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El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
Ya la sigo!Deni rt escribió: mierda por un momento todo fue perfecto pero no los dos tienen mucho q perder pero ahhhhh síguela
Vanee LovatoD'Jonas
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
Ya la sigo!fernanda escribió:DIOS , SÍGUELA POR FAVOR!
Vanee LovatoD'Jonas
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
Tranquis ya veras que mas pasahelado00 escribió:NO rayis nooo!! mierda..aich..ya no se nada!! D:
Vanee LovatoD'Jonas
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
Ya la sigo!@ntonella escribió::quemierda:
Siguelaaaaaaaa...
Siguelaaaaaaaa...
Siguelaaaaaaaa...
:misery:
Siguelaaaaaaaa...
Siguelaaaaaaaa...
Siguelaaaaaaaa...
Siguelaaaaaaaa...
Siguelaaaaaaaa...
Siguelaaaaaaaa...
Siguelaaaaaaaa...
Siguelaaaaaaaa...
Siguelaaaaaaaa...
:lloro:
Siguelaaaaaaaa...
Siguelaaaaaaaa...
Siguelaaaaaaaa...
Vanee LovatoD'Jonas
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
Holi! Ya la sigo!DaniJonasRod escribió:Hola! siguela por favor esta genial la nove :)
Vanee LovatoD'Jonas
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
Siento haberme tardado, estoy un poco deprimida per ya regrese (:
Joseph estaba sentado ante una pequeña y curiosa ventana, recostado en un privado hueco dentro del dormitorio de _____, observando la luz de la luna del exterior. Las estrellas centelleaban a través del cielo como las joyas de la corona de un rey. Si él poseyera tal riqueza ahora mismo, podría presentarla a los pies de _____. No creyó, en ningún momento, que tal ofrecimiento le hiciera cambiar de idea, aunque lo deseaba. Y esa esperanza era la que lo instigaba.
Ella le había preguntado si la amaba, y él pensó ¿la amaba? ¿Era posible que pudiera, realmente, amarla? Gustarle, sí, Admirarla, también. ¿Pero amor? Y luego la verdad lo golpeó, con una mezcla de triunfo y derrota, pero que, sin lugar a dudas, hizo palpitar a su corazón con la fuerza de un conjuro. Él la amaba. Amaba a Katie con todos su ser. Nada más explicaba el por qué la deseaba tan desesperadamente, por qué la necesitaba para toda la eternidad.
Este sentimiento de amor no se parecía en nada a la clase de amor que había sentido por Maylyn y, quizás, por eso había necesitado tanto tiempo para descubrir la verdad. Este sentimiento era más profundo, más intenso. Auténtico. Ahora comprendía que lo que había compartido con Maylyn no había sido amor, sino simple y pura lujuria.
No le habría importado que Maylyn hubiera rechazado su oferta, pero el no de _____ lo había herido más que si lo hubieran cortado con una afilada espada. Su rechazo podría ser más fácil de aceptar si sus motivos fueran diferentes. Fácilmente podría haberla convencido si ella se negara porque tenía miedo de envejecer y morir mientras él permanecía tal y como estaba. Él no sabía de qué forma envejecería así que ¿por qué no preocuparse cuando ellos lo supieran? Fácilmente podría haberla convencido si lo que le preocupara fuera el que él pudiera desear poseer a otra mujer, ya que él sabía que eso era imposible. _____ era dueña de su corazón y de su deseo.
Pero él no podía rebatir su amor por su familia.
En ese momento, ____ estaba tumbada en la cama, profundamente dormida. Él volvió a fijarse en cómo sus rasgos se relajaban con el sueño, suavizándola, otorgándole un aspecto delicado, casi angelical. Los mechones de su cabello rodeaban su cara como un pálido halo. Aun que él sabía que, durmiendo o despierta, ella no pertenecía para nada al mundo celestial. No, ella era carnal, más parecido a un diablillo, burlándose de él, embromándolo.
Tentándolo
En las últimas horas le había hecho el amor muchas veces, con la esperanza de demostrarle lo mucho que lo necesitaba. Pero ella no había cambiado de idea. Ganarse a _____ estaba resultando ser el mayor desafío de su vida, y él ignoraba cuál sería su siguiente paso.
El hechicero conocido simplemente como el señor Graig venía por Joseph, venía para llevarlo a casa. Percen presentía como el dibujo mágico del viejo hechicero se acercaba, y sabía que el hombre aparecería pronto ante Joseph, esperaría hasta que la maldición estuviera rota y luego llevaría al guerrero Imperia. Percen no podía permitirlo. Él necesitaba más tiempo, sólo un poco más tiempo. Así que lo esperó en la diminuta vivienda del hombre, rodeado de sombras, seguro de su superioridad.
Para el amanecer, el señor Graig estaba atrapado en su propia estatua de piedra.
—Heather todavía no se encuentra bien.
_____ bajó su rodillo de pintura de la pared y miró en Frances, que estaba en el umbral del Victorian. La luz del sol se extendía a su alrededor, mezclándose con la de la lámpara del techo. _____ procuró mantener el espeso líquido de color malva goteando sobre la alfombra de plástico, intentando no mancharse los zapatos.
—¿Está bien? Lleva enferma toda semana.
—Eso espero. —La preocupación oscureció los ojos color avellana de Frances.
