiencia en esto de los corazones despiadados, y sabía, por observar a _____ estos últimos días, que ella no era para nada como Maylyn, una moza completamente despreciable, y la única mujer a la que él había sido lo suficientemente tonto como para amar una vez.
Tomando un profundo aliento, se imaginó que el aire estaba cargado con los olores majestuosos de Imperia. No había ninguna otra tierra que marcara tan profundamente su esencia en el interior de un hombre, casi como si se fundiera con un muy viejo y querido amigo. No había ninguna otra tierra que llenara su vacío interior. Ninguna otra gobernada por los principios místicos, donde la magia era alabada y la dominación masculina aceptada.
En aquel momento, Joseph estaba lleno de un sentimiento de desesperación, de una gran añoranza que lo engullía a la velocidad del relámpago. Sin duda esta noche se haría eterna. Frunciendo el ceño, arrojó lejos el paño que cubría sus hombros. El suave material se deslizó hasta el suelo. Usando la actividad física como una salida para sus emociones, ejercitó la persistente rigidez de sus miembros. Al principio sus movimientos eran lentos e inseguros. Pero cuando la sangre se precipitó a través de sus venas, recordándole que realmente estaba vivo, sus revoltosas emociones se calmaron, así como sus gestos.
—He vuelto —gritó _____ un poco más tarde, con un extraño tono, aún cargado de forzosa alegría. Ella caminó por la habitación sin amueblar sosteniendo dos recipientes rojos.
Joseph se quedó inmóvil. Observando, a través de sus párpados medio cerrados, como sus piernas acortaban la distancia restante entre ellos. Tenía las piernas de una doncella guerrera: largas, delgadas, firmes, del tipo que se cerraban alrededor de la cintura de un hombre y se agarraban hasta el final de una cabalgata. El pensamiento causó que cada pulgada de su cuerpo se endureciera. El seducirla no sería ninguna carga. De hecho, estaba más que listo, más que dispuesto, a empezar. El contacto humano le había sido negado durante demasiado tiempo.
Cuando _____ dio, por primera vez, un paseo por el jardín, él no había sentido la suficiente curiosidad como para, realmente, notarla. Sí, había deseado su beso para conseguir la libertad, pero no se había fijado en la mujer en sí misma. Demasiadas hembras habían pasado y no habían hecho caso de él como para poner demasiadas esperanzas en ello. Pero ésta no le ignoró, y ahora comprendió que debió de haberse fijado más en la mujer. Ella realmente era una visión, y mientras seguía estudiándola, algo mucho tiempo olvidado se agitó dentro de él. Alguna cosa… tierna.
Se maldijo mentalmente. Por todo lo qué era santo, no sentiría ninguna ternura hacia esa mujer. No, no se permitiría sentir nada más profundo que la excitación sexual. Cuando un hombre se permitía sentir algo más, se exponía al dolor y la traición.
Mirándole nerviosa e insegura, _____ tiró de su coleta hacia un lado. La acción le recordó como lo había derribado al suelo como si él fuera un parásito insignificante, una hazaña que ninguna otra mujer (u hombre, en realidad) hubiera hecho antes. ¡Qué destreza poseía! Que fuerza. Se imaginó toda esa energía debajo de él. Encima de él. Al lado de él. Alrededor de él. Aunque ella había dejado claro que no quería nada sexual de su parte. Bueno, solamente tendría que usar cada onza de su poder seductor para hacerla olvidar sus dudas. Sonrió ampliamente, despacio. Su seducción, y la consecuente declaración de amor, eran un reto necesario y sin duda ayudaría a que la noche pasara más rápidamente. Además, su seducción le ayudaría con su búsqueda de venganza, ya que ¿cómo podía un hombre pensar claramente cuando su libido le exigía toda su atención?
Ya no estaba inquieta, no aparentaba nerviosismo. Más bien, parecía furiosa.
—¿Qué estás mirando tan fijamente?
—A ti. —Y continuó observándola. No tenía las delgadas caderas como las de un chico que había visto en otras mujeres de su mundo. El cuerpo de _____ era curvo, dulcemente redondeado en todos los sitios adecuados, e inequívocamente femenino. Las elevaciones suculentas de sus pechos y la generosa curva de su cintura encajaban perfectamente con su insólita altura.
—Para ahora mismo —exigió ella—. Me estás mirando como si yo fuera un caramelo, y tú no hubieras comido nada durante un año.
—Pararé cuando haya terminado y ni un minuto antes. —Ahora mismo ella vestía un delgado top y un par de drocs azules y cortados ‑tejanos cortos, los había llamado ella. La deliciosa piel de su cuello, clavícula, brazos y piernas estaban destapadas y dejadas a la vista para su examen visual, y examinarla detenidamente –todo‑ fue lo que hizo. Tan a fondo, de hecho, que contó dieciocho pecas encima de cada hombro.
¿Tenía ella pecas ocultas en otras partes?




Se que es poco pero en esta semana les traere maraton!
Y no me da tiempo de adaptar mas!
Espero les guste
Mañana tratare de subir lo que queda del cap
Las quiero
XOXO VG

 
Vanee LovatoD'Jonas
Vanee LovatoD'Jonas


Volver arriba Ir abajo

El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación- - Página 3 Empty Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-

Mensaje por fernanda Dom 04 Ago 2013, 10:24 pm

AY NO :( TIENES QUE SEGUIRLA POR FAVOR! El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación- - Página 3 961472736
fernanda
fernanda


Volver arriba Ir abajo

El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación- - Página 3 Empty Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-

Mensaje por Augustinesg Mar 06 Ago 2013, 4:45 am

Ay por Dios, me encanta!
Ahora, sinceramente sería raro que te mire siendo piedra. O de apariencia humana.
De todos modos, es maravilloso. Muchísimas gracias!!!
Augustinesg
Augustinesg


http://www.twitter.com/AgustineSG

Volver arriba Ir abajo

El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación- - Página 3 Empty Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-

Mensaje por Vanee LovatoD'Jonas Miér 07 Ago 2013, 6:31 pm

fernanda escribió:AY NO :( TIENES QUE SEGUIRLA POR FAVOR! El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación- - Página 3 961472736

 hahha xD Tranquis ahorita sigo, solo deja la adapto
Vanee LovatoD'Jonas
Vanee LovatoD'Jonas


Volver arriba Ir abajo

El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación- - Página 3 Empty Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-

Mensaje por Vanee LovatoD'Jonas Miér 07 Ago 2013, 6:32 pm

Augustinesg escribió:Ay por Dios, me encanta!
Ahora, sinceramente sería raro que te mire siendo piedra. O de apariencia humana.
De todos modos, es maravilloso. Muchísimas gracias!!!

 Hahahaha si seria muy raro!
:D ahorita la sigo (:
Vanee LovatoD'Jonas
Vanee LovatoD'Jonas


Volver arriba Ir abajo

El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación- - Página 3 Empty Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-

Mensaje por fernanda Miér 07 Ago 2013, 7:16 pm

YA SÍGUELA!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
 :love:
fernanda
fernanda


Volver arriba Ir abajo

El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación- - Página 3 Empty Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-

Mensaje por Vanee LovatoD'Jonas Miér 07 Ago 2013, 7:58 pm

M A R A T Ó N (1/4)


 


