This Means War {Novela Colectiva de HP, 3ra Generación}

Resumen

Esto es cosa de nada, algo muy breve para que no vayamos perdiendo el hilo de algunas cosas que han pasado.

Shanelle aún tiene 14 años, pero está por cumplir los 15 en diciembre. Cuando la vemos por primera vez, conocemos a una adolescente casi normal en su comportamiento; muestra una comodidad con su familia, de forma natural y aunque parezca raro, total apoyo por cada miembro hacia ella. Shanelle está por empezar su quinto año, pero no demuestra muchos ánimos ante el nuevo ciclo, de hecho, si por ella fueses se criaría en casa toda la vida.

Un día antes de irse a Hogwarts, cartas han llegado a la mansión cuando toda la familia desayunaba en el comedor, dándosele a informar a la pequeña rubia que a partir de ahora ella sería Prefecta, idea que no le beneficia en nada, así que con pesadumbre, sube a su habitación para arreglar e irse al famoso callejón Diagón para ir de compras con toda la familia. Astoria está emocionada y arrastra a toda su familia a pasear por los aparadores del callejón. Shanelle se muestra incómoda al estar rodeada de tanta gente y Séptimus lo nota, que no hace más que intentar tranquilizarla.  Al pasar las horas entraron y salieron de tantas tiendas que Regine estaba frustrada, y cuando su madre les dijo que debían ir a Flourish & Blotts, la cosa empeoró.

Nada más entrar a dicho local, ella y scorpius volaron hacia los estantes de novelas y pasearon por allí por unos minutos antes de ver como su hermano era lanzado cómicamente por los aires sin ningún reparo. Ninguno de los dos intento meterse. Después de eso, Shanelle se dio cuenta que quién peleaba con Séptimus era nada más y nada menos que Wanda Longbottom, que venía acompañada de la manada de los Potters como sequito.  Al verla distinta, se sorprendió, y de haber podido ver más de ella, tal vez lo hubiera externado, pero scorpius y septimus se habían ido, así que ella les siguió, perdiendo de vista a la chica.

La ida a casa no iba a mejorar. Cuando sus padres vieron a su hermano, golpeado y desarreglado, los tres se enfrascaron en una lucha de susurros que no pudo descifrar. Cuando estaba por hablar con Scorp, ella se dio cuenta que estaba distraído, mirando a una chica rubia que sonreía no muy lejos de ellos junto a Longobottom y los potters. Se sintió sola en ese momento, y hasta cierto punto, envidiosa.

A pesar de todo aquel inconveniente, al día siguiente todos partieron muy temprano a casa de la Abuela Narcissa, donde pudieron compartir un rato agradable y aparte, darle cada uno a Narcissa la carta para Lucius.

Lucius Malfoy sigue en Azkaban y en cada visita, cada miembro le escribía una breve carta para que no esté taaaan aislado del mundo como la comunidad mágica quiere.

Desaparecieron de la mansión y de un instante a otro todos estaban en el andén 9 y ¾. Draco le regaló un collar plateado a Shanelle por haber conseguido ser prefecta y ella hizo una imitación arrogante de Draco en su época de estudiante. Afortunadamente la situación no pasó a más que sólo abrazos y recomendaciones para tener un buen año. Al subir al tren, los hermanos se separaron, yendo cada uno por un lado distinto.

Shanelle fue al vagón de los prefectos y por primera vez en toda su vida, sintió un golpe sordo en su pecho al ver a Albus Potter. Se extrañó tanto ante ese sentimiento, que se vio a sí misma pensando más en ello que en lo que parloteaba McGonagall.

Cosas extrañas comienzan a pasar de aquí en adelante. Un sentimiento de ansiedad comienza a incrementar rápidamente dentro del pecho de Shanelle desde su estancia en Hogwarts. Comienza con un anhelo por amigos y la desesperación por dejar la soledad, algo que ni ella misma comprende; sin mencionar que su estado físico comienza a decaer sin explicación alguna, siendo víctima de dolores taladrantes de cabeza y agotamiento muscular, sin mencionar mareos y descontrol de magia.

Ella trata de sobrellevar las cosas sin preocupar a nadie, y lo logra durante los primeros días. Sus días en el colegio son tan normales como años anteriores, pero a partir de un león rebelde, eso comienza a cambiar. Para Shanelle, el conocer a James Potter fue el inicio de todo. El que tuviera la alegría de empezar a tener amigos sin que siquiera notara como había pasado, pero sintiendo una pequeña felicidad empezar a manifestarse en su pecho con los latidos de su corazón. Claro que dentro cada felicidad, habrá una tristeza. La situación comienza a ponerse mal cuando Reg tiene un decaimiento y su hermano Scorpius se entera. Este se enoja, pues ella trató de ocultárselo y así se lo hace saber. Una pelea sucede y ninguno se habla por cierto periodo de tiempo. Shanelle se encuentra estresada. Muchas cosas comienzan a suceder al mismo tiempo. La llegada de los colegios, el aumento de su malestar, pesadillas, el sentimiento de alguien que le persigue continuamente, sus sentimientos hacia Albus Potter y aquella poción que le había traído recuerdos olvidados en su mente sobre aquella pecosa Kaia potter en una versión más joven. Ahora, cuando por fin consigue un descanso de tantas cosas, Albus, en su cumpleaños, decide confiarle a Shanelle un importante secreto: Está enamorado.

Ese secreto, que por fin es confirmado, destruye un inocente corazón. Malfoy da una huida sutil y desaparece en dirección a su habitación para liberarse de un peso en el pecho. Con el llanto inundándole los ojos y la respiración entre cortada, Shanelle llega a la conclusión que aquel dolor no era más que el sentimiento de amor siendo atravesado por esas palabras tal cual dagas filosas ensartadas en su corazón. Ahora, Shanelle no sabe qué hacer.

Se siente inmensamente desorientada. La pesadez en su corazón continua pero igual al confusión ante la presentación de un hermoso ruso que solo consigue alterarla. El torneo está a punto de empezar, y con ello, el caos para el mundo mágico.