—Aunque no puedo menos que preocuparme, ya que está en la cama día y noche. No come ni duerme, simplemente mira al techo. A veces incluso le habla.
—Si hay algo que yo pueda hacer, avísame ¿vale?
—Lo haré. Gracias por tu comprensión. —Con una sonrisa inestable, Frances se marchó para seguir con su trabajo en el jardín. La pequeña rendija de luz se esfumó cuando la puerta de mampara se cerró.
_____ se dio cuenta de que ya había pasado medio día. Se había fundido tan rápidamente como toda la semana. Frunciendo el ceño, dejó caer el rodillo en la lata. Los músculos del brazo le dolían de empujarlo de arriba a abajo por las paredes. Ella se preguntó cómo le iría a Jorlan arriba. ¿Habría terminado ya de pintar el dormitorio?
Con cada día que pasaba, él se vuelto cada vez más inquieto, incluso más reservado. Él no sonreía, ni le gastaba bromas. Casi parecía... triste. Cada día le decía que la amaba, y cada día le preguntaba si ella lo amaba. Su respuesta siempre era la misma, No. Ella no está dispuesta a amar a un hombre del que no podía confiar por completo. Mientras una parte creía que aquellas maravillosas palabras que él le decía eran ciertas, otra parte era suspicaz y sospechaba de sus intenciones.
Pero el tiempo se agotaba, y ella no podía permitir que volviera a convertirse en piedra.
¿Qué iba a hacer?
_____ no lo sabía. Con la necesidad de verlo y asegurarse de que todavía estaba aquí, que todavía era el guerrero de carne y hueso que la abrazaba todas las noches, _____ subió arriba por las escaleras. Sus zapatillas de deporte chirriaron a cada paso, y ella tomó nota mental de colocar unas cuñas entre los tablones para evitar esos chirridos. Cuando entró en el dormitorio, ella se paró y lo observó en silencio, Joseph estaba de espaldas y en mangas de camisa. La luz natural inundaba la habitación a través de la ventana sin cortinas, acariciando sus músculos, haciendo que su piel brillara con un marrón dorado.
La punta de sus nervios volvieron a la vida mientras lo observó deslizar el rodillo arriba y abajo, tal y como ella le había enseñado. Los músculos de sus hombros estaban tensos, pero no de pintar. Él sabía que estaba de pie detrás de él, y estaba decidido a no hacerle caso.
No seré ignorada. Con pasos cortos, ella se acercó, le quitó el rodillo y lo hizo rodar por su cara. ¡¡Ja!! Ignora esto.
Al principio, él permaneció completamente quieto.
—Esto lo pagarás, —dijo suavemente. Pero en vez de castigarla, él limpió sus ojos de pintura y se agachó a coger la brocha. Baño las cerdas en la lata de pintura y untó el espeso líquido amarillo en las paredes. Su cara mostraba la expresión debo-concentrarme-porque-el-destino-del-mundo-descansa-en-mis-manos. Arriba. Abajo. Arriba. Él ponía el cuerpo entero en acción, estirando y doblando los músculos.
Incluso cuando la ignoraba, el hombre era la pasión encarnan. Ella supuso que su físico era fruto de los muchos años pasados en el campo de batalla, supuso ella, pero el mirarle no hizo que evocara imágenes de sangre y mutilación. No, mirarle le hacía pensar en sábanas de seda y cuerpos sudorosos.
—Necesito más pintura, —dijo él finalmente, aún sin mirarla.
—¿Para pintarme?
Su mandíbula se tensó.
—Para terminar de pintar la pared.
A ella le llevó un momento registrar sus palabras, y cuando lo hizo, eso rompió de su fantasías lascivas.
—Te di la suficiente como para pintar la Gran Muralla China.
—Y aún así mi lata está vacía.
Sin saber lo que buscaba, _____ repasó la pared. La estudió con intensidad y luego se giró para inspeccionar la pared de detrás de ella. Su repentino jadeo rompió el silencio.
—Oh, Dios mío. ¿Qué hiciste?
—Pintar. —Tres latas de pintura vacías ocupaban una esquina del cuarto —Con un poco de magia, —confesó él de mala gana.
—Abriste y usaste otros colores. —Susurró horrorizada, con voz abatida, pero que pronto subió de volumen. —Sólo te di un color. Uno. ¡Uno!
—Aquellos estaban disponibles, así que los aproveché. —Él hizo señas hacía la fila de latas de pintura que ella había organizado según el color. Él había cogido uno de cada fila—. Si no querías que los usaras, me lo tendrías que haber dicho.
—Que los colores no se mezclan es de sentido común.
—No pinté el suelo, como dijiste. No pinté el adorno lateral, como dijiste. No usé movimientos circulares, como dijiste. No hice ninguna de esas cosas, vale.
—Tienes razón. —Infiernos, él tenía razón, y ella no podía castigarlo de su propio error.
Pero la pared estaba horrible. Absolutamente horrible. Como un lastimoso y descolorido arco iris. Varios sitios estaban burbujeando con... ¡Dios mío! ¿Eso era fango? Ella sofocó un gemido. ¿Cómo iba a arreglar aquella pared? Con sus cuatro años de experiencia, ella nunca se había encontrado con esta clase de problema antes.
—¿No lo he hecho como querías? —Preguntó él con expresión rebelde... y cómica debido a las rayas de pintura amarilla que surcaban sus mejillas.
