This Means War {Novela Colectiva de HP, 3ra Generación}

I Wish I Were Special, You're So Fuckin' Special, But I'm A Creep, I'm a Weirdo...

Odiaba esa manía tan estresante que tiene la gente en general de comenzar una frase y quedarse a medias. Observé con un mal gesto cruzándome la cara al profesor Flitwick, que había empezado con un monólogo aburrido sobre los tediosos TIMO. Suspiré, apoyando la cabeza sobre la mano y escuchando los cuchicheos de dos chicas de Hufflepuff que estaban enfrente.

-Dicen que Lupin mintió a todos acerca de su participación en el torneo. Se lo he escuchado decir al mismísimo James Potter a otro chico por el pasillo.

-Pero es muy guapo. -Suspiró la otra, a lo que yo rodé los ojos. Mujeres.

-A mi no me parece bien que mintiera. -Dijo la que creía que se llamaba Joan.

-Pero sigue siendo guapo. -Murmuró Rachel. A lo que su amiga suspiró.

-Señor Malfoy, ¿le aburro? ¿Le gustaría dar usted la clase o salir de ésta? -Levanté mis ojos verdes hacia el profesor, y sin inmutar la expresión de la cara, me disculpé.

-Lo lamento profesora, estaré más atento. -Tono monótono, que hizo que el hombre frunciera las cejas, a disgusto por tanta cordialidad y poco interés y siguió con lo suyo.

También odiaba que todo el mundo se girara a mirarme. Dirigí mi mirada hacia el grupo de cuatro chicas que me miraban, y estas se sonrojaron y empezaron a susurrar entre ellas. Siempre sucedía lo mismo, creían que al igual que mi hermano intentaba ligar con todo el mundo, pero que yo me hacía el interesante. Rodé los ojos de nuevo. Mujeres.

Cuando el timbré sonó, indicando libertad Albus y yo nos levantamos, en silencio, como de costumbre y salimos de clase, era la hora del almuerzo.

-Señor Potter, Albus. -Aclaró la directora McGonagall, dando zancadas en su búsqueda. -¿Puede acompañarme? Ha habido un pequeño inconveniente. -Mi mejor amigo se giró hacia mi.

-Nos vemos luego, Scor. -Yo asentí con la cabeza y se fueron en dirección contraria. Me volví a girar y no pude dar ni un paso cuando noté como alguien se apartaba bruscamente para no chocar conmigo. Giré hacia esa persona, la cual me devolvió una sonrisa cínica y una ceja enarcada.

-¿El señor Malfoy es demasiado importante como para mirar por dónde va? -Preguntó, algo que me podría haber sentado mal si no fuera por el tono que empleó y la sonrisa que empezó a dibujar.

-Supongo que son gafes del oficio, Señorita Nalisch. -Ella se echó a reír, apretando el fajo de libros con firmeza. -¿Ibas a comer?

-No, no me gusta demasiado el Gran Comedor ahora que están todos esos Búlgaros, Franceses y Americanos. Sobretodo no soporto a las Francesas, ¿Qué tienen para ser tan odiosas? -Murmuró, enarcando las cejas.

-Supongo que son guapas y por eso os ponen de tan mal humor a las chicas. -Ella sonrió, con diversión.

-No tengo nada que envidiarles. -Yo solo me reí, aunque tenía razón, Crystal era una chica muy guapa y que sabía lucirlo sin tener que ser excesivamente creída. Era parte de su encanto.

-Claro que no. -Dije, a lo que ella se sonrojó muy ligeramente, aunque nunca lo reconocería, demasiado orgullosa. -¿Vamos a comer algo fuera? -Propuse, ya que yo no soportaba a los Búlgaros, y todo el ruido del Comedor me ponía muy de mal humor.

-Por supuesto. -Accedió ella, poniéndose a mi lado. Ambos fuimos a sentarnos a un banco, aunque no fuera, hacía frío, hablando de cualquier cosa y comimos chucherías, que era lo único que llevábamos encima. Siempre me había agradado, era muy agradable, simpática y me reía con ella, además sabía que yo le gustaba, pero a mi me gustaba otra, a pesar de que Crystal siempre me había convenido más.

You're Just Like An Angel, You're Skin Makes Me Cry

"-Hola, Azzu. ¿Qué tal? -Saludé, sin mirarla, más bien saqué mis cosas para no tener que mirarla a los ojos. Esos ojos verde manzana, ocultos detrás de un fino cristal y huidizos al contacto con cualquier otra mirada.