La mayor parte de su cabello estaba peinado hacia atrás, aunque unos pálidos mechones se derramaban libremente como calientes y brillantes rayos de sol. Ni un rizo u onda estropeaban la perfección de cada hebra. Él, de pronto, tuvo unas ganas enormes de pasar los dedos a través de la espesa y sedosa melena, y extenderla por la almohada.
Sus rasgos no eran hermosos en un sentido tradicional. No, eran diferentes, sensualmente exóticos y carnalmente atractivos. Tenía altos pómulos, una nariz coqueta, ligeramente respingona, y grandes ojos de color ámbar enmarcados por negras y espesas pestañas. Aquellos ojos se inclinaban ligeramente hacia arriba, dándola una expresión permanentemente soñolienta. Y sus labios… por Elliea, cuanto más los observaba más se los imaginaba por todas las partes de su cuerpo. Sus labios eran lo bastante exuberantes, rosados, y lo suficientemente llenos como para lanzar un ejército a la guerra por un solo beso.
En este mismo momento aquella boca estaba separada por la sorpresa. Dio un paso directamente hacia él, su cara convertida en una cómica máscara de incredulidad, temor y vergüenza.
—Creí que ya habías entendido que debías llevar siempre la sábana. —Incluso su voz le atraía, dulce y ronca—. Simplemente no puedes andar por ahí desnudo. Te detendrían por exhibicionismo.
Indiferente, él cruzó los brazos sobre el pecho. La mujer parecía pensar que era su derecho, no, su deber, sermonearle por no cumplir sus órdenes. Mientras una parte de él aplaudía su espíritu, la otra se ofendía ante su falta de respeto. Él era un guerrero ante todo, y un guerrero no obedecía órdenes. Un guerrero las daba.
—Todavía estoy esperando oírte pronunciar la palabra por favor.
Ella lo sorprendió gritando:
—¡Simplemente ponte la maldita sábana antes de que te tumbe en el suelo otra vez!
Él frunció el ceño. ¡Mejor ella aprendía ahora con quien estaba hablando!
—Tú me preguntarás amablemente, mujer, y quizás si me siento complaciente, me pondré la maldita sábana. Si no estoy de humor, no hay ningún poder lo bastante fuerte como para forzarme a llevarla. —Ese no era el modo de seducir a una mujer, lo sabía, pero se le hacía cada vez más claro que esta mujer en particular necesitaba urgentemente de la guía masculina ‑su guía‑ antes de que el cariño real pudiera comenzar.
Seguramente los machos de su mundo se lo agradecerían.
Ella rechinó los dientes frunciendo también el ceño.
—No preguntaré amablemente. Simplemente te inclinarás, recogerás la sábana, y te la atarás alrededor de la cintura porque eso es lo más caballeroso y cortés que deberías hacer. Tú, después de todo, estás de pie dentro de mi casa.
No la hizo caso. Ella dio una fuerte patada en el suelo. Él casi se rió en voz alta, ya que, ¿quién habría pensado que la incapacidad de manejarle causaría una reacción tan puramente femenina en alguien tan parecido a un guerrero?
—Espero que disfrutes de la vista _____, porque será todo lo que verás durante toda la noche.
Silencio.
Luego:
—Por favor —susurró ella.
Sus labios se estiraron. Qué pequeño diablillo tan divertido era ella.
—¿Ante una petición tan dulce, cómo podría yo negarme? —Recuperó el lino y, simplemente para provocarla, lo ató lo suficientemente bajo en las caderas como para insinuar lo que se escondía debajo.
—Toma, bébete tu refresco de fresa y cállate. —Furiosa, ella le tiró una lata.
La cogió fácilmente, sin apartar su intensa mirada de ella. Aunque él había ganado la batalla de voluntades, todavía le daba órdenes. ¿Cómo supuestamente debía reaccionar ante un comportamiento tan rebelde en una hembra? Si _____ fuera un hombre, sabía exactamente lo que haría: cortaría en rodajas al ofensor para silenciarlo.
—Si me vuelves hablar así otra vez, pequeña bruja, te haré callar personalmente... con mi lengua.
Ella jadeó.
Él cabeceó, satisfecho. Por fin había sido intimidada. Creyó que ahora ella actuaría tal y como correspondía. Pero debería haberla conocido mejor.
—Esta es la segunda amenaza que haces en relación a tu lengua —gruñó ella—. Convendría que supieras, que si te acercas a mí con ella, la morderé.
En vez de reprenderla de nuevo, Joseph permaneció en silencio, optando por fingir que ella no había hablado. Obviamente estaba confundida y alterada por su aspecto y por los repentinos cambios en su vida, y no sabía como manejar sus emociones. Pero ésta era sólo la única vez que le permitiría que le hablara de esa manera sin sufrir un castigo.
Con esa decisión tomada, escudriñó cada ángulo de su "refresco" cuidadosamente. El metal era una aleación brillante desconocida para él. Sin saber de que forma beber de ello, movió la mano en un círculo por encima de la lata y pronunció un hechizo.
—Ábrete ahora, eso harás. Ábrete ahora, y te abrirás.
Bang.
_____ gritó y apretó una mano sobre su corazón. Líquido rojo llovió sobre ellos como una tormenta de verano. Varias gotitas se adhirieron a su cara y cuello, mientras otras se deslizaban hacia el vello de su ombligo, pero la mayor parte del líquido terminó en el pelo de _____, mojándole la cabeza.
—¿Por qué hiciste eso? —exigió ella, pasándose la mano a través de sus ahora mechones rubio-rojizos.
—Tenía sed. —Utilizando el borde de la sábana, se limpió con irritación, borrando rápidamente cualquier prueba de su fallido hechizo. Toda su vida, la magia se había arremolinado en su interior. Sin embargo, ya debería saber que era mejor no intentar realizar ningún tipo de encantamiento, ya que había aprendido a temprana edad que no era capaz de controlar la fuerza de su poder, algo que le molestaba enormemente y hería profundamente su orgullo.
—La próxima vez pídeme ayuda, ¿vale? Mi corazón no puede soportar otro susto esta noche. - _____ hizo saltar la anilla de su lata y se la dio—. Toma. Puedes quedarte la mía. De todos modos, yo no tengo sed.
Dejó su bebida diezmada a un lado y aceptó la que ella le ofreció. Cautelosamente probó un sorbo. El delicioso elixir bajó por su garganta, y le gustó el sabor.
—Esto es lo bastante digno para la mesa de un rey —dijo, asombrado—. ¿Qué otras maravillas culinarias posee este maldito mundo?
—Muchas cosas. —Enganchó los mechones sueltos de su pelo detrás de sus orejas—. Chocolate. Patatas fritas. Tarta de queso.
El estómago de Joseph rugió. No conocía ninguno de los artículos que ella había nombrado, pero todos sonaban como ambrosía para su hambriento cuerpo. Su seducción podía esperar a que comiera algo.
—Prepararás todas esas cosas para mí.
Sus cejas color arena se juntaron.
—¿A sí?
—Sí. Así es. —Cabeceó para asegurarse de que ella entendía sus palabras.
—Bueno, ¿adivina qué? Yo solo prometí llevarte ante un psíquico mañana, nada más.
—Tengo hambre, mujer.
Ella puso los ojos en blanco, algo que hacía a menudo en su presencia.
—Realmente no estoy de humor para soportar más de tus lloriqueos por esta tarde, así que te agradecería que pararas. No soy tu chef personal y este es final de la discusión.
—El ocuparse de las necesidades de un hombre “todas sus necesidades” es el único objetivo de una mujer en la vida.
—¿Te estas burlando de mí, verdad?
—No. Nunca bromeo sobre los deberes de una mujer.
—Estoy segura de que no lo harías. —Perdió su mirada de divertida tolerancia, y en cambio le miró con los ojos de una mujer con una única misión: Matar a cada macho que se pusiera a su alcance—. Déjame explicarte algo, Joe. No es...
—Jorlan. —No le gustaba eso de que acortara su nombre y usara aquel tono impertinente, haciendo sonar "Joe" como si se dirigiera a un niño fastidioso.
Siguió como si él no hubiera hablado.
—No es tu día de suerte, Joe, porque yo no cocino, y aunque lo hiciera, aquí no hay provisiones.
—Me proveerás de un arma para cazar nuestro alimento, o me proporcionaras comida de tu mundo. Nada más es aceptable.
Descruzando los brazos, ella apretó los puños a los costados.
Ella se estaba aplacando, asumió para sí, ya que él, un feroz guerrero de Imperia, acababa de dar una orden directa.
—¿Cómo sobreviviste como estatua si no podías comer? —preguntó con calma.
—Eso no te concierne.
—¿Quieres comer?
Un músculo vibró en su mandíbula.
—La magia me sostuvo.
—Entonces usa otro hechizo. Yo no cocino.
¿Cómo pudo pensar alguna vez que sus payasadas le divertían?
—Ya que estas decidida a privarme de comida —contestó bruscamente—, al menos llévame a otro lugar. He pasado mucho tiempo sin las comodidades de una casa, y no tienes nada aquí, salvo estos trapos sobre los que dormiríamos.
—¿Nosotros? —chisporroteó—. No hay ningún nosotros en lo referente a dormir. Creí que ya estaba claro.
¿Le llevaría la contraria en todo que lo que dijera?
—Donde tú duermas, también lo haré yo.
—Tú no tienes mi permiso para quedarte conmigo, mucho menos compartir mi cama.
—¿Crees que soy tan tonto como para pedirte permiso? Podrías decir que no. —No era un hombre estúpido.
Sus labios se apretaron.
—Te dejaré quedarte en mi casa esta noche porque no tienes ningún otro sitio a donde ir, no porque tú lo ordenes. Y para tu información, esto —sus brazos abarcaron toda la habitación— es donde trabajo, no donde duermo. Mi casa está a unos kilómetros de distancia y es muy cómoda.
—¿Entonces por qué estamos todavía aquí? Vámonos. —Impaciente ahora por llegar, no esperó a ver si estaba de acuerdo, simplemente se dirigió hacia la puerta.
—Sin embargo, tengo algunas reglas —dijo _____ precipitadamente.
Él paró de golpe, luego, despacio, giró para afrontarla.
—¿Reglas? —dijo, su tono aparentemente suave.
—Espero que aceptes tres reglas si quieres quedarte conmigo —Levantó un dedo—. Regla número uno: no me dirás lo que yo tengo que hacer. He notado que eres uno de esos tipos que tiende a dar órdenes. Bueno, yo soy esa clase de muchacha de "coge tus órdenes y métetelas por donde te quepan". No es compatible. Por lo tanto, si te quedas conmigo, tú me obedecerás a mí. Y eso no es negociable.
Mientras ella hablaba, Joseph desenrolló despacio el paño multicolor de su cintura. Su desnudez la había desconcertado antes, y sabía que también lo haría ahora. No quería hablar de reglas a no ser que fuera él quien las emitía.
La boca de _____ formó una pequeña O, pero lejos de callarla, su acción pareció incitarla a continuar.
—Dos —dijo—. Nada de toqueteos sin mi permiso.
A él le gustó esa, incluso menos que la primera.
—¿Y la tercera?
Otro dedo.
—Desde ahora hasta que me libre de ti, Tú, siempre, siempre llevarás ropa.
Joseph cruzó los brazos sobre el pecho. En realidad prefería llevar ropa encima. Por supuesto, si no estaba haciendo el amor. Pero la pequeña bruja intentaba controlarle, y eso no le gustaba. El guerrero en él se rebeló, ella no era su Lord para que le dictara órdenes que no eran de su agrado.
Así que, ¿cómo haría un trato con una hembra tan descarada?
La respuesta le vino con un destello; él casi sonrió con satisfacción.
—¿De acuerdo? —Las manos se anclaron sobre las caderas.
—Estoy de acuerdo con tus términos, _____.
Una autentica sonrisa de alivio levantó las esquinas de sus labios, una sonrisa que ablandó su expresión e iluminó sus rasgos. El efecto era devastador, y el aliento se le atascó en los pulmones. Ninguna mujer tenía derecho a poseer tal sonrisa. Se resistió a ese encanto recién descubierto, jurando permanecer impenetrable y cauteloso ante aquella sonrisa encantadora.
—Ha sido más fácil de lo que esperaba —dijo ella, todavía sonriendo.
—Estoy de acuerdo con tus condiciones —añadió, como si ella no hubiera hablado—, con unos pequeños ajustes.
Eso borró la sonrisa de su cara, y él fue capaz de respirar otra vez.
—No tienes nada con lo que negociar, Joseph.
Él arqueó una ceja.
—¿Ah, no?
—Si planeas usar tu magia...
—Nada de magia, te lo prometo.
—Bien, entonces vas listo, porque no pienso cambiar las reglas. —Su satisfacción sonó alta y clara.
Fingiendo no haber escuchado sus anteriores palabras, él se acarició la mandíbula.
—Debemos irnos a tu casa esta noche, ¿no es así? —No la dio tiempo a responder—. Puedo hacerlo llevando este paño... o puedo hacerlo desnudo.
Ella jadeó.
—Hey, espera un maldito minuto. Puedo simplemente abandonarte aquí, y lo sabes.
—Si piensas marcharte sin mí, te encontrarás sobre mis rodillas recibiendo esos azotes que tanto mereces.
—¡Si intentas azotarme, te encontrarás recibiendo la paliza que te mereces!
—Escucharás mis condiciones o romperé cada una de tus reglas. Empezando por la primera. —Con paso decidido, él cerró la distancia entre ellos.
—De acuerdo —soltó, con las manos levantadas para rechazarlo—. De acuerdo.
Él paró sólo a un latido de distancia.
—Número uno: No te daré ninguna orden irracional, mientras tú hagas lo mismo hacia mí.
La tensión en sus hombros se relajó un poco.
—Eso es bastante justo.
—Número dos: Te tocaré sólo si tú me tocas primero. —Para divertirse, apoyó el brazo contra la pared, al lado de ella—. O quizás, esperaré hasta que me pidas, muy dulcemente, que ponga mis manos sobre ti.
Al principio ella le miró como si fuera a soltar un bufido. Pero luego, su mirada se deslizó sobre él, y sus mejillas se enrojecieron.
—Mantendré la distancia —dijo, apartando los ojos—, y te pediré que me toques cuando nieve en el infierno.
—Ya lo hiciste antes. En el jardín.
—Eso fue diferente. —Sus mejillas ardieron, más enrojecidas. Cuando él no hizo ningún comentario, ella exclamó—: Eso fue diferente. La estatua me atraía. Tú no lo haces.
—No digas más, pequeña bruja. Podrías llegar a lamentar esas palabras.
Su furia hacia él aumentó, pero no negó sus palabras.
Él aprovechó su ventaja.
—Número tres: Llevaré la ropa cuando la situación lo requiera, y sólo entonces.
Silencio.
Mujer obstinada.
—Esos son los ajustes que deseo. Si no son aceptables… —Su voz enmudeció, dejándole a ella deducir las consecuencias.
Un suspiro lo bastante fuerte como para que llegará el dulce aire a las mejillas, salió de sus labios.
—Está bien, los acepto, vale. ¿Ya estás contento?
—No tan contento como me gustaría estar. —Él extendió la mano, con la intención de deslizar la yema del dedo a través de su mejilla. Entonces recordó su regla y su propio requisito. A no ser que ella lo pidiera, no podía tocarla. Murmurando una maldición, dejó caer la mano a un lado.
Ella cogió la sábana y la empujó hacia él.
—En esta ocasión es necesaria la ropa. Ya que no conoces las normas y costumbres de mi planeta, tendrás que fiarte de mí en esto.
Frunciendo el ceño, él cubrió otra vez la parte inferior con el trapo.
—Agradezco a Dios que sólo tengamos que aguantarnos el uno a el otro hasta mañana por la mañana —refunfuñó ella—. De otra forma, podría morir de la tensión.
Más divertido que irritado, él dijo:
—¿Eres siempre tan desagradable con tus invitados?
Ella onduló la mano en el aire una vez, dos veces.
—No soy desagradable.
—Sí, lo eres, y respondona, también. Pero para mañana al amanecer, quizás estés demasiado saciada como para discutir conmigo.
Su mandíbula se apretó con tanta fuerza que él temió que se rompería el hueso. Pero con un esfuerzo visible, ella logró relajarse.
—Vámonos a casa —dijo—. Estoy demasiado cansada para tratar contigo por esta noche. —Con esto, giró y se dirigió hacia la puerta.
—Si rompo una de tus reglas —la dijo detrás de ella—, te permitiré que me azotes por todo mi cuerpo con esa lengua tan regañona.
Ella casi se ahogó ante eso, y él requirió de toda sus fuerzas para sofocar la risa. Ah, la vida nunca había parecido tan llena de futuros placeres. Por ahora, estaba libre de la maldición de Locke. En cuestión de horas, se perdería entre los muslos suaves de una mujer. Y volvería a casa por la mañana. ¿Qué más podía desear un hombre?
Vanee LovatoD'Jonas
Vanee LovatoD'Jonas