Encima, ahora, ella había herido sus sentimientos. Maravilloso, simplemente maravilloso.
—Lo has hecho bien.
—Entonces, Oiré tu agradecimiento.
¿Qué él oiría su agradecimiento? ¿Qué ella le daría las gracias? Una nube roja nubló su vista, eliminando su anterior benevolencia. La había ignorado durante todo el día, había arruinado su pared, ¿y ahora él oiría su agradecimiento?
—¿Por qué debería agradecértelo cuándo te has olvidado de pintar un sitio? —Con esto ella, brocha en mano, le pintó la nariz.
Él hizo sólo una breve pausa y le devolvió el favor.
Ella jadeó cuando el frío líquido cubrió su piel.
—No hagas eso otra vez, —gruñó ella. Pero mientras decía esas palabras, extendió la mano para darle otro brochazo.
Él la sujetó al instante, pareciendo el juguetón y bromista amante que ella conocía.
—¿Crees que puedes pintarme?
Ella sonrió.
—Sí, en realidad, lo hago.
—Entonces veremos quién maneja el cepillo más poderoso. —En un segundo, él la tenía inmovilizada contra el suelo y despacio, muy despacio, le pintó el pelo, la clavícula y las piernas.
Al final, ella se reía con tanta fuerza que podía regañarlo. Finalmente, él abandonó el rodillo. Él bajó la vista hacía ella, con un brillo serio en sus pálidos ojos azul, mirándola durante un largo y silencioso momento. Luego la besó, un beso lánguido que continuó y continuó, despertó su deseo. Sin embargo, en vez de hacerle el amor, él se separó y, sin una palabra, recogió su rodillo y volvió pintar la pared.
¿De nuevo alejándose de ella, no? Ella vertió la pintura restante sobre su cabeza.
Él se quedó parado, atontado, durante mucho tiempo, con los riachuelos amarillos goteando por su cabeza y cara. Sus ojos se estrecharon.
—Pagarás por esto, _____.
—Primero tendrás que pillarme, —se burló ella, saliendo corriendo.
—Ah, te pillaré. No lo dudes.
Sofocando la risa con una mano —con eso le facilitaría su posición —ella se escondió en la siguiente habitación. Pero sólo había dado tres pasos dentro cuando la madera se abrió a sus pies. Sin advertencia, ella cayó hacia abajo, abajo, abajo. Algo agudo cortó su cuerpo. ______ gritó, esperando el impacto.
Cuando éste llegó, ella se golpeó con fuerza, como ladrillo contra ladrillo. Probó el fuerte sabor metálico de la sangre en su boca, y luchó por respirar, pero no pudo tragar ni la más pequeña bocanada de aire.
Joseph gritó su nombre, sonando angustiado y desesperado.
La oscuridad la reclamó.
Vanee LovatoD'Jonas
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
CAPÍTULO 21
Joseph bajó precipitadamente la escalera, saltando de tres en tres los escalones, mientras la horrible escena se repetía una y otra vez en su mente. Hacía sólo unos segundos que había visto caer a _____ desde la planta de arriba y, sin creérselo todavía, se había asomado por el agujero para ver su cuerpo herido, con chorritos de sangre fluyendo de su boca y cuerpo.
El tiempo dejó de existir, y una eternidad pasó antes de que la alcanzara. Él patinó al detenerse, se inclinó, y con cuidado la giró entre sus brazos. Ella no soltó ni un gemido, ni se movió. Sus ojos no parpadearon.
—¿______? Por favor abre los ojos.
Ninguna respuesta.
Pedazos de madera sobresalían de su cuerpo, haciendo que su sangre se mezclara con las manchas de pintura. Joseph sabía que esto no había sido ningún accidente, que la madera no se había astillado por causas naturales. La magia flotaba en el aire. Él había intentado pintar la pared de _____ con sus poderes, consiguiendo sólo que el espeso y empalagoso líquido explotara. ¿Podría también haber debilitado el suelo de la casa?
Por Elliea, su mujer estaba herida, en peligro de morir, y cada instinto primitivo de protección que poseía salió a la superficie, enardecido por el miedo, la cólera y la impotencia. Sintió frío por todas partes. La necesitaba desesperadamente como para perderla ahora. Salvarla no era una obligación, imposición o afán por conseguir su libertad; era necesario para su cordura.
¿Si usaba la magia para curarla, causaría más daño?
Había una posibilidad de poder ayudarla, y aunque fuera sólo una pequeña posibilidad, tenía que intentarlo. Si no hacía nada, seguramente moriría.
Cerrando los ojos, encauzó cada onza de poder que poseía Nunca había intentado nada como esto y, ni siquiera ahora, debería intentarlo, pero no podía quedarse sentado de brazos cruzados, sin hacer nada.
—Ayúdame, Druinn, —susurró él—. Ayúdame. Por favor.
Una puerta se cerró de golpe. Pasos.
Una mujer jadeó.
—¿Qué pasa? —Frances, la reconoció él.
Sin embargo, no se molestó en hablarle o mirarle. Simplemente mantuvo los ojos cerrados y se concentró en _____, en su magia. Pronto empezaron a quemarle las manos, y sintió otro poder, el poder de algún otro, mezclarse con el suyo propio. ¿De quién? No lo sabía y tampoco le importó. Consumido por la desesperación, descendió sus manos hacía el cuerpo de _____, deslizándolas desde su cabeza hasta los pies.