-Hola, Scorp. Yo bien, ¿y tu? -Sonreí un poco, divertido, al ver que desviaba la mirada. Efectivamente, siempre lo hacía. Aunque, yo tenía la sospecha de que le gustaba, aunque fuera un poco. Me gustaba pensar que me correspondía, a pesar de que yo no pudiera quererla de la manera en la que me gustaría hacerlo.

-Bien, bien. Intento no tener mucho trabajo acumulado, como tú. -Comenté, saliendo de mis pensamientos, empezando con el trabajo.

-¿Quién crees que será el campeón esta vez? -Observé el trazo de la tinta sobre el pergamino, aunque estaba más atento a su voz delicada y minúscula.

-No lo sé, pero espero que esta vez no haya heridos. -Tan Azzura, que me hizo sonreír.

-Yo espero que sea alguien merecedor. -Enrojecí al instante, ella me miró perdiendo la dulzura que siempre acarreaba. Me sentí fatal e intenté arreglarlo. -Digo, alguien cualificado y preparado.

-Ya. -Contestó, claramente en tono seco. Terminó con lo que estaba haciendo, por orgullo, cuando quería también tenía carácter, y nunca se rebajaba, esforzándose por no demostrar demasiado afecto cuando yo soltaba alguna gilipollez. -Adiós, Scorpius. Bueno, Malfoy.

Suspiré, mirándola y murmuré su nombre, intentando que se detuviera, sin muchas ganas, ya que sabía que se iría de todos modos. Y eso hizo. Me quedé en silencio, cada día la perdía un poco más. Cada día la dejaba marchar un poco más."

Otra cosa que odiaba, no tener el valor para retenerla. Dejaba que se alejara, le dejaba hacerlo, no era lo suficientemente valiente como para pedirle que se quedara, cada día estaba más lejos de mi, y yo lo notaba, lo sabía. Y dejaba que sucediera.

Entonces, pude ver perfectamente a mi mejor amiga al final del pasillo. Estaba rara, lo sabía, yo lo notaba, era Kaia. Me acerqué a ella, con las manos en los bolsillos, abriéndome paso entre los estudiantes y plantándome delante de ella con una sonrisa.

-Un pequeño gusarajo se ha aparecido. -Canturreé con diversión.

-Hey, Scorp. -Le levanté el mentón y la observándola con ojo crítico.

-Tú tienes algo -Baja la mirada, intentándome mentir. Pero la conocía demasiado como para que intentara decirme una mentira, y encima a la cara. La pillaría enseguida en carta y creía que mirándome a los ojos podía mentirme.

-Claro que no, no seas tan tonto. Estoy bien. -Simplemente la abracé, notando como se desvanecía un poco entre mis brazos.

-A veces cuando sentimos algo, es mejor demostrárselo a esa persona… -Murmuré, riendo ligeramente.

- ¿Qué insinúas? -Sonreí de medio lado al ver los nervios de ella, y luego me venía con mentiras.

-Nada, Livana. -Dije, lentamente y mirándola con tranquilidad, aunque con evidente diversión por la situación.

-¡Que equivocado estas! -Me encogí de hombros gallardamente.

-Puede que sí, pero sabes que es cierto. -Contesté, con la misma tranquilidad de siempre.

-Te detesto.

-Soy tu mejor amigo, se supone que debo conocerte, y lo hago al pie de la letra así que cumplo los requisitos del contrato. -Me reí y ella frunció el entrecejo.

- ¡Quemare ese contrato!

-Es válido, pero, nuestros contratos no son inflamables, gusarajo.

- ¡Acromantula patona!

-Esa es la Kaia que conozco. Y… Creo que te estas tomando muy enserio el papel de protectora, no tienes que tomar decisiones por los demás. Solo tienes que apoyarlos y estar allí cuando fallen. -Sonreí muy ligeramente.

-Estúpido rubio. -Pero se echó a reír, creo que con alivio.

-Pero natural, que quede claro. La gente se merece segundas oportunidades. -La abracé de nuevo, brevemente y luego la solté.

-Iré a la biblioteca, ¿No vienes? -Sacudí la cabeza en señal de negación y señalé hacia atrás con la cabeza.