 

Blue Eyes

Juegos. Sueños. Misterios. Miedo. Llantos. Pánico. ¿Estás lista?

Aquella mañana había sido difícil despertar.

Hasta hace media hora había vuelto a tener una pesadilla, y por ahora, la más aterradora que he tenido. Todo el espacio era blanco en aquel sueño, y como si nada, la sangre comenzaba a brotar de las paredes de manera abundante y nuevamente aquella sombra gigante de imponentes ojos zafiros se presentaba arrebatándome el aire de golpe. Tras eso, me levanté sobresaltada aferrándome a las sábanas con tanta fuerza, que podía sentir las uñas hundirse en mi palma aun con la tela de por medio, y el corazón me galopaba con fuerza, circulando la sangre de manera tan rápida y salvaje que podía escuchar el palpitar en mis oídos; sólo cuando pude volver a respirar, me di cuenta que mis músculos estaban en tensión y que la cabeza me martilleaba de dolor. 

Después de terminar por despertar y beber las pociones correspondientes para los dolores de cabeza, salté de la cama y comencé a moverme hasta llegar a la situación de ahora.

Gemí con frustración, frunciendo el ceño a la vez que sentía como una gota perlada de sudor me bajaba por la frente hasta bajar por mi rostro. Llevaba unos 5 minutos peleando contra la bota de entrenamiento que se negaba a dejar que mi pie entrará y la verdad, se me hacía tarde; con un último esfuerzo, por fin el pie entro en el maldito calzado y yo suspiré de alivio, apoyando ambas manos en el colchón para no dejarme caer completamente sobre la cama. Alcé la mirada con los ojos entrecerrados mirando el color sombrío del techo y chasqueé la lengua, levantándome de una vez para ir al tocador de enfrente, donde me dejé caer pesadamente en un banco.

No tenía ganas más que salir de mi habitación, así que sólo me cepille mientras me miraba en el espejo para que el cabello no se me fuese de entre las manos para hacer su santa voluntad; El uniforme de Quidditch se destacaba entre la oscuridad de mi habitación –Por qué si, no tenía ninguna luz encendida- y yo curvé los labios en un gesto fastidioso mientras terminaba de hacer el nudo en mi pelo, que lo sostendría para que no se me viniese a la cara en el entrenamiento. No malentiendan el gesto, porque era cierto que no quería seguir encerrada, pero ir a un entrenamiento antes siquiera de desayunar y con la presencia de Breeja como cereza de pastel no era algo que me gustase. Apenas di una mirada más al espejo y después me levante caminando directamente hacia la puerta y salir sin decir nada más.

Acaricié mi antebrazo para comprobar que ahí estaba la varita y comencé a caminar para bajar las escaleras; hoy no había ninguna Sylvana llorando por ahí, y sonreí  al recordar su cara rojiza llena de lágrimas. A pesar de haber estado sollozando, su cara parecía brillar y se veía tan indefensa. Bufé bajando las escaleras e inmediatamente pensé que yo me vería asquerosa llorando. Acomodé la chaqueta esmeralda en mis hombros, pues se me resbalaba y salí de la sala común sin encontrarme a nadie. El día anterior, después de tener mi arranque y escupirle aquellas palabras a Albus, había regresado a slytherin, encontrándome a Scorpius. Si me lo preguntan, creo que fingí muy bien que nada me perturbaba por que aceptó muy fácilmente el que Séptimus y él se adelantarán al entrenamiento sin chistar una sola vez cuando se lo pedí. Está demás decir que después de eso, al llegar a mi habitación llore más de un cuarto de hora sin parar.

Di un suspiro al recordar que mis ojos aún continuaban irritados y los tallé suavemente con mis manos sin dejar de caminar. Estaba subiendo las escaleras y como seguía siendo muy temprano, no temí tropezarme con nadie. Cuando volví a abrirlos, mi vista estaba nublada y estaba teniendo un mareo leve, así que me acerqué a la pared para apoyarme un segundo antes de continuar. Sentí mis entrañas removerse dentro de mi estómago con un dolor agudo en el vientre y me encontré a mí misma doblándome hacia adelante en un inútil intento de mitigar el lacerante malestar que tenía pero sólo conseguí que el aire se volviera errático y que me fuera más difícil respirar. Baje la mirada, y me dedique a observar el suelo entre las hebras platinadas de mi pelo que había logrado librarse del moño, viendo el roñoso y viejo aspecto que tenía y el brillo de las botas cafés llamó mi atención. Sabía que estaba intentando aguantar el dolor y distraerme para no desplomarme y comenzar a llorar como una niña, y realmente me funcionó pues no sé cuánto tiempo me dedique a mirar hacia abajo pero el dolor mitigo hasta desaparecer y en ese momento me permití soltar un resoplido y limpiarme la frente perlada de sudor con el dorso de la mano cubierta por guantes de cuero negro de piel de dragón.

Me relamí los labios resecos y mire hacia atrás con una extraña sensación. Sólo estaba la absorbente oscuridad y nada más, mi ceja izquierda se arqueó y negué mi cabeza ante el pensamiento de que aquellos ojos de la biblioteca volvieran a aparecer en pleno pasillo. Regresé la mirada al frente y después de unos minutos, por fin salí a los jardines del colegio. En lo que caminaba, ya un tanto cansada hacia el campo, miré de reojo el árbol donde solía pasar el tiempo, aquel mismo lugar en el que había encontrado a Alekséi y una sonrisa brotó de mis labios inconscientemente al recordar sus brazos rodeándome por el frío. Y sin querer, mi mirada se desvío a otro árbol del cuál colgaba una bolsa de boxear y reí imaginando a Wanda dando patadas certeras al pobre objeto… casi podía verla someter a aquella bolsa a una buena tanda de golpes y a su cabello moverse al compás del viento.

Cuando por fin llegué al campo, ya todos estaban allí. Hasta Ekaterina, quién bostezaba disimuladamente contra el dorso de mano y cerraba los ojos por el sueño.