Volver arriba Ir abajo

El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación- - Página 3 Empty Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-

Mensaje por Vanee LovatoD'Jonas Miér 07 Ago 2013, 8:31 pm

M A R A T Ó N (2/4)




CAPÍTULO 4
 
 
Estoy en graaaaaves problemas,  pensó  _____.
Se metió en su camioneta,  con el motor apagado;  sentada simplemente allí, agarrando con tanta fuerza el volante que sus nudillos estaban blancos. Joseph se sentó a su lado, en el asiento del pasajero, ajeno a las escandalosas sensaciones que revoloteaban en el interior de ella. ¿Lamerlo por todas partes? La idea le atraía más que nadar en una gigantesca bañera de Hershey’s  Kisses (bombones de chocolate) derretidos, aunque fuera en contra de cada gramo de sentido común que poseía. Contrariamente a lo que Joseph podía pensar, los hombres machistas  y desesperados no calentaban su sangre en el buen sentido.
Bueno, por norma general.
Su "harás esto" y "harás aquello” la irritaban sin límite, pero aquella irritación no conseguía borrar su atracción. Él era simplemente tan pecaminosamente sexy, tan inevitablemente masculino. Él sabía de su atractivo y de sus armas de seducción y no vacilaba en usarlas en su propio beneficio.
Con sus palabras, sus miradas y sus suaves caricias, él había dejado claro cuales eran sus intenciones. Muchas veces, durante sus conversaciones, ella había dudado, preguntándose si simplemente se rendía o si seguía resistiéndose. ¿Y si resistiéndose, sólo posponía lo inevitable?
La intuición le decía que este  hombre no sólo podría darle la noche más salvaje de su vida, sino que  podría curarla del Síndrome de la Primera Cita. Él no andaba con las piernas arqueadas o hablaba con un tono nasal. No, él poseía el paso  de un cazador, fuerte y seguro. Su  ronca voz  le provocaba temblores de placer, no temblores de repulsión. Ella no lo había visto comer, pero dudaba que se comiera los guisantes de uno en uno. No creía ni que  tuviera la  paciencia de masticarlos.
Él no era del tipo paciente.
Aún así, eso no le desagradaba tanto como debería hacerlo.
—¿Cómo pones este vehículo en marcha? —A su lado, Joseph abrió la puerta del coche, pero no se bajó. Simplemente cerró la puerta otra vez, luego la volvió a abrir y cerrar, los goznes chirriaron con cada movimiento.
—Sigue intentándolo así  —refunfuñó ella, todavía perdida en sus pensamientos.
Cuando una pasaba por alto su impaciencia, su comportamiento machista  y su inclinación a desobedecer, Joseph era casi perfecto. Y realmente  la excitaba de  un modo que nunca había experimentado antes.
¿Y qué si lo hacía? ¿Si aceptaba el placer que él le ofrecía?
Un  simple roce de su cuerpo contra el suyo casi había hecho que ella experimentara su primer orgasmo. No se imaginaba lo que el contacto con su cuerpo entero, piel contra piel,  la profunda introducción de su miembro en su interior podrían hacerle. Matarla, lo  más probable, ¡pero qué manera de morir! Sin embargo, a pesar de su Yo-puedo-darte- el- clímax- de- tu- vida y su magnetismo sexual, él  realmente era condenadamente molesto. Con su actitud, se parecía demasiado a sus hermanos. Las cejas de _____ se unieron. Vale, ¿así que tenía que convencerse a si misma para acostarse con él? ¿O ya estaba convencida?
Hora de reagruparse.
 Pros: 1. Ella lo había deseado, tanto en su forma de estatua como siendo humano, durante las ultimas tres semanas. 2. Él podía azotar su cuerpo en un placentero soufflé. 3. Él se marchaba a la mañana siguiente.
Contras: 1. Él se marchaba a la mañana siguiente. 2. Su arrogancia le hacía perder los nervios. 3. Ella no era nada más que una obligación necesaria para él, alguien que le era de utilidad de momento.
¿Realmente quería ella ser una “obligación  momentánea” en su primera vez?
No.
Ella quería  cariño y dulzura,  flores y música. Quería palabras bonitas y halagadoras, tal vez hasta un susurrado: " Simplemente tengo que tenerte. No puedo vivir sin ti. Si no te toco pronto moriré. Por favor. Te lo ruego. "
Bueno, tal vez era un poco exagerado. Pero ella sabía, sabía que quería  más de lo que Joseph le daría.
Así que los contras ganaron. El hombre a su lado, con sus “piérdete- dentro- de- mis ojos” y sus “músculos- para-morirse ", no sería nada más que un huésped. Un huésped que no pagaba, claro.
—Cierra la puerta y abróchate el cinturón —le dijo ella con más fuerza de la que hubiera querido. —Nos vamos ya.
Su expresión se nubló por la confusión, así como un poco por la  indignación, y él cerró la puerta de pasajeros con un golpe final.
—En Imperia, viajamos encima de ciervos astados muy parecidos a tus caballos. Esta es la primera vez que estoy dentro del vientre de tu transporte mágico, así que no sé de qué estás hablando. ¿Qué cinturón?
Ella le demostró lo que tenía que hacer.
Joseph siguió su ejemplo. Pasó un momento. Él intentó girarse hacia la izquierda y luego hacia la derecha, pero el cinturón dificultó cada movimiento. Frunciendo el ceño, él se lo desabrochó—. No me atraparé dentro de tu transporte.
Aquí vamos otra vez. _____ tragó un suspiro y se preparó para otra discusión. Señor, sabía que si ella le exigiera que esquivara una bala para protegerse, él sólo diría " una mujer recibe órdenes, _____, no las da" para luego ser alcanzado por el disparo.
—El cinturón de seguridad está aquí para tu protección  —le explicó.  Ella agitó sus pestañas de misma manera que hacía que sus hermanos se derrumbasen. Joseph ni parpadeó—Si frenara de golpe y tú no lo llevaras, volarías a través del parabrisas, te golpearías la cabeza y morirías —un poco exagerado, ya lo sabía, pero ella no podía imaginar ningún otro argumento que hiciera que la escuchara.
Su ceño se hizo más profundo, pero al menos se lo abrochó de nuevo.
Una vez que estuvieron correctamente colocados, ella arrancó la camioneta y emprendieron el camino. Las ráfagas de aire calientes entraban por  la ventana abierta, golpeando sus caras,  revolviendo su pelo. Una bocina sonó. Asustada, ella exploró el poco tráfico existente en la carretera y descubrió que el bocinazo no había sido para ella,  sino para un conductor que cruzaba de un lado del camino a otro. Acelerando, ella rápidamente lo pasó.
Cuanto más rápido conducía, más  relajaba  Joseph su rígida postura.
—Me gusta la velocidad. —Su risita llegó a sus oídos, caliente, ronca y, ah, tan invitadora.
Este hombre me molesta, se recordó ella.
Ambos se callaron. Lamentablemente, aquel silencio trabajó en su contra.  En vez de concentrarse en el tráfico y los conos de obras que separaban la meridiana, sus pensamientos fueron a la deriva, a las circunstancias de Joseph. Su curiosidad insaciable pronto anuló sus buenas intenciones.
—¿Cuánto tiempo estuviste atrapado en la estatua?
—Novecientos palmos, setenta y dos días y veinticuatro minutos. —él habló rápidamente, sin dudar, como si nunca hubiera dejado de contar.
—Un palmo es un…
—Año. Un palmo es un año.
—Eso significa que tienes más de novecientos años. —La camioneta zigzagueó un poco y ella la enderezó rápidamente. Él había mencionado que habían pasado varios siglos, pero hasta ahora ella realmente no lo había pensado. —Seguramente  no esperas que me crea eso. La mayoría de la gente no alcanza los cien años, y los que lo hacen no tienen en absoluto tu aspecto. Un hombre de mil años compraría Depends, bebería Ensure y tendría osteoporosis.
Él la observó de una manera extraña.
—No entendí la mayor parte de lo que dijiste, _____, aún así, voy a esforzarme por contestar. Una vez que me maldijeron, dejé de envejecer.
—Pero tú envejecerás ahora, ¿no?
—Aun así, no envejeceré a razón de tu mundo. Soy  hechicero en parte, y los hechiceros son seres eternos sostenidos por la magia. Inmortales. Si, pueden matarnos con armas físicas como a cualquier criatura de carne y hueso, pero de no ser heridos, nuestra magia nos mantendrá  vivos para la eternidad.
—Pero eso es imposi.... —cerró con fuerza sus labios. Con  todas las cosas de las que había sido testigo esta noche, ¿qué tenia de extraño que un extraterrestre que se parecía a un modelo de ropa interior de Calvin Klein, viviera eternamente?
—Frecuentemente, los mitos y las leyendas de un mundo son realidades en otro. En cuanto a los palmos —dijo él—muchas personas que pasaron por el jardín de noche, hablaban de vampiros y hombres lobo, criaturas que no envejecían. ¿Es tan impensable, entonces, que como esas criaturas, los hechiceros puedan vivir para siempre?
¿Impensable? No. No lo era. ¿Terrorífico?  Dios, sí.
—Te creo, Joseph. De verdad que lo hago. Solo me sorprendiste, esto es todo —hizo una pausa cuando un pensamiento se le ocurrió —Dijiste que sólo eras un hechicero en parte. ¿Cuánto tiempo vivirás ?
Sus ojos se entrecerraron.
—Eso no te concierne.
—Fácilmente puedo llevarte de vuelta al jardín, ya lo sabes. De hecho, giro ahora mismo—Ella tiró del volante hacia la izquierda, solo para ver su reacción.
—Como obviamente estás tan fascinada por el funcionamiento de mi mundo —dijo él, con  tono duro—contestaré a tu última  pregunta. Soy el primero y el único mestizo nacido de un mortal y una bruja. Mi vida es una incógnita. Puede que viva la mitad de siempre. Puede que no —hizo una pausa—Ahora tú me contestarás  una pregunta a mí.
—Vale.
—¿Qué  piensas del amor?
Ella parpadeó ante el cambio tan brusco de tema.
—No estoy segura de entender lo que quieres decir. ¿Quieres saber lo que pienso de que un hombre y una mujer se enamoren el uno del otro?
—Si.
—Bueno, creo que es maravilloso. —Sus cejas se juntaron. —¿Por qué?
En vez de contestarle, él se dio la vuelta y miró por la ventana con una sonrisa satisfecha. Aunque leve, el movimiento hizo que la sábana se separara, revelando una parte de su muslo izquierdo. La barbilla de _____ se alzó. Mira el camino, se auto-ordenó. Pero su mirada regresaba inevitablemente  a Joseph, y siempre que ella le vislumbraba, su boca se hacía agua por darle un mordisco a aquel muslo dorado. Él no es un cubo de pollo.