Tal vez fue por su desesperación. Tal vez fue por su amor por _____. O tal vez fuera por quienquiera que le ayudaba. Sea cual sea la razón, él supo, más allá de todo duda, que ejecutaba sus capacidades místicas en todo su potencial.
A lo lejos, como si ella estuviera de pie en un túnel, oyó la pregunta de Frances,
—¿Qué haces?
Él continuó sin hacerle caso.
—Tus manos resplandecen. —Su tono era chillón—. Y Katie también resplandece.
Después de eso, oyó un golpe seco, como el de un cuerpo golpeando el suelo. Un sonido que ahora él conocía demasiado bien.
Su poder disminuyó, debilitando su fuerza, y se dobló por la cintura, permaneciendo encorvado y apenas capaz de respirar. ¿La había salvado? Había usado la magia como un auténtico hechicero, ¿pero había sido suficiente? Con mucho esfuerzo, abrió los ojos. La primera cosa que notó fue que _____ todavía estaba tumbada, inconsciente. Después vio a Frances que, efectivamente, se había desmayado. Su cuerpo se extendía por el suelo.
Un segundo pasó. Luego otro. _____ gimió. Sus párpados revolotearon, abriéndose.
—¿Joseph? —preguntó ella, débilmente.
Estaba viva. Ella estaba bien. Tan feliz estaba de escuchar su voz que usó la poca energía que la quedaba para contestar.
—Sí, _____.
—Te ves horrible. Estás todo manchado.
Él soltó una débil carcajada. Casi la había perdido. ¡Perdido! Que ella estuviera curada y despierta hizo poco para aliviar su horror y miedo, emociones que no tenían nada que ver con su maldición. Si tuvieras fuerza, habría aullado. No estaba seguro de cuando la maldición había dejado de importarle, de cuando _____ se había convertido en lo más importante para él; sólo sabía que su vida, su misma libertad, no significaban nada sin ella. Una oleada de vértigos lo asaltó y él cerró los ojos.
—¿Estás bien? —preguntó ella—. ¿Necesitas un médico?
—Estoy bien. —Pero él no lo estaba. Se sentía débil y vacío, como si nunca consiguiera recuperar las fuerzas de nuevo.
Con cuidado ella se sentó.
—Ouch. Esto duele un poco.
—¿Qué? —preguntó él, inmediatamente angustiado.
—Ya sabes, mi trasero.
La única zona que no había tocado, pensó él irónicamente.
—Te daré un masaje para aliviarte el dolor cuando recupere las energías.
—¿Qué ha pasado? —La preocupación se reflejaba en su voz y ella miró a su derecha—. ¿Qué le pasó a Frances?
—Se ha desmayado.
—¿Y a ti?
Él se encogió de hombros.
Como si sintiera su escrutinio, Frances gimió y se movió, recuperando lentamente la consciencia.
—¿Q-qué ha pasado? —Al instante, los recuerdos volvieron. Ella se enderezó, mirando con fascinación morbosa a Joseph, luego a _____, y de nuevo a Joseph.
—Él, él... —Su mirada siguió pasando de uno a otro, mientras se ponía de pie y se escabullía retrocediendo, agrandando la distancia entre ellos. Ella parecía tan asustada, tan impresionada, y no paraba de balbucear algo referente a las luces.
Joseph había perdido la capacidad de hablar así que no pudo tranquilizarla o consolarla. De todas formas, no lo habría creído.
—¿Frances? —dijo ____, con evidente confusión.
—¿Qué ocurre? —Despacio, haciendo muecas todo el rato, se levantó. Trocitos de madera se dispersaron a su alrededor. Frunciendo el ceño, dio un paso en dirección a la camarera. Con un chillido, Frances huyó hacia la salida. Segundos más tardes oyeron el sonido de la grava al crujir, como si un coche se alejara velozmente.
____ lanzó a Joseph una mirada sobre su hombro.
—Joseph, esto empieza a asustarme. Dime qué pasa.
Él se encogió de hombros otra vez. La oscuridad amenazaba con alcanzarlo pero tenía que mantenerse despierto, asegurarse de que la recuperación de _____ era completa. No podía permitirse hundirse en el olvido. Pero tampoco podía luchar contra el letargo. Cada vez estaba más y más... débil.
La oscuridad finalmente lo venció.
Respirando profundamente el aire añejo y sin perfume de este mundo, Percen anduvo con dificultad a través de la alfombra del dormitorio de Heather, su cuerpo tan tenso que arrastraba, dolorosamente, su pierna izquierda detrás de él. Aquí, con Heather, era el único lugar en el que alguna vez había encontrado una especie de paz interior. Y necesitaba esa paz ahora, aunque ésta parecía eludirlo.
—¿Qué ocurre? —preguntó Heather. Una fina y deshilachada manta cubría sus hombros y ella se sentó en el filo de la cama.
Él tuvo muchas ganas de arrodillarse a lado, hundir su cabeza en el hueco de su estómago y contarle todos sus problemas. Ella lo escucharía. Lo entendería, pero luego comenzaría a hablar otra vez de olvidar el pasado, de perdonar. Así que decidió quedarse de pie, reacio a perderse en ella todavía.
—Percen, —dijo ella, abriéndole los brazos.