— ¡Venga, al fin llegas, Malfoy! — Exclamó Breeja con una sonrisa, palmeando mi brazo suavemente. La miré arqueando una ceja en una muda pregunta a su repentina amabilidad pero ella no contesto — Ahora podemos entrenar adecuadamente.

Mientras la capitana comenzaba a hablar, me acerqué a Séptimus pero él no me miraba; es más, estoy casi segura que ni siquiera me prestaba atención, más bien su semblante permanecía serio, distante y preocupado. Aun escuchando la patosa voz de Breeja dándole instrucciones a Kitty, jale de la túnica verde de Sép y por fin pareció fijarse en que yo existía.

— Ahora tú pareces distinto. Casi puedo asegurar que ni siquiera te interesa que Breeja quiera hacernos correr 10 vueltas al campo a lo muggle.

La expresión alarmada de Séptimus me provocó una risa, y alzó la mirada para verla pero ella seguía hablando tranquilamente con Titus, Scorpius y Nott sin inmutarse. Mi hermano frunció su ceño al entender que sólo estaba molestándole y sorprendentemente sólo bufó.

— No digas tonterías, Reg.

Me encogí de hombros, mirándole tan fijamente que la incomodidad le embargo.

— Deja de mirarme — Masculló.

— Estás raro.

— ¿Y?

— Nada — Despegué la mirada por fin de él y cabeceé en dirección a las escobas — Venga, ya va a comenzar el entrenamiento, Sép.

Sólo le vi asentir justo antes de que me siguiera para buscar las Saetas.

— Ya sé a qué se debía tanta maldita amabilidad — Mis palabras salieron en un siseo agitado.

Estaba a nada de no desear subirme en una escoba por lo menos en lo que restaba de año, y estaba segura de que eso era lo que esa niña quería. Breeja si nos había hecho correr y aunque eso no fue lo peor, fue el principio para que mis músculos comenzasen a quejarse.  Ahora, después de un par de horas de estar volando y hacer ejercicios agotadores, sentía que ya no podía dar ni siquiera un respiro más.

Mis manos se aferraron con fuerza al mango de madera e inmediatamente quise alejarlas. Me palpitaban y sabía que era por haber estado sosteniéndome tanto tiempo y por los guantes que eran difíciles de llevar después de ciertas horas. El sudor me caía por la frente y resbalaba hasta perderse por la nuca en camino al uniforme, el cual estaba empapado y se me pegaba al cuerpo de manera asquerosa. Y eso no era lo peor, a pesar de que creí que jugar me distraería, la verdad es que no, pues cuando no hacía nada y me dedicaba a flotar, justo como ahora, mi mente se perdía en el recuerdo de los confundidos ojos de Albus, y a pesar de la sensación de volver a llorar, me reprimía verdaderamente bien.

— ¡SHANELLE!

El gritó de Ekaterina hizo que abriese lo ojos rápidamente y apenas reaccioné cuando vi como la bludger se acercaba a mí con fuerza. Me solté del mango y sabiendo que no me daría el tiempo suficiente de moverme hacia aún lado, solo me dejé caer. Logré aferrar mis piernas a la escoba a medida que iba cayendo, quedando de cabeza en el aire. No era una sensación para nada agradable.

— Mierda… -Susurré a la par que cerraba los ojos sin enderezarme.

— ¡Menudo movimiento, Malfoy! ¡Por un momento pensé que te quedabas sin cabeza o peor aún, que en serio caerías al suelo!

— Estuve a nada de ambas, Breeja.

Abrí los ojos y la mire –Obviamente para mí todo estaba al revés—. Ella estaba riéndose y fruncí el ceño. Me doble con un esfuerzo similar al de un abdominal y sostuve el mango con una mano y luego con la otra y gire sobre mi propio eje, para caer de nuevo sobre la escoba y suspirar con alivio.

— No ha sido culpa de Titus — Dijo como si nada, recostada hacia el frente en su escoba.

— Ya sé — Gruñí.

— Jaja, andas de malas, ¿eh?

Infle las mejillas y resoplé, moviendo un mechón de pelo que me caía por la frente. ¿Quién no lo estaría cuando te has tenido que ejercitar toda la mañana, sin mencionar que por poco te quitan la cabeza? Ahora entendía un poco a James.

— Tengo hambre.

La sonrisa de Breeja se ensanchó y se enderezó en su escoba.

— Casi acabamos. Una carrera de escobas para que se desentuman y todos podemos ir a desayunar.

Gemí y cerré los ojos, alzando las manos al cielo sin importar si perdía el equilibrio.  Odiaba esas carreras. Breeja se alejó y yo me quedé sola.

— Erres más quejica de lo que pensé, Shanelle.

Ahora admito que debí haberme sostenido… La voz de Alekséi interrumpió mi pensamiento nefasto y mirarle a pocos metros de mí, sentado de manera relajada en las gradas me sorprendió tanto que di un brinco sin proponerlo y mi cuerpo se balanceo hacía un lado. No tuve mente para que mi cuerpo se moviera y se aferrará a la escoba así que pensé que caería.

Cerré los ojos y casi podía sentir la arena del suelo en mí espalda… pero no fue así. Abrí un ojo tentativamente y apenas lo hice, vi la pálida mano de Alekséi aferrada a mi brazo. Él chasqueó su lengua y yo le miré fijamente; su mirada era entre burlona y ligeramente molesta, su ceño estaba algo fruncido pero tenía el asomo de una sonrisa en los labios. Apenas dio un tirón y yo volví a equilibrarme en la escoba y fue cuando me di cuenta que él estaba parado y aferrado con fuerza al barandal de las gradas. ¿Se había levantado sólo para evitar que cayera? Arqueé la ceja apenas y él apoyó los codos en dicha baranda soltando un bufido.

— Sabía que a veces sorrprrendía a la gente, perrro contigo tengo que haberrme sacado un premio.

Inflé las mejillas y desvíe la mirada a la derecha.

— Deja de molestar, es tu culpa que casi haya caído.

— ¿Mi culpa? Eso te pasa porr andarr de llorrona.

— ¡No lloraba! — Suspiré, acariciándome la frente con los dedos. Entrecerré los ojos y por entre las pestañas vi el rostro de Alekséi.