-No viene en el protocolo del contrato. Y además, debo alcanzar a tu hermano, ¿Nos vemos después? -Ella hizo un señal afirmativo y yo me di media vuelta. -Ya sabes, rubia tonta. Hasta pronto.

Y comencé a caminar hacia las mazmorras, en búsqueda de mi mejor amigo.



El morro húmedo de Aphrodite frotándose contra mi mejilla me despertó. Abrí los ojos, molesta por la luz. Las ocho y media, en media hora tendríamos clases.

-Menos mal que me has despertado, Aphro. -Murmuré a la gatita ronroneante, acariciando detrás de sus orejas. No quedaba nadie en la habitación, así que me apresuré a recojerme el pelo en una coleta de lado y en vestirme.

Cuando ya casi salía por la puerta, el maúllo ofendido de mi gata me recordó que debía darle de comer. Volví corriendo y a toda prisa le puse comida en el plato, se abalanzó sobre esta y yo me fui a medio correr.

Bajé al Gran Comedor, como todos los días, y me senté en la mesa, buscando uno de mis típicos bollos rellenos de chocolate y un café con leche. Rose se sentó, dando los buenos días y entonces me di cuenta de algo.

-¿Has visto a Wanda? -Rose negó con la cabeza, y yo solo volví a mi desayuno. No tenía porque preocuparme.

-No, ni idea, ¿porqué? -Inquirió ella, dando un trago al café.

-Porque yo me meto en la cama al terminar la ronda, y no estaba dormida, ni en la cama. Serían sobre la una y cuarto.

-¿Quién, Kaia? -Preguntó la voz de James.

-No, no, Wanda. -Contestó Rose, yo asentí con la cabeza.

-Oh , que interesante.

-Seguro esta bien Azzura , no deberías preocuparte.

-Supongo. -Bajé la mirada y le di un sorbo a mi café, cuando apareció la susodicha, sentándose a mi lado.

-Buenos días. -Saludó, mientras la mirábamos.

-Buenos días, ¿todo bien? -Dije. Ella dijo que sí y yo solo asentí con la cabeza, abriendo el libro de Encantamientos y volviendo a empezarlo por segunda vez en el curso.

No mucho después Rose me apresuró para que me levantara, era ya hora de irse a clases. Recogí y metí el libro de Encantamientos en la cartera y seguí a los demás, que ya me llevaban algo de delantera. Por el pasillo me crucé con Nadia, que me guiñó un ojo. Odiaba que me hiciera eso, me hacía sentir peor.

A petición de Nadietra habíamos decidido impedir que Brennean se metiera en la competición, ella estaba atemorizada y su madre no dormía con la idea de que su hijo mayor pudiera entrar en ese torneo. Así que me suplicó que la ayudara, porque necesitaba a una prefecta y no sabía a quién recurrir.

Rompí unas veinte reglas para ayudarla, sin contar que casi me pillan.

"El pasillo estaba mortalmente silencioso, pero poco a poco dos pares de pies empezaron a resonar los pasos por entre las paredes, yo estaba atemorizada por el ruido que hacíamos y no dejaba de suplicarle a la morena, entre susurros, que pisara más flojo. Ella era demasiado poco cuidadosa como para lograrlo.

Bajamos a las frías mazmorras, dónde una sensación helada nos invadió. Nadietra murmuró algo como "parece que aquí vivieran dementores" y yo, la volví a hacer callar. El corazón me latía tan fuerte que creo que era más posible que escucharan los latidos de este que los pasos de Nadia.

Nos detuvimos en un pasillo, en dos se encontraba el despacho del viejo profesor Slughorn, que seguramente dormía ya. A la de tres, Nadia soltó unos chivos que había comprado en la tienda de

bromas Weasley, y ambas nos fuimos corriendo a la puerta del profesor, nos arrebatamos a la pared y yo hice un encantamiento de invisibilidad, que había buscado en libros de cursos más avanzados, me había costado aprendérmelo, pero aguantó lo que tenía que aguantar. Y entonces el artilugio empezó a emitir un ruido terrible, me asusté más yo que el profesor.

Slughorn salió corriendo de su despacho, con una bata encima y varita en mano empezó a buscar los responsables varios pasillos más allá, pero se veía que estaba bastante asustado. Entramos por la puerta abierta, sin el hechizo invisible y fui sin pensármelo dos veces a por la esencia de Belladonna.