Su atractivo resultó ser demasiado embriagador. Él se acercó y cayó de rodillas, ahuecado su cara entre sus manos.
—Cuando esto termine, ángel, tendrás que decirme si quieres comenzar una nueva vida conmigo.
—Sí quiero. —Sus sensuales labios se curvaron en una brillante sonrisa—. Realmente, realmente lo quiero.
Aquellas palabras provocaron que algo cobrara vida en su interior, algo que no pudo darle nombre.
—Necesito sólo unos días más, luego te doy mi juramento de sangre de que estaremos juntos.
El brillo de sus ojos se oscureció.
—¿Por qué no puedes olvidarte simplemente de Joseph? Por favor, Percen. Olvídate de él y piensa en mí. En nosotros.
—¿No lo ves? —Con todo su ser, él le suplicó que lo entendiera.
—Si abandono ahora, nunca seré capaz de darme a ti por completo. Una parte de mí siempre pertenecerá a Joseph.
—¿Pero y si fallas? —susurró ella, su expresión una mezcla de dolor y deseo.
Sus dientes se apretaron con tanta fuerza que él temió que su mandíbula se rompiera.
—No fallaré otra vez. ____ podrá haberse escapado, pero no lo hará la próxima vez.
Heather soltó un agudo jadeo. Sus dedos agarraron la tela de su manta hasta sus que sus nudillos se volvieron blancos y frágiles.
—¿Intentaste matar a ____? ¿Por qué? No me dijiste nada de esto.
—Tanto ella como Joseph deben sufrir. Es el único camino.
—No, eso no es verdad.
Mirándola, Percen se alejó unos pasos.
—¿Por qué esta histeria? Tú la odias tanto como yo.
—Nunca quise verla herida. Ella ha sido buena con mi madre y conmigo.
—Buena o no, ella es la amante de Joseph y eso la convierte en mi enemiga. También en la tuya.
Pequeños temblores atravesaron el pequeño cuerpo de Heather. ¿De frío? ¿De decepción? ¿La perdía él ya?
—Tenías razón cuando me dijiste que no sabía quién eras, —le dijo ella suavemente—. No lo sé. No entiendo cómo puedes hacerme sentir tan caliente por dentro, y aún así hablar tan cruelmente de asesinatos. —Ella lo miró a través de sus húmedas pestañas.
—¿Cómo puedes ser tan cruel?
—¿Cómo puedo ser tan cruel? —Frunciendo el ceño, él apretó los puños—. Soy tan cruel porque no hay nada dentro de mí excepto odio. Nada.
—Eso es mentira, Percen. —Ella miró más allá de él, más allá de la ventana—. Tú me devolviste mis sueños. Y si me lo permites, haré todo lo que esté en mi mano para devolverte los tuyos.
Percen quería creerla desesperadamente. Creer que podrían vivir felices de una vez por todas y olvidar el pasado. ¿Pero cómo podía alejar de su corazón el dolorosos y afilado agarre de los dedos del pasado, si no destruía primero la mano que lo oprimía?
En ese instante, la madre de Heather empujó la puerta y se abalanzó dentro.
—Heather, —jadeó ella—, no creerás... —Sus ojos se fijaron en Percen, que enseguida desapareció, y ella volvió a caer al suelo, desmayada.
Heather se agachó junto a su madre y la colocó entre sus brazos, murmurando suaves palabras de preocupación, olvidándose de todo excepto de Percen.
Él se materializó justo delante de ellas.
—No mataré a ____, si tú no quieres.
Heather alzó la cabeza y lo miró en silencio, con esperanza.
—Pero debo usarla para destruir a Joseph.
—¡Percen!
Con una ondulación de su mano, él desapareció una vez más. El recuerdo de su expresión herida, como la de una mujer traicionada, tardó mucho tiempo en borrarse de su memoria.
Joseph llevaba dormido dos días. De hecho, desde que se había desmayado, no se había movido. Ni siquiera había gemido, no había pronunciado ni un solo sonido y tal calma asustaba muchísimo a _____.
En todo momento ella había vigilado su sueño. Había conseguido que tragara un poco de agua, lo había lavado y, de algún modo, había logrado cambiarlo de ropa. Pero no había sido capaz de moverlo. Todavía estaba tumbado en el duro suelo del Victorian. ¡Maldita sea! Necesitaba alguna señal de que él estaba vivo y bien. Muchas veces, había cogido el móvil y casi había marcado el 911. ¿Pero qué le diría a los paramédicos? ¿Qué su extraterrestre estaba enfermo? No tenía ni idea de cómo estaría formado Joseph en su interior. ¡Su corazón bien podría localizarse en el culo! ¿Qué sabía ella?
Tal vez debería llamar a su hermano, Brian. Él volaría hasta aquí y examinaría a Joseph; pero también exigiría respuestas que ella no podía darle. _____ se frotó las sienes. Un día más. Le daría un día más a Joseph antes de la llamar en busca de ayuda.
Como hacía siempre que estaba a su alrededor, su mirada buscó a Joseph. Ahora, más que ninguna otra vez, su cuerpo le pareció el de un hombre duro, cauto. Cada pulgada de su cuerpo estaba marcado por las cicatrices, prueba de la difícil vida que había llevado. Aunque, algunas veces, él era muy sensible y dulce con ella. _____ jugó con los mechones de su pelo, rodando los hilos de medianoche entre sus dedos.