Joseph se movió en su asiento, exponiendo más…y más…por favor, Dios… ¡oh sí! La sábana se abrió completamente por el medio, revelando la longitud entera de su pierna.
—¿En qué piensas? —preguntó él de repente. —Tu cara está roja y tus ojos parecen hambrientos. Devoradores, en realidad.
Las mejillas de _____ enrojecieron más, y ella dejó de prestar atención a lo que debería.
—No me acostaré contigo, ¿de acuerdo? —Ah Señor, pensó un segundo más tarde de que las palabras salieran de su boca. Ya que estamos, podría haberle  preguntado si quería que embadurnara su cuerpo desnudo con helado de caramelo-y-chocolate y se lo lamiera.
Una conocedora risa masculina llenó la pequeña cabina.
Gracias a Dios, él no contestó y el resto del camino pasó  en el silencio, un silencio por el que ella se sintió agradecida.
En casa, ella le encontró a Joseph una camiseta de Dallas PDT y un par de pantalones de deporte que Gray se había olvidado. Mientras  que Gray siempre parecía un hombre acogedor y relajado dentro de su ropa, como un hombre que pasa el  día perezosamente en casa, tirado en  el sofá, viendo la TV y comiendo Twinkies,  Joseph parecía comestible. Su constitución solida como una roca estiraba el material y dejaba en evidencia cada pulgada de su fuerza física. ¿Alguna vez había parecido algún otro hombre tan indecente en pantalones de deporte?
Nota para mí: Escribir una  dura carta a  Hanes sobre lo que es apropiado para la ropa de ocio.
P.S. Nunca invitar a Gray otra vez. Su ropa es obscena.
_____ entró en la sala de estar, con su recién vestido extraterrestre a la zaga,  detrás de ella. Su mirada fija escaló a través de su espalda, filtrando su calor justo por debajo de su piel.  Ella se paró, girando rápidamente, lista para exigirle que apartara la vista, pero, en cambio, se congeló.  Por el brillo de sus ojo, sabía que planeaba alguna travesura - como el quitarse pedazo a pedazo toda su ropa. Lejos de enfadarle, el pensamiento hizo que su corazón saltara por la anticipación. ¡El muy condenado! El hombre era demasiado sexy para su propio bien, y en este momento estaba a punto de romper su  paz mental.
Ella necesitaba espacio y algún tipo de enema cerebral.
Retrocedió unos pasos.
Joseph la siguió. Sus miradas se encontraron y el espacio entre ellos crujió con el conocimiento.
—Si me lo pidieras, _____, podría masajear con mis manos tu cabello y liberarlo de su apretado confinamiento.
Incapaz de pararse, ella miró fijamente  las manos en cuestión. Eran duras, fuertes, acostumbradas al trabajo. Las manos de un guerrero. Sí, ella pensó, en las circunstancias adecuadas serían, probablemente, capaces de  masajear con una suavidad extrema e interminable  ternura... y esa podría ser una de aquellas circunstancias.
Antes de que él pudiera sentir como se ablandaba, sin embargo, plantó sus manos sobre sus caderas y se esforzó en hablar con un tono impertinente.
—El día que te pida que toques mi pelo, ese día te cocinaré una comida de siete platos —lo que quería decir que nunca pasaría. No era su esclava, y además odiaba, odiaba cocinar.
Pero nunca era una palabra tan fuerte. Ella probablemente no cocinaría para él... No, eso tampoco funcionaba. Ella no podía cocinar para él. Maldito, maldito, maldito. Si sólo la tensión sexual entre ellos no generara bastante electricidad como  para alumbrar el estado entero de Texas.
Joseph inclinó la cabeza, con una ceja oscura arqueada y  expresión  divertida, como si él, de algún modo,  hubiera  escuchado  su deliberación interna. Las esquinas de su boca se elevaron en aquella sonrisa conocedora que ella comenzaba a despreciar.
—Solo ahora no me pedirás que te toque, _____. Pero lo harás. Muchas veces.
Su ronco tono sugería que poseía un conocimiento sexual que iba más allá del Kama Sutra. Cuando la mayoría de los hombres hablaban, su voz era comparable a  una Enciclopedia Británica o una Revista del Radar. Pero la sensualidad de Joseph resonaba como una fuerza primitiva de la naturaleza, y él definitivamente  inclinaba la balanza a su favor.
El quid del problema de _____ era que ella no tenía mucha experiencia en relaciones  con hombres tan impacientes y tan versados en el sexo. Tal rostro de descarada  masculinidad nunca había estado presente en ninguno de los hombres con los que ella había salido. Más bien, su altura intimidante y su reservada actitud se habían encargado de que la mayor parte de los avances se hubieran quedado en el intento.
Sobre todo, simplemente no poseía la belleza dulce y angelical que inspiraba fervor. Lo sabía. Todos los demás lo sabían, pero eso no parecía molestar a _____. Y tal vez ese era el motivo por el que él la afectaba tanto. El por qué a cada momento que pasaba con  él  sus convicciones se debilitaban un poco más. Era el primer hombre  que alguna vez  la había mirado como si fuera un bocado suculento para ser devorado en sabrosos mordiscos.
¿Y si no era capaz de volver a encontrar este tipo de química otra vez? ¿Y si nunca encontraba a un hombre que le hiciera sentirse una mujer, una mujer con necesidades y deseos? Si ella no agarraba a Joseph mientras tenía la oportunidad......
¡Espera! Buen Dios, ¿en qué estaba pensando? Él todavía no la había tocado y  ella ya estaba a punto de pedirle que la abrazara. Tenía que sofocar este fuego en ciernes que había entre ellos,  antes de que las llamas se extendieran y se hiciera imparable.
Hora de empezar  "Orientación de Como Pasar la Noche con _____".
_____ hizo señas para que él se sentara en el sofá. Joseph negó con la cabeza.
¿Por qué me  sorprendo?
—Por favor, siéntate.
Él lo hizo, sonriendo ampliamente todo el rato.
—Ahora —ella comenzó. —Creo que ya he mencionado lo de las reglas, pero me parece que debo mencionarlo otra vez. Excepto cuando te bañes, debes permanecer vestido, tanto dentro como fuera de esta casa. De otra manera te detendrán y te llevarán a la cárcel  por  exhibicionismo. —Y una magnífica revelación para  el oficial que lo arrestará  si éste fuera femenino.
—Después de que rompieras el hechizo, no fui arrestado mientras estuve de pie, desnudo,  en el jardín —indicó él. —Y creo que ya sabes que el baño no es el único momento en que la ropa es un estorbo. ¿Qué me dices de esos largos combates de “aporreamiento”?
—Como tú no serás  aporreado en esta casa, no tengo la necesidad de responder a esa pregunta.
Él cruzó los brazos y le dirigió una mirada divertida.
—Tus negaciones se vuelven pesadas.
Su tono tan seguro de sí mismo la molestó, después ella colocó sus manos sobre sus caderas y lo miró airadamente.
—¿Alguna vez consideraste el hecho de que yo podría tener  novio? ¿Alguien de la que estuviera enamorada y estuviera comprometida?
Un minuto dio paso al siguiente, y aún así él no contestó. Ella sabía que había oído cada palabra que dicha, aunque solo fuera porque había gritado más fuerte que de lo que ladraba el perro del vecino.
—¿Y bien? Di algo.
Algo oscuro, intenso y desesperado brilló en sus ojos, pero fue rápidamente enmascarado por la  indiferencia. Sin embargo, su voz no era nada indiferente cuando dijo:
—Si tienes un hombre, no deberías haberme tocado como lo hiciste. No deberías haberme besado.
_____ desvió la mirada con aire culpable y  notó que la luz del contestador automático destellaba.
—¿Es así? ¿Tienes un hombre?
Luego su tono se volvió amable cuando le preguntó:
—Este buñuelo está delicioso, ¿Quiere un mordisco?
Con movimientos lentos, ella se apartó un mechón de pelo detrás de la oreja. Por alguna razón, ella simplemente decidió no  mentirle sobre eso.
—No, no tengo novio —su tono se endureció cuando le dijo—y te has comido mi buñuelo, sucio bastardo.
—Entonces yo no veo  ningún problema. —Esta vez él habló con una voz pesada, ronca que cualquier tejano autentico habría estado orgulloso de tener. —Tú me deseas, Yo te deseo. Podemos darnos placer  el uno al otro…y quizás incluso amarnos.
¿Amor? Ella inspiró aire.
—Apenas me conoces —hizo una pausa cuando se lo ocurrió una idea—oh  Dios mío, eres uno de esos perdedores que le dicen a una mujer que la aman simplemente para llevársela a la cama.
—No he dicho nada de quererte, _____. —Sus rasgos se tensaron, revelando cuánto lo había ofendido. —A veces el honor es todo lo que un hombre tiene, y yo nunca me deshonraría  mintiendo acerca de mis emociones. Simplemente deseé informarte que no me importaría si tú me ofrecieras tu corazón.
Y eso era mucho peor, pensó ella secamente.
—En el fondo eres un romántico, Joe. Realmente lo eres. Y ahora ya hemos terminado con esta conversación. —_____ llegó de una zancada a su mesilla  y pinchó el botón de encendido de  su contestador automático.
—¡Ey!, pequeña. Me voy de la ciudad por unos días y quisiera saber si podía tomarte prestado tu....
La voz de su hermano se apagó de golpe cuando Joseph saltó a través del cuarto y golpeo  la pequeña caja negra  hasta hacerla añicos.
—Joosephh —gritó ella. —¿Por qué hiciste eso?
—No percibí ningún tipo de magia de la caja y aún así, eso habló. —Desvió la mirada hacia la destartalada la caja como si esperara que, de algún modo, los pedazos se juntaran y saltaran al ataque. —El aparato debe ser realmente poderoso  para ocultar tal poder.
—La grabación de voz  no es magia.
Él no respondió, ni se movió para indicar que la había oído.
—De ahora en adelante, si no entiendes algo, me lo preguntas.
Ahora él sí que le frunció el ceño como considerándola una "niña tonta".
—Mientras pierdo el tiempo preguntando, el enemigo puede encontrar su oportunidad para atacar.
—¡Mi contestador automático no es tu enemigo!
—No, ahora no —contestó él con aire de suficiencia.
—Maldita sea, Joseph. No puedes simplemente destruir mis cosas. Tienes que...maldita sea —dijo ella otra vez. —Me hiciste decir una palabrota. —_____ buscó dentro de su bolsillo y le entregó dos monedas. Ante su  ceja levantada a modo de interrogación, ella le explicó su intento de hablar correctamente, como una dama.
Joseph se rió.
—Me debes más que esto —sostuvo las monedas entre sus dedos y las inspeccionó. —Desde el momento en que me besaste por primera vez, tus muchos insultos casi me tienen  chamuscados los oídos.