Corrimos de nuevo a la puerta, y antes de salir Nadia vio como el profesor volvía. Slughorn vio perfectamente el bordillo de la túnica negra, por suerte no vio distintivo alguno de la casa de Ravenclaw. Conjuré el hechizo de invisibilidad y nos escabullimos por la puerta justo cuando él entraba a tropel, abriendo la puerta y tronando.

-¿Quién hay ahí? -Temblé de puro miedo, y nos quedamos como petrificadas. Slughorn miró a ambos lados en el pasillo, rozando su cara con mi pelo rubio, éramos invisibles pero la materia seguía existiendo. No se dio cuenta y yo contuve la respiración, Nadia a mi lado también. Entro, cerrando de un portazo y ambas echamos a correr escaleras arriba, perdiendo de nuevo el hechizo invisible.

Al llegar arriba yo me sentía fatal, el aire me faltaba y tuve que sentarme en el suelo y cubrirme la boca para no hacer mucho ruido al toser. Nadia se puso a mi lado y me puso una mano en el hombro, yo buscaba desesperadamente aire, pero lo único que sentía eran mis pulmones vacíos y un agudo pitido cada vez que exhalaba, señal de que me había "cargado" los bronquios.

-¿Estás bien? -Murmuró preocupada, yo asentí con la cabeza, todavía sin encontrar aire y saqué de mi bolsillo interior el inhalador. Nadia se lo quedó mirando, muy muggle. -¿Qué rayos es eso? -Yo tomé varias veces y empecé a sentirme mejor, aunque todavía no estaba bien del todo.

-Sí, sí. Puedes irte ya, yo tengo ronda, me queda... -Consulté el reloj y suspiré. -Media hora. -Nadia asintió, estábamos en el séptimo pasillo, cerca de la torre de Ravenclaw, a mi no me dirían nada por estar ahí, pero en teoría a Nadia ahora tendría que quitarle puntos y mandarla a la cama. Suerte que no pasaría ningún profesor si estaba yo ahí.

-¿Cómo me dijiste que tenía que hacerlo? -Yo le pasé el frasco que contenía la esencia de un color púrpura brillante.

-Échale dos gotas de sangre de sapo y cuando se lo tome, asegúrate de apuntar hacia él con la varita y murmurar lo que quieres que se le olvide. A la vez que se lo traga, será mejor que se lo eches en el zumo de calabaza. -Dije, entre jadeos.

-Gracias, Azzura, de verdad. -Yo negué con la cabeza, ella besó mi mejilla y se fue corriendo a su casa, seguramente a dormir en su cama. Yo me levanté del suelo y me senté en el alféizar de la ventana, a esperar que fuera la una de la madrugada y poderme ir a dormir también.

Observé como la luz de la luna se escondía detrás de las nubes, dejando el castillo con una imagen mucho más tenebrosa de lo habitual, me acurruqué con mi capa, intentando calmar los latidos de mi corazón y recuperar el oxigeno perdido."

La cena no tuvo nada de especial, me serví comida y como siempre, me refugié en mi libro. Levanté la mirada, sentía que alguien me observaba, y efectivamente, Scorpius me miraba desde la mesa de

enfrente. Al ver que le miraba intentó sonreírme, yo bajé la mirada como si no le hubiera visto y continué leyendo.

No quería saber nada de él, ¿si seguía enamorada? Tanto como siempre. Pero ahora tenía bien claro que lo único que podía hacer era alejarme de él, no me hacía ningún bien, ni a él tampoco, ¿de qué me servía? Era sufrir a lo tonto. Llevaba un día sin dirigirle la palabra y ya le echaba de menos.

Pude ver perfectamente como una pelirroja muy atractiva se le acercaba y le picaba el hombro, la sonrisa en la cara de Scor fue inmediata. Me sentí fatal. Empezaron a hablar, pude ver los colores de Ravenclaw en su corbata, creía saber quién era. Crystal Nalisch, considerada una de las chicas más atractivas del colegio.

Genial.

Suspiré y volví a bajar la mirada, ya no me apetecía comer. Observé a mi alrededor, todos comían y charlaban con normalidad, pero me percaté de la ausencia de alguien. Odiaba estar ahí, así que puse dentro de la servilleta un par de sándwiches, esperé al postre y tomé cuatro bombones de chocolate, un trozo de tarta de calabaza y una manzana, envolviendo esto en otra servilleta. Me levanté y sin pensarlo dos veces me fui a la Sala Común de Gryffindor.