Llevaba puesta ropa de deporte y su cabello  era sostenido por una media cola que evitaba que los mechones de pelo se le vinieran completamente hacía el frente, y su rostro se veía ligeramente sonrojado. Tal vez había estado corriendo, pero ahora se veía más calmado en aquella pose, ligeramente recostado en el barandal y utilizando la mano para apoyar la quijada.

— ¿Qué? ¿Tengo monos en la carra?

Alekséi frunció el ceño, borrando completamente la sonrisa de su cara. Más sin embargo yo sonreí y me acerqué a él para colocar uno de mis dedos en su frente antes de volver a alejarme rápidamente.

— Te repito, no estaba llorando, Alekséi.

— Erres extraña. – Dijo el platinado mirándome con una expresión más relajada. Alzó su mano para frotar su frente y soltó un gruñido — No vuelvas a hacer eso.

— ¿Por qué? — Ladeé la cabeza pero él sólo se encogió de hombros, y ocultó su boca detrás de su mano — No lo dejaré de hacer porque sólo me lo digas, ¿sabes?

— Agarras confianza muy rrápido, ¿no es así?

Fruncí el ceño, y mis mejillas se arrebolaron.

— Tú también lo hiciste. –Ataqué devuelta, cruzándome de brazos.

— Si haces eso, volverrás a caer, niña  — Con su mano libre me apuntó.

— No me digas así, y no voy a caer. Ahora no hay nada que me sorprenda como hace un rato.

Por la manera en que los labios de Alekséi se curvaron,  supe que estaba sonriendo, y yo sólo arqueé la ceja de nuevo.

— ¿Te rrefierres a mí o la Bludgerr que casi te deja sin cabeza?

Okay. Ahora el calor que sentí en el cuello subió velozmente a mi rostro.

— ¿Lo viste?

— Pues nadie me lo habrrá contado con el poco tiempo que ha pasado desde eso, Malfoy.

— Agh, perfecto. —Estrellé la mano derecha contra mi frente y un gruñido salió desde la profundidad de mi garganta como un gorgoteo  — Olvida lo que viste.

— ¿Y qué gano yo con ello?

Le miré y por un momento dejé de respirar. El sol ya se alzaba y los rayos golpeaban la espalda de Alekséi, dándole aún más brillo a su cabello platinado y su pálida piel; me costó trabajo dejar de darme cuenta de ese tipo de cosas para volver a ponerle atención.

— ¡MALFOY, YA VAMOS A ACABAR, ACERCATE O TU PERDERÁS!

El gritó de Breeja me llegué tan claro, que creo sentir como  mi tímpano aún sigue vibrando por el tono de su voz. Chasqueé la lengua y blanqueé los ojos con fastidio antes de volver a mirar al rubio enfrente de mí.

— Hagamos una apuesta, ¿Quieres?

Los ojos platas de Alekséi brillaron y el peso en mi estómago me decía que tal vez no debía pactar nada con aquel chico.

— ¿Sobrre qué?

— ¡MALFOY!

— ¡Ya voy, Breeja! –Mascullé, mirándola de reojo — Bien, si ganó la carrera podrá seguir haciendo esto. — Acaricie su frente justo como hace unos segundos y él frunció sus cejas en disgusto —. Pero si pierdo, entonces tienes derecho a pedirme algo, ¿vale? — Suspiré echándome los mechones sueltos de cabello hacia atrás con la mano derecha —. Tareas, dulces o qué sé yo. ¿Te parece justo?

La respuesta de Alekséi tardó, pues parecía meditarlo pero por último, sólo se encogió de hombros dando por aceptado el trato, y yo refunfuñé algo por lo bajo ya dispuesta a ir con la escandalosa de mi capitana.

— Porr cierrto, Shanelle… — Me detuve y volví a mirarlo. A decir verdad, me gustaría quedarme más tiempo con él — ¿Segura que nada te hará caer de la escoba?

Asentí silenciosamente, volviendo a cruzar los brazos a la altura de mi pecho.

— Estoy segura de que no, Alekséi.

La comisura de sus labios sonrosados se estiró hacia un solo lado en una sonrisa extraña, como si estuviera disfrutando de algo.

— Bien… —Noté que se enderezaba, y yo no supe que hacer exactamente, así que permanecí justo donde estaba. — ¿Sabes? Me cuesta admitirrlo perrro… Aun sin zapatos, el pelo alborrotado y los ojos llorrrosos, puedes llegarr a verrte linda, Moya Devochka.

El corazón comenzó a latirme casi galopando y yo me quedé sin hablar. Alekséi soltó una carcajada limpia, cerrando los ojos y sosteniendo su vientre con ambas manos. Apreté los labios y el sonrojo me invadió de golpe. Este tonto.

— ¡MALFOY!

— ¡VOY! — Fruncí la nariz una vez más y baje hasta donde estaba Breeja sin decirle nada a ese tipo.

No pensé que me fuese a importar que me viesen anoche después de huir de Albus, pero que él me viese llorar y aun así dijera que me veía linda, era sumamente vergonzoso por alguna razón.

— ¿Qué hablabas con el ruso, Reg?

Miré a Scorpius y preferí no decir nada, sólo encogerme de hombros y soltar un suspiro mientras negaba con la cabeza. La ceja de Scorp se arqueó pero no dijo más, e internamente así lo quise. Cerré los ojos para tomar energía inexistente de mi cuerpo y esforzarme en lo último que quedaba del entrenamiento de esta mañana.

— Bien, chicos. Una carrera y ya, cosa sencilla, ¿No?

Séptimus bufó y me dio la impresión de que la ceja de Breeja se había crispado.

—… Sólo dais una vuelta al campo y quién llegue primero a este mismo punto, gana y se puede ir. Los perdedores tendrán que dar una vuelta más… trotando.

— Por Merlín, Bree… — Dijo Kitty, sosteniéndose el estómago con la mano derecha sin dejar de aferrarse a su escoba con la izquierda — Tenemos hambre.