 
Vanee LovatoD'Jonas
Vanee LovatoD'Jonas


Volver arriba Ir abajo

El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación- - Página 3 Empty Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-

Mensaje por fernanda Miér 07 Ago 2013, 8:42 pm

AY DIOS TIENES QUE SEGUIRLA POR FAVOR! :love:
fernanda
fernanda


Volver arriba Ir abajo

El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación- - Página 3 Empty Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-

Mensaje por Vanee LovatoD'Jonas Miér 07 Ago 2013, 9:15 pm

M A R A T Ó N (3/4)




No pienses en sus besos.  No pienses en sus besos.
—Lo que dije  en el jardín no  cuenta. Yo estaba en medio de una  crisis.
—Crisis o no, todavía recuerdo tus palabras, justo antes de que envolvieras tu palma alrededor de mi...
—Es suficiente. —Él no hablaba de maldiciones ahora; se refería a su anterior confesión. Maldito, has invadido mis fantasías, eso es lo que ella creía que había dicho. —Estoy segura que oíste mal. Y para tu información, cuando toqué tu......Bueno, eso fue un accidente. —Antes de que él pudiera añadir algo más, ella dijo—¡pero mira que tarde que es! —intentó fingir que estudiaba su reloj de pulsera, sólo para comprender que no llevaba reloj. —¿Estás listo para irte a  la cama?
Pregunta incorrecta.
—He estado listo durante mucho tiempo. —Su intensa mirada fija se deslizó sobre ella con el suficiente calor como para incinerarla. —Todavía estoy listo.
Sí, lo estás, ella pensó con un suspiro. Pero esto requería una negación rotunda, no recordar “su-hermoso-cuerpo- que- yo- podría- lamer- por- todas- partes ". Antes de que ella pudiera hacer una observación mordaz, Joseph habló de nuevo.
—Me gustaría bañarme antes de…dormir. —vaciló tanto en la palabra "dormir" que más bien daba a entender "hacer el amor contigo".
Tragando, _____ condujo a Joseph al cuarto de baño y le mostró como utilizar la ducha.        
—Coloca una pequeña cantidad de champú en tu mano y enjabónate con la espuma el pelo. Si se te mete en los ojos…—Su voz se quebró al final, ya que mientras ella hablaba,  Joseph agarró el dobladillo de su camisa y tiró del material sobre su cabeza. — Ehhh, intenta que no te entre jabón en los ojos o te escocerán tanto que querrás que te los arranquen. Y yo simplemente, podría darte el gusto.
La camisa aterrizó en el suelo.
Ella había visto su pecho antes — y una parte más extensa — pero no pareció importar. Cada vez  que veía su piel maravillosamente bronceada, tenía la misma reacción. Calor. Calor  ardiente que estallaba en llamas. Su instinto de conservación  se impuso a base de patadas esta vez,  y mantuvo sus hormonas bajo control.
Tengo que dejar de reaccionar así.
—De buen grado colocaría ese jabón sobre mis ojos —dijo él con voz baja y melosa— si supiera que alejarías el dolor con besos.
—Seré yo quien ponga jabón en tus ojos si no paras con esto.
Su sonrisa viajó sobre ella como una caricia, suave y maravillosamente erótica.
—Eso si yo te permito presionar tu cuerpo contra el mío, para hacerlo.
Ella no hizo caso de aquel comentario, así como del revoleteo en su estómago.
—Cuando termines, corta el agua y coloca todo en su sitio. Y si no lo entendiste, déjame que te lo explique de otra forma. No abandones el  cuarto de baño sin haberlo recogido. —Dicho esto, ella corrió hacia la puerta.
—No tienes mi permiso para marcharse. —Con la experiencia de un militar entrenado, él se movió delante de ella, parándola justo antes de la fuga.
Ella retrocedió.
—No necesito tu permiso para nada.
—Eres una mujer —explicó él.
—Y tú muy observador, ¿verdad?
Él suspiró.
—Debes lavar  mi espalda.
—Lávate tú la espalda.
_____ se movió lentamente y dió un paso hacia delante. Otro. Y otro. Casi estaba allí. Si solamente se apartara de su camino…
—Como está claro que no me entiendes, lo explicaré de otra forma. Mis músculos todavía están rígidos por mi confinamiento y requieren del toque tierno de una hembra.
—No tocaré tu  espalda por ninguna razón ya que sé que tú lo considerarás  como parte de tus modificaciones de las reglas. Terminaré desnuda y en la bañera contigo.
Sus largas pestañas bajaron en una apreciación lenta, atractiva.
—¿Sería tan malo?
—¡Sí!
Él se apoyó contra el marco de la puerta y sonrió.
—Puedo prometerte que disfrutarás cada momento.
—Estoy segura de que puedes, pero aun así no estoy interesada.
Le empujó y cerró la puerta firmemente detrás de ella. Sola en el pasillo, trató de no imaginarse toda esa gloriosa  piel cubierta de brillantes burbujas de jabón.
No lo consiguió.
Él surgió media hora más tarde en una nube de vapor. Un olor limpio y fresco, floral, lo envolvía. Por suerte, se había puesto los pantalones. Lamentablemente, no llevaba puesta la camisa, y él era, sin  duda, pura carne cien por cien Imperia. Las gotitas de agua goteaban de su pelo y bajaban  por las ondulaciones de su pecho, reuniéndose en su ombligo. Su boca se secó, y ella quiso, desesperadamente, lamer la humedad de su piel.
Señor, ¿cuándo había visto ella una criatura tan sexual?
—Todo tu 'champú' olía a  perfume de mujer —acusó él.
Y de seducción, añadió ella silenciosamente.
—¿Todavía tienes  hambre? —Las palabras surgieron como un graznido.
Él se animó.
—¿Me alimentarás?
—Claro. ¿Por qué no?
Se dirigieron a la cocina y ____ usó aquel tiempo para refrescar su  ardiente deseo. Mientras hacía sutiles ejercicios de respiración, juntó los ingredientes necesarios para hacer un bocadillo de pavo. Ella sabía cocinar, muy bien, además. Pero en realidad no había cocinado una auténtica comida desde que salió de casa de su padre a la edad de dieciocho años. Una pequeña rebelión, supuso, por todos los años que tuvo que preparar el desayuno, el almuerzo y la cena para los hombres de la casa.
—No soy tu chef personal —le dijo a Joseph— presta  atención. La próxima vez, te lo harás tú. ¿Estás observando? —Antes de que pudiera contestar, comenzó, trabajando mientras hablaba. —Pan. Mayonesa. Queso. Pavo. Lechuga. Tomate. Pan. ¿Lo tienes?
Él cabeceó, y _____ le dio el bocadillo. Se comió la maldita cosa como si nunca hubiera probado nada más delicioso en toda su vida. Definitivamente eso no era masticar. De hecho, de algún modo, hizo del simple acto de masticar una hazaña apasionada. Su fuerte mandíbula se movida rápidamente. Potente e intensa.
¡Maldita sea! Ella necesitaba encontrar alguna cosa de él que no le atrajera. El Síndrome de Primea Cita era preferible a la Enfermedad Obsesiva.
Joseph se preparó tres bocadillos más.
—¿Cómo son las casas en tu mundo? —le preguntó ella, sentándose su lado.
Habló entre mordisco y mordisco, con ojos cálidos por los  recuerdos.
—Son mucho más grandes que las que tenéis aquí. Las piedras son más coloridas, las salas abiertas y fácilmente accesibles. A veces, parece que el cielo cubre el suelo.
Se bebió medio cartón de  leche, luego se inclinó hacia atrás en su silla con un gruñido satisfecho.
—Seguro que es muy hermoso.
—Sí, lo es.
—Vamos. Te enseñaré donde dormirás. Solo.
—Tu continuo rechazo  me humilla. —el irónico comentario fue dicho con una sonrisa igualmente irónica.
—Algo que necesitas —refunfuñó ella.
Andando por el pasillo, un dulce olor a vainilla le llegó hasta las ventanas de su nariz. Era la única cosa que le gustaba del lugar. El olor. Decorado al estilo contemporáneo, el interior era demasiado atrevido, demasiado moderno, y carente  de carácter. En vez de madera, las paredes parecían tapizadas con un metal de plata. En vez de alfombras o  revestidos de madera, los suelos estaban  cubiertos con un mosaico de azulejos. Los apliques de luz parecían garras de cerámica de animales. Ella hubiera  preferido una  lámpara de araña que iluminara con cientos de prismas de cristal.
_____ sabía que había comprado la casa por los motivos equivocados. Su padre, que tendría un infarto si se enteraba de que un extraterrestre macho se quedaba  a pasar la noche con ella, creía que sólo los hombres podían ganarse la vida como reformadores de casas, o en realidad, en cualquier otro trabajo. Ella había querido demostrarle que ella, una mujer, tenía éxito en su negocio.
Hasta ese día, él no se creía que ella se ganaba sola su dinero y no lo cogía prestado de sus hermanos.
Ryan James había sido criado por las enseñanzas de la " la vieja escuela”. Los hombres trabajaban y ganaban el dinero mientras que las mujeres cocinaban  galletas en el horno, cuidaban de los niños y dedicaban sus vidas enteras a  complacer a sus maridos. (Muchos pensaban igual que Joseph.) Tal vez ese fuera el motivo de que, dieciséis años después de quedarse viudo, su padre no se había vuelto a casar. Ninguna mujer en su sano juicio lo aceptaría. Él ladraba órdenes como un sargento y esperaba total obediencia de aquellos a su alrededor.
Cuando era niña, aquel tipo de ideología fácilmente podría haber aplastado su espíritu. Aunque sus hermanos intentaron protegerla de las bajas expectativas de su padre. Ellos la habían acogido como uno de los suyos, la habían vestido con vaqueros y zapatillas de deporte en vez de lazos y blondas. Ella los había seguido a cada paso. Les había ayudado a coger ranas, tumbada al lado suyo,  pescándolas en una charca cercana, y sosteniéndolas mientras ellos luchaban en el fango.