Los latidos de su corazón resonaban en la quietud del cuarto.
Ella no estaba exactamente segura de lo que había pasado. Recordaba la caída a través de la madera, luego despertarse con Joseph acunando su cabeza en su regazo, con los ojos oscurecidos por el miedo.
_____ sabía que se había caído. El profundo agujero en el techo de la sala de estar era una prueba más que suficiente. Pero debería de haberse hecho mucho más daño... ¡incluso haberse desangrado sobre la madera! Señor, los puntiagudos trozos de madera la habían apuñalado, cortado y clavado en su carne. Una caída así, unido a que la madera parecía una afilada hoja, debería haberla mutilado... incluso matado. Pero no tenía ni una contusión o corte. Su trasero estaba un poco dolorido, pero ése era el único daño.
Joseph debía de haber usado la magia para curarla.
Era por eso que Frances había escapado como si la persiguiera hacienda.
Todo tenía sentido. Todo excepto el continuo sueño de Joseph.
Pasó otra hora, y él continuó igual. _____ deslizó la punta de su dedo sobre sus pómulos, a lo largo de su mandíbula. Un suave y casi imperceptible gemido escapó de sus labios.
La esperanza explotó en su interiorVanee LovatoD'Jonas
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
Determinada a despertarle sea como sea, caminó a zancadas hacía la cocina, cogió una jarra y la llenó de agua en el fregadero. Segundos más tarde, estaba de pie a su lado y dispuesta a arrojarle todo su contenido en la cara.
Él se despertó solo.
—_____, —dijo, sonriendo lentamente como si no la hubiera quitado diez años de vida por el susto.
—Oh, Dios mío. —Sus rodillas flaquearon y ella casi se derrumbó—. Bienvenido de vuelta, Joseph. Bienvenido. —Ella se quedó de pie, clavada en el sitio, simplemente mirándolo, deleitándose de masculina belleza. A cada segundo que pasaba, él parecía más y más fuerte, más sano. El color volvía, rápidamente a sus mejillas.
Ellos, simplemente, se miraron el uno al otro.
Finalmente, ella dijo,
—No vuelvas a hacerme esto otra vez. Casi me matas del susto, —casi ahogándose con la fuerza de su alivio.
—Entonces debo compensártelo. —Sin apartar sus ojos de los suyos, estiró los brazos—. Ven aquí.
Ella no vaciló. Él estaba vivo, y era todo lo que importaba. Dejando caer la jarra, se lanzó a su brazos, ignorando el agua que se derramó a su alrededor.
—Nunca, nunca, vuelvas a dormirte otra vez.
—No lo haré, si tú no te caes otra vez.
—Trato hecho. —Entonces, dijo—. Dios, te necesito. —Ella jadeó las palabras en su cuello.
—¿Te sientes con fuerzas? —Ella tenía que reafirmar que estaban vivos, que estaban juntos.
—Sí. Dime lo que necesitas. Dímelo y será tuyo.
Ella capturó su cara entre sus manos.
—Te quiero en mi interior, que formes parte de mí todo el día. Quiero dormirme contigo enterrado profundamente dentro de mí y despertarme con tu sabor en mi boca.
—Entonces tómame, —dijo él con voz áspera.
_____ lo hizo. Ella se quitó la ropa, luego la suya, hasta que los dos estuvieron maravillosamente desnudos. Centímetro a centímetro ella bajó por su cuerpo, deteniéndose en el objeto de su fascinación.
—¿Joseph?
—¿¡Um!? —Su aliento salía entrecortado.
—Quise decir exactamente lo que dije. Planeo saborearte.
Él soltó una pequeña carcajada.
—No te detendré, _____.
Ella lo tomó en su boca, introduciendo su protuberante cabeza hasta llegar al fondo de su garganta. Arriba y abajo, ella acarició su longitud, saboreando su ardiente grosor. Sabía a macho y a calor, y _____ no podía saciarse de él. Al principio no sabía muy bien lo que tenía que hacer, pero aprendió con rapidez.
—_____, —la llamó él con voz ronca—. _____.
Cuando no pudo soportar más su dulce tormento, la agarró por los hombros y la colocó encima de él. Luego la besó y Oh, dulce Dios, la penetró con un largo y rápido empuje.
Sin aliento, _____ cerró los ojos. Como estaba encima, controlaba la profundidad de su penetración, y arqueó la espalda, enviándolo más hondo en su interior. La suavidad se encontró con la dureza en una gloriosa explosión de sensaciones. Al principio, ella lo montó lentamente, deliciosamente, sin tomar toda su longitud.
—Tómeme más profundo, —ordenó él. El sudor brillando en su frente.
—No, yo quiero... —Oh, justo ahí, pensó ella, cuando encontró un ritmo que la sacudió con un intenso torrente de placer. Ella quiso prolongar ese momento, hacerlo durar para siempre. Así que siguió tomando sólo una parte de él, montada en una ola de sensaciones.
Joseph la cogió de las caderas, animándola.
—Más rápido. Por favor, _____. Por favor. Más profundo. —Él hizo un sonido bajo con su garganta. Un sonido que ella nunca había oído antes, lleno de necesidad, promesas y desesperación, un sonido que quería escuchar todas las noches durante mucho tiempo.