— A callar. — Breeja dio unas palmadas y pude ver que los demás suspiraban casi al mismo tiempo mientras se ponían en posición.

Formamos una fila para dar inicio. La pelirroja dio un gritó dando el comienzo de esa carrera y salimos con tal rapidez, que periféricamente vi como el cabello borgoña de Breeja se revolvía con el viento tapándole la vista y me permití una sonrisa a la par que me inclinaba hacia adelante para tomar aún más velocidad.  Sobre pase a Kitty con facilidad y a Titus. Los mechones de enfrente revoloteaban por el aire y se me pegaban al rostro dándome picazón, así que alcé una de mis manos para deshacerme del pelo y bufé cuando vislumbre la espalda de Séptimus no muy lejos de mí.

Cuando le alcancé, ya había dejado atrás a Halden y al propio Scorpius. Apreté los labios en una sonrisa cuando él me miro de reojo, y él me respondió con un brillo burlón en sus irises plateados; de un segundo a otro, solo vi pasar las gradas rápidamente ante mis ojos, ya que Séptimus había tomado una velocidad increíble sin detenerse siquiera un poco cuando doblo en una curva. Chasqueé la lengua y fruncí el ceño sin querer, mis manos apretaron la escoba y decidí hacerle la competencia. No podía perder.

— ¡Muy lento, rubio! — Grité justo cuando pasaba a su lado al rebasarle.

Faltaba poco para terminar y yo reí al saber que a pesar de estar agotada, iba a ganar. O Eso pensé.

Un tirón en mi tobillo me detuvo abruptamente y casi sentí mi corazón salirse cuando mis manos se resbalaron hacia el frente sin ningún cuidando. Creí que caería pero sólo quede semi-acostada sobre el falo de madera, golpeándome el tórax y la barbilla. Jadeé, confundida y me detuve completamente cuando sentí mi tobillo liberado; Séptimus me pasó riéndose abiertamente y el calor me abraso la cara y el cuello. Estaba enojada.

Los demás chicos pasaron volando a mi lado con velocidad asombrosa  pero yo sólo bufe, descendiendo sin ganas ya de terminar aquella cosa. Aquel jalón que me había dado Séptimus me había hecho perder.

— Bueno, parece que tu hermano ganó. — La pose arrogante que adoptó Breeja al escupir esas palabras hizo que frunciese la nariz con asco y arrojase la saeta con más fuerza de la necesaria al suelo una vez que me acerqué hasta ella.

Los jadeos de todos se hacían más fáciles de escuchar, así que supuse que se acercaban pero no quería esperarlos. Deslice los guantes negros de mis dedos y los atasque en el cinturón de mi pantalón antes de comenzar a correr; al pasar a un lado de Sep, solo le dedique una mirada envenenada y continúe trotando. Sin detenerme, me solté el pelo y corrí tan rápido que termine siendo la primera en terminar la vuelta.

Cuando llegué a lado de Breeja, me detuve sin nada de aire en los pulmones, así que me sostuve en las rodillas para poder tomar grandes bocanadas de aire sin abrir los ojos. Me enderecé cuando mi corazón había recuperado su ritmo normal y aparte el flequillo rubio de mis ojos para mirar a los demás. Kitty y Halden estaban conversando al finalizar la vuelta y lo mismo con Titus y Scorp. Suspiré cerrando los ojos un minuto antes de que aquel recuerdo me llegase como rayo a la mente.

Alcé la mirada tan rápido que no me sorprendería de haber sufrido un mareo —Aunque no fue así— y ahí seguía él, pero ahora con una sonrisa gallarda, triunfadora y victoriosa. Crispe los labios y cerré los ojos de manera derrotada una vez más, apenas emitiendo un gemido agudo.

Apreté mi cabello una vez más para deshacerme del agua que sobraba y salí de la ducha con la toalla anudada en mi cuerpo y caminé rápidamente a mi cuarto para comenzar a vestirme. Deslice unas mallas negras por mis piernas y me puse unas deportivas en los pies. Había frío afuera así que escogí un suéter gigante de color crema para ponerme encima y apure a secarme el cabello con una toalla y cepillarlo para deshacerme de los nudos y acomodarlo en mis hombros; tenía pereza de arreglarlo más.  Apenas tuve tiempo de acariciar a Julián antes de correr al comedor de manera literal.

El entrenamiento había tardado y casi se acababa el desayuno. Al llegar a las puertas del Gran comedor, derrape un poco pero suspiré aliviada al llegar y ver que la comida no había desaparecido aún. Me dirigí a mi mesa y me dejé caer sin gracia al asiento, y tampoco me puse a mirar que comer, así que tomé lo más cercano que tuve y eso fueron huevos con bacon y chocolate con miel de maple para endulzar. Devorar es poco en comparación a lo que hice, y no me daba pena admitirlo, pues casi me atragantaba con el tocino; tosí mientras bebía del chocolate y miré a mí alrededor con los ojos llorosos por el reciente atracón y casi como si fuese iluminado con luces de neón, el diario llamó mi atención. Terminé de beber relamiéndome los labios y me levante apenas, estirando el brazo para tomar el diario abandonado con la intensión de darle un vistazo.

Estaba levantando de nuevo el tenedor en dirección a mí boca con más comida cuando mis ojos se pasearon rápidamente por el titular del Profeta, y sólo en cuanto termine de leer, mi mano se quedó estática y el cubierto resbaló de entre mis dedos ocasionando un ruido escandaloso al chocar contra el plato de cerámica. Empuje casi con violencia el plato a un lado y extendí el periódico totalmente sobre la mesa, deshaciendo los pliegues que interrumpía la imagen de Aurores alrededor de un cuerpo cubierto por una manta sucia de color beige.

 Nota informativa por la famosa y aún joven Rita Skeeter.

— Creo que no he sido el único en leerlo a último minuto, ¿verdad?

Su gruesa voz me erizo la piel y di un saltito en el banco con el corazón desbocado, cerrando el periódico como si fuese el mayor secreto de todos; me quede tan tiesa que me dolió el cuerpo y sólo cuando me tranquilice, me di la vuelta lentamente para mirar al dueño de aquella voz tan intensa.