Alcanzaron el dormitorio de invitado.
— Aquí es —dijo ella, tirando del interruptor. El cuarto se iluminó al instante. —El cuarto de baño, o sala, o como quiera que tú lo llames, está tras esa puerta lateral. No es nada tan magnífico como lo que describiste, pero es cómodo y privado.
Fascinado por el origen de la luz, Joseph apenas registró sus palabras. Con la punta del dedo,  bajó el interruptor de plata. La oscuridad inundó la pequeña estancia. Cuando levantó el interruptor, la luz otra vez salió de la fuente elevada.
—De nuevo no percibo nada de magia, y aún así… —Arriba, abajo, arriba, abajo. Siguió moviendo el interruptor. —No imaginaba que tu mundo fuera capaz de tales cosas. Primero una caja habladora y ahora iluminación inmediata.
_____ rió en voz baja, encantada por su fascinación por la tecnología.
—¿Qué usa tu mundo como fuente de luz?
—Gemas  Lamori.
—¿Son mágicas?
—No, están vivas.
No podía imaginarse unas piedras vivientes.
—Incluso en Imperia, un mundo con grandes y desarrolladas capacidades místicas, nadie ha conseguido dominar aún la iluminación mágica.
—Aquí tampoco. Confiamos en la electricidad.
—Desconozco esa palabra —tiró del interruptor varias veces más.
Como explicarlo…—Electricidad es una entidad fundamental de la  naturaleza que consiste en sustancias negativas y positivas llamadas respectivamente electrones y protones —soltó la definición de Webster con  facilidad, —este fenómeno es observable en la atracción y repulsión de cuerpos electrificados por la fricción y en fenómenos naturales —después de todo, los cables y circuitos eran una parte importante de su trabajo, y Dios sabía cuántas clases tenía que soportar.
La luz continuó encendiéndose y apagándose.
—¿Cuenta  la habitación con tu aprobación?
—Bastará. Por ahora. —Joseph soltó el pequeño interruptor e inspeccionó su nueva habitación. El cuarto que le ofrecía era amplio, pero lo mejor, es que tenía  el artículo más importante en la vida de un hombre después de su arma, su horri y la comida. Una cama “Por Elliea, no era la cama de _____, que es la que él hubiera querido”  pensó secamente, pero una cama después de todo.
—¿Qué quieres decir con  'por ahora'? —exigió ella.
Él ocultó su diversión detrás de una  amable expresión. Había esperado esa respuesta de esta mujer que seguía rechazando todos los placeres que le ofrecía; sólo que no esperaba que la dijera con tanta fuerza. Qué pequeña zorra seguía  siendo, mandona  e imprudente.
Compleja, también.
Desde que  alcanzó su decimocuarto cumpleaños, mujeres de todas las edades, tamaño y color habían acudido a su cama, preparadas y dispuesta  por sus favores. Casi todas le habían ofrecido su amor, algo que humildemente había aceptado, aunque sin darlo él a cambio. No, Joseph comprendió que sería engañarlas. Le había dado a Maylyn todo lo que tenía para  dar, incluyendo su corazón. Había sido hechizado por su belleza misteriosa y hechicera, su buena disposición a agradar. Sólo más tarde descubrió que ella no sentía nada por él, que simplemente había seguido las órdenes de su hermano.
De todos modos,  Joseph siempre entendió la conducta de Maylyn. La de _____, no. ¿Por qué se ponía mordaz cada vez que él se acercaba? Demasiadas posibilidades le vinieron a la mente.
¿Un antiguo amante desagradable?
¿Una exagerada modestia?
¿Una necesidad de compromiso?
¿Cuál de ellas se aplicaban a _____? ¿Todas? ¿Ninguna? Si lo supiera, podría calcular la mejor forma de  acercarse a ella. Por el momento,  no hacía ningún progreso, y el deseo de su cuerpo de contacto, de cualquier contacto femenino, aumentaba por  segundos, creciendo en intensidad y consumiéndolo todo. Todas sus necesidades largamente reprimidas, necesidades que no tenían nada que ver con la rotura de la maldición, martilleaban en su interior.
Quizás debería satisfacer las demandas de su cuerpo sólo y, después, perseguir a _____. A lo mejor esta noche debería dejar de hablar de acostarse con ella y concentrarse en intentar ganarse su amistad. Siempre podría ahogarse en un montón de disponibles cuerpos  femeninos una vez que  volviera a Imperia, un lugar donde las mujeres estaban dispuestas y complacientes a entregarse sin escrúpulos. Dispuestas a desnudarlo completamente y a tomarlo en sus bocas y cuerpos mientras encontraban su propio placer.
Su mirada  se deslizó hacia abajo por  la longitud de las curvas de _____. Bajo la  gloriosa luz de la habitación, su cremosa piel  brillaba vital y saludable. La curva de sus hombros le otorgaban una encantadora elegancia, y sus tentadoras caderas aumentaban su atractivo. No, decidió. El mejor modo de conseguirla era seduciéndola, tal y como había planeado en un principio. Además, no quería sólo masturbarse. No quería  esperar  volver a Imperia para tener a una mujer. Ahora mismo, quería  a esta mujer, de este mundo. Esta noche. Tenía toda esa pasión guerrera de _____ dispuesto a quemarlo vivo, y él tenía muchas ganas de quemarse. Y quemarse, y quemarse, y quemarse.
Quizás podría  convencerla que durmiera  a su lado, ya que ninguna hembra podía resistirse a la presencia silenciosa, seductora de un hombre durante el crepúsculo. Sonrió ampliamente con anticipación. Simplemente, ¿cómo  respondería  _____ a un toque accidental, a la caricia de su caliente aliento, a un susurro de promesas eróticas?
Ella debía haber sentido la dirección de sus pensamientos porque soltó:
—Tengo otra regla.
Sus manos estaban apretadas en puños. Esas reglas iban a ser su muerte.
—No puedes añadir reglas cuando te resulte conveniente,  mujer.
—Puedo y lo haré. Soy la responsable aquí.
—Eso es  discutible.
—No, no lo es.
_____ le fulminó con la mirada.
Él, a su vez, la fulminó con la suya.
—He decidido oír esa nueva regla. Puedes hablar.
A _____ no le gustaba en absoluto cuando él usaba aquel tono de "soy un hombre por lo tanto decido el destino del mundo". De todos modos obedeció y habló. —Regla  número cuatro: nada de compartir cama.
Sorprendentemente, él no se negó. En cambio, cruzó los brazos sobre su duro pecho  y dijo:
—Mi ajuste a esta regla es simple. No compartiré tu cama, pero dormiré en tu habitación. Y si no te gusta, simplemente derribaré la puerta y compartiré tu cama sin tu permiso.
¡Argh! Lejos de estar asustada por su amenaza, o incluso intimidada, _____ estaba furiosa y un poquito exasperada.
—No me siento cómoda compartiendo un cuarto contigo.
—Sin embargo, lo harás —arqueó una ceja oscura en  desafío. —¿O tienes  miedo de tus reacciones? "
Sus ojos se estrecharon en diminutas rajas, y ella le miró fijamente, resuelta.
—No le tengo  miedo a nada.
—¿Entonces por qué no me permites dormir en tu habitación?
—¡Porque no confío en que te quedes en el suelo!
Sus hombros se tensaron  con la indignación.
—Te he dado mi palabra.
—Bien, quiero un juramento de sangre.
Frunciendo el ceño, él juró enfadado:
—Te juro, aquí y ahora, que no me uniré contigo bajo las sábanas esta noche. Eso no significa que no puedas unirte a mí en el suelo.
¿Por qué tuvo que poner esa idea en su cabeza? _____ señaló con un dedo a su pecho.      
—¿Juras por todo lo que te es sagrado que no intentarás nada?
Las ventanas de su nariz llamearon, pero su tono fue  tranquilo. Demasiado tranquilo.
—Ya he contestado a eso.
No, no lo había echo. No realmente. Sólo había prometido  quedarse en el suelo. Una imagen de su glorioso cuerpo extendido sobre la alfombra de su dormitorio llenó su mente. ¿Sentiría ella su calor? ¿Notaria su suave aliento? ¿Olería el olor limpio de su piel?
Ella le había mentido hacia un momento. Tenía miedo de sus reacciones. Mucho miedo. Pero, a pesar de su miedo, iba a dejarle que se quedara en su cuarto. Señor, lo haría. Iba a dejarle quedarse en su cuarto.
Su hermano Erik siempre decía” Mantén a los amigos cerca y a tus enemigos  aún más cerca”. Joseph no era su enemigo, pero estaba segura de que el maldito subiría en su lista negra. El hombre no se metería  en su cama, pero había emitido una invitación brillantemente orquestada: Unirse.
Si él creía, ni aunque fuera solo durante un minuto, que  cedería ante aquella invitación, pronto averiguaría que su erección era en la última cosa en la que pensaba. Bueno, casi la última. Vale, ella no podía dejar de pensar en la maldita cosa. Era enorme.
Soy una  idiota,  pensó.
—Por si acaso tienes alguna idea en mente, que sepas que dormiré con una maza en una mano y un bote de pimienta en la otra.
Su expresión se volvió burlona.
—Por si acasotienes alguna idea, que sepas que dormiré con una pluma en una mano y aceite de masaje en la otra.
Con aquellas palabras sonando en sus oídos, _____ sabía que no conseguiría dormir mucho. Ante el comienzo de un dolor de cabeza, ella se masajeó las sienes en un vano intento de alejarlo.
Realmente, estoy en graves  problemas...
Vanee LovatoD'Jonas
Vanee LovatoD'Jonas