— Sí, justo así. Por Elliea, tú eres mía. Mi mujer.
Ella se inclinó y chupó sus endurecidos pezones. Y oyó aquel gemido otra vez.
—Dilo, —ordenó él. —Di las palabras.
Ella lo miró a través de sus pesados ojos entrecerrados, con su cuerpo continuando arqueándose contra él. Los únicos sonidos que emitió fueron jadeos de placer. Al instante, él la tumbo, fijándola contra la fría y dura madera. Ella exclamó ligeramente, más por el placer que por la sorpresa, ante la forma con la que quedaron unidos. Pero ahora, él no se movía. Permaneció quieto, mirándola fijamente, con una expresión severa y decidida.
—¿Qué haces? —Ella trató de moverse, de terminar con lo que habían empezado, pero él la mantuvo inmóvil.
—Quiero oírte decir las palabras que te atan a mí. Tú eres mía. Sin excepciones. Dilo.
¿Sin excepciones? Si ella estuviera al cien por cien segura de sus sentimientos hacia él, le diría eso y cualquier otra cosa que quisiera oír. Pero no era de las que confiaban fácilmente. Era alguien que exigía pruebas de todas las cosas. Hasta ahora, él sólo había demostrado lo mucho que la deseaba, no que la amaba.
—No puedo decírtelo.
—Puedes.
—¡No!
—Dirás las palabras, _____, y dejaras de actuar como si no fueras mi compañera de vida. ¿Crees que permitiré que otro te tenga? Permaneceremos juntos. Casi te perdí, y no pienso experimentar ese miedo otra vez.
Permaneceremos juntos. Oh como deseaba creerle, darle todo lo que quería, pero una parte de ella aún se contenía, insegura.
—Lo siento, —se encontró a si misma diciendo—. Mi respuesta es no.
—¡Maldición! —Él bombeó dentro de ella una vez, dos veces, con más fuerza cada vez—. Di que eres mía.
—No me comprometeré así. —Ella arqueó la espalda, tomando todo lo que le daba. Un jadeo se escapó de sus labios. Oh, él se sentía tan bien—. No lo haré, —dijo ella otra vez, más para convencerse a sí misma que a él.
Él resbaló su mano entre sus cuerpos y apretó contra el centro de su deseo. Ella gimió ante el placer, ante el exquisito dolor.
—¿Así que me rechazas de nuevo?
No, sólo quiero sobrevivir emocionalmente.
—Sí.
—Entonces tal vez, mi pequeña bruja, tendré que convencerte de otra manera. —Su voz fue una ronca vibración que ronroneó contra su piel. El malvado brillo en sus ojos no era un buen presagio para su cordura.
—¿Qué... qué piensas hacer? —preguntó ella.
Él se flexionó y avanzó en su interior a la misma vez que sus dedos se movieron en círculos.
—Oh, Joseph. —Su respiración se volvió irregular mientras él la penetraba una vez, y otra, y otra, cada vez más y más duro. Con tanta fuerza, de hecho, que ella se apoyó sobre él y le mordisqueó la clavícula.
Su ronco gemido se repitió en sus oídos.
—Otra vez. Muérdeme otra vez.
Ella lo hizo.
Él rugió con aprobación, y bombeó con más fuerza. Su cabeza giraba de un lado a otro con la intensidad de su placer.
—Así es, ____. Tu excitado cuerpo es mío. ¿Puedes sentir como te aprietas a mí alrededor? ¿Puedes sentir cómo tu cuerpo me llama a gritos?
—Sí. —Ella jadeó—. Oh, sí.
—Di las palabras. Sabes que tú cuerpo ya lo dice, ahora escucha a tu corazón.
—No.
—No acepto tu respuesta, ____. Tú me perteneces. Pronto lo comprenderás, te lo aseguro.
Que Dios la ayudara, él era un hombre de palabra.
Joseph estaba fuera, de pie, bajo el oscurecido cielo. Una tormenta se acercaba y el olor a lluvia impregnaba el aire. El jardín donde había pasado tantos palmos se alzaba ante él, pero no entró. Ese era un lugar que quería olvidar. Una fantasmal brisa se arremolinó a su alrededor, un segundo allí, y al siguiente se iría. No podía dormir. Podía sentir a la magia de su interior creciendo, ahondando, revolviéndose por salir, como si hubiera abierto una puerta a sus auténticas capacidades.
Él poseía el poder de abrir un vórtice. Lo sabía con la misma certeza que sabía que amaba a ____. Por fin, podía irse a casa. Pero…
_____ dormía profundamente sobre la plataforma que habían improvisado en el suelo.
No podía abandonarla aquí sola.
Y no se la llevaría alejándola de todo lo que conocía.
No podía hacer nada para romper definitivamente la maldición, pero haría algo por la mujer en sí misma. Sí, la maldición se preparaba para golpearlo, lista para reclamarlo. Pero, por alguna razón, no sintió pánico ante ese pensamiento. No, estaba más preocupado por _____. Si él se convertía en piedra otra vez, quería que ella estuviera protegida por su nombre y sus poderes, y el único modo de hacer lo que debía era convertirla en su mujer.
En su obstinación, ella lo seguía rechazando.
Es hora de que tome la decisión por ella, pensó él de pronto. Irrevocablemente.