— Ministro… — Susurre con un hilo de voz y me sentí tan rara en su presencia.

A partir de los 9 años le había visto repetidas veces, pero ahora se sentía diferente a todas aquellas ocasiones en que me había topado con él en las fiestas que solía dar mi padre en la mansión, ¿por qué? Porque ahora estábamos solos… o bueno, casi. El alumnado era escaso a estas horas y todos estaban tan apresurados en llegar al torneo que apenas se daban cuenta en lo que sucedía a su alrededor; estar consciente de eso no hizo que mis nervios se calmarán.

Analicé el rostro amable del Ministro Maximoff. Desde su torcida sonrisa acalorada, sus ojos azules enmarcados por pestañas espesas de color negro, su altura que rebasaba la mía por varios centímetros, y las pobladas cejas marrones que estaban por encima de sus párpados. Su cabello en tono pajoso pulcramente acomodado y las leves arrugas en las esquinas de los ojos le otorgaban un aire mayor y sabihondo.  Tragué duro y trate de sonreír un poco como en aquellas fiestas de hacía unos años.

— ¿Qué tal, Sra. Malfoy? Parece que se le ha hecho algo tarde. — Sus ojos zafiros me taladraban. Podía sentirlo con claridad en el pecho.

— Sí, he tenido entrenamiento pero ya es tarde. — Di un salto, fingiendo que miraba la hora en el reloj de mi muñeca derecha, haciendo El Profeta a un lado con la mano libre —. Creo que debería irme ya.

— ¿La ha leído entera?

Algo en el tono de su voz había cambiado, como si hubiese bajado un decibel para que suene más grave y autoritario.

— No. — Le respondí tajantemente, sin apartar la mirada cuando sus ojos buscaron los míos con un brilló extraño en ellos.

— Bien, no hay problema entonces.

Sorprendiéndome, el Ministro sonrío un poco más y acaricio un mechón húmedo de mi cabello con sus dedos largos de la mano derecha. La garganta se me cerró y mis labios se apretaron de tal forma que se habían vuelto una línea recta, pero no lo aparté. Algo en sus ojos era raro, intenso y escalofriante; su sonrisa desapareció entonces y algo en aquellos ojos me dejo sin respirar.

Di un traspié alejándome instantáneamente y me aferré a la orilla de la mesa para no caer, continúe mirándole pero ahora con un leve temblor en el cuerpo. Nuevamente su sonrisa enigmática apareció y cabeceó antes de darse media vuelta con elegante lentitud y desaparecer por las puertas del Gran comedor.

Pasé mi lengua por mi labio inferior y lo mordí después con inusual fuerza, sintiendo poco después el sabor a hierro en mi boca y me senté una vez más en el banco, mirando al suelo sin hacerlo realmente. ¿Qué había sido esa sensación? No era agradable, sentía el corazón palpitarme con fuerza y la adrenalina correrme por las venas; definitivamente estaba algo asustada. Un pequeño puff me indicó que la comida había desaparecido y yo mire de reojo al arrugado periódico y la imagen en movimiento.  En una esquina, había otra imagen sobre puesta sobre la de los aurores y… rápidamente me acerqué para ver que mis ojos no me engañaban. Que en verdad estaba viéndolo ahí en esa foto. En aquella pequeña puntita estaba la foto de Greyback cuando seguía vivo.

Mis manos temblaron contra mi boca, y el gemido que salió desde el fondo de mi garganta quedo atascada contra ellas. Los mismos ojos azules que brillan en la oscuridad. La misma sonrisa y los dientes amarillentos. La gran altura y lo peor de todo… la sensación de pánico que estaba arrasando en mi cuerpo con solo verle. Aquel tipo de mis sueños… Aquel mismo que me asesinaba en las pesadillas, era Fenrir Greyback. El que ahora mismo ya debía estar muerto.

Me levanté rápidamente y salí del vació comedor, yendo a la parte trasera de Hogwarts en camino hacia el campo. Mi vista iba enterrada en el suelo mientras pensaba y ordenaba mis emociones. Siempre había sabido quién era Greyback pero nunca había tenido la desagradable necesidad de conocer su físico. Mi padre, hace unos 3 años, cuando tenía once me había hablado de él en una noche lluviosa de diciembre, días antes de navidad; Draco me había dicho que aquel hombre lobo disfrutaba de acorralarlo por los pasillos de la mansión y acercar sus amarillentos colmillos a su yugular con la intensión de transformarlo. Me estremecí ante la sola idea de que mi padre allá tenido que soportar a aquel sujeto, y apuré el paso al salir ya a los jardines. Pisaba con tanta fuerza que las hojas secas crujían bajo la suela de mi zapato y simulaban el sonido de huesos rompiéndose; cerré los ojos con fuerza mientras negaba fervientemente con la cabeza en busca de alejar las aterradoras pesadillas de mi mente.  

La ronca voz de mi padre resonó en mi cabeza y casi pude sentir su gran mano acariciarme el cabello como aquella vez hace ya tiempo. Suspiré y cuando llegué al campo, comencé a subir las escaleras para ir a sentarme en las gradas. Los gritos extasiados, la música y las apuestas bombardearon mis oídos sin compasión e instintivamente mis manos cubrieron mis orejas sin que yo dejara de buscar un sitio libre para sentarme. Chasqueé la lengua al ver tanta gente y crispé los labios en disgusto.

Alguien tomó mi muñeca bruscamente y comenzó a jalarme entre la gente. Halden me miró de reojo y afianzó el agarre antes de volver a mirar al frente sin decir una sola palabra. Aunque no es como si lo fuese a escuchar entre tanto jaleo. Arqueé mi ceja confundida. ¿De dónde había salido él? Mis hombros se encogieron y decidí dejarme guiar, evitando a más de un estudiante extasiado que se lanzaba de un lado a otro para poder mirar el campo. Llegamos a unas bancas y fruncí el ceño al ver a Breeja con Kitty tan juntas una de la otra. Suspiré y jale la mano de Halden, deteniéndolo. Sus ojos negros me escrutaron de nuevo en una muda pregunta y yo miré fijamente a Breeja para darle a entender que si podía evitar estar con ella, pues aún mejor.