Volver arriba Ir abajo

El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación- - Página 3 Empty Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-

Mensaje por fernanda Miér 07 Ago 2013, 9:37 pm

AY AMO LA NOVE TIENES QUE SEGUIRLA!
fernanda
fernanda


Volver arriba Ir abajo

El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación- - Página 3 Empty Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-

Mensaje por Vanee LovatoD'Jonas Miér 07 Ago 2013, 9:40 pm

M A R A T Ó N (4/4)


(capitulo dedicado a Fernanda)




Capitulo 5
 
 
Llevo tiempo imaginándome todo lo que me gustaría hacerte, _____. ¿Te imaginas todo lo que te gustaría hacerme?
Oh, sí. Sí, ella definitivamente se lo imaginaba.
—En mi mente veo a mis manos coger tus pechos, masajeándolos suavemente, mientras mi lengua lame lentamente un pezón y espera ansiosa hacer lo mismo con el otro.
Como durante toda la pasada hora, la ronca voz de Joseph se deslizaba como la seda, baja, lisa y melosa, tocando a _____ en la oscuridad y dejando un rastro ardiente a su paso. Acalorada, estaba tendida en la cama, con una gruesa y suave colcha cubriéndola. Pero era el hombre tumbado en el suelo el  responsable de que su sangre se calentara,  no su colcha.
_____ trató de recordar por qué estaba tan determinada a oponerse a él. Realmente tenía unos motivos, ¿no? Simplemente no los recordaba, y no estaba segura cuanto más aguantaría antes de que metiera todas sus preocupaciones en un cajón y se rindiera. El apasionado asalto de Joseph, que había comenzado mucho antes de que empezara a hablar, destruía rápidamente todas sus defensas.
—¿Quieres sentir el calor de mi lengua?
Obligándose a si misma a no soltar un ¡SÍ!, apretó los labios con tanta fuerza que probablemente se le quedarían unas arrugas permanentes. De todos modos, ¿por qué le había permitido a Joseph  dormir en su habitación? ¿Y por qué, por  el amor de Dios, estaba todavía en la cama y no en el suelo con él?
—Tu cuerpo suplicará silenciosamente que te toque entre las piernas —siguió despiadadamente—. Pero no te tocaré allí con mis dedos. No, bajaré besando tu estómago y te probaré con mi boca, moviendo mi lengua a izquierda y derecha, luego en círculos, creando una fricción caliente, mojada.
—¡Prometiste que no intentarías nada!
—Nunca prometí que no hablaría o lo imaginaría. Y lo que me imagino ahora mismo es muy travieso. Tú estás....
Ella dejó caer su maza y el bote de pimienta en el colchón, que, en realidad, eran un bote de laca para el cabello y una botella de agua, y se tapó con las manos las orejas, amortiguando su voz. Comenzó a roncar como un viejo con una sirena antiniebla pegada en la garganta. Todo el tiempo imaginándose que colocaba los azulejos del cuarto de baño y que les echaba la lechada para que se secara, cualquier cosa con tal de impedir que su mente pensara en cuerpos desnudos y  grandes placeres.
Nunca me das lo que quiero, se quejó su cuerpo, y quiero a Joseph.
Acallándolo,  su mente le replicó. ¡Es que no tenemos  bastantes problemas!
Azulejo. Lechada. Azulejo. Lechada. Con la voz de Joseph  amortiguada y su imaginación ocupada colocando azulejos, despacio, muy despacio, sus sensibilizados nervios se calmaron. El escozor de la anticipación se aquietó. Cuando creyó que había transcurrido el tiempo suficiente, dejó de fingir los ronquidos y se quitó las manos de los oídos.
El  bendito silencio le saludó.
Entonces, como si él estuviera en armonía con ella en cada acción, cada sentimiento y pensamiento, Joseph dijo:
 —Sólo di las palabras, _____. Dilas y danos a los dos la liberación.
—De acuerdo, diré las palabras —sus uñas se clavaron profundamente en sus piernas, dejando marcadas unas medias lunas—. Diré cállate o márchate. ¡Por favor! Tenemos que madrugar y ya son las dos de la mañana. Después de que te lleve ante el psíquico, tengo que ir a trabajar. Necesito descansar.
Cinco. Diez. Quince minutos pasaron. Él no habló más. Ella hasta ni lo oyó respirar.
En el silencio que siguió, los párpados de _____ comenzaron a cerrarse. Ella cogió la laca para el cabello otra vez, lista a saltar de la cama y golpearlo con él en la cabeza si él se atrevía siquiera a roncar. Al cabo de un rato, su agarre se relajó y rodó a un lado. Su último pensamiento antes de que su mente fuera a la deriva, antes de sucumbir a la oscuridad, fue que aquel hombre necesitaba que lo amordazaran, y que ella mereciera unos azotes por permitirle entrar aquí desnudo.
 