Decidido, se dirigió a zancadas al interior de la casa. La luz oscura bañaba su durmiente forma, como el polvo de hadas que iluminaba un círculo mágico. Con cuidado, la sacudió para despertarla y se puso encima de ella, con los codos a cada lado de sus hombros.
—Esto es muy importante, ____. Despierta.
Sus ojos parpadearon hasta abrirlos.
— ¿Qué pasa? ¿Estás bien?
—Necesito que repitas después de mí, —le dijo él.
—Ahora no, —bostezó ella y cerró los ojos otra vez—. Tengo demasiado sueño.
—_____. —Él la sacudió un poco más fuerte—. Esto es muy importante.
—¿Por qué?
—Por favor, _____.
Ella pronunció un suspiro y lo afrontó.
—Vale. Estoy despierta.
—Repite después de mí. —Él pronunció una serie de palabras en una lengua que ella no entendió. Pero algo en su interior le exigía hacer lo que él le pedía, repetir cada palabra con exactitud.
Así que lo hizo.
Él dijo las palabras otra vez.
Ella las volvió a repetir.
Después él asintió con la cabeza.
—Está hecho. —Con esto, se desnudó y la penetró, tan profundamente que ella no estaba segura de donde terminaba ella y comenzaba él. Perdida en la pasión, se olvidó preguntarle qué era lo que había dicho.
La tarde vino a ellos como una venganza. La lluvia golpeaba contra las ventanas y el viento silbaba como si los demonios de la noche hubieran escapado del infierno.
Sólo quedaban unas pocas horas. Joseph lo sabía. Lo sentía.
_____ se revolvió a su lado y bostezó.
—Buenos días. —Sus párpados estaban medio cerrados, pesados y soñolientos. Ella le sonrió dulcemente, bostezando aún un poquito.
—Debemos hablar. —Con expresión grave, casi desesperada, él le ayudó a sentarse.
Ella frunció el ceño y juntó las cejas.
—Deja que primero me espabile. Necesito un batido o algo.
—No. Escucharás lo que te tengo que decir.
Levantando los brazos sobre su cabeza, ella se estiró y se estremeció ante su dolorido cuerpo.
—¿De qué quieres hablar?
—Hace unas horas... —su corazón latió de forma irregular—. ...te convertí en mi compañera de vida.
Ella se congeló. Todo rastro de sueño abandonó su cara.
—¿Hiciste qué?
—Te hice mi esposa. Dije las palabras de vinculación, y tú las repetiste.
—¿Bromeas, verdad? —Pero _____ sabía que no lo hacía. Sus ojos estaban oscurecidos, apagados y sin brillo. El estómago se le encogió y el miedo la inmovilizó como si estuviera atada con grilletes, provocando que su aliento quemara en sus pulmones.
—Te dije que no.
—Creo que lo que realmente querías decir es sí.
—¿Y crees que ahora caeré a tus pies y juraré amarte para siempre?
—No, estoy preparado para el destino que pronto me acontecerá. Lo que hice, lo hice por ti.
Ella había oído ese racionamiento durante toda se vida. Sé lo que es mejor para ti, _____. Tú es una chica. Yo soy un hombre. Ella había esperado algo mejor de Jorlan.
—Esto no cambia nada. No amaré a un hombre que a cambio, no me ame realmente.
—¿Cómo puedes decir eso? Te amo con todo mi corazón.
—¿Ah, de verdad? ¿Cómo puedo creerte cuando no hiciste caso de mis deseos e hiciste cumplir tu voluntad por encima de la mía? —El dolor pulsaba a través de ella atormentándola con fuerza, consumiéndola.
—Eres mía, ____. Todo lo que ha ocurrido hasta ahora lo demuestra. —Él se encogió de hombros—. ¿Lo entiendes? Mía. Tú me perteneces y yo te pertenezco. No hay opciones en esto. Es un hecho. Sin términos medios.
Luchando con su dolor, _____ recordó el primer día que se tropezó con su estatua. Ella ya había decidido no comprar la casa. Había demasiadas reparaciones por hacer, y buscaba un proyecto más pequeño para ese verano. Pero en cuando vio la estatua de Joseph supo, supo, que la casa le pertenecía.
Ambos se pertenecían. Pero eso no significaba que él tuviera derecho a casarse con ella sin su consentimiento.
—No pensé en herirte, ____, al no tener en cuenta tu decisión, pero hice lo que creo que es lo mejor. Tú dijiste las palabras. Es todo lo que importa. Te ataste a mí por voluntad propia.
Vanee LovatoD'Jonas
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
Ay amo esta novela siguela pronto por favor ya quiero saber que sigue!!
DaniJonasRod
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
DIOS NO , NO QUIERO QUE JOSEPH SE VAYA!
síguela!
síguela!
fernanda
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
no puede ser hiso eso guau eso no puede ser ... pero yo se por que lo hiso por cuidarla por protegerla por que el la ama aunq ella sea terca y mira q yo se de terquedad jajaja mm bueno síguela..!!!
Deni rt
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
:quemierda: OMG....!!!!
pero pero pero
como lo dejas asi mujer..... :imdead:
siguelaaaaaaa
pero pero pero
como lo dejas asi mujer..... :imdead:
siguelaaaaaaa
@ntonella
Re: El Principe De Piedra (Joe & Tu) -Adaptación-
por q no la sigues? síguela..!!!!!!!!!!!!!!
Deni rt
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