— Es esto o simplemente no ver nada.

Mierda. Infle las mejillas y de nuevo nos encaminamos a ellas. Llegamos hasta quedar enfrente de ambas e inmediatamente detuvieron su plática. No me di cuenta hasta unos segundos después de que Ekaterina miraba fijamente mi mano; seguí la misma dirección y entendí el porqué de su seriedad. Hice que Halden me soltará y me acomode a un lado de Kitty sin decir más, solo viendo al frente en espera de que el torneo comenzara; segundos después Nott tomó asiento a lado de la pelirroja.

Aun sentada me inclino al frente usando el barandal como apoyo y entrecierro un poco los ojos mirando la modificación del campo, haciendo oídos sordos a los gritos extasiados cuando el torneo empieza. A decir verdad, las piedras rugosas desperdigadas por el lugar y el piso liso dan el aspecto de un desierto sin tanta arena, y las pequeñas piedras podrían hacerte tropezar si no tenías buena vista. A pesar de que el tiempo había comenzado a correr, no se veía nada de ningún campeón pero tampoco es que los demás importasen en realidad. Yo, aun aparentando tranquilidad, deseaba ver esos rulos castaños salir de una vez de entre la tierra.

— Hey… — Nott posó su mano sobre la mía, sobresaltándome — Estas a punto de romper la madera, cálmate.

Apreté los labios en disgusto y asentí, alejando su mano de la mía. Los minutos pasaban y ya habían salido dos campeones. He de mencionarles que grité exageradamente cuando vi Quimeras aparecer de la nada detrás de piedras gigantes en el campo, y dejé salir una exclamación fuerte cuando por fin Lupin hizo su aparición como tercer campeón. Aunque aún respiraba, yo no me sentía nada tranquila; vale, que apenas y había hablado con ese tío tan amargado, pero me había salvado una vez de caer al vacío. Le tenía algo de simpatía, y no le deseaba la muerte siendo achicharrado por una criatura como esa que ahora mismo escupía fuego por su boca.

— Joder — Río Breeja — ¿Has visto? ¡Casi le rostiza la cara!

— Creo que no deberías reírte, Bree. — Susurró Kitty con su ceño fruncido en leve preocupación. Sí, estaba algo perturbada y sus musculos en tensión lo demostraban.

— ¿Qué dices, Ekaterina? ¡Pero si es tan divertido!

— No le encuentro nada de divertido a que ellos estén peleando con esas bestias — Reclamó la castaña sin apartar la mirada del campo.

— Pero…

— ¡Cállate, Breeja! —Gritamos Kitty y yo al unísono.

— ¡Dimitrí y Ted han subido a la cima! ¡También Cyllian busca llegarles! ¿Quién va a sostener primero la llave?

Miro correr a Ted con el aire escapándose de su boca en jadeos cansados y hace un último esfuerzo. Estira su mano.

— Cógela, Ted… — Cubro mi boca con el dorso de mi mano para ocultar el susurro.

Abre los dedos y casi llega.

— Vamos, Lupin…

Sus dedos rozan la llave por fin y…

— ¡Damas y caballeros, Dimitrí Ivanov ha sido el primero en coger la llave!

Miro al chico ruso alzar la mano con orgullo, y por un instante se me hace conocido, pero niego con la cabeza, mirando de nuevo a Ted, conteniendo la respiración mientras dejó aflorar una suave sonrisa en mis labios.

— ¡Ted Lupin, segundo en obtenerla!

Los vitoreo no se hacen de esperar y la gente comienza a gritar con éxtasis el nombre de Ted y los colores Gryffindorescos bailan entre las gradas con alegría y entusiasmo; suelto un suspiro aliviado y la sensación de un peso en el pecho desaparece. Por un instante, me siento tonta por preocuparme por un chico tan poco amable como Ted pero río al darme cuenta hasta ahora de que no es como si me importarse verme tonta o no.

Los campeones son retirados del campo para revisarles y a mí no me queda más que respirar el aire húmedo del invierno cercano y bufar sin despegar la mirada del gris cielo. El aire comienza a soplar, moviéndome el cabello en distintas direcciones y poco a poco las gradas se desocupan. La primera en irse fue Breeja, con un gesto indignado. Tal vez por el grito de hace un rato. Y ekaterina se fue tan pronto Halden lo hizo. Yo en cambio me quedé un segundo más allí. Cerré los ojos, y sus ojos verdes aparecieron tras la oscuridad de mis párpados.

Me dije mentalmente. Así era, quería verlo pero aquellas palabras retumbaban en las paredes de mi cráneo con dolor. Rasguñe mi labio inferior con el filo de mis dientes y mis ojos se humedecieron al pensar en él. Me incline hacia adelante, apoyando los codos sobre mis rodillas y oculté mis ojos tras las palmas de mis manos, dejando también que el pelo me cayese al frente para cubrirme el rostro. Mis mejillas goteaba agua, pero no llovía. Gotas saladas chocaban contra el suelo una tras de otra como si se tratase de una carrera y yo solo miraba la madera del piso con los ojos acuosos y los labios firmemente apretados. Dolía tanto que ya no podía ni siquiera disimular ante el montón de personas que esquivaban la banca en la que estaba sentada para salir de allí, y si no podía hacerlo para un puñado de gente que me ignoraba, ¿qué pasaría con aquellos pocos que en verdad si me ponían atención? Solloce con más fuerza, cerrando los ojos sin detener las lágrimas y me abrace a mí misma sin enderezarme con la intensión de detener el temblar de mis hombros por el llanto. Me sentía tan pérdida ahora mismo… pensaba que estaba manejándolo bien pero en verdad era mentira. Sólo quería ocultarlo y enterrarlo en algún lugar recóndito de mi mente pero en serio que no podía aunque lo intentará con toda mi voluntad. Odiaba sentirme así. No quería sufrir.