La mañana amaneció clara y despejada.
—Yo también necesito despejarme —refunfuñó _____.
Luego gimió. Sus ojos ardían y su cabeza palpitaba. Necesitaba un atracón de proteínas o pronto se encontraría en un hospital, hundida en un coma por tomar cafeína.
Normalmente hacía ocho kilómetros de footing cada mañana. Hoy, sin embargo,  iba a hacer una excepción. En este momento, no podría hacer footing ni al cuarto de baño aunque su vejiga dependiera de ello.
Las sábanas y mantas se enredaban a su alrededor como el capullo de una mariposa. Se quejó con un pequeño suspiro mientras se peleaba con ellas para liberarse. Había algo tirado en el suelo, pero como no era un batido de proteínas, no se inclinó para recogerlo. Frotándose los ojos, llegó a trompicones hasta el cuarto de baño.
Se lavó la cara, luego se cepilló los dientes y el pelo. El reflejo que le devolvió el espejo estaba vidrioso por...... algo. Cansancio. Mucho cansancio. Esperando que el agua caliente, y mucho vapor, la ayudara, se metió en la ducha. Cuando salió, se colocó su bata, sintiéndose menos grogui, pero todavía ansiando un atracón de dulce fruta. Una vez que por sus venas corrieran bastante B12 como para estimular a los jubilados de Sandy Meadows, estaría lo suficientemente despierta como para tratar con Joseph.
¡Joseph!
Los ojos de _____ se abrieron consternados ¿Cómo podía haberse olvidado del atractivo extraterrestre de "casi dos metros" que dormía en su cuarto?
Con palpitaciones en el corazón, y ondeando su blanco albornoz, salió corriendo del cuarto de baño; explorando el suelo, sólo vio el bote de laca.
Joseph se había ido.
Lo único que recordaba su presencia era la almohada arrugada y la manta enredada, juntas en un montón a los pies de su cama. Ella cogió algo de ropa del armario y se la puso a toda prisa mientras corría a través del cuarto. Apenas había conseguido cerrar la cremallera de sus pantalones  vaqueros cuando entró en la sala de estar. Ningún signo de su extraterrestre.
¿Y si su madre lo había tele transportado de vuelta? Peor, ¿y si estaba todavía aquí, en su casa, examinando sus cosas? El estómago de _____ se hizo un nudo cuando se imaginó su ropa sucia esparcida por el suelo y sus electrodomésticos rotos y tirados por ahí. Atravesó el comedor, como si carbones ardientes fueran  cocidos a fuego lento bajo sus pies.
Entonces lo vio.
Estaba de pie en la cocina, tarareando una canción que ella no reconoció. De espaldas a ella, saqueaba el contenido de su frigorífico. Un suspiro de alivio pasó a través de sus labios cuando notó que llevaba la ropa que le había dado anoche. Excepto que ahora su camisa estaba arrugada y los pantalones colgaban bajos sobre su cintura, burlándose de ella, atormentándola, porque un leve soplo de aire podría  hacerlos  resbalar hasta el suelo.
Era peligroso arder de esa forma ante la mera visión de él. Pero no sabía  cómo controlar su  reacción.
______ se aclaró la garganta.
Con un movimiento fluido, Joseph giró y desenvainó un cuchillo atado con  una correa a su tobillo, listo para golpear. Esa acción la asustó tanto, que sólo pudo parpadear, incapaz de correr, mucho menos de respirar. Él estaba allí de pie,  con ese aura mortal de un hombre que sabía exactamente cómo luchar, cómo matar y mutilar, cada una de esas acciones tan aterradoras como el arma en sí misma. Cuando él comprendió quién era ella, relajó su postura y devolvió la hoja a su improvisada funda. Incluso aunque el cuchillo estuviera ahora oculto, los latidos de su corazón no redujeron la marcha. Nadie debería ser capaz de moverse tan rápido o ser tan mortífero.
—Buenos días, _____ —le dirigió una  media sonrisa que borró las duras líneas de su boca—. ¿Dormiste bien?
—No. No lo hice —mordió su labio inferior, mirando aún fijamente la hoja envainada—. ¿Qué haces con ese cuchillo?
—Necesitaba un arma.
—¿Por qué?
Con un encogimiento de hombros, se volvió hacia la nevera.
—No te interesa saberlo.
—Sí, en cuanto que llevas mi arma.
—Si tanto te interesa, es para mí protección. Si... —la enfrentó otra vez, esta vez fulminándola con la mirada, como si todo dependiera de ella— …viajo a Imperia hoy, debo de estar preparado antes de que mis enemigos me encuentren por casualidad.
Ya le había dicho antes que se iría a casa después de que ella lo llevara ante el psíquico, pero realmente no había considerado lo lejos que era eso hasta este momento. Por alguna razón que no entendía, el pensamiento de que se fuera de la Tierra, de pronto la entristeció. Ella quería que se fuera, desde luego, sólo que no a tantos años luz de distancia.
¿Y por qué tanta prisa por volver, de todos modos? ¿Acaso tenía una familia: una esposa e hijos que esperaban su regreso? _____ casi pronunció una retahíla de las peores  palabrotas que conocía.  Aquí estaba ella, deseando a Joseph, triste porque la abandonaba y él muy bien podría estar casado.
Aunque no iba a preguntarlo. Ellos no tenían ningún tipo de relación y, como seguramente le diría, eso no era asunto suyo.
—¿Estás casado?
¡Maldita sea! La pregunta surgió antes de que pudiera detenerla. El hombre había tratado de seducirla, después de todo.
—Casado es unido de por vida, ¿no?
—Sí. Significa eso.
—Entonces, no —de pronto la miró ofendido—. Si fuera así, yo no te habría tocado.
—Oh.
No estoy aliviada, pensó, mientras olas de una emoción desconocida recorrían sus venas. Estoy simplemente contenta de que el hombre tenga algo de moralidad.
—Así que, ¿conoces la forma de volver a casa?
—Sólo si encontramos un verdadero místico y sólo si.... —se paró y miró a lo lejos.
—¿Qué? ¿Sólo si me acuesto contigo?
—No. Sólo si te enamoras de mí —contestó él rotundamente.
Ella parpadeó.
—No entiendo.
—Es parte de la maldición. Tú me liberaste. Ahora, libremente y de corazón,  debes ofrecerme tu amor o volveré a convertirme en piedra. Esta vez, para siempre.
—Es  broma, ¿no? ¿Intentas llevarme a la cama otra vez? —ella se rió, el sonido débil e inseguro.
—¿Realmente crees que bromearía sobre mi libertad? —la convicción absoluta en su voz sonó alta y clara.
—No —dijo ella suavemente—. Imagino que no.
—Mi hermano lo planeó todo para que otra me besara, una mujer a la que yo desprecio. Creyó que podría ser divertido el que me viera forzado a perseguir a una mujer que aborrezco. Pero fuiste tú, tú y no ella, quien me salvó —Joseph suspiró—. No era mi intención contarte todo esto, _____. Pero eres tan obstinada que pensé que no había otro camino. ¿Puedes intentar, al menos, ayudarme?
—No sé como contestar a eso.
La enormidad de la situación la golpeó como un martillo. El destino de Joseph dependía de ella. Dios mío. Él también podía haberle pedido que convirtiera su pelo en oro de catorce quilates y lo tejiera.
—Me temo que,  si te dijera que te amo, sería una mentira.
—Eso ya lo sé, pero yo puedo hacer que me ames —dio un paso hacia ella—. Sólo dame una oportunidad y le daré a tu cuerpo un placer inimaginable.
—¿Cómo haría eso que me enamorara de ti?
—El placer corporal a menudo conduce al amor en una mujer.
Por un breve momento, _____ vaciló. Oh, ella no dudaba de su afirmación, y esto era lo que más la asustaba.
—¿Si dijera que sí y terminara entregándote mi corazón, te quedarías aquí conmigo? ¿Durante un tiempo?
Él sacudió rígidamente la cabeza.
—No.
Ella soltó una risa inestable, desprovista de humor.
—Me pides mucho, pero das poco a cambio.
—Eso también lo sé —aunque parecía correctamente apenado, no ofreció una sola concesión—. Puedo hacer que valga la pena, dándote placer.
Señor, ¿qué iba a hacer? No podía decirle que no; arruinaría su vida. No podía decirle que sí; arruinaría la suya.
—Tendrás que darme tiempo para pensar en todo esto.
Él frunció el ceño.
—El tiempo es mi enemigo.
—Bueno, es todo que te ofrezco ahora mismo. Tómalo o déjalo.
Él soltó un largo suspiró.
—Lo tomaré.
Ambos se quedaron en un incómodo silencio.
—Sabes —dijo ella finalmente para disipar la tensión—, tendrás que usar un poco de magia para afilar ese cuchillo que me robaste —esa línea de conversación parecía bastante inofensiva—. Es para usarlo en la cocina, no en la batalla.
—Antes lo habrás usado para partir animales.
Maravilloso. Simplemente maravilloso.
—He cogido prestadas otras armas de tu casa, también —añadió él.
Como si hablara de algo tan doméstico como unas zapatillas de conejito, él se volvió hacia la nevera, despreocupadamente.
El temor se deslizó por su espina dorsal, glacial y opresivo. La mañana había comenzado mal y cada vez se ponía peor.
—¿Qué, exactamente, has cogido prestado?
Él había encontrado un par de zapatos viejos de Gray, y observó cómo le mostraba las tijeras atadas con correas a su tobillo izquierdo, el cuchillo sobre su tobillo derecho, la espátula metálica en su cadera y el rodillo de cocina en su espalda, anclada por la cinturilla de sus pantalones.
—¿Qué vas a hacer con eso? —señaló el rodillo de cocina con la mano.
—Cuando las armas afiladas me fallen, golpearé a mi enemigo hasta la sumisión.
—¿Y la espátula?
—No estoy seguro, pero seguramente quien la diseñó estaba pensando en la tortura.
Una tortura, tenía razón.
—No puedes ir por ahí matando y torturando a la gente. Eso no es algo que se haga en este planeta —dijo las palabras con la suficiente fuerza como para que él se enterara—. Ponlo todo en su sitio ahora mismo.
—No —una dura chispa oscureció sus ojos, y sacudió la cabeza—. En esto no me convencerás. Entrando en una situación desconocida, un hombre debe estar preparado para lo peor.
Tenía razón, pensó _____, pero nunca lo admitiría en voz alta. Estar preparado para lo peor era la primera lección en la autodefensa. Aunque en ninguna de sus clases se había mencionado el derrotar a un atacante con una espátula. Un lápiz, tal vez. Incluso llaves.
Realmente, ¿qué daño podía hacer si se quedaba algunas de esas "armas"? Ella nunca las usaba, de todos modos. Y si le hacían sentirse más seguro, pues eso era lo más importante. No podía imaginarse el ser transportada a otro mundo,  sola e indefensa.
—¿Por qué no hacemos un trato? —sugirió—. Puedes quedarte con las tijeras y  la  espátula.... —y sintiéndose como una idiota, añadió— ...pero los cuchillos y el rodillo de cocina permanecerán aquí.
El silencio llenó la estancia mientras él consideraba su oferta.
Finalmente, él cabeceó.
—Acepto el trato. ¿Ves lo dispuesto a negociar y lo razonable que soy?
—Oooh, eres un autentico asno —su cara se iluminó, y ella añadió—, ¡no te daré una moneda, antes besaría tu.....  De acuerdo, simplemente no es justo!
Sus ojos centellearon con alegría, haciendo que su pálido iris azul brillaran como diamantes en un cielo nocturno.
—No me tomaré la molestia de castigar tu impertinencia... a no ser que, por supuesto, desees el castigo en la cama. Tenemos tiempo suficiente antes de visitar  al hechicero.
Ella hizo rodar sus ojos, tratando de exteriorizar frescura y naturalidad. En el  interior, sin embargo, su cuerpo gritaba ¡hip, hip, huuurraaa, todavía hay tiempo!   
—Asegúrate de que las armas están ocultas cuándo salgamos de casa, ¿vale?
—No soy un jovencito inexperto —su alegría fue sustituida rápidamente por la ira—. Sé que las armas deben ocultarse mientras no haya indicios de batalla.
Bueno. Con cada palabra que decía, su irritación aumentaba. Ahora mismo él parecía listo para atacarla con los cuchillos por haber desafiado e insultado su inteligencia. Hora de cambiar de tema.
—¿Encontraste algo bueno para comer?
—No —su expresión perdió la mayor parte de su irritación—. No me enseñaste a preparar esto —sostuvo un  tupperware lleno de pasta. Una delgada capa de  queso y mayonesa cubría la superficie.
Ewww, pensó. Él había tratado de hacerse un emparedado con eso.
—Es lo más duro, insípido y asqueroso que he comido alguna vez.
_____ notó varias señales de mordiscos alrededor de las esquinas del tupperware.  La risa amenazó con burbujear fuera de su garganta, pero se la tragó.
—Eso es el recipiente, tonto. La comida de verdad está dentro —curioseó el plástico con los dedos. La acción hizo que rozara su mano, enviando una sacudida eléctrica por todo su brazo. Inestable ahora, dejó el plástico a un lado—. De todos modos, no querrás esto para desayunar.
—Pero estoy hambriento, y no tienes nada más —se acarició la mandíbula.
Ufff, alojar a un extraterrestre era más caro de lo que ella había previsto.
—Hay una cafetería a unos quince minutos de aquí. Hacen los mejores batidos. Podemos estar fuera en menos de una hora.
En su rostro brilló débilmente el placer una fracción de segundo antes de que el pánico se colocara allí. Un momento más tarde, se puso pensativo. Negó con la cabeza.
—No —su tono no reflejaba ninguna emoción—. Primero iremos al hechicero. Estoy impaciente por encontrar al que me llevará a casa. Después de eso, me concentraré en ti. Y te conseguiré, ______. No lo dudes —eso último fue dicho en un tono oscuro, desafiándola a contradecirlo.
Ella jadeó.
—Tú puedes estar dispuesto a saltarte el desayuno, pero yo no. Café y una tortilla con queso, eso...
—No. Está decidido.
—Pero...
—No, _____.
—Está bien —refunfuñando, cogió la guía telefónica del anaquel bajo el microondas—. Tenemos tiempo para visitar a un psíquico. Uno. Si éste no trabaja, no tendrás suerte por hoy. Tengo hambre y tengo trabajo que hacer, y sólo prometí llevarte a un sitio — rezó simplemente para que él entendiera que eso era lo justo.






Bien esta es de mis partes favoritas!!! <3
bueno hahaha Joe es todo un primitivo pero aun asi lo amo!!!!
Bueno hasta aqui el maraton espero les guste!
Comenten 
Las quiero! 
XOXO VG
Vanee LovatoD'Jonas
Vanee LovatoD'Jonas


Volver arriba Ir abajo

El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación- - Página 3 Empty Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-

Mensaje por Contenido patrocinado

Contenido patrocinado



Volver arriba Ir abajo

Página 3 de 16. Precedente  1, 2, 3, 4 ... 9 ... 16  Siguiente

Ver el tema anterior Ver el tema siguiente Volver arriba

- Temas similares

Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.