El retrato de la Dama Gorda me dejó pasar, así que accedí a la torre, pude ver una silueta sentada en una silla, escribiendo algo con una grande pluma. Me acerqué y puse ambas servilletas a un lado del metamorfómago, sin mirarle ni decir nada, abrí primero la de los sándwiches y los coloqué mínimante, repitiendo la acción con los dulces. Recordé la manzana y la saqué de mi bolsillo.

-Eh... Gracias. -Dijo Ted, algo perplejo. Yo me aparté un poco de la mesa y le sonreí con delicadeza.

-No hay de qué. Buen provecho, cualquier cosa que necesites, ya sabes dónde estoy. -Susurré con mi minúscula voz, él asintió, todavía algo desorientado, yo le sonreí una última vez y me giré, dirigiéndome a mi habitación, quería descansar un rato hasta la hora de la ronda.

Y de nuevo volvía a encontrarme a solas conmigo misma, no era la compañía más agradable del mundo, en mi opinión, solamente tenía la carta de mis padres para no sentirme tan sola. Abrí el sobre, que había guardado cuidadosamente en el bolsillo interior de la túnica, y me senté sobre la mullida cama, mientras Aphrodite se acurrucaba en mi regazo, buscando caricias.

La caligrafía de mi madre me arrullaba, me imaginaba la escena que describía; "...tu padre, como siempre, está sentado en la butaca y está corrigiendo exámenes, tu hermana se ha apalancado en el sofá y tiene la televisión encendida en uno de esos programas que solo le gustan a ella y yo, pues sentada en la mesa del comedor, estoy esperando a que la cena termine de cocerse. La lechuza que has enviado esta vez ha resultado ser muy..."

Les echaba de menos. Incluso a Maya y a su actitud cruel hacia mi, a veces me sentía fuera de lugar, sentía que mi lugar era en casa, con mis padres, yendo a un colegio muggle normal y corriente. No siempre me gustaba el don que me había tocado, que era como lo describía mi madre. Algunas veces habría preferido ser tan normal como los demás, y otras veces fantaseaba con la idea de que fuera Maya la maga.

Nunca la hubiera tratado de la manera en la que ella me trató. Me imagino a mi rubia hermana con el uniforme de Hogwarts, en su pecho el escudo de Slytherin y en su mano una varita, desarmando al profesor en clase de DCAO. Seguro que sería la mejor en todo. Luego se pasearía por los pasillos con un grupo de amigos, todos populares y envidiados. Lograría ser alguien muy importante en la sociedad mágica y seguramente, de nosotros no hablaría. No existiría su familia para ella.

También me he imaginado a mi padre siendo un mago. A él le pegaría mucho más que a mi madre, no me la imagino a ella varita en mano removiendo la sopa y encendiendo el fuego de la chimenea. Yo me parezco a mi madre, no me pega nada ser maga. Pero, me ha tocado a mi, y no a mi padre o a Maya, a los que seguramente les iría mejor.

El gigantesco reloj del astillo toca la medianoche, con fuerza, me levanto, dejando a un lado a mi gata y a la carta. Tomo mi varita y la capa, hace fresco ahí fuera. Suspiro mientras el aire frío se apodera de mi cuerpo, llevándose con él el calor corporal que desprendo.

Sexto piso, me cruzo con Mayhew que sube al séptimo, saluda escuetamente y desaparece por las escaleras, le tocará la ronda de ese piso. Pasa un grupo de chicas de Ravenclaw, las miro de refilón y puedo ver a Nalisch entre ellas. Al verme se quedan quietas y me miran algo asustadas.

-Debéis iros a dormir. -Murmuro, con mi voz suave e inexistente. Ellas me oyen perfectamente y no dudan en irse rápidamente escaleras arriba. Debería haberles restado 10 o 20 puntos a cada una por lo que estaban haciendo, eso serían, mínimo, 50 puntos menos a Ravenclaw. Yo lo sé, y ellas también.

Los ojos azules, muy claros, de Crystal buscan mi mirada, están ya arriba de las escaleras, me sonríe como dándome las gracias. Yo no soy capaz de sonreírle de vuelta, pero no importa, porque no me ve. Desaparecen y oigo el picaporte de su casa, hablando, pero no oigo lo que dice.

Es normal que le guste ella, y no yo.