— Detesto esto… — musité con la voz estrangulada y mis ojos entrecerrados y rojos —. Quiero olvidar este sentimiento…

Cuando volví a alzar la mirada, ya no había nadie. Y el cielo comenzaba a dejar caer diminutas gotas de lluvia sobre mí, justo debajo de mis ojos. Parecía como si aquel tono sombrío de las nubes fuese yo y la lluvia mis lágrimas. Sonreí ante la irónica idea de que alguien allá arriba me compadecía un poco y lloraba conmigo.

— Me rindo…. —Dije al aire sin mirar más que el cielo —. No puedo ganarle a ella, y tampoco quiero hacerlo. Estoy consciente de lo que siento por ese tonto, pero no pienso arruinarlo, así que me rindo. Sólo… quiero olvidar…. — El agua volvió a cubrirme los ojos en un manto que terminó por desbordarse por la esquinas de estos. — Olvidar esté sentimiento… me conformó con seguir a su lado.

Eso había decidido. Eso había pensado. Que sólo quería ser amiga de Albus, y que eso sería. No quería perderlo a él. En ese momento tomé la decisión de olvidar ese sentimiento de amor, y encerrarlo muy dentro de mí para que no viese la luz nunca.

 

Terminé de cenar y empecé la ronda cambiando turno con Kate, de sexto año para no ver a Albus está noche. Quería estar bien la próxima vez que nos encontráramos y ahora mismo no era ese momento. Así que después de un cuarto de hora vigilando los pasillos sin que nada anormal pasase, decidí que había tenido suficiente por esa noche y día, y que no quería deambular más tiempo sintiéndome del asco. Me fui a Slytherin, bajando las escaleras lentamente. Por la hora ya no debería haber nadie dentro o más bien, fuera de las habitaciones. Siseé la contraseña y entré con los ojos cerrados, moviendo la cabeza a los lados por un tendón adolorido de mi cuello.

Al abrir los ojos, me sorprendí un poco de ver que la sala común no estaba taaaaan sola como yo había supuesto.

Sobre el sofá había una persona, un chico más bien. De aspecto fornido, hombros anchos y caderas estrechas, sin mencionar que su cabello castaño oscuro de lacia apariencia le caía desordenadamente por el frente; al escucharme, elevó casi con aburrición sus grandes ojos achocolatados que se me hicieron muy curiosos por el reflejo de la luz del fuego sobre ellos, tenía la nariz perfilada, terminando de enmarcar su rostro con unos sonrosados labios finos. Una de sus cejas se arqueó y yo carraspeo, devolviéndole el mismo gesto.

—  Deberías ir a dormirte ya.

— Más tarde, tal vez. — Fue la simple contestación de aquel chico mirándome un segundo más antes de volver a dejar caer sus ojos sobre el libro que reposaba sobre su regazo.

— Es tarde ya. — Le insistí, indicándole con una mirada la hora del reloj.

Escuché un suspiro quedo salir de entre sus labios y después el roce de su ropa al levantarse.

— Supongo que tienes razón.

— Gracias… — Me detuve sin saber realmente cuál era su nombre o siquiera su apellido.

— Me llamo Ángel.

Asentí mirándole desaparecer por las escaleras y yo me dejé caer sobre el sofá que el antiguamente estaba ocupando. Repasé con la mirada el alto y sobrio techo de la sala común y bufé con cansancio.

Había sido un día agitado. En resumen, había perdido una apuesta con Alekséi, después el tipo de mis pesadillas resultaba ser alguien muerto y me ardían los ojos de tanto llorar, sin mencionar el susto de que Lupin casi fuese devorado por una Quimera.

Mientras pensaba en todo eso, la puerta de entrada se abrió y me senté rápidamente para ver entrar a Séptimus con la mirada enterrada en el suelo y  el ceño fruncido; ladeé el rostro al verle con esa expresión de preocupación y mi atención se desvió a un sobre blanco arrugado entre su mano derecha.

— ¿Qué es eso?

Mi hermano frenó sus pies tan pronto me escucho y sus ojos nublados me miraron algo sorprendidos; inmediatamente embutió la carta en el bolsillo de su pantalón y cuando enfrente su mirada, era más fría que el mismo hielo.

— Nada. — Fue la seca respuesta que dio, continuando con su camino.

No insistí, y deje que se fuese. Suspire una vez más maldiciendo mentalmente ese comportamiento. Me cubrí los ojos con el antebrazo y un segundo después tome la decisión de que era mejor subir ya a dormir. Me levanté con pereza y subí las escaleras con desganó, pero… cuando llegué arriba, miré hacia donde tomaba rumbo la habitación de los chicos y mi piel se erizo cuando sentí de nuevo aquellos ojos invisibles en mí; Resople y camine rápidamente a mi habitación.

Una vez que atravesé en umbral de mi cuarto, respire profundamente y me deshice del suéter y las mallas para ponerme la pijama de seda negra que usaba estos últimos días para dormir.  

Una vez acostada y envuelta en las sábanas, Julián trepo la cama y se acurrucó a mi lado; yo me volteé quedando acostada de lado para acariciarle el lomo con mayor facilidad. Su ronroneo me hizo sonreír un poco… sonrisa que se vio torcida cuando aquel felino abrió sus ojos para mirarme fijamente con sus brillantes ojos esmeraldas y pupila rasgada. Julián se acercó y lamió mi nariz con su pequeña lengua antes de restregar su hocico contra mi mejilla de manera suave.

Solloce una vez más por ese día. Mi gato me estaba consolando, y la desesperación se apoderó de mí. Envolví a Julián entre mis manos, mojando su pelo negro con mi llanto pero el minino no peleo ni pareció enojarse, sólo ronroneo más y siguió restregando su cabeza contra mí.

Aquella noche los ronroneos de mi gato fueron mi canción de cuna y mi mejor compañía. Esa noche me juré a mí misma no castigar a Albus con lo que yo sentía. Esa noche no hubo pesadillas ni más ojos azules. Esa noche hubo una tormenta no sólo fuera del castillo, sino también en mi corazón. Una tormenta entre lo que desea y debía hacer.